El Arte de Curar Ninos en El Tiempo

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Catalogación Editorial Ciencias Médicas

Domínguez Dieppa, Fernando


El arte de curar niños a través del tiempo / Fernando Domínguez Dieppa. — La Habana:
Editorial Ciencias Médicas, 2019.
82 p.: -- (Historia)

Historia de la Medicina, Pediatría/historia, Pediatras/historia, Salud del Niño,


Bienestar del Niño, Programas Nacionales de Salud, Cuba

WZ 112.5.P3

Edición y maquetación: Lic. Yudexy S. Pacheco Pérez


Diseño de cubierta e interior: Téc. Yisleidy Real Llufrío

© Fernando Domínguez Dieppa, 2019


© Sobre la presente edición: Editorial Ciencias Médicas, 2019

ISBN 978-959-313-723-2 (Libro)


ISBN 978-959-313-724-9 (PDF)
ISBN 978-959-313-725-6 (Epub)

Editorial Ciencias Médicas


Centro Nacional de Información de Ciencias Médicas
Calle 23, No. 654, entre D y E, El Vedado
CP. 10 400, La Habana, Cuba
Teléfono: +53 7 8361893
Correo electrónico: [email protected]
Sitio web: www.ecimed.sld.cu
AUTOR

Fernando Domínguez Dieppa


Doctor en Ciencias Médicas. Especialista de II Grado en Pediatría
y en Neonatología. Investigador Titular. Profesor Titular y Consultante.
Universidad de Ciencias Médicas de La Habana

Miembro Titular de la Academia de Ciencias de Cuba


Miembro de Honor de la Sociedad Cubana de Pediatría
Miembro de Honor de la Asociación Médica Dominicana
Miembro de Honor de la Sociedad Americana de Pediatría
Miembro de Honor de la Academia Americana de Pediatría
A la memoria de Sady, mi inolvidable, bella e inteligente hija,
por haber consagrado su vida al maravilloso arte de curar niños
“Todo profesional debe conocer la historia de su ciencia, que lo hace
más modesto, más equilibrado y menos solemne”.

Osvaldo Loudet
INTRODUCCIÓN

El arte puede ser definido de diversas maneras; en este caso se entien-


de como la disposición y habilidad para hacer algo. No les faltan razones a
aquellos que piensan que la Medicina es la más artística de las ciencias y
al mismo tiempo la más científica de las artes; y especialmente, curar a los
niños, de algún modo ha sido, es y será siempre un verdadero arte.
A partir del siglo xviii se llama Pediatría, del griego paidós (niño), y -iatría,
a ese “arte de curar niños”, que es al mismo tiempo ciencia, y al que muchos
médicos, como el autor de esta obra, le han dedicado su vida profesional
íntegramente.
Lo cierto es que, al estar siempre inmersos en tareas asistenciales
y académicas, pocos especialistas conocen los verdaderos orígenes y la
evolución de la pediatría, que increíblemente se ha practicado, de un modo
u otro, casi desde los orígenes mismos de la especie humana.
Sir William Osler afirmó, con toda razón, que “la práctica de la medicina
es un arte, basado en ciencia”1. Sin embargo, para Garfield Duncan: “En la
medicina, la ciencia tiende a predominar sobre el arte. Si se mantiene una
perspectiva correcta, ambas se complementan mutuamente. No se deben
despreciar los adelantos científicos, si bien estos rinden sus mayores frutos
cuando se aplican después de que el arte haya iniciado la búsqueda de la
solución de un problema”2.
La pediatría, todavía considerada una especialidad joven dentro de la
medicina, aún tiene mucho de arte en su práctica, porque a pesar del desa-
rrollo alcanzado por los medios diagnósticos desde finales del siglo xx, debe
utilizar de manera obligatoria el llamado “método clínico”, puesto que le es
indispensable. Al aplicarlo, el pediatra, cual buen artista, debe obtener a través
del inteligente uso de casi todos sus sentidos, los elementos indispensables
para elaborar un diagnóstico, confirmarlo o rechazarlo, y así consecuente-
mente indicar el tratamiento necesario para curar al niño.
El método clínico no puede ser olvidado en esta especialidad, dadas las
peculiaridades anatómicas, fisiológicas y clínicas de esos seres humanos
en pleno crecimiento y desarrollo que son los niños. Este es más necesario
en tanto más pequeñas sean estas frágiles personitas.
1
Bliss, Michael (2002). William Osler: A Life in Medicine. Toronto, University of Toronto Press.
2
Duncan G. (1964). “A consideration of residency training”. NEJM; 271:573-5.
CONTENIDO

CAPÍTULO 1. EL ARTE DE CURAR NIÑOS EN EL MUNDO/ 1


¿Existió el ejercicio de la pediatría en la Prehistoria?/ 1
La pediatría en el Mundo Antiguo/ 2
Mesopotamia/ 2
Egipto/ 4
India/ 5
China/ 7
Grecia/ 9
Roma/ 10
La pediatría en la Edad Media/ 11
Pediatría medieval en la sociedad islámica/ 12
Pediatría medieval en la sociedad cristiana/ 13
La pediatría en el Renacimiento/ 14
La pediatría en los tiempos modernos/ 16
La pediatría en el Siglo de las Luces/ 18
La pediatría en la Época Contemporánea/ 19

CAPÍTULO 2. EL ARTE DE CURAR NIÑOS EN CUBA/ 25


¿En verdad existió una pediatría aborigen en Cuba?/ 25
Los albores de la pediatría en Cuba (del siglo xvii al xix)/ 27
La pediatría en Cuba durante la primera mitad del siglo xx/ 29
La pediatría en Cuba durante la segunda mitad del siglo xx
y las dos primeras décadas del xxi/ 35
La Sociedad Cubana de Pediatría/ 43
Origen y desarrollo de algunas subespecialidades de la pediatría
en Cuba/ 46
Neonatología/ 46
Terapia intensiva pediátrica/ 49
Cardiología pediátrica/ 50
Nefrología pediátrica/ 52
Neurología pediátrica/ 53
Principales programas vinculados a la pediatría cubana a partir
de 1960/ 55
Programa de Atención Materno Infantil/ 55
Programa para la Reducción del Bajo Peso al Nacer/ 56
Programa de Desarrollo de la Perinatología/ 56
Programa de Inmunizaciones/ 56
Programa de Determinación de Alfafetoproteínas/ 56
Programa para el Diagnóstico Prenatal Citogenético/ 57
Programa para la Prevención y Atención Médica
de las Hemoglobinopatías Hereditarias/ 57
Programa de Pesquisa de Malformaciones Cardiovasculares
Congénitas por Ultrasonido/ 57
Programa de Pesquisa Neonatal de Algunas Enfermedades
Congénitas/ 58
Programa de Atención a las Enfermedades Crónicas
de la Infancia/ 58

CAPÍTULO 3. CURIOSIDADES DEL ARTE DE CURAR NIÑOS


EN EL TIEMPO/ 60

CAPÍTULO 4. DESTACADOS PEDIATRAS CUBANOS/ 69


Joaquín L. Dueñas Pinto (1859-1910)/ 69
Ángel Arturo Aballí Arellano (1880-1952)/ 70
José Jordán Rodríguez (1920-2008)/ 71
Eliseo A. Prado González (1915-2011)/ 71
Eladio E. Blanco Rabassa (1913-2001)/ 72
Antonio Béguez César (1895-1975)/ 72
Gloria Varela Puente (1922-2005)/ 73
Liane Borbolla Vacher (1920-1993)/ 73
Joaquín Pascual Gispert (1913-2005)/ 74
Olimpo de Jesús Moreno Vázquez (1925-2010)/ 75
José Manuel Mir del Junco (1905-1983)/ 76
Santiago de Jesús Valdés Martín (1931)/ 77
Enzo Dueñas Gómez (1929)/ 78
Manuel de Jesús del Rojo y de la Concepción (1931-2013)/ 79
Enrique Guzmán Rodríguez (1931-2013)/ 80

BIBLIOGRAFÍA/ 81
Capítulo 1

EL ARTE DE CURAR NIÑOS


EN EL MUNDO

¿Existió el ejercicio de la pediatría


en la Prehistoria?
Adentrarse en la Prehistoria, cuyo final lo marca la aparición de la escri-
tura, pero cuyo comienzo aún es indeterminado, supone acercarse a un largo
periodo de la humanidad del que no tenemos más que algunos indicios de
sus actividades y forma de vida, y al que habrá que valorar siempre de manera
cuidadosa y con cierto recelo, porque podrían interpretarse los hechos con
criterios actuales, obviamente equivocados.
Los testimonios encontrados en numerosos yacimientos arqueológicos,
en los que se ha podido estudiar el tipo de convivencia, permite deducir que
desde tiempos muy primitivos el niño era uno más dentro del grupo social,
aunque recibía un trato deferencial. Prueba de esto son las sepulturas infan-
tiles en las que se depositaban objetos de uso cotidiano, como sonajeros y
muñecos de barro.
En algunas zonas de África Subsahariana persiste la costumbre de
enterrar a los niños en cementerios distintos a los de los adultos, o en una
parte del cementerio dedicada exclusivamente a ellos. Cuando se les pre-
gunta a los habitantes la razón, simplemente responden que por tradición.
Se limitan a reconocer que así ha sido siempre. Obviamente, esta práctica
la han heredado desde los orígenes de la humanidad.
Los restos óseos infantiles hallados por arqueólogos en cementerios
primitivos aportan poco, o casi nada, acerca de las enfermedades padecidas
por los niños. Su mayor mortalidad hizo que sus inmaduros huesos desapa-
recieran prácticamente. Solo en contadas ocasiones se han visto algunas
malformaciones, como pies zambos o vértebras malformadas.
Algo curioso es que en pinturas rupestres, donde hay escenas de cacería,
aparecen algunos niños o estos junto a su madre en actitud protectora. Al
parecer los métodos terapéuticos utilizados en los niños no eran distintos a
2 EL ARTE DE CURAR NIÑOS A TRAVÉS DEL TIEMPO

los empleados en los adultos. La enfermedad tenía una explicación mágica


y los médicos primitivos eran solo intermediarios entre los seres humanos
y las divinidades que veneraban.
El chamán es la figura principal de la medicina más primitiva. Quizás
recitaba invocaciones o aplicaba a los enfermos algún remedio natural que
conocía empíricamente, sobre todo por el comportamiento animal. Los niños,
especialmente los más pequeños, eran objetivos susceptibles para recibir
influencias maléficas del ambiente o de las divinidades iracundas. La protec-
ción contra estas preocupaba seguramente a los padres, quienes encargaban
al médico primitivo o al sacerdote la búsqueda de algún remedio defensivo.
El “mal de ojo”, al que aún muchos le temen en nuestros días, fue se-
guramente una creencia extendida entre los hombres desde la más remota
antigüedad. Múltiples remedios se han utilizado a lo largo de la historia, como
atuendos típicos o amuletos que la familia debía poner sobre el cuerpo del
niño para evitar el efecto de la fascinación y “distraer” el maleficio. De ahí los
lazos vistosos y de colores en la cabeza de los niños que se siguen usando
hoy todavía en algunos países.
Esa y otras prácticas, con orígenes perdidos en el tiempo, forman parte
de lo que se ha denominado la “Folk Pediatría”. Es esta una nueva disciplina,
que inmersa en la antropología social, trata de explicar algunos misterios
aún ocultos en el subconsciente colectivo de los pueblos.

La pediatría en el Mundo Antiguo


Mesopotamia
En Mesopotamia la enfermedad era considerada como la consecuencia
del pecado cometido por el paciente o por alguien allegado, pero en algunos
casos la causa había que buscarla en algún maleficio o encantamiento y
posiblemente, hasta en la posesión del enfermo por un espíritu maligno.
El médico babilónico era sacerdote o mago, al mismo tiempo que experto
en sanación. Los sacerdotes médicos se dividían en tres categorías: baru,
ashipu y asu. El baru era el más alto en la jerarquía de los sanadores y ejer-
cía como vaticinador, los enfermos le consultaban sobre las causas de sus
males y el pronóstico de estos. Aunque atendía al rey y este le pagaba bien,
estaba obligado a atender también gratuitamente a los enfermos. El ashipu
era quien se ocupaba de invocar a los espíritus y expulsarlos del cuerpo del
enfermo, era como un exorcista. El asu era de inferior categoría en la clase
EL ARTE DE CURAR NIÑOS EN EL MUNDO 3

sacerdotal, se dedicaba a la asistencia de todo tipo de enfermos y utilizaba


métodos físicos o medicamentosos.
Sin dudas la mayor información sobre la cultura mesopotámica fue
aportada con el hallazgo, en 1901, del conocido Código de Hammurabi
(1728-1686 a.n.e.), un gran bloque de diorita negra, de casi 4000 años de
antigüedad, que contiene escritos en su superficie 282 artículos, y que ac-
tualmente está expuesto en el Museo del Louvre. Entre estos aparecen varios
artículos referentes a la medicina y a los médicos, incluidos sus honorarios,
y se relacionan algunas enfermedades infantiles como la epilepsia.
En Mesopotamia, Labartu era un demonio femenino con cabeza y cara de
león, que atacaba especialmente a los niños. Para combatirlo existían algunos
remedios, sobre todo conjuros que debían colocarse en las puertas de las
casas donde hubiera niños. Los médicos disponían de la Astrología para sus
funciones adivinatorias, en esa ciencia los mesopotámicos fueron pioneros.
Los asus también se auxiliaban de métodos más sencillos, como un
recipiente de agua sobre el que dejaban caer unas gotas de aceite y obser-
vaban el movimiento de estas sobre la superficie. Si formaban dos círculos
de distintos tamaños, el enfermo curaría; pero si todas se unían en un solo
círculo, la muerte era inminente.
El examen del hígado de un cordero sacrificado, algo que aprendían con
modelos de arcilla quienes se preparaban para el sacerdocio, también era
utilizado como técnica adivinatoria. A través de las características de ese ór-
gano, predecían el provenir, específicamente los acontecimientos venideros.
El ejercicio de la medicina se veía limitado a causa de las doctrinas y
creencias religiosas. Como, por ejemplo, el número siete era nefasto, no
podían atender a los enfermos los días 7 o sus múltiplos (14, 21, 28, ni el
49 contando el mes previo). Tampoco asistían a pacientes desahuciados o
en estadios terminales, puesto que era imposible alcanzar algún resultado
satisfactorio.
Conocían más de 200 plantas medicinales, 120 sustancias curativas
de origen mineral y un centenar de otros remedios como masajes, baños,
inhalaciones, apósitos con sustancias animales, cera, orina o grasa. También
realizaban algunas prácticas quirúrgicas como la castración, que ejecutaban
en niños esclavos para que, siendo eunucos, cuidaran en el futuro de las
mujeres de las altas clases sociales.
Los médicos de Babilonia, y también los de Nínive, tenían un personal
auxiliar para hacer los trabajos menores considerados indignos de ser ejecu-
tados por personas de sus grandes conocimientos y dignidad. Había, pues,
4 EL ARTE DE CURAR NIÑOS A TRAVÉS DEL TIEMPO

sangradores, boticarios, comadrones y nodrizas, quienes no trabajaban en


los templos, pues ejercían su oficio en las casas de los pacientes, fueran
estos niños, adultos o ancianos.

Egipto
La medicina y la pediatría egipcias fueron más ricas en conocimientos y
medios para el tratamiento que la mesopotámica, aunque esta información
se mantuvo envuelta en el misterio por miles de años, tal como ocurrió con
muchos aspectos del saber y la cultura alcanzada por los egipcios de la
antigüedad. Esto pudo haber ocurrido porque la arena literalmente cubrió
gran parte de los documentos de aquel Egipto faraónico y porque la escritura
empleada por ellos, denominada jeroglíficos por Heródoto, comenzó a ser
descifrada en los albores del siglo xix.
La práctica médica estaba unida indisolublemente, en la mayoría de
los casos, a la práctica sacerdotal. El médico era un intermediario entre los
dioses y los seres humanos. Los dioses protectores de los médicos eran Toth
y Horus, quien tenía cabeza de halcón y era hijo de Isis y Osiris. Para Horus
se usaba un signo jeroglífico muy parecido a la letra R, con el que se encabe-
zaban todos sus escritos y recetas. Lo curioso es que aún en nuestros días
los médicos continúan usando el símbolo R/ para recetar los medicamentos.
Imhotep fue el primer médico egipcio del que se tiene noticia, quien
además era arquitecto, escriba y visir de la corte del faraón Zoser, hace unos
2500 años. Además de curar al faraón y a otras personas, al parecer escribió
también algunos libros de medicina, de los que aún se conservan copias.
Los papiros más importantes que han llegado a nuestros días se han
nombrado como la persona que los encontró o como el lugar donde fueron
hallados. Para conocer la medicina egipcia son fundamentales el papiro Smith
y el de Ebers. El primero está en New York y el segundo en Leipzig, ambos son
de contenido exclusivamente médicos. Quizás son copias de otros previos,
pero mucho más antiguos porque fueron escritos hasta 15 siglos antes.
El papiro Smith es un verdadero tratado quirúrgico en el que se describen
numerosas afecciones y su tratamiento, y donde se recomiendan el hilo y
la aguja para suturar algunas heridas. También menciona la circuncisión
realizada a niños en los primeros años, con propósitos probablemente
higiénicos y religiosos.
El papiro Ebers se ocupa de otras muchas enfermedades, desde la óptica
de lo que hoy llamamos “Medicina Interna”. Contiene 876 recetas para las
cuales se citan más de 500 productos naturales y minerales, entre los que
EL ARTE DE CURAR NIÑOS EN EL MUNDO 5

están lo orina y las heces humanas o de animales, el cerumen de los oídos del
cerdo y su carne podrida. En este papiro aparecen numerosas enfermedades
que afectaban a los niños, como estrabismo, parasitosis intestinales, prolap-
so rectal, diarreas y estreñimiento. En otros documentos de la época se habla
también de afecciones como la acondroplasia, afecciones vertebrales en los
niños, como la cifosis, y también la parálisis infantil vinculada al periparto.
Curiosamente, el tracoma, que es una enfermedad que aún existe en toda
la cuenca del Mar Mediterráneo y que es motivo de ceguera en las zonas más
atrasadas de esa región, fue descrita en algunos papiros como “oftalmía del
desierto”, pues se atribuía a la arena que se introducía en los ojos al soplar
intensos vientos cálidos. Actualmente se conoce que su causa es un agente
biológico infeccioso, la Chlamydia trachomatis.
Los médicos faraónicos comenzaban los estudios desde niños para
ejercer su profesión; algunos aprendían el arte junto a su padre. Este méto-
do de trasmisión vertical del conocimiento médico fue la constante en casi
todas las culturas del mundo antiguo. Se cumplía así la obligada condición
de “ciencia secreta” de la que durante milenios estuvo revestida la medicina.
No obstante, en Egipto su enseñanza se hacía en la “Casa de la Vida”,
bajo el patrocinio de los monarcas. Allí se reunían hombres sabios de todas
las ramas de las ciencias y las artes. Además, se guardaban celosamente los
papiros y documentos que atesoraban toda una sabiduría acumulada durante
milenios. Por esas razones, iban allí los jóvenes destinados al sacerdocio, así
como los que serían escribas, funcionarios del gobierno y futuros médicos.
Inicialmente aprendían la lectura y la escritura, y poco a poco les revela-
ban los signos sagrados. Después, los médicos debían dedicarse al estudio
de los textos específicos diseñados para ellos. Al finalizar su aprendizaje
algunos quedaban al servicio del faraón o de los templos, recibían un salario
por el que además debían atender a quienes solicitasen su asistencia. Otros
trabajaban libremente en las grandes ciudades y tenían solo como paga la
que pudieran darle los enfermos a quienes atendían.

India
Para hablar de la medicina y la pediatría en la India antigua hay que men-
cionar a los Vedas, los cuatro libros sagrados escritos en lengua sánscrita y
que fueron las primeras creaciones de la literatura india. El más importante
y significativo para el conocimiento de la medicina en esa parte del mundo
fue el Ayur-Veda o “ciencia de la vida”. Es casi seguro que los conocimientos
que contiene fueron trasmitidos verbalmente desde varias centurias antes.
6 EL ARTE DE CURAR NIÑOS A TRAVÉS DEL TIEMPO

Como en todos los pueblos de la Antigüedad, las enfermedades se con-


sideraban fruto de la acción directa de los dioses y demonios. Los médicos
debían ser intercesores entre el cielo y la tierra y su ejercicio profesional
estaba presidido por dos divinidades gemelas: los aswins, que eran hijos
del dios del sol o Suria. Estos eran médicos de los dioses que, como seres
con cuerpo humano y cabeza de caballo, descendían a la tierra para curar a
los enfermos, estimular la fecundidad y prolongar la vida. Los aswins eran
también hábiles cirujanos; así, la medicina india en la época veda equiparó
la práctica de la cirugía con los medicamentos, algo distinto a lo acontecido
en otras culturas del mundo antiguo.
Además de conjuros, los médicos vedas recomendaban baños de mar y
exponer a los enfermos a las brisas marinas. Utilizaban plantas medicinales,
de las que describieron unas 700 variedades, y también otros productos
naturales.
A partir del año 800 a.n.e. y hasta el 1000 n.e. la India vivió el periodo
brahamánico, en el que la medicina adquirió su mayor realce. Hubo tres
continuadores de toda la sabiduría india anterior, que escribieron obras
médicas que reflejan un contenido mucho más avanzado y eficaz. Aunque
separadas en el tiempo por siglos, constituyen un solo cuerpo que puede
ser estudiado en su conjunto.
Sus autores fueron Charaka, Susruta y Vagbhata. Este último expuso
con detalles aspectos médicos de algunas enfermedades infantiles, como
las convulsiones, meningitis, encefalitis, viruela, erisipela, dermatitis eritema-
tosas, diarreas, disentería, cólicos abdominales, vómitos, peritonitis, fiebre
tifoidea, varias fiebres eruptivas (sarampión, rubéola, escarlatina), angiomas
cutáneos y enfermedades que cursan con edema como las nefrosis. En los
tres libros se mencionan centenares de remedios naturales y se otorga al
mercurio poderes divinos sobre todos los demás medicamentos conocidos.
Las prácticas quirúrgicas eran numerosas, además del tratamiento de
las fracturas y la extracción de flechas, podían abrir el estómago, el intestino
y la vejiga. También, hacían cesáreas a las mujeres que morían antes del
parto y cuyo abdomen “temblaba todavía como un cabritillo”. Al parecer
hicieron algunas prácticas de lo que hoy se considera cirugía plástica o
reconstructiva. Reemplazaban orejas y para la reconstrucción de la nariz
desarrollaron un procedimiento que hoy todavía se conoce como el método
indio para la rinoplastia.
La formación del médico duraba como mínimo 18 años, estaba a cargo
de doctores consagrados por una larga práctica profesional al servicio de los
EL ARTE DE CURAR NIÑOS EN EL MUNDO 7

reyes, en el ejército y en la atención a los enfermos en general. Los alumnos


eran seleccionados entre los hijos de los sacerdotes y los médicos. Debían
tener una excelente salud, buenas facultades intelectuales, buen prestigio
y elevada moralidad.
Se graduaban en solemnes ceremonias. Se comprometían a guardar
un conjunto de principios éticos inviolables, entre los que estaba guardar el
secreto profesional acerca de los pacientes y no administrar productos que
causaran la muerte o el aborto. Todo esto lo juraban ante los dioses, quienes
les premiarían si lo cumplían bien o les castigarían si faltaban a sus promesas.
El médico debía ser apuesto, afable y un modelo de prudencia y sobrie-
dad. Siempre utilizaría palabras suaves y alentadoras con sus pacientes y
les amaría más que a sus padres, parientes o amigos. Por todo eso, en la
India antigua se podía temer a todo, excepto al médico, cuyo corazón se
consideraba siempre muy puro y noble.

China
Podría decirse que la medicina ha cambiado muy poco en China durante
los últimos 4000 años. En primer lugar, esto puede explicarse por el apego de
quienes la practican a la mayoría de sus remedios y métodos terapéuticos
ancestrales. En segundo lugar, a que estos métodos han demostrado su
eficacia a través del tiempo. La prueba de esto es que aún, en la mayoría de
los centros de altos estudios, se enseña y se practica ampliamente la llamada
medicina tradicional china. No fue hasta los primeros años del siglo xx que
la medicina occidental comenzó a penetrar en el gigante país asiático, tras
la proclamación de la república.
Fue el emperador Fu-Hsi quien hace casi 5000 años describió los dos
principios fundamentales y complementarios del universo: el masculino
yang (activo, luminoso, positivo y cálido) y el femenino yin (pasivo, sombrío,
negativo y frío). Ambos están en el origen de casi todas las filosofías y mé-
todos de conocimientos orientales. Pero no fue hasta el año 2700 a.n.e. que
Huang-ti, el emperador amarillo, quien se considera el fundador del sistema
terapéutico chino, junto a su ministro Chi-Po, redactó en forma de diálogo el
libro titulado Enseñanza sobre las enfermedades internas.
Pien Chio, el médico más famoso de la China antigua, escribió en el si-
glo VI a.n.e. un libro “Sobre espinosos problemas”. A él se debe la teoría del
pulso, método indispensable para el diagnóstico, que requería que el médico
estuviera durante horas junto al enfermo. En la teoría del pulso se describen
hasta 50 tipos diferentes de pulso y al menos una docena de lugares donde
8 EL ARTE DE CURAR NIÑOS A TRAVÉS DEL TIEMPO

se pueden sentir. Existían otros métodos útiles para el diagnóstico, como la


exploración de los rasgos del rostro, de los ojos y la lengua, para la que se
describían casi 40 aspectos diferentes.
El libro de Pien Chio también hablaba del establecimiento de las princi-
pales normas de la acupuntura, procedimiento terapéutico del cual fue un
verdadero experto. La acupuntura se basa en la punción de los “conductos”
por los cuales circula el denominado “fluido vital” que se modifica con este
procedimiento, al eliminar sustancias tóxicas o nocivas que son las cau-
santes de la enfermedad y al mismo tiempo, eliminar los obstáculos para
su circulación.
A pesar de lo antes expuesto, en realidad es a Chang Chung Ching (siglo
ii n.e.) a quien se conoce como el Hipócrates chino, autor de una inmensa
farmacopea con más de 2000 productos. Entonces fue también célebre el
cirujano Hua Tuo, quien realizaba intervenciones quirúrgicas en pacientes
anestesiados con preparados a base de opio y beleño. Entre los siglos ii y iii n.e.,
Ko-Hong describió, por vez primera con toda exactitud, la varicela y el raqui-
tismo; formuló el concepto de enfermedades carenciales de la infancia e
indicaba que se les administrara a los pacientes pediátricos hígado de peces
y polvo de carapacho de tortuga.
El primer tratado pediátrico chino, conocido como Manual de la fontanela
y la cabeza, se publicó a finales del siglo ix. Luego, en el siglo xi, fue publica-
da la obra fundamental de Ts’ien Yi, considerada como un nuevo tratado de
Pediatría. Sin duda alguna, la herbolaria, la toma del pulso y la acupuntura,
fueron y siguen siendo los tres pilares básicos de la medicina tradicional
china, junto a algunas interesantes técnicas para extraer las cataratas y las
litiasis renales. Dentro de la herbolaria lo más destacado es la utilización del
ginseng, una curiosa planta de raíz antropomórfica, especie de curalotodo;
su nombre significa maravilla universal.
También los médicos chinos promovieron la gimnasia como terapéutica
y para la prevención de enfermedades, a veces fue el único recurso disponible
para los más pobres y alejados de las grandes ciudades.
Fueron precursores en la prevención de la viruela mediante la varioliza-
ción. Consistía en introducir en la nariz de un sujeto sano (niño o adulto) una
compresa impregnada con la costra seca y pulverizada de una pústula de
viruela, lo que le producía una enfermedad generalmente benigna. De este
modo, quedaba inmunizado contra las formas más graves de la enferme-
dad. Es decir, que se adelantaron varios siglos a los médicos europeos en
la aplicación de este procedimiento.
EL ARTE DE CURAR NIÑOS EN EL MUNDO 9

Grecia
Grecia asimiló un caudal de conocimientos proveniente del Oriente, en
ocasiones como producto de feroces guerras, como las Médicas, o de las
campañas emprendidas por Alejandro Magno. Los griegos sistematizaron
la razón y la elevaron a la posición rectora sobre las formas de pensamiento.
La aplicaron a cuantos conocimientos acumularon de las culturas mesopo-
támica, india o egipcia. Despojaron a estas de su magia y superstición y al
mismo tiempo, preservaron sus fundamentos racionales, que eran muchos
y muy importantes.
La medicina griega clásica tiene como fuente documental el denominado
Corpus Hippocraticum, un conjunto de libros que, aunque la tradición atribuye
solo a Hipócrates de Cos, en realidad lo integran textos del mismo Hipócrates
y también de algunos predecesores y seguidores suyos, durante más de un
siglo. En el Corpus, en lugar de atribuir un origen divino a las enfermedades,
se discuten sus causas ambientales. Pero aun cuando es bien conocido
el aporte que Hipócrates hiciera al conocimiento de las enfermedades, e
incluso a la filosofía y a la ética de la relación médico-paciente, algunos de
sus planteamientos han sido cuestionados en el contexto histórico actual.
Sin dudas, dentro del Corpus, el libro llamado Aforismos es el de más
popularidad. Fue escrito en el siglo iv a.n.e. y estuvo vigente durante 2500
años. La palabra aforismo en griego significa delimitación o distribución.
Fue como la Biblia de los médicos, en tanto que a Hipócrates se le considera
el Padre de la Medicina. Los aforismos son sentencias breves y de validez
universal, pero de una aplicación concreta. Están cargados de una sapien-
cia máxima y su brevedad los hace fácilmente memorizables. Esto facilitó,
además, su trasmisión oral de generación en generación, aunque después
quedaron escritos en diversos textos.
En Aforismos hay repetidas referencias a enfermedades infantiles,
así como al peculiar modo de enfermar y evolucionar que tienen los niños
respecto a los adultos y el tratamiento diferente que requieren unos y otros.
Algo curioso que pasó con ese libro es que muchas de sus recomenda-
ciones han llegado hasta nuestros días y se asumen, no solo como válidas,
sino como verdades indiscutibles. Entre otras están, no salir desabrigados de
un lugar cálido a otro más frío, para evitar los cambios bruscos de tempera-
tura, y no excederse con la comida y la bebida a determinadas horas del día.
Muchas personas, de modo inconsciente, con frecuencia utilizan como
“elementos diagnósticos” algunos principios que fueron expuestos en aquel
memorable libro. Ejemplos de estos son: cuando el sudor se acompaña de
10 EL ARTE DE CURAR NIÑOS A TRAVÉS DEL TIEMPO

escalofríos el paciente tiene una enfermedad grave, la picazón alrededor de


una herida asegura que se está curando correctamente, y la recuperación del
apetito es un signo infalible de buen pronóstico, a corto plazo, en cualquier
afección.
En otros libros del Corpus Hippocraticum se muestran detalladas explica-
ciones pediátricas con estudios de la fenomenología de la dolencia, su teórica
motivación y los métodos terapéuticos y dietéticos considerados como
útiles para su curación. Cabe destacar dentro de estas, las referencias a las
convulsiones, afecciones gastrointestinales, alteraciones cutáneas y algunas
malformaciones congénitas como la craneosinostosis o craneoestenosis.
Sin embargo, fue en Roma, ciudad que conquistó y anexionó a Grecia
a mediados del siglo ii a.n.e., donde la medicina griega adquirió su mayor
auge. Muchos griegos, en su mayoría esclavos, fueron los médicos de la
República Romana y sobre todo de la Roma Imperial. Ellos ejercieron en la
gran urbe y en todas las provincias.

Roma
La llamada Grecia Clásica se había desarrollado cronológicamente
mucho antes que Roma, pero fue gracias a esta última que su arte y ciencia
se extendieron a otros pueblos. A esto contribuyó el tiempo que estuvo el
imperio romano en el poder, el uso del latín como lengua durante varios siglos
y el fundamento de las lenguas romances. También importante fue el hecho
de que Roma incluyera los conocimientos médicos en diferentes aspectos
de la convivencia de sus ciudadanos: el derecho, la administración pública y
familiar, y hasta en la religión, sobre todo después de la cristianización. Esta
impronta permaneció vigente durante siglos.
Como se mencionó antes, muchos griegos fueron los médicos de la
República Romana y de la Roma Imperial. Fue allí donde se escribieron y se
divulgaron las obras de Areteo de Capadocia y de Galeno de Pérgamo, así
como las de sus sucesivos compiladores. El primero describió la difteria, la
epilepsia infantil, las parasitosis intestinales y varias malformaciones con-
génitas. Pero sin lugar a dudas, una de las obras médicas más importantes
por su contenido pediátrico fue Sobre las enfermedades de las mujeres, de
Sorano de Éfeso.
A partir de entonces y durante muchos siglos, los temas de atención
médica en la infancia estuvieron unidos a los de la atención a las madres.
En la tercera parte del libro de Sorano de Éfeso hay 23 capítulos dedicados
a los niños. Los primeros 16 son exclusivamente sobre la atención médica
EL ARTE DE CURAR NIÑOS EN EL MUNDO 11

del recién nacido. Trata con detalle acerca de cómo cortar y ligar el cordón
umbilical y sobre las medidas higiénicas indispensables en los lactantes y
en las madres o nodrizas que los lactan.
Los siete últimos capítulos se dedican a algunas afecciones pediátricas
como la dentición, inflamaciones de la garganta, aftas, exantemas, lesiones
cutáneas y las convulsiones febriles.
Puede afirmarse que Roma supo asimilar muy bien todo el saber médico
pediátrico griego, pero fue innovadora en lo referente a la protección social de
la infancia. Se conoce que, a comienzos de la etapa imperial, los pescadores
del Tíber protestaron ante el “alcalde” de la urbe por la cantidad de neonatos
ahogados que encontraban en sus redes, tras ser arrojados al río por sus
propias madres, en tanto que los niños deseados eran siempre muy bien
atendidos por sus familias y protegidos por toda la sociedad.
Fueron los emperadores Nerva, Trajano y Adriano quienes dictaron leyes
para que los hijos no deseados fueran depositados en las puertas de los
templos, como expósitos, para ser cuidados por los sacerdotes y sacerdo-
tisas. Para evitar el infanticidio, también los niños podían dejarse a los pies
de las “columnas lactarias”, situadas en los foros y en los mercados, para
que quien quisiera los recogiese.
Fue Trajano quien dispuso la creación de instituciones a cargo del
Estado, donde se atendieran a los niños indigentes para alimentarlos e
instruirlos. Por otra parte, los hijos de los soldados muertos en campaña
tenían derecho a una especial protección y cuidados en cada una de sus
provincias de residencia.
No obstante, la mayoría de los niños llevaba una vida miserable y tenían
que trabajar desde muy temprana edad, lo que muchas veces ponía en peligro
su vida y su salud. Laboraban en minas, cual si fueran adultos, niños hasta
de cinco o seis años. El trabajo infantil desafortunadamente es una triste
y vergonzosa constante histórica que está vigente en algunos países del
mundo, donde aún en el siglo xxi se practica impunemente.

La pediatría en la Edad Media


Para la mayoría de los historiadores, la Edad Media se extiende desde
el siglo V hasta el siglo xv. Fue su colofón el Renacimiento, a partir del siglo
xiv. Con fines didácticos, es conveniente hablar de la evolución del arte de
curar niños bajo el prisma de las dos religiones monoteístas predominantes,
y antagonistas, de la Edad Media: el Islamismo y el Cristianismo.
12 EL ARTE DE CURAR NIÑOS A TRAVÉS DEL TIEMPO

Pediatría medieval en la sociedad islámica


Cuando el Islam se extendió, absorbió los saberes y experiencias de
todos los pueblos conquistados, incluidos los conocimientos médicos, entre
los que se encontraban los del oriente próximo, gran parte del imperio bizan-
tino e Hispania. A partir de entonces los médicos musulmanes tradujeron
el legado cultural helénico, pero al mismo tiempo, y poco a poco, hicieron
innovaciones importantes.
Puede asegurarse que Alí Abbas Rhazes, Avicena y los hispanoárabes
Abulcasis, Avenzoar y Maimónides crearon una verdadera medicina islámica
destinada a perdurar durante siglos y que sirvió de inspiración a otras culturas
durante casi un milenio.
De pediatría trata una parte de la obra de Rhazes, Liber medicinalis ad
Almansorem, especialmente la dedicada a describir la viruela y el sarampión.
Avicena (980-1037) en su libro Canon, obra fundamental para toda la medicina
en el Medioevo, hace alusión a varias enfermedades infantiles. El resto de
los médicos antes mencionados aportaron también detalles pediátricos en
sus obras, al parecer tomados todos de sus predecesores griegos. Abulcasis,
en su enciclopedia médica Kitab al-tasrif, específicamente en el segundo
libro, trata cuestiones de enfermedades y dietética infantil. En el tercer libro,
dedicado al tratamiento quirúrgico, describió detalladamente la craneotomía
en casos de hidrocefalia, la amigdalectomía y el procedimiento quirúrgico en
la hernia umbilical, la hipospadias y la imperforación del ano.
Sin embargo, fueron dos médicos musulmanes los que marcaron un
avance en el arte de curar niños. En el siglo x, Ahmad al-Baladi escribió
una interesante obra titulada Tratado de las embarazadas y de los niños y
su tratamiento, un título que recuerda la obra cumbre de Sorano de Éfeso.
El autor dedicó más de cien capítulos a las enfermedades infantiles y a la
educación y protección de la salud de los niños, haciendo referencia a los
médicos griegos clásicos e islámicos que le precedieron.
En ese mismo siglo, el hispanoárabe de posible origen cristiano, Arib ibn Sa’d,
escribió el Tratado de la generación del feto y del tratamiento de las embaraza-
das y de los niños, donde dividió las edades de los niños en cuatro periodos,
desde el nacimiento hasta la pubertad, y los relacionó con los procesos más
frecuentes que les afectan en cada uno de estos. Dedicó especial atención
a la lactancia materna y a las consecuencias de que esta no se realizara por
la propia madre del niño.
EL ARTE DE CURAR NIÑOS EN EL MUNDO 13

Pediatría medieval en la sociedad cristiana


Las innumerables representaciones pictóricas de la Virgen María con el
Niño Jesús en brazos, y a veces amamantándolo, del arte medieval europeo,
sirven para entender la actitud social asumida ante el niño. Un buen ejemplo
de esto fue La Madonna Litta de Leonardo da Vinci.
El cristianismo supuso la dignificación de la persona humana, la exal-
tación de la maternidad y de los cuidados de la infancia en la familia y en la
sociedad. Prueba de esto fue un conjunto de disposiciones legales que se
dictaron en esa época para proteger la infancia.
En Roma, en el siglo iv, apenas tras la conversión del cristianismo en
religión del Estado, hubo edictos que prohibían y castigaban severamente
el infanticidio. Surgieron después los refugios para niños abandonados, el
primero de estos en Milán, en el año 787, al que le siguieron otros. El más
célebre de todos fue el Hospital de los Inocentes en Florencia, inaugurado
en 1421.
En España, el rey Pedro iv de Aragón fundó en 1337 la Institución del
Padre de los Huérfanos, en Valencia, y a finales del siglo xv, los Reyes Cató-
licos crearon en Madrid, que todavía no era la capital del reino, un hospicio
para los niños recogidos en iglesias y conventos.
En la literatura también se reflejó el renovado interés medieval por el bien
de la infancia. Por ejemplo, Alfonso x, en las Siete Partidas, legisló sobre la
lactancia materna como fundamental salvaguarda de la vida y la salud de los
pequeños. La célebre Escuela de Traducción de Toledo, creada también por
el Rey Sabio, recobró los textos griegos filtrados del árabe y los puso en latín,
para que pudieran ser usados por toda la cristiandad. Así, los conocimientos
de los médicos cristianos fueron fundamentalmente helenísticos o árabes.
Uno de los libros más importantes para los estudios pediátricos fue el
Lilium medicinae, escrito a comienzos del siglo xiv por el profesor Bernardo
de Gordonio. En este se describen la viruela, el sarampión, los problemas
derivados o coincidentes con la dentición, trastornos nerviosos, auditivos,
oftalmológicos, el labio leporino, la fisura del paladar, algunos procesos
bucales, de la garganta, de los bronquios, desórdenes nutritivos, parásitos y
algunas afecciones cutáneas. Una parte de esa obra está dedicada exclusi-
vamente a las afecciones febriles.
Si bien la obra de Gordonio fue como un reordenamiento de los saberes
pediátricos grecoárabes, no cabe la menor duda de que fue un texto fun-
damental para la labor asistencial pediátrica durante gran parte de la Edad
Media en casi toda Europa.
14 EL ARTE DE CURAR NIÑOS A TRAVÉS DEL TIEMPO

La pediatría en el Renacimiento
El Renacimiento fue un periodo de la historia europea caracterizado por
un renovado interés por el pasado grecorromano clásico y especialmente
por su arte. Comenzó en Italia en el siglo xiv y se difundió por el resto de
Europa durante los siglos xv y xvi. Fue una época de cambio en la concep-
ción de múltiples saberes humanos, dentro de los cuales la Medicina y la
pediatría no fueron la excepción.
Se creó una nueva Medicina que en muchos casos se apoyaba básica-
mente en la experiencia personal de los propios médicos, apoyados en los
descubrimientos anatómicos realizados en humanos y los primeros pasos
de la ciencia experimental. En la primera parte de este importante periodo
histórico, las enfermedades de la infancia se explicaban dentro de las obras
médicas de carácter general.
Poco a poco aparecieron algunas obras dedicadas exclusivamente a
las enfermedades pediátricas. En 1472 se imprimió en Padua, Italia, la obra
de Pietro Bagellardo titulada De aegritudinibus infantum et de morbis pue-
rorum, en la que, tras una parte inicial dedicada al recién nacido, aparecen
más de 20 capítulos en los que se exponen detalles de las enfermedades
más frecuentes en los niños. Se describen afecciones cutáneas, oculares,
bucales, respiratorias, gastrointestinales y del tracto urinario, así como las
parasitosis, la hernia umbilical y la inguinal.
Fue Bartholomaeus Metlinger, fallecido antes de finalizar el siglo xv, quien
publicó la primera obra pediátrica escrita en una lengua vulgar, el alemán. Con
el título Regiment der jungen kínder, esta obra describe afecciones pediátricas
basadas en sus propias observaciones. El tercer autor pediátrico, también
del siglo xv, fue Cornelius Roelants; médico del emperador Maximiliano y
quizás el que menos se apartó de las doctrinas grecoárabes precedentes.
Fue Luis Lobera de Ávila, un médico al servicio de Carlos i, el Rey Empe-
rador, quien escribió el Libro del regimiento de la salud y de la esterilidad de
los hombres y las mujeres y de las enfermedades de los niños. Este médico
castellano hizo una célebre descripción y tratamiento del pie zambo. Explicó
cómo hacer su reducción manual y diseñó una bota ortopédica para corregir
la deformidad. Todo esto se mantuvo vigente hasta el siglo xx, cuando se
implementaron otras técnicas.
En realidad, los primeros libros de una auténtica pediatría, independizada
totalmente de los padecimientos a otras edades, fueron obra de un italiano y
de algunos españoles. Fue Giordano Mercuriale (1530-1616) quien publicó en
EL ARTE DE CURAR NIÑOS EN EL MUNDO 15

1583 lo que muchos consideran el primer libro exclusivamente pediátrico: De


morbis puerorum. Las enfermedades descritas, aunque con mayor extensión
y detalles, fueron las referidas en otros textos previos, pero le agregó los
trastornos sensitivos, la tartamudez, ciertos procesos febriles y la disnea.
El año 1600 marca un hito en la historia de la pediatría en idioma español.
Un médico hispano llamado Gerónimo Soriano, nacido en Teruel, pero que
ejercía en Zaragoza, publicó un libro titulado Methodo y orden de curar las
enfermedades en los niños. Contiene algunas conductas terapéuticas que
en la actualidad horrorizarían. Para las diarreas prescribió el ayuno durante
varias horas, la suspensión de la leche para que esta “no cuajara en el es-
tómago” y en su lugar la administración de soluciones líquidas azucaradas.
Habló de la “costra láctea” en el cuero cabelludo del lactante pequeño, para
las aftas de las mucosas indicaba las bebidas frías, pues tenían un efecto
anestésico local y la unción de las lesiones con miel de abeja.
Describió muy bien el origen de los diversos tipos de convulsiones en
la infancia y su pronóstico. Desmitificó a la epilepsia, considerada durante
siglos como un “mal sagrado” y explicó que en su etiología había que con-
siderar los factores familiares o hereditarios. Como medida antitérmica en
los niños recomendaba quitarles la ropa y bañarlos con agua tibia. Esto fue
algo muy importante, pues como se conoce en la actualidad, hasta el 4 % de
los niños puede tener convulsiones febriles en los primeros años de su vida.
Su obra es muy humana, está llena de pequeños detalles entrañables y se
expresa en un estilo literario peculiar y comprensible en toda su extensión. El
autor recomienda siempre el tratamiento que sea menos molesto para los niños.
Aproximadamente ocho años después de publicado Methodo y orden
de curar las enfermedades en los niños, de Gerónimo Soriano, aparecieron
otras obras de claro contenido pediátrico escritas en idioma español. Entre
estas se citan La defensa de las criaturas de tierna edad, de Cristóbal Pérez
de Herrera (1608), y Opera physica, de Juan Gallego Benítez de la Serna
(1634). Este fue médico de cámara de Felipe iii y describió muchas normas
de puericultura, pero también se ocupó de la epilepsia y otros padecimientos
típicamente infantiles.
Sin lugar a dudas, el más trascendente de todos los textos dedicados a
la atención de los niños fue el Tratado Pediátrico publicado, en 1611 por Luis
Mercado, catedrático de Medicina en Valladolid y médico de Felipe ii. Su obra
se considera como una de las más importantes de la pediatría renacentista
española y de toda Europa.
16 EL ARTE DE CURAR NIÑOS A TRAVÉS DEL TIEMPO

Fue canónico en la medicina infantil durante más de 300 años, pues


sirvió de referencia durante todo ese tiempo a todo trabajo publicado sobre
el “Garrotillo”, nombre con que se conoció a la angina diftérica sofocante, que
tanto estrago causó. Además, en su libro se discuten numerosas afecciones
de la infancia y se aportan tratamientos por entonces muy novedosos. Quizás
en la pintura Retrato de un Médico de El Greco (1541-1614), que se exhibe
en el museo de El Prado, fue Luis Mercado quien quedó inmortalizado para
siempre en el lienzo por el célebre artista; aunque, en verdad, esto no se ha
podido confirmar.
También en 1611, el médico español Francisco Pérez Cascale publicó en
Madrid su Liber de affectionibus puerorum. Curiosamente, y siendo fiel a su
época, habló de las enfermedades infantiles provocadas por el “mal de ojo”
y como prevenirlas con el uso de algunos amuletos y ensalmos. También
escribió sobre la insuficiencia renal en el niño, utilizando para ello la expresión:
“sobre la supresión de la orina sin que llegue a la vejiga”.
En el mismo año, Juan de Villarreal habló de la difteria en una mono-
grafía que tituló De signis, causis, essentia, prognostico et curatione morbi
suffocantis. Al parecer, la enfermedad desconocida por los clásicos era
responsable de una elevada mortalidad en los niños españoles y europeos,
una vez superada la Edad Media. En relación con la etiología del garrotillo,
Villarreal reconoció que era contagioso, pero no a distancia. Además, expresó
claramente que esta era una afección epidémica. Lo más significativo de
su obra fue la descripción anatómica y clínica de la enfermedad; la mejor
lograda de todas.
Fue capaz de distinguir dos clases de signos: los generales comunes
a todas las anginas y los patognomónicos constituidos por la presencia de
una membrana blanquecina, sólida y consistente, que cerraba la faringe y la
laringe del enfermo. En relación con su tratamiento, fue muy conservador y
criticó duramente el abuso de sangrías y cauterios en los niños.

La pediatría en los tiempos modernos


La Época Moderna es el periodo histórico que, según la tradición histo-
riográfica europea y occidental, se enmarca entre la Edad Media y la Época
Contemporánea. Su inicio se ha situado tras el Renacimiento, y su final tiende
a prolongarse en el tiempo, casi hasta el siglo xx. La delimitación de su ocaso
puede variar según las diferentes historiografías: en 1848 para las naciones
de Europa Central y en 1917 para Rusia.
EL ARTE DE CURAR NIÑOS EN EL MUNDO 17

Puede afirmarse que, en el siglo xvii, en la medicina hubo grandes y muy


buenos defensores de la atención de los niños enfermos. Sin embargo, no fue
esta una época en la que los infantes fueron especialmente apreciados por
otros representantes sociales. Para algunos como Bossuet, el gran orador
sagrado, la infancia era “como una vida animal”. Otros consideraban a los
niños pequeños como si fueran “bestias carentes de razón, de discurso y de
juicio” y que la infancia era “la condición más vil y abyecta de la naturaleza
humana, después de la muerte.” Aunque hoy esto parezca un disparate, fue
ese el modo de pensar de célebres teólogos.
Fueron quizás los médicos los únicos que se dieron cuenta de la ver-
dadera importancia de los niños para cualquier sociedad. Uno de los que
más se preocupó por ellos en los tiempos modernos fue el inglés Thomas
Sydenham, indiscutiblemente uno de los más grandes innovadores dentro
de la pediatría de todos los tiempos. Con el nombre de “especie morbosa”
se adelantó a lo que más tarde se llamaría síndrome. Describió, de un modo
genial, entidades como el sarampión, la viruela, la escarlatina, el raquitismo,
la epilepsia, los procesos febriles que acompañan a la dentición y la corea
que hoy lleva su nombre.
Un alumno de Sydenham, llamado Walter Harris, publicó en 1689 un tra-
tado sobre las enfermedades en el niño, titulado De morbis acutis infantum,
que fue el texto básico de la especialidad hasta finales del siguiente siglo.
También en Alemania, Francia e Italia, se escribieron, durante el siglo
xvii, numerosos libros de pediatría, aunque muchos no fueron más que repe-
ticiones de lo antes escrito. En el siglo xviii se destacó el alemán Friederich
Hoffmann, que en su obra Praxim clinicam morborum infantum (1725) descri-
bió afecciones como la anemia ferropénica (clorosis), la fiebre mesentérica,
la atrofia infantil (desnutrición) y la rubéola. En Suecia, Nils Rosen estudió
la primera epidemia de escarlatina de los países escandinavos. En España,
Gaspar Casal hizo uno de los mejores estudios de la pelagra, conocida en
Asturias como “mal de la rosa”, describió la tos ferina (catarro tosferinoso)
en su cuadro clínico pediátrico y sus complicaciones.
En ese siglo se le confirió mayor importancia a la prevención, así sucedió
especialmente con la viruela, que tanto estrago causaba en niños y adultos.
Se comenzó a instilar por la vía nasal líquido desecado de pústulas de viruela,
un procedimiento que no fue aceptado por la mayoría de los médicos del
mundo occidental y recibió muchas críticas. Puede afirmarse que cuando
Edward Jenner (1749-1823), casi a finales del siglo xviii, dio a conocer los
resultados de la inoculación del material de la llamada “viruela de vaca”, fue
18 EL ARTE DE CURAR NIÑOS A TRAVÉS DEL TIEMPO

que se produjo una auténtica revolución, pues había surgido una “vacuna” y
esto allanó el terreno a la inmunología.
Al principio, ese descubrimiento no fue bien acogido en Europa, con
excepción de España, donde en 1803, bajo los auspicios de Carlos iv, se creó
la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna, para llevar el descubrimiento a
todas las colonias españolas de ultramar. Este acontecimiento contribuyó
a disminuir la morbilidad y la mortalidad de la viruela en América, Filipinas
y otras islas del Pacífico.
Fue interesante cómo lograron mantener lo que se denominaba linfa
vacunal durante el largo viaje. Puesto que no existía otro modo de conser-
vación, en el navío “María Pita” llevaron a un grupo de niños expósitos y
la pasaban de un niño a otro. Aquellos pequeños, dada su corta edad no
habían estado antes expuestos a la infección. La expedición constituye uno
de los momentos de mayor gloria para la medicina y la salubridad española
en toda su historia.

La pediatría en el Siglo de las Luces


Como se ha visto, la pediatría como especialidad, aún sin llamársele por
ese nombre, había iniciado en el siglo xv. Sin embargo, no llegó a consagrarse
como tal hasta la segunda mitad del siglo xviii, conocido como Siglo de las
Luces. Así lo denominaron los propios escritores de este periodo, convenci-
dos de que emergían tras siglos de oscuridad e ignorancia a una nueva era
iluminada por la razón, la ciencia y el respeto a la humanidad.
También en la historia de la pediatría se registra ese periodo como la
época de mayor preocupación social por la asistencia a los niños necesita-
dos. Diversos filósofos, científicos, artistas, literatos y políticos defendieron a
la niñez como futuro del mundo, pues hicieron a los niños los protagonistas
de sus obras.
Esa consagración europea a la pediatría se debe, sobre todo, a la obra de
tres geniales médicos ingleses que se destacaron por sus grandes aportes
a la especialidad. El primero fue William Cadogan (1711-1797) quien escri-
bió un ensayo sobre la lactancia materna y el tratamiento del niño en sus
primeros tres años. El segundo fue George Armstrong (1719-1789) quien
creó en Londres, en 1769, el primer hospital infantil propiamente dicho,
donde se atendieron unos 30 000 niños en sus 12 años de existencia. Se le
llamó Dispensary for Poor Children. Además, fue Armstrong quien describió
la estenosis hipertrófica congénita del píloro.
EL ARTE DE CURAR NIÑOS EN EL MUNDO 19

El tercero fue Michael Underwood (1737-1820) quien se formó en los


hospitales de Londres y París y había ejercido como obstetra de reconocido
prestigio en la capital inglesa. A esa praxis se debieron los conocimientos
adquiridos acerca de algunas enfermedades del lactante. A él se debe el
Treatise of the diseases of children, donde escribió sobre las cardiopatías
congénitas, la moniliasis, el escleredema del recién nacido e hizo la primera
descripción de la poliomielitis.
En Europa, durante varios siglos, se fueron creando hospicios para aco-
ger los niños, pero en la mayoría de estos la mortalidad era casi del 100 %.
Numerosos profesionales dedicaron sus escritos a esta triste y vergonzosa
situación para la sociedad. Algunos políticos aclamaron también por la de-
fensa de esos niños y lograron la elaboración de algunas leyes para evitarlo,
pero estas no siempre se cumplieron.
No obstante, de acuerdo con lo registrado en documentos de la época,
puede afirmarse que se hizo un fuerte llamado de atención sobre las condi-
ciones en las que se desarrollaba el cuidado médico de los niños expósitos,
que ingresaban por cientos cada año en aquellas instituciones dedicadas a
su atención y cuidados, donde desafortunadamente morían por hacinamiento
y una inadecuada atención médico sanitaria.
Para la historia occidental, el Siglo de las Luces es el último de la Época
Moderna y el primero de la Época Contemporánea. En esta última, toda la
Medicina experimentó una gran transformación por los avances técnicos y
los nuevos conocimientos en varios campos del saber científico. La pediatría
se benefició también de todos esos grandes adelantos.

La pediatría en la Época Contemporánea


La pediatría contemporánea se inicia verdaderamente con el siglo xix,
cuando quizás toda la medicina experimentó una gran transformación por
los avances tecnológicos en las diferentes ramas del saber. Así comenzó
a organizarse, de un modo más científico, la atención a la infancia, debido
a la mejor comprensión de los aspectos fisiopatológicos en el niño, en el
estudio pormenorizado de su alimentación, en los adelantos alcanzados en
la medicina preventiva con la aparición de la asepsia y la antisepsia, junto a
los nuevos horizontes que brindaba la microbiología.
En ese mismo siglo se crearon, en algunas ciudades de Europa, los
primeros hospitales dedicados exclusivamente a la atención de los niños
enfermos. En 1802 se fundó en París el Hopital des Enfants Malades, que
20 EL ARTE DE CURAR NIÑOS A TRAVÉS DEL TIEMPO

fue el pionero en su clase y aún está en activo. En 1830 se inauguró el de La


Charité, en Berlín, y en 1851 el Hospital de Niños de Londres, fundado por
el doctor Charles West.
En Francia, se destacaron como pediatras Charles Michel Billard, Ernest
Bouchut, quien escribió el Tratado de enfermedades del recién nacido y de
la segunda infancia, y Frederic Rilliet y Charles Ernest Barthez, autores del
principal texto pediátrico de la época, conocido como el Tratado Clínico y
Práctico de las Enfermedades de los Niños, que no solo fue editado en Fran-
cia, sino también en otros países europeos. Fue Armand Trousseau quien
describió magistralmente enfermedades como la escarlatina, la tetania, la
sífilis neonatal y los trastornos de la dentición. En tanto que Marie-Jules
Parrot profundizó en los problemas de la nutrición infantil.
Sin embargo, en la transición del siglo xix al xx, se ubica el más célebre
de los pediatras franceses: Bernard-Jean Antoine Marfan (1858-1942), quien
realizó importantes trabajos sobre afecciones gastroentéricas y nutricionales,
sobre el síndrome que lleva su nombre y otros acerca de síndromes dismor-
fogénicos congénitos. Fue miembro de la Academia de Medicina y creó la
plaza de Asistente Social en los hospitales. Describió los efectos perjudiciales
de la leche de cabra en los niños y el uso de los rayos ultravioletas para la
prevención y el tratamiento del raquitismo.
Ya se había mencionado cómo se destacó en el Reino Unido, en el siglo
xix, Charles West (1816-1898), quien estudió en Francia y Alemania, pero
ejerció su profesión en Londres. En su Lectures on the Diseases of Infancy
and Childhood plasmó sus enseñanzas en algunos hospitales de esa ciudad
y se le considera como el mejor tratado en lengua inglesa de su tiempo.
Fueron muy valiosos sus estudios sobre enfermedades neurológicas de los
niños; una lleva su nombre.
En los Estados Unidos se destacaron, en la pediatría del siglo xix, los
doctores Job Lewis Smith, John Forsyth y John Heating, aunque sin lugar
a dudas, fue el pediatra norteamericano Abraham Jacobi (1830-1919) el de
mayor renombre. Emigrado desde Alemania, fue el primer catedrático de la
especialidad en New York, organizó el Departamento de Niños del hospital
Monte Sinaí y creó una verdadera escuela, por lo que fue reconocido como
“Padre de la Pediatría Americana”.
En Alemania hay que reconocer a Henoch, Henning, Vogel y Gerhardt,
fundadores de los hospitales infantiles y quienes escribieron tratados sobre
la especialidad. Pero fueron Heubner, Czerny y Finkelstein los que hicieron
EL ARTE DE CURAR NIÑOS EN EL MUNDO 21

aportes decisivos al conocimiento de las enfermedades nutricionales y a


sus tratamientos.
En Rusia fue el doctor Nil Feodorovitch Filatoff (1847-1902) quien se
ocupó de las enfermedades infecciosas en la infancia; también realizó des-
cripciones semiológicas aún difíciles de superar en nuestros días.
En España, se hicieron varias traducciones de obras de autores extran-
jeros. El texto más meritorio de un autor español fue escrito en 1827 por el
doctor Pascual Mora. Se publicó con el título: El Hombre en la Primera Edad
de su Vida. La Pediatría debió esperar hasta casi finales del siglo xix para
que se le reconociera como una especialidad autónoma dentro de las cien-
cias médicas. Fue el doctor Criado Aguilar quien ocupó, en 1887, la primera
cátedra de Pediatría en la Universidad de Madrid. Solo unos cuantos años
antes, en 1876, se había fundado en esa ciudad el primer hospital español
dedicado exclusivamente a la atención pediátrica, al que se le llamó “Hospital
del Niño Jesús”. Su creación fue gracias a los esfuerzos de la duquesa de
Santoña y su primer director fue el doctor Mariano Benavente. Casi al mismo
tiempo se habían fundado otros en Valencia, Barcelona y Cádiz. Curiosamen-
te, el de Valencia (1880) estaba dedicado a niños “nerviosos y coreicos”, el
de Barcelona (1890) se llamó “El Hospital de Niños Pobres”, en tanto que
el de Cádiz (1892) fue el sanatorio marítimo de “Nuestra Señora de Regla”,
donde a instancias del doctor Tolosa Latour se pusieron en práctica las por
entonces muy modernas teorías sobre los beneficios del aire marino y el sol
para curar muchas enfermedades de la infancia.
Preocupado por la elevada mortalidad infantil, debida a la deficiente
atención al parto y a la desnutrición en los primeros meses de la vida, en
1890 el doctor Vidal Solares fundó en Barcelona lo que se conoció como la
primera “Gota de Leche”. Esta era una institución donde, además de prestar
atención médica a los niños, también se recogía leche de donantes para
repartirla a los necesitados. Después se crearon otras similares en Madrid
(1904) y en Sevilla (1906).
En Turquía, el sultán Abdulhamit ii, luego de ver morir a una de sus hijas
por difteria en 1899, creó el primer hospital de niños de Estambul. Como no
había médicos entrenados en la especialidad, envió a un grupo de ellos a
estudiar a Francia. Más de dos décadas después se abrieron otros en Ankara,
Konya y Kayseri.
El primer congreso de protección a la infancia se celebró en el año 1900.
Dentro del conjunto de pediatras españoles célebres de la primera mitad del
siglo xx, debe recordarse al doctor Andrés Martínez Vargas (1861-1948),
22 EL ARTE DE CURAR NIÑOS A TRAVÉS DEL TIEMPO

quien publicó un Tratado de Pediatría y fundó la revista La Medicina de los


Niños. Además, creó las Escuelas Ambulantes de Puericultura para difundir
la higiene y los cuidados básicos de los niños en los centros escolares y
ateneos obreros.
Hay que reconocer que en la primera mitad del pasado siglo fueron muy
importantes los aportes hechos por algunos otros pediatras europeos, entre
los que deben mencionarse los franceses Lesné (1871-1962), Ribadeau-
Dumas (1876-1950), Lamy (1895-1975), Lelong (1892-1973) y Robert Debré
(1882-1978). Este último fue, sin lugar a dudas, uno de los pediatras más
destacados de toda Europa en el siglo xx; no solo por sus conferencias y
clases magistrales, los tratados que escribió y los nuevos síndromes que
describió, sino por todo el entusiasmo y el encomiable esfuerzo que hizo en
promover el desarrollo de la pediatría. No solo Francia debe agradecer por
esto a Debré, sino el mundo entero.
En Inglaterra, el doctor Still (1868-1941), en su libro Historia de la Pediatría
(Oxford, 1931) hizo un recuento brillante de la evolución de la especialidad
desde los tiempos remotos hasta finales del siglo xix. Fue además el Pre-
sidente del iii Congreso Mundial de Pediatría, que se celebró en Londres
en 1933, y se le reconoce como el fundador de la pediatría moderna en el
Reino Unido.
En Portugal, el doctor Jaime Salazar de Sousa fue el pionero de los
pediatras y fue el primer profesor de la especialidad en 1916. Tuvo un gran
reconocimiento internacional y se le considera como el padre de la pediatría
moderna en Portugal.
Entre otros célebres pediatras deben mencionarse: de Italia a Toni (1895-
1973) y Frontali (1889-1963), de Bélgica a Denys (1903-1969) y Hooft (1910-
1980), de los Países Bajos a Cornelia de Lange (1871-1950) y van Creveld
(1894-1971) y de Grecia a Choremis (1900-1966).
La evolución de la pediatría en Europa, entre 1850 y 1950, fue práctica-
mente paralela a la de su hermana, la medicina interna. Además, muchos
de los primeros “pediatras” procedían de esa especialidad. Enseguida se
dieron cuenta de que para disminuir la mortalidad infantil había que trabajar
intensamente en la atención perinatal y en los problemas nutricionales del
niño pequeño.
El desarrollo de la enseñanza de la especialidad y la creación de mo-
dernos hospitales pediátricos consolidó el conocimiento dentro de esta
disciplina y favoreció la introducción de métodos de laboratorio clínico y de
otras novedosas técnicas para facilitar el diagnóstico, el tratamiento curativo
EL ARTE DE CURAR NIÑOS EN EL MUNDO 23

y preventivo de innumerables afecciones de la infancia. A esto contribuyó


también el nivel mayor de conocimientos alcanzado por las ciencias básicas
como la Bioquímica, la Fisiología, además de los avances en la Nutriología
y la Higiene.
Al mismo tiempo, al concluir la primera mitad del siglo xx, una evidente
mejoría en el medio ambiente y en lo social, producto del desarrollo alcanzado
y de la voluntad política en algunos países, favoreció la paulatina reducción
de la mortalidad infantil. Aunque esto, infelizmente, no ha sido ostensible a
nivel global en la segunda década del presente siglo.
Un recuento de los avances de la pediatría en la segunda mitad del siglo
xx sería muy extenso, porque quizás la característica más destacable de ella
en ese periodo ha sido la aparición y desarrollo de las diversas subespecia-
lidades pediátricas. Esto ha permitido un acercamiento más detallado a las
distintas enfermedades infantiles y mejores opciones terapéuticas. El gran
riesgo consiste en que, como puede suceder con toda superespecialización,
se podría perder de vista al niño en su conjunto, olvidando que es este un
ente biopsicosocial en crecimiento y desarrollo, siempre único e irrepetible.
De todas las subespecialidades que han surgido, es la neonatología,
sin lugar a dudas, la más importante de todas. En sus más de 50 años de
existencia ha evocado a Sorano de Éfeso, aquel grande de la Medicina que
supo enfocar como un binomio continuo a la madre y el recién nacido, y a
Pierre Budin, el célebre obstetra francés de finales del siglo xix, quien se
considera como el padre de la neonatología por los aportes que hizo a la
atención del ser humano en los primeros días de la vida.
La Pediatría Social y la Medicina del Adolescente son, por ahora, las
últimas adquisiciones de la nueva pediatría y prometen un ingente desarrollo
para el bien de aquellos a quien con justicia consideró José Martí como “la
esperanza del mundo”. El concepto actual de hospital pediátrico, tan distante
de aquel de los primeros que existieron en el mundo, muestra una mejora
sustancial en la asistencia al niño enfermo. Por supuesto que no solo en
cuanto a medios técnicos, sino también al hecho de lograr la idoneidad de
los espacios para pacientes con tan peculiares modos de comportamiento,
y al mismo tiempo, permitir la permanencia junto a ellos de algunos de sus
familiares más allegados.
Puede afirmarse que los pediatras ocupan hoy uno de los lugares más
destacados dentro de la medicina universal. La Asociación Internacional de
Pediatría, con algo más de cien años de fundada, agrupa a casi todas las
sociedades nacionales y territoriales de la especialidad. Está integrada por
24 EL ARTE DE CURAR NIÑOS A TRAVÉS DEL TIEMPO

pediatras de diversas nacionalidades y credos; sin embargo, todos tienen en


común el hecho de ser médicos muy especiales, entregados a su vocación
de servicio para atender y proteger a los más frágiles de los seres humanos:
los niños.
No debe olvidarse que el primer congreso de la Asociación Internacional
de Pediatría se llevó a cabo en París, en el año 1912. A ese primer evento de
carácter mundial de la especialidad asistieron mayoritariamente los pediatras
europeos y se presentó un solo trabajo del continente americano, cuyo autor
fue el doctor Alfred Hess, de la ciudad de New York. Al parecer los únicos
idiomas que allí se escucharon fueron el francés y el alemán. El presidente
de aquel histórico congreso fue el profesor francés Henri Hutinel, quien en
la sesión inaugural explicó cómo, a partir de un comité internacional que
se reunió en París en 1910, se decidió fundar la Asociación Internacional
de Pediatría y acordaron celebrar un congreso mundial de la especialidad
cada tres años.
Es obvio que han transcurrido ya más de cuatro mil años de historia
de preocupaciones por los niños y de lucha contra sus enfermedades en
diferentes niveles y latitudes. Pero no se puede olvidar que también hoy
los médicos de familia son indispensables en su atención integral al niño.
En muchos países, ellos están en la primera trinchera de combate para la
preservación de la salud infantil, al aplicar cada día importantes medidas de
promoción y prevención que pueden evitar sufrimiento y dolor innecesarios
a los infantes y sus familias.
En cualquier nivel de atención a la infancia que se trabaje, pero sobre
todo para los que preservan su salud, se encargan de su curación y rehabili-
tación, “nada hay más importante que un niño”, tal como expresa el lema de
la Sociedad Cubana de Pediatría, fundada en octubre de 1928.
Capítulo 2

EL ARTE DE CURAR NIÑOS


EN CUBA

Cuba tiene su propia historia de cómo se originó y evolucionó la pediatría


a través del tiempo. Es imposible en esta obra referirla en toda su extensión,
pero, a escala global, se expone lo más significativo acontecido en el campo
de la salud infantil, aun mucho antes de la llegada de Cristóbal Colón, en 1492.

¿En verdad existió una pediatría aborigen


en Cuba?
Al llegar los españoles a Cuba, a finales del último siglo de la Edad Media
y durante los primeros años del siglo xvi, conocieron que los taínos y sibo-
neyes de Cuba llamaban cemíes a sus dioses y que contaban por lo menos
con tres divinidades de la curación, Baidrama, Buja y Aiba. Posiblemente
fueran tres aspectos de una misma y única deidad sanadora. El pueblo estaba
obligado a alimentarlos perpetuamente con ofrendas de comida, y si este
ritual se descuidaba, los dioses enviaban enfermedades a los desobedientes.
Practicaban el chamanismo y en ese sentido tenían dos clases de mé-
dicos, generalmente de edad respetable: el behique o médico-sacerdote y
figura de carácter sagrado ante los ojos de la comunidad, y el boitío, que era
su asistente en la magia invocatoria y que, en dependencia de los resultados
de los cuidados al enfermo, podía ser sometido a represalias y castigos por
parte de la parentela descontenta de sus servicios.
Semejante especialización de funciones demuestra la existencia de
una jerarquía entre lo que hoy se podría llamar profesionales de la salud de
estos pueblos. No hay indicios de que practicaran el canibalismo, ni de que
hicieran sacrificios de sangre de animales o seres humanos a sus deidades.
26 EL ARTE DE CURAR NIÑOS A TRAVÉS DEL TIEMPO

La medicina aborigen en Cuba, reflejada en una incipiente manifestación


de arte y medicina, permitió que a su llegada los españoles encontraran la
figura del behique que se dedicaba al tratamiento y atención de las dolencias,
tanto de adultos como de niños. Pero, tan pronto les fue posible, difamaron
y aborrecieron su figura y ejercicio.
No obstante, la medicina aborigen en Cuba sobrevivió a su pueblo como
un verdadero “préstamo cultural” que utilizaron los colonizadores hasta el
siglo xviii. Con los conquistadores llegó a Cuba muy poco de la medicina
española de la época, pues fueron escasos los graduados que ejercieron de
manera permanente en la isla.
Los aborígenes cubanos no tenían un claro conocimiento de la anato-
mía humana. Percibían la carne del cuerpo como grandes masas, pero no
distinguían los músculos, y el único órgano que parecían diferenciar como
tal era la bolsa de los escrotos. Llamaban “axe” a la enfermedad. Conocían
bien, entre otros síntomas, la fiebre (denominada “secon”), la anemia (la
llamaban “hipa”), los dolores, el prurito y la tos.
Los behiques, que fueron obviamente los primeros “médicos” en Cuba,
trataban de curar enfermedades causadas por parásitos intestinales y de
la piel, la diarrea, la constipación, el asma, las dificultades en la emisión
de orina, los dolores, el acné, las heridas y las contusiones, tanto en niños
como en adultos.
Como medidas preventivas aislaban a los enfermos para evitar el
contagio. Le temían mucho a la fiebre, por lo que quienes la padecían eran
llevados al monte, donde los dejaban solos, pero los aprovisionaban de agua
y comida. No obstante, siempre alguien se ocupaba de visitarlos y lavarlos
con cierta frecuencia. Se preocupaban mucho por los insectos y ahuyentaban
a las cucarachas con humo de curi. Además, enterraban a los muertos en
áreas bien lejanas a las aldeas.
Entre sus principales métodos terapéuticos se encontraba el hidroterápi-
co, el sugestivo y el evacuante con plantas y varios tipos de frutas. Reducían
la fiebre de los niños con canela y usaban la leche como medicamento. Re-
comendaban la piña como orexígeno o estimulante del apetito y la guayaba
verde para las diarreas.
Para el método evacuante, como se mencionó antes, empleaban plantas
medicinales y frutas como la yerba santa, el manzanillo, las guayabas madu-
ras y verdes, la piña, el bejuco, el tabaco, la verbena, el betumen, el guaguasi,
el goaconax, la jagua, la guásima y la palma cristi o aceite de ricino. Muchas
plantas de las citadas no se utilizaban solo como “purgantes”, también se
EL ARTE DE CURAR NIÑOS EN CUBA 27

empleaban para tratar otras afecciones. El sasafrás (canela) para el trata-


miento de la fiebre y el betumen para algunas de las afecciones del útero.
Con la variedad que les brindaba la flora nativa, se puede aseverar que
los taínos cumplían intuitivamente el aforismo hipocrático, según el cual “el
medio debe proporcionar siempre al enfermo los medicamentos que estén
más a su alcance”.
Con el tabaco cicatrizaban heridas y mataban los gusanos de las úlceras
de la piel. Los taínos practicaron la disección de cadáveres a personas muy
importantes que convertían en momias. Los behiques practicaron también el
tratamiento quirúrgico; realizaban la extracción de los ojos, la castración, la
reducción de fracturas, la aplicación de sangrías y hasta algunas maniobras
obstétricas para extraer el feto. Para estos menesteres quirúrgicos emplea-
ban los cáusticos, la espina del maguey y los cuchillos de piedra.
Los aborígenes cubanos tenían un rígido sistema para exigir la respon-
sabilidad del ejercicio de la medicina. Las sanciones que aquella sociedad
primitiva imponía a los chamanes sospechosos de poca profesionalidad iban
desde la rotura o desarticulación de los huesos de las extremidades hasta
la castración y sacarle los ojos.
En 1609, más de un siglo después de la llegada de los españoles, el
Ayuntamiento de Santiago de Cuba concedió a la india Mariana Nava una
licencia para practicar la medicina y se convirtió así en la primera persona
que ejerció legalmente esta profesión en Cuba.

Los albores de la pediatría en Cuba


(del siglo xvii al xix)
En 1687 se creó en La Habana, como institución pediátrica, el primer
asilo para niños huérfanos o abandonados, en un local ubicado donde ac-
tualmente coinciden las calles Compostela y Teniente Rey.
Casi un siglo después, en 1776, el genial médico inglés Edward Jenner
descubrió que inoculando al hombre el virus de la vacuna, enfermedad cutá-
nea del ganado, se lograba inmunidad contra la viruela. Este descubrimiento,
que al principio fue muy controvertido, le permitió introducir en 1798 un mé-
todo práctico de profilaxis de la viruela, mediante la inoculación al hombre
del producto de la pústula de la vacuna, comenzando así la práctica de la
vacunación en todo el mundo.
No se conoce con exactitud cuándo y por quién se introdujo en Cuba el
método de inoculación, pero sí se puede afirmar que ya en 1795 era conocido,
28 EL ARTE DE CURAR NIÑOS A TRAVÉS DEL TIEMPO

pues una duda acerca de su eficacia se planteó en el Papel Periódico de La


Habana en ese año y fue contestada por el doctor Tomás Romay.
El 4 de febrero de 1802 la Real Sociedad Patriótica de La Habana encargó
al propio doctor Romay que emitiera su opinión sobre el inmortal trabajo en
el que Edward Jenner, en 1798, anunció al mundo el descubrimiento de la
eficaz inoculación preventiva contra la viruela. El informe favorable del doctor
Romay dio inicio a activas acciones de este que permitieron, en febrero de
1804, a partir de pus vaccinoso de unos niños vacunados procedentes de
Puerto Rico, comenzar su aplicación en La Habana y su distribución a dis-
tintas poblaciones de la Isla. Por lo que, al llegar a La Habana el 26 de mayo
de ese año la expedición mandada por el Rey Carlos iv para traer la vacuna
a sus colonias de América, a cuyo frente venía el Cirujano de Cámara Real
Francisco Xavier y Balmis, este quedó gratamente sorprendido al encontrar
propagada la vacuna en la Isla.
Al parecer los primeros pasos de la enseñanza de las afecciones de
la infancia se dieron en 1842 con la apertura de la cátedra de Obstetricia
y Enfermedades Infantiles, del Sexo y Sifilíticas de la Universidad de La
Habana, fue su primer profesor el doctor Joaquín Guarro Serra. En 1845 se
publica el primer el libro de contenido pediátrico en Cuba, titulado Tratado
de las enfermedades de los niños y modo de curarlas. Fue una monografía
de apenas 33 páginas.
En 1852 se fundó la Real Casa de Beneficencia, para niños expósitos, en
la esquina de las calles San Lázaro y Belascoaín (más tarde llamada Padre
Varela). Allí y en la Real Casa de Maternidad los estudiantes que aprendían
las afecciones de la infancia realizaban algunas mínimas actividades
prácticas. La Real Casa de Beneficencia funcionó por algo más de un siglo,
justamente hasta 1959.
Puede afirmarse que, a mediados del siglo xix, en 1849, apareció el primer
programa de enfermedades infantiles, como parte de un libro de obstetricia,
que incluía aspectos del recién nacido, escrito por el doctor Isidro Sánchez.
Un año después se publicó un texto sobre lactancia materna, y en 1877, doc-
tor Rafael Alvarado escribió un libro titulado Higiene del primer año de vida.
La asignatura denominada “Curso Especial de Enfermedades de la Infan-
cia”, como cátedra independiente, fue creada por el plan de estudios de 1887
y se impartía en el cuarto año de la carrera de Medicina. Su primer profesor
fue un médico catalán, el doctor Antonio Jover Puig. Su libro Lecciones de
las enfermedades de los niños se publicó en 1892; tenía 391 páginas y fue
EL ARTE DE CURAR NIÑOS EN CUBA 29

impreso en Barcelona. Al parecer, la palabra “Pediatría” fue escuchada en


Cuba por vez primera en labios de este ilustre profesor, en 1891.
Sin embargo, desde un poco antes, en enero de 1890, se habían presen-
tado los primeros trabajos científicos de pediatría en el Primer Congreso
Médico Regional de la Isla de Cuba, celebrado en la sede de la Real Academia
de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana. El doctor Braulio
Sáenz Yañez (1851-1897) concentró su intervención en el tema del tétanos
infantil congénito y expuso sus propias estadísticas como contribución al
estudio de esa enfermedad. Además, brindó otra importante disertación con
sus “Apuntes clínicos sobre el envenenamiento por la leche en niños recién
nacidos y fiebres de la primera infancia”.
En 1894, bajo los auspicios de la insigne patriota cubana Marta Abreu,
se inauguró el primer dispensario pediátrico fuera de la capital. Fue en su
ciudad natal de Santa Clara, al centro del país, y se llamó “El Amparo”.
A finales de 1899 se nombró profesor numerario de la cátedra de Pa-
tología y Clínica Infantiles al doctor José Rafael Montalvo y Covarrubias,
quien se había graduado en 1867 y había ejercido como médico en la Casa
de Beneficencia y Maternidad de La Habana. Al ponerse en práctica el lla-
mado Plan Lanuza (1899) se mantuvo como cátedra independiente el Curso
Especial de Enfermedades de la Infancia; solo cambió su nombre por el de
Patología y Clínica Infantiles. A partir de entonces se enseñaba en el quinto
año de la carrera de Licenciatura en Medicina.

La pediatría en Cuba durante la primera mitad


del siglo xx
La enseñanza de la pediatría era por tradición, como en las otras disci-
plinas médicas, esencialmente teórica y con una exigua actividad práctica.
Se explicaba en las aulas del antiguo convento de San Juan de Letrán, sede
de la Universidad de La Habana desde 1728. No fue hasta el 14 de marzo
de 1900 que se contó con un servicio clínico para la enseñanza práctica de
las afecciones infantiles.
Fue entonces cuando en el Hospital Nuestra Señora de las Mercedes,
de La Habana, se crearon algunas salas para la enseñanza, con carácter
oficial y permanente, donde se entrenaban los estudiantes de la Facultad de
Medicina. Una de estas salas, con apenas 20 camas y llamada “San Vicente”,
se destinó a la cátedra de Patología y Clínica Infantiles.
30 EL ARTE DE CURAR NIÑOS A TRAVÉS DEL TIEMPO

Más tarde, en 1906, se le agregó un servicio de consulta externa al que


también asistían los estudiantes. En algunas ocasiones asistían también al
servicio de Maternidad o al hospital Las Ánimas, pues era realmente esca-
so el número de pacientes de que se disponía. A este hospital se llevaban
específicamente para el estudio de las enfermedades infectocontagiosas,
pues los pacientes que las padecían no eran admitidos en Nuestra Señora
de las Mercedes.
Sin lugar a dudas, fue el doctor Ángel Arturo Aballí Arellano, considerado
el Padre de la Pediatría en Cuba, quien jugó un rol decisivo en el desarrollo
de la especialidad en la Isla. El profesor Aballí Arellano fue el médico que
más muestras de reconocimiento a su talento recibió en Cuba durante la
primera mitad del siglo xx.
Llamado “el médico de las 4 aes”, nació en la ciudad de Matanzas el
30 de septiembre de 1880. En su casa natal, desde 1928, cuando el célebre
cubano solo contaba con 48 años de edad, hay una tarja que la identifica
para la posteridad. Cuando aún no había cumplido los 14 años, el 13 de
junio de 1894, se graduó de bachiller en el Instituto de Segunda Enseñanza
de Matanzas; luego ingresó a la Facultad de Medicina de la Universidad de
La Habana. Fue alumno ayudante de Disección Anatómica en la cátedra de
Medicina Legal y Toxicología, del laboratorio de la cátedra de Bacteriología
y Patología Experimental y de la cátedra de Fisiología y Física Médica. Logró
obtener calificación de sobresaliente en las 28 asignaturas de la carrera,
con 10 premios ordinarios, 4 menciones honoríficas, fue declarado Alumno
Eminente al graduarse de Doctor en Medicina el 1 de julio de 1901 y estrenar
la primera Beca de Viaje que otorgaba la Facultad de Medicina de la Univer-
sidad de La Habana.
Todo esto le permitió hacer un breve recorrido de estudios por algunos
hospitales de Boston, Washington, Chicago y New York y después tener una
estancia más prolongada en París y Berlín. Fascinado por las enseñanzas
de los dos grandes maestros de la pediatría francesa Bernard-Jean Antoine
Marfan y Pierre Nobécourt, se dedicó definitivamente a esta especialidad.
En breve tiempo, el doctor Aballí Arellano y su entrañable amigo el profesor
uruguayo Luis Morquio, fueron considerados como las dos más grandes
figuras de la pediatría latinoamericana.
En 1906, dada su profunda vocación por la especialidad, se decidió a
concurrir a los ejercicios de oposición para cubrir la plaza de profesor auxiliar
encargado de la enseñanza de Patología y Clínica Infantiles; obtuvo la plaza
y con esta inició una de las más brillantes carreras docentes de la medicina
EL ARTE DE CURAR NIÑOS EN CUBA 31

en Cuba. Durante más de 15 años se desempeñó solo como profesor en la


asignatura de Patología y Clínica Infantiles. En 1923 fue nombrado Profesor
Titular y se mantuvo al frente de la cátedra hasta que el Consejo Universitario,
en sesión extraordinaria de 29 de octubre de 1949, lo declaró, por votación
unánime, Profesor Emérito de la Facultad de Medicina de la Universidad de
La Habana.
Fue en 1923, gracias a las incansables gestiones del profesor Ángel
Arturo Aballí Arellano, que se construyó e inauguró un nuevo local como
dispensario de las consultas externas para pacientes pediátricos, y que se
unió al servicio de clínica infantil del hospital Nuestra Señora de las Mercedes,
para desempeñar, no solo funciones asistenciales, sino también docentes.
Asimismo, por nuevas gestiones del profesor Aballí Arellano, ante la Comisión
Nacional de Protección a la Infancia, se construyó y fue inaugurada en 1926
la sala de lactantes con el nombre de Manuel de la Cruz, con 20 camas y
sistema celular. Fue a partir de ese año que la cátedra contó también con
un aula propia de clases o anfiteatro.
Al independizarse como cátedra la asignatura de Patología y Clínica
Infantiles, se creó la Escuela de Pediatría, anexa a la cátedra en 1926. Este
fue un acontecimiento que no tenía precedentes en la enseñanza superior
cubana, y que no tuvo similar hasta la oficialización de las especialidades
médicas en 1961. Con un reglamento propio, su programa de estudios com-
prendía tres años de labores prácticas distribuidas en seis semestres. Cada
graduado recibía un certificado de la cátedra que lo habilitaba como Médico
Especialista en Enfermedades de la Infancia.
Puede afirmarse que la llegada del profesor Aballí Arellano a la cátedra
constituiría un verdadero acontecimiento histórico para el desarrollo de la
pediatría cubana. Sobre este hecho escribiría más tarde el profesor Clemente
Inclán Costa, sin lugar a dudas, el otro gran puntal de la Escuela Cubana de
Pediatría desde la jefatura de su servicio en el Hospital Universitario Clínico
Quirúrgico General Calixto García: “El doctor Aballí, ya en posesión de esta
Cátedra, la transforma de una manera sorprendente en poco tiempo, comien-
za desde ese momento la verdadera enseñanza clínica y se vislumbra un
amplio panorama para el engrandecimiento de la medicina infantil en Cuba”3.

3
Delgado García G. (1993). La cátedra de Patología y Clínica infantiles de la Universidad
de La Habana (1899-1962). Cuadernos de Historia de la Salud Pública [serie en Inter-
net]. [citado 3 de agosto de 2017]. Disponible en: http://bvs.sld.cu/revistas/his/his93/
his0493.htm
32 EL ARTE DE CURAR NIÑOS A TRAVÉS DEL TIEMPO

En 1928 en Cuba faltaba una institución que agrupara a todos los médi-
cos que se dedicaban a la práctica de la especialidad de enfermedades en la
infancia y correspondió también a la cátedra de Patología y Clínica Infantiles
que en su seno se fundara la Sociedad Cubana de Pediatría.
Bajo la presidencia del doctor Félix Hurtado Galtés y como secretario el
doctor Carlos Hernández-Miyares Marty, se reunieron, el domingo 7 de octu-
bre de 1928, en el anfiteatro de clases de la cátedra, los doctores Teodosio
Valledor Campo, Agustín Castellanos González, Benito Vilá Gómez, Gustavo
Cardelle Penichet, Julio Cabrera Calderín, Gustavo García-Montes Hernández,
Gabriel Gómez del Río, Bernardo Cardelle Penichet, Emilio Alemán Vázquez,
Emilio García Pérez, María L. Cubiña Rodríguez, José Prats García, Hipólito
Dumois Cárdenas, Roberto Céspedes Le Batard, Domingo Gómez Tejera,
Pedro Sánchez Toledo, Abelardo Codinach Segura, Evelio Molinero Cañas,
Gustavo E. González Sastre y Felipe Casas Lajonchere, en su totalidad pro-
fesores, instructores y médicos de los servicios de la cátedra, con el objetivo
de constituir la Sociedad.
Ese día quedó constituida la Sociedad Cubana de Pediatría y como
homenaje especial de profundo reconocimiento fue nombrado Presidente
el profesor Aballí Arellano. Todos los presentes fueron designados como
socios fundadores. Como Vicepresidente fue seleccionado el doctor Hurtado
Galtés, como Secretario-Contador el doctor Hernández- Miyares, y se desig-
naron como vocales los doctores Valledor Campo y Castellanos González.
En la primera sesión de la junta de gobierno fueron designados socios de
honor los profesores Luis Morquio, de Uruguay; Pierre Nobécourt, de Francia
y Clemente Inclán Costa, de Cuba.
En la cátedra fueron también impartidos cursos cortos de posgrado,
auspiciados conjuntamente con la Sociedad Cubana de Pediatría desde sus
inicios e independientes de los que se ofrecían en la Escuela de Pediatría. Uno
de los primeros en impartirse fue el “Curso de Pediatría Integral e Intensiva”.
En enero de 1929, a menos de tres meses de constituida la Sociedad que
agruparía a los pediatras cubanos, se publicó el primer número del Boletín de
la Sociedad Cubana de Pediatría, como órgano oficial de la Sociedad y de la
cátedra de Patología y Clínica Infantiles. Sus directores fueron los doctores
Aballí Arellano y Hurtado Galtés; jefes de redacción los doctores Valledor
Campo y Castellanos González; secretario de redacción el doctor Carlos
Hernández-Miyares y administrador, el doctor Vivino García Remedios. A la
muerte del doctor Aballí Arellano lo sustituyó el doctor Valledor Campo y el
doctor Arturo José Aballí García-Montes ocupó uno de los cargos de jefe de
EL ARTE DE CURAR NIÑOS EN CUBA 33

redacción. En 1946 el boletín cambió su nombre por el de Revista Cubana


de Pediatría, con el que se mantiene hasta nuestros días y la convierte en
el más antiguo de los órganos de divulgación científica vigentes en el país.
Con una periodicidad mensual, esta importante publicación recogía toda
la bibliografía científica producida en la Cátedra en el periodo estudiado, gran
parte de la que antes se presentaba y discutía en las sesiones científicas de
la Sociedad Cubana de Pediatría o en las numerosas jornadas pediátricas
auspiciadas por la Cátedra y la Sociedad, y que se celebraban en diferentes
ciudades del país, no solo en la capital.
En 1930 se decretó el cierre de la Universidad de La Habana por la dic-
tadura de Gerardo Machado, y debido a esto y a la difícil etapa posterior a
su derrocamiento, en el trienio de 1933 a 1935 solo se publicaron escasos
números del Boletín de la Sociedad Cubana de Pediatría. Dado el estado de
inseguridad ciudadana y tensión que vivía el país, las cátedras de las diferen-
tes facultades no podían trabajar normalmente, y las sociedades científicas
apenas se reunían, lo que trajo como consecuencia que no hubiera producción
científica para nutrir las páginas de las publicaciones, incluyendo al Boletín.
Cuando en La Habana, en 1935, se inauguró el Hospital Municipal de la
Infancia, posteriormente nombrado Hospital Infantil Pedro Borrás Astorga,
la cátedra llevó su docencia hasta allí. En su salón de actos se impartían
clases teóricas y en sus diferentes salas enseñanzas prácticas, principal-
mente en la sala C (para niños mayores de dos años), a cargo del profesor
Aballí Arellano, pero nunca se interrumpió la labor docente en los servicios
del hospital Nuestra Señora de las Mercedes. Así fue hasta 1958, cuando al
demolerse esta última institución hospitalaria e inaugurarse su nuevo edificio
(actual hospital Comandante Manuel Fajardo) en la calle D, esquina a Zapata,
barriada de El Vedado, en La Habana, la cátedra contó, como servicio clínico
con la sala 6 A (ubicada en la sexta planta, ala derecha) y con consultas
externas en la planta baja.
En noviembre de 1935 la Sociedad Cubana de Pediatría organizó y cele-
bró el Primer Congreso Nacional de Pediatría en la ciudad de Camagüey, allí
muchos médicos del interior del país que se dedicaban al cuidado de la salud
infantil entraron por primera vez en contacto directo con profesores y espe-
cialistas de la capital y pudieron incrementar su caudal de conocimientos.
El doctor Aballí Arellano fue también Presidente de la Sociedad de Es-
tudios Clínicos de La Habana durante dos períodos, académico de número
de la Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana y
también Decano de la Facultad de Medicina de la Universidad de La Habana.
34 EL ARTE DE CURAR NIÑOS A TRAVÉS DEL TIEMPO

Se le nombró miembro correspondiente o de honor de casi todas las socie-


dades pediátricas de América y Europa, miembro del Consejo Nacional de
Tuberculosis e Hijo Adoptivo de la Ciudad de La Habana. Recibió el título
de Gran Oficial de la “Orden Finlay”, entre otros muchos cargos y honores.
Fue reconocido como símbolo del médico cubano de su época, al inaugu-
rarse, el 8 de mayo de 1940, el nuevo local central de la Facultad de Medicina,
en la calle 25 entre J e I, barriada de El Vedado, pues el voto unánime de
sus compañeros de claustro le dio al edificio el nombre del ilustre pediatra.
Durante muchos años el profesor Aballí Arellano luchó incansablemente
por la creación de una institución para el tratamiento del niño tuberculoso.
Por su colaboración en el estudio del proyecto de construcción y su posterior
fiscalización de la ejecución de la obra, al inaugurarse en 1944 un hospital con
este objetivo, llevó su ilustre nombre. Un año después, el profesor Aballí donó
al hospital-sanatorio gran parte de su bien nutrida biblioteca especializada en
Pediatría. El primer director de la institución fue el profesor doctor Valledor
Campo; sin embargo, este centro no fue docente hasta después de 1962.
El 22 de julio de 1952, mientras le recetaba a un niño a quien acababa
de examinar en su consulta privada, falleció en La Habana el doctor Ángel
Arturo Aballí Arellano, la más eminente personalidad de la pediatría cubana
de todos los tiempos.
Debe mencionarse que, además del Padre de la Pediatría cubana,
integraron la Cátedra de Patología y Clínica Infantiles los doctores Félix
Hurtado Galtés, Teodosio Valledor, Agustín Castellanos y Arturo José Aballí
García-Montes. Este último dedicó la mayor parte de su tiempo al servicio
de Recién Nacidos de la Maternidad del Hospital Universitario Clínico Quirúr-
gico General Calixto García. Estaba ubicado en el segundo piso del pabellón
Enrique Núñez, donde, con la colaboración de un grupo de entonces jóvenes
pediatras, como los doctores Olimpo Moreno Vázquez, Héctor Duyos Gato,
Zenaida Prendes Puentes, Waldo Martínez García y Sergio de Lamerens de
Zayas, llevó a cabo importantes estudios sobre hematología en general y
específicamente acerca de los trastornos de la coagulación sanguínea en
recién nacidos a término y prematuros.
Del doctor Félix Hurtado Galtés puede decirse que fue un orador de gran
elocuencia, que se destacó siempre en la cátedra como conferencista con-
sumado y por su capacidad organizativa y dinamismo, fue de gran ayuda al
profesor Aballí Arellano en sus empeños de desarrollo de los servicios de la
cátedra. Su compromiso político, sin embargo, con las dos etapas de gobier-
no del dictador Fulgencio Batista empañó grandemente su imagen pública.
EL ARTE DE CURAR NIÑOS EN CUBA 35

Las investigaciones más importantes llevadas a cabo por un profesor de


la cátedra fueron las realizadas en la exploración intracardiaca por el doctor
Agustín Castellanos González y sus colaboradores principales los doctores
Raúl Pereira Valdés, adscrito de la cátedra de Radiología y Fisioterapia, y
Argelino García López. En 1937 emplearon por primera vez las palabras
angiocardiografía radiopaca y en 1938 crearon, los dos primeros, el método
de la aortografía torácica retrógrada, por cuyo aporte recibió el doctor Cas-
tellanos González un reconocimiento mundial.
En la década del cuarenta del siglo xx ingresaron como adscriptos a la
cátedra los doctores José Jordán Rodríguez, Eliseo Prado González, Joaquín
Pascual Gispert, Diego Sosa Bens, Manuel Pérez-Stable Carreño y Cristina M.
Álvarez Pujols. En la década del 50 lo hicieron los doctores Olimpo Moreno
y Liane Borbolla Vacher, esta última, unas décadas más tarde, fue la primera
mujer en recibir en Cuba el título de Doctora en Ciencias Médicas y la única
mujer que ejerció la presidencia de la Sociedad Cubana de Pediatría en sus
80 primeros años de creada.

La pediatría en Cuba durante la segunda mitad


del siglo xx y las dos primeras décadas del xxi

Después del cierre indefinido de la Universidad de La Habana ordenado


por el dictador Batista en la segunda mitad de la década del 50, a partir de
1959 se reiniciaron las actividades académicas en pediatría. El profesorado
de la cátedra de Patología y Clínica Infantiles estaba integrado de la siguiente
forma Profesor Titular, doctor Félix Hurtado Galtés; Profesor Auxiliar, doctor
Teodosio Valledor Campo y profesores agregados los doctores Agustín
Castellanos González y Arturo J. Aballí García-Montes; todos, sin excepción,
renunciaron y abandonaron el país durante 1959 y el primer semestre de
1960. Por tal razón, la Junta Superior de Gobierno de la Universidad nombró,
por contratación mediante concurso, el 13 de septiembre de 1960, como
profesores agregados interinos a los doctores José R. Jordán Rodríguez,
que había pasado por las etapas de Adscrito, Instructor y Asociado dentro
de la cátedra; Eliseo Prado González, por la de Instructor y Olimpo J. Moreno
Vázquez, por la de Adscrito.
Al ponerse oficialmente en práctica la reforma de estudios universitarios,
el 10 de enero de 1962, el nuevo departamento de Pediatría de la Escuela de
Medicina de la Universidad de La Habana quedó integrado por los siguien-
36 EL ARTE DE CURAR NIÑOS A TRAVÉS DEL TIEMPO

tes docentes: doctores José R. Jordán Rodríguez, Eliseo Prado González,


Joaquín Pascual Gispert, Liane Borbolla Vacher, Olimpo Moreno Vázquez,
Eladio Blanco Rabassa, Gloria Varela Puente, José M. Mir del Junco, Ramón
Casanova Arzola, David Cazañas Aldama, Ramón J. Consuegra Núñez, Er-
nesto de la Torre Montejo, Manuel Rojo Concepción, Santiago Valdés Martín
y Jesús Perea Corral.
Posteriormente entraron a formar parte del cuerpo de profesores los
doctores Sergio Ortega Negrín, Gonzalo Álvarez Flores, Julio López Benítez,
Francisco Gómez Crespo, Enzo Dueñas Gómez, Santos Canetti Fernández,
Lylian Díaz Álvarez, Pedro Vilorio Barreras, Antonio de Armas, J. Cárdenas
Martiatu, Héctor Duyos Gato, Fernando Fernández Reverón y José González
Valdés.
Sobre los hombros de este grupo de profesores, a los que se unieron
muchos de sus mejores alumnos, recayó la gran responsabilidad histórica,
durante las últimas cuatro décadas del siglo xx y las dos primeras del siglo
xxi, de formar a las nuevas generaciones de pediatras cubanos, herederas
y continuadoras de la Escuela Cubana de Pediatría fundada por el profesor
doctor Ángel Arturo Aballí Arellano.
Una mención especial requiere quien fue el principal artífice de la organi-
zación del proceso enseñanza aprendizaje de la pediatría en Cuba, tanto del
pregrado como del posgrado, a partir de 1960 y prácticamente hasta unos
pocos años antes de su muerte: el profesor doctor José R. Jordán Rodríguez
(1920-2008). A través de una breve síntesis autobiográfica que escribió este
insigne y célebre Maestro de la Pediatría en Cuba al ser proclamado Héroe
de la Salud en las Américas, por la Organización Panamericana de la Salud
(OPS), en el año en que esta importante organización arribó a su primer
centenario, cuenta algo importante a tener en consideración acerca del arte
de curar niños en Cuba:
A finales de 1944 me gradué de médico y de inmediato ingresé
en la cátedra de Pediatría, junto con tres compañeros, como mé-
dico auxiliar sin remuneración. El Profesor Jefe indicó que uno de
nosotros debía ocuparse de las clases de nutrición y alimentación
infantiles, en particular del lactante, tarea que asumí de modo vo-
luntario. A partir de entonces fui el encargado de dictar las clases
en esa materia durante mis pasantías clínicas por las salas del
Hospital de Infancia.
Desempeñé esas funciones tres años, al cabo de los cuales
publiqué mi primer libro, Lecciones de nutrición y dietética en la in-
EL ARTE DE CURAR NIÑOS EN CUBA 37

fancia, que más tarde fue adoptado como texto oficial de la cátedra
de Nutrición Pediátrica. Mientras tanto, continuaba prestando asis-
tencia clínica a niños en una de las salas de lactantes del Hospital
Infantil. Empecé, desde entonces, a preocuparme por las causas
principales de mortalidad dentro del hospital.
Las salas estaban divididas de acuerdo con la edad de los
niños y en las salas de lactantes había cubículos con dos cunas.
Advertí que en un cubículo colocaban a un niño con gastroenteritis
aguda y en la cuna adyacente a un recién nacido que solo estaba
en observación, sin que tuviera ninguna enfermedad contagiosa. La
misma persona cuidaba de los dos niños sin ninguna precaución
de limpieza, con el resultado de que el pequeño sano contraía gas-
troenteritis y moría deshidratado y con desequilibrio electrolítico.
Esto me llevó a fundar, a mitad de los años cincuenta, las llamadas
Salas de Gastroenteritis, donde había un lavamanos entre las dos
camitas. Pronto la mortalidad intrahospitalaria descendió notable-
mente y esta buena experiencia me condujo también a fundar las
Salas de Infecciones Respiratorias Agudas, también con excelentes
resultados.
Para los casos de gastroenteritis establecí el uso de la hidra-
tación intravenosa junto con el del fotómetro de llama para el diag-
nóstico y manejo adecuado de la hidratación parenteral, prestando
atención a la cantidad adecuada de sodio, cloro y potasio. Esos
trabajos fueron presentados en la Ross Pediatric Conference que
tuvo lugar en La Habana por esa época. La solución electrolítica
que yo creé era muy similar a la que recomendó después el Fondo
de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef).
Mi primera relación con la Organización Panamericana de la
Salud (OPS) tuvo lugar en 1947, cuando, después de terminada la
Segunda Guerra Mundial, visité su sede en Washington, D.C., para
asistir a una reunión. Entonces iba yo de paso a New York para par-
ticipar en el Quinto Congreso Internacional de Pediatría celebrado
a mediados de julio en el Hotel Waldorf Astoria, donde conocí al
Profesor L. E. Holt. En octubre de 1957 ingresé a la Academia Esta-
dounidense de Pediatría.
En Cuba, la mortalidad infantil en esa época ascendía en los
registros estadísticos a 60 por cada 1000 nacidos vivos, pero no
cabe duda de que en la realidad era mucho más elevada. En los
38 EL ARTE DE CURAR NIÑOS A TRAVÉS DEL TIEMPO

años sesenta, cuando visité las zonas rurales del país, pude ver
las tumbas de niños en el campo y me impresionaron en particular
las de la costa sur de la provincia de Oriente. Debido a la falta de
comunicación con la ciudad más cercana, que se situaba a unos 80
kilómetros y a la que no había acceso por carretera, se llevaba a los
enfermos a la costa sur con la esperanza de que desde allí alguna
embarcación los condujera a la ciudad de Santiago, que era la única
cercana. No es de dudar que en esas circunstancias se produjera
un gran subregistro de la mortalidad infantil.
Antes de los cambios políticos que tuvieron lugar en Cuba en
1959, la mortalidad infantil y el cuidado de la salud no eran priorida-
des gubernamentales. La situación cambió posteriormente. Antes
de 1962, la única Escuela de Medicina en el país se situaba en La
Habana, pero ese año se fundó otra en la provincia de Oriente, pre-
cisamente en Santiago de Cuba. Yo asistí a la inauguración y recorrí
en esa ocasión la costa sur de la provincia por una carretera que
enlazaba a cuatro hospitales rurales recién edificados. Cuando fui
a visitarlos, fue que advertí la presencia de las tumbas en la costa
sur de esa provincia.
En 1965 tuvo lugar el primer curso de Pediatría en la nueva
Facultad de Medicina y fui el profesor seleccionado para impartirlo
por un periodo de seis meses. En 1966 desempeñé la misma tarea
en el Hospital Finlay de La Habana, y en 1968 regresé a la entonces
provincia de Oriente para impartir otro curso de pediatría en el nor-
te, en la ciudad de Holguín. En todas partes luché por establecer
medidas para disminuir las principales causas de mortalidad en
los niños, y mis ideas siempre fueron tomadas en consideración.
El año 1966 marcó el inicio de mi preocupación por la mor-
talidad, morbilidad y secuelas producidas por los mal llamados
accidentes en los niños. Realicé y publiqué varios trabajos de inves-
tigación sobre sus causas. Posteriormente fui nombrado Miembro
del Panel de Expertos en Prevención de Accidentes de la OMS y de
la Asociación Internacional de Pediatría.
Llegado 1969 y habiéndose establecido ya un buen registro
nacional, la tasa de mortalidad infantil había bajado a 46,7 por 1000
nacidos vivos. El Ministro de Salud Pública de Cuba convocó una
reunión a finales de 1969 para sentar la meta de reducir esa tasa un
50 % adicional durante la siguiente década (1970-1980), cosa que se
EL ARTE DE CURAR NIÑOS EN CUBA 39

logró antes del final del plazo, en 1977, con una reducción de la tasa
a 22,9 por 1000 nacidos vivos. Durante la reunión yo señalé que al
lograrse la meta se salvaría la vida de muchos niños por cuya salud,
crecimiento y desarrollo tendríamos que velar, lo cual implicaba
realizar cuanto antes un estudio nacional encaminado a explorar
la situación de salud infantil. De ahí que de enero a mayo de 1970
se me enviara a Londres, Inglaterra, para diseñar el estudio, que se
realizó entre 1972 y 1974 con la ayuda del profesor James M. Tanner.
En el estudio, que en total contó con una muestra aleatoria de
52 000 niños y adolescentes de 0 a 20 años de edad procedentes
de todo el país, se tomaron 18 mediciones antropométricas y se
examinó el desarrollo sexual de los participantes. A 10 % de los in-
tegrantes de la muestra se les tomó una radiografía de la mano para
determinar su desarrollo óseo. Los resultados fueron presentados
en varios trabajos científicos y publicados en dos libros. Uno de ellos
editado en Cuba y el otro en España, así como en revistas científi-
cas nacionales e internacionales. En 1978 el Consejo Científico del
Ministerio de Salud Pública de Cuba le otorgó un premio a la mejor
investigación. Este trabajo, como señalaran el profesor Frank Falkner
y el propio profesor Tanner, se consideró el más completo hasta esa
fecha, lo cual contribuyó a que también se le otorgaran el premio
Paterson en Vancouver, Columbia Británica, Canadá, en 1978, y el
Premio Mundial de la Salud, de la OMS, en Ginebra, Suiza, en 1987.
He sido Consultor en Crecimiento y Desarrollo Congreso Na-
cional de Pediatría, donde presenté un trabajo sobre la historia de
esa disciplina en Cuba. He sido autor de tres libros conocidos mun-
dialmente y de dos de difusión nacional, así como de 15 capítulos
en libros extranjeros (OMS, OPS, Unicef). También he publicado 79
trabajos en revistas internacionales y 76 en revistas nacionales.
He sido invitado a participar activamente y a dictar cursos y con-
ferencias en 72 ciudades y 34 países en América del Norte (Canadá,
Estados Unidos y México), América Central (Costa Rica, Guatemala
y Panamá), América del Sur (Argentina, Brasil, Bolivia, Colombia,
Ecuador, Paraguay, Perú, República Dominicana, Uruguay y Vene-
zuela), Europa (Alemania, Austria, Bélgica, Bulgaria, Checoslovaquia,
España, Francia, Hungría, Italia, Polonia, Reino Unido, Suiza, URSS),
Asia (Filipinas y Japón) y África (Egipto y Etiopía). La mayoría de las
40 EL ARTE DE CURAR NIÑOS A TRAVÉS DEL TIEMPO

veces he asistido en calidad de Asesor Temporero o Consultor de


la OPS o la Unicef.
En 1995 recibí en el Cairo, Egipto, el Premio Mundial de la Aso-
ciación Internacional de Pediatría, y en 1993 se me otorgó el Premio
Christopherson de la Academia Estadounidense de Pediatría, en
Washington, D.C. He sido nombrado Miembro de Honor de muchas
sociedades de pediatría en América Latina (Brasil, México, Paraguay
y Perú) y Profesor Honoris Causa de la Universidad Autónoma de
Santo Domingo, República Dominicana. En mi país he recibido 22
distinciones nacionales, entre ellas la Orden Nacional Carlos J.
Finlay, otra en ocasión del 250° aniversario de la Universidad de
La Habana, la Medalla de 50 años de Servicio a la Salud y muchas
más. A finales de 2001, la Academia Estadounidense de Pediatría
me tomó el video “Watch them growth: A retrospective of a Cuban
pediatrician” por mi dedicación a esta especialidad.
De todos los obsequios, ninguno mejor hasta la fecha que el
haber logrado que la mortalidad infantil en Cuba bajara en 2001 a
6,2 por 1000 nacidos vivos, tasa similar a la de Canadá y ligeramente
inferior a la de Estados Unidos. Cuba sigue figurando entre los países
del mundo con la tasa más baja de mortalidad infantil.
Actualmente los niños cubanos reciben vacunas contra las
siguientes enfermedades infecciosas de la infancia: tuberculosis,
poliomielitis, fiebre tifoidea, difteria, tétanos, tos ferina, parotiditis,
sarampión, rubéola, infecciones meningocócicas, infección por
Haemophilus influenzae tipo b y hepatitis B. Estas afecciones han
sido erradicadas, salvándose con ello 18 500 vidas de menores
de un año y previniéndose 2000 casos infantiles de ceguera, 2000
de sordera, 1800 de cardiopatías graves, 10 000 de parálisis por
poliomielitis y un total de 650 000 de enfermedades transmisibles.
Gracias a ello, se calcula que dos millones y medio de niños no han
faltado a la escuela por enfermedades.
En 1960 había en total 6000 médicos en toda Cuba y la mitad
abandonó el país. A principios del siglo xxi la cifra asciende a 67 000
médicos, entre quienes se encuentran los médicos de la familia,
cuya formación se inició en 1984 para cubrir tanto a la población
urbana como a la rural. Además, varios miles de médicos cubanos
prestan servicios en otros países en desarrollo en América Latina,
Asia y África, y recientemente comenzó en Cuba la preparación de
EL ARTE DE CURAR NIÑOS EN CUBA 41

profesionales en la Escuela Latinoamericana de Medicina, donde


reciben educación más de mil alumnos de todo el continente ame-
ricano y países en desarrollo.
En ocasiones he señalado que los pediatras somos “los mé-
dicos de los niños, los psicólogos de los padres y los psiquiatras
de los abuelos”. En fin, por la memoria de mi padre, que también
fue médico pediatra, me satisfacen profundamente los resultados
que nuestro país ha conseguido en el ámbito de la salud durante
el siglo xx y los que ya exhibe al inicio del tercer milenio. Mi padre
ejerció su profesión desde 1913 hasta 1956, cuando se jubiló (43
años en total), y yo la he ejercido desde 1945, por algo más de 60
años. Juntos hemos servido a la niñez cubana por más de un siglo.4

Tal como señalara el profesor doctor Jordán Rodríguez en su autobio-


grafía, dentro de lo más significativos del arte de curar niños en Cuba en la
segunda mitad del siglo xx está el Programa de Reducción de la Mortalidad
Infantil que comenzó en 1970 y posteriormente el Programa Nacional de
Salud Materno Infantil, conocido por las siglas PAMI, que ha sido el eje rector
en el país de la atención integral a la madre y al niño, tanto en los aspectos
preventivos, de promoción, de diagnóstico, tratamiento y rehabilitación.
A pesar del éxodo masivo de médicos (entre ellos muchos pediatras)
acaecido en los primeros años de la década del sesenta del pasado siglo,
la Sociedad Cubana de Pediatría (fundada en 1928) continuó muy activa en
la preservación de la especialidad, tanto en los aspectos académicos como
favoreciendo su desarrollo al dar a conocer, través de la divulgación, los
resultados de las más destacadas investigaciones realizadas en el campo
de la salud infantil por los pediatras cubanos durante la segunda mitad del
siglo xx y en los años transcurridos del siglo xxi. Obviamente, esto último
pudo llevarse a cabo gracias a los numerosos eventos científicos que se
realizaron y a la existencia de la Revista Cubana de Pediatría.
Tras el fallecimiento en 1952 de su director fundador, el profesor Ángel
Arturo Aballí Arellano, pasaron a dirigir la revista los profesores Félix Hurtado
Galtés y Teodosio Valledor Campo. El profesor Valledor se mantuvo en su
dirección hasta el año 1960, y en 1961 pasa a hacerlo el doctor Emilio Alemán
Vázquez, y como secretario de redacción el doctor Carlos Hernández-Miyares.

4
Jordán JR. (2006). Nada es más importante que un niño. Perspectivas de los héroes
de la salud pública de la Organización Panamericana de la Salud. Washington DC, Pro-
grama de Publicaciones DBI/E.
42 EL ARTE DE CURAR NIÑOS A TRAVÉS DEL TIEMPO

En enero de 1974 pasó a la dirección de la revista el profesor doctor Manuel


Antonio Amador García hasta su fallecimiento el 24 de noviembre de 1996.
El doctor Carlos Hernández-Miyares siguió como secretario de redacción
hasta enero de 1979, en que lo sustituye el doctor Sandalio Durán Álvarez.
Al fallecer el doctor Manuel Amador, ocupó el cargo de Director el
profesor doctor Sandalio Durán Álvarez, y como secretario de redacción
fue nombrado el profesor doctor Raúl Riverón Corteguera, responsabilidad
que ocupó hasta su fallecimiento el 1 de noviembre de 2005. A partir de
entonces, se desempeñó como secretario de redacción el profesor doctor
José González Valdés.
Posteriormente, el 17 de julio de 2014 y por vez primera, asume una
mujer la dirección de la revista, la Profesora Titular y Doctora en Ciencias
Médicas Albia Josefina Pozo Alonso.
Fue designada por la Junta de Gobierno de la Sociedad Cubana de
Pediatría tomando en cuenta su vasto currículo y su encomiable trayectoria
asistencial, académica e investigativa.
La revista se mantiene como publicación trimestral en la que se publican
artículos originales, revisiones de temas, presentaciones de casos clínicos
y, en ocasiones, aparecen colaboraciones especiales. Se nutre de los traba-
jos de pediatras y de otros especialistas dedicados a la atención de niños
de cualquier lugar del país, y colaboraciones de pediatras y especialistas
latinoamericanos, fundamentalmente. Es la única revista médica cubana
que ha mantenido su publicación ininterrumpida durante nueve décadas.
En su 80 aniversario recibió el aval del Ministerio de Ciencia, Tecnología
y Medio Ambiente, que rige la actividad científica del país. Desde hace ya
algunos años forma parte de Scopus, la base de datos de ciencias de más
cobertura en el mundo; y recientemente fue incluida en la Web of Science
(WoS), una de las bases de datos más prestigiosas del mundo.
El 14 de junio de 2006, en ocasión del cumpleaños 91 del Profesor de
Mérito Doctor en Ciencias Eliseo Antonio Prado González, se presentó el sitio
web de la Sociedad Cubana de Pediatría, en el salón de actos del edificio
de las consultas externas del Hospital Infantil Pedro Borrás Astorga, en El
Vedado, La Habana.
El doctor Prado González se graduó de médico el 13 de enero de 1945, y
el 20 de noviembre de 1946 fue nombrado médico interno de aquel hospital
que, fundado en 1935, fue denominado inicialmente Hospital Infantil Muni-
EL ARTE DE CURAR NIÑOS EN CUBA 43

cipal de la Infancia. Fue allí donde siempre trabajó como pediatra, y donde
también ejerció durante décadas su inolvidable magisterio en la especialidad,
dejando una impronta indeleble en todos sus educandos.
El objetivo del sitio web, desde su presentación, es precisamente ser
fuente de información y de comunicación entre todos los pediatras de Cuba y
del mundo. Su editor fundador y principal, es el Doctor en Ciencias Fernando
Domínguez Dieppa. A partir del 14 de junio de 2013, séptimo aniversario del
sitio web y con un nuevo formato, pasó a ser el Portal de la Pediatría Cuba-
na, pues contiene todos los sitios dedicados a la salud infantil dentro de la
red Infomed. Su presentación tuvo lugar el propio 14 de junio, en el Consejo
Nacional de Sociedades Científicas de la Salud.

Directores de la Revista Cubana de Pediatría desde 1929 hasta 2019


Dr. Ángel Arturo Aballí Arellano y 1929-1952
Dr. Félix Hurtado Galtés
Dr. Félix Hurtado Galtés 1952-1959
Dr. Teodosio Valledor Campo 1952-1961
Dr. Emilio Alemán Vázquez 1961-1974
Dr. C. Manuel Amador García 1974-1996
Dr. Sandalio Durán Álvarez 1996-2014
Dr. C. Albia Josefina Pozo Alonso 2014 al presente

La Sociedad Cubana de Pediatría


En los primeros 90 años de la Sociedad Cubana de Pediatría, solo han
existido tres presidentes de honor por los méritos alcanzados dentro de sus
filas: los doctores Ángel Arturo Aballí Arellano, Félix Hurtado Galtés y Enzo
Dueñas Gómez. Durante este periodo la Sociedad ha auspiciado congresos
nacionales e internacionales, con el objetivo de dar a conocer los avances
alcanzados por esta especialidad en Cuba.
De esta manera, en noviembre de 1935 la Sociedad Cubana de Pediatría
organizó y celebró la Primera Jornada Nacional de Pediatría en la ciudad de
Camagüey. En 1936 se realizó la Segunda Jornada en Santiago de Cuba, que
entonces era la capital de la provincia de Oriente. Hubo después, una tercera
y una cuarta en 1939, y en 1940 se celebraron la quinta y la sexta.
44 EL ARTE DE CURAR NIÑOS A TRAVÉS DEL TIEMPO

Presidentes de la Sociedad Cubana de Pediatría desde 1960 hasta 2019


Enrique Galán Conesa Hasta 1960
Emilio Alemán Vázquez 1961-1963
José Mir del Junco 1963-1965
José Jordán Rodríguez 1965-1969
Liane Borbolla Vacher 1969-1973
Manuel Rojo Concepción 1973-1977
Héctor Duyos Gato 1977-1980
Eladio Blanco Rabassa 1980-1995
Enzo Dueñas Gómez 1995-2005
Fernando Domínguez Dieppa 2005-2011
Gladys Abreu Suárez 2011-2017
Bertha Lidia Castro Pacheco 2017-hasta el presente

Después de 1959 las jornadas se convirtieron en reuniones provinciales


y nacionales. A estas últimas se les comenzó a llamar congresos. En 1966 se
realizó el último congreso médico nacional, en el que, como en los previos, la
pediatría estuvo muy bien representada, y para la especialidad ese fue como
su xvi Congreso Nacional. A partir de ese año cada especialidad comenzó
a realizar en Cuba sus propios congresos nacionales.
En sus primeros 90 años, la Sociedad Cubana de Pediatría ha organizado
28 congresos nacionales, la mayoría en la capital del país.
Desde el momento de su fundación los miembros de la Sociedad se
propusieron impartir periódicamente cursos de superación médica rela-
cionados con la pediatría. El primero de esos cursos se dio en febrero de
1943. Tuvo 12 lecciones y ejercicios prácticos varios. Se llamó Preparación
de los Alimentos y sus Indicaciones. Muchos le han seguido, y obviamente,
con variadas temáticas. Uno de los más recordados fue el titulado Curso de
Pediatría Básica para Médicos.
En ese memorable curso se expusieron diversas entidades clínicas y
sus enfoques terapéuticos: Tratamiento del parasitismo intestinal en Cuba,
Avances en el diagnóstico y tratamiento de las púrpuras, Tratamiento de
la meningitis purulenta en el niño, Vacunación profiláctica, Tratamiento de
la meningitis tuberculosa, y otras más, hasta completar el número de 31
conferencias.
EL ARTE DE CURAR NIÑOS EN CUBA 45

Congresos nacionales de pediatría de 1971 a 2018


Congreso Nacional Ciudad sede Presidente del Comité
de Pediatría Organizador
(año)
XVII (1971) La Habana Dr. C. Liane Borbolla Vacher
XVIII (1974) Cienfuegos Dr. C. Manuel Rojo Concepción
XIX (1977) La Habana Dr. C. Manuel Rojo Concepción
XX (1981) Pinar del Río Dr. C. Eladio Blanco Rabassa
XXI (1984) La Habana Dr. C. Eladio Blanco Rabassa
XXII (1989) La Habana Dr. C. Eladio Blanco Rabassa
XXIII (1997) La Habana Dr. C. Enzo Dueñas Gómez
XXIV (2001) La Habana Dr. C. Enzo Dueñas Gómez
XXV (2005) La Habana Dr. C. Enzo Dueñas Gómez
XXVI (2008) La Habana Dr. C. Fernando Domínguez Dieppa
XXVII (2013) La Habana Dr. C. Gladys Abreu Suárez
XXVIII (2018) La Habana Dr. C. Gladys Abreu Suárez

En los últimos 50 años se han organizado decenas de cursos, talleres y


adiestramientos territoriales y nacionales, en coordinación con las autorida-
des del Programa de Salud Materno Infantil del Ministerio de Salud Pública,
en los que no solo han participado pediatras y neonatólogos, sino también
médicos de familia y de diversas especialidades vinculadas a la salud infantil.
Las temáticas tratadas han sido muy diversas, pero las más frecuentes han
sido las afecciones vinculadas a la mortalidad infantil y del menor de 5 años,
las enfermedades crónicas no transmisibles, las denominadas emergentes
y reemergentes, así como los diversos trastornos de la adolescencia, pero
siempre sin olvidar su enfoque preventivo.
Después del 70 aniversario de la Sociedad Cubana de Pediatría se
crearon diversas secciones, como: Infectología Pediátrica, Adolescencia,
Nefrología Pediátrica y Neonatología. Esto permitió, no solo agrupar por
intereses a sus asociados, sino facilitar los encuentros científicos de estos
bajo el auspicio de la Sociedad. Además, en cada provincia existe un capí-
tulo de la Sociedad Cubana de Pediatría que elige periódicamente su propia
junta directiva local.
46 EL ARTE DE CURAR NIÑOS A TRAVÉS DEL TIEMPO

El lema de la Sociedad Cubana de Pediatría surgió algún tiempo, des-


pués de su 70 aniversario: “Nada hay más importante que un niño”. En cierto
sentido resume el pensamiento martiano sobre la infancia, ya que el Apóstol
y más grande de todos los cubanos, algunas décadas antes de la fundación
de la Sociedad, escribió en una de sus más conocidas obras: “Para los ni-
ños trabajamos porque los niños son los que saben querer. Los niños son
la esperanza del mundo”. Obviamente, también los pediatras cubanos, para
nuestros niños trabajamos, y como ellos son el futuro de la humanidad, no
concebimos nada más importante que un niño.

Origen y desarrollo de algunas


subespecialidades de la pediatría en Cuba
En Cuba en el arte de curar niños, en la segunda mitad del siglo xx,
ocurrió prácticamente lo mismo que a nivel internacional. La característica
más destacable de ese periodo fue la aparición y desarrollo de las diversas
subespecialidades pediátricas. Esto facilitó que se profundizara aún más en
el conocimiento de algunas enfermedades infantiles y poder brindar a los
pacientes mejores opciones terapéuticas. Aunque, el gran riesgo de esto
consiste en que, como puede suceder con toda superespecialización, algunos
especialistas podrían no tener un adecuado enfoque holístico del paciente
pediátrico que es un ente biopsicosocial en crecimiento y desarrollo, siempre
único e irrepetible. A continuación, se tratan cinco de estas subespecialidades
o ramas de la Pediatría en Cuba.

Neonatología
En realidad, la palabra apareció escrita por primera vez en 1960, en los
Estados Unidos de América, en el texto Diseases of the Newborn (Enferme-
dades del Recién Nacido) del doctor Alexander Schaffer. En su introducción
dice literalmente: “Confiamos en que se nos perdonará por la introducción
de las palabras Neonatología y neonatólogos. No recordamos haberlas visto
nunca antes en letra de molde”5.
Antes de esa fecha en Cuba solo existían algunos centros dedicados a
la atención del recién nacido enfermo, entonces conocidos como Cuneros o
Servicios de Recién nacidos. En La Habana había cuatro: uno en el hospital
Municipal de la Infancia (después llamado Hospital Infantil Pedro Borrás

5
Schaffer AJ. (1960). Diseases of the Newborn. Philadelphia, W.B. Saunders Company.
EL ARTE DE CURAR NIÑOS EN CUBA 47

Astorga), otro en la sala de Maternidad del Hospital Universitario Clínico


Quirúrgico General Calixto García y los otros dos estaban en las Maternida-
des América Arias y Maternidad Obrera. También existían algunos de estos
servicios en las maternidades de las capitales provinciales. Todas estas
unidades contaban con recursos muy limitados, las primeras incubadoras se
introdujeron en el país en los primeros años de la década del 50 y eran pocas.
El más importante de todos los servicios de recién nacidos fue el del
Hospital Universitario Clínico Quirúrgico General Calixto García, pero apenas
contaba con 10 camas, entre cunas e incubadoras, y estaba situado en el
segundo piso del pabellón Enrique Núñez, además tenía un laboratorio propio.
Fue el primero de su tipo en el país y se consideró siempre como el de más
alto nivel científico de la época. Allí, bajo el liderazgo de su jefe, el profesor
doctor Arturo J. Aballí García-Montes, se formó un grupo de jóvenes pedia-
tras que se dedicarían a la atención del neonato. Los resultados de más de
una docena de investigaciones fueron publicados, entre los que merecen
citarse: Estudio electroforético de las proteínas séricas en el recién nacido
a término y en el prematuro (1957), La transaminasa oxalacética y pirúvica
en el recién nacido a término y en el prematuro. Valores normales (1957),
Estudio sobre la coagulación sanguínea en el recién nacido. Peculiaridades
de la actividad trombo plástica del suero (1958) y La enfermedad hemolítica
por incompatibilidad ABO (1959).
A partir de 1960, tras la intervención de las clínicas privadas, los pocos
servicios de recién nacidos allí existentes y los de los hospitales públicos
se unificaron en todo el país. Se trabajó arduamente en lograr la institucio-
nalización del parto. En 1961 se instituyó la historia clínica neonatal y se
comenzaron a aplicar algunos cuidados al nacer que incluían: la valoración
de Apgar en los primeros minutos de la vida, la administración de vitamina
K para la profilaxis de la enfermedad hemorrágica primaria del recién nacido,
la profilaxis ocular con el método de Credé (con nitrato de plata al 1 %) y la
vacunación universal con BCG contra la tuberculosis.
En el año 1965 se adoptó la definición de “nacido vivo” de la Organización
Mundial de la Salud. En 1968 se perfeccionó el Sistema Nacional de Esta-
dísticas, lo que contribuyó de manera positiva y sustancial la recolección y
elaboración de la información que evidenció la importancia de la mortalidad
infantil y perinatal en las defunciones ocurridas.
Se mejoró la atención neonatal al perfeccionar la atención del recién
nacido en el salón de partos con la introducción de la ventilación manual,
48 EL ARTE DE CURAR NIÑOS A TRAVÉS DEL TIEMPO

entrenamiento en reanimación neonatal y mayor conocimiento sobre las


entidades propias del neonato.
Durante la década del 60 se inician entrenamientos para médicos y en-
fermeras en la especialidad y con la ayuda del Hospital Port Royal de París
se crea la primera Unidad de Cuidados Intensivos Neonatales en el Hospital
Pediátrico Universitario William Soler, en Ciudad de La Habana, que, junto al
Hospital Enrique Cabrera, iniciaron la actividad de posgrado de la especiali-
dad a la que se sumaron posteriormente otros centros, como los hospitales
ginecobstétricos Ramón González Coro y América Arias.
Se comienza a utilizar la ventilación mecánica en el Hospital Pediátrico
Universitario William Soler, con los ventiladores franceses RPR, en diciembre
de 1969. En 1972, también se inició allí la implementación de la ventilación
con presión positiva continua (CPAP), que posteriormente se generalizó en
otras unidades del país.
Bajo el liderazgo del profesor doctor Enzo Dueñas Gómez se realizó la
investigación perinatal Cuba 1973, con evidente impacto posterior. Entre
1974 y 1975 se graduaron los primeros especialistas en pediatría dedicados
a la neonatología a tiempo completo. Se iniciaron los cursos de educación
médica continuada para reanimación y cuidados intensivos neonatales, con
periodicidad anual.
En el año 1979, el doctor Fernando Domínguez Dieppa utilizó por primera
vez la ventilación con presión positiva continua por vía nasal, en el servicio
de Neonatología del Hospital Ginecobstétrico Ramón González Coro. Fue
él también quien inició la asistencia respiratoria mecánica por vez primera
en una Maternidad, a partir del año 1980, con el ventilador Babybird. Dicho
equipo comenzó a utilizarse ese mismo año también en el Hospital Pediátrico
Universitario William Soler, por la profesora doctora Ana Camejo Plasencia.
En 1990, exitosamente el doctor Fernando Domínguez Dieppa aplicó, por
primera vez, por la vía intratraqueal, a un recién nacido prematuro, un sur-
factante natural producido en Cuba.
El Ministerio de Salud Pública de Cuba reconoció a la neonatología como
especialidad independiente en 1985. Se crearon los centros de referencia
para atención del neonato de muy bajo peso y de recién nacidos quirúrgicos
en la capital y en el resto del país. A finales del siglo xx, bajo la égida del
mencionado profesor, se confeccionaron y publicaron las primeras Guías de
Prácticas Clínicas en Neonatología, de gran importancia para el tratamiento
de las diferentes entidades de los recién nacidos.
EL ARTE DE CURAR NIÑOS EN CUBA 49

A partir del año 2000 se aplica en Cuba el Programa de Reanimación


Neonatal de la Academia Americana de Pediatría y la Asociación America-
na del Corazón, conocido por sus siglas en idioma inglés NRP. En 2002 se
introduce la ventilación de alta frecuencia y la ventilación activada por el
paciente con el ventilador Babylog 8000 en el servicio de Neonatología del
Hospital Ginecobstétrico Ramón González Coro. Se repone gran parte de la
tecnología para la atención neonatal, incluidos los equipos de diagnóstico
imagenológico y funcional, y se crean y perfeccionan las salas de piel a piel,
para los cuidados del prematuro en fase de convalecencia, en todo el país.
En la primera y segunda décadas del siglo xxi se perfecciona la atención
regional al neonato quirúrgico. Se desarrollan en todo el país los bancos de
leche humana y de nutrición parenteral. Se inició un plan de reparación y
remodelación de los servicios de Neonatología, que incluye sistemas inge-
nieros como banco de gases y sistemas de climatización. Se consolidó y
perfeccionó el programa para prevención y tratamiento de la retinopatía de
la prematuridad. Se optimizan estudios de seguimiento del neonato de alto
riesgo en todas las provincias, que se dedican básicamente a los problemas
respiratorios, nutricionales y desviaciones del neurodesarrollo.

Terapia intensiva pediátrica


El profesor doctor Enrique Guzmán Rodríguez, padre de esta especialidad
pediátrica en Cuba, fundó en noviembre de 1967 la primera sala dedicada
al paciente pediátrico crítico en el Hospital Pediátrico Universitario William
Soler, la que probablemente fue la primera de toda América Latina. Solo
contaba con cinco camas, dos cardiomonitores y un ventilador mecánico
marca Mark. En el año 1968, las enfermeras y el personal médico asignado
a esa sala comenzaron a recibir todo el entrenamiento necesario. En 1969
se publicó en la Revista Cubana de Pediatría el primer artículo sobre este tipo
de atención en Cuba, titulado “Organización y Normas de funcionamiento
de una sala de Terapia Intensiva”. En ese año, el doctor Fernando Fernández
Reverón inaugura la segunda Unidad de Cuidados Intensivos Pediátricos en
Cuba, en el Hospital Militar Doctor Carlos J. Finlay.
En 1972 se imparte el primer curso de Cuidados Intensivos Pediátricos
y se inaugura la sala de Cuidados Intensivos del Hospital Infantil Pedro
Borrás Astorga y la sala de Cuidados Intensivos de adultos, primera de su
tipo en Cuba, del Hospital Universitario Clínico Quirúrgico General Calixto
García. Durante el resto de la década de los 70 se fundan unidades de terapia
intensiva pediátrica en el resto de las ciudades más importantes del país.
50 EL ARTE DE CURAR NIÑOS A TRAVÉS DEL TIEMPO

Al ocurrir la epidemia de dengue en 1981, se indica al profesor doc-


tor Guzmán Rodríguez orientar y revisar en lo adelante la planificación y
construcción de todas las nuevas salas de Terapia Intensiva Pediátrica y el
remozamiento de las existentes a todo lo largo del país. En 1986 ya existían
30 unidades de cuidados intensivos pediátricos en Cuba, número que se
incrementó a 33 en 1990, con un total de 285 camas.
Se trabajó arduamente en la formación del personal médico y de enferme-
ría a través de cursos y diplomados, desde 1981 hasta el 2005. Aunque desde
el 2000 ya habían comenzado a formarse los primeros médicos residentes
dedicados a la Medicina Intensiva y Emergencia, en los perfiles de atención
al adulto y al paciente pediátrico. Obviamente, no solo se ha registrado una
marcada disminución en la mortalidad del niño críticamente enfermo, sino
una mejoría considerable en la calidad de vida de todos los egresados de
los cuidados intensivos pediátricos.

Cardiología pediátrica
Puede afirmarse que el desarrollo de la cardiología pediátrica en Cuba
lo inició el profesor doctor Agustín Castellanos González, con la radiocon-
trastación de las cavidades cardiacas derechas, mediante la inyección de
contraste iodado, desde una vena periférica del paciente, para identificar níti-
damente las cavidades cardiacas derechas, así como, el tronco de la arteria
pulmonar y sus ramas. Es de hacer notar que en aquel entonces no existían
los seriógrafos y las imágenes angiocardiográficas se realizaban solo con
dos placas, por lo tanto, en los primeros casos únicamente se obtuvieron
imágenes correspondientes al dextroangiocardiograma, aunque de mucha
utilidad en el estudio de las cardiopatías congénitas cianóticas.
Los primeros angiocardiogramas fueron realizados a mediados de la
década del 30, en el Hospital General Reina Mercedes, que en aquel enton-
ces estaba situado en el lugar que hoy ocupa la heladería Coppelia, en las
calles L y 23, El Vedado. Es justo decir que ya este procedimiento se había
ensayado 10 años antes por cardiólogos portugueses, quienes descartaron
su utilidad al experimentar con animales voluminosos, empleando cantidades
de contrastes no adecuadas, inyectándolas lentamente. Es por eso que se
reconoció al profesor doctor Agustín Castellanos como el precursor de la
angiocardiografía, al determinar la cantidad de contraste a inyectar, según el
peso del paciente y con la rapidez adecuada (menos de 3 s). Fue propuesto
en varias ocasiones al premio Nobel de medicina, aunque nunca lo consi-
guió; es posible que su origen, pobre y latino, haya influido en esa decisión.
EL ARTE DE CURAR NIÑOS EN CUBA 51

Posteriormente, como se mencionó antes, a mediados de la década


del 30 del pasado siglo se inauguró en La Habana el Hospital Municipal de
la Infancia, después llamado Hospital Infantil Pedro Borrás Astorga. En ese
primer hospital pediátrico del país, fue donde recibió la cardiología pediátrica
un gran impulso.
Allí, conjuntamente con el doctor Agustín Castellanos, se incorporaron
a laborar los doctores Otto García Díaz, cardiólogo pediatra y Alberto Her-
nández Cañero, cardiólogo, quienes desarrollaron por primera vez en Cuba
las investigaciones hemodinámicas a través del cateterismo intracardiaco.
Otros colaboradores en el servicio de cardiología pediátrica del Hospital
Infantil Pedro Borrás Astorga fueron: la pediatra hemodinamista Gloria Va-
rela Puente, el cardiólogo Rafael Cañero Serrano, el doctor Sergio del Valle
Jiménez, el pediatra Eliseo Prado González, el cardiólogo pediatra Francisco
Zerquera Pascual y la pediatra Eloína González.
Al frente del servicio de Cirugía del Hospital Infantil Pedro Borrás Astorga
se encontraba el doctor Ángel Giral Casielles, cirujano general de gran expe-
riencia, quien realizó más de 400 operaciones cardiovasculares, sin emplear
circulación extracorpórea. Todas estas operaciones tuvieron una mortalidad
ínfima y ya a finales de la década del 50 se comienzan a realizar cirugías a
“cielo abierto” con circulación extracorpórea.
Otros cirujanos pediátricos de labor destacada, que se mantuvieron en
el Hospital Infantil Pedro Borrás Astorga, donde realizaron numerosas de
cirugías cardiovasculares sin necesidad de circulación extracorpórea, en
distintas etapas, y prácticamente sin mortalidad, fueron los doctores Ángel
Morandeira Martín, Pedro González Pérez, Dimas Perón, Alfredo Portero,
entre otros. Sin embargo, después de la creación del Instituto de Cardiología
y Cirugía Cardiovascular, el protagonismo, sobre todo quirúrgico y en las
investigaciones hemodinámicas, del Hospital Infantil Pedro Borrás Astorga,
comienza a decaer.
A inicios de la década del 90, al cerrarse el Hospital Infantil Pedro Bo-
rrás Astorga, por reparación general, el servicio de Cardiología Pediátrica
lógicamente se cerró. En esta institución existía un archivo histórico de más
de 6000 cardiopatías congénitas diagnosticadas con angiocardiografía y/o
cateterismo cardiaco y un museo con más de 500 piezas anatómicas con
su descripción correspondiente.
Desde la década del 70 inició un nuevo servicio de Cardiología Pediátrica
en el Hospital Pediátrico Universitario William Soler, bajo la dirección del
profesor doctor Ramón Casanova Arzola, quien con su sabiduría y capacidad
52 EL ARTE DE CURAR NIÑOS A TRAVÉS DEL TIEMPO

de trabajo, pudo contar con la asistencia y el dinamismo de cardiólogos


jóvenes muy valiosos.
Luego se creó el Cardiocentro Pediátrico William Soler, con un grupo
de prestigiosos cardiólogos. Grandes logros de este centro han sido, sin
duda, el notable desarrollo de los medios de diagnósticos, principalmente
las investigaciones ecocardiográficas, procedimiento no invasivo de gran
precisión diagnóstica que evita las molestias y peligros para el paciente. Otro
logro formidable ha sido llevar la cirugía a corazón abierto con circulación
extracorpórea a lactantes pequeños.
Otras instituciones al servicio de la cardiología se crearon hacia el in-
terior del país, como el Cardiocentro de Villa Clara, de gran prestigio, y el de
Santiago de Cuba, también destacado en su desempeño. Todos han llevado
la cardiología cubana a su desarrollo actual.

Nefrología pediátrica
En 1948, el doctor Antonino Pérez Ara, cubano, patólogo y cancerólogo
de la casa de Salud Covadonga, realizó, por primera vez en el mundo, la
biopsia renal percutánea, presentado en el Congreso de Anatomía Patológica
de 1950 en la Plata, Argentina.
En la década de los años 50 del siglo xx los doctores Enrique Galán,
Calixto Mazo y Manuel Pérez Estable, realizaron importantes investigacio-
nes vinculadas a la clínica y terapéutica del síndrome nefrótico en los niños,
que fueron reconocidas internacionalmente. En los años 60 el estudio de
las enfermedades renales de la infancia se amplió en los hospitales Pedro
Borrás Astorga y Ángel Arturo Aballí. En 1962 se realizó en Cuba la primera
diálisis peritoneal en un niño, por los doctores Santiago Valdés Martín y
Manuel Carriles.
Desde la inauguración del Hospital Pediátrico de Centro Habana, en
febrero de 1970, se comenzaron a tratar niños con enfermedades renales,
se realizaron las primeras biopsias renales y se efectuó diálisis peritoneal
intermitente a pacientes con insuficiencia renal aguda y crónica.
La atención nefrológica pediátrica continuó su desarrollo y en 1982 se
creó el primer servicio de Hemodiálisis en el Hospital Pediátrico de Centro
Habana, primero en el país dedicado a la atención de los niños, donde se
dedicó una sala solamente para la atención nefrourológica. Posteriormente,
fueron inaugurados otros servicios de diálisis en los hospitales pediátricos
de las capitales provinciales de Santiago de Cuba, Villa Clara y Camagüey.
EL ARTE DE CURAR NIÑOS EN CUBA 53

Entre febrero de 1970 y diciembre de 1982 se realizaron en Cuba 571


trasplantes renales con riñón de cadáver; de ellos 49 pacientes tenían edades
entre 9 y 16 años, 98 % eran pacientes mayores de 10 años. Se realizaron
en el Instituto de Nefrología, Santiago de Cuba, Camagüey, Villa Clara y en
el Hospital Luis Díaz Soto de la capital.
En el año 1988 se realizó el primer trasplante renal pediátrico en el
Hospital Pediátrico Centro Habana, actividad que desde entonces no ha
dejado de realizarse y ya pasan de cien. Por otra parte, también se continuó
la actividad de trasplante renal pediátrico por los equipos de trasplante de
adultos en Santiago de Cuba, Villa Clara, Camagüey y más recientemente en
Holguín. En el siglo xxi ya se han realizado trasplantes renales con donante
vivo pediátrico.
En 1993 se creó la red de Nefrología Pediátrica, con un responsable en
cada provincia del país y el centro rector en el Hospital Pediátrico de Centro
Habana, designado desde entonces como Centro de Referencia Nacional
de Nefrología Pediátrica. En 1996 se llevó a cabo en Cuba el iv Congreso
Latinoamericano de Nefrología Pediátrica y I Congreso Iberoamericano de
esta especialidad, lo que permitió el intercambio profesional con las figuras
más relevantes de la Nefrología Pediátrica a nivel mundial. Este evento fue
un punto de partida para el desarrollo de la Nefrología Pediátrica en Cuba.
Hace más de 20 años se iniciaron los cursos nacionales de Nefrología
Pediátrica para pediatras, con un año de duración, que dieron paso poste-
riormente a un diplomado y una maestría de Afecciones Renales en el Niño.
Todo esto ha permitido lograr una cobertura nefrológica pediátrica de calidad
en todas las provincias del país.
Otro logro importante ha sido la detección temprana de las malfor-
maciones congénitas, para lo que se cuenta con el Programa Nacional de
Diagnóstico Prenatal y el de Diagnóstico Precoz de la Enfermedad Renal
Crónica. De esta forma puede prevenirse su desarrollo, con el incremento
de la pesquisa, al nivel de la atención primaria, de las alteraciones renales
desde la etapa fetal.

Neurología pediátrica
La neuropediatría o neurología pediátrica es la rama de la pediatría que,
con ciencia, arte y oficio, ha ido reuniendo lo mejor de la experiencia acumula-
da en un grupo de especialistas en pediatría y neurología, que al hacer un uso
adecuado del conocimiento científico basado en la evidencia, el humanismo,
y procurando la excelencia, atiende a los niños con problemas neurológicos.
54 EL ARTE DE CURAR NIÑOS A TRAVÉS DEL TIEMPO

Muchos han sido los profesionales médicos que con su trabajo y dedi-
cación crearon las bases del conocimiento de la pediatría y la neurología en
Cuba, y que pueden ser considerarlos precursores de la neurología pediátrica.
La fundación de la cátedra de Patología y Clínica de las Enfermedades
Nerviosas y Mentales (1906), por el notable doctor José A. Valdés Anciano
(1867-1923) como su jefe y la Cátedra de Patología General, Patología Médica
y Clínica Médica, marcaron pautas en el estudio de las enfermedades del
sistema nervioso central y periférico. En la enseñanza de la Neuroanatomía
se destacó el doctor Jesús Cornide Salvá (1902-1989), quien publicó su libro
en dos tomos Anatomía del Sistema Nervioso (1955), con 1329 páginas.
En 1962 se creó la Cátedra de Neuroanatomía Funcional, se escribió el
texto de esta asignatura por los doctores Rafael Estrada González, Jesús
Pérez González y Gasset Chepus; se oficializaron la neurología y neuroci-
rugía como especialidades médicas y se consolidó su enseñanza de pre- y
posgrado, que se extendió a todas las provincias del país. En 1966 se fundó
el Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía, con un servicio dedicado
a los pacientes pediátricos.
En el campo de la neurología pediátrica cubana se destacan tres figu-
ras cimeras, que surgen en tres de los grandes hospitales pediátricos de
La Habana: los profesores doctores Joaquín Pascual Gispert, Eliseo Prado
González y Antonio Diez Betancourt. El primero de ellos, escribió un folleto
que para la época constituyó un hito importante en Cuba, titulado Temas de
Neurología Pediátrica, que influyó notablemente en mejorar la atención de
los niños con afecciones neurológicas.
Sus primeros discípulos fueron los doctores Enrique Guzmán Rodríguez,
Desiderio Pozo Lauzán y Norberto Sardiñas. Unos ya no tan jóvenes, como
los doctores José Vargas Díaz, Pedro Marrero Martínez y Ramiro García
García han llevado el peso del trabajo y la docencia durante muchos años, y
otros que sí lo son, además de muy talentosos, tendrán la responsabilidad
de llevar la neurología pediátrica a planos superiores.
No es posible hablar de la historia y del desarrollo de la neurología pe-
diátrica sin mencionar la importante contribución de los profesionales de
otras subespecialidades.
Principales logros del trabajo neuropediátrico en Cuba:
––Desarrollo progresivo de servicios de neurología infantil en todos los hos-
pitales pediátricos provinciales del país.
––Consultas de neurodesarrollo en algunos hospitales ginecobstétricos del
país, que han contribuido a la identificación y tratamiento oportuno de
EL ARTE DE CURAR NIÑOS EN CUBA 55

los neonatos con alteraciones del neurodesarrollo y al seguimiento de


aquellos con alto riego de presentarlos.
––Identificación, diagnóstico y tratamiento oportuno de otros niños con al-
teraciones del neurodesarrollo, y en especial los que presentan parálisis
cerebrales.
––Atención especializada a los niños con epilepsia, cefalea, trastornos por
déficit de atención e hiperactividad, solo por señalar los trastornos más
frecuentes.
––Participación, junto al equipo de neurocirugía, en el diagnóstico y segui-
miento de los niños con enfermedades neuroquirúrgicas.
––Participación, al formar equipos interdisciplinarios, en la atención de
niños con enfermedades raras y muy complejas, como son las enfer-
medades por error congénito del metabolismo y otras enfermedades
neurodegenerativas no metabólicas.
––Contribución a la formación de estudiantes, internos y residentes de
neurología, pediatría, psiquiatría infantil, logopedia y foniatría, mediante
cursos, diplomados, maestrías y doctorados, así como brindarles a los
profesionales ya graduados la necesaria educación médica continuada.

Principales programas vinculados a la pediatría


cubana a partir de 1960
Existe un número importante de programas vinculados a la pediatría
cubana, pero solo se hará mención a algunos de los que se aplican a nivel
nacional; unos desde antes de la concepción y durante la gestación del niño
que nacerá.

Programa de Atención Materno Infantil


Este programa tiene como propósito elevar el nivel de vida de la pobla-
ción cubana y su grado de satisfacción, mediante acciones de prevención,
promoción, protección y recuperación de la mujer embarazada o no, el niño
y el adolescente. Es ejecutado por el Sistema Nacional de Salud, en coordi-
nación con otras instituciones del Estado Cubano, en colaboración con los
organismos de masas y la participación activa de la comunidad.
Se desarrolla en la Isla y se aplica en todas las instancias que brindan
atención al niño. Su universo de trabajo abarca toda la población menor de
19 años y la población femenina desglosada de 15 a 40 años (edad fértil) y
de más de 50 años.
56 EL ARTE DE CURAR NIÑOS A TRAVÉS DEL TIEMPO

Programa para la Reducción del Bajo Peso al Nacer


El peso al nacer inferior a los 2500 g es una de las causas más impor-
tantes de la mortalidad perinatal e infantil. Se considera que la mortalidad
en el primer año de vida es hasta 40 veces mayor en los niños con bajo peso
al nacer, que con los de peso normal.
Los principales factores de riesgo encontrados en Cuba, a partir del año
1981, son: embarazos en menores de 17 años, anemia, desnutrición de la ma-
dre, talla inferior a 150 cm, ganancia de peso insuficiente durante la gestación,
hábito de fumar y antecedentes de niños con bajo peso previo. También el
aborto provocado, la hipertensión arterial durante el embarazo, el embarazo
gemelar, entre otros, son factores que se deben tomar en consideración.

Programa de Desarrollo de la Perinatología


La fundamentación de este programa es identificar los riesgos de la
mujer antes de la concepción, durante el embarazo, parto y puerperio y al
niño hasta los 28 días de edad. Para este fin también se han creado las salas
de Perinatología, que son salas de cuidados especiales perinatales dotadas
de un equipamiento de alta tecnología.

Programa de Inmunizaciones
Las enfermedades infecciosas prevenibles por vacunas han registrado
un evidente descenso en los últimos años, ya desde el año 2004 se había
logrado obtener más del 95 % de niños menores de dos años con todas las
dosis inmunizantes. Este porcentaje incluye la vacunación contra las si-
guientes enfermedades: difteria, tétanos, tos ferina, sarampión, tuberculosis,
parotiditis, enfermedad meningocóccica B-C, poliomielitis, rubéola, fiebre
tifoidea, hepatitis B y Haemophilus influenzae tipo B.
El esquema de vacunación utilizado ha permitido la eliminación de algu-
nas enfermedades, de formas clínicas severas y de complicaciones graves.
Las enfermedades eliminadas son: poliomielitis, difteria, sarampión, rubéola,
parotiditis; las formas clínicas severas: tétanos neonatal, meningoencefalitis
tuberculosa; las complicaciones graves del síndrome de rubéola congénita
y la meningoencefalitis posparotiditis.

Programa de Determinación de Alfafetoproteínas


Los defectos del cierre del tubo neural, como anencefalia, acráneo,
constituyen algunas de las malformaciones congénitas más frecuentes y
EL ARTE DE CURAR NIÑOS EN CUBA 57

severas que se pueden confirmar por ultrasonido. El programa nacional fue


iniciado en 1982.
El total de embarazadas a las que se diagnostica prenatalmente los de-
fectos del tubo neural y otras malformaciones fetales, reciben asesoramiento
genético y tienen la posibilidad de decidir sobre el futuro de su embarazo.
También posibilita asesorar a la pareja sobre su conducta reproductora pos-
terior y preconizar la indicación profiláctica de ácido fólico en las mujeres
desde seis meses antes del inicio del embarazo.

Programa para el Diagnóstico Prenatal Citogenético


Las enfermedades de origen cromosomático influyen notablemente en
la morbilidad y la mortalidad perinatal y son causa importante de retraso
mental y abortos espontáneos.
Este programa comenzó durante el año 1983. El diagnóstico prenatal
cromosomático se les realiza a las embarazadas con factores de riesgo. Se
consideran como principales indicaciones las siguientes: avanzada edad
materna (38 años o más), enfermedades ligadas al sexo sin posibilidades
de diagnóstico molecular, un padre portador de aberración estructural ba-
lanceada, hijo previo con trisomía 21 u otra cromosopatía.

Programa para la Prevención y Atención Médica


de las Hemoglobinopatías Hereditarias
La anemia por hematíes falciformes constituye la enfermedad heredi-
taria de mayor repercusión en el cuadro de salud cubano y, junto con otras
hemoglobinopatías, para la tercera parte del mundo, según la Organización
Mundial de la Salud.
Este programa va dirigido principalmente a la reducción del nacimiento
de enfermos, mediante el asesoramiento genético y el diagnóstico prenatal
molecular. Es necesario identificar las parejas de alto riesgo (ambos padres
portadores), su dispensarización, una adecuada atención a los enfermos
existentes y la educación a la población.

Programa de Pesquisa de Malformaciones


Cardiovasculares Congénitas por Ultrasonido
Las malformaciones congénitas ocupan la segunda causa de muerte
en los menores de un año y la mitad de estas corresponden a las cardio-
vasculares.
58 EL ARTE DE CURAR NIÑOS A TRAVÉS DEL TIEMPO

La incidencia en Cuba está entre 6 y 8 por 1000 nacidos vivos, de las


que la cuarta parte son muy complejas, de difícil tratamiento y muy mal
pronóstico.
Este programa introduce el estudio cardiográfico, de forma sistemática,
alrededor de las 20 semanas, mediante un programa nacional para la detec-
ción de las cardiopatías. Ofrece además un servicio especializado para la
atención a parejas de alto riesgo, brinda asesoramiento genético en aquellos
casos en que se confirme una malformación congénita del aparato cardio-
vascular y realiza el tratamiento precoz de las malformaciones compatibles
con la vida. Este programa se inició durante el año 1988.
Existe además una red cardiopediátrica nacional y tres cardiocentros
pediátricos, como se mencionó antes, en el acápite relacionado con el de-
sarrollo de la cardiología pediátrica en Cuba.

Programa de Pesquisa Neonatal de Algunas


Enfermedades Congénitas
A los cinco días de vida se realiza, a todo los neonatos, la toma de mues-
tra de sangre del talón para el diagnóstico temprano de cinco afecciones
congénitas: hipotiroidismo, fenilcetonuria, déficit de biotinidasa, galactose-
mia e hiperplasia adrenal congénita.

Programa de Atención a las Enfermedades Crónicas


de la Infancia
Mediante este programa se brinda atención a 14 de las múltiples en-
fermedades crónicas de la infancia. El seguimiento se realiza por grupos
de trabajo supervisados por la Dirección Nacional Materno Infantil. Los
programas van dirigidos a: insuficiencia renal crónica, sida, diabetes mellitus,
fibrosis quística, hormona del crecimiento, enfermedad celíaca, enfermedad
de Wilson, fenilcetonuria, síndrome nefrótico activo, xerodermia pigmentosa,
galactosemia y déficit de biotinidasa, y el trabajo en equipo para la atención
integral del asma bronquial.
Además de estos programas, existen el de lactancia materna, adolescen-
cia, accidentes, puericultura, enfermedades diarreicas agudas, respiratorias,
asma bronquial y atención al paciente pediátrico críticamente enfermo, desde
EL ARTE DE CURAR NIÑOS EN CUBA 59

el nivel primario de atención. Por la Dirección Nacional de Salud Materno In-


fantil se realizan actividades relacionadas con otras direcciones del Ministerio
de Salud Pública, como es la atención ambulatoria, con otras instituciones
como los círculos infantiles, la atención al escolar, campamentos vacaciona-
les para niños asmáticos, diabéticos y obesos, atención a niños de escuelas
especiales, atención a niños impedidos físicos y mentales.
Capítulo 3

CURIOSIDADES DEL ARTE


DE CURAR NIÑOS
EN EL TIEMPO

Cuando en el siglo xxi miramos la evolución del arte de curar niños desde
los tiempos más primitivos hasta nuestros días, además de maravillarnos, nos
sorprendemos, y en algunas ocasiones hasta nos horrorizamos de algunas
de las conductas, que en diferentes periodos se impusieron por profesionales
y profanos; que hoy resultan obsoletas, no solo por carecer de fundamento
científico, sino también por sus muchos efectos deletéreos secundarios.
Así, por ejemplo, vemos que en algo tan sencillo como es la erupción de
los dientes y en lo que, como se conoce existen variaciones considerables,
ya que por un lado el niño puede nacer con algún diente y por el otro puede
que no brote ninguno hasta los 13 meses, han existido mitos y tratamientos
innecesarios desde los tiempos más remotos.
Hoy sabemos que aproximadamente uno de cada 2000 a 3000 niños
nace con dientes, pero antiguamente, en Polonia, India y China, un recién
nacido con dientes era visto con temor y superstición, y en algunas partes
de África eran ejecutados inmediatamente.
En 1675 Scultet trataba el “dolor” producido por la erupción de los dientes
mediante la aplicación de cauterio en el occipucio. Los remedios populares
en la Edad Media incluían collares hechos con raíces y hojas de plantas
diversas o aplicando sanguijuelas en la parte trasera de la mandíbula del
niño. También frotaban sesos de yegua en las encías y colocaban un collar
al niño que tenía algún diente de lobo o de perro.
El célebre Ambrosio Paré, en el siglo xvi, recomendaba la incisión de
la encía, como perfeccionamiento en la práctica de las enfermeras, para
facilitar el brote de los dientes. Duele saber que 200 años después Hurlock
denunciaba el daño causado por personas impías que con sus monstruosos
anillos herían y magullaban las encías de los lactantes para que salieran los
dientes. En 1732 Arbuthnot consideraba que más de una décima parte de
los niños moría a consecuencias de problemas de la dentición.
CURIOSIDADES DEL ARTE DE CURAR NIÑOS EN EL TIEMPO 61

En nuestro tiempo todavía algunos profesionales y mucha buena gente


de pueblo atribuyen al proceso de dentición la presencia en el niño de dia-
rreas, bronquitis, erupciones cutáneas, fiebre y hasta convulsiones, para lo
que no existe fundamento científico alguno. Lo cierto es que la erupción de
los dientes es un proceso natural, a veces algo doloroso, en el que ninguna
aplicación tópica local sirve de ayuda y para lo que no existe tratamiento
específico alguno.
Algo interesante, es que durante casi 3000 años el ser humano creyó que
la caries dental se debía a la acción de determinados gusanos dentarios y
hubo algún profesional de la medicina que prescribió el uso de jugo gástrico
del cerdo para eliminarlos.
Uno de los mitos más antiguos en los cuidados del niño es el denominado
“mal de ojo”. A lo largo de la historia se han elaborado múltiples elementos
o amuletos para evitarlo. Fueron muy populares los espejitos para que la
mirada maligna rebotara y recayera en quien la estaba produciendo y no
sobre los niños, que por ser los más indefensos eran considerados los más
susceptibles de padecer de los efectos terribles del mal de ojo.
La diarrea siempre ha sido una afección muy frecuente en la infancia
y ante esta, desde hace muchos años, se prescribió el ayuno total durante
varias horas, y si el niño solo ingería leche también se le suspendía para
que no cuajara en el estómago; al día siguiente del ayuno, se administraban
alimentos líquidos azucarados.
Se indicaban también por profesionales y profanos diferentes infusiones
con alguna yerba, como la menta o té negro. Además, se prescribieron en
algún momento infusiones con hojas de mandarina, ruda y yerbabuena. Al-
gunas de estas infusiones contienen sustancias que disminuyen la motilidad
del intestino, lo que puede dificultar la eliminación de los agentes causantes
del cuadro diarreico en el niño y, además, facilitar el incremento de sustancias
ácidas en el intestino, lo que hace que al defecar las márgenes del ano se
irriten y le cause dolor.
En Cuba, las creencias populares con respecto al tratamiento de algunas
enfermedades de la infancia, trasmitidas por tradición oral básicamente, han
existido desde hace más de 500 años, pues algunas quizás vienen desde la
época precolombina. No tienen una base científica que corrobore su eficacia
y generalmente las recomiendan o aplican personas de buenas intenciones,
inclusive a algunas se les atribuye el don de la sanación o curación en su
entorno social.
62 EL ARTE DE CURAR NIÑOS A TRAVÉS DEL TIEMPO

A continuación, comentaremos sobre algunas de las más frecuentes.


En general, desde tiempos remotos buena parte de la población ha pensado
que si el medicamento es amargo es bueno, porque mientras más amargo
es más efectivo. Esto viene de la creencia que atribuía las enfermedades a
espíritus maléficos que entraban en el cuerpo y por eso al ingerir productos
desagradables estos salían y el enfermo adulto o niño se curaba.
Cuando el autor de esta obra era niño, por prescripción facultativa, su
mamá le daba todos los sábados una cucharada de sulfato de magnesia
como laxante para “limpiar el tracto digestivo de todo lo malo que hubiera
ingerido de lunes a viernes en la escuela”. También se usaban con estos fines
y para curar la mala digestión otros purgantes o aceites, como el de ricino.
Para los llamados cólicos del lactante o vespertinos del niño pequeño,
que tanto preocupan a los padres y abuelos, han sido muchos los productos
indicados. Hoy se sabe que ningún tratamiento hasta el presente proporciona
un alivio eficaz. Puede servir de ayuda colocar al niño en posición erguida
sobre el lado izquierdo del tórax de la madre para que sienta sus latidos car-
diacos como en vida fetal, o colocarlo bocabajo sobre el regazo o sobre una
bolsa con agua caliente. Así como realizar masajes abdominales suaves en
forma circular, de derecha a izquierda, y hacer movimientos pasivos “como
de pedaleo” con ambas piernas. Los llamados medicamentos carminativos
(que favorecen la expulsión de los gases), dados antes de las tomas no
consiguen prevenir los cólicos, ni tampoco los alivian. Ellos desaparecen
casi mágicamente entre tres y cuatro meses de edad.
Para la fiebre, que es uno de los síntomas más frecuentes en los primeros
cinco años de la vida, y que tanto preocupa a toda la familia, antiguamente se
creía que el niño debía ser tapado con varias colchas o abrigos, aunque hiciera
calor. Esto hacía que se prolongara el estado febril, pues se mantenía elevada
la temperatura corporal. Después se empezó a recomendar todo lo contrario,
ponerle ropas frescas que faciliten la irradiación del calor del cuerpo al aire
que está alrededor del niño y esto contribuiría a la disminución de la fiebre.
En ocasiones algunos pediatras han recomendado, para bajar la fiebre,
aplicar baños calientes y otros fríos, con agua y hielo, aunque el niño no
tuviera antecedentes de convulsiones febriles, las que se ven en aproxima-
damente el 4 % de los menores de dos años. En la actualidad, la mayoría
está de acuerdo en que el agua sea tibia, ni fría, ni caliente.
Lo cierto es que las medidas físicas, como el baño y las compresas de
agua helada sobre la piel por donde pasan las grandes arterias (como la
axilar y la femoral) se siguen empleando para enfriar la sangre caliente en
CURIOSIDADES DEL ARTE DE CURAR NIÑOS EN EL TIEMPO 63

el niño febril. Hoy se sabe que ni los baños, ni las compresas disminuyen
tanto la fiebre y que solo debe indicarse medicamentos para que descienda
cuando es mayor de 38.5 ºC, pues es un mecanismo de defensa del orga-
nismo. Aunque las compresas y el baño con agua fría o tibia no disminuyen
mucho la fiebre, algunos pediatras las indican porque consideran que con
esto el niño se siente mejor.
Después del inicio de la era de los antibióticos en el siglo xx, con el
descubrimiento de la penicilina, para muchos padres de niños con fiebre
esta debe ser siempre indicación de tratamientos con antibióticos, lo que
es innecesario probablemente en cerca del 75 % de los pacientes, pues son
mucho más frecuentes las infecciones virales que las bacterianas como
causa de fiebre en el niño a cualquier edad.
En las infecciones de las vías respiratorias superiores, estuvieron de
moda también en el pasado siglo los jarabes anticatarrales que contienen
expectorantes, mucolíticos, antihistamínicos y codeína para disminuir la tos.
Lo cierto es que estos productos no curan la infección y en cambio, tienen al-
gunos efectos secundarios que son indeseables, entre los que se encuentran:
sequedad de la nariz y de la boca con el consiguiente espesamiento de las
secreciones, somnolencia, náuseas, vómitos, taquicardia y hasta la depresión
del centro de la respiración, que puede producir en casos extremos un paro
y la muerte. No obstante, los padres continúan solicitando la indicación de
estos productos e ignoran que un poquito de miel no trae complicación alguna
y puede aliviar la tos del niño. Aunque, obviamente, este síntoma solo tiene
que ser tratado muy excepcionalmente.
El asma bronquial ha sido una de las afecciones infantiles sobre la que
más creencias populares han existido porque no se cura. Como decía joco-
samente un viejo profesor: “el asma viene y se va cuando quiere porque nada
la cura”. Por eso quizás han proliferado los curanderos que “cortan el asma”
con diferentes remedios. Es lógico que los padres, tras varios años de ver
a su hijo padecer de esta enfermedad, consultara o aún consulte a algunos
de estos profanos. Lo cierto es que en la pubertad el asma suele mejorar en
muchos casos y el porqué no se conoce con certeza.
En esta afección son muy necesarias las medidas de higiene ambiental,
que lamentablemente no siempre se cumplen al 100 %. El autor recuerda que
su padre siempre estuvo en busca de todo lo que podía curar a su primogénito
del asma bronquial y por eso, en una ocasión lo obligaron a ingerir aceite de
hígado de tiburón y durante mucho tiempo el aceite de hígado de bacalao,
sin obtenerse nunca la mejoría esperada, hasta que recibió las vacunas
64 EL ARTE DE CURAR NIÑOS A TRAVÉS DEL TIEMPO

correspondientes contra los ácaros que más frecuentemente producen el


asma bronquial en los pacientes pediátricos. Curiosamente, fue asmático
leve, con pocas crisis al año, hasta los 53 años, en que tras sufrir un infarto
de miocardio de repente desapareció la enfermedad y para lo que lo cardió-
logos no tienen explicación científica alguna.
Durante mucho tiempo se pensó que el cordón umbilical del recién
nacido había que polvorearlo con sulfas y cubrirlo con gasas hasta que se
cayera. Hoy la mejor evidencia ha demostrado que basta con aplicar sobre
este un poco de alcohol de 70º una vez al día, sin cubrirlo y esperar a que
se desprenda solo, lo que ocurre entre siete y 10 días. Muchas abuelas aún
recomiendan a los padres del niño con hernia umbilical, que es bastante
frecuente en los prematuros, que le pongan una moneda grande sobre la piel
que está encima del hueco de la hernia y la fijen al abdomen con dos pedazos
de esparadrapo en cruz. En muchos niños aparecen quemaduras de la piel
por esa cinta adhesiva y en ocasiones, por el acúmulo de suciedad debajo
de ella, se produce también la infección de la piel circundante.
Eso es totalmente innecesario, pues estas hernias que aparecen o son
visibles después de la caída o desprendimiento del cordón umbilical, des-
aparecen antes de los dos años de edad en el 99 % de los casos, ya que al
crecer el organismo del niño el orificio herniario se va reduciendo y no se
visualiza más la hernia. En los pocos casos que el anillo fibroso que rodea
a la hernia no logra cerrarla, se realiza el cierre quirúrgico.
En los recién nacidos del sexo masculino, desde tiempos inmemoriales
algunas religiones monoteístas recomiendan la circuncisión lo más tempra-
namente posible. Tristemente, durante casi todo el siglo xx los profesiona-
les de la salud infantil no practicantes de estas religiones han realizado y
recomendado la retracción manual del prepucio desde los primeros meses
de la vida.
Hace más de 25 años la Academia Americana de Pediatría, después de
realizar estudios muy serios y bien diseñados, llegó a la conclusión de que
esto es innecesario desde todo punto de vista y recomendó a sus miembros
abstenerse de hacerlo. La Sociedad Cubana de Pediatría, después de realizar
un estudio de seguimiento hasta los siete años, de niños con y sin retracción
manual forzada del prepucio, llegó a las mismas conclusiones.
Al nacimiento, el pene consiste en un órgano cilíndrico con la punta
redondeada (glande), separada del resto por un surco. El órgano en su tota-
lidad está cubierto por una capa continua de piel, que en la parte que cubre
al glande recibe el nombre de prepucio. Este tiene dos capas: una externa
de piel y una interna que es similar a una mucosa.
CURIOSIDADES DEL ARTE DE CURAR NIÑOS EN EL TIEMPO 65

Antes del nacimiento, el glande y el prepucio se desarrollan como un


tejido único. El prepucio se halla adherido, fusionado, al glande. Con el
tiempo, la fusión de la capa interna del glande comienza a desaparecer, por
descamación de las células de cada capa. Las capas epiteliales del glande
y la parte interna del prepucio se reemplazan de modo regular, no solo en la
infancia, sino durante toda la vida. Las células que se descaman se acumulan
en forma de una sustancia blanquecina, como perlitas, que gradualmente se
abren paso hacia la punta del prepucio.
En algún momento (a veces hasta 5, 10 o más años después del naci-
miento), se produce una separación completa entre el glande y el prepucio,
que puede ser entonces totalmente retraído. Esto sucede de modo espon-
táneo, durante las erecciones que ocurren desde el nacimiento o aun en la
etapa fetal. A veces ocurre con las manipulaciones. La no retracción fácil
del prepucio desde la niñez no debe considerarse como algo anormal, sino
que se debe esperar pues, en algún momento, se producirá.
El cuidado del pene en el niño es muy sencillo. Un buen consejo a los
padres sería: “Déjelo tranquilo”. Todo lo que se requiere es lavarlo por fuera
como si fuera un dedo y secarlo diariamente. Al alta de la maternidad de
cada neonato masculino, me gustaría darle siempre por escrito este breve
consejo: “no retraiga el prepucio en un lactante, pues casi siempre esta adherido
al glande”. Forzar hacia atrás el prepucio puede dañar el pene, causa dolor,
sangramiento y después, probablemente, dará lugar a adherencias. La sepa-
ración natural entre el prepucio y el glande puede tomar años en producirse.
Después de la pubertad, el hombre adulto aprende a retraerse el prepucio y
realizar su limpieza diariamente a la hora del baño.
La enuresis, alteración que consiste en mojar la cama por la noche, fue
descrita en 1550 a.n.e. Afecta más a los varones y se ve en el 7 % de los
niños a los cinco años. Los factores causales son biológicos, psicológicos
y sociológicos. A veces se instala después del nacimiento de un hermanito,
en un niño que ya controlaba bien su esfínter vesical después de los cinco
años de edad.
Durante mucho tiempo se les aconsejaba a los padres que antes de
dormir pusieran al niño a orinar sobre un ladrillo caliente y que si se orinaba
lo castigaran severamente. Si con esto no bastaba el niño debía ser humi-
llado delante de sus amigos y compañeros de escuela. Obviamente, dada
lo multifactorial de su etiología, ya se sabe que este no debe ser nunca el
manejo para esta afección.
66 EL ARTE DE CURAR NIÑOS A TRAVÉS DEL TIEMPO

Algo muy interesante que ha pasado en el arte de curar niños es lo


relacionado con el momento ideal y el modo de introducir otros alimentos,
además de la leche materna, durante el primer año de vida. Esto se debe a
que se ha ido modificando en la medida que se conoce mejor la repercusión
que tiene sobre el estado nutricional.
Hace unos 50 años se pensó que lo mejor era introducir tempranamente
los alimentos y se recomendaba hacerlo con jugos a los 15 días de nacido
el niño, incluidos los cítricos. A los dos meses se introducían los cereales y
otros alimentos como papillas. Unos años después, se volvió a los antiguos
esquemas de ablactación (nombre que se daba a este proceso) y se comen-
zaron a introducir los alimentos después de los seis meses, como hoy se
indica. Además, se sustituyó el nombre ablactación por el de alimentación
complementaria, porque en verdad no se suspende la leche materna, sino
que se mantiene y se recomienda hasta los dos años. Solo que deja de ser
exclusiva a los seis meses por la introducción de los alimentos. Los jugos de
cítricos no se recomiendan antes de los ocho meses. Así se explica como aún
algunos profesionales y muchas abuelas, aferrados a los antiguos esquemas
que no fueron producto de la medicina basada en la evidencia, insisten en que
los alimentos se introduzcan precozmente. Esto es totalmente innecesario y
trae nefastas consecuencias para el futuro del niño en el ámbito de la salud.
Algo polémico en los últimos tiempos ha sido la posición recomendada
para dormir en los lactantes menores de tres meses. En Cuba, tradicional-
mente se decía que para evitar la broncoaspiración de alimentos lo mejor
era que los niños durmieran boca abajo. Sin embargo, según los resultados
obtenidos en múltiples investigaciones realizadas con excelente diseño y
rigor metodológico, se ha recomedado todo lo contrario. Lo mejor es que
duerman siempre boca arriba y cuando estén despiertos se les coloque boca
abajo. Esto es debido a que la medicina basada en la evidencia ha demostrado
que la llamada muerte súbita del lactante ha descendido considerablemente
a escala global cuando el lactante pequeño duerme con su espalda apoyada
sobre la cama. Para explicar esto hay diversas teorías, obviamente después
de los cuatro meses el niño es capaz de adoptar la posición que quiera para
dormir y es muy rara la muerte súbita.
Para el tratamiento de la hepatitis en los niños y adultos, lo mismo en
su variedad ictérica que en la no ictérica, la población creía firmemente que,
además del reposo, era necesario que se le diera al enfermo abundantes
alimentos dulces y azucarados o almibarados, pues esto facilitaba su recu-
peración. Esta es una afección viral que inflama difusamente a las células del
CURIOSIDADES DEL ARTE DE CURAR NIÑOS EN EL TIEMPO 67

hígado, el órgano más grande del cuerpo humano, al que Galeno reconoció
como centro de la circulación, pero que no tiene nada que ver con esta sino
con el procesamiento de las sustancias que procedentes del intestino llegan
para ser metabolizadas.
Si se suministran azúcares en exceso, el hígado lesionado tendría que
trabajar aún más que habitualmente, y el niño en vez de mejorar podría em-
peorar o demorar en su recuperación. En los adultos, además, se recomienda
la no ingestión de bebidas con alcohol.
La palabra alferecía fue usada inicialmente para referirse a la epilepsia,
para el Padre de la Medicina, fue el Morbo Sacro o Mal Sagrado y más tarde
a las variedades vistas en los pacientes pediátricos se les denominó gené-
ricamente como Morbo Pueri (Mal del Niño). En el mundo antiguo se creía
que era la expresión de la posesión del cuerpo por un espíritu inmundo, al
cual había que echar a la mayor brevedad posible antes de que terminara
con la vida del enfermo.
Se ha visto anteriormente cuándo dejó de considerarse como tal, pero
hoy existe la creencia popular de que el niño epiléptico no es, ni será una
persona normal. Por eso muchos padres y abuelos tratan de que no se incor-
pore plenamente a la vida escolar y le limitan su participación en todo tipo
de actividad física, no solo en las más peligrosas, lo que, sin lugar a dudas,
solo hace mal al niño.
Muchos cubanos llaman alferecía a los espasmos del sollozo, que no for-
man parte de las epilepsias de la infancia. Se deben al cese de la respiración,
seguido por un desmayo a causa de un cierre súbito de la glotis (abertura
superior de la laringe por donde entra el aire a los pulmones), después de un
ataque de rabia con llanto intenso, que suele verse en niños pequeños. Para
ellos se llegó a recomendar echarles agua por encima, sumergirlos en un
tanque con agua, darle una buena nalgada o un buen pellizco. Hoy nada de
eso se recomienda porque es totalmente innecesario y a los padres solo se
sugiere evitar malos tratos, regaños innecesarios, castigos excesivos para la
edad del niño, así como crear una atmósfera familiar equilibrada y pacífica,
sin llegar a consentir exageradamente al niño.
También se ha conocido como alferecía de lombriz de buche o de lom-
brices a la expresión clínica de la migración extraintestinal de los áscaris
lumbricoides. Las personas en Cuba creen que los áscaris adultos ascienden
por el esófago hasta la garganta del niño y lo asfixia al impedirle la entrada
de aire a los pulmones. En realidad, este parásito, como parte de su ciclo de
vida, tiene una etapa pulmonar en la cual se convierte de larva en lombriz
68 EL ARTE DE CURAR NIÑOS A TRAVÉS DEL TIEMPO

para regresar al intestino del niño y reproducirse. Otros parásitos tienen


también una etapa pulmonar en la que se produce una neumonía atípica.
En Cuba, forma parte del arte de curar a los niños el “arte de sobar”.
Cuando el autor hizo en Guantánamo su servicio médico rural, lo que se
llamó después servicio social, era raro que a su consulta no llegara un niño
que previamente no hubiera sido sobado por Bombalé, un señor oriundo de
Haití que vivía en el pueblo y tenía la fama de curar bien las indigestiones o
“empachos” y algunos otros males. Tristemente algunos pacientes llegaban
con algunas complicaciones como deshidratación y acidosis metabólica,
no debido al procedimiento en sí, sino a la espera de que este resolviera el
trastorno del niño.
Por tal razón, el autor llegó a un acuerdo con el señor curandero de la co-
marca. Al niño que viera llegar en no buenas condiciones, no debía demorarlo
sin enviarlo enseguida al cuerpo de guardia del hospital rural, y si alguno no
mejoraba en pocas horas pues debía recomendarle a la familia que también
acudieran al pediatra en busca de ayuda. En lo adelante, fue excepcional ver
niños complicados por “empachos” en ese territorio.
El procedimiento es antiquísimo y ha persistido hasta nuestros días,
en Cuba su práctica es más frecuente en las provincias orientales, pero no
es exclusivo de estas. Lo curioso es que algunos profesionales de la salud
infantil aún lo ven con buenos ojos, aunque no lo recomiendan en su praxis,
porque ellos fueron sobados cuando niños y algunos miembros de sus fami-
lias les han convencido de que siempre se obtuvieron muy buenos resultados.
Se le puede considerar como un verdadero ritual terapéutico sin funda-
mento científico demostrado. Se hace de diversos modos. El más frecuente
es pasar las manos sobre las piernas del niño hasta encontrar un nudo o bola
que de inmediato empieza a sobar la persona que ejecuta el procedimiento. A
veces se acompaña del rezo de alguna oración, como la dedicada a San Luis
Beltrán. También se pueden sobar los brazos y el abdomen, lo que a veces
ha producido la rotura de alguna víscera y ha comprometido la vida del niño.
Por supuesto que queda un sinnúmero de curiosidades más que el autor,
que es un pediatra viejo y no lo contrario, muy bien conoce, pero por ahora
considera que con las expuestas es suficiente para motivar a los interesados
a seguir indagando sobre el tema y a quienes lo hagan les augura que muchas
les sorprenderán en buena medida, pero no se preocupe porque como dice
un viejo refrán: “agua pasada no mueve molinos”.
Capítulo 4

DESTACADOS PEDIATRAS
CUBANOS

Son muchos los pediatras que en el mundo han contribuido a la preser-


vación y desarrollo del arte de curar niños. Lo mismo ha sucedido en Cuba,
aun antes de que el Padre de la Pediatría fundara la Escuela Cubana de
Pediatría en la década del 20 del pasado siglo. Por eso sería casi imposible,
en un solo capítulo de esta obra, exponer los hechos más relevantes de sus
vidas consagradas a una tarea tan noble como la de servir y proteger a los
más débiles. Presentamos, entonces, una selección de aquellos que quizá
fueron los que marcaron hitos decisivos para que este maravilloso arte,
no solo se preservara, sino que se continuara desarrollando, y a modo de
reseña se exponen los aspectos más significativos de su magistral y ejem-
plar trayectoria, con el propósito de que sirvan de inspiración a las nuevas
generaciones de pediatras del país.

Joaquín L. Dueñas Pinto (1859-1910)


El Padre de la Pediatría en Cuba dijo de él que “fue nuestro maestro y uno
de los médicos más distinguidos de nuestra patria, que ha dejado hermosa
estela de su ejecutoria entre nosotros”. Nació en La Habana, hijo del ilustre
educador don Joaquín Andrés de Dueñas.
Se destacó en el estudio de las enfermedades infecciosas, donde al-
canzó un alto nivel científico, e hizo importantes contribuciones al tema de
las diarreas infantiles. También estudió la alimentación del lactante en los
trópicos, las pielitis, las pleuresías y la tuberculosis infantil, entre otros temas.
Entre sus publicaciones más brillantes debe destacarse su trabajo
sobre la relación entre el escorbuto y las anemias perniciosas refractarias
en el niño. La envergadura de sus publicaciones queda perfectamente
demostrada, por el tipo de las revistas en que aparecieron muchos de
sus trabajos, pues fue colaborador asiduo de los Archivos de Pediatría de
70 EL ARTE DE CURAR NIÑOS A TRAVÉS DEL TIEMPO

New York y de los Archivos de Pediatría de Buenos Aires. Muchas de sus


publicaciones locales que vieron la luz en la Crónica Médico Quirúrgica,
Revista Médica Cubana y Revista de Medicina y Cirugía, fueron reprodu-
cidas o comentadas por diversas autoridades americanas y europeas.
Su reputación científica quedó consolidada cuando, en el año 1907, fue
seleccionado para desarrollar los capítulos de “Dengue” y “Muermo” en
el Tratado Enciclopédico de Pediatría de Pfaundler y Schlossmann. Esta
contribución del doctor Dueñas fue de un valor extraordinario, pues los ca-
pítulos por él escritos constituyen verdaderas joyas de la clínica pediátrica.
Fue nombrado colaborador de los Archivos Italianos de Pediatría e invitado a
participar en el Encuentro de la American Medical Association, en Boston, en
el año 1906. Contribuyó a la formación del primer Colegio Médico en Cuba
y se preocupó debidamente de los problemas sociales de la infancia, como
lo demuestra su trabajo en el Servicio de la Inspección Médica Escolar de
La Habana. Además, fue seleccionado para formar parte de la Sociedad de
Pediatría de París.

Ángel Arturo Aballí Arellano (1880-1952)


Nació en la ciudad de Matanzas y falleció repentinamente en La Habana,
después de examinar a un paciente en su consulta. Luego de graduarse de
Doctor en Medicina perfeccionó y amplió sus conocimientos científicos en
las universidades de New York, París y Berlín. Tuvo la idea inicial de dedicar-
se a la oftalmología, pero el vigoroso movimiento pediátrico impulsado por
Czerny y Heuber, en la escuela de Berlín, lo impresionó mucho y le reveló su
verdadera vocación.
Desde aquellas ciudades comenzó a remitir sus primeros trabajos
científicos que merecieron los honores de la publicación por acuerdo de la
Facultad de Medicina y Farmacia de la Universidad de La Habana.
De regreso a La Habana se encargó oficialmente, como Profesor Titular,
de la enseñanza de la Patología y Clínica infantiles de la Escuela de Medicina.
Con esto, sus profundos conocimientos abrieron nuevos horizontes a esa
importante rama de la medicina, y con la creación de la Escuela Cubana de
Pediatría, fue aumentando su reputación, conocida hoy en los más altos
centros científicos de América y Europa. Luego de la muerte del uruguayo
Luis Morquio, Aballí se consideró el pediatra número uno de habla española.
Desde entonces, hasta 1949 cuando fue exaltado a Profesor Emérito, se con-
sagró por entero a la enseñanza y ejercicio de la medicina en su especialidad.
DESTACADOS PEDIATRAS CUBANOS 71

José Jordán Rodríguez (1920-2008)


Nació en Pinar del Río en 1920. Su padre fue el primer pediatra que
ejerció en la ciudad y en toda la provincia. A los 18 años comenzó la carrera
de Medicina y posteriormente se dedicó a la pediatría.
Poco tiempo después de graduarse publicó su primer libro: Lecciones de
nutrición y dietética en la infancia, que más tarde fue adoptado como texto
oficial de la cátedra de Nutrición Pediátrica. Desde entonces, comenzó a
preocuparse por las causas principales de mortalidad dentro del hospital
y fundó las llamadas salas de gastroenteritis y las salas de infecciones
respiratorias agudas, con excelentes resultados.
Para los casos de gastroenteritis estableció el uso de la hidratación
intravenosa, junto con el del fotómetro de llama para el diagnóstico y mane-
jo adecuado de la hidratación parenteral, prestando atención a la cantidad
adecuada de sodio, cloro y potasio. La solución electrolítica que creó era
muy similar a la que recomendó después el Fondo de las Naciones Unidas
para la Infancia (Unicef).
El año 1966 marcó el inicio de su preocupación por la mortalidad, morbi-
lidad y secuelas producidas por los mal llamados “accidentes” en los niños;
publicó varios trabajos de investigación sobre sus causas. Posteriormente
fue nombrado Miembro del Panel de Expertos en Prevención de Accidentes
de la OMS y de la Asociación Internacional de Pediatría.
De enero a mayo de 1970 viajó a Londres para diseñar el estudio más
grande, sobre crecimiento y desarrollo, que se haya realizado en Cuba, con
la ayuda del profesor James M. Tanner; estudio al que, años después, el
Consejo Científico del Ministerio de Salud Pública de Cuba le otorgara el
premio a la mejor investigación.
En varias ocasiones expresó que los pediatras son “los médicos de los
niños, los psicólogos de los padres y los psiquiatras de los abuelos”.

Eliseo A. Prado González (1915-2011)


Nació en La Habana, en un hogar de trabajadores. Se graduó de médico
en 1945 y muy pronto fue adscrito en la Cátedra de Pediatría, como parte
del cuerpo de profesores y con la certificación de Instructor de Pediatría.
Con el triunfo de la Revolución trabajó en la estructuración para la
docencia de las salas de Pediatría y contribuyó a la reorganización de los
demás servicios a partir del proceso que se estaba viviendo por la salida del
país de gran parte del personal facultativo del hospital. Impartió docencia en
72 EL ARTE DE CURAR NIÑOS A TRAVÉS DEL TIEMPO

diferentes provincias del país, para el desarrollo del personal docente y para
la preparación de los pediatras, durante la década de los 60 y fungió como
asesor de la OPS para establecer recomendaciones sobre los textos de
pediatría para la enseñanza.
Publicó decenas de artículos científicos en revistas, folletos y libros, entre
los que se destacan las diferentes ediciones de las Normas de Pediatría, las
Lecciones de Semiología Pediátrica y los temas de “Farmacología Pediátrica”
en los nuevos textos de Pediatría.
Trabajó constantemente al lado del niño enfermo, como médico y docen-
te, como jefe de servicios de Pediatría, también como Profesor Consultante,
uniendo a su magisterio, su gran experiencia clínica adquirida en el trabajo
metódico y profundo, y de estudio diario por más de 60 años de vida activa.

Eladio E. Blanco Rabassa (1913-2001)


De San Juan y Martínez, Pinar del Río. Cursó estudios de Medicina en la
Universidad de La Habana y una vez graduado comenzó a trabajar en la sala
Albertini del Hospital Universitario Clínico Quirúrgico General Calixto García,
primero como Especialista de Pediatría, después como Jefe de Sala, Jefe
del servicio de Pediatría y Profesor.
Ocupó cargos de Vicedirector Docente, Jefe del Departamento de Pe-
diatría y jefe del servicio de Gastroenterología en el Hospital Infantil Pedro
Borrás Astorga. Fue jefe del servicio de Gastroenterología Pediátrica del
Instituto Nacional de Gastroenterología, y después a jefe del servicio de
Gastroenterología del Hospital Pediátrico de Centro Habana. En 1991 se le
confirió la condición de Profesor Consultante del Departamento de Pediatría
de la Facultad de Ciencias Médicas General Calixto García de la Universidad
de Ciencias Médicas de La Habana.
En su larga trayectoria laboral se desempeñó, además, como Jefe del
Grupo Provincial de Pediatría de la Dirección Provincial de Salud de Ciudad de
La Habana, miembro fundador del Grupo Nacional de Pediatría del Ministerio
de Salud Pública, miembro del Tribunal de Evaluación y Otorgamiento de
Categorías Docentes y como Presidente de la Sociedad Cubana de Pediatría.

Antonio Béguez César (1895-1975)


Oriundo de Santiago de Cuba, describió en 1933 la enfermedad que
llamó “neutropenia crónica maligna familiar con granulaciones atípicas
de los leucocitos”, por la que fue reconocido a nivel internacional como
DESTACADOS PEDIATRAS CUBANOS 73

su descubridor, aunque fue más comúnmente divulgada con el nombre de


síndrome de Chediak-Higashi.
En 1934 fundó, con un grupo de compañeros médicos de Santiago de
Cuba, la Sociedad Cubana de Pediatría de Oriente, de la cual fue su primer
presidente.
Después del triunfo de la Revolución dirigió la sala de niños del Hospital
Provincial, inaugurada recientemente. Allí estuvo hasta el año 1960, cuando
le asignaron la dirección de la sala de niños del Hospital de la ONDI, que hoy
lleva su nombre.
A sus 45 años de ejercicio profesional en el campo de la pediatría, fue
galardonado con Diploma de Mérito de la Sociedad Cubana de Pediatría y
Diploma de Honor conferido por el Ministerio de Salud Pública. En 1973 fue
reconocido oficialmente como descubridor de la mal llamada “enfermedad
de Chediak-Higashi”.

Gloria Varela Puente (1922-2005)


Nació en Palma Soriano, antigua Provincia de Oriente. Se trasladó a la
capital del país en el año 1943, para comenzar la carrera de Medicina en la
Universidad de La Habana y así garantizar la continuidad de sus estudios
por las calificaciones obtenidas en cada curso.
Hasta 1961 había publicado diferentes trabajos científicos, entre los
que se encuentran: Sepsis en el niño prematuro, Comportamiento de la
piruvinemia en el niño prematuro, Atresia de la arteria pulmonar, Electrofo-
resis de proteínas en el niño prematuro y Esclerodermia. Impartió, además,
los cursos: Cateterismo intracavitario y Etiología y tratamiento de la distrofia.
En la década del 70 dio los primeros pasos para el desarrollo de la reu-
matología pediátrica en Cuba, mientras se desempeñaba como jefa del servi-
cio de Miscelánea del Hospital Infantil Pedro Borrás Astorga (antiguo Hospital
Municipal de la Infancia). Fue fundadora del Grupo Nacional de Reumatología.
En el año 2003, por sus relevantes méritos científicos, asistenciales, aca-
démicos y por su fructífero desarrollo profesional, se le confirió la condición
especial de Profesora de Mérito de la Universidad de Ciencias Médicas de
La Habana, condición otorgada por vez primera a una mujer.

Liane Borbolla Vacher (1920-1993)


Nació en Manzanillo, de padre cubano y madre francesa. Luego de
realizar sus estudios primarios y secundarios en Francia, regresó a Cuba,
74 EL ARTE DE CURAR NIÑOS A TRAVÉS DEL TIEMPO

donde estudió Medicina y logró ser la primera mujer que obtuviera primer
expediente en dicha carrera.
En el año 1967, en el Hospital Pediátrico Universitario William Soler,
fue jefa del servicio de Enfermedades Diarreicas Agudas y fundó el primer
laboratorio de citogenética en Cuba, en el que realizó el primer diagnóstico
prenatal de sexo fetal por estudio de la cromatina sexual en células de
líquido amniótico. Realizó más de 25 000 consultas, analizó más de 7500
estudios de dermatoglifos y 6000 exámenes de cariotipo, para identificación
de cromosomas en niños.
Participó en la docencia en Medicina del pre- y del posgrado en las nuevas
facultades de Medicina de Santiago de Cuba, Holguín y Santa Clara. Realizó
estudios de posgrado en París y en Montreal. Creó la primera Consulta de
Genética Médica de Cuba, en el Hospital Pediátrico Universitario William Soler.
Publicó más de 150 trabajos científicos en revistas nacionales y extran-
jeras y fue autora de varios textos de pediatría y genética médica. Fue la
primera mujer en recibir el título de Doctora en Ciencias Médicas en Cuba.
También fue la primera, que en los primeros 80 años de la Sociedad Cubana
de Pediatría, haya ocupado el cargo de Presidenta de su Junta de Gobierno.
Por todo esto, se le otorgó el título de Miembro de Honor de dicha sociedad
científica.
Al morir se desempeñaba como jefa del servicio de Genética del Hospi-
tal Pediátrico Universitario William Soler. Los pediatras cubanos recuerdan
siempre a la Dra. Liane Borbolla, como aquella mujer que físicamente era
pequeña, pero inmensa en espíritu, que fue maestra de maestros, de refinada
cultura, que se mostró sabia en conocimientos, llena de bondad y con una
elevada ética. Fue única en el ejercicio de la discusión diagnóstica y en el
arte de impartir conferencias magistrales.

Joaquín Pascual Gispert (1913-2005)


Nació en Colón, Matanzas. Su padre fue médico y director del hospital
de Colón durante muchos años. En la ciudad de Matanzas ejerció como
médico pediatra e introdujo los llamados “staff meeting” para la presentación
y discusión colectiva de casos.
En 1959 fue designado director del Hospital Provincial de Matanzas.
Realizó grandes cambios en el orden médico y académico, mientras se
mantenía como pediatra activo, y no dejó de publicar y de realizar diversas
actividades científicas en el mismo hospital. Reabrió las puertas de la escuela
DESTACADOS PEDIATRAS CUBANOS 75

de enfermería de la provincia, que había sido cerrada en los últimos años de


la dictadura batistiana.
En 1961 se trasladó a la capital, donde, además de las actividades docen-
tes, asumió el cargo de director en el Hospital Infantil Pedro Borrás Astorga.
Tiempo después fue nombrado director del Hospital Pediátrico Universitario
William Soler, donde creó el servicio de Neuropediatría del que tiempo des-
pués fuera su jefe. Allí desarrolló los medios diagnósticos necesarios para
las enfermedades genéticas, en coordinación con el Centro Nacional de
Investigaciones Científicas. Sus logros alcanzados en esta especialidad con-
tribuyeron a que fuera considerado el “Padre de la Neuropediatría” en Cuba.
En los años 80 se le nombró jefe del servicio de Neurología Pediátrica del
Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía, y desde 1988 asistió como
neurólogo consultante al primer servicio de Neurodesarrollo de Neonatos de
Alto Riesgo del país, que fue creado en el Hospital Ginecobstétrico Ramón
González Coro.
A finales de los años ochenta se le solicitó su traslado como profesor al
recién inaugurado Hospital Pediátrico Docente Juan Manuel Márquez, de la
capital, centro de referencia a nivel nacional para las enfermedades neuroló-
gicas de la infancia. En esta institución contribuyó, a través del Diplomado en
Neuropediatría, a la formación de un importante grupo de neuropediatras de
todo el país, durante toda la década de los noventa hasta pocos días antes
de su muerte a los 92 años de edad.
Realizó aportes importantes en el diagnóstico de enfermedades raras,
no descritas en el país. Publicó más de 200 artículos en revistas y textos
nacionales y extranjeros, como la primera descripción del síndrome de West
en Cuba, así como diversos textos para la enseñanza de la Neuropediatría.
Durante los últimos años de su vida, aún con la pérdida total de la visión, no
dejó de estudiar, ni de asistir pacientes en su calidad de Profesor Consul-
tante. Su fuerza de voluntad, persistencia de superación e inmensos valores
personales, le hicieron acreedor de reconocimientos, distinciones y premios
que le fueron otorgados a lo largo de su fructífera vida científica, como la
medalla Carlos J. Finlay y el título de Profesor Emérito de la Universidad de
Ciencias Médicas de La Habana.

Olimpo de Jesús Moreno Vázquez (1925-2010)


Nació en Santiago de Cuba. En 1951, luego de graduarse en la Escuela
de Medicina de la Universidad de La Habana, fue nombrado Adscripto y en
76 EL ARTE DE CURAR NIÑOS A TRAVÉS DEL TIEMPO

1953, Instructor de la Cátedra de Patología y Clínica Infantil de la Universidad


de La Habana. Desde su graduación trabajó en el servicio de Pediatría, en
la sala Albertini, y en la de la Maternidad del Hospital Universitario Clínico
Quirúrgico General Calixto García.
Fue director del Hospital Materno Infantil Ángel Arturo Aballí, hasta octu-
bre de 1960, año en el que pasó a ocupar el cargo de Jefe del Departamento
Mujer-Niño (después Dirección Nacional Materno Infantil) del Ministerio de
Salud Pública.
En 1960 fue nombrado Profesor Titular de Pediatría de la Universidad de
La Habana. Años después inició la docencia como fundador de la Escuela de
Medicina de la Universidad de Santiago de Cuba y en Santa Clara.
En 1970 inauguró el Centro de Cuidados Intensivos Neonatales del Hos-
pital Pediátrico Universitario William Soler, primero de su tipo en el país. Fue
miembro fundador de los grupos nacionales de Pediatría y de Neonatología
del Ministerio de Salud Pública, donde aportó sus vastos conocimientos y
experiencia para el desarrollo de la especialidad. Impartió numerosos cur-
sos de cuidados intensivos neonatales en el país y participó como profesor
en otros vinculados a la especialidad. Fue, además, profesor de cursos de
posgrado en varias instituciones de enseñanza superior en República Domi-
nicana, México y Uruguay, y tutor de trabajos de terminación de la residencia
en Neonatología y de tesis doctorales.
Como investigador, desarrolló una fecunda labor a nivel hospitalario, en
el instituto de desarrollo del Ministerio de Salud Pública y al frente del ensayo
clínico con el surfactante exógeno producido en Cuba (Surfacén), que alcanzó
gran repercusión internacional.
Fue delegado de Cuba en el Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME)
para el estudio de la atención materno infantil. Recibió múltiples distinciones y
condecoraciones a nivel nacional, como: Profesor de Mérito de la Universidad
de Ciencias Médicas de La Habana, Miembro de Honor de las sociedades
cubanas de Pediatría y de Obstetricia y Ginecología, Medalla al Mérito de
la Academia de Ciencias. El Consejo de Estado de la República de Cuba le
confirió la Orden Carlos J. Finlay, en 1993.

José Manuel Mir del Junco (1905-1983)


Con el título de Especialista en Enfermedades de la Infancia, trabajó en
el Instituto del Niño hasta que, por concurso oposición obtuvo la plaza de
jefe de Clínica del Sanatorio Infantil Antituberculoso Dr. Ángel Arturo Aballí.
DESTACADOS PEDIATRAS CUBANOS 77

Fue miembro del Grupo Nacional de Pediatría desde su fundación y uno


de los primeros profesores de la Facultad de Medicina en la Universidad de
Santiago de Cuba. Integró el colectivo de autores que redactó la Primera
Norma de Diagnóstico y Tratamiento en Pediatría, en 1969, específicamente
fue responsable del capítulo dedicado a las enfermedades el aparato respi-
ratorio. Igual responsabilidad tuvo en la segunda edición que se realizó en
el año 1974 y en la tercera, en 1980.
En 1974 recibió el título de Miembro de Honor de la Sociedad Cubana
de Pediatría, de la cual había sido presidente entre 1964 y 1965. Años des-
pués fue admitido como miembro de la Sociedad Internacional de Asmología
(Interasma) y a partir de entonces fungió como vocal de la directiva de la
Sección de Fibrosis Quística de la Sociedad Cubana de Pediatría hasta su
muerte. Además, perteneció a otras sociedades científicas, como: Academia
Americana de Pediatría, Colegio Americano de Médicos del Tórax, Sociedad
Cubana de Alergología y Sociedad Cubana de Neumología y Tisiología.
Autor de los temas de “Neumología Pediátrica” que integran el texto de
pregrado Temas de Pediatría. Fue presidente del tribunal para exámenes esta-
tales de especialistas de primer grado en Pediatría durante más de 20 años.
Recibió numerosas condecoraciones y reconocimientos por su entrega y
dedicación al servicio del paciente pediátrico y a la enseñanza de la Pediatría.
En 1982 se le confirió el título de Profesor Emérito de la Universidad de
Ciencias Médicas de La Habana. A pesar de su delicado estado de salud,
nunca dejó de cumplir sus deberes asistenciales y académicos, hasta el
último momento de su fructífera vida.

Santiago de Jesús Valdés Martín (1931)


Nació en Pinar del Río y se graduó de médico en la Universidad de La
Habana, cuando comenzó a trabajar en el Hospital Municipal de Infancia,
después Hospital Infantil Pedro Borrás Astorga, con el Profesor Dr. José
Jordán, en la primera sala de enfermedades diarreicas agudas de Cuba.
Fue, en dos periodos, subdirector del Hospital Infantil Pedro Borrás As-
torga, donde, en el año 1967, inició la diálisis peritoneal en pacientes pediá-
tricos, y en 1981 impulsó la creación del primer servicio de Hemodiálisis en
el Hospital Pediátrico de Centro Habana. Desde 1988 participó directamente
en la atención a niños sometidos a trasplante renal, intervención realizada
entonces en dicha institución.
En 1994 organizó la Red Nefrológica Pediátrica Nacional para optimizar
la atención en esa esfera de la salud infantil en todo el país. En 1996 fue el
78 EL ARTE DE CURAR NIÑOS A TRAVÉS DEL TIEMPO

Presidente del comité organizador del i Congreso Iberoamericano de Ne-


frología Pediátrica y del iv Congreso de la Asociación Latinoamericana de
Nefrología Pediátrica. También, fue presidente de la Comisión Nacional de
Nefrología Pediátrica desde 1998 hasta el año 2004.
Autor principal de la obra Temas de Pediatría, dirigida a estudiantes
de pregrado y publicada por primera vez en 2006 por la editorial Ciencias
Médicas. Sus conferencias introductorias, metodológicas y magistrales,
impregnadas siempre de un profundo conocimiento y de su gran capacidad
para comunicarse, constituyen un modelo a seguir para los que aspiren a la
excelencia en tan difícil modo de enseñanza. Es considerado un verdadero
profesor de profesores y paradigma de profesional de la salud infantil.

Enzo Dueñas Gómez (1929)


Nació en Palmira, actual provincia de Cienfuegos. En 1960 se graduó de
Especialista en Pediatría y, a partir de entonces, se dedicó totalmente a la
Neonatología. Trabajó como pediatra y neonatólogo en Argelia y Nicaragua.
Recibió cursos de posgrado en Francia, Alemania, Canadá y la Unión Soviéti-
ca. En 1997 fue nombrado Profesor Consultante de Pediatría y Neonatología
de la Universidad de Ciencias Médicas de La Habana.
Ha sido uno de los principales artífices del Programa de Reducción de
la Mortalidad Infantil. Participó en el diseño y dirección de la Investigación
Perinatal Cuba 1973, que permitió entonces identificar las verdaderas causas
de mortalidad fetal y neonatal del país.
Fue jefe del Grupo Nacional de Pediatría del Ministerio de Salud Pública
durante 25 años, desde donde dirigió y coordinó la aplicación de diversos
programas para la reducción de la mortalidad infantil en diversas afeccio-
nes, como las perinatales, la enfermedad diarreica aguda y las infecciones
respiratorias agudas, así como para el diagnóstico y tratamiento de diversas
enfermedades crónicas de la infancia. Además, coordinó el Programa Na-
cional para el Desarrollo de la Neonatología en Cuba, desde mediados de la
década del 70 del pasado siglo.
Creó el curso de posgrado en Neonatología para enfermeras técnicas y
posteriormente para las de nivel universitario. Formó parte del colectivo de
profesores que diseña el programa de la residencia de Neonatología, como
especialidad independiente, en los años 80, y, en esa misma época, organizó
el plan nacional para el desarrollo de 40 unidades de cuidados intensivos
neonatales en Cuba.
DESTACADOS PEDIATRAS CUBANOS 79

En 1987 asumió la presidencia de la Asociación Latinoamericana de


Pediatría (ALAPE) y formó parte del Comité Permanente de la Asociación
Internacional de Pediatría en representación de América Latina, entre 1987
y 1992. Fue nombrado Experto Asesor de Neonatología de la Organización
Panamericana de la Salud (OPS) y la Organización Mundial de la Salud (OMS)
y trabajó como consultor para el desarrollo de programas de atención peri-
natal en diversos países de América, Asia y África.
En el año 2005 se le nombró Presidente de Honor de la Sociedad Cubana
de Pediatría, de la que fue su presidente en dos periodos de cinco años. Es
Miembro de Honor de casi todas las sociedades de Pediatría de Iberoamérica
y fue nombrado Profesor Visitante y Honorario de diversas universidades
médicas de América Latina.
Se destacó en la asistencia, la enseñanza y la investigación. Se le reco-
noce como Maestro de la Neonatología en Iberoamérica y por la obra de su
vida fue nombrado, en 2008, Miembro de Honor de la Sociedad Iberoameri-
cana de Neonatología.

Manuel de Jesús del Rojo y de la Concepción


(1931-2013)
Nació en Marianao. Una vez graduado de médico, alcanzó por concurso
oposición la plaza de Especialista en Pediatría y luego, ejerció como jefe de
los servicios de Enfermedades del Aparato Respiratorio y Afecciones Respi-
ratorias, del Hospital Infantil Pedro Borrás Astorga y del Hospital Pediátrico
Docente Juan Manuel Márquez, respectivamente.
Fue miembro permanente del tribunal para el otorgamiento de las
categorías de Doctor en Ciencias y Doctor en Ciencias Médicas, así como
miembro de los grupos nacionales de Pediatría y de Asma del Ministerio de
Salud Pública.
Fue Profesor Experto de la Universidad Virtual de Salud de la red Infomed
y nombrado Profesor de Mérito de la Universidad de Ciencias Médicas de
La Habana en el año 2009, en justo reconocimiento a su amplia trayectoria
académica.
Como fundador y primer presidente de la Comisión Nacional de Fibro-
sis Quística del Ministerio de Salud Pública, representó a Cuba en la Cystic
Fibrosis Worldwide (antigua International Cystic Fibrosis, Mucoviscidosis,
Association).
80 EL ARTE DE CURAR NIÑOS A TRAVÉS DEL TIEMPO

Participó en numerosas investigaciones y fue autor de varias publicacio-


nes. Perteneció a 10 sociedades científicas y fue Presidente de la Sociedad
Cubana de Pediatría por dos periodos. Por sus méritos y su trayectoria
académica, docente e investigativa, recibió diversos reconocimientos, como
la medalla Por la Educación Cubana, Orden Carlos J. Finlay y el Sello AIEPI
de la OPS.

Enrique Guzmán Rodríguez (1931-2013)


Nació en Galicia y llegó a Cuba como refugiado político junto a su madre
y su madrina. Al ingresar en la escuela de Medicina comenzó a trabajar en
la casa de socorros del municipio Regla, como practicante en el horario noc-
turno, y quizás como antecedente de lo que sería su mayor logro en la vida
profesional, ser el “Padre de los Cuidados Intensivos” en el país, le confiaron
el cuidado y manejo de un ventilador mecánico marca Edison, en el año 1953.
Estudió la especialidad e impartió docencia en el Hospital Pediátrico
Universitario William Soler, donde, en la segunda mitad de los años 60, fun-
dó la primera unidad de terapia intensiva de toda Iberoamérica, de la cual
fue su jefe y profesor principal. Durante varias décadas fue formador de
intensivistas pediátricos.
Desde 1980 hasta 1995 fue Presidente de la Comisión Nacional de Tera-
pia Intensiva en Pediatría y, desde el 2002, se desempeñó como profesor de
la junta directiva de la Cátedra de Urgencias y Medicina Crítica de la Escuela
Nacional de Salud Pública.
Miembro de Honor de la Sociedad Cubana de Pediatría y Titular de la
Asociación Latinoamericana de Pediatría. Fue, además, miembro fundador
y de Honor de la Sección de Infectología de la Sociedad Cubana de Pediatría
y, en el año 2004, fue nombrado Miembro de Honor de la Sociedad Gallega
de Pediatría. También, desde 2002, fue miembro fundador y de Honor de la
Sociedad Cubana de Medicina Intensiva.
Durante su vida profesional recibió decenas de reconocimientos, pre-
mios y condecoraciones como: Reconocimiento al Mérito por la Sociedad
Boliviana de Pediatría, Distinción “La Giraldilla de la Ciudad de La Habana” y
la Distinción por la Educación Cubana.
El profesor Dr. Enrique Guzmán fue, sin dudas, no solo uno de los más
célebres pediatras del país, sino un digno y destacado profesional de la salud
infantil de nuestros tiempos.
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