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como la forma del perfeccionamiento hacia el futuro, como un desarrollo del mundo.
Las naciones pudieron ser entonces observadas en una perspectiva de futuro, y de
ahí que el desarrollo y el futuro se vuelvan tan importantes para la sociedad moderna
(Luhmann 1998b).
Utilizando la perspectiva luhmanniana, resulta interesante observar que como
concepto histórico puede decirse que cultura ha sido una selección exitosamente
reestabilizada, y que como tal ha tenido consecuencias considerables, tanto en
la posterior semántica como en la propia diferenciación funcional de la sociedad
moderna. El concepto de cultura es un producto de la diferenciación social, en la
medida en que permitió separar la observación de la normatividad. Como tal ha
influido recursivamente en la diferenciación del conocimiento contra cualquier
resistencia por mantener una particular visión de objetividad.
La desontologización del mundo que ha favorecido el concepto de
cultura se aplica también a sí misma. Al tratar Luhmann el concepto de cultura,
fundamentalmente en su deriva semántica a través del análisis histórico, apunta
precisamente a develar que no es posible tratar cultura como descripción de “algo”
de cuya existencia no se duda. Cultura es una observación y, como tal, el observador
debe definir su alcance.
Si la cultura surge en la semántica de la sociedad en el siglo XVIII, como
reflexión científica de la sociedad sobre sí misma, el concepto de cultura aparece
dos siglos más tarde. En efecto, hacia la segunda mitad del siglo XIX, durante la
expansión colonial europea y en el contexto social del pleno auge del pensamiento
científico, se inician las explicaciones antropológicas con base en teorías de la
cultura (Rossi y O´Higgins, 1981). En su clásico estudio “Cultura Primitiva” de 1871,
Edward B. Tylor formula tal vez la primera definición de cultura como “aquel todo
complejo que incluye el conocimiento, las creencias, el arte, la moral, el derecho, las
costumbres y cualesquiera otros hábitos y capacidades adquiridos por el hombre en
cuanto miembro de una sociedad dada” (Tylor, 1871: 1).
Desde entonces y hasta nuestros días se han sucedido diversas escuelas
intentando dar cuenta de esa observación, que muestra a distintas comunidades
humanas viviendo de maneras claramente diferenciables. La caracterización de lo
que constituye “eso” que las hace específicas es lo que ha dado fundamento a las
distintas teorías de la cultura, a menudo surgidas de su oposición a consideraciones
sobre parcialidad, radicalidad o unilateralidad de las otras teorías.
La cultura ha sido concebida como un conjunto de rasgos identificables
posibles de rastrear mediante el estudio del lenguaje y descubrir sus significados
que son inconscientes a los individuos que los emplean (Boas, 1990); también como
pautas más o menos consistentes de pensamiento y acción (Benedict, 1934); como
configuraciones coherentes, producto de ciertos temas dominantes o principios
orientadores que comparten determinados grupos humanos (Benedict, 1948); como
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a tener una amplitud incompatible con la exactitud que requieren los conceptos
científicos, Luhmann decide abordarlo a través del análisis histórico, como hemos
visto en los párrafos anteriores. Pero ello no sólo como resultado de la extensión e
imprecisión que ha adquirido el concepto sino porque, según el autor, se lo ha tratado
como descripción de “algo” cuya existencia no se pone en duda, y, por ende, no se ha
entendido como una observación.
En consecuencia, en Luhmann no encontramos una utilización del concepto
como parte del andamiaje conceptual de la teoría, como tampoco un tratamiento de
la función que la cultura puede tener a nivel del operar de la sociedad como sistema
social comunicacional. Deberemos hacer una reflexión especial para determinar si
y cómo se justifica la utilización del concepto, más allá de su descripción histórica.
Pero antes de ello deberemos encontrar cómo, sin utilizar el concepto, Luhmann da
cuenta del fenómeno al que dicho concepto apunta. Podemos decir que intentaremos
encontrar los equivalentes funcionales a cultura utilizados por Luhmann y determinar
si ellos son o no suficientes, o si permiten o no describir mejor lo que queremos
entender bajo el concepto de cultura.
Ahora, si bien Luhmann no desarrolló explícitamente una teoría de la cultura,
encontramos suficientes conceptos específicos que nos permitirán centrar nuestra
atención en ellos. El primero de ellos es el de medios de comunicación simbólicamente
generalizados.
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generalizados. Los define como “aquellos medios que utilizan generalizaciones para
simbolizar la relación entre selección y motivación, es decir, para representarla como
unidad. Ejemplos importantes son: verdad, amor, propiedad-dinero, poder‑derecho;
hasta cierto punto también fe religiosa, arte y actualmente, quizás `valores básicos´
civilizatoriamente estandarizados” (Luhmann, 1991: 151-186).
Son, entonces, estos medios de comunicación simbólicamente generalizados
las estructuras más importantes destinadas a probabilizar la comunicación. La teoría
sostiene que alrededor de los medios de comunicación simbólicamente generalizados
se produce la formación de sistemas sociales, como un mecanismo de reducción de las
posibilidades de selección destinado a enfrentar la improbabilidad de la comunicación.
Los sistemas sociales organizan su diferenciación funcional en torno a un medio simbólico
específico. La sociedad moderna se nos presenta, de este modo, como un sistema de
sistemas funcionalmente diferenciados: el sistema político, el sistema económico, el
familiar, el educacional, el científico, el religioso y otros (Luhmann y De Georgi, 1993:
279-379).
Dada esta diferenciación de sistemas, la teoría de sistemas sociales
sostiene que la sociedad moderna no puede operar bajo una única racionalidad,
puesto que cada uno de los sistemas funcionalmente diferenciados reproduce sus
comunicaciones autopoiéticamente. En consecuencia, si cultura es entendida como
el “deber ser” en la sociedad, esto es, su integración normativa y valórica, no es
extraño que no haya espacio para una teoría de la cultura al interior de la teoría de
sistemas sociales.
Sin embargo, fuera de la concepción normativa de la cultura, Luhmann
nos ofrece alusiones a cultura, aunque no abordadas con la extensión y rigor que
caracterizan el tratamiento de conceptos claves por parte del autor. La primera alusión
dice relación con la semántica, específicamente con los temas que se seleccionan
en las comunicaciones. Otra, define cultura como la memoria de los sistemas, y
encontramos también alusiones a cultura en los conceptos de conocimiento y de
esquemas y guiones.
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12 Los esquemas no son representaciones, sino reglas para la realización de las operaciones.
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4. H���������������������������������������
acia una teoría sistémica de la cultura
Nos hemos propuesto desarrollar un concepto de cultura en el marco de
la teoría de sistemas sociales de Luhmann. Hemos afirmado que la comprensión
de la sociedad moderna debe agregar a la descripción del operar de sus sistemas
funcionalmente diferenciados, la observación del papel estructurante de la semántica.
13 Por script Luhmann entiende secuencias temporales como comprar un ticket aéreo antes de tomar el avión.
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de él, los elementos que lo componen —o los conceptos que describen sus aspectos
parciales—, pierden el sentido que los vincula y los integra en una realidad emergente
que no es la mera sumatoria de éstos. Las semánticas sedimentadas de las que
consta una cultura constituyen una constelación coherente, esto es, mantienen una
unidad de sentido entre sí.
Al igual que el lenguaje, en tanto idioma, que no es nunca el mismo en
las distintas localidades, grupos humanos, niveles socio-económicos, ámbitos de
conocimiento, niveles educacionales o épocas históricas, la cultura también permite
una gran variabilidad. Correspondientemente, así como cada idioma, por mucho que
varíe según su uso en diferentes ámbitos de la sociedad, es reconocible y mantiene
su unidad, también la cultura es observable en su unidad. Tal unidad es posible de
ser reconocida aun en la sociedad moderna donde las semánticas se multiplican y
no son reductibles a principios o valores centrales. Incluso si aceptamos con Derrida
que la sociedad contemporánea es un todo iterable sin unidad de sentido (Derrida,
1989), podemos observar una unidad a través del concepto de cultura, aun en la
sociedad moderna.
El punto oscuro de la teoría de sistemas sociales que pretendemos iluminar
con el concepto de cultura que construimos, nos permitirá explicar cómo entendemos
la siguiente expresión de Luhmann: “operamos en la telaraña que se teje al operar
nosotros dentro de ella” (Luhmann, 1996a: 101). Comprendemos la telaraña como
aquella reducción del sentido que se forma a través de semánticas sedimentadas.
Así, los sistemas sociales que componen la sociedad no estarían operando en el
horizonte total del sentido sino en una reducción de éste. Podemos decir así que
la sociedad “opera” en la telaraña de la cultura. Las operaciones son, obviamente,
comunicaciones. Así, la telaraña de la cultura, a la vez que establece los límites del
sentido para una sociedad y época determinadas, se forma a partir de las propias
comunicaciones seleccionadas por la sociedad.
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4.4. En síntesis
Podemos ahora responder las preguntas que nos hiciéramos al comienzo
de este texto, en cuanto a si se justifica el uso del concepto de cultura y si nuestro
análisis anterior permite restringir su amplitud y especificar su alcance.
Hemos expresado el convencimiento de que cultura sigue siendo un
concepto poderoso para observar y explicar tanto unidades como diferencias en la(s)
sociedad(es), incluyendo la sociedad contemporánea. Ello a partir de que, por una
parte, observamos una persistencia de su uso en la auto-observación de la sociedad
y, por otro, encontramos un punto oscuro en la teoría de sistemas sociales que dificulta
dicha observación. Hemos afirmado que el concepto de medios de comunicación
simbólicamente generalizados no nos permite observar la unidad de la sociedad, lo
que pretendemos dar cuenta con el concepto de cultura. Los medios de comunicación
simbólicamente generalizados no pueden ser el equivalente funcional a un concepto
de cultura entendido, no como la normatividad que garantiza la integración social,
sino como una semántica que refleja la unidad de la sociedad.
Creemos que desde la perspectiva de dar cuenta de la unidad con que se
auto-observa la sociedad contemporánea a pesar de su creciente diferenciación, la
observación semántica de la sociedad nos ofrece una visión que complementa la
observación de la diferenciación funcional. La sociedad contemporánea continúa
utilizando el concepto de cultura para observar su unidad, mientras simultáneamente
auto-observa su progresiva diferenciación. El concepto de cultura resulta útil, de
este modo, para observar una unidad semántica a pesar de la diferencia estructural.
Hemos afirmado que el concepto de cultura que pretendamos desarrollar debe ser
especialmente útil para describir la unidad de la sociedad contemporánea, puesto
que ésta no se deja capturar por los conceptos tradicionales de cultura dado que es
una sociedad policontextual, en la que se da una simultaneidad de comunicaciones
de enorme diversidad.
La teoría de sistemas sociales nos ha ofrecido premisas y argumentos
suficientes para construir dicho concepto de cultura. El argumento epistemológico nos
ha permitido la construcción de un concepto de cultura que no necesita sustentarse
en su correspondencia con una realidad externa, sino sólo en las construcciones de
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elector, la referencia externa del sistema al interior del sistema (Torres 2004). El
público elector en una política democrática moderna que no opera por aclamación
sino por elección es cada vez menos masa y cada vez más individuo. El constante
recurso a las encuestas de opinión por parte de la política para tomar decisiones
y reorientar sus programas confirma esta consideración del público elector como
agregación de individuos diferenciados y no como masa unitaria. La diferenciación
semántica crecientemente relevante en la política latinoamericana de “problemas
de los políticos/problemas de la gente”, reintroduce también esta semántica de la
individualidad en la comunicación política. La tendencia de esta semántica no parece
dar muestras de retroceso en la comunicación política en años próximos, más aún
si las tendencias a la desterritorialización y la globalización llevan a una creciente
pérdida de vínculo comunitario.
La semántica de la individualidad es uno de los ejemplos que podemos
rescatar para perfilar el concepto de cultura en la teoría de sistemas. Así como
ésta operan también otras semánticas –materialidad de mundo, causalidad lineal,
separación sujeto/objeto, linealidad temporal, entre otras– de manera similar a la
individualidad. No hay espacio aquí para desarrollarlas, pero sobre ellas se alzan los
fundamentos de nuestra cultura moderna, los que reducen las diferencias a lo que
hemos descrito aquí como la unidad de la cultura.
Post Data
Una de las mayores críticas que ha recibido la teoría de sistemas sociales
desarrollada por Niklas Luhmannn apunta a su aparente falta de compromiso con los
problemas sociales que enfrenta la sociedad contemporánea. A nuestro juicio, ello
es resultado del carácter no normativo de la teoría de los sistemas sociales lo que,
a su vez, es producto del profundo afán de rigor científico al que aspira Luhmann.
El autor desconfía de las propuestas idealistas que terminan ahogadas en las
consecuencias inesperadas de las propias soluciones planteadas14 (Navas, 1989).
Nosotros desconfiamos también; lo que no es equivalente ni a una indiferencia social
ni a una renuncia a que, junto a un propósito explicativo científico pueda abrigarse,
además, un afán de contribuir a enfrentar la crisis en la que se auto-observa la
sociedad contemporánea.
Desde la perspectiva que hemos desarrollado, podemos sostener que el
concepto de cultura no sólo permite la descripción de la unidad de la sociedad,
sino que, además, resulta particularmente importante para la intervención social,
en cuanto capta los problemas auto-observados por la sociedad en su dimensión
semántica. Ello puede dar sustento a una teoría de la intervención social de base
semántico-sistémica, capaz de hacer frente a las dificultades que opone la sociedad
14 Al respecto ver la discusión sobre el tema en el texto de Alejandro Navas: La teoría sociológica de Niklas Luhmann
(Navas, 1989: 359-484).
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