NATURA

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joaqun ortega arenas.

NATURA

historias, leyendas y cuentos

Homenaje ALICIA ESQUIVEL, novia, esposa, madre, compaera, amiga, inspiracin y ejemplo.

BENDITA SEAS!

NATURA

Sola mamacita reunir a sus pequeos hijos al caer la tarde, antes de la merienda, para
relatarles cuentos, ancdotas e historias con las que, a ms de alimentar su infantil fantasa, iba poco a poco formando su modo de pensar, dndoles consejos para la vida futura. Les platicaba fbulas, en las que los animales adoptan actitudes humanas , hacen y actan como si se tratara de verdaderos seres pensantes dotados de palabra y capacidad de discernimiento entre el bien y el mal. Les contaba cmo las plantas, sin que denoten poseer la capacidad humana de pensar, adoptan en muchas ocasiones actitudes similares a las de los hombres y los animales, y cmo, en todos sus aspectos, resulta la naturaleza una incomparable madre y maestra. No importa cmo ni cundo, su eterno discurrir es para generar vida o destruirla y para darnos ejemplo, enseanza y capacidad para aceptar sus caprichos. Si nos azota con una tormenta con su zaga de inundaciones, enfermedades y plagas. Si nos estremece con un sismo seguido de destruccin y muerte, si nos niega el agua en una sequa que aniquila la vida..., en la mayora de las veces, nos colma de dones con su calor, con la fertilidad de la tierra, con el correr de las aguas en los ros, con sus incomparables amaneceres y atardeceres, pocas veces captados en todo su esplendor por los ms grandes artistas. Una tarde en que sorprend, sin ser notado, uno de esos inolvidables momentos de intimidad, le o relatar una historia que me llen de ternura y admiracin que siempre tuve por ella. La naturaleza, -- deca-- plena de conocimientos e ignorante, benvola y cruel, generosa y mezquina, nos ha dado todo lo que somos. Desde la vida misma que ha surgido en el transcurso de millones de aos, hasta la sabidura, la prudencia, la bondad. Y un da llegar en que nos lleve de la mano hasta nuestro fin: la muerte. Nada de lo que somos o hemos tenido, le es ajeno. En todos nuestros actos est presente sin que, ingratos, presencia constante. reconozcamos su intervencin y su me hizo redoblar la gran

El mundo ha sido colocado de tal forma que

cada regin esta dotada de un clima

especial y un entorno que la enmarca y permite la vida de los hombres, los animales y las plantas, que ha adaptado para que puedan vivir en el lugar que les destin. Los polos, con luz durante seis meses y sombras el resto del ao, son habitados por hombres que pueden vivir en temperaturas de treinta o cuarenta grados bajo cero, sin vegetacin, alimentndose de especies animales que tambin cre la naturaleza adecuadas a esas condiciones y, en cambio, en las zonas tropicales, la vegetacin exhuberante, las lluvias torrenciales, los ros caudalosos, las plagas de insectos y animales ponzoosos, hacen tambin muy difcil la vida de los hombres que, no obstante, se aclimatan y en condiciones muy rudimentarias viven y se desarrollan. Lo que los hombres llamamos ingratitud, es slo un fenmeno natural. Los animales, por puro instinto, protegen y cobijan a sus cras hasta que estn en edad de buscar su sustento. Entonces los abandonan a su suerte. A partir de ese momento termina toda relacin con sus progenitores. Debern ahora proporcionarse alimento y seguridad por s solos. Buscarn una hembra con la que aparearse y generarn nuevos individuos de su especie que, llegado el momento, volvern a ser abandonados a su suerte para que nunca se interrumpa el crculo de la vida. Ese comportamiento se repite y se ha repetido incansablemente por los siglos de los siglos, sin que entre las especies animales exista resentimiento de las cras hacia sus progenitores por haberlos abandonado, ni de los progenitores para sus descendientes por el mismo motivo. Es la vida y el sistema eterno impuesto por la naturaleza y !Basta! Las plantas generan la perpetuacin de su especie poco a poco. Conforme van creciendo van adquiriendo su capacidad de llenarse de frutos, frutos que a su vez contienen la semilla de la reproduccin y la perpetuacin de su especie. Llegado el momento, las semillas se desprenden de la planta o del rbol y tienen muchas formas para iniciar una nueva vida vegetal. Hay rboles, como el sabino , que producen semillas aladas, en forma de flecha, que el aire se encarga de diseminar por todas partes. Llegan al suelo caprichosamente conducidas por el viento, y se aferran al lugar donde han cado, para dar vida a un nuevo sabino, que tardar muchos aos en crecer, desarrollarse y producir nuevas semillas aladas que el viento volver a mundo. Nuestros antepasados llamaban al sabino , ahuehuete, llevar por el rbol viejo, por la gran

cantidad de aos que toma su desarrollo y ciclo de vida. Los hay de ms de dos mil aos, que an producen semillas aladas que han de prolongar indefinidamente su existencia sobre la tierra. Las palmeras, que generalmente viven a la orilla del mar, producen tambin los frutos

que llevan en su interior la semilla de la supervivencia. Son los cocos, dotados de una cscara fibrosa exterior y otra interior, sumamente dura, llena de una pulpa blanca aceitosa y agua sabrosa y refrescante. Cuando est madura, dejan caer su semilla, para que las olas del mar la conduzcan a otras playas, en su eterno ir y venir, a veces a miles de kilmetros de distancia donde quedan depositadas para convertirse en nuevas palmeras, que a su vez han de crecer y producir semillas que viajen por el mar, para que el eterno ciclo no se interrumpa. Los hombres, el producto ms elaborado de la naturaleza, son como los animales y las plantas. Nacen en el seno de una familia y reciben de sus padres todo lo que necesitan para su desarrollo. Alimento, vestido, educacin , capacitacin y consejos. Pero indefectiblemente, llegar el da en que se separen para formar un nuevo hogar, una nueva familia que quiz se desarrolle muy lejos de sus lares paternos, como sucede a las semillas de los sabinos o a los cocos. Su deber con sus progenitores termina y nace la obligacin impuesta por natura de criar, alimentar, vestir y educar a sus hijos. Capacitarlos y prepararlos para que los abandonen. Cundo llegue ese momento, no se detengan a pensar en que sus hijos son ingratos. Afronten el hecho como un mandato ineludible de la naturaleza, que sus padres han considerado y esperado toda la vida..." Cuando termin el relato, Sus ojos estaban llenos de lgrimas !

DIMAS

Abuelo... Pari la burra parda! Como si estuviera relatando un acontecimiento ordinario, Tobas, el mayor de los cinco nietos de Gervasio, le dio la noticia al viejo que, echado en la vieja tumbona que de milagro se sostena sobre sus patas apolilladas, dormitaba despus de haberse comido un puado de maz martajado. Su dentadura en ruinas no le permita ya comer otra cosa. Milagro! Exclam Gervasio, quien a pesar de tener slo cincuenta aos, era el ms anciano entre los habitantes de la ranchera. Haba pasado la vida trabajando en la finca de don Onofre, que distaba unas tres leguas de su choza, desde donde iba y vena a diario por un jornal mnimo, con el que casi no alcanzaba para comer otra cosa que maz martajado y tortillas y, a veces, alguna verdura que los chamacos cosechaban en el pequeo solar que le hered su padre. Cuando tena quince aos, Gervasio se cas con la Desideria, mujer trabajadora que serva en la casa grande y que slo tena trece. Les nacieron siete hijos, de los que slo sobrevivi Ildefonso, quien lo ayud en las faenas del campo y despus lo sustituy, cuando le faltaron fuerzas para caminar las seis leguas que requera el trabajo en la casa grande del amo Onofre. La Desideria muri de la vejez prematura que originan la desnutricin y la falta de higiene y entre Ildefonso, su nico hijo vivo y l, se las arreglaban para irla mal pasando y cuidar de los cinco chiquillos que Ildefonso tuvo con la Martina, otra trabajadora domstica de la casa cuando tena slo quince aos. La Martina no grande, con quien, como su Gervasio, se cas

sobrevivi a cinco partos en cinco aos y muri a los dieciocho aos, dejando a los hurfanos, todos varones, al cuidado de Ildefonso y de Gervasio que, casi arrastrndose, haca las veces de padre y madre de sus nietos en la choza familiar. Ildefonso se fue al norte de bracero y, tras muchos afanes y fatigas, pudo introducirse al pas de los dlares y conseguir una tarjeta de trabajo. Serva en las plantaciones de jitomate de California y enviaba, mes con mes, cincuenta dlares que le cambiaban a Gervasio en la casa grande por doscientos pesos, aprovechando que ni ste, ni Ildefonso, ni nadie en esa casa, fue

jams a la escuela y no saban leer ni escribir. Con ese dinero llevaban ya, mal viviendo, cinco aos. Haca un buen tiempo que apareci en la casa una burra parda y sin fierro, que caus destrozos en la milpa. Gervasio fue a quejarse al "Municipio", ms all de la casa grande de Don Onofre y, tras muchos viajes sin resultado, ms bien para quitrselo de encima, le dijo el "seor" Secretario del Ayuntamiento: - No aparece ningn dueo de la burra que te caus los males, as que qudate con ella y trabjala hasta que alguien la reclame; cuando te pague los daos y lo que inviertas en mantenerla, la devuelves. Nadie acudi jams a reclamar la burra, que result ser un animal dcil y trabajador, a ms de querendn con quienes le daban de comer. Todos se encariaron con el animal, al que trataban como un miembro ms de la familia, permitindole incluso dormir dentro de la choza en las noches de tormenta o cuando recrudeca el fro. Despus de la faena diaria, la burra pastaba por donde quera y se proporcionaba su diario sustento, para estar de vuelta antes del anochecer, pero un buen da empez con trastornos que hicieron temer a Gervasio que estuviera enferma y pudiera morir, por lo que se fue con su burra hasta el pueblo, a ver al veterinario. -Nada hombre, que tu burra esta preada y ya pronto va a tener cra, as que algrate y cudala para que tenga un burrito sano y fuerte. Nadie tena idea de cundo o cmo se haba apareado la burra parda, pero llegado el da que tena que llegar, una maana, en el improvisado pesebre adosado al muro de adobe de la choza, apareci un hermoso burrito, pardo como su madre, con las orejas enormes , el pelo de todo el cuerpo parado y tieso, y un par de ojos negros y brillantes que, con su presencia, llen de jbilo a los chamacos, sobre todo al viejo Gervasio, que casi a rastras lleg hasta el lugar para acariciar al recin nacido. Tobas se hizo cargo del burrito y pasaba buena parte del da cortando yerbas por todas partes para alimentar a madre e hijo; lo cepillaba, lo paseaba y hasta dorma junto a l. Como era tradicin en su familia, Tobas nunca fue a la escuela, pero s a la "doctrina", todos los jueves por la tarde, en la vieja parroquia. Las "catequistas" enseaban a los nios interminables rezos y oraciones que tenan que aprender bajo amenaza de jalones de orejas y golpes en la palma de la mano, inclementemente aplicados con una regla que las piadosas "maestras" llamaban "disciplina".

Mal nutrido y sin ninguna instruccin previa, Tobas resultaba el ms atrasado, poco aprenda y lo que lograba retener, lo aprenda mal. En cuanto el animalito estuvo en posibilidades de cargarlo sobre su lomo, se hizo llevar por l a la Parroquia, frente a la cual lo amarraba de tal modo que nadie pudiese desatar los nudos de la reata y robrselo. En una de las clases, la catequista habl a los nios del "Calvario" de Jess y de sus dos compaeros de martirio: Dimas y Gestas. Ponder las inmensas cualidades de Dimas, el "buen ladrn", crucificado a la derecha del Seor, y los horribles defectos de Gestas, el "mal ladrn", que muri en la cruz lanzando blasfemias contra "el hijo de Dios que vino a la tierra a salvarnos". Tobas haba decidido bautizar a su burrito y su mente inocente lo llev a comparar las cualidades de Dimas, bueno, trabajador, discreto y callado, con las de su burrito, al que decidi llamar "Dimas". Al enterarse la maestra de que haba bautizado al animalito con un nombre bblico, mont en clera y despus de endilgarle diez golpes con la "disciplina", lo conmin a que se arrepintiera pblicamente de tal sinrazn, o que abandonara para siempre la "doctrina". Tobas opt por lo segundo y entre las risas de sus compaeros, las amenazas de la catequista y una lluvia de improperios en su contra, tom el pequeo libro de misa que su abuelo le haba dado, se trep en su burrito y sali de la Parroquia para nunca volver. Por su parte, Dimas era en verdad una gran ayuda para todos en la casa. Tiraba del arado para sembrar. Cargaba la lea para el anafre y para calentar un poco la choza en invierno. Llevaba al pueblo a los chiquillos cuando tenan algo que hacer y, sobre todo, amarrado a una cubeta cuya reata pasaba sobre una rama del capuln que estaba junto al pozo, sacaba agua. El pozo era de los llamados "chinos" y, a pesar de que la choza estaba en una ladera, nunca careca de agua. Haca ya muchos aos, guindose por una horqueta de vara que se clav en el lugar donde estaba sepultada el agua, el padre de Gervasio lo perfor cuando una terrible sequa se abata sobre la zona. No haba llovido en dos aos, se secaron los arroyuelos de todo el rumbo y, gracias a su pozo, recordaba el viejo, los vecinos no murieron de sed, porque ellos les regalaban agua, includos los ricos dueos de la casa grande, que en vano perforaron varios pozos que nunca "alumbraron". Para facilitar al burro su labor en el pozo, y tambin para que la reata no se desgastara, Tobas ide una especie de malacate, hecho con un troco hueco que, colocado en la rama del capuln, giraba al paso de la reata. Despus aplic a la forma de sacar el agua un mecanismo hecho por l mismo, mediante el cual Dimas, amarrado a una larga vara, mova un eje que a su

vez haca girar otro malacate amarrado sobre el pozo, sobre el que penda una reata con varias cubetas, de modo que estas entraban vacas y salan del pozo llenas de agua que derramaban sobre un canahual que llevaba el precioso lquido a un pequeo depsito hecho en la tierra. Los das pasaban siempre iguales. Gracias al ingenio de Tobas resultaba sencillo regar la milpita y se empezaron a dar mejores cosechas de legumbres y de maz que mucho mejoraron las condiciones de vida de la familia de Gervasio. Lleg, como siempre ha sucedido, el "ao malo": No llovi y se secaron los arroyuelos y los ros y la vegetacin de la zona se fue tornando amarillenta. Todos, menos la familia del viejo Gervasio, empezaron a sufrir por la sequa y acudieron al remedio que antao les haba permitido sobrevivir: Fueron a pedirle ayuda a Gervasio. Tobas acepto ayudar, pero "...con paga...", porque a ellos nadie los ayudaba jams sin costo. En la casa grande les vendan hasta los desperdicios de la comida o la majada de los animales para que abonaran su tierra, aunque a ellos les estorbara. En la Iglesia les cobraban por misas, bautizos y todo cuanto hay; y en la tienda del pueblo "...el dinero por delante...". La necesidad obliga. Los vecinos aceptaron a regaadientes pagar el agua, protestando porque, "...a ti nada te cuesta, te la regala el seor..." y cosas parecidas. Tobas le hizo entonces una ampliacin a su primitivo sistema hidrulico. Dimas cargaba tierra de un lado a otro. Dimas llevaba arrastrando troncos del bosque y... Dimas mova el aparato primitivo que serva para sacar mucha agua. La sequa dur ms de dos aos. La venta del agua produca mucho dinero, "...a peso la cubeta..." que los necesitados tenan que comprar no slo para sus necesidades ms elementales, sino hasta para "...regar sus macetitas...". A los dueos de la casa grande les cambiaba agua por animales, ya que "...o me los train o se mueren de sed...ustedes y los pobres animales..." Gervasio Tenia ya cinco vaquitas y sesenta gallinas, y saba que mientras no lloviera, el negocio iba a seguir viento en popa, por lo que deba aprovecharlo, pues desde luego, no iba a durar toda la vida. La noticia de la bonanza lleg a Ildefonso, no porque la familia se la hubiere dado, sino porque el seor cura le escribi para quejarse de la conducta de su padre e hijos. Pidi licencia en la empacadora donde estaba trabajando y de improviso, se present en la renovada choza en la que haba nacido. La llegada del hijo lejano llen de gusto a Gervasio y a sus nietos, que apenas podan

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creerlo, pues lo consideraban ya desaparecido para siempre y sustituido por el cheque de cincuenta dlares que mensualmente les enviaba. Qu grandote ests, Tobas, y qu bueno que eres inteligentote para hacer ese prodigio de sacar tanta agua del pozo...! Le platicaron el milagro de la burra, que lleg sola, se carg sola y pari al verdadero autor del milagro, al paciente, trabajador y dcil Dimas. Como por encanto se organiz una gran fiesta de bienvenida al recin llegado. Fueron a la casa grande y cambiaron a don Onofre veinte cubetas de agua por veinte botellas de vino que, de mal talante, les dio el avaro dueo. Invitaron a sus vecinos a la fiesta y pusieron a Dimas a dar vuelta y vuelta para pagar las botellas de vino. La fiesta fue en grande. Dur hasta que los trabajadores de don Onofre se quejaron de que por el canahual ya no estaba bajando el agua. Medio borrachos y medio dormidos, Ildefonso y Tobas fueron al pozo, a ver qu le pasaba a Dimas. Lo encontraron tirado... muerto de cansancio y... de Sed!.

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LA VENGANZA

A vuelo, las campanas de Catedral llenaban el espacio con sus sonoros repiques. Era domingo y en misa de doce, contraan matrimonio Laurita Mzquiz, nica heredera de don Facundo Mzquiz y el seor doctor Jess Gorostieta, recin llegado de la Universidad de Pars, en la que con ptimos resultados obtuvo un postgrado en Psiquiatra. Oficiaba la misa nada menos que el seor Arzobispo y llenaban la sillera de la Iglesia Mayor, representantes de las mas altas esferas sociales, vestidos de rigurosa etiqueta, el seor Gobernador y el seor Presidente Municipal, se hacan lenguas para ponderar la belleza de la desposada, regiamente ataviada con un traje importado de Francia y velo tejido para ella especialmente en Burano, as como del gran porvenir que esperaba a su brillante consorte. Laurita Mzquiz, inminente propietaria de Ranchos, Haciendas, cerca de un milln de cabezas de ganado mayor y otro de ovejas "Suffolk", caballos pura sangre y poco menos de cien casas de apartamientos en la capital del Estado, luca imponente. En una de las ltimas bancas de la iglesia, una joven mujer, hermosa y de mediana apariencia, lloraba inconsolable ante la total indiferencia de quienes junto a ella, ocupaban el lugar. Era Mara Teresa Lima, vecina de infancia del hoy brillante mdico contrayente, asisti con l a la escuela primaria, a la secundaria, a la preparatoria y fue su condiscpula y novia durante la estancia de ambos en la facultad de Medicina. Juntos estudiaron una a una las difciles materias de la carrera y compartieron sus alegras y tristezas hasta que, con diferencia de unos cuantos das, recibieron el ttulo de mdicos. Instalaron juntos su consultorio en un barrio segundn de la Capital y durante algn tiempo compartieron clientela y hambre, hasta que se le ocurri a Mara Teresa que Jess, con lo poco que haban podido ahorrar, fuera a hacer un postgrado a la Sorbona, en la especialidad de psiquiatra. En mil kilmetros a la redonda no haba un solo psiquiatra y, atendiendo ella a los enfermos comunes y l a los enfermos de la mente, les esperaba un halageo porvenir. El se negaba a ir. La iba a extraar pero, ya vivan juntos y segn deca, el no tener un porvenir para

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sus hijos, era lo que le impeda casarse con ella. Mara Teresa lo convenci y ahogada en lgrimas, le acompa hasta la estacin del ferrocarril el da de la partida. -No llores. Pronto regresar y vamos a instalar el nuevo consultorio en uno de los edificios mas grandes de la ciudad. Vers como en poco tiempo podremos casarnos y tener una hermosa familia...- Las lgrimas no lo dejaron continuar y con un sonoro beso, se despidi de aquella su compaera de toda la vida. Dos aos dur el curso. Dos aos que a ella le parecieron toda una vida y en los que, da a da, rezaba a la Santsima Virgen que ayudara a Jess, que le permitiera obtener los conocimientos y mritos suficientes para que juntos formaran el porvenir que se haban trazado. En Pars no fue igual. Recin llegado Jess, hubo una fiesta en la embajada a la que acudieron todos los mexicanos residentes en la Ciudad Luz, en especial los que estudiaban en la Sorbona, casi todos hijos de familias pudientes, econmica y polticamente, con quienes por razones de compaerismo, haba trabado amistad y le prestaron -Juan Agundis-, un traje negro para asistir a la ceremonia. Entre el tumulto de los invitados, llam la atencin de Jess una hermosa joven, paisana suya, que estudiaba "economa domstica" en el Colegio del Sagrado Corazn, perteneciente a la ms alta sociedad y a la que ni por casualidad se le ocurri que podra llegar a conocer y tratar. El grupo que invit a Jess era de lo mas granado de los estudiantes. Haba en l poetas, escritores y no pocos hijos de comerciantes ricos enviados a la Ciudad Luz ms por vanidad que por el deseo de sus padres de que adquirieran alguna educacin. Era pues, Jess, el nico que haba ido por su esfuerzo y su deseo de superacin, y eso cautiv a la bella Laura Mzquiz, que no dej pasar ninguna oportunidad para que Jess se fijara en ella. Le pareca un hombre superior y, acostumbrada a que el menor de sus caprichos le era obsequiado con solo insinuarlo, tom como una meta conquistar a ese hombre, y hacerlo su esposo. En un principio, Jess se rehusaba a entablar relaciones serias con Laurita. Pensaba en Mara Teresa, sacrificndose para enviarle dinero que obtena en el consultorio para continuar sus estudios. Sus nuevos amigos y condiscpulos, casi todos ellos pretendientes frustrados de Laurita, le convencieron de que esa era la relacin que a l poda interesarle, no la que mantena con la pueblerina que haba dejado atrs y, la verdad, ningn trabajo le cost a Jess hacerse a esa nueva idea, sin que por ello rechazara el dinero que Mara Teresa, religiosamente, le enviaba cada mes.

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Los padres de Laurita, que casi no podan estar sin su preciada alhaja, literalmente vivan en Pars para estar cerca de ella, y en cuanto tuvieron conocimiento del nuevo capricho de "la nia", como la llamaban, colmaron a Jess de atenciones y le endulzaron el odo prometindole "el mejor consultorio del Pas" y cosas por el estilo. Concluy el curso y una vez de regreso, Laurita y Jess ya comprometidos, se hicieron los anuncios para la boda. -No te preocupes, Mara Teresa. Esto es una cosa pasajera. Tengo que casarme con Laurita, porque ya es inevitable. Est esperando un hijo mo y si no le cumplo, don Facundo Mzquiz, tu lo conoces y sabes como se las gasta, es capaz de mandarme matar. Fue un error, lo reconozco y te pido perdn y comprensin, pero en cuanto nazca el nio, me divorcio con cualquier motivo, y entonces nos casamos y cumplimos aquellas bellas ilusiones que durante tanto tiempo nos hicieron felices. Sin embargo, no voy a dejarte mientras ese momento llega. Vas a trabajar conmigo como mi ayudante, pues no puedo estar lejos de ti. No podra soportarlo. Nuevas lgrimas le impidieron a Jess seguir, y un nuevo beso sell la pltica. Concluda la boda, banquete para mil cubiertos en los elegantes jardines de la mansin "Mzquiz", al que obviamente, Mara Teresa no fue invitada, y luna de miel de tres meses por las grandes capitales de Europa. Durante la ausencia de Jess, se encomend a Mara Teresa la instalacin del prometido consultorio, en todo el primer piso del elegante edificio "Mzquiz", en pleno centro de la ciudad, sin escatimar gastos para que fuera, como lo haba prometido don Facundo, "el mejor del Pas". Termin la luna de miel y, Jess se instal despus de pantagrulica fiesta financiada por don Facundo, en el consultorio. A un lado de la sala principal de consultas, un discreto privado en el que Mara Teresa verificara supervisin y administracin. Naci el beb que Laurita esperaba. Era una hermosa nia con ojos color de miel, cabello dorado y sonrosadas mejillas, que pes al nacer, tres kilos. Don Facundo "ech la casa por la ventana" el da del bautizo de la pequea, que recibi el mismo nombre de su madre, de manos del seor Arzobispo. Jess enloqueci con la pequea. Ni hablar de divorcio ni de nada que empaara la felicidad de Laurita y don Facundo, a ms de que no haba transcurrido un mes del nacimiento, y Laurita esperaba ya un segundo beb. Fue mujercita. Igual de bella que Laurita, pero de pelo negro y ojos obscuros. La felicidad creca, no se poda hablar de divorcio y as, en slo seis aos, Laurita haba tenido ya cinco,

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Cinco! hijas, todas ellas muy bellas, pero diferentes entre s. Tal pareca que la naturaleza la estaba dotando de un muestrario de nias hermosas. Todas tenan el "aire" de su madre, pero ningn rasgo fisonmico de Jess. Mara Teresa, convertida en amante de Jess, poco a poco fue acostumbrndose a la situacin y as transcurrieron diez aos ms. --Sabes, Mara Teresa --dijo inesperadamente Jess un da en que salan del consultorio-que Laurita va a cumplir quince aos y tanto ella como las dems nias se han vuelto curiosas y desconfiadas. Afortunadamente, Laura nunca ha sido celosa, pero las nias ya reclaman los das en que viajo "por razones de trabajo" y mi llegada a la media noche "del consultorio". Creo que debemos concluir nuestra relacin, en beneficio de esas criaturas inocentes, hijas de un mal padre, que no tienen culpa alguna de que yo sea como soy. Cmbiate a otra poblacin. Nada va a faltarte. Ya sabes la fortuna que hemos hecho en el consultorio y yo tendr mucho cuidado de ti, pero en otra ciudad. Te suplico que lo pienses. Vas a ver, tu que eres una mujer centrada e inteligente, cmo tengo razn. Mara Teresa rompi a llorar y sin decir palabra, sali del consultorio dejando a Jess solo con sus pensamientos. A la maana siguiente, Jess lleg antes que nadie al consultorio y orden que no se le interrumpiera por ningn motivo. Poco tiempo despus, lleg Mara Teresa. No poda ocultar que haba llorado durante la mayor parte de la noche, pero iba serena y casi sin prembulo, le espet al doctor. --Creo que tienes razn. Las nias no tienen ninguna culpa y me han tomado cario. No podra herirlas por nada del mundo. Estoy de acuerdo en que nos separemos y adems, con irme a vivir lejos, donde no vuelvas a saber nada de mi... pero eso s, slo una cosa voy a pedirte a cambio de mi sacrificio. Llevo diecisiete aos contigo. Diecisiete aos en que has cuidado con todo esmero que yo no tenga familia y,...creme, si no me das un hijo que me sirva de consuelo el resto de mi vida No me voy! La proposicin caus estupor a Jess que, en silencio, meditaba. "Si se queda y se averiguan lo "nuestro", va a dar al traste con todo mi porvenir. Qu decepcin para Laurita y para las nias! Sobre todo Cul ser la reaccin de don Facundo?". Luego de un largo silencio replic: --Estoy de acuerdo, vamos a intentarlo durante tres meses, pero transcurrido ese lapso De todos modos te vas!

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A partir de ese da, Mara Teresa redobl sus intentos para tener un hijo de Jess. Se tonific, coma todo aquello que poda ayudarla... Y nada. Los das pasaban. Decidi acudir a un gineclogo amigo suyo y de Jess que viva en una ciudad fronteriza, del lado de los Estados Unidos., conocedor de la situacin desde siempre. Jess estuvo de acuerdo e hizo los los preparativos de inmediato, para partir dentro de la brevedad posible. El gineclogo su amigo, le hizo cuanta prueba y anlisis crey necesario. Concludos exmenes, como no encontr nada que impidiera la maternidad de Mara Teresa, fue a buscar a Jess al hotel donde se hospedaban y le explic que ella ningn impedimento tena y que le haba manifestado su deseo de no irse hasta que la causa de no tener hijos fuese aclarada, por lo que crea conveniente que Jess se examinara, quiz sufriera algn trastorno pasajero y remediable que le impidiera por el momento tener hijos... . Le sugiri inclusive, que consultara con un psiquiatra, para averiguar si su mal era derivado de un rechazo involuntario de su parte. Jess, accedi a los exmenes que propona su amigo y, una vez realizados, acudi con un antiguo maestro de psiquiatra, el doctor Quiroz, a quien tena gran confianza, en busca de remedio a su problema. Transcurrieron los exmenes mdicos y una noche Mara Teresa y Jess se reunieron con su amigo el gineclogo, para que les diera la tan ansiada noticia. Durante la cena, el mdico se notaba turbado. No quera abordar el tema hasta, que presionado por Jess, se vio en la necesidad de dar su diagnstico. --Sabes Jess, Mara Teresa est en inmejorables condiciones. Adems, no hace falta que tu vayas a consultar al maestro Quiroz. La naturaleza te jug una pesada broma... Eres estril de nacimiento! Jess, demudado, guard silencio pensando en Laurita, y en las cinco mujercitas que estaban en su casa y pasaban por sus hijas. Sin poder contenerse, Mara Teresa rea a carcajadas. Se puso en pie frente al anonadado Jess que continuaba sumido en sus pensamientos, al doctor, que atnito no poda adivinar qu ocurra y sali del local. Jams volvieron a saber nada de ella.

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LOS CHANGOS

Hace ya medio siglo, en Ocosingo, risueo pueblecillo de los altos del estado mexicano de Chiapas, viva Federico Spiler, ciudadano alemn llegado poco tiempo despus de la Primera Guerra Mundial, con un nutrido grupo de paisanos suyos que huan del hambre y la miseria en la que quedo sumida su patria despus de los Tratados de Versalles. Veteranos del ejrcito imperial del Kiser, casi todos haban quedado profundamente afectados por la guerra. La vida en las trincheras, los horrores de la hiperita y el gas mostaza, los bombardeos y el hambre dejaron en ellos imborrables huellas que trataban de paliar en el paraso del sureste mexicano. La mayora de ellos establecieron fincas cafetaleras y cacaoteras, ranchos ganaderos y explotaciones forestales con gran xito. Saban hacer las cosas y las hacan bien. Algunos se dedicaron al comercio. Federico Spiler abri una tienda de todo en Ocosingo. Venda semillas, fertilizantes, aperos de labranza, abarrotes y todo aquello que consideraba que poda venderse en esa regin, enriquecida por la naturaleza, empobrecida por la explotacin que de los indgenas hicieron durante tres siglos los conquistadores. Antes de la guerra ejerca como escultor. Estudi artes plsticas y obtuvo reconocimientos mltiples, sobre todo por sus esculturas en madera, por lo general de santos e imgenes, que tenan gran aceptacin en toda la Europa catlica. En cuanto lleg a su nuevo hogar, ubicado enmedio de ubrrimos bosques en los que se encuentra toda clase de maderas, haca frecuentes excursiones en busca de las que necesitaba para, en sus ratos de ocio, ejercitar su habilidad, y haba conjuntado un verdadero museo con las diversas especies silvcolas de la regin. A ms de ello, encontr varios ejemplares de mono americano, conocidos en la regin como "changos", de tamao regular, pelo rojizo y cola prensil, muy amistosos, por lo que llev a su hogar a tres de ellos, a los que adiestraba para hacer "moneras" que resultaban del agrado de cuanta persona acuda a su comercio. La vida transcurra plcida y alegre para Federico que ya casi haba olvidado su origen alemn. Aunque conservaba el acento extranjero, su piel, blanca cuando lleg, se haba tornado

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moreno rojizo con el candente sol del trpico y sus costumbres eran ya totalmente mexicanas. Cas con una nativa que muri en el primer parto junto con el hijo que esperaba y desde entonces, l solo se haca hogar, ayudado por sus changos, a los que, ante el asombro de todos los habitantes del villorrio, ense a desarrollar labores domsticas sencillas. Por su cultura y su capacidad fue convirtindose, poco a poco, en consejero y ayuda general de sus vecinos que acudan a l para resolver todos sus problemas. Les prestaba mercanca, dinero, o ayuda, y los asesoraba en sus siembras o en la cra de sus "animalitos". Construy una aceptable casa con gran jardn, en el que sembr cuanta especie silvcola pudo encontrar en la selva y, cerca del pueblo, adquiri un pequeo rancho de diez hectreas, en el que con las ms avanzadas tcnicas, instal un establo con cien vacas y una fbrica de los afamados quesos de la regin. Lleg a ser un ente indispensable en el pueblo, con mayor influencia que las mismsimas autoridades, que lo vean con envidia y recelo y ni por asomo queran soportar una presencia como la del alemn "don Federico". Para desgracia del mundo entero y en especial para Federico, el nacional-socialismo se hizo de Alemania y los afanes imperialistas de su dictador llevaron a la humanidad a un nuevo holocausto. El "Potrero del Llano", barco cisterna propiedad de Petrleos Mexicanos, fue hundido en el Golfo de Mxico por un torpedo presumiblemente lanzado por un submarino alemn y Mxico declar la guerra a Alemania. Era Presidente Municipal Pedro Culebro, mestizo resentido y envidioso que en cuanto vio la oportunidad de perjudicar a Federico, lo hizo. Viaj primero a la capital del Estado, y como en ella no le hicieron caso, por el prestigio que como hombre de bien se haba labrado Federico, fue hasta la mismsima capital de la Repblica a denunciar "...las actividades nazis..." del "alemn de Ocosingo". Lo acus de rebelde, de espa y de todo cuanto pudo. Mxico estaba en guerra con Alemania y era un "enemigo". Logr, al fin, que una noche una partida militar lo arrancara literalmente de su cama y lo fuera a refundir en el tenebroso y tristemente clebre "Fuerte de Perote". Como "mxima autoridad", Pedro Culebro decret la confiscacin de todos los bienes de "el enemigo" Federico, y los reparti entre los miembros del ayuntamiento que, destruyeron y dilapidaron el trabajo de toda una vida en unos cuantos das. El museo de maderas fue convertido en lea; los animales que el "enemigo" cuidaba con todo esmero, vendidos o muertos, suerte que en especial corrieron los "changos", abatidos a machetazos por policas del "H" Ayuntamiento.

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Siete aos permaneci recluido en el "Fuerte de Perote", antigua prisin ubicada en uno de los lugares mas inhspitos de la Repblica. El fro, la psima alimentacin, los malos tratos a que se someta a todos los "enemigos" detenidos en esa ergstula por el delito de ser "alemanes", as como la falta de salubridad, le ocasionaron una tremenda tuberculosis. Cuando lleg a la prisin, pesaba noventa kilos. Cuando siete aos despus fue dejado en libertad, cincuenta y ocho. Volvi a Ocosingo. No conoca otro lugar y aoraba los aos de felicidad que pas en ese hermoso pueblo. Ya casi nadie lo reconoca y le cost mucho trabajo volver a empezar un negocio como el que haba perdido. El doctor Moctezuma, su viejo amigo que nunca lo abandon durante su cautiverio, le dio alojamiento y le prest un localito cercano a la plaza principal para que reanudara su antigua vida. Con tristeza y con coraje, se enter de que Pedro se haba adjudicado su casa y su negocio, el que quebr y cerr, para vender el terreno que era ahora usado como estacionamiento de los autobuses que hacen el servicio a San Cristbal. El ranchito le toc a Apolonio Domnguez, Secretario del Ayuntamiento y muy adicto al "comiteco", quien al igual que su jefe, lo vendi para bebrselo en unas cuantas francachelas. Las vacas le tocaron al agente del Ministerio Pblico Mario Pedrero, que no supo cmo tenerlas y las vendi para el rastro. La fabriquita de quesos correspondi a Vidal Romero, Sndico del Ayuntamiento, y era lo nico que se conservaba intacto, porque el tal Vidal la vendi a unos espaoles recin llegados que la trabajaban an con esmero. Poco a poco, con trabajo y ms trabajo fue rehaciendo su capital. En un par de aos se hizo de un local ms amplio para su negocio y en otros dos , compr "a plazos" nuevamente el rancho que haba malbaratado Apolonio Domnguez. Se haba convertido en un hombre hosco y poco comunicativo, y pasaba muchas horas encerrado en su "ranchito" haciendo esculturas de madera y amaestrando otros cuatro "changos" que trajo de la selva. Una maana nublada y fra, corri por el pueblo como reguero de plvora una noticia espeluznante. Pedro Culebro haba sido asesinado, ahorcado y terriblemente golpeado . No haba huellas del o los asesinos, pues a pesar de estar hmeda la tierra del suelo, tanto de la calle como del patio de la casa que algn da fuera de Federico, no se pudo encontrar ninguna huella. El cadver conservaba un rictus de miedo y estupor en la maltratada cara. Nadie poda explicarse qu haba sucedido.

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Pasaron los das, y el suceso sin solucin poco a poco fue quedando en el olvido hasta un da en que se festejaban las fiestas patrias. En medio del bullicio y la alegra de los vecinos, un arriero lleg a relatar que a unos cuantos pasos del camino de San Cristobal, en un barranco, estaba un cadver en estado de descomposicin. Acudieron las autoridades encabezadas por el agente del Ministerio Pblico Mario Pedrero y con muchos trabajos sacaron los despojos humanos encontrados por el arriero. Cul no sera su sorpresa cuando se percataron de que era Apolonio Domnguez. Haba sido ahorcado y terriblemente golpeado, sin que cerca del lugar donde se hall el cadver, se encontraran huellas de pisadas. Tena ms de ocho das de haber sido asesinado y cuando esto ocurri, segn revel la autopsia, estaba totalmente ebrio. El crimen tuvo lugar el da 9 de septiembre, es decir, exactamente tres meses despus de que Pedro Culebro fuera asesinado. Nuevas investigaciones. Mario Pedrero solicit ayuda de investigadores y peritos de la capital. Nada pudieron encontrar. A nadie pudieron incriminar en los dos homicidios ocurridos. Exactamente tres meses despus, el 9 de diciembre, a las doce de la noche, se escucharon en el pueblo los gritos desesperados y desgarradores de Vidal Romero, que viva a unos cuantos pasos del Palacio Municipal. Acudieron los vecinos espantados y lo encontraron tirado a mitad de la estancia de su casa, ahorcado y terriblemente golpeado. En la cara conservaba an un rictus de terror. Como en los dos casos anteriores de asesinato por estrangulamiento, no haba huellas de ninguna especie. Volvieron los investigadores y los peritos de la capital. Ninguna huella. Ninguna puerta o ventana violada. Nada. El hecho de que los asesinados hubieren sido aquellos que se haban adjudicado los bienes del "enemigo" Federico Spiler, hizo pensar a los detectives venidos de la capital que tal vez el alemn, avecindado de nuevo en el pueblo, era el responsable y fueron en su busca de inmediato. No estaba. Haba salido desde unos das antes a comprar ganado a Chihuahua y volvera hasta las navidades. Con l viajaba el Doctor Moctezuma, que tambin quera adquirir algunas cabezas de ganado para engordarlas en las ubrrimas tierras del sureste mexicano. Qued desvanecida cualquier sospecha a ms de que, sealaron los investigadores, era imposible que un anciano, porque Federico tena ya mas de setenta y cinco aos, fuese el autor de tan atroces crmenes. La investigacin se centr entonces en otros atropellos cometidos por los muertos cuando eran autoridades y en todos aquellos que haban sido perjudicados por ellos en la misma poca. Mario Pedrero no dejaba de pensar en que l sera el siguiente asesinado. No olvidaba el

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despojo que, en compaa de los tres ya muertos, haba hecho en perjuicio del "enemigo" Federico y no poda ni dormir, por lo que un da se arm de valor y decidi encarar personalmente la situacin, ya que la justicia se haba declarado impotente para dar con el o los asesinos de sus antiguos cmplices. Acudi a la casa del doctor Moctezuma y le relat sus temores y el terrible miedo que senta. Estaba seguro que era la prxima vctima. Su conciencia no lo dejaba vivir en paz. Moctezuma lo calm. Federico era incapaz de cometer tales atrocidades, a ms de que, era un anciano debilitado por la tuberculosis contrada en la prisin de Perote a quien hubiere faltado fuerza para ahorcar a las vctimas, todas ellas mucho mas jvenes que l y sobre todo, ms fuertes. No qued del todo conforme Mario y pidi al facultativo lo acompaara a hacerle una visita a Federico, para sincerarse con l, descargar un poco su conciencia, y sobre todo, como dicen los abogados, "semblantearlo". Accedi el doctor Moctezuma y propuso hacer la visita de inmediato. Encontraron a Federico ocupado con algunos clientes, pero con toda afabilidad, sin mostrar recelo alguno, dej lo que estaba haciendo y los saludo de mano, algo extraado por la visita de ambos, sobre todo porque el da anterior haba cenado con el doctor. Cuando termin, los invit a pasar a su casa. Les ofreci "comiteco" y botanas y permaneci platicando con ellos por ms de una hora. Trataron todos los temas habidos y por haber. Poltica, problemas financieros, agrcolas y religiosos de la regin, chascarrillos y chismes. De los homicidios, nada. Sali a acompaarlos hasta la calle y se despidi de ellos con un fuerte abrazo. --Se lo dije, licenciado. No hay nada de lo que a usted le preocupa. Federico es un magnfico hombre, sobre todo un anciano que ya est mucho mas all del bien y del mal. No se haga mala sangre y piense en otro de los muchos a quienes los muertos y usted causaron daos. Mario Pedrero no qued convencido. El miedo lo traicionaba. A partir de este da dej de salir solo. Se haca acompaar por policas judiciales de los que estaban a sus rdenes, armados como l mismo, hasta los dientes. No solucion nada con ello. No dorma. Perdi el apetito y en menos de un mes haba bajado mas de cinco kilos de peso. Solicit su traslado a otro distrito, pero el Procurador de Justicia no le haca caso. Pensaba que estaba tratando de huir de alguna fechora y decidi dejarlo a que afrontara las consecuencias de cualquier cosa que estuviere debiendo. Contaba da tras da. Tena la obsesin de que lo iban a asesinar el nueve de marzo y la idea lo tena enfermo.

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Lleg el tan temido da y se qued encerrado en su casa, con puertas y ventanas tapiadas. Cinco policas judiciales rodeando la casa. Slo por el cielo podra entrar un asesino y eso era imposible. Se sent a leer en la sala, sudando de terror y de pronto sinti que le apretaban la garganta. Quiso gritar y no pudo. No poda respirar. Las fuerzas lo iban abandonando poco a poco hasta que dej de tener conciencia. Estaba muerto. Al da siguiente encontraron el cadver. Estrangulado y terriblemente golpeado. Un rictus de terror en el rostro que la muerte no pudo borrar. Llegaron como nube los investigadores de la capital. Detuvieron a los policas que resguardaban la casa. No haba ninguna huella. Ninguna cerradura violada. Ninguna puerta, ninguna ventana abierta. Pasaron los das, los investigadores no encontraron ninguna evidencia de que hubiere sido asesinado, a pesar de que haba sido asesinado..! Volvieron a la capital con su fracaso a cuestas. Pasaron dos aos ms. Nunca se supo quin o quines mataron a los "estranguladitos", como les llamaba con sorna la gente de la regin, y no hubo mas crmenes. Una tarde, terminada la comida, acudi un mozo que trabajaba con Federico Spiler, al consultorio del doctor Moctezuma. --Mi patrn est muy malo -le dijo- y quiere hablar con usted y con el seor notario. Tom el doctor su sombrero y sali en compaa del mensajero a buscar al licenciado Grajales, Juez de Primera Instancia y Notario por receptora del Distrito de Ocosingo. Casi lo sac a rastras de su oficina y un momento despus, estaban ya en la cabecera del lecho del moribundo. -- Doctor -dijo Federico- le he llamado porque ahora si s que me voy. No tengo a nadie en el mundo ms que a usted y por eso quise que estuviera aqu el seor Notario. Lo nombr heredero universal de todos mis bienes y que tome nota el seor Notario para firmar lo que sea antes de morirme. Slo quiero que me haga un favor. Que se lleve a mis animalitos a la selva y los suelte all. Ya ve lo que pas cuando me llevaron preso. Se hicieron los papeles. Los firm Federico, y con un supremo esfuerzo se puso de pie y llam a sus "changos". Los subi en su camioneta y pidi al mdico que los llevara a la selva. El mdico accedi y, en compaa del notario, sali del pueblo unos tres kilmetros, por el camino de Tonin. Detuvo el vehculo, baj y abri la trampa trasera. Los "changos", salieron dando chillidos de alegra, perdindose en la espesura del bosque tropical.

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Al da siguiente, llamaron otra vez a Moctezuma. Como a las cuatro de la maana Federico haba empezado a vomitar sangre. A las seis falleci. Extendi el mdico el certificado de defuncin y realiz todas las gestiones necesarias para el entierro, que fue muy concurrido. Federico era en verdad apreciado por toda la comunidad. Pasados los afanes del entierro, fue Moctezuma a la casa que ya era de su propiedad, con objeto de hacer un inventario. Nada en especial. Al fondo del jardn estaba el "estudio" de Spiler, donde en perfecto orden aparecan todas sus herramientas de escultor. Gurbias, cuchillas, pinceles y tintas, as como maderas varias y tres esculturas religiosas sin terminar. En un jardincillo oculto a la vista de todo mundo, en la parte trasera, encontr algo que le hel la sangre en las venas: Cuatro esculturas hechas en madera de ceiba, de tamao natural, tiradas en el piso. Con pelo, cejas, ojos, boca, todo ello casi natural, que las haca ser idnticas a los modelos tomados para hacerlas, con el cuello destrozado y lleno de pelos de cola de chango. Representaban a Pedro Culebro, Apolonio Domnguez, Vidal Romero y Mario Pedrero. Estupefacto, el doctor Moctezuma slo alcanz a balbucear. --Los Changos!--

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CUANDO ESCUCHES ESTE VALS

--Hija, tcame valses mexicanos--. Con la voz casi inaudible, desde su lecho de moribundo, Carlos Garca peda insistentemente que Mara Luisa, la mayor de sus hijos, continuara sentada en el piano ejecutando valses mexicanos. --Toca para tu padre el Vals Potico, de Felipe Villanueva. Quiero seguir viviendo los mas gratos momentos de mi vida. T sabes que con las melanclicas notas de ese vals cortej a tu madre hace casi "cien" aos y a ti te arrull con l cuando naciste... Un acceso de tos le impidi continuar. Mara Luisa no se movi del banco de raz de nogal del elegante "Steinway" de cola completa que Carlos tena en su recmara. No era el nico piano en la casa. Haba otro en la cochera y uno ms en la amplia sala de la residencia. En la recmara, en la cochera y en la sala Carlos sola tocar a la hora que le llegaba la inspiracin, ya fuera de da o de noche, cualquiera de los instrumentos que dominaba : Guitarra, acorden, violn, piano, salterio y rgano "de iglesia", como l le llamaba, y en los ltimos tiempos, un banjo que compr en Nueva Orlens para ejecutar "la msica de los negros" que estaba muy en boga. No era msico. Era ingeniero distinguido, maestro emrito de la Facultad de Ingeniera, pero su pasin fue siempre la msica que nunca estudi, y que le proporcion una vida alegre y llena de satisfacciones. --No vas a permitir que tu padre se muera triste...insisti Carlos. Durante muchos aos, vivi con Mara, su esposa, en un departamentito de las calles de Fresno, en la colonia Santa Mara. Como l, ella tambin era de un profundo espritu bohemio. Los ingresos que le proporcionaba su profesin eran muy elevados, pero los problemas econmicos y la riqueza fueron siempre para l y para Mara, molestias que no les afectaban. Vivan para vivir la vida y lo hacan a plenitud. En su juventud, cuando termin la educacin preparatoria obtuvo una beca del Gobierno

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del Estado para continuar su carrera en la Capital de la Repblica. La termin lejos de los suyos y cuando para las fiestas del Centenario de la Independencia, se realizaron grandes obras pblicas y se abrieron concursos con jugosos premios , Carlos, egresado a fines del siglo de la Facultad de Ingeniera, obtuvo el primer lugar y la realizacin de los contratos para construir varios monumentos y edificios. La diosa fortuna empez a sonrerle. De familia de modestos recursos, lleg a la capital , y se vio precisado a vivir en la Casa del Estudiante. Realiz una brillante carrera. No le importaban los bienes terrenales. Le importaba recibirse para regresar al pueblo por Mara. Su otra pasin, era la msica. Una memoria privilegiada , su habilidad para tocar cualquier instrumento y su inagotable buen humor y alegra, desde que lleg a la Facultad , lo convirtieron de golpe y porrazo en un ingrediente indispensable para las fiestas de todos sus condiscpulos. Acuda a veladas literarias y musicales que celebraban los universitarios y en poco tiempo ya era como le llamaban sus amigos "ajonjol de todos los moles" bien recibido y apreciado en los crculos bohemios de la capital. Hizo amistad con los poetas en boga, y colabor en la ltima poca de "La revista Azul" de Manuel Gutirrez Njera. Cultiv la amistad del malogrado Felipe Villanueva autor del Vals Potico y que al decir del propio compositor, era Carlos "quien mejor interpretaba ese vals". Gan mucho dinero y, como se lo haba propuesto, regres a su pueblo para casarse con Mara, su novia desde la infancia. Era ella una hermosa muchacha slo dos aos menor que l y pareca que la naturaleza la haba hecho slo para Carlos. De profundos ojos azules, alegre y bulliciosa, se enamor de l desde que tena diez aos y, como seguramente ya estaba escrito, Carlos de ella. --Tnme paciencia, Mara-, sola repetirle Carlos cuando tuvo que abandonar el pueblo para continuar sus estudios en la Capital-- Termino la carrera, hago fortuna y vengo por ti. Ella nunca dud de esas promesas Estaban hechos el uno para el otro. Los aos corran, y los muchos pretendientes de Mara se impacientaban. Sus padres no se cansaban de repetirle : --Ese muchacho est totalmente loco. Tiene pjaros en la cabeza y t, como tonta, esperndolo. Segn el tiempo que va desde que se fue, ya deba haber terminado la carrera pero con toda seguridad anda de cancionero y bufn, no ha estudiado nada y nunca va a volver. Mara callaba, pero estaba segura de que Carlos volvera por ella. Cundo? Quin sabe. Cuando haya hecho fortuna, pero algn da, inesperado, volver. Como Mara lo tena pensado, poco antes de las fiestas del Centenario, apareci por fin

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Carlos, vestido estrafalariamente, en un Oldsmobile abierto, que hizo llevar en ferrocarril hasta la vecina ciudad de Toluca y luego condujo personalmente hasta su pueblo, en cuyo trayecto por caminos de herradura, invirti el increble tiempo de dos horas. Al pueblo no haba llegado jams un automvil y mucho menos como se. Todos haban odo hablar de ellos, pero no los conocan, as que la curiosidad que despert origin que muchas personas lo siguieran desde la entrada del pueblo hasta la casa de sus padres, a donde lleg enmedio de una nube de polvo y un ensordecedor estrpito. Sus ancianos padres, don Jos y doa Martina no daban crdito a lo que vean; antes de que salieran de su estupor, sin siquiera sacudirse el polvo del camino, Carlos los trep casi a la fuerza al ruidoso vehculo para que lo acompaaran a "pedir la mano de Mara". Haban transcurrido diez aos desde que sali del pueblo. Slo sus padres y Mara crean en su regreso . Ella nunca perdi la fe de que volvera. La familia de la muchacha no poda creer lo que estaba viendo. Les pareca una terrible pesadilla. Atnitos lo escucharon, ms por respeto a sus padres, antiguos amigos suyos, que por su rarsima facha y presencia. Llevaba en la bolsa como argumentos para pedir la mano de Mara, su ttulo profesional, su nombramiento de maestro "por oposicin" de la Facultad de Ingeniera y los contratos que para construir un Palacio Municipal en Santiago Tianguistenco y una gran escuela en su pueblo, consigui a pulso gracias al prestigio que obtuvo con una larga serie de concursos que gan, aparentemente sin esfuerzo, para obras importantes en la capital. Escucharon con disgusto la demanda del flamante "ingeniero". Saban que ningn objeto tena oponerse a esa boda tan inesperada para ellos, pero tan esperada para su hija y accedieron, aunque de mala gana, haciendo toda clase de malos augurios para la feliz pareja. Trataron sin embargo de poner trabas para la boda : Que no iba a alcanzar el tiempo. Que Mara no tena ajuar. Que el seor cura no haba hecho las amonestaciones y mil pretextos mas. No hubo pretexto vlido. La boda, como todo lo que acostumbraba hacer Carlos, fue en tan slo quince das, en la Parroquia, y rumbosa a mas no poder. Cometi Carlos la "irreverencia " de exigir que un grupo de bohemios que trajo de la capital ejecutaran durante la boda el "Vals Potico" de su malogrado amigo Felipe Villanueva, con lo que provoc otro maysculo escndalo. No le importaban nada ni nadie. Solo el y Mara contaban en este mundo. Sus padres les ofrecieron una comida despus de la boda, y una vez concluda, sac del bal de su Oldsmobile

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un equipo tan raro y estrafalario como aquel con el que lleg al volante de su automvil, abrigo, gorro, bufanda y "gogles" obscuros especialmente comprados para Mara, le pidi que se lo pusiera y la subi al ruidoso "Oldsmobile". Entre las bendiciones de sus padres, el llanto y la desesperacin de sus suegros y una nube de polvo, sin mas trmite, se la llev "a la capital". Se instalaron en un departamentito de las calles del Fresno, en la colonia Santa Mara. No haba noche en la que pudieran acostarse antes de que el reloj marcara las doce. Fiestas y saraos, reuniones con los amigos. Ahora ya no era slo Carlos. La pareja se haba convertido en "ajonjol de todos los moles" y alegra de todas las fiestas. Durante la Decena Trgica ocurrida en febrero de 1913, la metralla destruy, ante sus atnitos ojos, Uno de los monumentos que el haba edificado. Con dinero de su bolsillo y mas que consigui de compaeros y amigos con infinita paciencia rehizo el monumento lo que le vali prestigio y mas y mas contratos. Empezaron a llegar los hijos. Mara Luisa, Carlos, Julin y Fernando. El departamentito se hizo pequeo. Los parientes que tenan, radicados en la Ciudad de Mxico, no cesaban de increparlo. --Ya sienta cabeza, Carlos. Eres rico y afortunado y tienes a Mara viviendo en un departamento, amontonada con tus hijos. Constryele una casa digna de tu posicin y de tu fortuna... Carlos callaba. Un da compr un terreno grande en una calle cercana a su domicillo y se puso a construir una casa, "para l y Mara". Nadie poda creerlo. El mismo se encarg de hacer los planos, de acuerdo con "sus necesidades". La casa tena fachada de cantera que trajo expresamente desde su tierra natal. Dos entradas. Una amplia para la cochera con capacidad para dos automviles, bao completo de mrmol blanco, y... un piano de cola, Steinway", mullidos sillones y acorden, guitarra, violn, salterio, banjo, un inmenso rgano de fuelle, un fongrafo y centenares de discos, a ms de una escalera de caracol por la que poda subir a su recmara, en la que instal, junto con elegantes muebles de estilo "victoriano" propios para la habitacin , otro bao de mrmol blanco, un Piano de cola, de raz de nogal otro ruidoso rgano de fuelle, guitarra, violn, salterio y rgano, un moderno aparato tocadiscos "R.C.A. Vctor" con grabadora, "el ltimo grito de la moda y centenares de discos y fonogramas. Mas all de su Torre de marfil" como l la llamaba, con entrada independiente una casa tradicional con inmensa sala, comedor, cuatro recmaras, cinco baos, cocina, una amplia despensa y un largo corredor repleto de macetas en las que Mara

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cultivaba toda clase de flores. No hubo una sola excepcin. Todo aquel que conoca la casa de Carlos quedaba estupefacto. --Est loco de atar. Decan algunos. --Es un hombre afortunado que, peleado con las costumbres, hace lo que quiere y vive como quiere.- Opinaban otros. Original hasta en su modo de vestir, invariablemente con traje negro, corbata gris, chaleco y sombrero de ala mosquetera, usaba una larga melena y sin empacho alguno, con facilidad extraordinaria haca su propia caricatura y la reparta como "programas de cine", sola decir Mara. Mara Luisa estudi msica en el Conservatorio. Se gradu como concertista y era del mayor gusto de su padre que ejecutara "valses mexicanos", "los mas bellos del mundo, porque se han compuesto valses en todos los pases, y los hay vieneses -Austria es la madre del vals-, pero tambin hay hermosos valses franceses, italianos, espaoles, alemanes, norteamericanos, peruanos, argentinos, cada uno conservando la estructura tradicional del vals pero con cadencias especiales que hacen que los ms bellos sean los mexicanos, y tal vez los peruanos. Es por la idiosincrasia y el sentimiento que cada pueblo pone en sus composiciones". Cincuenta aos de infinita felicidad fueron bruscamente interrumpidos por un ataque fulminante de "diabetes". Como herido por un rayo, Carlos se debata entre la vida y la muerte, y sintiendo llegar su fin llam a Mara Luisa, para que le tocara "valses mexicanos". Mara Luisa, sin cesar de llorar en esta triste ocasin, acompaaba cada vals con los recuerdos de los comentarios que sola hacer su padre. --Que brbaro ste Agustn Lara. Por qu le puso "Cortesana" a un vals tan dulce y tan romntico.? Pudo ponerle cualquier nombre de mujer, pero lo dicho, es un brbaro. Don Carlos Espinosa de los Monteros dice que jams volver a entrar a concursos ni a componer . Con el vals "Ann Harding" participo y triunf en el certamen del "vals mexicano" y le han hecho de pleito ratero el premio. Lstima, porque muy pocos tienen la inspiracin de ese mdico poblano. Noche Azul y Mi nica Ilusin, van a ser composiciones que nunca se olvidarn. Recordaba slo una excepcin, cuando le deca : No toques Cuando Escuches ste Vals porque me mata de tristeza. Era el preferido de tu ta Lupita, muerta en la flor de la edad, y no puedo resistirlo.

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Transcurrieron ms de tres horas. Mara Luisa no paraba de tocar. Su repertorio estaba agotado. Lentamente el doctor Gonzalz, que era el mdico de Carlos, le dijo al odo: --Quiere tu padre que le toques Cuando Escuches este Vals. Sinti que el suelo se abra bajo su pies. Haciendo de tripas corazn, empez a tocar el vals. Lo repiti dos o tres ocasiones, hasta que el mdico le toc el hombro y le dijo. --Ya deja de tocar. Ya no es necesario. Con su sonrisa de siempre, tu padre nos ha dejado.

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El 36

Para Magdalena Saldaa, excelente periodista y mejor amiga.

Haca ya ms de dos horas que la Cessna sobrevolaba el desierto de Altar. En la cabina, el piloto Howard Perovitch escudriaba el montono paisaje, arena y ms arena en interminable sucesin de dunas ardientes. A su lado, Julio Gmez, el propietario del 36, autobs de pasajeros que haba salido de Guadalajara doce das antes con destino a Tijuana y no lleg ni a San Luis Ro Colorado, buscaba algn rastro del vehculo. En el 36 viajaban dos operadores y cuarenta braceros michoacanos vctimas de la reforma agraria iniciada por el presidente Lzaro Crdenas. Huan de la miseria. Peones acasillados de la Hacienda de Apeo, cerca de Maravato, que haban quedado sin trabajo cuando la hacienda fue expropiada y repartida, de a tres cuartos de hectrea por pen. Sin dinero, sin aperos de labranza y sin trabajo, queran llegar a California, donde la mano de obra para trabajos rudos era muy cotizada. Otros campesinos ya lo haban hecho y enviaban a sus familias dlares que les permitan sobrevivir bien. Contrataron el 36 en Guadalajara y llenos de ilusiones partieron, sin saberlo, hacia la muerte. Era tan probable que hubieran perdido la vereda que conduca de Santa Ana a Caborca, como que el vehculo sufriera alguna descompostura, dejndolos atrapados en el desierto. Howard, veterano de la Segunda Guerra Mundial, haba sido entrenado para volar enormes aviones B-29 y ahora se ganaba la vida haciendo viajes y encargos particulares desde Yuma, en los Estados Unidos, a los poblados cercanos. Se prest de muy buen talante a ayudar en la bsqueda del autobs, pues tena bastante experiencia en este tipo de maniobras que, aunque muy distintas de su entrenamiento, le resultaban mucho ms agradables puesto que se trataba de salvar vidas, no de segarlas, como en su antigua ocupacin. Salieron tempranito de Yuma y Perovitch trataba de tranquilizar a su pasajero

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cambindole el tema, contndole ancdotas de su vida de piloto. Hace mucho que tienes esta avioneta? Curiose Julio. No, la adquir hace seis meses con los ahorros de toda mi vida. Como te puedes imaginar, en la guerra entrenaron miles de pilotos como yo para que nos mataran y, como no nos mataron, ahora no saben qu hacer con nosotros. Nos pensionaron, pero el dinero se encoge cada da y me he visto en la necesidad de buscar pequeos trabajos. Con decirte que hasta algodn pizqu en Texas. Cort manzanas en el valle de San Joaqun y uvas en el de Napa; aguacates en Burbank, dtiles en Palm Springs y, con lo que pude reunir compr el aparatito de ocasin y en muy buenas condiciones. --No tienes familia?--, pregunt Julio --No. -- contest. --Por qu?--, insisti. --No se. Tengo cinco aos de casado y no te imaginas cmo le he hecho la lucha.-Piloto y pasajero soltaron una sonora carcajada. De pronto Howard exclam: -- Veo un promontorio que bien puede ser el camin que buscamos, porque tiene muchas huellas que hacen crculos en espiral. Fjate bien cmo se abren... -- Tu ves muchas cosas que yo no alcanzo a ver -- contest Julio-, pero el promontorio si lo veo. Guardaron silencio mientras el piloto volaba en crculo para descender hasta escasos veinte metros del suelo y luego de unos minutos Howard dijo tristemente: Efectivamente, es el vehculo que buscamos. Apenas logro distinguir que es rojo y blanco. Ha estado ah parado ms de diez das y por eso est casi cubierto de arena. Algunas de las huellas son de tres o cuatro das. Seguramente lo abandonaron poco a poco. Suele suceder que no todos los que se pierden en el desierto se desesperan al mismo tiempo. Unos casi enloquecen de inmediato y se embarcan en la aventura de tratar de escapar. Otros conservan la esperanza de ser salvados y a veces lo logran. El desierto es muy cruel. Rara vez deja escapar a quien atrapa. Vamos a volar en crculos en busca de algn superviviente que, me apena mucho decrtelo, pero creo que no hay ninguno. El avin empez a dar vueltas y los dos hombres tenan los ojos fijos en las arenas ardientes con la esperanza de encontrar a alguien con vida. Slo Howard poda identificar las huellas de pisadas que el viento recorre y las cachanillas borran en su eterno rodar.

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-- Por qu las huellas siguen diversas trayectorias? Pregunt Julio. -- Porque nuestras piernas no dan los pasos iguales. Generalmente los derechos tienen un paso ms largo con la pierna derecha y los zurdos con la izquierda. Como en el desierto no hay puntos de referencia para poder caminar en lnea recta, dan vueltas y vueltas hasta que el calor, la sed y el sol los hacen, primero ver espejismos y despus, desvanecerse hasta que la muerte los encuentra. En esta poca, el desierto es fro durante la noche, pero en cuanto el sol est en el cenit, vers grupos de zopilotes en busca de cadveres para comer. La sola mencin de la suerte que corran quienes se perdan en el desierto puso a Julio los pelos de punta y lo dej mudo. Pasaron unos minutos durante los cuales el piloto fue descubriendo pequeas manchas en la arena que identific como cuerpos. Sac una hoja de papel y con los instrumentos de la avioneta fue anotando coordenadas de los lugares donde haba identificado los bultos. El sol estaba ya casi arriba y, tal como lo haba predicho Howard, empezaron a aparecer, de quin sabe dnde, parvadas de zopilotes volando en formacin ordenada y haciendo crculos con las alas abiertas. El piloto sugiri irse a Santa Ana, el pueblo ms cercano, para pedir ayuda. Los que no hemos encontrado -dijo- los zopilotes nos sealarn dnde se encuentran. Diez minutos despus aterrizaban en el rstico poblado. En la Presidencia Municipal informaron el asunto que los ocupaba y las autoridades, a regaadientes y mediante mil dlares, comisionaron diez policas para que se trasladaran al lugar y ayudaran a la localizacin y rescate de los restos que se pudiera. Como eran cerca de las seis de la tarde, Howard sugiri esperar el amanecer, pues no era aconsejable pasar la noche en el desierto. Buscaron hospedaje y acordaron partir a las cinco de la maana del da siguiente. El lugar donde estaba el camin quedaba a ms de sesenta kilmetros de Santa Ana y la cuadrilla lleg como a las diez de la maana. Dentro del vehculo encontraron cinco cadveres desfigurados por el calor del da y el fro de la noche. Julio pudo reconocer a Pancho Gutirrez, su chofer de planta. Estaba inclinado sobre el volante en actitud de echar a andar el vehculo. Supusieron de inmediato que se haban perdido en el desierto y se les haba acabado la gasolina. No haba mucho que hacer sino esperar que los encontraran. Desgraciadamente estaban a ms de tres kilmetros de la brecha por la que atravesaban el desierto los cargueros y nadie pudo verlos. Los jeeps de la polica rastrearon el desierto guiados por los zopilotes que volaban en crculos antes de caer sobre los restos de los desventurados ocupantes del vehculo atrapado por

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el desierto. En varias ocasiones tuvieron que dispararle a las rapaces alimaas para obligarlas a dejar la presa y as, a trozos, fueron poniendo los cadveres en costales que acarrearon en el propio 36 que, sin ninguna descompostura, pues slo se le haba acabado la gasolina, sirvi de fnebre carroza. En cuatro horas slo lograron encontrar veintin cadveres y como a las siete de la noche, ya obscuro, conduciendo Julio el 36, regresaron a Santa Ana. En los bajos de la Presidencia Municipal, en una bodega sucia y mal ventilada que serva de morgue colocaron los costales, en una mesa de concreto. Al da siguiente, igual que el anterior, antes del amanecer, los jeeps de la polica y el 36, perfectamente lavado y desinfectado, reanudaron la macabra bsqueda, con base en las anotaciones de Howard y en los grupos de zopilotes. A las seis de la tarde haban terminado. La mayor parte de los cuerpos no pudieron ser identificados porque estaban destrozados por las aves de rapia. Howard sugiri que se compraran tantos fretros de madera como costales haba y que en cada uno se pusieran los nombres de los braceros. Al 36 le quitaron los asientos para que cupieran las cajas y emprendieron la otra parte del viaje, ms terrible que la primera. Las autoridades locales no queran permitir el traslado a Hermosillo para que los cuerpos fueran embalsamados y luego enviados a Apeo. Igual que los zopilotes, daban vueltas y vueltas alrededor del camin en espera de llegar a un acuerdo. Queran que les pagaran por todo y por nada; que la agencia funeraria de Don Romulado, cacique de la regin, se encargara del traslado a Michoacn en sus destartaladas ambulancias, a razn de mil dlares por fretro; que los sacaran de las cajas en que se encontraban para colocarlos en ataudes que el cacique vendera por slo quinientos dlares cada uno. Atnito, Howard no daba crdito a lo que vea. Trat de intervenir y lo amenazaron con encarcelarlo por haber entrado al pas sin pasaporte. Julio protest por lo que consideraba un abuso y le espetaron que era l el responsable de las muertes, por haber alquilado un camin que no serva. Howard tuvo una idea genial. Se fue al hotelucho donde se haban hospedado y telefone a unos amigos suyos, periodistas de Yuma, para darles la noticia del terrible accidente ocurrido a los pasajeros del 36 y pedirles ayuda. Como a las siete de la maana del otro da comenzaron a llegar. La nube de fotgrafos norteamericanos y los reporteros interrogando a las autoridades les dulcific la voluntad. El Agente del Ministerio Pblico declar a los representantes de la prensa

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estadunidense que en Mxico, en caso de accidentes como el del 36, las autoridades no tenan mayor inters que ayudar a todo mundo y que l, personalmente, estaba haciendo las gestiones necesarias para que los cadveres pudieran ser trasladados a Hermosillo en el mismsimo autobs y despus, si as lo queran, hasta el pueblo de origen de las desventuradas vctimas del desierto. Con evidente mala gana los burcratas de la Presidencia Municipal que el da anterior slo saban poner obstculos, ahora fueron diligentes para obviarlos. El Presidente Municipal se hizo retratar muchas veces y pidi que al publicar su foto no dejaran de mencionar su nombre y su gran voluntad por servir a sus semejantes en desgracia. Como a las seis de la tarde Howard parti en su avioneta a Hermosillo a esperar el camin y para preparar, hasta donde fuera posible, el traslado a la ex Hacienda de Apeo. Pasadas las nueve de la noche lleg el 36, conducido por Julio. Ya no se pudo hacer nada y fue necesario esperar al otro da. A las nueve de la maana Julio y Howard estaban ya en las oficinas de la Direccin de Servicios Coordinados de Salubridad del estado de Sonora. No haba absolutamente nadie. Como a las diez, malhumorados y medio dormidos todava empezaron a llegar los empleados y dijeron que no podan hacer nada hasta que el jefe estuviera presente. A la fresca de las doce, en insultante Cadillac lleg el seor director. --Es necesario que se levante acta de defuncin de cada uno de los muertos y que comparezca algn familiar a reclamar el cadver.- -Sentenci. En vano suplicaron Howard y Julio la dispensa del trmite porque no se trataba de cadveres comunes y corrientes, sino de una serie de despojos humanos despedazados por las aves de rapia y en casi todos los casos, incompletos. Los zopilotes, despus de devorarse toda la carne se haban llevado huesos de los brazos, piernas, costillas... -- Eso no es verdad -replic el funcionario. Ustedes quieren engaarme. Ya he mandado verificar los restos que ustedes traen en el camin y me han informado que vienen en cajas perfectamente cerradas, con los nombres de cada uno encima. Cmo voy a saber si en verdad son cadveres o si es contrabando; o hasta personas vivas a las que quieren introducir ilegalmente al pas. Rojos de ira y sin ponerse de acuerdo, Howard y Julio salieron de la oficina del jefe. Sacaron del 36 una de las cajas, la llevaron a la oficina del director. Con ayuda de un desarmador y un martillo quitaron la tapa, sacaron el costal y lo vaciaron en el piso. Con gran estrpito cay una calavera sin ojos, con el cuero cabelludo deshecho por los picotazos y en

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seguida, una pierna con pantaln de mezclilla y huarache; despus el torso, del que slo quedaban las costillas y los brazos, unidos por pedazos de piel y msculos en descomposicin. El funcionario no pudo soportar ni el espectculo ni el hedor y sali violentamente a vomitar, maniobra en la que fue soprendido por reporteros del diario estadounidense San Diego Union que lo retrataron sin que pudiera oponerse. Una vez tranquilo, suplicaba le devolvieran la placa delatora de su falta de experiencia. Julio se aprovech y le propuso gestionar la entrega de la foto a cambio de la orden para el Registro Civil de levantar las actas de defuncin de todos los muertos, sin averiguacin, y el permiso de traslado de los restos al estado de Michoacn. Todava asqueado dio las rdenes que tardaron en cumplirse otro da ms. Por fin, tras la terrible odisea burocrtica y el acoso de la zopilotiza burcrata, Julio y Howard, que se neg a dejarlo viajar solo, partieron en el 36, pero sus penas an no haban terminado, porque a unos kilmetros de Hermosillo hay una garita aduanal y los cumplidos celadores y vistas, con la idea de que se trataba de un gran contrabando, detuvieron el camin. Estaban a punto de abrir una de las cajas, tomada al azar, cuando el jefe de la garita se acerc y, al sentir el ftido olor, reflexion: No es necesario que abran las cajas. Con diez dlares por cada una pueden seguir adelante y les daremos una constancia de que ya fue revisada toda la carga para que no los molesten en las otras garitas que hay de aqu a Guadalajara. Howard se enoj pero Julio, conocedor de su pas, sac de su cartera los cuatrocientos veinte dlares que evitaban la apertura de las cajas y los entreg una vez que el sello de Revisado fue puesto en cada una. Cuarenta horas tardaron en llegar a Guadalajara, donde antes de entrar los esperaba un grupo de periodistas que, enterados por la prensa norteamericana, deseaban resear el triste episodio y que aprovecharon que una patrulla de caminos los detuvo para pedirles los documentos del vehculo, los personales de ellos y los traslados, para acercrseles. Julio traa su licencia de automovilista, pero Howard no, mucho menos expedida por el estado de Jalisco lo cual, dijeron los patrulleros, era suficiente para detener el vehculo porque, adems, dijeron, el permiso para que el vehculo viajara a Tijuana estaba vencido. La lista de multas era muy larga: Por transitar sin licencia de chofer; por llevar carga en un vehculo destinado al servicio de pasajeros; por conducir cadveres en un autobs sin licencia sanitaria, etc. etc.

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Julio pidi permiso para ir al Banco a sacar dinero y se lo concedieron con la condicin de que lo acompaara un agente. En las oficinas de la Cooperativa Autobuses de Occidente pidi dinero prestado, pero los directivos le aconsejaron que mejor se arreglara para que no le levantaran las infracciones; que si quera, ellos le ayudaran, porque tenan una iguala con Trnsito Federal y del estado. El asunto se arregl con diez mil pesos y una patrulla los escolt hasta la caseta ubicada en la salida a Morelia, donde les dieron una especie de salvoconducto para las autoridades federales, aconsejndole que viajaran de noche para evitar a las autoridades locales porque eran muy bravas. Siguiendo el consejo esperaron la llegada de la noche para entrar a Michoacn. Ya para amanecer, a unos veinte kilmetros de Apeo, los detuvieron otra vez y sin averiguacin alguna los encerraron en la crcel local acusndolos de pretender realizar una inhumacin clandestina; transportar cadveres en vehculo de pasajeros; carecer de licencia para conducir en el estado de Michoacn; falta de licencia sanitaria para el transporte de cadveres, porque el que les dieron en Hermosillo estaba vencido, slo era por cinco das y ya iban en el sptimo. Y etc. etc. El agente del Ministerio Pblico fue a la crcel a hablar con Julio y sin prembulos le pidi cincuenta mil pesos por dejarlos en libertad. Julio ya no tena un centavo. Los parientes de los muertos, avisados de su llegada, esperaban en Apeo hasta que, uno de ellos sali a Maravato a ver qu ocurra y, enterado de que el 36 ya estaba en el pueblo, a disposicin del Ministerio Pblico, regres a avisarle a los dems. Presas de indignacin, decenas de habitantes de Apeo, en camiones de redilas, camionetas, automviles y hasta en burros y caballos llegaron en menos de dos horas a reclamar los despojos de sus seres queridos. Se amotinaron frente a la Presidencia Municipal y tomaron como rehn al agente del Ministerio Pblico en el momento que sala de la entrevista con Julio. Amenazaron lincharlo si no entregaba el camin. Una partida militar lleg a tratar de poner orden y tuvo que disparar varias veces al aire para calmar a los enardecidos vecinos. Cuando las hostilidades estaban a punto de reanudarse, el Presidente Municipal habl a la multitud. Prometi permitir que el camin siguiera hasta Apeo con su cargamento si liberaban al agente del Ministerio Pblico. Aceptaron con la condicin de que el rehn sera liberado en el momento que llegaran a la iglesia de Apeo donde esperaba la celebracin de una misa de cuerpo presente para las vctimas. Lo tenan atado y con una cuerda con nudo corredizo amarrada al cuello de la que, aseguraron,

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tiraran si eran agredidos por la polica o por los soldados. Ante lo grave de la situacin y la decisin que mostraban los vecinos, las autoridades aceptaron y entre llantos y gritos amenazadores el extrao cortejo fnebre parti hacia la parroquia. El cura esperaba en el atrio del templo y recibi una por una las cajas, llenndolas de bendiciones en latn, echndoles agua bendita. Dijo misa de cuerpo presente por el descanso del alma de los muertos y sugiri enterrarlos de inmediato, ya que el hedor que despedan era ya insoportable. Dos horas despus todo haba terminado y hasta entonces le quitaron la soga del cuello al representante de la autoridad. A Howard y a Julio los metieron casi a la fuerza al curato, donde el sacristn los esperaba para cobrarles por los servicios religiosos que acaban de oficiarse: Por la misa de cuerpo presente, veinte pesos por cada muerto; por las velas... por las flores... El presidente del Comisariado Ejidal los rescat de las piadosas manos del religioso y por la sacrista los llev a su casa. Les permiti asearse y cerca de la media noche los sac en un viejo automvil para conducirlos hasta El Oro, en el estado de Mxico, ya fuera del alcance de las autoridades de Michoacn. Les dio un poco de dinero para que continuaran su viaje y les prometi enviarles el 36 en el primer descuido. Julio le propuso se quedara con el vehculo a condicin de que pagara a los directivos de la Cooperativa el dinero que haban prestado para las multas. El hombre acept. Le entregaron los papeles del vehculo y partieron hacia la ciudad de Mxico en el primer camin que pas. -- Qu nobles son los zopilotes que vuelan en tu tierra! -Le dijo Howard a Julio- Ellos nos ayudaron a encontrar a estos infortunados campesinos que buscaban fortuna y encontraron tan tremenda muerte, pero Qu crueles son los zopilotes humanos con quienes hemos tenido que tratar!

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EL DIAGNOSTICO

Eran las dos de la maana de un jueves cualquiera. El ulular de la sirena de una ambulancia parti en dos el silencio de la noche. Conducida a gran velocidad desde la villa de Coyoacn hasta las Lomas de Sotelo, provocaba angustia entre los adormilados vecinos de la gran ciudad. El general Justo Terroba, aquejado por tremendos dolores en el vientre, senta que transcurran siglos antes de que pudieran llegar al Hospital Militar para que experimentados mdicos se hicieran cargo de su vida que estaba en peligro de extinguirse. Con l viajaba Conchita, su esposa de siempre, la que abnegada lo haba acompaado desde que se gradu como subteniente en el Colegio Militar y Casimiro, su asistente fiel, el que estuvo con l en la Revolucin, all cuando el general Saturnino Cedillo se levant en armas en San Luis Potos. Casimiro, con un paliacate, trataba de enjugar el sudor que escurra por la frente del patrn y trataba de distraerlo recordndole los difciles trances de la vida militar. En la seccin de Urgencias del Hospital Militar , un nutrido grupo de mdicos y enfermeras esperaba nervioso la llegada del militar. Cuando por fin lleg la ambulancia, el enfermo fue puesto en una camilla y llevado a un cubculo. Lo despojaron de la pijama y bata que traa en el momento en que, sentado en un cmodo silln, vea tranquilo su telenovela preferida, y lo atac un fuerte dolor en el bajo vientre. Con la premura del caso se hicieron al enfermo todo tipo de pruebas, anlisis y exmenes: electrocardiograma, electroencefalograma, resonancia magntica, anlisis de sangre, de orina, etc. Veterano de la revolucin, con servicios distinguidos prestados a todos los gobiernos de los ltimos cuarenta aos, el general Terroba era muy apreciado en el instituto armado. El titular del ramo fue informado de inmediato de la situacin de su amigo y estaba en comunicacin constante con el hospital para saber de su estado de salud. Ms de dos horas duraron los exmenes, al cabo de los cuales fue trasladado a Terapia Intensiva, ya ms tranquilo gracias a los sedantes que le fueron administrados. En menos de una

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hora la seccin de Urgencias se vio invadida por amigos y compaeros de armas del general que, avisados oportunamente por otro de sus ayudantes, el mayor Escudero, mostraban preocupacin por su repentino mal. Mientras mdicos, laboratoristas y enfermeras trabajaban intensamente, el general durmi un buen rato y despert cerca de las nueve de la maana, de muy buen humor. Se aprestaba a tomar un poco de alimento cuando, demudado y grave, entr en el cuarto el Teniente Coronel Zermeo, encargado de la guardia del Hospital a partir de las ocho de la maana y a quien, al recibir la relacin de enfermos, se le haba recomendado en forma muy especial al general Terroba. Poco antes le haban entregado los resultados de los exmenes practicados al general, que llevaba bajo el brazo en un grueso cartapacio. Pidi a los acompaantes del general que salieran del cuarto y, una vez a solas, con tono solemne, dijo: -- Mi general, yo se quin es usted. Conozco su prestigio y su ejemplo me es conocido desde que ingres al Colegio Militar y por eso me atrevo a hablarle en la forma que voy a hacerlo. Traigo conmigo el resultado de los exmenes que se le han practicado y, aprovechando que lo veo en muy buena disposicin, quiero prevenirlo. Su estado es de suma gravedad, debido a un cncer terminal generalizado. Su vida va a ser ya muy corta. Aprovechando como le seal que est usted en perfectas condiciones mentales, le sugiero tome todas las providencias del caso y arregle sus asuntos pendientes y sus problemas. -- Tan grave es mi caso, seor teniente coronel? Pregunt angustiado. Si, mi general. Tiene usted cuando ms tres das de vida. El hombre qued mudo por la sorpresa y luego de algunos minutos de azoro rompi el silencio. Le agradezco su franqueza, mi teniente coronel y una cosa le pido, no diga nada a nadie sobre este asunto. Pida que pasen a verme slo mis asistentes, el mayor Escudero y el subteniente Casimiro. Estn afuera... El mdico sali de la habitacin y le orden a la enfermera de guardia que no dejara pasar a nadie que no fueran los ayudantes del general. Con discrecin se acerc a Escudero, a quien reconoci por la profunda desesperacin que revelaba su rostro moreno, tatemado por el sol de muchos aos de vida castrense. -- El general quiere hablarle y le pide que pase acompaado slo por el subteniente Casimiro. Creo que quiere darles algunas instrucciones.

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Cuando los dos hombres entraron encontraron a su superior demudado y plido como nunca antes lo haban visto, ni siquiera antes de entrar en combate. Sin que les dijera nada adivinaron cmo estaba la situacin. El grueso cartapacio con los resultados de los exmenes que le fueron practicados, dejado por el mdico sobre la mesita del cuarto, era nico y mudo testigo del diagnstico que le haban formulado. Sin dejar de mirar el cartapacio el general no se resignaba a creer lo que le acababa de decir el mdico. -- Tengo slo tres das ms de vida, si bien me va -les dijo de repente y qued largo rato en silencio que sus subalternos respetaron consternados. Prosigui: -Quiero que t, Casimiro, llames a todos mis familiares. T sabes quines son. Que estn aqu a las cinco de la tarde. T, Fermn, quiero que vayas a ver al licenciado Gonzlez, el notario con quien me acompaaste a la compra de la casa de la colonia Roma y le digas que lo espero en cuanto pueda estar aqu, que no me vaya a fallar, que es un asunto muy grave. -- General -dijo respetuosamente Escudero. Ya imagino lo que el mdico le dijo y creo que no debe precipitarse hasta que reciba una confirmacin. Por qu no permite que traiga yo a su amigo el doctor Cabrera para que nos de otra opinin. Me parece ms razonable. -- Puede que tengas razn. Trete a Cabrera y mientras que nadie entre a verme. Diles que estoy dormido. T, Casimiro, treme papel y pluma para que aproveche yo el tiempo en hacer unos apuntes. Salieron los ayudantes a cumplir su cometido y slo se permiti que entrara la enfermera de guardia permanente, una mujer ya entrada en aos; le tom la presin sangunea y al verlo demudado y triste, se sent a su lado. Poco tard Escudero en regresar acompaado por el doctor Cabrera, mdico civil, viejo amigo del general, a quien no se les ocurri llamar en el momento de la crisis el da anterior. Al igual que las docenas de visitas que se agolpaban en la sala de espera, iba consternado por la noticia de la gravedad de su amigo. Fingiendo indiferencia lo salud cariosamente, le reclam que no lo hubieran llamado antes, hizo un par de bromas y pidi a la enfermera le mostrara el resultado de los exmenes. Con cuidado los ley y medit, uno por uno. El general pudo percatarse de los cambios de semblante que experiment el mdico mientras examinaba los papeles y cuando concluy el anlisis esperaba una sentencia como la que le haba dado el mdico de guardia. -- Ests muy mal, compadre. Qu te dijo el mdico que te est atendiendo? Lo mismo que tu. Que estoy muy mal, que me quedan cuando mucho tres das de vida.

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-- Desgraciadamente es cierto. Tu eres un hombre valiente y se que puedes encarar con entereza esa situacin. Arregla todas tus cosas hoy que estas lcido y dime en qu puedo ayudarte. -- Ya mand traer a todos mis familiares. Vienen a las cinco de la tarde. Tambin el notario. Creo que no tarda en llegar. Por qu no te quedas para que seas testigo de mi testamento? -- Claro que me quedo. De todos modos no pienso dejarte solo ni un momento. Eran las once de la maana cuando entr la enfermera que haba salido para dejarlos a solas. Traa al sacerdote del hospital, el que auxiliaba a los enfermos, sobre todo a los muy graves y le pregunt si quera platicar con l. El general haba sido toda la vida un ateo convencido. La crueldad de la lucha armada no hubiera permitido piedad ni compasin y l se haba distinguido precisamente por su valor y arrojo, as como por su absoluta falta de piedad con los vencidos. Sin embargo, ahora accedi a que pasara el sacerdote que, de entrada le dijo: -- No es fuerza que se confiese, general. Slo quiero platicar con usted unos momentos para que su alma est tranquila a la hora que lo llame el seor. Tras unos minutos de cavilaciones, don Justo, emocionado, dijo: -- Si, quiero confesarme. Nunca he credo en nada ni en nadie, pero hoy siento la necesidad de creer y usted puede ayudarme. Sali el doctor Cabrera y se quedaron solos por ms de dos horas tras las cuales el sacerdote, con aire de triunfo, sali repartiendo bendiciones entre todos los que estaban en la antesala. El primero en entrar al cuarto fue Cabrera. El general Terroba estaba extraamente tranquilo y sonriente y con ganas de contar la experiencia, nueva para l, de haberse confesado. -- No sabes, compadre, qu hombre tan inteligente es este curita. Escuch con mucha atencin todas las barbaridades que he cometido en la vida, sin hacer ningn comentario y despus me hizo un largo relato de la Historia de los Santos, de cmo Pablo de Tarso, soldadote como yo, se arrepinti a tiempo de todos sus abusos y atropellos, recibi la gracia de Dios y hoy est en el santoral cristiano. No sabes cuntas cosas ms. Me dijo que en la situacin que me encuentro ha sido sumamente provechoso para mi alma confesar mis pecados y reconocer mis culpas, que ahora debo pedir perdn a todos a quienes he ofendido. Se lo he prometido y lo voy a hacer. Ah! Me ech la absolucin. En verdad que he quedado tranquilo con Dios, ahora slo me

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queda cumplir mi promesa al curita para estar en paz con todos. Poco despus entr el notario, acompaado del mayor Escudero, para reunir los testigos que seala la ley para un testamento solemne. Con los apuntes que haba estado formulando, el general Justo Terroba dict su testamento ante la estupefaccin del doctor Cabrera y la indiferencia del mayor Escudero. Uno a uno list sus numerosos bienes, el destino que habra de drseles y qu tocaba a cada uno de sus herederos: cuatro esposas y nueve hijos, casi todos de edades semejantes entre si. Termin cerca de las dos de la tarde, hora en que se retir el notario y le llevaron algo de comer. Dieta blanda, le dijeron, y cuando estaba a punto de terminar los alimentos, el mayor Escudero entr a decirle que haban llegado ya doa Carmelita y sus dos hijos. Doa Soledad y sus dos hijos. A ms de Conchita y sus tres hijos que seguan ah y no haban querido ni siquiera bajar a la cafetera a tomar algo de comer. Cmo lo tomaron? pregunt. -- Creo que muy mal, general. Todos los chicos se parecen a usted y, lgicamente, se parecen entre si, es cosa que no se puede ocultar a los ojos de nadie. Slo falta doa Hermelinda, que ya viene para ac. Fue por ella Casimiro. Ninguna ha hablado, noms se miran con ojos de pistola. -- Sal de nuevo. Vigila que no vayan a hacer un escndalo. Pdele a la enfermera que saque de la sala de espera a todos los que no sean de la familia ma y que en cuanto llegue Hermelinda con los chicos, me saque de aqu en una silla de ruedas, para encarar la situacin como se lo promet al seor cura. En menos de cinco minutos lleg la silla de ruedas en la que, entre Cabrera y la enfermera acomodaron al general, en espera de la llegada de Hermelinda. Transcurrieron ms de veinte minutos en los que los nervios fueron traicionando poco a poco al general a pesar de los esfuerzos del mdico que trataba de calmarlo. -- Ay, compadre! Es que tu no sabes el problemn que traigo encima. Cuando salimos del Colegio Militar y tu entraste a la Mdico, a mi me enviaron a Tuxtla Gutirrez. Como estaba profundamente enamorado de Conchita, nos casamos a la carrera, sin ceremonias, por lo civil, y me la llev conmigo. Buscamos casa, nos instalamos y la pasamos de maravilla. All nacieron Nacho y Rosita, pero un buen da, sin previo aviso, me trasladaron a Chihuahua. Imagnate, hasta Chihuahua, sin darme tiempo a quitar la casa y llevarme a mi familia. Como estaba yo joven y acostumbrado a la vida familiar, me sent muy solo y se me apareci como por encanto

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Hermelinda, tan bonita, con esos ojazos que Dios le dio. Era muy seria, slo con casorio quera irse conmigo y qu quieres, compadre, me cas con ella por lo civil. Nunca olvid a Conchita ni a mis chilpayates. Siempre estuve a cargo de ellos y, en cuanto pude, ya que en Chihuahua junt algn dinerito, fui a Mxico, les compr una casita y los llev a vivir all. Yo segua feliz en Chihuahua, hasta que un buen da hubo un levantamiento en el sur de Veracruz y que me trasladan para Acayucan. Otra vez sin darme tiempo de nada. All los cates si que estuvieron buenos. Sal bien librado de puro milagro. Hubo ocasin en que los malditos alzados acabaron con toda mi gente, porque yo ya era capitn primero. Entre refriega y refriega conoc a Carmelita. No sabes, compadre. Qu mujer ms linda. Era como las flores del cafeto, fresca y lozana. Tena apenas dieciocho aos, pero qu cuerpo! qu cara! qu alegra por la vida! Se enamor del uniforme y de mi. La carne es dbil Me cas con ella! La odisea de Veracruz dur ms de dos aos. Vinieron Gustavito y Josefina, pero eso si, compadre, nunca dej de cumplir mis obligaciones con Conchita, con Hermelinda y con los chamacos. Siempre estuve al tanto de su manutencin, atencin y educacin. En el sur de Veracruz se puede hacer dinero. Te dan para pastura y t mandas la caballada al monte. Te matan soldados, no los das de baja y te quedas con los haberes. En fin, junt otro poco de dinerito y en un viaje a Chihuahua recog a Hermelinda con los nios y los traje a Mxico. Les compr una casita por la colonia del Valle, lejos de donde viva Conchita, porque los malvados escuincles, como maldicin del cielo, se parece a mi, no a sus mams, tan bonitas. No fuera a ser el diablo y se encontraran un da en la calle o en la escuela. Tu sabes. Todo iba bien hasta que vino lo de Cedillo. Ya con grado de coronel que me mandan a San Luis Potos. Otra vez los trancazos y la zozobra. No sabes si al da siguiente vas a estar vivo y la soledad es canija. Conoc a Soledad. Era hija del general Rodrguez. Nos enamoramos. Nos casamos. Naci Luisito y despus Cholita. Igual que en Acayucan, en San Luis fue fcil juntar dinerito y les compr una casa. El general estaba loco de felicidad con sus nietos. Soledad era su hija nica. Termin aquello y me concentraron a Mxico, ya como general de brigada. Rodrguez no quiso que me llevara a su familia a Mxico y prometi hablar con el secretario de la Guerra para que, en cuanto fuera posible, me devolvieran a San Luis. No pudo ser. Me enviaron a Venezuela como agregado militar. Por cuestiones de protocolo me llev a Conchita. En Caracas naci Justito En las embajadas tambin se gana buen dinero. Te pagan esplndidamente y no haces absolutamente nada. En la valija diplomtica puedes pasar todo lo que quieres, cuantas veces lo

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desees. Estuve all dos aos y luego me enviaron a Londres. Me llev a Hermelinda. Eran tiempos de guerra y no te imaginas la cantidad de negocios que se podan hacer. Despus me mandaron a Pars. Era el paraso para nosotros y, para no ser disparejo, llev a Consuelo conmigo una temporada y despus la cambi por Soledad, porque oportunamente me dijeron que mi suegro el general Rodrguez iba a ir de visita. Por fin pude volver a Mxico. Compr nuevas casas por los cuatro puntos cardinales, para llevar a cada una de mis familias cuidando de que quedaran lejos, muy lejos una de otra. Invent que me comisionaban al Campo Militar y que por ello tena que estar constantemente fuera de mi hogar. As se han pasado los aos. No pudo continuar. El mayor Escudero entr a avisarle que ya haba llegado la seora Hermelinda. Don Justo palideci, trag saliva y dio la orden de que lo sacaran a la antesala. El ambiente era tenso. En efecto, los nueve hijos del general tenan gran parecido con l. Ninguno se pareca a su madre y ninguna de las mujeres, elegantemente vestidas todas, poda disimular su disgusto por la situacin, muy a pesar de que ya haban sido informadas de la gravedad del general. Era evidente que ninguna de ellas ignoraba la existencia de otra, pero tambin era obvio que nunca haban imaginado otras tres y tantos nios, ya casi adultos, tan parecidos entre si. Con la cabeza baja, en voz casi inaudible, el general empez su nueva confesin en busca del perdn que prometi al sacerdote pedirles a quienes haba ofendido. -- Ya todos han sido informados de la penosa situacin en que me encuentro -comenz-. Me he confesado hace algunos instantes y el sacerdote me ech la absolucin bajo promesa de que pidiera perdn a todos ustedes por mi conducta. Me he portado muy mal con todos, no porque los haya descuidado, ya que todos han vivido con holgura. Los chicos han podido estudiar en universidades extranjeras y nunca les ha faltado nada en lo material, pero he vivido engandolos. La vida me llev por ese camino casi en forma involuntaria y hoy que no se si morir en algunas horas o en dos das ms, quiero irme tranquilo, con su perdn y con la promesa de que todos mis hijos van a llevarse como hermanos que son. Ya he formulado y firmado mi testamento y dejo a todos lo suficiente para vivir con tranquilidad y hasta con lujo... Guard silencio unos instantes en espera de la reaccin, pero no hubo ninguna. Tal pareca que sus palabras no fueron escuchadas. todos seguan con cara de disgusto, mirndose unos a otros con desconfianza y patente animadversin.

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El silencio era fro y cortante, al general los segundos le parecieron siglos. Tras vacilaciones y confusin, haciendo acopio de fortaleza, continu: -- Conchita, Hermelinda, Carmela y Soledad, merecen mi infinita gratitud. Todas ustedes han sido mi sostn en las pocas de infortunio y mis compaeras de lucha. No tienen la culpa de que las cosas sean como son, y no tienen por qu ser enemigas. De rodillas les pido que me perdonen hoy que estoy a las puertas de la muerte. Sin poderlo evitar, escaparon de los ojos del rudo militar algunas lgrimas que tuvieron el efecto que no haban tenido sus demandas de perdn y sus splicas. Conchita lo tom cariosamente de la mano. Carmela y Soledad lo rodearon, si no con cario, si con visible indulgencia. Repuesto un poco de su frustracin, continu: -- Ahora djenme descansar a solas y esperar el momento en que el seor me llame a su lado--, dijo haciendo un ademn a Casimiro para que llevara la silla de ruedas a su cuarto de enfermo. No haba transcurrido un cuarto de hora, cuando el general escuch un murmullo intenso en la antesala. Pregunt de qu se trataba y Casimiro le inform que el enfermo del cuarto 6 haba fallecido haca un momento y los doctores estaban descontrolados por su muerte. El mayor Zermeo irrumpi violentamente en el cuarto del general. Iba eufrico. Estaba tan excitado que apenas poda hablar. -- Mi general, mi general! Afortunadamente ha habido una confusin. Acaba de fallecer el teniente Silva, que ingres al hospital casi al mismo tiempo que usted. Cuando solicit su expediente clnico para extender el certificado de defuncin, me entregaron los resultados de los exmenes que le practicaron a usted y a usted le haban adjudicado los que le hicieron a l. Me alegra infinitamente y a la vez me apena que haya ocurrido esta confusin. Usted no tiene nada. Fue una pequea oclusin intestinal que ya ha sido superada. Est usted totalmente sano y puede irse a su casa tranquilamente. El teniente Silva, a quien corresponden los resultados que en forma equivocada me entregaron cuando recib la guardia, ha fallecido. Antes de entrar les di la buena noticia a sus familiares que estn afuera. Justo Terroba no atinaba qu hacer. Pidi su bata. Se incorpor en la cama y sali a la antesala que encontr totalmente vaca. Todos se haban ido al saber la buena noticia.

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QUE NO SEA GRIS!

El teatro estaba completamente lleno. A la funcin de la noche haba acudido lo mas distinguido de la lite de la gran ciudad, ansiosa de aplaudir a la vedette de moda. En las lunetas, los simples ricos. En los palcos, los millonarios. Los caballeros de rigurosa etiqueta y las damas de vestido largo, con descomunales escotes por delante y por detrs, collares, coronas de perlas, plumas de avestruz, perfumes franceses y todo aquello que significada el tener dinero hasta para botarlo. Era normal observar en los palcos a las damas de la mas rancia aristocracia, escudriando por todos los rincones de la luneta con sus prismticos Zeiss, en busca de algn conocido a quin llamar la atencin para que los viera. Nada les importaba lo que ocurra en el escenario, al contrario de los elegantes caballeros, que no se perdan detalle de los movimientos provocativos de la vedette y de las segundas tiples, ellas solo iban a ver y a que las vieran. La funcin era todo un xito. De repente, se escuch en medio del silencio que respetuosamente guardaba el pblico mientras la artista cantaba una tonada de moda, una voz asombrada que parta del palco principal, ocupado por un caballero y su esposa. El, de los mas acaudalados de la ciudad. Ella, hija de un antiguo poltico venido a menos por obra y gracia de la revolucin, pero detentador de la inmensa fortuna que el ejercicio de cargos pblicos permite a los afortunados que los desempean en ste Pas. -Viejo, mrale los aretes a la artista. Un coro se siseos de los molestos espectadores oblig a la dama a guardar silencio. -Cllate, no seas inoportuna! susurr el marido al odo de su asombrada esposa. -Es que la seora tiene puesta la corona de esmeraldas que me regal tu madre el da que nos casamos... --dijo en voz baja, ofreciendo a su marido los prismticos que con displicente curiosidad tom su millonario marido. - Efectivamente, la corona, los aretes, el collar , la pulsera y el anillo de esmeraldas que te

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regal mi madre el da que nos casamos...Toma los prismticos y no dejes de vigilar a la mujer mientras yo voy a la Inspeccin de Polica, a dos calles de aqu, para ver qu podemos hacer. Sali del palco y del teatro sin hacer el menor ruido y casi corriendo se dirigi a la Inspeccin de Polica, donde lleg sofocado, en busca del Inspector. No haca ms de tres das que haba estado en esa oficina a denunciar el robo de las joyas de su esposa, por los integrantes de la banda del Automvil gris , y el Inspector lo reconoci en seguida. Le dijo el objeto de su nueva visita y el funcionario lo llev ante el Agente del Ministerio Pblico adscrito, a quin relat nuevamente lo sucedido. Los funcionarios no daban crdito a lo que oan, y luego de consultar el acta levantada apenas un par de das se encaminaron al teatro junto con l. Cuando llegaron estaba a punto de iniciarse el entreacto, y una salva de entusiastas aplausos despeda a la actriz. La esperaron entre bambalinas y en cuanto cay el teln la abordaron. El joven abogado Agente del Ministerio Pblico le explic el motivo de su visita. Asombrada y espantada, la vedette, se fue quitando las joyas una por una, y entregndoselas al representante de la ley, le dijo: - Yo no tengo ninguna culpa, si las joyas son robadas, aqu las tiene. Apenas anoche me las regal mi General Horta Crdoba, el que est sentado en este momento en el palco de la derecha del escenario. Pueden hablarle y l les confirmar lo que les estoy diciendo. Sali el Inspector de Polica acompaado de un agente, y en breves momentos estaba de vuelta con el seor general Horta quien, con su impecable uniforme de gala en el que luca mltiple condecoraciones obtenidas en la lucha armada apenas concluda, acudi a ver a la actriz, quien le prometi estrenar las joyas que le haba regalado. Se mostraba al general sereno, aunque preocupado por la situacin y, una vez informado del motivo de su llamado, explic que el da anterior, haba comprado las tales joyas al seor general Merino, y que se las haba regalado a la famosa actriz, porque le gustaba mucho, que si queran corroborar su dicho, el mismsimo general Merino estaba en el teatro, entre los asistentes a la funcin.. Orden el Inspector de Polica que trajeran a Merino, pero fue en vano. Con toda seguridad se haba percatado de la situacin y ya no estaba en el Teatro. Conservando las joyas en su poder, el Inspector indic que poda continuar la funcin, que el general poda volver a su palco, y que buscaran al general Merino para aclarar definitivamente el asunto.

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"Tercera llamada... Tercera llamada... Comenzamos...", anunci un magnavoz. Se levant el teln. La orquesta empez a atronar el espacio con las notas de un alegre cupl de moda y la actriz entr nuevamente al escenario, ya sin las famosas esmeraldas que haba lucido en la primera parte de la funcin. Indag el Inspector el domicilio del general Merino . Estaba por el rumbo de la colonia Jurez. Con el Agente del Ministerio Pblico y cinco agentes ms se traslad hacia all. Era una gran casa como las que les gusta tener a los generales. Alta barda a la calle. Un amplio jardn. Cochera para varios automviles en la que por cierto estaban dos: uno cubierto con una lona y el otro, un Renault Dauphine, a la vista. Orden el inspector que descubrieran el que estaba tapado, y con sorpresa que no pudo disimular, lanz una exclamacin. Se trataba de un Essex, Faeton, de color gris, modelo 1915, que coincida con las descripciones que todos los afectados por robos de la banda ya motejada como del Automvil Gris, sealaban como el vehculo que empleaban los asaltantes para cometer sus fechoras. Dos soldados que estaban en la casa fueron detenidos. Una sirvienta indgena que apenas hablaba castellano les inform en su media lengua que el general haba salido al teatro y que cuando lo haca, que era muy seguido, llegaba hasta la madrugada del da siguiente. Dej el Inspector una guardia para esperar al general y llev a los detenidos a la Jefatura de Polica para interrogarlos. Confesaron ser miembros de la banda del Automvil Gris y haber cometido una larga serie de asaltos y asesinatos empleando el Essex Faeton que estaba cubierto en las cocheras de la casa del general Merino y otros dos automviles ms, todos grises, de los que dieron la ubicacin correcta. Entre los asaltos se encontraba el de la casa de los aristcratas propietarios de las ya famosas esmeraldas. Delataron adems, a seis militares que tambin integraban la banda y revelaron sus domicilios. Era un verdadero triunfo para el seor Inspector de Polica. La banda del automvil gris haba cometido demasiados delitos sin que se averiguara nada de ellos y ahora, por las esmeraldas de la cantante, se haba podido por fin encontrarlos. Todas las actividades de la Inspeccin de Polica se suspendieron. Era de especial importancia la localizacin de todos los dems miembros de la banda y a ello dedic el seor Inspector a todo su personal. Pasaron varias semanas antes de que la bsqueda tuviera los efectos deseados. Uno a uno fueron apareciendo todos los miembros de la banda , unos civiles, otros militares. Estos ltimos, en forma muy extraa haban sido transferidos por sus jefes a unidades diseminadas en

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la Repblica entera. Uno a uno todos fueron muriendo, en forma ms extraa todava: Que al teniente Jos Martnez lo mataron unos rebeldes que asaltaron el tren en que lo traan de Oaxaca; Que Pedro Salinas tuvo una ria en Veracruz y result muerto; Que Melesio Contreras , subteniente localizado en San Luis Potos, haba muerto, atropellado por una locomotora cuando trataba de evitar ser detenido. Total, de los nueve militares implicados en los asaltos del automvil gris, justicia, consider inocentes por falta de pruebas y fueron reintegrados al ejrcito. Los detenidos civiles fueron juzgados sumariamente y fusilados por orden del General Comandante de la Plaza en los paredones de la Escuela de Tiro. Pasaron muchos aos, la revolucin continu dando premios y repartiendo dones para todos aquellos que tenan olor a plvora en los bigotes, sin distingo ni discriminacin, salvo el caso de los centenares de generales purgados que, durante el gobierno del General Alvaro Obregn, se levantaron en armas y recibieron el inexorable castigo de la misma revolucin institucionalizada. Poco a poco, los hijos de los centauros que nos libertaron de las dictaduras y nos han llevado por el camino del progreso, y nos han llenado de felicidad, de riqueza y de bendiciones, sobre todo de bendiciones, fueron ocupando, ya ilustrados los puestos que sus ancianos padres iban abandonando. El joven abogado que actu como Agente del Ministerio Pblico en el sonado caso que comentamos, poco a poco fue ascendiendo en la escala burocrtica hasta ocupar el cargo de Subsecretario de Hacienda y Crdito Pblico, encargado por razn de su puesto, de la Direccin de Aduanas. En cierta ocasin, el Director de esa Dependencia, acudi a acuerdo y le hizo saber la peticin del Administrador de la Aduana de Tapachula para que proporcionara a esa oficina un automvil que agilizara sus labores. Ley atentamente la solicitud, y al ver la firma que la calzaba, del seor General Horta Crdoba, dio al Director de Aduanas stas instrucciones. -- Envele al General el automvil que solicita, pero tenga mucho cuidado en ...que no sea gris! slo quedaban sujetos a investigacin, el General Merino y el General Horta Crdoba, a los que la

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LAS EMPAREDADAS Para Rosario Esquivel Molina.

Jos Ins Chvez Garca se levant en armas por 1911 en Michoacn, en contra de la dictadura porfirista. Continu su lucha en contra del Presidente Madero, de Victoriano Huerta, como soldado raso a las rdenes del general Joaqun Amaro; de la Convencin y de Carranza. Era un bandolero que provena de familia humilde del rumbo de Purundiro y, con el tiempo, hizo la revolucin por su cuenta y en su beneficio. Al frente de ms de cuatrocientos hombres armados asol los estados de Michoacn y Guanajuato. Sus fechoras, que se cuentan por centenares, ms de ochenta aos despus, siguen siendo leyendas y cuentos que alimentan la imaginacin popular. En sus constantes correras, el bandolero sola atacar pueblos indefensos, robar, violar a las mujeres y colgar a los hombres, sobre todo cuando no encontraba qu llevarse a su madriguera, formada por un par de cuevas en la ribera izquierda del ro Turundeo , que atraviesa el antiguo valle de Tajimaroa, las cuales fueron descubiertas muchos aos despus, por un grupo de excursionistas que, siguiendo las antiguas veredas en busca de aventura, literalmente tropezaron con la entrada casi invisible que conduca a las mismas. Cuando las encontraron, repletas de murcilagos, encontraron una gran cantidad de esqueletos y objetos diversos, ya deteriorados o destruidos por el tiempo y la humedad. El hallazgo aclar, en parte, el misterio del bandido Chvez Garca, quien durante ms de tres aos, de 1915 a 1918, apareci, caus estragos y desapareci, sin dejar huella, creando la aureola de misterio que siempre rode a su persona: El ejrcito federal lo persigui en muchas ocasiones, siempre sin xito: De pronto se lo tragaba la tierra junto con sus cuatrocientos jinetes montados en esplndidos caballos, la mayora ensillados con monturas piteadas o engalonadas con oro y plata, cantinas y martingalas de lujo, todos robados de las haciendas del Bajo. No se aclar totalmente el misterio que lo envolva, porque falt y falta an, averiguar de dnde sacaba las armas, siempre al ltimo grito de la moda; quin o quines le proporcionaban el parque; y de dnde provenan los informes que le permitan atacar poblados siempre indefensos.

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Cuando Chvez Garca llegaba a un poblado, la tropa acababa de abandonarlo, o vena en camino y, por rara casualidad, nunca coincidan. No resulta ocioso mencionar que muchos de los forajidos que lo acompaaban, ingresaron despus, convertidos en gente decente , a las filas de la alta burocracia y llegaron inclusive a figurar en la poltica del estado de Michoacn, representndolo en el Congreso de la Unin y hasta gobernarnadolo. Corra el ao de 1915. Mientras carrancistas y villistas se preparaban para pelear furiosamente en el valle de Celaya, cuando nuestro personaje, soldado raso en las tropas de Joaqun Amaro, maduraba en silencio su plan para independizar su guerra de los villistas y de los carrancistas. Convenci a muchos compaeros de armas para que lo siguieran en su aventura y, cuando los ejrcitos contendientes estaban frente a frente, desert junto con poco ms de doscientos hombres. Conocedor como pocos de la zona, especialmente de los valles de Jaral del Progreso y de Santiago, se autonombr general y se dirigi a atacar el poblado Victorias, en la parte posterior del otero natural conocido como cerro de Culiacn, en cuyo entorno estaban varias de las ms ricas haciendas del estado. Pensaba iniciar brillantemente su carrera de bandolero independiente con las inmensas riquezas que esperaba encontrar en esa pequea poblacin. Todas las tropas que en la zona se encontraban de guarnicin de los Pueblos y villas haban sido concentradas por los combatientes, que se iban a encontrar frente a Celaya. Unos llamados por las fuerzas carrancistas, y otros por los villistas. No haba casero en que estuviera un soldado o un arma y Jos Ins lo saba. Victorias pequeo poblado, contaba con unos mil quinientos habitantes que moraban en unas dieciocho manzanas con casitas de cal y canto, agrupadas en torno a la Parroquia y el casco de la hacienda de San Agustn, famosa por su inmensa galera con columnas pintadas y la torre en la que luca la gran cruz de hierro caldeado que usaban como smbolo de las fiestas del 3 de mayo. Con la categora de villa", el poblado haba sido trazado desde fines del siglo XVI siguiendo el sistema de retcula. En sus alrededores, Ojo Zarco, San Francisco y otras haciendas mas, convertan a la villa en un muy rico botn. En camino hacia Victorias, Ins Chvez Garca apareci frente Jaral del Progreso, poblado no slo indefenso, sino casi abandonado por los varones que lo habitaban, quienes presa de la curiosidad haban subido al cerro de Culiacn a contemplar, como desde una platea de

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teatro, los combates que iban a sostener villistas y carrancistas. Jos Ins entr a la villa sin resistencia de ninguna especie, rob cuanto pudo y lo envi en carretas, tambin robadas, a su guarida. Permaneci solo dos noches en el pueblo y sali a la Villa de Victorias con cerca de ciento cincuenta hombres que le quedaban despus de enviar al resto a custodiar el botn obtenido en Jaral. A la cercana villa lleg como reguero de plvora la noticia de que Chvez Garca estaba en la regin. El miedo y la desesperacin se apoderaron de los habitantes. La tierras de la zona , irrigadas por el Ro Lerma en su camino a la Laguna de Chapala en el Valle de Atemajac, producan ao con ao enormes cosechas de granos que se almacenaban en las galeras de las haciendas que, poco a poco, eran sacadas en carretas hacia los centros de distribucin, principalmente Celaya. Exista adems, frente a la Parroquia y el Casco de San Agustn, un pequeo jardn con quiosco en el que domingo a domingo lucan los lugareos sus mejores galas, y donde un enorme roble, sembrado por el primero de los espaoles que llegaron a la Villa, daba sombra para todos, en los das de la cancula primaveral. Todo era ajetreo. Las sencillas gentes que habitaban el pueblo corran de un lado a otro sin saber ni qu hacer; gritaban, daban rdenes que nadie obedeca; enterraban su dinero; escondan sus animalitos. Los ms notables de la Villa discurran en la sacrista de la iglesia si hacer frente al bandolero con las escasas armas que contaban, que no pasaban de diez o doce carabinas treinta-treinta heredadas de los primeros vecinos que se levantaron contra Porfirio Diaz; veinte pistolas calibre .44 y cinco o seis escopetas de chispa, con las que acostumbraban salir al cerro de Culiacn a tirarle a las gilotas cuando entraban las lluvias; o bien, abandonar el poblado con todo cuanto pudieran llevarse, cuando vinieron a avisarles que la tropa del bandolero acababa de pasar por el puente de Los arcos, sobre el brazo del ro Lerma que cruzaba el pueblo. Era cosa de media hora cuando ms, que el bandolero entrara en la Villa. -- No da tiempo ya de nada dijo Don Romualdo, el ms anciano de los habitantes de la Villa. Cuando yo era pequeo -continu-- me ensearon mis padres los refugios que en algunas de las haciendas se construyeron hace muchsimos aos, para esconder a las doncellas y el oro de los ataques de los Chichimecas. Son paredes dobles en lugares secretos y, aunque creo que Chvez Garca no nos atacar hoy, porque ya est pardeando la tarde y los bandoleros saben que podemos cazarlos desde nuestras casas aprovechando la obscuridad, deberamos llevar a nuestras doncellas y a las mujeres embarazadas a alguno de los refugios, para estar ms seguros de que

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nada habr de pasarles. Los combates que esperamos en Celaya, no habrn de durar ms de uno o dos das, despus ya contaremos con tropa que venga en nuestro auxilio. Estuvieron todos de acuerdo. El seor cura propuso que el traslado se hiciera aprovechando las sombras de la noche y en secreto, para evitar la delacin de cualquier testigo que diera al traste con la maniobra. Entre don Romualdo y el seor Cura efectuaron el traslado y la operacin de esconder a las doncellas, las embarazadas y las riquezas de la iglesia en la doble pared de uno de los cascos de las viejas haciendas de la Villa. Trabajaron intensamente casi toda la noche, a obscuras, para no despertar sospechas. El lugar escogido formaba parte de las ruinas de una antigua galera de la que quedaban en pie los muros laterales y tres grandes cuartos. Entre ellos, casi destechada, se encontraba la parte de doble muro en el que antao escondieran a las doncellas y los bienes terrenales de la ira de los Chichimecas. En un fuerte silln, atado con dos cables, las fueron depositando una a una en el fondo de la doble pared, bajando despus los objetos de oro del culto de la Parroquia, vasijas con agua y algunos vveres como para que las emparedadas pudieran subsistir tres o cuatro das, mientras los bandoleros consumaban el saqueo de la villa. Cuando hubieron terminado, se dirigieron en la carretela del seor cura en la que haba trasladado a las doncellas y embarazadas, hacia el poblado de San Francisco. La gente de Chvez ya haba rodeado la Villa y, guiados por la polvareda que levantaba, interceptaron la carretela del seor Cura disparando a diestra y siniestra, dieron muerte a los cinco ocupantes de la misma, que ninguna oportunidad tuvieron de defenderse. Despojaron los cadveres de toda prenda til que pudieran vender o ropa que pudieran usar, los arrojaron a una acequia a la orilla del camino y le llevaron la carretela a su general, como regalo. Con el amanecer empez la pesadilla de los sencillos habitantes de la Villa de Victorias, pues la chusma de Chvez Garca entr a sangre y fuego. Las pocas armas con que contaban hicieron estragos en las filas de los atacantes, pero no fueron suficientes para contener su furia. Al filo de las doce, el bandolero hizo repicar las campanas de la Parroquia en seal de triunfo y autoriz a sus hombres para que tomaran lo que quisieran, objetos de valor, animales, muebles, mujeres o cualquier otra cosa, matando a cualquiera que se opusiera. Orden que a los hombres los concentraran en la galera pintada, que estaba todava casi vaca, pues no era poca de cosecha, y a las mujeres en la parroquia. Tom posesin del curato como su cuartel general y orden que empacaran todo lo de valor que hubiera en la iglesia y lo pusieran en la carretela que le haban regalado .

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Todo el da fue de saqueo y asesinatos, pero los soldados no pudieron encontrar nada de valor. Objetos domsticos humildes. Comestibles comunes y corrientes, aves de corral y ropa de campo usada, pero nada ms. Al saber la noticia enrojeci de clera el general y en el atrio de la iglesia inici lo que denomin un juicio, para averiguar dnde estaban los tesoros que, estaba seguro, escondan los habitantes de la Villa de Victorias. Nadie saba nada; los desalmados lugartenientes del bandolero, convertidos en jueces, fueron condenando, una a una, a las mujeres concentradas en la Parroquia, a ser violadas publicamente, para escarmiento y para ver si hablan o persisten en su estpido silencio. Formaron al resto de la poblacin en torno a la plaza; la ceremonia se prolong de las tres a las seis de la tarde, cuando la obscuridad vino en auxilio de los desventurados pobladores de la Villa. Al da siguiente, cuando el reloj de la parroquia marcaba los doce en punto, se reanud la macabra tarea de violar a las mujeres, sin importar ni su edad ni condicin. Las que se negaban y defendan, eran sacrificadas de inmediato. Cerca de las cuatro de la tarde, de lo alto de la torre del casco de la hacienda de San Agustn, partieron varios disparos de treinta-treinta que dejaron sin vida al violador en turno y a la violada, as como a dos de los ayudantes del primero. Toda la soldadesca dirigi ah sus rifles y, con repetidas rfagas, no slo abati al solitario franco-tirador, sino logr que los hierros de la cruz, que durante ms de trescientos aos haban desafiado al sol, al agua y a todo tipo de inclemencias, quedaran retorcidos y su pedestal destrozado. Como represalia orden que fuesen ahorcadas en las ramas del inmenso roble que presida la plazuela, cinco mujeres por cada uno de sus hombres asesinados. Los combates de Celaya se prolongaban. Chvez tena constantes noticias de lo que aconteca. No haba prisa. Obregn, triunfador despus de dos das de combates, persegua al derrotado Francisco Villa y, en un ltimo combate ante la Hacienda de Santa Ana del Conde, cerca de Irapuato, una granada le vol el brazo derecho. Todo era confusin posibilidad de enviar tropas a la desventurada Villa de Victorias. Diez das se prolong la pesadilla. Casi setenta mujeres fueron violadas ante la indignacin y el azoro de los habitantes de la Villa, obligados a presenciar el salvaje espectculo. Cuando no hubo mujer qu violar, empezaron los juicios de los hombres. Chvez y sus secuaces tenan que saber dnde haban escondido los presuntos tesoros que, segn las noticias que haban recibido, existan en la Villa y juzgaron uno a uno a los hombres sobrevivientes. No hubo uno que escapara de la condena, consistente en ser ahorcados en el gran roble que estaba y no haba

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en la plaza frente a la Parroquia. Llegaron entonces noticias de que Obregn regresaba con su tropa a Celaya y las guarniciones sacadas de los pueblos cercanos para engrosar las filas constitucionalistas volvan a los pueblos y villas a los que se encontraban asignadas. Chvez Garca y sus secuaces abandonaron violentamente Villa de Victorias dejando en su horrible estela de violaciones y crmenes, noventa y un cadveres mecidos por el viento, pendientes de las ramas del viejo roble. Cuando las tropas del coronel Estrada llegaron a la Villa, quedaron horrorizados con el macabro espectculo y se dieron a la persecucin del bandolero. Nunca lo alcanzaron o nunca quisieron alcanzarlo. La fechora qued impune. Nadie se acord jams de las emparedadas, a ms de que nadie saba el lugar exacto donde se encontraban. Muchos aos despus, el tiempo y el abandono fueron minando los viejos muros de la galera que sirvi de tumba a las emparedadas hasta que, un bien da, uno de ellos vino por tierra y dej al descubierto quince esqueletos de mujer, abrazadas unas con otras y, amontonados, los objetos de oro utilizados para el culto en la Parroquia de la Villa. Slo el destino poda castigar a Jos Ins Chvez Garca. Tres aos despus de la toma de Victorias lo sorprendi la muerte, a causa de la influenza espaola, en el poblado de Tzurumtaro, ribereo del lago de Ptzcuaro. Cuentan las leyendas que lo enterraron de pie, para que su alma negra no encontrara descanso.

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LA DIVA

Mara Esperanza Bonfil fue el nombre de una famossima actriz y cantante que llen con su esplndida voz y su presencia los escenarios de Mxico y de muchas otras regiones del mundo. Naci en en la ciudad de Villahermosa, llamada La perla del Grijalba , fundada por los conquistadores espaoles a orillas de ese caudaloso ro, con el nombre de San Juan Bautista. Su familia la traslad a la ciudad de Mxico cuando era apenas una nia, y no haba cumplido trece aos mexicana. Si vida se desarrollo entre un torbellino de aplausos, triunfos y gloria. Para cualquier persona que la haya visto actuar en los escenarios teatrales o en pelculas filmadas antes de la mitad del siglo XX, era lo que se llama una triunfadora, a quin se envidia con envidia de la buena, como solemos decir cuando tal pasin no encierra malicia. Su vida privada, sin embargo, devocin los ltimos aos de su vida. Mimada por todos los pblicos, tuvo resonantes xitos en cuanta pieza teatral, zarzuela, opereta o pelcula intervino, pero ser siempre recordada por su interpretacin de La Viuda Alegre, opereta de Franz Lehar, de la que lleg a hacer una verdadera creacin. Construy de su propio peculio e inaugur en el ao de 1918, el Teatro al que puso su nombre artstico, Esperanza Iris, ubicado en la calle de Donceles, muy cercano a la esquina con la calle Allende, teatro que se convirti en pedestal y escenario de sus ms grandes triunfos. Desgraciadamente, su vida fue apagndose poco a poco, siempre perseguida por la fatalidad y la amargura, viviendo de recuerdos , atormentada por la nostalgia de lo que ya no volver jams. Enamorada de la adulacin y el aplauso, no pudo sobrevivir tranquila cuando ambos la abandonaron. Como ya no lo tena, se inventaba situaciones que le permitieran imaginar que aquel mundo en que haba vivido, segua siendo el mismo. fue una eterna tragedia, que culmin con el encarcelamiento de su ltimo esposo, cantante de profesin a quien dedic con verdadera cuando Mara Esperanza, por su gran facilidad para el canto y sus excepcionales dotes histrinicos, ya cosechaba aplausos en el Teatro Arbeu de la capital

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Un grupo de estudiantes universitarios, pobres de solemnidad como solan ser a mediados de siglo, pero vidos de diversin y de cultura cuando estaba a su alcance, descubri la forma de entrar al Teatro Iris sin pagar un boleto . Cada vez que haba funcin, como por encanto aparecan en el piso superior diez o doce jvenes que no se haban retratado en las taquillas del Teatro. Guardaban en el ms absoluto secreto la forma como podan asistir a las funciones y la situacin, se conserv durante varias generaciones de estudiantes., que, llegado el da en que ya podan pagar sin exponerse, Esperanza. Fue a fines de los aos cincuenta cuando, invitados a conocer el secreto un grupo de seis o siete preparatorianos, acompaaron a uno de los veteranos ex estudiantes de Derecho, para que les mostrara la milagrosa forma de ver las funciones del Iris y, eventualmente a Doa Esperanza, ya entrada en aos y en el ocaso de su brillante carrera. La forma de entrar era relativamente fcil, aunque peligrosa. Cuando las sombras disimulaban las alturas y la iluminacin slo cubra la calle, se penetraba a un edificio vecino en el que existi una casa fabricante de marcos. Se suba hasta el segundo piso, y por la ventana del pasillo que daba hacia las calles de Donceles, haba necesidad de pasar a la marquesina del edificio. Caminar por ella, siempre muy iluminada, unos veinte pasos. Seguir unos diez pasos mas por un repisn de la fachada del Teatro Iris hasta una ventana que siempre estaba abierta , y como no iba a estarlo, era la ventana del sanitario de la galera! Una vez dentro, todo era mas sencillo aun. Haba que entrar a la sala y buscar una butaca vaca., apoltronarse y ver la funcin. La salida era al mismo tiempo que la de los espectadores que pagaban boleto, silbando las tonadas que formaban parte de la obra y por la mismsima puerta grande del Teatro. En esa especial ocasin, no haba ninguna funcin anunciada, pero una vez dentro, los nuevos detentadores del secreto, escucharon sorprendidos las notas de La Viuda Alegre y pensaron, lgicamente, que se trataba de un ensayo. A hurtadillas entraron la sala y, cul no sera su sorpresa cuando estuvieron frente al escenario profusamente alumbrado. Msica a todo volumen y... sola, completamente sola, doa Esperanza Iris, vestida lujosamente con collares de perlas, diamantes, del vals. Cundo termin Vilia, agradeci con profundas reverencias los aplausos que le tributaba un pblico invisible para todos, menos para ella, que de ese modo reviva nuevamente pulseras y una real corona de brillantes, como lo haca cada vez que representaba la opereta, cantando las estrofas de Vilia, la ninfa del bosque y bailando al ritmo trasmitan su secreto a nuevos clientes gratuitos de Doa

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su gloria. Continu la opereta hasta el final. Desapareci del escenario, y cay el teln, pero las luces continuaban encendidas. Sali entre las pesadas cortinas de color rojo. Agradeci con los ojos llenos de lgrimas, reverencias y besos llenos de emocin la imaginaria ovacin que un inexistente pblico le prodigaba. Sali una y otra vez ms, y en cada una de ellas, con lgrimas en los ojos agradeci las nuevas ovaciones que con toda seguridad ella si estaba oyendo. Haca reverencias. Apretaba los brazos contra su pecho y con las dos manos lanzaba besos a los espectadores de luneta, a los de los palcos, a los de la galera... Las luces se apagaron y no volvi a salir mas...quiz nunca mas! Los involuntarios espectadores guardaron respetuoso silencio en homenaje a la diva y, con un nudo en la garganta, volvieron por el mismo camino que haban empleado para entrar: el repisn que estaba saliendo por la ventana del sanitario de segundos; la marquesina de Cuadros Morett; el corredor del segundo piso; la escalera; de asfalto. Ninguno de ellos, volvi al Teatro Iris. El recuerdo de la Diva , de su triunfo, del fracaso de su vida y del triste espectculo de alguien que vive ya solo de la nostalgia, seguramente se los impidi. Unos cuntos das despus, se apag la enceguecedora luz que siempre acompao a Esperanza Iris. Su Sepelio fue el ltimo de los homenajes que le prodig el pblico, su pblico que repletaba las lunetas, los palcos, las galeras de todos los salones en que actuaba y saboreaba a placer, las muestras de cario con que la diva corresponda al aplauso. la calle ...y se perdieron entre vendedores de peridicos, guaruras de los seores Diputados y el estridente ruido de la selva

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MANOS DE SEDA

Naci un 25 de julio de 1920 en Oaxaca, la ciudad verde de cantera verde. Se celebraban en el Barrio de Santiago las fiestas del Apstol, su Santo Patrono con cohetones y luces de bengala, y como suele suceder, por nombre le pusieron Santiago. Era, de nio, flacuchn y enfermizo, y cuando solo tena cinco aos, lo atac la temible viruela negra que, como a la mayora de los nios oaxaqueos de sa poca, lo dej marcado para toda la vida. Pas sus primeros aos jugando en los patios de la vecindad en la que, en el Barrio del Carmen, vivan sus padres desde que se casaron, y en la que fueron naciendo sus trece hermanos menores, todos hombres. Canicas, huesitos, roa, encantados, y poco a poco, conforme fue creciendo, guerras y guerritas con espadas y piedras que en muchas ocasiones ocasionaron que su madre fuera a recogerlo golpeado y lleno de moretones a la comisara, en la que terminaban generalmente esos juegos remedo de los serios conflictos que por esas pocas sacudan al pas entero. Su padre, talabartero de oficio, atraves all por los aos treinta por una severa crisis econmica, y tuvo necesidad de ocuparse como chofer de camin, ruidosos vehculos que llegaron a la antigua Antequera para facilitar el traslado de los habitantes en la cada da ms grande capital del Estado. Para aliviar a su madre de los cuidados del inquieto Santiago, lo suban al Ford y pasaba todo el da recorriendo los barrios de la Ciudad, hasta que por fin, pudieron mandarlo a la GregorioTorres Quintero, escuela de estudios elementales que ocupaba la casona en el Barrio de la Soledad en la que naci un 15 de septiembre de 1830 Porfirio Diaz Mori ,el que sera dictador de Mxico por mas de treinta aos y de Independencia. Inquieto por naturaleza, se fugaba de la escuela y se iba con un grupo de compaeritos a competir para ver quin suba y bajaba ms rpido las escaleras del Templo de la Soledad, o para en la que al morir su padre, Jos Faustino Diaz, instal su madre, Doa Petrona Mori, el conocido Mesn de la Soledad, en la primera calle

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jugar un partidito de futbol de ocho de la maana a dos de la tarde al vecino Patio de la Danza, que conclua con escandalosos marcadores de 87 contra 76. Reprob tercer ao. Reprob quinto ao, y despus de ocho largos aos, pudo por fin obtener su certificado de educacin primaria. Tena entonces quince aos, y una gran facilidad para la mecnica. Ayudaba a su padre a reparar el constantemente descompuesto Ford que primero manejaba y con innumerables sacrificios pudo adquirir para convertirse en su propio patrn, suficientes para alimentar a la numerosa prole de los Len. Recin haba cumplido Santiago los diecisis aos, y empez a manejar el camin por necesidad. Enferm su padre y no haba otro medio de mantener a la familia. El jefe de trnsito, antiguo amigo de su padre por haber sido uno de los pioneros del transporte urbano, lo habilit con una licencia especial, aun sin tener la edad necesaria. En verdad, Santiaguito haba nacido para el volante. Hbil mecnico, era ms hbil aun como conductor. En unos cuantos meses, ya era solicitado por las lneas forneas recin establecidas una vez que las primitivas carreteras de terracera permitieron la comunicacin con otros estados y con la capital de la Repblica. No era posible. Era menor de edad y en los caminos federales no podra conducir. A pesar de su figura larga y esculida, cacarizo y todo lo dems, tena una especial atraccin para las mujeres. En el camin, traa siempre consigo un pescado, ( nombre con el que los conductores de vehculos pblicos, han bautizado a las mujeres que frecuentemente los acompaan), y sus compaeros de oficio palidecan de envidia, por la diversidad y calidad de los pescados que siempre conduca Santiago que, en muchas ocasiones, le ocasionaron conflictos que solucionaba con los puos, porque a pesar de su apariencia fsica, fue dotado por el Seor con el divino don de lo que los peleadores llaman punch, que no es otra cosa que una gran fuerza en el golpe. Lleg por fin a la edad en la que le permitieron conducir vehculos forneos y se fue a trabajar a la Cuautla, empresa de Transportes que haca el servicio Mxico-Cuautla-Oaxaca, en la que pronto demostr ser un verdadero as del volante. Los propietarios se afanaban por obtener sus servicios. Era un excelente conductor, un magnfico mecnico, y adems, ordenado y limpio en su trabajo. Cualquier trabajo extra que se presentara se lo encomendaban al manos de seda , mote con el que bautizaron a Santiago los dems operadores de la empresa. Junt dinerito y compr dos camiones mas, del servicio urbano en Oaxaca para que sus hermanos se ayudaran y ayudaran a su madre, ya viuda. auxiliado por Santiago en las faenas de mecnica indispensables para que el camin dejara ingresos

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Todo marchaba bien. Enfundado manos de seda en su vistoso uniforme de operador , nombre con el que dieron por llamar a los primitivos choferes, iba y vena a la Capital de la Repblica en los cada vez ms modernos autobuses de la empresa, acompaado siempre por su pescado, envidiado por los dems operadores y por los mismos concesionarios de la empresa. -- Cmo le haces, Santiago solan preguntarle sus compaeros, --para traer siempre un pescado diferente y siempre de primera? Que quieres, hermano, --sola contestar -- la naturaleza me hizo rorro, y por mas lucha que hago, no lo puedo evitar. No me lo vas a creer, pero ya me aburren tantas viejas ofrecidas. Pues psalas, no seas egosta! --Le comentaban. Una maana de 25 de julio, cuando mayor era el acceso de pasajeros a la Ciudad de Oaxaca por las clebres fiestas del Lunes del Cerro, en que representantes de las siete regiones del Estado se juntan en la Guelaguetza, ofrenda colectiva con bailes y cantos en la Plaza de la Azucena, en el Cerro del Fortn, da de su cumleaos adems, manos de seda no acudi a sacar el mnibus que le tenan encomendado. Era inslito. El , el trabajador mas cumplido de la empresa no haba ido a trabajar. No estaba en su casa. Nadie saba donde estaba y la angustia se apoder de los directivos de la empresa y de sus familiares. A pesar de la tremenda afluencia de pasajeros en los transportes, los trabajadores de la empresa se dieron a la tarea de buscarlo. No estaba en ninguna parte. Ni en los puestos de socorros, ni en la crcel, ni en ninguna otra terminal de la ruta de mnibus daban razn de su paradero. Pasaron varios das, y Santiago no apareca. Los inevitables rumores empezaron a circular. Deben haberlo secuestrado -- decan algunos. Cometi algn delito y huy, -- decan otros, y haba hasta quin aventuraba, -- Seguramente perdi la memoria y anda vagando por todos lados sin saber siquiera quin es--. Haban transcurrido mas de dos meses desde la desaparicin del manos de seda, cuando apareci por las oficinas de la empresa un conocido carterista que pasaba la mayor parte de su vida en la crcel y que haba hecho de las terminales de autobuses el principal centro de sus fechoras. Pidi hablar con el jefe que, desde luego, no quera recibir a tan ilustre visitante. Insisti tanto que el Jefe de Servicios, decidi permitirle que hablara con el gerente de la empresa. Seor, le dijo, -- Acabo de salir de la crcel de Santa Catarina, y traigo un recado de un

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preso que me rog lo entregara unicamente a usted. Viene en ste sobre, y no s siquiera como se llama el que me lo entreg. En la crcel le dicen el pjaro porque se pasa la vida cantando.-- y le entreg un sobre cerrado, sucio y sin direccin. Acicateado por la curiosidad, el Gerente dio una propina de cinco pesos al carterista y en cuanto hubo salido, con manos vidas abri el sobre que contena un recado que deca: "... Don Francisco: Me tienen preso desde hace dos meses en Santa Catarina a disposicin del Juzgado Primero de lo Penal. Esto es terrible. A ver que puede usted hacer por m. Ya sabe, se lo voy a agradecer mucho y adems, a pagarle todos los gastos que haga para sacarme de este infierno. Santiago." Llam don Francisco a un abogado y le encarg que fuera a Santa Catarina a ver la forma de sacar al manos de seda. Por la tarde, el abogado contratado inform al Gerente de la empresa que Santiago, no estaba a disposicin del Juzgado Primero de lo Penal, ni del Segundo, ni tampoco estaba en la lista de los detenidos en esa crcel. El carterista, en casos como ste, era persona creble, y el recado de Santiago, autntico. Era su letra y era su firma. Tena que estar en Santa Catarina, pens don Francisco, y decidi ir personalmente a buscarlo. El Director de la crcel era conocido suyo, y no tuvo empacho en permitirle que lo buscara en el interior de la prisin, antiguo convento construido en el Siglo XVI por los frailes colonizadores, convertido en cuartel en tiempos de Benito Jurez, y en crcel despus, destinando la iglesia del mismo a sala de cine, llamada Cinelandia. Estaban tambin instalados en el local los dos Juzgados de lo Penal y la Agencia del Ministerio Pblico. Don Francisco, acompaado por un custodio perfectamente armado, penetr en el recinto. Era una ergstula en la que vivan, hacinados, hasta diez personas en cada una de las celdas que los frailes habitaron, sin servicios sanitarios y casi sin ventilacin. La peste era espantosa y generalizada y los rostros de odio y desesperacin de los internos, eran para atemorizar al ms valiente de los hombres. Era imposible encontrar en esas condiciones a Santiago y don Francisco pregunt a su acompaante si no haba algn momento en que sacaran de sus mazmorras a los detenidos, -- a

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sus necesidades, a que les d el sol, a algo Si le -- contest, -- los llevan por turnos a los lavaderos a que hagan sus necesidades y a que laven su ropa -- Pues vamos all, y esperamos a que le toque al que busco --. dijo Francisco. Caminando por obscuros corredores en los que solo se podan ver puertas y ms puertas de celdas hoy ocupadas por decenas de infortunados detenidos, muros de ochenta o noventa centmetros de espesor grasosos y llenos de letreros obscenos, llegaron a un patio amplio, con arcadas en planta baja y alta, al fondo del cual, en forma de corona, una hermosas construccin hexagonal en cuyo centro manaba abundante agua de un manantial, ocurra en ningn otro lugar del antiguo convento. Tuvo suerte Francisco. Sentado en el suelo, tomando el sol y esperando a que su ropa recin lavada se secara, estaba Santiago. Se dirigi inquieto haca l, y qued sorprendido porque con una sea, el detenido le pidi que no hablara. Cuando lleg hasta el manos de seda, procurando que no oyera el custodio la conversacin, le pregunt que haba pasado, porque estaba preso... -- Me llamo aqu, -- dijo Santiago en voz baja-- Juan Silva, y estoy procesado ante el Juzgado Primero Penal dizque por adulterio. Pero Santiago, -- dijo Francisco --, si hay tantas y tantas solteras que te asedian, qu t pasa! Ay patrn ! -- replico manos de seda, -- es que me pasa lo que a nuestro padre Adn. Me encanta la fruta prohibida y, que le voy a hacer.-Voy a ver como le hacemos para sacarte de aqu. Ten calma -- , dijo Francisco y sali seguido por el custodio que lo acompa, y que ocup el tiempo que dur la conversacin entre Santiago y Francisco en sacarle dinero a los otros presos que lavaban su ropa. El abogado que haba contratado lo esperaba en la Direccin del Penal, y tan pronto lo vio venir, sali a su encuentro preguntndole -- Lo encontr? Nada contest Francisco. Solo indic al abogado, con un movimiento de la mano que le siguiera. Salieron del ex - convento convertido en crcel, y ya en la calle, le dijo: --Si lo encontr, se cambi de nombre. Se llama Juan Silva y est detenido a disposicin del Juzgado Primero de lo Penal por el delito de adulterio. A ver que puede usted hacer para sacarlo y me avisa. Voy a estar en mi oficina esperndolo.--, y se despidi. se haban construido lavaderos en su derredor para aprovechar el precioso lquido, y penetraba el sol, lo que no

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Volvi el abogado al Juzgado Primero Penal y pidi informes sobre su nuevo cliente Juan Silva, que, explic al secretario del Juzgado, -- me va a nombrar su defensor --. Como era conocido del personal judicial, le mostraron el expediente. Este era el caso: Santiago sola invitar a una mujer casada, Margarita Flores, para que lo acompaara en sus viajes a Mxico, aprovechando que su marido, tambin chofer pero de la Cooperativa Fletes y Pasajes, tena necesidad de viajar constantemente a Tehuantepec. La situacin tena ya varias semanas, hasta que un da, pas por ella como ya se haba hecho costumbre. El marido como estaba previsto, estaba de viaje, pero, he ah que el vehculo que manejaba Gumersindo , que era el nombre del esposo de Margarita, se torci antes de llegar a Totolapa y Gumer tuvo que regresar intempestivamente a su casa. Encontr abierta la puerta, y ante el temor de que hubieran entrado ladrones, se asom con sigilo. Su esposa estaba en brazos de un desconocido. Mont en clera, pero medit unos instantes y prefiri ir ante la autoridad y denunciar los hechos. Regres con el Agente del Ministerio Pblico y un par de policas judiciales que penetraron si dificultad alguna a la casa que estaba todava con la puerta abierta y detuvieron a los trtolos. Los acusaron de adulterio. Margarita haba sido liberada al da siguiente bajo fianza, y Juan Silva, que era el nombre que dio Santiago a Margarita y a la autoridad, segua detenido . Se haba dictado en su contra formal prisin, y nadie se haba preocupado por sacarlo. Solicit el abogado que fijaran fianza a Juan Silva. Le sealaron una caucin de dos mil pesos que Francisco proporcion, y antes del medio da, Juan Silva estaba otra vez libre y ante su jefe , muy acongojado esperando la decisin de ste sobre su caso. --Mira Santiago, -- le dijo --. No tiene caso que te quedes aqu en Oaxaca a esperar a que el pobre cornudo decida desquitar su coraje y la cosa se ponga peor. En lugar de adulterio, estars procesado por lesiones, o inclusive si se te pasa la mano o se le pasa al Gumersindo ese, estars muerto o procesado por homicidio. Te vamos a mandar a trabajar a la Diaz Ordaz. Como corre de Salina Cruz a Coatzacoalcos, no tienes que venir para nada a Oaxaca y cuando pase todo este asunto, te devolvemos a Oaxaca, pero, por favor, deja en paz al Padre Adn, y no sigas mas su ejemplo respecto a la fruta prohibida, que por hoy, con perder la caucin de los dos mil pesos, ya es bastante -- . A regaadientes, pero Santiago tuvo que aceptar la decisin de su Jefe, y esa misma noche abord, con algunas de sus pertenencias el autobs que iba hacia Chiapas, para quedarse, provisionalmente, en la terminal de los autobuses Diaz Ordaz en Salina Cruz. Al da

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siguiente, el Jefe de Servicios le encomend un autobs y al chofer que lo haba venido manejando, lo envi a Oaxaca a suplir a Santiago. Salina Cruz, no le gust a Santiago para vivir, y se busc un departamentito en Coatzacoalcos, el otro punto terminal de la ruta en que ahora trabajaba, firmando el contrato de arrendamiento como Federico Mireles. Dej tres meses de anticipo, y no le pidieron fiador. Pasaron sin sentir varios meses, El trabajo impecable de Santiago fue pronto apreciado por los directivos de la Diaz Ordaz, y su buen carcter lo relacion con todos los dems trabajadores de la Lnea. Una tarde, en que Francisco laboraba en su despacho, recibi una llamada telefnica urgente del Jefe de Servicios en Coatzacoalcos. Don Francisco, -- le dijo con voz agitada -Acaban de venir unos policas aqu a la terminal y se llevaron preso a jalones al manos de seda. Parece que ya tenan varios das siguindolo, porque los muchachos ya haban notado la presencia del automvil de los judiciales. Le llam para que me d instrucciones de que debo hacer . Vino a la mente de Francisco la aventura anterior del manos de seda, y moviendo la cabeza contest al Jefe de Servicios: -- Primero, contrata un abogado y que antes de ir a preguntar por Santiago, averige con que nombre lo han llevado preso. Si puede sacarlo bajo caucin, dale dinero para que lo saque y manda a ese badulaque a la Oficina de Mxico de inmediato. Hoy si me va a or --. Acudi el abogado que contrataron acompaado de un chofer de la empresa para que le sealara a la persona detenida a quin deba defender . Se llamaba Federico Mireles. Estaba detenido por orden el Juez Segundo de lo Penal que libr en su contra orden de aprehensin unos veinte das atrs, por el delito de adulterio. Don Vicente Gutirrez, propietario de los departamentos en que viva, era un hombre de casi sesenta aos. Estaba casado con una joven de veinticinco, mas alta que l, guapa y muy bien formada que cuando tena dieciocho aos, fue reina de la belleza en el Carnaval del Puerto y era indudable que se cas con el viejo Vicente slo por el mucho dinero que l tena. Cuando contrajeron matrimonio, el ya haba enviudado por dos veces. Vicente, tena encomendado a Isabel, que era el nombre de la joven casera, cobrar las rentas a los no mas de cinco inquilinos vecinos de Santiago y a Santiago mismo. Desde el da en que lleg Santiago se vieron con simpata, y a la tercera o cuarta vez que

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lleg por el importe de la renta, la invit Santiago a pasar a su departamento. Ella acept. Le invit una cuba, cant canciones romnticas de Oaxaca , .. Que lejos estoy del suelo dnde he nacido... y poco a poco las visitas se hicieron frecuentes aunque no se tratara del da en que se venca el importe del arrendamiento. Un da sucedi lo que tena que suceder. Don Vicente not el cambio de su esposa. Era fra y huraa con l antes de la llegada de Santiago, y poco a poco se volvi cariosa y melosa, lo que, con la experiencia del viejo, le hizo despertar sospechas. Cuando un hombre engaa a su esposa, empieza a verle todos los defectos del mundo y trata de ahuyentarla, pero cuando la esposa es la que engaa al marido, se vuelve cariosa y melosa pretendiendo que de ese modo, no lo va a notar,... le haban dicho desde que el era muy joven y engaaba constantemente a su anteriores esposas. Contrat a un detective. Puso cmaras ocultas en el departamento que le rentaba a Santiago, y cuando tuvo toda la evidencia de que era engaado, acudi a la autoridad que consign el asunto al Juzgado Penal, sin que el Juez tuviera otro camino que decretar la orden de aprehensin en contra de Federico e Isabel. La que se libr en contra de la seora no fue nunca cumplida, pero s la que determin que Federico fuese a dar a la crcel. Conforme a las instrucciones recibidas, el abogado pag una caucin de cinco mil pesos, y en cuanto sali Santiago, lo llev al aeropuerto de Minatitln y lo subi a un Avin para la Ciudad de Mxico. Al da siguiente de su llegada, se present Santiago a las oficinas de la empresa, como perro apaleado. Esperaba su cese fulminante, pero no. El gerente haba platicado con Francisco largamente sobre su caso, y decidieron perdonarlo por ltima vez. Era demasiado bueno como operador, a mas de honrado. Cuando estuvo en el despacho de la direccin, don Crescencio, el mero mero de la empresa, le indic amablemente que se sentara. Empez despus con tono paternal a darle consejos mas que a regaarlo, ...- ya s que eres hombre, y adems con suerte. Pero van dos veces que te metes en camisa de once varas. Porque no le haces caso a Francisco y dejas de buscar mujeres casadas. Hay tantas solteras y tan bonitas. Te vamos a mandar a la ruta Guadalajara Tepic , pero es la ltima vez que te perdonamos. Los siete mil pesos que nos debes de las cauciones que se han perdido, los vas a pagar con trabajo. Procura que no volvamos a tener una queja de ti, y menos por mujeriego e irresponsable.... Cuando sali de la entrevista, ya lo estaba esperando el jefe de servicios con dos sobres en los que iban las instrucciones para su homlogo en Guadalajara. Traeran a un operador y manos de seda se encargara del autobs encomendado a aquel.

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Se traslad a Guadalajara. Ya lo estaban esperando y de inmediato le asignaron el mnibus que manejara. Lo alojaron en los dormitorios de las tripulaciones en trnsito mientras encontraba casa fija, y todo volvi a la normalidad. Guadalajara, la Perla de Occidente es una ciudad en verdad hermosa que, de inmediato not Santiago, adems, esta repleta de mujeres bellas de ojos claros , Ojos Tapatos, se dijo a s mismo recordando la hermosa cancin de Fernando Mndez Velzquez. Se hizo los mejores propsitos. No vuelvo ni siquiera a mirar a una mujer casada. Me voy a concentrar en mi trabajo como nunca lo he hecho, etc. Pero el hombre pone, Dios dispone y el diablo todo lo descompone, reza el viejo refrn, y no tard ni una semana en conseguirse un pescado. Se enter el jefe de servicios que ya estaba en antecedentes de cual pie cojeaba Santiago. Lo llam, le prohibi que llevara en su mnibus pasajeras sin boleto que lo fueran distrayendo, y lo amenaz con suspensin de una semana si reincida. En vano. Cambi de pescado varias veces, pero no de costumbres. En la acera frente a la Terminal de Autobuses, exista una tienda atendida por su propietario, un alteo llamado Aurelio, y su joven y guapa esposa, tambin de los Altos de Jalisco, lomilarga (*) , de hermosos ojos verdes, tienda a la que tarde o temprano tena que llegar Santiago y un da lleg. Qued prendado de la seora, Mara Elena, a la que los clientes llamaban cariosamente Elenita. Todo el tiempo que tena que estar en Guadalajara, dio por pasarlo haciendo compras en la tienda de Aurelio cortejando discretamente a Mara Elena. Aurelio notaba la insistencia de las visitas de Santiago, pero tena plena confianza en su esposa. Por mas de diez aos, desde que se vinieron de San Miguel el Alto a vivir a Guadalajara , por un problema de pleito en el que se vio envuelto Aurelio y resultaron algunos muertos, haba visto a centenares de parroquianos cortejar a su esposa que, indiferente, no les haca ningn caso. Los compaeros de trabajo de Santiago, notaron que aquel no cejaba en su cortejo a Mara Elena, y le advirtieron en todos los tonos: ...ten cuidado, Aurelio es un asesino que est aqu por que debe varias vidas en su tierra..., ...Aurelio es el mejor tirador de San Miguel el Alto, si se huele que cortejas a su mujer, te va a matar.... Fiel a su principio de seguir los consejos del Padre Adn, Santiago logr convencer a la mujer para que ...lo acompaara a dar una vuelta en el mnibus nuevo que le haban asignado, nada mas una vueltecita....

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Con el pretexto de que iba al dentista, Mara Elena sali de la tienda. La esperaba a una calles Santiago con el flamante Omnibus nuevo , y la llev a la Barranca d Oblatos, profundo can que se ha formado en el transcurso de los siglos por el paso de las aguas del Ro Grande o Santiago, y en cuyo borde superior, antes de la entrada al puente de la carretera que conduce a Zacatecas, se ha construido un mirador desde el que se aprecia, esplndido, de todo el paisaje. La tarde caa, con celajes rojos adornados de blanco por nubecillas mviles, y todo pareca especialmente colocado como marco para un romance. Con su labia y experiencia, Santiago fue doblegando la voluntad de la hermosa Mara Elena, y en eso estaban cuando se apareci Aurelio armado de dos pistolas Smith y Wasson calibre .38. Los vino siguiendo sin ser notado desde Guadalajara. Permaneci un rato cerca del lugar en que estacion manos de seda el Omnibus, energmeno, con una pistola en cada mano. hasta que lleg el momento en que no pudo esperar ms. Abri la cerrada puerta del Omnibus a patadas y penetr en l hecho un Santiago y Mara Elena trataban de dar alguna disculpa y de protegerse tras los asientos del vehculo, pero todo era en vano. Aurelio dispar sus armas hasta agotar la carga. Cuando termin la balacera, los cadveres de los infieles, quedaron, muy distantes el uno del otro, en el piso del vehculo lleno de manchas de sangre. Tir al suelo sus pistolas. Baj del Omnibus y fue a entregarse a la polica. En la Ciudad de Mxico, el telfono de la gerencia de la empresa empez a sonar como a las diez de la noche. El jefe de servicios en Guadalajara llamaba a don Crescencio para darle la fatal noticia. Escuch atentamente lo que le decan y exclam: Tena que ser as. manos de seda no tena remedio, aunque para l fuera culpable nuestro Padre Adn...-Este

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TENOCHTITLAN. DOS CIUDADES

Tal vez resulte repetitivo, pero es criterio unnime el de que la historia la escriben los vencedores o los amanuenses siempre al servicio de los poderosos para ensalzar sus virtudes los innegables mritos de los urbanistas mexicas, la y reales o imaginarias, o para restar mrito a sus vencidos y enemigos. En se afn, y para borrar historia ha ignorado todo lo relativo a la primera ciudad de Tenochtitlan y centrado su atencin en la ciudad nueva, surgida en los primeros aos del Siglo XVI espaol Diaz del Castillo. Es necesario apelar a los testimonios plsticos que en forma de monumentales esculturas han sido descubiertos muchos aos despus de consumada la conquista y la magistralmente descrita por los cronistas que llegaron con los conquistadores, en especial Bernal

destruccin total de la primitiva capital del seoro mexica , a algunos datos perdidos esbozados por los historiadores oficiales, y a la leyenda que por tradicin oral ha venido repitindose durante mas de cuatrocientos aos. En sa forma, y principalmente apoyados en la leyenda, y en los grandes monolitos esculpidos, podemos restituir, en forma ideal, la grandeza y destruccin de esa gran urbe que, si la segunda Tenochtitlan maravill a los conquistadores, es indudable que los hubiera dejado embelesados si llegan a conocerla. Los mexica, como un grupo tnico derivado del tronco nahuat llegaron dbiles y sumisos al gran lago salado en los primeros aos del siglo XIII espaol. Se afirma por algunos que en el ao de 1315, pero no todos los historiadores sealan la misma fecha, por lo que es preferible estimar su llegada al gran lago, a fines del Siglo XIII, y su asentamiento obligado por los que llegaron al gran lago antes que ellos en los islotes del mismo, Tenochtitlan, Tlatelolco, Nonoalco, Tultenco y Mixhuca aproximadamente en el ao de 1325. Por verdadera necesidad, obligados por su mas fuertes enemigos, se vieron constreidos a alimentarse de lo que podan encontrar en las islas, ( cactos y culebras ), lo que podan obtener del lago salado, (Ahuautle, y pescado), y verduras que con un inmenso ingenio y

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laboriosidad empezaron a obtener de uno de los mas notables milagros de la agricultura mundial, la chinampa. Para los historiadores, la dieta de los mexica no tiene ninguna importancia y no han reparado en que todo lo que coman era rico en proteinas. La carne de vbora, el pescado y, principalmente el ahuautle , que es la hueva de un insecto que se desarrolla en el agua salada y tiene un contenido proteinico de casi el cincuenta por ciento, hicieron en solo dos generaciones (sesenta aos), que los mexica se convirtieran de un pueblo dbil en un pueblo fuerte y agresivo. En cuatro generaciones, haban conquistado todas las riberas del lago, y para fines del siglo, convertido en tributarios a casi todos los pueblos que habitaban mesoamrica. El nacimiento y crecimiento de su capital Tenochtitlan fue indudablemente paralelo a su desarrollo militar. Traan consigo los conocimientos que obtuvieron de los tolteca en Tula, a donde llegaron antes de arribar al gran lago en calidad de pueblo mano de obra y fueron obligados a edificar los diques y obras hidrulicas con los que los cultos habitantes de esa regin se defendan de los embates de las aguas broncas que bajaban de la sierra. Conforme iban consolidando su podero militar y econmico, aumentaba el nmero de edificios en la nueva ciudad . Templos, casas grandes, como solan llamar a sus palacios; espacios abiertos, jardines, incluyendo un jardn zoolgico en el que coleccionaban fieras tradas de todos los confines de los territorios sometidos, zonas habitacionales y una enorme nmero de obras de arte por las que tenan una especial debilidad, en particular por la escultura de grandes monolitos cuyo traslado a la isla del gran lago salado y posterior labrado, siguen siendo motivo de curiosidad y admiracin para las generaciones presentes. No existe ni una remota idea de cmo fue esa primera gran ciudad. Si nos guiamos por los grandes monolitos y la leyenda, debe haber ocupado casi la totalidad del islote, y contado con grandes plazas. Solo en una gran plaza dedicada a las ciencia pudo tener cabida lo que llamamos Piedra del sol o Calendario Azteca, de cuya lectura, deficiente e incompleta, hemos derivado que no era precisamente un calendario, sino una forma de fijar en forma indeleble la secuencia de fenmenos astronmicos ocurridos y por ocurrir , tales como los eclipses. Sealan los enterados que el eclipse solar ocurrido a fines de los aos ochenta del siglo XX, ya estaba previsto en la piedra y, estn adems anunciados otros para ocurrir hasta el ao 2030 del calendario gregoriano. La Piedra del Sol fue encontrada muchos aos despus de concluida la conquista en el subsuelo de la Plaza del Empedradillo, ( hoy calle del Monte de Piedad ), y relatan las crnicas y leyendas que durante el virreinato de Don Juan Vicente Gemes Horcasitas

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y Pacheco de Padilla, Segundo Conde de Revillagigedo, hallaron a una gran profundidad en el subsuelo del Palacio Virreinal una inmensa escultura que el Virrey, gente de amplia cultura, orden volver a cubrir ante la imposibilidad de sacarla por no existir medios adecuados para rescatarla. En un terreno aledao al Sagrario Metropolitano, fue descubierta a una respetable profundidad, la que en nuestro concepto es la mas notable de las esculturas del gnero humano, la Coatlicue, all por los aos de 1943 o 1944. La consideramos as, por que no es una escultura antropomorfa ni zoomorfa, sino que, conteniendo elementos de ambas, es casi un tratado de filosofa, de la filosofa mexica que divida el universo en una inmutable dualidad entre cielo y tierra, vida y muerte, emergentes de la tierra, raz de todas las cosas, conceptos conformadores de la ciencia no considerados as an hoy da en las filosofas de los pueblos occidentales. De igual manera apareci, en el subsuelo de las ruinas del templo mayor de la segunda Tenochtitlan, , la enorme escultura que conocemos como Coyolxahuqui . El descubrimiento tardo de todos esos elementos, nos obliga a pensar que no fueron conocidos por los conquistadores, y que cuando ellos llegaron, ya se encontraban en el subsuelo de la nueva ciudad edificada totalmente a principios del siglo XVI espaol. La explicacin de ello, esta a nuestro alcance. Est plenamente probado que en el ao occidental de 1496 la antigua ciudad de Tenochtitln, gobernada por Ahuizotl, sufri una severa inundacin que casi la destruy totalmente. Sus edificios, sus templos y las zonas habitacionales fueron arrasadas por las aguas que el Tlacatecuhtli fue a robar a los pacficos habitantes de Coyoacn. Cuenta la leyenda, que dentro de una gran sequa que amenazaba la vida de la opulenta capital de los mexica, Ahuizotl demand de Totzumo, seor de Coyoahucan, pueblo tributario de los poderosos guerreros que habitaban en la gran isla del lago salado, la entrega del agua de las fuentes de que se abastecan los pobladores de esa zona. Totzumo se opuso, aunque saba que era intil por que el seor de los mexica ya construa un acueducto para llevarse las aguas, y dijo al Talacatehcutli, --- Si te llevas las aguas de mi pueblo, van a arrasar al tuyo y hasta a ti va a costarte la vida... Acostumbrado a lograr todo por la fuerza, Ahuzotl mando matar a Totzumo y desviar las aguas de los manantiales de Coyohuacan hacia Tenochtitlan, con la mala suerte de que, incontroladas, ocasionaron una grave inundacin en la gran capital que en poco mas de tres aos que dur el fenmeno, acab por destruir todas las edificaciones que en ella existan y dej

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enterrados en el lodo todos los grandes monumentos con que los mexica celebraban desde la fundacin de su ciudad, ( monolito conocido como Teocalli de la Guerra Sagrada, existente en el Museo Nacional de Antropologa ) hasta los fenmenos naturales y, en los que plasmaron su filosofa su pensamiento religioso y su historia. Estos monumentos, gracias a la gran inundacin permanecieron sepultados en el lodo hasta mucho tiempo despus de la llegada de los espaoles, que encontraron ante s, llenos de admiracin y asombro, las segunda ciudad construida por Moctezuma Xocoyotzin, sobrino de Ahuzotl que lo sustituy como gobernante cuando, como remate al cumplimiento de la muri a causa de un golpe que recibi al huir de su casa maldicin proferida por Totzumo,

grande para librarse de la inundacin, y golpearse en la frente con el dintel de una puerta, expresamente construida de poca altura para obligar a agacharse al entrar a quines llegaban a ver al seor. Cuentan las leyendas, que despus del golpe perdi el conocimiento y enferm largo tiempo sin haberse recuperado jams. La primera ciudad capital debi ser mejor que la segunda. Dan testimonio de ello todas esas grandes esculturas en piedra que, arropadas por el lodo, no fueron encontradas ni destruidas por los conquistadores que destruyeron cuanto monolito encontraron a su llegada a la nueva ciudad para utilizarlo como materiales de construccin para adoquinar sus calles, o edificar las paredes de sus nuevas casas. Existen en la Ciudad Colonial numerosos testimonios de la destruccin de monolitos e dolos, y utilizacin de los restos como material de construccin, siendo uno de los mas notables la escultura que adorna la esquina de las actuales calles de Pino Surez y Repblica del Salvador, colocada como simple adorno de la casa de los Condes de Santiago de Calimaya. Los elementos que se repitieron en la nueva Tenochtitlan, tales como el Templo Mayor, el Cihuacoatl, a pesar de que fueron despojados de sus esculturas y monumentos, son muestra y ejemplo de una arquitectura prehispnica monumental no igualada. La traza a retcula de los canales que debi existir en la ciudad primitiva y se repiti en la que construy Moctezuma el menor como una forma de evitar inundaciones y destruccin de construcciones por las constantes crecientes de las aguas del lago, y es indudable que sirvieron de modelo a los que realizaron la nueva traza, como Alonso Garca Bravo. El crecimiento urbano, fue logrado otra vez mediante el sistema de chinampas, y los grandes monumentos de la segunda ciudad, como lo fueron en su oportunidad los de la primitiva

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destruida por las aguas en 1497, sirvieron de asiento y basamento a las nuevas construcciones. Slo nos resta agregar que, la ciudad que construyeron los espaoles, qued totalmente destruida durante la gran inundacin ocurrida en 1596, en que las aguas permanecieron cubrindola hasta 1630 y dieron lugar a que el virrey solicitara autorizacin a la Corona para trasladarla a Coyoacn, lo que no lleg a verificarse por el retiro de las aguas del valle antes de que llegara la autorizacin solicitada. Es por esto que, en lo que es hoy el centro histrico de la Ciudad de Mxico, no exista ninguna construccin del siglo XVI, y se conserven en cambio, en los lugares a los que la inundacin no lleg, como Tlatelolco y la Villa de Coyoacn.

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EL CATAN A Nataniel Ruiz Gmez.

All por los primeros aos de la tercera dcada del siglo XX recin concluido, se descubri en el estado de Veracruz a unos cincuenta kilmetros del Puerto de Tuxpan, un pozo que en muy poco tiempo se convirti en el mayor productor de petrleo de la repblica mexicana. Lo bautizaron como Poza Rica nmero 1 y en unos cuntos meses de explotacin, empez a formarse en su derredor una nueva Poblacin. Fue primero La Villa de Poza Rica, y debido a su explosivo crecimiento, se convirti en la Ciudad de Poza Rica . Como es lgico suponerlo, la nueva ciudad careca de todo. Barracas y ms barracas en las que se alojaban los trabajadores y nada mas. Los petroleros, los trabajadores mejor pagados del pas, no tenan ni dnde disipar sus ocios ni donde gastar sus quincenas y, a unos quinientos o mil metros de distancia surgi como por encanto una ciudad satlite en la que florecieron todos los vicios y lugares en donde divertirse . Cantinas, casinos, lupanares y sus anexos indispensables, farmacias, boticas y hospitales era lo nico que se poda encontrar en El 52, nombre con el que fue bautizada la ciudad del vicio por estar ubicada precisamente en el kilmetro 52 de la carretera que conduce a Papantla. Las compaas explotadoras iniciaron la seria construccin de un poblado que albergara a los trabajadores que laboraban en la explotacin de la Poza Rica #1, y su vecina la Poza de Cuero. Instalaron oficinas, almacenes, bodegas y un pequeo consultorio mdico al que lleg un joven, originario de la regin, y recin egresado de la Facultad de Medicina de la Capital de la Repblica, a quin desde pequeo apodaban El Catn y tuteaba todo mundo.

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De carcter afable, bonachn, amiguero y bohemio, El Catn se convirtio de golpe y porrazo en consultor y amigo de cuanto habitante viva ya o llegaba a vivir en el nuevo centro de poblacin. Resultaba demasiado frecuente que, a la media noche, fueran a sacarlo de su hogar para que se trasladara al 52 a socorrer a algn trabajador de los que a menudo salan lesionados en las tremendas grescas que se suscitaban en las cantinas y lupanares de la floreciente Ciudad Satlite, y, adems, cobr muy bien ganada fama como partero. Antes de su llegada al campo petrolero, los partos de las mujeres de los trabajadores y de los campesinos habitantes de la zona eran atendidos por comadronas y el nmero de nios y madres que moran por mala atencin, muy alto. Tambin abundaban las invitaciones a fiestas y saraos. Tocaba la guitarra y muy bien cantaba, por lo que era un comensal obligado a cuanto reventn organizaran en los contornos, los trabajadores y los directivos del campo. Era soltero y su vida transcurra feliz . Una noche, como a las dos de la maana, acudi un trabajador del campo a despertarlo. -- Oye Catn, le dijo. Es necesario que me acompaes a un parto muy urgente. La pobre madre est a punto de morirse. Ha tenido dos partos anteriores que le atendieron las comadronas y adems de que perdi a los nios, estuvo a punto de petatearse., pero aprate doctorcito! porque si no vamos a llegar fuera de tiempo. Se visti con la velocidad de un rayo y en menos de diez minutos ya estaba listo con su pequea petaquilla mdica en la que cargaba todos los instrumentos necesarios para solucionar la urgencia para la que lo requeran. Subieron a un carromato Willys de los que la empresa proporcionaba a algunos de sus trabajadores y en silencio se adentraron en la selva que rodeaba a la todava Villa por los cuatro vientos. Caminos psimos, llenos de lodo , baches que el hbil conductor iba sorteando con cierta dificultad, y el ruido infernal de la mquina, impedan la pltica. Transcurri mas de una hora desde su salida y el doctor, un tanto alarmado, a gritos pregunt hasta dnde estaba la enferma. --Aqu adelantito, doctor , no te me impacientes. -- Pero tu vives en la Villa, A donde me llevas insisti el mdico. Hablaban a gritos para poder orse y a gritos le contest el chofer.

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--- No es mi mujer la que est enfermita. Es la de mi jefe que vive adelantito. No te me pongas nervioso ni te de miedo, que nada habr de pasarte. Continuaron por mas de otra hora, hasta que llegaron a un lugar en el que el carromato ya no pudo pasar. Anastasio, que as se llamaba su forzado compaero de viaje, lanz un largo silbido y como por ensalmo aparecieron de entre la selva, cinco personas montadas en excelentes caballos, chaparros, como los que necesariamente se usan en los breales para poder entrar entre la maleza y uno mas, alto como de diez palmos, alazn tostado, dosalbo, orejano y lucero que llam la atencin del mdico por lo raro que era encontrar un ejemplar as por esos rumbos y que apenas se distingua entre la penumbra , (empezaba a amanecer), ricamente ensillado y arrendado. -- Este es el que te toca a ti. Es el del jefe y te lo mand especialmente. Es muy bonito, pero te vas a tener que ir agachando para que no te vaya a golpear una rama en el camino le dijo Anastasio. Emprendieron la marcha los siete jinetes, y cuando el sol ya iluminaba la feraz selva veracruzana, llegaron a la ribera de un ancho ro. El pobre Catn, molido por los tumbos del carromato y poco acostumbrado a montar a caballo, ni siquiera pregunt como se llamaba ese hermoso ro, pero supuso podra tratarse del Cazones, del Nautla, del Pantepec o de alguno de sus numerosos afluentes. Se subi a una larga lancha que le indicaron, y durante una hora mas, remontaron la corriente, hasta que llegaron a un lugar en el que se elevaba una alta pirmide construida por los antiguos totonacas, similar a la que llaman de los Nichos y que el haba visitado en la zona arqueolgica de Tajn cercana a Papantla. Junto al monumento lo esperaban mas de veinte personas, impacientes y desesperadas, a cuya cabeza estaba un indgena ataviado al estilo papanteco, con pantaln y camisa de manta perfectamente blanqueadas con las semillas de la papaya, bordadas de tal modo que no era difcil suponer que era el mas importante de los presentes. -- Aprate dotor,-- le dijo, La vieja ya se me desbarata con sus ayes y sus quejidos. Introdujeron al maltrecho Catn a una casona circular, como de diez o doce metros de dimetro y techo cnico de palapa, construida de adobe encalado, muy amplia, con una sola puerta en la que no haba mas luz que la que pasaba por la entrada. Pidi que le alumbraran lo mejor posible y se encontr delante de una elegante cama de caoba con

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dosel y pabelln de la misma madera sobre cuatro columnas finamente talladas que lo sostenan. Acostada en la cama, entre sbanas de inmensa blancura y limpieza, una mujer indgena como todos los presentes, de unos veinte aos baada en sudor no cesaba de quejarse. Su parto estaba detenido por mas tiempo del normal. La examin y pidi agua caliente y sbanas limpias, y que las veinte personas que se encontraban en el local, armadas con amenazantes machetes lo dejaran trabajar solo. Comprendi que el nio que estaba a punto de nacer, era hijo del cacique del lugar, y que a pesar de que los testigos le estorbaban y ponan nervioso con su amenazante actitud, no iban a salir de la estancia. Nunca haba trabajado en condiciones tan adversas como esas, y fue l quin empez a sudar copiosamente. La parturienta estaba en realidad muy grave, y mientras induca el nacimiento del pequeo, pensaba lo que acontecera si la operacin no tena xito. Quiso poner a la parturienta una inyeccin que le calmara el dolor intenso que estaba sufriendo, y los testigos se opusieron, amenazadores, a que le encajara esa horrible aguja. Le dio entonces su pauelo para que lo mordiera lo mas fuerte que le fuera posible, y as logr al menos que dejara de gritar. Trabaj ms de una hora que a l le pareci un siglo, tras la cual tuvo al pequeo varoncito hijo del seor Cacique por fin entre sus manos. Le dio una sonora nalgada y el pequeo lanz un intenso chillido, al que siguieron gritos y bendiciones en el idioma nativo del padre de la criatura, proferidos por todos los asistentes que, sin dejarlo terminar con su trabajo, le golpeaban la espalda en seal de agradecimiento y trataban de abrazarlo efusivamente. El ruido ensordecedor que generaban los gritones, se puso peor cuando alguno de ellos sac una vieja pistola calibre .44, sali a la entrada de la choza y dispar toda la carga, como una seal para que los habitantes del villorrio que no haban estado presentes en el alumbramiento se acercaran a festejarlo. Apenas tuvo tiempo de atender a la madre y medio baar y envolver a la criatura. Decenas de eufricos visitantes entraron en tropel a la estancia. No se poda dar paso y todos abrazaban reverentemente al padre y en seguida al doctor con tal fuerza que en unos cuantos abrazos ya le tenan molido todo el cuerpo.

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Salieron quien sabe de donde las botellas de ron de caa y los brindis se multiplicaron. El primero, del padre de la criatura con el doctor. Los siguientes de todos con todos, y todos con el doctor. En media hora el pobre Catn no saba ya ni como se llamaba. Era ya pasado el medio da, y el alcohol y el calor hicieron su efecto en el doctor que, sin darse cuenta se qued dormido. Despert horas despus, con una terrible sed y acostado en una hamaca finamente tejida junto a la cual, una joven doncella encargada por Scrates que, segn supo, as se llamaba el cacique del pueblo, para que velara su sueo y fuera a avisarle cuando despertara. En cuanto not la joven que despertaba, sali de la estancia, ubicada en una casita de adobe con ventanas que permitan el paso del aire y que no se sintiera tan intenso el calor, y corri a avisar que el mdico, ya haba recordado. En tres o cuatro minutos, Scrates haba llegado ya acompaado de media docena de doncellas cargadas con bateas de madera repletas de frutas y viandas. Se sentaron en el suelo , invitaron al doctor a que hiciera lo mismo, e iniciaron su tardo desayuno. El mdico no estaba acostumbrado a sentarse en el suelo y en pocos minutos sinti que se le dorman las piernas. Se puso de pie y lo hizo saber a su anfitrin que mand por su silla. Trajeron un equipal de madera de caoba forrado con piel de venado labrada y decorada artsticamente que, desde luego not el doctor, era el trono en el que Quiso excusarse y continuar despachaba Scrates los asuntos de su congregacin.

sentado en el suelo, pero en todo autoritario le dijo Scrates. -- Sintate dotor. Solo yo me he sentado en esa silla pero ahora tu te mereces hacerlo. No he dormido en toda la noche por los chillidos del escuinclito que trajites al mundo, y no sabes cmo te lo he agradecido . Ya puedo morirme tranquilo porque tengo descendencia. Te lo debo a ti. Desayunaron despacio y cuando hubieron concluido, conocer el pueblo. construidas mas de cien casitas cuadradas, de adobe invit Scrates al mdico a palma y que En torno a la casa redonda, sin ningn orden se encontraban techadas con

invariablemente, tenan al frente un portal en el que estaban colocadas dos o tres hamacas. Gallinas y cerdos trompudos corran desaforados por todas partes y en algunas casa contaban con un pequeo establo y dos o tres vacas, no lecheras, sino de produccin de ganado ceb que, seal Scrates, les regal mi general Pelaez , el que mandaba las guardias blancas de las extintas compaas petroleras..

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En la orilla del pueblo estaba construido con cercas de tranca, un gran corral en el que guardaban de noche el ganado comn y junto , una cuadra al estilo ingls, con almacenes para forraje, picadero , diez caballerizas y patio de sombra para colgar los caballos pura sangre -- que el Seor Presidente de la Repblica ...nos regal el ao pasado cuando vino a rebautizar El 52. --No lo vas a creer, pero al Superintendente lambiscn se le ocurri cambiarle el nombre al zoco ese que ha surgido en el 52, todo lleno de vicio, cantinas, boticas y lupanares ,--seal Scrates-- y ponerle Ciudad Manuel Avila Camacho. Para el rebautizo invit al Seor Presidente, mand encalar el pueblo y disfrazarlo como lugar decente, y le hizo una gran fiesta. Vino el Presidente, la vanidad no tiene lmites, y le puso su nombre al antiguo 52. Fue apenas hace un ao y ya nadie se acuerda de que el 52 se llama Ciudad Manuel Avila Camacho. As es la vida . Entre los pura sangre estaba, ya ayateado y limpio, el que transport al Catn en su camino a este lugar, al que llamaban Sultn. Le explic Scrates adems ,que el transporte por el ro obedeca a que por la sierra estaba mas lejos y se inverta mas tiempo, pero que despus de que abordaron las lanchas, los caballos siguieron por el camino largo y estaban otra vez en su cuadra. Orden que ensillaran a dos de los pura sangre, -- el Sultn, para el dotor -- y en ellos salieron a recorrer los alrededores del Pueblo. Vivan los habitantes del pueblo y de la regin en general, del cultivo de la vainilla que, relat Scrates al doctor, recolectaban a principios de ao para llevarla para su venta a Papantla, el Jueves de Corpus, en la que cuatro o cinco almacenistas espaoles la acaparaban y distribuan en vaina a todo el mundo. Mientras Scrates le platicaba sobre sus actividades, record el doctor que, desde que era nio, le llam la atencin el mercado de la vainilla, que tena lugar el Jueves de Corpus en la ciudad de Papantla, por lo original de las transacciones. Llegaban los productores desde el amanecer cargando en costales de yute las vainas que llenaban de un suave aroma todo el ambiente, con sus impecables trajes blanqusimos, sus sombreros de paja de cuatro pedradas y su inseparable machete, seguidos de cerca por sus mujeres y sus hijos igualmente ataviados, siempre caminando en fila. Penetraban de uno en uno, acompaado por su mujer e hijos, en los establecimientos de los acaparadores ubicados todos ellos en torno a la plaza principal del pueblo y sobre el mostrador, dejaban caer

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todo el contenido de los costales despus de pesarlos. Examinaba las vainas el presunto comprador, y de un cajn del mostrador extraa una moneda, siempre de oro, porque las transacciones solo en monedas de oro se realizaban. Sin decir palabra, el vendedor negaba con la cabeza su aceptacin al precio que se le ofreca. El comprador sacaba otra moneda y as, durante dos o tres horas y a veces mas, hasta que el vendedor, que no hablaba para nada en todo el tiempo que duraba la operacin, recoga las monedas, las colocaba en su cinturn de los llamados vboras y sala del establecimiento al frente de la tropilla familiar que lo acompaaba. Penetraba entonces el segundo vendedor , igualmente acompaado por su mujer e hijos, y despus el tercero hasta terminar con todos, lo que a veces llevaba hasta tres das ininterrumpidos. En tanto les tocaba su turno los vendedores esperaban sentados en las bancas de azulejo azul colocadas en la plaza y el aroma que esparca la vainilla cultivada durante un ao, era a veces tan intenso que hasta dolor de cabeza provoca", decan los comerciantes. Una vez que todos los vendedores haban realizado la venta de la vainilla en monedas de oro , en una larga fila como haban llegado volvan a sus comunidades caminando hasta doce horas sin parar, para entregar el importe de la venta a su jefe y director. Saba el doctor, por las plticas tenidas con los comerciantes y con sus pacientes, que el jefe era electo por todos los adultos , hombres y mujeres del grupo el domingo anterior al Jueves de Corpus cada ao y su encargo principal era el de organizar a la comunidad para la cosecha y venta de la vainilla cosechada durante el ao y para la siembra y cuidado de la que corresponda al siguiente ao. El se encargaba de proveer a cada familia de lo necesario para su sustento . El sealaba las labores que a cada uno le correspondan para cooperar para la subsistencia de la comunidad. El reparta cada ao los solares que cada uno de los miembros de la comunidad deba sembrar y cosechar y sealaba qu era lo que la comunidad necesitaba producir y reparta las labores. As, la comunidad contaba con todo lo que necesitaba. Frutas, en especial la papaya que utilizaban para consumo su ropa humano y para blanquear, con las semillas tratadas convenientemente,

blanqusima; pltano, aguacate, chirimoya, guanbana, mango, pia, mamey y maz, arroz, calabaza, chile, aves de corral, bovinos para engorda y leche. A nadie faltaba nada jams. El jefe provea a las necesidades de todos, procurando dar mas a los que tenan mas familia, y todo ello sala de la venta de la vainilla que sembraban y colectaban entre todos.

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Scrates, supo despus, llevaba ya mas de diez aos como jefe. Haba sido reelecto por lo atinado de su gestin y por la honradez con la que proceda A eso obedeca la gran veneracin que le profesaban todos los miembros, poco mas de mil, de la congregacin, o comunidad, como los espaoles le haban llamado a esa forma de vida. Pasearon poco mas de tres horas en los caballos, y el jefe le fue enseando sus sembrados de maz, de chile, de frutas, o los criaderos de gallinas y bovinos que llevaban a cabo en diversos barrios, doce en total. Le explic que para que no llegaran nunca a tener un excesivo amor por la tierra que trabajaban, desde tiempo inmemorial eran cambiados de lugar de trabajo y residencia. De ese modo no se perdera jams la esencia de la vida comunal. Regresaron a la hora de comer, y en el gran patio arbolado que rodeaba la casa del jefe, estaba ya preparada una suculenta comida. La mesa cubierta con un blanqusimo mantel y adornada con flores y platones con frutas para cerca de cien comensales. -- Son los de mi barrio que te quieren agasajarle dijo Scrates. Cuando hubo concluido la comida, el doctor agradeci la invitacin, y manifest al jefe, su deseo de volver a Poza Rica, en donde, -- mis pacientes me han de estar extraando --, le dijo. -- No te puedo regresar a Poza Rica hasta que los doce barrios te hayan agasajado. Estn muy agradecidos contigo, y cada uno de ellos ha preparado una comida para ti. No puedes despreciarlos. Nunca te lo perdonaran le contest Scrates. A regaadientes, acept resignacin, qued once das mas. el doctor. Saba adems que no se poda oponer y con Trajes aunque muy agradecido del trato que en cada barrio le prodigaron, se En cada uno de los agasajos, le hicieron regalos.

papantecos, manteles y mantillas regiamente confeccionados y tejidos por las mujeres, juguetes fabricados por los nios, abalorios y mil y mil cosas ms. Cuando por fin concluyeron las fiestas, Scrates y los representantes de los doce barrios que lo acompaaron, se dirigieron los regalos a caballo hasta el lugar en que el carromato Willys los haba dejado y los estaba esperando. Iban tambin cuatro mulas cargando que, como es de suponerse, no cupieron en el carromato, por lo que con varios acompaantes siguieron su viaje a Poza Rica por la vereda despus de que el doctor se haba marchado. De despedida Scrates dio un fuerte abrazo al doctor y le entreg una pequea figura de una tuza esculpida en piedra roja, que a todas luces se

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notaba muy antigua y una bolsa de cuero pequea, pero muy pesada, dicindole: -- esto dotor, no es tu pago. Lo que hicites no se puede pagar, es solo un recuerdito de la comunida de Tuzapn con la que, de hoy y para siempre, puedes contar pa lo que queras . Subi al Willys y no pudo refrenar su curiosidad. En cuanto Scrates se perdi de vista abri la bolsa y estaba llena de centenarios! de los que el general Obregn mand acuar en el centenario de la consumacin de la independencia. En Poza Rica, su misteriosa desaparicin haba causado gran consternacin. Lo buscaron en Tuxpan, en Alamo Temapache, Papantla, en el 52, en Catalina y en cuanto pueblo haba en cien kilmetros a la redonda. Anunciaron por magnavoces, en la nueva estacin radiodifusora de Tuxpan y de mil maneras su desaparicin. Nadie saba nada. El Superintendente de la zona petrolera ofreci cinco mil pesos de gratificacin por cualquier informe que se recibiera sobre su paradero. Todo en vano. Nadie saba nada. Ignorante de todos los afanes que se desplegaron en su bsqueda, lleg por fin a su casa. Se ba y se durmi por mas de quince horas. Estaba en verdad muy cansado. Al da siguiente, lo despertaron como a las tres de la tarde los arrieros que llevaban sus regalos. Los recibi y les ofreci algo de comer o de beber. Lo rechazaron porque tenemos que dar cuenta al jefe de que te lo entregamos dijeron, y se marcharon. Como si nada hubiera ocurrido , lleg a las seis de la tarde al dispensario mdico del campo petrolero que tenia a su cargo. Estaba cerrado y no haba quin le abriera. Fue a ver al Superintendente para pedirle la llave y ste, lo recibi sorprendido, como si se le hubiera aparecido un fantasma. -- Dnde te has metido, doctor? Ya te dimos por secuestrado, por muerto, por fugado con alguna dama, por tragado en la selva por un puma. Ya te buscamos, te boletinamos, ofrecimos gratificacin por informes sobre ti, y ahora llegas tan fresco... -- Si te lo cuento no me lo vas a creer, pero he vivido una aventura nica. Ni me mataron, ni me secuestraron, ni me comi un puma, ni me fugu con ninguna dama, ojal hubiera sido eso! Simplemente fui a atender un parto a una comunidad perdida en la selva y como sali bien la cosa, no me dejaban volver por estar agasajndome. Me pagaron como honorarios cincuenta centenarios! que te voy a traer para que me los guardes, porque en

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mi casa, si alguien se entera de que los tengo, entonces si me van a asesinar para robrmelos . -- Pues la mera verdad, solo a la hora en que me los traigas te lo voy a creer. Me parece fantstico y mas bien producto de una cruda tuya -- contest el superintedente. -- En lugar de dudar de mi, pide que te acompae un guardia y vamos a mi casa por ellos. No vaya a ser el diablo. -- Vamos pues, porque a ver si lo veo y lo creo acot el superintendente. Caminando fueron hasta la casa del doctor que fue enseado uno a uno los regalos que haba recibido, ante el estupor del visitante y despus le entreg la pequea bolsa de cuero con los cincuenta centenarios. -- Es como para que escribas un libro --le dijo al recibirla. Sali el doctor a acompaarlo a la puerta en el momento en que llegaba un jinete montando al Sultn, sudoroso por la caminata y enjaezado con sus mejores galas. -- Dotor, --dijo el jinete --. Aqu te manda esto el jefe . Dice que lo dispenses, se le olvid drtelo cuando te venas. Por cierto, me manda a que te diga tambin, que ya bautizaron al escuinclito. Se llama Catn.

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EEEY...FAMILIA

Hace ya muchos aos, en tiempos de la Segunda Guerra Mundial y el gobierno de Manuel Avila Camacho, a don Gregorio Lpez y Fuentes, director a la sazn de un tabloide vespertino y gran amigo de mi padre, le naci la idea de convertirme en periodista. Me llam un buen da y me dijo: -- Busca a don Valiente Consejo y entrevstalo. No solo le preguntes de su ocupacin, sino de todo lo que pueda informarte sobre la historia de Mxico. Es un testigo vivo y desinteresado como hay pocos --- Y, --pregunt inocentemente quin es ese seor don Valiente Consejo. -- Como, -- contest no sabes quin es Valiente Consejo. No te gusta el danzn. A tus aos no eres afecto a bailar con Moscovita y sus Guajiros, con el Son Clave de Oro, y con la danzonera de Acerina ? -- Claro que s contest No solo eso, sino que con algunos compaeros de las Facultad hemos hecho viajes especiales a Veracruz para bailar en Villa del Mar, en las maanas, con la orquesta del Maestro Chinto Ramos, y en las tardes con Moscovita y el Son Clave de Oro. Aqu, hemos asistido al Saln Mxico para bailar con el ritmo del danzn de la orquesta de Acerina. ---Diste en el blanco. Acerina es nada mas ni nada menos que don Valiente Consejo. Lleg a Mxico en 1913. Fue testigo presencial de la llegada de los norteamericanos a Veracruz en 1914, y lo ha seguido siendo de toda nuestra historia y nuestra vida pblica. Bscalo, entrevstalo, y no olvides que como msico es sensacional... Sal descontrolado de la entrevista y lleno de dudas. Primero, como iba a encontrarlo. Como iba a abordarlo e iniciar la pltica, que deba preguntarle. Como sera ese seorn, cuando la providencia lleg en mi ayuda. Platiqu con mi cuado Andrs Arellano, veracruzano de pura cepa , de mi compromiso y me dijo:

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-- Ese es tu problema, pues olvdalo.

Acerina es viejo amigo mo. En la escuela

preparatoria en Veracruz fui condiscpulo de sus hijos . Lo voy a invitar a comer y te aviso. La respuesta no se hizo esperar. Me llam Andrs esa misma noche y me dio la noticia. -- El sbado vamos a comer con Acerina en el Casino Veracruzano, a las tres de la tarde. No me vayas a dejar plantado --. La curiosidad me devoraba y el sbado llegu al Casino Veracruzano desde las dos de la tarde. En punto de las tres, lleg un elegante mulato y las conversaciones se suspendieron,. Todos los presentes se pusieron de pie y lo fueron a saludar con apretones de manos y abrazos. Lo reconoc de inmediato. Este es el famoso Acerina, me dije, y no me equivoqu. Todava no terminaba de contestar a los saludos de los presentes cuando lleg Andrs y lo arranc de sus muchos amigos para llevarlo a la mesa en que me encontraba esperando. -- Este es mi cuado, -- dijo al maestro el que quiere entrevistarte. Se sentaron y entre arroz con pltanos y chilpachole de jaiba primero, y trago y trago de ron despus, se desarroll la tan esperada entrevista. Era don Valiente todo un personaje. Su pltica, variada y amena nos tena embelesados y nos llevaba de un tema a otro sin cansancio. Por fin, me decid a entrevistarlo de acuerdo a mi cometido y le ped que me contara su vida en Mxico. Los muchos aos transcurridos me han hecho olvidar el texto justo de la pltica, y los apuntes que tom se fueron perdiendo uno a uno, porque una vez que llev los materiales a don Gregorio, me sugiri que los guardara para mejor ocasin, por que -...los tiempos no estn an para dar a conocer tan tristes verdades como el msico te relat... pero mas o menos, este fue el resultado de mi primera entrevista. El Maestro naci en Cuba el primer ao del siglo XX. La msica lo atrajo ...desde la cuna... me dijo, y a la edad de once aos ya tocaba en un grupo en la Habana. El director del grupo decidi venir a Mxico a probar fortuna y un buen da, tomaron sus instrumentos y se embarcaron en tercera clase en un navo espaol que vena de Vigo a Veracruz con una escala en La Habana. En el puerto jarocho, busc el director del grupo a un viejo amigo suyo, tambin cubano que tena ya varios aos en Mxico, y por intermedio de ste consiguieron trabajo para amenizar los medio das en la cantina El Puerto de Vigo. Por las tardes se iban a la Plaza a tocar para los parroquianos que beban ron en las cantinas y restaurantes de los portales. No les iba mal. Adems, empezaron a tocar en fiestas y bailes particulares.

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En una ocasin en que un alto militar de los destacamentos en la plaza cumpla aos, los contrataron para tocar en una vieja mansin ubicada frente al jardn Ciriaco Vzquez, en la que viva el Comandante de la Plaza, General. Gustavo A. Mass. Estaban presentes todos los militares de alto rango que se encontraban en Veracruz. De pronto, entr un teniente, asustado, a avisar al general que haba aparecido frente al puerto una escuadra de navos de guerra con bandera norteamericana, --- tres o cuatro acorazados y varios barcos mas... dijo. Cundi la alarma. Se suspendi la fiesta , y el General encargado de la Guarnicin de la Plaza empez a dar rdenes para que todas las tropas a su mando se prepararan con la rapidez necesaria para la defensa del Puerto. Busc comunicacin con el Jefe de la Revolucin iniciada en contra del Presidente Huerta, que estaba en Ciudad Jurez, y despus de varias horas de espera, logr la ansiada entrevista. La respuesta que recibi lo dej helado, y no pudo ocultar su contrariedad ante los presentes, entre los que estaba el msico Consejo. -- Me ordenan retirar la tropa hasta Tejera, y no contestar la fuego en caso de que los norteamericanos pretendan desembarcar dijo si obedezco, ser tratado como traidor a la patria. Si desobedezco, me fusilan. Reuni a sus ms cercanos colaboradores, y le explic la situacin. -- Seguramente el seor Carranza sabe por que ha dado esas rdenes. El Presidente ha abandonado la Capital y se sabe de cierto que pretende establecer su gobierno en ste puerto para contar con los ingresos de la aduana para combatir a la revolucin. Nosotros estamos con la revolucin, as que creo que debemos abandonar la plaza como nos ordenan, salvo la mejor opinin de mis compaeros y desde luego la suya, Mi General. opin un coronel comandante de uno de los batallones destacados en el Puerto. Debatieron los presentes y prevaleci la opinin de que deberan obedecer las rdenes recibidas y abandonar el Puerto. Gir el general , visiblemente molesto, las rdenes necesarias. La escuadra invasora haba ya abierto el fuego en contra de la plaza, y los habitantes de la ciudad y un grupo de alumnos de la Escuela Naval, ponan trincheras y barricadas en las calles. De pronto, el general lanz una exclamacin. Mi espada est en la comandancia de la plaza. Si la encuentran estos desgraciados cuando tomen la Ciudad, van a alardear que yo mismo se las he entregado. Voy por ella.--.

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Una de las hijas del general, Eugenia, agraciada jovencita de escasos quince aos, le indic que su presencia era mas necesaria en la casa del Jardn Ciriaco Vzquez, y acompaada por el msico Consejo, que todava treinta aos despus no saba por que lo hizo, sali a toda carrera a recoger la espada. Llova metralla sobre el Puerto. Los habitantes no saban an que la tropa abandonara la Plaza, pero pensaban que se haca tarde para que salieran a las calles a organizar la defensa. Corrieron Eugenia y Valiente que, hizo pleno honor a su nombre, entre estallidos de granadas y silbidos de balas hasta la Comandancia. Recogieron la espada y de verdadero milagro regresaron a la mansin del Jardn Ciriaco Vzquez, ilesos, precisamente en el momento en que la columna formada por todas las tropas regulares que deban defender el puerto, salan hacia Tejera a cumplir con la rdenes recibidas. Por dondequiera que pasaban eran despedidas con insultos y silbidos del indignado pueblo jarocho. Valiente, fue invitado por el general para que los acompaara junto con los dems msicos del grupo. -- Estos desgraciados no quieren a la gente de color y a ustedes los van a tratar peor que a los habitantes del puerto, as que mejor te vienes con nosotros y te protegeremos todo lo posible, -- le dijo el militar. A Tejera lleg la orden de concentrar las tropas a la Ciudad de Mxico, en virtud de que el Presidente Huerta abandon la Capital y entraron en ella las fuerzas constitucionalistas de Venustiano Carranza. As fue como Acerina, como ya era conocido Valiente por el color de su piel, lleg con las tropas del General Maas a la Capital de la Repblica. Busc la forma de ganarse la vida en su actividad y anduvo de un lado a otro formando parte de diversos conjuntos, y lleg a tocar con el conjunto del trompetista yucateco Juan de Dios Concha desde la inauguracin del Saln Mxico, hasta que se decidi a formar, junto con msicos cubanos sin trabajo y algunos mexicanos, su propio grupo, la Danzonera Acerina. Tuvieron pronto la aceptacin de los diferentes salones de baile que haba en la Ciudad, y un buen da, fueron contratados para tocar , alternando con la orquesta de Juan de Dios Concha, en el Saln Mxico, de las calles de Pensador Mexicano en el Barrio de la Santa Veracruz. Conoci en ese lugar a la flor y nata de los revolucionarios que gustaban l ir a bailar en el Saln, y las frecuentes peticiones que formulaban los parroquianos, acompaan... le sugiri las dedicatorias y el clsico EEEEY...FAAAMILIA, danzn dedicado a .....y seoritas que lo

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Desfilaron por los varios salones de que se compona el famoso Mxico, ( la raza los bautiz con su chispa innata como de la mantequilla, de la manteca y del cebo, de acuerdo con los asistentes voluntarios a cada uno de ellos), los delincuentes mas connotados de la etapa revolucionaria; los miembros de la banda del automvil gris, artistas de la incipiente industria cinematogrfica; de teatro, de variedades, y un buen da, atrado por la fama ya internacional que los turistas le haban procurado al Saln y al Maestro Acerina, apareci por all , por los aos de 1934 y 1935 el distinguido msico norteamericano Aaron Copland, con el que trab una gran amistad. Copland compuso en el ao de 1936, con temas extrados del Saln Mxico, un obra a la que puso por ttulo el de Saln Mxico y que contribuy a dar fama y prestigio internacional al lugar. -- Valdra la pena que alguien escribiera la historia del Saln Mxico, me dijo As como Copland lo describi con msica, ojal alguien lo describa en letras de molde como es, con sus altas y sus bajas, pero con su grandeza como lugar de diversin. Imagnate, en el Saln Mxico, no se venden bebidas embriagantes. Se tiene mucho cuidado para evitar toda clase de escndalos y los sbados, en que el baile termina a las doce de la noche, se permite a las damas que hayan acudido solas, que permanezcan en el que se expongan, ya ves como est la Ciudad.-El tiempo transcurra sin sentir, y no encontraba yo el momento de oportuno para hablar de la msica, del danzn, hasta que un conjunto que amenizaba la hora de la comida en el Casino Veracruzano, empez a tocar Nereidas, uno de los ms populares danzones y el maestro , como por ensalmo, abord ese tema. -- No lo vas a creer, pero ese hermoso danzn, que tantos triunfos nos ha dado a todos los msicos y es tan querido en Cuba y en Mxico, fue compuesto por Amador Prez Torres, Dimas , un compositor oaxaqueo. -No necesitaba yo ms. Le pregunt de inmediato, --maestro, usted que sabe de esas cosas, hbleme del danzn--. Como si le hubieran apretado un resorte, se ilumin su rostro y con un profundo placer empez su conferencia sobre el danzn. -- El danzn, tiene su antecedentes inmediatos en los ritmos africanos que llegaron a cuba con los esclavos que traan los barcos holandeses, ingleses y espaoles unos cuantos aos despus del descubrimiento de Amrica, ritmos que empleaban tanto para sus ceremonias vestbulo , perfectamente vigiladas y protegidas, hasta que los tranvas empiezan a circular al da siguiente. No es cosa de permitir

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religiosas como toque profano. Se empez a componer en la Isla en ritmo de conga, de canto carabal, lucum o dajom msica para toda ocasin. Cuentan los estudiosos del danzn que, all por el ao de 1879, Miguel Failde msico nacido en Matanzas, Cuba y residente del mismo lugar, compuso el primer danzn de que se tiene memoria, Las alturas del Simpson El danzn, y es difcil creerlo, tiene una estructura similar al vals. El vals se compuso en sus inicios en tres tiempos que recuerdan el apareamiento de los animales, incluido el hombre,. Primero, en un ritmo primitivo, binario, un movimiento moderadamente lento , andante, que es el cortejo; sigue un movimiento mas lento que es el apareamiento, adagio; terminan con la fiesta, un movimiento moderadamente vivo, un allegro vivace. El vals es un ritmo ternario, europeo de diecisis compases y, el danzn clsico como por ejemplo Telfono a larga distancia, tiene los mismos compases y tiempos, separados a golpes de giro, pero con un ritmo afrocubano de dos por cuatro enmarcado por la batera. La batera, est formada generalmente con el iy (el gran tambor), ittele, (el tambor mediano), y oknkolo , ( el tambor menor), todos ellos englobados como batas de madera, cerrados y de tensin bimembranosos ambipercusivos , de caja clepsdrica

permanente con un cordaje de piel; la tumba y la tahona a los que suele aadirse el cajn, la marmbula, el giro, los econes o campanillas de hierro sin badajo , las claves y las marugas de diversos materiales y hoy conocidas como maracas. Eran ya pasadas las once de la noche y los meseros, irrespetuosamente empezaron a poner las sillas volteadas sobre las mesas que se iban desocupando, pero aprovech el ltimo minuto para preguntar al maestro. -- Entre sus danzones ms famosos, me gusta Rigoletito, que me cuenta de el. -- Mira me dijo --. Verdi es uno de los compositores ms grandes que conozco. Admiro plenamente su obra y la disfruto cada que me es posible. No creas que me paso la vida con el danzn, oigo toda clase de msica y s de memoria todas, pero oste bien , todas las peras de Verdi. Sus temas son fascinantes y un buen da jugando con el piano, me encontr que el cuarteto final de Rigoleto, sonaba estupendamente como danzn, y lo adapt. Ha sido todo un xito para m y para Verdi. -- Y, ha pensado maestro que dira Verdi de or su msica, trgica en ste caso, convertida en danzn. No cree que se molestara. Que va hombre ! Estoy seguro de que se pondra a bailar.

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LAS MOSCAS SARCOFAGAS

No hace mucho tiempo que los investigadores de delitos se han propuesto desentraar los misterios del crimen con ayuda de la ciencia, prctica ya muy difundida en otros pases, pero desgraciadamente en paales en Mxico. Muy a pesar de la Comisin Nacional de Derechos humanos y de los constantes pronunciamientos en contra de la tortura que normalmente se ejerce en contra de todo aquel que cae en manos de la justicia, para la investigacin de los delitos la polica y los agentes del ministerio pblico, recurren a medios salvajes para obtener confesiones o testimonios incriminatorios. El pobre individuo al que han elegido para que resulte autor de un delito, o testigo, o delator, se ve sometido a prcticas que habran envidiado los ms crueles de los inquisidores tan en boga durante la Colonia en Mxico, y en forma irremediable, aparecen culpables confesos y pruebas contundentes de su culpabilidad. En vano se han tratado de imponer leyes que prohiben que los jueces tomen en consideracin declaraciones y confesiones arrancadas por la violencia fsica o la violencia moral, la amenaza a las personas, la amenaza a causarle dao a sus seres queridos. Los modernos solones generalmente designados por compadrazgos o compromisos polticos, ignorantes y semisalvajes, prefieren condenar a cien inocentes que tomarse el trabajo de investigar y resolver absolviendo a aquel que ha sido vctima del atropello constante de la justicia burocrtica. Los recursos que pueden interponer los desgraciados que han cado en las redes de sta justicia, son generalmente intiles. Deben resolverlos magistrados iguales en todo y por todo que los que juzgaron en primera instancia, magistrados que por un pacto no escrito, pero ms vigente que la Constitucin, se sienten en la necesidad de confirmar las trapaceras y atrocidades de sus inferiores.

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Este sistema es normal, pero se magnifica cuando a quin estn juzgando, se presume ha cometido un agravio en contra de algn poderoso, o puede quedar al descubierto en la investigacin algn crimen de estado. Hemos sido testigos en nuestro pas de la muerte violenta de todos y dada uno de los que intervinieron en principio en la investigacin del asesinato de un candidato a la presidencia de la Repblica , funcionarios judiciales, policiacos y testigos. Ya es una cuestin tan normal que ni siquiera nos llama la atencin. Resulta increble, pero lo que nos llama la atencin es la aplicacin estricta de la justicia. Lo que nos parece inslito es la investigacin racional y cientfica de los crmenes y la absolucin o condena de los indiciados por las autoridades judiciales. Hemos tenido ocasin de conocer un caso, desgraciadamente solo uno, en que despus de que con los tradicionales sistemas de tortura y violencia fsica y moral, se configur la investigacin perfecta, con imputacin irrefutable de la autora intelectual de un homicidio brutalmente cometido; cuatro testigos contestes plenamente en sus declaraciones, las autoridades judiciales con iniciativa y valor y la ayuda irrefutable de la ciencia, decretaron la libertad del elegido por la mafia judicial para tener por resuelto un crimen en el que poderosos tenan inters en mantener en la crcel a un inocente. Pero vamos al caso: El da veintinueve de septiembre de un ao cualquiera, de un departamento de la planta alta de una casa de las calles de General Prim en el Puerto de Veracruz, empez a partir un olor nauseabundo. Los vecinos avisaron a la polica que acudi pronta. Al abrir el departamento se encontraron todo en desorden, producto de una lucha, no de un robo, y el cadver en estado de descomposicin de un individuo como de treinta aos, que presentaba como nica lesin un golpe asestado con algn objeto pesado sobre el parietal derecho. Estaba casi desnudo, en decbito dorsal, y producto del estado de putrefaccin, las partes blandas del cuerpo estaban saturadas de larva de mosca sarcfaga de un promedio de un centmetro de largo. El cuarto tena una puerta de acceso y una ventana que estaba abierta. El mdico forense dio fe de la forma en que estaba el cadver, casi desnudo; pint en el suelo con gis la silueta del mismo para que quedara constancia una vez que fuera retirado; los fotgrafos del Ministerio Pblico y los reporteros grficos que acudieron en compaa de la autoridad tomaron innumerables fotos de todo el cuarto, los muebles, la ventana abierta, y el

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exterior del departamento, algunas de las cuales se publicaron al da siguiente en los diarios del Puerto. El Agente del Ministerio Pblico dio fe de todos esos hechos. Levantaron el cadver y se inici la investigacin. El occiso result un conocido homosexual, con varios ingresos en la crcel por delitos contra la salud y otros de menor importancia como vagancia y malvivencia. Del interrogatorio a los vecinos, nada pudo obtenerse. El asesinado aunque su homosexualismo era ampliamente conocido, al menos en su departamento conservaba una buena conducta, sin escndalos ni nada notable. Ninguno haba escuchado lucha alguna en los das anteriores al encuentro del cadver, ni haba visto entrar o salir gente extraa a la casa. Trabajaba el occiso, a quin llamaremos Ernesto, ocasionalmente de mesero, peluquero o taxista, sin tener un empleo fijo. Sus compaeros de trabajo saban su defecto, pero atestiguaban que no era de conducta escandalosa, ni agresivo ni peleonero, as como que de cierto, no tena enemigos, por lo que el asesinato resultaba inexplicable. Detuvieron a uno de sus amigos que confes haber cometido el homicidio golpendolo con un bat de bisbol en la cabeza . Seal que su intencin era solamente la de robar a Ernesto que tena varias joyas muy preciadas, sobre todo de coral negro. Como Ernesto se opuso, se trabaron en una tremenda ria. Ernesto peleaba como len, y a la vez como mujer. Le infiri varias mordidas, rasguos y patadas, y cuando estaba a punto de perder aquella pelea, vio que Ernesto conservaba un bat de los que se usan para jugar beisbol, lo alcanz como pudo y golpe con l en la cabeza a su rival. Cay Ernesto como costal y de su cabeza sala mucha sangre que salpic hasta las paredes, por lo que sinti miedo y huy sin robar nada. No recordaba el asesino la fecha exacta ni la hora en que ocurrieron los hechos, por que estaba muy borracho. El Juez ante el que fue consignado el presunto homicida, sin dilacin y sin mayores averiguaciones, dict en su contra auto de formal prisin. El caso estaba resuelto. Algunas semanas despus fueron detenidos cuatro ladrones conocidos y con muchas entradas y salidas a la crcel. Esta vez, por el robo de un automvil. Ante el Agente del Ministerio Pblico confesaron el robo, pero tambin confesaron haber cometido el homicidio en agravio de Ernesto.

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Con lujo de detalles, y todos en forma conteste, declararon que la noche del veintiuno de septiembre, llegaron a la casa de Ernesto como a las nueve de la noche, con la encomienda de matarlo. Tocaron y el sentenciado, que estaba ya listo para acostarse, con un pequeo camisn por toda vestimenta les franque la entrada. Eran conocidos suyos. Ya adentro, Ernesto les ofreci una copa que aceptaron, y mientras la tomaban, como lo tenan ya planeado, dos de ellos sujetaron a Ernesto por los brazos, otro le dio repetidos golpes en la cabeza con un pedazo de tranca que haba recogido en una azotehuela que estaba junto al cuarto de Ernesto, y el restante, se fue hacia la puerta del departamento para echar aguas mientras ejecutaban el homicidio. El plan inicial era acuchillar a Ernesto, pero cuando encontraron la tranca, cambiaron de plan, porque uno de ellos, mientras Ernesto iba a la cocinita del departamento por los vasos y la bebida, consider que con el cuchillo que llevaban dispuesto, se iba a hacer un chorreadero de sangre y tal vez hasta sus ropas resultaran manchadas. Cometido el homicidio, revolvieron todo en la casa para que pareciera que se trataba de un robo. La encomienda para cometer el asesinato, se las dio el que llamaremos contador Gonzlez, y les prometi quince millones de pesos por el trabajito. Dos de los implicados, adems de dedicarse al robo de refacciones y accesorios para automvil, eran choferes que trabajaban ocasionalmente a las rdenes del contador y dijeron, todos en forma unnime, que les haba suplicado le hicieran un trabajito por el que les pagara bien. Necesitaban conseguir a otros dos que les ayudaran, pero que fueran de confianza. Cuando estuvo reunido el grupo, los cit la noche del veinte de septiembre en una cantina ubicada en el Portal de la Calle Lerdo en el costado del Palacio Municipal, y all ultimaron los detalles. Les entreg la mitad del dinero, y les prometi el resto consumado el trabajito. Se comprometieron a cometer el homicidio en no ms de cinco das, porque necesitaban circunstancias propicias y el contador estuvo conforme. La noche siguiente, se reunieron nuevamente en el Saln Royalty, en el Portal de la Calle Lerdo, sin que hubiera acudido el contador a ese encuentro, y estuvieron ingiriendo bebidas alcohlicas hasta las ocho y media. Uno de ellos llevaba consigo un gran cuchillo de carnicero, perfectamente afilado, envuelto en papel de estraza y oculto entre sus ropas. De inicio les pareci bien como instrumento para cometer el homicidio, ya que una pistola haca mucho ruido y los vecinos podran percatarse. para cuando hubieren

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Salieron del bar y a pie, se dirigieron hasta la casa del sentenciado a muerte invirtiendo unos veinticinco minutos en el trayecto. Se adelant uno de ellos, subi al departamento de Ernesto, toc y una vez dentro, le sugiri que dejara la puerta abierta, porque -- invit a unos amigos que quieren conocerte y no tardan en llegar--, le dijo. Uno a uno fueron llegando, para evitar ser vistos en grupo, y despus de cometido el asesinato, salieron como llegaron, uno a uno para no despertar sospechas. Avisaron al da siguiente al contador, que les indic que solo les pagara el resto cuando los peridicos dieran la noticia, lo que les molest mucho, pero a regaadientes acordaron esperar. Cuando el da treinta de septiembre apareci como cabeza de ocho columnas de El Dictamen el homicidio brutal de Ernesto, volvieron a la casa del contador y le exigieron el pago del saldo, lo que hizo en billetes de a mil pesos. Se los repartieron y cada quin tom diferente camino. Apareci en los diarios la noticia de que el autor del homicidio haba sido detenido, y volvieron a reunirse para festejar el suceso que consideraron ya terminado sin implicaciones para ellos. -- Fue la maldita codicia dijo uno de ellos despus de su detencin por el robo del automvil -Ya no tenamos por que preocuparnos, ya haba detenido la polica a un responsable que confes todo y solo robamos el vehculo para ir a Mxico a festejar, pero la Polica de Caminos se entremeti y aqu venimos a dar --. En efecto. El propietario del automvil robado dio aviso a la Polica de Caminos unos cuantos minutos despus de efectuado el robo de su automvil que haba estacionado frente al edificio de Faros, declarando que solo en unos cinco minutos se lo haban llevado de ese lugar. La Polica de Caminos boletin el automvil con especificacin de marca, modelo, color y nmero de placas trasmitidos por radio a todas las unidades de la corporacin, y los detuvieron una hora despus cuando pasaban frente a la patrulla destacamentada en Paso de Ovejas, pues no tuvieron ni siquiera la precaucin de cambiar las placas del vehculo. Como el automvil no tena suficiente gasolina para llegar a la Ciudad de Mxico, se entretuvieron en llenar el tanque en la estacin de servicio de se lugar. No haca falta ms a las cumplidas y expeditas autoridades judiciales. El Juez revoc el auto de formal prisin dictado en contra de la persona a quin haban detenido sin importarle

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que estuviera confeso del crimen, y libraron orden de aprehensin en contra del contador Gonzlez. El mismo da, detuvieron al contador en sus oficinas del Ayuntamiento. Lo condujeron ante el Ministerio Pblico, y se negaron a or la inocencia que protestaba en todos los tonos. Se negaron a creer el testimonio de sus familiares en el sentido de que diariamente llegaba a su casa a las seis y media de la tarde y se sentaba a ver televisin, costumbre que no haba interrumpido ningn da del mes de septiembre. Lo consignaron y en solo veinticuatro horas, el cumplido Juez de la causa dict en su contra auto de formal prisin. Para mayor seguridad, lo envi a la prisin de Pacho Viejo, cercano a la Ciudad de Jalapa, a disposicin del Juez Penal de aquel lugar. En los careos habidos durante el juicio, sus acusadores se sostuvieron en su dicho y as pasaron mas de seis meses. Los familiares del contador, contrataron a un abogado de la Ciudad de Mxico para que acudiera a ver si era posible hacer algo en contra de tamaa injusticia. El letrado examin las constancias del expediente. Algo no encajaba en todo lo que vea y lea, pero no encontraba de que se trataba, hasta que, examinando con una lupa las fotografas de la escena del crimen, y despus de leer varias veces la fe de hechos levantada por el Agente del Ministerio Pblico, encontr el elemento que le inquietaba. La ventana del departamento en que se cometi el asesinato, estaba abierta. La cabeza del occiso presentaba una herida contundente en el parietal derecho que provoc una abundante hemorragia. La sangre man por varios segundos, o tal vez hasta varios minutos, lo que significaba que Ernesto no falleci de inmediato al recibir el golpe mortal. Al lado de su cabeza haba una extensa mancha de sangre seca en la que todava pululaban decenas de moscas de las conocidas en la practica forense como moscas sarcfagas. Resultan stos insectos inconfundibles. Su tamao es mayor que el de las moscas comunes. Son generalmente grises y tienen unas lneas negras longitudinales en todo su trax. Producen adems, al volar, un ruido muy similar al que hacen las abejas, mas alto y ms intenso que el de las moscas comunes. En el reconocimiento del cadver, el representante social hizo notar que ...las partes blandas se encuentra infestadas de larvas de mosca sarcfaga como de un centmetro de largo en promedio....

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La mosca sarcfaga, record haber aprendido en sus clases de Medicina Forense, recibe el nombre cientfico de Dptera Sarcophagidae y el comn de mosca de la carne o Flesh fly . Su reproduccin se realiza unicamente en la carroa de los animales o en la carne muerta , en especial las partes blandas , heridas profundas o traumatismos que presentan los cadveres en los que deposita sus huevecillos que, en se medio encuentran la forma de alimentarse y desarrollarse. Todos los estudios sobre la materia que se ha denominado Entomologa Forense, solo existen en literatura escrita en el idioma ingls, as que se lanz al anlisis de sus observaciones. Sealan los autores mas distinguidos que la Entomologa Forense resulta de una gran utilidad para la investigacin de el momento de la muerte de las personas, y en especial de aquellas que han sido asesinadas en forma violenta o se han suicidado, aunque resulta en ocasiones muy difcil determinar lo que se ha llamado E.P.M., ( Estimation of Postmortem Interval ) por la variacin en las condiciones de humedad, de temperatura ambiente, si el cadver ha permanecido a la intemperie o en lugar cerrado, si el sitio en que ha permanecido es urbano o rural, y , aunque la mosca sarcfaga existe en cualquier parte del mundo, su desarrollo biolgico se ve a menudo influido por la longitud y latitud del lugar, los perodos luimnicos y los vientos dominantes durante la poca del P.M.I, ( Postmortem Interval). Con las armas cientficas necesarias, ubic la fecha del hallazgo del cadver y presuntivamente, temperatura que hubo en el Puerto de Veracruz del da 1 al da 28 de septiembre; vientos dominantes, (s hubo o no hubo norte por esos das, o la fecha ms cercana en que influy sobre el clima del Puerto alguna tormenta tropical septembrina de las que llegan del Mar Caribe; verific la existencia de mosca sarcfaga en todos los alrededores del puerto por la constante aparicin de animales muertos que son el alimento preferido de los zopilotes. Recorri en varias ocasiones las playas cercanas al Puerto en busca de carroa atacada por las moscas sarcfagas y encontr en todos los casos, la existencia de los insectos iguales a aquellos que fueron hallados en el cadver de Ernesto, observndolos detenidamente y durante lapsos hasta de quince das. En los libros que estuvo consultando, encontr con asombro que la carne del cerdo, (domestical pig), es muy similar a la carne humana y expuso una cabeza de cerdo de las que venden en el mercado para la elaboracin del pozole, en un lugar cubierto de la azotea del hotel en que estaba hospedado en el Puerto, observando que el primer da, se vio rodeada y

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cubierta de moscas sarcfagas que pusieron en ella miles de huevecillos blanquecinos. En tres das mas, los huevecillos se convirtieron en pequeisimas larvas cuyo crecimiento semanario fue de tres a cuatro milmetros, hasta alcanzar un centmetro aproximadamente en veinte das. Si el comportamiento de los insectos haba sido similar a aquellos que atacaron el cadver de Ernesto, el homicidio forzosamente debi ocurrir en los cinco primeros das del mes de septiembre. Acudi entonces al Presidente del Tribunal Superior de Justicia del Estado de Veracruz para hacerle saber los resultados de su investigacin, y logr que el Alto Funcionario sugiriera al Juez que tramitaba el proceso, solicitara de la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia de la Universidad Veracruzana la realizacin de un dictamen pericial sobre esa materia, para mejor proveer. La divisin de Entomologa de la Universidad, con mejores y ms elementos , obtenidos de diversas dependencias pblicas, como la Capitana del Puerto, el observatorio astronmico y otros, estableci, ...con un margen de error de un cinco por ciento... que la agresin sufrida por Ernesto, ocurri durante la maana ; que estuvo en agona por un lapso mayor a seis horas y su deceso, por ello, tuvo lugar aproximadamente entre seis de la tarde y siete de la noche del da diez de septiembre. Tomaron en consideracin desde luego, los datos oficiales de temperatura ambiente, de humedad, velocidad y frecuencia de los vientos, y sobre todo, el hecho de que fue una sola lesin la que caus la muerte de la vctima, inferida con un instrumento slido y pesado en el temporal derecho que lo dej inconsciente hasta el momento de la muerte. Nada mas hizo falta. Los testigos de cargo, haban sealado que la vctima recibi numerosos golpes asestados con la tranca que encontraron en la azotehuela, y solo tena uno en el parietal derecho. En forma unnime haban manifestado en autos que ...se reunieron en el Bar Royalty el da veinte de septiembre... con el contador Gonzlez y en esa fecha los contrat para matar a Ernesto. El da veinte de septiembre, cientficamente comprobado, Ernesto tena ya dos semanas de haber sido asesinado. El Juez sobresey la causa, pero se neg a ordenar se continuara la investigacin para determinar porque los testigos declararon en ese sentido, y por sobre todas las cosas, quin contrat a cuatro delincuentes para hundir en la crcel por mas de veinte aos al contador Gonzlez. Los porteos de Veracruz son habitualmente comunicativos, y de boca en boca ha circulado la verdad en el caso del contador Gonzlez.

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Desde el puesto en que se encontraba colocado en el Ayutamiento del Puerto, deba controlar a los proveedores y transportistas que servan al mismo Ayuntamiento. Encontr que todo lo que realizaban era ilcito. Entregaban un carro de arena y cobraban hasta tres. Realizaban un flete y cobraban cinco. Reciban un pedido de concreto de tal o cual caracterstica y entregaban producto casi sin cemento que en unos cuantos meses se pulverizaba. Los negocios, producan a quines los realizaban hasta cien mil pesos diariamente, cantidad que dividan con un alto funcionario del Ayuntamiento . La llegada del contador, cort de un tajo esos ilcitos negocios, y era necesario quitarlo de en medio, pero ---sin matarlo para evitar muchas indagaciones habra dicho funcionario nunca identificado ni buscado por la justicia. Por otra parte, el amigo de Ernesto que haba sido detenido y procesado por el homicidio, muy afecto al alcohol, cada vez que se emborrachaba alardeaba de haber sido l quin ultim al homosexual, y relataba paso a paso la forma en que lo haba hecho, agregando en todas las ocasiones, ya ni pueden hacerme nada, ya me soltaron porque era inocente y ese asunto no puede reabrirse. Es evidente. En Mxico la justicia no est tan ciega como la representaban los romanos en la diosa Themis, y lo que es peor, tiene un precio. el

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SENTENCIA

AQUEL QUE MATA SUS RAICES VERA CAER LAS HOJAS , LAS FLORES Y LOS FRUTOS DEL ARBOL DE SU VIDA.

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LAS CHALINAS A mi queridsima hermana Maria Cristina Ortega Arenas.

Es Veracruz el lugar en que en el ao de 1519 se fund el Primer Ayuntamiento Espaol de lo que se llam la Nueva Espaa y hoy es la Repblica Mexicana. Alegre y bullanguero el puerto creci gracias a que constituy, durante siglos, la puerta de entrada del intenso comercio de la nueva Colonia Espaola con la metrpoli . No es un puerto natural y se tuvo que crear una baha artificial para arribaban procedentes del otro lado del mar, proteger a las embarcaciones que una fortaleza dentro de la baha y una muralla

perimetral a la entonces pequea ciudad para defenderla de los ataques de los piratas y corsarios que la azolaban constantemente. Hoy solo queda la fortaleza, llamada de San Juan de Ula, que durante muchos aos fue empleada como prisin a la que eran conducidos los presos por cuestiones polticas convertida en museo ya unido a la tierra firme, en el que quedan horrorizados los visitantes cuando conocen las terribles "bartolinas", hmedas y obscuras en las que el dictador Porfirio Diaz rerfunda a sus enemigos de las que muy pocos salieron vivos, y unos cuntos vestigios de la muralla, formados por el "Baluarte de Santiago". Cerrada por una larga cadena de "escolleras", el nico acceso a la baha, la "bocana", se abre hacia el rumbo de la Isla de Sacrificios en la que desde hace muchos aos se encuentra instalado un faro que gua a los navegantes hacia la hermosa ciudad, en la que la hospitalidad y calor humano de sus habitantes y, mas que ninguna otra cosa el ambiente, ha convertido en uno de los lugares predilectos para el turismo nacional. La plaza principal presidida por el Palacio Municipal, bella construccin que data del Siglo XVI, el costado de la Parroquia y hoteles en los que existen portales siempre abarrotados de alegres tomadores de caf, bebedores de "mint juleps", comerciantes de objetos extrados del mar y msicos ambulantes que con sus ejecuciones sasturan da y noche de alegra al ya de

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por s bullanguero puerto, alberga desde hace doscientos aos al hotel mas antiguo de los hoteles de la ciudad , estacin algn lejano da a la que llegaban las "diligencias" que hacan el servicio de pasajaros de Veracruz a la ciudad capital del virreinato y que lleva ese nombre, "Hotel Diligencias". A dos calles de distancia se abre, frente al "muelle fiscal" franja de agua de pormedio, el malecn, lugar predilecto de veracruzanos y turistas para pasear en las calurosas tardes del verano , curiosear la llegada constante de los grandes barcos que atracan en el "muelle fiscal" y admirar a las graciosas y bien formadas "jarochas" que con ligeros vestidos lucen su "palmito" todas las tardes. Un maana de tantas, el restaurante del Hotel Diligencias estaba repleto de paseantes El ruido de voces mezcladas era que haban llegado a disfrutar las fiestas patrias en el Puerto.

ensordecedor y los meseros que corran de un lado a otro cargados con charolas repletas de alimentos no podan , a pesar de sus esfuerzos, satisfacer a todos los comensales ya sentados en las mesas e impacientes por abandonar el Hotel y empezar su deambular por la Ciudad y sus alrededores o meterse al agua en las playas de Villa del Mar o en las del Club Regatas. En una de las mesas, un adusto caballero de unos cincuenta aos vigilaba atentamente que sus seis hijos tomaran sus alimentos. Los muchachos, dos nias y cuatrro chamacos de no mas de once aos la mayor que atenda con solicitud al menor de no mas de tres , comentaban a gritos la importancia de la aventura que les esperaba. El padre les haba prometido llevarlos a dar un paseo por mar "hasta la Isla Verde, y despus a la de Sacrificios, lugar en el que se encontraron vestigios arqueolgicos y en la actualidad se levanta el gran faro que gua, durante las noches, a los barcos que se acercan al puerto". Estaban ya listos para el tan esperado paseo. Las nias se colocaron en la cabeza chalinas de seda para que el aire marino no les alborotara el pelo, una blanca con estampados rojos, y la otra azul, tambin con estampados rojos y los muchachos gorritas de marinero blancas que el padre les haba comprado el da anterior en los puestos de curiosidades que estn frente a la Aduana Fiscal. Antes de abandonar el restaurante, les entregaron una canasta con viandas por que el paseo iba a durar hasta entrada la tarde, canasta que el padre encarg al mayor de los varoncitos, de unos nueve aos de edad. Salieron en compacto grupo rumbo al malecn. La maana era soleada y clida. El son brillaba intensamente y no haba en el cielo una sola nube que proporcionara algo de sombra, ni soplaba la agradable brisa que alivia el terrible calor septembrino.

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En el malecn les esperaba un bote pintado de blanco, con techo de lona restirada por un madero adelante y otro atrs, que a los lados y en la parte trasera tena grabado el nombre con el que lo bautizaron, "Esperanza". Meda como siete u ocho metros de largo, "veinticuatro pies", les explicara su tripulante poco tiempo despus de que lo abordaron que, en cuanto estuvieron sentados en las largas bancas laterales del barquichuelo se present, y les explic lo elemental en la navegacin; -- "Me llamo Fidencio, soy marinero desde hace veinticinco aos, y he navegado en ste bote que como ustedes habrn podido apreciar, se llama "Esperanza", durante los ltimos diez haciendo viajes diarios entre el puerto y las islas que ven adelante. Aquella del fondo, casi invisible en el horizonte, se llama "La Galleguita". La que est mas ac, (y seal con el dedo ndice otra que casi se perda en el perfil del Golfo de Mxico") la que apenas se ve con un faro encima, , es la Isla Verde, a la que iremos primero. Esta que est casi frente al puerto, se encuentra como a cinco millas marinas de la bocana y se llama Sacrificios. Fue un adoratorio de los Totonacas, nuestros antepasados y en ella se han encontrado vestigios arqueolgicos y sobre todo, idolitos. El barco, tiene un motor "Chevrolet" en el centro y en torno al cual estn ustedes sentados, de seis cilindros en lnea y sesenta caballos de fuerza. En los barcos, no hay adelante ni atrs ni derecha o izquierda. La parte delantera se llama proa y la trasera popa. A la banda que est del lado derecho se le llama de babor y a la del izquierdo de estribor. Este volante con el que vengo guiando la nave, en el mar se llama timn. Cualquier cosa que quieran saber del mar, pregntenmela."-Los inquietos pasajeros guardaron absoluto silencio mientras el barquero les daba la explicacin, y cuando hubo terminado lo acosaron con preguntas de toda ndole. El barquero, impvido encarg el volante unos instantes al padre de los muchachos indicndole que siguiera la lnea recta hacia la isla de Sacrificios, y abri una caja grande que estaba en la "popa" del barquichuelo. Sac unos anzuelos, camo , tres caas de pescar y un bote con desperdicios de carne de pescado. Con gran habilidad arm las caas que eran de tres partes y empezando por el mayor de los chamacos, les ense a poner el "cebo en el anzuelo" y a tirarlo al mar, recomendndoles que tuvieran cuidado de que cayera lejos de la "propela", porque podran enredarse en ella y dificultar la marcha del motor o bien destruirse por completo. -- "Si sienten que se atora con algo o que algo jala el cordn, es que pic un pez y hay que sacarlo del agua. Avsenme para que les ensee y ayude". --

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Dej a los tres nios mayorcitos engolosinados con la ilusin de que iban a pescar hasta "un tiburn" y volvi a hacerse cargo del "timn". Ya instalado en el lugar del "piloto" continu sus explicaciones: -- Estamos navegando en la parte sur del Golfo de Mxico, conocida tambin como "Sonda de Campeche". Existen aqu millares de especies marinas, peces y esqualos.-- Adivin, por las caras de admiracin de su atento auditorio, que no conocan esa palabra, y les explic que -- se trata de criaturas marinas que no tienen esqueleto sino estn sostenidos en todo su cuerpo por cartlagos...-- Otra vez not la ignorancia de los chamacos respecto a esta palabra, y ampli su explicacin. -- Son como huesos blandos, como por ejemplo los pabellones de nuestras orejas, -- y continu-- y la parte osea de su cuerpo solo existe en sus mandbulas que son inmensas y contienen varias hileras de filosos dientes como de marfil con los que los escualos mas feroces, los tiburones, destrozan a sus vctimas. Un da pesqu un tiburn como de ocho metros de largo, como este bote, que tena unas mandbulas casi de un metro de ancho con mas de doscientos dientes. Por poco voltea mi lancha y me mata, pero despus de luchar con l durante mas de tres horas, logr dominarlo. Cuando lo llev al puerto las gentes no podan creerlo. Se amontonaban en el muelle para verlo. Para poder pescarlo, me encomend al la virgencita de la Candelaria que se venera en Tlacotalpan, y como me concedi el milagro, a ella le llev las mandbulas enormes. Alli estn todava, al pie de su altar.-Los gritos de jbilo de uno de los nios interrumpi la explicacin. Algo se haba atorado en su anzuelo. Encarg nuevamente el timn al padre de las criaturas y fue a ver de que se trataba. Tir del camo al que estaba fijado el anzuelo y al estupor de todos los presentes, sigui una profunda descepcin. Haba atrapado una rama de palmera que flotaba en las verdes olas. Concludo el incidente de la pesca frustrada, continu Fidencio su explicacin: -- No todos los escualos son feroces. Pertenecen a esa especie la pintarroja, el marrajo, el pez martillo y la tintorera. Esta, al contrario de los tiburones, ayuda a los nufragos y me han contado casos en que hasta los lleva a la playa sin causarles dao.-El barquichuelo se deslizaba veloz sobra las calmadas olas verde intenso del Golfo de Mxico. Lo acompaaban grandes cantidades de peces voladores que entre la admiracin de los chiquillos, salan del mar con sus alas seas desplegadas y tras un vuelo de diez o doce metros, volvan a sumergirse en el agua. Pasaron de largo por la Isla de Sacrificios y el embelesado auditorio del barquero le pidi que continuara con sus relatos.

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-- En cada una de las islas que pueden ustedes ver desde aqu, hay un faro. Ahora ya podemos apreciar all al fondo, --y seal hacia el sur-- otro de los faros que sirven de gua a los barcos que llegan, que es el de "Antn Lizardo". Me cont mi padre y a l se lo haba contado su abuelo, que antes de que hubiera faros tenan que cortar mucha lea y prender fogatas en cuanto empezaba a obscurecer, mantenindolas hasta que el da nuevamente iluminaba el mar. Hoy es otra cosa, hay faros por todas partes y la entrada al puerto se hace mas fcil, aunque la llegada a ste Puerto de Veracruz es de las ms dificiles que hay en el mundo. Existen muchos bajos peligrosos y bancos de coral y gracias a las seales de los faros, los barcos no tienen tropiezos con ellos, pero, deben ustedes saber que no todos los faros son iguales. Se llaman faros, porque en la desembocadura del Ro Nilo, en el Mar Mediterrneo hay una isla llamada Faros. En ella se ensay por primera vez la luminaria que guiara a los barcos, y se les qued el nombre a todos los dems que fueron colocndose en otras partes del mundo.-Estaban a punto de llegar a las pequeas playas de Isla Verde y Fidencio suspendi su relato para realizar las maniobras de arribo y anclaje de la embarcacin. Una vez concludas y no sin dificultades, desembarcaron los pasajeros en un pequesimo muelle de madera podrida. Los chiquillos corran por todas partes de la playa persiguiendo a los numerosos cangrejos que asustados con la presencia de extraos hostiles, buscaban a toda prisa sus agujeros cavados en la arena para esconderse. Alguno encontr una hermosa "conchita" y la ense a sus hermanos. La actividad cambi por completo. Se dedicaron a buscar "conchitas" en competencia para ver quin encontraba la mas grande y bien conservada. En menos de veinte minutos, haban conseguido centenares de conchitas y caracoles vacos que fueron guardando en sus gorras de marinero volteadas al revs. Las juntaron junto al muelle y tardaron otros veinte minutos en "clasificarlas" y desechar todas aquellas que no estuvieran completas. Entre tanto, las nias admiradas oan las explicaciones que les daba su padre acerca de la fauna y la flora de las islas, y el deambular eterno de las semillas de las palmeras, llamadas cocos, por los siete mares del mundo hasta que llegaban a alguna playa remota y echaban races para formar otra nueva palmera. Fidencio di la seal de partida y subieron en tropel a la lancha, prometindoles que, cuando llegaran a Sacrificios y a la vista del gran faro que existe en esa isla, terminara su relato

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acerca de la historia de los faros, ya que no les alcanzara el tiempo para visitar el pequeo faro de la Isla Verde. En menos de una hora estaban ya en la Isla de Sacrificios. Durante el trayecto, nuevamente fueron acompaados por decenas de "peces voladores" y seguidos de cerca por escualos en busca de los desperdicios de comida que constantemente lanzaban los chiquillos al mar. Estaban decepcionados y dejaron ya durante ese lapso de tirar los anzuelos en busca de atrapar algn pez descuidado o hambriento, aprovechando el tiempo en admirar el maravilloso paisaje que obsequiaba el Golfo de Mxico en todo el esplendor del medio da con las olas cubiertas de espuma que centelleaba a los rayos del sol en el zenit. El pequeo muelle de se lugar era un poco mas grande y ancho que el de la Isla Verde y adems estaba en perfectas condiciones, por lo que no hubo dificultad alguna para que el bote atracara ni para que los chiquillos saltaran al entablerado sin ayuda alguna y como si los hubiera impulsado algn invisible resorte. La voz enrgica de su padre detuvo su desatinada carrera hacia las playas de la isla. Tena un gran inters en que conocieran por dentro del gran faro rojo de la isla, y de que escucharan con atencin las explicaciones de Fidencio, por lo que se agruparon y se dirigieron hacia la entrada del faro, distante no mas de treinta o cuarenta metros del muelle. Subieron corriendo las escaleras hasta la parte en que se encontraba la gran linterna que enviaba la luz por una serie de ventanas cubiertas con cristales y. Por la parte exterior tena un pasadizo con altos barandales desde donde contemplaron a sus anchas el Puerto de Veracruz, mientras su padre y hermanas llegaban hasta la cspide de la alta torre. Una vez reunidos todos en lo alto del faro, Fidencio continu su explicacin. -- Este es un faro de recalada, -- empez-- que son los faros mayores de largo alcance que desde una gran distancia son observados por los barcos que a partir de que estn dentro del radio de su luz, reciben constantemente seales que se les envan desde el faro, seales que consisten en variaciones de la intensidad de la luz, y en el tiempo de giro de la misma. Existen en ste faro, tres plantas elctricas para que en caso de avera de alguna de ellas, entre de inmediato a funcionar otra y no se interrumpa la seal que se enva a los barcos. Los faros menores que vemos desde aqu, Antn Lizardo, La Galleguita y la Isla Verde, varan la forma de su luz segn las necesidades del tiempo y la hora, y pueden tener luz fija, luz con ocultaciones, con destellos, o de relmpago. Desde aqu pueden ver, del otro lado, los faros que hay en Veracruz. El menor fue construdo hace muchos aos y ya no funciona. Es el Faro "Jurez" . El mayor es el que est funcionando hasta la fecha,... --.

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Lleg en ese momento el guarda faro, jadeante por haber subido las escaleras a toda prisa y sealando hacia el horizonte, explic a Fidencio que se acercaba una tormenta tropical por el oriente, --" de las tormentas tropicales que ao con ao nos llegan del caribe en stos meses de agosto, septiembre y octubre, y no podra yo, por lo lejos que an se encuentra, decirte cuanto tiempo tardar en llegar aqu o bien si va a desviarse. Las tormentas tropicales son impredecibles. Sera conveniente que mejor regresaras de inmediato al puerto, sobre todo por que son muchas criaturas las que traes a bordo"--. -- Con el mar no se puede jugar -- dijo Fidencio -- e indic a sus pasajeros que deberan abandonar la isla entre las protestas de los chiquillos que queran buscar "idolitos" de los que les platicaron durante el viaje que todava era posible encontrar en torno al santuario prehispnico que estaba en el centro de la Isla de Sacrificios, y al que deba su nombre. Bajaron de prisa y de mala gana embarcaron los chiquillos. El mar estaba ms tranquilo que antes de su llegada a la isla y no haba seal alguna que presagiara tormenta. Durante diez o quince minutos, el barquichuelo se deslizaba a toda velocidad hacia el puerto que se vea claramente frente a la "proa". Fidencio, que guardaba silencio absoluto y se vea preocupado, imprimi toda la fuerza al motor "Chevrolet" para llegar cuanto antes a tierra firme. Solo un detalle notaron los pasajeros. mutismo. " -- Es que los peces presienten el peligro y se meten en sus guaridas y madrigueras hasta que pasa. La tormenta nos viene pisando los talones. Est ya detrs de Sacrificios. Voy a pasar frente a ustedes unos cables para que todos se agarren fuertemente a ellos en caso de que nos alcance y guarden la calma. Si no cometen imprudencias, llegaremos perfectamente bien al puerto--. Y diciendo y haciendo. Ator el "timn" del barco con un gancho que tena preparado, sac de la caja de "popa" los cables y anudando con fuerza uno de sus extremos a las bancas del bote, pas frente a los pasajeros el resto, para anudar el extremo contrario al otro lado de las bancas, dejndolo flojo, para que " en caso de urgencia, no se queden atorados, sino que nicamente les sirva de soporte si llega a haber necesidad". Sac adems chalecos salvavidas para cada uno de los pasajeros y los fue colocando con infinita paciencia, no obstante que como ya lo haba anunciado, el mar empezaba a agitarse. No pasaron cinco minutos mas y el cielo se encapot por completo, al grado de que no pareca que fuesen las tres de la tarde, sino las ocho o nueve de la noche. A la obscuridad sigui No haba acompaamiento de peces voladores ni escualos siguiendo al bote. Pregunt el mayor de los nios a Fidencio a que se deba, y por fin rompi su

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la tormenta. Vientos huracanados sacudan el barquichuelo y grandes olas barran la cubierta empapando a los pasajeros y llevndose consigo todo lo que estaba suelto en la barca. La canasta de la comida, las gorras de marinero llenas de "conchitas" y caracoles, las caas y los anzuelos. Uno de los nios trat de salvar su gorra, y colrico le grt Fidencio. " --no te muevas y sigue agarrado del cable. No lo sueltes para nada". Las olas, de mas de diez metros suban el bote y luego lo bajaban a hondos abismos que dejaba el agua en su violento movimiento. Tan pronto vean como se encendan las luces en el puerto y empezaba el faro a enviar sus urgentes seales luminosas anunciando el peligro, como se sentan rodeados de agua por todas partes. La obscuridad era interrumpida violentamente por la radiante luz de los rayos que tronaban en el encapotado cielo y, pasado el instante, volva a envolverlos. Llova intensamente. Aullaba el viento y empujaba o jalaba al bote manejado con pericia y mano frrea por Fidencio. Empez a llenarse de agua. Fidencio, marinero experto tena instalado un dispositivo mediante el cual el agua del mar era bombeada al motor para su enfriamiento, y que, en casos de emergencia como el que estaban pasando, poda bombear el agua que se iba acumulando en el piso del bote haca afuera. Accion la vlvula y empez a "achicar" les dijo, el agua que tan pronto sala del bote como volva a entrar con las olas que barran la "cubierta" del mismo, o con la que caa del cielo. El pnico empez a hacer presa de los pequeos pasajeros que se haban amontonado en torno a su padre, abrazndolo con toda sus fuerzas. El padre, al parecer, conservaba la calma y trataba de infundir confianza en sus hijos, pero la situacin se agravaba segundo a segundo. De pronto, con voz pausada y tranquila, invit a los nios a que invocaran el recuerdo de su madre muerta unos meses atrs, y le pidieran ayuda en estos momentos de zozobra. Como por encanto, los chamacos recobraron la entereza y empezaron a rezar las oraciones que su madre les haba enseado y a rogarle acudiera en su auxilio. En una de las subidas a la cresta de las olas, ilumin al barquichuelo por breves instantes un haz luminoso que provena del puerto. Sigui despus la violenta bajada al abismo lquido que segua a cada elevacin, y la oscuridad. Fidencio lanz una exclamacin de jbilo. Ya nos vieron. Ya saben que estamos aqu. Esa luz intensa era de un reflector de barco. Vamos a seguirla y entraremos pronto por la "bocana".

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Tena razn Fidencio. En el puerto, las autoridades en cuanto tuvieron conocimiento de que un alto funcionario de la Federacin haba llegado por el Ferrocarril Mexicano acompaado por sus seis pequeos hijos sin pompa ni aviso alguno, acudieron en su busca al "Hotel Diligencias" . Les informaron que no estaban, y por voz de alguno de los meseros, supieron que haban salido al mar, a las islas, porque durante el desayuno todo era comentarios y planes hechos a voz en cuello por los chiquillos. Cuando lleg la tormenta tropical a la zona, buscaron la forma de localizarlos. Telefnicamente les inform el guarda faro de la Isla de Sacrificios la hora en que haban salido y calcularon que la totrmenta los haba alcanzado ya cerca del puerto. Estaba anclado en el muelle fiscal un barco noruego, el "Olaf Olssen", y solicitaron de su capitn, les brindara ayuda con los instrumentos con el navo nrdico contaba. Por primera providencia, determin el capitn buscar en las cercanas del puerto a la barquilla con el potente reflector que tena la nave instalado en la parte mas alta del puente. No tenan arriba de cinco minutos de bsqueda cundo localizaron a la barquilla en la cresta de una ola. Continuaron iluminando la zona para que sirviera esa luz como gua al piloto de "La Esperanza" y, en repetidas ocasiones la avistaron a la vez que Fidencio, con infinitas dificultades para gobernar el bote, trataba con xito de seguir el rumbo que le estaban trazando. No deben haber sido mas de veinte minutos los que transcurrieron hasta el momento en que, desde la cresta de una ola, Fidencio localiz la bocana iluminada por el potente reflector. Con pericia inigualable precipit el bote en un momento en que baj de la cresta de una ola, y se meti a la "bocana". Peg un grito emocionado. Lo haba logrado. Ya estaban el la Bahia de Veracruz protegida por largas "escolleras". En el "Olaf Olssen" tambin hubo gritos de jbilo. La barquilla con sus pasajeros vivos estaba ya al alcance de las zogas y recursos del barco noruego. El Presidente Municipal del Puerto y las autoridades judiciales a bordo del "Olaf Olssen" estaban satisfechos por la entrada del barco a la baha, pero teman an por lo difcil que se presentaba la labor de desembarco. An dentro de la baha, las olas llegaban a diez metros de altura y provocaban abismos lquidos del mismo tamao. La barquilla suba y bajaba vigilada por el reflector del barco y por los relmpagos que no cesaron un momento de iluminar pasajeramente la oscuridad de la tormenta. El viento segua aullando y la lluvia caa en torrentes. Fidencio, empapado como lo estaban todos los pasajeros y sudoroso por el esfuerzo y la zozobra procur colocar la barquilla a igual distancia del barco noruego que del malecn. Haba

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dejado lejos el "muelle de pescadores" y ya no significaba peligro para el bote. Ahora solo haba que intentar el desembarco. No deban permanecer en el mar a merced de las olas que en cualquier instante podan estrellarlos contra el barco o contra el malecn. Desde el barco y desde el malecn empezaron a lanzarles salvavidas de corcho atados a una larga zoga. No podan alcanzarlas hasta que, una de las que provenan del barco casi cay sobre ellos. Fidencio, sin desatarse de los cables a los que estuvo sujeto durante toda la tormenta, tom el salvavidas. Amarr el cable a la banda de "babor" y empez a dirigir el bote con toda la fuerza de su motor hacia el malecn, retenido por el cable del "Olaf Olssen" que no permita que se estrellara en l. Estaba ya a unos cuntos metros del malecn, cuando pudo por fin retener uno de los cables que le enviaban quines esperaban a riesgo de sus vidas, ayudar al desembarco de los pasajeros. Poco a poco, metro a metro, fue acortando la distancia que le separaba del malecn. Cuando estaban a casi medio metro, subiendo y bajando con la marea, esper el momento propicio y afloj el cable del barco. El bote choc con las llantas y atados de cuerdas en forma cilndrica que sirven de proteccin a los barcos que atracan en el malecn, y de inmediato, impelido hacia arriba por desesperados brazos de quines esperaban en tierra firme, qued sostenido por breves instantes a la altura del piso del malecn. No hicieron falta mas de diez segundos para que los ansiosos salvadores que esperaban ese momento, arrancaran literalmente del bote a los chiquillos, al padre y a Fidencio, entre gritos de jbilo, plegarias y gracias al seor que haba permitido realizar esa proeza. Arroparon con sarapes a los empapados pasajeros del bote y casi en vilo los subieron a un automvil "Faetn" al que le entraba agua por todos lados, y llevaron en medio del chubasco que no ces un solo momento, hasta el Hotel Diligencias", en el que ya esperaban al funcionario las autoridades locales, satisfechas de haber logrado tan inesperado y difcil salvamento. Todos queran saber los pormenores del viaje y formulaban preguntas a granel. El padre de los chiquillos, pidi que lo dejaran acompaar a las nias a cambiarse de ropa a su cuarto. Ocupaban un cuarto del segundo piso con dos grandes camas "matrimoniales" de alta piesera y ms alta cabecera de latn, con vista al hermoso jardn y Palacio Municipal del Puerto. En una de las camas, durmieron la noche anterior las nias, y en la otra los mas pequeos de los nios. Franque un empleado del hotel la entrada del cuarto a los huspedes y encendi la luz. Un grito de asombro brot de las gargantas del padre y las nias. Sobre la piesera de la cama en que ellas durmieron, estaban colocadas an hmedas, las chalinas de seda china que el

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mar embravecido les haba arrancado. Sobre la cama en que los nios durmieron, dos gorritas blancas de marinero hmedas. Ha sido su madre! -- exclam el padre -- Bendita sea! -- , y abraz fuertemente a sus hijas que, junto con l, no pudieron contener el llanto. Los nios, ajenos en su inocencia a lo ocurrido, corrieron a rescatar sus gorritas de marinero y se las colocaron contentos de no haberlas perdido.

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EL GUARDA FARO

Casi en el extremo de la gran baha, cerca de la entrada por la que cruzan diariamente decenas de embarcaciones se levanta un alto faro que, da a da desde hace apenas unos treinta aos anuncia con su luz cintilante la existencia de un gran puerto y ensea a los navegantes con sus seales luminosas en clave la forma en que pueden arribar a l sin peligro. El puerto ha cobrado gran importancia desde que construyeron en la baha una base para abastecer de petrleo a los barcos cisternas que cotidianamente entran al puerto con una gran parte de sus cascos al aire y unas cuantas horas despus, salen cargados del inapreciable oro negro que producen los pozos del pas, con solo un metro de casco visible. Antes de la era del petrleo era un puerto apacible al que solo arribaban diariamente barcos pesqueros, presidido por una alta loma que ofreca a quines trepaban a ella una hermosa vista de la gran baha natural y mas all, del impecable azul oscuro de las fras aguas del Ocano Pacfico. El faro ha estado a cargo desde que se construy, de un extrao personaje con fama de hurao y escurridizo al que solo se ve en el puerto los das de paga. De baja estatura, moreno con pmulos salientes y siempre vestido con pantaln de mezclilla y blusa suelta de algodn impecablemente limpios, cobra el cheque que le enva la dependencia gubernamental que opera el faro y la deposita en el nico banco que existe en la localidad. Los vecinos afirman que es inmensamente rico, porque nunca se le ve gastar lo que deposita y solo una o dos veces al ao, saca dinero, poco, para adquirir uno que otro "trapo", como l llama a las prendas de vestir. El misterio de su vida me incit una maana de invierno, a caminar a pie los cuatro o cinco kilmetros que separan el faro de la ciudad edificada a la ribera de la gran baha. Con cada paso que me acercaba al faro, la torre creca a nuestra vista hasta que estuve apostado a sus pies. Es en verdad alta e impresionante. Frente a ella hay un pequeo muelle en el que estaba amarrado un bote con potente motor de gasolina "fuera de borda" que se vea casi nuevo. Apenas concludo el muelle, la

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habitacin del guardafaro sirve de acceso al enorme edificio. En la parte trasera, un huerto sembrado de verduras y legumbres, veinte o treinta rboles frutales variados, manzanos, ciruelos, duraznos excelentemente cuidados y cultivados y en un pequeo corral techado con hojas de palma, aves de corral, cerdos corrientes, cuatro vacas finas y como parte de la misma construccin rstica, un local de unos diez metros cuadrados tambin techado con palma en cuyo interior colgaban dos hamacas de hilo mercerizado de muy buena factura. Al frente de la construccin monumental, la pequea casa del guarda faro, abierta de par en par , solo tena como mobiliario dos catres baratos, dos sillas, una mesa , un armario, grande de madera , un pequeo adoratorio con imgenes de santos y vrgenes en postales y dos retratos muy antiguos, un anciano y una anciana de blancos y largos cabellos, amarillentos y casi borrados por el tiempo. Una vaso de vidrio comn y corriente convertido en veladora de factura casera alimentada con aceite ligero del que se emplea para motores, esparca la luz brillante de su flama por toda la estancia. Adosada al muro lateral de la casita haba una cocina rstica con un fogn de lea, un gran barril de madera que adems de la llave que tena colocada encima, recibe por varios tubos provenientes del techo de la casita, el agua que llega rara vez a caer del cielo. Junto a la entrada del huerto trasero, est un pozo chino al que le han adaptado una bomba accionada por un molino de viento que permite la salida constante de agua hacia la granja, y adems puede operarse manualmente con una cubeta de lmina mellada por el uso. A un lado del pozo una banca de madera en la que cuando mucho podran caber tres personas. Aunque la casa, el huerto y lo que poda apreciarse del edificio del faro esta perfectamente aseado y los catres tendidos con sbanas y cobertor impecablemente limpios , el lugar pareca estar desierto y en verdad lo estaba en ese momento, ya que mientras curioseaba los alrededores del faro, lleg una lancha de remos que conduca a dos ancianos, un hombre y una mujer. El varn, de unos sesenta aos, remaba en el asiento delantero y la anciana, casi de la misma edad, teja en el asiento trasero algo que pareca una hamaca de hilo mercerizado de vivos colores ayudada por un "gancho" hecho de "otate". Atracaron en el muelle. El anciano amarr la lancha y ayud a la anciana a desembarcar y a cargar una inmensa canasta y dos extraas jaulas. En la canasta llevaban unos cuntos peces de veinte o treinta centmetros y en la rarsimas jaulas, dos enormes langostas an vivas luchando por salir de lo que constitua en ese momento su crcel.

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Me acerqu a la pareja, no sin recelo por la fama de hurao que tena quin supona era el "guarda faro". Salud cortesmente y ofrec mi ayuda para conducir hasta su pequea casita la carga que bajaban del bote. Sin ningn empacho, la anciana contest con amabilidad al saludo, accedi a nuestra ayuda y nos entreg la canasta y las jaulas mientras el anciano regresaba al bote a recoger sus aperos de pesca. -- Llegas a tiempo, dijo el guarda faro, que era la persona que llegaba. -- Hoy tuvimos suerte la vieja y yo. Ella pesc cuatro "robalitos" y en mis jaulitas cayeron stas enormes langostas y ya que ests aqu, vamos a cocinar todo y a almorzar como dios manda. Puso manos a la obra y en un dos por tres, haba limpiado los "robalitos " mientras la anciana prenda el fogn en las afueras de la casa. Metieron las langostas en un gran caso con agua y la pusieron en la lumbre sin articular palabra mas. En diez minutos el olor de la comida nos hizo reaccionar. El pescado fresco despeda un suave aroma al cocinarse con las hierbas que la anciana le agreg, y las langostas, cambiaban de color mientras el agua hirviendo haca sus efectos sobre ellas. La voz de la anciana nos convoc "a la mesa". Una vez sentados en tormo a su pequea mesa, en taburetes de tronco de palmera, por que en toda la casa solo haba dos sillas, en tono carioso el guarda faro inici la conversacin con una pregunta: Qu haces por aqu? Nunca tenemos mas visitas que los electricistas y mecnicos que vienen cada mes a revisar el funcionamiento del faro. Son gente hosca, poco amable y de poco hablar y como que nos tienen miedo. Ni nos platican ni les platicamos y en mas de una ocasin en que nos ven llegar cargados del mar, hacen como si no nos vieran, seguramente para no ayudarnos . La anciana, ante mi casi no disimulado asombro, haba colocado sobre la mesa finsimo mantel deshilado de los que traen los barcos procedentes de Hongkong, y una vajilla china de excelente factura adems de cubiertos de plata y vasos de cristal de bohemia que poco a poco fue acarreando desde el armario que tenan colocado en su casita. Como mujer, lo primero que hizo la anciana cuando estuvimos sentados a la mesa, fue ponderar su mantel, su vajilla y sus cubiertos. " -- Hace algunos aos, un barco japons, creo que se llamaba Asama Maru, --inici -- tuvo que detenerse muchos das frente al faro antes de entrar a la baha que dizque por "cuarentena" , y los marinos venan en sus lanchas a buscar comida diferente a la que traan en el barco. Mi viejo les daba fruta de la que ellos no conocen y leche fresca que mucho les

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gustaba. Como ellos solo hablaban japons y nosotros apenas dominamos "la castilla", nos la pasbamos riendo. Ellos de lo que nosotros decamos y no entendan, y nosotros de lo que ellos nos decan y tampoco entendamos. Cuando por fin pudieron entrar al puerto, nos regalaron todas stas cosas que, increble! pero hasta hoy estamos estrenando...Nunca viene nadie hasta ac, aparte de los encargados del mantenimiento del faro que les platicaba el viejo . Creo que alguna vez hace como quince aos, vinieron muchos militares que queran poner caones que porque haba guerra, pero nada mas se comieron todo lo que yo tena de la granja y nunca volvieron. El almuerzo era en verdad suculento y nadie mas volvi a hablar mientras la anciana llenaba una y otra vez los platos con sus guisos. El calor suba poco a poco, pero la brisa que soplaba sobre el pequeo cabo en que est colocado el faro lo haca soportable y hasta agradable. Reinici la pltica el "hosco" guarda faro con la pregunta que ya haba formulado sin obtener respuesta. -- Que haces por aqu donde nadie viene jams? -- Sent curiosidad por conocer el faro que se ve tan imponente desde la ciudad y me vine caminando. Venimos a pasear a este rumbo y si es posible, pienso salir de pesca algn da. -- Qudate y maana podemos salir a pescar en la lancha de motor para que vayamos un poquito adentro del mar -- continuo el guarda faro -- Al fin que ya nos comimos todo la pesca de hoy. -- Me encantara, -- contest, pero no quiero resultar gravoso para ustedes. --Faltaba ms! Es tiempo de cosecha de fruta y hay mucho que hacer. Te propongo a que nos ayudes un poquito, te entretienes y me sirve de mucho. Ya me estoy poniendo viejo, y cada da me cuesta mas trabajo bajar la fruta. Ests jven y si aceptas me ser de gran ayuda... -- Faltaba ms! Contest. Cuenta conmigo y manos a la obra. Las horas pasaron sin sentir. En verdad resulta muy entretenida la cosecha de la fruta madura. Es un trabajo que, cuando se hace por puro gusto no es un trabajo, sino un placer. La brisa fresca en ningn momento permiti que nos agobiara el calor y el murmullo de las olas en su eterno ir y venir, resulta una msica ideal para acompaar el trabajo manual de la recoleccin de la fruta. La fuimos colocando en canastos de otate que cuando trajo el guardafaro, nos hizo la aclaracin -- Los teje la vieja, en muy hbil de manos. Tambin ella ha hecho las hamacas que ustedes ven colgadas por all y las redes y "chinchorros" con los que salimos a pescar--.

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Slo los chillidos que peg una gallina cuando le torcan el pescuezo interrumpieron brevemente el trabajo. --Hoy comeremos pollo, -- coment provocando la risa del guardafaro. Cundo el sol empezaba a ocultarse en el horizonte tiendo de rojo la espuma de las olas que estrella el Ocano Pacfico en la costa, la anciana, de la que hasta el momento ni siquiera conoca el nombre, nos llam a la mesa. Otra vez un regio mantel, diferente al de la maana y vajilla tambin diferente, con la historia viva de ellos relatada por la anciana. --Este mantel y esta vajilla nos la trajo a regalar un alemn que vino hace unos aos a componer el faro. Era de la empresa "Simen" y tambin se ri mucho de nosotros porque no habbamos aleman y no lo entendamos, pero nosotros tambin nos remos porque el no nos entenda., y nos pasbamos hasta la media noche risa y risa. El contndonos no se que, y nosotros platicndole de nuestra vida en el faro que tampoco entenda. Nos tom cario y seguido nos enva postales de all donde vive. Como sabe que nosotros no sabemos leer ni escribir solo nos manda fotografas con flechas sealando lo que quiere que veamos. Se par, entr a la casa y sali con un grueso atado de tarjetas postales unidas con un listn. Eran mas de cien y en ellas solo apareca el domicilio del faro y el nombre del guarda faro que por ese medio supe se llamaba Crescencio Martnez. En la pltica entre l y su esposa, solo se llamaban "vieja" y "viejo". Termin la comida cuando los ltimos rayos del sol se ocultaban totalmente en el azul horizonte marino y resultaba tan agradable el lugar que continuamos en l. El guarda faro encendi las luces , consistentes en lmparas especiales adosadas a raros aparatos, "japoneses" contra insectos, " que, apunt, nos dejaron los del "Asama Maru", porque cuando venan a visitarnos y no soplaba la brisa, se los coman a piquetes y los dejaban llenos de ronchas. La brisa sopla casi siempre, ya dems, a nosotros, a Dios gracias, los mosquitos ya ni nos pican. En cunto baj la intensidad de la luz del da, en forma automtica el faro inici su mecnica y diaria labor de enviar su largusimo haz luminoso a los cuatro puntos cardinales. Al notar mi asombro, el guarda faro explic: -- El faro funciona con una "celda fotoelctrica". En cuanto la luz del da baja de intensidad, esa celda acciona la corriente. Cuando la corriente falla o se suspende, tambin en forma automtica un poderoso motor diesel que est bajo el faro, genera toda la que necesita para funcionar. Ven, sube conmigo y vas a ver de cerca como trabaja y tambin que hermoso es el puerto de noche, con todas las

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luces encendidas encendidas.

y las luces de los barcos que llegaron hoy y se van maana, tambin

Entramos a la torre circular sobre la que descansa la gran linterna del faro. En la parte baja, los motores diesel que generan la corriente cuando falla la alimentacin directa que viene del puerto; un gran tanque cilndrico que contiene el combustible necesario para cuando la "corriente falla", un pequeo taller mecnico, una moderna estacin de radio, encendida y lanzando en forma casi inaudible plticas en varios idiomas entre la capitana del puerto y los barcos que llegan de alta mar o parten de regreso a sus destinos, un escritorio y dos sillas. Al fondo, al lado de los primeros peldaos de la larga escalera que en forma de caracol adherido a las paredes de la torre, conduce hasta la parte superior, una puerta que conduce a una estancia en la que, como en un cuarto de hospital hay seis camas tendidas y limpias y un bao. Subimos -- despacio y en silencio, - dijo el guarda faro- para que no se te acabe el resuello. Son ms de doscientos escalones. Ciertamente la subida resulto muy pesada. A pesar de haber permanecido callados, llegu hasta el fin de ella con dificultad. El guarda faro, impvido, despacio, tomando aire y soltndolo al ritmo de sus pasos, lleg sin alteracin alguna en su ritmo respiratorio. Para consolarme me dijo: -- Descansa y toma un vaso de agua. Si tuvieras que subir dos o tres veces al da, lo haras como yo. Es cuestin de irse acostumbrando. Llevo ya tantos aos de hacerlo... Desde el balcn que circunda a la gran linterna protegida con gruesos cristales, el panorama era en verdad magnfico. Al poniente, el gran ocano en su eterno movimiento de olas cubiertas de blanca espuma. Al oriente el puerto resplandeciente, arropando en la orilla de la serrana miles y miles de luces que se apreciaban amarillentas por la distancia y coloridos anuncios comerciales. Dentro de la baha, profusamente iluminados tres grandes barcos "cisterna" llenaban sus bodegas con petrleo. La luna en cuarto creciente suba lentamente por la bveda celeste de intenso color azul salpicado de pequeas nubes blancas. Al fondo, centenares, miles o quiz millones de lucesitas provenientes de estrellas y planetas ubicados a muchos kilmetros de la tierra. Nunca en mi vida haba visto tantas, y tampoco imaginado que pudiera haberlas. Guardamos silencio. El espectculo inusitado e inesperado fue mucho para mi fantasa. Para el guarda faro pareci no tener ninguna importancia. Volvi al cuarto protegido en el que giraba incansable la linterna del faro a hacer algunos arreglos. Contra lo que esperaba yo, el haz

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luminoso que proyectan a muchos kilmetros de distancia varias lentes girando, no molesta a la vista estando junto a l y debe tener algn dispositivo para no generar el calor que uno supone. No s cunto tiempo pas mientras extasiado con la grandeza de la naturaleza y el ingenio humano permanec en la torre. De pronto volvi el guarda faro al balcn y me dijo: -- Ya vmonos. El aire esta enfriando y puedes pescar un resfriado. Es hora adems de irse a dormir. Maana, como todos los das, hay que levantarse a las cinco para salir a buscar la comida del da. Ojal tengamos suerte. Dej preparadas cuatro trampas para langosta. Bajamos lentamente, como subimos, y al llegar al pie de la escalera, sealando el cuarto de las seis camas me dijo. -- Instlate como si estuvieras en tu casa. La vieja debe haber trado ya las cosas que puedes necesitar durante la noche. Por si eres de sueo pesado, maana paso a despertarte a las cinco. Vas a ver como te diviertes pescando y que sabroso sabe algo que tu mismo has conseguido. Nos vamos a llevar la lancha grande para que no te marees. Las camas eran cmodas y junto a cada una de ellas estaba colocado un bur. La primera estaba ya tendida y preparada para que me acostara, y en el bur, la "vieja" me haba colocado unos bocadillos, un vaso de leche y una polka japonesa, llena de agua, cubierta con su vaso de cristal proveniente con toda seguridad de los regalos que los marinos le hacan al guarda faro y a su esposa. A las cinco en punto de la maana, toc el guarda faro en la puerta de la habitacin. Ya haba despertado y solo esperaba ese momento para incorporarme y recibirlo. -- Listo? - pregunt. Iba ya preparado para la partida con un sombrero de ala ancha sobre su cabeza y otro similar que me ofreci , -- para que no te nos vayas a insolar -- agreg. Instalada ya en la lancha rpida se encontraba la "vieja" acomodando las caas de pescar, una caja "refrigeradora" de buen tamao y una bolsa con botellas de agua fresca de limn preparada por ella misma y viandas. Amaneca y el sol pareca salir de atrs de las montaas aledaas a la costa pintando de color blanco plateado a las olas que traa el mar del occidente. Soplaba una leve brisa que disipaba el calor de los incipientes rayos solares mientras la veloz lancha rompa la tranquilidad de las olas y el silencio con el gruido grotesco y rtmico de su motor fuera de borda. Bogamos cerca de media hora sin alejarnos de la costa hasta un lugar en el que no existe playa. Un alto acantilado sirve de lmite a las turbulentas aguas del ocano y a sus pies, rocas de todo tamao casi impiden acercarse. Con hbiles maniobras realizadas por el guarda faro, acelerando y

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volteando o bien deteniendo el motor de la lancha, sorteamos muchos grandes peascos y nos colocamos al pie del acantilado. Ech el ancla y apag el motor. Al poderoso ruido de la mquina, sigui un silencio plcido, impregnado del agradable ruido que produce al agua al chocar con las rocas. -- Debemos guardar absoluto silencio para no espantar a las langostas. Espera quieto porque voy a sacar las jaulas que dej ayer. Si hay algo, ya con eso nos bastar, pero si no hay nada, nos vamos un poco adentro del mar abierto a pescar con al chinchorro, aunque no, de todos modos aunque haya langostas vamos a tirar el chinchorro ya que te promet llevarte a pescar -- dijo Crescencio, y permaneci mas de diez minutos sin decir palabra. Con sumo cuidado y poco a poco, empez a tirar de unas cuerdas que tena atadas a una roca grande. Invirti en la operacin mas de diez minutos, porque las trampas que haba dejado desde el da anterior deben haber estado a una respetable profundidad. De vez en cuando, sacuda los cordeles explicndome en voz baja: -- " la marea mueve las jaulas y chocan con rocas sumergidas" --. As fue sacando una a una las cuatro trampas. En todas haba presa. Cuatro esplndidas langostas sac una a una. Las coloc en el piso de la lancha atadas con un cordel, volviendo a colocar las trampas, ya abiertas en el lugar de dnde las haba sacado. No dej de causarme sorpresa la "trampa" que, diseada por Crescencio y construida por su esposa, empleaba para la captura del crustceo. Consista en una jaula al parecer de "otate" de regular tamao con puerta abatible con un extrao cerrojo a base de ligas y un resorte que en su interior llevaba una fina malla casi invisible. Al penetrar la presa, empujaba la malla y haca caer la puerta. Se cerraba firmemente con el raro cerrojo, y, -- a esperar a que me saquen para hervirme en el caso, -- seal la "vieja". Una vez concluida la captura de las langostas y con la comida del da segura, puso en marcha el guarda faro el poderoso motor de fuera de borda de la embarcacin y enfil hacia el mar abierto. Haba amanecido por completo, pero el sol, en ascenso por el oriente, iluminaba solo la parte de las olas que venan hacia tierra y en el horizonte permita la existencia de manchas obscuras. El guarda faro empez a hablar. -- Fjate que cosa tan hermosa es el amanecer. En las ciudades la gente se levanta tarde y nunca puede disfrutar de un espectculo como ste. Los pocos madrugadores que hay tampoco lo ven por los innumerables obstculos tras los que se esconde el horizonte. Aunque parezca mentira, tu puedes ver como la oscuridad se va sepultando poco a poco del otro lado del mar, del lado que no vemos por la forma de la tierra y como la luz del sol baa poco a poco

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a todo el ocano. El agua cambia de color. De azul intenso, casi negra que es en la noche, se vuelve azul clara en la maana. La marea es muy leve. El cielo est generalmente limpio de nubes y lleno de pjaros que revolotean animados por el calor del sol. Muchos de ellos se precipitan desde una gran altura al mar, y salen felices con la comida de sus polluelos aprisionada en sus picos. Otros solo revolotean, pero todos trinan y gritan llenando el aire de extraa msica. Conforme nos vayamos alejando de la costa, los pjaros van a ir disminuyendo. Tienen sus nidos en los acantilados y solo salen tempranito, como nosotros, a buscar su diario alimento. En efecto, mientras mas avanzaba la lancha hacia el mar abierto, menor era el nmero de pjaros que revoloteaban en el cielo. El rumor de las olas iba sustituyendo poco a poco a los trinos y gritos de las aves hasta que solo el mar y el rugido del motor fuera de borda turbaban el profundo silencio. La lancha se detuvo. Se apag el ruido del motor, y "la vieja" se par de su asiento para "echar el ancla". Sac una red de forma circular con un largo cordel atado al centro y numerosos plomos en las orillas y dirigindose a mi, dijo: "Este "chinchorro", es el de lujo. Lo tej hace como tres aos y solo lo saco en ocasiones especiales. Te voy a ensear como se usa para que tu pesques personalmente lo que te vas a desayunar. Como te deca yo ayer, te va a saber mas sabroso que lo que pesque cualquier otra persona. Tom el largo cordn del centro de la red con la mano izquierda, una de las orillas con la derecha y empez a girar su brazo haciendo que la red fuera extendindose poco a poco hasta estar completamente abierta como una sombrilla. Solt de repente la orilla que sostena y la red "vol" como diez o doce metros, sujeta por largo cordel central que no impidi el vuelo del artefacto. Cay totalmente desplegada en el mar y poco a poco fue hundindose entre las olas. Esper un rato sin mover el cordel que ahora se haba pasado a la mano derecha y despus empez a jalarlo dando un violento tirn. Poco a poco fue recogiendo el cordn hasta que apareci la red circular. Haba tomado la forma de una sombrilla cerrada y en su interior traa varios peces que hacan infinitos esfuerzos por escapar de su improvisada crcel. Cuando estuvo muy cerca del bote, con un gancho de varilla tom el extremo de la red y entre ella y Crescencio la subieron a la embarcacin. Iban dentro de la red poco mas de diez peces, de los que escogieron tres y devolvieron los restantes a las olas. -- Ya tenemos nuestra comida. Ahora te toca a ti pescar la tuya, sentenci el guarda faro entregndome la red despus de sacudirle el agua varias veces.

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Trat en vano de repetir la operacin que vi realizar a "la vieja". La red cobraba vida en mis manos y se negaba a abrirse y quedar convertida en una sombrilla que pudiera arrojar a lo lejos. Crescencio y su seora rean a mandbula batiente de mis fallidos intentos por echar el chinchorro. Por fin, despus de mas de diez intentos se apiad el guarda faro de mi, y parndose a mi espalda, me hizo tomar con la izquierda la punta del cordn y movi mi brazo derecho poco a poco hasta que la red se extendi . me solt la mano, ordenndome -- No dejes de girar el brazo y cuando la red empiece a jalarte, sultala. Sola va a volar. As fue. Despus de tres o cuatro vueltas a la red, sent que me jalaba y la solt. Sali disparada sin perder su forma de sombrilla, y cuando esperaba verla a diez o doce metros de distancia, not que solo haba cado como a tres metros del bote. Sujet fuertemente el cordel que tena asido de la mano izquierda para evitar que se me fuera a escapar, pero no iba a ser as. En cuanto la red toc la superficie del agua empez a hundirse lentamente, sin darme ningn trabajo. Puede haberla sostenido con un solo dedo. Estaba ansioso por ver el resultado, pero tanto "la vieja" como el guarda faro me hacan seas de que tuviera paciencia y permaneciera en silencio. Por fin, me indicaron que tirara poco a poco de la cuerda. Los instantes que transcurrieron hasta que la red estuvo a mi vista, me parecieron siglos. Por fin, asom la parte central de la red y mis amigos me ayudaron con el gancho a sacarla. Tena solo cuatro peces de los que devolvieron tres al agua, dos porque estaban muy pequeos y otro porque no era una especie sabrosa. Pusieron el producto de mi pesca aparte para que no se confundiera con los que ellos haban pescado, sacudieron varias veces la red. El guarda faro puso a funcionar el motor fuera de borda a toda su capacidad y enfil de regreso hacia la "punta" en que se encontraba ubicado el faro. -- Regresamos rpido para que puedas comerte tu pescado muy fresco. Est vivo, pero para cuando lleguemos, ya estar muerto y listo para la sartn, coment la "vieja". No pude resistir mas la tentacin y le pregunt cual era su nombre. Escuetamente me contest: -- Guadalupe. Llegamos al muelle frente al faro en el que por primera vez vi a mis anfitriones. Crescencio amarr la lancha. La limpi perfectamente y cubri el motor con una funda de lona mientras Guadalupe se diriga hacia la cocina seguida por mi que llevaba el producto de la "pesca". Aviv el fuego del fogn, encendido y cubierto de ceniza desde el da anterior. Puso nueva lea que empez a incendiarse en medio de una verdadera sinfona de ruidos provocados por el calor y la humedad que an quedaba a la madera. Lav muy bien las langostas con agua dulce y las puso a hervir en un gran caso de cobre. Limpi concienzudamente los pescados

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cuidando que quedaran separados los que ella pesc del mo y en cuanto lleg el guardafaro los puso a frer en una sartn con aceite, ajos, cebollas y unas raras hierbas desconocidas para mi. Mientras se cocan puso la mesa cubrindola con un mantel sencillo de manta y los platos comunes que solan usar. Nada de elegancias. -- Sintense ya a desayunar. El trabajo da hambre y ya est todo listo --dijo Guadalupe. Nos sentamos y tomamos el almuerzo en silencio. El pescado que yo obtuve por la maana, en verdad me pareci el mas sabroso que haba comido en la vida entera. Tuve la intencin de platicar algo de sobremesa, pero fue imposible. En cunto terminamos recogi la mesa y Crescencio me seal la huerta recordndome que deba llevar puesto el sombrero que me prest para salir de pesca. Toda la maana la pasamos recolectando fruta en dos canastos grandes . Manzanas, peras, duraznos y ciruelas. Al filo del medioda Guadalupe nos llam a comer. Ni siquiera me di cuenta del tiempo que estuve escogiendo frutos maduros, cortndolos con sumo cuidado y colocndolos en la cesta que a mi me correspondi. El sol cay como plomo derretido durante toda la maana. Estaba yo baado en sudor y Crescencio, que tambin sudaba a mares, me indic que debamos baarnos antes de pasar a la mesa, por que --"la vieja" no sirve la comida si no te presentas limpio y recin baado -- . Cuando estuve listo me present a la mesa. Con asombro not que el tiempo que invert en baarme fue suficiente a la esposa del guardafaro para limpiar parte de la fruta y ponerla a cocer en grandes casos. El resto lo puso en una canastita de bejuco y la coloc en el centro de la mesa. Haba preparado las langostas acompandolas con arroz blanco y frijoles negros. -- Este platillo ha convertido en ricos a los restauranteros de Medio-camino, pero es conocido y acostumbrado, cuando menos, desde que yo nac. Mi madre si saba prepararlo y por mas lucha que he hecho no he podido igualarla. Estuvo estupendo, acompaado con una botella de vino blanco de la regin. Pens en silencio. Es verdad que el trabajo da hambre y cundo se hace a gusto ni siquiera cansa, y en un dos por tres di cuenta de la cola de langosta de mas de quince centmetros que me haba servido Guadalupe imaginando como lo hara su madre si ste, excelente, no era tan bueno como los que cocinaba aquella buena seora. Todava tom un durazno, una pera y una manzana de las que habamos cosechado, ya mas por gula que por hambre, y me parecieron tambin las mas ricas frutas comidas en mi vida. -- Oye vieja -- dijo Crescencio -- Yo creo que ya nos merecemos un descansito. Srvenos el caf en la terraza.

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Las grandes casuarinas sembradas en el extremo y a ambos lados del cabo en que estaba ubicado el faro, proporcionaban una acogedora sombra en la que el guardafaro haba colocado una mesa de fierro colado, cuatro sillas del mismo material y dos hamacas. La brisa haca que a pesar de la alta temperatura, el calor no se sintiera y resultara acogedor y agradable sentarse a tomar el caf. No se antojaba otra cosa que mirar y mirar la inmensidad del ocano, el ir y venir eterno de las olas, el vuelo acrobtico de las gaviotas y gallaretas y las inmersiones que desde gran altura intentaban los pelcanos. -- Las casuarinas, -- coment Crescencio --, son rboles que alguien trajo hace muchos aos creo que de Australia. Me platic un marinero que se llaman as por unas aves corredoras que tienen las plumas como sus hojas. Se han aclimatado perfectamente y es de llamar la atencin que como se nutren de agua salada del mar, la corteza a veces se encuentra llena de sal que las plantas "sudan". -- Y, no se aburren ustedes haciendo lo mismo toda la vida, sin or las noticias del mundo, sin ir al puerto, sin ver gente...? pregunt solo por romper el silencio. Medit el guardafaro la respuesta que iba a dar a mi pregunta, y en tono interrogante me contest. -- Aburrirnos ? Con tanto que hacer que tenemos. Te parece poco cuidar el faro, y tenerlo limpio y listo para su trabajo diario; buscar diariamente comida fresca en el mar, sembrar y cuidar la hortaliza para que no falten verduras frescas. Los marineros me han relatado historias muy tristes y trgicas de barcos en los que faltaron las verduras frescas y los pobres tripulantes enfermaron de escorbuto, que es una enfermedad que provoca que salga sangre por todas partes y si no se cura a tiempo hasta causa la muerte de las personas. Eso nunca va a pasarnos aqu. Adems, cuidamos de la huerta. No te han parecido sabrosas nuestras manzanas y peras? No se dan solas. Hay que sembrar los rboles y esperar, cuidndolos y abonndolos con guano de las aves marinas, que tambin tenemos que recolectar, hasta que empiezan a dar fruto. Entonces, hay necesidad de fumigarlos y podarlos y despus, viene en septiembre la cosecha. Como es mucha la fruta que se produce y no la podemos comer toda, la vieja la convierte en conservas y mermeladas que nos duran para todo el ao. No sabemos leer, y de eso que dices de que no nos enteramos del mundo ni falta que nos hace. Alguna ocasin prendemos la radio en estaciones en que hablen nuestro idioma, y que hay. Anuncios y mas anuncios. Compre, compre, compre! cosa intiles casi siempre. Coma sto o tome lo otro, alimentos basura. Y que ms. Crmenes, guerras, tragedias, abusos de los

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ricos contra los pobres. abusos de los pases grandes contra los pequeos. La ltima vez que se me ocurri or el tal radio, me enter de que un pas grande bombarde a varias ciudades de un pas pequeo dizque para buscar a un narcotraficante. Mataron a cientos de personas y de la pena y del coraje que me caus, no pude dormir en una semana. Trat de cambiar el tema que pareca molestarles mucho a Crescencio y a Guadalupe, y les pregunt si no tenan miedo a los ciclones y al mar cuando llegaba a embravecerse. -- El miedo, la angustia y las preocupaciones son parte de las necesidades humanas--, continu -- por eso han inventado las religiones. No es posible vivir sin temerle a algo. Los ciclones por aqu son raros, pero la torre est slidamente construida y cuando nos llega el anuncio de que viene uno, protegemos todo lo que es posible proteger. Metemos a los animalitos al faro, porque se asustan mucho con los truenos y con las centellas y las gallinitas hasta dejan de poner, y nos encerramos hasta que pase todo. Las casuarinas con que tenemos rodeado el cabo, son muy resistentes. Aunque el aire venga fuerte, nos se caen. Sus races son muy profundas y solo se van de lado, pero ni son arrancadas ni destruidas. Su hoja como aguja les da facilidad para sortear los ventarrones. La huerta s sufre algo, pero como te digo, no todo ha de ser dulce en la vida. Mucho dulce llega a empalagar, y cundo pasa la tormenta viene la calma que es un encanto. Es el mejor tiempo y el mas bonito. Todo vuelve a florecer y nos parece que florece mejor de lo que estaba. Dios sabe como administra su mundo, y lo administra muy bien. Adems, no tienes idea de que impresionantes son las tormentas. Los rayos acompaados del trueno infernal que llega con ellos a la tierra. El ruido ensordecedor del viento. El temor a que en sta vez si nos cause un dao mayor, o que se los cause a otros semejantes, nos llena de zozobra, y la zozobra, cuando pasa, se convierte en un mayor motivo de felicidad.. La voz imperativa de Guadalupe interrumpi esta verdadera clase de filosofa popular. --Viejo, ya es hora de dormir. Es casi la media noche y ustedes no paran de hablar. Regresamos al faro y, antes de despedirme en la puerta de mi improvisada habitacin, me pregunt Crescencio cuales eran mis planes para el siguiente da. --Volver al puerto -- le contest--. Yo solo vine a curiosear y ni siquiera avis en el hotel que no volvera a dormir. Deben estar preocupados. -- Si quieres, contest el guardafaro--, levntate otra vez a las cinco de la maana y sales a pescar con nosotros para que lleves al hotel en que ests hospedado unas langosta de las que seguro cayeron en las trampas y que all te las preparen. Despus de capturarlas te llevamos al

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puerto antes de regresar al faro. Vamos en la lancha de motor para que llegues a tiempo de desayunrtelas. Acept la proposicin y a las cinco de la maana, ya estbamos trepados en la lancha de motor rumbo a los acantilados. Senta yo una gran tristeza por tener que abandonar al guardafaro y a Guadalupe. Su vida sencilla y su modo de pensar exento de maldad me haban cautivado. Guard silencio durante todo el tiempo. Aunque no me resignaba a reconocerlo, me causaba envidia esa vida simple que los llenaba de felicidad. Pensaba en mi, egresado de la universidad. Con una casa con clima artificial, aire acondicionado, muebles lujosos, un automvil en que transportarme que me ha hecho olvidar el encanto de caminar a pie, en fin, de lo que hasta que he convivido con el guardafaro y su esposa pens que eran comodidades indispensables para tener felicidad y ahora comprenda que son vanidades y, a cambio de esas cosas tan superficiales para el verdadero goce de la vida, estar preso dentro de un mundo lleno de crueldad, de limitaciones, de vapores venenosos que despiden los miles de vehculos que son adems una constante amenaza para la vida. Sin paisaje que admirar. Sin aire puro con que llenar los pulmones. Rodeado siempre de edificios, edificios y mas edificios. El mejor negocio que ha existido en la historia, es robar suelo que da la naturaleza gratuitamente y venderlo a los que necesitan techo que lo pagan con su libertad y su trabajo esclavo, enajenando su futuro y el de sus hijos. Ni soar con el suave murmullo de las olas en su eterno devenir. A cambio de esa msica que nos regala la naturaleza, vivo inmerso en un medio saturado de ruidos ensordecedores . Motores, sirenas, bocinas , trnsito, mil y mil cosas mas que me obligan a tomar calmantes para poder lograr un instante de forzada quietud... Capturaron las langostas, cuatro enormes, y las ataron para que pudiera llevarlas conmigo. Cerca de las siete y media de la maana me estaban desembarcando en el muelle de] puerto. Como autmata me desped de ellos. Me pidieron que les enviara postales de donde yo viva para conocer el lugar. Cuando vi alejarse rpidamente la barca impulsada por su poderoso motor, sent como si estuvieran llevndose algo de mi. Qued parado en el muelle hasta que la lancha se perdi de vista y cuando por fin decid encaminarme al hotel y di la espalda al mar, me sent otra vez aprisionado por la vorgine de la selva de asfalto y concreto en donde no existe sensibilidad humana. En donde reina una ley que injustamente llamamos "de la selva", sin meditar en que la ley de la selva es noble, aunque a veces nos parezca injusta, y es adems producto de la naturaleza y la que nosotros llamamos as, de la crueldad, de la envidia, de las bajas pasiones.

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Me sent otra vez a merced del hampa, expuesto a que a la vuelta de la esquina alguien me asalte y quiz hasta me quite la vida por robarme unos cuantos centavos. El golpe involuntario que con un fardo me dio un estibador que con prisa luchaba bajo el peso de su carga para ganarse unos cuantos centavos, me sac de mis pensamientos. En ese momento, comprend que en la lancha, con Crescencio y Guadalupe se iban los momentos de ms completa felicidad que he pasado en mi vida.

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LOS MAESTROS

A la memoria de Tedula Andrade, Jos Mara Vrtiz y Roberto Mndez, que con su palabra y su ejemplo han forjado mi vida. Haba concluido la comida anual que organizan los supervivientes de la desaparecida Escuela Nacional de Jurisprudencia, hoy transformada en Facultad de Derecho, y una docena de ellos animados por los efectos de las bebidas ingeridas, recordaban historias y sucedidos que ocurrieron mas de cincuenta aos antes. -- Saban, -- dijo uno de ellos -- que en el mismsimo saln en el que don Vicente Peniche Lpez imparta su ctedra de Garantas y Amparo, Pepe Guizar, el compositor, s, aquel al que en nuestra juventud llamaban el pintor musical de Mxico compuso "Guadalajara", una de nuestras mejores canciones folklricas? -- No, -- contestaron varios a la vez, animando al relator a que prosiguiera su historia. -- Pues s, continu -- En su juventud, Pepe Guzar, estuvo estudiando en la Escuela Nacional de Jurisprudencia. Sus padres, como ocurre con frecuencia en ste nuestro Pas, queran que fuese abogado, y desde luego se oponan a que se dedicara a la msica, que era su verdadera vocacin. Para nuestros padres solo haba porvenir en alguna de las profesiones liberales. Abogados, mdicos, ingenieros, y para estudiarlas, cuando se contaba con medios econmicos, solo la Universidad de Mxico. As lleg, por all de los aos veintes, Pepe Guizar a nuestra escuela. La nostalgia de su terruo lo tena eternamente triste. Ya se imaginarn, de Guadalajara y desterrado en la capital, todava algo provinciana y con solo un milln de habitantes, pero lejos de todo aquello que le era tan grato como el seno familiar, los amigos bohemios, las tapatas de hermosos ojos, los das de campo por la Barranca de Oblatos y los "colomitos", y tantas cosas ms vividas desde su infancia, no haca mas que lamentar la "mala idea" de sus padres de convertirlo en "abogado" y rasguear su inseparable guitarra que, a pesar de las protestas de sus padres que no queran que "perdiera el tiempo" con ella, sino que dedicara las veinticuatro horas del da a conocer a fondo a Planiol y Ripert, a Bonnecasse y a tantos distinguidsimos juristas como los que tena que emular, insisti en traer a su inseparable compaera que un to suyo,

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sacerdote de profesin le haba trado de Valencia, para que al menos, graves estudios de la carrera de jurisprudencia.

lo acompaara en los

Un buen da en el que amaneci mas nostlgico que de costumbre, se encerr en la Aula "1", si, la que estaba en la planta baja del edificio casi junto a la escalera, y se puso a improvisar en su guitarra. "Guadalajara, Guadalajara, hueles a pura tierra mojada...". Sus condiscpulos, alegres y despreocupados, pronto se percataron de que se haba encerrado y silenciosamente fueron formando corrillos fuera del saln y escuchaban lo que Pepe estaba componiendo. Dur mas de dos horas en las que, ni el vuelo de una mosca interrumpi su inagotable inspiracin, y cundo termin, y cant "de corrido" la hermossima cancin que acababa de componer, sus compaeros no pudieron contener su admiracin y penetraron en tropel al saln para pedirle que la repitiera. Despus lo cargaron "a hombros" y lo pasearon como torero triunfador por el Patio Cuadrado del viejo edificio. El destino de Pepe Guizar qued definitivamente sealado en ese memorable da. "Guadalajara", tuvo, tiene y seguir teniendo por toda la vida y varias vidas mas, un xito tremendo. Se acabaron para l los graves estudios de los aejos textos de Derecho Romano de Ortolan, y las teoras de Colin et Capiant y Aubry et Rau. Dej la carrera de abogado y volvi triunfante, en un campo mucho mas agradable que las leyes, a su natal Guadalajara que lo acogi con los brazos abiertos y lo aclam como el autor de la cancin que pasara a ser un himno para todos los tapatos. Relataron varias historias mas relacionadas con el viejo edificio, hasta que uno de ellos, Alberto, conocido en sus pocas de estudiante como "machetero", interpel a sus contertulios con una difcil pregunta que a todos sumi en profundas meditaciones. -- A ver, quin creen ustedes que haya sido el mejor de los maestros que tuvieron en su vida? Empezaron a discutir acaloradamente y a gritos quin haba sido el mejor de los maestros que impartan ctedras en el viejo edificio de San Ildefonso y Repblica Argentina, inaugurado haca 1908 por el Presidente Porfirio Daz, en ceremonia tristemente recordada porque en ella el seor Director de la Escuela Nacional de Jurisprudencia, Don Manuel Macedo, eufrico adorn el discurso que lo toc pronunciar con algo que fue un verdadero anatema para el y para todos los presentes. " Con usted, hasta la ignominia, seor Presidente" Que lejos estaban aquellos que dieron origen a la crtica, blasfemia en norma. de pensar en que con el tiempo se iba a convertir esa

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En tropel y a gritos quisieron casi todos emitir sus opiniones. Hubo que organizar las respuestas. -- Que empiece Fernando, seal el iniciador del certamen. -- Yo creo, contest el designado para opinar en primer lugar, que el mejor de los maestros que tuve en mi vida, fue don Roberto Coso y Coso. S. El "charro". El Derecho Civil contemporneo, milagro surgido de la Revolucin Francesa, es la base de todo derecho, cuando menos en el mundo que llamamos "occidental". recuerdo la ancdota Revolucion los trminos antiguos para concebir el derecho, al establecer en forma clara y precisa el concepto de "persona". Todava surgida cuando nuestro antiguo compaero Mario Padilla, aquel que apodbamos cariosamente " el buitre ", sorprendido por el "charro" pensando en otra cosa que no era la clase y sin prestar atencin a las doctas opiniones del maestro, defini a las personas como " entes psicofsicos capaces de juridicidad " . La carcajada nos se hizo esperar y, cuando se extingui el rumor, el maestro an sonriendo, seal: "No est usted del todo ajeno a la verdad compaero. Su lenguaje es inusual, pero...", y nos espet una larga y excepcional conferencia del desarrollo de lo que en derecho conocemos como "personalidad" en la historia. De las enseanzas del maestro Coso, he podido derivar gran parte de lo que me hace sentir "abogado". Los aplausos coronaron la opinin de Fernando, y solo se calmaron cuando le toc el turno a Angel, distinguido abogado litigante que solemne dijo: -- Es verdad. Las enseanzas del maestro Coso y Coso que, de paso era llamado "el charro" porque en verdad era charro, hijo y nieto de charros muy distinguidos en el deporte nacional de la caballera, me parecen de lo mejor que recib en la Escuela Nacional de Jurisprudencia, pero, en mi vida profesional las que mas tiles han sido son las que recib del maestro Eduardo Pallares. Como recordarn, imparta la ctedra de Derecho Procesal Civil, y no ha habido ocasin en la vida, en que en el momento de plantear un caso judicial, no haya tenido que invocar a sus enseanzas y a sus consejos. Puedo afirmar que he vivido del ejercicio de la profesin gracias a don Eduardo, y por eso lo considero el mejor de mis maestros. -- Que opine Manuel, que es hoy un distinguido catedrtico de la ya Facultad y est mas "metido" en el medio, coment alguno de los presentes. -- Si, que diga Manuel su versin, repitieron otros. Solemne como viejo catedrtico, Manuel se cal los anteojos, se aclar la garganta y con tono doctoral como si estuviera en el Aula Magna de la Facultad, dijo: -- Es un verdadero compromiso en el que me colocan. A todos, absolutamente a todos aquellos que me iniciaron en la senda del derecho, los considero como excelentes maestros.

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Para todos guardo gratitud eterna, y me resulta difcil hacer alguna distincin. Quin podr olvidar las clases de Derecho Constitucional de don Salvador Azuela. Las de Sociologa de don Luis Recasens Siches, las de Obligaciones y Contratos de Don Francisco H. Ruiz, y tantas otras mas. Sin embargo, entre todos esos santos varones que me formaron profesionalmente, recuerdo con especial afecto a don Eduardo Garca Mynez. De sus labios aprend nada mas ni nada menos, que es el derecho. Cual es la tica que rige al derecho, y cul debe ser el comportamiento de todo aquel que elige esta espinosa profesin para hacer de ella un sacerdocio. Otra vez los aplausos sonaron fuerte. En la mente de todos apareci la figura pulcra y calmada del autor del tratado de "Introduccin al Estudio del Derecho" que es texto en todas las escuelas profesionales de Pas. Distrado y ajeno a la discusin, un buen abogado que indudablemente fue un mal alumno en sus aos de estudiante, jugueteaba con los cubiertos aun sobre la mesa. -- A ver "flaco", dijo Angel dirigindose al distrado y llamndolo por el sobre nombre con el que fue siempre conocido. Quin crees que haya sido tu mejor maestro en la vida. Sin mucho meditar, contest el interpelado. -- Debo en primer lugar, distinguir entre lo que debe entenderse por maestro, por educador y por profesor para poder contestar a tu pregunta. Nos hemos acostumbrado a llamar "maestro" a todo aquel que nos ensea algo, o bien que es ducho en algn arte o ciencia. Como costumbre no es mala. Le damos a quien queremos reconocer o halagar, un motivo de orgullo , pero maestro en sentido estricto, es el que ensea alguna ciencia o arte, el que es prctico en alguna materia. El mbito de su desarrollo es limitado, reducido a alguna ciencia o arte o a alguna materia. Profesor, el que trasmite sus conocimientos, catedrtico, es decir que ocupa una ctedra, denominacin que se daba al asiento desde el que los profesores explicaban las asignaturas o enseanzas a sus discpulos, y el origen lingstico de ctedra no es otro que " kata", en alto, y "edra", silla. Educacin es otra cosa. Es la transmisin de hbitos, ensear, doctrinar, dirigir, encaminar y el efecto contrario, asimilacin y prctica de moralidad, y cortesa. Con libertad absoluta estamos acostumbrados a llamar maestros a nuestros profesores, a nuestros educadores y a nuestros verdaderos maestros, en el sentido amplio de la palabra. Me has preguntado que a quines considero como mis mejores maestros en la vida, y te tengo que contestar que reconozco la vala y gran capacidad de todos los profesores que en la Escuela Nacional de Jurisprudencia me impartieron las enseanzas que he utilizado como herramientas en mi ejercicio profesional, pero que a mis verdaderos maestros no los encontr en

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la universidad, a aquellos que reconozco como los autores de mi formacin llegaron a mi vida, una mucho antes de que entrara a ella, y los otros dos, en forma paralela a mis estudios universitarios. -- Y si no es indiscrecin, -- dijo el interpelante con sorna --, nos podras decir en donde y cuando encontraste a quines fueron tus verdaderos maestros? -- No me importa el tono de tu pregunta y se los voy a decir. --contest. -- Mis primeros maestros fueron mis padres. De ellos no solo obtuve la vida, sino el ejemplo de una madre abnegada que me ense a leer aun antes de ingresar a la escuela. Me inculc hbitos que aun conservo aunque mi madre desgraciadamente falleci cuando yo apenas tena tres aos. De mi padre aprenda respetar a los dems y sobre todo, a respetarme a m mismo. Era abogado y toda su vida la dedic al servicio judicial en el que escal de los mas bajos niveles hasta el mas alto posible en nuestro Pas, y cuando falleci, nos hered la casa en que vivamos hipotecada. Nunca nos pudo dar lujos de ninguna especie, y nunca se los dio l mismo. Estimaba un sacerdocio la funcin judicial y siempre ha sido mi mayor timbre de orgullo haber sido su hijo. Fue un verdadero maestro para mi. En segundo lugar, recuerdo con infinito cario y ternura a la maestra que me imparti los cuatro primeros aos de mi educacin primaria. Tedula Andrade se llamaba y era monja de la orden de las madres clarisas. Acuda a la escuela con un traje normal, pero como la recuerdo es con su hbito negro de toca con anchas alas blancas que portaba el da en que mis compaeritos hicieron su primera comunin. A nadie de sus alumnos oblig a asistir a la "doctrina", ni a rezar, confesarse o comulgar. El profundo respeto que senta y profesaba por las creencias ajenas fue una de sus mejores enseanzas trasmitida con el ejemplo, no por la palabra. Ella fue la encargada de crearme los hbitos de el orden, la lectura, la atencin, el respeto a mis compaeros y maestros, a ms de transmitirme los conocimientos bsicos de aritmtica, lengua espaola, historia de Mxico, historia universal, geografa, fsica, msica y todos, en general todos los fundamentos necesarios para una futura cultura y no solo eso, sino que me ense, nos enseo a todos aquellos que tuvimos la suerte de ser sus alumnos, a tejer mimbre y bejuco, carpintera, rudimentos de electricidad, plomera, a fabricar grasa para zapatos, pasta para dientes, y otros oficios mas. Tena la idea de que nadie estaba seguro de su porvenir si no contaba con algn oficio con el que ayudarse a continuar sus estudios en el caso de que sus padres faltaran, y aun en el caso de que no faltaran, de la obligacin que todos tenamos de ayudarlos en las labores del hogar. Nos ense a coser a mano y en mquina entre las protestas de algunos de nuestros

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compaeros que estimaban que era tarea de mujeres y que indudablemente hoy, como yo, deben vivirle eternamente agradecidos. Nunca rega a nadie. Nunca levant la voz. Con cario y calor humano logr que en su saln siempre hubiera orden y respeto. He tratado por toda la vida de observar sus enseanzas y seguir su ejemplo, desde luego sin conseguirlo plenamente, pero su grato recuerdo me acompaa en todo momento. Guard silencio, silencio compartido por todos los presentes que sin duda alguna, estaban meditando que en la vida de cada uno, haba una "Tedula Andrade" a la que haban olvidado, hasta que surgi una voz. -- Vas bien flaco, no ests diciendo tonteras, as que sguele. -- Como ya les seal, --- continu--- tuve, y otra vez voy a hablar en plural como el Pap, tuvimos excelentes profesores, no maestros. En la Escuela Secundaria me impartieron cursos incomparables don Carlos Benitez Delorme, Maximino Martnez, Jos Calvo, Carlos Pellicer, y otros mas que ya no menciono para no aburrirlos. En la Nacional Preparatoria, tambin tuvimos la fortuna de contar con profesores como el Dr. Enrique O. Aragn, nuestro queridsimo Erasmo Castellanos Quinto, Mara Canales y que les voy a platicar si ustedes saben que rara era la excepcin, que pocos de nuestros mentores escapaban de la excelencia. De la Escuela Nacional de Jurisprudencia, ya hablamos, y solo me queda hacer un recuerdo lleno de gratitud para aquellos que sin ser profesores, considero que fueron mis grandes maestros, porque me ensearon a trabajar en equipo, siempre sin mas inters que el triunfo, a concentrar hasta el mximo mi atencin, a ser agresivo sin ofender, a defenderme sin agredir, a no cejar nunca en un empeo, a no rendirme mientras fuese posible seguir luchando, a sostener todos los combates de la vida con nobleza, a no dar golpes arteros, y por sobre todas las cosas, a desterrar la vanidad y la soberbia hasta donde es humanamente posible, ya que son pasiones casi imposibles de vencer en la vida, a obtener los xitos y el triunfo con humildad y a perder y soportar las derrotas con dignidad. Ellos, mi maestra de primeras letras y los entrenadores de los equipos de ftbol americano a los que tuve la fortuna de pertenecer , Jos Mara Vertiz, a quin apodaban cariosa y extraamente "el pocaleche" en la Liga Juvenil con la Facultad de Ciencias Qumicas y el Dr. Roberto Mndez, el inefable "tapato", en le equipo de la Escuela Nacional Preparatoria, han sido mis verdaderos maestros. Ellos me ensearon a luchar en la vida y por la vida. Dudo mucho que ustedes hayan sentido, pero sentido verdaderamente lo que es la Universidad. Eso solo se logra cuando enfundado en un informe azul y oro, se sale al campo a poner el mejor de los

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esfuerzos, dar y recibir noblemente en la defensa de esos colores despus de semanas enteras de dursima preparacin. Lo que llamamos "defender la camiseta", es el mejor estmulo, la mejor enseanza para el futuro. Por coincidencia, "pocaleche" y el "tapato", tenan los ojos verdes y era de admirar como lanzaban centellas cuando alguien "se haca guaje" en los entrenamientos. "No es a mi a quin le van a romper una pierna, sino al que no est tomando en serio el acondicionamiento fsico", solan decir. No ha habido dificultad en mi vida, en la que no recuerde la voz enrgica de "pocaleche", "Nunca dejes que te arrastren, no dejes de mover las piernas hasta que ests en el suelo". "No te distraigas, est atento, porque una distraccin te puede costar un golpazo". "Nunca des golpes arteros. Si te los dan, asimlalos y nunca busques venganza porque tendras que dar a tu vez golpes arteros, y eso no es de hombres". "Pega fuere, pero pega siempre limpio". "Todos tus oponentes, porque fjate bien, no son tus enemigos, son tus contrarios ocasionales, merecen respeto. Buscan como tu el triunfo y si lo obtienen reconcelo y felictalos. Si no lo obtienen, de todos modos felictalos por el esfuerzo que desplegaron para lograrlo"....Recuerdo el consejo permanente del "tapato"." Haz siempre lo que debes y adems de que logrars lo que quieres, nunca te arrepentirs. Cuando seas mayor, ensales a tus hijos eso que has aprendido aqu. Te lo agradecern por toda la vida...." Cada uno de sus consejos, cada una de sus palabras, eran una enseanza imperecedera. Solo lamento no habrselos dicho jams, no haberles demostrado en vida mi gratitud por sus enseanzas y por su ejemplo. La ingratitud es otro de los defectos humanos mas arraigados, y no estoy fuera de la regla respecto a ella, dijo y call... --Sin decir palabra, cada uno de los presentes fue abrazndolo y as concluy, tristemente la comida. Es indudable que todos recordaron haber tenido en su vida algn verdadero maestro y por pura ingratitud, tenerlo en el olvido.

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El angou

Son los valles de Iguala, Apipilulco y Cocula, junto con el Valle de Tapachula, los lugares en que la agricultura tiene un mayor desarrollo en todo el pas. Clima clido, hmedo, con una laguna en su parte superior, la Laguna de Tuxpan, y canales por todas partes que permiten el riego rodado, generan hasta tres cosechas al ao y la siembra de gran variedad de especies agrcolas. Se produce un excelente arroz, y las cucurbitceas encuentran en ese lugar su medio de mayor desarrollo. Calabazas, melones, sandas, pepinos, estropajo, salen ao con ao para todos los lugares del mundo. La ciudad de Iguala es famosa por los grandes tamarindos variedad "Paraso", que lleva ese nombre por el del rancho aledao a la Laguna de Tuxpan. sembrados en su plaza principal, y en sus alrededores hay huertos frutales. Mango, de ese lugar es la esplndida en que se inici su produccin, Hay produccin abundante de papaya, ctricos y cualquier

cosa cuya semilla se deposite en el suelo, indudablemente germinar y dar ptimo fruto. Con sealar que hasta las cercas construidas con ramas secas, en poco tiempo germinan y vuelven a la vida convirtindose en setos vivos formados por grandes rboles, basta para describir la feracidad de ese suelo. Pertenecen los Valles de Iguala, Apipilulco y Cocula a la cuenca del caudaloso Ro Mezcala-Balsas, conocida como "Tierra Caliente", famosa por los grandes testimonios "ranchos" y arqueolgicos que guarda y la bravura tradicional de "los calentanos", indmitos y rebeldes, aunque nobles y trabajadores. La propiedad de los valles est repartida en propietario independiente. La mayor parte de los habitantes de los valles, siembran tradicionalmente arroz durante cuatro meses, y en los ocho restantes hacen otros cultivos. El maz tiene su ciclo completo en solo ochenta y ocho das al igual que las cucurbitceas, por lo que son tambin de los principales productos de la regin. "terrenitos" generalmente de poca extensin, por lo que cada igualteco, es un productor y

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Hace algunos

aos, aparecieron en Iguala dos norteamericanos

que trataban de

convencer a los agricultores de los valles para que sembraran una variedad de leguminosa desconocida por estos lares, llamada "angou" que, decan, tena una gran aceptacin y alto precio en los Estados Unidos de Norteamrica. Desconfiados por naturaleza, y acostumbrados a ser engaados por los gobernantes, no haba uno solo que quisiera arriesgarse a la aventura de iniciar ese novedoso cultivo. No lograron nada. Al ao siguiente antes del dos de febrero, fecha sealada para el inicio de las siembras, aparecieron nuevamente . En sta segunda ocasin, un agricultor propietario de un "terrenito" a orillas del canal de Tuxpan, el que lleva las aguas excedentes del Lago hacia los valles, apellidado Bandera, accedi a experimentar con el famoso "angou". Iguala es la cuna de la Bandera Mexicana. En se lugar se adoptaron en el ao de 1821 los colores verde, blanco y rojo de la ensea nacional, y desde entonces, ha proliferado el "Bandera" como apellido. William y Alfred eran los nombres de los norteamericanos que se hicieron llamar desde luego Billy y Fred, trajeron a Bandera las semillas del "angou" desde Estados Unidos. Le ensearon las tcnicas de su cultivo, y estuvieron pendientes desde la preparacin del suelo, fertilizacin y cultivo de la planta, hasta su final cosecha. Todos los vecinos, que continuaron con sus siembras tradicionales, visitaban por mera curiosidad el "terrenito" de Bandera y quedaban admirados de las tcnicas del cultivo y del rpido desarrollo de la plantita. La cosecha fue excelente. Extrajeron poco mas de cinco toneladas de "angou" por hectrea, que Billy y Fred llevaron a Estados Unidos por ferrocarril. El cultivo, cosecha, carga y transporte hasta la estacin del "angou", constituy todo un acontecimiento, Los vecinos acudieron como en romera a presenciar el milagro. Bandera, orgulloso se senta envidiado y no desperdiciaba oportunidad para alabar la ayuda de Billy y Fred. "Ellos, deca, me financiaron, pagaron el agua, las contribuciones, a los peones, trajeron maquinaria especial y nos ensearon a manejarla, y ste es el resultado, una gran cosecha. Ahora a ver cual es el rendimiento econmico. Van a ir a Estados Unidos a vender el "angou", y ojal les vaya muy, bien, porque as nos ir a nosotros. Pas mas de un mes, y Billy y Fred no regresaban. La desconfianza empez a generase y los vecinos, a temer que hubieren timado a Bandera, que mas por orgullo que por conviccin, defenda la ausencia de los norteamericanos. "No es fcil vender a buen precio una cosecha tan

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grande, ya vendrn", repeta a cunto vecino pasaba por su casa para preguntar como "iba el negocio". La espera de Bandera no fue intil. Un buen da llegaron Billy y Fred cargados de dlares obtenidos de la venta de la cosecha. Traan papeles en los que constaba el precio a que haban vendido, y descontando los gastos escrupulosamente, dividieron con Bandera la ganancia, en verdad muy superior a la que hubiera alcanzado sembrando el tradicional arroz. Organiz Bandera una gran fiesta para celebrar el xito y como se dice tradicionalmente, "Ech la casa por la ventana". Trajeron mezcal bronco de la sierra, mataron tres "cerdos" gordos y grandotes, tres borregos, y contrataron a dos conjuntos musicales especialistas en sones de la tierra caliente para que no pasara un solo minuto sin msica. Empez la fiesta al filo del medio da, y termin cuando, ya borrachos los mas de doscientos asistentes, dormidos uno a uno. Con el calor del alcohol, llegaron los proyectos y las gratitudes. Billy y Fred, figuras centrales del agasajo, brindaban con todos y platicaban a todos sus proyectos para el siguiente ao. -- Si ste ao le fue bien a Bandera, el prximo ao les va a ir bien a todos. -- sentenci Billy. -- Tenemos el proyecto de sembrar el ao prximo, cuando menos, las dos terceras partes de las tierras cultivables de los valles con "angou". El que llevamos ste ao, les gust mucho en Texas, pero fue demasiado poco. Casi nos asaltan los compradores para llevrselo,--dijo a su vez Fred. -- Todos vamos a ser ricos en unos dos o tres aos de sembrar "angou", -- terci Bandera, ya eufrico por la cantidad de mezcal bronco que haba ingerido. -- Sera bueno, - propuso Billy -, que todos aquellos que quieran sembrar "angou" el prximo ao, me vayan dando sus nombres y las superficies que quieran sembrar. Nosotros visitamos las tierras, y si son adecuadas, de una buena vez buscamos la forma de financiar las siembras para empezar a tiempo el ao prximo y que podamos obtener una excelente cosecha que llegue al mercado norteamericano antes del que se cosecha en Texas y California. Las siembras all, empiezan hasta que sube el calor, all por mayo, y si de aqu lo podemos cosechar, sembrndolo en febrero, en abril, les inundamos el mercado a muy buen precio y no habr nadie que nos haga competencia -- y sin esperar mas, sac una libreta y empez a anotar los nombres y fueron quedndose

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ubicacin de los ranchos y terrenos en que los asistentes a la fiesta tenan intenciones de sembrar "angou". No faltaron contratiempos ocasionados por la euforia etlica de los asistentes, pero casi todos ellos giraron en torno al deseo de ser el primero en conseguir la visita de Billy y Fred a sus propiedades, para tener prioridad en la siembra del mentado "angou". Al da siguiente, en su camioneta "Ford", Billy y Fred se dedicaron a visitar los ranchos. En cada uno tomaban muestras de la tierra e inspeccionaban los sistemas de riego. Daban consejos de cmo corregir errores o mejorar la tierra y tales sistemas y en casi un mes, recorrieron los valles hasta agotar los pedidos de los propietarios que queran sembrar "angou". Lleg el da en que deban volver a Estados Unidos, y los propietarios de los terrenos y ranchos los despidieron con otra gran fiesta, pagada por todos "a prorrata", casi tan rumbosa como la que ofreci Bandera. Como en la fiesta anterior, nadie pudo entrar al local con su inseparable machete y obligaron a los asistentes a dejarlos en un lugar predeterminado a la entrada que, una vez completa la concurrencia se cerr con llave. Se trataba de evitar cualquier incidente que enturbiara la celebracin, ya que con los humos del alcohol los calentanos suelen ser belicosos, y como el uso del machete es cotidiano, ya que no solo los valles, sino todo el Estado se encuentra lleno de alimaas, vboras de cascabel, coralillos, cuatro narices, y nauyacas que inesperadamente aparecen dentro de las sementeras, ocelotes que ellos llaman jaguares, en cualquier parte en la que hay maleza, y muchos animales peligrosos mas, no hay habitante que no lleve bajo el brazo o colgado en la cintura un buen machete. Es aeja costumbre ensear a los nios desde su infancia el arte del manejo del machete y dotarlos, cuando cumplen doce aos, de uno de un costo al alcance de cada familia. Las familias acomodadas, encargan los machetes al vecino Estado de Oaxaca, hechos al gusto en la Forja de Aragn cuya fama ya rebasa los cien aos, decorados con motivos vegetales o animales, con el nombre del propietario y leyendas alusivas . "No me saques sin motivo ni me guardes sin honor", "Cuando esta vbora pica, no hay remedio en la botica" y muchas leyendas mas. Los de menores posibilidades econmicas, los encargan igualmente a la "Forja de Medina", tambin en Oaxaca y quines no tienen un ingreso alto, los compran de los que en cada pueblo del Estado se fabrican con hojas de muelle de automvil, de excelente acero, sencillos y utilitarios. El manejo del machete no es fcil, pero con la prctica que desde pequeos adquieren, llega el da en que lo utilizan para todo. Para la siembra, para el cultivo de las plantas arrancando

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a machetazos las yerbas nocivas, para la cosecha, para poder rboles, para bajar con certeros golpes la fruta sin lastimarla, y, desgraciadamente, en las frecuentes rias que tienen entre ellos. Su uso en stas ocasiones, es similar al que se daba a los floretes y sables. Sirve para la ofensiva y es una efectiva arma defensiva para detener los golpes del contrincante. En las pocas en que no se realizan labores agrcolas, organizan encuentros amistosos para ver quin es el que mejor lo emplea, ya sea en los trabajos del campo o del bosque o como arma, y en stos casos es muy rara la ocasin en que llegan a lastimarse. En la fiesta hicieron a Billy y a Fred mil y mil recomendaciones para que no fuera a fallar el proyecto "angou", y ellos a su vez prometieron volver tan pronto tuvieran listos los financiamientos para todos, fertilizantes indispensables y maquinaria necesaria para cubrir los valles con "angou". No falt la mosca en la sopa. Para la ltima fiesta, pidieron prestado un jardn sembrado por el propietario de la finca "La Compuerta". Era abogado, vecino de Bandera, y no quiso sembrar "angou". Seal como pretexto que tena un contrato por cinco aos para proveer de arroz a un molino en el vecino Estado de Morelos y eso se lo impeda, pero a sus ntimos, no les ocult la desconfianza que la "generosidad" de Billy y Fred le causaba. Lo increparon, lo acusaron de "envidioso", de resentido en contra de los americanos pues era el nico que no hizo amistad con ellos, y de mil cosas mas, pero a pesar de todo, prest de buena gana el jardn para la fiesta. A principios del mes de enero del siguiente ao, pasadas apenas las fiestas de los Reyes Magos, volvieron Billy y Fred a Iguala. Alquilaron una casa amueblada que adems habilitaron como "despacho", y convocaron a todos los "paisanos", que es la forma en que se tratan los habitantes de los valles, para iniciar los trmites para la siguiente siembra de "angou". Adquirieron a crdito y con el aval de los "paisanos", diez tractores "Caterpillar" D-4 para trabajo pesado en las fangosas tierras de los valles, rastras, arados de disco y de reja y cinceles y en menos de una semana, estaban abriendo las tierras para el cultivo del "angou". Contrataron con una empresa de fertilizantes, los abonos "especficos" que se requeran en cada terreno para la siembra y una buena cosecha y con las autoridades encargadas de la distribucin del agua , toda la que iban a necesitar, pagando por anticipado su costo para evitar problemas posteriores. Los "paisanos", a su vez, actuaron, siempre bajo la vigilancia de Billy y Fred como trabajadores en sus "terrenitos" y contrataron trabajadores para cuyo pago, Billy y Fred les hicieron pequeos anticipos a cuenta de la cosecha. Los empresarios no se daban abasto yendo

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de un lado a otro a supervisar las siembras en las casi doscientas hectreas que estaban sembrando de "angou". Da a da los valles se iban tiendo del color verde seco caracterstico de la planta de "angou", y da a da los paisanos aumentaban sus esperanzas en la cosecha, proyectada para noventa das despus de iniciada la siembra. En todos los valles no haba otro tema de pltica que no fuera el "angou". Las autoridades agrcolas del Estado, estaban tambin pendientes de la nueva siembra que tanto dinero le haba redituado el ao anterior a Bandera y casi a diario enviaban "extensionistas" para dar fe del desarrollo de la siembra. Lleg la fecha de la cosecha, y hubo necesidad de traer peones de las comarcas cercanas, para sacar a tiempo los frutos. Otro problema fue el empaque de la cosecha. Es una especie de vaina como de diez centmetros de largo y media pulgada de grueso, delicada en su trato, por lo que encargaron a un aserradero ubicado en la sierra "rejas" de madera suficientes, que compraron a crdito igualmente. Billy y Fred contrataron a una empresa propietaria de grandes "trailers" refrigerados para llevar el "angou" hasta Laredo, ya que dijeron, "...solo hasta ese lugar circulan autocamiones con placa mexicana..." y tuvieron que hacer mas de quinientos viajes. Concluyeron las maniobras de empaque, carga y envo hacia Estados Unidos . Billy se fue y Fred permaneci en la casa amueblada que haban alquilado. Iba a comer todos los das a los restaurantes del centro de Iguala, y pasaba todas las tardes en los cafs y en las neveras que se cobijan del inclemente sol bajo los gigantescos tamaridos de la plaza. Platicaba con todos los que a diario iban a preguntarle como se desarrollaba su negocio, y les daba constantes informes. --Ya tenemos compradores, pero todava el precio est bajo. Sali la cosecha de Florida y hasta que se acabe vamos a vender. Me dice Billy que estn ofreciendo mil dlares por tonelada, pero que si esperamos unos das, vamos a venderla en mil quinientos. Tenemos las mil doscientas toneladas en cmaras refrigeradoras, as que no hay mas que esperar unos das mas. Quedaban los "paisanos" contentos con las explicaciones y volvan cada dos o tres das a buscar a Fred para recibir nuevos informes, hasta que pasado un mes, Fred no acudi a los restaurantes del centro, ni a las cafeteras ni a las neveras. Lo buscaron en su casa, y no estaba. Los vecinos les dijeron --" que una maana sali como de costumbre en su camioneta "Ford" y no ha vuelto --

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Entonces fue cuando las dificultades empezaron. Las Agencias vendedoras de los tractores, los recogieron por falta de pago. Solo se les haba dado el enganche, y demandaron judicialmente a los paisanos que haban sido garantes de las compras con sus "terrenitos" y ranchos. El aserradero que estaba en la sierra, tambin entabl juicio en contra de Bandera por la falta de pago de las "rejas" y los "extensionistas" oficiales que haban observado y cuidado la siembra, el cultivo, la cosecha y el empaque del "angou", pretendan que se les pagara por "sus servicios". La empresa estatal de fertilizantes, amenaz con embargo a los "paisanos" si no se le pagaban los que fueron entregados a Billy y Fred. Saban los paisanos que el abogado propietario de "La Compuerta" realizaba frecuentes viajes profesionales a Estados Unidos y acudieron a verlo para que les ayudara a averiguar que es lo que estaba pasando. Les prometi hacerlo, y no solo eso, sino investigar cual haba sido el destino de las mil doscientas toneladas de "angou" sacadas de los valles de Iguala, Apipilulco y Cocula. En una semana les dio el primer informe. El "angou", fue llevado a la Ciudad de Mxico, en dnde lo trasladaron a otros grandes "trailers" refrigerados de una empresa americana especializada en ese tipo de transportes que lo condujo hasta Laredo, Texas. En sa ciudad, lo empacaron en cajas de una fuerte empresa distribuidora de alimentos que, hasta dnde pudo saberse, lo distribuy a los grandes almacenes de Texas, Nuevo Mxico, Arizona y California. Por la alta calidad del producto, su venta se realiz en poco menos de quince das, y ya no quedaba rastro del "angou". En la Secretara de Relaciones y las autoridades de Migracin, tenan registros de muchos Williams y Fredericks que ingresaron al Pas procedentes de los Estados Unidos, pero ninguno mantuvo su estancia en el por mas de quince o veinte das. Estaba a punto de realizar un viaje a los Estados Unidos y les prometi averiguar en la ciudad de Austin, capital del Estado de Texas a donde iba, quin o quines haban vendido ese "angou", y en donde podran ser localizados. En Estados Unidos no le fue difcil la tarea de localizar el "angou" procedente de Mxico y todo lo relativo a su comercializacin. Recab datos acerca de las lneas de transportes en que fue conducido a los diferentes mercados y nombres de los vendedores y adquirentes del producto. Ningn William y ningn Frederick. Tena el abogado poco mas de quince das de haber llegado a los Estados Unidos cuando, una maana despus de sus labores en la corte al llegar al hotel fue recibido por su esposa con una noticia al parecer ajena a todo lo que poda interesarle. En el loby de un elegante hotel en

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Houston, dos individuos asesinaron a machetazos a dos norteamericanos hospedados en el mismo con los nombres de Charles Brockington y Ebenizer Rodgers. Daba nota el Diario de que como a las nueve de la maana del da anterior a la fecha de la publicacin, entraron al hotel dos personas cubiertas con amplios impermeables de plstico, lo que a nadie extra porque llova incesantemente. Se apostaron frente a la administracin y esperaron a que los dos victimados entregaran la llave de su habitacin para atacarlos con machetes que manejaban con singular habilidad. Asestaron en menos de diez segundos, veinte machetazos a cada uno, principiando con varios asestados en la cara de las vctimas que los dejaron irreconocibles y salieron blandiendo sus mortales armas sin que nadie se atreviera a interferir en su camino hacia la calle. Segn testimonio del portero del edificio, dieron vuelta en la esquina y desaparecieron dejando abandonados los machetes y sus impermeables. Como llova copiosamente no haba casi nadie transitando por las calles, y no se saba mas. Tomo cartas en el asunto la polica, y examin el lugar del crimen y los machetes. Aparecan en el diario fotografas del loby del hotel con los cadveres tirados en mitad del saln, irreconocibles por los golpes dados en el rostro y salpicaduras de sangre en un radio de mas de diez metros. Los machetes y los impermeables encontrados en la calle Travis no tenan huellas de ninguna especie. "Seguramente usaron guantes " dijo el oficial de Homicidios que investigaba el caso. Haban sido adquiridos el da anterior en un Mall de las cercanas de la ciudad, de la mejor calidad que haba en existencia, marca "Collins" y el cajero del establecimiento recordaba que los adquiri una persona sin ninguna caracterstica que recordar, vestido a la usanza tejana, que no quiso adquirir fundas de cuero para los mencionados machetes y si dos impermeables, ya que llova incesantemente desde haca tres das y nada ms. De las personas que los emplearon en el lobby del Hotel Sonesta para asesinar , ni huella. A los pocos minutos del asesinato, la polica inici una incesante bsqueda en terminales de autobuses y aeropuertos. Se investig en agencias alquiladoras de automviles y lanchas y se boletin a todas las policas de los condados aledaos a Houston la "posible media filiacin de los asesinos sin resultado alguno hasta ese momento. Cundo hubo terminado de leer la nota y examinaba las fotografas aparecidas en el diario, coment su esposa: -- No crees, viejo, que los muertos hayan sido Billy y Fred, los que timaron con lo del angou a los paisanos ?

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-- No, -- contest el interpelado --, no creo que hayan sido capaces de ni de averiguar la identidad de los que los timaron, ya ves que trabajo nos ha dado y no hemos podido encontrar ningn indicio para ubicarlos y hasta sus verdaderos nombres ignoramos. -- Pero, -- insisti la seora --, solo los paisanos tienen una habilidad tal que puedan asestar veinte machetazos mortales a una persona en menos de diez segundos. Tu los has visto derribar un arbusto de veinte centmetros de dimetro en menos de veinte segundos a machetazos. Casi no se ve el machete de la velocidad con la que lo manejan. No creo que haya en el mundo nadie con tanta habilidad para manejar el machete como ellos. -- Insisto en que te ests imaginando cosas que no pueden ser. Cmo crees que van a venir a un pas extrao en donde ni siquiera conocen el idioma, solo a cometer un asesinato de esa magnitud. Los hubieran detectado en migracin, Tu has visto tambin que escrupulosos son los americanos para dejar pasar a extranjeros...y no, definitivamente me parece lo que estas diciendo es algo imposible. Permanecieron una semana ms en los Estados Unidos, y con curiosidad buscaron da a da en todos los peridicos alguna noticia mas del asesinato cometido en Houston. Nada nuevo. " Los investigadores continan con su labor y esperan resultados en fecha prxima..." Regresaron a Mxico, y un par de meses despus fueron a Iguala a ordenar se iniciara el "abordaje" para la siguiente siembra del arroz. Aprovecharon la ocasin para visitar a Bandera, informarle el resultado de sus investigaciones en Estados Unidos, y saber si haba algn progreso en el asunto del "angou". La respuesta de Bandera, les hel la sangre de las venas. -- Ya ni se hubiera molestado, mi "li", --les dijo tranquilamente y sin alterar el tono de su voz --No hay porque preocuparse, ya arreglamos el asunto.

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ROMULO GALLEGOS. Para mi inolvidable amigo Ignacio Acosta Lagunes. Don Rmulo Gallegos es quiz uno de los escritores mas conocidos de la Amrica contempornea. Sus novelas, han sido difundidas por millares en todo el mundo, y llevadas algunas al cine, han logrado un gran xito cultural y comercial. Enemigo nato de las cuestiones relacionadas con la poltica, pero siempre llamado por su gran popularidad a desempear puestos importantes en su natal Venezuela, se exili a Espaa all por los primeros aos de la tercera dcada del Siglo XX, para eludir el cargo de senador que quera que desempeara el gobernante en turno, Juan V. Gmez. Volvi a Venezuela en 1936 y fue designado Ministro de Instruccin Pblica y despus Diputado Nacional . En 1948, ocup la Presidencia de la Repblica meses despus de haber tomado el cargo. Vivi exiliado en Cuba y despus en Mxico, y de sta etapa de su vida es de la que nos ocuparemos en este relato real y verdico. Escaso de fondos como todo exiliado que ha sido honrado toda su vida, se vio en la necesidad de buscar trabajo en donde lo hubiera y lo encontr como Director de la Biblioteca del Ilustre y Nacional Colegio de San Nicols de Hidalgo, ya denominado Universidad Nicolaita. El cargo no era nada de lo que don Rmulo hubiera podido esperar, pero le permita vivir desahogada y tranquilamente, en la Ciudad barroca de cantera rosa asentada en el viejo Valle de Guayangareo, franqueada por las lomas de Punhuato y Santa Mara. siempre rodeado de admiradores que trataban de aprender algo de lo mucho que atesoraba, con los que casi a la fuerza acab por formar una "pea" que funcionaba en el hermossimo "Jardn de las Rosas" tarde a tarde. Un aciago da, la tranquilidad del inmenso literato se vio gravemente afectada. "Desaparecieron" de la Biblioteca a su cargo mas de cien volmenes sin que existiera huella de quin los haba sustrado. , pero en estas tierras "bananeras", un intelectual de su talla no puede durar en esos puestos y fue derrocado pocos

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-- Maestro -- le aconsej uno de sus empleados. -- No tiene por que preocuparse. En todas partes suceden cosas como sta. Usted no tiene culpa alguna y no hay mas que acudir al Ministerio Pblico a denunciar los hechos,. Al seor Procurador de Justicia es al que corresponde averiguar quin ha sido el ladrn y recuperar lo robado. Vamos de una vez. Su oficina est ubicada en los bajos del antiguo Palacio Jesuita , hoy Palacio de Gobierno y yo creo que con mucho gusto lo va a atender a usted, ya que bien lo conoce.-Para fortuna del Maestro, ( as con mayscula), era Procurador de Justicia del Estado de Michoacn por uno de esos raros designios del destino, un abogado que nada tena de jurista. Don Antonio Arriaga Ochoa se vio Escritor, poeta, Antroplogo y musegrafo de altos vuelos,

obligado a aceptar el cargo por la gran amistad que lo una con el seor Gobernador del Estado, y a pesar de ser algo que no le agradaba, lo desempeaba decorosamente. Acudieron al Palacio de Gobierno, y solicit don Rmulo se le permitiera hablar con el seor Procurador que al saber de su presencia en la oficina, no orden que lo pasaran a su privado, sino personalmente sali a recibir al autor de "Cantaclaro" , Doa Brbara" y tantas novelas mas . --- Maestro -- le dijo tendindole los brazos. -- A que debemos el honor de su visita. Pase por favor y jams vuelva a anunciarse. Estamos obligados todos a tener las puertas abiertas para usted. En que podemos servirle. Pas don Rmulo que a pesar de su gran experiencia no acertaba la forma de iniciar la denuncia. Trag saliva y titubeante relat al funcionario la desgracia que haba ocurrido en la Biblioteca a su cargo. -- Ni se preocupe, Maestro -- contest el funcionario. --Esto ha sucedido muchas veces. Algunas ocasiones son ladrones que desgraciadamente roban los libros para venderlos en "cuartilla" porque ni siquiera saben de que se trata. Otras son ladrones ilustrados que los roban para tenerlos en sus bibliotecas ante la imposibilidad de comprarlos, bien por pobreza o por que se trata de ejemplares raros. Pseme usted la lista de lo robado y en primer lugar, voy a hablar con el seor Gobernador para que los ttulos que sea posible reponer le sean comprados por el Gobierno del Estado, y adems, vamos a levantar el acta correspondiente, porque no se vale que haya gente que lesione los intereses de todos en esa forma. -- Micaelita -- llam en voz alta don Antonio-- Venga y que le traigan su mquina de escribir, porque vamos a levantar un acta aqu en mi oficina.

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Entre personas que "hablan el mismo idioma" lleg la mquina

no hace falta nada para iniciar una

conversacin, y dos literatos pronto encuentran motivos de pltica, por lo que lleg Micaelita, y los conversadores tardaron mas de media hora en notar su presencia, enfrascados en una disertacin acerca de la cantera rosa de la que est construida la Antigua Valladolid, hoy llamada Morelia en homenaje al hroe don Jos Mara Morelos, que naci en sa Ciudad, y de la cantera verde que es caracterstica de la Ciudad de Oaxaca, cuyos componentes qumicos, sealaron, son iguales con la diferencia que la cantera de Oaxaca contiene algo de fierro que al oxidarse, la vuelve verde. Micaleita, muy entretenida en escuchar la pltica, ni siquiera ruido haca, hasta que el sonido estridente del aparato telefnico interrumpi aquella culta disertacin. Los conversadores volvieron a la realidad y el seor Procurador orden se iniciara el acta. -- Como se llama ? -- pregunt mecnica e inquisidoramente Micaelita que en su vida no haba hecho otra cosa que levantar actas de denuncias hechas ante el Ministerio Pblico en el que laboraba desde haca mas de treinta aos. -- Rmulo Gallegos -- contest el literato. -- Donde Naci ? -- continu interrogando Micaelita. -- En Caracas, Repblica de Venezuela en el ao de 1884.--- Sabe leer y escribir ? --... Don Antonio Arriaga peg un brinco ante la pregunta que escuch, pero antes de que tuviera oportunidad de intervenir en el interrogatorio, el maestro, impvido, respondi a la pregunta de Micaelita. -- Leer, si --. -- Maestro, -- dijo el Procurador casi a gritos -- disclpeme y disculpe a Micaelita, toda la vida ha hecho el mismo interrogatorio y no supo que en ste caso deba variarlo, escritor . Muchas gracias! pero con su respuesta, usted me ha dado la mayor leccin que he recibido en mi vida de aprendiz de

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LA QUE SE FUE.
Para Graciela.

Tengo dinero en el mundo, Dinero maldito que nada vale... aunque me miren sonriendo la pena que traigo ni Dios la sabe

Eran ya tres das que el ruido ensordecedor de la sinfonola colocada en la nica


cantina del Pueblo turbaba la sempiterna tranquilidad de sus pacficos habitantes . Una vez, tras otra, con breves intervalos de slo unos minutos, repeta la misma cancin del compositor guanajuatense Jos Alfredo Jimnez cantada por l mismo, acompaado del mariachi de Don Silvestre Vargas , sin que nadie hiciera el menor intento para evitar ese ruido. Para los habitantes del pueblo se trataba de un fenmeno natural y disculpable. Don Arturito, el querido Juez de Primera Instancia, estaba totalmente ebrio, desahogaba su dolor , sin que hubiera poder humano que lo calmara. Recordaban los vecinos la tarde aquella, haca ya casi un ao, cuando Arturo estaba feliz. don

Gracielita, nica hija de doa Hermelinda, la mesonera mas

famosa del lugar, que tena su casa de asistencia precisamente en la Plaza Principal, frente al Palacio Municipal. Gracielita que a la sazn tena veintids floridos aos, y que sin lugar a dudas era la muchacha mas bonita, mas dulce y amable del pueblo, codiciada por todos los jvenes casaderos, le haba dado el muy largo tiempo anhelado "s". Recordaban como, a partir de entonces, don Arturito, cuando transitaba por las calles en camino al Tribunal, saludaba afectuosamente a todo aquel que se cruzaba con el, lo conociera o no lo conociera. Si era alguien a quin hubiera visto alguna vez, no solo so, lo abrazaba efusivamente y lo haca partcipe de su inmensa dicha.

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En el Juzgado, aquel joven abogado que haca un par de aos lleg a hacerse cargo del puesto de Juez de Primera Instancia rodeado de una aureola de misterio, respetado y temido por sus empleados , por litigantes, defensores y procesados, adusto e impasible, siempre vestido elegantemente, con traje de casimir ingls, chaleco de fantasa, camisas blancas almidonadas de cuello duro , corbata de moo y zapato de charol, haba logrado en pocos meses la proeza de poner al corriente un Tribunal donde su antecesor, el Juez Casimiro Robledo , Juez por mas de treinta aos quien lleg como "interino" y permaneci en el puesto hasta su sentida muerte, tena rezagados expedientes de mas de diez aos sin que a nadie molestara el hecho porque "don Casimirito" como con cario le llamaba todo el pueblo, era bonachn, amable, amiguero, borrachn, excelente jugador de "rentoy" e ingrediente indispensable y principal orador en todas las fiestas, bodas, conmemoraciones y saraos que hubo en el pueblo durante su larga estancia al frente del Juzgado. Tena ms de trescientos ahijados, y naturalmente, otros tantos compadres a los que conoca y llamaba por su nombre a pesar de sus cerca de setenta aos. Lleg don Casimiro Robledo al pueblo huyendo de la Capital, a la que atribua todas sus desgracias. Un cambio brusco en la poltica y lo corrieron del Juzgado Segundo de lo Civil, en el que era titular, para nombrar en su lugar al cuado del seor Diputado del Distrito, muchacho inexperto que ni siquiera tena ttulo de abogado, hecho que le doli profundamente a l, que se haba titulado con todos los honores en la Escuela de Leyes y haba desempeado el cargo de Juez en forma intachable durante mas de quince aos, da y noche, privndose de diversiones y paseos por cumplir con su ministerio... Ejerci durante algn tiempo su profesin con xito, pero las desgracias lo arrinconaron. La suerte le volvi la cara. Se incendi su casa. Falleci su esposa al dar a luz al que iba a ser su primognito. El nio tambin falleci. Otro cambio en la poltica llev a la Presidencia del Tribunal Supremo de Justicia a un amigo que haba trabajado con l como su Secretario en el Juzgado Segundo de lo Civil. Lo fue a buscar hasta su despacho y le suplic que lo ayudara a resolver el grave problema que haba en uno de los pueblos perdidos en la sierra, donde haban matado al Juez, al Secretario, al Defensor de Oficio y al Agente del Ministerio Pblico porque se negaron a dejar en libertad al hijo del cacique, detenido por homicidio.

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A regaadientes acept hacerse cargo del Juzgado en forma interina, "por poco tiempo", mientras trataba de olvidar sus grandes tragedias. Lleg al pueblo amargado y triste, y por uno de esos raros designios del destino, fue recibido por todos como un hroe salvador a pesar de que nadie lo conoca. Se aloj en la Pensin de doa Hermelinda, que le asign un cuarto con bao privado , en el que haba un "tocador" victoriano de madera de raz de nogal, con una gran luna francesa, lavamanos de porcelana de Sevres blanco, con adornos de flores y jarra para el agua de los mismos materiales y colores, adems un inmenso ropero de dos puertas, tambin victoriano de raz de nogal, con dos espejos igualmente franceses, una mesa y dos sillones, tena vista a la calle principal, en el lado poniente del corredor que, en forma de cuadro, rodeaba un agradable jardn con una fuentecilla en el centro, y le daban "pensin completa"; es decir, alojamiento en la recmara siempre albeando de limpia, las tres comidas , lavado de ropa y sobre todo, compaa y entretenimiento. Don Casimirito, como empez a llamarle todo el pueblo, se integr a la familia de doa Hermelinda, recin casada con el administrador de correos del lugar, con quien unos cuantos aos despus, tuvo una hermosa hija a la que llam Graciela. Don Casimiro fue padrino de bautizo y la pequea fue la primera de sus despus innumerables ahijados. Pasaron sin sentir los aos para don Casimiro que fue ganando poco a poco el afecto , la confianza y el respeto de los habitantes del pueblo. Una maana, como a las doce del da, corri por el pueblo la fatal noticia. Mientras Don Casimirito celebraba una audiencia, cay como fulminado por un rayo. Un infarto generalizado lo mat casi inmediatamente. Los habitantes del pueblo no donde podan creerlo, no queran creerlo y en tropel se dirigieron a la vieja casa

funcionaba desde haca mas de cincuenta aos el Juzgado Mixto de Primera Instancia. Llego el doctor Peregrina y examin el cuerpo. Nada haba que hacer. La muerte haba sido instantnea. Llantos y rezos. Poco tard el seor cura en llegar y dispuso llevaran el cuerpo del difunto a la Parroquia en donde deberan celebrarse la velacin, y misas de cuerpo presente cada hora. El seor Presidente Municipal, en forma inslita,

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permiti la salida de los detenidos en la crcel municipal, para que asistieran a las exequias de Don Casimirito. Al entierro asisti todo el pueblo, y el camposanto fue insuficiente para cabida a las ofrendas florales que los habitantes de la villa llevaron al fallecido Juez. Permaneci el Juzgado sin titular por algunos das, hasta que lleg Don Arturo, joven abogado serio y formal cuyo desempeo en el Poder Judicial se inici cuando aun era estudiante de derecho, como mecangrafo, ascendiendo paso a paso en el escalafn, hasta ser designado Secretario muerte de Don Casimiro Robledo. Cuando lleg al pueblo, se aloj en el nico hotel que exista, y se dedic a buscar una casa que rentar, y con ese propsito fue a visitar a la mesonera en busca de ayuda. No hizo ms que franquear la puerta y quedar extasiado ante la bella Gracielita, que lo recibi indiferente y tras un fro saludo, entro en la casa a llamar a su madre. La mesonera ofreci al nuevo Juez alojamiento en la recmara que fuera del difunto Don Casimirito que, por cierto, por afecto al difunto, no haba rentado a nadie doa Hemelinda ni variado en nada su mobiliario y aspecto. La vieja cama de latn ; el tocador victoriano con espejo francs, lavamanos de porcelana blanco con flores de colores y jarra para el agua de los mismos colores; el gran ropero de dos lunas y el viejo escritorio "de cortina" que compr don Casimiro al hacendado de "La Pursima" y en el que el antiguo juez sola trabajar por las tardes, cuando no tena invitaciones para fiestas y saraos, repleto aun con los libros de derecho del difunto, y la mecedora "tlacotalpea" que le trajo de Veracruz un preso liberado luego de haber cumplido su condena, y en la que descansaba largas horas leyendo o platicando con los muchos amigos que iban a visitarlo. Le puso doa Hermelinda la misma condicin que a Don Casimiro: "Pensin completa", es decir, que en el comedor de la casa le seran servidos sus tres alimentos como parte del pago que convenido; lavado de ropa y trato familiar. No poda pedir nada mas. Sali lleno de ilusiones directamente a recoger su equipaje al hotel y esa misa noche, ya durmi en su nuevo hogar que mientras fue por y posteriormente Juez , cargo que desempeaba en uno de los distritos del norte del Estado cuando se supo de la sbita dar

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sus maletas,

fue arreglado por la mesonera y su hermosa hija, sin que faltara un

florero con rosas del jardn de doa Hermelinda sobre el escritorio que, Arturo pens, haba colocado Gracielita para halagarlo. Equivocado estaba, Gracielita no mostraba ningn inters en l, y el ramo lo puso la mesonera. Desde el momento en que lleg, su atencin se centr en la hermosa hija de ocasiones en que el se haca presente

doa Hermelinda Basurto, que lo mantena en una constante zozobra pues ni siquiera volteaba a mirarlo, a pesar de las tantas cuando y donde saba que iba a estar Gracielita. Si la seorita estaba regando el jardn o cortando las flores, l sacaba la mecedora y se sentaba a verla desde el corredor. Si la seorita iba a desayunar, muy temprano, pues tena mltiples ocupaciones en la Parroquia, el desayunaba temprano, pero todo en vano. Ni siquiera lo miraba. Corrieron los das y los meses y Gracielita continuaba impvida ante los galanteos constantes de Arturo. Le serva la mesa , le arreglaba el cuarto en cunto sala al Juzgado. Le llevaba la ropa esmeradamente lavada y planchada , pero no se detena ni siquiera a verlo de frente en ningn momento. La situacin no pasaba desapercibida para doa Hermelinda y en una ocasin que Gracielita haba ido a la Parroquia a llevar los ornamentos del altar, que abord al seor Juez y sin confeccionaban en forma excelente madre e hija, para ella. Arturo no encontraba palabras para expresarle a la atribulada y desconfiada madre, que apenas lo conoca, lo que senta ya por Gracielita, debidamente. Le explic que era hijo nico de hacendados ricos , pero que nunca pens en ser hacendado ni cuidar las tierras y ganados de su padres, sino abrirse paso sin su ayuda en una carrera para la que senta vocacin. Contra la voluntad de su padres march a la capital a estudiar la carrera de derecho, pues soaba con ser juez. El mismo se coste sus estudios trabajando en los tribunales como escribiente, archivista, notificador y secretario hasta llegar a Juez, por sus propios mritos. Pensaba casarse y formar un hogar con muchos hijos, sin importarle la herencia que sus padres le y decidi presentarse

prembulos, le pregunt si en verdad le gustaba su hija, y si tena buenas intenciones

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dejaran por ser hijo nico, sino con lo que el pudiera obtener con el desempeo de su profesin. Que en verdad estaba profundamente enamorado de Garcielita, aunque notaba una excesiva frialdad en ella, y que, sin dudarlo, la pedira en matrimonio si ella lo aceptaba. A la confesin de Arturo, sigui la de doa Hermelinda. Ella tambin le "haba echado el ojo" al nuevo juez. Su nica hija era Gracielita. No tena a nadie mas en la vida, ni hermanos ni padres ni parientes . Desde luego, se senta ya cansada y no tendra reposo hasta saber que su hija haba encontrado su camino en la vida, que haba formado hogar con un hombre honrado, que la quisiera en verdad y que la respetara y le prometi hablar con la muchacha sobre el asunto. Pasaron los das y la situacin en la posada era tensa. Gracielita ni siquiera saludaba al Juez, y Doa Hermelinda, poco le hablaba y rehua todo encuentro con l, hasta que un da, a la hora del desayuno, y aprovechando la ausencia de la chica, la posadera le espet al odo: -- Licenciado. Mi hija dice que usted nunca va a misa, y que por ello, no es usted catlico. Que usted le agrada, pero que no quiere tener ninguna relacin con un ateo, porque el seor Cura as se lo ha aconsejado, Que los ateos son personas en las que no se puede ni debe fiar. Yo le aconsejo que busque la manera de hacerle notar, tanto a mi hija como al seor Cura, que no es usted lo que ellos creen. A partir de ese da, las visitas del seor Juez a la Iglesia, se hicieron frecuentes. Habl con el seor Cura y le explic que era un ferviente catlico, pero que, por consejo del Seor Presidente del Supremo Tribunal de Justicia se haba ausentado de la Iglesia porque en varios de los Distritos del Estado existan conflictos religiosos y el no quera que esos problemas fueran a estorbar en su funcin de Juez. Le explic el seor Cura que ese no era el caso de la Villa. Que ah, todos los habitantes eran catlicos y que haba recibido diversas quejas relacionadas con su conducta, tan alejada de la Iglesia, que los habitantes consideraban impropia de una autoridad judicial, y lo invit a que, poco a poco, para que no se fuese a mal interpretar,

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fuera a la Iglesia, sobre todo a la misa dominical de las doce, a la que llegaba la mayor cantidad de feligreses. As lo hizo Arturito y a las pocas semanas, not el cambio que se haba

experimentado en Gracielita . Ya lo trataba en forma mas amable y le sonrea, sobre todo, cuando en la misa pasaba con la charola recogiendo las limosnas, lo que lo obligaba a ser sumamente generoso en sus donativos. Poco a poco se fue rompiendo el hielo, y las plticas entre el Juez y la hija de la posadera eran cada vez mas frecuentes y mas largas. Arturo senta miedo de ser rechazado por Gracielita, as que aprovech la oportunidad que le brind el cumpleaos de su madre para invitar a la posadera y a su hija, a la fiesta que se iba a celebrar en la hacienda de sus padres all a la orilla del mar en el Estado de Veracruz. Con cierta reticencia, y previa consulta con el seor Cura al que le pareci estupenda la idea porque a l tambin lo haba invitado Arturo, acept la posadera y acept su bella hija. Llegada la fecha de la partida, el juez pas primero a recoger al seor Cura y con el a bordo de su automvil, fue por la posadera y su hija que no podan disimular el gusto que les daba la oportunidad de ir al mar y a la fiesta. Arturo se encarg el equipaje que acomod con gran pericia en la cajuela del vehculo haciendo que cupiera a pesar de se muy numerosas las valijas tanto de las invitadas como las del seor Cura, y emprendieron el viaje, que tuvo una duracin de mas de cuatro horas y en el que por carreteras asfaltadas y caminos de tierra, entre tumbos y zangoloteos llegaron por fin a la hacienda, ya entrada la tarde. Iban todos los pasajeros felices, comentando las incidencias del viaje y la gran variedad de paisajes que disfrutaron, hasta que, traspusieron la entrada de la hacienda, una gran verja de hierro que daba acceso a un hermoso jardn al fondo del cual, iluminada como ascua, destacaba la casa. La calle de acceso, estaba bordeada por sus padres, sus frondosos flamboyanes y en la terraza de la casa, a la que se llegada despus de subir cinco escalones, esperaba reunida toda la familia de Arturo, doce primos y tos, el seor Cura , el sacristn de la Parroquia cercana y toda la

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servidumbre que los recibi con aplausos y ramos de flores cosechadas en el jardn de la finca especialmente para Doa Hermelinda y Gracielita. Vinieron despus las presentaciones , los brindis por la seora que al siguiente da cumpla aos, una esplndida cena con alegre sobremesa que solo se interrumpi cuando el padre de Arturo hizo notar que los viajeros deban estar fatigados por el viaje y era conveniente que descansaran para que estuvieran listos para la fiesta. Los condujeron a las habitaciones previamente preparadas para cada uno. La mejor , la que estaba ubicada en la esquina de la parte alta al final de uno de los corredores y que tena dos balcones para el jardn, Hacienda, misa a la que gentilmente fue desde luego para el seor Cura, al que se ofreci ayudar el cura de la Parroquia invitaron a decir la misa de ocho de la maana del da siguiente en la Capilla de la cercana, cosas que llenaron de gusto y de orgullo al seor Cura. En el cuarto situado al lado del que ocupaba el Cura, acomodaron a doa Hermelinda y a Gracielita . No pudieron dormir todo el tiempo que hubieran querido, A las doce de la noche lleg Arturo con un conjunto jarocho para dar serenata a las visitas. Cantaron las canciones del gusto del seor Cura y de doa Hermelinda, porque Arturo ignoraba aun los gustos su pretendida y completaron el elenco con algunas composiciones propias para la ocasin, retirndose casi a las dos de la maana. Muy puntuales acudieron elegantemente vestidos para la ocasin, la festejada, los anfitriones y los invitados. Al seor Cura hubo de prestarle ornamentos para decir misa, cosa que hizo el Prroco local. La Capilla de la hacienda luca como nunca, profusamente iluminada, con ramos de azucenas, alheles y claveles blancos por todas partes y se cant una Misa solemne con efusivo sermn a cargo del Prroco local, y acompaamiento de un organista y dos cantantes trados desde la Capital que entonaron en homenaje a la festejada el "Ave Mara" de Schubert , el "Suelo de Amor" de Franz Lizst y la Obertura "Poeta y Campesino" de Franz Von Supe. Pasada la ceremonia religiosa, en el gran jardn de la hacienda, donde haba mesas para los ms de doscientos comensales que momentos antes llenaran la Capilla, se sirvi un suculento desayuno, con docenas de platillos regionales y otros especiales, que eran de lujo en la tierra de doa Hermelinda y Gracielita para cuya elaboracin, Arturo mand traer sin avisar a la posadera, a la cocinera que aquella

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tena a su sorpresa.

servicio, gesto que lejos de molestar a la seora le causo una grata

Nuevo discurso del Prroco local en el que enalteci las grandes cualidades cristianas de la madre de Arturo y del hogar que tena formado. El agasajo en todo momento estuvo amenizado por otro conjunto jarocho en el que el repentista, hizo constante alusin a la belleza y cualidades de Gracielita, y enton briosamente Ariles y mas ariles, ariles de aquel que vino, A darle agua a su caballo, y se le muri en el camino. Pare msica! Gracielita, Gracielita, Capullito de alhel, Lucero de la maana Botn de rosa sutil, Estrellita de la noche, que bueno que ests aqu!

Ariles y mas ariles, ariles de aquel que fue A darle agua a su caballo y se le muri de sed.... Ariles y mas ariles, ariles del carrizal Me picaron las abejas, pero me com el panal...l

Pare msica! Hermelinda linda linda Linda linda es tu Graciela Pelo y ojos de azabache Boca roja carmes Talle y donaire de reina, Que bueno que ests aqu !

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Los atronadores aplausos de la concurrencia Hermelinda,

hicieron que Gracielita y doa

profundamente satisfechas se ruborizaran y terminado el almuerzo,

empezaron los dems festejos organizados en homenaje a la madre de Arturo. Carreras parejeras en las que tom parte Arturo, que cambi su solemne traje de Juez por el atuendo campero , y gan montando en pelo una yegua alazana de dos aos, dosalba y lucero, la de su oponete, un joven propietario de una hacienda vecina a la de sus padres, una hermosa yegua retinta con la grupa atostonada que, sudoroso y lleno de polvo, de inmediato regal a Gracielita. No faltaron en la fiesta jaripeos, piales, manganas y "paso de la muerte" en el lienzo charro de la hacienda, suertes en las que Arturo demostr nuevamente ser ducho, y que lentamente fueron cambiando le llev los cinco "anillos" que el semblante antes adusto de Gracielita, que sonri y le avent un beso con la mano a Arturo cuando ste, montando un caballo palomino, y, como nunca antes en toda su vida, se sonroj. Los festejos terminaron ya bien entrada la noche, con un baile en el jardn interior de la finca regiamente iluminado y adornado con flores blancas, en el que Arturo y Gracielita bailaron incansablemente con la complacencia de doa Hermelinda y los padres del Juez, hijo. A la maana siguiente emprendieron el regreso. Arturo deba estar en su oficina en la que tena pendientes algunos casos de "trmino" inaplazable y con profunda pena, concluyeron las fiestas, aunque doa Hermelinda , muy complacida por la hizo solemne promesa de repetir la visita a la hacienda formalidad del seor Juez, que no desperdiciaron ocasin para ponderar las cualidades de su obtuvo al triunfar en la carrera de "listones". Arturo estuvo a punto de caer del caballo

para conocer los famosos criaderos de ganado "Santa Gertrudis" y ceb "Gyr" que haban dado fama y dinero al padre de Arturo. A los pocos das, antes de que se borrara la impresin de la visita a la hacienda de sus padres, Arturo decidi por fin a pedirle a Gracielita que aceptara ser su novia. La abord una maana soleada despus del desayuno en el jardn de la casa. Para su sorpresa, la bella nia acept complacida, con las nicas condiciones de que hablara con su madre y con el seor Cura que, si estaban de acuerdo ella tambin lo estaba, as como que sus relaciones de noviazgo fueran cuando menos de un ao, para

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conocerse mejor. No supo el adusto juez ni que contestar, dio un sonoro beso a la chica en la mejilla y sali de la casa radiante de felicidad. Los meses pasaron . El noviazgo formal se llevaba a cabo todas las tardes cuando el juez volva de sus menesteres en la sala de la casa de doa Hermelinda, bajo su inquisitiva mirada mientras ella teja y teja sin intervenir en la pltica de su hija y el ya novio oficial Juez Arturo. Los domingos acudan juntos a la misa de doce y despus daban vueltas a la plaza tomados del brazo, a la vista de todo el pueblo en el que los hombres miraban con envidia a Arturo, y las mujeres miraban tambin con envidia a Graciela. Sin duda alguna ambos eran los mejores "partidos" del lugar. Por las tardes la pareja paseaba a caballo por el pueblo. Arturo montado en su caballo Palomino que trajo de la hacienda sobre una silla de cantinas, piteada, y Gracielita, a mujeriegas en la yegua que gan Arturo en la carrera "parejera" , regia montura trada de Espaa, sentada en una fabricada ex profeso para ella en Jerez de la

Frontera . Para todo el pueblo, eran una pareja feliz con un gran porvenir . Transcurri el ao "de prueba" y los padres de Arturo llegaron un buen da al Pueblo para pedir a doa Hermelinda la mano de Gracielita para su querido Arturo. Doa Hermelinda organiz para la ocasin una gran fiesta en la que materialmente "ech la casa por la ventana". Invit a todo el pueblo y pidi al seor Cura que en esa fiesta, dijera un sermn y bendijera a la feliz pareja. Se fij fecha para la boda y de inmediato se iniciaron los preparativos . Arturo mand traer de Pars el vestido de la novia y todas las donas que usara Gracielita; se hizo cortar un traje negro de casimir ingls porque a su novia le pareci muy ostentoso un jaqu. Dos das antes del sealado para la boda, llegaron a la Villa los padres de Arturo, acompaados de un gran squito compuesto por parientes y amigos . Tomaron la totalidad de los cuartos del hotel del pueblo para alojarse . Trajeron tambin casi una tonelada de flores blancas especialmente sembradas y cosechadas en la hacienda para la tan esperada fecha. El da de la boda, todo era nerviosismo en el hotel al que Arturo se haba cambiado desde la llegada de su padres, para salir de ah a su boda con Gracielita.

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Nunca en la memoria de los habitantes de la villa, se recordaba un adorno de la Parroquia como el que luca ese da. Adems de la tonelada de flores blancas, el seor cura mand colocar reflectores , lmparas y grandes velas en cuanto lugar pudo. Faltando diez minutos para las doce, ataviados de gran gala llegaron al prtico de la Parroquia Arturo, sus padres amigos y paisanos que vinieron desde Veracruz a la boda. El atrio estaba lleno con los habitantes de la villa que ansiosos esperaban el que sin duda alguna iba a ser el mas fastuoso de los acontecimientos ocurridos en muchsimos aos. Llegaron casi al mismo tiempo, a bordo de seis vehculos, el seor Presidente del Supremo Tribunal y los seores Magistrados solemnemente vestidos para la ceremonia. El seor presidente y los padres de Arturo seran los padrinos en la ceremonia. Desde de unos das antes empezaron a llegar docenas de regalos para la pareja, regalos que doa Hermelinda, orgullosa, fue acomodando en la gran sala de su casa y parte del corredor, por la gran cantidad que de ellos haba ya. Caus sensacin el regalo que envi el Gobernador del Estado, disculpndose de no poder acudir a la boda por haber sido llamado a la Capital. Dieron las doce y Gracielita no llegaba. La una y Arturo impaciente, a pesar de la supersticin de que no deba ver a su novia antes de la boda, con paso veloz fue a la posada de doa Hermelinda. Todo era confusin. La buena posadera sin arreglarse, con el pelo alborotado lloraba a mares. Arturo pens que Gracielita se haba muerto, porque solo as poda esperarse una situacin como la que encontr. Pudo por fin lograr que doa Hermelinda se calmara un poco, y el que estuvo a punto de morir fue l. Le relat la posadera que como a las cinco de la maana, escuch ruidos en la recmara de la joven casadera y pens que la haba levantado la ansiedad por ser el da de su boda. Acudi presurosa a calmarla y encontr a Gracielita empacando unas cuantas cosas, para fugarse en la "corrida de las seis de la maana" con un chofer de la lnea de camiones que haca el servicio al pueblo, al que conoci solo quince das antes. donas listas para ser usadas. Arturito sinti que lo fulminaba un rayo, pero surgi en l el juez, y recordando su investidura, plido como una vela, pero sin perder la cordura, volvi a la Parroquia y En la recmara estaban cuidadosamente colocados sobre sillas el traje de novia trado de Pars y todas las

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solemnemente

comunic a los que estaban congregados frente al prtico, que se Dado su estado, nadie pidi explicaciones. Acompa a los

suspenda la boda.

seores Magistrados a sus automviles y a sus padres al hotel, y desapareci. Una vez que los invitados se hubieron marchado, fue". Llevaba ya tres das ebrio bebiendo ron y comiendo unicamente las botanas que el ya muy cansado cantinero le serva . El seor Cura pens que solo doa Hermelinda poda sacarlo de ese lugar y fue a pedir permiso al seor Presidente Municipal para que la dama pudiera penetrar en la cantina. Lo convenci y fue el religioso por la seora que tambin estaba desecha moralmente por la incomprensible conducta de su hija. Tena los ojos hinchados de tanto llorar y tard un largo rato en "prepararse " para la comisin que el seor Cura le impona. Frente a la cantina estaban, respetuosos y apesadumbrados por lo que haba ocurrido al seor juez, unas dos docenas de personas esperando el final de esa situacin. Teman que la desesperacin llevara a Arturo a una solucin drstica de su problema y haban instruido al cantinero y a su hijo que lo relevaba en la atencin del seor juez, para que no le quitara los ojos de encima y evitara en su caso una fatal determinacin de Arturo. Entr doa Hermelinda a la cantina y, durante ms de una hora, ces la msica. Los que esperaban impacientes frente al local, en especial los fieles empleados del Juzgado de Primera Instancia, pensaron que la posadera haba logrado convencer al seor juez de lo intil de su actitud, cuando nuevamente el atronador ruido de la sinfonola turb la paz de la plaza de la villa. "La que se fue", cantada por su autor el compositor guanajuatense Jos Alfredo Jimnez, acompaado del Mariachi de don Vargas de Tecalitln, slo que en sta ocasin, el estribillo final lo acompaaron con voces desentonadas y aguardentosas Doa Hermelinda y el seor Juez.. Ya pa' que quiero riqueza Si voy con el alma perdida y sin fe Yo lo que quiero es que vuelva Que vuelva conmigo, la que se fue ! se encerr en la cantina y

empez a todo tocar con todo el volumen que la "sinfonola " poda tener, "La que se

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EL CANAL DE SANTA ANITA. Parece que fue hace ms de doscientos aos y sin embargo, slo han transcurrido setenta y cinco, desde un bienaventurado da en que a mi padre se le ocurri llevarnos, a mis hermanos y a m, a Xochimilco, lo cual no tendra ninguna importancia si lo hubiera hecho mediante un transporte pblico o en su automvil, pero no, nos llev a bordo de una trajinera de las que circulaban por el Canal de Santa Anita hasta el muelle Nacional, en el ..lugar de la milpa de flores. Me dan ganas de llorar slo de pensar en Qu hemos hecho los habitantes de la otrora zona ms transparente del aire--, como deca el maestro Alfonso Reyes al referirse al valle de Mxico.Cmo hemos podido, cmo han podido nuestros gobernantes-negociantes,junto con nuestra abulia cmplice destruir un patrimonio natural e histrico tan grande y tan hermoso como el que algn da existi? Pero, no es el lamento el objeto de este pequeo relato, trato slo de rememorar algo definitivamente perdido y procedo a ello. El Canal de Santa Anita tena su embarcadero en pleno corazn de la Ciudad de Mxico, en el Barrio de San Pablo, esquina de lo que hoy son las calles de Roldn -antes del Embarcadero-, y San Pablo. Conclua tambin en el corazn del idlico pueblecillo que presida y preside an el imponente convento de San Bernardino, construdo en el Siglo XVI. Con un promedio de veinte a veinticinco metros de ancho, estaba bordeado, de principio a fin, por esbeltos Huejotes ( el rbol viejo ) de ms de veinte metros de alto y, espordicamente, adornaban sus riberas milenarios Ahuehuetes de gruesos troncos y largas ramas que desde tiempo inmemorial haban sido sombra obligada para que los labriegos habitantes de la zona se protegieran del sol inclemente del medioda. A su llegada a Xochimilco, atravesaba largas filas de chinampas apuntaladas por sus cuatro vientos con una mayor cantidad de Huejotes que protegan de los vientos a las sementeras , sembrados de flores y hortalizas, y convertan el paisaje en un incomparable vergel. Desde las cuatro de la maana se iniciaba el trnsito de trajineras, ( lanchones de tablas con piso plano , quilla y popa que formaban parte del piso y slo estaban ligeramente inclinadas hacia arriba, para permitir a la trajinera bogar indistintamente hacia adelante o hacia atrs, impulsadas por un gran palo que un humano motor llevaba encajado de tramo en tramo en el suelo del canal, caminando sobre la trajinera y que, parece mentira, se mova acompasadamente y

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alcanzaba una velocidad hasta de cinco kilmetros por hora. El trnsito casi nocturno era de Xochimilco hacia Mxico, con trajineras adornadas con una especie de diademas de flores con nombres, generalmente de mujer, que sobresalan slo unos cuantos centmetros del agua, repletas de verduras y flores. Cientos de ellas en impecable formacin, una a una, que apreciamos desde el mismsimo momento en que abordamos la que nos conducira a Xochimilco. Una vez descargadas en el muelle del Embarcadero, las trajineras, sobresaliendo del agua ms de cincuenta centmetros, retornaban una y otra vez en impecable formacin, lentamente, sin prisa alguna, hasta su lugar de salida. A la fila de regreso se incorpor nuestra trajinera. Poco ms de cuatro horas que se nos hicieron muy pocas para disfrutar del espectculo que ofreca el nutrido trnsito de trajineras cargadas en maravillosa conjuncin de colores, de la verdura y de las flores que traan a la gran ciudad. Trajineras rojiverdes que traan betabel; otras con verdes elotes, con sus cabellitos como adorno exterior, apilados por millares; verdes, cargadas de calabacitas y ejotes verdes; verde claro, el imponente montn de coles y coliflores; multicolores, las que traan rosas o claveles en grandes manojos o atados , como los lancheros les llamaban y, muy especialmente hermosos, la variedad de arreglos florales de las diademas de cada trajinera. Un verdadero alarde de arte y de buen gusto. Lupita, Alicia, Carmelita, Rosita Genoveva, Chonita Mara Cristina y todos los nombres de mujer imaginables, formados con flores: rosas, amapolas claveles, dalias, bugambilias, margaritas, y toda la increble gama de las que los indgenas sembraban y cultivaban en ese milagro de la agricultura universal que eran las chinampas, solares flotantes fabricados increblemente por el hombre. le manifestaban su gratitud por todo y por nada. Las orillas del Canal eran otro poema buclico interminable. Bordeado de por siempre verdes Huejotes y Ahuehuetes , con el imponente fondo de las siluetas nevadas de los Volcanes Ixtacchuatl y Popocatpetl por el oriente, y por ambos lados, sembrados de alfalfa, maz, haba, papa, etc. y los pequeos poblados y villorrios de los habitantes de ese milagro de la naturaleza . Poblados ms grandes y serios con sus impresionantes capillas: Ixtacalco, Ixtapalapa. Establos rodeados con el ganado productor de leche que, como dijera Ramn Lpez Velarde, el nio Dios escritura este desventurado Pas y rebaos de blancos borregos pastando, que hoy tenemos que ensear a nuestro hijos en viejos grabados amarillentos por el paso del tiempo. Desde luego, no faltaban diademas con las que devotos tripulantes alababan al Seor y a la Virgencita o

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Ya nada queda. El Embarcadero ya no existe obviamente. Un verdadero retrasado mental nacido en el desierto Sonora Arizona, que naturalmente no conceba la existencia del agua superficial, lleg al gobierno de la Ciudad y desec cuanta va fluvial exista. No slo los canales que haba en el antiguo Lago de Xochimilco y las vas fluviales que nos comunicaban con ella, sino tambin los CATORCE ros que atravesaban el Valle de Mxico que, ahora entubados, privaron a la atmsfera de su natural humedad, al subsuelo del agua necesaria para mantener su equilibrio y soportar el peso de la gran ciudad que convirtieron esta de la Zona ms transparente del aire en una enorme plancha de concreto y asfalto; y el embarcadero al que da a da llegaba la verdura fresca y las flores, es hoy un enclave de comerciantes atracadores del pueblo de la Ciudad de Mxico, repleto de automviles contaminantes que, a pesar de su mucha prisa, se ven en la necesidad de transitar casi a vuelta de rueda. El Canal de la Viga, el Canal de Santa Anita y el hermoso paisaje buclico de apenas ayer, son hoy un vergonzoso zoco. Las chinampas casi han desaparecido para convertirse en lucrativos condominios y, con ellas, la produccin de verduras y flores est por los suelos con la consiguiente miseria de los orgullosos xochimilcas. Lo poco que queda del gran Lago de Xochimildo, da a da se ve disminuido por la necesidad de construir vivienda que genere impuestos . Las trajineras, aunque pocas, por fortuna han sobrevivido a la catstrofe y hoy sirven para pasear turistas por el Canal Nacional. La historia no ha terminado, guardamos en nuestra memoria esa grandeza pero la naturaleza siempre vence y muy, pero muy pronto, vamos a ser testigos de su venganza.

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PAQUITA.

Con respeto, gratitud y cario para la Srita. Francisca Acosta Lagunes.

Conoc, all por los primeros de los aos treinta del pasado Siglo XX, a un chamaco poco mayor que yo, veracruzano alegre y dicharachero a ms de inteligente y amable que con el tiempo llegara a ser mi muy querido amigo Ignacio Acosta Lagunes. Nuestra amistad dur setenta aos, hasta que su muy sentida muerte acab con ella. Asistamos a la escuela primaria, la Florencio M. del Castillo, ubicada en el viejo Barrio de San Rafael que todava conservaba vestigios de su antigua grandeza. Casonas seoriales de aristcratas porfirianos venidos a menos , y tres excelentes escuelas herencia de aquellos das; la Padre Mier, en la esquina de las calles de las Artes y Manuel Mara Contreras, aledaa a los patios de la estacin de los Ferrocarriles Nacionales de Mxico conocida como Colonia; la Ramn Corona, en las calles de Serapio Rendn, esquina con Edison, y la Florencio M. del Castillo en la esquina de las calles de Gmez Faras y Serapio Rendn, que se distingua por su torreta coronada con un viejo reloj que cuando ingresamos a ella, tena ya ms de diez aos de no marcar las horas. Nacho, como cariosamente llamaban todos a mi nuevo amigo, cursaba un ao superior al que yo estaba, pero da tras da, salamos a la misma hora y tombamos el mismo camino por las calles de Guillermo Prieto, l a la casa en que viva la familia Acosta, en las de Miguel Shultz;, y yo hasta la un poco lejana calle de Manuel Mara Contreras, en la que, casi contraesquina de la Escuela Padre Mier tena mi domicilio. Alguna vez me atrev a preguntar a mi padre porqu no nos haba inscrito en la Padre Mier, y con tono displicente me contest, --porque est a un paso de la casa, y hubieran llegado tarde todos los das---. Con los aos comprend que tena toda la razn del mundo. Esa es una condicin humana. La familia Acosta haba llegado poco tiempo atrs a la Ciudad de Mxico. Don Florencio Acosta, el pater familia era dueo del Ingenio La Gloria, en Villa Cardel, estado de Veracruz. La resaca de los motines que llamamos pomposamente Revolucin le trajo serias dificultades

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con los agraristas de la zona, y un mal da lo asesinaron. Su viuda, doa Josefa Lagunes, mujer estoica y de carcter de acero, trajo a la familia a la Ciudad de Mxico sin ms que lo que traan puesto y, a base de trabajo y lucha, con la ayuda de su hija Paquita iban sacando la situacin del atolladero en que la haba dejado el asesinato del jefe de la familia. Trabajaba ya Paquita, que por esa poca tendra quince o diecisis aos. Estudiaban los dems hermanos, y el mayor de los hombres, Ignacio, reparta leche que quin sabe de donde traa, en el vecindario. Algunas veces lo acompa en su tarea. A Paquita, que es el personaje de este relato, si no mal recuerdo le interesaban ya las cuestiones sociales y polticas y tom partido en la campaa para gobernador del malogrado lder socialista Manlio Fabio Altamirano, asesinado en el Caf Tacuba cuando era ya gobernador electo de Veracruz. Qued Paquita a la deriva y cuando Miguel Alemn, que le haba tomado gran afecto, lleg a la Secretara de Gobernacin, la recomend al Secretario de Salubridad, quien no tuvo empacho en designarla Directora de Asistencia Social de la Repblica Mexicana. Nadie crey en ella. No poda ser posible que una jovencita sin experiencia pudiera desempear tan difcil misin. En un pas en el que todo son carencias, qu iba a hacer para mejorar las condiciones de vida y salud de los veinte millones de mexicanos que entonces existamos. Apenas quince das despus de tomar posesin de su cargo, dio el primer campanazo, en el que en forma involuntaria tuve intervencin. Nos invit a mi hermano mayor y a mi a colaborar con ella como investigadores de la Dependencia a su cargo, con la misin de verificar la capacidad y estado econmico de las personas que solicitaban o tenan ya becas de estudios, para que se les ratificaran u otorgaran segn el caso. Y es aqu donde surgi mi intervencin en los sucesos que me revelaron su carcter y su energa. Verifiqu la primera investigacin en una elegante mansin de la colonia Cuauhtmoc, en la que resida una jovencita a la que se le pagaba una altsima beca de estudios. Las becas de estudios en esa poca eran de cincuenta pesos mensuales y, con toda inocencia, en la parte del documento de investigacin en que deba emitirse una opinin, seal lo injusto de dar una beca de estudios por ms del importe de cien becas normales. Entregu , bien lo recuerdo, el resultado de la investigacin un lunes al medioda. Paquita lo ley , mand verificarlo y el mismo da, revoc la beca, orden abrir cien becas ms con el importe de la revocada y notific a la interesada su resolucin. All ardi Troya. La afectada era hija de un prcer revolucionario, millonario e influyente que, como es de suponerse, la noche del mismo lunes, se quej con el Secretario de Salubridad de que haba sido revocada la beca que el Seor Presidente tena otorgada a favor de su hija desde haca ya varios

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aos. Como era de esperarse, no faltaba ms, el Seor Secretario raudo y veloz orden a Paquita se presentara al da siguiente en su oficina para que explicara esa irregular situacin. El martes muy temprano, Paquita acudi a la cita. El seor Secretario estaba furioso Cmo se agreda a una persona a quien la Patria deba tantos servicios, revocando la beca de su desvalida hijita? -------Es un simple acto de justicia -explic Paquita. --Pues lo revoca de inmediato -gru colrico el Secretario-. Y, adems -dijo- voy a informar al seor Secretario de Gobernacin a quien usted debe el nombramiento. Impertrrita, dominando su coraje, contest Paquita. Hgalo. Me acaban de nombrar en el cargo, tengo apenas una semana de desempearlo y no voy a empezar permitiendo y cometiendo injusticias en contra de la gente necesitada para beneficiar a quienes no lo necesitan. No tard mucho tiempo la solucin del problema. Cuando regres Paquita a su oficina a redactar su renuncia al cargo, le informaron que haba llamado el seor Secretario de Gobernacin, pidiendo que se comunicara con l. Lo hizo de inmediato y el Secretario no slo alab su actitud, sino que le pidi disculpas por el Secretario de Salubridad, por la rudeza con que la haba tratado y le dese todo el xito posible en su nuevo cargo, ya que para empezar lo haba hecho excelentemente. Resulta ocioso mencionar que inmediatamente abandon mi nuevo trabajo. No quise ocasionar otro disgusto a Paquita. Pasaron un par de aos sin que tuviera yo oportunidad de tratar a Paquita. Desempeaba la Comisin que se le haba encomendado con una total entrega y viajaba por todo el Pas en forma incansable. El 20 de febrero de 1943, a las siete de la maana, brot de la nada un volcn en el estado de Michoacn, cercano a Uruapan. Pensamos mi hermano menor y yo que jams volveramos a tener oportunidad de observar de cerca un fenmeno como se, y la misma noche en que literalmente naci el volcn, emprendimos camino hacia el lugar del inusitado suceso. Llegamos a San Juan Parangaricutiro, tambin conocido como San Juan de las colchas, por la habilidad de sus habitantes para tejer ese tipo de prendas, casi a la media noche, en medio de una profunda obscuridad, si posible es, aumentada por una lluvia cargada de cenizas que literalmente bajaban del cielo. Al fondo del Valle del Aguila como lo llamaban los indgenas, las llamaradas que salan de la tierra unidas con miles de piedras calientes al rojo vivo, proporcionaban un poco de luz y acceso al espectculo dantesco de la erupcin. De pronto, a nuestra espalda, apareci un jeep, vehculo que la Segunda guerra mundial haba puesto de moda y tras los haces de luz casi

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invisibles de sus faros, omos una voz conocida. --- Muchachos, que hacen aqu ---. Volvimos la cara y lo confirmamos. Era la voz inconfundible de Paquita la que nos llamaba la atencin. Haba llegado unas horas antes que nosotros y ya regresaba del Poblado de Parcuti, que por su cercana al crter del nuevo volcn, sera la primera vctima del avance inexorable de la lava. La ceniza acumulada en una cuantas horas, llegaba ya a la altura de la parte baja de las ventanas de la casas, y amenazaba, adems de derrumbar los techos, con dejar incomunicados a sus habitantes, por lo que decidi empezar su labor por ese lugar. Dio instrucciones a un grupo de soldados de la guarnicin de Uruapan que la acompaaban, y regresaba a comer, pues no lo haba hecho desde la maana del da anterior en que notificada del fenmeno, sali de su oficina a las ocho de la maana y viaj para llegar al lugar del desastre pasado el medio da. El Cura de San Juan le inform que quienes corran mayor peligro eran los habitantes de Parcuti y para all parti. Literalmente baada en lodo negruzco que caa del cielo, se diriga a descansar en el curato de San Juan, al que haba sido invitada por el prroco. Consigui que el prroco tambin nos diera alojamiento y a las dos de la maana se fue a descansar, no sin antes invitarnos a partir de la cinco de la maana, para que le acomparamos nuevamente a Parcuti. Aceptamos y a las cinco de la maana ya trotbamos materialmente en el jeep, conducido por un militar, en medio de un espectculo conmovedor y atroz. Reinaba an la obscuridad y con la dbil luz del vehculo, veamos consternados a los indgenas, tratando de salvar la madera del embate de la lava que derribaba los rboles ms cercanos con el paso del fuego lquido que sala del entonces nico crter. Un camin con poco ms de veinte soldados nos segua, y en cuanto llegamos al poblado, se dieron a la tarea de sacar por la fuerza de sus casas, a los habitantes para evitarles una muerte segura. Una familia formada por dos ancianos y cinco criaturas, fuertemente abrazados unos a otros, llorando se negaba a salir de su humilde troje y los soldados se vieron en la necesidad, protegidos y amarrados con reatas, de sacar por la fuerza a los humildes habitantes que maldecan en purpecha, lengua musical y bella, tal vez al volcn, tal vez a los soldados. Toda la maana y parte de la tarde invirti Paquita en ese salvamento saturado de situaciones tan dramticas como la que relatamos y, como a las tres de la tarde, lleg al lugar otro jeep en que vena un seor Coronel que le indic a Paquita que el seor Secretario de Guerra y Marina se encontraba en un convoy pullman en la cercana estacin de San Lorenzo, y quera hablar con ella. La respuesta de Paquita, a pesar de que la conoca desde muchos aos antes, me dej con la boca abierta.

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--Dgale al seor General que los problemas estn aqu abajo y no en el carro del ferrocarrily continu impertrrita con su labor. Un par de horas ms tarde lleg nuevamente el Jeep, el cual en esta ocasin traa a bordo al seor Secretario de Guerra que, atnito, observ que la mujer que haba rehusado a su invitacin, que en este Pas es ms que una orden, era una joven de escasos treinta aos. La actitud desafiante con que lleg se torn en una actitud paternalista, y sin empacho trep a nuestro jeep y continu con las actividades a que se haba avocado Paquita. Guardaba silencio, estupefacto por lo que vea y por lo que vea hacer a Paquita. Cuando la luz se haba ido casi por completo, por fin habl y con su tono ya paternal, dijo: Paquita, ya no podemos hacer nada ms aqu por hoy. Por qu no nos vamos a los carros del ferrocarril, que es donde hay cafecito caliente y hasta un buen bao se puede usted dar, aparte de que se va a alojar , como si estuviera en un hotel de lujo. Ya maana continuaremos a la hora que usted disponga Estuvimos un par de das mas trepados en el jeep con el seor Secretario de la Guerra y Paquita, a quien ya tuteaba y trataba como si fuera de su familia el adusto seor General , contemplando la desolacin y dao que puede ocasionar una naturaleza desatada y, por los problemas que causa ir a la escuela, tuvimos que regresar, sin que nada ni nadie me haga olvidar el esfuerzo estoico y desinteresado que ese jovencita, unos aos mayor que nosotros, estaba desplegando. El tiempo, inmisericorde, nunca se detiene y otra vez dej por algunos aos de ver a Paquita. Termin mi carrera de Licenciado en Derecho y me ganaba la vida como dicen los mexicanos, huizacheando hasta que un buen da me llam mi querido amigo Nacho Acosta.
--Paquita te quiere ver. Tiene un problema legal que quiere consultarte.

Mas tard en decrmelo que yo en estar en la oficina que tena Paquita en las calles de Donceles. --- Creo que me he echado encima un problema muy grave, y quiero su opininme dijo en

cuanto estuve frente a ella. A pesar de los aos que conservamos una amistad verdadera, Paquita nunca me tute. -- Estoy encargada de los jvenes delincuentes, y no hay presupuesto ni para la limpieza del edificio en el que estn hacinados. Ped al seor Secretario de Gobernacin que me proporcionara el mnimo siquiera de los elementos que necesito para buscar su regeneracin, y me los ha negado. Quiero que me aconseje. Usted me conoce y sabe de lo que soy capaz cuando

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el deber lo requiere. He pensado muy seriamente que sera mejor dejarlos libres que tenerlos literalmente presos, expuestos a los abusos de los custodios ; ociosos, pensando qu hacer y cmo hacer para escaparse y continuar una vida delictiva. Los he tratado personalmente a todos ellos. No son malos muchachos y, en la mayor parte de los casos creo que han cometido algn delito impulsados por su forma de vida y la del entorno en el que se han desarrollado. Creo sinceramente que si los pongo en libertad y les exijo a cambio una nueva conducta, me van a responder, pero quiero que usted me diga qu consecuencias estima que puede tener en cuanto a mi persona y mi trabajo. Era tremenda, para un abogado que empezaba su carrera profesional, la respuesta a su pregunta y, sencillamente le suger hiciera lo que su conciencia le dictara, que al fin, su sentido comn era muy poco comn. Sonri. Orden que llamaran a todos los jvenes detenidos y les hizo saber su determinacin, as como que, por cualquier motivo, podran ser detenidos otra vez. Con los ojos llenos de lgrimas, casi todos aquellos jovencitos presuntamente delincuentes, prometieron una enmienda total, una conducta ejemplar y no dar motivo para que a Paquita la fuesen a hacer responsable por su liberacin. Todos, absolutamente todos, cumplieron y algunos llegaron a ocupar puestos de eleccin popular, altos cargos administrativos y uno, hasta un Premio Nacional de Artes. Como era de esperarse, la accin de Paquita desat una tormenta que concluy cuando el propio Presidente de la Repblica, no slo justific su conducta, sino que la justific e hizo pblica una felicitacin por esa valiente e inusitada accin. Enamorada eterna del arte popular, recorri la Repblica estudiando, conociendo y estimulando a nuestros artistas populares a quienes injustamente se llama artesanos. Fue promotora y alma de la Academia Mexicana de Arte Popular y, cuando decidi jubilarse, para su sostenimiento ( un funcionario honrado siempre ser pobre), abri una tienda en lugar aledao al Restaurante La Bombilla, donde fue asesinado Alvaro Obregn, y desde ese lugar sigui siendo amiga y consejera de numerosos personajes que acudan constantemente en su bsqueda. Los jueves por la tarde sola presentarse en su negocio el magnate Emilio Azcrraga Vidaurreta para saludarla , llevarle una charola de pasteles , tomarse una taza de caf de altura de Coatepec y, por sobre todas las cosas, para disfrutar de la muy agradable pltica de Paquita. Este ensayo estaba ya en la imprenta cuando con profunda pena me enter del fallecimiento de Paquita y no pude dejar pasar la ocasin para rendir un pequeo homenaje a esa gran

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mexicana, ejemplar e incomparable que fue Francisca Acosta Lagunes Mi querida y admirada Paquita!

NATURA. La ley de la vida. "Puede un padre engendrar, mantener, formar, educar y capacitar para la vida a diez hijos o mas. El sabe siempre como hacerlo, sacrificando todo para poder lograrlo. "Puede una madre parir diez hijos o mas, alimentarlos, cuidarlos, educarlos y sentirse feliz cuando llegan a la mayor edad y a su vez tienen hijos, sin importarle que su salud y su vida quedan siempre en el empeo, pero...nunca han bastado veinte hijos para mantener, alimentar y cuidar a su padre y a su madre cuando la vejez los convierte en un estorbo, es ley de la vida...

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INDICE. Pg. I.- NATURA.3. II.- DIMAS 6 III.- LA VENGANZA.. 11 IV.- LOS CHANGOS 16 V.- CUANDO ESCUCHES ESTE VALS.. 23 VI.- EL 36 29 VII.- EL DIAGNOSTICO.. 37 VIII.- QUE NO SEA GRIS 45. IX.X.LAS EMPAREDADAS.. 49 LA DIVA 55.

XI.- MANOS DE SEDA.. 58 XII.- TENOXTITLAN, DOS CIUDADES. 68.

XIII.- EL CATAN 73. XIV.- HEEY FAMILIA.. 83. XV,. LAS MOSCAS SARCOFAGAS.. 89.

XVI.- SENTENCIA 98. XVII.- LAS CHALINAS. 99. XVIII.- EL GUARDAFARO 110. XIX.- LOS MAESTROS.. 125. XX.- EL ANGOU 133. XXI.- ROMULO GALLEGOS.. 149.

170 XXII.LA QUE SE FUE.. 152.

XXIII.- EL CANAL DE SANTA ANITA. 158 XXIV.- PAQUITA. 161 XXV.NATURA 167

INDICE 168.

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