Problemas Éticos Al Final de La Vida Humana Eutanasia y Suicidio Asistido
Problemas Éticos Al Final de La Vida Humana Eutanasia y Suicidio Asistido
Problemas Éticos Al Final de La Vida Humana Eutanasia y Suicidio Asistido
les vamos a hablar de una de las cuestiones que junto al valor del embrión humano y al aborto
constituye uno de los temas más interesantes, debatidos y estelares de esa disciplina conocida
con el nombre de Bioética. Por lo tanto, conviene recordar, aunque sea muy someramente,
qué trata eso de la bioética. Se trata, por tanto, de tener claros los hechos, los datos, y de
tener claros los valores (y principios) para poder determinar cuáles son nuestros deberes, algo
fundamental de la ética: ¿qué debemos o qué no debemos hacer? Es muy importante tener
esto en cuenta porque cuando hablamos de eutanasia, por ejemplo, hablamos de problemas
que se plantean porque hemos avanzado mucho en el terreno de los hechos, de la ciencia, y
ello nos lleva a que surjan nuevos valores y a que estos entren en conflicto. Esto ocurre en
muchos ámbitos. Ocurre cuando se trata el problema del aborto, donde puede suceder que el
valor de la vida de la madre entre en conflicto con el valor de la vida del feto, y hay que ver a
qué valor damos prioridad en un momento determinado porque a lo mejor no podemos
realizar todos los valores al mismo tiempo. Es el caso contemplado bajo el supuesto del aborto
terapéutico. Pues lo mismo ocurre cuando hablamos de la eutanasia, dado que el valor de la
conservación de la vida –que podemos realizar debido al avance en las técnicas de soporte
vital, etc.- puede colisionar con otros valores como el económico, la ausencia de sufrimiento,
el bienestar, etc.
Hablamos, por tanto, de problemas al final de la vida, con lo cual hay que tener claros los
hechos a los que nos enfrentamos. Y hay un hecho que resulta incuestionable, el hecho de que
algún día todos tenemos que morir, de que somos seres mortales. Hay algo que la ciencia no
ha conseguido, y es el hacernos inmortales. Puede hacernos más guapos, más altos o incluso
hacernos vivir mucho más tiempo, pero lo que no puede es concedernos la inmortalidad.
Somos seres para la muerte. Pero con esto se plantea ya un primer problema: ¿cuándo muere
una persona? Se trata de una pregunta fundamental –aunque solo sea por las consecuencias
sociales que tiene y que a veces no es tan fácil responder. ¿Cuándo podemos decir que alguien
está muerto? Pues bien, tan sólo hay una manera de saber a ciencia cierta que una persona
está muerta, y es el ver cómo su cuerpo se descompone, la descomposición orgánica, celular o
la putrefacción. Bien es cierto que a lo largo de los siglos ninguna cultura se ha resignado a ver
cómo sus seres queridos se descomponían, entre otras cosas por lo desagradable que
resultaría para los sentidos. Por ello se han buscado diversos signos que de algún modo
anticiparan que una persona estaba muerta.
Es bien sabido que el concepto de eutanasia está formado por dos conceptos griegos, y cuyo
significado literal es “buena muerte”, siendo utilizado desde sus orígenes bajo diferentes
formas, como sustantivo, adjetivo, adverbio o incluso como verbo. Lo complicado es
determinar con exactitud qué se entendía por buena muerte y la forma de conseguirla.
En los fragmentos morales de Crisipo también aparece la eutanasia como un final de la vida
que hace posible la muerte en perfección, una idea muy repetida –en las diversas formas del
término- en otros autores griegos como Flavio Josefo, Aelio Teón, Clemente de Alejandría,
Marco Aurelio Antonio, o incluso aún en el siglo I d.C. por Filón de Alejandría, que la señala
como uno de los más grandes bienes del hombre.