Catalina Acosta Cuento
Catalina Acosta Cuento
Catalina Acosta Cuento
Valentina bogero
Estoy caminando.
Todo comenzó desde ese primer comunicado en la radio por la junta militar,
recuerdo haberme levantado temprano como usualmente hacía para ir a la
escuela, luego de que sonara el reloj me levanté y me abroché los zapatos
después de ponerme el guardapolvo para bajar a desayunar junto a mi
hermano mayor Adriano un mate cocido y algunas tostadas mientras veía como
volaban los primeros pajaritos por la ventana y mi madre le acomodaba la
corbata a mi padre antes de irse a trabajar. Antes de irme a la escuela siempre
saludaba a mi abuela Alicia y mi hermanita menor Clara que siempre jugaba a
tomar el té con un juego de tazitas de porcelana blanca, detallada con flores
azules y bordes dorados sobre una mesita de madera y sus dos muñecas
sentadas una al lado de la otra. Parecía ser una mañana como cualquier otra
hasta que al llegar a la parada de colectivo junto a mi hermano nos dijeron que
habían prohibido el boleto estudiantil secuendario, no tuve problema en pagar
un poco mas de plata pero si resultaría injusto tener que pagarlo todos los días
ya que perjudicaba la forma de transporte que usábamos la gran mayoría de
adolescentes.
Tras llegar a la escuela recuerdo ver discutiendo a muchos estudiantes y
caminar por los pasillos era escuchar un eco lleno de disconformidad.
Sigo caminando.
Ese día recuerdo que conocí mejor a los amigos de mi hermano quienes me
habían preguntado que opinaba del mismo gobierno ya que sabían que
formaba parte del centro estudiantil, Ellos eran Alfonso, Gabriel y Tomas.
Luego fui a mi salón junto a mis dos mejores amigas, Mariana y Natalia quienes
también formaban parte del centro estudiantil.
Por la tarde recuerdo ir a la biblioteca por un par de libros, al entrar saludo a la
secretaria y en uno de los pasillos encuentro a Tomas y me quedo viéndolo
unos segundos, pues estaba concentrado leyendo prólogos hasta que al
apoyarme contra el estante de al lado se cae un libro y voltea a verme,
recuerdo sentirme algo avergonzada pero el al reconocerme se acercó y me
pregunto como estaba.
Sigo caminando.
Sigo caminando.
Sigo caminando.
Una semana después el empezó a sentirse mejor, era lunes y al cruzármelo
por los pasillos de la escuela me dijo que si por la tarde podía verlo y que tenía
una sorpresa para mi, obviamente acepté, desde que terminó su relación con
Camila nuestra amistad empezó a ser cada vez mas fuerte.
Al llegar a la plaza lo saludé y del bolsillo sacó una cajita chiquita con una cinta
atada en forma de moño, lo miré con estima y al desatarla noté que era el collar
de plata con ese dije que tanto me gustaba y automáticamente lo abracé y con
los ojos llorosos le agradecí mientras el me secaba las lagrimas de las mejillas
y se reía con ternura.
Con el pasar de los días seguimos viéndonos, me sentía tan bien, abrazarlo era
como tocar el cielo y me gustaba tanto escuchar su voz, cada detalle de su
persona me parecía tan especial.
Lo que me atemorizaba en ese entonces era si acaso el pensaba lo mismo
sobre mi, me sentía una chica tan simple, tan poco.
Sigo caminando.
Semanas después recuerdo que fue el 16 de agosto, lo crucé por los pasillos
como de costumbre y me pregunto si podía acompañarlo a la plaza después de
la escuela porque tenía que decirme algo, le pregunte si había ocurrido algo
pero me dijo que me quede tranquila y que era una sorpresa.
Lo que me restaba de tiempo de clase recuerdo haberme quedado algo
pensativa pero tampoco me imaginaba qué podía ser, así que cuando llegó la
hora de salir lo esperé en la entrada y luego empezamos a caminar.
Cuando llegamos con delicadeza tomó mis manos y empezó a agradecerme
por haberlo ayudado las semanas anteriores explicándome lo cuanto
significaba para el que no me haya ausentado aquellos días. La verdad me
sorprendieron mucho sus palabras, cada oración que expresaba me hacía
poner algo nerviosa pero a la vez me sentía bien.
Después de que el terminara de hablar le dije cuanto lo apreciaba y tras un
abrir y cerrar de ojos me besó.
Nunca me había sentido así con alguien, se sentía como caminar por un
Rosedal en una tarde de fina llovizna dejando caer gotas que recorren mi piel y
hacen que el tiempo no pase.
Sigo caminando.
Finalmente, luego caminamos y seguimos hablando un poco hasta llegar a mi
casa, lo saludé y al darme la vuelta, a mis espaldas el me toma de la mano y yo
al girar la cabeza me volvió a besar y me confesó todo lo que sentía hacía mi
preguntándome si quisiera algo más con el, a lo que yo con la mirada iluminada
acepté.
Pasaron las mejores semanas de mi vida, y fueron gracias a él, su voz me
generaba paz y no había lugar alguno que me hiciera sentir mejor que estar
entre sus brazos.
En cuanto la escuela a principios de septiembre tuvimos que hacer una marcha
junto al centro estudiantil para conseguir el boleto estudiantil secundario y
como parte del centro debía ir al frente de las protestas, poco después el
gobierno nos lo concedió tras un comunicado por la radio y automáticamente
mi hermano y yo salimos corriendo hacia el frente de la escuela a festejar junto
a los demás estudiantes, estábamos tan felices.
Sigo caminando.
Sigo caminando.
Sigo caminando.
Sigo caminando.
Con los días perdí la noción del tiempo, lo que empezó como simples
preguntas terminaron convirtiéndose en el fomento de la represión y la tortura
hacia los que "desaparecíamos" .
Los gritos, los golpes, la oscuridad, el frio, la sed eran parte del día a día,
dependiendo del tipo de tortura, las preguntas se volvían condicionales y las
consecuencias por no contestarlas cada vez más sanguíneas, los gritos sin
voces censuradas y las plegarias a dios dejan de tener sentido.
Todavía estoy caminando y no sé como consigo siquiera poder pararme, no
volví a ver a Tomas y creo que nunca más lo volveré a ver, supongo que al final
si se puede extrañar para siempre, pensar en mis padres, mis hermanos y en lo
triste que debe estar mi abuelita me parte el alma, ojalá pudiera al menos
saludarlos.
Llegó final del pasillo, ya no estoy caminando y nadie me empuja a hacerlo, de
la nada siento un silencio tan profundo como vacío y tras plegarias bajo la
benda de mis ojos me dispararon.