Filosofía - Trabajo Práctico 1
Filosofía - Trabajo Práctico 1
Filosofía - Trabajo Práctico 1
n° 1
Profesor: Del Aguila Miguel
Curso: 6to año – IPET 351
Definición de filosofía.
La palabra griega filósofo (philósophos) se formó en oposición a sophós. Se trata del amante del
conocimiento (del saber) a diferencia de aquel que estando en posesión del conocimiento se llamaba
sapiente o sabio. Este sentido de la palabra ha persistido hasta hoy: la busca de la verdad, no la posesión
de ella, es la esencia de la filosofía, por frecuentemente que se la traicione en el dogmatismo, esto es, en
un saber enunciado en proposiciones, definitivo, perfecto y enseñable. Filosofía quiere decir: ir de
camino. Sus preguntas son más esenciales que sus respuestas, y toda respuesta se convierte en una nueva
pregunta.
Pero este ir de camino -el destino del hombre en el tiempo- alberga en su seno la posibilidad de
una honda satisfacción, más aún, de la plenitud en algunos levantados momentos. Esta plenitud no
estriba nunca en una certeza enunciable, no en proposiciones ni confesiones, sino en la realización
histórica del ser del hombre. Lograr esta realidad dentro de la situación en que se halla en cada caso un
hombre es el sentido del filosofar.
Ir de camino buscando, o bien hallar el reposo y la plenitud del momento, no son definiciones de
la filosofía. Esta no tiene nada encima ni al lado. No es derivable de ninguna otra cosa. Toda filosofía se
define ella misma con su realización. Qué sea la filosofía hay que intentarlo. Según esto es la filosofía
una la actividad viva del pensamiento y la reflexión sobre este pensamiento, o bien el hacer y el hablar
de él. Sólo sobre la base de los propios intentos puede percibirse qué es lo que en el mundo nos hace frente
como filosofía.
Pero podemos dar otras fórmulas del sentido de la filosofía. Ninguna agota este sentido, ni prueba
ninguna ser la única. Oímos en la antigüedad: la filosofía es (según su objeto) el conocimiento de las
cosas divinas y humanas, el conocimiento de lo que es en tanto es, es (por su fin) aprender a morir, es el
esfuerzo reflexivo por alcanzar la felicidad; asimilación a lo divino, es finalmente (por su sentido universal)
el saber de todo saber, el arte de todas las artes, la ciencia en general, que no se limita a ningún dominio
determinado. Hoy es dable hablar de la filosofía quizá en las siguientes fórmulas; su sentido es:
-Ver la realidad en su origen;
-apresar la realidad conversando mentalmente conmigo mismo, en la actividad interior;
-abrirnos a la vastedad de lo que nos circunvala;
-osar la comunicación de hombre a hombre sirviéndose de todo espíritu de verdad en
una lucha amorosa;
-mantener despierta con paciencia y sin cesar la razón, incluso ante lo más extraño y
ante lo que se rehúsa;
“La filosofía es aquella concentración mediante la cual el hombre llega a ser él mismo,
al hacerse partícipe de la realidad”.
¿QUÉ ES LO QUE LLEVÓ Y LLEVA A LOS HOMBRES A FILOSOFAR? En Filosofía las preguntas
son más esenciales que sus respuestas y toda respuesta se convierte en una nueva
pregunta.
El asombro o admiración: Platón decía que “el asombro es el origen de la filosofía...” éste
se presenta frente a algo inesperado, desconocido, es un sentimiento y se nos aparece como una
“toma de conciencia”. Es sorprenderse, extrañarse frente a lo cotidiano, ante el hecho de que las
cosas sean. Nos asombramos cuando rompemos la relación práctica con el mundo y nos preguntamos
qué es la realidad, cuál es su fundamento. Si en lugar de encogernos de hombros, como quien dijera
“no me interesan” (indiferencia) esas interrogantes, las tratamos de analizar y sistematizar entonces
ingresamos a la filosofía.
Para Platón y Aristóteles (siglos V – IV a. C.) la filosofía tenía su origen en la admiración y la
extrañeza frente al mundo. Platón afirmaba: “nuestros ojos nos hacen ser partícipes del espectáculo de
las estrellas, del sol y de la bóveda celeste, este espectáculo nos ha “dado el impulso de investigar el
universo”. Y Aristóteles agregaba “la admiración es lo que impulsa a los hombres a filosofar, empezando
por admirarse de lo que les sorprendía por extraño, así se preguntaron por el
origen del Universo”. Por lo tanto para Platón y Aristóteles la Filosofía tenía su origen en
la admiración y la extrañeza frente al mundo. Este admirarse nos impulsa a conocer. En esa
admiración se cobra conciencia de no saber, se busca el saber, pero el saber mismo, no para
“satisfacer ninguna necesidad común”. Para hacer Filosofía tenemos que dejar de lado el beneficio
personal y separarnos (en un primer momento) de las preocupaciones cotidianas.
LA CONDENA DE UN FILÓSOFO
Cuando Sócrates ya tenía 70 años, fue acusado ante los Tribunales de Atenas de
“no creer en los dioses de la ciudad e introducir divinidades nuevas”, y de “corromper a
los jóvenes”. Esta acusación fue presentada por tres ciudadanos atenienses: Anito, Licón y
Meleto. El cargo de no creer en los dioses y de introducir nuevas divinidades no tenía
fundamento, pues Sócrates nunca se mostró contrario a las creencias religiosas de su
tiempo. Pero era una acusación grave que podía justificar la condena a muerte.
El cargo de corromper a los jóvenes significaba acusar a Sócrates de apartar a los
jóvenes del saber tradicional, de hacerlos dudar sobre la moral impartida por sus padres, y
desviarlos del camino correcto. (Se debe tener en cuenta que estos jóvenes ricos estaban
destinados a ser los futuros dirigentes políticos de la ciudad.)
En su defensa, Sócrates negó la legitimidad de la acusación. Él estaba convencido
de haber beneficiado a los atenienses con su tarea. Consideraba que les había ofrecido un
servicio, que los había alertado sobre la necesidad de reflexionar, de no dejarse llevar por
creencias infundadas, de utilizar la propia razón para comprender el Universo y la
conducta de los hombres. Además, él no había enseñado ninguna doctrina en particular, ni
había tenido intenciones políticas. Por todo eso, Sócrates se creía con derecho a un premio,
en lugar de una condena. Creía que merecía el mismo trato que le daban a los vencedores
de los Juegos Olímpicos, los cuales eran auténticos privilegiados en Atenas.
El jurado dictaminó la condena a muerte. Según las costumbres de la época,
Sócrates debía beber la cicuta, el veneno que le quitaría la vida. Sus discípulos y amigos le
ofrecieron la posibilidad de escapar, de ir a vivir a otra ciudad griega. Pero Sócrates
prefería la muerte al ostracismo (destierro). Además, si buscaba una salida de ese tipo,
estaría traicionando toda una vida consagrada a la filosofía.
En el año 399 antes de Cristo, Sócrates murió envenenado en compañía de quienes
siempre estuvieron junto a él. Para Sócrates, el conocimiento de uno mismo es la
condición de la sabiduría y de la virtud. Conocerse a sí mismo significa adquirir
conciencia de los propios límites y de las propias faltas. La primera falta es creer estar
libre de faltas. Saber que no se sabe es el primer resultado del conocimiento de sí mismo,
es la primera sabiduría verdadera.
Sócrates no dejó obras escritas. En lugar de escribir, se dedicó a dialogar con sus
discípulos. Lo que sabemos de Sócrates nos ha llegado a través de los escritos de sus
discípulos, entre ellos, el más importante, Platón.
TEXTO 3
"Bueno será considerar […] cuál es el valor de la filosofía y por qué debe ser
estudiada. Es tanto más necesario considerar esta cuestión, ante el hecho de que muchos,
bajo la influencia de la ciencia o de los negocios prácticos, se inclinan a dudar que la
filosofía sea algo más que una ocupación inocente, pero frívola e inútil, con distinciones
que se quiebran de puro sutiles y controversias sobre materias cuyo conocimiento es
imposible. […] De hecho el valor de la filosofía debe ser buscado en una larga medida en
su real incertidumbre. El hombre que no tiene ningún barniz de filosofía va por la vida
prisionero de los prejuicios que derivan del sentido común, de las creencias habituales en
su tiempo y en su país, y de las que se han desarrollado en su espíritu sin la cooperación ni
el consentimiento deliberado de su razón. Para este hombre el mundo tiende a hacerse
preciso, definido, obvio; los objetos habituales no le suscitan problema alguno y las
posibilidades no familiares son desdeñosamente rechazadas. Desde el momento en que
empezamos a filosofar hallamos, por el contrario, […] que aun los objetos más ordinarios
conducen a problemas a los cuales sólo podemos dar respuestas muy incompletas. La
filosofía, aunque incapaz de decirnos con certeza cuál es la verdadera respuesta a las dudas
que suscita, es capaz de sugerir diversas posibilidades que amplían nuestro pensamiento y
nos libran de la tiranía de la costumbre. Así el disminuir nuestro sentimiento de certeza
sobre lo que las cosas son aumenta en alto grado nuestro conocimiento de lo que pueden
ser; rechaza el dogmatismo algo arrogante de los que no se han introducido jamás en la
región de la duda liberadora y guarda vivaz nuestro sentido de la admiración presentando
los objetos familiares en un aspecto no familiar.
[…] Para resumir nuestro análisis sobre el valor de la filosofía: la filosofía debe ser
estudiada, no por las respuestas concretas a los problemas que plantea, puesto que, por lo
general, ninguna respuesta precisa puede ser conocida como verdadera, sino más bien por
el valor de los problemas mismos; porque estos problemas amplían nuestra concepción de
lo posible, enriquecen nuestra imaginación intelectual y disminuyen la seguridad
dogmática que cierra el espíritu a la investigación; pero, ante todo, porque por la grandeza
del Universo que la filosofía contempla, el espíritu se hace a su vez grande, y llega a ser
capaz de la unión con el Universo que constituye su supremo bien."
Russell, B. Los problemas de la filosofía. Colombia, Grupo Editor Quinto Centenario. Ed.
Labor, 1995; pp.129-135. (La edición original es de 1912)
Para tener cuenta durante la lectura
1. ¿Cuál es la tesis que Russell desea sostener en este texto?
2. ¿Para qué sirve la filosofía?