C.L. La Compasión en Martha Nussbaum
C.L. La Compasión en Martha Nussbaum
C.L. La Compasión en Martha Nussbaum
Lector:
Conclusión........................................................................................................................... 45
Bibliografía .......................................................................................................................... 47
ii
Introducción
El ser humano ha sido definido, según la conocida caracterización de Aristóteles, como un animal
racional, y con base a esta consideración se han valorado las emociones como lo contrario a esta
condición inherente a la persona humana. Esta postura deja de lado la ineludible realidad de que
el ser humano, connota una existencia en la que la razón coincide con las emociones, en la
constitución esencial de los individuos. De manera que, a pesar de que durante una parte
considerable de la historia se haya tratado las emociones humanas como netamente irracionales,
hoy día se reconoce el rol que desempeñan las emociones en la toma de decisiones racionales1.
Debido a lo cual estas deben ser consideradas “como parte esencial del sistema de razonamiento
ético”2.
La compasión, de forma específica, es una emoción sobre la cual se suscitan controversias, debido
a las diversas formas en que puede ser ponderada. Al contemplar que compadecer significa
específicamente padecer con el otro, puede que las consideraciones sobre los padecimientos le
doten de una connotación negativa. Sin embargo, también se ha considerado a la compasión de
forma positiva, pues su ausencia puede equivaler a la indiferencia, la insensibilidad y a una
carencia de la capacidad de indignación frente a las injusticias. De tal modo que la compasión
puede ser considerada como la emoción que mueve a los individuos a una participación
comprometida en el sufrimiento de los semejantes.
1
Robert C. Solomon, Ética emocional. Una teoría de los sentimientos. Trad. por Pablo Hermida (Barcelona: Paidós,
2007), 18.
2
Martha Nussbaum, Paisajes del pensamiento. La inteligencia de las emociones, Trad. Por Araceli Maira (Barcelona:
Paidós, 2008), 22.
4
reconocimiento del otro como un ser dotado de dignidad y merecedor de una vida buena. La
emoción compasiva, desde los planteamientos de Nussbaum, no debe ser contemplada de una
manera aislada sino en concomitancia a otras emociones y dimensiones que brindan una visión
más integral del ser humano.
5
Capítulo 1: La reflexión filosófica sobre la compasión
1.1. Una aproximación a la concepción filosófica de la compasión
El termino, compasión, proviene del latín compassio, que hace referencia al sentimiento de
tristeza que se experimenta al observar el sufrimiento de otro y que por ende posee una
vinculación natural a otros términos relacionados con algunos sentimientos como la piedad, la
misericordia, la conmiseración, la clemencia y hasta la simpatía y la benevolencia, “en tanto que
todos se refieren a una emoción ajena y en la mayor parte de los casos de una emoción suscitada
por un dolor o una pena”3. Sin embargo, estos no pueden ser utilizados indistintamente, aunque
tengan una cierta relación en el desarrollo y elucidación del concepto de la compasión como tal.
3
José Ferrater Mora, Diccionario de Filosofía. Tomo I (Buenos Aires: Editorial Sudamericana),309.
4
Cf. Andrés Comte Sponville, Pequeño Tratado de las grandes virtudes (Madrid: Espasa-Calpe, 1998), 128
5
Miguel García Baró y Alicia Villar Ezcurra, Pensar la compasión (Madrid: Universidad Pontificia Comillas de
Madrid, 2008), 20.
6
Comte, Pequeño…,129.
7
Comte, Pequeño…,129.
8
Ferrater, Diccionario…,310.
6
sufrimiento, en un prójimo para quien observaba su dolor a pesar de que no existiera ningún tipo
de proximidad o vinculación afectiva entre quienes participan del proceso que da origen a la
compasión. De modo particular en su reflexión sobre la compasión, contenida en el libro II de la
Retórica, Aristóteles afirma que es:
Cierto pesar por la aparición de un mal destructivo y penoso en quien no lo merece, que también
cabría esperar que lo padeciera uno mismo o alguno de nuestros allegados, y ello además cuando
se muestra próximo9.
La compasión, en estos términos, resulta ser una emoción natural en el ser humano, quien la
experimenta en condiciones y situaciones particulares. Aristóteles especifica la circunstancias y
motivaciones de la compasión en algunos individuos de forma específica. En la ilustración de su
propuesta sobre la compasión, Aristóteles se vale de las figuras del joven y el anciano, quienes, a
pesar de sentir la misma emoción no la experimentan bajo las mismas motivaciones. En tal sentido
especifica que los jóvenes son propensos a compadecerse de los desafortunados porque tienen
como premisa la idea de que son buenos y poseen una marcada tendencia hacia la filantropía.
Según este postulado, aquellos son compasivos, debido a que asumen a todos como “buenas
personas y mejores (de lo que son) (ya que miden a cuantos tienen cerca según su propia falta de
malicia)”10.
Al referirse a los ancianos, Aristóteles plantea su postulado considerando que estos habiendo
pasado por una cantidad considerable de experiencias y conscientes de sus limitaciones o
debilidades, se proyectan en las vicisitudes por las que atraviesan los demás. De tal manera que
los ancianos también son compasivos, “pero no por las mismas razones que los jóvenes: éstos lo
son, en efecto, por filantropía; aquéllos, por debilidad, porque en todo ven la proximidad de un
daño propio”11.
La compasión ha sido también reflexionada por autores del medioevo como Santo Tomás de
Aquino, quien coincide con San Agustín al abordarla como misericordia. Para el aquinate:
9
Aristóteles. Retórica. II,1385b, 15.
10
Aristóteles. Retórica. II, 1389b, 9-12.
11
Aristóteles. Retórica. II, 1390a, 15-20.
7
palabra misericordia significa, efectivamente, tener el corazón compasivo por la miseria de
otro12.
De tal modo el otro se constituye en una parte importante de la propia persona, que se interesa
por su felicidad. Esto es posible gracias a la identificación con el otro, que se da en el proceso
compasivo. Así lo afirma Santo Tomás: “sufrimos por la miseria ajena en cuanto la consideramos
como nuestra” 13 . Lo cual implica una identificación con el otro a quien se le busca ayudar,
involucrándose de manera activa en su situación, es decir, no es un proceso mecánico despojado
de emociones y sentimientos, sino todo lo contrario. Por lo que la compasión se convierte en la
mayor de las virtudes, pues “a ella, en efecto, le compete volcarse en los otros, y, lo que es más
aún, socorrer sus deficiencias; esto, en realidad, es lo peculiar del superior”14.
La compasión, es una emoción que aflora de manera espontánea y natural en el interior los
individuos, pues si bien es cierto que se “supone que en la compasión sufrimos con el otro, no
necesitamos sentir realmente su dolor”17 para experimentar este sentimiento ante una situación
particular de sufrimiento. De tal manera que no se requiere de un proceso de replicación exacta
del sufrimiento percibido para albergar el sentimiento compasivo, por ejemplo, se puede llegar a
sentir compasión por un conocido que se ha roto un brazo, sin embargo, no se siente con la misma
12
Santo Tomás, Summa Teológica, II-II, q. 30, a. 1
13
Santo Tomás, Summa Teológica, II-II, q. 30, a. 2.
14
Santo Tomás, Summa Teológica, II-II, q. 30, a. 4.
15
Solomon, Etica…, 98.
16
Joan Carles Melich, Ética de la compasión (Barcelona: Herder, 2010), 142.
17
Solomon, Etica…, 99.
8
gravedad su dolor y hasta puede que se llegue a sentir una “punzada compasiva”18 en el brazo,
pero nunca al mismo grado que quien padece el hecho concreto.
Lo más propio de la compasión es una movilización a la acción, ante el reconocimiento del otro
que sufre, puesto que es la imagen de la fragilidad en el rostro del otro, lo que nos impulsa a
prestar ayuda, a sentirnos responsables 19. De modo que la responsabilidad para con el otro, no
viene de manera fortuita, sino en la tendencia a buscar su bien, que suscita también la compasión,
ante el rostro de quien sufre. En tal sentido el rostro del otro se constituye en el principio sensible
que nos mueve a identificar el sufrimiento y a sentir compasivamente con aquella persona que
padece. De manera específica Emmanuel Lévinas, entiende que lo fundamental para la compasión,
no es comprender a profundidad el sufrimiento de un tercero, sino el reconocimiento del otro en
cuanto rostro sufriente y vulnerable, que se constituye en una llamada al compromiso. Bien dice
Lévinas:
El rostro no es simplemente una forma plástica, sino de entrada un compromiso para mí, una
llamada, la orden de ponerme a su servicio. No solo del rostro, sino de la otra persona que en ese
rostro se me aparece a la vez en su desnudez, sin medios, sin nada que la proteja, en su indigencia
y, al mismo tiempo, como el lugar en el que recibo un mandato20.
De esta forma, en el encuentro con el rostro desnudo del otro, tiene lugar el origen de un
compromiso ético. Es aquí donde logra verse que la compasión llega a ser incluso un deber para
con el otro, que, sin darse cuenta, su rostro donde evidencia su vulnerabilidad se convierte en una
abierta demanda de ayuda y de la responsabilidad que tenemos hacia él. Esto es claramente una
relación asimétrica que no busca en grado alguno ser retribuida por ningún medio, pues su
principio categórico es la responsabilidad que se tiene para con el otro que se manifiesta
vulnerable, pues es efectivamente la denominada experiencia de la vulnerabilidad, lo que en
Lévinas, constituye el principal motor de la compasión, excediendo los límites de la frígida
indiferencia.
Robert Solomon, al abordar la compasión en su obra Ética emocional (2007), plantea que padecer
con el otro su dolor, presupone que quien acompaña en el sentimiento, al menos comprende lo
18
Solomon, Etica…, 99.
19
Emmanuel Lévinas, De otro modo de ser, o más allá de la esencia (Salamanca: Sígueme, 1987), 54.
20
Andrés Alonso Martos, ed. Emmanuel Lévinas: La Filosofía como ética . (Valencia: Univesitat de València, 2008),
22.
9
que el otro experimenta o siente, por lo que la compasión “exige conocimiento además de
sentimiento”21 y presupone la empatía, puesto que el individuo da un paso de la mera empatía a
la compasión en la medida que se involucra de una forma comprometida con quien sufre. De tal
modo que la compasión, expresada como esa capacidad de sentir dolor por y con el otro, llega a
ser considerada entre todas las emociones, como la “piedra angular de la justicia”22.
La compasión, como hemos compartido en las primeras líneas de este capítulo, no debe abordarse
sola, sino en conjunto con otros conceptos y emociones que se encuentran igualmente presentes
en la constitución esencial de los individuos, y que muchas veces anteceden a la conducta
compasiva. De forma muy particular, la compasión será vinculada por autoras como Martha
Nussbaum, a la actitud benévola25, lo cual también es realizado e identificado con anterioridad en
sentimientos como el altruismo, que se constituye en un abierto desafío para los defensores de la
teoría de que el ser humano busca de forma natural únicamente su bienestar individual.
21
Solomon, Etica…, 101.
22
Solomon, Etica…,99.
23
Adela Cortina, Ética Cosmopolita: Una apuesta por la cordura en tiempos de pandemia (Barcelona: Paidós, 2021)
Edición en PDF, 13.
24
Cfr. Solomon, Etica…, 100.
25
Cf. Nussbaum, Paisajes…, 375.
10
En torno a la constatación de la conducta altruista en el hombre primitivo, el mismo Charles
Darwin, se percató a tiempo de que el comportamiento altruista de los individuos representaba
una dificultad para la teoría de la evolución por selección natural, pues si esta actúa de forma
particular sobre los individuos y no en los colectivos, entonces el comportamiento altruista
conduciría a la extinción de quienes lo presentasen 26, puesto que la referida selección natural
defendida por Darwin, favorece “las motivaciones egoístas de las conductas de
autopreservación”27 y condena los comportamientos que buscan el bienestar o conservación de
organismos distintos al propio.
El altruismo como tal, es un término relativamente reciente, introducido por Auguste Comte, que
implica evidentemente la benevolencia y se opone de igual forma al egoísmo para dirigir y
estimular la inteligencia 28 . El altruismo, que se encuentra despojado de toda pretensión
utilitarista, se rige por la idea de que su acción es beneficiosa para la comunidad. De modo que
quien lo realiza no resulta directamente beneficiado como podría desprenderse de una acción con
intenciones utilitaristas, sino que el altruista, que reflexiona que no se verá retribuido en sentido
alguno por su acción, la ejerce teniendo en cuenta el bienestar del otro a quien se le brinda la
ayuda. Lo cual evidencia la tesis de Daniel Batson, que asegura que el altruismo resulta ser “un
estado motivacional con el fin de mejorar el bienestar de otro”29.
La motivación altruista, al igual que la compasión, supone una llamada a la acción en el individuo,
ante las situaciones de sufrimiento. Esta tendencia básica de los seres humanos a la acción
altruista representa un precedente del comportamiento compasivo que encara el sufrimiento y se
apropia de la posibilidad de ejercer una acción comprometida con el objetivo de disminuir el dolor
constatado en el otro.
La presencia del altruismo en la historia evolutiva del ser humano, resulta ser un referente esencial
en la ponderación del desarrollo de la compasión, pues el cúmulo de las habilidades cognitivas,
permiten evidenciar la aparición temprana de una necesidad de cooperación en la cotidianidad de
26
Maximiliano Martínez, «La evolución del altruismo.» Revista colombiana de filosofia de la ciencia 4, nº 8 (2003): 29.
27
José Eduardo Moreno, «Investigación psicológica sobre altruismo y conductas de ayuda.» Enfoques 5, nº 2, (1993),
5.
28
Cf. Ferrater, Diccionario…,85.
29
Llorenç Soler Sampol, «Altruismo y empatía» (Tesis, Universitat de les Illes Balears, 2010), 8.
11
los individuos 30 . En donde fueron desarrollando vínculos de reconocimiento, interés y
colaboración que persistieron en el desarrollo de sus aptitudes biológicas. Es en este sentido que
Adela Cortina defiende el hecho de la capacidad biológica que los seres humanos tenemos para
sentir la compasión, pues de lo contrario nos sería imposible el desarrollar tal sentimiento. Pero,
el ser humano si está preparado en su naturaleza biológica “para cuidar y cooperar, para realizar
acciones altruistas, estamos preparados para conmovernos”31.
En el estudio del altruismo como conducta prosocial destacan los aportes del psicólogo Charles
Batson, que evidencian una conexión particularmente estrecha entre el comportamiento derivado
del altruismo y la compasión. Batson busca delimitar una especie de altruismo al que denomina
empático, pero que en realidad hace referencia a un tipo de altruismo basado en la estructura más
propia de la compasión, pues este busca disminuir o eliminar el sufrimiento percibido en los
demás. Batson logra demostrar en sus investigaciones que las personas que atienden al
sufrimiento de otros de una forma suficiente para que se despierte la compasión, poseen motivos
suficientes para ayudar a esas personas32. De modo que la compasión y el altruismo comparten
una dimensión activa y prosocial, según este autor.
30
Roberto Sáez, Evolución humana: Prehistoria y origen de la compasión (Cordoba: Almuzara, 2019), 6.
31
Adela Cortina, ¿Para qué sirve realmente la ética? (Barcelona: Paidós, 2013), 96.
32
Nussbaum, Paisajes…,380.
33
Nussbaum, Paisajes…,378.
34
Nussbaum, Paisajes…,378.
12
1.3. La compasión y sus adversarios
En el pensamiento de Sócrates una persona buena, no podía ser de algún modo dañada. Así el
pensamiento socrático da apertura a una tradición filosófica “que se opone a la compasión en
tanto que sentimiento moral que no merece dignidad ni del que lo presenta ni del que lo recibe’’36.
Debido a lo cual, en lo adelante nos proponemos hacer una breve presentación de las reflexiones
de los principales adversarios de la compasión.
Los mayores exponentes de aquella tradición medularmente adversa a la compasión han sido los
estoicos, cuya tradición ética valora la compasión más que como un sentimiento de índole
virtuosa, como una expresión de debilidad que “nos hace pasibles de sentimientos de
resentimiento y de venganza menoscabando la agencia que nos caracteriza como seres humanos
dignos”37. Esto se debe a que en esta corriente de pensamiento lo que tiene realmente valor es la
razón y voluntad propias del agente, aquello que Epicteto denominó bajo el concepto de propósito
moral. En tal sentido “la razón práctica se determina a sí misma y no debe someter su dignidad a
condiciones externas”38 como el afecto o la compasión por allegados o extraños.
35
Nussbaum, Paisajes…, 397.
36
Nussbaum, Paisajes…, 398.
37
Lacunza, María C. «La virtud aristotélica de la compasión a la base de la construcción de lazos sociales en el
estado» Memoria Académica (Universidad de la Plata), agosto 2015: 6.
38
Lacunza, «La virtud…», 6.
13
elecciones o la injusticia, las que pueden obstaculizar o dañar el propio florecimiento, ante lo cual
lo justo no resulta ser la compasión sino la censura. En tal pensamiento, reprobar a alguien en vez
de compadecerlo, respeta la preeminencia del propósito moral en cada ser humano, no dándoles
un trato de víctimas y sometidos, sino como personas con dignidad.
Nietzsche profundiza y reflexiona aquella línea de los estoicos sobre la compasión, y se convierte
en uno de sus más abiertos adversarios, pues en su pensamiento, “compadecer equivale a
despreciar”39. De manera que, entendida en estos términos, la compasión es una expresión de la
vulnerabilidad humana y se merece el despojo de toda consideración loable, puesto que define al
ser humano como un ser incapaz de la autosuficiencia que debería dotarle la razón.
Para Nietzsche la compasión es una escapatoria frente a las posibilidades del sufrimiento, que,
observado en el otro, se constituye en una llamada de alerta del propio bienestar, pues resulta ser
“un peligro que también nos amenaza a nosotros” 40. Ante aquellas amenazas de un potencial
sufrimiento en la propia persona, respondemos con un acto compasivo “que puede implicar una
defensa sutil de nosotros mismos e incluso una cierta dosis de venganza”41, en la que la ayuda no
es más que una corroboración de la dependencia que posee el que es compadecido con respecto
a quien se le compadece, que experimenta un cierto placer ante aquella situación en donde este
se sabe superior a quien vive la experiencia del sufrimiento socorrido.
39
Friedrich Nierzche, Aurora (Madrid: M.E. Editores, S.L., 1994), 125.
40
Nierzche, Aurora…, 123.
41
Nierzche, Aurora…, 123.
14
La compasión, connota en el pensamiento de Nietzsche, lo que este llama una duplicación del yo,
que se realiza en el asumir como propios los acontecimientos de la vida de los demás. Esto se
convierte entonces en un principio de difusión exagerada de sufrimiento. En tal sentido Nietzsche
llega a decir:
La compasión erigida como norma general de conducta y fiel a su principio de que hay que sufrir a
causa de la desgracia del prójimo en la misma medida que sufre él, haría forzadamente que el punto
de vista del yo, con sus exageraciones y desviaciones, se extendiera también al punto de vista del
prójimo al que compadecemos, de forma que sufriríamos a la vez por nuestro yo y por el yo del
otro, abrumándonos así voluntariamente con una doble sin razón, en lugar de aliviar en lo posible
el peso de la nuestra42.
Así Nietzsche expresa una visión de la compasión que la presenta como una emoción perpetrada
por un afán de dilatación del sufrimiento, que adentra a quien se deja guiar por el sentir
compasivo, en un clima de tétrica existencia en la que los motivos de su dolor no son realmente
los suyos sino los de otro individuo totalmente ajeno a él.
Otro abierto opositor de la emoción o sentimiento compasivo es Immanuel Kant, que también
reflexiona que “al compadecer sufren dos al precio de uno”43, por lo que no tiene ningún sentido
multiplicar el dolor por medio de la aprobación de un sentimiento con tales fines. La postura de
Kant en algunos momentos se adopta también algunos tintes estoicos, pues entiende que la
compasión es una cierta benevolencia ultrajante en tanto que se da para con quien es indigno44.
Lo cual defiende el referido propósito moral, en donde la facultad del bien y la razón se convierten
en un principio de igualdad en los seres humanos y por ende evidencia la potencial capacidad de
la autosuficiencia que es infravalorada por en el acto compasivo, mismo que se constituye en un
insulto para quien lo realiza pues “es un reconocimiento de que sus propias perspectivas más
importantes pueden verse arrolladas por la fortuna”45.
En definitiva, para Kant aquella obligación de socorrer promovida por la compasión no es más que
una obligación imperfecta que tiene un efecto negativo también en quien la ejerce pues “muchas
42
Nierzche, Aurora…,127.
43
Baró López y Villar Ezcurra. Pensar..., 24.
44
Nussbaum, Paisajes…, 399.
45
Nussbaum, Paisajes…, 399.
15
personas se volvieron de hecho duras de corazón porque, como antes habían sido compasivas, se
vieron engañadas con frecuencia”46. De modo que la sensibilidad para con el prójimo, tan propia
de los adeptos de la compasión, termina siendo neutralizada en quien se avoca a ella con demasía
y sin auxilio de la razón termina por arrepentirse de lo realizado.
Baruch Spinoza, próximo a los estoicos en este punto, también llega a entender que la compasión,
como un dolor compartido, disminuye nuestra capacidad de ser, razonar y obrar, por lo que
reflexiona que “el hombre que vive según el dictamen de la razón se esfuerza cuanto puede por
conseguir que la conmiseración 47 no influya en él” 48 . Spinoza entiende que es la razón lo que
propicia el actuar justo, que resulta más propicio a la dignidad de los individuos que las acciones
impulsadas por la compasión. De modo que este conocido filósofo de la ética demostrada según
el orden geométrico, llega a coincidir con Descartes, en la preferente determinación de impulsar
los afectos propios de la alegría y la benevolencia que nos mueve a desear el bien de los demás.
Esto es por lo que tanto Kant, como Descartes y Spinoza proponen que, si verdaderamente se
desea socorrer a los demás seres que sufren, no se proceda por medio de la compasión
únicamente, sino que evidencian que es preciso hacerlo movidos por razón, el amor y la
generosidad, que anteponen la dignidad del otro ante los posibles intereses particulares que
tienen lugar en el interior de cada individuo.
Ante las consideraciones de estos críticos de la compasión surgen diversas posturas que les
refrendan o desaprueban. Sin embargo, de manera particular, estas consideraciones deben ser
repensadas en un tiempo donde las crisis nos han evidenciado como nunca nuestra reciproca
necesidad para la supervivencia. Hoy día es más evidente que en otro tiempo la interdependencia
que debe conducirnos a la solidaridad y la compasión por quienes corren una suerte menos
agraciada. Las naciones van siendo cada vez más conscientes de esto y por eso se forman lazos de
46
Immanuel Kant, Sobre pedagogía, Trad. por Oscar Caeiro (Cordoba: Universidad nacional de cordoba , 2009),
108.
47
La conmiseración es el sentimiento por el cual Spinoza entiende y se refiere a la compasión.
48
Baruch Spinosa, Ética demostrada según el orden geométrico (Madrid: Ediciones Orbis S.A., 1980), 223.
16
hermanad trasnacional, pues es un acto suicida el no compadecerse de los otros y negarse a la
solidaridad con quienes a fin de cuentas comparten un mismo destino y barca49.
Si bien es cierto que la compasión ha tenido numerosos adversarios a lo largo de la historia, por
considerarla una expresión burda de la debilidad humana, esta no ha dejado de estar presente en
el desarrollo emocional de los seres humanos. La compasión ha resultado ser la emoción más
aprobada y admitida por la tradición filosófica en el discurrir de los años en los que esta se ha
vinculado al reconocimiento de la dignidad humana, misma que se ha fraguado históricamente
por medio de litis y conflictos, en los que los individuos perpetrados por la injusticia, la
descalificación y la alineación, han buscado ser reconocidos como personas dignas de respeto.
Todos los seres humanos precisamos el reconocimiento de nuestros semejantes para poder llevar
a cabo una vida realizada. Debido precisamente a que el núcleo de la vida social y personal no es
el de individuos en aislamiento que deciden asociarse en algún momento, sino “el de personas
que nacen ya en relación, que nacemos ya vinculados”50.
El reconocimiento de la dignidad de cada ser, así como de la necesidad de afecto y estima, son
inexorables para lograr la consecución de una vida buena y feliz, en la que todos seamos
conscientes de que somos más que probos interlocutores de los diálogos y encuentros que nos
constituyen porque somos seres capaces del lenguaje. Se trata de algo más complejo, necesitamos
un “reconocimiento cordial de que nuestras vidas están originariamente vinculadas, por esto
importa hacerlas desde la compasión” 51 , que permite la comprensión de nuestro semejante y
propicia una cierta identificación que nos mueve a la búsqueda del bien y felicidad de todos,
puesto que se desarrolla una conciencia de nuestro ser en relación con los otros.
Victoria Camps, nos dice en su obra El gobierno de las emociones, que “de la semejanza entre los
seres de la misma especie, nace casi espontáneamente un sentimiento común”52. Esto dicho en
otras palabras, puede entenderse que existe en nosotros una tendencia a la imitación de los
49
Adela Cortina, Ética de la razón cordial: Educar en la ciudadania del siglo XXI (Asturias : Ediciones Nobel, 2007),
37.
50
Cortina, ¿Para qué…, 98.
51
Adela Cortina, ¿Para qué…, 98.
52
Victoria Camps, El gobierno de las emociones (Barcelona: Herder, 2011), 134.
17
sentimientos de los demás. Cuando esa imitación se refiere a la tristeza originada a raíz de la
observación del sufrimiento del otro, se entiende que es la compasión, por la que nos
comprometemos cuanto es posible, para librar del dolor a lo que nos mueve a este sentimiento.
53
Schopenhauer, El mundo…,23.
54
Cf. Schopenhauer, El mundo…,23.
55
Arthur Schopenhauer, Los dos problemas fundamentales de la ética (Madrid: Siglo XXI, 2002), 260.
56
Baró López y Villar Ezcurra. Pensar..., 45.
57
Solomon, Etica…, 46.
18
Capítulo 2: La compasión en el proyecto filosófico de Martha C. Nussbaum
En el capítulo anterior hemos visto como la compasión es una emoción que puede vincularse a
diversos conceptos como la simpatía y el altruismo, así como de igual modo representa un
concepto sobre el cual se emiten variadas consideraciones que van desde las más positivas hasta
las más negativas, dependiendo de la óptica desde la que se le contemple. La tradición contraria
a la compasión, de la que hemos presentado algunos de sus representantes, le considera como
una expresión de vulnerabilidad, a la que se le ha dotado de una carga moral inmerecida. Por otra
parte, ha sido especialmente importante la reflexión de Aristóteles sobre esta emoción, la cual, ha
influenciado la consideración de esta, por parte de diversos autores que le otorgan una valoración
positiva, como la misma Martha Nussbaum, cuyo pensamiento se torna de vital importancia en la
consideración actual del tema de las emociones.
19
bastante ceñida a la tradición aristotélica, pues la propia definición que nos ofrece Nussbaum de
esta emoción resulta ser bastante parecida a la que hemos visto que postula el estagirita.
Nussbaum nos dice que la compasión es “una emoción dolorosa orientada hacia el sufrimiento
grave de otra creatura o criaturas” 58 . Según la tesis de Nussbaum, para que la compasión se
manifieste en un individuo, precisa de tres elementos o requisitos cognitivos, que se fundamentan
sobre todo en la propuesta de Aristóteles pero que al menos en el tercer elemento toma una cierta
distancia como hemos de ponderar más adelante.
En la compasión, “se encuentra el juicio de que lo que está en juego es algo realmente grave: que
tiene magnitud” 61 . Esto da a entender que precisa de la ponderación de la relevancia del
sufrimiento, pues según lo descrito anteriormente, esta emoción se resiste a aparecer ante lo que
se pueden considerar sufrimientos triviales. Sin embargo, esto puede ser un postulado que resulte
demasiado categórico, debido a que la descalificación de un determinado sentimiento, por ser
considerado como trivial, puede inhibir el sentimiento y la acción compasiva frente a quien
experimenta de manera particular un determinado tipo de padecimiento o dolor. Tal puede ser el
caso de un niño que llora desesperadamente por la pérdida de su juguete, lo cual, causándole un
58
Martha Nussbaum, Emociones políticas. ¿Por qué el amor es importante para la justicia? Traducido por Albino
Santos Mosquera (Barcelona: Paidós, 2014), 175.
59
Nussbaum, Paisajes…,345.
60
Adela, ¿Para qué…, 95.
61
Nussbaum, Paisajes…, 345.
20
profundo sufrir, podría no verse atendido y menos aún, comprendido por quienes le descalifican
como un dolor relevante.
Los infortunios o sufrimientos que enuncia Nussbaum, teniendo como base a Aristóteles, son la
muerte, la vejez, los malos tratos, la enfermedad, la carencia de alimentos o amigos 62 . Sin
embargo, es preciso esclarecer que, en la compasión, se encuentra implícita una idea de
florecimiento humano que se pone en juego, a partir de lo cual surge esta emoción. Es decir, que
cuando se evidencia una situación que el ente compasivo considera compleja y relevante en el
florecimiento humano del otro en quien se da el hecho, entonces la compasión surgirá, aunque
para este último no lo sepa.
El segundo elemento cognitivo destacado por Nussbaum es el pensamiento de que la persona que
sufre no es merecedora de ese infortunio. De forma habitual no somos proclives a sentir
compasión por quienes entendemos que se encuentran en una situación adversa como
consecuencia de sus opciones, pues en tal caso en lugar de compadecernos será censurarla.
Cuando la compasión se da en nosotros, regularmente tenemos la idea de que la persona que la
despierta no es culpable de sus dolores, o que a pesar de que tenga cierta culpa, estos son
desproporcionales a la misma. De tal forma que “la compasión se dirige entonces hacia esa
inmerecida desproporción” 63 . La compasión precisa delimitar una noción clara de culpa y
responsabilidad, pues desde esta óptica resulta ser aquel sufrimiento inmerecido el que apela a
nuestro sentido de la injusticia64. Así, para Martha Nussbaum, la compasión es una emoción que
se encuentra estrechamente vinculada a la justicia y ocupa un lugar privilegiado en sus objetivos
formativos, debido al impacto de esta en la vida pública.
La compasión representa una respuesta humana sumamente valiosa, puesto que “por ella
reconocemos la importancia de lo infligido a alguien semejante a nosotros, sin culpa por su
parte”65 y se cultiva en nosotros un interés particular por la justicia y un rechazo natural por su
contrario. En tal sentido Amartya Sen, en su obra, “La idea de la justicia”, nos propone aprovechar
62
Nussbaum, Paisajes…,346.
63
Nussbaum, Paisajes…, 350.
64
Cf. Nussbaum, Paisajes…,351.
65
Martha Nussbaum, La fragilidad del bien. Fortuna y etica en la tragedia y filosofia griega. Traducido por Antonio
Ballesteros (Madrid: La bolsa de la medusa, 2004), 477.
21
aquella sensibilidad frente a la injusticia, ante la cual debemos hacer especial uso de la razón, que
nos permite ver las alternativas más adecuadas ante tales situaciones, pues parece ser más
difundido el proceder sensacionalista en nuestros días. Esto se evidencia, por ejemplo, “cuando
nos enfrentamos a una hambruna atroz, parece natural protestar en lugar de razonar de manera
elaborada sobre la justicia y la injusticia”66. La misma compasión nos exige proceder de manera
racional y reflexionar ante la indignación albergada, sobre cuáles serían las acciones de mayor
relevancia en favor de la prevención de la injusticia que provoca el sufrimiento humano.
Este juicio de la similitud precisa una delimitación que deje expresado cuáles entidades son
capaces de despertar nuestra compasión y cuáles no. Debido a que, si nos ceñimos a este tercer
requisito aristotélico, solo podremos sentir compasión por aquellos que entendemos poseen
posibilidades parecidas a las nuestras, lo que excluye a un amplio conglomerado de personas que
66
Amartya Sen. La idea de justicia. Trad. por Hernando Valencia Villa. (Distrito Federal: Taurus, 2010), 36.
67
Cfr. Retorica II, 1385b, 15
68
cf. Retorica II, 1385b, 24.
69
cf. Nussbaum, Emociones…, 177.
22
estando en una situación difícil, no son potenciales de despertar nuestra compasión, debido a que
según la valoración que hacemos de sus posibilidades, estas distan de las nuestras.
70
Nussbaum, Emociones…,178.
71
Nussbaum, Paisajes…, 358.
23
2.2. La compasión y el interés por los demás
En el acápite anterior hemos observado como para la filósofa Martha Nussbaum, la compasión,
no solo se da ante la posibilidad de la vulnerabilidad con respecto a los mismos males observados
en los demás, sino que emerge a raíz de un real interés por el bienestar del que sufre, pues quien
se compadece establece un coloquio consigo mismo en el que se dice en su interior: “esas
personas cuentan para mí; están entre mis objetivos y proyectos más importantes”72. Lo cual es
una consecuencia directa de aquel pensamiento eudaimonista al que hace referencia Nussbaum,
mismo que exige ante todo “una concepción correcta del interés por los demás” 73.
Emmanuel Lévinas, contrario a los postulados de Hobbes, entiende que somos para el otro, y esto
se expresa en nuestra ineludible responsabilidad para con este; “soy responsable del otro,
respondo del otro”74. Esta responsabilidad que se nos manifiesta en el rostro de quien aparece
frente a nosotros, nos devela un compromiso ético que antecede a cualquier acto. La vida del otro
depende de nuestra responsabilidad con este, y nos exige preservarlo de la muerte, entendida en
un término más amplio, pues esta se puede infligir de muchas maneras, como bien dice el mismo
Lévinas: “siendo indiferentes, no ocupándose de él, abandonándolo”75. Por lo cual al otro se le
debe acoger desde la compasión, asumiendo la responsabilidad que se posee ante este, cuyo
destino y bienestar no pueden ser obviado, sino atendidos.
Un problema que puede erigirse frente a aquella responsabilidad e interés por el otro que se
derivan de la compasión, es que habitualmente los medios psicológicos por los cuales se suele
72
Nussbaum, Emociones…, 178.
73
Nussbaum, Paisajes…, 429.
74
Martos, Emmanuel…,21.
75
Martos, Emmanuel…,21.
24
desarrollar esta emoción hacia una entidad en particular, “se basan normalmente en los sentidos
y la imaginación de un modo que los torna, en principio, restringidos y no uniformes 76. Debido
fundamentalmente a que, de forma general, aquello que logra detonar en nosotros fuertes
emociones, es casi siempre algo que posee una vinculación estrecha a cosas o personas a las que
hemos otorgado importancia en nuestra vida o al menos en nuestro pensamiento.
La idea de importancia, como bien acota Nussbaum, no siempre precede a la respuesta compasiva,
pues la constatación del dolor por el que pasa otra persona, aunque sea un desconocido, tiene la
capacidad de despertar la compasión y mover, al menos temporalmente, a esa persona a un
espacio central dentro del contingente de cosas que interesan e importan para quien se
compadece. De modo que la respuesta compasiva nunca se dará de forma mecanicista y
despojada de interés, pues en sí misma la acción que se desprende de esta se encuentra vinculada
a un interés particular por el restablecimiento del bienestar de quien sufre.
76
Nussbaum, Paisajes…, 429.
77
Iván Pinedo y Jaime Yáñez Canal, «Las emociones y la vida moral: una lectura desde la teoría cognitivo
evaluadora de Martha Nussbaum.» Veritas, nº 36 (2017): 17.
78
Nussbaum, Paisajes…, 430.
25
eliminar el dolor y restablecer las mejores condiciones posibles en las que puede llegar a
encontrarse quien sufre.
La compasión es la emoción que nos faculta para captar el sufrimiento de los demás, al grado que
quien carece de ella no es capaz de hacer este ejercicio emocional81, ni de ejecutar las acciones
que se desprenden del mismo. Esta emoción colabora en el desarrollo de la capacidad de
indignación que posibilita que los individuos capten las injusticias y tomen parte en los esfuerzos
para erradicar y resarcir las mismas.
Adela cortina, en consonancia con la propuesta de Nussbaum, nos expresa que la compasión,
como toda emoción, es una especie de antena que colabora en el desarrollo de una percepción
más amplia del sufrimiento de los demás y nos posibilita conectar con otros. Por medio de la
emoción compasiva nos interesamos y conectamos con países lejanos e incluso desconocidos, por
los cuales no nos interesaríamos si no fuera por esta emoción. Así la compasión se constituye en
una emoción fundamental en el reconocimiento de la humanidad de los otros y en la búsqueda
del bien común, puesto que, siendo evidentemente contraria al individualismo, la compasión no
surge en busca de la consecución del propio bienestar, sino que se origina a raíz del interés por la
figura de un ser exterior que muestra una experiencia inhumana y desproporcional del dolor.
79
Cortina, Ética de…, 63.
80
Nussbaum, Paisajes…,376.
81
Cfr. Cortina, Ética de…,87.
26
2.3. De la empatía a la compasión
En la estructura reflexiva de Martha Nussbaum y de algunos otros filósofos que se han dedicado
al estudio de la compasión, se establece una relación entre esta emoción y la empatía, puesto que
esta última posee en su estructura, un elemento que podría identificarse también en la estructura
cognitiva de la compasión que ya hemos enunciado en otro acápite. La empatía, siguiendo la
propuesta de nuestra autora, “implica una reconstrucción imaginativa de la experiencia del que
sufre” 82 , de tal manera que se produce una idea más o menos aproximada del dolor
experimentado por otra persona o ser vivo en general. Por medio de la empatía se da una
participación en la situación del que sufre. Sin embargo, aquella participación se encuentra
siempre vinculada a la consciencia de que es otro y no uno mismo quien padece tal sufrimiento.
Ante estos planteamientos, resulta importante preguntarse qué ha sucedido con nuestra
capacidad de imaginar y de colocarnos en el lugar del otro. Ahora, más que en otros tiempos,
tenemos acceso a la imagen de los demás, especialmente al rostro sufriente de la humanidad. Sin
embargo, esta cotidiana imagen del dolor, pareciera que en lugar de acércanos, nos distancia del
otro sufriente. Según parece, no se ha logrado comprender adecuadamente esta posibilidad de
participar de los sentimientos del otro sin dejar de ser uno mismo. Lo cual es fruto de una cultura
donde se promueve el hedonismo y el individualismo, que hace evadir e incluso huir ante la
manifestación de la vulnerabilidad, buscando preservar la propia persona de esta, dejando de lado
a quien realmente la experimenta.
Desarrollar aquella consciencia de que no es uno mismo sino el otro quien padece, según los
propios postulados de Nussbaum, es imprescindible para “la formación correcta del sentido del
sufrimiento para la persona que lo padece”83. Si esto se lograse en realidades como la de Republica
Dominicana, donde todavía se percibe una fuerte tendencia a la exclusión y la discriminación, se
podría atender la desdichada situación de los colectivos tradicionalmente marginados, como por
ejemplo es el caso de los haitianos residentes en Santo Domingo, y su sufrimiento sería del interés
de todos. Sin embargo, la incomprensión de esta capacidad imaginativa propia de la empatía nos
impide el acceso a esta posibilidad. Resulta preciso entonces, ser conscientes del propio ser, que
82
Nussbaum, Paisajes…, 366.
83
Nussbaum, Paisajes…, 368.
27
no corre la misma suerte del que sufre, pues solo así se podrá acudir en su ayuda de manera
oportuna, evadiendo los miedos que nos produce la idea de correr la misma suerte de los que
sufren.
A raíz de aquellas consideraciones, se puede intuir que no es suficiente que haya empatía para
que surja la compasión, pues aquel ejercicio mental representativo de la situación del otro puede
hacerse con situaciones alegres, dichosas o tristes según sea el caso, mientras que la compasión,
tal como la presenta Martha Nussbaum, solo surge en una situación adversa. Sin embargo, incluso
en situaciones tétricas la empatía no es suficiente para el acto compasivo, pues también en el
discurrir cotidiano, las personas pueden alcanzar una conciencia empática especialmente
desarrollada, sin que esto connote necesariamente que se compadezcan del otro. El ejemplo del
torturador, enunciado por la misma Nussbaum, resulta altamente ilustrativo, pues evidencia que
podríamos ser conscientes de que alguien sufre fuertemente por alguna situación difícil, sin llegar
a considerar que su dolor sea grave. Es el caso del torturador que puede ser consciente del
sufrimiento de su víctima y disfrutar con imaginándolo sin que haya en ÉL el algún atisbo de
compasión84.
Puede darse la empatía en casos donde nuestro conocimiento de la responsabilidad del otro en la
concretización de su sufrimiento impide que nos compadezcamos de esa persona. Por ejemplo, el
caso de un criminal, a quien llegamos a comprender sin compadecerlo, pues le consideramos
responsable de su padecimiento. En casos como el anterior, es claro que no aparezca la
84
Nussbaum, Paisajes…, 369.
28
compasión, pues quien sufre sale de nuestro juicio eudaimonista, y por ende no le consideramos
parte de nuestra estructura de proyectos y objetivos.
La empatía, en concreto, es la emoción que nos permite colocarnos en el lugar del otro. El origen
griego de este concepto hace referencia a la posibilidad de “reconstruir el pathos del otro,
teniendo en cuenta que el pathos significa lo que uno experimenta”85, por lo que esta emoción es
la que hace posible que sintamos lo que otra persona siente. Esta capacidad de los seres humanos
para empatizar ha sido de gran entusiasmo para muchos que proponen el fomento de una
sociedad empática, en la que sería posible que participáramos recíprocamente de los sentimientos
de los demás. Sin embargo, la empatía por si sola puede llegar a ser una emoción peligrosa, un
arma de doble filo, pues si bien es cierto conocer el sentimiento del otro puede movernos a
compadecer su dolor para buscar aligerarlo, también puede ser una herramienta útil para propinar
el golpe en lugar más sensible.
Debido a aquella realidad dual de la empatía, es que esta “cobra su coloración moral positiva
cuando se pone al servicio de la compasión”86, que es la emoción por la cual padecemos con el
otro y nos sentimos urgidos, sino a eliminar, por lo menos a disminuir el sufrimiento de la otra
persona, lo que denota que es importante para nosotros. La empatía por sí sola no garantiza la
acción en favor de quien la despierta en nosotros. Ese es el aspecto que faltaba a la estructura
aristotélica de la compasión, “el sentirse urgido a remediar el sufrimiento, que es el síntoma de la
compasión auténtica”87.
La compasión, considera el sufrimiento del otro y participa con él en aquella tétrica experiencia,
pero no solo se la imagina, sino que también posee una notable inclinación hacia la acción que se
dirige hacia el futuro88. Nussbaum nos dice, que cuando se vive la experiencia de la compasión por
una persona, quien se compadece habitualmente se imagina ayudando a quien pasa por la
situación de dolor que ha sido capaz de suscitar tal emoción, pensamiento que la mayoría de las
veces puede verse concretado.
85
Cortina, ¿Para qué…, 96.
86
Cortina, ¿Para qué…, 96.
87
Cortina, ¿Para qué…, 97.
88
Martha Nussbaum, La ira y el perdón (Ciudad de México: Fondo de cultura económica , 2018), 40.
29
La compasión demanda más que una motivación empática, pues precisa más que una
participación imaginativa en la desgracia del otro, pues la compasión se forma desde la
transgresión:
La transgresión, que entendida de manera aislada puede tener una connotación cuestionable, es
la posibilidad y consecuencia de la acción compasiva, que es capaz de mover al ser humano en
contra de las normas que evidentemente en algunos casos particulares, dictan la indiferencia. El
ser humano es compasivo, porque al igual que el samaritano del evangelio de San Lucas, no se
limita a las normativas de su mundo, sino que las excede en favor de la vida de otro hombre.
La figura del samaritano, que se describe en el capítulo decimo del evangelio de San Lucas, se
convierte en el paradigma de la persona compasiva. Este hombre no solamente ve y se imagina el
sufrimiento de quien se encuentra próximo a perder la vida, sino que se acerca, contrario a quienes
enfocados en su deber también lo vieron, pero siguieron de largo. De esta forma es claro que lo
importante no resulta ser el deber moral, sino la respuesta compasiva que se ofrece ante la
interpelación que nos realiza la persona del otro. Si el samaritano no hubiera transgredido la barda
del deber, si se hubiera adherido acérrimamente a la ley, nunca se hubiera permitido ni siquiera
detenerse frente a aquel hombre mal herido de la parábola, de quien se compadeció y salvó la
vida.
Esta ilustración del primer encuentro empático, que da paso a un compromiso propio de quien
siente compasión, evidencia como bien sostiene Nussbaum, que es posible que no necesitemos
de la empatía para la compasión. Sin embargo, es claro que en términos psicológicos esta resulta
importante, pues es muy probable que ante la ausencia de empatía permanezcamos indiferentes
y ajenos, ante el sufrimiento del otro, sin saber cómo dotar de sentido al dolor de los demás, pues
ni siquiera nos los imaginamos, y muchos menos podríamos proceder al acto compasivo.
89
Melich, Ética…, 109.
30
La empatía resulta ser, en resumen, una destreza mental de suma relevancia para la emoción
compasiva, aunque “en si misma sea falible y moralmente neutral”90. Esta emoción puede ser un
auxilio (aunque no imprescindible), para poner en ejercicio el pensamiento de magnitud y el juicio
eudaimonista. De modo que la experiencia completa de la compasión es la de este trance de la
empatía a la acción compasiva, pues “al reconstruir la experiencia de otro en nuestra propia mente
damos sentido a lo que para esa persona significa sufrir de ese modo”91. Seguido de este proceso,
se da lugar a la acción compasiva en aras de obtener el alivio y bienestar de quien se encuentra en
una situación de sufrimiento.
De forma muy particular Martha Nussbaum, se cuestiona sobre la importancia del cultivo de la
compasión en las instituciones públicas y en las estructuras políticas de los estados liberales y
democráticos. La integración de una compasión apropiada en los sistemas políticos que rigen
nuestros estados puede hacer notables contribuciones capaces de “encarnarse en la estructura
de instituciones justas”92. Una propuesta semejante se observa en Rawls en quien el principio de
la benevolencia moral, vinculado estrechamente a la compasión, es el criterio que debe regir la
estructuración de las instituciones y los principios básicos de la justicia.
La compasión como tal, alcanza un alto grado de incidencia moral en los individuos, pues no
solamente exige una respuesta activa frente a la constatación del dolor ajeno, sino que también
abstiene al agente compasivo de toda praxis que pueda dañar a otro ser humano. La emoción
compasiva frena las potencias que van en contra de la moral y que se encuentran presentes en
cada persona, verbigracia el egoísmo “que lleva a perseguir los propios intereses por encima de
90
Nussbaum, Paisajes…,373.
91
Nussbaum, Paisajes…,371.
92
Nussbaum, Paisajes…,447.
31
todo e inclina a la injusticia y la violencia”93. De esta forma, el primer efecto de la compasión es
entonces, la inhibición de todo acto egoísta, convirtiéndose en una clara defensa, ante los daños
que podrían conducir el egoísmo y la maldad 94 . Siendo allí donde se encuentra el más básico
principio de la justicia, y lo que, en términos de Schopenhauer, esta es en sí misma “la mera
negación de la maldad”95.
La justicia se ve animada y defendida por la compasión, que siempre se encuentra disponible para
aparecer en acto, pues cuando “la máxima de la justicia elegida vacila, ningún motivo es más
efectivo para animar las resoluciones justas que el que deriva de la fuente misma, esto es, de la
compasión” 98 . No es preciso ni determinante que la emoción compasiva estimule cada caso
individual, sino que a partir de la consciencia desarrollada sobre el sufrimiento que trae consigo
toda injusticia, se suscite el principio de la justicia, que rechaza el daño y la maldad.
93
Baró López y Villar Ezcurra. Pensar...,38.
94
Baró López y Villar Ezcurra. Pensar...,38.
95
Arthur Schopenhauer, El mundo como voluntad y representación: Traducido por Pilar Lopez de Santa María, Vol. I
(Madrid: Trotta, 2009), 438.
96
Cortina, Ética de…, 195.
97
Cortina, Ética de…, 195
98
Baró López y Villar Ezcurra. Pensar...,38.
99
Cfr. Cortina, Ética cosmopolita…, 22.
100
Cortina, Ética cosmopolita…, 22.
32
aquel vínculo nos encamina a algo que es más primigenio que el deber, conduce a la compasión
que es la emoción que nos lleva a interesarnos profundamente por las situaciones de dolor que
aparecen en las vidas de los demás y aquella que nos da razones para “arriesgarnos en aras de la
justicia social y el bien común”101.
En resumidas cuentas, la justicia precisa de la compasión, pues una justicia sin sentimientos se
queda en un mero acto racional, que no toma en cuenta a los individuos ni al defendido enfoque
de capacidades al que reiteradamente se refiere Nussbaum. En el enfoque de capacidades se
asume que los seres humanos cooperan incentivados por una amplia gama de motivos entre “ellos
el amor a la justicia y especialmente a la compasión moral” 102 dirigida hacia aquellos que no
poseen ni lo básico para poder alcanzar una vida buena y digna. En tal sentido, el enfoque que
propone Nussbaum se propone partir de una idea de la cooperación para la cual tanto la justicia
como la inclusividad se convierten en fines cuyo valor es intrínseco103, y para la cual los seres
humanos se encuentran vinculados por lazos de compasión y altruismo, unidos a los de la
búsqueda del bien común.
101
Martha Nussbaum, Justicia Poética. Trad. por Carlos Gardini (Barcelona: Editorial Andrés Bello, 1997), 99.
102
Martha Nussbaum, Las fronteras de la justicia: Consideraciones sobre la exclusión. Trad. por Ramón Vilà
(Barcelona: Paidós, 2007), 164.
103
Cfr. Nussbaum, Las fronteras…, 166.
33
Capítulo 3. Hacia una educación para una ciudadanía compasiva.
La educación, como ha quedado evidenciado a lo largo de la historia de los pueblos, es la clave
fundamental para el desarrollo y florecimiento de las capacidades humanas. Sin embargo, se
constituye en uno de los recursos distribuidos con mayor desigualdad en las sociedades y estados
de todo el mundo. Lo cual establece, de manera subrepticia, pero fácilmente perceptible, un
sistema educativo de privilegios a los que acceden con mayor facilidad los pertenecientes a ciertas
elites. De lo que se desprende que los grupos humanos que no integran aquellas privilegiadas
clases, o quienes han nacido en determinadas regiones del mundo con un desarrollo económico y
educativo limitado, se ven privados de la oportunidad de acceso a una educación que les permita
potenciar sus capacidades humanas.
Desde los años postreros del siglo pasado, tomó una especial vigencia un concepto tan antiguo
como el de ciudadanía. Adela cortina atribuye este inusitado interés a la necesidad de las
sociedades posindustriales de suscitar en sus integrantes una especie de identidad en la que se
reconozcan y se sientan pertenecientes104, puesto que este tipo de sociedades carece de la filiación
de los ciudadanos al conjunto de la comunidad que dificulta la estructuración y defensa de un
proyecto común. Lo cual es entendible, pues en la idea de ciudadanía el hecho de saberse como
ciudadano y parte de una comunidad, es el aliciente de los individuos para trabajar por ella.
104
Adela Cortina, Ciudadanos del mundo (Madrid: Alianza Editorial, 2009), 20.
34
En la actualidad se ha hecho una visible opción por el concepto de ciudadanía social, donde los
ciudadanos además de sus derechos políticos y civiles poseen también, derechos sociales. Lo cual
nos evidencia que:
Esto nos abre la posibilidad de formar una nueva ciudadanía desde los principios de la compasión.
En donde, desde la visión de Nussbaum, resulta fundamental un sistema educativo que enfatice
el cultivo de la humanidad, que posibilita un reconocimiento del otro capaz de exceder los límites
del razonamiento positivo, mecanicista e instrumental que impera en la modernidad. Es el tipo de
reconocimiento que posibilita una identificación e interpelación personal por las diversas
manifestaciones de sufrimiento de nuestra humanidad herida por las injusticias, que promueven
la miseria y la exclusión. Lo cual evidencia la necesidad de asumir “modelos alternativos de
convivencia y de sensibilidad moral que respondan a la esencial fragilidad que nos constituye”106.
105
Cortina, Ciudadanos…, 32-33.
106
Iván Pinedo. «De la Benevolencia a la ciudadanía compasiva: la recuperación de conceptos claves para el cultivo
de la democracia.» Limite. 13, nº 4 (2018): 30.
35
en primera instancia, se precisa de un abierto y comprometido apoyo de los estados, en cuanto se
refiere a la facilidad de los medios para una adecuada promoción de la emoción compasiva. En tal
sentido la educación formal resulta ser el medio más eficaz para incentivar en todos los niveles “la
capacidad de imaginar las experiencias de otros y de participar en sus sufrimientos”107.
Un sistema educativo que se preocupa por el cultivo y fomento de las humanidades enfatiza que
la educación se dirige y realiza por los seres humanos, cuyo valor excede su utilidad en términos
mercantiles y valora la unicidad de cada persona, con todas sus potencialidades y circunstancias.
Es una educación que se interesa por el florecimiento de los ciudadanos, y que reflexiona sobre
sobre sus desgracias, debilidades y sufrimientos, buscando desarrollar una cultura en la que haya
un interés e involucramiento reciproco en la suerte de todos, es decir, una cultura de la compasión.
Las habilidades enunciadas anteriormente se complementan con la tercera capacidad que nos
propone Nussbaum, que es lo que se denomina imaginación narrativa. La cual potencia la
capacidad de pensar cómo sería estar en las circunstancias de otra persona, comprendiendo su
historia, anhelos y frustraciones. Este tipo de imaginación “no carece de sentido crítico, pues
siempre vamos al encuentro del otro con nuestro propio ser y nuestros juicios a cuestas” 109 .
107
Nussbaum, Paisajes…, 472.
108
Cf. Martha Nussbaum, El cultivo de la humanidad: Una defensa clásica de la reforma en la educación (Barcelona:
Paidós, 2005), edición en PDF, 17.
109
Nussbaum, El cultivo…, 18.
36
Nuestra representación de la vida, historia o situación del otro, claramente se da desde nuestras
propias perspectivas y metas, pero resulta fundamental en la formación de un criterio responsable
y objetivo de los otros. Lo cual nos permite reconocerles como seres especialmente humanos e
identificarnos de manera compasiva con su causa o situación.
Sin embargo, a pesar del notable aislamiento de las humanidades y de su sustitución por otros
enfoques educativos, algunos pensadores como Lipovetsky, todavía logran ver una esperanza en
una ciudadanía movida a la compasión. Pues los derechos humanos, la idea de tolerancia, las
libertades tanto públicas como privadas, el rechazo abierto a la violencia y la guerra en cualquiera
de sus denominaciones, son principios especialmente humanos que permanecen latentes en
nuestras sociedades actuales. Todavía la compasión, los actos de ayuda, la indignación, la
benevolencia y la solidaridad, no han sido exterminados. En todos lados podemos observar el
florecimiento de la compasión y la generosidad 111 , evidenciados en las recientes y lúgubres
circunstancias globales en las que los ciudadanos del mundo se han visto movidos a una
vinculación especialmente compasiva, tras los mortales efectos de la pandemia y la actual guerra
en Ucrania.
Una ciudadanía compasiva, es sensible a la desgracia de los demás. Hechos como los enunciados
anteriormente, en los que miles de personas han perdido la vida y en los que otras tantas no han
110
Cf. Nussbaum, Paisajes…, 472.
111
Gilles Lipovetsky, La felicidad paradójica: Ensayo sobre la sociedad de hiperconsumo (Barcelona: Anagrama,
2006). 138.
37
tenido los medios para salir de tales circunstancias, tocan la fibra del ciudadano compasivo, que
no puede quedarse inerte ante la observación de aquellos hechos. De manera que no reprueba a
quienes ejercen una mala práctica del poder con el que se promueve el descarte, opresión y/o
erradicación de grandes grupos humanos, sino que busca ejercer la solidaridad y la integración en
la situación de aquellos que padecen especialmente la injusticia.
Aquella ciudadanía formada y nutrida de la compasión, es precisamente la que puede percibir que,
en los tiempos actuales, la crisis no solo es política y económica, sino también y esencialmente
humana. De la cual solo es posible librarse, respondiendo desde la propia humanidad,
construyendo un “nosotros incluyente, reacio a la polarización”112. Lo cual denota el hecho de que
nos importamos y compadecemos unos a otros en el marco de nuestras realidades cosmopolitas
tan evidenciadas en la actualidad de la postpandemia y la guerra, que nos han mostrado el rostro
universal del sufrimiento, moviéndonos a una marcada identificación con las causas y
padecimientos de los hombres y mujeres del mundo.
Los juicios valorativos de los ciudadanos de una determinada sociedad en lo concerniente a las
realidades de sufrimiento de las otras personas, es una cuestión que evidentemente excede las
barreras del yo, y se extiende a todas las instancias en donde el ser humano participa y se forma
como ente social y emotivo. En este sentido, es donde Nussbaum propone la compasión como una
motivación para el fomento de una ciudadanía con mayores niveles de conciencia moral y con una
112
Cortina, Ética Cosmopolita…,9.
38
marcada tendencia a la acción derivada de la virtud, buscando el bien más allá del aspecto
personal, siendo capaz de llegar, incluso, a la esfera pública113.
El hecho de que una determinada sociedad se estime como compasiva, no garantiza que esta se
inhiba de las injusticias y que sus criterios sean lo más objetivos posibles en cuanto a la valoración
de las circunstancias que puedan llegar a vivir sus ciudadanos. Esto debido fundamentalmente a
la carencia de una educación que forme en los juicios correctos y que dote de las capacidades
necesarias para hacer una justa estimación de lo que verdaderamente merece de una atención
compasiva. De tal manera que ante circunstancias particulares como la del desalojo de las familias
en sectores populares y los impuestos que inhiben a los ricos de sus lujos, se pueda hacer un justo
discernimiento de la acción compasiva en favor del caso más urgente.
De manera general se puede juzgar como especialmente trágicas las pérdidas humanas, pues en
todas partes las personas sienten una especial aflicción e interés por el acontecimiento de la
muerte de otros seres humanos, especialmente de aquellos con los que se ha tenido un vínculo
afectivo. Lo cual es entendible, pues desde la infancia se desarrolla un apego particular por ciertas
figuras parentales, cuyo distanciamiento, dolor o posible desaparición afecta especialmente a
quienes han compartido con ellos la vida. De igual forma tendemos a compadecernos ante el
sufrimiento que produce la enfermad, la subyugación política, la vejez, el hambre, y el maltrato,
así como otras tantas situaciones cuyos efectos estriban en una desmedida agonía que atenta y
limita la propia existencia.
El fomento y desarrollo de lo que denominamos juicios correctos, nos conduce a una ponderación
más amplia de los potenciales beneficiaros de nuestra compasión. Debido a que la indiferencia y
el ocultamiento de aquel amplio grupo de personas sufrientes es lo más distante al paradigma del
criterio compasivo que debemos fomentar. La compasión en el pensamiento de Nussbaum, cuyo
criterio nos sirve de referencia, es un “tipo de lealtad a la humanidad”114. Siendo precisamente la
emoción compasiva, lo que nos permite reconocer que hay otros vulnerables y que necesitan de
nuestra ayuda fuera de lo referente a su clase social, raza, genero, proximidad parental o religión.
113
Cf. Pinedo. «De la Benevolencia…», 40.
114
Pinedo y Yañez, «Las emociones…», 63.
39
Es determinante educar para una ciudadanía compasiva, que sea capaz de reconocer a los demás
en su dignidad y debilidades, que se interese por descubrir las injusticias disimuladas en las
estructuras de nuestros esquemas sociales. Para todo esto es preciso fomentar ciertas
capacidades fundamentales que la misma Martha Nussbaum enlista. Es necesario desarrollar en
los ciudadanos la capacidad de vivir hasta el final una vida humana de un tiempo normal y con
dignidad, en la que se disfrute de una buena salud e integridad corporal. Es también preciso que
se tenga la posibilidad de emplear los sentidos de la imaginación y el pensamiento, formados por
una oportuna y vasta educación incluyente, que promueva las emociones que posibilitan que se
sienta apego hacia personas y cosas distintas de uno mismo115.
Una educación que promueva aquellas capacidades tan necesarias en la formación de ciudadanos
compasivos, debe basarse necesariamente en la inclusión y en una propuesta multicultural. De
esta forma se integra una mayor aceptación de la pluralidad y la diferencia, que abogaría
primordialmente por los débiles y excluidos. Ante lo cual es necesario que esta educación se
encuentre imbuida completamente por el criterio del amor y la compasión, que anima a una
mayor comprensión de las experiencias distintas a las propias. Esta educación forma a ciudadanos
capaces desde muy temprana edad de exponerse sin manifestar rechazo o evasión, a los relatos y
escenarios que manifiestan las vulnerabilidades a las que se encuentra expuesta la vida humana.
115
Nussbaum, Paisajes…,472.
40
de la reflexión sobre este tema se encuentra en las Bases de la revisión y actualización curricular 116
del Ministerio de Educación de la Republica Dominicana que se plantea el desarrollo del sistema
educativo dominicano, para promover el respeto a la diversidad y la inclusión como las bases
fundamentales para una cultura de paz, en el ideal de una vida digna para toda la ciudadanía 117.
En resumidas cuentas, sin un adecuado criterio compasivo nos es posible percibir el sufrimiento
que deriva de las injusticias120, pues nuestra capacidad de indignación no se encuentra potenciada
adecuadamente. Es por esto por lo que encontrar lo justo exige mucho más que el dominio de una
determinada técnica procedimental121. De tal manera que resulta necesario integrar la compasión
dentro de las competencias fomentadas en el sistema educativo para educar una ciudadanía
compasiva capaz de relacionarse con los otros en un ambiente de justicia, respeto y equidad, capaz
de redimensionar las relaciones sociales que promueven un ambiente hostil, de exclusión y
favoritismos que favorecen a algunos y descartan a otros.
La búsqueda de juicios correctos por medio de la compasión resulta ser más imperioso en la
actualidad, donde nuestras sociedades globales, a pesar de los numerosos discursos en favor de
116
Ministerio de Educación de la Republica Dominicana. Bases de la revisión y actualización curricular, Santo
Domingo, 2016
117
Ministerio de Educación de la Republica Dominicana. Bases…,35.
118
Ministerio de Educación de la Republica Dominicana. Bases…,44.
119
Ministerio de Educación de la Republica Dominicana. Bases…,63.
120
Cf. Cortina, Ética de…,87.
121
Cf. Adela Cortina, Justicia Cordial . Madrid: Trotta, 2010.
41
la dignidad de los seres humanos y la condena pública de todo tipo de exclusión, se continúa
cargando con las secuelas de un vituperable historial de discriminaciones. La exclusión y la
discriminación se han basado tradicionalmente en cuestiones de raza, discapacidad, genero,
orientación sexual, edad y opciones religiosas122. A todo esto, se suma la promoción de una cultura
del individualismo e instrumentalización de los seres humanos, quienes pasan a ser valorados
según su capacidad de producción. La generalización y aprobación de estas concepciones estriban
en la descalificación de toda búsqueda de reivindicación de la dignidad particular o colectiva de
los pobres, que resultan ser las principales víctimas de estos sistemas categoriales, que promueven
el odio y la segregación.
Ante tales situaciones en las que los seres humanos son descalificados y sometidos a condiciones
de trabajo y esquemas de valoración, que no toman en cuenta los estándares mínimos de
dignidad, surge la compasión como la propuesta ética normativa para las sociedades
contemporáneas. La compasión, siendo una emoción y capacidad característicamente humana,
orienta los pensamientos y la acción hacia el exterior, considerando lo que le sucede a los otros y
las causas que motivan especialmente sus situaciones de sufrimiento.
El asumir la compasión como la ética normativa de las sociedades contemporáneas, trae consigo
un amplio conjunto de consideraciones, siendo la primera de estas el compromiso de una
educación ciudadana que asuma la promoción, desarrollo e integración consciente del
compromiso ético de la preservación de la dignidad humana, evitando y preservando de cualquier
tipo de daño físico y especialmente moral a las personas.
122
Martha Nussbaum, La monarquia del Miedo. Una mirada filosofica a la monarquia politica actual. Traducido por
Albino Santos Mosquera (Barcelona: Paidós, 2019), 108.
123
Melich, Ética…,141.
42
sociales que pasan por una experiencia del dolor y la injusticia, especialmente por los más
vulnerables de nuestros sistemas sociales.
El mismo Kant, que no es en grado alguno un apologeta de la compasión como hemos visto en
otro momento, reconoce que es incluso un deber participar activamente del destino de los otros
y por ende “cultivar en nosotros los sentimientos compasivos y utilizarlos como otros medios para
la participación que nace de los principios morales y del sentimiento correspondiente”124. Lo cual
conduce indefectiblemente a las sociedades actuales a no evadir los lugares donde se evidencia la
mayor desventura y pobreza humana, sino a buscarlos. Kant entiende esto como un deber
esencial; acompañar la desdicha de los seres humanos, no huir ante el dolor evidenciado por
ejemplo en la sala de enfermos, o en las cárceles para evitar la irreprimible y dolorosa empatía
que nos conduce a sentir compasión. Lo cual es evidentemente uno de los impulsos que la
naturaleza ha puesto en nosotros para potenciar y realizar aquello que la representación del deber
por sí sola no lograría125.
124
Immanuel Kant. La metafisíca de las costumbres (Madrid: Tecnos, 2008), 325.
125
Cf. Kant. La metafisíca…, 325.
126
Pinedo y Yañez, «Las emociones…», 63.
43
Una sociedad que educa y adopta en su sistema de valores ciudadanos, los principios de una ética
de la compasión, entiende que lo determinante no es desarrollar una ciudadanía
escrupulosamente legalista, que valore por encima de cualquier cosa el cumplimiento y respeto
de las leyes. Lo esencial aquí sería la manera de responder ante la interpelación del sufrimiento
de los demás, ante su presencia o ausencia, ante sus solicitudes y necesidades. En esta
circunstancia se responde adquiriendo los medios y procedimientos más oportunos atendiendo a
los principios compasivos que nos propone esta referida ética. De esta forma una ciudadanía
compasiva que se preocupa por el bien de todos y no solo de algunos, es capaz de dejarse
interpelar por el dolor causado por las injusticias, la exclusión, el silenciamiento, la coacción de la
libertad y de una vida digna junto a una larga lista de otras tétricas situaciones. Así la compasión
se convierte (al menos desde la perspectiva de Nussbaum) en el gozne entre el ámbito individual
y el público, que aboga incansablemente por el bien y la justicia.
44
Conclusión
En las sociedades actuales, tan marcadas por la defendida búsqueda de los propios intereses, que
conducen indefectiblemente a la desconsideración del otro como ente merecedor de dignidad,
atención y reconocimiento, resulta importante desarrollar la compasión desde la consideración de
esta como una emoción característicamente humana. Es la emoción que posee la potencialidad
de librar a los seres humanos de la indiferencia ante el dolor ajeno, pues la compasión es “la
expresión de ese lamento, la reacción ante el espectáculo del dolor del otro que se experimenta
como hiriente”127. Siendo precisamente esta experiencia del dolor ajeno o que le coloca en el
blanco de las críticas de sus contrarios, quienes, debido a esta identificación con la tristeza, le han
considerado como un sentimiento negativo.
La compasión por su propia estructura es una emoción más compleja que aquella que se les
asemejan, como la empatía, pues comporta más que una representación imaginativa de la
situación del otro, reclamando necesariamente una participación comprometida en la
127
Baró López y Villar Ezcurra. Pensar...,24.
45
consecución de su bienestar. Es por esto por lo que compadecer, en muchos casos es sinónimo de
transgredir, pues la persona se ve exigida a exceder los límites normativos, para socorrer a quien
sufre dejando de lado los infecundos legalismos y extremos nacionalistas. En tal caso, como se ha
visto, el samaritano se constituye en el compasivo por excelencia, que responde ante la necesidad
de un extranjero desconocido, de quien se convirtió en su prójimo al interesarse y salvar su vida.
De modo que una vez mas no es la ley lo estrictamente importante, sino la respuesta que se ofrece
a la interpelación que nos hace el otro sufriente y vulnerable.
La posibilidad de un sistema educativo que se proponga formar hombres y mujeres sensibles a las
necesidades de sus semejantes constituye un reto para cualquier sociedad contemporánea. Sin
embargo, resulta perentorio rescatar los principios de aquella emoción compasiva, que impulsa a
los límites en favor de quien sufre, aquella que exige una reconfiguración de las estructuras
formativas y públicas de la sociedad, en la que los seres humanos, reconociéndose desde la
compasión y la cordialidad, se propongan la estructuración de un proyecto común que defienda
la dignidad y el derecho a una vida buena y feliz que posee todo ser humano.
46
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Declaración de autenticidad y cesión de derecho
Yo, Carlos Alberto Lantigua Checo, autor-a del monográfico que lleva como título “La concepcion
de la compasión en el pensamiento filosófico de Martha C. Nussbaum”, declaro que el presente
manuscrito es de mi exclusiva autoría, elaborado exclusivamente para obtener el título de
licenciado en filosofía. Concedo, además, al Instituto de Estudios Superiores en Humanidades,
Ciencias Sociales y Filosofía Pedro Francisco Bonó derechos de reproducción, comunicación
pública y publicación en su repositorio institucional, únicamente con fines académicos, no
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Carlos Alberto Lantigua Checo
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