C.L. La Compasión en Martha Nussbaum

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 49

Instituto de Estudios Superiores en Humanidades, Ciencias Sociales

y Filosofía Pedro Francisco Bonó

Monográfico para optar por el título de licenciado en filosofía:

La concepción de la compasión en el pensamiento filosófico


de Martha C. Nussbaum

Carlos Alberto Lantigua Checo


17-1022

Asesor: Francisco Escolástico S.J.

Lector:

Santo Domingo de Guzmán, D.N. julio 2022


Índice
Introducción .......................................................................................................................... 4

Capítulo 1: La reflexión filosófica sobre la compasión............................................................. 6

1.1. Una aproximación a la concepción filosófica de la compasión ........................................... 6

1.2. Los presupuestos altruistas de la compasión .................................................................... 10

1.3. La compasión y sus adversarios ......................................................................................... 13

1.3.1. Los estoicos .................................................................................................................. 13

1.3.2. Friedrich Nietzsche ...................................................................................................... 14

1.3.3. Immanuel Kant ............................................................................................................ 15

1.3.4. Baruch Spinoza ............................................................................................................ 16

1.4. La defensa de la compasión ............................................................................................... 17

Capítulo 2: La compasión en el proyecto filosófico de Martha C. Nussbaum ......................... 19

2.1. La estructura de la compasión según la propuesta de Nussbaum .................................... 19

2.2. La compasión y el interés por los demás ........................................................................... 24

2.3. De la empatía a la compasión ............................................................................................ 27

2.4. La compasión: una motivación para la justicia .................................................................. 31

Capítulo 3. Hacia una educación para una ciudadanía compasiva. ........................................ 34

3.1. La formación de ciudadanos compasivos .......................................................................... 35

3.2. El criterio compasivo y la obtención de juicios correctos ................................................. 38

3.3. La compasión como ética normativa en las sociedades contemporáneas ...................... 41

Conclusión........................................................................................................................... 45

Bibliografía .......................................................................................................................... 47

ii
Introducción
El ser humano ha sido definido, según la conocida caracterización de Aristóteles, como un animal
racional, y con base a esta consideración se han valorado las emociones como lo contrario a esta
condición inherente a la persona humana. Esta postura deja de lado la ineludible realidad de que
el ser humano, connota una existencia en la que la razón coincide con las emociones, en la
constitución esencial de los individuos. De manera que, a pesar de que durante una parte
considerable de la historia se haya tratado las emociones humanas como netamente irracionales,
hoy día se reconoce el rol que desempeñan las emociones en la toma de decisiones racionales1.
Debido a lo cual estas deben ser consideradas “como parte esencial del sistema de razonamiento
ético”2.

En torno al referido estudio de las emociones muy específicamente, al de la emoción compasiva,


durante los últimos años ha tomado una particular vigencia el pensamiento filosófico de Martha
Nussbaum, la cual ha sido considerada una de las pensadoras más relevantes en el abordaje de las
teorías cognitivas de las emociones y la aplicación de estas en las diferentes esferas de la vida
humana, siendo sus campos centrales la política, la justicia y la educación de la ciudadanía.

La compasión, de forma específica, es una emoción sobre la cual se suscitan controversias, debido
a las diversas formas en que puede ser ponderada. Al contemplar que compadecer significa
específicamente padecer con el otro, puede que las consideraciones sobre los padecimientos le
doten de una connotación negativa. Sin embargo, también se ha considerado a la compasión de
forma positiva, pues su ausencia puede equivaler a la indiferencia, la insensibilidad y a una
carencia de la capacidad de indignación frente a las injusticias. De tal modo que la compasión
puede ser considerada como la emoción que mueve a los individuos a una participación
comprometida en el sufrimiento de los semejantes.

La compasión, según el pensamiento de Nussbaum, representa una emoción originada a raíz de la


constatación del sufrimiento de un ente distinto a la propia persona, lo cual comporta el

1
Robert C. Solomon, Ética emocional. Una teoría de los sentimientos. Trad. por Pablo Hermida (Barcelona: Paidós,
2007), 18.
2
Martha Nussbaum, Paisajes del pensamiento. La inteligencia de las emociones, Trad. Por Araceli Maira (Barcelona:
Paidós, 2008), 22.
4
reconocimiento del otro como un ser dotado de dignidad y merecedor de una vida buena. La
emoción compasiva, desde los planteamientos de Nussbaum, no debe ser contemplada de una
manera aislada sino en concomitancia a otras emociones y dimensiones que brindan una visión
más integral del ser humano.

En el presente trabajo, nos proponemos analizar la concepción de la compasión en el pensamiento


de Martha Nussbaum, sin la pretensión de hacer una composición de psicología especializada
sobre el tema. De modo que los términos serán abordados desde un punto de vista
privilegiadamente filosófico en tres momentos distintos, teniendo como textos fundamentales a
Paisajes del pensamiento; La inteligencia de las emociones y Emociones Políticas; ¿Por qué el amor
es importante para la justicia?, en los que Nussbaum trabaja de manera minuciosa y dilatada el
tema de las emociones, abordando de manera específica cada una de las que en su pensamiento
ocupan un lugar de relevancia.

En el primer momento nos proponemos contemplar la reflexión filosófica sobre la compasión,


haciendo un recorrido por las diversas concepciones de esta y contemplando las variadas
posiciones que se han tenido sobre el tema a lo largo de la historia. En un segundo momento nos
adentraremos en el abordaje de la emoción compasiva en el proyecto filosófico de Martha
Nussbaum, contemplado las estructura e implicaciones de esta emoción, así como los novedosos
aportes que realiza Nussbaum en la consideración de la estructura general de la compasión.

Finalmente hemos de presentar algunos principios para la educación de una ciudadanía


compasiva, que, por medio del cultivo de la humanidad, propicie el reconocimiento mutuo y
motive a la acción. Buscando siempre subsanar el sufrimiento de la humanidad y alertar sobre las
estructuras que promueven las injusticias, la desdicha y el dolor de las personas. Abogando de
esta forma por una ciudadanía que acoge lo distinto y defiende el florecimiento humano de todos
los individuos.

5
Capítulo 1: La reflexión filosófica sobre la compasión
1.1. Una aproximación a la concepción filosófica de la compasión

El termino, compasión, proviene del latín compassio, que hace referencia al sentimiento de
tristeza que se experimenta al observar el sufrimiento de otro y que por ende posee una
vinculación natural a otros términos relacionados con algunos sentimientos como la piedad, la
misericordia, la conmiseración, la clemencia y hasta la simpatía y la benevolencia, “en tanto que
todos se refieren a una emoción ajena y en la mayor parte de los casos de una emoción suscitada
por un dolor o una pena”3. Sin embargo, estos no pueden ser utilizados indistintamente, aunque
tengan una cierta relación en el desarrollo y elucidación del concepto de la compasión como tal.

De manera muy específica el concepto de la compasión ha sido vinculado al de la simpatía, que en


griego posee el mismo significado de la compasión en la lengua latina4. La simpatía es sentir con
el otro, participando afectivamente de sus sentimientos5. De modo que la simpatía bien puede dar
paso a lo moral, “puesto que es salir, al menos parcialmente, de la prisión del yo”6. En tal sentido
puede surgir la inquietud de saber con qué se puede simpatizar, pues según su definición, a
diferencia de la compasión que surge ante el sufrimiento de otro, es posible simpatizar en
cualquier situación, incluso ante la crueldad, como bien lo detalla Andrés Comte, que aclara que
quien “simpatiza con un torturador participando de su sádica alegría, o sintiendo la excitación que
el siente, comparte también su culpabilidad o al menos su maldad”7.

El concepto de la compasión no solamente ha sido abordado en la época reciente donde se hace


una opción clara por la reflexión sobre la dimensión emocional de los individuos, sino que desde
tiempos muy antiguos ha sido motivo de reflexiones en aras de dilucidar esta dimensión
constitutiva dentro del conjunto emocional que integra a los seres humanos. De forma particular
en la antigua Grecia esta emoción era considerada por parte de varios autores, como una
“participación en el dolor ajeno”8 que en cierto modo convertía a este, en quien se constataba el

3
José Ferrater Mora, Diccionario de Filosofía. Tomo I (Buenos Aires: Editorial Sudamericana),309.
4
Cf. Andrés Comte Sponville, Pequeño Tratado de las grandes virtudes (Madrid: Espasa-Calpe, 1998), 128
5
Miguel García Baró y Alicia Villar Ezcurra, Pensar la compasión (Madrid: Universidad Pontificia Comillas de
Madrid, 2008), 20.
6
Comte, Pequeño…,129.
7
Comte, Pequeño…,129.
8
Ferrater, Diccionario…,310.
6
sufrimiento, en un prójimo para quien observaba su dolor a pesar de que no existiera ningún tipo
de proximidad o vinculación afectiva entre quienes participan del proceso que da origen a la
compasión. De modo particular en su reflexión sobre la compasión, contenida en el libro II de la
Retórica, Aristóteles afirma que es:

Cierto pesar por la aparición de un mal destructivo y penoso en quien no lo merece, que también
cabría esperar que lo padeciera uno mismo o alguno de nuestros allegados, y ello además cuando
se muestra próximo9.

La compasión, en estos términos, resulta ser una emoción natural en el ser humano, quien la
experimenta en condiciones y situaciones particulares. Aristóteles especifica la circunstancias y
motivaciones de la compasión en algunos individuos de forma específica. En la ilustración de su
propuesta sobre la compasión, Aristóteles se vale de las figuras del joven y el anciano, quienes, a
pesar de sentir la misma emoción no la experimentan bajo las mismas motivaciones. En tal sentido
especifica que los jóvenes son propensos a compadecerse de los desafortunados porque tienen
como premisa la idea de que son buenos y poseen una marcada tendencia hacia la filantropía.
Según este postulado, aquellos son compasivos, debido a que asumen a todos como “buenas
personas y mejores (de lo que son) (ya que miden a cuantos tienen cerca según su propia falta de
malicia)”10.

Al referirse a los ancianos, Aristóteles plantea su postulado considerando que estos habiendo
pasado por una cantidad considerable de experiencias y conscientes de sus limitaciones o
debilidades, se proyectan en las vicisitudes por las que atraviesan los demás. De tal manera que
los ancianos también son compasivos, “pero no por las mismas razones que los jóvenes: éstos lo
son, en efecto, por filantropía; aquéllos, por debilidad, porque en todo ven la proximidad de un
daño propio”11.

La compasión ha sido también reflexionada por autores del medioevo como Santo Tomás de
Aquino, quien coincide con San Agustín al abordarla como misericordia. Para el aquinate:

La misericordia es la compasión que experimenta nuestro corazón ante la miseria de otro,


sentimiento que nos compele, en realidad, a socorrer, si podemos. La

9
Aristóteles. Retórica. II,1385b, 15.
10
Aristóteles. Retórica. II, 1389b, 9-12.
11
Aristóteles. Retórica. II, 1390a, 15-20.
7
palabra misericordia significa, efectivamente, tener el corazón compasivo por la miseria de
otro12.
De tal modo el otro se constituye en una parte importante de la propia persona, que se interesa
por su felicidad. Esto es posible gracias a la identificación con el otro, que se da en el proceso
compasivo. Así lo afirma Santo Tomás: “sufrimos por la miseria ajena en cuanto la consideramos
como nuestra” 13 . Lo cual implica una identificación con el otro a quien se le busca ayudar,
involucrándose de manera activa en su situación, es decir, no es un proceso mecánico despojado
de emociones y sentimientos, sino todo lo contrario. Por lo que la compasión se convierte en la
mayor de las virtudes, pues “a ella, en efecto, le compete volcarse en los otros, y, lo que es más
aún, socorrer sus deficiencias; esto, en realidad, es lo peculiar del superior”14.

A raíz de lo ponderado sobre el concepto de la compasión, podemos constatar como esta se


constituye en una emoción básica en el ser humano 15 . Debido fundamentalmente a que esta
emoción es como la respuesta natural “a la experiencia del mal, del sufrimiento, una respuesta a
una interpelación imposible de prever y de planificar”16 ante un imperativo que se presenta de
manera inusitada, capaz de desplazar los planes y prioridades iniciales, en virtud de la respuesta
que se propone dar el individuo en un momento y circunstancia particular frente al sufrimiento
del otro.

La compasión, es una emoción que aflora de manera espontánea y natural en el interior los
individuos, pues si bien es cierto que se “supone que en la compasión sufrimos con el otro, no
necesitamos sentir realmente su dolor”17 para experimentar este sentimiento ante una situación
particular de sufrimiento. De tal manera que no se requiere de un proceso de replicación exacta
del sufrimiento percibido para albergar el sentimiento compasivo, por ejemplo, se puede llegar a
sentir compasión por un conocido que se ha roto un brazo, sin embargo, no se siente con la misma

12
Santo Tomás, Summa Teológica, II-II, q. 30, a. 1
13
Santo Tomás, Summa Teológica, II-II, q. 30, a. 2.
14
Santo Tomás, Summa Teológica, II-II, q. 30, a. 4.
15
Solomon, Etica…, 98.
16
Joan Carles Melich, Ética de la compasión (Barcelona: Herder, 2010), 142.
17
Solomon, Etica…, 99.
8
gravedad su dolor y hasta puede que se llegue a sentir una “punzada compasiva”18 en el brazo,
pero nunca al mismo grado que quien padece el hecho concreto.

Lo más propio de la compasión es una movilización a la acción, ante el reconocimiento del otro
que sufre, puesto que es la imagen de la fragilidad en el rostro del otro, lo que nos impulsa a
prestar ayuda, a sentirnos responsables 19. De modo que la responsabilidad para con el otro, no
viene de manera fortuita, sino en la tendencia a buscar su bien, que suscita también la compasión,
ante el rostro de quien sufre. En tal sentido el rostro del otro se constituye en el principio sensible
que nos mueve a identificar el sufrimiento y a sentir compasivamente con aquella persona que
padece. De manera específica Emmanuel Lévinas, entiende que lo fundamental para la compasión,
no es comprender a profundidad el sufrimiento de un tercero, sino el reconocimiento del otro en
cuanto rostro sufriente y vulnerable, que se constituye en una llamada al compromiso. Bien dice
Lévinas:

El rostro no es simplemente una forma plástica, sino de entrada un compromiso para mí, una
llamada, la orden de ponerme a su servicio. No solo del rostro, sino de la otra persona que en ese
rostro se me aparece a la vez en su desnudez, sin medios, sin nada que la proteja, en su indigencia
y, al mismo tiempo, como el lugar en el que recibo un mandato20.

De esta forma, en el encuentro con el rostro desnudo del otro, tiene lugar el origen de un
compromiso ético. Es aquí donde logra verse que la compasión llega a ser incluso un deber para
con el otro, que, sin darse cuenta, su rostro donde evidencia su vulnerabilidad se convierte en una
abierta demanda de ayuda y de la responsabilidad que tenemos hacia él. Esto es claramente una
relación asimétrica que no busca en grado alguno ser retribuida por ningún medio, pues su
principio categórico es la responsabilidad que se tiene para con el otro que se manifiesta
vulnerable, pues es efectivamente la denominada experiencia de la vulnerabilidad, lo que en
Lévinas, constituye el principal motor de la compasión, excediendo los límites de la frígida
indiferencia.

Robert Solomon, al abordar la compasión en su obra Ética emocional (2007), plantea que padecer
con el otro su dolor, presupone que quien acompaña en el sentimiento, al menos comprende lo

18
Solomon, Etica…, 99.
19
Emmanuel Lévinas, De otro modo de ser, o más allá de la esencia (Salamanca: Sígueme, 1987), 54.
20
Andrés Alonso Martos, ed. Emmanuel Lévinas: La Filosofía como ética . (Valencia: Univesitat de València, 2008),
22.
9
que el otro experimenta o siente, por lo que la compasión “exige conocimiento además de
sentimiento”21 y presupone la empatía, puesto que el individuo da un paso de la mera empatía a
la compasión en la medida que se involucra de una forma comprometida con quien sufre. De tal
modo que la compasión, expresada como esa capacidad de sentir dolor por y con el otro, llega a
ser considerada entre todas las emociones, como la “piedra angular de la justicia”22.

La compasión consiste, en conclusión, en padecer con el otro su sufrimiento, haciéndose presente


con una disposición más comprometida que la del sentimiento lastimoso, pues se encuentra unida
a la tendencia de ayudar al individuo que pasa por una determinada situación de dolor. Esta
emoción viene acompañada con la expresión de un acto concreto en repuesta del sentimiento
albergado. En tal sentido, “es preciso entender bien la verdadera compasión, que es un
sentimiento activo, transformador, y no pasiva condescendencia hacia los peores situados. Es un
impulso hacia la acción” 23 . En definitiva, la compasión representa una respuesta afectiva y
cognitiva del ser humano ante el dolor, puesto que involucra diversos conceptos y formas de
interpretar el mundo 24 en donde las personas padecen y evidencian en formas sensibles su
experiencia del sufrimiento.

1.2. Los presupuestos altruistas de la compasión

La compasión, como hemos compartido en las primeras líneas de este capítulo, no debe abordarse
sola, sino en conjunto con otros conceptos y emociones que se encuentran igualmente presentes
en la constitución esencial de los individuos, y que muchas veces anteceden a la conducta
compasiva. De forma muy particular, la compasión será vinculada por autoras como Martha
Nussbaum, a la actitud benévola25, lo cual también es realizado e identificado con anterioridad en
sentimientos como el altruismo, que se constituye en un abierto desafío para los defensores de la
teoría de que el ser humano busca de forma natural únicamente su bienestar individual.

21
Solomon, Etica…, 101.
22
Solomon, Etica…,99.
23
Adela Cortina, Ética Cosmopolita: Una apuesta por la cordura en tiempos de pandemia (Barcelona: Paidós, 2021)
Edición en PDF, 13.
24
Cfr. Solomon, Etica…, 100.
25
Cf. Nussbaum, Paisajes…, 375.
10
En torno a la constatación de la conducta altruista en el hombre primitivo, el mismo Charles
Darwin, se percató a tiempo de que el comportamiento altruista de los individuos representaba
una dificultad para la teoría de la evolución por selección natural, pues si esta actúa de forma
particular sobre los individuos y no en los colectivos, entonces el comportamiento altruista
conduciría a la extinción de quienes lo presentasen 26, puesto que la referida selección natural
defendida por Darwin, favorece “las motivaciones egoístas de las conductas de
autopreservación”27 y condena los comportamientos que buscan el bienestar o conservación de
organismos distintos al propio.

El altruismo como tal, es un término relativamente reciente, introducido por Auguste Comte, que
implica evidentemente la benevolencia y se opone de igual forma al egoísmo para dirigir y
estimular la inteligencia 28 . El altruismo, que se encuentra despojado de toda pretensión
utilitarista, se rige por la idea de que su acción es beneficiosa para la comunidad. De modo que
quien lo realiza no resulta directamente beneficiado como podría desprenderse de una acción con
intenciones utilitaristas, sino que el altruista, que reflexiona que no se verá retribuido en sentido
alguno por su acción, la ejerce teniendo en cuenta el bienestar del otro a quien se le brinda la
ayuda. Lo cual evidencia la tesis de Daniel Batson, que asegura que el altruismo resulta ser “un
estado motivacional con el fin de mejorar el bienestar de otro”29.

La motivación altruista, al igual que la compasión, supone una llamada a la acción en el individuo,
ante las situaciones de sufrimiento. Esta tendencia básica de los seres humanos a la acción
altruista representa un precedente del comportamiento compasivo que encara el sufrimiento y se
apropia de la posibilidad de ejercer una acción comprometida con el objetivo de disminuir el dolor
constatado en el otro.

La presencia del altruismo en la historia evolutiva del ser humano, resulta ser un referente esencial
en la ponderación del desarrollo de la compasión, pues el cúmulo de las habilidades cognitivas,
permiten evidenciar la aparición temprana de una necesidad de cooperación en la cotidianidad de

26
Maximiliano Martínez, «La evolución del altruismo.» Revista colombiana de filosofia de la ciencia 4, nº 8 (2003): 29.
27
José Eduardo Moreno, «Investigación psicológica sobre altruismo y conductas de ayuda.» Enfoques 5, nº 2, (1993),
5.
28
Cf. Ferrater, Diccionario…,85.
29
Llorenç Soler Sampol, «Altruismo y empatía» (Tesis, Universitat de les Illes Balears, 2010), 8.
11
los individuos 30 . En donde fueron desarrollando vínculos de reconocimiento, interés y
colaboración que persistieron en el desarrollo de sus aptitudes biológicas. Es en este sentido que
Adela Cortina defiende el hecho de la capacidad biológica que los seres humanos tenemos para
sentir la compasión, pues de lo contrario nos sería imposible el desarrollar tal sentimiento. Pero,
el ser humano si está preparado en su naturaleza biológica “para cuidar y cooperar, para realizar
acciones altruistas, estamos preparados para conmovernos”31.

En el estudio del altruismo como conducta prosocial destacan los aportes del psicólogo Charles
Batson, que evidencian una conexión particularmente estrecha entre el comportamiento derivado
del altruismo y la compasión. Batson busca delimitar una especie de altruismo al que denomina
empático, pero que en realidad hace referencia a un tipo de altruismo basado en la estructura más
propia de la compasión, pues este busca disminuir o eliminar el sufrimiento percibido en los
demás. Batson logra demostrar en sus investigaciones que las personas que atienden al
sufrimiento de otros de una forma suficiente para que se despierte la compasión, poseen motivos
suficientes para ayudar a esas personas32. De modo que la compasión y el altruismo comparten
una dimensión activa y prosocial, según este autor.

El vínculo existente entre el altruismo y la compasión queda evidenciado en la propia estructura


de esta última, puesto que la compasión permite a la persona exceder su estrecho círculo y “sentir
un interés más intenso hacia vidas que son distantes o que no están relacionadas directamente
con la suya”33. De modo que al igual que el altruismo la compasión direcciona la posibilidad de la
acción benévola de los individuos, hacia seres con los que no se tiene ningún tipo de vínculo.
Siendo así que la aparición de la compasión no sucede de forma inusitada o fortuita, sino que
resulta ser el germen directo de un “elemento protoético en la respuesta que ya estaba
presente”34.

30
Roberto Sáez, Evolución humana: Prehistoria y origen de la compasión (Cordoba: Almuzara, 2019), 6.
31
Adela Cortina, ¿Para qué sirve realmente la ética? (Barcelona: Paidós, 2013), 96.
32
Nussbaum, Paisajes…,380.
33
Nussbaum, Paisajes…,378.
34
Nussbaum, Paisajes…,378.
12
1.3. La compasión y sus adversarios

En el discurrir de la historia se han sostenido diversas ponderaciones en torno a la compasión


como una emoción insoslayablemente presente en la existencia de los seres humanos, pues como
ya hemos visto, se han encontrado vestigios de esta, así como de algunos otros sentimientos y
conductas afines con la referida emoción en el ser humano primitivo. Es así, según lo que nos
presenta la filósofa estadounidense Martha Nussbaum, que “la tradición favorable a la compasión
ha dado por hecho que muchos infortunios de la vida provocan un daño serio a personas que no
lo merecen”35.

En el pensamiento de Sócrates una persona buena, no podía ser de algún modo dañada. Así el
pensamiento socrático da apertura a una tradición filosófica “que se opone a la compasión en
tanto que sentimiento moral que no merece dignidad ni del que lo presenta ni del que lo recibe’’36.
Debido a lo cual, en lo adelante nos proponemos hacer una breve presentación de las reflexiones
de los principales adversarios de la compasión.

1.3.1. Los estoicos

Los mayores exponentes de aquella tradición medularmente adversa a la compasión han sido los
estoicos, cuya tradición ética valora la compasión más que como un sentimiento de índole
virtuosa, como una expresión de debilidad que “nos hace pasibles de sentimientos de
resentimiento y de venganza menoscabando la agencia que nos caracteriza como seres humanos
dignos”37. Esto se debe a que en esta corriente de pensamiento lo que tiene realmente valor es la
razón y voluntad propias del agente, aquello que Epicteto denominó bajo el concepto de propósito
moral. En tal sentido “la razón práctica se determina a sí misma y no debe someter su dignidad a
condiciones externas”38 como el afecto o la compasión por allegados o extraños.

La compasión observada desde la óptica estoica se constituye en un atentado contra la dignidad


de la persona que sufre, puesto que esto sugiere que dicho individuo es un ser humano con
necesidades que la persona virtuosa no posee. Desde la concepción estoica, son las malas

35
Nussbaum, Paisajes…, 397.
36
Nussbaum, Paisajes…, 398.
37
Lacunza, María C. «La virtud aristotélica de la compasión a la base de la construcción de lazos sociales en el
estado» Memoria Académica (Universidad de la Plata), agosto 2015: 6.
38
Lacunza, «La virtud…», 6.
13
elecciones o la injusticia, las que pueden obstaculizar o dañar el propio florecimiento, ante lo cual
lo justo no resulta ser la compasión sino la censura. En tal pensamiento, reprobar a alguien en vez
de compadecerlo, respeta la preeminencia del propósito moral en cada ser humano, no dándoles
un trato de víctimas y sometidos, sino como personas con dignidad.

1.3.2. Friedrich Nietzsche

Nietzsche profundiza y reflexiona aquella línea de los estoicos sobre la compasión, y se convierte
en uno de sus más abiertos adversarios, pues en su pensamiento, “compadecer equivale a
despreciar”39. De manera que, entendida en estos términos, la compasión es una expresión de la
vulnerabilidad humana y se merece el despojo de toda consideración loable, puesto que define al
ser humano como un ser incapaz de la autosuficiencia que debería dotarle la razón.

La crítica de Nietzsche a la compasión se centra en evidenciar que esta emoción no es en grado


alguno, como habitualmente se le entiende, un proceso puro, altruista y desinteresado. El hecho
de que se dotara de una carga moral a este sentimiento y su vinculación a la propuesta cristiana
motiva a Nietzsche a vincular en su genealogía deconstructiva, la crítica a la compasión. De la cual
advierte como un egoísmo disfrazado de benevolencia que posee fines e intereses particulares.
Esa compasión, a la que se refiere Nietzsche, es supravalorada por los grandes colectivos humanos,
debido precisamente al desconocimiento de las implicaciones de esta.

Para Nietzsche la compasión es una escapatoria frente a las posibilidades del sufrimiento, que,
observado en el otro, se constituye en una llamada de alerta del propio bienestar, pues resulta ser
“un peligro que también nos amenaza a nosotros” 40. Ante aquellas amenazas de un potencial
sufrimiento en la propia persona, respondemos con un acto compasivo “que puede implicar una
defensa sutil de nosotros mismos e incluso una cierta dosis de venganza”41, en la que la ayuda no
es más que una corroboración de la dependencia que posee el que es compadecido con respecto
a quien se le compadece, que experimenta un cierto placer ante aquella situación en donde este
se sabe superior a quien vive la experiencia del sufrimiento socorrido.

39
Friedrich Nierzche, Aurora (Madrid: M.E. Editores, S.L., 1994), 125.
40
Nierzche, Aurora…, 123.
41
Nierzche, Aurora…, 123.
14
La compasión, connota en el pensamiento de Nietzsche, lo que este llama una duplicación del yo,
que se realiza en el asumir como propios los acontecimientos de la vida de los demás. Esto se
convierte entonces en un principio de difusión exagerada de sufrimiento. En tal sentido Nietzsche
llega a decir:

La compasión erigida como norma general de conducta y fiel a su principio de que hay que sufrir a
causa de la desgracia del prójimo en la misma medida que sufre él, haría forzadamente que el punto
de vista del yo, con sus exageraciones y desviaciones, se extendiera también al punto de vista del
prójimo al que compadecemos, de forma que sufriríamos a la vez por nuestro yo y por el yo del
otro, abrumándonos así voluntariamente con una doble sin razón, en lugar de aliviar en lo posible
el peso de la nuestra42.

Así Nietzsche expresa una visión de la compasión que la presenta como una emoción perpetrada
por un afán de dilatación del sufrimiento, que adentra a quien se deja guiar por el sentir
compasivo, en un clima de tétrica existencia en la que los motivos de su dolor no son realmente
los suyos sino los de otro individuo totalmente ajeno a él.

1.3.3. Immanuel Kant

Otro abierto opositor de la emoción o sentimiento compasivo es Immanuel Kant, que también
reflexiona que “al compadecer sufren dos al precio de uno”43, por lo que no tiene ningún sentido
multiplicar el dolor por medio de la aprobación de un sentimiento con tales fines. La postura de
Kant en algunos momentos se adopta también algunos tintes estoicos, pues entiende que la
compasión es una cierta benevolencia ultrajante en tanto que se da para con quien es indigno44.
Lo cual defiende el referido propósito moral, en donde la facultad del bien y la razón se convierten
en un principio de igualdad en los seres humanos y por ende evidencia la potencial capacidad de
la autosuficiencia que es infravalorada por en el acto compasivo, mismo que se constituye en un
insulto para quien lo realiza pues “es un reconocimiento de que sus propias perspectivas más
importantes pueden verse arrolladas por la fortuna”45.

En definitiva, para Kant aquella obligación de socorrer promovida por la compasión no es más que
una obligación imperfecta que tiene un efecto negativo también en quien la ejerce pues “muchas

42
Nierzche, Aurora…,127.
43
Baró López y Villar Ezcurra. Pensar..., 24.
44
Nussbaum, Paisajes…, 399.
45
Nussbaum, Paisajes…, 399.
15
personas se volvieron de hecho duras de corazón porque, como antes habían sido compasivas, se
vieron engañadas con frecuencia”46. De modo que la sensibilidad para con el prójimo, tan propia
de los adeptos de la compasión, termina siendo neutralizada en quien se avoca a ella con demasía
y sin auxilio de la razón termina por arrepentirse de lo realizado.

1.3.4. Baruch Spinoza

Baruch Spinoza, próximo a los estoicos en este punto, también llega a entender que la compasión,
como un dolor compartido, disminuye nuestra capacidad de ser, razonar y obrar, por lo que
reflexiona que “el hombre que vive según el dictamen de la razón se esfuerza cuanto puede por
conseguir que la conmiseración 47 no influya en él” 48 . Spinoza entiende que es la razón lo que
propicia el actuar justo, que resulta más propicio a la dignidad de los individuos que las acciones
impulsadas por la compasión. De modo que este conocido filósofo de la ética demostrada según
el orden geométrico, llega a coincidir con Descartes, en la preferente determinación de impulsar
los afectos propios de la alegría y la benevolencia que nos mueve a desear el bien de los demás.
Esto es por lo que tanto Kant, como Descartes y Spinoza proponen que, si verdaderamente se
desea socorrer a los demás seres que sufren, no se proceda por medio de la compasión
únicamente, sino que evidencian que es preciso hacerlo movidos por razón, el amor y la
generosidad, que anteponen la dignidad del otro ante los posibles intereses particulares que
tienen lugar en el interior de cada individuo.

Ante las consideraciones de estos críticos de la compasión surgen diversas posturas que les
refrendan o desaprueban. Sin embargo, de manera particular, estas consideraciones deben ser
repensadas en un tiempo donde las crisis nos han evidenciado como nunca nuestra reciproca
necesidad para la supervivencia. Hoy día es más evidente que en otro tiempo la interdependencia
que debe conducirnos a la solidaridad y la compasión por quienes corren una suerte menos
agraciada. Las naciones van siendo cada vez más conscientes de esto y por eso se forman lazos de

46
Immanuel Kant, Sobre pedagogía, Trad. por Oscar Caeiro (Cordoba: Universidad nacional de cordoba , 2009),
108.
47
La conmiseración es el sentimiento por el cual Spinoza entiende y se refiere a la compasión.
48
Baruch Spinosa, Ética demostrada según el orden geométrico (Madrid: Ediciones Orbis S.A., 1980), 223.
16
hermanad trasnacional, pues es un acto suicida el no compadecerse de los otros y negarse a la
solidaridad con quienes a fin de cuentas comparten un mismo destino y barca49.

1.4. La defensa de la compasión

Si bien es cierto que la compasión ha tenido numerosos adversarios a lo largo de la historia, por
considerarla una expresión burda de la debilidad humana, esta no ha dejado de estar presente en
el desarrollo emocional de los seres humanos. La compasión ha resultado ser la emoción más
aprobada y admitida por la tradición filosófica en el discurrir de los años en los que esta se ha
vinculado al reconocimiento de la dignidad humana, misma que se ha fraguado históricamente
por medio de litis y conflictos, en los que los individuos perpetrados por la injusticia, la
descalificación y la alineación, han buscado ser reconocidos como personas dignas de respeto.
Todos los seres humanos precisamos el reconocimiento de nuestros semejantes para poder llevar
a cabo una vida realizada. Debido precisamente a que el núcleo de la vida social y personal no es
el de individuos en aislamiento que deciden asociarse en algún momento, sino “el de personas
que nacen ya en relación, que nacemos ya vinculados”50.

El reconocimiento de la dignidad de cada ser, así como de la necesidad de afecto y estima, son
inexorables para lograr la consecución de una vida buena y feliz, en la que todos seamos
conscientes de que somos más que probos interlocutores de los diálogos y encuentros que nos
constituyen porque somos seres capaces del lenguaje. Se trata de algo más complejo, necesitamos
un “reconocimiento cordial de que nuestras vidas están originariamente vinculadas, por esto
importa hacerlas desde la compasión” 51 , que permite la comprensión de nuestro semejante y
propicia una cierta identificación que nos mueve a la búsqueda del bien y felicidad de todos,
puesto que se desarrolla una conciencia de nuestro ser en relación con los otros.

Victoria Camps, nos dice en su obra El gobierno de las emociones, que “de la semejanza entre los
seres de la misma especie, nace casi espontáneamente un sentimiento común”52. Esto dicho en
otras palabras, puede entenderse que existe en nosotros una tendencia a la imitación de los

49
Adela Cortina, Ética de la razón cordial: Educar en la ciudadania del siglo XXI (Asturias : Ediciones Nobel, 2007),
37.
50
Cortina, ¿Para qué…, 98.
51
Adela Cortina, ¿Para qué…, 98.
52
Victoria Camps, El gobierno de las emociones (Barcelona: Herder, 2011), 134.
17
sentimientos de los demás. Cuando esa imitación se refiere a la tristeza originada a raíz de la
observación del sufrimiento del otro, se entiende que es la compasión, por la que nos
comprometemos cuanto es posible, para librar del dolor a lo que nos mueve a este sentimiento.

Arthur Schopenhauer en su obra , “El mundo como voluntad y representación”, se refiere a la


compasión como la “fuente de todas las acciones morales y único fundamento posible de la
moralidad” 53 , pues a partir del compromiso con que esta se asuma, se verá expresada en las
acciones de la justicia y la caridad 54 . La compasión posibilita una experiencia de repugnancia
natural ante la constatación de la injusticia o sufrimiento de todo ser vivo. En Schopenhauer la
compasión es ilimitada para con todos los seres vivos y no exclusivamente con nuestros
semejantes, por lo cual se constituye en el “más firme y seguro aval de la buena conducta moral,
y no precisa de ninguna casuística” 55 , así es difícil pensar en la existencia de un ser humano
virtuoso “que no conozca la compasión, o injusto y malvado y, al tiempo, compasivo”56.

En conclusión, para la tradición defensora de la compasión que no deja de reconocer que el


sufrimiento, el dolor o la desgracia son condiciones necesarias para el surgimiento de la
compasión, esta emoción es al mismo tiempo “la fuente de la caridad desinteresada (ágape,
caritas)”57. Puesto que en el momento en que se buscase algún tipo de retribución o satisfacción
personal, la acción no tendría como principal motivación el sentimiento descrito, sino la búsqueda
interesada de un beneficio que no toma en cuenta al otro, sino al propio individuo. Sin embargo,
lo que realmente sucede en la compasión es que hay un movimiento inmediato motivado por el
sufrimiento del otro, al modo que lo haría el interés particular y por ende ocurre un salir de uno
mismo hacia el otro. Por lo cual “aquel que se deja llevar por los sentimientos de compasión
establece menos diferencia de la que se suele establecer entre él y los demás”. De modo que la
compasión resulta ser el origen de los sentimientos de índole altruista y humanitaria que son
medularmente contrarios al egoísmo.

53
Schopenhauer, El mundo…,23.
54
Cf. Schopenhauer, El mundo…,23.
55
Arthur Schopenhauer, Los dos problemas fundamentales de la ética (Madrid: Siglo XXI, 2002), 260.
56
Baró López y Villar Ezcurra. Pensar..., 45.
57
Solomon, Etica…, 46.
18
Capítulo 2: La compasión en el proyecto filosófico de Martha C. Nussbaum
En el capítulo anterior hemos visto como la compasión es una emoción que puede vincularse a
diversos conceptos como la simpatía y el altruismo, así como de igual modo representa un
concepto sobre el cual se emiten variadas consideraciones que van desde las más positivas hasta
las más negativas, dependiendo de la óptica desde la que se le contemple. La tradición contraria
a la compasión, de la que hemos presentado algunos de sus representantes, le considera como
una expresión de vulnerabilidad, a la que se le ha dotado de una carga moral inmerecida. Por otra
parte, ha sido especialmente importante la reflexión de Aristóteles sobre esta emoción, la cual, ha
influenciado la consideración de esta, por parte de diversos autores que le otorgan una valoración
positiva, como la misma Martha Nussbaum, cuyo pensamiento se torna de vital importancia en la
consideración actual del tema de las emociones.

De manera específica, en el presente capitulo nos proponemos abordar la emoción compasiva


desde el proyecto filosófico de Martha Nussbaum, dialogando con sus principales consideraciones
sobre dicha emoción, en la que realiza una importante contribución desde el redimensionamiento
de su estructura, teniendo siempre como base la propuesta Aristotélica.

2.1. La estructura de la compasión según la propuesta de Nussbaum

La compasión, desde la reflexión de Martha Nussbaum, constituye fundamentalmente una


emoción. Nussbaum, en contraposición a lo que habitualmente se consideraba en los ámbitos de
reflexión filosófica sobre las emociones, no apoya que estas sean un obstáculo para el propio
florecimiento y el desarrollo de los juicios racionales, puesto que son una parte fundamental de
los individuos donde convergen la razón y las emociones, sin necesidad de suprimirse
mutuamente.

La compasión, desde la óptica de Nussbaum, no tiene origen en la consideración de los propios


miedos o situaciones que uno mismo puede experimentar, sino por lo que padece y le sucede a
otro. La estructura de la compasión, desde el marco de la reflexión de nuestra autora, se encuentra

19
bastante ceñida a la tradición aristotélica, pues la propia definición que nos ofrece Nussbaum de
esta emoción resulta ser bastante parecida a la que hemos visto que postula el estagirita.
Nussbaum nos dice que la compasión es “una emoción dolorosa orientada hacia el sufrimiento
grave de otra creatura o criaturas” 58 . Según la tesis de Nussbaum, para que la compasión se
manifieste en un individuo, precisa de tres elementos o requisitos cognitivos, que se fundamentan
sobre todo en la propuesta de Aristóteles pero que al menos en el tercer elemento toma una cierta
distancia como hemos de ponderar más adelante.

El primer elemento cognitivo fundamental en el desarrollo de la compasión, es la percepción de


que el sufrimiento del individuo que se contempla es grave y relevante “para el florecimiento de
la persona en cuestión”59. Debe ser este un sufrimiento que la persona compasiva sea capaz de
percibir como “una carencia importante para la vida buena” 60 . Lo cual supone que quien
realmente puede compadecerse de otro debe tener una noción clara del bien y de la vida buena
como tal. En tal sentido puede entenderse que la compasión como emoción fuerte y constatable
solo surge luego de un raudo proceso de reflexión en el cual el sujeto en quien se presenta esta
emoción valora que la persona compadecida, se ve imposibilitada de alcanzar la vida buena,
debido al sufrimiento que padece.

En la compasión, “se encuentra el juicio de que lo que está en juego es algo realmente grave: que
tiene magnitud” 61 . Esto da a entender que precisa de la ponderación de la relevancia del
sufrimiento, pues según lo descrito anteriormente, esta emoción se resiste a aparecer ante lo que
se pueden considerar sufrimientos triviales. Sin embargo, esto puede ser un postulado que resulte
demasiado categórico, debido a que la descalificación de un determinado sentimiento, por ser
considerado como trivial, puede inhibir el sentimiento y la acción compasiva frente a quien
experimenta de manera particular un determinado tipo de padecimiento o dolor. Tal puede ser el
caso de un niño que llora desesperadamente por la pérdida de su juguete, lo cual, causándole un

58
Martha Nussbaum, Emociones políticas. ¿Por qué el amor es importante para la justicia? Traducido por Albino
Santos Mosquera (Barcelona: Paidós, 2014), 175.
59
Nussbaum, Paisajes…,345.
60
Adela, ¿Para qué…, 95.
61
Nussbaum, Paisajes…, 345.
20
profundo sufrir, podría no verse atendido y menos aún, comprendido por quienes le descalifican
como un dolor relevante.

Los infortunios o sufrimientos que enuncia Nussbaum, teniendo como base a Aristóteles, son la
muerte, la vejez, los malos tratos, la enfermedad, la carencia de alimentos o amigos 62 . Sin
embargo, es preciso esclarecer que, en la compasión, se encuentra implícita una idea de
florecimiento humano que se pone en juego, a partir de lo cual surge esta emoción. Es decir, que
cuando se evidencia una situación que el ente compasivo considera compleja y relevante en el
florecimiento humano del otro en quien se da el hecho, entonces la compasión surgirá, aunque
para este último no lo sepa.

El segundo elemento cognitivo destacado por Nussbaum es el pensamiento de que la persona que
sufre no es merecedora de ese infortunio. De forma habitual no somos proclives a sentir
compasión por quienes entendemos que se encuentran en una situación adversa como
consecuencia de sus opciones, pues en tal caso en lugar de compadecernos será censurarla.
Cuando la compasión se da en nosotros, regularmente tenemos la idea de que la persona que la
despierta no es culpable de sus dolores, o que a pesar de que tenga cierta culpa, estos son
desproporcionales a la misma. De tal forma que “la compasión se dirige entonces hacia esa
inmerecida desproporción” 63 . La compasión precisa delimitar una noción clara de culpa y
responsabilidad, pues desde esta óptica resulta ser aquel sufrimiento inmerecido el que apela a
nuestro sentido de la injusticia64. Así, para Martha Nussbaum, la compasión es una emoción que
se encuentra estrechamente vinculada a la justicia y ocupa un lugar privilegiado en sus objetivos
formativos, debido al impacto de esta en la vida pública.

La compasión representa una respuesta humana sumamente valiosa, puesto que “por ella
reconocemos la importancia de lo infligido a alguien semejante a nosotros, sin culpa por su
parte”65 y se cultiva en nosotros un interés particular por la justicia y un rechazo natural por su
contrario. En tal sentido Amartya Sen, en su obra, “La idea de la justicia”, nos propone aprovechar

62
Nussbaum, Paisajes…,346.
63
Nussbaum, Paisajes…, 350.
64
Cf. Nussbaum, Paisajes…,351.
65
Martha Nussbaum, La fragilidad del bien. Fortuna y etica en la tragedia y filosofia griega. Traducido por Antonio
Ballesteros (Madrid: La bolsa de la medusa, 2004), 477.
21
aquella sensibilidad frente a la injusticia, ante la cual debemos hacer especial uso de la razón, que
nos permite ver las alternativas más adecuadas ante tales situaciones, pues parece ser más
difundido el proceder sensacionalista en nuestros días. Esto se evidencia, por ejemplo, “cuando
nos enfrentamos a una hambruna atroz, parece natural protestar en lugar de razonar de manera
elaborada sobre la justicia y la injusticia”66. La misma compasión nos exige proceder de manera
racional y reflexionar ante la indignación albergada, sobre cuáles serían las acciones de mayor
relevancia en favor de la prevención de la injusticia que provoca el sufrimiento humano.

El tercer elemento de la compasión que Nussbaum retoma de Aristóteles es el de las posibilidades


parecidas, que nuestra autora redimensiona a partir de su reflexión sobre el carácter eudaimonista
de las emociones. Tal como lo plantea Aristóteles, el requisito de la similitud de posibilidades hace
referencia a que la compasión se despierta ante aquellos sufrimientos o situaciones lúgubres que
la propia persona puede llegar a experimentar en sí mismo o en sus seres queridos67. connota que
la persona que la siente posee en algún grado, una cierta comprensión del sufrimiento 68, pues
quien no lo tiene o se llega a considerar superior al dolor, entonces será incapaz de compadecerse
del sufrimiento de otro. Sin embargo, Nussbaum, que valora la propuesta de Aristóteles y que
reconoce la importancia de la idea de similitud de posibilidades para el desarrollo de la compasión,
entiende que el pensamiento de similitud no es una condición estrictamente necesaria para la
compasión humana pues entiende que “podemos sentir compasión por otras personas sin
entender que su problema o dificultad se parece al que podríamos experimentar nosotros 69 .
Nuestra autora se vale del ejemplo de nuestra compasión por los animales, que, a pesar de nuestra
similitud con ellos, no precisamos contemplar estas semejanzas para compadecernos de ellos y
reconocer la gravedad de su sufrimiento.

Este juicio de la similitud precisa una delimitación que deje expresado cuáles entidades son
capaces de despertar nuestra compasión y cuáles no. Debido a que, si nos ceñimos a este tercer
requisito aristotélico, solo podremos sentir compasión por aquellos que entendemos poseen
posibilidades parecidas a las nuestras, lo que excluye a un amplio conglomerado de personas que

66
Amartya Sen. La idea de justicia. Trad. por Hernando Valencia Villa. (Distrito Federal: Taurus, 2010), 36.
67
Cfr. Retorica II, 1385b, 15
68
cf. Retorica II, 1385b, 24.
69
cf. Nussbaum, Emociones…, 177.
22
estando en una situación difícil, no son potenciales de despertar nuestra compasión, debido a que
según la valoración que hacemos de sus posibilidades, estas distan de las nuestras.

Ante el referido requisito de la semejanza de posibilidades que postula la tradición, Martha


Nussbaum realiza una propuesta renovadora que denomina juicio o pensamiento eudeimoico,
pues a su entender la compasión rebasa el hecho de la paridad de posibilidades, y de acuerdo con
su concepción de las emociones, lo que se pone en juego es el carácter eudaimonista de estas.
Este juicio o pensamiento al que se refiere Nussbaum es aquel que “sitúa a la persona o personas
que sufren entre las partes importantes de la vida de la persona que siente la emoción
compasiva”70. De lo cual se desprende que la persona compasiva debe considerar el dolor del otro
a quien compadece como “una parte significativa del propio esquema de objetivos y metas”71,
pues las penas del otro deben ser asumidas como algo que no solo le afectan a quien las siente,
sino que también afecta el florecimiento de quien se compadece.

A partir de lo elucidado anteriormente, lo que parece ser más fundamental en el florecimiento de


la compasión, desde la perspectiva de Nussbaum, no es el juicio de posibilidades parecidas sino el
eudaimonista. El cual posibilita que la compasión se constituya en una emoción integral, potencial
de aparecer incluso con quienes no poseen las mismas posibilidades, convirtiendo a otros, no
necesariamente cercanos o parecidos a la propia persona, en una parte importante para el propio
florecimiento, pues a partir de este pensamiento eudaimonista, se convierten en importantes en
sí mismos y no por ser similares a nosotros.

En resumidas cuentas, en lo que atañe a este tercer elemento, la compasión, en la teoría de


Nussbaum, no se vincula a la propia vulnerabilidad, ni al miedo ante la posibilidad de padecer el
mismo dolor, como lo postula la teoría de Aristóteles. Debido a que la emoción compasiva posee
un carácter más auténticamente altruista y humano. En la propuesta de Nussbaum, es la presencia
de un real interés por el bienestar del otro, lo que mueve la compasión, haciendo que quien se
compadece se apropie de los sufrimientos del otro y se preocupe en una medida considerable
tanto de su florecimiento como de que este alcance una vida buena.

70
Nussbaum, Emociones…,178.
71
Nussbaum, Paisajes…, 358.
23
2.2. La compasión y el interés por los demás

En el acápite anterior hemos observado como para la filósofa Martha Nussbaum, la compasión,
no solo se da ante la posibilidad de la vulnerabilidad con respecto a los mismos males observados
en los demás, sino que emerge a raíz de un real interés por el bienestar del que sufre, pues quien
se compadece establece un coloquio consigo mismo en el que se dice en su interior: “esas
personas cuentan para mí; están entre mis objetivos y proyectos más importantes”72. Lo cual es
una consecuencia directa de aquel pensamiento eudaimonista al que hace referencia Nussbaum,
mismo que exige ante todo “una concepción correcta del interés por los demás” 73.

El otro no puede nunca constituirse en un simple medio para la consecución de particulares


beneficios ulteriores, sino que es un fin en sí mismo, cuyo bien resulta de importancia e interés
para quien se compadece. Sin embargo, aparecen pensadores contrarios a esta propuesta, como
Thomas Hobbes, quien postula la existencia de una ineludible motivación egoísta, que conduce a
los seres humanos, a una desconsideración y supresión mutua en busca de la propia supervivencia
y bienestar.

Emmanuel Lévinas, contrario a los postulados de Hobbes, entiende que somos para el otro, y esto
se expresa en nuestra ineludible responsabilidad para con este; “soy responsable del otro,
respondo del otro”74. Esta responsabilidad que se nos manifiesta en el rostro de quien aparece
frente a nosotros, nos devela un compromiso ético que antecede a cualquier acto. La vida del otro
depende de nuestra responsabilidad con este, y nos exige preservarlo de la muerte, entendida en
un término más amplio, pues esta se puede infligir de muchas maneras, como bien dice el mismo
Lévinas: “siendo indiferentes, no ocupándose de él, abandonándolo”75. Por lo cual al otro se le
debe acoger desde la compasión, asumiendo la responsabilidad que se posee ante este, cuyo
destino y bienestar no pueden ser obviado, sino atendidos.

Un problema que puede erigirse frente a aquella responsabilidad e interés por el otro que se
derivan de la compasión, es que habitualmente los medios psicológicos por los cuales se suele

72
Nussbaum, Emociones…, 178.
73
Nussbaum, Paisajes…, 429.
74
Martos, Emmanuel…,21.
75
Martos, Emmanuel…,21.
24
desarrollar esta emoción hacia una entidad en particular, “se basan normalmente en los sentidos
y la imaginación de un modo que los torna, en principio, restringidos y no uniformes 76. Debido
fundamentalmente a que, de forma general, aquello que logra detonar en nosotros fuertes
emociones, es casi siempre algo que posee una vinculación estrecha a cosas o personas a las que
hemos otorgado importancia en nuestra vida o al menos en nuestro pensamiento.

La idea de importancia, como bien acota Nussbaum, no siempre precede a la respuesta compasiva,
pues la constatación del dolor por el que pasa otra persona, aunque sea un desconocido, tiene la
capacidad de despertar la compasión y mover, al menos temporalmente, a esa persona a un
espacio central dentro del contingente de cosas que interesan e importan para quien se
compadece. De modo que la respuesta compasiva nunca se dará de forma mecanicista y
despojada de interés, pues en sí misma la acción que se desprende de esta se encuentra vinculada
a un interés particular por el restablecimiento del bienestar de quien sufre.

La compasión en el proyecto de Nussbaum posee dimensiones amplias que exceden las


restricciones habituales con las que se ha explicado esta emoción, que ya no surge a raíz del
miedo, ni se limita a un círculo cerrado de quienes han constituido parte de los propios intereses,
sino que se extiende a todo ser en quien se presente el sufrimiento. De modo que la compasión
es “un tipo de lealtad a la humanidad en donde se reconoce que otros son vulnerables y que
necesitan de nuestra asistencia más allá de su clase, género, raza o religión”77.

La compasión, observada desde la perspectiva que la venimos abordando, es la manera que


tenemos de “ligar el bien de los otros a la estructura fundamentalmente eudaimonista de nuestra
imaginación y de nuestras preocupaciones más intensas” 78 . De tal modo que la compasión
conduce a la persona en la que se desarrolla, a vincularse e interesarse por quienes sufren. En tal
sentido, es preciso acotar que el interés que suscita la compasión por el otro sufriente, no es
superficial o pasivo, sino que trae consigo una respuesta activa, una búsqueda comprometida de

76
Nussbaum, Paisajes…, 429.
77
Iván Pinedo y Jaime Yáñez Canal, «Las emociones y la vida moral: una lectura desde la teoría cognitivo
evaluadora de Martha Nussbaum.» Veritas, nº 36 (2017): 17.
78
Nussbaum, Paisajes…, 430.
25
eliminar el dolor y restablecer las mejores condiciones posibles en las que puede llegar a
encontrarse quien sufre.

La compasión en sí misma, viene ligada a la “benevolencia cuando se traduce en beneficencia (no


sólo querer bien, sino hacer bien a otros)”79. De modo que se evidencia como la compasión posee
una tendencia directa hacia la acción e implica ineludiblemente “valorar a otra persona en el
propio circulo de interés”80, aunque esto puede que se logre tanto de forma consciente como
inconsciente; cuando surge la emoción compasiva, el que es compadecido pasa a ser de interés
para quien se compadece de él, aunque este no sea plenamente consciente del proceso que se da
en su interior y que lo mueve a tomar agencia en el restablecimiento del bien de quien
experimenta el dolor.

La compasión es la emoción que nos faculta para captar el sufrimiento de los demás, al grado que
quien carece de ella no es capaz de hacer este ejercicio emocional81, ni de ejecutar las acciones
que se desprenden del mismo. Esta emoción colabora en el desarrollo de la capacidad de
indignación que posibilita que los individuos capten las injusticias y tomen parte en los esfuerzos
para erradicar y resarcir las mismas.

Adela cortina, en consonancia con la propuesta de Nussbaum, nos expresa que la compasión,
como toda emoción, es una especie de antena que colabora en el desarrollo de una percepción
más amplia del sufrimiento de los demás y nos posibilita conectar con otros. Por medio de la
emoción compasiva nos interesamos y conectamos con países lejanos e incluso desconocidos, por
los cuales no nos interesaríamos si no fuera por esta emoción. Así la compasión se constituye en
una emoción fundamental en el reconocimiento de la humanidad de los otros y en la búsqueda
del bien común, puesto que, siendo evidentemente contraria al individualismo, la compasión no
surge en busca de la consecución del propio bienestar, sino que se origina a raíz del interés por la
figura de un ser exterior que muestra una experiencia inhumana y desproporcional del dolor.

79
Cortina, Ética de…, 63.
80
Nussbaum, Paisajes…,376.
81
Cfr. Cortina, Ética de…,87.
26
2.3. De la empatía a la compasión

En la estructura reflexiva de Martha Nussbaum y de algunos otros filósofos que se han dedicado
al estudio de la compasión, se establece una relación entre esta emoción y la empatía, puesto que
esta última posee en su estructura, un elemento que podría identificarse también en la estructura
cognitiva de la compasión que ya hemos enunciado en otro acápite. La empatía, siguiendo la
propuesta de nuestra autora, “implica una reconstrucción imaginativa de la experiencia del que
sufre” 82 , de tal manera que se produce una idea más o menos aproximada del dolor
experimentado por otra persona o ser vivo en general. Por medio de la empatía se da una
participación en la situación del que sufre. Sin embargo, aquella participación se encuentra
siempre vinculada a la consciencia de que es otro y no uno mismo quien padece tal sufrimiento.

Ante estos planteamientos, resulta importante preguntarse qué ha sucedido con nuestra
capacidad de imaginar y de colocarnos en el lugar del otro. Ahora, más que en otros tiempos,
tenemos acceso a la imagen de los demás, especialmente al rostro sufriente de la humanidad. Sin
embargo, esta cotidiana imagen del dolor, pareciera que en lugar de acércanos, nos distancia del
otro sufriente. Según parece, no se ha logrado comprender adecuadamente esta posibilidad de
participar de los sentimientos del otro sin dejar de ser uno mismo. Lo cual es fruto de una cultura
donde se promueve el hedonismo y el individualismo, que hace evadir e incluso huir ante la
manifestación de la vulnerabilidad, buscando preservar la propia persona de esta, dejando de lado
a quien realmente la experimenta.

Desarrollar aquella consciencia de que no es uno mismo sino el otro quien padece, según los
propios postulados de Nussbaum, es imprescindible para “la formación correcta del sentido del
sufrimiento para la persona que lo padece”83. Si esto se lograse en realidades como la de Republica
Dominicana, donde todavía se percibe una fuerte tendencia a la exclusión y la discriminación, se
podría atender la desdichada situación de los colectivos tradicionalmente marginados, como por
ejemplo es el caso de los haitianos residentes en Santo Domingo, y su sufrimiento sería del interés
de todos. Sin embargo, la incomprensión de esta capacidad imaginativa propia de la empatía nos
impide el acceso a esta posibilidad. Resulta preciso entonces, ser conscientes del propio ser, que

82
Nussbaum, Paisajes…, 366.
83
Nussbaum, Paisajes…, 368.
27
no corre la misma suerte del que sufre, pues solo así se podrá acudir en su ayuda de manera
oportuna, evadiendo los miedos que nos produce la idea de correr la misma suerte de los que
sufren.

En la empatía el ejercicio correcto es el derivado de la denominada atención doble, en la que la


persona se imagina lo que representaría estar en la misma situación del que sufre y a la misma vez
es plenamente consciente de que no se encuentra ella misma en tal situación. Esta idea de la
empatía evidencia como bien llega a decir Nussbaum, que esta emoción puede llegar a ser
errónea. Por medio de la empatía las personas intentan reproducir la experiencia cognitiva de la
otra persona, pero si se hace de forma muy tosca, es probable que no se identifique en ellas
ninguna manifestación de este sentimiento.

A raíz de aquellas consideraciones, se puede intuir que no es suficiente que haya empatía para
que surja la compasión, pues aquel ejercicio mental representativo de la situación del otro puede
hacerse con situaciones alegres, dichosas o tristes según sea el caso, mientras que la compasión,
tal como la presenta Martha Nussbaum, solo surge en una situación adversa. Sin embargo, incluso
en situaciones tétricas la empatía no es suficiente para el acto compasivo, pues también en el
discurrir cotidiano, las personas pueden alcanzar una conciencia empática especialmente
desarrollada, sin que esto connote necesariamente que se compadezcan del otro. El ejemplo del
torturador, enunciado por la misma Nussbaum, resulta altamente ilustrativo, pues evidencia que
podríamos ser conscientes de que alguien sufre fuertemente por alguna situación difícil, sin llegar
a considerar que su dolor sea grave. Es el caso del torturador que puede ser consciente del
sufrimiento de su víctima y disfrutar con imaginándolo sin que haya en ÉL el algún atisbo de
compasión84.

Puede darse la empatía en casos donde nuestro conocimiento de la responsabilidad del otro en la
concretización de su sufrimiento impide que nos compadezcamos de esa persona. Por ejemplo, el
caso de un criminal, a quien llegamos a comprender sin compadecerlo, pues le consideramos
responsable de su padecimiento. En casos como el anterior, es claro que no aparezca la

84
Nussbaum, Paisajes…, 369.
28
compasión, pues quien sufre sale de nuestro juicio eudaimonista, y por ende no le consideramos
parte de nuestra estructura de proyectos y objetivos.

La empatía, en concreto, es la emoción que nos permite colocarnos en el lugar del otro. El origen
griego de este concepto hace referencia a la posibilidad de “reconstruir el pathos del otro,
teniendo en cuenta que el pathos significa lo que uno experimenta”85, por lo que esta emoción es
la que hace posible que sintamos lo que otra persona siente. Esta capacidad de los seres humanos
para empatizar ha sido de gran entusiasmo para muchos que proponen el fomento de una
sociedad empática, en la que sería posible que participáramos recíprocamente de los sentimientos
de los demás. Sin embargo, la empatía por si sola puede llegar a ser una emoción peligrosa, un
arma de doble filo, pues si bien es cierto conocer el sentimiento del otro puede movernos a
compadecer su dolor para buscar aligerarlo, también puede ser una herramienta útil para propinar
el golpe en lugar más sensible.

Debido a aquella realidad dual de la empatía, es que esta “cobra su coloración moral positiva
cuando se pone al servicio de la compasión”86, que es la emoción por la cual padecemos con el
otro y nos sentimos urgidos, sino a eliminar, por lo menos a disminuir el sufrimiento de la otra
persona, lo que denota que es importante para nosotros. La empatía por sí sola no garantiza la
acción en favor de quien la despierta en nosotros. Ese es el aspecto que faltaba a la estructura
aristotélica de la compasión, “el sentirse urgido a remediar el sufrimiento, que es el síntoma de la
compasión auténtica”87.

La compasión, considera el sufrimiento del otro y participa con él en aquella tétrica experiencia,
pero no solo se la imagina, sino que también posee una notable inclinación hacia la acción que se
dirige hacia el futuro88. Nussbaum nos dice, que cuando se vive la experiencia de la compasión por
una persona, quien se compadece habitualmente se imagina ayudando a quien pasa por la
situación de dolor que ha sido capaz de suscitar tal emoción, pensamiento que la mayoría de las
veces puede verse concretado.

85
Cortina, ¿Para qué…, 96.
86
Cortina, ¿Para qué…, 96.
87
Cortina, ¿Para qué…, 97.
88
Martha Nussbaum, La ira y el perdón (Ciudad de México: Fondo de cultura económica , 2018), 40.
29
La compasión demanda más que una motivación empática, pues precisa más que una
participación imaginativa en la desgracia del otro, pues la compasión se forma desde la
transgresión:

La compasión necesita y reclama un encaje imposible entre el «orden normativo» y la «respuesta


o la relación», entre el «deber de los sistemas sociales», por un lado, y la «situación» y el
«contexto», por otro. Hay libertad en una situación ética si hay transgresión de lo moral, lo jurídico
o lo políticamente correcto, y una ética de la compasión es una ética que se constituye desde la
transgresión. Ser libre no sólo quiere decir atreverse a transgredir sino especialmente significa
transgredirse, hacer y deshacerse, entrar en crisis, desobedecer89.

La transgresión, que entendida de manera aislada puede tener una connotación cuestionable, es
la posibilidad y consecuencia de la acción compasiva, que es capaz de mover al ser humano en
contra de las normas que evidentemente en algunos casos particulares, dictan la indiferencia. El
ser humano es compasivo, porque al igual que el samaritano del evangelio de San Lucas, no se
limita a las normativas de su mundo, sino que las excede en favor de la vida de otro hombre.

La figura del samaritano, que se describe en el capítulo decimo del evangelio de San Lucas, se
convierte en el paradigma de la persona compasiva. Este hombre no solamente ve y se imagina el
sufrimiento de quien se encuentra próximo a perder la vida, sino que se acerca, contrario a quienes
enfocados en su deber también lo vieron, pero siguieron de largo. De esta forma es claro que lo
importante no resulta ser el deber moral, sino la respuesta compasiva que se ofrece ante la
interpelación que nos realiza la persona del otro. Si el samaritano no hubiera transgredido la barda
del deber, si se hubiera adherido acérrimamente a la ley, nunca se hubiera permitido ni siquiera
detenerse frente a aquel hombre mal herido de la parábola, de quien se compadeció y salvó la
vida.

Esta ilustración del primer encuentro empático, que da paso a un compromiso propio de quien
siente compasión, evidencia como bien sostiene Nussbaum, que es posible que no necesitemos
de la empatía para la compasión. Sin embargo, es claro que en términos psicológicos esta resulta
importante, pues es muy probable que ante la ausencia de empatía permanezcamos indiferentes
y ajenos, ante el sufrimiento del otro, sin saber cómo dotar de sentido al dolor de los demás, pues
ni siquiera nos los imaginamos, y muchos menos podríamos proceder al acto compasivo.

89
Melich, Ética…, 109.
30
La empatía resulta ser, en resumen, una destreza mental de suma relevancia para la emoción
compasiva, aunque “en si misma sea falible y moralmente neutral”90. Esta emoción puede ser un
auxilio (aunque no imprescindible), para poner en ejercicio el pensamiento de magnitud y el juicio
eudaimonista. De modo que la experiencia completa de la compasión es la de este trance de la
empatía a la acción compasiva, pues “al reconstruir la experiencia de otro en nuestra propia mente
damos sentido a lo que para esa persona significa sufrir de ese modo”91. Seguido de este proceso,
se da lugar a la acción compasiva en aras de obtener el alivio y bienestar de quien se encuentra en
una situación de sufrimiento.

2.4. La compasión: una motivación para la justicia

La compasión es una emoción cuyas potencialidades no se limitan al ámbito psicológico e


individual de cada persona o comunidad. Esta emoción se despierta en el interior de cada
individuo y se vuelve constatable en la opción por algunas acciones vinculadas no al propio bien
sino al de los otros, que conduce a una especial indignación frente a las injusticias.

De forma muy particular Martha Nussbaum, se cuestiona sobre la importancia del cultivo de la
compasión en las instituciones públicas y en las estructuras políticas de los estados liberales y
democráticos. La integración de una compasión apropiada en los sistemas políticos que rigen
nuestros estados puede hacer notables contribuciones capaces de “encarnarse en la estructura
de instituciones justas”92. Una propuesta semejante se observa en Rawls en quien el principio de
la benevolencia moral, vinculado estrechamente a la compasión, es el criterio que debe regir la
estructuración de las instituciones y los principios básicos de la justicia.

La compasión como tal, alcanza un alto grado de incidencia moral en los individuos, pues no
solamente exige una respuesta activa frente a la constatación del dolor ajeno, sino que también
abstiene al agente compasivo de toda praxis que pueda dañar a otro ser humano. La emoción
compasiva frena las potencias que van en contra de la moral y que se encuentran presentes en
cada persona, verbigracia el egoísmo “que lleva a perseguir los propios intereses por encima de

90
Nussbaum, Paisajes…,373.
91
Nussbaum, Paisajes…,371.
92
Nussbaum, Paisajes…,447.
31
todo e inclina a la injusticia y la violencia”93. De esta forma, el primer efecto de la compasión es
entonces, la inhibición de todo acto egoísta, convirtiéndose en una clara defensa, ante los daños
que podrían conducir el egoísmo y la maldad 94 . Siendo allí donde se encuentra el más básico
principio de la justicia, y lo que, en términos de Schopenhauer, esta es en sí misma “la mera
negación de la maldad”95.

Adela Cortina enfatiza la potencialidad de la compasión, específicamente como el motor de “ese


sentido de la justicia que busca y encuentra argumentos para construir un mundo a la altura de lo
que merecen los seres humanos” 96 . Es lo que nos mueve a buscar una normativa básica para
criticar y subsanar las injusticias. En la compasión, en ese sentimiento por el dolor de los otros, es
donde se originan nuestros juicios de valor más elementales97.

La justicia se ve animada y defendida por la compasión, que siempre se encuentra disponible para
aparecer en acto, pues cuando “la máxima de la justicia elegida vacila, ningún motivo es más
efectivo para animar las resoluciones justas que el que deriva de la fuente misma, esto es, de la
compasión” 98 . No es preciso ni determinante que la emoción compasiva estimule cada caso
individual, sino que a partir de la consciencia desarrollada sobre el sufrimiento que trae consigo
toda injusticia, se suscite el principio de la justicia, que rechaza el daño y la maldad.

De la compasión emana un tipo de reconocimiento reciproco que se da en medio de los seres


humano y que resulta ser ineludible al momento de referirnos a la justicia. A este tipo de
reconocimiento se denomina reconocimiento compasivo o cordial99, puesto que es precisamente
nuestra tendencia compasiva la que nos motiva a preocuparnos la integridad de la justicia. La
compasión, en este sentido, no es comprendida como mera condescendencia, sino y más
comprometidamente como la misma capacidad de experimentar el padecimiento del dolor de
quienes se “reconocen como autónomos y vulnerables”100. Cortina, sostiene que el hallazgo de

93
Baró López y Villar Ezcurra. Pensar...,38.
94
Baró López y Villar Ezcurra. Pensar...,38.
95
Arthur Schopenhauer, El mundo como voluntad y representación: Traducido por Pilar Lopez de Santa María, Vol. I
(Madrid: Trotta, 2009), 438.
96
Cortina, Ética de…, 195.
97
Cortina, Ética de…, 195
98
Baró López y Villar Ezcurra. Pensar...,38.
99
Cfr. Cortina, Ética cosmopolita…, 22.
100
Cortina, Ética cosmopolita…, 22.
32
aquel vínculo nos encamina a algo que es más primigenio que el deber, conduce a la compasión
que es la emoción que nos lleva a interesarnos profundamente por las situaciones de dolor que
aparecen en las vidas de los demás y aquella que nos da razones para “arriesgarnos en aras de la
justicia social y el bien común”101.

En resumidas cuentas, la justicia precisa de la compasión, pues una justicia sin sentimientos se
queda en un mero acto racional, que no toma en cuenta a los individuos ni al defendido enfoque
de capacidades al que reiteradamente se refiere Nussbaum. En el enfoque de capacidades se
asume que los seres humanos cooperan incentivados por una amplia gama de motivos entre “ellos
el amor a la justicia y especialmente a la compasión moral” 102 dirigida hacia aquellos que no
poseen ni lo básico para poder alcanzar una vida buena y digna. En tal sentido, el enfoque que
propone Nussbaum se propone partir de una idea de la cooperación para la cual tanto la justicia
como la inclusividad se convierten en fines cuyo valor es intrínseco103, y para la cual los seres
humanos se encuentran vinculados por lazos de compasión y altruismo, unidos a los de la
búsqueda del bien común.

101
Martha Nussbaum, Justicia Poética. Trad. por Carlos Gardini (Barcelona: Editorial Andrés Bello, 1997), 99.
102
Martha Nussbaum, Las fronteras de la justicia: Consideraciones sobre la exclusión. Trad. por Ramón Vilà
(Barcelona: Paidós, 2007), 164.
103
Cfr. Nussbaum, Las fronteras…, 166.
33
Capítulo 3. Hacia una educación para una ciudadanía compasiva.
La educación, como ha quedado evidenciado a lo largo de la historia de los pueblos, es la clave
fundamental para el desarrollo y florecimiento de las capacidades humanas. Sin embargo, se
constituye en uno de los recursos distribuidos con mayor desigualdad en las sociedades y estados
de todo el mundo. Lo cual establece, de manera subrepticia, pero fácilmente perceptible, un
sistema educativo de privilegios a los que acceden con mayor facilidad los pertenecientes a ciertas
elites. De lo que se desprende que los grupos humanos que no integran aquellas privilegiadas
clases, o quienes han nacido en determinadas regiones del mundo con un desarrollo económico y
educativo limitado, se ven privados de la oportunidad de acceso a una educación que les permita
potenciar sus capacidades humanas.

Actualmente en nuestras sociedades, prima un enfoque educativo que enfatiza y promueve un


tipo razón técnico-científica e instrumental, guiada por el afán de la optimización de recursos y
producción, lo cual mantiene a los ciudadanos distantes de la razón compasiva, que se impulsa a
raíz del reconocimiento del otro como persona merecedora de dignidad y bienestar, cuyo
sufrimiento debe ser atendido y socorrido oportunamente. En este sentido Nussbaum defiende el
desarrollo de una ciudadanía compasiva por medio del cultivo de la humanidad, que se forma
precisamente desde la institución educativa. Donde los individuos al irse formando y reconociendo
como entes dotados de dignidad, buscan desarrollar estructuras que garanticen el bienestar y el
debido auxilio de las necesidades de todos, evitando los favoritismos y la distribución parcial de
beneficios tan características de las llamadas sociedades democráticas

Desde los años postreros del siglo pasado, tomó una especial vigencia un concepto tan antiguo
como el de ciudadanía. Adela cortina atribuye este inusitado interés a la necesidad de las
sociedades posindustriales de suscitar en sus integrantes una especie de identidad en la que se
reconozcan y se sientan pertenecientes104, puesto que este tipo de sociedades carece de la filiación
de los ciudadanos al conjunto de la comunidad que dificulta la estructuración y defensa de un
proyecto común. Lo cual es entendible, pues en la idea de ciudadanía el hecho de saberse como
ciudadano y parte de una comunidad, es el aliciente de los individuos para trabajar por ella.

104
Adela Cortina, Ciudadanos del mundo (Madrid: Alianza Editorial, 2009), 20.
34
En la actualidad se ha hecho una visible opción por el concepto de ciudadanía social, donde los
ciudadanos además de sus derechos políticos y civiles poseen también, derechos sociales. Lo cual
nos evidencia que:

La ciudadanía, como toda propiedad humana, es el resultado de un quehacer, la ganancia


de un proceso que empieza con la educación formal (escuela) e informal (familia, amigos,
medios de comunicación, ambiente social). Porque se aprende a ser ciudadano, como a
tantas otras cosas, pero no por la repetición de la ley ajena y por el látigo, sino llegando al
más profundo ser de sí mismo105.

Esto nos abre la posibilidad de formar una nueva ciudadanía desde los principios de la compasión.
En donde, desde la visión de Nussbaum, resulta fundamental un sistema educativo que enfatice
el cultivo de la humanidad, que posibilita un reconocimiento del otro capaz de exceder los límites
del razonamiento positivo, mecanicista e instrumental que impera en la modernidad. Es el tipo de
reconocimiento que posibilita una identificación e interpelación personal por las diversas
manifestaciones de sufrimiento de nuestra humanidad herida por las injusticias, que promueven
la miseria y la exclusión. Lo cual evidencia la necesidad de asumir “modelos alternativos de
convivencia y de sensibilidad moral que respondan a la esencial fragilidad que nos constituye”106.

La compasión resulta ser la emoción fundamental de los procesos educativos sugeridos y


anhelados por Nussbaum, puesto que la emoción compasiva puede ser objeto de formación
impulsado por las sociedades realmente democráticas. Las cuales tienen la posibilidad de
enfocarse en la formación de ciudadanos que cultiven aquel vínculo del cuidado esencial para
nuestra sobrevivencia, crecimiento y desarrollo no solo biológico, sino también cultural. Una
adecuada educación en la compasión nos conduce al reconocimiento recíproco de nuestra
dignidad que resulta indispensable en el proyecto de una vida buena y realmente feliz.

3.1. La formación de ciudadanos compasivos

En la abierta posibilidad e intención de formar una ciudadanía a la que se le denomine compasiva,


resulta indispensable como hemos venido diciendo, al menos desde la perspectiva de Martha
Nussbaum, el cultivo de la humanidad por medio de la enseñanza de las humanidades. Para esto

105
Cortina, Ciudadanos…, 32-33.
106
Iván Pinedo. «De la Benevolencia a la ciudadanía compasiva: la recuperación de conceptos claves para el cultivo
de la democracia.» Limite. 13, nº 4 (2018): 30.
35
en primera instancia, se precisa de un abierto y comprometido apoyo de los estados, en cuanto se
refiere a la facilidad de los medios para una adecuada promoción de la emoción compasiva. En tal
sentido la educación formal resulta ser el medio más eficaz para incentivar en todos los niveles “la
capacidad de imaginar las experiencias de otros y de participar en sus sufrimientos”107.

Un sistema educativo que se preocupa por el cultivo y fomento de las humanidades enfatiza que
la educación se dirige y realiza por los seres humanos, cuyo valor excede su utilidad en términos
mercantiles y valora la unicidad de cada persona, con todas sus potencialidades y circunstancias.
Es una educación que se interesa por el florecimiento de los ciudadanos, y que reflexiona sobre
sobre sus desgracias, debilidades y sufrimientos, buscando desarrollar una cultura en la que haya
un interés e involucramiento reciproco en la suerte de todos, es decir, una cultura de la compasión.

El fomento de una ciudadanía compasiva necesita de un amplio y difundido cultivo de la


humanidad, que, tomando la recomendación de Nussbaum, precisa del desarrollo de tres
habilidades fundamentales. La primera es la capacidad de poder hacer un examen crítico de la
propia vida y tradiciones, que, guiado por la razón, descarta cualquier prejuicio o imperativo
injustificado. La segunda es la necesidad de que los ciudadanos se observen a sí mismos no
únicamente como ciudadanos de alguna región, sino primordialmente como seres humanos,
vinculados entre sí, por lazos de reconocimiento y mutua preocupación108. Lo que desarrolla una
conciencia que excede las restringidas identificaciones de grupo y lleva a la consideración de las
vidas sufrientes en las lejanías de nuestras locaciones geográficas. Es lo que mueve a la mitigación
del hambre y la discriminación, a la promoción de políticas justas y a la consideración de los grupos
tradicionalmente silenciados y olvidados de nuestras defendidas democracias.

Las habilidades enunciadas anteriormente se complementan con la tercera capacidad que nos
propone Nussbaum, que es lo que se denomina imaginación narrativa. La cual potencia la
capacidad de pensar cómo sería estar en las circunstancias de otra persona, comprendiendo su
historia, anhelos y frustraciones. Este tipo de imaginación “no carece de sentido crítico, pues
siempre vamos al encuentro del otro con nuestro propio ser y nuestros juicios a cuestas” 109 .

107
Nussbaum, Paisajes…, 472.
108
Cf. Martha Nussbaum, El cultivo de la humanidad: Una defensa clásica de la reforma en la educación (Barcelona:
Paidós, 2005), edición en PDF, 17.
109
Nussbaum, El cultivo…, 18.
36
Nuestra representación de la vida, historia o situación del otro, claramente se da desde nuestras
propias perspectivas y metas, pero resulta fundamental en la formación de un criterio responsable
y objetivo de los otros. Lo cual nos permite reconocerles como seres especialmente humanos e
identificarnos de manera compasiva con su causa o situación.

La formación de estos ciudadanos con una humanidad potenciada no es un proceso de corta


duración esporádica. Debe ser un trabajo que inicia en la educación de la infancia, donde al niño
se le forma en las humanidades y las artes que le ayudan a desarrollar una especial sensibilidad
emocional. Lo cual facilita la identificación compasiva con las causas particulares que se presentan
en la sociedad donde se desarrolla la vida y acción de los ciudadanos. El desplazamiento de las
humanidades y las artes, que sirvieron de tanto, en los procesos educativos de los griegos,
contribuye al desarrollo de una ciudadanía emocionalmente inerte, con dificultades para conectar
entre sí y al fomento de tipo de narcisismo patológico110, que imposibilita dirigir la mirada, acciones
y afectos hacia otra persona que no sea el propio individuo.

Sin embargo, a pesar del notable aislamiento de las humanidades y de su sustitución por otros
enfoques educativos, algunos pensadores como Lipovetsky, todavía logran ver una esperanza en
una ciudadanía movida a la compasión. Pues los derechos humanos, la idea de tolerancia, las
libertades tanto públicas como privadas, el rechazo abierto a la violencia y la guerra en cualquiera
de sus denominaciones, son principios especialmente humanos que permanecen latentes en
nuestras sociedades actuales. Todavía la compasión, los actos de ayuda, la indignación, la
benevolencia y la solidaridad, no han sido exterminados. En todos lados podemos observar el
florecimiento de la compasión y la generosidad 111 , evidenciados en las recientes y lúgubres
circunstancias globales en las que los ciudadanos del mundo se han visto movidos a una
vinculación especialmente compasiva, tras los mortales efectos de la pandemia y la actual guerra
en Ucrania.

Una ciudadanía compasiva, es sensible a la desgracia de los demás. Hechos como los enunciados
anteriormente, en los que miles de personas han perdido la vida y en los que otras tantas no han

110
Cf. Nussbaum, Paisajes…, 472.
111
Gilles Lipovetsky, La felicidad paradójica: Ensayo sobre la sociedad de hiperconsumo (Barcelona: Anagrama,
2006). 138.
37
tenido los medios para salir de tales circunstancias, tocan la fibra del ciudadano compasivo, que
no puede quedarse inerte ante la observación de aquellos hechos. De manera que no reprueba a
quienes ejercen una mala práctica del poder con el que se promueve el descarte, opresión y/o
erradicación de grandes grupos humanos, sino que busca ejercer la solidaridad y la integración en
la situación de aquellos que padecen especialmente la injusticia.

El fomento de una ciudadanía comprometida con los ideales y características de la compasión


contribuye a la formación de seres humanos capaces de ser movidos por sus emociones al auxilio
de sus semejantes. Hombres y mujeres que, previendo el sufrimiento y las injusticias, promueven
instituciones sólidas que garantizan el bienestar y la sana convivencia ciudadana. Es una
ciudadanía madura, capaz de reflexionar y querer por sí misma, sin dejarse coaccionar o apasionar
sesgadamente por las difundidas luchas partidarias, que promueven las búsquedas desmedidas
de beneficios individuales contemplando únicamente a los miembros de un clan.

Aquella ciudadanía formada y nutrida de la compasión, es precisamente la que puede percibir que,
en los tiempos actuales, la crisis no solo es política y económica, sino también y esencialmente
humana. De la cual solo es posible librarse, respondiendo desde la propia humanidad,
construyendo un “nosotros incluyente, reacio a la polarización”112. Lo cual denota el hecho de que
nos importamos y compadecemos unos a otros en el marco de nuestras realidades cosmopolitas
tan evidenciadas en la actualidad de la postpandemia y la guerra, que nos han mostrado el rostro
universal del sufrimiento, moviéndonos a una marcada identificación con las causas y
padecimientos de los hombres y mujeres del mundo.

3.2. El criterio compasivo y la obtención de juicios correctos

Los juicios valorativos de los ciudadanos de una determinada sociedad en lo concerniente a las
realidades de sufrimiento de las otras personas, es una cuestión que evidentemente excede las
barreras del yo, y se extiende a todas las instancias en donde el ser humano participa y se forma
como ente social y emotivo. En este sentido, es donde Nussbaum propone la compasión como una
motivación para el fomento de una ciudadanía con mayores niveles de conciencia moral y con una

112
Cortina, Ética Cosmopolita…,9.
38
marcada tendencia a la acción derivada de la virtud, buscando el bien más allá del aspecto
personal, siendo capaz de llegar, incluso, a la esfera pública113.

El hecho de que una determinada sociedad se estime como compasiva, no garantiza que esta se
inhiba de las injusticias y que sus criterios sean lo más objetivos posibles en cuanto a la valoración
de las circunstancias que puedan llegar a vivir sus ciudadanos. Esto debido fundamentalmente a
la carencia de una educación que forme en los juicios correctos y que dote de las capacidades
necesarias para hacer una justa estimación de lo que verdaderamente merece de una atención
compasiva. De tal manera que ante circunstancias particulares como la del desalojo de las familias
en sectores populares y los impuestos que inhiben a los ricos de sus lujos, se pueda hacer un justo
discernimiento de la acción compasiva en favor del caso más urgente.

De manera general se puede juzgar como especialmente trágicas las pérdidas humanas, pues en
todas partes las personas sienten una especial aflicción e interés por el acontecimiento de la
muerte de otros seres humanos, especialmente de aquellos con los que se ha tenido un vínculo
afectivo. Lo cual es entendible, pues desde la infancia se desarrolla un apego particular por ciertas
figuras parentales, cuyo distanciamiento, dolor o posible desaparición afecta especialmente a
quienes han compartido con ellos la vida. De igual forma tendemos a compadecernos ante el
sufrimiento que produce la enfermad, la subyugación política, la vejez, el hambre, y el maltrato,
así como otras tantas situaciones cuyos efectos estriban en una desmedida agonía que atenta y
limita la propia existencia.

El fomento y desarrollo de lo que denominamos juicios correctos, nos conduce a una ponderación
más amplia de los potenciales beneficiaros de nuestra compasión. Debido a que la indiferencia y
el ocultamiento de aquel amplio grupo de personas sufrientes es lo más distante al paradigma del
criterio compasivo que debemos fomentar. La compasión en el pensamiento de Nussbaum, cuyo
criterio nos sirve de referencia, es un “tipo de lealtad a la humanidad”114. Siendo precisamente la
emoción compasiva, lo que nos permite reconocer que hay otros vulnerables y que necesitan de
nuestra ayuda fuera de lo referente a su clase social, raza, genero, proximidad parental o religión.

113
Cf. Pinedo. «De la Benevolencia…», 40.
114
Pinedo y Yañez, «Las emociones…», 63.
39
Es determinante educar para una ciudadanía compasiva, que sea capaz de reconocer a los demás
en su dignidad y debilidades, que se interese por descubrir las injusticias disimuladas en las
estructuras de nuestros esquemas sociales. Para todo esto es preciso fomentar ciertas
capacidades fundamentales que la misma Martha Nussbaum enlista. Es necesario desarrollar en
los ciudadanos la capacidad de vivir hasta el final una vida humana de un tiempo normal y con
dignidad, en la que se disfrute de una buena salud e integridad corporal. Es también preciso que
se tenga la posibilidad de emplear los sentidos de la imaginación y el pensamiento, formados por
una oportuna y vasta educación incluyente, que promueva las emociones que posibilitan que se
sienta apego hacia personas y cosas distintas de uno mismo115.

Junto a aquellas capacidades también es importante que se defienda y cultive la cualidad de


formarse una objetiva concepción del bien junto a la capacidad de la afiliación. La cual posibilita
interesarse por los demás implicándose en las diversas formas de interacción social, en donde
debe imperar el respeto mutuo. Lo cual sugiere la evitación a toda costa de la discriminación de
cualquier tipo. Siendo esto un aliciente para optar por una integración comprometida en las
instancias políticas que tienen una incidencia directa sobre este aspecto.

Una educación que promueva aquellas capacidades tan necesarias en la formación de ciudadanos
compasivos, debe basarse necesariamente en la inclusión y en una propuesta multicultural. De
esta forma se integra una mayor aceptación de la pluralidad y la diferencia, que abogaría
primordialmente por los débiles y excluidos. Ante lo cual es necesario que esta educación se
encuentre imbuida completamente por el criterio del amor y la compasión, que anima a una
mayor comprensión de las experiencias distintas a las propias. Esta educación forma a ciudadanos
capaces desde muy temprana edad de exponerse sin manifestar rechazo o evasión, a los relatos y
escenarios que manifiestan las vulnerabilidades a las que se encuentra expuesta la vida humana.

El desarrollo de un proyecto educativo que contempla la inclusión de todos sin restricciones


basadas en la economía, la religión, las discapacidades o el género, estriba en una reconfiguración
de nuestro sentido de la indiferencia, el rechazo y el asco frente a realidades, que desde la óptica
de la compasión nos lleva a cuestionar los tradicionales esquemas de justicia social. Un ejemplo

115
Nussbaum, Paisajes…,472.
40
de la reflexión sobre este tema se encuentra en las Bases de la revisión y actualización curricular 116
del Ministerio de Educación de la Republica Dominicana que se plantea el desarrollo del sistema
educativo dominicano, para promover el respeto a la diversidad y la inclusión como las bases
fundamentales para una cultura de paz, en el ideal de una vida digna para toda la ciudadanía 117.

En el caso particular de la Republica Dominicana, se ha optado por un sistema educativo basado


en el denominado enfoque de competencias, entendiéndolas como la “capacidad para actuar de
manera eficaz y autónoma en contextos diversos movilizando de forma integrada conceptos,
procedimientos, actitudes y valores”118. Entre los diversos enfoques por competencias, destaca la
competencia ética y ciudadana, en donde el criterio compasivo puede tomar una particular
vigencia, debido a que con este enfoque se busca formar una ciudadanía tolerante, solidaria y
responsable que sea capaz de contribuir a la creación de espacios marcados por la igualdad y la
equidad de género119. Lo cual contribuye a la formación de un ciudadano critico ante las practicas
que atentan contra los derechos humanos, la justicia y la igualdad.

En resumidas cuentas, sin un adecuado criterio compasivo nos es posible percibir el sufrimiento
que deriva de las injusticias120, pues nuestra capacidad de indignación no se encuentra potenciada
adecuadamente. Es por esto por lo que encontrar lo justo exige mucho más que el dominio de una
determinada técnica procedimental121. De tal manera que resulta necesario integrar la compasión
dentro de las competencias fomentadas en el sistema educativo para educar una ciudadanía
compasiva capaz de relacionarse con los otros en un ambiente de justicia, respeto y equidad, capaz
de redimensionar las relaciones sociales que promueven un ambiente hostil, de exclusión y
favoritismos que favorecen a algunos y descartan a otros.

3.3. La compasión como ética normativa en las sociedades contemporáneas

La búsqueda de juicios correctos por medio de la compasión resulta ser más imperioso en la
actualidad, donde nuestras sociedades globales, a pesar de los numerosos discursos en favor de

116
Ministerio de Educación de la Republica Dominicana. Bases de la revisión y actualización curricular, Santo
Domingo, 2016
117
Ministerio de Educación de la Republica Dominicana. Bases…,35.
118
Ministerio de Educación de la Republica Dominicana. Bases…,44.
119
Ministerio de Educación de la Republica Dominicana. Bases…,63.
120
Cf. Cortina, Ética de…,87.
121
Cf. Adela Cortina, Justicia Cordial . Madrid: Trotta, 2010.
41
la dignidad de los seres humanos y la condena pública de todo tipo de exclusión, se continúa
cargando con las secuelas de un vituperable historial de discriminaciones. La exclusión y la
discriminación se han basado tradicionalmente en cuestiones de raza, discapacidad, genero,
orientación sexual, edad y opciones religiosas122. A todo esto, se suma la promoción de una cultura
del individualismo e instrumentalización de los seres humanos, quienes pasan a ser valorados
según su capacidad de producción. La generalización y aprobación de estas concepciones estriban
en la descalificación de toda búsqueda de reivindicación de la dignidad particular o colectiva de
los pobres, que resultan ser las principales víctimas de estos sistemas categoriales, que promueven
el odio y la segregación.

Ante tales situaciones en las que los seres humanos son descalificados y sometidos a condiciones
de trabajo y esquemas de valoración, que no toman en cuenta los estándares mínimos de
dignidad, surge la compasión como la propuesta ética normativa para las sociedades
contemporáneas. La compasión, siendo una emoción y capacidad característicamente humana,
orienta los pensamientos y la acción hacia el exterior, considerando lo que le sucede a los otros y
las causas que motivan especialmente sus situaciones de sufrimiento.

El asumir la compasión como la ética normativa de las sociedades contemporáneas, trae consigo
un amplio conjunto de consideraciones, siendo la primera de estas el compromiso de una
educación ciudadana que asuma la promoción, desarrollo e integración consciente del
compromiso ético de la preservación de la dignidad humana, evitando y preservando de cualquier
tipo de daño físico y especialmente moral a las personas.

La concepción nuestra especial condición humana y de la dignidad, desde la perspectiva de una


ética de la compasión, no puede desarrollarse a partir de la generalización de una idea limitada de
las mismas. Bien lo ha expresado Joan Melich, en su obra Ética de la compasión, donde expresa
que “vivir humanamente no es llegar a ser lo que uno es, sino todo lo contrario, ser otro, ser
distinto” 123 . De modo que aquella aceptación de la pluralidad, propia de una ciudadanía
compasiva, desplaza la aversión por lo distinto y nos conduce a abogar por todos los actores

122
Martha Nussbaum, La monarquia del Miedo. Una mirada filosofica a la monarquia politica actual. Traducido por
Albino Santos Mosquera (Barcelona: Paidós, 2019), 108.
123
Melich, Ética…,141.
42
sociales que pasan por una experiencia del dolor y la injusticia, especialmente por los más
vulnerables de nuestros sistemas sociales.

El mismo Kant, que no es en grado alguno un apologeta de la compasión como hemos visto en
otro momento, reconoce que es incluso un deber participar activamente del destino de los otros
y por ende “cultivar en nosotros los sentimientos compasivos y utilizarlos como otros medios para
la participación que nace de los principios morales y del sentimiento correspondiente”124. Lo cual
conduce indefectiblemente a las sociedades actuales a no evadir los lugares donde se evidencia la
mayor desventura y pobreza humana, sino a buscarlos. Kant entiende esto como un deber
esencial; acompañar la desdicha de los seres humanos, no huir ante el dolor evidenciado por
ejemplo en la sala de enfermos, o en las cárceles para evitar la irreprimible y dolorosa empatía
que nos conduce a sentir compasión. Lo cual es evidentemente uno de los impulsos que la
naturaleza ha puesto en nosotros para potenciar y realizar aquello que la representación del deber
por sí sola no lograría125.

La consideración kantiana de la compasión, expresada en el deber hacia los otros, especialmente


hacia los más desprotegidos y vulnerables en cualquier sentido, brota a raíz del reconocimiento
de que cada ser humano posee un valor absoluto y es merecedor de respeto. Debido a la capacidad
que tiene cada uno de desarrollar la propia vida desde principios universales. A diferencia de
Nussbaum, Kant no considera que se deba incluir a los otros en el propio proyecto de vida, solo
que la consideración de su dignidad exige respeto. Es por esto, que una ciudadanía que se rige por
la compasión, es capaz de urgir a sus gobiernos a la formación de instituciones y facilitación de
recursos que garanticen el respeto a la dignidad de todos los grupos sociales, especialmente de
aquellos que han sufrido el odio y la exclusión. Esto implica ciertamente la introducción de una
perspectiva compasiva en el derecho y las organizaciones públicas, que excede incluso lo que se
podría esperar que los estados hicieran en aras de garantizar la cobertura de las necesidades
básicas de sus ciudadanos126.

124
Immanuel Kant. La metafisíca de las costumbres (Madrid: Tecnos, 2008), 325.
125
Cf. Kant. La metafisíca…, 325.
126
Pinedo y Yañez, «Las emociones…», 63.
43
Una sociedad que educa y adopta en su sistema de valores ciudadanos, los principios de una ética
de la compasión, entiende que lo determinante no es desarrollar una ciudadanía
escrupulosamente legalista, que valore por encima de cualquier cosa el cumplimiento y respeto
de las leyes. Lo esencial aquí sería la manera de responder ante la interpelación del sufrimiento
de los demás, ante su presencia o ausencia, ante sus solicitudes y necesidades. En esta
circunstancia se responde adquiriendo los medios y procedimientos más oportunos atendiendo a
los principios compasivos que nos propone esta referida ética. De esta forma una ciudadanía
compasiva que se preocupa por el bien de todos y no solo de algunos, es capaz de dejarse
interpelar por el dolor causado por las injusticias, la exclusión, el silenciamiento, la coacción de la
libertad y de una vida digna junto a una larga lista de otras tétricas situaciones. Así la compasión
se convierte (al menos desde la perspectiva de Nussbaum) en el gozne entre el ámbito individual
y el público, que aboga incansablemente por el bien y la justicia.

44
Conclusión
En las sociedades actuales, tan marcadas por la defendida búsqueda de los propios intereses, que
conducen indefectiblemente a la desconsideración del otro como ente merecedor de dignidad,
atención y reconocimiento, resulta importante desarrollar la compasión desde la consideración de
esta como una emoción característicamente humana. Es la emoción que posee la potencialidad
de librar a los seres humanos de la indiferencia ante el dolor ajeno, pues la compasión es “la
expresión de ese lamento, la reacción ante el espectáculo del dolor del otro que se experimenta
como hiriente”127. Siendo precisamente esta experiencia del dolor ajeno o que le coloca en el
blanco de las críticas de sus contrarios, quienes, debido a esta identificación con la tristeza, le han
considerado como un sentimiento negativo.

A pesar de los abiertos adversarios de la compasión en la historia, se ha constatado que esta


representa una emoción constitutiva del ser humano, pues la misma, se convierte en una
interpelación impredecible ante el sufrimiento del otro a quien se le reconoce como semejante. El
otro, sin proponérselo, se convierte en un cuestionamiento vivo para quien se evidencia su
sufrimiento y de manera razonable busca subsanarlo, teniendo presente, como destaca
Nussbaum, la intención de que el otro pueda florecer y alcanzar una vida buena.

Desde la perspectiva de Martha Nussbaum, la compasión no posee un alcance limitado ante la


inmediatez del sufrimiento constatado en otra persona, sino que tiene una dimensión pública en
la que desempeña un rol fundamental en el desarrollo de la indignación y prevención de las
injusticias. La cual, se constituye en la capacidad de hacer una representación imaginativa de la
situación del otro, entendiéndole como tal que posibilita una participando proactiva de su dolor.
De modo que cualquier intento de violación a la dignidad o bienestar de los demás, es una llamada
a la acción en favor de quien se podría ver afectado, pues se apela a aquel vínculo esencial de la
humanidad que posibilita la vida y la coexistencia.

La compasión por su propia estructura es una emoción más compleja que aquella que se les
asemejan, como la empatía, pues comporta más que una representación imaginativa de la
situación del otro, reclamando necesariamente una participación comprometida en la

127
Baró López y Villar Ezcurra. Pensar...,24.
45
consecución de su bienestar. Es por esto por lo que compadecer, en muchos casos es sinónimo de
transgredir, pues la persona se ve exigida a exceder los límites normativos, para socorrer a quien
sufre dejando de lado los infecundos legalismos y extremos nacionalistas. En tal caso, como se ha
visto, el samaritano se constituye en el compasivo por excelencia, que responde ante la necesidad
de un extranjero desconocido, de quien se convirtió en su prójimo al interesarse y salvar su vida.
De modo que una vez mas no es la ley lo estrictamente importante, sino la respuesta que se ofrece
a la interpelación que nos hace el otro sufriente y vulnerable.

En la actualidad, en donde se busca una educación de enfoques por competencias, se precisa de


la integración de la compasión para formar una ciudadanía que sea capaz de considerar a los otros
como personas importantes en el propio desarrollo humano. Por medio de la compasión se
amplían nuestros esquemas de consideraciones y se evita la segregación o descarte de los otros
basados en los cerrados esquemas sociales. De modo que considerando al otro como ser dotado
de dignidad, se contempla la posibilidad de la pluralidad y la diversidad en su connotación más
general (nacionalidad, genero, clase económica…), despojándole de las consideraciones
peyorativas de las que se les dota habitualmente.

La posibilidad de un sistema educativo que se proponga formar hombres y mujeres sensibles a las
necesidades de sus semejantes constituye un reto para cualquier sociedad contemporánea. Sin
embargo, resulta perentorio rescatar los principios de aquella emoción compasiva, que impulsa a
los límites en favor de quien sufre, aquella que exige una reconfiguración de las estructuras
formativas y públicas de la sociedad, en la que los seres humanos, reconociéndose desde la
compasión y la cordialidad, se propongan la estructuración de un proyecto común que defienda
la dignidad y el derecho a una vida buena y feliz que posee todo ser humano.

46
Bibliografía
Aristóteles. Retórica. Biblioteca Clasica Gredos, Traducido por Quintin Racionero. Madrid: Gredos,
1999.
Camps, Victoria. El gobierno de las emociones . Barcelona: Herder, 2011.
Comte-Sponville, André. Pequeño Tratado de las grandes virtudes. Madrid: Espasa-Calpe, 1998.
Cortina, Adela. ¿Para qué sirve realmente la ética? Barcelona: Paidós, 2013.
—. Ciudadanos del mundo. Madrid: Alianza Editorial, 2009.
—. Ética Cosmopolita: Una apuesta por la cordura en tiempos de pandemia. Barcelona: Paidós,
2021. Edición en PDF.
—. Ética de la razón cordial: Educar en la ciudadania del siglo XXI. Asturias : Ediciones Nobel, 2007.
—. Justicia Cordial. Madrid: Trotta, 2010.
Ferrater Mora, José. Diccionario de Filosofía. Tomo I. Buenos Aires: Editorial Sudamericana, s.f.
García-Baró López , Miguel , y Alicia Villar Ezcurra. Pensar la compasión . Madrid: Universidad
pontificia de comillas , 2008.
Kant, Immanuel. La metafisíca de las costumbres. Madrid: Tecnos, 2008.
—. Sobre pedagogía. Traducido por Oscar Caeiro. Cordoba: Universidad nacional de Cordoba,
2009.
Lacunza, María C. «Compasión y Ciudadania, un debate normativo en torno al pensamiento de
Martha Nussbaum.» Jornada Filosofica de investigación en Filosofía (Universidad de la
Plata), abril 2011.
—. «La virtud aristotélica de la compasión a la base de la construcción de lazos sociales en el
estado. Discusiones en torno a la recepción del planteo antiguo por parte de Martha C.
Nussbaum.» Memoria Académica (Universidad de la Plata), agosto 2015: 1-8.
Lévinas, Emmanuel. De otro modo de ser, o más allá de la esencia. Salamanca: Sígueme, 1987.
Lipovetsky, Gilles. La felicidad paradójica: Ensayo sobre la sociedad de hiperconsumo. Barcelona:
Anagrama, 2006.
Martines, Maximiliano. «La evolución del altruismo.» Revista colombiana de filosofia de la ciencia
4, nº 8 (2003): 27-42.
Melich, Joan Charles. Ética de la compasión. Barcelona: Herder, 2010.
Ministerio de educación de la República Dominicana. Bases de la Revición y actualización
curricular. Santo Domingo, 2016.

47
Moreno, José Eduardo. «Investigación psicológica sobre altruismo y conductas de ayuda.»
Enfoques 5, nº 2 (1993): 34-37.
Nietzche, Friedrich. Aurora. Madrid: M.E. Editores, S.L., 1994.
Nussbaum, Martha. El cultivo de la humanidad: Una defensa clásica de la reforma en la educación.
Barcelona: Paidós, 2005. Edición en PDF.
—. Emociones políticas. ¿Por qué el amor es importante para la justicia? Traducido por Albino
Santos Mosquera. Barcelona: Paidós, 2014.
—. Justicia Poética. Traducido por Carlos Gardini. Barcelona: Editorial Andrés Bello, 1997.
—. La fragilidad del bien. Fortuna y etica en la tragedia y filosofia griega. Traducido por Antonio
Ballesteros. Madrid: La bolsa de la medusa, 2004.
—. La ira y el perdón. Traducido por Víctor Altamirano. Ciudad de México: Fondo de cultura
económica, 2018.
—. La monarquia del Miedo. Una mirada filosofica a la monarquia politica actual. Traducido por
Albino Santos Mosquera. Barcelona: Paidós, 2019.
—. La terapia del deseo. Teoría y práctica en la ética helenística. Traducido por Miguel Candel.
Barcelona: Paidós, 2003.
—. Las fronteras de la justicia: Consideraciones sobre la exclusión. Traducido por Ramón Vilà.
Barcelona: Paidós, 2007.
—. Paisajes del pensamiento. La inteligencia de las emociones. Traducido por Araceli Maira.
Barcelona: Paidós, 2008.
Pinedo, Iván. «De la Benevolencia a la ciudadanía compasiva: la recuperación de conceptos claves
para el cultivo de la democracIa.» Limite. 13, nº 4 (2018): 29-45.
Pinedo, Iván y Jaime Yáñez Canal. «Las emociones y la vida moral: una lectura desde la teoría
cognitivo evaluadora de Martha Nussbaum.» Veritas, nº 36 (2017): 47-72.
Saez, Roberto. Evolución humana: Prehistoria y origen de la compasión. Cordoba: Almuzara, 2019.
Schopenhauer, Arthur. El mundo como voluntad y representación. Traducido por Pilar Lopez de
Santa María. Vol. I. Barcelona: Trotta, 2009.
—. Los dos problemas fundamentales de la ética. Madrid: Siglo XXI, 2002.
Sociedad Española de Historia de la Educación. «Emociones políticas. ¿Por qué el amor es
importante para la justicia?» Historia y Memoria de la Educación,, nº 2 (2015): 375-382.
Soler Sampol, Llorenç. «Altruismo y empatía». Tesis de grado, Universitat de les Illes Balears, 2010.

48
Solomon, Robert C. Etica emocional. Una teoria de los sentimientos. Traducido por Pablo Hermida.
Barcelona: Paidós, 2007.
Spinoza, Baruch. Ética demostrada según el orden geométrico. Madrid: Ediciones Orbis S.A., 1980.
Tomás. Suma de Teología. Madrid: Biblioteca de autores cristianos, 2001.

49
Declaración de autenticidad y cesión de derecho

Yo, Carlos Alberto Lantigua Checo, autor-a del monográfico que lleva como título “La concepcion
de la compasión en el pensamiento filosófico de Martha C. Nussbaum”, declaro que el presente
manuscrito es de mi exclusiva autoría, elaborado exclusivamente para obtener el título de
licenciado en filosofía. Concedo, además, al Instituto de Estudios Superiores en Humanidades,
Ciencias Sociales y Filosofía Pedro Francisco Bonó derechos de reproducción, comunicación
pública y publicación en su repositorio institucional, únicamente con fines académicos, no
comerciales.

Santo Domingo, septiembre 2022

_________________________
Carlos Alberto Lantigua Checo

50

También podría gustarte