Qué Es La Filosofía
Qué Es La Filosofía
Qué Es La Filosofía
Antes de empezar a hablar de Filosofía, es decir, antes de desarrollar temas filosóficos, es necesario decir qué
es la Filosofía, es necesario definirla y caracterizarla. Esto es así porque el tratamiento que hagamos de los temas
filosóficos, e incluso la propia elección de éstos, va a estar precisamente condicionada y determinada por nuestra
concepción de la Filosofía, y no hay una única concepción de la Filosofía, sino muchas e incompatibles entre sí ,
concepciones que van asociadas a los respectivos sistemas filosóficos. Porque “filosofía” no es un término que pueda
entenderse en un sentido unívoco, sino equívoco, lo que quiere decir, sencilla y llanamente, que podemos entender
muchas cosas distintas por Filosofía. No es ésta, por tanto, una cuestión preliminar o introductoria, sino esencial, por
lo cual podemos afirmar, en sentido estricto, que la primera cuestión filosófica que vamos a abordar es
propiamente qué es la Filosofía.
A lo largo de la historia ha habido multitud de concepciones de la filosofía , entre ellas las siguientes: la de
los primeros filósofos, llamados “presocráticos”, en las que la Filosofía es más bien Metafísica, ya que intenta explicar
las causas y naturaleza del mundo entendido como un todo; las que la han presentado como mera “historia del
pensamiento” o Doxografía (Diógenes Laercio, siglo III d.C.); como Teología o conocimiento dirigido a Dios y a la
demostración de su existencia (San Agustín, siglo V; San Anselmo, siglo XI; Santo Tomás de Aquino, siglo XIII);
como una ciencia en sentido estricto, algo así como la Ciencia de las Ciencias (Edmund Husserl, siglo XIX); como una
“actividad” eminentemente Lingüística, dirigida a resolver los problemas semánticos del lenguaje (Wittgenstein, siglo
XX); como una suerte de Existencialismo o especulación sobre el problema de la existencia humana (Miguel de
Unamuno, Jean Paul Sartre… siglo XX); o incluso como un pseudo-conocimiento abocado a la desaparición por haber
sido sustituido por las ciencias (Manuel Sacristán, siglo XX)… Así las cosas, seríamos en verdad notablemente
ingenuos si pretendiésemos tomar de un modo unívoco el término “Filosofía”, como parece desprenderse de alguna de
las definiciones del Diccionario, por ejemplo: “Ciencia que trata de los principios, causas, esencia y propiedades de las
cosas naturales”. La realidad, como vemos, bien distinta, es que han existido multitud de concepciones de la Filosofía
que comportan contradicciones insalvables, y por ello es imprescindible, insistimos, adherirse a una concepción de la
Filosofía específica, determinada, que nos haya de servir como fundamento de nuestros análisis críticos, aunque
precisamente por ello nos enfrente irremediablemente con otras concepciones de la Filosofía. Y la concepción de
la Filosofía que vamos a presentar aquí, a modo de Doctrina Filosófica o Sistema Filosófico, y que va a ser el
fundamento de nuestros análisis filosóficos, es una concepción Materialista. En lo que sigue, trataremos de exponer
las líneas básicas de este MATERIALISMO FILOSÓFICO.
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y operaciones entre los números; el de la física, por las leyes que rigen el movimiento de los cuerpos; el de la biología,
por las que rigen los procesos orgánicos de los seres vivos; el de la química, las combinaciones de los distintos
elementos y sustancias, etc. Sin embargo, la filosofía no tiene un campo de estudio determinado o específico,
categorial, sin perjuicio de que la actividad filosófica se resuelva en diferentes campos (filosofía de la religión,
filosofía política, filosofía moral o Ética, filosofía de la ciencia, etc.), como saber de saberes que es, pero no
categoriales (más tarde volveremos sobre esto en relación con la cuestión del origen de la Filosofía y de las Ciencias).
Aun así, nada de esto impide a la filosofía compartir con la ciencia, como decíamos, las características de conocimiento
cultural, civilizado y crítico.
C) Además, la Filosofía tiene un carácter crítico, ya que, además de lo que ya hemos visto (no parte de dogmas,
ni de postulados infalsables, ni de postulados falsos – véase pg.2), dispone de unos criterios objetivos, que son las
ideas filosóficas. Estas ideas filosóficas (como la idea de Dios, de alma, de libertad, de cultura, de mundo, de ser
humano, de verdad, de bien, de justicia, etc.) guardan una estrecha relación con los conceptos de la ciencia, a los que
llamamos técnicamente “categorías científicas”. Por ejemplo, puede utilizarse el concepto de ser humano en
Psicología, en Antropología, en Sociología y hasta en Física. Sin embargo, cuando utilizamos la expresión “ser humano”
en filosofía, un uso genérico de ella, uso que desborda los significados específicos (categoriales) que las distintas
ciencias particulares le atribuyen (ya que ninguno de ellos, por sí solo, puede “agotar” el significado y alcance de lo que
es el ser humano), pero que se entreteje de alguna manera entre todos ellos. Tenemos en cuenta todos esos
significados y sus relaciones para llegar a la idea abstracta, filosófica, de ser humano; y lo mismo podríamos decir de
multitud de ideas más, entre las que tienen especial importancia las que están a la base de las distintas ciencias, como
las ideas de espacio, de tiempo y de materia, en física (esta última se confunde habitualmente con la idea de cuerpo);
la idea de ser vivo, en biología; la idea de ser humano, en Antropología; la idea de mente, en Psicología; etc.
Pero la Filosofía es crítica también en el sentido de que las ciencias parten de ciertos supuestos que no se
cuestionan, pero sí lo hace la Filosofía, Pongamos, como ejemplo, la Física, cuyo campo viene determinado por el
estudio del movimiento en toda su extensión (tipos de movimiento y leyes que lo rigen), pero que “desprecia” otros
problemas como el del origen del movimiento (Aristóteles), o el de los argumentos que han tratado de negarlo o
cuestionarlo (Zenón), pues lo presupone existente sin más (no es un cuestión que incumba a la Física demostrar que el
movimiento tiene un origen, o tratar de probar que existe o por qué es posible). Esto es lo que ocurre con ciertos
problemas cruciales, como el origen del Universo en Física (explicado a partir de la hipótesis –postulado- del Big Bang),
o el origen de la vida en Biología (problema de la “transición” de la materia inorgánica en orgánica). El problema del
origen del Universo implica también a otras ciencias o “partes” de ciencias, como la Química, la Termodinámica o la
propia Matemática; y además, entraña ideas como las de tiempo, espacio, finitud-infinitud, limitado-ilimitado,
eternidad, etc., que lo sitúan, por tanto, en el terreno de la Filosofía. Y lo mismo pasa con el problema de la vida, que
también exige la intervención de ciencias como la Química, la Física, la Geología, etc., y en el que están implicadas ideas
filosóficas como la de origen, vida, teleología o finalidad, etc.
Y, finalmente, hay que decir que es la Filosofía es autocrítica, ya que su posible “progreso” pasa por el análisis
crítico de toda su historia. De esto se sigue que no podemos decir sin más que sea verdad lo que dijo Aristóteles, o lo
que dijo Descartes, o lo que dijo Marx. La verdad filosófica no se construye por acumulación de todas las verdades
particulares proporcionadas por los filósofos a lo largo de la historia, sino como resultado de la reflexión crítica
acerca del sentido histórico de cada una de esas verdades y sus consecuencias. El sentido que tiene la filosofía es
justamente éste, el de analizar la génesis de las ideas, que no son eternas, sino que tienen un origen histórico, así como
el de su evolución y transformación a lo largo de la historia, con la finalidad de comprender cuál es la relación de esas
ideas con los procesos materiales característicos de cada época y arrojar luz sobre su influencia, importancia y
significado. Por ejemplo, la idea de dios característica de las religiones terciarias (monoteístas) no tiene más de
veinticinco siglos, pues su origen se remonta a Jenófanes (siglo V antes de nuestra era), que en su crítica al
antropomorfismo de la religión griega elabora el concepto abstracto de Dios característico de la Teología. Y otro tanto
ocurre con la idea de cultura, que, en el sentido en que la entendemos y utilizamos, tiene su génesis en la Ilustración
alemana (siglo XVIII), etc. Esto es también lo que hace a la filosofía distinta de la ciencia, especialmente de la ciencia
natural, y es que el progreso de ésta viene determinado, aunque sólo sea relativamente, por una acumulación de
verdades (leyes físicas, químicas, biológicas...) que revelan cada vez con más precisión la regularidad y uniformidad de
los fenómenos de la naturaleza. Sin embargo, sí podemos sacar una conclusión común a las verdades científicas y las
filosóficas: que no son absolutas, sino relativas, pues constantemente, a lo largo de la Historia han de ser revisadas,
matizadas, corregidas… relativizándose su alcance y fijándose sus límites explicativos.
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2.3) JUSTIFICACIÓN DEL ORIGEN DE LA FILOSOFÍA EN LA ANTIGUA GRECIA
La pregunta aquí es la siguiente: ¿Por qué suponemos que la Filosofía surge en Grecia, a principios del siglo VI
antes de nuestra era, y no en otras civilizaciones anteriores como Egipto, Mesopotamia, China o India? Pues bien,
defendemos que la verdadera filosofía surge en la Antigua Grecia en dicha época basándonos en dos perspectivas o
enfoques íntimamente relacionados:
1) Desde la perspectiva diacrónica (“a través del tiempo”), sólo la filosofía tal y como surgió en la Antigua Grecia
se mantuvo, en una tradición académica, institucional, bajo la forma de Escuelas, de forma continua e
ininterrumpida desde Platón, que fundó la primera Escuela filosófica (“La Academia”) a principios del siglo IV a.C.,
hasta la actualidad. Y dicha tradición incluye las cuestiones fundamentales que caracterizan a la filosofía tal y como la
conocemos. Entre ellas destacamos éstas: el estudio del origen, alcance y límites del conocimiento en general
(Gnoseología) y de la ciencia en particular (Epistemología), articulados en torno a la idea de verdad; el problema de la
determinación de los criterios de validez del comportamiento humano (Filosofía moral o Ética), articulados en torno a
la idea de bien; el problema de fundamentar y justificar la mejor manera de organizar y dirigir políticamente una
sociedad (Filosofía política), articulados en torno a la idea de utilidad; el problema de “lo trascendental” (Filosofía de
la religión), articulado en torno a la idea de Dios; el problema de la determinación de los criterios que rigen la estética
y el arte, articulado en torno a la idea de belleza (Filosofía estética), etc.
Y esto no ocurre con otras formas prefilosóficas de conocimiento, como pudiera ser la supuesta filosofía hindú,
china, egipcia o mesopotámica, que carecen de tal tradición histórica y doctrinal, pues su desarrollo histórico es
discontinuo y desigual, no hallándose en ningún caso un conjunto común u homogéneo de problemas a lo largo de dicho
desarrollo (bajo esta perspectiva carecería de sentido un libro sobre la historia de la filosofía China, por ejemplo).
Por ello en ocasiones se habla de “Filosofía Occidental”, para evitar toda posible ambigüedad, si bien la Filosofía, en
sentido estricto y como invento griego que es, tiene su origen en Occidente.
2) Por otra parte, desde la perspectiva sincrónica (“con el tiempo”), sólo la filosofía tal y como surge y se
desarrolla en la Antigua Grecia se mantiene en contacto con el resto de conocimientos de su época, lo cual ha ocurrido
a lo largo de toda su historia, y especialmente con el saber científico, del cual se nutre y al cual debe su génesis, como
ya vimos, y esto no ocurre en absoluto con esas otras formas prefilosóficas de conocimiento (filosofía china, egipcia...),
que se desarrollaron vinculadas a conocimientos míticos y religiosos de carácter irracional, justamente aquéllos a
partir de cuya crítica y “trituración” pudo surgir la verdadera Filosofía, como más adelante veremos.
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nos lleva inevitablemente a la tesis de que el lenguaje, y más específicamente el lenguaje escrito, es condición
necesaria de la ciencia, y también de la Filosofía: no hay ciencias ni Filosofía sin lenguaje.
Como conclusión, podemos decir que la filosofía, ni es una ciencia ni es la madre de las ciencias (que las
gobernase y dirigiese “desde arriba”), sino un conocimiento de “segundo grado” pues surge a partir del desarrollo
de las propias ciencias (que son saberes de “primer grado”, como la política, la religión, las técnicas, etc., pues
se ocupan directamente de la realidad), y versa sobre ellas, así como sobre el resto conocimientos de “primer
grado” (filosofía como “saber de saberes”: filosofía de la ciencia, filosofía de la religión, filosofía moral,
filosofía política, filosofía de la estética, etc.). Entonces, la Filosofía sólo es posible una vez que las ciencias están
al menos parcialmente desarrolladas, por lo que es posterior a éstas, y no al revés. Y esto es exactamente lo que pasó
en Grecia en el siglo VI antes de nuestra era, cuando la aritmética y, especialmente, la geometría, adquirieron por
primera vez el rango de ciencias y, como consecuencia de ello, se hizo posible el planteamiento de problemas que iban
más allá del campo de actividad propiamente científico para ingresar en el de la filosofía, como es el caso de la infinita
divisibilidad del espacio, derivado del reconocimiento del isomorfismo entre la física (mundo real) y la matemática (nos
referimos al problema de la inconmensurabilidad de Ö2). Por ello los primeros filósofos fueron también los primeros
científicos (geómetras), como es el caso de Tales de Mileto, el primero de los filósofos, que desarrolló su actividad en
la primera mitad del siglo VI a. C.
1) En primer lugar, no podemos decir sin más que la racionalidad filosófica suponga una ruptura radical con la
irracionalidad de las explicaciones mitológicas, pues los mitos ya implican una cierta racionalidad, aunque sólo sea por
su pretensión de proporcionar una interpretación, por medio del lenguaje (sin perjuicio de que fuese ingenuamente
antropomórfica), de los sucesos de la naturaleza, disponiendo a los seres humanos a actuar frente a ellos y poder así
sobrevivir (pensemos que, todavía en la actualidad, muchas culturas bárbaras están plagadas de mitos que procuran
alejar a lo miembros de la tribu de ciertas zonas supuestamente contaminadas de espíritus malignos, manteniéndolos
así lejos de fuentes infecciosas, como zonas de aguas estancadas, donde podrían contagiarse y propagar peligrosas
enfermedades). Y esto supone, sin lugar a dudas, un progreso considerable sobre la época previa a la formación de las
primeras sociedades, en la que los seres humanos eran primitivos cazadores-recolectores, con una organización social
rudimentaria, que sólo disponían de los recursos técnicos imprescindibles para sobrevivir.
2) Y, en segundo lugar, vemos necesario complementar dicha tesis con la del “origen científico” de la
Filosofía, justamente porque no hubiese sido posible esta irrupción repentina de la filosofía como crítica de los mitos
sin las bases racionales que la ciencia había puesto antes. Fueron las ciencias, antes que la Filosofía, las que aportaron
la idea de la existencia de una regularidad y uniformidad en los sucesos naturales. La idea de universalidad, que se
forjó originariamente en la matemática (y especialmente de la geometría como ciencia deductiva, primero con Tales y
más tarde con Pitágoras), fue trasladada, a la Filosofía (“racionalidad universal”). Y, por último, esa racionalidad (el
logos) de la Filosofía consistió en la trituración sistemática de los mitos particulares de cada pueblo, al instalarse
conscientemente en una perspectiva de “logicidad universal”. Éste es el significado profundo del paso del mito al logos,
más que la interpretación alegórica e historiográfica de los mitos.
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