Art04 PYMES

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NOVIEMBRE 2012 CUADERNOS DEL CENDES


Aceptado: JULIO 2013 AÑO 30. N° 83
TERCERA ÉPOCA
MAYO-AGOSTO 2013 53

Creación de empresas, modelos


de innovación y pymes
ALEJANDRO PIZZI
IGNASI BRUNET* pp. 53-74

Resumen Abstract
El artículo analiza la dimensión social que implica This paper analyzes the social dimension of business
la innovación económica en las empresas. Existe economic innovation. There is an increasing
un consenso cada vez mayor en cuanto a que la consensus about innovation not being an isolated
innovación no es un proceso individual que las process that firms can develop on their own. In fact,
firmas pueden desarrollar de forma aislada; más bien it depends to a large extend on the economic, social,
depende en gran medida del contexto económico, and cultural context of the companies concerned.
social y cultural en el que operan. El objetivo del The objective here is to identify and discuss the main
artículo es identificar y discutir los principales arguments of the social and economic theory that
argumentos de la teoría social y económica que highlight the influence of the social environment
destacan la influencia del entorno social en los on the innovation processes. Firstly, we analyze
procesos innovadores. Se efectúa un análisis de specialized literature on the subject. Secondly, we
la literatura especializada en la materia. Luego se stress the shortcomings of the classic thesis which
señalan las falencias de la tesis clásica según la cual assumes that large companies are more innovative
las organizaciones más grandes son más innovadoras. than smaller ones. Thesis undermined by the
Tesis que ha sido relativizada al demostrarse el innovative nature of many SMEs, whose experiences
carácter innovador de muchas pymes que han dado have lead to new and alternative innovation models.
lugar a nuevos y alternativos modelos de innovación.

Palabras clave Key words


Innovación / Desarrollo / Pymes / Modelo STI / Innovation / Development / SMEs / STI model / DUI
Modelo DUI/ Creación de empresas model / Business start-up

* A. Pizzi: profesor de Sociología de la Universidad de Valencia, España.


Correo-e: [email protected]
I. Brunet: profesor de Sociología de la Universidad Rovira i Virgili, España.
Correo-e: [email protected]

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Introducción
Si durante el periodo fordista y keynesiano la figura «épica» del director o directivo de la
gran empresa era dominante en el imaginario económico y social, en el periodo posfordista
es la figura del emprendedor innovador la que la sustituye, y ello es consecuencia de que
el relato institucional sobre la innovación ha calado como un humus ideológico-normativo
sobre el que se asientan casi todas las políticas científicas, tecnológicas y culturales (Sádaba,
2008). En este marco, en el que el emprendimiento y el conocimiento son considerados
fuerzas impulsoras del desarrollo, de la creación de empleos y de la competitividad en los
mercados globales, se destaca la idea de que las pequeñas y medianas empresas están siendo
más importantes en la definición de estrategias y tácticas alternativas para la conquista o
creación de nuevos nichos de mercado.
El artículo es de carácter teórico y su objetivo es, por un lado, efectuar un análisis de la
influencia que ejerce el entorno socioinstitucional sobre la innovación y por el otro, presentar
los principales núcleos temáticos que nutren el conocimiento actual dominante en ciencias
sociales sobre la innovación en las pymes. En este sentido, se exponen los aspectos decisivos
que favorecen la innovación en las mismas. Para ello presentamos los principales enfoques y
discusiones teóricas sobre la creación de empresas y las formas dominantes de innovación
en empresas y territorios. Por último, y en función de los anteriores puntos, especificamos
los rasgos típicos de innovación en pymes, que se sistematizan en el modelo DUI (Doing,
Using, Interacting) de innovación.

Modelos de creación de empresas


El análisis del surgimiento de nuevas empresas puede agruparse fundamentalmente bajo tres
perspectivas diferentes, en función de la importancia atribuida al empresario emprendedor,
al proceso mismo de emprender o a las relaciones diversas que es necesario establecer
para emprender (Barba y Martínez, 2006; Hisrich y otros, 2005). Estas aproximaciones
son: 1) el enfoque empresarial, que analiza los factores ligados a la figura del empresario
emprendedor que influyen en la decisión de crear una empresa; 2) el enfoque organizativo,
que recoge las críticas vertidas con relación a la insuficiencia del enfoque empresarial para
explicar el fenómeno de la creación de empresas, dando lugar a una perspectiva en la que la
cuestión clave no es quién crea la empresa, sino cómo se crea y se gestiona, y 3) el enfoque
socioinstitucional, que centra el interés en el conjunto de relaciones sociales y culturales que
establece el empresario emprendedor para obtener información, recursos y apoyo social.
Desde el enfoque empresarial, la motivación para emprender supone que los indi-
viduos que impulsan la actividad emprendedora ha desarrollado y afianzado un espíritu
emprendedor, resaltándose las características personales y psicológicas del emprende-
dor. Remite a una dimensión individual del emprendimiento, así como al denominado

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«enfoque behaviorista» (Moscoso, 2008). A partir de los trabajos de McClelland (1965),
las investigaciones se han encaminado a definir un perfil psicológico del emprendedor a fin
de diferenciarlo del resto de las personas (Veciana, 2005). Por ejemplo, Barba y Martínez
(2006) plantean las siguientes características del emprendedor: deseo de independencia,
mayor predisposición al riesgo, alta necesidad de logro y mayor preferencia por la innovación.
Otra línea de investigación dentro de este enfoque ha tratado de comprobar empíricamente
si la motivación del logro permite diferenciar a los emprendedores. Los resultados hallados
se pueden agrupar en los siguientes rasgos de personalidad que caracterizan la conducta
del emprendedor (Johnson, 1990; Moriano, 2005):
1. Disposición a asumir riesgos.
2. Grado en que un individuo percibe el éxito y/o fracaso de su conducta como dependiente
de sí mismo (locus de control interno) o del contexto (locus de control externo).
3. Autoeficacia general; creencia en las capacidades de uno para organizar y ejecutar
cursos de acción requeridos para gestionar probables situaciones futuras.
4. Creatividad e innovación (Amable y otros, 1997; Kuratko, 2005; Manimala, 1999).
5. Proactividad o iniciativa. La proactividad consiste en anticiparse a los problemas futuros,
necesidades o cambios (Morris y Kuratko, 2002). La iniciativa remite al acercamiento
activo al trabajo (Frese y otros, 1996).
6. Perseverancia (Lee y Chan, 1998; Stuart y Abetti, 1990).
Sin embargo, los estudios que relacionan las características personales del empresario
con el resultado de la empresa no son concluyentes o tienen una relevancia escasamente
significativa (Gartner, 1989). Por ejemplo, Chandler y Jansen (1992) encuentran relevantes las
competencias del empresario fundador, su experiencia y aprendizaje, más que los atributos
personales. Las investigaciones sobre la interacción entre factores sociales y personales
se centran en las intenciones de los emprendedores. La intencionalidad es definida como
un «estado de la mente que dirige la atención de la persona (y por tanto la experiencia
y la acción) hacia un específico objeto (meta) o hacia un camino para lograr algo» (Bird,
1988:442). Igualmente, el contexto social (apoyo social, normas subjetivas, percepción de
oportunidades y recursos, etc.) puede también contribuir en la formación de las intenciones
emprendedoras.
¿Qué nos dicen el enfoque neoclásico y la corriente austríaca? Baumol (1993a, b;
2002; 2004) analizó las contribuciones de los neoclásicos para comprender el rol empren-
dedor (Holmes y Schmitz, 1990; Kihlstrom y Laffont, 1979; Lucas, 1978), planteando que
en dicho modelo las decisiones de crear una empresa se circunscriben a analizar el valor
presente de los ingresos futuros y los costes asociados a dicha acción, sujetos a la presencia
de incertidumbre. Al elegir y asignas recursos, el emprendedor es el agente que promueve
los cambios en el sistema económico. En lo que falla la teoría neoclásica, para este autor,

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es en predecir el comportamiento del emprendedor innovador. Esto se debe a que los mo-
delos neoclásicos son construidos con base en acciones pasadas y sujetas a la restricción
de alcanzar la optimización, mientras que la característica real que define al innovador es
su carácter en parte impredecible.
Marshall (1963:654), por su parte, afirmó que podemos «dividir a los patrones y demás
empresarios en dos clases: los que inauguran nuevos métodos modernos de negocio y los
que siguen por caminos trillados». Los primeros se pueden ver, en términos schumpeterianos,
como la fuerza del progreso económico y del cambio; son innovadores que buscan crear
valor y saben que toda innovación proporciona una ventaja competitiva temporal, por lo
que hay que seguir innovando. A su vez Lucas (1978) considera que la producción requiere
una coordinación y unas habilidades especiales que provienen del talento empresarial, y
cuya retribución surge de los ingresos residuales que la actividad genera. Kihlstrom y Laffont
(1979) agregan que la producción implica asumir un riesgo, y la inclinación a tomarlo es lo
que determina la elección ocupacional de los agentes económicos.
Para Schumpeter (1964) el emprendedor es el sujeto que facilita la emergencia y el
desarrollo de innovaciones, provocando un cambio de una situación de mercado a otra. Los
emprendedores, al desarrollar innovaciones, habilitan nuevas posibilidades en el entorno
económico, desconocidas hasta entonces. Por eso constituyen el agente del cambio eco-
nómico y el vector de la innovación. De esta manera, actúa para distorsionar la situación
de equilibrio existente en el mercado (el emprendedor inicia el cambio y genera nuevas
oportunidades). Schumpeter asume que la función esencial del empresario es distinta a la
del capitalista, aunque el empresario pueda ser también un capitalista. Para este autor, la
posesión de riqueza constituye una ventaja práctica, pero no define al emprendedor, que es
el individuo que innova, que realiza nuevas combinaciones en la producción.
Varios autores representativos de la corriente austríaca (Von Mises, Hayek, Kirzner)
diferían de Schumpeter en su concepción del emprendedor y del emprendimiento. Para Mi-
ses un emprendedor es todo aquel que responde a las señales del mercado con respecto a
precios, ganancias y pérdidas, y que con sus acciones nivela la demanda y la oferta. En esta
línea, para Kirzner (1973, 1979, 1999) los emprendedores generan cambios dentro de una
situación ya existente, porque se orientan por las ineficiencias que otros no han percibido y
sobre las cuales existe una ganancia potencial. Estas ganancias aumentan el conocimiento de
la situación económica y reducen el nivel general de incertidumbre a lo largo del tiempo. El
origen de las ganancias del emprendedor se encuentra en el estar alerta a las oportunidades
que existen en situaciones económicas inciertas, de desequilibrio.
Debe destacarse que las oportunidades de mercado tienen un carácter autónomo, ob-
jetivo, independiente del emprendedor. Dicha objetividad reposa en condiciones de mercado
(la evolución económica produce alteraciones en los factores y en los datos económicos)

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que generan asimetrías de información entre los individuos participantes del mismo. De
esta manera, para Kirzner (1979) el tipo más idóneo de emprendedor innovador es quien
percibe beneficios que otros no han sido capaces de visualizar, debido a su mejor estado de
alerta. Su habilidad no consiste en la introducción de nuevos productos o nuevas técnicas de
producción, sino en la habilidad de ver dónde los nuevos productos se han vuelto valiosos
para los consumidores y dónde los nuevos métodos de producción, sin saberlo los demás,
se han hecho factibles.
El problema fundamental del reconocimiento de oportunidades de mercado es que no
se sabe a priori qué es lo que se busca, pues, si se supiese, el mercado mismo habría hecho el
arbitraje. Por tanto, la búsqueda no puede basarse en la racionalidad económica tradicional,
sobre un cálculo de costo-beneficio, comparando los costos ligados a la investigación de
información con los beneficios esperados por la obtención de una información más precisa.
Los agentes del mercado actúan con una racionalidad limitada y el descubrimiento de
oportunidades de mercado opera de forma espontánea y aleatoria, y se basa enteramente
en la capacidad del emprendedor (Chabaud y Ngijol, 2006).
Desde el enfoque que enfatiza el nivel organizativo se plantea que todo negocio
requiere tanto capacidades empresariales como de gestión (Chandler y Hanks, 1994), en
virtud de dos funciones básicas que cumple el emprendedor innovador: analizar el entorno,
seleccionando oportunidades de negocio y formulando estrategias para aprovecharlas, e
interactuar con el entorno para adquirir y utilizar los recursos necesarios para la implemen-
tación de la oportunidad. En el área de gestión Venkataraman (1997) fue quien destacó
la importancia del papel central de las oportunidades de mercado en la comprensión del
fenómeno empresarial, y constituye el punto de partida de un nuevo enfoque integrador
del campo del emprendimiento que, siguiendo a Eckhardt y Shane (2003), se puede ca-
lificar como «oportunity-based», abriéndose una visión renovada del reconocimiento de
oportunidades.
El enfoque organizativo sostiene que toda oportunidad de negocio utiliza cierta infra-
estructura para operar. Esta incluye recursos físicos (tierra, edificios, equipos, maquinarias,
mobiliario, marcas, patentes, recursos naturales, etc.), recursos financieros (capital de inversión
para activos fijos, para capital de trabajo, para gastos pre-operativos y de arranque, etc.),
recursos humanos (grupo gerencial, empleados, obreros, etc.). Adicionalmente, se requieren
recursos productivos (materias primas, electricidad, vapor, agua, etc.); recursos informáticos
(mercados, tecnologías, leyes, etc.); recursos tecnológicos (know how, bases de datos, saberes,
etc.); recursos intelectuales (ideas, inauguración, creatividad, etc.); recursos sociales (know
how, contactos, redes); y es función del empresario determinar las necesidades específicas
de ellos en todas las etapas del negocio y desarrollar los esquemas operativos que permitan
disponer de esos recursos en la cantidad, calidad, momento y costo adecuados a las realidades

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y potencialidades del proyecto (Belso, 2004; Resnik, 1992). En este enfoque, la empresa se
encuentra, entonces, en continua interacción con su entorno, al utilizar variables externas,
variables estratégicas y variables internas que intervienen en sus procesos de gestión del
emprendimiento (Gibb, 1988; Gibb y Ritchie, 1987; Reynolds y White, 1997). La perspectiva
schumpeteriana es consistente con este enfoque porque sostiene que las funciones del
emprendedor, como agente dinamizador, no cambian en una economía donde prevalecen
las grandes corporaciones.
Desde una perspectiva evolucionista (Dosi, 1982; Nelson, 1993; Nelson y Winter,
1982), el emprendedor es el agente capaz de establecer estrategias competitivas y, a tra-
vés del aprendizaje y disponibilidad de recursos, generar conocimientos que transformen
dichos factores en activos específicos e idiosincrásicos, que favorezcan el desarrollo de
ventajas comparativas sostenibles a largo plazo. De esta forma, la supervivencia en entornos
competitivos depende de la capacidad de aprendizaje de las empresas y de la creación de
conocimiento tácito que diferencia la organización interna de las mismas.
En este sentido, este enfoque se centra en las diferencias entre las empresas a la hora
de producir y usar tecnología. Las empresas son heterogéneas porque no pueden acceder en
igualdad de condiciones a los mismos recursos tecnológicos, sino que ello depende de sus
rutinas, capacidades y actuaciones pasadas. Según Nelson y Winter (1982) la rutinización de
las actividades en una organización constituye la forma más importante de almacenamiento
del conocimiento operativo específico de la empresa (memoria organizativa).
Existe otra línea de investigaciones que analiza la creación de empresas resaltando
la incidencia de los factores socioinstitucionales. Las diferencias nacionales en la actividad
empresarial se han explicado por el conjunto de instituciones que guían o constriñen el
comportamiento de la empresa privada en cada economía. Al respecto, Kostova (1997)
introduce tres dimensiones para evaluar el perfil institucional de los países: 1) la dimensión
regulatoria, es decir, las leyes y las regulaciones que facilitan apoyo a nuevos negocios para
reducir riesgos o para iniciar un proyecto y/o que facilitan a los empresarios la adquisición
de recursos; 2) la dimensión de conocimientos, es decir, las habilidades de las personas para
iniciar o establecer un nuevo negocio; y 3) la dimensión valorativa o cómo los residentes
admiran la actividad empresarial, la cultura, la creatividad y la innovación (Urbano y Toledano,
2007). Se resalta el hecho de que la sociedad está configurada por el conjunto de relaciones
que se dan entre los individuos que la estructuran; estas relaciones pueden ser de mercado o
jerárquicas. Dada la racionalidad limitada de los individuos que componen las sociedades y
las instituciones, la memoria colectiva se concreta en rutinas e instituciones diseñadas para
facilitar la coordinación entre individuos (Berumen, 2006).
Por tanto, desde este enfoque, la decisión de crear una empresa está condicionada
por la memoria colectiva, el marco institucional y sus factores socioculturales, los cuales

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también determinan el desarrollo posterior de la actividad empresarial, y su alcance inno-
vador. En otras palabras, y siguiendo las líneas de la nueva economía institucional (North,
1990), la economía evolutiva (Nelson y Winter, 1982; Witt, 2003) y el nuevo institucionalismo
sociológico (Di Maggio y Powell, 1983; Meyer, 1977), la actividad económica se concibe
como un sistema sujeto a cambio endógeno continuo (siendo la evolución el resultado de
la autotransformación de los sistemas económicos a lo largo del tiempo) y que tiene lugar
en un marco de normas, valores y suposiciones que limitan las decisiones racionales. Dicho
marco institucional (las reglas de juego) es determinante del comportamiento empresarial
debido a que implica limitaciones que condicionan el conjunto de elecciones de los indivi-
duos, a la vez que estructura una serie de incentivos en el intercambio humano, sea político,
social o económico.
Estas perspectivas, al enfatizar las funciones que llevan a cabo las instituciones para
el desarrollo económico, han reforzado el papel del capital social o recursos sociales como
variable determinante para analizar la creación de empresas. Según Coleman (2000), el
capital social permite dar cuenta de diferentes resultados en el plano del agente individual
y, a la vez, hacer transiciones micro-macro sin tener que describir los detalles de la estructura
a través de la cual ocurren. La actividad empresarial se explica en función de las posiciones
e interacciones que los emprendedores tienen dentro de las redes sociales (Freeman, 2000;
Lundvall y Borrás, 2005). Además, se establece una relación directa entre el capital social de
un territorio y la existencia allí de una cultura innovadora. Por ejemplo, la nueva sociología
económica, del mismo modo que la nueva economía institucional, entiende que la actividad
económica es una actividad social que no puede ser explicada al margen de los significados
compartidos, las expectativas sociales, normas, valores y redes de relaciones sociales (Grano-
vetter, 1985; Smelser y Swedberg, 1994). Desde esta suposición, se analiza la innovación en
las empresas en función de la cultura innovadora que detenta un territorio, cuyos primeros
desarrollos teóricos remiten a la obra de Saxenian (1994), quien analizó el caso de Sillicon
Valley. Al extender sus primeros hallazgos a contextos más generales, Saxenian sostiene
que las condiciones sociales y culturales que dan soporte a las actividades de innovación
deben situarse en un contexto de interacción que permita y favorezca la transferencia de
conocimiento y tecnología. Los principales mecanismos de transferencia son analizados con
los conceptos de movilidad y brain circulation, así como de capital social (Capello y Faggiani,
2005). En ambas perspectivas se destaca la idea de proximidad cultural y social, más que
la proximidad física o económica, como elemento clave de la innovación. La ausencia o
presencia de cultura de innovación, su disponibilidad y vigencia, o bien su inaccesibilidad
y su obsolescencia, son factores relevantes a la hora de explicar los éxitos o fracasos. Esto
nos conduce a analizar con más atención los enfoques dominantes sobre la innovación, y
las formas típicas en que se desarrolla en las pymes.

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Los enfoques dominantes sobre la innovación y los estudios de innovación


Sobre la innovación y el proceso de innovación se pueden destacar tres grandes enfoques
en las ciencias sociales: 1) el enfoque schumpeteriano o evolutivo en la ciencia económica,
con alguna aportación de la economía aplicada; 2) el enfoque de sistemas de innovación,
en una perspectiva amplia de las ciencias sociales, y 3) el construccionismo social del cambio
técnico, desde la sociología y otras disciplinas afines como la historia.

Ciencia económica: el enfoque evolutivo


Freeman y Soete (1997) recogen las contribuciones de la investigación empírica sobre la
innovación industrial o técnica, y enfatizan la importancia de la tecnología y la innovación
en los emergentes modelos endógenos de crecimiento económico. La visión convencional
de la economía neoclásica otorga a la empresa y a los mercados la capacidad para tomar
decisiones racionales sobre qué tecnología desarrollar, invertir, adquirir o instalar. Sin em-
bargo, ello no constituye un proceso lineal, ya que la historia de la tecnología está llena de
irracionalidades y sorpresas. Hay dos perspectivas económicas que han dado una mayor
atención a la innovación: el enfoque evolutivo y la economía aplicada.
El autor clásico en la ciencia económica de la innovación, e inspirador del enfoque
evolutivo, es Schumpeter (1964), para quien el emprendedor es el agente económico que
innova, proporcionando la respuesta creativa del sistema económico al constituir la innovación
la fuerza más importante del desarrollo económico a través de su «destrucción creadora».
Al describir la dinámica capitalista como un proceso en el que la innovación y su posterior
difusión crean progreso y eficiencia dinámica, diferenció los términos crecimiento y desarrollo,
asociando el primero a cambio lento, gradual y acumulativo del sistema económico, originado
por factores externos al mismo, y el segundo a los cambios provocados por la innovación,
siendo esta la causa de los cambios estructurales y las fluctuaciones del ciclo económico.
En la visión schumpeteriana, quien se encarga de introducir nuevos inventos en la
actividad productiva es el emprendedor que destruye, mediante su innovación, la posición
inicial de mercado y consigue una cierta posición temporal de dominio en el mercado en el que
actúa. Sin embargo, la innovación no depende sólo del talento del emprendedor individual,
sino del equipo profesional dentro de estas empresas. Esto dará lugar al desarrollo poste-
rior de las teorías de intrapreneurship o del emprendimiento corporativo. Las innovaciones
surgen en el interior de las grandes empresas debido a su actividad investigadora (Callejón
y Ortún, 2009). El emprendimiento innovador depende del equipo profesional –emprende-
dor corporativo–, esto es, de la cooperación entre agentes de varios departamentos de la
empresa que originen cambios innovadores. Esta concepción de la innovación se orienta
por la oferta, al constituir un proceso lineal de búsqueda consciente del conocimiento que
va de la investigación básica al desarrollo tecnológico y tiene un carácter esporádico al ser

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un acontecimiento singular que se prolonga en el tiempo, y que se desarrolla en un deter-
minado tipo de estructura empresarial. Aunque Schumpeter parece haberse inspirado en las
capacidades de innovación de las pequeñas y medianas empresas, al final creyó más efectivo
el modelo organizativo de innovación basado en grandes empresas con infraestructuras
científico-tecnológicas (laboratorios), etc.
En la posterior perspectiva neoschumpeteriana, el enfoque evolucionista se hace más
diverso, cubriendo aspectos como la influencia de la tecnología en la macroeconomía, hasta
el estudio de las trayectorias o senderos tecnológicos, y los estudios comparados de sistemas
nacionales de innovación (Dosi, 1982; Nelson, 1993; Nelson y Winter, 1982). Desde la teoría
evolucionista, la innovación no sucede sólo a través de rupturas o saltos verticales, sino
que también avanza, generalmente de forma continua, dentro de la trayectoria seguida por
el proceso de producción, lugar donde se introducen mejoras del producto y del proceso.
Las opciones técnicas que enfrenta una empresa no conforman un menú determinado
exógenamente; son, en cambio, idiosincráticas en la medida en que resultan de su propia
trayectoria y, específicamente, de los logros y de sus «acciones de búsqueda», ejercitando
rutinas específicamente orientadas a este fin, lo que explica que la empresa dependa del
patrón de actividades productivas que ha sido capaz de seguir en el pasado. Patrón que
genera una historia de aprendizaje que no se limita a la obtención de un mayor acceso a
la información, también a la capacidad para adquirir y valorar tanto las formas de conoci-
miento codificadas como las tácitas; es decir, la capacidad para aprender y adaptarse ante
circunstancias competitivas rápidamente cambiantes. Surge así la idea de que las empresas
compiten, principalmente o en primera instancia, a través de la tecnología. Esta no cons-
tituye una variable externa que le viene impuesta a la empresa, sino una variable interna,
endógena, y se define no como información, sino como conocimiento. Dentro de la llamada
nueva teoría de crecimiento, Romer (1990) argumenta que en última instancia es el nivel
de capital humano el que determina el nivel de crecimiento.
Desde la (micro)economía aplicada, representada entre otros por Baumol (2002), la
visión schumpeteriana de la innovación orientada por la oferta está muy influida por un
entorno institucional, financiero y tecnológico, y muy alejada del actual entorno de integra-
ción comercial, apertura de mercados financieros y cambio técnico y organizativo acelerado.
Baumol se apoya en el nivel micro o empresarial, e inspirado en sus investigaciones sobre
emprendeduría, elabora una concepción de la innovación orientada desde el mercado, y defi-
nida como un proceso permanente, recurrente, continuo y vinculado a entornos competitivos
de economía globalizada, que impulsa la aparición de nuevas formas de organización. Su
unidad de análisis y referencia son las grandes empresas norteamericanas, y observa cómo
estas empresas han ido reduciendo su dimensión externalizando funciones, buscando la
eficiencia en la desintegración vertical y en la flexibilidad, y liberando recursos para dedicarlos

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a la estrategia de innovación. Este nuevo entorno requiere sustituir la lógica de la oferta


por los incentivos del mercado y la demanda tecnológica proveniente del sector productivo,
que pasa a convertirse en una prioridad para definir los criterios de política tecnológica e
innovación. Ello debido a que los procesos de innovación, que impactan positivamente en
el nivel de competitividad y en la tasa de crecimiento, no son generados por instituciones
de I+D trabajando de forma aislada respecto al mercado, sino que son producidos para la
solución de problemas en un contexto de aplicación y mediante la interacción de múltiples
agentes.
Freeman y Soete (1997) destacan cuatro cuestiones claves de los estudios de innovación:
1) la importancia de la perspectiva histórica, a través de las trayectorias tanto institucionales
como tecnológicas; 2) la necesidad de desarrollar una teoría de la empresa innovadora; 3)
la relevancia a nivel macro de avanzar en una visión amplia de la tecnología y sus procesos
de difusión dentro y a través de los países; y finalmente, 4) el reconocimiento de que la
tecnología juega un papel clave tanto para las sociedades desarrolladas como para las
emergentes. Estos estudios de la innovación en la ciencia económica se han institucionali-
zado en una subdisciplina, la economía de la innovación (Bronwyn y Rosenberg, 2010), que
desde dinámicas de «colegio invisible» ha ido ganando posiciones respecto a la mayoritaria
perspectiva disciplinar de la economía neoclásica.

El enfoque sistémico de la innovación


Desde una perspectiva socioinstitucional, de orientación claramente sistémica, la innovación
ya no es sólo un proceso de «destrucción creadora» impulsado por empresas individuales
que buscan ganancias extraordinarias (Schumpeter, 1964), sino consecuencia de una de-
cisión de cooperar entre agentes. Como subraya Berumen (2006), a diferencia de la teoría
económica neoclásica, el comportamiento de los sistemas de innovación está constituido e
influenciado por muchas más variables que los precios, ingresos, cantidades y calidades de
productos y factores; concretamente, el comportamiento de la economía está determinado
por elementos metaeconómicos, como son la estructura normativa, la organización jurídico-
política, los agentes socioeconómicos y la historia de una sociedad. Ello pone también en
cuestión los postulados ortodoxos sobre el papel del conocimiento como algo genérico,
codificable, accesible sin coste e independiente del contexto. Por el contrario, al analizar la
innovación como un fenómeno socioinstitucional y sistémico, se destacan las interrelaciones
entre actores y factores, tanto internos como externos a la empresa, dentro de un entorno
institucional y cultural.
Un sistema de innovación (SI) consta de agentes, roles y reglas en sus tres partes
principales: insumos, actividades o mecanismos y resultados (Freeman, 1987). El enfoque
sistema (nacional) de innovación (SNI) enfatiza la naturaleza sistémica de la innovación

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(Fagerberg y otros, 2005). Se analizan temas relevantes como las universidades, el financia-
miento, los derechos de propiedad intelectual, la geografía, la globalización y las empresas
multinacionales. Edquist (1997, 2005) distingue dos componentes principales de un sistema
de innovación: las «organizaciones» o agentes, y las «instituciones» o las reglas de juego.
Las organizaciones se definen como estructuras formales con un objetivo explícito, creadas
conscientemente por los agentes, e incluye a las empresas, universidades, asociaciones de
capital de riesgo y agencias públicas de política de innovación, que pueden cumplir un papel
relacionado con la producción del conocimiento, su distribución, o la regulación del marco
legal del sistema de innovación. Las interacciones entre los agentes quedan reflejadas en
las instituciones o las reglas de juego (rutinas, prácticas establecidas, reglas o leyes) que
regulan dichas relaciones sociales.
Un sistema de innovación nos aleja analíticamente de la empresa

… autosuficiente y del análisis de las relaciones mercantiles bilaterales entre agentes,


conduciéndonos a un análisis de subconjuntos de actores que interaccionan en un ámbito
territorial definido: empresas, redes de empresas, centros tecnológicos, instituciones,
recursos humanos, etc., entre los que se establecen interrelaciones –de cooperación y
de competencia– que en conjunto dan lugar a la aparición de externalidades positivas y
una dinámica colectiva en la que cada elemento depende también del comportamiento
de los demás. (Vence, 2007:17).

El concepto de sistema de innovación abarca todas las posibles fuentes, factores y


tipos de innovación, incluidas las innovaciones organizacionales, desde una perspectiva
histórica, dispensando un papel preferencial a las instituciones (Gómez-Uranga y Olazarán,
2001), y ello en el marco de un enfoque flexible y plural que permita el análisis empírico de
diversas realidades y casos (Edquist, 2005). Tales actividades se pueden descomponer en
cuatro dimensiones: 1) provisión de inputs de conocimiento; 2) actividades de demanda; 3)
provisión de elementos constituyentes del SI (para la creación y el cambio a nivel organizativo,
de redes e instituciones); 4) servicios de apoyo.
En esta línea pueden destacarse cuatro grandes desarrollos del enfoque SI. En primer
lugar, la perspectiva propuesta, liderada por Lundvall (1992), para quien, inspirándose en el
caso de Dinamarca, la innovación es el resultado de un proceso de aprendizaje interactivo,
en el que las relaciones entre productor-usuario y el sistema de generación y distribución de
conocimiento en el mercado laboral resultan de especial importancia. Asimismo, si la incerti-
dumbre, el aprendizaje localizado y la racionalidad son introducidos como supuestos básicos
y realistas en el comportamiento microeconómico, en vez de los supuestos tradicionales
de información perfecta e hiperracionalidad, debe entonces aceptarse que las variaciones

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locales y nacionales pueden frecuentemente conducir a diferentes trayectorias de desarrollo


y a una creciente diversidad, en vez de a la estandarización y la convergencia.
En segundo lugar, en la cuestión espacial y geográfica de la innovación, la dimensión
subnacional o subestatal ha cobrado una alta importancia, desarrollando el concepto de
sistema regional de innovación (SRI) (Asheim y Coenen, 2005; Cooke y Morgan, 1998; Cooke
y otros, 2004; Maskell, 2001; Olazarán y Otero, 2009). Existen regiones y países centrales
que son el corazón del sistema nacional o internacional de innovación, y otras regiones cuyo
desarrollo se basa en una función complementaria en apoyo a las regiones centrales o en
la explotación de los recursos endógenos. Un sistema de innovación regionalizado fuerte es
aquel que tiene vínculos sistémicos entre las fuentes de producción del conocimiento (univer-
sidades, organizaciones de investigación), intermediarios (gobierno y servicios de innovación
privados) y las empresas, tanto grandes como pequeñas. Sin embargo, la mayoría de las
regiones subnacionales no tienen estas características sistémicas, a pesar de que cuenten
con actuaciones de políticas públicas orientadas por la visión SI. La perspectiva del sistema
regional de innovación recoge elementos de la economía evolutiva, economía institucional,
teorías sociales y geografía económica, integrando diferentes conceptos como distritos
industriales, medios innovadores o regiones de aprendizaje (Olazarán y otros, 2011).
Sin embargo, la proximidad geográfica puede presentar limitaciones respecto a la
masa crítica necesaria para la generación de nuevo conocimiento e innovaciones. Copus y
otros (2008) destacan que la región es especialmente importante para el intercambio de
conocimiento tácito y para la provisión de mano de obra cualificada; mecanismos ambos
muy importantes en los procesos de innovación de las pequeñas empresas. No obstante, no
todos los entornos regionales favorecen la actividad innovadora de las empresas. La falta de
actores regionales relevantes, la fragmentación o la falta de colaboración en la innovación
entre agentes de la región y el lock in institucional social y cultural pueden dificultar la activi-
dad innovadora. Estos déficits se producen en mayor medida en regiones periféricas, donde
prevalecen los sectores industriales tradicionales. Para evitar el lock in se resalta la importancia
de los vínculos extrarregionales. La proximidad es más importante para la cooperación con
agentes de I+D que para la cooperación dentro de la cadena de valor, donde alcanzan una
notable relevancia las relaciones con clientes y proveedores internacionales.
Por ello, en tercer lugar, la dimensión sectorial ha recibido una creciente atención, y
provee al enfoque SI de una incipiente formalización sobre los procesos evolutivos. Para
Malerba (2005), el enfoque del sistema sectorial de innovación (SSI) se fundamenta en tres
pilares analíticos: el conocimiento y la tecnología, los actores y las redes, y las instituciones.
Aunque este enfoque muestra una tendencia al estudio de sectores de tecnología media y
alta, se puede decir que el SSI ha hecho dos contribuciones importantes. A nivel conceptual,
ha resaltado la importancia de las organizaciones y empresas y de sus relaciones, y también

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la relevancia del conocimiento y la tecnología, aunque a veces parece caer en un cierto
determinismo tecnológico al enfatizar la tecnología como factor determinante del cambio
en los actores organizativos y en las relaciones entre ellos. A nivel analítico, el enfoque SSI
ha impulsado el análisis multinivel al observar la influencia de factores globales, nacionales,
y regionales/locales en los sectores productivos y tecnológicos.
En cuarto lugar, un desarrollo reciente ha sido el énfasis puesto en la importancia del
aprendizaje y de la generación de competencias y habilidades al nivel organizativo, interor-
ganizativo o sectorial, y general en los sistemas educativos y de formación. Edquist (2005)
sugiere que el enfoque SI debería prestar una mayor atención al sistema de educación y
formación, especialmente a través de la noción de construcción de habilidades (skills) o
competencias (competence building). Un número especial de la revista Regional Studies
sobre regional innovation systems (Asheim y otros, 2010) indica que una de las áreas menos
investigadas es la dimensión de los mercados de trabajo al nivel subnacional (regional-local),
el capital humano y los sistemas de formación (Arundel y otros, 2008; Asheim y otros, 2010).
Estos desarrollos subrayan la cada más aceptada diferenciación de dos grandes tipos de
SI: la visión estrecha del tipo Science, Technology, Innovation (STI) y la visión amplia del
tipo Doing, Using, Interacting (DUI). Mientras el STI tiende a mantener cierta importancia
de la visión linear y formal de la innovación, el DUI enfatiza los procesos de abajo-arriba
no-lineares, informales y multidireccionales de aprendizaje y flujos de conocimiento, en
proximidad al sistema productivo. Mientras el STI prioriza el desarrollo de conocimiento desde
la investigación, la educación superior, la gran empresa, etc., junto a jerarquías formales y
fuertes regulaciones (propiedad intelectual, patentes, etc.), el DUI prioriza el aprendizaje
desde las empresas (pymes), el sistema educativo y de formación (formación profesional
inicial y continua), desde regulaciones blandas y relaciones interactivas. En clave macro-
sociológica, mientras el STI puede ser visto como un instrumento de generación de ciertas
elites de investigación, el DUI destaca la distribución y difusión del conocimiento tanto en
amplios espectros de la sociedad como en la organización del trabajo. Ello se profundiza
en el siguiente apartado.

Rasgos generales del modelo DUI de innovación en pymes industriales


Gibbons y otros (1994) se refieren al modo tradicional de producción de conocimientos, poco
interactivo y concentrado en disciplinas científicas universitarias, conocido como modelo ba-
sado en la ciencia y la tecnología (STI). Más recientemente se ha sistematizado un modelo
de innovación más interactivo y socialmente distribuido, que funciona como complemento
del anterior. En esta variante los actores involucrados son más numerosos y tienen interre-
laciones más intensas. Constituye un proceso reflexivo y dialógico, capaz de incorporar una
mayor diversidad de puntos de vista. A los sistemas de control de calidad científica, como

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la supervisión de los pares, se añaden otros criterios de complejidad económica, social y


cultural para identificar lo que se considera como buena ciencia.
El modo de innovación STI es típico de sectores de alta tecnología y empresas de
mayores dimensiones, y se caracteriza por la importancia del conocimiento codificado,
del personal científico interno y de las relaciones con instituciones científico-tecnológicas
externas. Ha sido el modelo convencional del estudio lineal de los procesos de innovación,
desde la ciencia y la tecnología a la innovación y aplicación. Esta opción proviene de la
experiencia anglosajona, especialmente de Estados Unidos cuando en 1980 se formaliza y
legaliza la capacidad de las universidades para comercializar su investigación. También en
Europa el modelo da cuenta de la realidad de la innovación en las empresas. Particularmente
Suecia y Finlandia constituyen casos paradigmáticos de la aplicación del STI, debido a que
encabezan los rankings europeos sobre inversión en innovación, especialmente en I+D formal
y en educación e investigación superior
Por su parte, el modo de innovación basado en «hacer, usar e interactuar» (DUI) (Lund-
vall y Borrás, 1999), más ajustado a lo que ocurre realmente en las pymes, se estructura
en torno a tres procesos de aprendizaje. En primer lugar, el denominado learning by doing
(aprender mediante la resolución cotidiana de problemas surgidos de la actividad producti-
va). En segundo lugar, el learning by using (aprender sobre la base del uso y adaptación de
nuevos sistemas técnicos). En tercer lugar, Lundvall (1992) añade el learning by interacting,
tanto interno a la organización (sobre la base del trabajo en equipos multidisciplinares) como
externo a la misma, en especial en las relaciones productor-usuario, típicas, por ejemplo, de
aquellas entre fabricantes especializados y grandes clientes. Constituye un modelo distintivo
de las pymes en el que predomina la interacción entre personas y entre departamentos, así
como el intercambio de conocimiento tácito y la relación estrecha con usuarios o clientes
(Olazarán y Otero, 2009).
El modelo interactivo de innovación fue desarrollado por Lundvall (1992) para el caso
danés, luego extendido al análisis de otras regiones. Dicho modelo supone una interacción
continua entre los distintos agentes a lo largo de todo el proceso de innovación y de la
posterior comercialización de los resultados. Incluso una vez que el producto está introducido
en el mercado, continúa el mejoramiento de productos y procesos. En consecuencia, en este
modelo se tiene en cuenta, además de las actividades tecnológicas de los departamentos de
I+D, la gestión de la innovación como un proceso estratégico y corporativo en el que debería
estar implicada toda la empresa a partir de procesos de retroalimentación continuos entre
sus distintas partes y etapas. Esto implica que es relevante el know how de la empresa, que
supone conocimientos tácitos y acumulativos. Más específicamente, las pymes industriales
están inmersas en procesos de búsqueda y creación de conocimiento (captación, incorpora-
ción y desarrollo de nuevos componentes tecnológicos, resolución de problemas, imitación

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de competencias y rutinas externas, nuevas combinaciones de conocimiento, etc.). Se trata
de una innovación incremental donde predomina el conocimiento tácito.
Con su noción de aprendizaje interactivo (interactive learning), el modelo DUI ha
profundizado en el carácter interactivo de los procesos de innovación, que es el resultado,
por un lado, de la interacción continua entre agentes internos a la empresa (por ejemplo,
entre diseño, producción y marketing, entre ingenieros y trabajadores de producción, o entre
personal de la oficina técnica y el servicio de asistencia técnica) y, por otro, de las relacio-
nes entre la empresa y agentes externos (principalmente, clientes y proveedores). De esta
manera, las pymes son innovadoras en el sentido de que llevan a cabo tareas de captación,
desarrollo, implementación –en sus procesos y productos– de nuevas tecnologías que
normalmente se encuentran en el mercado. Estas empresas realizan básicamente mejoras
de productos y procesos, y es que dada su menor capacidad para moldear e influenciar el
contexto externo, la innovación se produce de manera reactiva, como respuesta a circuns-
tancias cambiantes del entorno, y no forma parte de una estrategia proactiva a largo plazo
(Smallbone y otros, 1993).
Este carácter reactivo y a corto plazo de la innovación en pymes dificulta la cooperación
con agentes regionales de I+D (universidades, centros tecnológicos), los cuales configuran
su agenda de investigación a medio o largo plazo (Hassink, 1997). La innovación en pymes
presenta un marcado carácter market pull (Kaufman y Tödtling, 2002), en el sentido de la
relevancia que tiene el papel tractor del cliente en los procesos de innovación de las pymes.
En numerosas ocasiones, estas se ven impulsadas por sus clientes a realizar nuevos desa-
rrollos tecnológicos (Gebauer y otros, 2005; Kauffman y Tödtling, 2003). Pero las ideas para
la innovación también pueden provenir de la vigilancia tecnológica que realizan en ferias y
observando a competidores. Los proveedores de tecnología avanzada (nuevos componentes
técnicos) también juegan un papel importante.
En este sentido, la relación con clientes y proveedores es clave para los procesos de
innovación en estas empresas. El cliente de las pymes (especialmente si es una gran empresa)
es, muchas veces, la fuente de la innovación. Los proveedores técnicos, por su parte, propor-
cionan información y conocimiento sobre las novedades en tecnologías y componentes que
existen en el mercado. Además, las empresas suelen tener relaciones duraderas y selectivas
con clientes y/ o proveedores clave, y con frecuencia las relaciones con agentes de I+D como
universidades y/o centros tecnológicos son secundarias con respecto a las que se establecen
con clientes y proveedores. Normalmente son las empresas más grandes y con mayores
capacidades de innovación las que cooperan con estos agentes. Uno de los problemas
para la cooperación son los diferentes ritmos de los proyectos de los agentes de I+D y las
empresas. Los agentes de I+D desarrollan investigaciones a mediano-largo plazo, de mayor
incertidumbre, mientras que las empresas buscan resultados aplicables en el corto plazo.

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Las consultorías, por su parte, ayudan a veces a las empresas a completar la documentación
en la petición de proyectos, o les prestan asesoramiento en las deducciones fiscales por
actividades de innovación. Por otra parte, las empresas grandes cuentan a favor su mayor
capacidad financiera para emprender innovaciones y aprovechar oportunidades. Pero, a su
vez, el mayor tamaño genera problemas para adoptar una organización eficiente de los
recursos para la innovación. En contra, para las pymes su fortaleza radica en la flexibilidad y
en la capacidad para adaptar su estructura organizativa a las necesidades de la innovación,
así como también para socializar su cultura empresarial.
El mayor tamaño alcanzado por las empresas exitosas como consecuencia de su diver-
sificación de negocios, mercados, productos, etc., genera efectos potencialmente negativos,
como la dificultad de coordinar las distintas áreas. La necesidad de combinar descentralización
y control por parte de la dirección general hacia las divisiones y áreas de la empresa finalmente
conduce a mecanismos de control de resultados a posteriori, para cuyo cumplimiento los
gerentes tenderán a centralizar sus estructuras, dificultando la participación interna. Por el
contrario, las empresas de menor tamaño deben fomentar y apoyarse, para favorecer el éxito
innovador, en sus recursos intangibles. Su utilización eficiente y su acumulación constituyen
sus principales activos, dado su tamaño y recursos económicos más reducidos. Entre los
recursos intangibles se destacan la experiencia acumulada por los miembros mediante el
aprendizaje interno en la empresa, constituyendo activos de difícil imitación.
Otra dimensión relevante para aproximarnos a los procesos de innovación en las pymes
es la reflexión estratégica. El grado de formalización de la misma está relacionado con el
tamaño empresarial y son las empresas más grandes las que cuentan con planes estraté-
gicos. En muchas pymes no se otorga un papel explícito a la innovación. En consecuencia,
la formalización de la innovación en estas empresas tiende a ser menor. Por el contrario,
en algunas de las empresas con mayor impronta innovadora se ha constatado que la pla-
nificación estratégica se vincula efectivamente con actividades de I+D formal (planificación
tecnológica, planes de producto, patentes, prospección tecnológica, participación en proyectos
de I+D individuales o en cooperación, etc.). Por tanto, este hecho sugiere que la I+D interna
está positivamente relacionada con los niveles de planificación de la empresa.
El estilo de dirección dominante de una pyme suele ser bastante centralizado. El ge-
rente es el principal tractor en los procesos de innovación y en las decisiones en materia de
innovación participa generalmente un número reducido de personas, principalmente, gerencia
y directores de área (oficina técnica, comercial, fabricación, servicio de asistencia técnica,
financiero). Por otro lado, es muy importante el papel de la oficina técnica como la principal
estructura para innovación en estas empresas, ya que no suele existir un departamento de
I+D. El papel de esta oficina técnica está centrado en las necesidades del día a día (estudio
de pedidos, presupuestación, desarrollo de máquinas, adaptación de procesos productivos,

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vigilancia tecnológica, asistencia a ferias, y relación con proveedores) y, en general, alejado
de la I+D formal (o actividades de I+D en sentido estricto), prospección tecnológica, patentes,
y otras actividades a largo plazo. Por último, ¿qué características asume la participación
interna en las pymes respecto a la innovación? Principalmente, en las pymes participan
sectores internos de la empresa, como la gerencia, las oficinas técnicas y/o departamentos
de I+D, así como ciertos grupos de trabajadores en algunas ocasiones. En los casos en que
se produce una participación de los trabajadores, esta ocurre en las fases de montaje o
implantación de las nuevas tecnologías, instalación en casa del cliente, asistencia técnica…
y no tanto en la fase de diseño de los cambios, por no existir una cultura de participación
o por carecer los trabajadores de cualificación adecuada. En cuanto a la formación de los
trabajadores directamente relevante para la innovación, esta suele consistir en realizar
cursillos organizados por las empresas proveedoras de las nuevas tecnologías.

Conclusión
La innovación emprendedora o el emprendimiento innovador tienen una importancia central
en el contexto del proceso de reestructuración y dinamización del capitalismo que tuvo
lugar desde mediados de la década de los ochenta. En la economía política del capitalismo
de los años noventa, el emprendimiento y la innovación se posicionaron como instancias
estratégicas de la competitividad y el desarrollo. Este posicionamiento explica que el em-
prendimiento y la innovación sean parte de las nuevas reglas del juego del capitalismo y,
si se aceptan esas reglas, la opción real para las sociedades es participar en ellas de la
forma más rentable. Por ello, en la actualidad la evidencia internacional confirma que los
niveles más altos de desarrollo capitalista corresponden a países que muestran también
altos niveles de emprendimiento innovador en sus economías. La innovación y la competi-
tividad son los principales multiplicadores en las economías industrializadas y emergentes.
El comportamiento innovador se ha atribuido a una serie de factores, como las estructuras
institucionales, los comportamientos emprendedores y arriesgados, el aprendizaje organi-
zacional y las capacidades tecnológicas y organizacionales. Un ejemplo de comportamiento
innovador arriesgado es el de las pymes, por lo que los nuevos desarrollos teóricos relativizan
la idea difundida de que son principalmente las grandes empresas las que llevan adelante
procesos de innovación.

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