Aristoteles Acerca Del Alma. Gredos. Trad Tomas Calvo 67 69

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CAPITULO SÉPTIMO

Acerca de la visión y qué papel desempeñan en ella


el color, la luz, el medio transparente y el
órgano sensorial

Lo visible, pues, es el objeto de la vista70. Visible es, a su vez, el color así como
otro objeto que carece de nombre, si bien cabe describirlo por medio de una
frase71; en cualquier caso quedará claro a qué aludimos, especialmente por lo
que vendrá a continuación. Lo visible es, por tanto, el color. Éste, a su vez, es
lo que recubre a todas aquellas cosas que son visibles por 30 sí —«por sí» no
significa en este caso que la visibilidad forme parte de su definición, sino que
poseen en sí mismas la causa de su visibilidad—. Todo color es un agente
capaz de poner en movimiento a lo transpa- 418b rente en acto y en esto
consiste su naturaleza. He ahí por qué el color no es visible si no hay luz,
mientras que, a la luz, cualquier color de cualquier cosa resulta visible. Habrá
que empezar, por tanto, diciendo qué es la luz.

Hay, pues, algo que es transparente. Y llamo «transparente» a aquello que es


visible si bien —por decirlo 5 en una palabra— no es visible por sí, sino en
virtud de un color ajeno a él. Tales son el aire, el agua y multitud de sólidos:
no son transparentes, en efecto, ni en tanto que agua ni en tanto que aire, sino
porque en ellos se da una cierta naturaleza, la misma que se da en el cuerpo
eterno situado en la región más alta del firmamento. La luz, a su vez, es el
acto de esto, de 10 lo transparente en tanto que transparente. Por el contrario,
en los cuerpos transparentes en potencia se da la oscuridad. La luz es, pues,
como el color de lo transparente cuando lo transparente está en entelequia

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70
La teoría aristotélica de la visión tal como aparece aquí expuesta —y que debe ser
completada con ulteriores precisiones de detalle contenidas en el pequeño tratado Acerca
del sentido y lo sensible— puede resumirse así: La visión —como el resto de las sensaciones
— se realiza a través de un medio que en este caso es lo transparente o diáfano (de ahí la
crítica a Demócrito en 419a15-21). La transparencia en cuanto posibilidad o potencia
pertenece a diversos cuerpos, por ejemplo, el aire y el agua. La actualización o acto de la
transparencia es, a su vez, la luz; ésta es, por tanto, un estado de lo transparente como tal
(418b9) y no un movimiento: su aparición es instantánea y de ahí la crítica a Empédocles
(418b20-26). El color, en fin, actúa sobre lo transparente en acto (419al0) que, a su vez,
actúa sobre el órgano correspondiente.

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48 Se refiere a los objetos fosforescentes. Véase, infra, 419a2 siguientes.

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bajo la acción del fuego o de un agente similar al cuerpo situado en la región
superior del firmamento: y es que la propiedad inherente a éste es una y la
misma que la del fuego. Queda dicho, por tanto, qué es lo transparente y que
es la luz, y cómo ésta no es ni fuego ni cuerpo alguno ni efluvio de cuerpo
alguno 15 —ya que en este caso sería también un cuerpo—, sino la presencia
del fuego o cualquier otro agente similar en lo transparente, toda vez que es
imposible que dos cuerpos ocupen simultáneamente el mismo lugar. Parece,
además, que la luz es lo contrario de la oscuridad; ahora bien, la oscuridad es
la privación de una disposición tal en lo transparente, luego evidentemen-20
te su presencia es la luz. Y han cometido un error Empédocles y quienquiera
que con él haya afirmado que la presencia de la luz se produce al desplazarse
ésta y situarse en un momento dado entre la Tierra y la capa celeste que la
rodea, si bien tal movimiento nos pasa inadvertido. Tal afirmación, desde
luego, no concuerda ni con la verdad del razonamiento ni con 25 la evidencia
de los hechos: y es que cabría que su desplazamiento nos pasara inadvertido
tratándose de una distancia pequeña; pero que de oriente a occidente nos
pase inadvertido constituye, en verdad, una suposición colosal.

Lo que recibe el color es lo incoloro, lo que recibe el sonido es lo insonoro.


Incoloro es, por lo demás, tanto lo transparente como lo invisible o bien a
duras penas visible, por ejemplo, lo oscuro. Esto último no es sino 30 lo
transparente pero no cuando es transparente en acto, sino cuando lo es en
potencia: es que la misma naturaleza es unas veces oscuridad y otras luz.

419a Por otra parte, no todo lo que se ve es visible a la luz, sino solamente el
color característico de cada cosa: ciertas cosas, desde luego, no se ven a la luz,
y, sin embargo, producen sensaciones en la oscuridad, por ejemplo, todas
aquéllas que aparecen ígneas y brillantes —no hay en nuestra lengua un
término único para 5 designarlas— como son los hongos, el asta y las cabezas,
escamas y ojos de los peces. Sin embargo, no se percibe el color característico
de ninguna de ellas. Por qué razón se ven tales cosas, es otro asunto. Por el
momento quede claro, al menos, que lo que se ve a la luz es el color, y de ahí
que éste no se vea si no hay luz: la esencia del color, en efecto, consiste en ser
el 10 agente que pone en movimiento a lo transparente en acto y la entelequia
de lo transparente es, a su vez, la luz. Una prueba evidente de ello es que si
colocamos cualquier cosa que tenga color directamente sobre el órgano
mismo de la vista, no se ve. El funcionamiento adecuado, por el contrario,
consiste en que el color ponga en movimiento lo transparente —por ejemplo,
el aire— y el órgano sensorial sea, a su vez, movido por éste último con que
está en contacto. No se expresa 15 acertadamente Demócrito en este punto

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cuando opina que si se produjera el vacío entre el órgano y el objeto, se vería
hasta el más mínimo detalle, hasta una hormiga que estuviera en el cielo. Esto
es, desde luego, imposible. En efecto, la visión se produce cuando el órgano
sensorial padece una cierta afección; ahora bien, es imposible que padezca
influjo alguno bajo la acción del color percibido, luego ha de ser bajo la acción
de 20 un agente intermedio; por fuerza ha de haber, pues, algo intermedio y,
por tanto, hecho el vacío, no sólo no se verá hasta el más mínimo detalle, sino
que no se verá en absoluto. Queda dicho ya por qué causa el color se ve
únicamente a la luz. Por el contrario, el fuego se ve tanto a la luz como en la
oscuridad y ha de ser así por fuerza, ya que lo transparente se hace
transparente precisamente bajo su influjo. Lo dicho vale tam- 25 bien, por lo
demás, en relación con el sonido y el olor. En efecto, si están en contacto con
el órgano sensorial, en ninguno de ellos se da la sensación correspondiente;
más bien ocurre que por la acción del olor y el sonido se pone en movimiento
el medio que, a su vez, pone en movimiento al órgano respectivo, mientras
que si se coloca al objeto sonoro u oloroso directamente sobre el órgano
sensorial, no se producirá sensación algu- 30 na. Y lo mismo pasa con el tacto
y el gusto si bien no aparece con evidencia a la observación: más adelante
quedará claro el por qué72. Por lo demás, el medio en el caso de los sonidos es
el aire y en el caso del olor carece de nombre peculiar: se trata de una cierta
afección que se da por igual en el aire y en el agua, y esta afección que se da
en ambos elementos es al objeto 35 oloroso lo que lo transparente es al color;
la observa-419b ción muestra, en efecto, que los animales acuáticos poseen
también el sentido del olfato. Por su parte, el hombre, al igual que todos los
animales terrestres que respiran— no puede oler a no ser que respire. La
causa en relación con todo esto será expuesta también más adelante 73.

72
49 Infra, II 10 y 11.

50
73
Infra, II 9, 421b13 422a6.

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