Conferencias 20 y 21. (Corregida) - Freud

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PSICOLOGÍA 2020

COORDINADORA: MG. ANALÍA E. BERTOLOTTO

Ficha de cátedra:

La importancia de la sexualidad en el desarrollo del psiquismo humano


desde la visión freudiana.

Lic. Celia Eleonora Grunwerg

Introducción:
El presente escrito tendrá por finalidad describir cómo la sexualidad
determina el desarrollo del psiquismo humano. Para ello, me basaré en las
observaciones clínicas que Freud realizó en sus pacientes, las cuales lo
llevaron a concluir acerca de la importancia de visibilizar la determinación
sexual en la causación de las neurosis. En virtud de este hallazgo, efectuó una
amplia investigación sobre la sexualidad, y sus postulados resultaron ser
controversiales para el discurso popular imperante en aquel contexto histórico.
Aun así, sus enseñanzas han sido de suma utilidad y sus concepciones gozan
de una inusitada vigencia en la actualidad, para pensar la injerencia de la vida
sexual en algunas enfermedades autoinmunes o psicosomáticas, trastornos en
las funciones corporales, disfunciones sexuales, “anomalías” en la conducta,
entre otras.
Las hipótesis acerca de la determinación de las neurosis sufrieron
algunos cambios en las conceptualizaciones de Freud. En el año 1894 sus
trabajos versaban sobre la creencia de una base fisiológica y química de la
sexualidad, brindando una explicación neurofisiológica de los procesos de
excitación y descargas sexuales, para describir algunos cuadros dentro del
campo de las neurosis. Más tarde desestima esta concepción, para dar lugar a
otra argumentación de la etiología de la psiconeurosis: la teoría de la seducción
elaborada entre los años 1895 y 1897. La misma atribuía un rol preponderante,
a los efectos traumáticos del recuerdo de escenas reales de seducción sexual
(por parte de un adulto), vividas en la infancia. Posteriormente esta teoría es
abandonada también, cuando realiza el descubrimiento del Edipo, en su propio
autoanálisis, advirtiendo en los niños la existencia de deseos sexuales sin
mediación o estimulación externa. Revela así la existencia de la sexualidad
infantil, pilar fundamental en sus postulados teóricos.
A los fines de ahondar en los temas mencionados, basaré la presente
exposición en la descripción de los principales puntos tratados por Sigmund
Freud en sus 20º Conferencias1 de introducción al psicoanálisis, titulada “La
vida sexual de los seres humanos”, y la 21º Conferencia llamada “Desarrollo
libidinal y organizaciones sexuales”; con el objetivo de profundizar en la
importancia que tiene la sexualidad en el desarrollo del psiquismo humano, y
como factor determinante en la etiología de las neurosis. Si bien tomaré como
hilo conductor los textos mencionados, estos serán enriquecidos con escritos
anteriores y posteriores que el autor efectuó, dado que algunos temas
conllevan sucesivas reformulaciones a lo largo de toda su obra.

Puntualizaciones sobre la vida sexual de los seres humanos:

Freud elabora una serie de presunciones, fundamentadas en el relato


clínico de los pacientes que estudió, para explicar el desarrollo psicosexual de
los seres humanos. En una primera aproximación al tema, se apoya en el
estudio de las perversiones con la finalidad de profundizar en el concepto de
sexualidad. Es así como da cuenta de la imposibilidad de reducir lo sexual a lo
genital, concluyendo que es un error convertir al acto de la reproducción en el
núcleo de la sexualidad; ya que de esta manera, se estaría excluyendo una
variedad de manifestaciones que no tienen como propósito el coito y sí poseen
un componente sexual, como sucede con el beso y la masturbación.
De este modo, se propuso indagar en el comportamiento sexual de un
grupo de personas cuyas prácticas se apartan de la sexualidad “normal”. Los
define como perversos2. Cabe destacar, que Freud define la perversión como
aquellas actividades sexuales que dejan por fuera el acto de la reproducción y
tienen como única meta la ganancia de placer. Respecto del tema concluye
que no se debe tener una visión despectiva, pues tales “desviaciones” de la
sexualidad, han existido en todas las épocas y es factible encontrarlas en la
sexualidad del adulto.
Encuentra lazos entre la neurosis y estos elementos perversos en el
análisis de la sintomatología de la histeria. Allí las mociones llamadas
perversas, se pueden llegar a exteriorizar en la formación de síntoma, hallando
una satisfacción sexual sustitutiva en él y perturbando a los órganos en su
función. En consonancia con lo expuesto, formulo que a los órganos del cuerpo
ha de reconocérseles una significación sexual, además de su papel funcional
en el terreno de lo biológico.

1
Las conferencias de Introducción al psicoanálisis fueron dictadas por Sigmund Freud en el período que va de 1915
a 1917, en una Sala de la Clínica Psiquiátrica de Viena, ante un auditorio compuesto por alumnos de todas las
facultades, legos y médicos. Las mismas pueden considerarse como un vasto bagaje conceptual de los temas
tratados por Freud, y de la posición del psicoanálisis en el contexto de la Primera Guerra Mundial.
2
Freud realiza una clasificación de las perversiones dividiéndolas en dos grandes grupos que, a modo de síntesis,
podemos describir de esta manera; a) aquellos en los que se ha mudado el objeto sexual (los homosexuales); y b)
los individuos en quienes principalmente se alteró la meta sexual (fetichistas, exhibicionistas, voyeristas, sádicos y
masoquistas, etc.).
Continuando con el estudio de las psiconeurosis, el padre del
psicoanálisis estimó de suma importancia considerar la vida sexual del niño.
Esto último encuentra su explicación, en el hecho de que en el relato de los
pacientes y en el análisis de sus síntomas, los recuerdos y ocurrencias dan
cuenta de actividades placenteras de índole sexual que se remontan a los
primeros años de la infancia. De esta observación, concluyó que las
inclinaciones perversas prevalecen en ese período, dado que, por la
disposición constitucional e inmadurez de los genitales, los niños no han podido
alcanzar aún una conformación definitiva de la sexualidad. Por lo tanto, si los
niños tienen sexualidad, la misma es de índole perversa. Asimismo, si se
plantea la existencia de la sexualidad infantil como hecho irrefutable: ¿Qué
caminos sigue la misma hasta conformarse en la sexualidad adulta?, ¿Posee
los mismos elementos que esta última?

Fases del desarrollo libidinal3


Freud se propuso describir el desarrollo psicosexual del ser humano
desde el nacimiento hasta la pubertad, separándolo en fases de la evolución
libidinal, las cuales marcarán de forma singular la subjetividad del ser humano.
El interés de diferenciarlo de esta manera, está dado por el descubrimiento de
que las distintas afecciones psiconeuróticas tienen su origen en la infancia, en
las vicisitudes del recorrido de las pulsiones parciales, las que pueden sufrir en
su trayecto retrocesos e inhibiciones, fijándose en algunas de las fases.
Entonces la libido recorre una serie de fases sucesivas que no presentan
el mismo aspecto, sino que es un desarrollo retomado varias veces. Cada
etapa se encuentra definida por una organización, más o menos marcada de la
libido, bajo la preeminencia de una zona erógena y por el predominio de un
modo de relación de objeto. En este punto, cabe destacar las tres
características de la sexualidad infantil que propone Freud: apoyo, zona
erógena y autoerotismo. Las mismas se encuentran íntimamente ligadas entre
sí, en las fases del desarrollo libidinal que describiré a continuación:
Fase oral: Es la primera fase del desarrollo. Tiene lugar desde que el
bebé nace, hasta sus dos años aproximadamente. En ella priman las
actividades placenteras ligadas a la zona bucal y de los labios, como por
ejemplo: mamar, succionar y chupar. En esta etapa Freud observa la conducta
del bebe cuando es amamantado por su madre, descubriendo en el mismo,
una satisfacción que excede la recepción del alimento. De este modo aprecia
que más allá de lo nutricional, hay una satisfacción de índole sexual en juego
(en el sentido perverso aclarado más arriba: acto que brinda placer sensual sin
estar enlazado a la reproducción sexual), ligada predominantemente a la zona
oral. Por lo tanto, el acto de mamar del pecho materno constituye el punto de
partida de toda la vida sexual del individuo, siendo el mismo, el primer objeto
de la pulsión sexual. Más tarde, el pecho será resignado por el lactante en la
actividad del chupeteo y sustituido por una parte del cuerpo propio. Esto le

3
Laplanche, Jean y Pontalis, Jean-Bertrand. Diccionario de Psicoanálisis. Editorial Paidós. Año 1996. Pág. 210. Allí
definen que la libido es la “energía postulada por Freud como substrato de las transformaciones de la pulsión sexual
en cuanto al objeto, en cuanto al fin y en cuanto a la fuente de excitación sexual”.
permite revelar a Freud cómo la pulsión 4 sexual, que al principio se satisface
en apoyo sobre una función vital para la conservación del organismo (la
nutrición) adquiere autonomía y se satisface de manera autoerótica.

Fase anal: Es la segunda de la evolución libidinal. Generalmente se la


puede ubicar desde los dos a los cuatro años de edad. Se caracteriza por el
placer sexual hallado en la zona erógena anal. La relación de objeto está ligada
a significaciones en torno a la función de la defecación (expulsión – retención) y
al valor simbólico de las heces. El lactante tiene sensaciones placenteras
cuando expele sus excrementos y orina. Organiza estas acciones para obtener
una mayor ganancia de placer mediante la excitación de la zona de la mucosa.
Si bien en un primer momento el niño considera sus heces como a una parte
de su propio cuerpo, estableciendo a las mismas como un primer regalo para
distinguir a personas a quienes aprecia, más tarde deberá enfrentarse a las
demandas de los adultos que actúan inhibiendo las aspiraciones de placer del
niño, regulándole cuándo y dónde debe ejecutar esas acciones.

Fase fálica: Es la tercera en la evolución libidinal. Tiene lugar


generalmente, entre los tres y los cinco años de edad. Si bien la zona rectora
para ambos sexos es la genital, hay diferencias con la organización genital
propiamente dicha del período puberal posterior. En esta fase el niño y la niña
no reconocen más que un solo órgano genital: el masculino. Lo expuesto, en
psicoanálisis, se denomina “la premisa universal del falo”, es decir: “todos los
seres humanos poseen pene”. En el caso del varón, ya lo tiene, y en la niña, “le
crecerá”. A su vez, este período corresponde al tiempo culminante y a la
declinación del complejo de Edipo5. Según se trate del niño o la niña, se
pueden encontrar diferencias en torno a cómo vivencian ambos la relación del
complejo de Edipo con el complejo de castración 6.
4
Laplanche, Jean y Pontalis, Jean-Bertrand. Diccionario de Psicoanálisis. Editorial Paidós. Año 1996. Pág. 324.
Freud en su obra define que el concepto de pulsión difiere radicalmente del instinto. Mientras define a la primera
como un concepto límite entre lo psíquico y lo somático, caracterizándola como un “proceso dinámico consistente
en un empuje que hace tender al organismo a un fin. Según Freud, una pulsión tiene su fuente en una excitación
corporal (zona erógena. No se trata de una geografía anatómica sino libidinal); su fin es suprimir el estado de
tensión que reina en la fuente pulsional; gracias al objeto, la pulsión puede alcanzar su fin”. Por otro lado, el instinto
es un esquema de comportamiento heredado, propio de una especie animal, que varía poco de uno a otro
individuo, se desarrolla según una secuencia temporal poco susceptible de perturbarse y que parece responder a
una finalidad. Mientras que el instinto posee objetos precisos e inamovibles para su satisfacción, las pulsiones
carecen de objetos fijos, predeterminados.
5
Laplanche, Jean y Pontalis, Jean-Bertrand. Diccionario de Psicoanálisis. Editorial Paidós. Año 1996. Pág. 61.
Describen el complejo de Edipo del siguiente modo: “Conjunto organizado de deseos amorosos y hostiles que el
niño experimenta respecto a sus padres. En su forma llamada positiva, el complejo se presenta como en la historia
de Edipo Rey: deseo de muerte del rival que es el personaje del mismo sexo y deseo sexual hacia el personaje del
sexo opuesto. En su forma negativa, se representa a la inversa: amor hacia el progenitor del mismo sexo y odio y
celos hacia el progenitor del sexo opuesto. De hecho, estas dos formas se encuentran, en diferentes grados, en la
forma llamada completa del complejo de Edipo”. Resulta interesante destacar la importancia del Edipo en la obra
freudiana, de la cual la psicopatología ubicará sus diferentes cuadros en base a cómo ha transitado el sujeto al
mismo. Por lo tanto, el Edipo desempeña un papel fundamental en la estructuración del psiquismo, y en la neurosis
es universal, adjudicándosele un rol preponderante en la constitución de la personalidad y en la orientación del
deseo.
6
Laplanche, Jean y Pontalis, Jean-Bertrand. Diccionario de Psicoanálisis. Editorial Paidós. Año 1996. Pág. 58. El
término complejo de castración es definido como el “Complejo centrado en la fantasía de castración, la cual aporta
una respuesta al enigma que plantea al niño la diferencia anatómica de los sexos (presencia o ausencia del pene):
esta diferencia se atribuye al cercenamiento del pene en la niña. La estructura y los efectos del complejo de
castración son diferentes en el niño y en la niña. El niño teme la castración como realización de una amenaza
paterna en respuesta a sus actividades sexuales: lo cual provoca una intensa angustia de castración. En la niña, la
En el caso del niño, desde el inicio, se pueden percibir las mociones
anudadas al complejo de Edipo. Su madre es su primer objeto de amor, a la
cual le dirige sus aspiraciones tiernas. Paralelamente siente hostilidad y
rivalidad hacia el padre, como así también, amor. Esta ambivalencia afectiva
coexiste en el inconsciente del niño y representa el Edipo en su forma
completa.

Como se mencionó anteriormente, el niño supone en todos los seres


vivientes el genital masculino, ya que aún no puede distinguir la diferencia entre
los sexos. Sin embargo, esta creencia no puede durar para siempre, debido a
que por un juego o simple curiosidad, descubre la vagina de una niña. A partir
de ello, se vuelve posible la pérdida de su propio pene, pues las amenazas que
recibió antes por parte de los adultos, por haberse ocupado activamente de su
miembro, se resignifican con efecto retardado. Es por ello que el niño
abandona las satisfacciones derivadas del complejo de Edipo, dado que las
mismas conllevan a la castración.

En relación a la niña, si bien en las conferencias Freud no profundiza en


el vínculo del complejo de Edipo con el complejo de castración, en un texto
posterior titulado “Sobre la sexualidad femenina” (1931) se puede encontrar un
desarrollo pormenorizado de lo señalado. Allí Freud relata que en la niña
se da el proceso inverso al varón. Para ella también el primer objeto de amor
es la madre, con la cual tiene una fijación hiperintensa, pero debe seguir un
desarrollo más largo para hallar el camino hacia el padre.

En un primer momento, la niña se encuentra bajo el imperio del complejo


de castración. En la infancia, el clítoris constituye la zona rectora que le
proporciona sensaciones placenteras y una satisfacción autoerótica. Sin
embargo, por carecer de un pene visible, se considera perjudicada, envidia al
varón, y por ello despliega el deseo de ser hombre 7. Al respecto, son muy
diversos los efectos del complejo de castración en la nena y en el varón. Ella
reconoce el hecho de su “castración” como algo consumado. Aún así, se rebela
contra esa “situación desagradable”, derivándose tres orientaciones posibles en
el desarrollo8. Al mismo tiempo, dominada por los efectos del complejo de
castración, la niña le reprocha a la madre el hecho de no haberla dotado de un
pene. Producto de esta decepción, hay un desasimiento de la ligazón con la
misma. Consecuentemente, la pequeña sale del complejo de castración y se
dirige hacia el padre en el complejo de Edipo, deslizándose a lo largo de una
ecuación fálica: del pene al hijo. A partir de allí se vislumbran, con algunas

ausencia de pene es sentida como un perjuicio sufrido, que intenta negar, compensar o reparar”. El complejo de
castración guarda íntima relación con el complejo de Edipo y, más especialmente, con su función prohibitiva y
normativa.
7
Respecto de lo expuesto, se puede hacer una articulación con la temática del “patriarcado”, término utilizado en la
sociedad occidental contemporánea para describir la distribución desigual del poder entre hombres y mujeres. Se
visibiliza así que los varones tienen privilegio en varios aspectos como, por ejemplo, en la participación del espacio
público político o religioso y en la atribución de roles y tareas determinadas por la división sexual del trabajo, entre
otros.
8
Freud, Sigmund. “Sobre la sexualidad femenina”.1931. Tomo XXI Amorrortu Editores. Freud menciona los efectos
del complejo de castración en la niña describiendo tres orientaciones: a) la suspensión de toda la vida sexual; b) la
porfiada hiperinsistencia en la virilidad y c) los esbozos de la feminidad definitiva.
particularidades, las manifestaciones de este complejo en su forma completa,
ya descriptas con anterioridad para el varón.

El complejo de Edipo en la niña finaliza con el deseo de recibir un hijo


del padre. Como este deseo no se cumple nunca en la realidad, es
abandonado y permanece en el inconsciente junto al deseo de poseer un pene,
contribuyendo a la preparación del ser femenino para su posterior rol en la
sociedad. Para finalizar, con algunas diferencias entre los sexos, la fase fálica
llega a su fin con el sepultamiento del complejo de Edipo.

Período de latencia: Las desilusiones e imposibilidad de satisfacción


esperadas por parte del niño y de la niña derivadas del complejo de castración,
forzarán a los pequeños a extraerse del mismo. Sobreviene así el período de
latencia, que tiene lugar del sexto al octavo año de vida, en el cual se observa
una detención de la sexualidad infantil y una interrupción completa de las
prácticas e intereses sexuales. Las aspiraciones del Edipo son en parte
desexualizadas y sublimadas, y la autoridad de los padres es introyectada en el
yo, formando el núcleo del Súper Yo, internalizándose así la Ley de prohibición
del incesto.

Fase genital: Se sitúa en la pubertad y coincide con la maduración de


los órganos reproductores. El desarrollo libidinal alcanza una conformación
definitiva de la sexualidad, bajo el primado de los genitales. Se despliegan
procesos afectivos muy intensos, dado que la pulsión sexual, reinviste
libidinalmente los antiguos objetos familiares e incestuosos. Es decir, las
antiguas aspiraciones del complejo de Edipo resurgen para ambos sexos. No
obstante, esos procesos permanecen alejados de la conciencia. En este
momento el sujeto debe efectuar el proceso que lo lleve a desasirse de sus
padres (desinvistiendo la carga libidinal e incestuosa de sus figuras, aunque
este proceso nunca se consuma del todo), para convertirse en miembro de la
comunidad, orientando la elección de objeto hacia un amor ajeno y externo a
su familia. Lo que comúnmente se denomina como el pasaje de la endogamia a
la exogamia.
A modo de síntesis, el desarrollo psicosexual sigue las fases
mencionadas con anterioridad, pudiendo sufrir en ese recorrido inhibiciones y
retrocesos. Aun así, podemos vislumbrar dos momentos diferenciados en la
conformación de la vida sexual del individuo: en primera instancia priman las
tendencias de la llamada organización pregenital, situándose en primer plano
las pulsiones parciales orales y anales. La zona genital aún no alcanzó su
papel hegemónico, por lo cual hay una vida sexual descompaginada, con
diversas metas, una práctica autónoma de las diversas pulsiones parciales que
buscan placer. Sin embargo, este tiempo de la evolución libidinal se detiene por
la declinación del complejo de Edipo, y es seguido por el período de latencia.
En un segundo momento, coincidiendo con la maduración biológica propia de
la pubertad, el desarrollo de la vida sexual sigue su curso hasta que se produce
la subordinación de todas las pulsiones parciales bajo el primado de los
genitales y, con este, el sometimiento de la sexualidad a la función de la
reproducción, conformándose de esta manera la sexualidad puberal que más
tarde dará lugar a la adulta.
Tomando en consideración lo expuesto, ya estamos en condiciones de
ubicar la diferencia de la sexualidad adulta con la sexualidad infantil. En el caso
de la primera, se caracteriza por estar centrada y organizada bajo el primado
de los genitales; en contraposición a la sexualidad infantil que carece de
centramiento y organización, además de poseer metas sexuales y zonas
erógenas múltiples, sin que se instale la primacía de una de ellas, ni una
elección de objeto definitiva.

Conclusión:

A modo de cierre, en el campo del psicoanálisis, los hallazgos de Freud


ampliaron la concepción que se tenía de la sexualidad. Esta última, no se
circunscribe únicamente al acto del coito (como sucede con los animales),
siendo sus manifestaciones de un espectro más amplio, en el sentido de que el
deseo sexual, no coincide plenamente con la unión de los genitales. Es por
esta razón, que no se puede adjudicar a la pulsión sexual, un fin y un objeto
específicos, y circunscribirlos a las excitaciones y al funcionamiento de los
órganos genitales. Por el contrario, con la descripción de las fases se puede
comprobar que el objeto es variable y contingente, y sólo es elegido en su
forma definitiva, en función de los avatares de la historia del individuo.
Asimismo, tras el descubrimiento de la sexualidad infantil, cae por tierra
el supuesto de que la vida sexual se inicia en la pubertad, constituyéndose en
una hipótesis fundamental del autor mencionado, que se mantendrá vigente en
su obra. Es por lo expuesto, que resulta de suma importancia considerar la
preeminencia de la vida sexual, desde el nacimiento hasta la adultez, en el
desarrollo del psiquismo humano.
En este sentido, los síntomas neuróticos, los rasgos de carácter, las
llamadas alteraciones en la conducta, como así también, los trastornos
funcionales y/o enfermedades, revelan la expresión de una vida sexual que se
exterioriza por la presencia de conflictos psicosexuales que trascienden lo
biológico, y afectan los procesos del organismo y las funciones corporales. Es
decir, con la descripción de las fases del desarrollo libidinal, se visibiliza que el
cuerpo entero se encuentra investido libidinalmente, y es susceptible de
convertirse en escenario de manifestaciones que se muestran quizás alejadas
de un sentido sexual en su presentación, pero en las que se puede pesquisar
un nexo profundo con este, a través del análisis de los recuerdos y/o
ocurrencias de los pacientes, vislumbrándose de esta manera, la presencia de
la sexualidad infantil y del deseo inconsciente.

Bibliografía consultada:

 Freud, Sigmund. “Tres ensayos sobre teoría sexual” (1905). Tomo VII.
Amorrortu Editores.
 Freud, Sigmund. “El Sepultamiento del Complejo de Edipo” (1924) Tomo
XIX. Amorrortu Editores.
 Freud, Sigmund. Conferencias de Introducción al Psicoanálisis (20ª
conferencia. “La vida sexual de los seres humanos” y 21ª conferencia.
“Desarrollo libidinal y organizaciones sexuales” (1916-1917).Tomo XVI.
Amorrortu Editores.
 Freud, Sigmund. “Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia
anatómica entre los sexos” (1925). Tomo XIX. Amorrortu Editores.
 Freud, Sigmund. “Sobre la sexualidad femenina” (1931). Tomo XXI
Amorrortu Editores.
 Freud, Sigmund. “La organización genital infantil” (Una interpolación en
la teoría de la sexualidad). Año 1923. Tomo XXI Amorrortu Editores.
 Laplanche, Jean y Pontalis, Jean-Bertrand. Diccionario de Psicoanálisis.
Editorial Paidós. Año 1996.

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