Espiritu Santo

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LA PROMESA DEL PADRE


Hermanos hemos vivido cuatro semanas muy intensas, este gran retiro que
comenzamos el mes pasado, ha sido el tiempo (Kairós) de Dios para cada uno
de nosotros.
Ya has escuchado cuatro grandes verdades que han venido a cambiar tu vida;
Dios te ama y jamás te retira su amor, pero tú y yo por el pecado le hemos
dado la espalda de tal modo que Él no soportando que estuviéramos
separados de su amor, entregó a su único Hijo: Jesucristo para que tú seas
salvo, para que creas en tu corazón y confieses con tu boca que Jesucristo es
el Señor, de tu vida, de tu casa y de todo lo que eres.
Hoy vamos a recibir un regalo a través de esta quinta verdad; este gran retiro
está por terminar y tú tienes dos caminos:
- Hacer tuyo este mensaje de salvación y dejar que Dios haga de ti una
nueva creatura.
- Salir de aquí, hacer oídos sordos a la voz de Dios y seguir en tu misma
situación.
La primera opción es arriesgada, es para los valientes, decirle si a Jesucristo
es una decisión de amor y de compromiso. Pero es la única manera de ser
felices.
La segunda es una manera fácil y mediocre de vivir, es como muchos de
nosotros lo hemos hecho hasta el día de hoy: simplemente sobrevivimos.
Medio-creemos en Dios, medio-somos católicos, medio-vivimos. La salvación
no se da a medias, Jesucristo se entregó por COMPLETO y la salvación es
expresión de TOTALIDAD: totalidad del amor de Dios demostrado en la cruz.
Por eso la semana pasada ustedes libremente firmaron un compromiso; yo no
sé si alguno lo hizo por obligación (si no lo firmo que van a decir los demás,
etc.) y probablemente cuando salieron de aquí o al siguiente día en la mañana
les paso como después de la boda verdad: ¡¿Qué hicimos?! Ahora como
vamos a vivir esto hoy el Señor te responde que no es por tus fuerzas:
“Nadie puede decir ¡Jesús es Señor! Si no lo hace movido por el Espíritu
Santo” 1Co 12, 3.
Pues solamente el Espíritu de Dios es el que nos impulsa a vivir bajo el Señorío
de Cristo.
Pero yo no quisiera empezar este tema sin antes decirles ¿Quién es el Espíritu
Santo?, no quisiera llevarme la sorpresa que se llevó San Pablo en uno de sus
viajes cuando pregunto a varios creyentes, así como ustedes: ¿Ya recibieron el
Espíritu Santo? Y ellos respondieron: “Ni siquiera sabíamos que existe el
Espíritu Santo”.
Para muchos creyentes el Espíritu Santo es el eterno desconocido, para otros
la palomita que está en los templos, pero en realidad el Espíritu Santo es Dios

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mismo, la tercera persona de la Santísima Trinidad: a Dios no le basto con


darnos a su Hijo único, sino que además nos concede su mismo Espíritu ese
amor que procede del Padre y del Hijo como lo dice la Palabra de Dios: “el
amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu
Santo que se nos ha dado.” Rom. 5,5
Ya desde el Antiguo Testamento los profetas hablan de esta promesa:
“Los rociaré con agua pura que los purificará, de todas sus inmundicias e
idolatrías, los purificaré, les daré un corazón nuevo y haré que caminen
según mis preceptos y normas. Habitarán la tierra que di a sus padres,
ustedes serán mi pueblo y yo seré su Dios.” Ez. 36, 25- 27.
Dios quiere poner su corazón en el tuyo, quiere que salgas de aquí siendo una
nueva creatura. Él es el Medico y a la vez la Medicina, a lo largo de estas
semanas que hemos interiorizado y reflexionado en nuestra propia historia
TODOS incluso nosotras que les hemos compartido los temas, nos hemos
dado cuenta de muchas cosas en las que le hemos dado la espalda a Dios y
hemos trazado nuestros propios caminos y proyectos; esto hermanos no
consiste en que al Señor le guste echarnos en cara nuestros pecados sino que
nos da la gracia para ver nuestra propia situación y lo endurecido que esta
nuestro corazón; pero hoy nos ofrece el PODER DE SU SANTO ESPIRITU
para cambiarlo.
Sean cuales fueran nuestros esfuerzos, no podemos cambiarnos a nosotros
mismos. Solo Dios puede terminar definitivamente con nuestros defectos, con
nuestras limitaciones y darnos la gracia para vencer al pecado.
Incluso el deseo de cambio es un don de Dios, necesitamos la vida divina para
actuar conforme a la voluntad del Padre, en esto consiste la nueva vida que
nos ofrece Jesús, él mientras estaba con sus discípulos les insistía en ello:
“Les conviene que me vaya. Porque si no me voy, el Espíritu que los
ayudará y consolará no vendrá; en cambio, si me voy, yo lo enviaré.” Jn.
16, 7
Jesús se va, para ser exaltado a la diestra del Padre, pero no nos deja solos,
antes bien pide al Padre para que envíe sobre nosotros su Espíritu, la fuerza de
lo alto, para que no olvidemos sus enseñanzas, pues el Espíritu de la verdad
nos lo recordará todo.

Y lo que Dios promete lo cumple, esta promesa Jesús la cumplió el día de


Pentecostés. Cuando estando todos reunidos en oración, quedaron llenos del
Espíritu Santo y después de este momento su vida cambio.

“Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos con un mismo


objetivo. De repente vino del cielo un ruido como una impetuosa ráfaga
de viento, que llenó toda la casa en la que se encontraban. Se les
aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron
sobre cada uno de ellos” Hch. 2, 1ss.

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En este lugar estaba Pedro, aquel que por miedo había negado a Jesús y
después de ser llenado por el Espíritu Santo, salió a predicar con poder, que
Jesucristo es el hijo de Dios y convirtió a 3,000 hombres que se encontraban
escuchándolo y entregó su vida al anuncio de la buena nueva, hasta que fue
crucificado como su Maestro.

El bautismo en el Espíritu que recibieron los apóstoles fue tan definitivo que
cambio sus vidas radicalmente, quienes los habían conocido antes, se dieron
cuenta que siendo las mismas personas físicamente, habían sido
transformadas de manera radical en su interior.

Quienes los veían se preguntaban: ¿Qué debemos hacer para vivir como
ustedes?

Pedro les contesto: convertíos y que cada uno de vosotros se haga


bautizar en el nombre de Jesucristo, para perdón de vuestros pecados y
para que recibáis el don del Espíritu Santo. Hch 2, 38

Las condiciones para vivir esta vida nueva son tres:

-conviértanse. Cambia de actitud y deja atrás toda obra de la carne. Si hasta


hoy vivías esclavizado por satanás, ahora entrégate totalmente a Dios. Un
cristiano que es templo del Espíritu de Dios no puede seguir arrastrando los
mismos vicios y pecados, después de 1, 5, 15 o 30 años.

Hermanos la conversión no es un barniz exterior, eso simplemente nos volvería


a todos los que estamos aquí una bola de fariseos (conocedores de la Palabra,
gente piadosa y cumplidora, pero con un corazón lleno de mundo y lejos de
Dios).

Como el mismo Jesús lo advirtió a Nicodemo: “te aseguro que si uno no


nace del agua y del espíritu no puede entrar en el reino de Dios”. (Jn. 3, 5)

Es el Espíritu Santo el causante de este nuevo nacimiento. A estas palabras


Nicodemo replica ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? Tal vez cada
uno de nosotros nos hagamos esta misma pregunta.

Muchas veces contemplamos nuestra propia vida, nuestros errores y pecados y


quisiéramos borrarlos y eliminarnos de nuestra historia. Dios no elimina tu
pasado, pero hoy te ofrece la oportunidad de volver a nacer con un nuevo
corazón.

A veces limitamos el poder de Dios diciendo: “ni volviendo a nacer dejo de


ser...”
Yo hoy te digo que solo Dios tiene poder para transformar tu corazón.
Dios nos da su Espíritu no solo para que le conozcamos, sino para que
podamos vivir su vida, siguiendo una conducta no según la carne sino según el
Espíritu.

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LA ACCIÓN DEL ESPÍRITU SANTO EN EL HOMBRE LE HACE


CAMBIAR TODOS SUS APETITOS, CRITERIOS Y VALORES.

Dios quiere nuevas estructuras nacidas del Espíritu, porque todo lo que nace de
la carne es carne y nos conduce a nuestra propia destrucción. Solo lo que nace
del Espíritu es lo que da vida.

“Ahora las obras de la carne son bien conocidas: fornicación, impureza,


libertinaje, hechicería, divisiones, rivalidades, borracheras, comilonas y
cosas semejantes. En cambio, los frutos del Espíritu son amor, alegría,
paz, paciencia, bondad, fidelidad, modestia, dominio de sí”. Gal. 5, 19 ss

Ya no vivimos esclavos del pecado, ahora vivimos en la libertad de los hijos de


Dios. Porque donde está el Espíritu, está la libertad 2 Cor.3, 17

La obra de Cristo no termina con su muerte, sino que habiendo roto las
cadenas del pecado que nos esclavizan, derramó su Espíritu Santo para que
abracemos la vida nueva y verdadera que Él nos ofrece.

-BAUTÍCENSE. Muchos o la mayoría tal vez se pusieron palomita porque ya


estamos bautizados, pues no solo se trata de tener un acta de bautizo es más
bien vivir como verdaderos bautizados, hacer realidad lo que significa el
bautismo.

El bautismo nos abre la puerta a la vida de gracia, por Él entramos a formar


parte de la familia de Dios, ciudadanos del cielo, por el bautismo tu nombre se
escribe en el libro de la vida.

Si tu familia es una familia de bautizados no puede estar a favor del aborto, o


de la unión libre o ir a misa solo el día de bodas y quince años y comulgar solo
el día de su primera comunión (no se trata de que sea la primera y la última) el
bautismo nos abre las puertas a la vida de los hijos de Dios y como hijos somos
herederos de infinidad de gracias.

Aun en medio de una sociedad tan secularizada en la que hemos sacado a


Dios de todos los ámbitos de la vida, por tu bautismo estas llamado a ser
TESTIGO CREÍBLE DE CRISTO: entre tus amistades, con tu propia familia, en
la sociedad, como ciudadano, en la escuela y ahí es donde a muchos nos da
vergüenza, preferimos diluirnos y pasar desapercibidos que defender nuestra
fe, porque nos da miedo, le tememos al que van a decir los demás, si nos van a
retirar su amistad y nos van a dejar de hablar o como a los apóstoles ellos
temían perder su vida pero Jesús les contesto:

“Cuando el Espíritu Santo venga sobre ustedes, recibirán una fuerza que
los hará ser mis TESTIGOS, en Jerusalén, en toda Judea y Samaría y
hasta los confines de la tierra.” Hch 1,8

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La palabra mártir proviene de una palabra griega que significa testigo, los
primeros cristianos llenos del Espíritu de Dios no temían perder su propia vida
porque sabían que esa era la prueba máxima de su fidelidad a Dios en medio
de la adversidad. Hoy preguntémonos con sinceridad ¿Qué tanto estoy
dispuesto a ser testigo de Cristo? ¿al grado de dar la vida? TÚ ¿Qué estás
dispuesto a hacer para responder a este mundo tan necesitado de verdaderos
testigos?
La vocación de todo bautizado, la meta a la que estamos llamados es la
santidad y esta solamente es obra del santificador omnipotente. El verdadero
testigo es aquel que lleva bien puesta la camiseta y no de un equipo de futbol
sino la de la santidad, aquel al que no lo importa lo que tenga que pasar, a
quien se tenga que enfrentar, porque tiene bien clara su meta y su vocación, si
eres hijo de Dios, estas llamado a ser santo como Él es Santo. Por eso para el
bautizado ser santo no es una opción, sino el único camino. San Félix de
Cantalicio decía: O santo o nada. Este debe ser nuestro mayor propósito,
nuestra única meta.
Al Espíritu Santo también le llamamos abogado divino, es el abogado porque
defiende tu vida de gracia y cada vez que lo invocas hace que Cristo gane en ti.
Yo no conozco lo que estas viviendo, lo que si te puedo decir es que Dios no
quiere que te vayas igual, Dios hoy quiere ganar en ti, ganar en tu vida, ganar
en esa área de tu persona que tal vez solo tú sabes y sientes que ya no
puedes, que ya no tienes esperanza.
El ES lo ha hecho con muchas personas, transformando sus vidas por
completo, llevándolos a dar frutos de vida eterna, y es su Espíritu el que te
impulsa a dar frutos de santidad.
Lo único que necesitas es:

-RECIBIR EL ESPÍRITU SANTO.

De una manera muy especial Dios quiso simbolizar al Espíritu con el agua,
porque ambos son principio de vida. Así como sin agua no hay vida en la tierra,
sin Espíritu tampoco hay vida nueva. Por eso Jesús dijo:
Si alguno tiene sed, venga a mí y beba el que crea en mí. Como dice la
Escritura: de sus entrañas brotarán ríos de Agua viva. Jn 7, 38
Las palabras de Jesucristo son claras: SI ALGUNO TIENE SED.
Existen diferentes clases de personas: algunas que simplemente no tienen sed,
otras que tienen sed, pero no tienen deseo de saciarla, y otras que tienen sed y
buscan saciarla.
Para beber del Agua Viva solo existe una condición: tener sed de ella. Solo el
que tiene sed, puede ir a Jesús para pedirle que derrame el Rio de Agua Viva.

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La única condición que se nos pide es que tengamos necesidad del Espíritu
Santo. Cuando Zaqueo se subió al árbol para ver a Jesús dio el paso decisivo
de su vida. Provoco la mirada de Jesús. El Señor pudo llegar a su casa y
decirle: Zaqueo hoy ha llegado la salvación a tu casa (Lc 19, 9).

El Señor solo espera que acudamos necesitados de Él para llenarnos con su


presencia dice el libro del Apocalipsis “Mira que estoy a la puerta y llamo si
alguno oye mi voz y me abre yo cenare con él y el conmigo” Jesús en esta
tarde está tocando a tu corazón y solo espera que le abras la puerta para entrar
y morar junto a ti todos los días por medio de su Santo Espíritu. No le pongas
obstáculos ni condiciones, déjalo actuar en tu vida.

Lo que el Espíritu Santo hizo en Pedro, en los demás apóstoles y en tantos


hombres y mujeres que han alcanzado la santidad, lo puede hacer hoy en ti, si
reconoces que lo necesitas, si tienes sed del agua viva. El no viene a los que
se creen justos o buenos sino a los necesitados y pecadores.

El Espíritu Santo no cuesta nada, es gratis: “el que tenga sed que se
acerque, y el que quiera que reciba gratuitamente el Agua de Vida”. Ap 22,
17b

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