Barcala - Medicalizacion Niñez

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La medicalización de la niñez: prácticas

en Salud Mental y subjetividad


de niñas, niños y adolescentes
con sufrimiento psicosocial
ALEJANDRA BARCALA

Introducción

En los últimos años y en el marco de la complejidad de


la época, han surgido en la Ciudad de Buenos Aires nue-
vos modos de padecimiento psíquico en la niñez y nuevas
demandas en Salud Mental. Todos los servicios de Salud
Mental del distrito comenzaron a recibir niñas, niños y
adolescentes que consultaban ya no por la presencia de cua-
dros psicopatológicos clásicos, sino porque se encontraban
inmersos en situaciones familiares y sociales complejas que
traían aparejadas nuevas formas de sufrimiento.
Las respuestas institucionales clásicas resultaron
inapropiadas para atender a estos nuevos problemas. Sin
embargo, la tendencia predominante fue repetir prácticas
históricamente establecidas, en lugar de repensar las nuevas
circunstancias sociales, económicas y culturales y sus con-
secuencias en la subjetividad infantil.
El nuevo escenario ponía al descubierto claramente
la necesidad de un abordaje en el campo de la Salud
Mental que incluyera la comprensión de los problemas del
sufrimiento mental conjuntamente con las dinámicas de
integración-exclusión social (Galende, 1997); esto requería
transformaciones en los modos de abordar los problemas
y, por lo tanto, en los diseños institucionales que dieran
respuestas a las exigencias de la época.

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76 • Salud Mental y niñez en la Argentina

En las últimas décadas, distintos documentos interna-


cionales, regionales y nacionales han formulado y explici-
tado reiteradas y adecuadas recomendaciones tendientes a
lograr una articulación más racional entre el marco de los
principios jurídicos, las políticas, planes y programas, y las
acciones de los sujetos implicados en el área, de manera
tal que pudieran desarrollarse prácticas acordes a las nue-
vas problemáticas.
Sin embargo, esto no ha alcanzado para que sean cum-
plidas y, como consecuencia de ello, el lugar de la protec-
ción en la niñez en el campo de la Salud Mental ha sido
descuidado. Múltiples y complejos factores han interferi-
do en la aplicación de estas recomendaciones que intenta-
ban resolver la contradicción entre las proposiciones que
debían guiar los modos de intervención del Estado para
garantizar los derechos de las niñas y los niños, y la falta de
respuestas institucionales que los efectivizaran.
El objetivo de este trabajo es analizar cuáles fueron
los modos de abordar estos problemas y qué respuestas
se produjeron en el sector salud frente a esta nueva com-
plejidad en el período temporal considerado entre 1990 y
20101; este estudio aportará conocimientos que permitan, a
partir de investigaciones posteriores, comparar los avances
logrados con la Ley Nacional de Salud Mental (n° 26.657),
sancionada en 2010.
La dimensión inclusión/exclusión social es considerada
central para abordar el campo de la Salud Mental en la
niñez, por lo que la investigación se focaliza en las prácticas
vinculadas con las niñas y niños que exhiben mayor vul-

1 Este texto es una versión revisada del artículo “Los Dispositivos de Atención
de Niños, Niñas y Adolescentes con padecimiento en su salud mental en la
Ciudad Autónoma de Buenos Aires" publicado en 2011 por el Ministerio
Público Tutelar de la Ciudad de Buenos Aires-Eudeba. Expone parte de los
resultados de la tesis de doctorado en Psicología “Estado, infancia y salud
mental: impacto de las legislaciones en las políticas y en las prácticas de los
actores sociales estatales en la década de los 90 en la Ciudad de Buenos
Aires”, Universidad de Buenos Aires.
Salud Mental y niñez en la Argentina • 77

nerabilidad psicosocial, aquellos que son excluidos del sis-


tema de salud y cuyos derechos se encuentran vulnerados.
En este sentido, se intenta aportar una mirada orientada a
alcanzar la comprensión de algunos aspectos concernientes
a este problema.
Asimismo, a partir de lo expuesto, la propuesta es
extraer significaciones que permitan abrir algunas nuevas
perspectivas sobre la problemática que sean, a la vez, un
punto de partida para profundizar, cuestionar y discutir
acerca de la protección de la Salud Mental en la niñez en
el marco de la protección integral en la Ciudad de Bue-
nos Aires.

La medicalización del sufrimiento en la niñez: un


proceso emergente de la época

Las transformaciones socioeconómicas, junto con los cam-


bios culturales y la fragilización de las instituciones propias
de la modernidad, en especial la familia, generaron cada vez
más niñas y niños en situación de vulnerabilidad social y
fragilidad psíquica, al mismo tiempo que sus conductas y
padecimientos fueron medicalizados por el conjunto social.
Los servicios de salud contribuyeron al proceso de
medicalización al definir y tratar problemas no médicos
como problemas médicos, generalmente en términos de
enfermedades o desórdenes, utilizando un lenguaje médico
para describirlo, adoptando un marco médico para enten-
derlo y/o utilizando la intervención médica para “tratarlo”
(Conrad, 1982; Conrad y Schneider, 1992). Este proceso fue
descripto y profundizado por Foucault (1996), quien analiza
a la medicina como una estrategia biopolítica.
En la Ciudad de Buenos Aires el discurso médico, en
tanto productor de normalidad y disciplinamiento, parti-
cipó en la génesis y producción de este complejo proceso
de medicalización de las manifestaciones del sufrimiento
78 • Salud Mental y niñez en la Argentina

de niñas y niños, y le dio características específicas. Así, la


gran mayoría de niñas y niños con padecimientos y trau-
matismos severos fueron apropiados por este discurso a
través de prácticas tecnocráticas-objetalizantes que diluían
la dimensión de la subjetividad.
A consecuencia de este tipo de intervenciones, en
numerosas oportunidades, luego de ser diagnosticados los
niños y las niñas fueron expulsados de los servicios, medi-
cados como única prescripción o, como última interven-
ción, internados en el hospital neuropsiquiátrico infanto-
juvenil.
La diversidad de formas de habitar la niñez causada por
la vulnerabilidad de la situación social o personal era rede-
finida como enfermedad, y estas interpretaciones medica-
lizantes de la desviación social constituyeron formas de
control social. Los discursos del campo psi constituyeron en
muchas ocasiones un agente que cooperó en este proceso al
que fueron convocados a participar en los últimos tiempos
como actores principales.
Hace ya unos años, Alicia Stolkiner (2009) alertaba
acerca de que difícilmente la psicopatología sola pudiera
dar cuenta de la complejidad de los problemas que atra-
viesan las infancias y adolescencias actuales, y que su utili-
dad como herramienta para la clínica se desvanecía cuando
se le requería ser la explicación única y, más aún, cuando
sucumbía a la lógica de la medicalización. Esta investiga-
dora planteaba el riesgo de que la tutela del patronato, que
se deslegitimó frente al paradigma de la protección integral
de derechos, retornara en la actualidad bajo el disfraz de la
atención psiquiátrico-psicológica.
En efecto, contrariamente a lo esperado, a partir de la
inclusión de la noción de los niños y las niñas como sujetos
de derechos instalada por la Convención Internacional sobre
los Derechos del Niño (CIDN) y de la promulgación en 2005
de la Ley Nacional de Protección Integral de los Derechos
Salud Mental y niñez en la Argentina • 79

de Niñas, Niños y Adolescentes (n° 26.061)2, en lo que res-


pecta al campo de las políticas de Salud Mental infanto-
juveniles, los niños y las niñas que padecen importantes
sufrimientos psicosociales son considerados seres portado-
res de alguna enfermedad, y sobre los que los profesionales
del sector salud deben intervenir3.
Frente a la ausencia de políticas claras y lineamientos y
propuestas específicos, a la escasa autoridad de la Dirección
de Salud Mental del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires
(GCBA) para transformar el sistema asistencial, así como
debido a representaciones sociales fuertemente arraigadas,
la dinámica propia del sistema sanitario sigue reproducien-
do prácticas tutelares que consideran al niño como objeto
de intervenciones, más allá de las intenciones subjetivantes
por parte de la mayoría de los profesionales de los servicios
de Salud Mental del sector público-estatal.
Los cuestionamientos a cierta objetalización de los
niños y las niñas desde los discursos de muchos profesio-
nales no impidieron la implementación de prácticas que los
anulaban en su singularidad, en especial tratándose de niñas
y niños con trastornos mentales severos.
Durante las últimas décadas los servicios de Salud
Mental no fueron pensados desde una perspectiva de dere-
chos. Las políticas de salud, enmarcadas dentro de una
poderosa ideología neoliberal constructora de subjetivida-
des, colaboraron en la deconstrucción de la condición de
ciudadano como sujeto de derecho para convertirla en otra,
la de consumidor/cliente, y el acceso a los cuidados de la

2 Con esta legislación culminó el proceso de adecuación de la normativa


nacional a la Convención Internacional sobre los Derechos del Niño (CIDN), ya
que derogó la Ley del Patronato, que durante décadas guió los modos de
intervención sobre la niñez.
3 A este marco jurídico se suman en la Ciudad de Buenos Aires la Ley de Pro-
tección Integral (n° 114) y la Ley de Salud Mental (n° 448), que en la misma
dirección deben transformar el paradigma existente.
80 • Salud Mental y niñez en la Argentina

salud pasó de ser un derecho adquirido a ser una mer-


cancía, posible de comprar según el poder adquisitivo de
cada hogar.
Profundizando este proceso, a partir de la década de
1990 se comenzaron a medicalizar ciertos comportamien-
tos de niñas y niños. El circuito que contribuyó a esto des-
de el sector salud comprendió prácticas de estigmatización,
exclusión, institucionalización psiquiátrica y su interrelación
(Gráfico 1).

Gráfico 1. La medicalización del sufrimiento de la niñez.

Estigmatización de niñas y niños: las clasificaciones


psiquiátricas
La reducción de las complejas problemáticas a categorías
psicopatológicas fue un poderoso instrumento de desubje-
tivación y constituyó una causa de estigmatización.
Salud Mental y niñez en la Argentina • 81

Inscriptos en los pliegues del cuerpo, los traumatismos


vividos por las niñas y los niños se manifestaban a través
de crisis de excitación psicomotriz, desorganizaciones psí-
quicas o intentos de suicidio, que constituían actos de des-
esperanza frente a la imposibilidad de tolerar sufrimientos
intensos. Así, eran convertidos/sustancializados en “diag-
nósticos”, especialmente en psicóticos, psicópatas, trastornos
disociales, rótulos comunes a niñas y niños con alto nivel de
vulnerabilidad y desamparo.
A estas clasificaciones médicas aplicadas al comporta-
miento desviante de niñas y niños se les adjudicaba una base
científica; es decir que aunque constituyen juicios socia-
les relacionados con el orden moral de la sociedad actual,
no eran considerados como tales, sino como condiciones
racionales, neutras y científicamente verificables (Conrad
y Schneider, 1992).
Desde mediados de la década de 1990 empezó a gene-
ralizarse entre los profesionales del sector estatal la aplica-
ción de la cuarta edición del Manual Diagnóstico y Estadístico
de los Trastornos Mentales de la Asociación Psiquiátrica de los
Estados Unidos (DSM IV por su nombre en inglés) para
clasificar enfermedades. Este uso creaba la ilusión en quie-
nes adjudicaban y recibían los diagnósticos, tanto en el sector
educativo como en el ámbito judicial, de saber de qué se tra-
taba y, más peligrosamente, qué había que hacer. Sin embar-
go, las niñas y los niños eran formateados en clasificaciones
y perdían su singularidad al ser incluidos en cuadros clí-
nicos estandarizados que expresaban poco de ellos, de sus
deseos, sus miedos, sus angustias, sus lazos, sus pérdidas,
sus sufrimientos, sus posibilidades, sus limitaciones, etc.
El análisis ya referenciado de las prácticas discursivas
de los actores del sector salud en la Ciudad puso en eviden-
cia que en la construcción del problema del sufrimiento psí-
quico de niñas y niños se establecían fronteras entre lo que
se debía considerar como problemática y lo que no debía
ser tomado como tal. Se instituía entonces una oposición
entre lo normal y lo patológico.
82 • Salud Mental y niñez en la Argentina

Se observaron dos modos de concebir a las niñas y


los niños, que se correspondían con dos diversas modalida-
des de prácticas de atención. Dos infancias diferentes eran
destinatarias de diversas intervenciones estatales respecto a
la Salud Mental. Esta diferencia era entendida en términos
de oposición y definía dos grupos cuya atención en Salud
Mental quedaba espacializada en el ámbito sanitario de la
Ciudad de la siguiente manera (Barcala y otros, 2007): en un
grupo se encontraban niñas y niños que eran atendidos en
efectores del subsistema de salud estatal4; en el otro, niñas y
niños que, salvo excepciones, no eran admitidos en esos ser-
vicios y en algunos casos eran derivados al Hospital Neuro-
psiquiátrico Tobar García o, en menor medida, al Hospital
de Día Infantil La Cigarra, que funcionaba en el Centro de
Salud Mental N° 1. A estos últimos se los denominaba “los
graves”, y formaban un colectivo de niñas y niños con una
importante vulnerabilidad psíquica y/o social.
Esta categorización ontológica de niñas y niños era el
carácter distintivo que tenía como implicaciones determi-
nadas acciones de salud. La taxonomía mencionada estaba
acompañada por una naturalización de la forma organiza-
cional de los servicios y sus criterios de exclusión y de una
familiarización con este hecho, como si fuera una realidad
aceptada por todos y considerada natural.
De este modo, los servicios de Salud Mental de la Ciu-
dad se polarizaban respecto a sus perfiles institucionales
de atención. Por un lado se encontraban las niñas y los
niños que respondían a las representaciones hegemónicas
y a la identificación con los propios valores considerados
como universales por los profesionales respecto a quienes
debían atender (lo normal era tomado como lo esperable

4 Este subsistema está conformado por 33 hospitales –13 hospitales generales


de agudos, 2 pediátricos, 4 de Salud Mental, 10 de otras especializaciones, 3
odontológicos, 2 centros de Salud Mental– y un primer nivel de atención
conformado por 41 Centros de Salud y Acción Comunitaria (CESAC).
Todos los hospitales cuentan con servicios de Salud Mental y con equipos de
atención específica para la población infanto-juvenil.
Salud Mental y niñez en la Argentina • 83

para poder ser atendido), y por otro los niños y las niñas
que desplegaban una existencia otra que no se podía o no se
dejaba normalizar. Es decir, dejaban de ser pensados como
niñas y niños y en consecuencia no eran atendidos.
De acuerdo con esta existencia otra, los niños y las
niñas graves eran etiquetados como oposicionistas, violentos,
actuadores, disconformes, impulsivos, inquietos, agresivos o, en el
otro extremo, chicos que no hablan, que no se conectan, débiles
mentales, con trastornos mentales severos; el movimiento o la
falta de él (por exceso o carencia) era el eje en las descrip-
ciones. Estos niños y estas niñas eran siempre considerados
como peligrosos para sí, para otros o para la infraestructura
propia del servicio.
El término “grave” tomaba así una pluralidad de acep-
ciones: estos niños y estas niñas eran graves en el sentido
de que constituían un problema difícil y arduo, graves con
respecto a la importancia relevante de su padecimiento, y
graves en referencia a la carencia de herramientas por parte
de los profesionales para abordar estas problemáticas y por
su impotencia para transformar la complejidad de las pro-
blemáticas con las que se confrontaban.
“Grave” era la categorización descriptiva que indicaba
la condición o no de la admisión en la mayoría de los ser-
vicios y se operacionalizaba a través de diferentes diagnós-
ticos. Es decir, a los niños y las niñas graves que no eran
admitidos se les adjudicaban diagnósticos psicopatológicos:
trastorno generalizado del desarrollo, Asperger, psicosis infantil,
esquizofrenia de inicio temprano, bipolar, esquizofrenia, hebefre-
nia, autismo, border, manía, trastorno reactivo, retrasos madu-
rativos, trastornos en la constitución de la subjetividad, trastorno
mental severo, entre otros.
Esto constituía un modo de desubjetivar a las niñas y
los niños, quienes llegaban a ser tan extranjeros, tan ajenos,
que hasta se dudaba en reconocer la pertenencia común a
una misma especie. Al deshumanizarlos a través del diag-
nóstico quedaban excluidos de la categoría de semejante y
eran significados como niñas y niños con los que “no se
84 • Salud Mental y niñez en la Argentina

podía hacer mucho”, lo que implicaba que eran impropios


para ser alojados en los servicios de salud generales, dis-
minuyendo de este modo la angustia de no aceptarlos. La
desubjetivación en su forma más extrema, la anulación de
la singularidad de estos niños y estas niñas no dejaba de
constituir una estrategia de desculpabilización.

La medicación como única respuesta


La construcción de diagnósticos psiquiátricos fue la estra-
tegia que legitimó la posibilidad de que comenzara a imple-
mentarse la medicación como estrategia única y aislada
para la resolución de problemas. Suplantó a un modelo
de comprensión de la subjetividad y del cuidado integral
de la salud.
Este fenómeno no sólo ocurrió en nuestro país, sino
que tuvo carácter internacional y, en consonancia con las
políticas de Salud Pública, colaboró en la ampliación de
la potencia de la industria farmacológica, “[…] de un gran
mercado de la ilusión terapéutica en el que los vendedores
de píldoras milagrosas o de remedios rejuvenecedores riva-
lizaban en proponer recetas con el fin de tomar a su cargo
toda la miseria de una sociedad enferma por el progreso
y entregada a la desesperación identitaria inherente a la
mercantilización del mundo (Roudinesco, 2005: 13).
A mediados de 2000, en la Argentina, la medicación
como respuesta a niñas y niños inquietos y el alto porcenta-
je de niños medicados fueron considerados como un tipo
específico de violencia motorizado para tapar los trastor-
nos y no interrogarse acerca del funcionamiento familiar y
social, y de los movimientos de deshumanización, de des-
cualificación, de no reconocimiento que estos desarrollaban
(Janin, 2007; Faraone y otros, 2009).
Posteriormente se sumó a esto la generalización de la
estrategia de la medicación psiquiátrica en niñas y niños
cuyo sufrimiento y desorganización psíquica era producto
de traumatismos y determinantes sociales. Se acentuaba,
Salud Mental y niñez en la Argentina • 85

de este modo, el circuito de medicación de los problemas


sociales, en especial de excesos en las prescripciones farma-
cológicos de niñas y niños institucionalizados en hogares,
quienes se convirtieron masivamente en objeto de medica-
ción. La intervención farmacológica como única respuesta
aparecía como una poderosa estrategia de control social.
En síntesis, al ser diagnosticados, patologizados y
sobremedicados, muchas niñas y muchos niños perdían la
categoría de pertenencia a la niñez y eran despojados de
su singularidad. De este modo, en lugar de constituir una
herramienta terapéutica, el diagnóstico se convertía en una
metáfora de muerte social y asumía un carácter destructivo
para la subjetividad.
Muchos de los servicios de Salud Mental fueron cons-
tructores de estigmas, y la estigmatización como una varia-
ble de exclusión conllevó a la pérdida de inclusión social o a
mantener una exclusión estructural, ya que fue un poderoso
motivo para que las instituciones no atendieran, no alojaran
e incluso discriminaran, a muchas niñas y muchos niños.

La exclusión resultante de la estigmatización


El rol de la estigmatización, como barrera de acceso a los
servicios y causa de exclusión en salud fue decisivo. Cons-
tituyó un enérgico medio de intervención social aplicado
por medio de la marginalización y ejercicio del poder sobre
niñas y niños con un alto nivel de sufrimiento psíquico
y social.
Clasificar y etiquetar fueron operaciones con las que
se inició el circuito que dio lugar a comportamientos de
evitación y exclusión que se instituyeron como una práctica
frecuente en los servicios de salud. Una vez clasificados con
las categorías mencionadas –agrupadas en trastornos men-
tales severos–, los niños, las niñas y sus familias eran deri-
vados por el servicio actuante y comenzaban un recorrido
por diversas instituciones. Esta deriva institucional, generada
por las múltiples derivaciones/expulsiones institucionales
86 • Salud Mental y niñez en la Argentina

a través de las cuales las familias transitaban sin rumbo


de un lugar a otro, los dejaba generalmente en un mismo
lugar simbólico, es decir, sin ningún lugar que alojara su
sufrimiento (Barcala, Torricelli y Álvarez Zunino, 2008).
La práctica de la derivación mostraba la tensión de las
contradicciones de los profesionales: la necesidad de con-
ciliar el deseo de asistir a las niñas y los niños y el rechazo
a atenderlos en el servicio. Se trataba de una solución de
compromiso que instalaba un espacio intermedio entre el
adentro/inclusión y el afuera/exclusión: estrategia de trán-
sito, sin definición, sin anclaje ni permanencia, que desres-
ponsabilizaba a los actores de la acción de exclusión social
de niñas y niños con trastornos mentales severos, aun intuyen-
do que no iban a ser recepcionados por otras instituciones.
Todos ellos se encontraban en camino hacia ningún lado.
La exclusión en salud –definida como la falta de acceso
de estos a bienes, servicios y oportunidades que mejoraran
o preservaran su estado de salud, y que otras niñas, otros
niños y grupos de la sociedad disfrutan (Acuña y Bolis,
2005)– fue el modo en que se expresó la privación misma
del derecho a la salud.
Privación sostenida en la negación de los modos de
existencia misma de estas niñas y estos niños, que ponía de
manifiesto el deseo tanático inconsciente que sobre ellos,
en tanto otros diferentes, tiene la sociedad en general. Según
Marotta5, la práctica de derivación/expulsión de los ser-
vicios no sólo se trata de una manifestación del rechazo,
sino que también es la expresión del “no encuentro otra
forma de hacerlo”, frase que se repite en los discursos de
los profesionales. En este sentido, el manicomio y en este
caso la internación en el hospital neuropsiquiátrico infanto-

5 Conceptos vertidos en la clase dictada el 8 de mayo de 2007 en la materia


Psicosis y Autismo Infantil, del Programa de Actualización en Clínica Psi-
coanalítica con Niños. Teoría y Práctica, Intersecciones con otras disciplinas,
Facultad de Psicología, Universidad de Buenos Aires (inédito).
Salud Mental y niñez en la Argentina • 87

juvenil –en tanto respuesta social al problema de la niñez


patologizada– era el modo instituido para evitar el conflicto
y la complejidad que presentaban.
Esta separación/exclusión de una parte existente en la
sociedad por considerarla negativa para habitar el espacio
social común, extirpándola del tejido social, es una pro-
ducción histórica y cultural que se evidenció en el sector
salud en el hecho de despojar a niñas y niños de subjetivi-
dad a través de la estigmatización, la cual estaba sustentada
en etiquetamientos psicopatológicos que determinaban en
última instancia la institucionalización como única posibi-
lidad de recuperación.
Los equipos profesionales de los diferentes servicios
no se sentían obligados a intervenir y derivaban a las niñas
y los niños graves al servicio de internación del Hospital
Tobar García, donde asumían esa función. Este Hospital fue
la institución que legitimó los diagnósticos psicopatológi-
cos, es decir, que asumió las normas del orden social y fue
portadora del proceso de control social.
Este fenómeno se observó también en el ámbito del
Ministerio de Desarrollo Social. A fines de la década de
2010, la complejidad del sufrimiento infantil exigió nue-
vas respuestas institucionales que fortalecieran la precari-
zación y fragilización familiar creciente, pero en lugar de
que ello sucediese, junto con la sobredemanda de interna-
ciones al Hospital Tobar García, se fueron transformando
las modalidades de atención que prestaba la Dirección de
General de Niñez y Adolescencia (DGNyA) del Gobierno de
la Ciudad de Buenos Aires. Así, los hogares convivenciales
se reconvirtieron a una modalidad denominada “hogares de
atención especializada y de Salud Mental” que, al tiempo
que patologizaban el padecimiento infantil, comenzaron a
cumplir paulatinamente la función del Hospital Tobar Gar-
cía, es decir la de institucionalización psiquiátrica. Del mis-
mo modo que ocurría en este hospital infanto-juvenil, los
88 • Salud Mental y niñez en la Argentina

períodos de alojamiento de los niños en esas instituciones


fueron excesivamente prolongados y las estrategias de for-
talecimiento familiar, casi inexistentes6.
En síntesis, frente a consultas de niñas y niños graves
(en situación de calle, consumidores de paco, con interna-
ciones en instituciones psiquiátricas, medicados con psi-
cofármacos, institucionalizados en hogares, con discapa-
cidades mentales o trastornos genéticos y muchos otros),
los hospitales generales, pediátricos y los Centros de Salud
y Acción Comunitaria (CESAC) los derivaban/expulsaban
en un circuito que conducía rápidamente hacia la deriva
institucional y finalmente a la internación/institucionaliza-
ción. Es decir, se internaba a niñas y niños por ausencia
de otros abordajes posibles, lo que se convertía a largo pla-
zo en un castigo que duplicaba su vulnerabilidad. De este
modo, muchas niñas y muchos niños que padecían trastor-
nos mentales severos no eran atendidos en servicios de salud
universales. El peso de su estigma se veía corroborado en la
imposibilidad de acceder a los cuidados necesarios. Aunque
muchas de las instituciones hacían esfuerzos reales para no
expulsarlos y brindarles asistencia, estas tendencias no se
sustentaban en políticas de Salud Mental que favorecieran
prácticas inclusivas desde una perspectiva de derechos, sino
que se sostenían más bien en el compromiso y las motiva-
ciones personales o de grupos de profesionales.
En síntesis, las instituciones sanitarias de la Ciudad de
Buenos Aires participaron del proceso de medicalización de
la niñez al definir los problemas en términos psicopatológi-

6 Los hogares convivenciales y los hogares de atención especializada son dos


de las distintas modalidades de atención tercerizadas en diferentes ONGs,
que se diferencian principalmente en función de la definición de su pobla-
ción objetivo. Según la DGNyA, los hogares convivenciales están dirigidos a
niñas, niños y adolescentes que presenten una autonomía y maduración psi-
cofísica acorde a su edad y les permita desarrollar una vida cotidiana social-
mente integrada. En cambio, los hogares de atención especializada están
destinados a niñas, niños y adolescentes que presenten cuadros psicopatoló-
gicos que requieran de un abordaje especializado en Salud Mental, y deben
incluir de manera obligada un médico psiquiatra (Michalewicz, 2010).
Salud Mental y niñez en la Argentina • 89

cos lo que estigmatizaba a las niñas y los niños más vulne-


rables, al mismo tiempo que se los excluía de las prácticas
de intervención de dichas instituciones. La tensión entre las
herramientas teóricas destinadas a abordar la subjetividad
y la complejidad de las nuevas problemáticas emergentes
junto a la precariedad de las condiciones laborales de los
profesionales, la escasez de profesionales rentados que los
atendieran en los servicios de salud y la ausencia de equipos
interdisciplinarios, colaboraron en reproducir los mecanis-
mos sociales de exclusión.

Prácticas inclusivas: la tensión existente


No obstante, al tiempo que ocurría este fenómeno, algunas
instituciones que venían trabajando desde 1990 diseñaron
e implementaron dispositivos innovadores que intentaban
resolver, aunque parcialmente (ya que su cobertura era limi-
tada), las situaciones planteadas.
Estas instituciones son: el “Programa Cuidar Cuidan-
do” en el Zoológico de la Ciudad (1990), el Hospital de Día
La Cigarra (1990), el “Programa de integración sociolaboral
para adolescentes” (Empresas Sociales, 1993), el “Progra-
ma de rehabilitación comunicacional” (1997), el Hospital de
Día del Tobar García, el equipo de Patologías Tempranas
del Centro de Salud Mental n° 3 (1999), el “Programa de
atención domiciliaria programada en Salud Mental” (ADO-
PI, 2004), el dispositivo de pacientes con trastornos seve-
ros del desarrollo (áreas 0-5 y 6-9) del Hospital de Niños
Ricardo Gutiérrez y el “Programa de atención comunita-
ria a niñas, niños y adolescentes con trastornos mentales
severos” (2007), junto con profesionales de otros hospita-
les, especialmente el Hospital Elizalde y de los CESAC n°
19 y 24.
Estos dispositivos constituyen abordajes que intentan
adecuarse a las necesidades de los niños y las niñas, y evitar
la expulsión o negación de las problemáticas. Todos ellos
90 • Salud Mental y niñez en la Argentina

están dirigidos a dar respuesta a la creciente demanda de


niñas y niños denominados “graves”, que son rechazados
por el resto de los servicios.
Fueron organizados como producto de iniciativas per-
sonales y/o intereses de profesionales psicólogos que se
sensibilizaron frente a la ausencia de respuestas al sufri-
miento de niñas y niños y a su exclusión, e intentaron
desarrollar prácticas innovadoras y transformadoras. Todos
estos dispositivos intentaron superar modalidades tradicio-
nales, en especial la tendencia hospitalocéntrica. Se trató
de estrategias que no respondieron a decisiones políticas
en el área de la Salud Mental determinadas por la Direc-
ción de Salud Mental (salvo el ADOPI), y están sostenidas
en su mayoría por profesionales ad honórem (cf. Barcala,
2011: 53-81).

La internación psiquiátrica: lugar de la relegación social


Contrariamente al modelo de Salud Mental comunitaria y a
la transformación del modelo hospitalocéntrico que plantea
la Ley de Salud Mental del GCBA (n° 448), el hospicio-asilo/
depósito-segregación, particularmente en la niñez, cobró
relevancia a partir de la década de 1990. El aumento de las
internaciones en las últimas décadas fue notable, del mismo
modo que se incrementó la cantidad de niñas y niños insti-
tucionalizados en hogares pertenecientes a la DGNyA.
Un informe de la Dirección Nacional de Salud Mental
y Adicciones revela una importante tendencia decrecien-
te en las internaciones psiquiátricas de adultos en todo el
país (Ministerio de Salud de la Nación, 2011). Sin embargo,
documenta que en lo referente a niñas y niños se evidencia
una tendencia contraria, lo que muestra la gravedad de la
situación. Desde 1993 hasta 2005 se habían duplicado las
internaciones anuales de niñas y niños en el Hospital Neu-
ropsiquiátrico Infanto-juvenil Tobar García (GCBA, s./f.).
Salud Mental y niñez en la Argentina • 91

Como se ha descripto, la derivación al Hospital Tobar


García se fue constituyendo en el modo paradigmático de
exclusión de los diferentes, de una infancia no aceptada a
través de una segregación espacial que excluye a niñas y
niños de los lugares propios de la niñez como son la escuela
y los servicios de salud.
Según Bourdieu (1999), el espacio es aquel lugar defi-
nido en el que existe un agente y que permite mostrar su
localización y posición en un rango u orden jerarquizado
que expresa distancias sociales. El espacio habitado fun-
ciona como una especie de simbolización espontánea del
espacio social. A partir de estas consideraciones, la posición
del niño o la niña en un espacio social se retraduce en el
espacio físico en el que está situado. De este modo, así como
los niños y las niñas en situación de calle prácticamente no
tienen existencia social, también la existencia de los niños
y las niñas excluidos del sistema está en cuestión, ya que el
encierro los invisibiliza.
Si la concentración en un mismo lugar de una pobla-
ción homogénea en la desposesión tiene como objeto redo-
blarla, particularmente en cultura y práctica cultural (Bour-
dieu, 1999), esto se manifiesta en la precariedad de la inte-
gración social y de escolaridad de las niñas y los niños
internados, situación que los aleja cada vez más de las exi-
gencias constitutivas de la existencia normal.
Sin proponérselo, el Hospital Tobar García se constitu-
yó en un lugar que estigmatiza y ser “para el Tobar”, en una
definición de identidad denigrada. Esta institución posee
una fuerte concentración de rasgos negativos: situado en
una de las zonas más desfavorecidas de la Ciudad, contiguo
a los grandes y antiguos hospitales psiquiátricos, productor
de definiciones de niñas y niños que consultan como psicóti-
cos, locos, graves, descontrolados, excitados, violentos, construye
de esta manera un tipo específico de infancia.
Un lugar cerrado, sin tiempo, un no lugar, un lugar
de excepción respecto de toda la legalidad exterior y cuya
significación parece ser una existencia por fuera del espacio
92 • Salud Mental y niñez en la Argentina

social propio de la niñez. Un lugar en el que la apropiación


de niñas y niños a través de la contención de los cuerpos
peligrosos y con exceso de movimiento resulta el modo de domi-
nación, ejercido mediante una violencia simbólica e incluso
en algunos casos física. Lugar de privación de derechos, es
decir, de muerte legalizada.
Lugar, también, del que es difícil volver para empren-
der un recorrido inverso que instale nuevamente a las niñas
y niños en su condición de tales. Una vez que son defini-
dos como “psicóticos”, esa etiqueta constituye una identidad
permanente que determina su destino social.
La inclusión en este espacio que excluye conlleva la
pérdida de toda posibilidad de existencia y ciudadanía. Esta
supuesta integración en un lugar organizado desde el sec-
tor salud como respuesta sanitaria para niñas y niños está
dada paradójicamente por la aceptación de la pérdida de la
condición de niño y de sus derechos. Una vez que ingresan,
se pone en cuestión la posibilidad de pensar procesos de
subjetivación que les permitan proyectarse en un futuro por
fuera de estas instituciones, un futuro de transformación
y de neogénesis7.
La naturalización de esta práctica de internación/insti-
tucionalización es, salvo excepciones, una concepción com-
partida por la mayoría de los actores del sistema que no
cuestionan existencia del hospital psiquiátrico y que no
pueden imaginar una concreción de alternativas posibles a
corto plazo ni otro destino posible para estas niñas y estos
niños. A ello se suma el reconocimiento del aumento de
las internaciones aunque naturalizando que el motivo de
las mismas está determinado especialmente por la dimen-
sión social de los sufrimientos que presentan, sin ninguna
problematización respecto a la necesidad de otro tipo de
abordaje.

7 Para la Dirección de Niñez del GCBA, una vez que un niño alojado en un
hogar convivencial era internado en el hospital no podía volver y debía ser
incorporado a un hogar de atención especializada.
Salud Mental y niñez en la Argentina • 93

El riesgo como motivo de internación


Los motivos más frecuentes de internación son las expre-
siones de traumatismos sociales severos que padecen niñas
y niños. Definidas estas manifestaciones como crisis de exci-
tación psicomotriz, conductas de hetero-agresividad, trastorno del
control de los impulsos, desorganización de la conducta, alto mon-
to de impulsividad, baja tolerancia a la frustración, constituyen
rótulos que clasifican a niñas y niños que luego son retradu-
cidos en diagnósticos psicopatológicos: esquizofrenia de tipo
indiferenciada, trastorno psicótico breve, trastorno límite de la
personalidad, con la consecuente indicación de internación.
La existencia de fantasías catastróficas de lo que puede
suceder si no se los interna muestra el modo en que el
miedo, como resorte emocional, origina el sistema de con-
trol social. Este miedo refuerza el orden dualista sobre la
protección de la integridad y la identidad ( Jodelet, 1986).
Un criterio de riesgo que implícitamente lleva a la
internación es la falta de contención familiar, sumado a una
situación socioeconómica desfavorable. Esto no hace sino
duplicar el padecimiento psíquico, ya que la respuesta a
la deprivación afectiva y económica es el castigo de una
internación.
La internación/institucionalización debido a proble-
máticas sociales si bien se contradice con lo referido en la
CIDN y las leyes de protección integral de la niñez nacional
y de la Ciudad (n° 26.061 y n° 114, respectivamente) presen-
ta cierta tensión contradictoria respecto de la Ley de Salud
Mental de la Ciudad de Buenos Aires (n° 448), que incluye
como causa de internación la familia incontinente, lo que nos
obliga a un profundo debate respecto a este concepto en el
campo de la Salud Mental.
94 • Salud Mental y niñez en la Argentina

La internación por falta de dispositivos de atención


El eje en lo asistencial individual y la falta de redes interins-
titucionales e intrasectoriales para abordar la complejidad
de las problemáticas emergentes tuvieron una importante
responsabilidad en la instauración de la internación psi-
quiátrica como única posibilidad de atención.
El aumento de las consultas en el Hospital Neuropsi-
quiátrico Infanto-juvenil respondió a la falta de respuestas
institucionales y a la inexistencia de recursos en el campo
social que pudieran comprender y abordar los nuevos pro-
blemas de Salud Mental de niñas y niños.
Aunque era evidente la imposibilidad de abordar la
complejidad de estas problemáticas de un modo individual,
las políticas en Salud Mental inmersas en un modelo neoli-
beral propiciaban la implementación de estas respuestas.
Frente a las dificultades que se les presentaban al tener
que encarar problemáticas complejas, los diferentes efec-
tores del sistema de salud respondían con la derivación al
hospital psiquiátrico. Eso generaba una importante presión
sobre el Tobar García que reproducía la lógica del funcio-
namiento del sistema y ocupaba el lugar de la segregación
social. Los hospitales generales y pediátricos colaboraron
entonces con esta lógica, al mismo tiempo que el Tobar
García también se asumía en este lugar sin cuestionarlo,
aunque los profesionales se quejaban de tener que hacerse
cargo de todo lo expulsado por el sistema.

Las dos miradas de los servicios de Salud Mental


acerca de la niñez

Las prácticas discursivas relevadas en la Ciudad dieron


cuenta de una tajante escisión en el campo de la niñez
en términos de polarización. La dicotomía estructural del
mundo de la niñez se reproducía en la construcción de una
Salud Mental y niñez en la Argentina • 95

nueva categorización: niños propiamente dichos/niños graves


y niños atendidos en los servicios de salud/niños para disposi-
tivos especializados.
La preocupación histórica por las infancias marginales
que dio origen a las políticas de protección y control social,
y que dividía la niñez entre niños y menores, se reciclaba
en la década de 1990 en los servicios de salud, con lo que
se acentuaba la psicopatologización de niñas y niños y la
medicalización de los problemas sociales.
Los servicios de Salud Mental reprodujeron la distin-
ción originaria de dos infancias opuestas y recrearon la
escisión: infancia propiamente dicha/infancia de la mino-
ridad, que quedó definida como infancia propiamente dicha/
infancia patologizada. Aquella primera escisión era la que
respondía a lo esperable por los servicios, y los padecimien-
tos y síntomas motivos de consulta eran abordables por
las herramientas teórico-técnicas de los profesionales y por
las propuestas históricas de los servicios. La otra infancia,
la patologizada, era aquella considerada inabordable por las
instituciones sanitarias típicamente dedicadas a la atención
de la niñez.
A diferencia de lo que históricamente constituyó la
infancia de la minoridad, que el Estado “protegía” y nor-
malizaba, esta infancia ya no era construida como objeto
de prácticas tutelares, sino que era considerada legislativa-
mente como sujeto de derecho a partir de la adhesión a la
CIDN en 1990. Sin embargo, simultánea y paradójicamente
era objetalizada en el campo de la Salud Mental y excluida
de las instituciones. Además sus derechos eran recurren-
temente vulnerados. Era notable y preocupante la brecha
entre los avances institucionales en el área de niñez y en
el área de salud.
Estas niñas y estos niños medicalizados eran definidos
por su carácter de alteridad respecto a la infancia esperable.
Construida a través de las formaciones discursivas de los
actores sociales, esta infancia era entendida por los efec-
tores de los servicios sanitarios en términos de oposición:
96 • Salud Mental y niñez en la Argentina

“nosotros y los otros”. Los niños con mayor nivel de vulne-


rabilidad psíquica y social, portadores de diagnósticos psi-
copatológicos, eran considerados otros, y en la más extrema
de las situaciones eran definidos como seres ajenos, fuera de
la categoría de semejante: eran incomprensibles, peligrosos,
y sus problemáticas no se podían abordar en los servicios
universales de salud.
El encuentro de estos niños con los servicios estaba
determinado por la marca de la ambigüedad donde la con-
dición del otro –la alteridad humana– es revelada y negada
a la vez, es decir que se expulsa y se introduce (Todorov,
1991). Así, las instituciones sanitarias reconocían la existen-
cia de un tipo de niñas y niños agrupados como graves, con
los serios sufrimientos psíquicos y traumatismos sociales
que ellos padecían, mientras que por otro lado los negaban,
al retacearles un lugar de atención en los servicios de Salud
Mental y expulsarlos de un espacio social propio a través de
la derivación a otras instituciones. Esta derivación remitía
a un no lugar o a un lugar de encierro.
Esta alteridad –la de niñas y niños denominados “gra-
ves”, es decir la infancia patologizada– quedaba ubicada del
mismo modo en que históricamente fueron estigmatizados
los menores. Asumían una condición que los ubicaba en una
situación de inferioridad y subordinación que el discurso
institucional sanitario terminaba de afianzar. De este modo
el saber-poder médico-psiquiátrico-psicológico contribuía
en su propio ejercicio a esta diferenciación en la que la alte-
ridad era entendida en términos de oposición-denigración.
Este discurso era compartido por la mayoría de los ser-
vicios –salvo las pocas excepciones mencionadas, en las que
estrategias innovadoras intentaban transformar esta mira-
da, refiriéndose en su mayoría al marco de la garantía de
derechos–, lo que permitía instalar en el interior del siste-
ma la reproducción de tendencias incluyentes/excluyentes,
aunque con una importante desventaja de las primeras.
Salud Mental y niñez en la Argentina • 97

De este modo, la ambigüedad se expresaba en el modo


de concebir a los niños y las niñas que padecían sufrimiento
psíquico grave, lo que constituyó una de las características
centrales de las intervenciones.
El miedo a estos niños y estas niñas, su hipotética peli-
grosidad, creaba consensos en los equipos de salud, que desa-
rrollaban conductas defensivas. Una tensión entre el orden
conseguido y la desorganización/desorden/irrupción de lo
nuevo, generaba miedos y resistencia a modificar las res-
puestas institucionales. El temor al otro hacía demonizarlos
y generalmente también a sus familias. Además, producía
efectos generalizados de exclusión social resultantes de la
discriminación para acceder a tratamientos. Los profesio-
nales, sin tomar conciencia de ello, se convirtieron/nos
convertimos así en importantes agentes de exclusión social.
Privados de existencia en las instituciones sanitarias,
ajenos al espacio que les debía ser propio, niñas y niños
padecieron la ausencia de estrategias en el sector estatal.
Los discursos acerca de su peligrosidad favorecieron la con-
solidación de la medicación en la niñez patologizada (que
tenía características excepcionales a comienzo de la década
de 1990), y contribuyeron a difundir esta práctica especial-
mente en el sector privado y en las internaciones psiquiá-
tricas del sector público estatal.

Una nueva biopolítica sobre niñas y niños

Las niñas y los niños medicalizados soportan sobre sí la


definición de niñas y niños sin futuro, sin posibilidad de
imaginar un proyecto, sin derecho a desear, reducidos a
resolver las condiciones materiales de supervivencia en las
que lo autoconservativo prima sobre la capacidad deseante.
Hipotecado su futuro desde la temprana infancia, las niñas
y los niños patologizados se convierten en seres humanos resi-
duales, excedentes y superfluos, consecuencia inevitable de la
98 • Salud Mental y niñez en la Argentina

modernización y efecto de la construcción de un orden y


progreso económico que asigna a ciertas partes de la pobla-
ción –que incluye a las niñas y niños graves– el papel de
fuera de lugar, e instala el problema de la eliminación de los
residuos humanos (Bauman, 2007). Para Bauman, ser super-
fluo significa ser supernumerario, innecesario, desechable,
“carente de hogar social”; en el caso de las niñas y los niños
graves, carentes de instituciones propias de la niñez en las
que puedan ser cuidados.
Sin lugar donde alojarlos, sin lugar donde derivarlos,
la pregunta de qué hacer con ellos replantea el problema
de su destino social. Como se mencionó anteriormente,
paradójicamente fueron medicalizados y excluidos de las
instituciones del sistema de salud, con excepción del hos-
pital psiquiátrico que se consolidaba como el único lugar
posible. Pero éste les bloqueaba, o por lo menos dificultaba,
el retorno a los circuitos que les permitirían reintegrarse a
espacios propios de la niñez.
Definidos por estar fuera de estos espacios institucio-
nales, estas niñas y estos niños y adolescentes, en especial
aquellos privados de cuidados parentales, se confrontaron
con crecientes barreras de accesibilidad que circunscribie-
ron un definido afuera y adentro con el solo objeto de
garantizar la permanencia de la exclusión.
Como respuesta a la anulación de lo diferente, de lo
peligroso, en lugar de un genocidio real se reinstalaron
dispositivos de eliminación social, de muertes simbólicas.
Lugar de invisibilización que anulaba el alto nivel de sufri-
miento y el desamparo vivido por niñas y niños ante
la imposibilidad de encontrar ningún otro semejante, de
encontrar a alguien en el mundo para quien ser significativo
y que pudiera aliviar la angustia sentida. Niñas y niños que
se revelaban contra un destino de privaciones económicas,
crecientes desigualdades sociales y desamparos familiares.
Niños que en este llamado al otro exigían su derecho de
ciudadanía.
Salud Mental y niñez en la Argentina • 99

Sin embargo, mientras que la vida de estas niñas y


estos niños se encuentra desprovista de valor y en tanto son
considerados miembros del colectivo de desechos humanos,
es considerada mejor su inexistencia, la legislación vigente
respecto a la niñez y a la Salud Mental los ubica como
portadores de derechos y los construye como ciudadanos.
No están exentos del marco legal, sino por el contrario,
incluidos en él. Paradójicamente, esta posesión de derechos
que se les reconoce en el discurso legislativo es simultánea
a la supresión de esos mismos derechos en la práctica.
Se instaló un nuevo modelo biopolítico. Ya no se trata
de normalizar a niñas y niños al modo de la protección de
menores a partir del paradigma de situación irregular que
se proponía “reeducar”, “reformar” para integrar a la socie-
dad, sino que la institucionalización psiquiátrica pensada
como “protección” conlleva a la aniquilación misma de la
subjetividad. Se reduce a los carenciados a la autoconser-
vación, desconociendo que lo humano no es reductible a
ella, sino del orden de un plus que instala una dimensión del
deseo (Bleichmar, 2005).
La violencia sobre los cuerpos de las niñas y los niños
ejercida por la medicación abusiva, así como por la inter-
nación compulsiva, son justificadas en las instituciones psi-
quiátricas en términos de bien intencionadas estrategias
médicas. Esta reclusión en institutos psiquiátricos y hoga-
res terapéuticos ofreció cuidados y contención con fines
supuestamente benéficos, que en realidad no constituyeron
sino una forma más de control social.
De hecho, una de las situaciones extremas de vulne-
ración de derechos en este proceso es la larga duración de
las internaciones de los niños y las niñas en situación de
vulnerabilidad social, quienes aun con alta médica no tenían
a dónde ir y quedaban internados en el hospital psiquiátrico
durante prolongados períodos. De este modo se genera-
ba una importante iatrogenia institucional: mayores crisis,
aumento de la medicación, mayor aislamiento social, mayor
resistencia de las instituciones para alojarlos.
100 • Salud Mental y niñez en la Argentina

Conclusiones

Los modos de intervención estatal frente al aumento de las


consultas de niñas y niños con importantes sufrimientos
psíquicos –producto de la fragilización de los lazos sociales
y el declive de las familias y la escuela como institucio-
nes modernas de cuidados– se fueron redefiniendo en los
últimos años. Al tiempo que se instauraba una legislación
progresista en términos de derechos, se medicalizaba el
sufrimiento psíquico y se ampliaban la intervención insti-
tucionalizante y la medicación de niñas y niños en términos
de control. Los servicios de salud, en tanto instituciones
estatales a las cuales podían referir su derecho de atención
las niñas y los niños con mayor vulnerabilidad psicosocial,
contrariamente a lo esperable, los expulsaban.
La ausencia de políticas, programas y dispositivos ade-
cuados suficientes para solucionar los problemas más com-
plejos de la niñez, no hicieron más que perpetuar las res-
puestas sanitarias existentes y consolidar instituciones de
reclusión como forma de intervención frente a estos pro-
blemas, lo cual evidenció un retroceso hacia prácticas de
Salud Mental superadas.
La pregnancia de la clínica individual, junto con el
encierro y la ausencia de otras modalidades de cuidados,
dieron cuenta del modo de concebir a la niñez y de la adhe-
sión a un determinado modelo en Salud Mental por parte
de los actores del campo, que se manifestó en las decisiones
políticas tomadas. El sistema de interpretación de los servi-
cios de salud ante la consulta de un niño o una niña impli-
caba intervenciones que sólo tendían a la realización de
acciones ajustadas a sus recursos de atención o formación
recibida y no a las nuevas necesidades de los consultantes. Si
bien la Ley n° 448 privilegiaba terapias que favorecieran la
emergencia de la palabra y el rescate de la subjetividad, existían
inercias no conscientes, ubicables tanto en las representa-
ciones ligadas al campo profesional o a la práctica como en
la adhesión a ciertas teorías que restringían la plasticidad y
Salud Mental y niñez en la Argentina • 101

estaban destinadas a confirmar la veracidad de sus concep-


ciones, consideradas como realidades universales a las que
las niñas y los niños quedaban reducidos.
Las instituciones de salud como tales perdieron cre-
dibilidad en sus posibilidades de aliviar el sufrimiento
humano y fueron solidarias con el poderoso orden social
imperante. De este modo, los dispositivos y los servicios de
Salud Mental colaboraron al mecanismo del biopoder. En
oposición a los principios de la legislación existente y las
recomendaciones con respecto al fortalecimiento familiar,
en 2009 se creó en el Hospital Tobar García una sala de
internación para niños pequeños, mientras que el Minis-
terio de Salud tercerizaba la responsabilidad respecto de
la salud mental de las niñas, los niños y adolescentes en
instituciones privadas. Estas medidas gestadas en ausencia
de un plan de Salud Mental marcaron un viraje en términos
de modalidades de intervención respecto a la niñez.
En síntesis, el sistema de Salud Mental en la Ciudad de
Buenos Aires en su conjunto no cumplía con los criterios
generales de buenas prácticas planteados por los consensos
internacionales8 (Barcala, 2011), porque:
• No garantizaba el derecho a la salud en términos de
favorecer la disponibilidad, la accesibilidad geográfica,
económica y simbólica, y la calidad de los servicios.
La dificultad en la accesibilidad simbólica, así como
en la aceptabilidad de las niñas y los niños, se mani-
festó especialmente en el vínculo deficitario que se
construyó entre ellos, sus familias y los servicios. Esto

8 Criterios de selección de buenas prácticas basados en documentos de la


Organización de las Naciones Unidas y en la perspectiva de los derechos
humanos, especialmente de la CIDN-Unicef, como marco de identificación
(Foro Mundial sobre planes nacionales de acción para la infancia. Buenas prácticas
en el marco de la CIDN, 2004) y Criterios de Buenas Prácticas de la Red de Inter-
cambio de Buenas Prácticas en el campo de los Servicios Sociales, de Salud de Base y
Salud Mental de la Agencia de Salud de Trieste (ASS1) –Centro de colabora-
ción de OMS-OPS para la Salud Mental– y la Región Friuli-Venecia Giulia
(FVG).
102 • Salud Mental y niñez en la Argentina

contribuyó a acentuar la distancia para con quienes


se sintieron rechazados y expulsados, lo que en todos
los casos fomentaba su discriminación y desalentaba
la consulta.
• No contribuía a la integralidad e interdependencia de
los derechos, es decir a un trabajo efectivo intersecto-
rial y un abordaje interdisciplinario, ni a la articulación
operativa entre las instituciones, las organizaciones no
gubernamentales y las familias.
• No favorecía las responsabilidades compartidas y el
fortalecimiento familiar.
• No promovía la participación de las niñas y los niños
en la toma de decisiones y en su derecho a ser escu-
chados.
• No garantizaba la universalidad, la no discriminación,
la sostenibilidad y la incidencia de las acciones desa-
rrolladas.
• No se llevaban a cabo estrategias que apuntaran a la
transformación de las instituciones estatales y de los
servicios hacia una perspectiva territorial, al protago-
nismo de las niñas y los niños y sus familias ni a la
desinstitucionalización, tres de los criterios centrales
en los sistemas de Salud Mental.

El incumplimiento de estos criterios genera importan-


tes inequidades que lesionan el derecho a la salud de niñas y
niños, especialmente de aquellos con mayor vulnerabilidad
psíquica, cuyas necesidades de salud no se encuentran en la
actualidad suficientemente cubiertas.
En este escenario de incumplimiento de los principios
de buenas prácticas es necesario desarrollar un pensamien-
to crítico respecto de nuestra labor: repensar los modos
de territorializar las intervenciones para contrarrestar los
efectos actuales de la desterritorialización y la desintegra-
ción de los precarios lazos sociales; reflexionar acerca de la
ausencia de historización que nos confronta en la cotidia-
neidad con niñas y niños con historias fragmentadas, llenas
Salud Mental y niñez en la Argentina • 103

de agujeros, producto de las desarticulaciones instituciona-


les; reconsiderar los modos de comprensión de la constitu-
ción de la singularidad contextualizada de cada niño y niña
dentro de un paradigma de complejidad.
Encontrar los modos de incluir toda la niñez desafi-
liada constituye un desafío para quienes trabajamos desde
distintas áreas tratando de efectivizar los derechos de todas
las niñas y todos los niños que padecen un profundo des-
amparo y sufrimiento psicosocial.
En el marco del proceso de cambio normativo que
generó la promulgación en 2010 de la Ley Nacional de
Salud Mental (n° 26.657), con el consecuente debate y posi-
cionamiento del tema en la agenda estatal, hoy constituye
un avance y una exigencia la necesidad pensar los servi-
cios de Salud Mental desde una perspectiva de derechos. Y
en términos de exigibilidad de derechos se hace evidente
que las problemáticas actuales de la niñez y la adolescen-
cia requieren una transformación del sistema de salud que
a partir de un modelo de atención comunitaria en Salud
Mental evite la medicalización, estigmatización, exclusión
de los espacios sociales y asegure la erradicación de la inter-
nación psiquiátrica de los niños y las niñas con mayor nivel
de vulnerabilidad psicosocial.
Pero, por sobre todo, el desafío es asumir que la com-
plejidad de los nuevos modos de padecimiento psíquico
requiere de una política integrada desde diversos secto-
res, que generen condiciones de articulación e integración
efectiva para responder a las necesidades de las niñas, los
niños y sus familias. El objeto de esta política debe ser desa-
rrollar acciones que modifiquen las condiciones adversas
de vida y eviten o atenúen el sufrimiento psicosocial de
niñas y niños, favoreciendo la construcción de un proceso
más justo y equitativo tendiente a garantizar la protección
integral de la niñez.
104 • Salud Mental y niñez en la Argentina

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