Asensi, Desiree Socorro - Petunia y Sus Nuevas Amigas

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Petunia y sus nuevas amigas

Désirée Socorro Asensi


Mi agradecimiento va destinado a mi hijo Alex,  que hizo posible que este
libro se publicara, así como a mi hermano Miguel Ángel, cuya ayuda ha sido
muy valiosa para mí.

Muchas gracias a ambos..

 
 Petunia y sus nuevas amigas

-¿Dónde estoy?, ¿quiénes sois?

-¿A qué te refieres?, cómo que dónde estás.. Acaso te encuentras mal o has
perdido la memoria..

-No, nada de eso. Antes de venir aquí  yo estaba en otro lugar. Un lugar
donde había muchas flores , plantas y árboles. Allí estuve un tiempo pero no sabría
decirte cuánto. De repente, me cogieron, me metieron en una caja y allí estuve
durante mucho tiempo junto con un montón de paquetes y otras cajas... Por lo
visto me quedé dormida y ahora al despertar estoy aquí...,estoy un poco
aturdida....

-Bueno pequeña, no hay motivo para que estés asustada. Seguramente antes
estabas en un vivero que es un lugar donde nos juntan a muchas plantas para que
la gente nos compre, pero ahora estás en un jardín. Te han traído esta mañana. Yo
soy Clematis, soy una planta trepadora.

-Hola Clematis, yo soy Petunia. Las compañeras que estaban conmigo en el


lugar donde me encontraba anteriormente me dijeron qué clase de flor soy, por eso
sé que soy una petunia de color rosa. Bueno, y ¿qué es una planta trepadora,
Clematis?

-Las plantas trepadoras  tenemos la habilidad de crecer hacia arriba y seguir


creciendo y creciendo, con nuestros brazos cubiertos de hojas…. A veces tapamos
muros enteros con nuestras hojas, ¿no es maravilloso?

-Sí, eres una planta muy hermosa.

Petunia no sabía adónde mirar. El jardín era un lugar tranquilo y lleno de


paz y, por otro lado tan lleno de vida, de flores, plantas y pájaros. También pudo
percatarse de la existencia de unos animalillos diminutos que corrían de aquí para
allá, al parecer sin rumbo concreto. Supuso que se trataría sin duda de los llamados
insectos, de los que tanto había oído hablar en el vivero, donde había pasado cierto
tiempo antes de llegar al jardín. Sus compañeras de entonces la habían puesto al
día sobre las cualidades tan importantes que poseían los insectos, que según ellas
eran imprescindibles en la naturaleza y que cada uno de ellos contribuía a que la
naturaleza fuese tan maravillosa y perfecta.

No cabía duda, esto de haber ido a para a este lugar, era lo mejor que podía
haberle pasado. Ella lo sabía, tenía una corazonada. Sin lugar a dudas presentía
que aquí iba a encontrar su felicidad. Sin embargo, se encontraba algo asustada e
inquieta. Al fin y al cabo el jardín era y sería por algún tiempo un lugar
desconocido y que tendría que ir descubriendo poco a poco, con la ayuda de sus
nuevos compañeras y amigas.

-¿Qué te ocurre Petunia?, de repente te has quedado muy callada y


pensativa..

-Nada, nada Clematis, sólo estaba pensando en mi nueva vida aquí. Tendré
que irme acostumbrando e ir aprendiendo todo lo que pueda de vosotras. Quiero
conoceros a todas y que con el tiempo lleguemos a ser las mejores amigas.

-No me cabe la menor duda de que así será, añadió Clematis. Pero para
empezar, te presentaré a tus nuevas vecinas. Mira, ¿ves la jardinera que está  a mi
lado derecho?, bien, ellos son los geranios, muy simpáticos y siempre de buen
humor. Con ellos nos reimos mucho, no sé qué haríamos sin ellos, seguramente
nos aburriríamos como ostras.

_¡Hola chiquilla, mucho gusto de conocerte. ¿Te sabes ese chiste que dice…?

-Bueno, bueno geranios, dadle un respiro a Petunia que es su primer día


aquí. Mañana podréis contárselo pero dejadla hoy un poco tranquila. Son muchas
emociones de golpe y además tiene que aclimatarse.

Bueno Petunia, sigamos. Junto a ellos apreciarás un gran macetón con flores
amarillas y blancas, ¿las ves?

-Sí, sí, ya las veo..

-Bueno, ellas son nuestras amigas las margaritas. Son muy presumidas y
habladoras. Se pasan el tiempo chismorreando y cuchicheando que es un gusto,
pero son muy buenas compañeras y siempre dispuestas a ayudar en lo que sea.

En ese momento las margaritas inclinaron un poco la cabeza y le dieron la


bienvenida a Petunia. También la halagaron y dijeron lo hermosa y graciosa que
era.

Petunia estaba muy concentrada ya que quería poder asimilar todo lo que le
decía Clematis. Quería retener todos los nombres así como las características de
todas sus futuras amigas del jardín. Por otro lado, ella sabía que sería imposible
quedarse con todas esas nuevas informaciones de una vez, al fin y al cabo no era
un robot. Pero bueno, ya tendría suficiente tiempo para irse acostumbrando a todo
y todos.

Clematis tomó de nuevo la palabra.

-No sé si te habrás percatado de la fragancia inigualable que flota en el aire.


Pues bien, esa fragancia deliciosa proviene de la flor en el macetero blanco y
dorado que tienes enfrente, más concretamente de la flor que está plantada ahí. Se
trata de la flor más elegante y con más porte que vive entre nosotras: Azucena o
también llamada lirio. Es como una reina. Desgraciadamente ella también lo sabe y
se lo tiene un poco creído…

-Un momentito Clematis, rechistó Azucena, eso no es cierto. Aunque sé y


soy consciente de mi despampanante belleza sin igual, me veo obligada a llevarte
la contraria y a decir que pese a esa gran verdad no soy ni altanera ni orgullosa. Yo
no tengo la culpa de ser tan envidiablemente maravillosa y…………

-Pero por favor, escúchate cómo te vanaglorias y cómo hablas de ti misma,


intervino Clematis. A veces te pasas Azucena, mujer, que ya sabemos que eres
bonita.

-¿Cómo, sólo bonita..?

-¡Bueno, se acabó Azucena!. Déjame seguir con las presentaciones para que
Petunia termine de saber quién es quién, mujer..

Sigamos, hmm…,¿ por dónde íbamos..?, ah sí. En aquella esquina al lado de


Azucena verás a “Velo de novia”, se trata del nombre vulgar bajo el cual se suele
nombrar a esta planta trepadora con un nombre muy complicado en latín,: Fallopia
de no sé qué… No me extraña que las personas le hayan puesto el sobrenombre de
velo de novia, es mucho más fácil. Es una planta que crece a una velocidad
increíble   y se reviste de unas florecillas blancas como un manto y que dan la
impresion de ser como un velo de novia, de ahí su nombre.
-Hola Petunia, te doy la bienvenida en éste tu jardín y hogar a partir de
ahora, le dijo velo de novia  a su nueva vecina Petunia.

-Aquel pupurrí de colorines de allí detrás son otras petunias como tú,
continuó Clematis

-¿Y por qué no me han plantado junto a ellas, si somos de la misma especie?

-Bueno, eso no lo sé querida, contestó Clematis. Alguna razón habrá pero no


la sabemos. Lo cierto es que tú tienes algo especial pero tampoco sabría decirte el
qué. Quizás sea por tu color. Sí definitivamente ha de ser por eso. Tú posees un
color especial que todas las otras petunias no tienen. Bueno, para ser francos, ni las
petunias ni ninguna otra flor que haya visto nunca. Es un rosa muy peculiar. Como
brillante, como púrpura, como si te hubieran rociado de polvo de estrellas. A decir
verdad tienes una belleza increíblemente singular. Seguramente no existirá
ninguna otra como tú. Quizás sea ésa la razón por la que la señora Clara te haya
plantado en un macetero individual.., y ahora que lo pienso, me doy cuenta de que
ese macetero también es muy especial. No es como los otros que adornan la terraza
y el jardín. Donde estás plantada tú es un ejemplar espléndido.

-¿A qué señora te refieres Clematis? , preguntó intrigada Petunia

-Pues a la señora de la casa, la señora Clara. En la casa vive una familia


compuesta por el señor, que se llama Juan, su mujer, la señora Clara de la que te
acabo de hablar y sus dos hijitos Clarita y Pepe. Se trata de una familia adorable y
muy cariñosa que nos tratan muy bien. Sobre todo la señora Clara se ocupa mucho
de nosotras. Viene todos los días a regarnos copiosamente, nos despoja de nuestras
hojas marchitas para que nazcan otras más fuertes y hermosas en su lugar, nos
acaricia e incluso nos habla. Es por eso que nos enteramos de muchas cosas
referentes a la familia. El señor Juan es bueno pero no se ocupa del jardín. Y en
cuanto a los niños te diré que la niña Clarita es muy dulce como su madre y muy
cariñosa en la manera de tratarnos. Nos mima mucho y también le gusta contarnos
cosas y cantar. Sin embargo, el pequeño Pepe no es tan agradable. A veces cuando
está de mal humor nos arranca algún pétalo o nos daña jugando con su pelota.
Menos mal que la señora Clara siempre está muy pendiente y le llama la atención.
Incluso lo pena sin merendar o sin ver la tele cuando lo pilla haciendo alguna
perrería con nosotras.

Clematis le hablaba y hablaba hasta que Petunia se puso al corriente de


todos los pormenores concernientes al jardín y a la vida de la familia.
Los días y las semanas pasaron y Petunia se fue haciendo a su nueva vida
rodeada de sus nuevas amigas. Con el tiempo se fue encariñando con todos los
miembros de su nueva familia. Fue aprendiendo a tratar a cada una de ellas,
respetando siempre la manera de ser de cada una. Al fin y al cabo, nadie es
perfecto.

Con el paso del tiempo también le tomó mucho afecto a la señora Clara. Era
tan dulce con ella.. Le hablaba mucho sobre su familia y así fue como Petunia se
enteró de que la señora no era de ese país. Ella provenía de un país lejano donde el
clima era mucho más cálido que allí. Una tierra a la que ella echaba mucho de
menos ya que al casarse con el señor tuvo que dejar a su familia y amigos para irse
a vivir junto a su marido a ese lugar más frío e inhóspito, por lo menos en los
inviernos.

Petunia se daba cuenta de que la señora Clara sentía mucha añoranza por su
país, sus gentes, sus playas, sus costumbres, pero sobre todo por su madre a la que
quería muchísimo. Cuando todo estaba silencioso en la casa, los niños en el colegio
y el señor en su trabajo, la señora salía al jardín y se dedicaba a sus flores y plantas.
Nada la hacía más feliz que ocuparse de sus” bebés” como ella las llamaba. Un
cuidado especial recibía siempre Petunia. Primero regaba y limpiaba a las otras
para al final, pasar  tiempo con su flor favorita y dedicarle todos sus mimos. Día
tras día Petunia se sentía cada vez más amada por aquella mujer que le otorgaba
todo su tiempo y dedicación sin pedir nada a cambio. Pero Petunia sabía el porqué.
Poco a poco se fue enterando de la razón por la cual su señora sentía una especial
predilección por ella.

-Buenos días, Petunia, sonó la voz de Clematis en aquella mañana soleada

-Buenos días, Clematis, respondió Petunia. ¡Qué día tan maravilloso! Siento
la caricia cálida del sol y la suave brisa soplando…..

-Bueno, para..¿Qué te pasa hoy que pareces una poetisa hablando?

-Es que hoy es como si me hubiera puesto unas gafas de color rosa y lo viera
todo de este color. Todo de color de rosa.

Desde donde estaban los geranios se oyó una voz gritona: Oye, por cierto, y
hablando del color rosa ¿te sabes ese chiste de la pantera rosa  que……?

-Bueno, geranio, para el carro. Ahora no estoy de humor para chistes, lo que
quiero es enterarme de la razón por la que Petunia rebosa de felicidad.
Dirigiéndose a su amiga, Clematis exclamó:  -Bueno, chica, estás eufórica. No sé
qué habrá pasado pero no estaría mal que me contagiaras ese buen humor…

-Me siento maravillosamente Clematis.

Las margaritas que como siempre estaban a la caza del mayor chismorreo
pusieron mucha atención a ver cuáles eran los motivos de Petunia para ese humor
tan desbordado de alegría.

-Bueno, la señora me confió ayer mientras me cuidaba, regaba, y mimaba


que ella sueña con volver a su tierra natal donde el sol besa con sus rayos a todas
las criaturas de la naturaleza y el viento es como un susurro que refresca cuando el
calor muestra su dureza. Ahora ya sé por qué soy tan especial para ella.

Todas las plantas y flores del jardín gritaron al unísono: ¡Cuenta chica,
cuenta ya!

-Bueno, resulta que la última vez que la señora Clara estuvo de visita, en la
isla donde nació, su madre le hizo un regalo precioso. Le regaló una maceta con su
flor favorita para que se la llevara a su casa del país lejano. Sería como un lazo
entre las dos, como algo que las uniría siempre aún estando tan lejos la una de la
otra. ¿Os dais cuenta? , esa flor soy yo. Yo soy ese hilo invisible que las une a las
dos hasta el día que vuelvan a estar juntas para siempre.

En la terraza y el jardín se hizo un silencio fantasmal. Nadie decía nada, ni


siquiera las cotillas de las margaritas. Todos se habían quedado como mudos
después del relato de Petunia. Tras unos minutos de desconcierto por aquella
reacción de sus amigas, Petunia se dirigió a ellas y les preguntó:- ¿pero qué es lo
que pasa, no os alegráis por mí?, ¿no os alegra mi felicidad?

Nadie contestó. Parecia que se les había comido la lengua el gato. Se notaba
una incomodidad y recelo en el ambiente. Petunia comenzó a darse cuenta de que
sus queridas compañeras no se alegraban por ella, todo lo contrario, tenía la
sensación de que estaban enfadadas y no daban crédito a lo que acababan de
escuchar. Pero ella no podía entender el comportamiento de aquellas que se decían
sus amigas. La amistad consistía en alegrarse cuando el amigo es feliz y compartir
esa felicidad con él. Le daba vueltas y vueltas pero no conseguía entenderlo. Se dio
cuenta que no sólo no hablaban sino que hacían como si ella no existiera, como si
no estuviera presente. La situación se hizo tan tirante e insoportable que Petunia
dirigiéndose a ellas exclamó: - Chicas por favor, decid algo y no os quedéis
calladas. Siempre nos hemos contado todo y exijo que me expliquéis qué os ocurre.

Petunia se sentía muy mal. Era la primera vez que pasaba algo así en el
jardín. En otras ocasiones, si aparecía algún problema intentaban solucionarlo
entre todas y siempre lo habían conseguido. Pero en esta ocasión  era diferente.
Como de la nada se oyó de repente una vocecilla proveniente de la maceta donde
se encontraba Azucena y que rompió aquel silencio  odioso : - Yo creo que tú has
entendido mal a la señora. Es imposible que ella te haya dicho eso. Lo normal sería
que fuera yo la predilecta de la señora. Mírame, soy la más hermosa entre nosotras.
Mi perfume es delicioso y embriagador y mi elegancia es  majestuosa. ¿Por qué
ibas a ser tu la preferida? Es ridículo, espetó con su tallo respingón.

Petunia no podía creer lo que estaba oyendo. Dos lágrimas brillantes como
diamantes descendían por su pétalo y su infelicidad era tal que se sentía dolorida
por dentro y por fuera. Nunca había sentido semejante dolor y se consideraba  la
más desgraciada entre todas las flores. Una cosa estaba clara, Azucena no era su
amiga. Se lo acababa de demostrar diciéndole lo que le había dicho. Había sido
hiriente y cruel con ella. ¿Se comportaba así una verdadera amiga? La respuesta
era un claro no. Ella era y había sido siempre muy buena con Azucena y con las
demás, y ésta no era manera de tratarla ni a ella ni a nadie. Esto significaba la
ruptura de su amistad. Cruz y raya.

Como ninguna de las otras decía ni media palabra, Clematis tomó la palabra
y empezó a hablar ya que tenía la esperanza de poder salvar la situación. –
Azucena, siempre has sido muy presumida y altiva pero en esta ocasión te has
pasado de la raya. ¿Cómo has podido tratar así a nuestra amiga Petunia, te has
vuelto loca?

Tras las palabras de Clematis el silencio se apoderó del jardín y nadie dijo
nada más.

Azucena reflexionó mucho sobre las palabras de Clematis durante todo ese
día. Ella sabía que a veces era muy arrogante frente a las otras debido a su belleza
y que Clematis estaba en lo cierto, esta vez se había pasado. Lo reconocía pero
ahora era muy tarde para poder corregir su comportamiento tan déspota y odioso.
Cómo iba a disculparse ahora con Petunia. Ella no la perdonaría jamás después de
lo pasado y lo que era peor, lo entendería perfectamente. Ella haría lo mismo en su
lugar. No le cabía en la cabeza cómo había podido perder los estribos de esa
manera, no tenía perdón de Dios. Pero tenía claro que no iba a dejar que las cosas
se quedaran así. Tenía que hacer algo para poder ganarse otra vez la confianza y la
amistad de Petunia. Pero, ¿cómo? Bueno, ya se le ocurriría algo. Por de pronto
tenía que dejar que pasaran unos días para que se calmasen un poco los ánimos,
después ya vería cómo lograrlo.

Por su parte las demás flores se dieron cuenta que tampoco su


comportamiento frente a Petunia había sido el correcto. Cuando Petunia desveló la
razón por la cual la señora le tenía predilección, ellas habían sentido envidia pero,
luego recapacitando entre todas, llegaron a la conclusión que ése no era motivo
para dejar que una amistad tan valiosa se fuera a resentir. Ahora se alegraban por
ella y con ella y su amistad era a partir de ahora mucho más fuerte. Más tarde
conversaron con Petunia y limaron las asperezas hasta que quedó claro que la
amistad había vencido a la envidia y que no tenía cabida entre las mejores amigas.
El corazón de petunia rebosaba de felicidad y se sintió la más dichosa de las flores.

Los días pasaron y la vida cotidiana retomó su curso de nuevo entre las
criaturas del jardín y con ella los chismes y cuchicheos de las margaritas, las risillas
finas de las sensibles petunias, algún que otro chiste de los geranios , que aunque
fueran malos siempre conseguían arrancarles por lo menos una sonrisa a sus
compañeras. También” velo de novia” se comportaba tranquila y poco habladora
como de costumbre. Más allá de los setos también la vida corría placenteramente
para los árboles que allí vivían, todos ellos frutales, pero que se encontraban
demasiado lejos de todos nuestras amigas como para tomar parte de su vida.

Los niños salían como de costumbre todas las tardes al jardín para jugar
después de terminar sus deberes para el colegio acompañados por su madre. A
Clarita le gustaba sentarse en la terraza debajo de la sombrilla amarilla para
dibujar o colorear en su libro de dibujos favorito. Su madre le solía traer un vaso de
limonada casera con cubitos de hielo y una pajita por la que ella sorbía el refresco
con avidez cuando hacía mucho calor. Otras  veces sacaba su muñeca a la que
vestía y desvestía mil veces con los diferentes trajecitos de vivos colores que le
habían regalado en Reyes o por su cumpleaños. Era una niña muy buena, dulce y
obediente que se distraía sola con cualquier juguete o incluso sin ninguno. A
menudo cogía su pequeña regadera de color rosa y les echaba agua a las flores que
la querían mucho y es que ella se hacía querer. Por el contrario, su hermano Pepe
era un niño inquieto y demasiado activo. Casi siempre traía a algún amigo del cole
para jugar, ya que solo no le gustaba hacerlo. Esos días eran muy temidos por las
flores y plantas porque  solían ser tardes muy movidas y estresantes. Los dos niños
no paraban y no daban un respiro a nadie. Jugaban a la pelota aunque la madre  de
Pepe se lo tenía prohibido debido a los destrozos que ocasionaban con la misma.
Cuando se aburrían se dedicaban a dar la lata a la señora Clara que siempre estaba
muy ocupada con los quehaceres de la casa. O molestaban a la pequeña Clarita
lanzándole objetos pequeños como bolas de papel, lápices o lo que tuvieran más
cerca. También se habían construído unos tirachinas y lanzaban cacahuetes o
garbanzos crudos con ellos, utilizando como diana a las flores o a la hermana de
Pepe. Menos mal que eran unos tiradores pésimos y no acertaban casi nunca. Les
fastidiaba que la niña estuviera siempre tan entretenida y divertida jugando con
sus cosas. Normalmente en esos momentos solía aparecer la señora para
reprenderlos y regañarlos dado que ella sabía que Clarita no se iba a quejar ni a
chivarse.

Azucena entretanto no hacía sino pensar y cavilar la mejor manera para


disculparse por su desagradable e intolerable comportamiento ante Petunia. Ella
sabía lo sensible que era Petunia y los estragos que debían haber causado sus
crueles palabras en su corazón. Pero no tenía otra opción, debía pedirle perdón y
tenía que convencerla de que la quería mucho y que su arrebato contra ella y su
carácter altanero no debían ser impedimento para que Petunia la perdonara.
Azucena tenía esperanza de que todo saldría bien porque conocía bastante a
Petunia y sabía que con el gran corazón que tenía, seguramente la perdonaría
aunque no se lo mereciera. A cambio, ella estaría dispuesta a domar su carácter y a
prometerle  no ser tan creída ni vanidosa.

Algo extraño estaba sucediendo en la casa. Las flores, las plantas, los árboles
incluso los gorriones que volaban diariamente sobre el jardín intuían que algo no
marchaba bien sin saber exactamente qué pasaba. Hacía días que la señora Clara
no salía a la terraza ni al jardín como de costumbre para regar, cuidar y mimar a
sus “pequeñas”. Gracias a Dios que la chiquitina Clarita salía y las regaba con su
regadora de juguete imitando a su madre. De no ser así,  pronto se secarían y
marchitarían. Sin embargo eso no era suficiente, ellas necesitaban más agua y
cuidados, ya que los días habían empezado a ser muy calurosos. Albergaban la
esperanza de que la señora sólo estuviera algo indispuesta esos días y que muy
pronto saldría como de costumbre a cuidarlas. Pero los días pasaban y   nuestras 
sedientas amigas no recibían de su pequeña amiguita Clarita el agua suficiente
para poder sobrevivir. Para Clarita el rociar el poco de agua sobre las flores era un
juego en el que jugaba a hacer lo que su madre hacía.

En el jardín, el temor se apoderó de todas. Estaban débiles y sedientas y no


dejaban de preguntarse qué es lo que estaba ocurriendo con la señora Clara.
Petunia además de no tener fuerzas y estar rezando por un poco de agua, estaba
deprimida y tan triste que se la veía sollozar y disimular su llanto.
Azucena creyó que éste era el momento idóneo para darle ánimos a su
amiga Petunia y decició que había llegado el momento de pedirle perdón y
ofrecerle su ayuda. Quizás eso le subiera un poco el ánimo. Reunió todo su valor y
dijo en voz baja:

-Petunia, cariño, quiero pedirte perdón por mi comportamiento del otro día.
Que sepas que te quiero mucho y no deseaba hacerte daño con mis palabras,
aunque eso fue exactamente lo que conseguí. A veces soy demasiado orgullosa y
creo que soy la mejor cuando en verdad tú eres mucho mejor que yo. Eres dulce,
modesta y nunca dices nada que pueda herir los sentimientos de nadie. Yo quiero
ser como tú y te prometo que voy a cambiar y me esforzaré por mejorar mi
carácter. De ahora en adelante puedes contar conmigo en la que tendrás  a  una
amiga incondicional y que te apoyará en todo.

Clematis que al igual que todas las demás escuchaban las palabras de
Azucena a Petunia, tuvo que luchar para que no se le escaparan las lágrimas.
Cuando se sintió con un poco de fuerza se dirigió a Petunia y dijo:

-Petunia,  pequeña,¿ has oído lo que te acaba de decir Azucena? Está


arrepentida de todo lo que te dijo. ¿La vas a perdonar? Petunia, ¿me oyes?

El pánico cundió entre todas al ver que Petunia no reaccionaba y ya


pensaban que Petunia se había marchitado víctima de la falta de agua y de  la
ausencia de su señora. Dios mío, qué harían sin Petunia. No, eso no podía pasar.
Seguramente estaría demasiado débil para hablar, pero marchita no, eso si que no.
Después de esperar unos momentos sin reacción ninguna por parte de su amiga
Petunia, ya todas estaban pensando en lo peor. Y no sólo Petunia se encontraba en
ese estado. Se dieron cuenta de que sus propios tallos se habían puesto  mustios y
las flores parecían ya marchitas con las cabezas gachas. Esto era el final.......

De pronto se oyó un pequeño murmullo que casi era imperceptible. ¿Qué


era?

Otra vez, unas palabras en voz muy bajita..., era Petunia, era Petunia. De
repente las flores y plantas sintieron rejuvenecerse en ese momento, Petunia aún
vivía, ¡qué alegría!

Petunia irguió un ápice su cabecita cabizbaja y murmuró con un hilillo de


voz:

-Azucena, te perdono. Para mí tiene mucho valor que hayas recapacitado y


te hayas dado cuenta de tu error. ¿Sabes? Ninguna de nosotras es perfecta, nadie es
perfecto. Pero por medio del arrepentimiento y después de reconocer los propios
errores se puede llegar a ser mejor. Como se suele decir, de los errores cometidos
se aprende. Tú eres mi amiga y siempre lo serás Azucena, eso es lo importante.

Azucena se alegró muchísimo por las palabras de su amiga y sintió que se le


quitaba un gran peso de encima. Al darle las gracias por haberla perdonado notó
que Petunia no reaccionaba. Las margaritas, los geranios, las petunias y todas las
demás se alborotaron y gritaron pero no podían hacer nada para ayudar a Petunia.
Clematis llamó con voz enérgica el nombre de su amiga: Petunia, Petunia.., pero
ninguna reacción. Petunia tenía que estar muy mal para no contestar al ruego de
sus amigas. Todas estuvieron un gran rato intentando que reaccionara pero todo
fue en vano. Ella no daba señales de vida. Ahí fue cuando después de mucho
tiempo de haber agotado todos los recursos de los que disponían para hacer que
Petunia dijera o hiciera algo, perdieron toda esperanza de que su gran amiga aún
viviera.

Luego, y con una voz temblorosa y desesperanzada Clematis se dirigió a


todas sollozando:

-Queridas mías, creo hablar en boca de todas cuando afirmo que Petunia era
la mejor de las amigas. Nos regaló muchos momentos inolvidables y nunca, nunca
tuvo una palabra ni un gesto que nos hiriera o hiciera sentir mal, todo lo contrario,
siempre veía la cara positiva de todo y nos dio la sensación de que nos quería. Es
muy amargo este momento en el que nos sentimos desoladas y abandonadas por
nuestra sensible e inolvidable Petunia. Te recordaremos siempre Petu y cuando lo
hagamos tendremos siempre una sonrisa dibujada , la sonrisa que tu siempre
llevabas como pintada en tus labios. ¡Qué Dios te bendiga y.....!

Brrmmmmmmm, pumm......

Dios mío Clematis, ¿qué son esos horrorosos estruendos?, gritaron agitadas
las asustadizas margaritas.

-Queridas, queridas, no son más que truenos. Parece ser que se acerca una
gran tormenta. Mirad el cielo está de color plomizo, va a caer un lluvión de
cuidado, exclamó Clematis intentado tranquilizarlas a todas en la medida de lo
posible.

La lluvia no se hizo esperar y empezó a caer el agua como si el cielo


estuviera derramando grandes cubos de ésta encima de la tierra. Todas habían
vivido alguna vez una tormenta con copiosas lluvias e incluso vientos huracanados
pero ésta era fuera de lo normal. De golpe los árboles y todas las plantas y flores
del jardín empezaron a ser vapuleadas de un lado a otro con una fuerza brusca. La
tromba de agua que caía del cielo hacía un ruído ensordecedor al chocar contra el
techado de la terraza que era de cristal y metal. Así estuvieron un gran rato llenas
de temor cuando de golpe y sin previo aviso aquel espectáculo meteorológico se
detuvo de manera inesperada. De repente se impuso el silencio y la quietud y
parecía que todo volvía a la normalidad. Todas nuestras amigas quisieron hacer un
balance de cómo había quedado el jardín, así que miraron a su alrededor. Todo
estaba empapado, algunas ramas de los árboles habían sido incluso arrancadas por
la feroz fuerza del viento. En el suelo había quedado un manto de hojas secas y
amarillentas  que habían sido arrastradas por el viento, así como grandes y
pequeños pétalos de muchas de las flores. También utensilios que utilizaba la
señora para trabajar en el jardín y todo sucio y embarrado por la tierra mojada. Sin
embargo, con gran alivio constataron que todas ellas estaban bien. Tenían algunos
pétalos algo dañados, pero por lo demás gracias a Dios, habían soportado bastante
bien aquella tormenta. Y por fin habían podido beber tanta agua como habían
querido. Aquella lluvia repentina les había salvado la vida..., bendita lluvia...

Clematis de repente comenzó a reir a carcajadas como si alguno de los


geranios le hubieran contado el mejor de sus chistes. Reía y reía y no dejaba de reir.

-Las margaritas y los geranios no daban crédito del comportamiento tan


extraño de Clematis, así que le preguntaron: -Clematis, vieja amiga, ¿te encuentras
bien?, ¿qué te pasa querida?anda que no está el horno para bollos....

Sin duda todo lo que había sucedido, primero lo de Petunia a la que creían
ya marchita y después aquella salvaje tormenta, había sido demasiado para
Clematis. Sin embargo en ese momento, se dirigió a ellas todavía con la cara
risueña y dijo llena de júbilo: -¿Es que no os dais cuenta?

- ¿De qué Clematis, de qué nos tenemos que dar cuenta?

-Mirad a Petunia, mirádla. Toda la lluvia que le ha caído encima le ha


salvado la vida cuando casi la había perdido por falta de agua, miradla.

Efectivamente, Petunia empezaba a reaccionar. Levantó un poquito su carita


y parecía renacer a la vida y despertarse de su peligroso letargo.
-Esto ha sido una ayuda del cielo, ¿os dais cuenta?, un milagro. Cuando ya
casi se había marchitado, cae el agua de la salvación del cielo. Gracias Dios mío,
gracias, nos has devuelto a nuestra amiga.

Todos los habitantes del jardín estaban exhaustos por los acontecimientos
vividos últimamente. Pese a eso, estaban felices y la alegría de volver a tener entre
ellas a su gran amiga Petunia hacía que sintieran en su interior una fuerza gigante
que les daba la sensación de poder sobrevivir a cualquier desgracia.

La euforia era grande, pero había que ser realistas y Clematis, como la
mayor de todas las flores, tuvo que  hacerles ver cuál era la realidad. Habían tenido
muchísima suerte de que hubiese llovido tanto después de haber pasado tanta sed.
De momento sus raíces estaban frescas al haber bebido el agua y llenas de vida
pero si no eran regadas regularmente volverían a secarse hasta marchitarse; había
un hecho que no podían olvidar: No sabían nada de la señora y ella era la única
que las regaba siempre. Sin sus cuidados estaban perdidas. Sin embargo ninguna
de ellas sabía ni se podía imaginar qué había ocurrido con su señora y por qué no
las cuidaba. No lo entendían porque ellas sabían perfectamente que el jardín era
una de las cosas más importantes para la señora. Lo que estaba claro era que sea lo
que fuese lo que había pasado con ella, tenía que ser algo grave como para
abandonarlas a su suerte. Se propusieron mantenerse muy atentas para poder
enterarse de lo sucedido.

Aunque el señor de la casa nunca se ocupaba del jardín aquel día salió para
ver cuáles habían sido los desperfectos que había dejado la tormenta a su paso.
Llamó a los niños desde la terraza.

-Niños, hay que limpiar y ordenar todo esto. La tormenta ha sido fuerte y ya
veis como lo ha dejado todo. Clarita, tú traes la escoba  y la pala para barrer la
terraza. Pepe, ve a la cocina y trae la bolsa de plástico más grande que veas para
meter toda la basura.

Ahh, Clarita, coge también dos o tres trapos y mójalos, con ellos
limpiaremos la mesa y las sillas de la terraza.

Los tres se pusieron manos a la obra y pasaron toda la mañana de aquel


sábado trabajando para dejarlo todo como lo tenía siempre la señora, limpio y
ordenado.

-Papá, dijo Clarita, ¿qué le pasa a mamá? ¿Por qué se pasa el día triste y
echada en su cuarto?

-Cariño, mamá esta triste pero es algo pasajero que se le pasará pronto. Es
que echa de menos su país y su mamá. Pero estoy seguro de que muy pronto
volverá a ser la de antes. Le tengo una sorpresa preparada y la volverá loca de
alegría, ya verás. Pero ahora, ve al cuarto de mamá y ábrele la ventana para que le
entre aire fresco, ella adora el aire puro que se respira después de la lluvia.

Clarita obedeció a su padre , fue al dormitorio de su madre y abrió la


ventana como le había pedido su padre. En ese momento las flores del jardín
vieron abrirse la ventana que estaba justo delante de la terraza y que ellas podían
ver perfectamente desde donde estaban.

Ellas no tenían ni idea de que la señora Clara se había encontrado todo el


tiempo tan cerca y  ellas sin enterarse.  Siendo así, la situación cambiaba por
completo y todo se veía desde una perspectiva mucho más positiva que hasta
ahora. La cuestión era dar con la manera de contactar con ella de alguna forma por
imposible que pareciera. Donde hay voluntad siempre se encuentra un camino. Esa
frase era una de las favoritas de la dueña de la casa y las criaturas del jardín la
pronunciaron para automotivarse.

-Claro, dijo entusiasmada Clematis, mirad ésa es la ventana del cuarto de la


señora Clara. Ahora sabemos dónde está chicas. ¿Sabéis lo que significa eso?
Sabiendo dónde está podemos quizás hacer algo para animarla. Pero, qué...
Queridas, vamos a hacer lo siguiente: Cada una de nosotras va a pensar sobre
cómo podemos llamar la atención de la señora Clara. Cualquier idea  que se os
pase por la cabeza y por muy descabellada que parezca, la dirá en alto y entonces
todas podremos decidir si es buena o no. Desde que a alguien se le  ocurra alguna
idea que la diga. Algo tiene que haber que podamos hacer. No podemos darnos
por vencidas ahora que sabemos que se encuentra detrás de esa ventana.

Fue la primera vez que más de una de nuestras amigas sentían de corazón el
no tener dos piernas como las personas para echarse a correr al encuentro de su
dulce señora. Pero no había que lamentarse, sino dar con soluciones.

Todas las flores y plantas estaban silenciosas y pensativas. Reflexionaban y


meditaban y parecía que el mundo se había parado. La paz del jardín se podía
respirar. No se oía nada excepto el cantar de los pajarillos que canturreaban
felizmente. Hacía buen tiempo, el sol brillaba con mucha intensidad y corría una
brisa muy suave que lo acariciaba todo.
En una de éstas, Azucena rompió el silencio y musitó: Preciadas y queridas
compañeras, tengo el honor de haceros partícipes de........

Clematis la cortó y dijo enervado: - Pero por favor Azucena, que no estamos
de humor para tus discursos de alto copete. Habla cristiano chica, que no tienes
que  impresionar con tu lenguaje rimbombante  a la reina de Inglaterra o algo así.
Di simplemente lo que tengas que decir y punto.

Las margaritas comenzaron a criticar y cuchichear por lo bajo, como


siempre:

-¿Os habeis dado cuenta?, ni siquiera en un momento tan serio como éste
Azucena es capaz de tragarse su comportamiento pomposo y ser sencilla como
todas nosotras. Y después con ese cuello largo, mirándonos por encima del
hombro, tan altanera y..........

-¡Sileeencioooo... ¡Margaritas, intervino Clematis bastante enérgico:  creo que


no es la ocasión para vuestros chismorreos. Mordeos la lengua aunque sea por esta
vez.

Los geranios odiaban las situaciones en las que el ambiente estaba tan tirante
. Así que decidieron hacer algo para relajar los ánimos.

-Conocéis ese que dice que iba una mosca..........

-Bueno, pero ¿qué os pasa a todas?¿ Es que habéis perdido la cabeza?.


Estamos aunando esfuerzos para encontrar la solución a nuestro problema que es
ayudar a la señora. No es el momento ni de darle a la lengua hasta que salten
chispas ni de contar chistes de tercera con los que no se ríe nadie. Propongo que
dejemos hablar a Azucena que al parecer ha encontrado una solución a nuestro
dilema.

Adelante Azucena, tienes la palabra, añadió Clematis más calmado.  Expón


tu idea pero haznos el favor y no te enrolles como una persiana como siempre.

-Bueno, ya que no tenemos piernas para ir a donde está ella y tampoco nos
puede oir cuando hablamos porque no es una de nosotras, he pensado en utilizar
nuestra arma.

¿Nuestra arma?, gritaron todas las flores y plantas. ¿De qué estás hablando
Azucena querida?
-Bueno, hablo de nuestro aroma. Del olor que desprendemos, claro. Como
ya sabéis soy la flor que más fragancia desprende. Sin embargo si todas ponéis
empeño también podéis emitir más perfume del que desprendéis normalmente.
Entre todas repiraremos hondo y soplaremos y lanzaremos al aire la mejor de
nuestras fragancias. Entonces la brisa se ocupará del resto tranportándola hasta la
ventana del dormitorio de la señora Clara. Estoy segura que cuando perciba el olor
perfumado de sus flores no podrá resistirse a salir y por fin reaccionará. ¿Qué os
parece mi idea?

Petunia fue la primera en hablar.

-Azucena, ¡es una idea brillante!

Las otras petunias también estaban eufóricas después de oir la gran idea que
había tenido Azucena y  comenzaron a llorar de emoción. Pero bueno, las petunias
siempre habían sido   muy sensibles y no hacía falta mucho para que se pusieran a
llorar a moco tendido. Tenían un gran corazón y eran las que mejor carácter tenían.
Si hubieran podido se hubiesen desprendido de la tierra de su jardinera y habrían
ido a la maceta de Azucena corriendo para darle un abrazo y cubrirla de besos.

Entre todas decidieron por unanimidad que aquella idea era la solución que
habían estado buscando con tanto ahínco. Ahora sólo faltaba ponerla en práctica.
Lo que necesitaban más que nunca para poder llevar a cabo su plan era una cosa:
viento, y a ser posible mucho viento que soplara en la dirección correcta, es decir,
hacia la ventana del dormitorio.

Había que esperar y esperar hasta que llegara el momento idóneo y luego
ponerse manos a la obra sin pérdida de tiempo.

Aquel día reinó tranquilidad entre nuestras amigas y sin embargo sentían
un desasosiego viendo que no se movía ni una hoja. No había viento, ni tan
siquiera una brisa. Esperar por algo que no llega no es tan sencillo como parece,
pero ellas sabían que no les quedaba ninguna otra alternativa. Tendrían paciencia
y esperarían el tiempo que fuese necesario. Lo más importante era perseverar y no
tirar la toalla.

Gracias a Dios que no tuvieron que esperar mucho más, ya que corrían
peligro de marchitar por falta de agua. Al día siguiente de haber ultimado los
detalles de su plan, a la hora del mediodía, comenzó a soplar el viento, que aunque
no era fuerte sería suficiente para poder hacer llegar su perfume hasta la ventana.
Entonces fue cuando Clematis y Azucena dieron el pistoletazo de salida haciendo
la cuenta atrás.

-A ver compañeras, cuando digamos cero aspirad muy muy hondo y


expulsad luego todo el aire que podáis, ¿de acuerdo?

Todas asintieron completamente concentradas para que todo saliera como


habían planeado.

-Bueno, dijeron Clematis y Azucena, vamos, tres, dos, uno, cerooo...

En ese momento todas nuestras amigas aspiraron tanto aire que parecía que
iban a reventar de un momento a otro. Una vez hecho esto, comenzaron a soplar
con mucha fuerza todo lo que tenían dentro hasta quedarse vacías. En seguida
percibieron ellas mismas la cantidad de fragancia que de repente flotaba en el
ambiente. Nunca antes había estado el aire tan cargado de los diferentes aromas de
cada una. Aquello parecía el departamento de perfumería de unos grandes
almacenes después de que cien clientas se hubieran echado perfumes de todas las
marcas por aquí y por allá con la correspondiente nube aromática gigante. Bueno,
ahora le tocaba actuar al viento. Todas esperaban que éste cumpliera también con
su misión y así lo hizo. No tuvieron ni siquiera que esperar... Según habían
soplado las flores, el viento arrastro con su soplo enérgico aquella nube de olores
maravillosos hacía la ventana de la señora Clara. Justo en aquella dirección, qué
suerte habían tenido...

Todas estaban a la expectativa de lo que ocurriría después. En el mejor de


los casos y tal como habían planeado, su señora saldría embriagada por su
perfume hacía el jardín y por fin recordaría que ellas la estaban esperando con
ansia a que se ocupara de ellas como siempre lo había hecho. Si esto saliera así,
estaban salvadas y su plan habría sido perfecto.

Reflexionando sobre todo esto, ellas estaban muy calladas y no se oía ni pío.
Ni siquiera se percibía el canturreo de los pajarillos que normalmente se
encargaban del fondo musical del jardín. El silencio era fantasmal y lleno de
expectación y nerviosismo.

De pronto vieron una sombra ante la puerta de cristal del saloncito de estar
y que daba a la terraza. Hacía bastante sol, así que la luz del mismo no les dejaba
apreciar con exactitud de qué sombra se trataba. Esperaron un poco más a que la
figura que pintaba la sombra se pudiera ver mejor, pero unos segundos después
pudieron divisar a la señora Clara saliendo a la terraza. Estaba seria pero allí
estaba, delante de ellas. Estaba mirándolas de izquierda a derecha y de derecha a 
izquierda como atónita. Hasta que reaccionó y comenzó a decir:

-Pero cómo he podido dejaros solas tan desamparadas. Mirad lo


descuidadas que estáis, ¡cómo he podido, cómo he podido!. Os hace falta agua,
vuestros pétalos marchitos y las hojas amarillentas y resecas hay que quitarlas.....

Terminando de decir esto, fue a la esquina donde tenía los utensilios de


jardinería y tomó la regadera más grande que tenía llenádola de agua con un
chorrito de abono líquido y comenzó a regar jardinera por jardinera. Las flores y
plantas sentían el frescor del agua penetrar en la tierra y el deleite de sus raíces
absorviéndola hasta la última gota. Cuánto tiempo hacía que no se sentían tan
bien. Estaban felices de volver a tener a su señora, la que les hacía la vida tan
agradable y la que se ocupaba que no les faltara de nada. Ya nada malo podía
ocurrirles teniéndola cerca de ellas.¡ Eran tan dichosas de que aquel plan hubiera
salido a la perfección...!

Después de regar y limpiar a todas sus pequeñas, la señora se sentó en una


silla de la terraza para descansar, ya que había sido un trabajo duro de horas. Al
poco, salió a la terraza su marido, el señor Juan, y tomo asiento en la silla que
estaba al lado de su mujer.

-Cariño, no sabes cuánto me alegro de que ya te encuentres bien.Los niños y 


yo hemos estado muy preocupados por ti últimamente. Pero ya veo que has vuelto
a ser la de siempre. Te has ocupado de tu amado jardín y esa es una magnífica
señal. Estás guapísima con esa sonrisa en los labios que hacía tanto tiempo que no
veíamos.

Además creo que éste se va a convertir en un día memorable para nosotros,


el cual no olvidaremos fácilmente.

-¿Por qué dices eso cariño?, le preguntó extrañada su mujer

-Pues, es que tengo una maravillosa noticia que darte Clara.

-Bueno Juan suéltala ya antes de que me dé un ataque de tanto esperar..

-Vale, bien, pues es que como yo sé que tu gran ilusión siempre ha sido que
nos fuésemos a vivir definitivamente a tu país, hace unas semanas hablé con mi
jefe a ver si era posible que me dieran un traslado para poder irnos. Él me contestó
que iba a estudiar el caso  y ya me respondería cuando supiera algo en concreto.

Pues resulta que esta mañana me llamó a su despacho y me dio la gran


noticia. Me han ofrecido un puesto de trabajo en la misma ciudad donde está tu
familia. Cuando queramos podemos hacer las maletas e irnos a tu tierra, a la tierra
cálida que todos echamos de menos.

La señora Clara se había quedado con la boca abierta e inmóvil. Parecía que
era una estatua y que ni siquiera respiraba. De pronto salió un grito ensordecedor
de su boca , se levantó de la silla donde estaba sentada y empezó a dar brincos
como si fuera un saltamontes. La alegría era tal que contagió a todos los habitantes
del jardín, flores, plantas, insectos, pájaros, hasta los vecinos de la casa de al lado
que también se encontraban pasando la tarde en su jardín comenzaron a reir sin
saber por qué al verla tan eufórica. En medio de esa felicidad se lanzó a los brazos
de su marido, al señor Juan y lo cubrió de besos y empezaron a saltar de alegria
juntos. Los niños que en esos momentos se encontraban en la cocina merendando
salieron a la terraza asombrados por tal escándalo a ver qué pasaba. Su padre y su
madre les explicaron la situación y los pequeños también se alegraron muchísimo
ya que a ellos también les encantaba el país de su mamá. Siempre iban allí de
vacaciones y siempre se lo habían pasado pipa. Además allí vivía toda la familia de
su madre a los que ellos querían mucho. Les iba a costar algo de trabajo despedirse
de sus amiguitos del cole pero ellos sabían que no tendrían problemas para
encontrar nuevos amiguetes en su nuevo hogar. Aquel fue un día inolvidable. Por
la noche sacaron la barbacoa y cenaron placenteramente en la terraza bajo un cielo
estrellado y un ambiente de fiesta.

Las flores no habían entendido bien las cosas que le había dicho el señor
Juan a su mujer, eso de traslado, jefe, despacho y demás, pero lo que sí habían
entendido es que el gran sueño de su señora se había hecho realidad y que estaba
muy feliz y eso era lo único que sabían y querían saber. Ahora sí que por fin
estaban todas de ánimo para escuchar unos cuantos chistes de los geranios que
aunque fueran malos, seguro que no se enfadarían gracias al buen humor que les
había contagiado toda la familia con su felicidad. Los geranios comenzaron a
contar uno a uno todos los chistes de su repertorio y estaban en su salsa sin que
nadie los interrumpieran.

Pasaron varios días desde la buena noticia. En esos días había habido mucho
movimiento. Toda la familia había estado llenando cajas con todas sus cosas y
organizando la mudanza.
De repente, un día apareció un camión muy grande que aparcó justo delante
de la puerta de la casa de la familia. Nuestras amigas las flores y plantas lo podían
ver con algo de dificultad desde el jardín. Dos hombres muy fuertes entraban y
salían de la casa cargando cajas de cartón. Así pasaron las horas hasta que ya bien
entrada la tarde, oyeron al señor Juan decir: --Por fin, ya están todas las cosas en el
camión, hemos terminado.

Después de que el camión se hubiera ido, la familia salió al jardín y se


sentaron todos cansadísimos por el gran esfuerzo con un vaso de limonada fría en
sus manos. Sorbieron con sus pajitas todo el refresco sin pausa ya que habían
sudado mucho durante todo el día llenando y  transportando cajas y bolsas de aquí
para allá. Sin embargo se les veía felices y radiantes.

Clematis, los geranios, Petunia y todas las demás se sentían sin embargo
algo tristes porque pensaban que si la familia se iba definitivamente, ellas se iban a
quedar solas. Sin embargo esa tristeza no duró mucho ya que de pronto la señora
Clara le dijo a su marido:  Buff, ahora ya está la casa vacia, qué alivio.. Bueno, pero
ahora nos toca ocuparnos del jardín.

Todas las flores y plantas no sabían a qué se refería la señora, ¿cómo que
había que ocuparse ahora del jardín?

Pero no tuvieron mucho tiempo para reflexionar sobre esa pregunta. En ese
momento la señora se levantó de la silla y se dirigió a las flores.

-Ahora vamos a regar y arrancar las hojas amarillentas de las flores para que
estén preparadas para el viaje de mañana que será muy largo.

Dios mío gritó eufórica Clematis. ¿Habéis oído lo mismo que yoo?

Síiii, chillaron todas las flores canturreando a la vez.¡ No nos va a dejar aquí
solas, nuestra señora no nos dejará aquí..!!!

Todas las criaturas del jardín gritaban, cantaban y silbaban. Las margaritas
chillaban muy alto con voz de pito como siempre,  las petunias lloraban de
emoción a moco tendido, Azucena soltaba besos volados a sus compañeras con su
tallo respingón y su boca de piñón puntiaguda como una flecha, a Petunia se le
habían puesto los ojos como platos y pronto se echó a llorar de emoción
poniéndosele la nariz roja como un pimiento morrón. Los geranios se contaban
chistes malos los unos a los otros muriéndose de la risa... Estaban fuera de sí de
tanta felicidad. Ellas habían temido perder a su señora y a la familia cuando se
fueran de allí. Y ahora se habían enterado que la familia no sólo se llevaba sus
cosas de la casa sino también se las llevarían a ellas consigo. El resto del día lo
pasaron riendo, cuchicheando y escuchando los chistes de los geranios, que hoy
por primera vez parecían hasta buenos del buen humor que tenían todas.  Hasta
Clematis, que era normalmente bastante seria, se reía sin poder parar al oir las
sandeces que contaban no sólo los marchosos de los geranios sino también las
chifladas de las margaritas.  

Al día siguiente toda la familia cargó una por una cada jardinera y cada
maceta con mucho cuidado de no dañar a nuestras amigas a un coche grande y con
mucho espacio detrás. Ellas mirando hacia atrás dieron el útimo vistazo al jardín
donde se habían conocido y sido tan felices. También se despidieron de los
árboles , setos y de los gorriones que visitaban todos lo días el jardín.

Cuando ya habían cargado todo, la familia se montó y el señor Juan puso en


marcha el coche. La familia abrió las ventanillas y sacaron sus manos agitándolas y
diciendo adiós a la casa y a todos los vecinos que se habían reunido en la calle para
despedirlos.

-Os echaremos de menos a todos, gritaban los vecinos agitando sus manos
con pañuelos al aire.

Pronto se habían distanciado de aquella calle y ya no se veían ni vecinos ni


casa. Pero sin embargo no estaban tristes sino muy felices de poder empezar una
nueva vida todos juntos en el lugar donde había nacido su señora y donde se
encontraba su familia.

Nadie se dio cuenta de ello, pero en aquellos momentos a  la señora se le


escaparon unas lágrimas que le corrieron por sus mejillas. No obstante, no se
trataba de lágrimas de tristeza sino de lágrimas de felicidad, de aquella felicidad
tan grande que sentía.

                                               FIN

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