Enriquecimiento Ilícito

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UNIVERSIDAD NACIONAL MAYOR DE SAN MARCOS

FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIA POLÍTICA


ESCUELA ACADÉMICO PROFESIONAL DE DERECHO

TEMA:
Enriquecimiento ilícito: ¿se debe establecer un monto dinerario específico para
su imputación?
CURSO:
Derecho Penal IV
PROFESOR:
Dr. Raúl Martínez Huamán
AUTOR:
Diana Cristina Moreno Gallegos (19020386)

Lima - Perú
2023
1. Introducción
En el marco de la lucha contra la corrupción y el abuso de poder, uno de los
fenómenos más preocupantes que afecta a las sociedades modernas es el enriquecimiento
ilícito por parte de funcionarios o servidores públicos.

Este delito vulnera la confianza de la ciudadanía, pues sujetos en posiciones de poder


aprovechan sus cargos públicos para obtener ganancias personales, a costa de los recursos y
las reservas fiscales. Nuestro ordenamiento penal establece mecanismos jurídicos para
sancionar esta conducta, definiendo y tipificando el delito de enriquecimiento ilícito. Sin
embargo, en este contexto, surge un desafío tanto conceptual como práctico: la determinación
del monto económico que representa.

En el siguiente artículo, exploraremos la naturaleza y las implicaciones del


enriquecimiento ilícito, centrándonos en el dilema de si se debe exigir un monto dinerario
mínimo para su imputación.

2. Conceptos previos

El enriquecimiento ilícito es un delito especial que se consuma cuando un funcionario


o servidor público se aprovecha de su cargo para incrementar de manera ilícita su patrimonio,
en detrimento de los recursos estatales. Este se encuentra tipificado en el artículo 401 del CP:

El funcionario o servidor público que, abusando de su cargo, incrementa ilícitamente su


patrimonio respecto de sus ingresos legítimos será reprimido con pena privativa de libertad no
menor de cinco ni mayor de diez años; inhabilitación, según corresponda, conforme a los
incisos 1, 2 y 8 del artículo 36; y, con trescientos sesenta y cinco a setecientos treinta días-
multa.

Si el agente es un funcionario público que ha ocupado cargos de alta dirección en las


entidades, organismos o empresas del Estado, o está sometido a la prerrogativa del antejuicio
y la acusación constitucional, será reprimido con pena privativa de libertad no menor de diez
ni mayor de quince años; inhabilitación, según corresponda, conforme a los incisos 1, 2 y 8
del artículo 36; y, con trescientos sesenta y cinco a setecientos treinta días-multa.

Se considera que existe indicio de enriquecimiento ilícito cuando el aumento del patrimonio o
del gasto económico personal del funcionario o servidor público, en consideración a su
declaración jurada de bienes y rentas, es notoriamente superior al que normalmente haya
podido tener en virtud de sus sueldos o emolumentos percibidos o de los incrementos de su
capital o de sus ingresos por cualquier otra causa lícita.
Como se observa, el sujeto activo de este delito es un funcionario o servidor público y
el sujeto pasivo es el Estado. La conducta típica del delito es el incremento ilícito del
patrimonio, lo cual abarca tanto el aumento de activos como la disminución de pasivos. Tal
como señala el Acuerdo Plenario N.º 3-2016/CJ-116, “se trata […] de un típico delito
especial propio o funcionarial de infracción de deber. Sobre todo, porque el enriquecimiento
ilícito que sanciona la ley se materializa a través de actos sucesivos o simultáneos de abuso
de la posición y competencias funcionariales del sujeto activo y que originan para él un
mejoramiento patrimonial indebido” (f.j. n.° 13). Esta acumulación de actos ilegales, que se
orientan hacia el beneficio económico personal, se convierte en la esencia del
enriquecimiento ilícito.

Cabe mencionar que este delito puede consumarse mediante un proceso gradual, pero
debe ocurrir durante el ejercicio de la gestión o competencia funcional del funcionario
público; es decir, desde que asume el cargo hasta que cesa en él. Además, debe derivar de
modalidades específicas de abuso funcional, que no deben constituir otros delitos funcionales
como corrupción pasiva, peculado o colusión. Esta característica lo convierte en un delito
subsidiario o residual.

Por otro lado, al ser un delito contra la administración pública, se protege un bien
jurídico general que se concretiza en uno específico. Este va más allá de la protección de las
reservas fiscales, engloba el correcto funcionamiento de la Administración Pública. De
acuerdo a Salinas Siccha (2012) los principios entorno a este bien jurídico son la protección
jurídica de la transparencia y la probidad con la que debe actuar el agente por razón de su
cargo (p. 761). Bajo ese mismo enfoque, Montoya Vivanco (2012) señala que:

[E]l funcionario público tiene deberes de probidad y transparencia que trazan una frontera
clara entre las fuentes legítimas y las fuentes ilícitas de enriquecimiento. En otras palabras, el
funcionario público, a diferencia de los demás ciudadanos, solo puede enriquecerse a través
de actos considerados lícitos previamente, por lo que toda fuente de enriquecimiento que no
esté en este parámetro puede considerarse (indiciariamente) ilícita (p. 64).

Asimismo, el Recurso de Casación N.° 343-2012 Lima (16 de abril de 2013) señala
que:

[E]l verbo rector de este delito está constituido por el “enriquecerse ilícitamente” […], es
decir, la constatación de un enriquecimiento real del funcionario y la falta de justificación
sobre el origen ilícito de dicho enriquecimiento. Al respecto, para la doctrina nacional
mayoritaria, estos elementos se relacionan con el incremento real del patrimonio económico
del sujeto activo —el que puede estar constituido por el conjunto de bienes y derechos
estimados en dinero, muebles /e inmuebles, derechos, e incluso gastos excesivos—que éste no
puede explicar (f.j. n.° 8).

El delito de enriquecimiento ilícito se consuma cuando se comprueba la existencia de


un incremento significativo y contrastante en el patrimonio del servidor público. Como
precisa el ordenamiento jurídico “se considera que existe indicio de enriquecimiento ilícito
cuando el aumento del patrimonio o del gasto económico personal del funcionario o servidor
público […] es notoriamente superior” (art. 401 del CP). Sin embargo, es importante aclarar
que “la desproporción notoria del incremento del patrimonio del servidor o funcionario
público no es prueba acabada o determinante, pues se hacen necesarias pruebas adicionales o
concurrentes que corroboren dicho indicio” (Exp. 00001-2011-4, 27 de enero de 2012, f.j. n.°
21).

El expediente anteriormente mencionado también señala que:

1. Para la determinación del tipo penal de enriquecimiento ilícito es necesaria la existencia de


una relación casual entre el enriquecimiento y la posición funcional del funcionario público
[…], [este] debe hacer hecho uso de su cargo para incrementar ilícitamente su patrimonio

2. El Ministerio Público debe probar que el funcionario público se ha enriquecido


ilícitamente, en el período que tuvo dicha condición (f.j. n.° 22).

Esto último se encuentra en concordancia con el art. 41 de la Constitución Política del


Perú, la cual señala que “cuando se presume de enriquecimiento ilícito, el Fiscal de la
Nación, por denuncia de terceros o de oficio, formula cargos ante el Poder Judicial”. Ante tal
escenario, el funcionario público deberá justificar la legitimidad de su incremento
patrimonial. Sin embargo, como mencionamos anteriormente, esto no determina de forma
fehaciente su culpabilidad.

3. Estado de la cuestión

Ahora bien, volviendo al tema central de la cuestión: ¿se debe exigir un monto
dinerario mínimo para determinar la consumación del delito de enriquecimiento ilícito? Tal
como señala el AP N.º 3-2016/CJ-116 (12 de junio de 2017) “la discusión gira en torno a
determinar si cabe considerar un componente cuantitativo mínimo de incremento en los
activos o de disminución de los pasivos del funcionario público para poder imputar la
realización del delito” (f.j. n.° 13).
Asimismo, el tercer párrafo del art. 401 del Código de 1991 establece que constituye
un indicio de enriquecimiento ilícito “cuando el aumento del patrimonio o del gasto
económico personal del funcionario o servidor público, en consideración a su declaración
jurada de sus bienes y rentas, es notoriamente superior al que normalmente hubiera podido
tener en virtud de los sueldos o emolumentos percibidos o de los incrementos de su capital o
de sus ingresos por cualquier otra causa lícita” (AP N.º 3-2016/CJ-116, f. j. n.° 13).

En el derecho comparado, hay varias alternativas legales. Por ejemplo, el Código


Penal argentino destaca que el enriquecimiento patrimonial tiene siempre que ser
“apreciable” (art. 268). Por su parte, el Código Penal Federal de México, si bien no especifica
un monto mínimo para la imputación, utiliza el valor dinerario para precisar la pena a
imputar:

Cuando el monto a que ascienda el enriquecimiento ilícito no exceda del equivalente de cinco
mil veces el salario mínimo diario vigente en el Distrito Federal, se impondrán de tres meses a
dos años de prisión, multa de treinta a trescientas veces el salario mínimo diario vigente en el
Distrito Federal al momento de cometerse el delito y destitución e inhabilitación de tres meses
a dos años para desempeñar otro empleo, cargo o comisión públicos. Cuando el monto a que
ascienda el enriquecimiento ilícito exceda del equivalente de cinco mil veces el salario
mínimo diario vigente en el Distrito Federal, se impondrán de dos años a catorce años de
prisión, multa de trescientas a quinientas veces el salario mínimo diario vigente en el Distrito
Federal al momento de cometerse el delito y destitución e inhabilitación de dos años a catorce
años para desempeñar otro empleo, cargo o comisión públicos (art. 224 Código Penal Federal
de México).

De igual manera, el Texto Único del Código Penal de Panamá adoptado por Ley N.°
14 de 2007, establece que “la pena será de seis a doce años de prisión si lo injustificadamente
obtenido supera la suma de cien mil balboas (B/. 100,000.00)”.

Como se puede apreciar, tanto el tipo penal mexicano como el panameño establecen
de manera expresa que la cantidad dineraria constituye un agravante para la imputación del
delito de enriquecimiento ilícito. En nuestro contexto jurídico, “la agravante no está en
relación con el monto del incremento, sino con la posición especial que ocupan determinados
funcionarios públicos” (Montoya Vivanco, 2014, p. 74).

Por otro lado, algunos autores sugieren que:


[…] una mínima cantidad que no corresponda con los ingresos legítimos del funcionario
público no pondría en riesgo al bien jurídico protegido por la norma penal. No obstante, tanto
con el uso del término “enriquecimiento” como con el uso del término “incremento”, el
problema […] sería el mismo, y en ambos casos se podría aplicar el mismo principio
dogmático respecto a montos que sean de mínima entidad y que no impliquen una diferencia
penalmente relevante entre los ingresos que el funcionario pudo haber percibido en razón de
su cargo y lo que efectivamente le corresponde (Montoya Vivanco, 2014, p. 88)

El principio dogmático que rige en este contexto se basa en la consideración de


montos de mínima entidad que no tengan un impacto penalmente relevante en la diferencia
entre los ingresos que el funcionario pudo haber obtenido en virtud de su cargo y lo que
realmente le corresponde. Esta perspectiva sugiere que, independientemente de si se emplea
el término "enriquecimiento" o "incremento", se debería aplicar el mismo criterio en casos de
magnitud insignificante pues de todas formas afecta el bien jurídico protegido.

Así pues, el AP N.º 3-2016/CJ-116 concluye en que “no cabe exigir un monto
dinerario específico para identificar el enriquecimiento ilícito pero si una valoración
razonable de su magnitud como desbalance notorio y apreciable en el patrimonio personal o
familiar del funcionario, para, en base a ello, inferir e imputar su presencia” (f.j. n.° 13) .

4. Posición del autor

La determinación de un monto cuantitativo mínimo para la imputación del delito de


enriquecimiento ilícito ha sido motivo de debate en el ámbito legal. Esta discusión surge
debido a varios factores. En primer lugar, establecer un valor fijo podría resultar inflexible y
poco adecuado dada la diversidad de situaciones en las que podría manifestarse el
enriquecimiento ilícito. Y es que cada sujeto puede tener circunstancias únicas que
dificultarían la aplicación de una regla específica para abordar todos los casos de manera
equitativa. Los ingresos legítimos, los gastos personales y otros factores varían
significativamente entre diferentes funcionarios y contextos regionales. Por lo tanto,
encontrar un monto que sea aplicable universalmente es un desafío.

Además, el contexto socioeconómico juega un papel importante en la definición de lo


que se considera "apreciable" o "notoriamente superior". Lo que puede considerarse un
enriquecimiento significativo en un país podría no serlo en otro, lo que dificulta la creación
de un estándar que sea válido en todos los contextos.
Una preocupación clave en este debate es encontrar un equilibrio entre prevenir el
abuso y garantizar la justicia. Si el monto económico es demasiado alto, podría permitir que
algunos funcionarios se beneficien indebidamente sin ser penalizados, socavando así los
esfuerzos por combatir la corrupción y el enriquecimiento ilícito. Por otro lado, si el umbral
es demasiado bajo, existe el riesgo de acusar injustamente a personas inocentes.

Por tanto, estoy a favor de que no se debe exigir una cantidad dineraria específica para
la consumación del delito de enriquecimiento ilícito.

5. Conclusiones

 El enriquecimiento ilícito es un delito especial que se consuma cuando un funcionario


o servidor público se aprovecha de su cargo para incrementar de manera ilícita su
patrimonio, en detrimento de los recursos estatales.
 Este delito puede consumarse mediante un proceso gradual, pero debe ocurrir durante
el ejercicio de la gestión o competencia funcional del funcionario público; es decir,
desde que asume el cargo hasta que cesa en él.
 El delito se consuma con independencia del monto económico, es decir, no cabe
exigir una cantidad dineraria específica, pero sí debe significar una valoración
razonable en su magnitud económica.
 En el ordenamiento jurídico peruano, la agravante no está en relación con el monto
del incremento, sino con la posición especial que ocupan determinados funcionarios
públicos.

6. Bibliografía

Montoya Vivanco, Y. (2012). El delito de enriquecimiento ilícito como delito especial de


posesión. IDEH-PUCP.

Montoya Vivanco, Y. (2012). El bien jurídico específico en el delito de Enriquecimiento


Ilícito [Tesis de Maestría, Pontificia Universidad Católica del Perú].
http://hdl.handle.net/20.500.12404/5824

Pezo Rocal, C. (2014). El bien jurídico específico en el delito de enriquecimiento ilícito


[Tesis de Maestría, Pontificia Universidad Católica del Perú].
http://hdl.handle.net/20.500.12404/5824
Salinas Siccha, R. (2019). Delitos contra la Administración Pública (5.ª ed.). Grijley.

Chanjan, R., Padilla, A. y Gonzales, M. (2022, 12 enero). 10 claves para reconocer el delito
de enriquecimiento. IDEHPUCP. https://idehpucp.pucp.edu.pe/notas-informativas/10-
claves-para-reconocer-el-delito-de-enriquecimiento-ilicito/#_ftn6

Torres Pachas, D. (2021, 2 de noviembre). Un delito a tomar en cuenta cuando se contratan


funcionarios públicos: el enriquecimiento ilícito. IDEHPUCP.
https://idehpucp.pucp.edu.pe/analisis1/un-delito-a-tomar-en-cuenta-cuando-se-
contratan-funcionarios-publicos-el-enriquecimiento-ilicito/

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