Tecnicas de La Lectura
Tecnicas de La Lectura
Tecnicas de La Lectura
5.- El subrayado no es solo usar líneas, sino que puede incluir otros tipos
de señales: flechas relacionando ideas, diagramas, pequeños
esquemas, signos de interrogación, llamadas de atención, etc. Es decir,
usamos todo aquello que sirva para llamar la atención
-Es una técnica de análisis del contenido de un texto.
-Abre el camino para la fase de síntesis.
-Consiste en destacar alguna palabra, frase o parte del contenido que, por su
importancia, deseamos resaltar.
RECOMENDACIÓN
❑ No utilizar la técnica en la primera lectura.
❑ Utilizar en la segunda lectura junto con las notas marginales o sumillado.
VENTAJAS
❖ Facilita el estudio activo.
❖ Personaliza el estudio.
¿QUÉ SUBRAYAR? ❖ Permite identificar las ideas principales.
Solo palabras o frases que sean claves: En su ❖ Ayuda a fijar la atención.
mayoría son nombres o verbos, nunca artículos, ❖ Aumenta la concentración.
❖ Facilita la memorización.
proposiciones o conjunciones.
❖ Hace el estudio más ameno y atractivo.
❖ Aumenta la comprensión del tema.
❖ Facilita la posterior elaboración de
esquemas, cuadros resúmenes.
Actualmente la mayoría de las
personas tienen un computador en
sus casas, probablemente tú tengas
uno.
El computador es una máquina muy Esta es la idea
útil y moderna, nos ayuda a principal del
texto
organizarnos, buscar información y
hace más fácil nuestro trabajo. Posee
un disco duro en el cual se
almacenan los datos.
Las vacunas, escudos de protección
Las vacunas
Las vacunas son sustancias preparadas que actúan como defienden al
escudos protectores en nuestro organismo, son muy cuerpo de
importantes porque cuando se aplican a una niña sana o alguna
un niño sano, prepara a su cuerpo para defenderse y luchar enfermedad y
contra una posible enfermedad que le pueda afectar. Por permiten
eso se dice que las vacunas son nuestros escudos mantener la
protectores, porque permiten mantener la salud y favorecer salud.
la oportunidad de crecer y desarrollarse sanamente.
Cuenta la leyenda que la Esfinge era un monstruo con rostro y voz de virgen, alas de pájaro y
garras de grifo. Moraba en la cresta de una montaña próxima a Tebas y descendía a los
caminos para tender emboscadas a los viajeros. Les atacaba de improviso, se apoderaba de
ellos y, una vez subyugados, les planteaba oscuros complejos enigmas cuyo conocimiento,
según se decía, había adquirido de las musas. Si los desdichados cautivos no podían resolverlos
de inmediato, la cruel esfinge los despedazaba sin misericordia mientras permanecían sumidos
en la confusión y la duda. Como quiera que no se veía fin a esta terrible desgracia, los tebanos
ofrecieron la soberanía de su ciudad al hombre que lograra descifrar los enigmas de la Esfinge,
único medio de conseguir su destrucción definitiva.
La magnitud de la recompensa impulsó a Egipto a aceptar el reto. Hombre de gran sabiduría y
capacidad de discernimiento, aunque cojo debido a graves heridas sufridas en sus pies, Edipo
se presentó ante la Esfinge lleno de aplomo y presencia de ánimo. Al preguntarle ésta qué
animal nacía con cuatro patas, pasaba a tener dos y más tarde tres, para, por fin, terminar de
nuevo con cuatro, respondió sin dilación que se trataba del hombre. En efecto, al nacer y
durante su primera infancia, el hombre se apoya sobre sus cuatro extremidades, con las que,
tras esforzados intentos, logra andar a gatas; más adelante, camina sobre los pies; en la vejez se
apoya en un bastón, que viene a ser como una tercera pierna: y, finalmente, en los últimos
momentos de su vida, acosado por la decrepitud y sin fuerza en las articulaciones se convierte
de nuevo en cuadrúpedo obligado a permanecer, en el lecho. Al descifrar el enigma, Edipo
pudo dar muerte a la Esfinge, cuyo cuerpo, cargado sobre el lomo de un asno, recorrió las
calles de Tebas entre los vítores y la alegría del pueblo que aclamaba al héroe como su nuevo
rey.
La Nela estuvo vagando sola todo el día, y por la noche rondó la casa de Aldeacorba, acercándose a ella todo lo que le era posible sin peligro de ser
descubierta. Cuando sentía rumor de pasos alejábase prontamente como un ladrón. Bajó a la hondonada de la Terrible, cuyo pavoroso aspecto de cráter le
agradaba en aquella ocasión, y después de discurrir por el fondo contemplando los gigantes de piedra que en su recinto se elevaban como personajes
congregados en un circo, trepó a uno de ellos para descubrir las luces de Aldeacorba. Allí estaban, brillando en el borde de la mina, sobre la oscuridad del
cielo y de la tierra. Después de mirarlas como si nunca en su vida hubiera visto luces, salió de la Terrible y subió hacia la Trascava. Antes de llegar a ella
sintió pasos, detúvose, y al poco rato vio que por el sendero adelante venía con resuelto andar el señor de Celipín. Traía un pequeño lío pendiente de un
palo puesto al hombro, y su marcha como su ademán demostraban firme resolución de no parar hasta medir con sus piernas toda la anchura de la tierra.
-Celipe... ¿a dónde vas? -le preguntó la Nela, deteniéndole.
-Nela... ¿tú por estos barrios?... Creíamos que estabas en casa de la señorita Florentina, comiendo jamones, pavos y perdices a todas horas y bebiendo
limonada con azucarillos. ¿Qué haces aquí?
-¿Y tú, a dónde vas?
-¿Ahora salimos con eso? ¿Para qué me lo preguntas si lo sabes? -replicó el chico, requiriendo el palo y el lío-. Bien sabes que voy a aprender mucho y a
ganar dinero... ¿No te dije que esta noche?... pues aquí me tienes, más contento que unas Pascuas, aunque algo triste, cuando pienso lo que padre y madre
van a llorar... Mira, Nela, la Virgen Santísima nos ha favorecido esta noche, porque padre y madre empezaron a roncar más pronto que otras veces, y yo,
que ya tenía hecho el lío, me subí al ventanillo, y por el ventanillo me eché fuera... ¿Vienes tú o no vienes?
-Yo también voy -dijo la Nela con un movimiento repentino, asiendo el brazo del intrépido viajero.
-Tomaremos el tren, y en el tren iremos hasta donde podamos -dijo Celipín con generoso entusiasmo-. Y después pediremos limosna hasta llegar a los
Madriles del Rey de España; y una vez que estemos en los Madriles del Rey de España, tú te pondrás a servir en una casa de marqueses y condeses y yo
en otra, y así mientras yo estudie tú podrás aprender muchas finuras. ¡Córcholis!, de todo lo que yo vaya aprendiendo te iré enseñando a ti un poquillo, un
poquillo nada más, porque las mujeres no necesitan tantas sabidurías como nosotros los señores médicos.
Antes de que Celipín acabara de hablar, los dos se habían puesto en camino, andando tan a prisa cual si estuvieran viendo ya las torres de los Madriles del
Rey de España.
-Salgámonos del sendero -dijo Celipín, dando pruebas en aquella ocasión de un gran talento práctico- porque si nos ven nos echarán mano y nos darán un
buen pie de paliza.
Pero la Nela soltó la mano de su compañero de aventuras, y sentándose en una piedra, murmuró tristemente:
-Yo no voy.
constancia de aquellas mismas partes de la Naturaleza, eran otras tantas raíces morales, cuya violenta tirantez, al ser arrancadas, producíala vivísimo
dolor.