El Arte de Curar Ninos en El Tiempo
El Arte de Curar Ninos en El Tiempo
El Arte de Curar Ninos en El Tiempo
WZ 112.5.P3
Osvaldo Loudet
INTRODUCCIÓN
BIBLIOGRAFÍA/ 81
Capítulo 1
Egipto
La medicina y la pediatría egipcias fueron más ricas en conocimientos y
medios para el tratamiento que la mesopotámica, aunque esta información
se mantuvo envuelta en el misterio por miles de años, tal como ocurrió con
muchos aspectos del saber y la cultura alcanzada por los egipcios de la
antigüedad. Esto pudo haber ocurrido porque la arena literalmente cubrió
gran parte de los documentos de aquel Egipto faraónico y porque la escritura
empleada por ellos, denominada jeroglíficos por Heródoto, comenzó a ser
descifrada en los albores del siglo xix.
La práctica médica estaba unida indisolublemente, en la mayoría de
los casos, a la práctica sacerdotal. El médico era un intermediario entre los
dioses y los seres humanos. Los dioses protectores de los médicos eran Toth
y Horus, quien tenía cabeza de halcón y era hijo de Isis y Osiris. Para Horus
se usaba un signo jeroglífico muy parecido a la letra R, con el que se encabe-
zaban todos sus escritos y recetas. Lo curioso es que aún en nuestros días
los médicos continúan usando el símbolo R/ para recetar los medicamentos.
Imhotep fue el primer médico egipcio del que se tiene noticia, quien
además era arquitecto, escriba y visir de la corte del faraón Zoser, hace unos
2500 años. Además de curar al faraón y a otras personas, al parecer escribió
también algunos libros de medicina, de los que aún se conservan copias.
Los papiros más importantes que han llegado a nuestros días se han
nombrado como la persona que los encontró o como el lugar donde fueron
hallados. Para conocer la medicina egipcia son fundamentales el papiro Smith
y el de Ebers. El primero está en New York y el segundo en Leipzig, ambos son
de contenido exclusivamente médicos. Quizás son copias de otros previos,
pero mucho más antiguos porque fueron escritos hasta 15 siglos antes.
El papiro Smith es un verdadero tratado quirúrgico en el que se describen
numerosas afecciones y su tratamiento, y donde se recomiendan el hilo y
la aguja para suturar algunas heridas. También menciona la circuncisión
realizada a niños en los primeros años, con propósitos probablemente
higiénicos y religiosos.
El papiro Ebers se ocupa de otras muchas enfermedades, desde la óptica
de lo que hoy llamamos “Medicina Interna”. Contiene 876 recetas para las
cuales se citan más de 500 productos naturales y minerales, entre los que
EL ARTE DE CURAR NIÑOS EN EL MUNDO 5
están lo orina y las heces humanas o de animales, el cerumen de los oídos del
cerdo y su carne podrida. En este papiro aparecen numerosas enfermedades
que afectaban a los niños, como estrabismo, parasitosis intestinales, prolap-
so rectal, diarreas y estreñimiento. En otros documentos de la época se habla
también de afecciones como la acondroplasia, afecciones vertebrales en los
niños, como la cifosis, y también la parálisis infantil vinculada al periparto.
Curiosamente, el tracoma, que es una enfermedad que aún existe en toda
la cuenca del Mar Mediterráneo y que es motivo de ceguera en las zonas más
atrasadas de esa región, fue descrita en algunos papiros como “oftalmía del
desierto”, pues se atribuía a la arena que se introducía en los ojos al soplar
intensos vientos cálidos. Actualmente se conoce que su causa es un agente
biológico infeccioso, la Chlamydia trachomatis.
Los médicos faraónicos comenzaban los estudios desde niños para
ejercer su profesión; algunos aprendían el arte junto a su padre. Este méto-
do de trasmisión vertical del conocimiento médico fue la constante en casi
todas las culturas del mundo antiguo. Se cumplía así la obligada condición
de “ciencia secreta” de la que durante milenios estuvo revestida la medicina.
No obstante, en Egipto su enseñanza se hacía en la “Casa de la Vida”,
bajo el patrocinio de los monarcas. Allí se reunían hombres sabios de todas
las ramas de las ciencias y las artes. Además, se guardaban celosamente los
papiros y documentos que atesoraban toda una sabiduría acumulada durante
milenios. Por esas razones, iban allí los jóvenes destinados al sacerdocio, así
como los que serían escribas, funcionarios del gobierno y futuros médicos.
Inicialmente aprendían la lectura y la escritura, y poco a poco les revela-
ban los signos sagrados. Después, los médicos debían dedicarse al estudio
de los textos específicos diseñados para ellos. Al finalizar su aprendizaje
algunos quedaban al servicio del faraón o de los templos, recibían un salario
por el que además debían atender a quienes solicitasen su asistencia. Otros
trabajaban libremente en las grandes ciudades y tenían solo como paga la
que pudieran darle los enfermos a quienes atendían.
India
Para hablar de la medicina y la pediatría en la India antigua hay que men-
cionar a los Vedas, los cuatro libros sagrados escritos en lengua sánscrita y
que fueron las primeras creaciones de la literatura india. El más importante
y significativo para el conocimiento de la medicina en esa parte del mundo
fue el Ayur-Veda o “ciencia de la vida”. Es casi seguro que los conocimientos
que contiene fueron trasmitidos verbalmente desde varias centurias antes.
6 EL ARTE DE CURAR NIÑOS A TRAVÉS DEL TIEMPO
China
Podría decirse que la medicina ha cambiado muy poco en China durante
los últimos 4000 años. En primer lugar, esto puede explicarse por el apego de
quienes la practican a la mayoría de sus remedios y métodos terapéuticos
ancestrales. En segundo lugar, a que estos métodos han demostrado su
eficacia a través del tiempo. La prueba de esto es que aún, en la mayoría de
los centros de altos estudios, se enseña y se practica ampliamente la llamada
medicina tradicional china. No fue hasta los primeros años del siglo xx que
la medicina occidental comenzó a penetrar en el gigante país asiático, tras
la proclamación de la república.
Fue el emperador Fu-Hsi quien hace casi 5000 años describió los dos
principios fundamentales y complementarios del universo: el masculino
yang (activo, luminoso, positivo y cálido) y el femenino yin (pasivo, sombrío,
negativo y frío). Ambos están en el origen de casi todas las filosofías y mé-
todos de conocimientos orientales. Pero no fue hasta el año 2700 a.n.e. que
Huang-ti, el emperador amarillo, quien se considera el fundador del sistema
terapéutico chino, junto a su ministro Chi-Po, redactó en forma de diálogo el
libro titulado Enseñanza sobre las enfermedades internas.
Pien Chio, el médico más famoso de la China antigua, escribió en el si-
glo VI a.n.e. un libro “Sobre espinosos problemas”. A él se debe la teoría del
pulso, método indispensable para el diagnóstico, que requería que el médico
estuviera durante horas junto al enfermo. En la teoría del pulso se describen
hasta 50 tipos diferentes de pulso y al menos una docena de lugares donde
8 EL ARTE DE CURAR NIÑOS A TRAVÉS DEL TIEMPO
Grecia
Grecia asimiló un caudal de conocimientos proveniente del Oriente, en
ocasiones como producto de feroces guerras, como las Médicas, o de las
campañas emprendidas por Alejandro Magno. Los griegos sistematizaron
la razón y la elevaron a la posición rectora sobre las formas de pensamiento.
La aplicaron a cuantos conocimientos acumularon de las culturas mesopo-
támica, india o egipcia. Despojaron a estas de su magia y superstición y al
mismo tiempo, preservaron sus fundamentos racionales, que eran muchos
y muy importantes.
La medicina griega clásica tiene como fuente documental el denominado
Corpus Hippocraticum, un conjunto de libros que, aunque la tradición atribuye
solo a Hipócrates de Cos, en realidad lo integran textos del mismo Hipócrates
y también de algunos predecesores y seguidores suyos, durante más de un
siglo. En el Corpus, en lugar de atribuir un origen divino a las enfermedades,
se discuten sus causas ambientales. Pero aun cuando es bien conocido
el aporte que Hipócrates hiciera al conocimiento de las enfermedades, e
incluso a la filosofía y a la ética de la relación médico-paciente, algunos de
sus planteamientos han sido cuestionados en el contexto histórico actual.
Sin dudas, dentro del Corpus, el libro llamado Aforismos es el de más
popularidad. Fue escrito en el siglo iv a.n.e. y estuvo vigente durante 2500
años. La palabra aforismo en griego significa delimitación o distribución.
Fue como la Biblia de los médicos, en tanto que a Hipócrates se le considera
el Padre de la Medicina. Los aforismos son sentencias breves y de validez
universal, pero de una aplicación concreta. Están cargados de una sapien-
cia máxima y su brevedad los hace fácilmente memorizables. Esto facilitó,
además, su trasmisión oral de generación en generación, aunque después
quedaron escritos en diversos textos.
En Aforismos hay repetidas referencias a enfermedades infantiles,
así como al peculiar modo de enfermar y evolucionar que tienen los niños
respecto a los adultos y el tratamiento diferente que requieren unos y otros.
Algo curioso que pasó con ese libro es que muchas de sus recomenda-
ciones han llegado hasta nuestros días y se asumen, no solo como válidas,
sino como verdades indiscutibles. Entre otras están, no salir desabrigados de
un lugar cálido a otro más frío, para evitar los cambios bruscos de tempera-
tura, y no excederse con la comida y la bebida a determinadas horas del día.
Muchas personas, de modo inconsciente, con frecuencia utilizan como
“elementos diagnósticos” algunos principios que fueron expuestos en aquel
memorable libro. Ejemplos de estos son: cuando el sudor se acompaña de
10 EL ARTE DE CURAR NIÑOS A TRAVÉS DEL TIEMPO
Roma
La llamada Grecia Clásica se había desarrollado cronológicamente
mucho antes que Roma, pero fue gracias a esta última que su arte y ciencia
se extendieron a otros pueblos. A esto contribuyó el tiempo que estuvo el
imperio romano en el poder, el uso del latín como lengua durante varios siglos
y el fundamento de las lenguas romances. También importante fue el hecho
de que Roma incluyera los conocimientos médicos en diferentes aspectos
de la convivencia de sus ciudadanos: el derecho, la administración pública y
familiar, y hasta en la religión, sobre todo después de la cristianización. Esta
impronta permaneció vigente durante siglos.
Como se mencionó antes, muchos griegos fueron los médicos de la
República Romana y de la Roma Imperial. Fue allí donde se escribieron y se
divulgaron las obras de Areteo de Capadocia y de Galeno de Pérgamo, así
como las de sus sucesivos compiladores. El primero describió la difteria, la
epilepsia infantil, las parasitosis intestinales y varias malformaciones con-
génitas. Pero sin lugar a dudas, una de las obras médicas más importantes
por su contenido pediátrico fue Sobre las enfermedades de las mujeres, de
Sorano de Éfeso.
A partir de entonces y durante muchos siglos, los temas de atención
médica en la infancia estuvieron unidos a los de la atención a las madres.
En la tercera parte del libro de Sorano de Éfeso hay 23 capítulos dedicados
a los niños. Los primeros 16 son exclusivamente sobre la atención médica
EL ARTE DE CURAR NIÑOS EN EL MUNDO 11
del recién nacido. Trata con detalle acerca de cómo cortar y ligar el cordón
umbilical y sobre las medidas higiénicas indispensables en los lactantes y
en las madres o nodrizas que los lactan.
Los siete últimos capítulos se dedican a algunas afecciones pediátricas
como la dentición, inflamaciones de la garganta, aftas, exantemas, lesiones
cutáneas y las convulsiones febriles.
Puede afirmarse que Roma supo asimilar muy bien todo el saber médico
pediátrico griego, pero fue innovadora en lo referente a la protección social de
la infancia. Se conoce que, a comienzos de la etapa imperial, los pescadores
del Tíber protestaron ante el “alcalde” de la urbe por la cantidad de neonatos
ahogados que encontraban en sus redes, tras ser arrojados al río por sus
propias madres, en tanto que los niños deseados eran siempre muy bien
atendidos por sus familias y protegidos por toda la sociedad.
Fueron los emperadores Nerva, Trajano y Adriano quienes dictaron leyes
para que los hijos no deseados fueran depositados en las puertas de los
templos, como expósitos, para ser cuidados por los sacerdotes y sacerdo-
tisas. Para evitar el infanticidio, también los niños podían dejarse a los pies
de las “columnas lactarias”, situadas en los foros y en los mercados, para
que quien quisiera los recogiese.
Fue Trajano quien dispuso la creación de instituciones a cargo del
Estado, donde se atendieran a los niños indigentes para alimentarlos e
instruirlos. Por otra parte, los hijos de los soldados muertos en campaña
tenían derecho a una especial protección y cuidados en cada una de sus
provincias de residencia.
No obstante, la mayoría de los niños llevaba una vida miserable y tenían
que trabajar desde muy temprana edad, lo que muchas veces ponía en peligro
su vida y su salud. Laboraban en minas, cual si fueran adultos, niños hasta
de cinco o seis años. El trabajo infantil desafortunadamente es una triste
y vergonzosa constante histórica que está vigente en algunos países del
mundo, donde aún en el siglo xxi se practica impunemente.
La pediatría en el Renacimiento
El Renacimiento fue un periodo de la historia europea caracterizado por
un renovado interés por el pasado grecorromano clásico y especialmente
por su arte. Comenzó en Italia en el siglo xiv y se difundió por el resto de
Europa durante los siglos xv y xvi. Fue una época de cambio en la concep-
ción de múltiples saberes humanos, dentro de los cuales la Medicina y la
pediatría no fueron la excepción.
Se creó una nueva Medicina que en muchos casos se apoyaba básica-
mente en la experiencia personal de los propios médicos, apoyados en los
descubrimientos anatómicos realizados en humanos y los primeros pasos
de la ciencia experimental. En la primera parte de este importante periodo
histórico, las enfermedades de la infancia se explicaban dentro de las obras
médicas de carácter general.
Poco a poco aparecieron algunas obras dedicadas exclusivamente a
las enfermedades pediátricas. En 1472 se imprimió en Padua, Italia, la obra
de Pietro Bagellardo titulada De aegritudinibus infantum et de morbis pue-
rorum, en la que, tras una parte inicial dedicada al recién nacido, aparecen
más de 20 capítulos en los que se exponen detalles de las enfermedades
más frecuentes en los niños. Se describen afecciones cutáneas, oculares,
bucales, respiratorias, gastrointestinales y del tracto urinario, así como las
parasitosis, la hernia umbilical y la inguinal.
Fue Bartholomaeus Metlinger, fallecido antes de finalizar el siglo xv, quien
publicó la primera obra pediátrica escrita en una lengua vulgar, el alemán. Con
el título Regiment der jungen kínder, esta obra describe afecciones pediátricas
basadas en sus propias observaciones. El tercer autor pediátrico, también
del siglo xv, fue Cornelius Roelants; médico del emperador Maximiliano y
quizás el que menos se apartó de las doctrinas grecoárabes precedentes.
Fue Luis Lobera de Ávila, un médico al servicio de Carlos i, el Rey Empe-
rador, quien escribió el Libro del regimiento de la salud y de la esterilidad de
los hombres y las mujeres y de las enfermedades de los niños. Este médico
castellano hizo una célebre descripción y tratamiento del pie zambo. Explicó
cómo hacer su reducción manual y diseñó una bota ortopédica para corregir
la deformidad. Todo esto se mantuvo vigente hasta el siglo xx, cuando se
implementaron otras técnicas.
En realidad, los primeros libros de una auténtica pediatría, independizada
totalmente de los padecimientos a otras edades, fueron obra de un italiano y
de algunos españoles. Fue Giordano Mercuriale (1530-1616) quien publicó en
EL ARTE DE CURAR NIÑOS EN EL MUNDO 15
que se produjo una auténtica revolución, pues había surgido una “vacuna” y
esto allanó el terreno a la inmunología.
Al principio, ese descubrimiento no fue bien acogido en Europa, con
excepción de España, donde en 1803, bajo los auspicios de Carlos iv, se creó
la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna, para llevar el descubrimiento a
todas las colonias españolas de ultramar. Este acontecimiento contribuyó
a disminuir la morbilidad y la mortalidad de la viruela en América, Filipinas
y otras islas del Pacífico.
Fue interesante cómo lograron mantener lo que se denominaba linfa
vacunal durante el largo viaje. Puesto que no existía otro modo de conser-
vación, en el navío “María Pita” llevaron a un grupo de niños expósitos y
la pasaban de un niño a otro. Aquellos pequeños, dada su corta edad no
habían estado antes expuestos a la infección. La expedición constituye uno
de los momentos de mayor gloria para la medicina y la salubridad española
en toda su historia.
3
Delgado García G. (1993). La cátedra de Patología y Clínica infantiles de la Universidad
de La Habana (1899-1962). Cuadernos de Historia de la Salud Pública [serie en Inter-
net]. [citado 3 de agosto de 2017]. Disponible en: http://bvs.sld.cu/revistas/his/his93/
his0493.htm
32 EL ARTE DE CURAR NIÑOS A TRAVÉS DEL TIEMPO
En 1928 en Cuba faltaba una institución que agrupara a todos los médi-
cos que se dedicaban a la práctica de la especialidad de enfermedades en la
infancia y correspondió también a la cátedra de Patología y Clínica Infantiles
que en su seno se fundara la Sociedad Cubana de Pediatría.
Bajo la presidencia del doctor Félix Hurtado Galtés y como secretario el
doctor Carlos Hernández-Miyares Marty, se reunieron, el domingo 7 de octu-
bre de 1928, en el anfiteatro de clases de la cátedra, los doctores Teodosio
Valledor Campo, Agustín Castellanos González, Benito Vilá Gómez, Gustavo
Cardelle Penichet, Julio Cabrera Calderín, Gustavo García-Montes Hernández,
Gabriel Gómez del Río, Bernardo Cardelle Penichet, Emilio Alemán Vázquez,
Emilio García Pérez, María L. Cubiña Rodríguez, José Prats García, Hipólito
Dumois Cárdenas, Roberto Céspedes Le Batard, Domingo Gómez Tejera,
Pedro Sánchez Toledo, Abelardo Codinach Segura, Evelio Molinero Cañas,
Gustavo E. González Sastre y Felipe Casas Lajonchere, en su totalidad pro-
fesores, instructores y médicos de los servicios de la cátedra, con el objetivo
de constituir la Sociedad.
Ese día quedó constituida la Sociedad Cubana de Pediatría y como
homenaje especial de profundo reconocimiento fue nombrado Presidente
el profesor Aballí Arellano. Todos los presentes fueron designados como
socios fundadores. Como Vicepresidente fue seleccionado el doctor Hurtado
Galtés, como Secretario-Contador el doctor Hernández- Miyares, y se desig-
naron como vocales los doctores Valledor Campo y Castellanos González.
En la primera sesión de la junta de gobierno fueron designados socios de
honor los profesores Luis Morquio, de Uruguay; Pierre Nobécourt, de Francia
y Clemente Inclán Costa, de Cuba.
En la cátedra fueron también impartidos cursos cortos de posgrado,
auspiciados conjuntamente con la Sociedad Cubana de Pediatría desde sus
inicios e independientes de los que se ofrecían en la Escuela de Pediatría. Uno
de los primeros en impartirse fue el “Curso de Pediatría Integral e Intensiva”.
En enero de 1929, a menos de tres meses de constituida la Sociedad que
agruparía a los pediatras cubanos, se publicó el primer número del Boletín de
la Sociedad Cubana de Pediatría, como órgano oficial de la Sociedad y de la
cátedra de Patología y Clínica Infantiles. Sus directores fueron los doctores
Aballí Arellano y Hurtado Galtés; jefes de redacción los doctores Valledor
Campo y Castellanos González; secretario de redacción el doctor Carlos
Hernández-Miyares y administrador, el doctor Vivino García Remedios. A la
muerte del doctor Aballí Arellano lo sustituyó el doctor Valledor Campo y el
doctor Arturo José Aballí García-Montes ocupó uno de los cargos de jefe de
EL ARTE DE CURAR NIÑOS EN CUBA 33
fancia, que más tarde fue adoptado como texto oficial de la cátedra
de Nutrición Pediátrica. Mientras tanto, continuaba prestando asis-
tencia clínica a niños en una de las salas de lactantes del Hospital
Infantil. Empecé, desde entonces, a preocuparme por las causas
principales de mortalidad dentro del hospital.
Las salas estaban divididas de acuerdo con la edad de los
niños y en las salas de lactantes había cubículos con dos cunas.
Advertí que en un cubículo colocaban a un niño con gastroenteritis
aguda y en la cuna adyacente a un recién nacido que solo estaba
en observación, sin que tuviera ninguna enfermedad contagiosa. La
misma persona cuidaba de los dos niños sin ninguna precaución
de limpieza, con el resultado de que el pequeño sano contraía gas-
troenteritis y moría deshidratado y con desequilibrio electrolítico.
Esto me llevó a fundar, a mitad de los años cincuenta, las llamadas
Salas de Gastroenteritis, donde había un lavamanos entre las dos
camitas. Pronto la mortalidad intrahospitalaria descendió notable-
mente y esta buena experiencia me condujo también a fundar las
Salas de Infecciones Respiratorias Agudas, también con excelentes
resultados.
Para los casos de gastroenteritis establecí el uso de la hidra-
tación intravenosa junto con el del fotómetro de llama para el diag-
nóstico y manejo adecuado de la hidratación parenteral, prestando
atención a la cantidad adecuada de sodio, cloro y potasio. Esos
trabajos fueron presentados en la Ross Pediatric Conference que
tuvo lugar en La Habana por esa época. La solución electrolítica
que yo creé era muy similar a la que recomendó después el Fondo
de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef).
Mi primera relación con la Organización Panamericana de la
Salud (OPS) tuvo lugar en 1947, cuando, después de terminada la
Segunda Guerra Mundial, visité su sede en Washington, D.C., para
asistir a una reunión. Entonces iba yo de paso a New York para par-
ticipar en el Quinto Congreso Internacional de Pediatría celebrado
a mediados de julio en el Hotel Waldorf Astoria, donde conocí al
Profesor L. E. Holt. En octubre de 1957 ingresé a la Academia Esta-
dounidense de Pediatría.
En Cuba, la mortalidad infantil en esa época ascendía en los
registros estadísticos a 60 por cada 1000 nacidos vivos, pero no
cabe duda de que en la realidad era mucho más elevada. En los
38 EL ARTE DE CURAR NIÑOS A TRAVÉS DEL TIEMPO
años sesenta, cuando visité las zonas rurales del país, pude ver
las tumbas de niños en el campo y me impresionaron en particular
las de la costa sur de la provincia de Oriente. Debido a la falta de
comunicación con la ciudad más cercana, que se situaba a unos 80
kilómetros y a la que no había acceso por carretera, se llevaba a los
enfermos a la costa sur con la esperanza de que desde allí alguna
embarcación los condujera a la ciudad de Santiago, que era la única
cercana. No es de dudar que en esas circunstancias se produjera
un gran subregistro de la mortalidad infantil.
Antes de los cambios políticos que tuvieron lugar en Cuba en
1959, la mortalidad infantil y el cuidado de la salud no eran priorida-
des gubernamentales. La situación cambió posteriormente. Antes
de 1962, la única Escuela de Medicina en el país se situaba en La
Habana, pero ese año se fundó otra en la provincia de Oriente, pre-
cisamente en Santiago de Cuba. Yo asistí a la inauguración y recorrí
en esa ocasión la costa sur de la provincia por una carretera que
enlazaba a cuatro hospitales rurales recién edificados. Cuando fui
a visitarlos, fue que advertí la presencia de las tumbas en la costa
sur de esa provincia.
En 1965 tuvo lugar el primer curso de Pediatría en la nueva
Facultad de Medicina y fui el profesor seleccionado para impartirlo
por un periodo de seis meses. En 1966 desempeñé la misma tarea
en el Hospital Finlay de La Habana, y en 1968 regresé a la entonces
provincia de Oriente para impartir otro curso de pediatría en el nor-
te, en la ciudad de Holguín. En todas partes luché por establecer
medidas para disminuir las principales causas de mortalidad en
los niños, y mis ideas siempre fueron tomadas en consideración.
El año 1966 marcó el inicio de mi preocupación por la mor-
talidad, morbilidad y secuelas producidas por los mal llamados
accidentes en los niños. Realicé y publiqué varios trabajos de inves-
tigación sobre sus causas. Posteriormente fui nombrado Miembro
del Panel de Expertos en Prevención de Accidentes de la OMS y de
la Asociación Internacional de Pediatría.
Llegado 1969 y habiéndose establecido ya un buen registro
nacional, la tasa de mortalidad infantil había bajado a 46,7 por 1000
nacidos vivos. El Ministro de Salud Pública de Cuba convocó una
reunión a finales de 1969 para sentar la meta de reducir esa tasa un
50 % adicional durante la siguiente década (1970-1980), cosa que se
EL ARTE DE CURAR NIÑOS EN CUBA 39
logró antes del final del plazo, en 1977, con una reducción de la tasa
a 22,9 por 1000 nacidos vivos. Durante la reunión yo señalé que al
lograrse la meta se salvaría la vida de muchos niños por cuya salud,
crecimiento y desarrollo tendríamos que velar, lo cual implicaba
realizar cuanto antes un estudio nacional encaminado a explorar
la situación de salud infantil. De ahí que de enero a mayo de 1970
se me enviara a Londres, Inglaterra, para diseñar el estudio, que se
realizó entre 1972 y 1974 con la ayuda del profesor James M. Tanner.
En el estudio, que en total contó con una muestra aleatoria de
52 000 niños y adolescentes de 0 a 20 años de edad procedentes
de todo el país, se tomaron 18 mediciones antropométricas y se
examinó el desarrollo sexual de los participantes. A 10 % de los in-
tegrantes de la muestra se les tomó una radiografía de la mano para
determinar su desarrollo óseo. Los resultados fueron presentados
en varios trabajos científicos y publicados en dos libros. Uno de ellos
editado en Cuba y el otro en España, así como en revistas científi-
cas nacionales e internacionales. En 1978 el Consejo Científico del
Ministerio de Salud Pública de Cuba le otorgó un premio a la mejor
investigación. Este trabajo, como señalaran el profesor Frank Falkner
y el propio profesor Tanner, se consideró el más completo hasta esa
fecha, lo cual contribuyó a que también se le otorgaran el premio
Paterson en Vancouver, Columbia Británica, Canadá, en 1978, y el
Premio Mundial de la Salud, de la OMS, en Ginebra, Suiza, en 1987.
He sido Consultor en Crecimiento y Desarrollo Congreso Na-
cional de Pediatría, donde presenté un trabajo sobre la historia de
esa disciplina en Cuba. He sido autor de tres libros conocidos mun-
dialmente y de dos de difusión nacional, así como de 15 capítulos
en libros extranjeros (OMS, OPS, Unicef). También he publicado 79
trabajos en revistas internacionales y 76 en revistas nacionales.
He sido invitado a participar activamente y a dictar cursos y con-
ferencias en 72 ciudades y 34 países en América del Norte (Canadá,
Estados Unidos y México), América Central (Costa Rica, Guatemala
y Panamá), América del Sur (Argentina, Brasil, Bolivia, Colombia,
Ecuador, Paraguay, Perú, República Dominicana, Uruguay y Vene-
zuela), Europa (Alemania, Austria, Bélgica, Bulgaria, Checoslovaquia,
España, Francia, Hungría, Italia, Polonia, Reino Unido, Suiza, URSS),
Asia (Filipinas y Japón) y África (Egipto y Etiopía). La mayoría de las
40 EL ARTE DE CURAR NIÑOS A TRAVÉS DEL TIEMPO
4
Jordán JR. (2006). Nada es más importante que un niño. Perspectivas de los héroes
de la salud pública de la Organización Panamericana de la Salud. Washington DC, Pro-
grama de Publicaciones DBI/E.
42 EL ARTE DE CURAR NIÑOS A TRAVÉS DEL TIEMPO
cipal de la Infancia. Fue allí donde siempre trabajó como pediatra, y donde
también ejerció durante décadas su inolvidable magisterio en la especialidad,
dejando una impronta indeleble en todos sus educandos.
El objetivo del sitio web, desde su presentación, es precisamente ser
fuente de información y de comunicación entre todos los pediatras de Cuba y
del mundo. Su editor fundador y principal, es el Doctor en Ciencias Fernando
Domínguez Dieppa. A partir del 14 de junio de 2013, séptimo aniversario del
sitio web y con un nuevo formato, pasó a ser el Portal de la Pediatría Cuba-
na, pues contiene todos los sitios dedicados a la salud infantil dentro de la
red Infomed. Su presentación tuvo lugar el propio 14 de junio, en el Consejo
Nacional de Sociedades Científicas de la Salud.
Neonatología
En realidad, la palabra apareció escrita por primera vez en 1960, en los
Estados Unidos de América, en el texto Diseases of the Newborn (Enferme-
dades del Recién Nacido) del doctor Alexander Schaffer. En su introducción
dice literalmente: “Confiamos en que se nos perdonará por la introducción
de las palabras Neonatología y neonatólogos. No recordamos haberlas visto
nunca antes en letra de molde”5.
Antes de esa fecha en Cuba solo existían algunos centros dedicados a
la atención del recién nacido enfermo, entonces conocidos como Cuneros o
Servicios de Recién nacidos. En La Habana había cuatro: uno en el hospital
Municipal de la Infancia (después llamado Hospital Infantil Pedro Borrás
5
Schaffer AJ. (1960). Diseases of the Newborn. Philadelphia, W.B. Saunders Company.
EL ARTE DE CURAR NIÑOS EN CUBA 47
Cardiología pediátrica
Puede afirmarse que el desarrollo de la cardiología pediátrica en Cuba
lo inició el profesor doctor Agustín Castellanos González, con la radiocon-
trastación de las cavidades cardiacas derechas, mediante la inyección de
contraste iodado, desde una vena periférica del paciente, para identificar níti-
damente las cavidades cardiacas derechas, así como, el tronco de la arteria
pulmonar y sus ramas. Es de hacer notar que en aquel entonces no existían
los seriógrafos y las imágenes angiocardiográficas se realizaban solo con
dos placas, por lo tanto, en los primeros casos únicamente se obtuvieron
imágenes correspondientes al dextroangiocardiograma, aunque de mucha
utilidad en el estudio de las cardiopatías congénitas cianóticas.
Los primeros angiocardiogramas fueron realizados a mediados de la
década del 30, en el Hospital General Reina Mercedes, que en aquel enton-
ces estaba situado en el lugar que hoy ocupa la heladería Coppelia, en las
calles L y 23, El Vedado. Es justo decir que ya este procedimiento se había
ensayado 10 años antes por cardiólogos portugueses, quienes descartaron
su utilidad al experimentar con animales voluminosos, empleando cantidades
de contrastes no adecuadas, inyectándolas lentamente. Es por eso que se
reconoció al profesor doctor Agustín Castellanos como el precursor de la
angiocardiografía, al determinar la cantidad de contraste a inyectar, según el
peso del paciente y con la rapidez adecuada (menos de 3 s). Fue propuesto
en varias ocasiones al premio Nobel de medicina, aunque nunca lo consi-
guió; es posible que su origen, pobre y latino, haya influido en esa decisión.
EL ARTE DE CURAR NIÑOS EN CUBA 51
Nefrología pediátrica
En 1948, el doctor Antonino Pérez Ara, cubano, patólogo y cancerólogo
de la casa de Salud Covadonga, realizó, por primera vez en el mundo, la
biopsia renal percutánea, presentado en el Congreso de Anatomía Patológica
de 1950 en la Plata, Argentina.
En la década de los años 50 del siglo xx los doctores Enrique Galán,
Calixto Mazo y Manuel Pérez Estable, realizaron importantes investigacio-
nes vinculadas a la clínica y terapéutica del síndrome nefrótico en los niños,
que fueron reconocidas internacionalmente. En los años 60 el estudio de
las enfermedades renales de la infancia se amplió en los hospitales Pedro
Borrás Astorga y Ángel Arturo Aballí. En 1962 se realizó en Cuba la primera
diálisis peritoneal en un niño, por los doctores Santiago Valdés Martín y
Manuel Carriles.
Desde la inauguración del Hospital Pediátrico de Centro Habana, en
febrero de 1970, se comenzaron a tratar niños con enfermedades renales,
se realizaron las primeras biopsias renales y se efectuó diálisis peritoneal
intermitente a pacientes con insuficiencia renal aguda y crónica.
La atención nefrológica pediátrica continuó su desarrollo y en 1982 se
creó el primer servicio de Hemodiálisis en el Hospital Pediátrico de Centro
Habana, primero en el país dedicado a la atención de los niños, donde se
dedicó una sala solamente para la atención nefrourológica. Posteriormente,
fueron inaugurados otros servicios de diálisis en los hospitales pediátricos
de las capitales provinciales de Santiago de Cuba, Villa Clara y Camagüey.
EL ARTE DE CURAR NIÑOS EN CUBA 53
Neurología pediátrica
La neuropediatría o neurología pediátrica es la rama de la pediatría que,
con ciencia, arte y oficio, ha ido reuniendo lo mejor de la experiencia acumula-
da en un grupo de especialistas en pediatría y neurología, que al hacer un uso
adecuado del conocimiento científico basado en la evidencia, el humanismo,
y procurando la excelencia, atiende a los niños con problemas neurológicos.
54 EL ARTE DE CURAR NIÑOS A TRAVÉS DEL TIEMPO
Muchos han sido los profesionales médicos que con su trabajo y dedi-
cación crearon las bases del conocimiento de la pediatría y la neurología en
Cuba, y que pueden ser considerarlos precursores de la neurología pediátrica.
La fundación de la cátedra de Patología y Clínica de las Enfermedades
Nerviosas y Mentales (1906), por el notable doctor José A. Valdés Anciano
(1867-1923) como su jefe y la Cátedra de Patología General, Patología Médica
y Clínica Médica, marcaron pautas en el estudio de las enfermedades del
sistema nervioso central y periférico. En la enseñanza de la Neuroanatomía
se destacó el doctor Jesús Cornide Salvá (1902-1989), quien publicó su libro
en dos tomos Anatomía del Sistema Nervioso (1955), con 1329 páginas.
En 1962 se creó la Cátedra de Neuroanatomía Funcional, se escribió el
texto de esta asignatura por los doctores Rafael Estrada González, Jesús
Pérez González y Gasset Chepus; se oficializaron la neurología y neuroci-
rugía como especialidades médicas y se consolidó su enseñanza de pre- y
posgrado, que se extendió a todas las provincias del país. En 1966 se fundó
el Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía, con un servicio dedicado
a los pacientes pediátricos.
En el campo de la neurología pediátrica cubana se destacan tres figu-
ras cimeras, que surgen en tres de los grandes hospitales pediátricos de
La Habana: los profesores doctores Joaquín Pascual Gispert, Eliseo Prado
González y Antonio Diez Betancourt. El primero de ellos, escribió un folleto
que para la época constituyó un hito importante en Cuba, titulado Temas de
Neurología Pediátrica, que influyó notablemente en mejorar la atención de
los niños con afecciones neurológicas.
Sus primeros discípulos fueron los doctores Enrique Guzmán Rodríguez,
Desiderio Pozo Lauzán y Norberto Sardiñas. Unos ya no tan jóvenes, como
los doctores José Vargas Díaz, Pedro Marrero Martínez y Ramiro García
García han llevado el peso del trabajo y la docencia durante muchos años, y
otros que sí lo son, además de muy talentosos, tendrán la responsabilidad
de llevar la neurología pediátrica a planos superiores.
No es posible hablar de la historia y del desarrollo de la neurología pe-
diátrica sin mencionar la importante contribución de los profesionales de
otras subespecialidades.
Principales logros del trabajo neuropediátrico en Cuba:
––Desarrollo progresivo de servicios de neurología infantil en todos los hos-
pitales pediátricos provinciales del país.
––Consultas de neurodesarrollo en algunos hospitales ginecobstétricos del
país, que han contribuido a la identificación y tratamiento oportuno de
EL ARTE DE CURAR NIÑOS EN CUBA 55
Programa de Inmunizaciones
Las enfermedades infecciosas prevenibles por vacunas han registrado
un evidente descenso en los últimos años, ya desde el año 2004 se había
logrado obtener más del 95 % de niños menores de dos años con todas las
dosis inmunizantes. Este porcentaje incluye la vacunación contra las si-
guientes enfermedades: difteria, tétanos, tos ferina, sarampión, tuberculosis,
parotiditis, enfermedad meningocóccica B-C, poliomielitis, rubéola, fiebre
tifoidea, hepatitis B y Haemophilus influenzae tipo B.
El esquema de vacunación utilizado ha permitido la eliminación de algu-
nas enfermedades, de formas clínicas severas y de complicaciones graves.
Las enfermedades eliminadas son: poliomielitis, difteria, sarampión, rubéola,
parotiditis; las formas clínicas severas: tétanos neonatal, meningoencefalitis
tuberculosa; las complicaciones graves del síndrome de rubéola congénita
y la meningoencefalitis posparotiditis.
Cuando en el siglo xxi miramos la evolución del arte de curar niños desde
los tiempos más primitivos hasta nuestros días, además de maravillarnos, nos
sorprendemos, y en algunas ocasiones hasta nos horrorizamos de algunas
de las conductas, que en diferentes periodos se impusieron por profesionales
y profanos; que hoy resultan obsoletas, no solo por carecer de fundamento
científico, sino también por sus muchos efectos deletéreos secundarios.
Así, por ejemplo, vemos que en algo tan sencillo como es la erupción de
los dientes y en lo que, como se conoce existen variaciones considerables,
ya que por un lado el niño puede nacer con algún diente y por el otro puede
que no brote ninguno hasta los 13 meses, han existido mitos y tratamientos
innecesarios desde los tiempos más remotos.
Hoy sabemos que aproximadamente uno de cada 2000 a 3000 niños
nace con dientes, pero antiguamente, en Polonia, India y China, un recién
nacido con dientes era visto con temor y superstición, y en algunas partes
de África eran ejecutados inmediatamente.
En 1675 Scultet trataba el “dolor” producido por la erupción de los dientes
mediante la aplicación de cauterio en el occipucio. Los remedios populares
en la Edad Media incluían collares hechos con raíces y hojas de plantas
diversas o aplicando sanguijuelas en la parte trasera de la mandíbula del
niño. También frotaban sesos de yegua en las encías y colocaban un collar
al niño que tenía algún diente de lobo o de perro.
El célebre Ambrosio Paré, en el siglo xvi, recomendaba la incisión de
la encía, como perfeccionamiento en la práctica de las enfermeras, para
facilitar el brote de los dientes. Duele saber que 200 años después Hurlock
denunciaba el daño causado por personas impías que con sus monstruosos
anillos herían y magullaban las encías de los lactantes para que salieran los
dientes. En 1732 Arbuthnot consideraba que más de una décima parte de
los niños moría a consecuencias de problemas de la dentición.
CURIOSIDADES DEL ARTE DE CURAR NIÑOS EN EL TIEMPO 61
el niño febril. Hoy se sabe que ni los baños, ni las compresas disminuyen
tanto la fiebre y que solo debe indicarse medicamentos para que descienda
cuando es mayor de 38.5 ºC, pues es un mecanismo de defensa del orga-
nismo. Aunque las compresas y el baño con agua fría o tibia no disminuyen
mucho la fiebre, algunos pediatras las indican porque consideran que con
esto el niño se siente mejor.
Después del inicio de la era de los antibióticos en el siglo xx, con el
descubrimiento de la penicilina, para muchos padres de niños con fiebre
esta debe ser siempre indicación de tratamientos con antibióticos, lo que
es innecesario probablemente en cerca del 75 % de los pacientes, pues son
mucho más frecuentes las infecciones virales que las bacterianas como
causa de fiebre en el niño a cualquier edad.
En las infecciones de las vías respiratorias superiores, estuvieron de
moda también en el pasado siglo los jarabes anticatarrales que contienen
expectorantes, mucolíticos, antihistamínicos y codeína para disminuir la tos.
Lo cierto es que estos productos no curan la infección y en cambio, tienen al-
gunos efectos secundarios que son indeseables, entre los que se encuentran:
sequedad de la nariz y de la boca con el consiguiente espesamiento de las
secreciones, somnolencia, náuseas, vómitos, taquicardia y hasta la depresión
del centro de la respiración, que puede producir en casos extremos un paro
y la muerte. No obstante, los padres continúan solicitando la indicación de
estos productos e ignoran que un poquito de miel no trae complicación alguna
y puede aliviar la tos del niño. Aunque, obviamente, este síntoma solo tiene
que ser tratado muy excepcionalmente.
El asma bronquial ha sido una de las afecciones infantiles sobre la que
más creencias populares han existido porque no se cura. Como decía joco-
samente un viejo profesor: “el asma viene y se va cuando quiere porque nada
la cura”. Por eso quizás han proliferado los curanderos que “cortan el asma”
con diferentes remedios. Es lógico que los padres, tras varios años de ver
a su hijo padecer de esta enfermedad, consultara o aún consulte a algunos
de estos profanos. Lo cierto es que en la pubertad el asma suele mejorar en
muchos casos y el porqué no se conoce con certeza.
En esta afección son muy necesarias las medidas de higiene ambiental,
que lamentablemente no siempre se cumplen al 100 %. El autor recuerda que
su padre siempre estuvo en busca de todo lo que podía curar a su primogénito
del asma bronquial y por eso, en una ocasión lo obligaron a ingerir aceite de
hígado de tiburón y durante mucho tiempo el aceite de hígado de bacalao,
sin obtenerse nunca la mejoría esperada, hasta que recibió las vacunas
64 EL ARTE DE CURAR NIÑOS A TRAVÉS DEL TIEMPO
hígado, el órgano más grande del cuerpo humano, al que Galeno reconoció
como centro de la circulación, pero que no tiene nada que ver con esta sino
con el procesamiento de las sustancias que procedentes del intestino llegan
para ser metabolizadas.
Si se suministran azúcares en exceso, el hígado lesionado tendría que
trabajar aún más que habitualmente, y el niño en vez de mejorar podría em-
peorar o demorar en su recuperación. En los adultos, además, se recomienda
la no ingestión de bebidas con alcohol.
La palabra alferecía fue usada inicialmente para referirse a la epilepsia,
para el Padre de la Medicina, fue el Morbo Sacro o Mal Sagrado y más tarde
a las variedades vistas en los pacientes pediátricos se les denominó gené-
ricamente como Morbo Pueri (Mal del Niño). En el mundo antiguo se creía
que era la expresión de la posesión del cuerpo por un espíritu inmundo, al
cual había que echar a la mayor brevedad posible antes de que terminara
con la vida del enfermo.
Se ha visto anteriormente cuándo dejó de considerarse como tal, pero
hoy existe la creencia popular de que el niño epiléptico no es, ni será una
persona normal. Por eso muchos padres y abuelos tratan de que no se incor-
pore plenamente a la vida escolar y le limitan su participación en todo tipo
de actividad física, no solo en las más peligrosas, lo que, sin lugar a dudas,
solo hace mal al niño.
Muchos cubanos llaman alferecía a los espasmos del sollozo, que no for-
man parte de las epilepsias de la infancia. Se deben al cese de la respiración,
seguido por un desmayo a causa de un cierre súbito de la glotis (abertura
superior de la laringe por donde entra el aire a los pulmones), después de un
ataque de rabia con llanto intenso, que suele verse en niños pequeños. Para
ellos se llegó a recomendar echarles agua por encima, sumergirlos en un
tanque con agua, darle una buena nalgada o un buen pellizco. Hoy nada de
eso se recomienda porque es totalmente innecesario y a los padres solo se
sugiere evitar malos tratos, regaños innecesarios, castigos excesivos para la
edad del niño, así como crear una atmósfera familiar equilibrada y pacífica,
sin llegar a consentir exageradamente al niño.
También se ha conocido como alferecía de lombriz de buche o de lom-
brices a la expresión clínica de la migración extraintestinal de los áscaris
lumbricoides. Las personas en Cuba creen que los áscaris adultos ascienden
por el esófago hasta la garganta del niño y lo asfixia al impedirle la entrada
de aire a los pulmones. En realidad, este parásito, como parte de su ciclo de
vida, tiene una etapa pulmonar en la cual se convierte de larva en lombriz
68 EL ARTE DE CURAR NIÑOS A TRAVÉS DEL TIEMPO
DESTACADOS PEDIATRAS
CUBANOS
diferentes provincias del país, para el desarrollo del personal docente y para
la preparación de los pediatras, durante la década de los 60 y fungió como
asesor de la OPS para establecer recomendaciones sobre los textos de
pediatría para la enseñanza.
Publicó decenas de artículos científicos en revistas, folletos y libros, entre
los que se destacan las diferentes ediciones de las Normas de Pediatría, las
Lecciones de Semiología Pediátrica y los temas de “Farmacología Pediátrica”
en los nuevos textos de Pediatría.
Trabajó constantemente al lado del niño enfermo, como médico y docen-
te, como jefe de servicios de Pediatría, también como Profesor Consultante,
uniendo a su magisterio, su gran experiencia clínica adquirida en el trabajo
metódico y profundo, y de estudio diario por más de 60 años de vida activa.
donde estudió Medicina y logró ser la primera mujer que obtuviera primer
expediente en dicha carrera.
En el año 1967, en el Hospital Pediátrico Universitario William Soler,
fue jefa del servicio de Enfermedades Diarreicas Agudas y fundó el primer
laboratorio de citogenética en Cuba, en el que realizó el primer diagnóstico
prenatal de sexo fetal por estudio de la cromatina sexual en células de
líquido amniótico. Realizó más de 25 000 consultas, analizó más de 7500
estudios de dermatoglifos y 6000 exámenes de cariotipo, para identificación
de cromosomas en niños.
Participó en la docencia en Medicina del pre- y del posgrado en las nuevas
facultades de Medicina de Santiago de Cuba, Holguín y Santa Clara. Realizó
estudios de posgrado en París y en Montreal. Creó la primera Consulta de
Genética Médica de Cuba, en el Hospital Pediátrico Universitario William Soler.
Publicó más de 150 trabajos científicos en revistas nacionales y extran-
jeras y fue autora de varios textos de pediatría y genética médica. Fue la
primera mujer en recibir el título de Doctora en Ciencias Médicas en Cuba.
También fue la primera, que en los primeros 80 años de la Sociedad Cubana
de Pediatría, haya ocupado el cargo de Presidenta de su Junta de Gobierno.
Por todo esto, se le otorgó el título de Miembro de Honor de dicha sociedad
científica.
Al morir se desempeñaba como jefa del servicio de Genética del Hospi-
tal Pediátrico Universitario William Soler. Los pediatras cubanos recuerdan
siempre a la Dra. Liane Borbolla, como aquella mujer que físicamente era
pequeña, pero inmensa en espíritu, que fue maestra de maestros, de refinada
cultura, que se mostró sabia en conocimientos, llena de bondad y con una
elevada ética. Fue única en el ejercicio de la discusión diagnóstica y en el
arte de impartir conferencias magistrales.
Abt I., Garrison A.F. (1965). History of Pediatrics, 1ª ed. London: WB Saunders Company.
Arana Murrio J.I. (1994). Historias curiosas de la Medicina. Madrid, Espasa Calpe.
Arana Murrio J.I. (2011). Pediatría: cuatro mil años de historia. Madrid, You & US, SA.
De Mause Ll. (1982). Historia de la Infancia 1ra. ed. Madrid. Alianza Editorial; pp. 471.
Delgado García G. (1993). La cátedra de Patología y Clínica infantiles de la Universidad
de La Habana (1899-1962). Cuadernos de Historia de la Salud Pública [citado 3 de
agosto de 2017]. Recuperado de: http://bvs.sld.cu/revistas/his/his93/his0493.htm
Domínguez Dieppa F. (2009). Breve reseña histórica de la Pediatría en Cuba. Rev
Cubana Pediatr [serie en Internet]. 2009 [citado 3 de agosto de 2017];81(sup):7-
17. Recuperado de: http://bvs.sld.cu/revistas/ped/vol81_05_09/ped02509.pdf
Domínguez Dieppa F. (2015). Lowering Infant Mortality in Cuba. MEDICC Review;
17(1):11-13.
Domínguez Dieppa F., Abreu Suárez G. (2018). Pasado, presente y perspectivas de la
Sociedad Cubana de Pediatría en su 90 aniversario. Rev. Cubana Pediatr.; 90(1).
Recuperado de: www.revpediatria.sld.cu/index.php/ped/article/view/466
Domínguez Dieppa F. (2006-2018). Pediatras Célebres. En: Portal Cubano de la Pediatría.
Infomed, La Habana. Recuperado de: www.pediatria.sld.cu
Durán Álvarez S. (2009). La Revista. Rev Cubana Pediatr [serie en Internet]. [citado
3 de agosto de 2017]; 81(sup). Recuperado de: http://bvs.sld.cu/revistas/ped/
vol81_05_09/ped03509.pdf
Genta Mesa G. (2006). Anotaciones para una historia de la pediatría y la puericultura.
Iatreia [Internet]. [citado 2018 Apr 24] ; 19(3):296-304. Recuperado de: http://www.
scielo.org.co/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0121-07932006000300007&lng=en
Genta Mesa G. (2006). Historia de la Pediatría y la Puericultura. En: Correa J.A., Gómez
J.F. y Posada R. Fundamentos de Pediatría, Tomo I, 3ª ed. Medellín: CIB; pp. 17-24.
Huard P., La Plane R. (1981). Histoire Illustrée de la Pédiatrie, Tome Premier, 1a ed.
París: Éditions Roger Dacosta; pp. 198.
82 EL ARTE DE CURAR NIÑOS A TRAVÉS DEL TIEMPO
Inglis B. (1969). Historia de la Medicina, 1ra. ed. Barcelona: Editorial Grijalbo; p. 221.
Key E. (1909). The Century of the Child. New York, GP Putnam & Sons.
Laín Entralgo P. (1972-1975). Historia universal de la Medicina. Baracelona, Salvat.
López J.M. (1984). La Medicina en la Historia, 1a ed. Barcelona: Aula Abierta Salvat,
Colección T.C. Nº 17; pp. 64.
López Piñero J.M. (2009). Historia de la Pediatría. Valencia, Albatros, Alter Farmacia-
Nutribén.
López Serrano E. (1988). Boletín de la Sociedad Cubana de Pediatría y de la Revista
Cubana de Pediatría (I Parte). En: Cuadernos de la Historia de la Salud Pública;
73:11-6.
López Serrano E. (1988). Aspectos de la historia de la Pediatría en Cuba. El 60
aniversario de la fundación de la Sociedad y de la Revista Cubana de Pediatría.
Rev Cubana Pediatr.; 60(6):797-803.
Nichols B.L., Ballabriga A., Kretchmer N. (1991). History of Pediatrics 1850-1950. New
York, Raven Press.
O’ Down M.J., Philipp E.E. (1998). Historia de la Ginecología y Obstetricia 2da edición.
Barcelona. Edika Med, pp. 163-170.
Pardo Cruz F. (2005). Pediatría vs. Creencias populares. Santiago de Cuba, Editorial
Oriente.
Peiper A. (1973). Historia de la Pediatría. En: Opitz H., Schmid F., Enciclopedia pediátrica,
Madrid, Ediciones Morata.
Porter R. (2004). Breve historia de la Medicina. De la antigüedad hasta nuestros días.
1ª ed. Bogotá: Taurus; pp. 302.
Seidler E. (1974). El desarrollo de la Pediatría moderna. En: Lain E.P. Dtor. Historia
Universal de la Medicina, Positivismo, Tomo VI. 1ª ed. Barcelona: Salvat; pp.
203-215.
Seelmann E.G. (2005). Apuntes de la historia de la pediatría. Rev. chil. pediatr.; 76(3):316-318.
Recuperado de: https://scielo.conicyt.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0370-
41062005000300013&lng=es
Valdés-Lazo F. (2006). Práctica Pediátrica en Cuba. En: Colectivo de autores, Pediatría.
T 1. La Habana: Editorial Ciencias Médicas; pp. 1-3.
Veeder B.S. (1957). Pediatric Profiles. Saint Louis, Mosby Co.