Sentencia Responsabilidad Civil Falla Del Servicio

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ACCION DE REPARACION DIRECTA - Condena, reconoce.

Caso muerte de
recluso en centro carcelario Nacional Modelo / FALLA DEL SERVICIO -
Omisión en el deber de protección de recluso, posición de garante / FALLA
DEL SERVICIO - Falta de atención médica, vulneración del derecho a la salud

Así las cosas, como la parte demandante adujo que la muerte del señor Severo
Escobar Ortega se produjo como consecuencia de la omisión por parte de la
entidad de los protocolos médicos requeridos por el recluso en razón de su estado
de salud (los cuales debían ser realizados por una entidad hospitalaria
universitaria, en este caso la clínica Shaio, tal como lo ordenó el médico
cardiólogo que lo valoró), considera la Sala que le correspondía a la entidad
estatal acreditar que efectivamente se realizaron los exámenes médicos que
requería el recluso. Sin embargo, las pruebas que obran en el expediente no
permiten asegurar que la entidad demandada hubiera procurado la atención
médica requerida por el paciente. A pesar de que se encuentra demostrado que
mientras estuvo recluido el referido interno en la Cárcel del Circuito de Zipaquirá
las atenciones médicas fueron céleres y oportunas, para la Sala es claro que no
se encuentra acreditado que el examen precitado se haya realizado; por tanto, se
le negó al recluso la posibilidad de contar con la prestación de un servicio médico
oportuno, teniendo en cuenta que sus condiciones de salud no eran óptimas. Es
decir, está demostrado que al señor Escobar Ortega no se le brindó la prestación
de un servicio médico oportuno ordenado especialmente para su condición de
salud. Esto se evidencia, debido a que luego de cuatro meses de reclusión en la
Cárcel Nacional Modelo, no se demostró que el paciente fuera llevado la clínica
Shaio para realizarle los exámenes médicos ordenados previamente, y para los
cuales había sido trasladado específicamente a dicha institución. En
consecuencia, se revocará la sentencia impugnada.

PERJUICIOS MORALES - Reconoce 20 smmlv. Caso Muerte de recluso en


centro carcelario Nacional Modelo por falla del servicio en la atención
médica, vulneración del derecho a la salud

Con base en lo anterior, la Sala condenará a la entidad demandada a pagar a


Evidaliny Garzón de Escobar, Paulina, Severo IV, Carlos Julio y Evi Patricia
Escobar Garzón, la suma equivalente a 20 S.M.L.M.V. a cada uno, en
compensación por el daño moral padecido como consecuencia de la falta de
prestación del servicio médico a su familiar enfermo.

CONSEJO DE ESTADO

SALA DE LO CONTENCIOSO ADMINISTRATIVO

SECCIÓN TERCERA
SUBSECCIÓN “B”

Consejero ponente: RAMIRO DE JESÚS PAZOS GUERRERO

Bogotá D. C., veintinueve (29) de agosto de dos mil trece (2013).

Radicación número: 25000-23-26-000-1997-15094-01(25587)

Actor: EVIDALINY GARZÓN DE ESCOBAR Y OTROS

Demandado: NACIÓN - MINISTERIO DE JUSTICIA Y OTRO

Referencia: ACCIÓN DE REPARACIÓN DIRECTA (APELACIÓN


SENTENCIA)

Temas: Muerte de recluso, falla del servicio en la protección y


garantía del derecho a la salud.

Corresponde a la Sala decidir el recurso de apelación interpuesto por la


parte actora contra la sentencia de 17 de julio de 2003, proferida por el
Tribunal Administrativo de Cundinamarca-Sección Tercera-Subsección A,
por medio de la cual se negaron las pretensiones de la demanda. La
sentencia será revocada.

SÍNTESIS DEL CASO

El señor Severo Enrique Escobar Ortega, de 65 años de edad, se


encontraba recluido en la cárcel del Circuito de Zipaquirá condenado a 48
meses de prisión por el delito de peculado. El recluso solicitó la suspensión

2
de la condena en virtud de su mal estado de salud; esta solicitud fue negada
por el Juzgado 28 Penal del Circuito, con base en la valoración médica que
realizó el Instituto Nacional de Medicina Legal, en la cual dictaminó que su
enfermedad no era grave; sin embargo, recomendó la realización de
controles médicos periódicos al interior del reclusorio y exámenes de
laboratorio en la ciudad de Bogotá. De acuerdo con la valoración del médico
cardiólogo de la Clínica Sociedad Médica de Zipaquirá Luis Alberto Páez,
los exámenes debían realizarse en la Clínica Shaio. Así las cosas el señor
Escobar Ortega fue trasladado a la Cárcel Nacional Modelo, con el fin de
que se realizaran los exámenes médicos prescritos; sin embargo, la entidad
demandada no acreditó dentro del proceso que aquellos exámenes
hubieran sido efectivamente realizados. El 8 de octubre de 1995 el recluso
falleció luego de sufrir un infarto en su celda.

ANTECEDENTES

I. Lo que se demanda

Mediante escrito presentado el 1 de octubre de 1997 ante el Tribunal


Administrativo de Cundinamarca (f. 3-30 c. 1.), los señores Evidaliny Garzón
de Escobar, Paulina, Severo IV, Carlos Julio y Evi Patricia Escobar Garzón
presentaron demanda de reparación directa en contra de la Nación-
Ministerio de Justicia y del Derecho, y en contra del Instituto Nacional
Penitenciario y Carcelario-INPEC, con el fin de que se hicieran las
siguientes declaraciones y condenas:

3
1. Que la NACIÓN COLOMBIANA, representada por el MINISTERIO DE
JUSTICIA (…), la NACIÓN COLOMBIANA, representada por el CONSEJO
SUPERIOR DE LA JUDICATURA (…) y el INSTITUTO NACIONAL
PENITENCIARIO Y CARCELARIO “INPEC” (…), son SOLIDARIAMENTE
responsables de los daños y perjuicios ocasionados a mis poderdantes
como consecuencia de la muerte de SEVERO ESCOBAR ORTEGA, en
hechos ocurridos el 8 de octubre de 1995.

2. Que la NACIÓN COLOMBIANA, representada por el MINISTERIO DE


JUSTICIA (…), la NACIÓN COLOMBIANA, representada por el CONSEJO
SUPERIOR DE LA JUDICATURA (…) y el INSTITUTO NACIONAL
PENITENCIARIO Y CARCELARIO “INPEC” (…), deberá reconocer y
pagar los daños y perjuicios así:

2.1. PERJUICIOS MORALES

a) A: EVIDALINY GARZÓN DE ESCOBAR, en su condición civil de


cónyuge, los perjuicios morales que han sufrido y que están sufriendo
por la muerte de su esposo SEVERO ENRIQUE ESCOBAR ORTEGA,
pagando el equivalente a un mil gramos oro (1000 grs) en la fecha de
la ejecutoria del fallo.

b) A: PAULINA ESCOBAR GARZÓN, SEVERO IV ESCOBAR GARZÓN,


CARLOS JULIO ESCOBAR GARZÓN, EVI PATRICIA ESCOBAR
GARZÓN, en su condición de hijos legítimos, los perjuicios morales
que han sufrido y que están sufriendo por la muerte de su padre
SEVERO ENRIQUE ESCOBAR ORTEGA, la cantidad de mil gramos
(1.000 grs) en la fecha de ejecutoria del fallo (sic).

2.2. PERJUICIOS MATERIALES

A: EVIDALINY GARZÓN DE ESCOBAR, los daños y perjuicios


materiales por concepto del lucro cesante sufrido, en cuantía igual o
superior a $30.000.000, más el interés compensatorio de lo que
sumen, desde la fecha en que se produjo el daño hasta la fijación de la
indemnización, como tiempo debido y desde este día hacia la vida
probable de la víctima, como tiempo futuro, o subsidiariamente, en la
cuantía que resulte de la liquidación posterior a la sentencia, en los
dos periodos, en ambos casos como consecuencia de la muerte de
SEVERO ENRIQUE ESCOBAR, en hechos ocurridos el 8 de octubre
de 1.995, perjuicio traducido en la ayuda que recibía de su esposo,
vale decir, en los ingresos que recibía y habría podido percibir en el
futuro, habida cuenta de que, dentro del penal laboraba y obtenía
ingresos, los cuales se demostrarán en el transcurso del proceso (…).

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La parte actora fundamenta sus pretensiones en la falla en el servicio en
que incurrió la entidad demandada, al desatender las recomendaciones
especiales que merecía el estado de salud del señor Severo Escobar
Ortega, pues, luego de que se negó la solicitud de suspensión de condena
que el recluso realizó en razón de su avanzada edad y su grave estado de
salud, no se cumplió con los controles médicos prescritos por el Instituto de
Medicina Legal, lo cual condujo a que finalmente el recluso muriera en su
celda.

II. Trámite procesal

Mediante auto de 26 de marzo de 1998, el Tribunal Administrativo de


Cundinamarca, a petición del Ministerio de Justicia y del Derecho, modificó
el auto de admisión de demanda, en el sentido de excluir a esta entidad
como parte demandada, por cuanto en el sub lite se propone la declaratoria
de responsabilidad de la administración judicial por la falla del servicio en la
que incurrieran funcionarios judiciales, actuaciones correspondientes a la
Rama Judicial.

La entidades demandadas contestaron la demanda en los términos que a


continuación se resumen:

El Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario-INPEC manifestó que no


existió falla en el servicio, pues la muerte del señor Severo Escobar Ortega
fue causada por fuerza mayor y caso fortuito, lo cual propuso como
exoneración de responsabilidad (f. 58-62 c. 1). Así mismo, formuló

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llamamiento en garantía de los guardianes y el personal administrativo a
cargo del recluso el día de su muerte; sin embargo, el tribunal, mediante
auto de 22 de octubre de 1997, negó dicho llamamiento por cuanto no se
realizó la identificación de las personas llamadas a responder, tal como lo
exige la ley (f. 84, c.1).

La Nación-Rama Judicial se opuso a las pretensiones de la demanda y


alegó que no se configuró responsabilidad del Estado. Realizó un recuento
de todas las actuaciones judiciales en las que se vio involucrado el occiso,
para concluir que no son estas las generadoras de responsabilidad, máxime
cuando la parte demandante reconoció que la entidad responsable es el –
INPEC- y no la Rama Judicial. Así mismo, propuso la excepción de falta de
legitimación en la causa por pasiva, toda vez que de conformidad con los
hechos las actuaciones que dan origen a la demanda son ejecutadas por el
–INPEC-, entidad que posee autonomía administrativa y presupuestal (f. 69-
75 c. ppl.).

El Tribunal Administrativo de Cundinamarca-Sección Tercera-Subsección A,


profirió sentencia de primera instancia el 17 de julio de 2003 y en ella
resolvió negar las pretensiones de la demanda, pues consideró que del
acervo probatorio allegado al proceso se concluye que el Instituto Nacional
Penitenciario y Carcelario -INPEC- le prestó un servicio médico oportuno al
señor Severo Escobar; además, permitió que sus familiares le suministraran
alimentos adecuados para su estado de salud, así como los aditamentos
especiales para realizar ejercicio físico. Afirmó que el recluso contaba con la
posibilidad de recibir valoración médica por parte de un especialista privado.

6
Por tanto no se encuentra demostrada una falla en el servicio médico
prestado por parte de la entidad demandada. Al respecto, sostuvo:

Por lo que aparece en el expediente, según la copia parcial de la


historia clínica aportada, es que Severo Escobar sí tuvo consultas
médicas en ese centro carcelario y no se encuentra prueba alguna
demostrativa de que el recluso solicitara alguna vez a las autoridades
carcelarias permiso para acudir a la clínica Shaio a que le fueran
practicados los exámenes dictaminados por el Dr. Páez que, por
petición del mismo interesado, debían realizarse en ese centro
hospitalario dada su especialidad en cardiología, además que esa
posibilidad fue la que tuvo en cuenta el INPEC conforme a la respectiva
resolución para autorizar el traslado de Zipaquirá a la Cárcel Modelo,
de suerte que el recluso no realizó conducta alguna tendiente a lograr
tal cometido a pesar de haber sido solicitado por él mismo, de manera
que, por tal aspecto, no se encuentra demostrado que se le pueda
imputar omisión alguna a las autoridades ya que la mencionada clínica
es una entidad privada cuyos servicios solo se podrían lograr por
voluntad y a costa del interno que, por otra parte, realizaba dentro del
penal trabajos de aseo en el patio quinto, impropios de una persona
cuyo estado de salud presentara la gravedad que se aduce en la
demanda.

Además, el día de la muerte ante el estado que presentaba el recluso y


por solicitud de la guardia fue atendido en forma inmediata por el
enfermero de turno quien ante el súbito infarto ejecutó maniobras de
reanimación que estaban a su alcance y lo trasladó en forma inmediata
al Hospital San Juan de Dios (...) (sic) (f. 165, c. ppl.).

Finalmente, concluyó que la muerte del recluso fue el resultado normal de


sus afecciones cardiacas, las cuales padecía años antes de ingresar al
centro reclusorio.

Respecto de la responsabilidad que se le imputa a la Nación- Rama Judicial


por haber negado la solicitud de suspensión de la condena y. además, por
haber omitido oficiar a las instituciones carcelarias para que cumplieran con
las recomendaciones médicas realizadas por el Instituto de Medicina Legal,

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el a quo manifestó que tanto la decisión del juzgado que negó la
mencionada petición, como la del tribunal que confirmó la misma, se
basaron en un dictamen médico legal que indicó que la enfermedad que
sufría el recluso no podía ser calificada como grave, por tanto no daba lugar
a la suspensión de la pena. Añadió que los jueces no están obligados a
velar por el cumplimiento de las recomendaciones médicas al interior de las
cárceles, pues su función es poner en conocimiento de dichas autoridades
el dictamen realizado por Medicina Legal para que se tomen las medidas
necesarias para su acatamiento.

Contra la anterior decisión, la parte demandante interpuso recurso de


apelación y solicitó que la sentencia fuera revocada, toda vez que
considera que el INPEC incumplió su obligación de vigilancia y protección,
así como su deber de devolver al recluso sano y salvo a su familia. Afirmó
que del material probatorio se puede concluir que la entidad demanda
incurrió en una falla del servicio, por no cumplir con los controles médicos
periódicos que prescribió el Instituto de Medicina Legal para preservar la
salud del recluso (f. 177-196, c. ppl.).

CONSIDERACIONES

I. Presupuestos procesales de la acción

De la jurisdicción, competencia y procedencia de la acción

8
Por ser la demandada una entidad estatal, el proceso es de conocimiento
de esta jurisdicción (art. 82 C.C.A.). Además, esta Corporación es
competente para conocer del proceso, en razón del recurso de apelación
interpuesto por la parte demandante en un proceso con vocación de
segunda instancia, en los términos del Decreto 597 de 1988, dado que la
cuantía de la demanda, determinada por el valor de la mayor de las
pretensiones, que corresponde a la indemnización por concepto perjuicios
materiales en la modalidad de daño emergente, supera la exigida por la
norma para el efecto1.

La acción de reparación directa instaurada (artículo 86 C.C.A.) es la


procedente, por cuanto las pretensiones de la demanda están encaminadas
a la declaratoria de responsabilidad de las entidades demandadas por las
actuaciones y omisiones en las que incurrieron y que tuvieron como
consecuencia la muerte del señor Severo Escobar Ortega.

De la legitimación en la causa

La legitimación en la causa aparece demostrada en el plenario, por una


parte, porque la actora es la directamente afectada con el daño sufrido con
los hechos que se imputan a la demandada y, por la otra, porque está
probado en el expediente que el Instituto Nacional Carcelario –INPEC- era
la entidad encargada de la custodia del recluso al momento de su muerte y
que la Rama Judicial profirió las providencias objeto de inconformidad de la

1
La pretensión mayor, fue estimada en $30 000 000, monto que supera la cuantía
necesaria para que un proceso iniciado en 1997 fuera de doble instancia ($13 460 000). Se
aplica en este punto el numeral 10º del artículo 2 del Decreto 597 de 1988 “por el cual se
suprime el recurso extraordinario de anulación, se amplía el de apelación y se dictan otras
disposiciones”, que modifica el artículo 132 del Código Contencioso Administrativo.

9
parte actora, actuaciones estas que fueron invocadas en la demanda como
las causantes del daño cuya indemnización se reclama.

 De la caducidad de la acción

En el presente asunto se pretende que se declare la responsabilidad de las


entidades demandadas por la muerte del señor Severo Escobar Ortega, el 8
de octubre de 1995; como la demanda fue impetrada el 1 de octubre de
1997, se instauró dentro de los dos años contados a partir del día siguiente
del acaecimiento del hecho, en los términos del artículo 136 del Código
Contencioso Administrativo, por tanto, no se configuró la caducidad de la
acción.

II. Problema jurídico

Procede la Sala a establecer si es posible atribuir al Instituto Nacional


Penitenciario y Carcelario-INPEC los daños antijurídicos alegados en la
demanda, o si se presenta alguna causal eximente de responsabilidad. Para
el efecto, tendrá la Sala que determinar si el INPEC cumplió con las
recomendaciones realizadas por el Instituto de Medicina Legal para
preservar la salud del recluso.

III. Hechos probados

De conformidad con las pruebas válidamente aportadas al proceso, se


tienen probados los siguientes hechos relevantes:

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1. El señor Severo Enrique Escobar ingresó a la Cárcel Modelo el 23 de
diciembre de 1994, con el fin de cumplir condena por 48 meses de prisión
por el delito de peculado. El 23 de febrero de 1995 fue traslado a la Cárcel
Circuito Judicial de Zipaquirá, en donde permaneció hasta el 3 de junio de
1995, fecha en la cual fue trasladado nuevamente a la Cárcel Modelo de
Bogotá en virtud del tratamiento médico que debía recibir (copia auténtica
de la tarjeta de control de recluso allegada por el INPEC, f. 171-173, c.2.,
resolución del Ministerio de Justicia y del Derecho que ordenó el traslado de
la cárcel de Zipaquirá a la cárcel Modelo de Bogotá, f 283, c. 2. Resolución
023 del INPEC, “Por la cual se traslada a un interno” de junio 2 de 1995, f.
274, c. 2).

2. El 27 de febrero de 1995, el servicio médico de la Cárcel del Circuito de


Zipaquirá diagnosticó al recluso “hipertensión arterial, coronariopatía y
estreñimiento”, por tanto lo remitió al día siguiente a la Cruz Roja de
Zipaquirá. El recluso fue remitido en varias ocasiones al Hospital de
Zipaquirá y a la Cruz Roja (boletas de remisión de 17 de marzo de 1995, 24
de marzo de 1995 y 30 de marzo de 1995, f 206, 216, 255, c. 2).

3. Mediante oficio de 7 de abril de 1995, el Instituto Nacional de Medicina


Legal y Ciencias Forenses solicitó valoración del recluso por parte de un
cardiólogo o médico internista, con el fin de emitir dictamen médico
requerido para el estudio de la viabilidad de una suspensión de condena por
razones de salud, solicitada por el señor Escobar Ortega. El mismo día, el
recluso fue remitido al Hospital San Juan de Dios de Zipaquirá (oficio
suscrito por el Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses, f.
211 y 217 c, 2).

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4. El 7 de abril de 1995, el Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias
Forenses realizó examen de reconocimiento médico legal al señor Severo
Escobar Ortega, en el cual dictaminó lo siguiente:

(…) individuo adulto masculino de 65 años, cardiopatía de 8 años de


evolución, consistente en hipertensión arterial sistólica aislada en
tratamiento y controlada, arritmia de origen ventricular, valvulaopatia
mitral diagnosticada hace 8 años por el ecocardiograma, sin
repercusión hemodinámica, en el momento actual encontramos un
individuo en aceptable estado general (…) el señor Escobar Ortega
debe ser manejado por especialista en cardiopatía (cardiología) a
seguir asegurar la fecha control periódicos (sic), los cuales pueden ser
adelantados por la respectiva oficina de sanidad del centro de reclusión
(…) debe ser valorado nuevamente en control con exámenes de
laboratorio (…) los cuales deben ser realizados en hospital de tercer
nivel (universitario) en Santafé de Bogotá D.C. (…) se reitera que la
vigilancia médica del paciente se puede llevar a cabo por sanidad
carcelaria o consulta externa del Hospital San Juan de Dios de
Zipaquirá sin que esto implique un riesgo para la salud del señor
Escobar Ortega. (…) CONCLUSIÓN: NEGATIVO PARA GRAVE
ENFERMEDAD (…). (sic) (f. 265-266, c. 1).

5. Mediante auto de 18 de abril de 1995, el Juzgado 28 Penal del Circuito


denegó la suspensión de la condena que solicitó el señor Severo Escobar
Ortega en razón de su edad (65 años) y una afectación cardiaca que lo
aquejaba y que requería atención especial2. El juzgado consideró:

En cuanto a la causal aducida por el condenado de que adolece grave


enfermedad, tiénese que la unidad local del Instituto de Medicina Legal
de Zipaquirá, dictaminó el siete de abril de los corrientes que no

2
Artículo 407, D. 2700 de 1991. Suspensión de la detención preventiva. La privación de la
libertad se suspenderá en los siguientes casos:
1. Cuando el sindicado fuere mayor de sesenta y cinco años, siempre que su
personalidad y la naturaleza o modalidad del hecho punible hagan aconsejable la medida.
2. Cuando a la sindicada le falten menos de dos meses para el parto o si no han
transcurrido seis meses desde la fecha en que dio a luz.
3. Cuando el sindicado sufriere grave enfermedad, previo dictamen de los médicos
oficiales o médico particular ratificado bajo juramento.

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padece enfermedad grave el señor SEVERO ESCOBAR ORTEGA,
aunque sugiere el manejo de especialista en cardiopatía, sin que ello
implique un riesgo en la salud del interno. Por modo, que al no tener la
calidad de grave la enfermedad que amerita el peticionario no es viable
la suspensión de la condena que purga. No obstante lo anterior, se
enviará copia del referido dictamen para que el departamento de
sanidad de la cárcel del circuito de Zipaquirá de cumplimiento a las
recomendaciones indicadas.

Respecto de la otra causal invocada, esto es la edad, no adviene duda


que el señor SEVERO ESCOBAR el 15 de febrero del año en curso
cumplió sesenta y cinco años (…) por lo cual el aspecto objetivo
señalado en el numeral primero del artículo en cita se cumple a
cabalidad. Empero, respecto del aspecto subjetivo para el Juzgado es
claro que esta no se cumple atendida la personalidad del acusado.

Milita en el plenario la atestación del propio acusado que el Juzgado


cien de instrucción criminal lo condenó a cincuenta y dos meses de
prisión por porte ilegal de armas, también se sabe que el señor
SEVERO ESCOBAR ORTEGA fue extraditado a Estados Unidos de
América, lugar de donde fue deportado, llegando a Colombia el 22 de
diciembre de 1994. Estas circunstancias son impeditivas para conceder
la suspensión de la pena en purga, la cual dicho sea de paso apenas si
lleva cuatro meses. Por manera que atendidas las condenas que pesan
en su contra, por el aspecto de la personalidad no aconsejan por ahora
el otorgamiento del aplazamiento o la suspensión de la pena impuesta
(sic) (f. 228, c.1).

6. El señor Severo Enrique Escobar Ortega interpuso recurso de


reposición contra la anterior decisión, el cual fue negado por el Juzgado 28
Penal del Circuito mediante auto de 9 de mayo de 1995 (f. 242, c. 1). Por lo
anterior, el actor interpuso recurso de apelación en el cual adujo que su
conducta ejemplar, su edad y su precaria condición de salud, hacían
necesaria la suspensión de la condena en su contra (f. 256-260, c. 1).

7. El servicio médico de la Cárcel del Circuito de Zipaquirá atendió al señor


Escobar Ortega el 31 de mayo de 1995, debido a que este presentó una
“arritmia cardiaca y valvulopatía” (f. 270, c. 2).

13
8. El 1 de junio de 1995, el médico cardiólogo de la Clínica Sociedad
Médica de Zipaquirá Luis Alberto Páez, ordenó la práctica de un examen
médico en la clínica Shaio en la ciudad de Bogotá (f. 268, 269, c. 2).

9. El 2 de junio de 1995, el servicio médico de la Cárcel del Circuito de


Zipaquirá solicitó una autorización para practicar exámenes especializados
ordenados al recluso (f. 272, c.2).

10. En la misma fecha anterior, la Cárcel del Circuito de Zipaquirá emitió


resolución de traslado de recluso con el fin de que sea atendido en la
clínica Shaio de la ciudad de Bogotá por orden del cardiólogo que lo valoró
(f. 274, c. 2).

11. Mediante oficio de 7 de junio de 1995 (f. 279, c.2), la oficina de asesoría
jurídica de la Cárcel Nacional Modelo de Bogotá informó al doctor Jaime N.
Cabrera, jefe médico de sanidad del mencionado reclusorio, sobre el
requerimiento de tratamiento médico para el interno Escobar Ortega quien
ingresó el 3 de junio de 1995, remitido desde la Cárcel de Circuito Judicial
de Zipaquirá con la siguiente anotación: “me permito remitir a ese centro de
reclusión al interno SEVERO ENRIQUE ESCOBAR ORTEGA, quien
presenta enfermedad comprobada y requiere tratamiento médico especial
en un centro hospitalario de esa ciudad” (f.275, c.1).

12. El 8 de octubre de 1995, aproximadamente a las 9:30 am, el señor


Severo Escobar Ortega sufrió un “shock cardiogénico debido a infarto
agudo de miocardio secundario a cardiopatía isquémica”, mientras se
encontraba en su celda, donde el enfermero de turno le brindó primeros
auxilios y posteriormente fue traslado de urgencias a un centro hospitalario.

14
El recluso falleció a las 3:00 pm (protocolo de necropsia suscrito por el
Instituto Nacional de Medicina Legal. f. 100, c. 1., informe de novedad
suscrito por el comandante del pabellón nº. 5 de la cárcel nacional Modelo,
f. 297, c. 1).

13. Mediante oficio de 9 de julio de 2001, la oficina de asesoría jurídica de


la Cárcel Modelo allegó hoja de vida del señor Severo Escobar Ortega e
informó que no ha sido posible ubicar los documentos que dan cuenta de
las atenciones, exámenes o tratamientos médicos realizados al recluso (f.
171, c. 2).

IV. Análisis de la Sala

De conformidad con los hechos probados, se tiene por demostrado el daño


invocado por la parte actora, es decir, está debidamente acreditado el
deceso del señor Severo Escobar Ortega, el cual se produjo el 8 de octubre
de 1995, como consecuencia del infarto agudo de miocardio que sufrió,
dentro de las instalaciones de la Cárcel Nacional Modelo de Bogotá.

En cuanto al régimen de responsabilidad aplicable por daños causados a


personas recluidas en establecimientos carcelarios o centros de detención,
el Consejo de Estado ha señalado que es de carácter objetivo, teniendo en
cuenta que estas personas se encuentran bajo la vigilancia, custodia y
protección del Estado y que, por razón del encarcelamiento, la
responsabilidad nace de manera independiente a la conducta de la entidad
demandada, es decir, dicha responsabilidad se configura por la sola
circunstancia de que una persona que se encuentra internada en un

15
establecimiento carcelario, pierda la vida o sufra lesiones en su integridad
física3.

Sin embargo para la Sala es clara la configuración de una falla en el servicio


por la omisión en la prestación del servicio médico en la que incurrió el –IN-
PEC-, toda vez que la entidad no demostró el cumplimiento de las recomen-
daciones médicas que requería el recluso, por tanto, procede el análisis del
caso bajo la óptica del régimen subjetivo de responsabilidad, ya que de
acuerdo con la jurisprudencia de la Sala, en estos eventos es necesario que
el Consejo de Estado ponga en evidencia los errores cometidos por la admi-
nistración en ejercicio de sus actividades, con el objetivo de que se fijen pau-
tas para que esos yerros no tengan nueva ocurrencia.

Dentro de los deberes protección que tiene el Estado respecto de los


reclusos, se encuentran la promoción de medidas tendientes a proteger su
buena salud, así como la protección y la recuperación de la misma. En
consecuencia, se podrá ver comprometida su responsabilidad patrimonial
cuando un recluso sufra un daño en su salud por falta de atención médica,
pues la entidad estatal es responsable de proporcionar una prestación de
servicio médico eficiente y oportuna.

Ahora bien, establecida la existencia del daño antijurídico, aborda la Sala el


análisis de la imputación con el fin de determinar si en el caso concreto
dicho daño es endilgable por acción u omisión a la entidad demandada, y si
esta se encuentra en el deber jurídico de resarcir los perjuicios que de dicho
daño se derivan.

3
Consejo de Estado, Sección Tercera, sentencia de septiembre 23 del 2009, exp. 17483,
C.P. Myriam Guerrero De Escobar.

16
La jurisprudencia de esta Corporación, al analizar el fenómeno de la
imputación fáctica desde el punto de vista jurídico, ha manifestado lo
siguiente4:

Ahora bien, en cuanto concierne a la imputación, se tiene que el daño


antijurídico puede ser atribuido a la Administración Pública en la medida
en que ésta lo haya producido por acción u omisión, pues,
precisamente, en sentido genérico o lato la imputación es la posibilidad
de atribuir un resultado o hecho al obrar de un sujeto.

En materia del llamado nexo causal, debe precisarse una vez más que
este constituye un concepto estrictamente naturalístico que sirve de
soporte o elemento necesario a la configuración del daño, otra cosa
diferente es que cualquier tipo de análisis de imputación, supone, prima
facie, un estudio en términos de atribuibilidad material (imputatio facti u
objetiva), a partir del cual se determina el origen de un específico
resultado que se adjudica a un obrar –acción u omisión-, que podría
interpretarse como causalidad material, pero que no lo es jurídicamente
hablando porque pertenece al concepto o posibilidad de referir un acto
a la conducta humana, que es lo que se conoce como imputación.

No obstante lo anterior, la denominada imputación jurídica (imputatio


iure o subjetiva) supone el establecer el fundamento o razón de la
obligación de reparar o indemnizar determinado perjuicio derivado
de la materialización de un daño antijurídico, y allí es donde
intervienen los títulos de imputación que corresponden a los diferentes
sistemas de responsabilidad que tienen cabida tal como lo ha dicho la
jurisprudencia en el artículo 90 de la Constitución Política 5.

Si la ciencia jurídica parte del supuesto de atribuir o endilgar las


consecuencias jurídicas de un resultado (sanción), previa la
constatación de que una trasgresión se enmarca en una específica
proposición normativa, es evidente que el nexo causal por sí mismo
deviene en insuficiente para solucionar el problema de la atribución de
resultados, tal y como desde hace varios años se viene demostrando
por el derecho penal, lo que ha conllevado a que se deseche el principio
de causalidad a efectos de imputar un hecho, para dar aplicación a una
serie de instrumentos e ingredientes normativos (v.gr. el incremento del

4
Consejo de Estado, Sección Tercera, sentencia del 26 de marzo de 2009, exp. 17994, M.P. Enrique Gil
Botero.
5
Consejo de Estado, Sección Tercera, sentencia de julio 12 de 1993, expediente 7622, M.P. Carlos Betancur
Jaramillo.

17
riesgo permitido, la posición de garante, el principio de confianza, la
prohibición de regreso, etc.) dirigidos a establecer cuándo determinado
resultado es imputable a un sujeto. Lo anterior, como quiera que es
posible que un determinado suceso tenga origen material en una
específica conducta (causa material), pero las consecuencias del
mismo sean atribuidas a un tercero (v.gr. la responsabilidad por el
hecho de las cosas, o por el hecho de otro; la posición de garante) 6.
En otros términos, la causalidad –y sus diferentes teorías
naturalísticas– puede ser empleada para determinar probablemente
cuál es el origen de un hecho o resultado en el mundo exterior, esto es,
en el campo de las leyes propias de la naturaleza o del ser. A contrario
sensu, la imputación surge de la atribución de un resultado en cabeza
de un determinado sujeto; parte del hecho de la sanción originada en el
incumplimiento normativo a un precepto de conducta, es decir, del
deber ser.

En consecuencia, la imputación fáctica puede derivarse de la


constatación en el plano material de la falta de intervención oportuna
que hubiera podido evitar el resultado; en efecto, es en el plano de la
omisión donde con mayor claridad se verifica la insuficiencia del dogma
causal, motivo por el cual el juez recurre a ingredientes de tipo normativo
para determinar cuándo una consecuencia tiene origen en algún tipo de
comportamiento y, concretamente, a quién resulta endilgable o reprochable
la generación del daño. De lo contrario, la responsabilidad derivada de la
omisión no tendría asidero, como quiera que a partir de la inactividad no se
deriva nada, es decir, no se modifica el entorno físico; en ese orden de ideas,
el derecho de daños ha evolucionado en la construcción de instrumentos
normativos y jurídicos que permiten solucionar las insuficiencias del
denominado nexo causal importado de las ciencias naturales, para brindar
elementos que permitan establecer cuándo un determinado daño es
atribuible a la acción u omisión de un determinado sujeto.

En el caso bajo estudio, la falla en el servicio se encuentra en la omisión de


la prestación de servicios médicos adecuados, en cumplimiento de las
prescripciones médicas realizadas al recluso; sin embargo, del material
probatorio allegado al expediente, no es posible imputar a la entidad
demandada, la muerte del recluso, pues no existe evidencia de que de
haberse practicado el examen médico prescrito, este no hubiera perdido la
6
“En la responsabilidad del Estado la imputación no se identifica con la causalidad material, pues la atribución
de la responsabilidad puede darse también en razón de criterios normativos o jurídicos” (Se resalta) Sentencia
proferida por la Sección Tercera del Consejo de Estado, de 21 de febrero de 2002 expediente 14215.

18
vida, pues sus afecciones cardiacas eran evidentes.

Así las cosas, de conformidad con los hechos que resultaron acreditados en
el análisis del material probatorio aportado al proceso, y en observancia del
estudio de las circunstancias en que sucedieron los hechos, la Sala
encuentra demostrada una falla del servicio de la entidad demandada, ya
que, aunque no es posible imputar la muerte del recluso a la entidad
demandada por la realización de esta conducta, la responsabilidad
patrimonial del Estado se configura por la no prestación del servicio de
salud, lo cual era su deber, lo cual produjo una pérdida de oportunidad de
sobrevivir.

De acuerdo con la inspección del cadáver y el protocolo de necropsia, el


señor Severo Escobar Ortega falleció el 8 de octubre de 1995 en la ciudad
de Bogotá, como consecuencia de un “shock cardiogénico debido a infarto
agudo de miocardio segundario a cardiopatía isquémica” (f. 92-100, c. 1).

Antes de su fallecimiento, el señor Severo Escobar Ortega había sido


trasladado de la Cárcel del Circuito de Zipaquirá a la Cárcel Nacional
Modelo en la ciudad de Bogotá, debido a que, luego de ser valorado por los
médicos forenses del Instituto Nacional de Medicina Legal, estos
manifestaron que era necesario realizar un estudio y tratamiento
especializado en una institución hospitalaria universitaria, y mediante
resolución de traslado la Cárcel del Circuito de Zipaquirá manifestó “que en
esta ciudad no existe Centro Hospitalario especializado donde pueda ser
atendido y por prescripción médica debe hacerse en la Clínica Shaio de la
ciudad de Santafé de Bogotá” (f. 274, c.1).

19
Se adujo en la demanda que el Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario
-INPEC- incurrió en una falla en el servicio al incumplir las recomendaciones
de salud impartidas por el Instituto Nacional de Medicina Legal, pues no se
realizó el tratamiento requerido por el recluso, para el cual fue trasladado a
la ciudad de Bogotá.

Al respecto, se encuentra acreditado en el proceso que el señor Severo


Escobar Ortega recibió atención médica en varias ocasiones en la ciudad de
Zipaquirá, ya que, de acuerdo al certificado de atención médica de la Cárcel
del Circuito de Zipaquirá, el 27 de febrero de 1995 se prescribió: “el paciente
en mención, presenta como diagnóstico, hipertensión arterial, coronariopatía
y estreñimiento”. Al día siguiente, 28 de febrero de 1995, fue remitido a la
Cruz Roja de Zipaquirá, (f. 191, c. 2) y, posteriormente, se ordenó su salida
para valoraciones médicas (Boleta de remisión al hospital de Zipaquirá, 17
de marzo de 1995, f. 255, c. 2. Boleta de remisión a la Cruz Roja de
Zipaquirá, 24 de marzo de 1995, f. 216, c. 2. Boleta de remisión a la Cruz
Roja de Zipaquirá, 30 de marzo de 1995, f. 206, c. 2. Boleta de remisión al
hospital San Juan de Dios de Zipaquirá, 7 de abril de 1995, f. 217, c.2).

Ahora bien, en virtud de la solicitud de suspensión de la condena que


realizó el recluso, el Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias
Forenses solicitó una “valoración por cardiólogo o en su defecto médico
internista” (f. 211, c. 2), para emitir el dictamen médico mediante el cual se
determinaría su condición de salud. Una vez evaluada la situación médica
del recluso, la mencionada entidad estableció que la condición médica del
paciente no se considera grave para acceder a la suspensión de la
condena. Así mismo, recomendó la realización de controles médicos

20
periódicos por parte de la oficina de sanidad del reclusorio, y la realización
de exámenes de laboratorio en un hospital de tercer nivel (universitario) en
la ciudad de Bogotá (f. 265, 266. c. 2).

El 31 de mayo de 1995 fue valorado por la unidad de sanidad de la Cárcel


del Circuito de Zipaquirá, la cual, mediante certificado de atención del
servicio médico, prescribió “arritmia cardiaca y valvulopatía” (f. 270, c. 2). En
virtud de este diagnóstico fue remitido a la Clínica Sociedad Médica de
Zipaquirá el 1 de junio de 1995, (f. 271, c. 2), donde fue valorado por el
médico cardiólogo Luis Alberto Páez, quien ordenó la práctica de un
examen médico en la clínica Shaio en la ciudad de Bogotá (Certificación
médica de Luis Alberto Páez, médico cardiólogo de la Sociedad Médica de
Zipaquirá. 1 de junio de 1995). El 2 de junio de 1995 el servicio médico de la
Cárcel del Circuito de Zipaquirá solicitó autorización para practicar
exámenes especializados ordenados por el médico Luis Alberto Páez. (f,
272, c.2).

Así las cosas, mediante resolución de 2 de junio, se ordenó el traslado del


recluso Escobar Ortega a la Cárcel Nacional Modelo, debido a “que en esta
ciudad no existe Centro Hospitalario especializado donde pueda ser
atendido y por prescripción médica debe hacerse en la Clínica Shaio de la
ciudad de Santafé de Bogotá” (f. 274, c.1). Así mismo, el 7 de junio de 1995,
se informó al jefe médico de sanidad de la Cárcel Nacional Modelo sobre el
estado de salud del recluso y su necesidad de tratamiento médico.

Se encuentra en el expediente que a la Cárcel Nacional Modelo se le


solicitó allegar los documentos correspondientes al señor Severo Escobar
Ortega. Mediante oficio de 9 de julio de 2001 dicha entidad allegó copia de

21
la hoja de vida del recluso y copia de la tarjeta dactilar, sin embargo,
respecto de los demás documentos informó: “no ha sido posible ubicarlos,
pero seguimos en el proceso en el archivo de baja para dar una pronta y
diligente respuesta” (f. 172, c. 2).

Advierte la Sala que no se encuentra en el expediente evidencia documental


de que el examen médico para el cual el recluso fue trasladado a la ciudad
de Bogotá haya sido realizado. Así mismo, en las anotaciones contenidas
en la hoja de vida del recluso Escobar Ortega no se encuentra ningún
registro sobre el cumplimento de los protocolos médicos ordenados
previamente.

Así las cosas, como la parte demandante adujo que la muerte del señor
Severo Escobar Ortega se produjo como consecuencia de la omisión por
parte de la entidad de los protocolos médicos requeridos por el recluso en
razón de su estado de salud (los cuales debían ser realizados por una
entidad hospitalaria universitaria, en este caso la clínica Shaio, tal como lo
ordenó el médico cardiólogo que lo valoró), considera la Sala que le
correspondía a la entidad estatal acreditar que efectivamente se realizaron
los exámenes médicos que requería el recluso. Sin embargo, las pruebas
que obran en el expediente no permiten asegurar que la entidad
demandada hubiera procurado la atención médica requerida por el paciente.

A pesar de que se encuentra demostrado que mientras estuvo recluido el


referido interno en la Cárcel del Circuito de Zipaquirá las atenciones
medicas fueron céleres y oportunas, para la Sala es claro que no se
encuentra acreditado que el examen precitado se haya realizado; por tanto,
se le negó al recluso la posibilidad de contar con la prestación de un servicio

22
médico oportuno, teniendo en cuenta que sus condiciones de salud no eran
óptimas.

Es decir, está demostrado que al señor Escobar Ortega no se le brindó la


prestación de un servicio médico oportuno ordenado especialmente para su
condición de salud. Esto se evidencia, debido a que luego de cuatro meses
de reclusión en la Cárcel Nacional Modelo, no se demostró que el paciente
fuera llevado la clínica Shaio para realizarle los exámenes médicos
ordenados previamente, y para los cuales había sido trasladado
específicamente a dicha institución.

En consecuencia, se revocará la sentencia impugnada.

V. Liquidación de perjuicios

Procede la Sala a fijar el monto de los perjuicios morales con fundamento


en las pretensiones formuladas en la demanda y en las pruebas obrantes
dentro del proceso.

Respecto del pago de indemnización por los perjuicios morales causados a


la parte demandante, la Sala encuentra que los lazos civiles y el parentesco
del occiso con su esposa e hijos, está debidamente acreditado. De igual
manera, se puede inferir que los familiares del señor Severo Enrique
Escobar Ortega (occiso) padecieron pena, aflicción o congoja con su
muerte, con lo cual se los tiene como damnificados por tal suceso 7. Es decir,
a partir de un hecho debidamente probado llamado “indicador”, que en este

7
Consejo de Estado, Sección Tercera, sentencia de mayo 11 de 2006, expediente 14694,
C.P. Ramiro Saavedra.

23
caso es el parentesco, se infiere o deduce a través del razonamiento lógico,
otro hecho llamado “indicado”, que corresponde al sufrimiento y tristeza
padecidos por los parientes más próximos de la víctima 8, toda vez que no se
ha demostrado lo contrario.

Con base en lo anterior, la Sala condenará a la entidad demandada a pagar


a Evidaliny Garzón de Escobar, Paulina, Severo IV, Carlos Julio y Evi
Patricia Escobar Garzón, la suma equivalente a 20 S.M.L.M.V. a cada uno,
en compensación por el daño moral padecido como consecuencia de la falta
de prestación del servicio médico a su familiar enfermo.

No se reconocerá indemnización por perjuicios materiales, puesto que no se


encuentran acreditados en el proceso los ingresos que devengara el
recluso, ni que ayudara económicamente a su familia.

VI. Costas

De acuerdo con lo dispuesto en el artículo 55 de la Ley 446 de 1998, sólo


hay lugar a la imposición de costas cuando alguna de las partes hubiere
actuado temerariamente y como en este caso ninguna de aquellas actuó de
esa forma, no se condenará en este sentido.

En mérito de lo expuesto, el Consejo de Estado, en Sala de lo Contencioso


Administrativo, Sección Tercera, Subsección B, administrando justicia en
nombre de la República de Colombia y por autoridad de la ley,

8
Respecto de la prueba indiciaria ver entre otras: Consejo de Estado, Sección Tercera,
sentencia de febrero 16 de 2001, expediente 12703, C.P. María Elena Giraldo.

24
FALLA

REVOCAR la sentencia de 17 de julio de 2003 proferida por el Tribunal


Administrativo de Cundinamarca, Sección, Tercera, Subsección “A”, la cual
quedará así:

PRIMERO: Declarar patrimonialmente responsable al Instituto Nacional


Penitenciario y Carcelario-INPEC-, por la falla en el servicio en que incurrió,
consistente en la omisión en la prestación de servicio médico requerido por
el señor Severo Escobar Ortega.

SEGUNDO: Condenar al Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario-


INPEC- a pagar por concepto de perjuicios morales con ocasión de la falla
en el servicio, las siguientes sumas de dinero:

II.1. Veinte salarios mínimos mensuales legales vigentes (20


S.M.M.L.V.) a favor de cada una de las siguientes personas:
Evidaliny Garzón de Escobar, Paulina Escobar Garzón, Severo
IV Escobar Garzón, Carlos Julio Escobar Garzón y Evi Patricia
Escobar Garzón.

TERCERO: Sin condena en costas.

CUARTO: Cúmplase lo dispuesto en los artículos 176 y 177 del Código


Contencioso Administrativo.

25
QUINTO: En firme este fallo devuélvanse los expedientes al Tribunal de
origen para su cumplimiento y expídanse a las partes actoras las copias
auténticas con las constancias de las cuales trata el artículo 115 del Código
de Procedimiento Civil.

CÓPIESE, NOTIFÍQUESE, CÚMPLASE Y DEVUÉLVASE

DANILO ROJAS BETANCOURTH


Presidente

STELLA CONTO DIAZ DEL CASTILLO

RAMIRO PAZOS GUERRERO

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