Parcial Grupos Final

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TEORIA Y TECNICA DE GRUPOS.

CÁTEDRA II PERCIA
COMISIÓN 15

AUTORA:
AGUSTINA PAZ AVILA LOPES
DNI: 43448252

PRIMER PARCIAL
CONSIGNA 1:

Trate de distinguir entre interacciones y afectaciones en los días y noches de una vida.

¿Podría diferenciar entre espacios grupales de interacción y momentos de una común afectación?

Se sugiere la lectura de “El habla encendida de lo común”.

Leer, escribir, conversar, sentir, vivir, estar; no han de ser vocablos drenados de vida en esta
cátedra. Hay sensibilidades que conviven con la vida de estas palabras por fuera de las
cuatros paredes de un aula. A su vez, sujetos optan por vincularse con este parcial bajo la
mirada conductista de: “estímulo-respuesta”. Siguiendo esta línea de pensamiento, podría
decirse que las interacciones continúan “dentro del molde”, perpetuando protocolos y
convenciones, y de esta manera, temblores que fingen certezas logran blindar sus emociones
con el sentido común. Las interacciones se basan en contactos sin afectación corporal,
realizan una simplificación perceptiva para tener comunes en la comunidad, para poder
comunicarse con conceptos que no ha cuestionado. De este modo, las fragilidades que hablan
administran lo que les pueda dar temor, para poder maniobrar frente a la incertidumbre, para
protegerse de una amenaza, para no tener que vivir preguntándose qué les pasa en lo que les
pasa. La interacción induce a desprenderse de la afectación, de hacer uso de la razón, de
volvernos sujetos y objetos en diálogo; la interacción “pasa de largo” y no cuestiona su sentir,
se argumenta, se explica, es sensata. Los sujetos que interactúan entre sí han de hacer uso de
la escafandra para no respirar el aire de las demasías, para poder hacer frente a la
incertidumbre, para poder gestionar sus emociones, para tomarse un ibuprofeno, aliviar el
dolor y constatar el olvido. Los sujetos no desean entregarse a ese “no saber”.
Cuando hablamos de afectación nos referimos a lo común. Lo común como la continua
invención de un tiempo y un espacio de expectación del habla. Es así que la afectación refiere
al cuerpo, como ese espacio en el que acontece la vida, lugar en el que es propicio
preguntarnos qué pasa y cómo se está ahí, conviviendo con lo vivo. La afectación como un
estado de demora propone una interrupción, un “no pasar de largo” y morar en lo que se está
sintiendo. Cuando sensibilidades transitan silencios sin poner palabras en el cuerpo es que
hablamos de una común afectación, un momento que tiene como máxima el sentir y que no
ha de bombardearlo con sentencias, un momento que a su vez eriza la piel, que nos toca, que
nos dice.
La afectación no ha de explicarse como un “entre” el tú y el yo, tal como supone la
interacción vinculando dos existencias entre sí. Sino que supone una inmersión, una
exposición vulnerable, una fragilidad que es común a toda vida; ha de suponer una escucha
que vaya más allá de las palabras, que entre en contacto con lo indecible.
Los “espacios grupales de interacción” son aquellos en donde indolencias pasan desapercibidas,
donde insensibilidades se autoconvocan a rendir un “parcial” sin dejarse llevar por sus
afluentes afectantes y afectadas, donde “vivir con otros”, “en contacto con otros”, habilita a
que sea sin otros; espacios donde otredades que no logren metabolizar el habla capital de
nuestra sociedad corran peligro de ser exiliados, marginados ante esta extorsión
normalizadora escondida en el decir, que aparenta tener una compulsión a nombrarlo todo;
interacciones se oyen: “pensa en otra cosa”, “ya se te va a pasar” o “no es para tanto”, no
quieren hundirse en el sentir del otro, quieren normalizar dolencias. “Momentos de una
comun afectación” son aquellos lugares que abren paso a escuchar el fuego, a “un común
vivir entre cercanías que nunca se supieron, ni se saben, ni se sabrán”.(Percia, en “un
commun vivir”), donde no urge una necesidad por pertenecer a un nombramiento, sino que
una vida respira en proximidad al sentir, conviviendo con el miedo de lo extranjero, lo
intraducible, lo incapturable, sin volverlo conocido. Vivir en proximidad a la afectación
supone no apartar vidas, alojar vidas, suponer que todas son deseadas, incluso aquellas que
no tienen nombre. Afectaciones se preguntan: ¿cómo se está? sin ilusión alguna, más bien, a
la entrega de un naufragio común.

CONSIGNA 2:
“Psicoanálisis nombra una experiencia singular de trato con el lenguaje. Un modo de narración.
Inaugura una forma inédita de escuchar, leer, escribir. La experiencia psicoanalítica se despliega como
praxis: ni pastoreo de almas, mera aplicación de una teoría, o puro devaneo intelectual. Praxis que
constata que no hay garantías teóricas ni procedimientos adecuados que reaseguren cómo leer el
acontecimiento clínico”. Cintia Rolón (2023)

A partir de la cita anterior, se solicita que ensaye una escritura en la que se relacione la experiencia
del psicoanálisis desde la perspectiva propuesta en el texto “Conversaciones teóricas: Derivas
marinas” (Cintia Rolón, 2023)

a) con la metáfora del naufragio propuesta por Marcelo Percia en “Sesiones en el naufragio:
Vivir entre metáforas”.
CRISTINA PERI ROSSI:
Ninguna palabra nunca
ningún discurso
-ni Freud, ni Martí-
sirvió para detener la mano
la máquina
del torturador.
Pero cuando una palabra escrita
en el margen en la página en la pared
sirve para aliviar el dolor de un torturado,
la literatura tiene sentido.

Cristina ha se ser ejemplo de vida cercana a la inhospitalidad de las hablas capitales que
gravitan sobre la piel, que nos confinan a nombramientos patriarcales, nos etiquetan, nos
pegotean a conceptos que no nos reconocen, ni nosotros a ellos. Vida que avista una orilla en
la cual significar su naufragio.
Psicoanálisis, se reconoce como ficción de certezas, se auto inaugura como verdad que
descifra, como entidad detectivesca, una psicología interaccionista que solo se relaciona con
datos y los maniobra hasta dar con su hipótesis estructuralista. Esta manera de escuchar y de
leer clínicas daña la vida.
Entonces, ¿cómo dar lugar a otra manera de escuchar y de leer que sea hospitalaria con las
demasías de la vida en común? ¿Cómo imaginar una clínica sin zonas de apartación?
Sin oponerse al psicoanálisis, inaugurar la praxis de la poética de las orillas, aquel lugar que
denota un naufragio por lo vivo. Es propicio dialogar con lo vivo, ya que “tener una vida” y
“hablar de vidas”, supone una fábula de dominio de sí, una universalidad, una totalidad, una
sociedad que atormenta la sensibilidad detrás de ella; propone un cerramiento, tal como la
palabra “sujeto” famosamente conocida por el psicoanálisis, ese sujeto de la razón que ha
expulsado de sí la afectividad.
Podríamos darnos a pensar la alteridad en clínicas, maneras de habitar cuerpos junto a la
extrañeza que suscita de lo vivo, morar junto al “no siempre” y apelar a “la ética del no todo”
(Cintia rolon, Derivas marinas) para no angustiarse al encontrarse con la no-palabra, aquello
que algunos llaman “olvido”. Así, hospitalizar sensibilidades que han sido excluidas,
confinadas a un espacio reducido de descripciones sintomáticas, siendo esta descripción el
“todo” necesario para idear una cura.
Darse a un análisis equivaldría a darse a un naufragio, perderse en las aguas de lo vivo con la
fe de vislumbrar una orilla donde se presente una palabra, de trata de convivir con la
incertidumbre de la pregunta. En el diccionario de la cátedra: naufragio y común estar se
reconocen, ambas no necesitan desestimar la inquietud del vivir, de la no palabra. Esta clínica
naufragante ha de transitar olas grandes, mareas tenues, ha de desplazarse en temporalidades
parciales, potenciando y agudizando el oído que abre un lugar para hacer decir.
La clínica comienza junto al “no tengo palabras para expresar lo que me pasa”, la filoclinica,
se amista con la vida que no puede nombrarse y es gracias a esta hospitalidad que el silencio
deviene como posibilidad de una escucha en común, como fuerza, como ética, como
habitáculo de palabras no sabidas, no completas, palabras vivas.
Finalmente clínicas sin significados concluyentes, sin estandarización de las intensidades,
clínicas que no traten con la ilusion de decirlo todo, sino en aproximación y alejamiento
continuo de la orilla, de esa tierra firme a la cual desear; clínicas que admiten no saber cuánto
duele un dolor, como escribe Persia en Sesiones en el naufragio: “Clínicas celebran
conversaciones en un común naufragio. ”.

PRÁCTICOS. CONSIGNA 1:

En “Un común vivir” se lee:

“No se trata de vivir con otros, sino de vivir con otras vibraciones incapturables, con otras
disidencias inclasificables, con otras soledades irreductibles, con otras aflicciones
inimaginables, con otras complicidades imprevisibles, con otras formas de abrazar, con otras
recepciones de lo no sabido.

Entonces, vivir en proximidad de lo incapturable, lo irreductible, lo inimaginable, lo


imprevisible, lo siempre extranjero y no sabido.”

Tomando este fragmento como punto de partida, dense a pensar cómo el trabajo de invención de
metáforas sensibles para conversar con lo vivo podría constituir, ya desde las palabras con que
nombramos la vida, una acogida hospitalaria para estados de sensibilidad excluidos, expulsados,
sacrificados, por las violencias estructurales presentes en las formas comunitarias de la normalidad y
sus modos de hablar.

Un señalamiento: no podríamos pensar modos hospitalarios con lo irreductible, con lo inimaginable,


con lo extranjero, sin entrar en contacto con lo irreductible, lo inimaginable, lo extranjero. No es
posible pensar invenciones de hospitalidad desde el yo, la mismidad, el sí-mismo como puntos de
partida del preguntar. Es preciso comenzar desde el estado de temblor que lo desconocido provoca
en lo sabido.

Por eso mismo, en esta consigna, contarán con Amanda Baggs (ver:
https://www.youtube.com/watch?v=ysdPfRHE7zw) como compañera de pensamiento: Una
presencia con la que conversar y dejarse interpelar en las palabras, las meditaciones, las imágenes,
las figuras con las que ensayarán hospitalidades en la escritura.

Esta instancia de escritura no se piensa como un “parcial” (en tanto artefacto de repetición de
fórmulas), sino como un acto clínico: un estado de conversación con lo indecible, una disposición en
proximidad con lo desconocido que respeta su irreductibilidad.

Se plantea una pregunta estremecedora: ¿cómo hablar sin participar de los daños impercibidos de la
crueldad?

Nietzsche: “somos capaces de crear metáforas para conservarnos un minuto en la existencia”.


Aquí el lenguaje es la metáfora, y es esa nuestra manera de habitar la demasiada vida, siendo
esta la que avasalla al yo con su indescriptividad, y que confina a las sensibilidades con sus
nombramientos.

El vivir con otros se sostiene por cierto régimen de sensibilidad dentro de la lengua, el cual
sugiere un patrón perceptivo de guía en nuestro decir. Este régimen ha de hacer ver quién
puede tener parte en lo común, ha de normativizar instaurando parámetros de anomalías, de
excedentes, de desgobiernos pasionales. Este régimen compone “el reparto de lo sensible”,
como un sistema de evidencias sensibles, gobernado por políticas y estéticas, que explican
que hay formas de sentir que nos preceden. El reparto de lo sensible habilita las interacciones
para que sea posible vivir con otros en comunidad, porta cierta compulsividad a la
unanimidad, a la homogeneidad de formas estéticas en relación al vivir. Este patrón
perceptivo hoy día, ha de apartar emocionalidades en su decir, ya que vivir con otros denota
que esa relación no es prescindible.
Un problema a plantear: si solo con las palabras podemos habitar la existencia, debemos
cuidar que sean palabras amables a todas las existencias.
Retomando los planteamientos de Nietzsche, él plantea que los conceptos son metáforas
olvidadas, y que estos conceptos están asociados a la verdad, ya que no se cuestiona la ficción
que trae consigo la construcción. Actualmente, las metáforas olvidadas que ponen en práctica
los humanos son aquellas que acunan al yo, al sí mismo,con una ficción de verdad (tal como
el reparto sensible de nuestra lengua ha de acunar a las generalidades de una comunidad). Es
esta última la que ilusiona con dominar la incertidumbre, la que instaura principios de
negación sobre los cuales un cuerpo se desplaza, la que ficciona una vida para lidiar con lo
vivo, como esa demasía en la que se está. Por esto es que sensibilidades han naturalizado
violencias, las ha tapado el agua de las normalidades, han puesto en práctica hablas de
capitalismo, de patriarcado, de colonialismo. Fragilidades han quedado bajo la fuerza de
“estructuras de sacrificio”(Foucault, la hermenéutica del sujeto), que separan lo interno de lo
externo, lo vivo de lo muerto; no han de poder admitir desigualdades, jerarquías, dolores en
su decir; simplemente repiten convenciones para no afectarse. Normalidades hacen uso de los
conceptos, cayendo en principios binarios, en posesivos, por la desesperación de aferrarse a
una palabra que los salve de la incertidumbre del vivir. Sujetos ante este afán de estabilidad
han construido murallas, fronteras que conservan y apartan.
Aquí, una tarea difícil: disolver las fronteras para poder dar acogida a quienes quedan por
fuera de la lengua.
Anne Bags lo dice claramente: “Mi lenguaje no trata de diseñar palabras o incluso símbolos
visuales para ser interpretados por la gente, trata de estar en constante conversación con cada
aspecto de mi entorno”.
Sensibilidades como Anne hacen lugar a lo indescriptible sin caer en descripciones
apaciguantes. Es este nuestro punto de partida para pensar: cómo estar en el habla sin herir
aquello que recubre la piel, como generar espacios hospitalarios en nuestro decir.
Para que las palabras que utilizamos sean hospitalarias debemos emplear metáforas sensibles
que tengan en cuenta que conviven con demasías. Para eso se sugiere una detención de la
compulsión de concluir, de sentenciar, de nombrar con desespero. “Tratar supone consentir
lo irreductible, respetar los ritmos de un silencio, custodiar el misterio indescifrable de una
vida.” dice Persia en “Clínicas que saben la espera”. Es tratar con sensibilidades lo que hace a
la ética del silencio, del morar, del habitar los comunes para dar voz a cuerpos en continuo
encuentro. Es el noticiarse de la convivencia temporal con lo vivo. Es propicio que clínicas
que alojen vidas opten por entregar dedicación, espera, disponibilidad para que en un común
naufragio se observe una común orilla que sepa decirse. Se trata de habitar clínicas sin la
esperanza de decirlo todo, sino de ser responsable de lo irreductible, lo indecible e implicarse
en ese decir. Clínicas que tratan con sensibilidades tratan con temporalidades, parciales,
fragmentadas, no han de “recopilar datos y entregar un diagnóstico”, han de abrazar un
encuentro que se enuncia. De este modo se posibilita el amparo de las demasías que fueron
despojadas de cápsulas sensatas con las que recubrir su cuerpo, con palabras como “esencia,
ser” denotando estructuralismos, atemporalidades, y masculinos dañinos.

BIBLIOGRAFÍA:
-Nietzsche, F. (1873) Sobre verdad y mentira en sentido extramoral.

-Ranciére, J (2009): Del reparto de lo sensible y las relaciones que establece entre estética y
política.

-Percia, M. (2020) Introducción y Cap. 1 en Sensibilidades en tiempos de hablas del capital.


Ed. La Cebra

-Percia, M. (2023) “Palabras de presentación”, “1. Vivir entre metáforas”, “2. Aprender a
naufragar”, “3. Un común vivir”. En Sesiones en el naufragio, una clínica de las debilidades.
Ed. la Cebra

-Rolón, C. (2023) "Conversaciones teóricas: Derivas marinas". UNP.

-Percia, M: (2023) “El habla encendida de lo común”.


-Foucault,M: (1982 )”La hermenéutica del sujeto”.

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