Medicina Tradicional Carolina SM

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Alferecía

Enfermedad de la población infantil que se presenta con relativa frecuencia,


especialmente entre los niños recién nacidos. Es tratada por parteras y
curanderas.

Las terapeutas del estado de Puebla refieren que ciertos niños nacen
con alferecía debido a conductas inconvenientes y a accidentes que ha tenido
su madre durante el embarazo. Así, si la gestante se ha asoleado en demasía o
ha sufrido de muina frecuentemente o un susto, su hijo se ve afectado por el
estado que originan esos sucesos.

Numerosos son los síntomas que presenta el lactante, los cuales comienzan con
molestias persistentes, calentura y llanto constante; el niño se queja
continuamente y no quiere comer; se le ponen morados los labios, las uñas, las
manos y los pies; el aumento de la calentura, la salida de espuma por la boca y
la aparición de ataques indican un agravamiento de su estado; "el niño queda
desfallecido, y ya ni siquiera llora", señalan los informantes. Todos estos
síntomas, en especial el color que adquieren las uñas y los labios, son de utilidad
para establecer el diagnóstico.

El tratamiento más común consiste en suministrar al niño una cucharadita de


miel rosada (jarabe expendido en las boticas) dos veces al día, antes que "agarre
el pecho", y acto seguido administrar un té de manzanilla; por último, se le baña
con agua de rosa o de muite. Con este tratamiento se le quitan lo morado y las
molestias, hechos que se reflejan en que el enfermo comienza a mamar
nuevamente. Los informantes recomiendan seguir exactamente el tratamiento
mencionado para que el niño se restablezca (V. mouij).

Si el paciente con alferecía no recibe la terapia adecuada, los síntomas de la


enfermedad se hacen más intensos, la fiebre aumenta "pero no se nota porque
se va hacia adentro, razón por la que se le entiesan las quijadas y el niño no
puede llorar ni mamar; en los casos críticos, los terapeutas refieren que la
criatura "se pone muy fría antes de morir. El uso del jarabe de miel rosada se
aconseja para los niños recién nacidos, "aunque no presenten la enfermedad".
Levanta vigilias de muerto

La persona que recurre a este terapeuta generalmente se encuentra inquieta,


preocupada y siente miedo a causa de los efectos nefastos que pueden
derivarse del incumplimiento de un compromiso adquirido en vida con una
persona fallecida. Cuando dicho compromiso —contraído generalmente con un
pariente o amigo al momento de morir éste— no se cumple, produce el reclamo
del difunto, el cual, "dejándose ver" —"la persona cree haber visto al difunto",
refieren los informantes— o apareciéndose en sus sueños, le conmina a realizar
lo prometido: por ejemplo, celebrar una misa en su memoria o brindarle algunas
sesiones de rezos. La persona que generó el compromiso rehuye el contacto
con el muerto, evita afrontarlo y, presa del miedo, se niega a escucharlo. Si deja
pasar más tiempo, su miedo aumenta, pierde el sueño, deja de comer y
enflaquece, porque el muerto se está llevando su sombra, es decir, su espíritu.
A veces el compromiso con el difunto se adquiere con sólo estar cerca de él,
especialmente si ha muerto en forma violenta (V. levantamiento de la
sombra y espanto de muerto).

El especialista, designado como quicuiteua vigilia de mekame —es decir,


"levanta vigilia de muertos", expresión utilizada tanto para la causa como para el
terapeuta—, es el que se encarga de cumplir con el compromiso adeudado, esto
es, "levantar la vigilia del muerto". El terapeuta ejecuta el procedimiento en el
panteón y puede estar acompañado por el enfermo; allí reza las oraciones
prometidas, limpia la tumba, la rocía con agua bendita, y coloca flores en forma
de cruz "para que deje en paz a la persona y no le lleve su sombra". El ritual se
debe repetir dos veces a la semana, hasta que el enfermo sane.

Para evitar ser molestado por un muerto, los terapeutas aconsejan cumplir con
los compromisos adquiridos con él, y hacer los rezos que éste le ha pedido
durante el sueño. Otra forma de prevención consiste "en persignarse frente a la
caja del muerto y besarla por donde están los pies".
venteada

En la medicina tradicional de los nahuas, estos tres términos designan una única
causa de demanda de atención, bastante frecuente entre la población adulta. Es
una dolencia provocada por un fuerte enfriamiento, como el que ocurre por
bañarse con agua fría después de trabajar mucho y tener el cuerpo caliente. Este
brusco cambio de temperatura afecta principalmente a los músculos, dando
origen así a dolores en todo el cuerpo, los cuales son la manifestación más
importante de este padecimiento (V. encordado y reuma).

Inicialmente, el malestar se concentra en los "tuches", es decir, en los tendones,


y se generaliza a los huesos acompañado a veces por fiebre y escalofríos.

El diagnóstico se realiza mediante el interrogatorio del paciente, la palpación de


las partes doloridas e inflamadas del cuerpo y la observación del movimiento de
"las cuerdas" (los músculos) del enfermo.

Los tratamientos aplicados tienen la finalidad de calentar el cuerpo del sujeto


afectado, para así extraerle el frío. Con este propósito se le dan vaporizaciones;
el vapor se logra ya sea mediante el calentamiento de dos "piedras de lumbre",
que después se echan en una tina con agua hirviendo, o poniendo a hervir una
serie de plantas como pinahuitz o vergonzosa (Mimosa pudica), rama
de mora, mala mujer, mosote del monte y blanco, rama de guásima, ramas
de aguacate, xocotzoyotl o naranja agria, ramas de lima de Castilla, huele de
noche morado y blanco, un rollito de zacapal amarillo, un camote de mafafa
(Xanthosoma robustum) partido a la mitad y un rollo de berenjena con espinas y
sin tomates (V. chichicastle y tlamacas, ocozol). En ambos casos, el enfermo,
debidamente abrigado con cobijas, debe recibir el vapor producido,
especialmente en las zonas más doloridas, hasta sudar copiosamente; al
término de la sesión terapéutica se debe acostar. Durante la vaporización, los
informantes aconsejan cambiarle la ropa al enfermo y "tirar la mojada por el
sudor, porque ya no sirve, pues ahí se queda todo lo malo". Los días posteriores
a la curación, el enfermo no debe bañarse, porque si lo hace o "coge el agua fría
se puede quedar tieso".

Para evitar la encuerdadura, se recomienda no bañarse con agua fría después


del trabajo.
Mal de ojo

Causa de demanda de atención de los habitantes de las comunidades nahuas.


Es una afección atendida principalmente por los curanderos, en donde es tratada
por los "ajuateros". Como su nombre lo indica, se trata de una dolencia ocular —
padecimiento que no debe confundirse con el mal de ojo—, cuya característica
más importante es la irritación y el enrojecimiento de los ojos; hay ardor, lagrimeo
constante y dolor de cabeza localizado generalmente en la región de la frente,
que impide al paciente ver e incluso dormir (V. mal de los ojos). Las causas que
dan origen a este mal son de dos tipos: la primera, relativa al contraste frío-calor
a que son sometidos los ojos si un sujeto que, por ejemplo, tiene la vista
"caliente", sale a un ambiente frío; la segunda causa guarda relación con
infecciones que las personas pueden adquirir si se bañan "en un arroyo con agua
muy sucia".

Por lo general, los tratamientos practicados por los terapeutas tradicionales


consisten en lavados de los ojos con una infusión, no muy concentrada,
de manzanilla, de rosa de Castilla o de flor de muerto (cempasúchil), y en la
aplicación, con la ayuda de un gotero, de unas gotas de miel virgen en ambos
ojos (V. aayakach).

Durante el curso del tratamiento se recomienda al enfermo que, al bañarse, evite


la entrada de jabón a los ojos, especialmente si está utilizando jabón en polvo.
La población más afectada por esta dolencia son los niños.

CAROLINA SALVADOR MORA

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