Asensi, Desiree Socorro - Petunia y Sus Nuevas Amigas
Asensi, Desiree Socorro - Petunia y Sus Nuevas Amigas
Asensi, Desiree Socorro - Petunia y Sus Nuevas Amigas
Petunia y sus nuevas amigas
-¿A qué te refieres?, cómo que dónde estás.. Acaso te encuentras mal o has
perdido la memoria..
-No, nada de eso. Antes de venir aquí yo estaba en otro lugar. Un lugar
donde había muchas flores , plantas y árboles. Allí estuve un tiempo pero no sabría
decirte cuánto. De repente, me cogieron, me metieron en una caja y allí estuve
durante mucho tiempo junto con un montón de paquetes y otras cajas... Por lo
visto me quedé dormida y ahora al despertar estoy aquí...,estoy un poco
aturdida....
-Bueno pequeña, no hay motivo para que estés asustada. Seguramente antes
estabas en un vivero que es un lugar donde nos juntan a muchas plantas para que
la gente nos compre, pero ahora estás en un jardín. Te han traído esta mañana. Yo
soy Clematis, soy una planta trepadora.
No cabía duda, esto de haber ido a para a este lugar, era lo mejor que podía
haberle pasado. Ella lo sabía, tenía una corazonada. Sin lugar a dudas presentía
que aquí iba a encontrar su felicidad. Sin embargo, se encontraba algo asustada e
inquieta. Al fin y al cabo el jardín era y sería por algún tiempo un lugar
desconocido y que tendría que ir descubriendo poco a poco, con la ayuda de sus
nuevos compañeras y amigas.
-Nada, nada Clematis, sólo estaba pensando en mi nueva vida aquí. Tendré
que irme acostumbrando e ir aprendiendo todo lo que pueda de vosotras. Quiero
conoceros a todas y que con el tiempo lleguemos a ser las mejores amigas.
-No me cabe la menor duda de que así será, añadió Clematis. Pero para
empezar, te presentaré a tus nuevas vecinas. Mira, ¿ves la jardinera que está a mi
lado derecho?, bien, ellos son los geranios, muy simpáticos y siempre de buen
humor. Con ellos nos reimos mucho, no sé qué haríamos sin ellos, seguramente
nos aburriríamos como ostras.
_¡Hola chiquilla, mucho gusto de conocerte. ¿Te sabes ese chiste que dice…?
Bueno Petunia, sigamos. Junto a ellos apreciarás un gran macetón con flores
amarillas y blancas, ¿las ves?
-Bueno, ellas son nuestras amigas las margaritas. Son muy presumidas y
habladoras. Se pasan el tiempo chismorreando y cuchicheando que es un gusto,
pero son muy buenas compañeras y siempre dispuestas a ayudar en lo que sea.
Petunia estaba muy concentrada ya que quería poder asimilar todo lo que le
decía Clematis. Quería retener todos los nombres así como las características de
todas sus futuras amigas del jardín. Por otro lado, ella sabía que sería imposible
quedarse con todas esas nuevas informaciones de una vez, al fin y al cabo no era
un robot. Pero bueno, ya tendría suficiente tiempo para irse acostumbrando a todo
y todos.
-¡Bueno, se acabó Azucena!. Déjame seguir con las presentaciones para que
Petunia termine de saber quién es quién, mujer..
-Aquel pupurrí de colorines de allí detrás son otras petunias como tú,
continuó Clematis
-¿Y por qué no me han plantado junto a ellas, si somos de la misma especie?
Con el paso del tiempo también le tomó mucho afecto a la señora Clara. Era
tan dulce con ella.. Le hablaba mucho sobre su familia y así fue como Petunia se
enteró de que la señora no era de ese país. Ella provenía de un país lejano donde el
clima era mucho más cálido que allí. Una tierra a la que ella echaba mucho de
menos ya que al casarse con el señor tuvo que dejar a su familia y amigos para irse
a vivir junto a su marido a ese lugar más frío e inhóspito, por lo menos en los
inviernos.
Petunia se daba cuenta de que la señora Clara sentía mucha añoranza por su
país, sus gentes, sus playas, sus costumbres, pero sobre todo por su madre a la que
quería muchísimo. Cuando todo estaba silencioso en la casa, los niños en el colegio
y el señor en su trabajo, la señora salía al jardín y se dedicaba a sus flores y plantas.
Nada la hacía más feliz que ocuparse de sus” bebés” como ella las llamaba. Un
cuidado especial recibía siempre Petunia. Primero regaba y limpiaba a las otras
para al final, pasar tiempo con su flor favorita y dedicarle todos sus mimos. Día
tras día Petunia se sentía cada vez más amada por aquella mujer que le otorgaba
todo su tiempo y dedicación sin pedir nada a cambio. Pero Petunia sabía el porqué.
Poco a poco se fue enterando de la razón por la cual su señora sentía una especial
predilección por ella.
-Buenos días, Clematis, respondió Petunia. ¡Qué día tan maravilloso! Siento
la caricia cálida del sol y la suave brisa soplando…..
-Es que hoy es como si me hubiera puesto unas gafas de color rosa y lo viera
todo de este color. Todo de color de rosa.
Desde donde estaban los geranios se oyó una voz gritona: Oye, por cierto, y
hablando del color rosa ¿te sabes ese chiste de la pantera rosa que……?
-Bueno, geranio, para el carro. Ahora no estoy de humor para chistes, lo que
quiero es enterarme de la razón por la que Petunia rebosa de felicidad.
Dirigiéndose a su amiga, Clematis exclamó: -Bueno, chica, estás eufórica. No sé
qué habrá pasado pero no estaría mal que me contagiaras ese buen humor…
Las margaritas que como siempre estaban a la caza del mayor chismorreo
pusieron mucha atención a ver cuáles eran los motivos de Petunia para ese humor
tan desbordado de alegría.
Todas las plantas y flores del jardín gritaron al unísono: ¡Cuenta chica,
cuenta ya!
-Bueno, resulta que la última vez que la señora Clara estuvo de visita, en la
isla donde nació, su madre le hizo un regalo precioso. Le regaló una maceta con su
flor favorita para que se la llevara a su casa del país lejano. Sería como un lazo
entre las dos, como algo que las uniría siempre aún estando tan lejos la una de la
otra. ¿Os dais cuenta? , esa flor soy yo. Yo soy ese hilo invisible que las une a las
dos hasta el día que vuelvan a estar juntas para siempre.
Nadie contestó. Parecia que se les había comido la lengua el gato. Se notaba
una incomodidad y recelo en el ambiente. Petunia comenzó a darse cuenta de que
sus queridas compañeras no se alegraban por ella, todo lo contrario, tenía la
sensación de que estaban enfadadas y no daban crédito a lo que acababan de
escuchar. Pero ella no podía entender el comportamiento de aquellas que se decían
sus amigas. La amistad consistía en alegrarse cuando el amigo es feliz y compartir
esa felicidad con él. Le daba vueltas y vueltas pero no conseguía entenderlo. Se dio
cuenta que no sólo no hablaban sino que hacían como si ella no existiera, como si
no estuviera presente. La situación se hizo tan tirante e insoportable que Petunia
dirigiéndose a ellas exclamó: - Chicas por favor, decid algo y no os quedéis
calladas. Siempre nos hemos contado todo y exijo que me expliquéis qué os ocurre.
Petunia se sentía muy mal. Era la primera vez que pasaba algo así en el
jardín. En otras ocasiones, si aparecía algún problema intentaban solucionarlo
entre todas y siempre lo habían conseguido. Pero en esta ocasión era diferente.
Como de la nada se oyó de repente una vocecilla proveniente de la maceta donde
se encontraba Azucena y que rompió aquel silencio odioso : - Yo creo que tú has
entendido mal a la señora. Es imposible que ella te haya dicho eso. Lo normal sería
que fuera yo la predilecta de la señora. Mírame, soy la más hermosa entre nosotras.
Mi perfume es delicioso y embriagador y mi elegancia es majestuosa. ¿Por qué
ibas a ser tu la preferida? Es ridículo, espetó con su tallo respingón.
Petunia no podía creer lo que estaba oyendo. Dos lágrimas brillantes como
diamantes descendían por su pétalo y su infelicidad era tal que se sentía dolorida
por dentro y por fuera. Nunca había sentido semejante dolor y se consideraba la
más desgraciada entre todas las flores. Una cosa estaba clara, Azucena no era su
amiga. Se lo acababa de demostrar diciéndole lo que le había dicho. Había sido
hiriente y cruel con ella. ¿Se comportaba así una verdadera amiga? La respuesta
era un claro no. Ella era y había sido siempre muy buena con Azucena y con las
demás, y ésta no era manera de tratarla ni a ella ni a nadie. Esto significaba la
ruptura de su amistad. Cruz y raya.
Como ninguna de las otras decía ni media palabra, Clematis tomó la palabra
y empezó a hablar ya que tenía la esperanza de poder salvar la situación. –
Azucena, siempre has sido muy presumida y altiva pero en esta ocasión te has
pasado de la raya. ¿Cómo has podido tratar así a nuestra amiga Petunia, te has
vuelto loca?
Tras las palabras de Clematis el silencio se apoderó del jardín y nadie dijo
nada más.
Azucena reflexionó mucho sobre las palabras de Clematis durante todo ese
día. Ella sabía que a veces era muy arrogante frente a las otras debido a su belleza
y que Clematis estaba en lo cierto, esta vez se había pasado. Lo reconocía pero
ahora era muy tarde para poder corregir su comportamiento tan déspota y odioso.
Cómo iba a disculparse ahora con Petunia. Ella no la perdonaría jamás después de
lo pasado y lo que era peor, lo entendería perfectamente. Ella haría lo mismo en su
lugar. No le cabía en la cabeza cómo había podido perder los estribos de esa
manera, no tenía perdón de Dios. Pero tenía claro que no iba a dejar que las cosas
se quedaran así. Tenía que hacer algo para poder ganarse otra vez la confianza y la
amistad de Petunia. Pero, ¿cómo? Bueno, ya se le ocurriría algo. Por de pronto
tenía que dejar que pasaran unos días para que se calmasen un poco los ánimos,
después ya vería cómo lograrlo.
Los días pasaron y la vida cotidiana retomó su curso de nuevo entre las
criaturas del jardín y con ella los chismes y cuchicheos de las margaritas, las risillas
finas de las sensibles petunias, algún que otro chiste de los geranios , que aunque
fueran malos siempre conseguían arrancarles por lo menos una sonrisa a sus
compañeras. También” velo de novia” se comportaba tranquila y poco habladora
como de costumbre. Más allá de los setos también la vida corría placenteramente
para los árboles que allí vivían, todos ellos frutales, pero que se encontraban
demasiado lejos de todos nuestras amigas como para tomar parte de su vida.
Los niños salían como de costumbre todas las tardes al jardín para jugar
después de terminar sus deberes para el colegio acompañados por su madre. A
Clarita le gustaba sentarse en la terraza debajo de la sombrilla amarilla para
dibujar o colorear en su libro de dibujos favorito. Su madre le solía traer un vaso de
limonada casera con cubitos de hielo y una pajita por la que ella sorbía el refresco
con avidez cuando hacía mucho calor. Otras veces sacaba su muñeca a la que
vestía y desvestía mil veces con los diferentes trajecitos de vivos colores que le
habían regalado en Reyes o por su cumpleaños. Era una niña muy buena, dulce y
obediente que se distraía sola con cualquier juguete o incluso sin ninguno. A
menudo cogía su pequeña regadera de color rosa y les echaba agua a las flores que
la querían mucho y es que ella se hacía querer. Por el contrario, su hermano Pepe
era un niño inquieto y demasiado activo. Casi siempre traía a algún amigo del cole
para jugar, ya que solo no le gustaba hacerlo. Esos días eran muy temidos por las
flores y plantas porque solían ser tardes muy movidas y estresantes. Los dos niños
no paraban y no daban un respiro a nadie. Jugaban a la pelota aunque la madre de
Pepe se lo tenía prohibido debido a los destrozos que ocasionaban con la misma.
Cuando se aburrían se dedicaban a dar la lata a la señora Clara que siempre estaba
muy ocupada con los quehaceres de la casa. O molestaban a la pequeña Clarita
lanzándole objetos pequeños como bolas de papel, lápices o lo que tuvieran más
cerca. También se habían construído unos tirachinas y lanzaban cacahuetes o
garbanzos crudos con ellos, utilizando como diana a las flores o a la hermana de
Pepe. Menos mal que eran unos tiradores pésimos y no acertaban casi nunca. Les
fastidiaba que la niña estuviera siempre tan entretenida y divertida jugando con
sus cosas. Normalmente en esos momentos solía aparecer la señora para
reprenderlos y regañarlos dado que ella sabía que Clarita no se iba a quejar ni a
chivarse.
Algo extraño estaba sucediendo en la casa. Las flores, las plantas, los árboles
incluso los gorriones que volaban diariamente sobre el jardín intuían que algo no
marchaba bien sin saber exactamente qué pasaba. Hacía días que la señora Clara
no salía a la terraza ni al jardín como de costumbre para regar, cuidar y mimar a
sus “pequeñas”. Gracias a Dios que la chiquitina Clarita salía y las regaba con su
regadora de juguete imitando a su madre. De no ser así, pronto se secarían y
marchitarían. Sin embargo eso no era suficiente, ellas necesitaban más agua y
cuidados, ya que los días habían empezado a ser muy calurosos. Albergaban la
esperanza de que la señora sólo estuviera algo indispuesta esos días y que muy
pronto saldría como de costumbre a cuidarlas. Pero los días pasaban y nuestras
sedientas amigas no recibían de su pequeña amiguita Clarita el agua suficiente
para poder sobrevivir. Para Clarita el rociar el poco de agua sobre las flores era un
juego en el que jugaba a hacer lo que su madre hacía.
-Petunia, cariño, quiero pedirte perdón por mi comportamiento del otro día.
Que sepas que te quiero mucho y no deseaba hacerte daño con mis palabras,
aunque eso fue exactamente lo que conseguí. A veces soy demasiado orgullosa y
creo que soy la mejor cuando en verdad tú eres mucho mejor que yo. Eres dulce,
modesta y nunca dices nada que pueda herir los sentimientos de nadie. Yo quiero
ser como tú y te prometo que voy a cambiar y me esforzaré por mejorar mi
carácter. De ahora en adelante puedes contar conmigo en la que tendrás a una
amiga incondicional y que te apoyará en todo.
Clematis que al igual que todas las demás escuchaban las palabras de
Azucena a Petunia, tuvo que luchar para que no se le escaparan las lágrimas.
Cuando se sintió con un poco de fuerza se dirigió a Petunia y dijo:
Otra vez, unas palabras en voz muy bajita..., era Petunia, era Petunia. De
repente las flores y plantas sintieron rejuvenecerse en ese momento, Petunia aún
vivía, ¡qué alegría!
-Queridas mías, creo hablar en boca de todas cuando afirmo que Petunia era
la mejor de las amigas. Nos regaló muchos momentos inolvidables y nunca, nunca
tuvo una palabra ni un gesto que nos hiriera o hiciera sentir mal, todo lo contrario,
siempre veía la cara positiva de todo y nos dio la sensación de que nos quería. Es
muy amargo este momento en el que nos sentimos desoladas y abandonadas por
nuestra sensible e inolvidable Petunia. Te recordaremos siempre Petu y cuando lo
hagamos tendremos siempre una sonrisa dibujada , la sonrisa que tu siempre
llevabas como pintada en tus labios. ¡Qué Dios te bendiga y.....!
Brrmmmmmmm, pumm......
Dios mío Clematis, ¿qué son esos horrorosos estruendos?, gritaron agitadas
las asustadizas margaritas.
-Queridas, queridas, no son más que truenos. Parece ser que se acerca una
gran tormenta. Mirad el cielo está de color plomizo, va a caer un lluvión de
cuidado, exclamó Clematis intentado tranquilizarlas a todas en la medida de lo
posible.
Sin duda todo lo que había sucedido, primero lo de Petunia a la que creían
ya marchita y después aquella salvaje tormenta, había sido demasiado para
Clematis. Sin embargo en ese momento, se dirigió a ellas todavía con la cara
risueña y dijo llena de júbilo: -¿Es que no os dais cuenta?
Todos los habitantes del jardín estaban exhaustos por los acontecimientos
vividos últimamente. Pese a eso, estaban felices y la alegría de volver a tener entre
ellas a su gran amiga Petunia hacía que sintieran en su interior una fuerza gigante
que les daba la sensación de poder sobrevivir a cualquier desgracia.
La euforia era grande, pero había que ser realistas y Clematis, como la
mayor de todas las flores, tuvo que hacerles ver cuál era la realidad. Habían tenido
muchísima suerte de que hubiese llovido tanto después de haber pasado tanta sed.
De momento sus raíces estaban frescas al haber bebido el agua y llenas de vida
pero si no eran regadas regularmente volverían a secarse hasta marchitarse; había
un hecho que no podían olvidar: No sabían nada de la señora y ella era la única
que las regaba siempre. Sin sus cuidados estaban perdidas. Sin embargo ninguna
de ellas sabía ni se podía imaginar qué había ocurrido con su señora y por qué no
las cuidaba. No lo entendían porque ellas sabían perfectamente que el jardín era
una de las cosas más importantes para la señora. Lo que estaba claro era que sea lo
que fuese lo que había pasado con ella, tenía que ser algo grave como para
abandonarlas a su suerte. Se propusieron mantenerse muy atentas para poder
enterarse de lo sucedido.
Aunque el señor de la casa nunca se ocupaba del jardín aquel día salió para
ver cuáles habían sido los desperfectos que había dejado la tormenta a su paso.
Llamó a los niños desde la terraza.
-Niños, hay que limpiar y ordenar todo esto. La tormenta ha sido fuerte y ya
veis como lo ha dejado todo. Clarita, tú traes la escoba y la pala para barrer la
terraza. Pepe, ve a la cocina y trae la bolsa de plástico más grande que veas para
meter toda la basura.
Ahh, Clarita, coge también dos o tres trapos y mójalos, con ellos
limpiaremos la mesa y las sillas de la terraza.
-Papá, dijo Clarita, ¿qué le pasa a mamá? ¿Por qué se pasa el día triste y
echada en su cuarto?
-Cariño, mamá esta triste pero es algo pasajero que se le pasará pronto. Es
que echa de menos su país y su mamá. Pero estoy seguro de que muy pronto
volverá a ser la de antes. Le tengo una sorpresa preparada y la volverá loca de
alegría, ya verás. Pero ahora, ve al cuarto de mamá y ábrele la ventana para que le
entre aire fresco, ella adora el aire puro que se respira después de la lluvia.
Fue la primera vez que más de una de nuestras amigas sentían de corazón el
no tener dos piernas como las personas para echarse a correr al encuentro de su
dulce señora. Pero no había que lamentarse, sino dar con soluciones.
Clematis la cortó y dijo enervado: - Pero por favor Azucena, que no estamos
de humor para tus discursos de alto copete. Habla cristiano chica, que no tienes
que impresionar con tu lenguaje rimbombante a la reina de Inglaterra o algo así.
Di simplemente lo que tengas que decir y punto.
-¿Os habeis dado cuenta?, ni siquiera en un momento tan serio como éste
Azucena es capaz de tragarse su comportamiento pomposo y ser sencilla como
todas nosotras. Y después con ese cuello largo, mirándonos por encima del
hombro, tan altanera y..........
Los geranios odiaban las situaciones en las que el ambiente estaba tan tirante
. Así que decidieron hacer algo para relajar los ánimos.
-Bueno, ya que no tenemos piernas para ir a donde está ella y tampoco nos
puede oir cuando hablamos porque no es una de nosotras, he pensado en utilizar
nuestra arma.
¿Nuestra arma?, gritaron todas las flores y plantas. ¿De qué estás hablando
Azucena querida?
-Bueno, hablo de nuestro aroma. Del olor que desprendemos, claro. Como
ya sabéis soy la flor que más fragancia desprende. Sin embargo si todas ponéis
empeño también podéis emitir más perfume del que desprendéis normalmente.
Entre todas repiraremos hondo y soplaremos y lanzaremos al aire la mejor de
nuestras fragancias. Entonces la brisa se ocupará del resto tranportándola hasta la
ventana del dormitorio de la señora Clara. Estoy segura que cuando perciba el olor
perfumado de sus flores no podrá resistirse a salir y por fin reaccionará. ¿Qué os
parece mi idea?
Las otras petunias también estaban eufóricas después de oir la gran idea que
había tenido Azucena y comenzaron a llorar de emoción. Pero bueno, las petunias
siempre habían sido muy sensibles y no hacía falta mucho para que se pusieran a
llorar a moco tendido. Tenían un gran corazón y eran las que mejor carácter tenían.
Si hubieran podido se hubiesen desprendido de la tierra de su jardinera y habrían
ido a la maceta de Azucena corriendo para darle un abrazo y cubrirla de besos.
Entre todas decidieron por unanimidad que aquella idea era la solución que
habían estado buscando con tanto ahínco. Ahora sólo faltaba ponerla en práctica.
Lo que necesitaban más que nunca para poder llevar a cabo su plan era una cosa:
viento, y a ser posible mucho viento que soplara en la dirección correcta, es decir,
hacia la ventana del dormitorio.
Había que esperar y esperar hasta que llegara el momento idóneo y luego
ponerse manos a la obra sin pérdida de tiempo.
Aquel día reinó tranquilidad entre nuestras amigas y sin embargo sentían
un desasosiego viendo que no se movía ni una hoja. No había viento, ni tan
siquiera una brisa. Esperar por algo que no llega no es tan sencillo como parece,
pero ellas sabían que no les quedaba ninguna otra alternativa. Tendrían paciencia
y esperarían el tiempo que fuese necesario. Lo más importante era perseverar y no
tirar la toalla.
Gracias a Dios que no tuvieron que esperar mucho más, ya que corrían
peligro de marchitar por falta de agua. Al día siguiente de haber ultimado los
detalles de su plan, a la hora del mediodía, comenzó a soplar el viento, que aunque
no era fuerte sería suficiente para poder hacer llegar su perfume hasta la ventana.
Entonces fue cuando Clematis y Azucena dieron el pistoletazo de salida haciendo
la cuenta atrás.
En ese momento todas nuestras amigas aspiraron tanto aire que parecía que
iban a reventar de un momento a otro. Una vez hecho esto, comenzaron a soplar
con mucha fuerza todo lo que tenían dentro hasta quedarse vacías. En seguida
percibieron ellas mismas la cantidad de fragancia que de repente flotaba en el
ambiente. Nunca antes había estado el aire tan cargado de los diferentes aromas de
cada una. Aquello parecía el departamento de perfumería de unos grandes
almacenes después de que cien clientas se hubieran echado perfumes de todas las
marcas por aquí y por allá con la correspondiente nube aromática gigante. Bueno,
ahora le tocaba actuar al viento. Todas esperaban que éste cumpliera también con
su misión y así lo hizo. No tuvieron ni siquiera que esperar... Según habían
soplado las flores, el viento arrastro con su soplo enérgico aquella nube de olores
maravillosos hacía la ventana de la señora Clara. Justo en aquella dirección, qué
suerte habían tenido...
Reflexionando sobre todo esto, ellas estaban muy calladas y no se oía ni pío.
Ni siquiera se percibía el canturreo de los pajarillos que normalmente se
encargaban del fondo musical del jardín. El silencio era fantasmal y lleno de
expectación y nerviosismo.
De pronto vieron una sombra ante la puerta de cristal del saloncito de estar
y que daba a la terraza. Hacía bastante sol, así que la luz del mismo no les dejaba
apreciar con exactitud de qué sombra se trataba. Esperaron un poco más a que la
figura que pintaba la sombra se pudiera ver mejor, pero unos segundos después
pudieron divisar a la señora Clara saliendo a la terraza. Estaba seria pero allí
estaba, delante de ellas. Estaba mirándolas de izquierda a derecha y de derecha a
izquierda como atónita. Hasta que reaccionó y comenzó a decir:
-Vale, bien, pues es que como yo sé que tu gran ilusión siempre ha sido que
nos fuésemos a vivir definitivamente a tu país, hace unas semanas hablé con mi
jefe a ver si era posible que me dieran un traslado para poder irnos. Él me contestó
que iba a estudiar el caso y ya me respondería cuando supiera algo en concreto.
La señora Clara se había quedado con la boca abierta e inmóvil. Parecía que
era una estatua y que ni siquiera respiraba. De pronto salió un grito ensordecedor
de su boca , se levantó de la silla donde estaba sentada y empezó a dar brincos
como si fuera un saltamontes. La alegría era tal que contagió a todos los habitantes
del jardín, flores, plantas, insectos, pájaros, hasta los vecinos de la casa de al lado
que también se encontraban pasando la tarde en su jardín comenzaron a reir sin
saber por qué al verla tan eufórica. En medio de esa felicidad se lanzó a los brazos
de su marido, al señor Juan y lo cubrió de besos y empezaron a saltar de alegria
juntos. Los niños que en esos momentos se encontraban en la cocina merendando
salieron a la terraza asombrados por tal escándalo a ver qué pasaba. Su padre y su
madre les explicaron la situación y los pequeños también se alegraron muchísimo
ya que a ellos también les encantaba el país de su mamá. Siempre iban allí de
vacaciones y siempre se lo habían pasado pipa. Además allí vivía toda la familia de
su madre a los que ellos querían mucho. Les iba a costar algo de trabajo despedirse
de sus amiguitos del cole pero ellos sabían que no tendrían problemas para
encontrar nuevos amiguetes en su nuevo hogar. Aquel fue un día inolvidable. Por
la noche sacaron la barbacoa y cenaron placenteramente en la terraza bajo un cielo
estrellado y un ambiente de fiesta.
Las flores no habían entendido bien las cosas que le había dicho el señor
Juan a su mujer, eso de traslado, jefe, despacho y demás, pero lo que sí habían
entendido es que el gran sueño de su señora se había hecho realidad y que estaba
muy feliz y eso era lo único que sabían y querían saber. Ahora sí que por fin
estaban todas de ánimo para escuchar unos cuantos chistes de los geranios que
aunque fueran malos, seguro que no se enfadarían gracias al buen humor que les
había contagiado toda la familia con su felicidad. Los geranios comenzaron a
contar uno a uno todos los chistes de su repertorio y estaban en su salsa sin que
nadie los interrumpieran.
Pasaron varios días desde la buena noticia. En esos días había habido mucho
movimiento. Toda la familia había estado llenando cajas con todas sus cosas y
organizando la mudanza.
De repente, un día apareció un camión muy grande que aparcó justo delante
de la puerta de la casa de la familia. Nuestras amigas las flores y plantas lo podían
ver con algo de dificultad desde el jardín. Dos hombres muy fuertes entraban y
salían de la casa cargando cajas de cartón. Así pasaron las horas hasta que ya bien
entrada la tarde, oyeron al señor Juan decir: --Por fin, ya están todas las cosas en el
camión, hemos terminado.
Clematis, los geranios, Petunia y todas las demás se sentían sin embargo
algo tristes porque pensaban que si la familia se iba definitivamente, ellas se iban a
quedar solas. Sin embargo esa tristeza no duró mucho ya que de pronto la señora
Clara le dijo a su marido: Buff, ahora ya está la casa vacia, qué alivio.. Bueno, pero
ahora nos toca ocuparnos del jardín.
Todas las flores y plantas no sabían a qué se refería la señora, ¿cómo que
había que ocuparse ahora del jardín?
Pero no tuvieron mucho tiempo para reflexionar sobre esa pregunta. En ese
momento la señora se levantó de la silla y se dirigió a las flores.
-Ahora vamos a regar y arrancar las hojas amarillentas de las flores para que
estén preparadas para el viaje de mañana que será muy largo.
Dios mío gritó eufórica Clematis. ¿Habéis oído lo mismo que yoo?
Síiii, chillaron todas las flores canturreando a la vez.¡ No nos va a dejar aquí
solas, nuestra señora no nos dejará aquí..!!!
Todas las criaturas del jardín gritaban, cantaban y silbaban. Las margaritas
chillaban muy alto con voz de pito como siempre, las petunias lloraban de
emoción a moco tendido, Azucena soltaba besos volados a sus compañeras con su
tallo respingón y su boca de piñón puntiaguda como una flecha, a Petunia se le
habían puesto los ojos como platos y pronto se echó a llorar de emoción
poniéndosele la nariz roja como un pimiento morrón. Los geranios se contaban
chistes malos los unos a los otros muriéndose de la risa... Estaban fuera de sí de
tanta felicidad. Ellas habían temido perder a su señora y a la familia cuando se
fueran de allí. Y ahora se habían enterado que la familia no sólo se llevaba sus
cosas de la casa sino también se las llevarían a ellas consigo. El resto del día lo
pasaron riendo, cuchicheando y escuchando los chistes de los geranios, que hoy
por primera vez parecían hasta buenos del buen humor que tenían todas. Hasta
Clematis, que era normalmente bastante seria, se reía sin poder parar al oir las
sandeces que contaban no sólo los marchosos de los geranios sino también las
chifladas de las margaritas.
Al día siguiente toda la familia cargó una por una cada jardinera y cada
maceta con mucho cuidado de no dañar a nuestras amigas a un coche grande y con
mucho espacio detrás. Ellas mirando hacia atrás dieron el útimo vistazo al jardín
donde se habían conocido y sido tan felices. También se despidieron de los
árboles , setos y de los gorriones que visitaban todos lo días el jardín.
-Os echaremos de menos a todos, gritaban los vecinos agitando sus manos
con pañuelos al aire.
FIN