4.doctrina de Jesucristo

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Doctrina de Jesucristo

La enseñanza más importante y clara que debe de tener un cristiano es sobre la deidad de Jesús.

Deidad significa divinidad, hoy aprenderemos que Jesús es Dios.

La fe en la deidad de Cristo es necesaria para ser un cristiano, es una parte esencial del evangelio de
Cristo del Nuevo Testamento.

La confesión de la deidad de Cristo surge de los múltiples testimonios del Nuevo Testamento. Cristo
se nos revela no solo como siendo preexistente a la creación, sino eterno. Se nos dice que en el
principio era con Dios y que también Él era Dios.

▪ Juan 1:1-3.
“En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.
Este era en el principio con Dios.
Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho”.

Que sea con Dios requiere una diferencia personal dentro de la Divinidad, sea Dios requiere que esté
incluido en la Divinidad.

En otros pasajes, el Nuevo Testamento le atribuye a Jesús términos y títulos que son claramente
títulos divinos. Dios le otorga el título divino de: Señor.

▪ Filipenses 2:9-11.
“Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para
que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo
de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre”.

Como Hijo del Hombre, Jesús dice ser el Señor del día de reposo (Marcos 2:28) y de tener autoridad
para perdonar pecados (Marcos 2:1-12).

Cuando el paralítico de Marcos 2:5 fue bajado del techo por sus amigos, la primera reacción de Jesús
fue decir que los pecados del hombre le eran perdonados. Los escribas sabían las implicaciones de
esta declaración, porque sólo Dios podía perdonar los pecados. Por lo tanto, entendían que Jesús,
cuando dijo esas palabras, estaba ejerciendo un privilegio divino o estaba blasfemando.

Jesús tuvo la oportunidad de aclarar las cosas negando que tuviera la autoridad para hacer lo que
solo Dios puede hacer. Pero su respuesta refuerza su atribución de divinidad.
Enseguida Jesús se dio cuenta de lo que estaban pensando los escribas, así que les preguntó:
▪ Marcos 2: 8-12
¿Qué es lo que cavilan en su corazón? ¿Qué es más fácil, que le diga al paralítico: Tus pecados te son
perdonados, o que le diga: Levántate, toma tu camilla y anda? Pues para que ustedes sepan que el
Hijo del Hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados, éste le dice al paralítico:
“Levántate, toma tu camilla, y vete a tu casa”. Enseguida el paralítico se levantó, tomó su camilla y
salió delante de todos, que se quedaron asombrados y glorificando a Dios, al tiempo que decían:
¡Nunca hemos visto nada parecido!

Para confirmar su autoridad Jesús no solo perdonó públicamente los pecados del paralítico, sino que
le ordenó levantar su lecho y volver a su casa. Este pasaje muestra que Jesús hizo afirmaciones y
realizó milagros que revelan su propia divinidad.

Se le llama el "Señor de la gloria" (Santiago 2: 1) y acepta la adoración de Tomás cuando le confiesa


"Señor mío, y Dios mío" (Juan 20:28).
En Apocalipsis 22 podemos ver que solo se puede adorar a Dios y es evidente que Jesús recibió,
recibe y recibirá adoración porque Él es Dios.

▪ Apocalipsis 22:8-9
“Yo Juan soy el que oyó y vio estas cosas. Y después que las hube oído y visto, me postré para adorar
a los pies del ángel que me mostraba estas cosas.
Pero él me dijo: Mira, no lo hagas; porque yo soy consiervo tuyo, de tus hermanos los profetas, y de
los que guardan las palabras de este libro. Adora a Dios”.

Pablo nos dice que en Él habita toda plenitud de la divinidad (Colosenses 1:19). Jesús es más alto que
los ángeles, un tema reiterado en el libro de los Hebreos. Adorar a un ángel o a cualquier criatura, no
importa lo exaltada que sea, es violar la prohibición bíblica en contra de la idolatría. Los Yo soy del
evangelio de Juan también son un testimonio de la identificación de Cristo con la Deidad.

Referencias bíblicas:
✓ Marcos 2:28
✓ Juan 1:1-14
✓ Juan 8:58
✓ Juan 20:28
✓ Filipenses 2:9-11
✓ Colosenses 1:19

Esto se pone interesante.

¿Jesús fue un subordinado?

En nuestro idioma resulta claro que ser un subordinado de alguien es estar "bajo" la autoridad de esa
persona.
Un subordinado no es un igual; un subordinado no goza de la misma jerarquía que su superior.
Nuestra cultura considera la subordinación con la desigualdad. Pero en la Trinidad todos los
miembros son iguales en naturaleza, en honor y en gloria.
Los tres son eternos, preexistentes; participan de todos los aspectos y los atributos de la Deidad.

En el plan de Dios para la redención, el Hijo voluntariamente asume un papel subordinado al Padre. Es
el Padre quien envía al Hijo al mundo. El Hijo en obediencia viene a este mundo para hacer la
voluntad del Padre. Debemos tener mucho cuidado; no se trata de una obediencia forzada. Como son
iguales en gloria, el Padre y el hijo son de una misma voluntad.

El Padre desea la redención tanto como la desea el Hijo. El Hijo está deseoso por cumplir la obra de la
salvación, tanto como el Padre está deseoso de que Él la cumpla. Jesús declaró que lo consumía el
celo por la casa de su Padre en Juan 2:17 y que su comida y bebida era hacer la voluntad del Padre.

Lo siguiente nos ayudará a tener claro este punto.

Al someterse a sí mismo a la perfecta voluntad de su Padre, Jesús hizo lo que nosotros no estábamos
dispuestos a hacer, ni éramos capaces de hacer, por nosotros mismos.
Obedeció la ley de Dios de manera perfecta. En su bautismo Cristo le dijo a Juan: "Porque así
conviene que cumplamos toda justicia" (Mateo 3: 15).

Toda la vida y el ministerio de Jesús demuestran esta perfecta obediencia. Al obedecer la ley de
manera perfecta, Jesús logró dos cosas importantes. Por un lado, cumplió con los requisitos para ser
nuestro Redentor, el Cordero sin mancha. Si Jesús hubiese pecado, no podría haber expiado sus
propios pecados, mucho menos los nuestros. Por otro lado, su perfecta obediencia le mereció la
recompensa prometida por Dios a todos quienes guardan su pacto. Mereció las recompensas del
cielo que ahora las ha entregado a nosotros. Como el Subordinado, salvó a un pueblo que se había
insubordinado.

EL PADRE y EL HIJO son iguales en el ser y en los atributos eternos.


Aunque Cristo es igual al Padre en términos de su naturaleza divina, está subordinado al Padre en su
papel en la redención.
La subordinación no implica ser "inferior".
La subordinación de Cristo es voluntaria.
La perfecta obediencia de Cristo hizo que cumpliera los requisitos para llevar el pecado de su pueblo
y ganarse las recompensas del cielo prometidas a los redimidos.

Referencias bíblicas:
✓ Juan 4:34
✓ Filipenses 2:5-8
✓ Hebreos 10:5-10
✓ Juan 5:30
✓ Hebreos 5:8-10
LA HUMANIDAD DE CRISTO

Que Dios el Hijo haya tomado sobre sí mismo una naturaleza humana es una doctrina de suma
importancia.

Jesús es verdadero hombre y verdadero Dios; la humanidad y divinidad de Cristo están unidas sin
confusión, sin mutación, sin división y sin separación, cada naturaleza conservando sus propios
atributos. Debemos distinguir entre las dos naturalezas de Jesús sin separarlas.

Cuando Jesús tiene hambre, por ejemplo, vemos una manifestación de la naturaleza humana, no de la
divina. Lo que se dice de la naturaleza divina o la naturaleza humana puede ser afirmado sobre la
persona. Por ejemplo, en la cruz, Cristo, el Dios-hombre, murió, sin embargo, no significa que Dios
pereció en la cruz.
Aunque las dos naturalezas permanecen unidas después de la ascensión de Cristo, es necesario que
todavía diferenciemos ambas naturalezas en lo que respecta a la modalidad de su presencia entre
nosotros.
Con respecto a su naturaleza humana, Cristo ya no está entre nosotros, sin embargo, respecto a su
naturaleza divina, Cristo siempre está entre nosotros.

La humanidad de Cristo fue como la nuestra. Se hizo hombre "por nuestra causa". Compartió nuestra
situación para actuar como nuestro Redentor. Se convirtió en nuestro sustituto, tomando sobre sí
mismo nuestros pecados y sufriendo en nuestro lugar. También se convirtió en nuestro defensor,
cumpliendo con la ley de Dios en nuestro lugar.

En la redención hay un intercambio en dos sentidos: Nuestros pecados son entregados a Jesús y su
justicia es entregada a nosotros.
Él recibe el juicio que correspondía a nuestra humanidad imperfecta, mientras que nosotros recibimos
la bendición que le correspondía a su humanidad perfecta.

En su humanidad Jesús compartía las mismas limitaciones comunes a todos los seres humanos,
excepto que Él era sin pecado. En su naturaleza humana Él no era omnisciente. Su conocimiento,
aunque verdadero y exacto, no era infinito. Había cosas que desconocía, tales como el día y la hora de
su regreso a la tierra. Por supuesto, en su naturaleza divina Él es omnisciente y su conocimiento no
tiene límites.
Como un ser humano, Jesús estaba restringido por el tiempo y el espacio. Como cualquier otro ser
humano, no podía estar en más de un lugar al mismo tiempo. Jesús transpiró, tuvo hambre, lloró,
soportó el dolor, era mortal, era capaz de sufrir la muerte. En todos estos aspectos Él era como
nosotros.

Referencias bíblicas:
✓ Gálatas 4:4 ✓ Filipenses 2:5-11
✓ Hebreos 2:14-18 ✓ Hebreos 4:15
LA NO PECAMINOSIDAD DE CRISTO

Cuando nos referimos a la no pecaminosidad de Cristo por lo general estamos haciendo referencia a
su humanidad. Sería del todo innecesario afirmar la no pecaminosidad de la deidad de Cristo, ya que
la deidad, por definición, no puede pecar ni peca.

La doctrina sobre la no pecaminosidad es fundamental y necesaria para nuestra salvación. Si Cristo no


hubiese sido el "cordero sin mancha" no podría haber asegurado la salvación de nadie, y además
tendría que haber necesitado un salvador para Él mismo.

Los múltiples pecados que Cristo cargó en la cruz requerían un sacrificio perfecto. Ese sacrificio
debería ser hecho por uno que no tenía pecado.

Una dificultad relacionada con la no pecaminosidad de Cristo está relacionada con el versículo de
Hebreos 4:15 "Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras
debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado".

Si Cristo fue tentado según nuestra semejanza, ¿cómo podría ser sin pecado? El problema se torna
mayor aun cuando leemos Santiago 1:14 y 15, "Sino que cada uno es tentado, cuando de su propia
concupiscencia es atraído y seducido. Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz
el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte".

Santiago nos describe un tipo de tentación que surge de los deseos pecaminosos que existen dentro
de nosotros. Estos deseos ya son pecaminosos por naturaleza. Si Jesús fue tentado del mismo modo
que somos tentados nosotros, esto parece estar sugiriendo que tenía deseos pecaminosos, sin
embargo, es precisamente hacia este asunto donde apunta el calificativo "pero sin pecado" del libro
de Hebreos.

Jesús tenía deseos, pero no tenía ningún deseo pecaminoso. Cuando fue tentado por Satanás el
asalto vino del exterior, fue una tentación externa. Satanás trató de seducir a Jesús para que comiera
durante su ayuno. Sin duda que Jesús tenía hambre físicamente, deseaba comer, pero no hay ningún
pecado en tener hambre. Jesús deseaba comer; pero Jesús estaba comprometido a obedecer la
voluntad de su Padre, no tenía ningún deseo de pecar.

Fue la no pecaminosidad de Jesús lo que lo habilitó para ser el sacrificio perfecto por nuestros
pecados, sin embargo, nuestra salvación requiere dos aspectos para la redención. No solo fue
necesario que Jesús fuese nuestro sustituto y que recibiera el castigo que merecían nuestros pecados;
también tuvo que cumplir con toda la ley de Dios de manera perfecta para asegurar el mérito que nos
era necesario para recibir las bendiciones del pacto de Dios.
Jesús no solo murió como lo perfecto por lo imperfecto, lo que era sin pecado por lo que era
pecaminoso, sino que vivió la vida de perfecta obediencia exigida para nuestra salvación.
Referencias bíblicas:
✓ Mateo 3:15
✓ 2 Corintios 5:21
✓ 1 Pedro 3:18
✓ Romanos 5:18-21
✓ Hebreos 7:26

JESUCRISTO COMO EL UNIGÉNITO HIJO

La Biblia se refiere a Jesús como siendo "el unigénito del Padre" (Juan 1:14) y esto ha provocado
mucha controversia en la historia de la iglesia. Como a Jesús también se le llama "el primogénito de
toda creación" (Colosenses 1:15), se sostiene que la Biblia enseña que Jesús no es divino, sino que se
trata de una criatura exaltada.

En Juan 1:14 Jesús es llamado "el unigénito”, nuevamente, en Juan 1:18 se le llama "el unigénito Hijo".

Hay evidencia muy significativa en los manuscritos que sugiere que en el griego original decía "el
unigénito Dios". Si este texto hubiese sido el aceptado, el debate ya habría sido superado, sin
embargo, si de todos modos tratamos el pasaje como diciendo "el unigénito Hijo", todavía contamos
con un calificativo crucial; Jesús es llamado el unigénito (monogenais).

El prefijo mono es más fuerte en griego que el prefijo castellano uni. Jesús es absolutamente singular
en su génesis. Ha sido engendrado de una manera única en su género. No hay nada ni nadie que
haya sido engendrado en el mismo sentido en que fue engendrado Jesús. El hecho de que la iglesia
pueda hablar sobre la génesis eterna de Cristo es un intento de hacer justicia a este factor. El Hijo
procede eternamente del Padre, no como una criatura, sino como la Segunda Persona de la Trinidad.

El libro de Hebreos, que también hace referencia a Jesús como "engendrado" (Hebreos 1:5), es
posiblemente la que contiene la Cristología más elevada del Nuevo Testamento. El único libro del
Nuevo Testamento que puede rivalizar con Hebreos respecto a esto, es el evangelio de Juan, es
precisamente Juan que llamaba a Jesús "Dios" con total claridad, también él es quien habla de Cristo
como "el unigénito".

Por último, la expresión "el primogénito de toda creación" debe ser entendida a partir del panorama
cultural judío del primer siglo. Desde esta perspectiva podemos ver que el término primogénito se
refiere a la posición exaltada de Cristo como el heredero del Padre. De la misma manera que el hijo
primogénito solía recibir la herencia patriarcal, Jesús como el Hijo divino recibe el reino del Padre
como su herencia.

Referencias bíblicas:
✓ Juan 1:1-18
✓ Colosenses 1:15-19
✓ Hebreos 1:1-14
LA ASCENSIÓN DE CRISTO

La ascensión es un acontecimiento de profunda importancia en la redención. Señala el momento


cumbre de la exaltación de Cristo antes de su segunda venida. Fue en la ascensión cuando Cristo
entró en su gloria. Jesús describió su partida de esta tierra como siendo mejor para nosotros que su
presencia permanente.

La primera vez que Jesús les anunció su pronta partida a sus discípulos, estos se entristecieron, pero
más adelante pudieron reconocer la importancia de este gran acontecimiento.

Lucas nos registra la ascensión:

Hechos 1:9-11
“Y habiendo dicho estas cosas, viéndolo ellos, fue alzado, y le recibió una nube que le ocultó de sus
ojos. Y estando ellos con los ojos puestos en el cielo, entre tanto que él se iba, he aquí se pusieron
junto a ellos dos varones con vestiduras blancas, los cuales también les dijeron: Varones galileos, ¿por
qué están mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de nosotros al cielo, así vendrá
cómo le has visto ir al cielo”.

Observamos que Jesús partió en una nube, esta es probablemente una referencia a la Shekinah, la
nube de la gloria de Dios. La Shekinah supera en resplandor a cualquier otra nube. Es la manifestación
visible de la gloria esplendorosa de Dios, por lo tanto, la manera de la partida de Jesús no fue para
nada ordinaria. Fue un momento de asombroso esplendor.

Ascender significa "subir" o "elevarse", sin embargo, la expresión ascensión es utilizada con respecto a
Cristo con un significado más profundo, más rico y más específico. La ascensión de Jesús fue un
acontecimiento singular, tiene un carácter distinto al hecho de que Enoc haya sido llevado
directamente al cielo o a la partida de Elías en un carro de fuego.

La ascensión de Jesús se refiere al hecho de la ida de Jesús a un lugar especial con un propósito
especial, Él va al Padre, a la diestra del Padre. Asciende a la sede de la autoridad cósmica. Jesús se
dirige al cielo para su coronación, su confirmación como el Rey de Reyes.

Jesús también ascendió para entrar al Lugar Santísimo celestial, para continuar su obra como nuestro
Sumo Sacerdote. En el cielo Jesús reina como el Rey e intercede por nosotros como nuestro Sumo
Sacerdote.

Desde esa posición de autoridad elevada, Él derramó su Espíritu sobre la iglesia.

Aunque haya subido al cielo, haya sido quitada de nuestra vida su presencia corporal, no ha dejado
de estar con nosotros su auxilio y su poder, ni ha dejado de manifestar su presencia.
Cuando Jesús ascendió al cielo para su coronación como el Rey de Reyes, se sentó a la diestra de
Dios. La diestra de Dios es la sede de la autoridad. Desde esta posición Jesús gobierna, administra su
reino, y preside como el juez del cielo y de la tierra.

A la diestra del Padre, Jesús ocupa la posición como Cabeza de su cuerpo, la iglesia. Pero en esta
posición, la autoridad, la jurisdicción y administración de su gobierno se extienden más allá de la
esfera de su iglesia y alcanzan a todo el mundo. Aunque es posible distinguir a la iglesia y el estado
dentro del dominio de Jesús, estas nunca están separadas o divorciadas. Su autoridad se extiende a
ambas. Todos los gobernantes de este mundo deberán rendirle cuentas a Él y serán juzgados por Él
en su función como el Rey de Reyes y el Señor de Señores.

Todas las personas en el cielo y la tierra han sido llamadas por Dios para reverenciar la majestad de
Jesús, para ser gobernadas por su mano, para rendirle el homenaje debido y para someterse a su
poder. Todas las personas finalmente deberán pararse delante de Jesús cuando se siente en el juicio
final.

Jesús tiene la autoridad para derramar su Espíritu Santo sobre la iglesia. Pero Jesús derramó su
Espíritu después que se hubo sentado a la diestra de Dios. El Espíritu ejerce su ministerio en
subordinación al Padre y al Hijo, que juntos lo enviaron para aplicar la obra de Cristo para salvación a
los creyentes.

Mientras está sentado a la diestra de Dios, Jesús ejerce su papel como el Rey de Reyes y, asimismo,
cumple su papel como juez cósmico. Es el juez sobre todas las naciones y sobre todos los pueblos.
Aunque Jesús es nuestro juez, el Padre también lo ha nombrado nuestro abogado. Es nuestro
defensor. En el juicio final nuestro defensor de oficio será el mismo juez que presida. Podemos
observar la intercesión de Jesús por sus santos en el martirio de Esteban:

En Hechos 7:55 y 56
“Pero Esteban, lleno del Espíritu Santo, puestos los ojos en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús que
estaba a la diestra de Dios, y dijo: He aquí, veo los cielos abiertos, y al Hijo del Hombre que está a la
diestra de Dios”.

JESUCRISTO COMO EL MEDIADOR

Un mediador es alguien que hace de intermediario entre dos o más personas o grupos e intenta
reconciliarlos.

Para efectuar nuestra reconciliación, Dios el Padre nombró y envió a su Hijo como nuestro Mediador.
Cristo nos trae nada más y nada menos que la majestad divina de Dios mismo. Él es Dios encarnado.
Tomó sobre sí mismo una naturaleza humana y se sometió voluntariamente a las demandas de la ley
de Dios.
Cristo no comenzó la reconciliación en un intento para persuadir al Padre a dejar de lado su ira, por el
contrario, en el eterno consejo de la Divinidad había un acuerdo total entre el Padre y el Hijo para que
el Hijo viniera como nuestro Mediador. Ningún ángel podía venir como representante de Dios;
únicamente Dios mismo podía hacer eso.

En la encarnación, el Hijo tomó sobre sí mismo la naturaleza humana para obtener la redención de la
simiente caída de Adán. Por su perfecta obediencia, Cristo satisfizo las demandas de la ley de Dios y
logró la vida eterna para nosotros. Por su sumisión a la muerte expiatoria en la cruz, satisfizo las
demandas de la ira de Dios contra nosotros. Nos hizo un nuevo pacto con Dios por su sangre y
continúa diariamente intercediendo por nosotros como nuestro Sumo Sacerdote.

Un mediador efectivo es alguien que es capaz de lograr que dos partes que están en conflicto, o
alejadas entre sí, logren la paz. Este es el papel que desempeñó Jesús como nuestro Mediador
perfecto. Pablo declaró que tenemos paz con Dios mediante la obra de reconciliación de Cristo.

En Romanos 5:1 dice:


"Justificados, pues, por la fe tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo".

La obra mediadora de Cristo es superior a la obra ejercida por cualquier otro mediador.
Moisés fue el mediador del Antiguo Pacto, fue el intermediario de Dios, entregándole a los israelitas
la ley. Pero Jesús es superior a Moisés. El autor del libro a los Hebreos declara en:

▪ Hebreos 3:3-6
“Pero Jesús merece mucha más gloria que Moisés, así como el que construye una casa merece más
elogio que la casa misma. Pues cada casa tiene un constructor, pero el que construyó todo es Dios.
En verdad Moisés fue fiel como siervo en la casa de Dios. Su trabajo fue una ilustración de las
verdades que Dios daría a conocer tiempo después; pero Cristo, como Hijo, está a cargo de toda la
casa de Dios; y nosotros somos la casa de Dios si nos armamos de valor y permanecemos confiados
en nuestra esperanza en Cristo”.

EL OFICIO TRIPLE DE CRISTO

Como el profeta de Dios por excelencia, Jesús fue el objeto y el sujeto de la profecía. Su persona y su
obra son el punto focal de las profecías del Antiguo Testamento, pero Él mismo también fue un
profeta.

El reino de Dios y el papel que Jesús desempeñaría dentro de dicho reino venidero son temas
principales en las afirmaciones proféticas de Jesús.

La función principal de un profeta era transmitir la palabra de Dios, Jesús transmitió la Palabra de
Dios, pero, además, Él mismo es la Palabra de Dios. Jesús fue el Profeta de Dios supremo, siendo la
Palabra de Dios en la carne.
El profeta del Antiguo Testamento era una clase de mediador entre Dios y el pueblo de Israel.
Hablaba al pueblo como representante de Dios. El sacerdote hablaba a Dios como representante del
pueblo. Jesús también cumplió el papel del Sumo Sacerdote. Los sacerdotes del Antiguo Testamento
ofrecían sacrificios regularmente, pero Jesús ofreció un sacrificio de valor eterno, una vez y para
siempre. La ofrenda de Jesús al Padre consistió en el sacrificio de sí mismo. Él era la ofrenda y el que
ofrendaba.

Mientras que en el Antiguo Testamento los oficios mediadores de profeta, sacerdote y rey eran
ejercidos por individuos distintos, estos oficios son ejercidos de manera suprema en la persona de
Jesús. Jesús cumplió la profecía mesiánica del Salmo 110. Él es descendiente de David y el Señor de
David. Él es el sacerdote que también es Rey. El Cordero que es sacrificado es también el León de
Judá. Para entender la obra de Cristo en su totalidad, no debemos considerarlo simplemente como un
profeta, o un sacerdote, o un rey. Todos estos tres oficios fueron perfectamente cumplidos por Él.

Referencias bíblicas:
✓ Salmo 110
✓ lsaías 42:1-4
✓ Lucas 1:26-38
✓ Hechos 3:17-26
✓ Hebreos 5:5-6

LOS TÍTULOS DE JESÚS

Jesús de Nazaret tuvo más títulos que ninguna otra persona de la historia.

Una muestra breve incluiría a los siguientes:

Cristo Rabí
Señor Justicia
Hijo del Hombre Profeta
Salvador Rosa de Sarón
Hijo de David Lirio del Valle
Gran Sumo Sacerdote Abogado
Hijo de Dios León de Judá
Alfa y Omega Cordero de Dios
Maestro Segundo Adán

Los principales títulos conferidos a Jesús son: Cristo.

El título de Cristo es utilizado con respecto a Jesús con tanta frecuencia que la gente suele confundirlo
con su apellido. No se trata de un nombre, sino de un título que hace referencia a su posición y a su
obra como el Mesías.
El término Cristo proviene del griego Christos, utilizado para traducir la palabra hebrea Mesías. Cristo y
Mesías significan "el Ungido". En el Antiguo Testamento el concepto del Mesías prometido, que sería
ungido por el Espíritu Santo, era una idea compleja. No todos los judíos compartían la misma idea
sobre el Mesías.

Un concepto sobre el Mesías era que sería un rey. Sería el ungido Hijo de David, el León de Judá, que
restauraría el reino caído de David. Este aspecto apasionaba a los judíos y avivaba las llamas de su
esperanza en un gobernador político que los liberaría del yugo de Roma.

Pero el Mesías también era conocido como el Siervo de Dios, como el Siervo Sufriente mencionado
en la profecía de Isaías. Parece ser imposible unir estas dos vertientes en una persona, aunque
obviamente lo fueron en Jesús.

El Mesías sería también un ser celestial (el Hijo del Hombre), y estaría relacionado con Dios el Padre
de una manera singular (el Hijo de Dios). Sería, además, el sacerdote y el profeta. Cuanto más
reconocemos la complejidad que encierra el concepto del Mesías, más nos asombra la manera
intrincada en que todas estas vertientes se fusionaron en la persona y la obra de Jesús.

Otro título es Señor.

El segundo título utilizado con mayor frecuencia para referirse a Jesús en el Nuevo Testamento es el
título de Señor. Este título es de suprema importancia para entender el retrato que nos hace el Nuevo
Testamento sobre Jesús.
El término Señor es utilizado de tres maneras distintas en el Nuevo Testamento:
-La primera de ellas es una costumbre cordial y amable de dirigirse a alguien, la que usamos cuando
anteponemos la palabra "señor" al apellido de alguien.
-El segundo uso se refiere al dueño de un esclavo.
-El tercer uso es de carácter imperial. Se refiere a aquel que tiene la soberanía.

En el primer siglo, los emperadores romanos exigían un juramento de lealtad de parte de sus sujetos,
quienes debían confesar según la fórmula de que "César es el Señor". Los cristianos sufrieron el
martirio por negarse a cumplir esta orden. En su lugar, proclamaban el primero de los credos
cristianos, "Jesús es el Señor". Llamar a Jesús "Señor" era una postura radical desde el punto de vista
de los romanos, pero también lo era desde una perspectiva judía, ya que es el título dado a Dios
mismo en el Antiguo Testamento.
El título Señor le fue dado a Jesús por Dios el Padre. Es "el nombre que es sobre todo nombre" al que
Pablo hace referencia en Filipenses 2:9.

Otro título es El Hijo del Hombre.

Este título es uno de los títulos más fascinantes que se le haya dado él Jesús y, probablemente, uno
de los más mal entendidos. Debido a que la iglesia confiesa la naturaleza dual de Jesús, que es
verdaderamente hombre y verdaderamente Dios, y a que la Biblia describe a Jesús como el Hijo del
Hombre y como el Hijo de Dios, puede resultar una tentación suponer que el Hijo del Hombre se
refiere a la humanidad de Jesús y que el Hijo de Dios se refiere a su deidad, sin embargo, esto no es
exactamente así. Si bien el título el Hijo del Hombre incluye un elemento de humanidad, su referencia
primaria es la naturaleza divina de Jesús. El título Hijo de Dios también incluye una referencia a su
deidad, pero nos está señalando principalmente la obediencia de Jesús como el hijo.

Este título, el Hijo del Hombre, toma una importancia adicional cuando observamos que si bien ocupa
el tercer lugar en cuanto a su frecuencia de utilización en el Nuevo Testamento (bastante bajo), ocupa
el primer lugar (por un amplio margen) entre los títulos que Jesús utiliza para referirse a sí mismo. El
Hijo del Hombre es por lejos la designación favorita de Jesús para sí mismo.
La importancia de este título surge de su vinculación con el uso que hace Daniel en el Antiguo
Testamento, lean Daniel 7.

En dicho caso el Hijo del Hombre se refiere claramente a un ser celestial que oficia en el papel de Juez
cósmico. En labios de Jesús el título no es un ejercicio de falsa humildad, sino una reivindicación de su
autoridad divina. Jesús reivindicó, por ejemplo, que el Hijo del Hombre tenía autoridad para perdonar
pecados (Marcos 2:10), una prerrogativa divina y que era el Señor del Día de Reposo (Marcos 2:28).

Otro título es El Logos.

No hay otro título para Jesús que haya engendrado tanto interés teológico y filosófico en los
primeros tres siglos que el título de Logos. El Logos fue central para el desarrollo temprano de la
cristología de la iglesia. El prólogo del evangelio de Juan es crucial para el entendimiento cristológico
del Logos. Juan escribe "En el principio era el Verbo (Logos), y el Verbo (Logos) era con Dios, y el Verbo
(Logos) era Dios" (Juan 1:1).
En este pasaje asombroso el Logos es distinguido de Dios ("era con Dios") y al mismo tiempo es
identificado con Dios ("era Dios"). Esta paradoja tuvo gran influencia sobre el desarrollo de la doctrina
de la Trinidad, en la que el Logos es considerado la Segunda Persona de la Trinidad.

Jesús es el Lagos el Creador del universo, la realidad suprema detrás del universo, y aquel que está
constantemente sosteniendo al universo.

MÁS EVIDENCIAS

Varios comentarios que hizo Jesús acerca de su relación con el Padre serían inusuales si Jesús no se
considerará igual en esencia con Dios.

En Juan 10:30 dice que verlo a él era ver al Padre. Más adelante, en Juan 14:7-9, agrega que conocerlo
a él era conocer al Padre. Jesús también dijo haber existido “antes” de su encarnación en la tierra.
En Juan 8:58 dice: “De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy”.
Algunos creen que las palabras usadas aquí por Jesús constituyen su atribución de deidad más
fuerte.
Este pasaje podría ser traducido literalmente como: “Antes que Abraham viniera a la existencia, yo
existía continuamente”. Los judíos reconocieron las palabras “Yo soy” como una frase que se refería a
Dios, porque Dios la usó cuando comisionó a Moisés para que exigiera la liberación de su pueblo a
Faraón en Éxodo 3:14

Dios la empleó para identificarse en la segunda mitad del Libro de Isaías. Los judíos que escucharon a
Jesús entendieron la naturaleza de esas afirmaciones. Luego de oírle decir que existía antes que
Abraham, inmediatamente recogieron piedras para lapidarlo por blasfemia, porque entendieron que
había dicho que era Dios.

En su juicio, Jesús hace una declaración más clara de quién es Él. Los judíos decían a Pilato, en Juan
19:7: “Nosotros tenemos una ley, y según nuestra ley debe morir, porque se hizo a sí mismo Hijo de
Dios”. Mateo 26 registra que, en el juicio de Jesús, el sumo sacerdote le dijo: “Te conjuro por el Dios
viviente, que nos digas si eres tú el Cristo, el Hijo de Dios. Jesús le dijo: Tú lo has dicho; y además les
digo, que desde ahora verán al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en
las nubes del cielo”.

Esta habría sido una excelente oportunidad para que Jesús se salvará aclarando cualquier concepto
erróneo acerca de su relación con el Padre. En cambio, se puso en una posición de igualdad, de poder
y autoridad únicos. De nuevo, los judíos entienden lo que dice Jesús. El sumo sacerdote proclama:
“¡Ha blasfemado! ¿Qué necesidad tenemos de testigos? He aquí, ahora mismo habéis oído su
blasfemia”. Pilato pide un voto del concilio y éstos exigen su muerte (Mateo 26:65 y 66).

Otro indicador de cómo Jesús se percibía a sí mismo es su uso de las Escrituras del Antiguo
Testamento y la forma en que hacía sus propias proclamaciones de verdad. En varios casos Jesús
comenzó una oración diciendo: “Oísteis que fue dicho... pero yo os digo” (Mateo 5:21, 22, 27, 28).

Jesús otorgaba a sus palabras la misma autoridad que a las Escrituras. Aún los profetas, cuando
hablaban de parte de Dios, comenzaban sus declaraciones diciendo: “Vino palabra del Señor a mí”,
pero Jesús comienza diciendo: “Yo os digo”.

Jesús es Dios.

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