Comentario A La Coram Erlebach
Comentario A La Coram Erlebach
Comentario A La Coram Erlebach
Rafael RODRÍGUEZ-OCAÑA
Profesor Ordinario de Derecho Procesal Canónico
Facultad de Derecho Canónico. Universidad de Navarra
[email protected]
En cuanto al caso que nos ocupa, la primera parte del objeto del juicio,
fijado por el tribunal de primera instancia en los siguientes términos: el «erro-
re dell’uomo sulla donna a norma del can. 1097», podía entender tanto error in
persona (can. 1097 § 1) como error circa qualitatem directe et principaliter inten-
tam (can. 1097 § 2). Por lo tanto la interpretación hecha en la segunda ins-
tancia, en Milán, parece ser del todo correcta.
Cabe preguntarse por qué la sentencia rotal se expresa en términos dubi-
tativos sobre la validez de la interpretación esgrimida por el tribunal local de
apelación (n. 6). Es difícil dar una respuesta, sin tener acceso a las actas del
proceso.
No puede excluirse, por tanto, que con una formulación tan genérica
del dubium hecha en primera instancia en relación al error se podría en-
tender, explicitado después de algún modo en la sentencia de primera ins-
tancia, como una referencia a la antigua problemática sobre el error susci-
tada por la famosa sentencia coram Canals. Conviene tener presente, en
efecto, que uno de los fautores de la solución propiciada por la coram Ca-
nals fue Mons. Giuseppe Ricciardi, por entonces vicario judicial del tribu-
nal donde se inició la causa, el cual en calidad de juez de dicho tribunal es-
cribió el siguiente artículo: Errore sulla persona ed errore sulla qualità della
persona intesa direttamente e principalmente nel matrimonio canonico, in La
nuova legislazione matrimoniale canonica. Il consenso: elementi essenziali, difet-
ti, vizi, Studi giuridici – X, Libreria Editrice Vaticana, Città del Vaticano
1986, 63-87.
Por lo demás, aparece una cierta incoherencia entre la fórmula de la duda
decretada por el tribunal de primera instancia, la parte dispositiva de la sen-
tencia de primera instancia y la fórmula de la duda fijada en la Rota.
La sentencia de primera instancia fue pro nullitate «ex capite erroris viri cir-
ca qualitatem mulieris conventae» (sent. rotal, n. 2), y puesta en relación con la
formulación de la duda fijada en primera instancia, sugeriría que la norma de
derecho sustancial a aplicar fuera el can. 1097 § 2. En cambio, la sentencia ro-
tal que comparte la formulación del «error viri circa qualitatem mulieris conven-
tae», declara nulo el matrimonio sustancialmente en referencia al can. 126,
aunque la misma sentencia rotal afirma que no hay ningún cambio sustancial
en el objeto del juicio entre la primera y la tercera instancias (sentencia rotal,
n. 6). Incluso aquí, sin embargo, sin tener la sentencia de la primera instancia,
nadie sabe a ciencia cierta cómo fue entendido el objeto del juicio en esa ins-
tancia.
1
C. DE DIEGO-LORA – R. RODRÍGUEZ-OCAÑA, Lecciones de Derecho procesal canónico, Eunsa, Pam-
plona 2003, 345.
2
Cfr. ibid.
dicción patente con el principio mismo de iniciativa de que no hay proceso sin
juez, por introducir en el proceso, a instancia de una parte, elementos espu-
rios a los que ya pretendieron ambas partes al acudir a los tribunales de justi-
cia en la Iglesia. Sin embargo, el can. 1620, n. 8º, excluye de la nulidad abso-
luta la sentencia incongruente cuando su incongruencia es sólo parcial y no
total. De este modo, la norma canónica se modera a sí misma, poniendo una
vez más una nota de humanidad y también de comprensión, alejada del rigor
legis, en un tema tan exigente para la doctrina procesal canónica, preocupada
por garantizar la coherencia entre sentencia y petitum. Con tal postura se evi-
ta al proceso canónico incurrir en nulidades absolutas por un vicio que, si
afecta al pronunciamiento de la sentencia, no la daña sin embargo de modo
absoluto» 3.
b) Una segunda cuestión procesal que suscita el caso es el hecho de la
admisión de un fuera de plazo: en este supuesto han transcurrido cuatro años
entre la sentencia y la apelación a la Rota. La sentencia rotal no refiere cuáles
fueron los presupuestos de hecho por los cuales fue admitida una apelación
fuera de plazo perentorio establecido por el can. 1630 CIC.
¿Qué hacer cuando los plazos fatales de apelación han trascurrido?
El efecto procesal de una sentencia no recurrida es la firmeza de la deci-
sión del tribunal que la dictó. Si estamos en el caso de un proceso de nulidad
de matrimonio que decidió pro nullitate en una causa, antes de la reforma que
entra en vigor el 8 de diciembre de 2015, la firmeza de esa única sentencia no
deviene ejecutiva, si no ha sido confirmada previamente mediante decreto o
sentencia por el tribunal superior 4.
También es firme la sentencia pro vinculo que no ha sido apelada en se-
gunda instancia. Esa firmeza impide una nueva apelación ordinaria, cabe sin
embargo la revisión de la sentencia por el tribunal superior, sin que sean ne-
cesario aducir nuevas y graves pruebas o razones por ser su firmeza sobreve-
nida, es decir no causada por una segunda decisión conforme. Así lo estable-
cía la Signatura Apostólica en la Declaratio de foro competenti in causa nullitatis
matrimonii, post sententiam negativam in prima instantia latam, de 3 de junio de
1989 (AAAS 81 [1989] 988-990) 5.
3
Ibid., 346.
4
Cfr. C. MORÁN – C. PEÑA, Nulidad de matrimonio y proceso canónico, Dykinson, Madrid 2007, 546.
5
Cfr. también en Ius Ecclesiae 2 (1990) 343-345.
6
Tal vez considerando el tribunal que la jurisprudencia rotal mayoritaria rechaza la retroactividad
del dolo, se podría entender que no hayan querido entrar en el dolo si consideran probado el
error: lo ha hecho la misma Rota Romana, p.e. en una sentencia c. Pompedda que en su día co-
mentó H. FRANCESCHI, La connessione tra l’errore nella qualità “directe et principaliter intenta” ed il
dolo invalidante del consenso matrimoniale (commento a una sentenza c. Pompedda), Ius Ecclesiae 6
(1994) 573-608, y el propio Erlebach, como veremos más adelante.
nione che almeno qualche caso ammette che il can. 1098 possa applicarsi an-
che ai matrimoni contratti prima dell’entrata in vigore del nuovo codice» 7. Sin
embargo, sin entrar en la cuestión, carga a la vez la fuerza de su argumenta-
ción para negar el error en cualidad directa y principalmente pretendida en el
hecho de que la reacción del esposo fue debida exclusivamente a la decepción
por el engaño sufrido. En mi opinión, lo que parece difícil de probar es esa
afirmación del tribunal, frente a numerosos hechos aportados en las propias
actas del proceso.
La fijación del capítulo de nulidad acerca del error en la tercera instancia
llama la atención por la generalidad con que lo expone el turno rotal: «por
error del esposo actor sobre una cualidad de la mujer demandada». El ponen-
te, por su parte, lo justifica en el in iure señalando que la cuestión sustancial es
el error (independientemente de su conceptualización o de la designación de
los capítulos de nulidad) 8.
Al analizar los casos en los que el error en cualidad de la comparte pue-
de ser relevante de algún modo, Erlebach distingue cinco supuestos. El pri-
mero tiene lugar cuando la cualidad sobre la que recae el error resulta indi-
viduante de la persona misma, y se reconduce al can. 1097 § 1. El segundo se
trataría del error acerca de la cualidad directa y principalmente pretendida
(can. 1097 § 2), porque faltando ésta «falta el objeto principal del consenti-
miento matrimonial. No importa que un objeto de este tipo se haga princi-
pal sólo por la voluntad del sujeto» 9. El tercero se refiere a un error en cua-
lidad que recae en una condición sine qua non (cfr. can. 126); también aquí,
«como en todo acto jurídico», la nulidad se produce por la naturaleza misma
del consentimiento, única causa eficiente «quam ob rem si contrahens ali-
quam qualitatem subiective sumit uti circumstantiam condicionis implicitae a
qua pendere facit consensum, et haec qualitas revera deest, consensus eo ipso
non consequitur effectum iuridicum sibi proprium» 10. El cuarto tipo de error
tiene lugar cuando el contrayente quiere hacer pender su consentimiento ex-
plícitamente de la cualidad deseada, y sería un supuesto claro del consenti-
miento condicionado contemplado en el can. 1102. Y el quinto tipo de error
(can. 1098) sería el que versa sobre algunas cualidades de la comparte que,
7
Cfr. In facto, n. 17.
8
Cfr. In iure, n. 3; In facto, n. 12.
9
Cfr. In iure, n. 3 c).
10
Ibid., n. 3 d).
aun no siendo por si mismas causas de nulidad, lo son por la voluntad del le-
gislador 11.
En opinión del ponente el error en cualidad directa y principalmente pre-
tendida (can. 1097 § 2) y el que recae en una condición implícita (can. 126), son
de orden sustancial y por tanto convergerían en un único capítulo de nulidad
–por «error en cualidad»– debiendo dejarse la determinación acerca de si se
trata de uno u otro caso para el momento de la discusión y resolución 12. Ya hace
unos años que Erlebach defiende este tratamiento conjunto y sistemático de to-
dos los casos en que el error puede tener relevancia de algún modo en el de-
fecto o vicio del consentimiento matrimonial. Para el ponente puede darse en
el contrayente una intencionalidad rotunda que, sin embargo (por ejemplo, por
tratarse de una cualidad negativa, como la ausencia de SIDA en el otro contra-
yente) no llegue a constituir una condición explícita: «allora una tale fattispe-
cie potrebbe cadere sotto la norma stabilita dal can. 126 (“error qui recidit in
condicionem sine qua non”) 13». De ahí que el Ponente venga proponiendo el
empleo de un término genérico (error en la cualidad del otro contrayente) en
la fijación del dubium, de modo que pueda abarcar cualquiera de los casos.
La cuestión que aquí se plantea es dónde colocar conceptualmente el
error que implica o se traduce a través de la condición implícita. Ya hace casi
medio siglo (desde la Sentencia c. Canals de 1970), e incluso antes, una parte
de la doctrina canónica ha considerado que el error en cualidad directa y prin-
cipalmente pretendida en realidad se fundamenta en una condición implíci-
ta 14. Junto con otros autores, me inclino por la opinión contraria: la autono-
11
Sorprende un poco esta expresión referida a la cualidad sobre la que recae el dolo: «por la vo-
luntad del legislador»: porque en realidad hoy día no se discute que el fundamento de la nulidad
por el dolo se apoye en el derecho natural, aunque obviamente la formalización concreta de-
penda del legislador. Quizá el Ponente se esté refiriendo a esto.
12
Ibid., n. 4.
13
G. ERLEBACH, Il «capo di nullità» secondo la giurisprudenza della Rota Romana, Quaderni dello Stu-
dio Rotale 19 (2009) 139. Actualmente ya no se trata de una opinión personal, sino tal vez de
una corriente jurisprudencial de la Rota Romana, en la que pueden contarse más de 15 senten-
cias desde 1993 hasta 2012: de ellas, cinco de Turnaturi y 3 del propio Erlebach.
14
Es un tema, en efecto, muy antiguo y muy discutido: cfr. entre muchos, G. CARNERO, Nulidad por
error acerca de la persona o de sus cualidades, en Las Causas Matrimoniales, Instituto San Raimundo de
Peñafort, Salamanca 1953, 205-232; R. COLANTONIO, Error qualitatis redundans in errorem perso-
nae e voluntas conditionata, Monitor Ecclesiasticus 108 (1983) 196-209; G. RICCIARDI, Errore sulla
persona ed errore sulla qualità della persona intesa direttamente e principalmente nel matrimonio canoni-
co, Il Diritto Ecclesiastico I (1985) 168-196; IDEM, en La Nuova Legislazione Matrimoniale Canoni-
ca, Libreria Editrice Vaticana, Città del Vaticano 1986, 63-87; P. A. BONNET, Condizione impropria
ed errore sulla ‘qualitas directe et principaliter intenta’ quali cause di nullità matrimoniale, Il Diritto
Ecclesiastico II (1985) 406-473; J. FORNÉS, Derecho Matrimonial Canónico, Tecnos, Madrid 52008.
Puede consultarse también, p.e., J. FERREIRO GALGUERA, El error en cualidad en el Derecho matri-
monial canónico: Aproximación histórica, legislativa y jurisprudencial, Tórculo Edicións, Santiago de
Compostela 1999; H. FRANCESCHI, Algunas consideraciones sobre el error de hecho –en la persona o en
sus cualidades– y su relación con el error dolosamente causado, en Curso de derecho matrimonial y procesal
canónico para profesionales del foro: (XII), Publicaciones Universidad Pontificia, Salamanca 1996,
249-266; C. PEÑA GARCÍA, La incidencia del error sobre cualidad y del error redundans en el consenti-
miento matrimonial, Revista Española de Derecho Canónico (REDC) 56 (1999) 697-720; R. LLA-
NO, O erro sobre a identidade e as qualidades do outro cônjuge no novo Código, Direito e Pastoral (1988)
233-249 (interesantes observaciones sobre la prueba del can. 1097 § 2); respecto a la parte doctri-
nal, resulta particularmente desarrollado el texto de P.-J. VILADRICH, El consentimiento matrimonial.
Técnicas de calificación y exégesis de las causas de nulidad (cann. 1095-1107), Eunsa, Pamplona 1998.
15
Cfr. J. I. BAÑARES, La relación intelecto-voluntad en el consentimiento matrimonial: notas sobre los cann.
1096-1102 del CIC 83, Ius Canonicum 36, 66 (1993) 553-606; IDEM, En torno al tratamiento del
‘error qualitatis’ en el Código actual, Ius Canonicum 28, 56 (1988) 647-662; IDEM, Error «causam
dans» y error en cualidad directa y principalmente pretendida, Ius Canonicum 35, 69 (1995) 103-115.
Para que exista el dolo como causa de nulidad, debe haber una pars deci-
piens, que engaña a uno de los contrayentes con la intencionalidad de obtener
su consentimiento matrimonial. Pues bien, en el caso consta que alrededor de
tres meses después de contraer matrimonio el esposo percibió la falta de ciclo
menstrual por parte de su mujer y le preguntó sobre el particular, pero ella «al
principio negaba cualquier anomalía e intentó obviar esta cuestión». Luego,
ante la insistencia del esposo, la demandada le explicó que a los 9 o 10 años
tuvo la primera presencia de sangre y su madre se asustó y le llevó al médico;
éste le puso una inyección y desde entonces nunca más había tenido el ciclo.
Cuando el marido le exigió una visita médica al ginecólogo, ella rechazó la
idea y explicó que ya había acudido a consultas anteriormente y sabía que de
ningún modo podía tener hijos. Por fin visitó al médico, que confirmó la casi
total certeza de la incapacidad para engendrar, y ella no quiso ya realizar al-
gunas otras pruebas que el ginecólogo deseaba que hiciera 17.
16
De hecho, así lo había hecho Erlebach en alguna sentencia anterior del 31 de enero de 2002: cfr.
el comentario del mismo H. FRANCESCHI, Il fondamento giuridico del dolo come causa di nullità del
matrimonio e la questione della retroattività o meno del canone 1098, Ius Ecclesiae 19 (2007) 99-136.
17
Cfr. In facto, n. 8.
El propio tribunal recoge que «ella declaró que ya antes de las nupcias
conocía el hecho de su propia esterilidad (...) aunque no al cien por cien». En
realidad, desde los 16 años un médico ya se lo había dicho, puesto que no te-
nía ovulación. Como reconoce la sentencia, la propia demandada confesó bajo
juramento: «debo afirmar que no le dije la verdad a M., es más, le oculté la
realidad de los hechos. Se hablaba de hijos y yo, a pesar de conocer el pro-
blema, me callé, quizá por miedo de perderlo, quizá porque estaba muy ena-
morada. El actor no podía descubrir la realidad antes del matrimonio: no vi-
víamos juntos, no teníamos relaciones, por lo que, con mi silencio, M. no
podía dudar» 18.
También reconoce la sentencia que «los testigos confirman unánime-
mente las declaraciones de las partes sobre la esterilidad de la Demandada, así
como el silencio de la mujer sobre la enfermedad que ella padecía ya desde la
adolescencia» 19. Incluso, argumentando frente a los razonamientos de la de-
fensora del vínculo, el tribunal rotal recuerda los testimonios de los médicos
(anteriores a la celebración de la boda) y afirma: «estos testimonios junto con
las declaraciones hechas por la mujer sobre los exámenes médicos y los trata-
mientos recibidos ya antes de la celebración del matrimonio, no admiten duda
alguna razonable sobre la esterilidad de la Demandada en el tiempo de las
nupcias 20».
Llegado a este punto, el tribunal afirma que «realmente puede admitirse
como probado el error» 21 del demandante acerca de la capacidad procreadora
de su mujer, y también la verdad acerca de tal incapacidad... pero no dice una
palabra acerca de la intención dolosa de parte demandada, ni de su engaño,
cuando esto lo primero que parece desprenderse de todo el relato.
18
Cfr. In facto, n. 9.
19
Cfr. In facto, n. 10.
20
Cfr. In facto, n. 11. El texto de la sentencia recuerda también que antes de las nupcias la deman-
dada había realizado algunos tratamientos, pero sin éxito.
21
Cfr. In facto, n. 12.
22
Otra cosa distinta hubiera sido si, a pesar del engaño de la comparte, el otro contrayente hubie-
ra descubierto la verdad por cualquier medio: ahí ya hubiera dejado de haber una lesión objeti-
va de su libertad.
hasta pasados varios meses después del matrimonio) y por otra parte influyó
verdaderamente en el contrayente, tanto por la importancia de la cualidad en
sí, como por su modo particular de apreciarla.
Cuando se da esta cadena de causalidad entre la intención del decipiens, el
error causado en la pars decepta, y la interferencia de tal error en el proceso de
formación de su voluntad de contraer, queda probada la acción propia del
dolo. Sólo restará comprobar si la cualidad acerca de la cual se hace errar al
contrayente «suapte natura consortium vitae coniugalis graviter perturbare potest».
condición suficiente. Pienso que si en algún supuesto el error recae en una cua-
lidad que en general y de modo abstracto podría considerarse capaz de pro-
ducir graves trastornos en la vida matrimonial, pero en el caso concreto no
afectó al proceso de elección del cónyuge (porque subjetivamente no influyó
en la voluntad matrimonial, porque no estimaba particularmente tal cualidad,
porque deseaba la conyugalidad muy por encima de toda cualidad, etc.,), en-
tonces no habría dolo, porque de hecho –y a pesar de la acción dolosa y de la
intencionalidad, y de la importancia objetiva de la cualidad–, no se habría da-
ñado la libertad, porque ese error no habría llegado a interferir en el proceso
electivo del contrayente 23.
Sin embargo en este caso queda también patente por los testimonios de
los testigos –unánimes– y de ambas partes, que el contrayente engañado valo-
raba la posibilidad de tener hijos y deseaba formar una familia con prole: de-
seos que no dejó de manifestar en público y en privado a su comparte.
Todavía queda un dato para añadir. Es conocido que a la hora de probar
el error conviene comprobar la reacción de la parte implicada al salir del error
en que se encontraba y los hechos ocurridos a partir de aquel momento. En
este caso también resulta patente: desde los primeros meses del matrimonio
existe cierta duda, luego cierta sospecha, impaciencia y preocupación, y más
tarde insistencia para acudir a las pruebas médicas... y por último el deterioro
final de la relación proviene de la conclusión cierta tanto de la cualidad ocul-
tada como del engaño producido.
De todo ello quizá podría también concluirse (tal vez incluso con certe-
za) que nos hallamos ante un caso de un error acerca de una cualidad directa
y principalmente pretendida. Pero sinceramente, como he intentado mostrar,
me parece más fácil –casi diría evidente– la prueba de todos y cada uno de los
elementos de la figura del dolo.
Tratándose de la misma cualidad, del mismo error, de los mismos hechos
antes y después del matrimonio, de idénticas confesiones y testimonios, me
parece que la diversidad en la calificación jurídica del supuesto de hecho no
23
Imagínese por ejemplo que en el caso presente el esposo, al descubrir la situación de la esposa,
reacciona diciéndole que no se preocupe, que él la quiere como esposa más que como madre,
que pondrán los medios posibles, o adoptarán hijos, o realizarán otras actividades para niños de
otros matrimonios, etc. Sería claro que ese error –aun causado dolosamente– en realidad no in-
terfirió en la voluntad de contraer del esposo, y por tanto no habría lesión de su libertad, pese a
la intencionalidad manipuladora de la comparte, a la que también ha comprendido y perdonado
su silencio.
24
Sobre el particular puede verse J. LLOBELL, El valor jurídico de la instr. Dignitas connubii, su re-
cepción eclesial, el objeto y la conformidad de la sentencia, y la certeza moral, en R. RODRÍGUEZ-OCA-
ÑA – J. SEDANO (eds.), Procesos de nulidad matrimonial. La Instrucción Dignitas connubii, Eunsa,
Pamplona 2006, 287-298; vid., sobre todo, IDEM, Il concetto di conformità equivalente alla luce
dell’art. 291 della Dignitas connubii, en H. FRANCESCHI – M. A. ORTIZ (a cura di), Verità del con-
senso e capacità di donazione. Temi di diritto matrimoniale e procesuale canonico, EDUSC, Roma 2009,
511-561: en las últimas páginas, el A. hace referencia a las opiniones concretas de A. STANKIE-
WICZ y de G. ERLEBACH.