Los Avatares Pulsionales Y La Clínica Con Adolescentes

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Los Avatares Pulsionales Y La Clínica Con Adolescentes

Por Guadalupe Latorre Scozzarro

“Cuando Gregorio Samsa se despertó una mañana de su


inquieto sueño, se encontró en la cama, convertido en un insecto
gigante. Estaba acostado sobre una espalda dura como una coraza y, si
levantaba un poco la cabeza, veía su vientre abombado, de color marrón
y surcado por unas estrías duras. El cobertor apenas se podía mantener
sobre tan abultado vientre y estaba en trance de deslizarse al suelo. Sus
muchas patas, que comparadas con la totalidad de su volumen eran
lastimosamente delgadas, revoloteaban sin ton ni son ante sus ojos”

La Metamorfosis de Frank Kafka.

Esas palabras de Kafka, no solo enmarcan este trabajo sino que también dan inicio a su
narración más celebre, en la que expone la transformación de Gregorio Samsa de hombre a
insecto. Fiel a su estilo el autor transmite las sensaciones del cuerpo de su protagonista al lector
por su exhaustiva descripción de los aconteceres en este cuerpo que se encuentra en pura
mutación. Pero el relato no solo queda ahí, también aparece la mirada de los otros, sus padres,
su hermana, su jefe; esa mirada que no comprende qué sucede, que carga de silencio los
espacios que parecían conocidos pero que este nuevo cuerpo los hace habitable de una manera
novedosa.

¿Qué sucede cuando imperan los estallidos reales del cuerpo y predomina lo
imaginario? ¿No es acaso eso lo que sucede en el púber? ¿Cómo entendemos al adolescente?

Como punto de partida debemos entender que la adolescencia no es una mera


abstracción, sino que implica una materialidad. En este periodo estallan necesidades de un
cuerpo real y estas exigen definiciones. Esto es lo que genera urgencias.

Freud (2007) en sus Tres Ensayos Para Una Teoría Sexual en 1905 presenta, como
bien lo expresa el título de la obra, una teoría, pero considerando sus posteriores prólogos y
trabajos entendemos que es una teoría en constante construcción.
Repasando, el escrito nos ofrece una síntesis sobre lo que se pensaba de la sexualidad
en la época, a fin de fundamentar su ampliación del concepto, tal como lo expresa en su
Autobiografía (2007) como:

En primer lugar, hemos desligado la sexualidad de sus relaciones, demasiado estrechas, con los
genitales, describiéndola como una función somática mas compresiva que tiende, ante todo, hacia
el placer, y solo secundariamente entra al servicio de la reproducción. Pero, además, hemos
incluido entre los impulsos sexuales todos aquellos simplemente cariñosos o amistosos para los
cuales empleamos en el lenguaje corriente la palara «amor», que tantos y tan diversos sentidos
encierra. A mi juicio, esta ampliación no constituye innovación alguna, sino una reconstitución
limitada a la supresión de inadecuadas restricciones del concepto de la sexualidad paulatinamente
establecidas. El hecho de desligar de la sexualidad los órganos genitales presenta la ventaja de
permitirnos considerar la actividad sexual de los niños y de los perversos desde el mismo punto de
vista que al de los adultos normales. (p2779)

Desde este fragmento podemos pensar puntos cruciales que el autor desarrolla en el
artículo de 1905. Se destaca la sexualidad en la infancia, entendiendo al niño como un perverso
polimorfo y rompe las barreras tajantes así entre lo normal y lo patológico. Además desvincula la
determinación de lo genital en relación a lo femenino y lo masculino. Aclara el autor que desde el
psicoanálisis se entiende a estos términos como equivalentes a la actividad y pasividad, como
significaciones esenciales y únicas utilizables. Recorre conceptos como amnesia infantil, su
relación con los diques anímicos y las fases del desarrollo libidinal.

Esto nos habilita a adentrarnos en el tercer y último ensayo, fundamental a la hora de


pensar en el psicoanálisis con adolescentes.

Aunque Freud solo se refiere al adolescente en una ocasión, desarrolla en sus páginas
la metamorfosis en la pubertad, hace alusión al comienzo de transformaciones que llevan a la
vida sexual infantil, a una constitución normal y definitiva. En la pubertad la pulsión sexual deja
de ser autoerótica, encuentra un objeto sexual y aparece un nuevo fin sexual, lo que determina
funciones diferentes para el hombre y la mujer.

Freud habla de un proceso, propio de la pubertad, en el que los genitales externos e


internos crecen a fin de constituir un aparato complicado que espera ser utilizado. Este aparato
necesita ser estimulado para poder ser usado y así concretar el acto sexual. Desde allí desarrolla
como las manifestaciones, tanto físicas como anímicas, tienen relación y la incidencia de las
zonas erógenas a fin de producir placer, generar tensión sexual y posibilitar así la exatibilidad del
aparato.

Así expone una segunda infancia en la que las zonas genitales son muy similares que en
la madurez aunque carezcan de fin. En ella la satisfacción es menos constante y más limitada.
Sin embargo, advierte que establecer diferencias tajantes entre la vida sexual infantil y la adulta
es una exageración, ya que las manifestaciones infantiles estructuran la vida sexual normal del
adulto. Sobre todo si entendemos que el placer preliminar, aquel ya provocado por las pulsiones
sexuales infantiles, posibilita el placer final o satisfactorio, el que en la pubertad se vive como
nuevo.

Sobre el hallazgo de objeto el autor explica: “el hallazgo de objeto no es más que un
retorno al pasado”. Con esa frase puede resumirse lo siguiente: que en la pubertad se fija la
primacía de las zonas erógenas y un nuevo fin al que puede accederse por la erección del
miembro viril para que penetre en una cavidad excitatória de la zona genital. Primitivamente la
pulsión es autoerótica y la satisfacción sexual está ligada a la alimentación, entendiendo que el
pecho materno es el objeto sexual exterior al cuerpo del niño que luego desaparece. Ante la
llegada del periodo de latencia se vuelve a la relación primitiva, esas primeras relaciones
sexuales que dejan resto. Un resto necesario, que prepara la elección de objeto con el intento
por reconstruir la felicidad perdida. Entonces el niño aprende a amar a las personas que
satisfacen sus necesidades y le auxiliaron en su carencia. Esto debe ligarse al amor sexual, ya
que la madre sería una fuente de excitación sexual y satisfacción de las zonas erógenas. A partir
de esto Freud desarrolla la importancia de los diques contra el incesto.

Debemos considerar que el niño tomará como objeto aquellos que le serán más
asequibles. Esos serán aquellos que lo han cuidado y lo han amado, desde allí entendemos lo
necesario de alzar otros diques y oposiciones, como la ley de la prohibición del incesto,
vinculándose a preconceptos morales a fin de responder a las exigencias de la civilización. Esto
posibilitará la liberación del individuo de la autoridad de sus padres por medio de contradicciones
por parte del púber.

Esta elección infantil de objeto tiene una influencia duradera por su prevalencia en la
posterior elección de objeto en la vida adulta. De ahí la importancia de conocer el desarrollo
libidinal y sus fases. Sin embargo, debemos estar advertidos del peligro que se corre de
entenderlo desde un punto de vista evolutivo, desde la ontogénesis o filogénesis. Jacques Lacan
(2006) en el Seminario 11 entiende a esta confusión como un tropiezo con el Tyche, con el
encuentro con lo real y su insistencia de signos.

Para el autor los estadios de formaciones de la libido deben pensarse en relación a la


angustia de castración, la cual los organizará. Lacan propone:
La angustia de castración es como un hilo que perfora todas las etapas del desarrollo. Orienta las
relaciones anteriores a su aparición propiamente dicha: destete, disciplina anal, etc. Cristaliza cada
uno de estos momentos en una dialéctica que tiene como centro un mal encuentro. (p.72)

Entendemos al mal encuentro como aquel fallido, desde lo inasimilable del trauma que
determinará todo lo que vendrá. El psicoanálisis como praxis, como una experiencia, un campo y
un espacio con vicisitudes que deja marcas en el cuero del que haya entrado en él, puede
entenderse como orientada al hueso de lo real y si consideramos el recorrido que hemos
propuesto no podemos pensarlo sin referirnos a la repetición y al objeto perdido.

Se da a partir de un encuentro con ese tyche, un mal encuentro que será central en lo
sexual. Lacan explica que la copulación en la introducción de la sexualidad será traumatizante y
esto nos abre el campo para pensar en lo expuesto por Analía B. Meghdessian de Naclares
(2011) en su artículo “Adolescentes en Riesgo” publicado en la revista “Actualidad Psicológica”.

Desde aquí cabe la pregunta ¿Cuál es el sujeto en la clínica con adolescentes? Hay un
correlato entre el estallido real sexual propio de la pubertad y el registro imaginario, dando como
saldo un sujeto de la pulsión, que se caracteriza por la desarticulación de goces y de
preeminencia del goce del Otro.

En ocasiones el adolescente es considerado como aquel que vocifera reclamos al viento.


Intempestivos “llamados de atención” por medio de actitudes desordenadas y anárquicas. Lo
llamativo es cómo reacciona el mundo adulto ante esto. Creyendo comprenderlo todo, la mirada
vira hacia otro plano apostando a que esto es parte de un proceso que ya cesará.

Pero en esos embates adolescentes hay un llamado y el psicoanalista debe atender el


teléfono. Ese portazo que delimita espacios puede ser entendido como un reclamo ante la
ausencia de respuestas, sobre qué es lo que sucede en ese cuerpo real y sobre la relación con
un Otro que también aparece como real e invasivo. Hay un cuerpo en el que la historia parental y
social se inscribe, pero que a la vez reclama una historización propia.

Ante este caos de goces que acarrea desajustes entre el saber y el sexo, la falta de
ordenamiento simbólico por la ausencia de ritos en la actualidad deja al sujeto en un “entre”, en
un cruce temporal, que genera un hueco estructural donde el sentido queda suspendido y el
cuerpo se vive como fragmentado.

Se pone en juego el trayecto del lenguaje a la palabra. Al púber no le basta con su


condición de hablante y su relación con el lenguaje. Su cuerpo esta cautivo en lo real y lo siente
como una molestia, no sabe cómo lidiar con él por no haber barreras eficaces a la emergencia
del goce pulsional. Se viven discordancias entre lo que siente y lo que reflejan los espejos.

La autora presenta a lo real y lo imaginario como dos cuerdas que entrecruzan dejando
entre ellas pequeños espacios propicios para manifestaciones ruidosas e inespecíficas. Estas
siempre serán notorias, habrá un lenguaje que reclama ser visto o ser oído, que reclama un
enlace con la palabra.

Serán intentos por confirmarse como sujeto deseante, por no quedar cautivo de la
mirada y de la voz de ese Otro que se presenta como real. Como dice Meghdessian de Naclares:
“la confirmación como sujeto del deseo implica el mismo tiempo una desconfirmación como niño
impacta en el lugar de la identificación imaginaria”. Sin embargo, también serán formas por
reclamar una ley que traiga paz a la anarquía de los goces con los que se ve impedido de hacer
algo con ellos.

Pero ¿cuál debe ser la posición del analista? ¿dónde estará ubicado? El psicoanálisis
con adolescentes, considerando todo esto, es posible siempre y cuando se establezca un
espacio de confianza real.

La posición del analista en la transferencia no está por fuera, como señalé en el comienzo, de los
avatares del tiempo y la estructura en el que tanto los padres como los jóvenes nos hacen
comparecer en la escena.

El analista hace presencia en la escena analítica en cuerpo y “alma”. Y toma a su cargo el relevo
de la función parental -en su dimensión RSI- puesta en suspensión por la necesaria interrogación
a la que el saber del Otro y el del analista se ve sometida desde el comienzo (Meghdessian de
Naclares 2011)

Con esto entonces, podemos entender lo necesario de que se sostenga el objeto real de
la transferencia para que sea posible inscribirlo como falta y con ello se dé lugar al
reanudamiento de la dialéctica entre el amor, el deseo y el goce.

Bibliografía:

 FREUD, Sigmund. (1905) Tres Ensayos Para Una Teoría Sexual. Tomo II. Traduc. Luis
López Ballesteros Y De Torres. Editorial Biblioteca Nueva. Madrid, España. 2007.
 FREUD, Sigmund. (1924) Autobiografía. Tomo III. Traduc. Luis López Ballesteros Y De
Torres. Editorial Biblioteca Nueva. Madrid, España. 2007.
 LACAN, Jacques. (1964). El Seminario De Jacques Lacan: Libro 11: Los Cuatro
Conceptos Fundamentales Del Psicoanálisis.- 1ª Ed. 13ª Reimp- Buenos Aires. Paidós.
2006.
 LACAN, Jacques. Intervenciones y Textos 2.- 1ª Ed. 7ª Reimp- Buenos Aires. Manantial.
2010.
 MEGHDESSIAN DE NACLARES, Analía. (2011) Adolescentes en Riesgo. Actualidad
Psicológica Nº 394.

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