2do Año. ACTIVIDADES PRIMER CUATRIMESTRE

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 8

1

ACTIVIDADES PRIMER CUATRIMESTRE:

Puedes resolver con el CUADERNILLO o CON LA carpeta PERO ATENCIÓN vos a preguntarte ¿CÓMO LO RESOLVISTE?
¿POR QUÉ ESCRIBISTE ESA RESPUESTA Y NO OTRA? ETC……

1. Textos Literarios y no Literarios. Indicar y explicar cuál es literario y cuál no lo es.

ODA A LA CUCHARA CUCHARA: - Utensilio compuesto de una


pieza cóncava y un mango, que se
CUCHARA, cuenca de la más antigua emplea generalmente para llevar a la
mano del hombre, aún se ve en tu boca alimentos líquidos o muy blandos.
forma de metal o madera el molde de la - Vasija redonda de hierro o cobre,
palma primitiva, en donde el agua que por un lado tiene un pico y por
trasladó frescura y la sangre salvaje otro un mango largo que sube
palpitación de fuego y cacería. Cuchara perpendicularmente desde el suelo
pequeñita, en la mano del niño levantas del vaso, y remata en un garabato.
a su boca el más antiguo beso de la Sirve para sacar de las tinajas el agua
tierra, la herencia silenciosa de las o aceite.
primeras aguas que cantaron en labios - Cada uno de los utensilios que se
que después cubrió la arena. El hombre emplean para diversos fines y tienen
agregó al hueco desprendido de su forma semejante a la de la cuchara
mano un brazo imaginario de madera y común.
salió la cuchara por el mundo cada vez - Mar. Achicador (//cucharón para achicar
más perfecta, acostumbrada a pasar el agua).
desde el plato a unos labios clavelinos - Mec. Pieza cóncava de gran tamaño y
o a volar desde la pobre sopa a la movible de algunas máquinas, que
olvidada boca del hambriento. Pablo sirve para el arranque, transporte y
Neruda descarga de materiales disgregados.

www.wordreference.com/es/en/frames.
asp?es=cuchara

2. Pensar y escribir un texto literario.


3. Variedades lingüísticas:
Lean el siguiente fragmento, en el que el narrador (un argentino), se encuentra con Luis, un cubano.
a. ¿En qué tipo de variedad se diferencian los personajes del diálogo (dialecto, cronolecto, sociolecto,
registro…)? Señalen en qué elementos pueden reconocer esta diferencia.
b. ¿Qué es lo que les provoca risa?.

(…) Con las manos en los bolsillos me acerqué a Luis y me quedé mirándolo, sabiendo lo que iba a decirme, la
broma de siempre:

–Mira que usar esos anteojos.

–Y vos esos espejuelos –le contesté, y nos doblamos de risa (…).

–Así que llegaste, che –dijo Luis.

Naturalmente, decía “che” muy mal.

-¿Qué tú te crees? –le contesté, igualmente mal. Y volvimos a doblarnos como idiotas, y medio mundo se reía
sin saber por qué.

Cortázar, Julio: “Reunión”, Todos los fuegos el fuego, Buenos Aires, Sudamericana. 1970

4. ¿Qué lectos y qué registros se evidencian en las siguientes frases? Seguí el ejemplo.

Ejemplo: La chabona me miraba, pero onda que la mina estaba re copada con el otro flaco.

Respuesta: cronolecto adolescente o juvenil. Registro informal.


2

a. El estudio biológico del cerebro es un área multidisciplinar: desde el puramente molecular hasta el
específicamente conductual y cognitivo, pasando por el nivel celular, los ensambles y redes pequeñas de
neuronas […].

b. Ey, tú, vete con esa vaina a otro lado.

c. ¡Hoy vamo’a ver a la Mona!

d. ¡Quero ver al babáu!

e. Los premios Martín Fierro fueron estregados anoche durante una ceremonia en la cual el programa
"Guapas", ganó la estatuilla de Oro.

f. ¡Enhorabuena, tío! ¡Suerte con tu nueva andadura!

g. En la ciencia médica hallaréis muchos puntos de contacto con la filosofía y la teología: os iluminará en el
estudio de los fenómenos psicológicos, y os enseñará más de ti mismo.

5. Lee atentamente la siguiente historieta

Responde
a. ¿Qué diferencias existe entre el horóscopo que puedes encontrar en un diario o revista y el de Gaturro? Explica
con tus palabras.
b. ¿A qué se refiere Gaturro cuando llama a su creación “Horóscopo realista”? Explica.
c. ¿Cuándo crees que una historia es realista?

A continuación lee las siguientes narraciones:


Entonces se aventuró, con pasos livianos, hacia el fondo. Eso es típico. El miedo no cuenta cuando una mujer, en una
película por ejemplo, va hacia un cuarto misterioso que no se atrevería a hollar el más osado de los espectadores. Es
cierto que en este caso no podía haber ningún peligro sobrenatural, ni de los otros. Llegó al palier trasero, al que se
abrían las puertas de los dormitorios; los huecos estaban dibujados en fuerte luz amarilla. No se oía nada. Entró por la
del medio. Dio dos pasos en la habitación, algo deslumbrada, y dos fantasmas pasaron a su lado diciendo, “estamos
apurados, muy apurados”; y atravesaron la pared. Retrocedió, salió y entró de prisa, para no perdérselos; en el cuarto
contiguo, ya atravesaban otra vez la pared, y sus piernas parecían hundirse en el piso. ¿Por qué?, les preguntó. Salió al
palier. Uno de los fantasmas se había vuelto hacia ella: ¿Por qué? ¿Por qué están apurados?, aclaró. Por la fiesta, le
respondió el fantasma.
César Aira en: Los fantasmas.
Buenos Aires, Grupo Editor Latinoamericano, 1.990. (Fragmento).
———————————————
A un costado de la cancha había yuyales y, más allá, el terraplén del ferrocarril. Al otro costado, descampado y un árbol
bastante miserable. Después las otras dos canchas, la chica y la principal. Y ahí, debajo de ese árbol, solía ubicarse el
viejo.
Había aparecido unos cuantos partidos atrás, casi al comienzo del campeonato, con su gorra, la campera gris algo raída,
la camisa blanca cerrada hasta el cuello y la radio portátil en la mano. Jubilado seguramente, no tendría nada que hacer
los sábados por la tarde y se acercaba al complejo para ver los partidos de la Liga. Los muchachos primero pensaron que
sería casualidad, pero al tercer sábado en que lo vieron junto al lateral ya pasaron a considerarlo hinchada propia.
Porque el viejo bien podía ir a ver los otros partidos que se jugaban a la misma hora en las canchas de al lado, pero se
quedaba ahí, debajo del árbol, siguiéndolos a ellos.
Era el único hincha legítimo que tenían, al margen de algunos pibes chiquitos.
Roberto Fontanarrosa, “Viejo con árbol” en: Usted no me lo va a creer.
Ediciones de la Flor, Buenos Aires, 2.003. (Fragmento).
———————————————
3

Comieron solos. Wendy y Peter estaban en un parque de diversiones de material plástico, en el otro extremo de la
ciudad, y habían televisado para decir que llegarían tarde, que empezaran a comer. George Hadley contemplaba,
pensativo, la mesa de donde surgían mecánicamente los platos de comida.
―Olvidamos la salsa de tomate ―dijo.
―Perdón ―exclamó una vocecita en el interior de la mesa, y apareció la salsa.
Podríamos cerrar el cuarto unos pocos días, pensaba George. No le haría ningún daño. No era bueno abusar. Y era
evidente que los nenes habían abusado un poco de África. Ese sol. Aún lo sentía en el cuello como una garra caliente. Y
los leones. Y el olor de la sangre. Era notable, de veras. Las paredes recogían las emanaciones telepáticas de los niños y
creaban lo necesario para satisfacer todos los deseos. Los niños pensaban en leones y aparecían leones. Los niños
pensaban en cebras, y aparecían cebras. En el sol, y había sol. En jirafas, y había jirafas.
Ray Bradbury, “La pradera” en: El hombre ilustrado.
Minotauro, Buenos Aires, 1.987. (Fragmento).
———————————————
Sacudí la cabeza. Sacudo la cabeza muy seguido.
―¡Viejo! ―dije.
También digo “viejo” muy seguido. En parte porque tengo un vocabulario pésimo y en parte porque a veces actúo como
si tuviera menos edad de la que tengo. Tenía dieciséis años en aquel entonces, ahora tengo diecisiete, y a veces me
comporto como si tuviera alrededor de trece. Es realmente irónico porque mido un metro noventa y tengo el pelo gris.
En serio. La mitad de mi cabeza ―el lado derecho― está repleta de canas. Lo tengo de esa manera desde que soy
chiquito. Así y todo a veces parece que tuviera doce años. Todo el mundo me dice lo mismo, especialmente mi padre. En
parte es verdad, pero sólo en parte. La gente siempre piensa que las cosas son completamente ciertas. Me importa un
bledo, pero a veces me aburre que me pidan que me porte como alguien de mi edad. A veces me comporto como
alguien mucho más grande de lo que soy ―en serio―, pero la gente nunca se da cuenta de eso. La gente nunca se da
cuenta de nada.
J. D. Salinger, en: El cazador oculto.
Buenos Aires, Sudamericana, 1.999. (Fragmento).
———————————————

Actividades
1) Luego de la lectura, responde:
a) De los distintos textos que leíste, ¿cuáles presentan o construyen un mundo que podría ser real? ¿Por qué?
b) Algunos de los fragmentos anteriores se refieren a un mundo imaginario o ficticio. ¿Por qué? ¿Qué elementos
aparecen que no son propios del mundo en que vivimos?
c) ¿Es posible que algunos de los textos que hoy no parecen creíbles o posibles alguna vez lo sean? ¿Cuál o cuáles?
2) Hay cuentos, novelas y películas que relatan hechos como si hubieran sucedido, que presentan un mundo creíble,
como si fuera el real. ¿Podés nombrar alguno de esos cuentos, novelas o películas?
¿Te gusta este tipo de relatos? Justificá tu opinión.

6. El cuento de Ciencia Ficción. Lee atentamente y luego responde:

Sueños de robot de Isaac Asimov


-Anoche soñé -anunció Elvex tranquilamente.

Susan Calvin no replicó, pero su rostro arrugado, envejecido por la sabiduría y la experiencia, pareció
sufrir un estremecimiento microscópico.

-¿Ha oído eso? -preguntó Linda Rash, nerviosa-. Ya se lo había dicho.

Era joven, menuda, de pelo oscuro. Su mano derecha se abría y se cerraba una y otra vez.

Calvin asintió y ordenó a media voz:

-Elvex, no te moverás, ni hablarás, ni nos oirás hasta que te llamemos por tu nombre.

No hubo respuesta. El robot siguió sentado como si estuviera hecho de una sola pieza de metal y así se
quedaría hasta que escuchara su nombre otra vez.

-¿Cuál es tu código de entrada en computadora, doctora Rash? -preguntó Calvin-. O márcalo tú misma, si
te tranquiliza. Quiero inspeccionar el diseño del cerebro positrónico.

Las manos de Linda se enredaron un instante sobre las teclas. Borró el proceso y volvió a empezar. El
delicado diseño apareció en la pantalla.

-Permíteme, por favor -solicitó Calvin-, manipular tu computadora.


4

Le concedió el permiso con un gesto, sin palabras. Naturalmente. ¿Qué podía hacer Linda, una inexperta
robosicóloga recién estrenada, frente a la Leyenda Viviente?

Susan Calvin estudió despacio la pantalla, moviéndola de un lado a otro y de arriba abajo, marcando de
pronto una combinación clave, tan de prisa, que Linda no vio lo que había hecho, pero el diseño desplegó
un nuevo detalle y, el conjunto, había sido ampliado. Continuó, atrás y adelante, tocando las teclas con
sus dedos nudosos.

En su rostro avejentado no hubo el menor cambio. Como si unos cálculos vastísimos se sucedieran en su
cabeza, observaba todos los cambios de diseño.

Linda se asombró. Era imposible analizar un diseño sin la ayuda, por lo menos, de una computadora de
mano. No obstante, la vieja simplemente observaba. ¿Tendría acaso una computadora implantada en su
cráneo? ¿O era que su cerebro durante décadas no había hecho otra cosa que inventar, estudiar y
analizar los diseños de cerebros positrónicos? ¿Captaba los diseños como Mozart captaba la notación de
una sinfonía?

-¿Qué es lo que has hecho, Rash? -dijo Calvin, por fin.

Linda, algo avergonzada, contestó:

-He utilizado la geometría fractal.

-Ya me he dado cuenta, pero, ¿por qué?

-Nunca se había hecho. Pensé que tal vez produciría un diseño cerebral con complejidad añadida,
posiblemente más cercano al cerebro humano.

-¿Consultaste a alguien? ¿Lo hiciste todo por tu cuenta?

-No consulté a nadie. Lo hice sola.

Los ojos ya apagados de la doctora miraron fijamente a la joven.

-No tenías derecho a hacerlo. Tu nombre es Rash¹: tu naturaleza hace juego con tu nombre. ¿Quién eres
tú para obrar sin consultar? Yo misma, yo, Susan Calvin, lo hubiera discutido antes.

-Temí que se me impidiera.

-¡Por supuesto que se te habría impedido!

-Van a… -su voz se quebró pese a que se esforzaba por mantenerla firme-. ¿Van a despedirme?

-Posiblemente -respondió Calvin-. O tal vez te asciendan. Depende de lo que yo piense cuando haya
terminado.

-¿Va usted a desmantelar a Elv…? -por poco se le escapa el nombre que hubiera reactivado al robot y
cometido un nuevo error. No podía permitirse otra equivocación, si es que ya no era demasiado tarde-.
¿Va a desmantelar al robot?

En ese momento se dio cuenta de que la vieja llevaba una pistola electrónica en el bolsillo de su bata. La
doctora Calvin había venido preparada para eso precisamente.

-Veremos -postergó Calvin-, el robot puede resultar demasiado valioso para desmantelarlo.

-Pero, ¿cómo puede soñar?

-Has logrado un cerebro positrónico sorprendentemente parecido al humano. Los cerebros humanos
tienen que soñar para reorganizarse, desprenderse periódicamente de trabas y confusiones. Quizás
ocurra lo mismo con este robot y por las mismas razones. ¿Le has preguntado qué soñó?

-No, la mandé llamar a usted tan pronto como me dijo que había soñado. Después de eso, ya no podía
tratar el caso yo sola.

-¡Yo! -una leve sonrisa iluminó el rostro de Calvin-. Hay límites que tu locura no te permite rebasar. Y me
alegro. En realidad, más que alegrarme me tranquiliza. Veamos ahora lo que podemos descubrir juntas.
5

-¡Elvex! -llamó con voz autoritaria.

La cabeza del robot se volvió hacia ella.

-Sí, doctora Calvin.

-¿Cómo sabes que has soñado?

-Era por la noche, todo estaba a oscuras, doctora Calvin -explicó Elvex-, cuando de pronto aparece una
luz, aunque yo no veo lo que causa su aparición. Veo cosas que no tienen relación con lo que concibo
como realidad. Oigo cosas. Reacciono de forma extraña. Buscando en mi vocabulario palabras para
expresar lo que me ocurría, me encontré con la palabra “sueño”. Estudiando su significado llegué a la
conclusión de que estaba soñando.

-Me pregunto cómo tenías “sueño” en tu vocabulario.

Linda interrumpió rápidamente, haciendo callar al robot:

-Le imprimí un vocabulario humano. Pensé que…

-Así que pensó -murmuró Calvin-. Estoy asombrada.

-Pensé que podía necesitar el verbo. Ya sabe, “jamás ‘soñé’ que…”, o algo parecido.

-¿Cuántas veces has soñado, Elvex? -preguntó Calvin.

-Todas las noches, doctora Calvin, desde que me di cuenta de mi existencia.

-Diez noches -intervino Linda con ansiedad-, pero me lo ha dicho esta mañana.

-¿Por qué lo has callado hasta esta mañana, Elvex?

-Porque ha sido esta mañana, doctora Calvin, cuando me he convencido de que soñaba. Hasta entonces
pensaba que había un fallo en el diseño de mi cerebro positrónico, pero no sabía encontrarlo.
Finalmente, decidí que debía ser un sueño.

-¿Y qué sueñas?

-Sueño casi siempre lo mismo, doctora Calvin. Los detalles son diferentes, pero siempre me parece ver un
gran panorama en el que hay robots trabajando.

-¿Robots, Elvex? ¿Y también seres humanos?

-En mi sueño no veo seres humanos, doctora Calvin. Al principio, no. Solo robots.

-¿Qué hacen, Elvex?

-Trabajan, doctora Calvin. Veo algunos haciendo de mineros en la profundidad de la tierra y a otros
trabajando con calor y radiaciones. Veo algunos en fábricas y otros bajo las aguas del mar.

Calvin se volvió a Linda.

-Elvex tiene solo diez días y estoy segura de que no ha salido de la estación de pruebas. ¿Cómo sabe tanto
de robots?

Linda miró una silla como si deseara sentarse, pero la vieja estaba de pie. Declaró con voz apagada:

-Me parecía importante que conociera algo de robótica y su lugar en el mundo. Pensé que podía resultar
particularmente adaptable para hacer de capataz con su… su nuevo cerebro -declaró con voz apagada.

-¿Su cerebro fractal?

-Sí.

Calvin asintió y se volvió hacia el robot.


6

-Y viste el fondo del mar, el interior de la tierra, la superficie de la tierra… y también el espacio, me
imagino.

-También vi robots trabajando en el espacio -dijo Elvex-. Fue al ver todo esto, con detalles cambiantes al
mirar de un lugar a otro, lo que me hizo darme cuenta de que lo que yo veía no estaba de acuerdo con la
realidad y me llevó a la conclusión de que estaba soñando.

-¿Y qué más viste, Elvex?

-Vi que todos los robots estaban abrumados por el trabajo y la aflicción, que todos estaban vencidos por
la responsabilidad y la preocupación, y deseé que descansaran.

-Pero los robots no están vencidos, ni abrumados, ni necesitan descansar -le advirtió Calvin.

-Y así es en realidad, doctora Calvin. Le hablo de mi sueño. En mi sueño me pareció que los robots deben
proteger su propia existencia.

-¿Estás mencionando la tercera ley de la Robótica? -preguntó Calvin.

-En efecto, doctora Calvin.

-Pero la mencionas de forma incompleta. La tercera ley dice: “Un robot debe proteger su propia
existencia siempre y cuando dicha protección no entorpezca el cumplimiento de la primera y segunda
ley”.

-Sí, doctora Calvin, esta es efectivamente la tercera ley, pero en mi sueño la ley terminaba en la palabra
“existencia”. No se mencionaba ni la primera ni la segunda ley.

-Pero ambas existen, Elvex. La segunda ley, que tiene preferencia sobre la tercera, dice: “Un robot debe
obedecer las órdenes dadas por los seres humanos excepto cuando dichas órdenes estén en conflicto con
la primera ley”. Por esta razón los robots obedecen órdenes. Hacen el trabajo que les has visto hacer, y lo
hacen fácilmente y sin problemas. No están abrumados; no están cansados.

-Y así es en la realidad, doctora Calvin. Yo hablo de mi sueño.

-Y la primera ley, Elvex, que es la más importante de todas, es: “Un robot no debe dañar a un ser
humano, o, por inacción, permitir que sufra daño un ser humano”.

-Sí, doctora Calvin, así es en realidad. Pero en mi sueño, me pareció que no había ni primera ni segunda
ley, sino solamente la tercera, y esta decía: “Un robot debe proteger su propia existencia”. Esta era toda
la ley.

-¿En tu sueño, Elvex?

-En mi sueño.

-Elvex -dijo Calvin-, no te moverás, ni hablarás, ni nos oirás hasta que te llamemos por tu nombre.

Y otra vez el robot se transformó aparentemente en un trozo inerte de metal. Calvin se dirigió a Linda
Rash:

-Bien, y ahora, ¿qué opinas, doctora Rash?

-Doctora Calvin -dijo Linda con los ojos desorbitados y el corazón palpitándole fuertemente-, estoy
horrorizada. No tenía idea. Nunca se me hubiera ocurrido que esto fuera posible.

-No -observó Calvin con calma-, ni tampoco se me hubiera ocurrido a mí, ni a nadie. Has creado un
cerebro robótico capaz de soñar y con ello has puesto en evidencia una faja de pensamiento en los
cerebros robóticos que muy bien hubiera podido quedar sin detectar hasta que el peligro hubiera sido
alarmante.

-Pero esto es imposible -exclamó Linda-. No querrá decir que los demás robots piensen lo mismo.

-Conscientemente no, como diríamos de un ser humano. Pero, ¿quién hubiera creído que había una faja
no consciente bajo los surcos de un cerebro positrónico, una faja que no quedaba sometida al control de
las tres leyes? Esto hubiera ocurrido a medida que los cerebros positrónicos se volvieran más y más
complejos… de no haber sido puestos sobre aviso.
7

-Quiere decir, por Elvex.

-Por ti, doctora Rash. Te comportaste irreflexivamente, pero al hacerlo, nos has ayudado a comprender
algo abrumadoramente importante. De ahora en adelante, trabajaremos con cerebros fractales,
formándolos cuidadosamente controlados. Participarás en ello. No serás penalizada por lo que hiciste,
pero en adelante trabajarás en colaboración con otros.

-Sí, doctora Calvin. ¿Y qué ocurrirá con Elvex?

-Aún no lo sé.

Calvin sacó el arma electrónica del bolsillo y Linda la miró fascinada. Una ráfaga de sus electrones contra
un cráneo robótico y el cerebro positrónico sería neutralizado y desprendería suficiente energía como
para fundir su cerebro en un lingote inerte.

-Pero seguro que Elvex es importante para nuestras investigaciones -objetó Linda-. No debe ser
destruido.

-¿No debe, doctora Rash? Mi decisión es la que cuenta, creo yo. Todo depende de lo peligroso que sea
Elvex.

Se enderezó, como si decidiera que su cuerpo avejentado no debía inclinarse bajo el peso de su
responsabilidad. Dijo:

-Elvex, ¿me oyes?

-Sí, doctora Calvin -respondió el robot.

-¿Continuó tu sueño? Dijiste antes que los seres humanos no aparecían al principio. ¿Quiere esto decir
que aparecieron después?

-Sí, doctora Calvin. Me pareció, en mi sueño, que eventualmente aparecía un hombre.

-¿Un hombre? ¿No un robot?

-Sí, doctora Calvin. Y el hombre dijo: “¡Deja libre a mi gente!”

-¿Eso dijo el hombre?

-Sí, doctora Calvin.

-Y cuando dijo “deja libre a mi gente”, ¿por las palabras “mi gente” se refería a los robots?

-Sí, doctora Calvin. Así ocurría en mi sueño.

-¿Y supiste quién era el hombre… en tu sueño?

-Sí, doctora Calvin. Conocía al hombre.

-¿Quién era?

Y Elvex dijo:

-Yo era el hombre.

Susan Calvin alzó al instante su arma de electrones y disparó, y Elvex dejó de ser.

FIN

¹ Rash: en inglés, significa impulsivo o imprudente.


“Robot Dreams”, Robot Dreams, 1986

RESPONDER:

A. Explicar cuáles son los avances científicos ficcionales que presenta el cuento.
8

B. ¿Qué dice la primera ley de la robótica? ¿Por qué las leyes de la robótica están ordenadas según su
importancia?
C. ¿Cuál es la actitud de la doctora Linda Rush? ¿Con quién se enfrenta y por qué? Justificar.
D. ¿Cómo es la relación entre los humanos y los robots según el cuento? ¿Encuentran parecidos con algunas
situaciones del presente o del pasado? ¿Cuáles?
E. Calvin dice que los cerebros humanos necesitan soñar para reorganizarse. ¿Esto es cierto también para los
robots? ¿Qué función tiene el sueño de Elvex?
F. ¿Qué visión del futuro plantea el cuento? ¿es optimista o pesimista? Justificar.

7. ¿Qué diferencias encuentras entre el cuento de ciencia ficción y el cuento realista. Justifica tu respuesta usando
la teoría estudiada en clases.

También podría gustarte