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COORDINACIÓN EDITORIAL
ISBN 978-607-30-2781-6
CONTENIDO
VII
VIII CONTENIDO
LA EDUCACIÓN EN LA REFORMA
Y EL SEGUNDO IMPERIO
I. Nota introductoria
El texto que se presenta tiene como propósito fundamental mostrar las condi-
ciones y circunstancias bajo las cuales se concretó en territorio del estado de
Michoacán la legislación de corte liberal contenida en el paquete de Leyes
de Reforma, sobre la institucionalización del registro civil. Las actividades
inherentes, que fueron responsabilidad del gobierno presidido por el gene-
ral Epitacio Huerta, no tuvieron la debida celeridad y cobertura geográfica
idónea, toda vez que la situación de guerra imperante inhibió la adecuada
selección del personal que manejaría las respectivas oficinas, al tiempo que
escasearon elementos necesarios, como los impresos que contenían la legisla-
ción en la materia, los libros, sellos, tintas y la papelería complementaria para
el correcto funcionamiento de las mismas.
Sin embargo, a pesar de esos factores en contra, la administración esta-
tal, en el contexto de su abierta confrontación con las diferentes instancias
de la Iglesia católica, logró generar las condiciones necesarias mínimas para
instalar y poner en funcionamiento algunas de las oficinas del Registro Ci-
vil, entre ellas las de las poblaciones más importantes, como fueron los casos
de Morelia, Zamora, Uruapan y Tacámbaro. Los primeros usuarios fueron
actores sociales que se encontraban vinculados a la facción liberal, en el
marco de la severa polarización social que había suscitado el desarrollo de
la Guerra de Reforma.
*
Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo.
3
Barbosa, Manuel, Apuntes para la historia de Michoacán, Morelia, Imprenta de la Escuela
Industrial Militar “Porfirio Díaz”, 1906, pp. 143-148.
4
Huerta, Epitacio, Memoria en que el C. general... dio cuenta al Congreso del Estado del uso que
hizo de las facultades con que estuvo investido de su administración dictatorial que comenzó el 15 de febrero de
1858 y terminó el 1 de mayo de 1861, Morelia, Imprenta de Ignacio Arango, 1861, pp. 47 y 48.
5
La Bandera Roja. Periódico Semi-oficial del Estado de Michoacán, Morelia, enero-agosto de
1859.
hoy en casi toda Europa y en los Estados Unidos, los católicos celebran su
contrato matrimonial ante el magistrado civil y después reciben del sacerdo-
te la bendición nupcial y esto con consentimiento de la Santa Sede y de los
obispos y clérigos católicos de los diferentes países, que han obedecido la ley
como era de su obligación.7
8
Idem.
9
Torres, Mariano de Jesús, Diccionario histórico, biográfico, geográfico estadístico zoológico, botá-
nico y mineralógico de Michoacán, Morelia, imprenta particular del autor, 1915, t. III, pp. 40 y 41.
10
Archivo General del Registro Civil del Estado de Michoacán de Ocampo (en adelante
AGRCEMO), municipio de Morelia, libro de defunciones, años 1859-1860, f. 1.
11
AGRCEMO, municipio de Morelia, libro de nacimientos, años 1859-1860, f. 1.
12
Tena Ramírez, Leyes fundamentales de México, pp. 642-647.
13
AGRCEMO, municipio de Morelia, libro de matrimonios, años 1859-1860, ff. 1-6v.
ron los hermanos José María, Fernando y Lázaro Vence, los tres, miembros
del ejército liberal, y el primero, cuñado de la pretendiente.14
Fue tal la expectativa de la administración huertista para arraigar lo
más rápido posible entre la sociedad moreliana la cultura del registro civil,
no obstante el ambiente de crispación social que ella misma había genera-
do, que el octavo matrimonio efectuado en esta capital fue protagonizado
por el propio juez, Gabino Ortiz Villaseñor. Las diligencias de rigor se efec-
tuaron durante los meses de marzo y abril de 1860. El prominente liberal,
de 41 años de edad, eligió como esposa a la joven Juana Martínez, de esca-
sos dieciocho años de edad, quien fue hija del exfuncionario público Anto-
nio Primitivo Martínez y Rita Canto, ambos ya finados. Los testigos de este
enlace civil fueron destacadas figuras del partido liberal y de la masonería,
como el abogado Justo Mendoza, quien sería gobernador de Michoacán en
el lapso 1867-1871; Francisco Ortiz, Gabino Cortés y Esteban Figueroa, de
cuyo círculo político era miembro el contrayente.15
A pesar de las condiciones propiciadas por la Guerra de Reforma, la
enérgica postura asumida por la administración del general Epitacio Huer-
ta generó las condiciones para que el Registro Civil tuviera una sosteni-
da implantación sobre buena parte del territorio michoacano a lo largo de
1860, con la decidida colaboración de los sectores sociales que le eran afi-
nes. Fue entre los vecindarios de marcada filiación liberal donde las oficinas
lograron instalarse y funcionar de manera gradual, sorteando los diferentes
obstáculos suscitados tanto por la conflagración armada como por los gru-
pos sociales sistemáticamente opositores azuzados por lo regular por el clero
católico. Tal fue el caso de Uruapan, en donde los primeros matrimonios se
celebraron desde el mes de enero de ese año, siendo protagonistas de ellos,
individuos provenientes de los segmentos sociales populares y campesinos,
que mantenían redes de vínculos con los líderes liberales regionales.16
La implementación del Registro Civil en Uruapan trastocó los añejos
usos y costumbres sociales locales en materia de nupcialidad. Ilustrativo al
respecto fue el proceder de la primera pareja que contrajo matrimonio civil,
formada por el labrador Antonio Lemus, de veintidós años de edad, oriun-
do de Tarímbaro, y avecinado en la municipalidad de Uruapan, y María
Filomena Vargas, de diecisiete años de edad. Al comparecer el 14 de enero
ante el prefecto del distrito, Antonio Chapina, quien por ministerio de ley
hacía las veces de juez del Registro Civil, expresaron que
14
AGRCEMO, municipio de Morelia, libro de matrimonios, años 1859-1860, ff. 7-10v.
15
AGRCEMO, municipio de Morelia, libro de matrimonios, años 1859-1860, ff. 43-49.
16
AGRCEMO, municipio de Uruapan, libro de matrimonios, años 1860-1861, varias partidas.
19
Heredia Pacheco Tzutzuqui y Ramón Alonso Pérez Escutia, La evolución de la comarca
histórica en México. El caso de Ucareo, Michoacán. De la época prehispánica al ocaso del municipio, Mo-
relia, Universidad Michoacana San Nicolás de Hidalgo, 2018, pp. 236 y 237.
20
AGRCEMO, municipio de Codallos, libro de defunciones, años 1860-1861, f. 1.
21
AGRCEMO, municipio de Codallos, libro de defunciones, años 1860-1861, f. 1-1v. La criatu-
ra en cuestión había venido al mundo el 4 de enero, por lo que al efectuar el registro hasta el
20 de ese mes, los padres habían dejado pasar dieciséis días naturales, lo que fue motivo para
la rigorista infracción, que consistió en el pago de cincuenta centavos.
III. Conclusiones
26
Arreola Cortés, Cortés, Obras completas de don Melchor Ocampo, t. I. La obra científica y
literaria, selección de textos, prólogo y notas de..., Morelia, Comité Editorial del Gobierno de
Michoacán, 1985, t. I, pp. 79-87.
27
Huerta, Memoria, p. 61.
Documentales
Hemerografía
Bibliografía
I. Historia y derecho
17
1
Coig, Helmut, Las tareas del historiador del derecho (reflexiones metodológicas), Sevilla, Univer-
sidad de Sevilla, 1977, pp. 11 y 12.
2
Soberanes Fernández, José Luis, Historia del derecho mexicano, 16a. ed. México, Porrúa,
2017, p. 2.
el historiador del derecho no debe exponer ningún juicio de valor sin formu-
lar claramente el criterio que lo apoya. Siempre que establezca valoraciones
de ningún modo puede quedar dispensado de la correspondiente prueba de
lo que afirma. Por lo que debe aducir una prueba auténtica para el juicio
de valor como para la verificación de los hechos.4
3
Coig, op. cit., nota 1, pp. 97-99.
4
Ibidem, p.100.
Si bien es cierto que para hacer historia del derecho los estudiosos de la dis-
ciplina no deben reunir atributos individuales especiales, más que aquellos
que los motiven por su propio interés en el conocimiento de los hechos del
pasado en los que el derecho se encuentre involucrado, también es cierto que
deben apoyarse y aplicar métodos de análisis que lleven a la reconstrucción
de los hechos jurídicos y a su interpretación de forma objetiva hacia el mayor
apego posible en la reconstrucción del evento. El ideal por acercarse a este
punto es casi imposible, pero el esfuerzo sí puede acercar al estudioso a engar-
zar diversos escenarios y eventos que, una vez unidos, den una explicación y
comprensión congruente de nuestro presente.
Para el quehacer histórico del derecho, el estudioso inicia, como ya se
apuntó, planteándose hipótesis y preguntas previas; aunado a ello, debe
aplicar un método empírico de simplificación y delimitación que, dentro
de toda la vasta historia, le permita decantar y extraer el fenómeno jurí-
dico que le interesa analizar a la luz de los hechos del pasado, seleccionar
las fuentes, discriminarlas y engarzarlas con una calificación de los hechos
trascendentes y relevantes para sus propósitos de investigación. Ello impli-
cará resaltar los rasgos esenciales del derecho hacia el pasado, como son: la
vigencia de las normas, el impacto y la coerción de la norma en determina-
da comunidad, y los efectos de la aplicación de la norma para una realidad
social en espacio y tiempo.5
El historiador se encarga de reunir la evidencia de los hechos ocurridos
en el pasado que se relacionen con el fenómeno jurídico a estudiar, hechos
que encontrarán un sustento en el planteamiento teórico propuesto desde un
inicio. Con la aplicación de técnicas y el manejo sistemático de su informa-
ción, el estudioso podrá analizar los datos históricos obtenidos que le permi-
tirán construir sus narraciones y explicaciones en torno a las interrogantes
planteadas. Al historiador del derecho no solo le bastará con describir los
hechos y los datos obtenidos de acuerdo con una secuencia cronológica, sino
que deberá realizar la interpretación histórica evolutiva de los hechos.
Para hallar la solución a sus planteamientos hipotéticos, el historiador
puede apoyarse de métodos que lo lleven a ordenar la información y datos
que vaya recabando; para esta tarea, el método de la heurística le permite
5
Ledesma Uribe, José de Jesús, “La importancia del derecho en la formación del juris-
ta”, en Soberanes Fernández, José Luis (coord.), Historia del derecho. X Congreso de Historia del
Derecho Mexicano, t. III, México, UNAM, Instituto de Investigaciones Jurídicas, 2016, p. 28.
agrupar y ordenar los documentos, así como las fuentes jurídicas que consi-
dere como primarias y secundarias.
Otro método que puede ser útil al historiador del derecho es del criti-
cismo, que mediante la calificación de sus fuentes puede ponderarlas para
situarlas en el lugar idóneo de su narración, al tiempo que cumple con dar
respuestas a sus interrogantes, en especial aquellas enfocadas en determinar
su confiabilidad, a través de su emisor, el periodo de tiempo en que fue pro-
ducido el evento, la razón por la que se produjo, el sentido que le puede dar
a su narración y el análisis del contexto en que se produce.
Para el historiador del derecho, desde luego, son de suma importancia
sus “fuentes jurídicas” para la aplicación de cualquiera de los métodos. Ma-
ría del Refugio González señala que tradicionalmente las fuentes histórico-
jurídicas son: las normas jurídicas, la costumbre, la doctrina jurídica, la
jurisprudencia, las sentencias de los jueces, los tratados, los contratos, las
resoluciones administrativas y los testamentos. Asimismo, destaca que de
todas las fuentes enunciadas, algunas —y no todas—– han tenido especial
relevancia para los historiadores en determinadas épocas de la historia, y en
determinados episodios de la historia, documentos como los tratados o las
resoluciones de los jueces han tenido especial importancia para sus narra-
ciones. Para ello, desde luego, ha sido importante conocer el funcionamien-
to y la dinámica del sistema jurídico de las diversas etapas históricas.6
En la actualidad, más allá del análisis de las fuentes jurídicas tradiciona-
les, el historiador del derecho debe considerar los vestigios que arrojen las
diversas prácticas jurídicas, que en términos otológicos pueden apoyar en la
verificación de la intencionalidad de la norma y los hechos. Estas prácticas
propuestas por filósofos del derecho como Scott Shapiro se han organizado
en tres categorías,7 como son: 1) las prácticas ejecutadas por funcionarios
del Estado que crean las normas; 2) las prácticas realizadas por jueces y
funcionarios del Estado que aplican las normas; 3) las prácticas llevadas a
cabo por los destinatarios de las normas en términos de su obediencia por
la ley. Estas prácticas analizadas de forma interconectada y con la aplica-
ción de técnicas cualitativas y cuantitativas pueden facilitar y enriquecer los
hallazgos para la historia del derecho, trayendo consigo profundidad en el
conocimiento histórico y una mejor contextualización.
6
González, María del Refugio (comp.), “Estudio introductorio”, en Historia del derecho
(historiografía y metodología). Antologías Universitarias, México, Instituto Mora-Universidad Autó-
noma Metropolitana, 1992, p. 20.
7
Bernal Pulido, Carlos, “Estudio introductorio”, en Alexy, Robert, El concepto y naturaleza
del Derecho, Madrid, Marcial Pons, 2008, p. 26.
8
Benítez Treviño, Humberto, Benito Juárez y la trascendencia de las Leyes de Reforma, 2a. ed.,
México, Gobierno del Estado de México, Universidad Autónoma del Estado de México,
2008, p. 44.
9
Terán Enríquez, Adriana, “El contenido moral de las Leyes de Reforma”, en Facultad
de Derecho, Leyes de Reforma. A 150 años de su expedición, México, UNAM, Facultad de Dere-
cho, 2010, p. 61.
V. Bibliografía
Alexy, Robert, El concepto y naturaleza del derecho, Madrid, Marcial Pons, 2008.
Benítez Treviño, Humberto, Benito Juárez y la trascendencia de las Leyes de
Reforma, 2a. ed., México, Gobierno del Estado de México, Universidad
Autónoma del Estado de México, 2008.
Coig, Helmut, Las tareas del historiador del derecho (reflexiones metodológicas), Sevi-
lla, Universidad de Sevilla, 1977.
Facultad de Derecho, Leyes de Reforma. A 150 años de su expedición, México,
UNAM, Facultad de Derecho, 2010.
González, María del Refugio (comp.), Historia del derecho (historiografía y meto-
dología). Antologías Universitarias, México, Instituto Mora-Universidad Autó-
noma Metropolitana, 1992.
10
Ibidem, pp. 73 y 74.
Soberanes Fernández, José Luis, Historia del derecho mexicano, 16a. ed., Mé-
xico, Porrúa, 2017.
Soberanes Fernández, José Luis (coord.), Historia del derecho. X Congreso de
Historia del Derecho Mexicano, t. III, México, UNAM, Instituto de Investiga-
ciones Jurídicas, 2016.
I. Introducción
Para 1852, Benito Juárez había concluido su mandato como gobernador del
estado de Oaxaca, y fue sustituido por Ignacio Mejía; su separación obedecía
a que había sido designado director del Instituto de Ciencias y Artes, en el
que además fue nombrado profesor de derecho civil, y reanudó el ejercicio
privado de su profesión como abogado, de nuevo para dedicarse a la defensa
de los indígenas en contra de los despojos de que eran víctimas. En sus Apun-
tes para mis hijos, menciona que por estas fechas había estallado el motín de-
nominado “Revolución de Jalisco” contra el orden constitucional existente,1
*
Licenciado en derecho por la Universidad Nacional Autónoma de México. Actual-
mente estudia la licenciatura en historia y la maestría en derecho por la misma casa de
estudios.
1
Juárez, Benito, Apuntes para mis hijos, México, Fondo de Cultura Económica, 2019, p. 28.
27
III. Exilio
El 28 de mayo, Benito Juárez salió escoltado junto con Manuel Ruiz y Fran-
cisco Rincón, quienes serían enviados a otros puntos fuera del estado de Oa-
xaca. El 4 de junio llegó a Tehuacán, población en la que se le retiró la es-
colta; en este punto Juárez aprovechó para enviar una representación contra
la orden que se dictó en su contra, la que consideraba injusta. Finalmente, el
25 de junio llegó a Jalapa, ciudad en la cual habría de permanecer 75 días,
2
Al respecto, Carmen Vázquez narra que la persecución que Santa Anna orquestó con-
tra sus enemigos políticos no tuvo límite. Ya desde antes de tomar posesión de la presidencia
quiso limpiar el terreno: por ningún motivo permitiría nada que estuviera en contra del
orden establecido. Véase Vázquez Mantecón, Carmen, Santa Anna y la encrucijada del Estado.
La dictadura: 1853-1855, México, Fondo de Cultura Económica, 1986, p. 218.
3
Ibidem, p. 219.
4
Juárez, Benito, op. cit., p. 30.
periodo en el que estuvo vigilado por el gobierno del general Santa Anna, tal
como él mismo lo asentó:
No me perdió de vista ni me dejó vivir en paz, pues a los pocos días de mi
llegada allí recibí una orden para ir a Jonacatepec del estado de México,
dándose por motivo de esta variación el que yo había ido a Jalapa desobede-
ciendo la orden del gobierno que me destinaba al citado Jonacatepec. Solo
era esto un pretexto para mortificarme porque el pasaporte y orden que se
me entregaron en Oaxaca decían terminantemente que Jalapa era el punto
de mi confinamiento.5
Viví en esta ciudad (Nueva Orleáns) hasta el 20 de junio de 1855 en que salí
para Acapulco a prestar mis servicios en la campaña que los generales don
Juan Álvarez y don Ignacio Comonfort dirigían contra el poder tiránico de
don Antonio López de Santa Anna. Hice el viaje por La Habana y el Istmo
11
Allen Smart, Charles, Juárez, 4a. ed., México, Grijalbo, 1972, p. 132.
12
A este respecto, la Junta Revolucionaria de Brownsville, en comunicación del 13 de
junio de 1855, determinó expedirle a Benito Juárez una letra de cambio por valor de 250
pesos para facilitar su marcha a Acapulco. Véase Juárez, Benito, Documentos…, cit., p. 40.
Ocioso es decir que estando nosotros desprovistos de ropa para el recién lle-
gado, no sabíamos qué hacer para remediar la ingente necesidad que sobre él
pesaba; hubo de usar el vestuario de nuestros pobres soldados, eso es, calzón
y cotón de manta, agregando un cobertor de la cama del señor mi padre y su
refacción de botines, con lo que, y una cajilla de buenos cigarros, se entonó
admirablemente.15
13
Juárez, Benito, Apuntes…, cit., p. 31.
14
Roeder, Ralph, op. cit., p. 163.
15
Idem.
V. Conclusiones
16
Ibidem, p. 166.
VI. Bibliografía
EL PLAN DE AYUTLA.
NORMA FUNDAMENTAL DEL ESTADO
MODERNO
I. El Plan de Ayutla
*
Investigador del Instituto Belisario Domínguez del Senado de la República. Asesor
jurídico de Ethos, Laboratorio de Políticas Públicas. Miembro del Consejo General de la
Abogacía Mexicana, la Asociación Latinoamericana de Ciencia Política, la Sociedad Mexi-
cana de Estudios Electorales, y el Ilustre y Nacional Colegio de Abogados de México. Correo
electrónico: [email protected].
1
El ejemplo más evidente era la tributación en función del número de puertas y venta-
nas en las construcciones domésticas.
35
2
Fue un militar mexicano, que, aunque nació en Cuba, desde joven luchó por la liber-
tad de México. Fue uno de los principales promotores del Plan de Ayutla para quitar del
poder a Santa Anna.
3
Plan de Ayutla, México, Orden Jurídico Nacional, 2019. Disponible en: https://tinyurl.
com/yxsq4p3r.
4
Idem.
5
Plan de Acapulco, modificando el de Ayutla, México, Orden Jurídico Nacional, 2019.
6
Amparo en revisión 2644/26, Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Quinta épo-
ca, t. XXXIX, septiembre de 1933, p. 334.
10
O’Gorman, Edmundo, “Precedentes y sentido de la Revolución de Ayutla”, Plan de
Ayutla. Conmemoración de su primer centenario, México, UNAM, Facultad de Derecho, 1954, pp.
167-204.
11
Enciclopedia Jurídica Omeba, Buenos Aires, Driskill, t. V, p. 988.
12
Soberanes Fernández, José Luis, Una aproximación al constitucionalismo liberal mexicano,
México, Porrúa, 2016, p. 86.
13
Tamayo y Salmorán, Rolando “Norma fundamental”, Diccionario jurídico mexicano, Mé-
xico, Instituto de Investigaciones Jurídicas, UNAM-Porrúa, 1982, t. VI.
15
A esto se le conoce como el derecho de la revolución. Véase Salamca Serrano, Antonio, Fi-
losofía, política y derecho de la Revolución, México, Universidad Autónoma Metropolitana, 2008,
y Martínez Lambarry, Alejandra, El derecho a la revolución como un cambio violento, económico, social,
político-constitucional, México, UNAM, 2014.
16
El 15 de marzo de 1825 se instaló por vez primera la Suprema Corte de Justicia de la
Nación, y de una manera notable, a pesar de golpes de Estado, cambios de forma de gobierno
y de diversas Constituciones, permaneció —con sus bajas y sus altas— el mismo alto tribu-
nal, hasta la Ley que estamos comentando, en donde se dispuso la erección de una nueva
Corte.
17
Al advenimiento del Estado liberal y democrático de derecho, primeramente, con la
Constitución de Cádiz de 1812, se trató de suprimir todos esos tribunales especiales, y subsis-
tieron únicamente los relativos a los fueros militar y eclesiástico, y en ocasiones los de minería
y comercio.
18
Arnold, Linda, “La política de la justicia. Los vencedores de Ayutla y la Suprema Cor-
te Mexicana”, Historia Mexicana, México, El Colegio de México, vol. XXXIX, núm. 2, 1989,
p. 441.
19
La subordinación de la Suprema Corte mexicana al Ejecutivo y, en virtud de ello, la
subordinación del Poder Judical, tienen su origen en la Ley Juárez. Los gobiernos anteriores
habían alterado sus funciones y estructura, pero ningún otro gobierno antes había abolido y
reemplazado a su arbitrio a una Suprema Corte.
20
Arnold, Linda, op. cit., p. 470.
Para Ulises Schmill, el Plan de Guadalupe de 1913 debe ser consierado como
la Constitución del movimiento revolucionario,21 por la línea de legitimidad
que existe entre éste y la Constitución Política de 1917. Aunque no es lo mis-
mo, hay un paralelismo ente el camino trazado por el Plan de Guadalupe y
el Plan de Ayutla de 1854. 22
En principio, el Plan de Ayutla sirvió como fundamento para legiti-
mar el movimiento revolucionario;23 estableció las reglas para conseguir la
vigencia de un texto constitucional tras el movimiento armado, y otorgó
facultades muy amplias al Ejecutivo para “conformar a la nación” a través
de un constituyente, al que llamó Ignacio Comonfort el 17 de octubre de
1855.24
Así, el 15 de mayo de 1856, después del triunfo de la revolución liberal,
bajo la presidencia interina de Ignacio Comonfort, y trabajando a pleni-
tud el Congreso Constituyente, el gobierno emitió un Estatuto Orgánico
Provisional de la República Mexicana, de corte liberal moderado; llama la
atención porque ese gobierno no era el resultado de un proceso electoral,
21
Schmill, Ulises, “El concepto jurídico de la Revolución”, Doxa. Cuadernos de Filosofía del
Derecho, México, vol. 30, 2007, pp. 335-353.
22
López Noriega, Saúl, Las Constituciones políticas de 1857 y 1917. Un análisis comparativo,
México, Centro de Estudios y Docencia Económicas, 2016.
23
El artículo 5 del Plan de Ayutla refería: “A los quince días de haber entrado en funcio-
nes el Presidente Interino, convocará el Congreso Extraordinario, conforme a las bases de
la ley que fue expedida con igual objeto en el año de 1841, el cual se ocupe exclusivamente
de constituir a la Nación bajo la forma de República Representativa popular, y de revisar los
actos del ejecutivo provisional de que se habla en el artículo 2”.
24
La Constitución de 1857 invocó al Plan de Ayutla en los siguientes términos: “Los re-
presentantes de los diferentes Estados del Distrito y Territorios que componen la República
de México, llamados por el plan proclamado en Ayutla el 1 de Marzo de 1854, reformado
en Acapulco el día 11 del mismo mes y año, y por la convocatoria expedida el 17 de Octubre
de 1855 para constituir á la Nación bajo la forma de República democrática, representativa,
popular, poniendo en ejercicio los poderes con que están investidos, cumplen con su alto
encargo decretando la siguiente Constitución…”. Véase Tena Ramírez, Felipe, Leyes funda-
mentales de México, 1808-1975, 6a. ed., México, Porrúa, 1975, pp. 606-629.
sino producto de una revolución armada; sin embargo, después del desaseo
constitucional que representó la última dictadura de Santa Anna era evi-
dente que había que poner un principio de orden al respecto, más aún que
todavía tardarían varios meses en concluir la nueva Constitución.
El Estatuto Orgánico Provisional de la República Mexicana fue un tex-
to menos radical que la Constitución de 1857, pero que propuso un ré-
gimen presidencialista. Fue diseñado por el liberal moderado José María
Lafragua,25 y se integró por 125 numerales, que derogaron expresamente
las normas de los estados y territorios que se opusieran al Estatuto.
El Estatuto presenta las características de una carta constitucional, en
tanto se divide en secciones, y contiene una parte dogmática, que hace
referencia a los derechos humanos, entendidos entonces como garantías
individuales relacionadas con la libertad, la seguridad, la propiedad y la
igualdad.26
La parte orgánica del Estatuto se refiere al gobierno general, al ministe-
rio, a las secretarías de Estado, al Poder Judicial, a la Hacienda pública y a
los gobernadores de los estados, distritos y territorios. No estipulaba disposi-
ciones relacionadas con el Legislativo, por estar sujeta la integración de este
órgano a las elecciones convocadas por virtud del Plan de Ayutla.
El propio Lafragua, ministro de Gobernación de Comonfort, en su ex-
posición de motivos manifestó que el Estatuto de 1856 estaba inspirado en
la Constitución de 1824 y en las Bases Orgánicas de 1843. Ambos, según
Lafragua, textos que consagraban los principios democráticos postulados
por el constitucionalismo liberal.27 Adicionalmente
25
García García, Raymundo, “José María Lafragua. Aportación institucional”, en Cruz
Barney, Oscar et al. (coords.), Los abogados y la formación del Estado mexicano, México, UNAM,
Instituto de Investigaciones Jurídicas, 2014, pp. 563-583.
26
García Pérez, Marco Antonio, “Los derechos humanos en la Constitución de Apa-
tzingán”, Revista de la Facultad de Derecho de México, México, UNAM, t. LXV, núm. 263, enero-
junio de 2015, pp. 439-471.
27
Zorrilla, Juan Fidel, “Contexto histórico constitucional del Estatuto Orgánico de
1856”, Plan de Ayutla. Conmemoración de su primer centenario, México, UNAM, Facultad de Dere-
cho, 1954.
28
Tena Ramírez, Felipe, Leyes fundamentales de México, 1808-1989, 17a. ed., México, Po-
rrúa, 2016, p. 204.
29
Ibidem, p. 517.
30
Soberanes Fernández, José Luis, Una aproximación al constitucionalismo liberal mexicano,
México, Porrúa, 2016, p. 47.
31
Valente Cruz, Columba, “La Ley Lerdo”, La época de Juárez y sus reformas, México, Edi-
torial Académica, 2017, p. 68.
32
González Lezama, Raúl, La Ley Lerdo: un gran paso para la secularización de la sociedad
mexicana, México, Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México,
2014, p. 64.
IX. Conclusiones
X. Bibliografía
I. Planteamiento de la cuestión
55
que por lo general cuenta con consenso social.1 Es decir, que los derechos
fundamentales consagrados en la Constitución no son sólo normas, sino que
simbolizan expectativas de comportamiento institucionalizado, de acuerdo
con determinados roles sociales, bajo cierto consenso social.
Al indagar sobre la institucionalización de los derechos fundamentales
en el Código de 1857, queremos investigar más allá de su sentido norma-
tivo; nos mueve saber qué es los que estos derechos significaron para la
consolidación de la nación mexicana, cuál era la expectativa de constitucio-
nalizarlos y en qué grado trascendieron a nuestro orden social actual. Para
emprender el análisis haremos, como han hecho otros estudiosos, recurrir
a dos de los más destacados críticos de dicha Constitución: Justo Sierra y
Emilio Rabasa, y señalar algunas otras opiniones importantes.
1
Esta nación está orientada por la sociología de Niklas Luhmann, quien define que en
el registro sociológico aparecen los derechos fundamentales como institución. Véase Luh-
mann, Niklas, Los derechos fundamentales como institución: aportación a la sociología política, México,
Universidad Iberoamericana, 2010, pp. 85 y 86.
2
Cossío Villegas, Daniel, La Constitución de 1857 y sus críticos, México, Clío, 1997, p. 39.
3
Sierra, Justo, Evolución política del pueblo mexicano, Caracas, Editorial Ayacucho, 1977, pp.
202-204.
4
Ibidem, pp. 205 y 206.
bre, ni evolución más completa, ni más necesaria que ella debía producir en
toda la obra legislativa”.8 La declaración de derechos junto con el juicio de
amparo hizo sentir que el hombre tenía derechos que ni la misma ley po-
dría desconocer, derechos dados en igualdad; así, poco a poco, junto con el
juicio de amparo, fueron convirtiéndose en un medio presente para corregir
los abusos de la autoridad; se fueron institucionalizando como una práctica
social.
Está visión de la Constitución como ideal legítimo por el que valía lu-
char es localizable también en Juárez, que reclamaba como verdad práctica
la legitimidad de la Constitución, que era la voluntad general de la nación,
pues fue expresada por medio de sus representantes, y en un manifiesto a la
nación del 15 de enero de 1858, dado en Guanajuato, expresó que su go-
bierno procuraría ser un protector imparcial de las garantáis individuales,
defensor de los derechos de la nación y de las libertades públicas.9 En otro
manifiesto de don Benito Juárez a la nación, en el que explica su progra-
ma de gobierno durante su permanencia en Veracruz, dado el 7 de julio
de 1859, declara como uno de sus proyectos, que el gobierno promoverá y
fomentará la publicación y circulación de manuales sencillos y claros, sobre
los derechos y obligaciones del hombre en sociedad, haciendo que esos ma-
nuales se estudien, aun por los niños, a fin de que desde su más tierna edad
vayan adquiriendo nociones útiles, y formando sus ideas en el sentido de
qué es conveniente para el bien general.
Esta Constitución permitió que los derechos humanos fueran colocados
por primera vez en firmes cimientos constitucionales, ya no dispersos en
leyes, planes o Constituciones provisionales, sino que fueran una decisión
fundamental del Estado. Así, los derechos eran garantizados por el gobier-
no, y eran defendibles por éste.
Para Alfonso Noriega Cantú, la Constitución de 1857 significó la rea-
lización de una estructura de gobierno, de una forma constitucional, de
acuerdo con la cual seguimos viviendo.10 Desde luego, no podemos per-
der de vista que las decisiones fundamentales que fueron defendidas en la
guerra de Reforma son la base del actual Estado mexicano, y más allá de
eso hoy son principios constitucionales. El mismo autor explica que si esta
Constitución no se cumplió fue porque en la realidad hay una especie de
dialéctica entre los hechos sociales y las normas jurídicas, de modo que hay
8
Ibidem, p. 75.
9
Villegas Revueltas, Silvestre, La Reforma y el Segundo Imperio, México, UNAM, 2016, pp.
109 y 110.
10
Noriega Cantú, Alfonso, Las ideas políticas en la declaraciones de derechos de las Constituciones
políticas de México (1814-1917), México, UNAM, 1984, p. 180.
14
Plan de Tacubaya, artículos 1o. y 3o.
15
Tamayo, Jorge L., Juárez. Antología, 3a. ed., México, UNAM, 2015, p. 87.
Sierra, Justo, Evolución política del pueblo mexicano, Caracas, Editorial Ayacu-
cho, 1977.
Tamayo, Jorge L., Juárez. Antología, 3a. ed., México, UNAM, 2015.
Villegas Revueltas, Silvestre, La Reforma y el Segundo Imperio, México,
UNAM, 2016.
ATISBOS SOCIOCULTURALES
EN LA REFORMA, INTERVENCIÓN
Y EL SEGUNDO IMPERIO
I. Introducción
*
Instituto de Investigaciones “Dr. José María Luis Mora”.
65
1
Tena Ramírez, Felipe, Leyes constitucionales de México (1808-1971), México, Porrúa,
2008, pp. 95-97.
2
Arrom, Silvia Marina, Para contener al pueblo: el Hospicio de Pobres de la Ciudad de México
(1774-1871), trad. de Servando Ortoll, México, Ciesas, 2011, pp. 287-296.
4
Ibidem, p. 67; Mahon, Pascal, La décentralisation administrative: étude de droit public français,
allemand et suisse, Genève, Librairie Droz, 1985, p. 46.
5
Tocqueville, Alexis de, El antiguo régimen y la revolución, Madrid, Alianza, 1982, vol. 1, pp.
33-47.
6
Innes, Joanna, “Changing Perceptions of the State in the Late Eighteenth and Early
Nineteenth Centuries”, Journal of Historical Sociology, Londres, núm. 1, vol. 15, marzo de
2002, pp. 110-112.
19
León, Ángela, op. cit., pp. 24-26 y 43-46.
20
Ibidem, p. 45.
21
Ibidem, pp. 120-122.
V. Conclusiones
22
Ibidem, p. 123; Patiño, Ruperto et al., op. cit., p. 90.
23
“Sobre nombramientos de empleados para la Secretaría de este Consejo General”,
16 de junio de 1865, en Archivo Histórico de la Ciudad de México, Ayuntamiento, Bene-
ficencia, vol. 418, exp. 2, fs. 1-15; “Sobre que los Consejos departamentales nombren una
comisión que visite los establecimientos de beneficencia y rinda un informe del estado que
guardan”, 11 de mayo de 1865, en AHCM, vol. 418, exp. 8, fs. 1-9; “Sobre que informe el
Ayuntamiento de esta capital del estado de los fondos de Beneficencia”, 20 de abril de 1865,
en AHCM, vol. 418, exp. 3, fs. 1-3.
VI. Bibliografía
Faure, Olivier, “Health Care Provision and Poor Relief in 19th Century
Provincial France”, en Jütte, Robert et al. (eds.), Health Care and Poor Relief
in 18th and 19th Century Northern Europe, Nueva York, Routledge, 2017, edi-
ción original 2002.
Innes, Joanna, “Central Government ‘Interference’: Changing Conceptions,
Practices, and Concerns, c. 1700-1850”, en Harris, Jose (ed.), Civil Socie-
ty in British History. ideas, Identities, Institutions, Nueva York, Universidad de
Oxford, 2003.
Innes, Joanna, “Changing Perceptions of the State in the Late Eighteenth
and Early Nineteenth Centuries”, Journal of Historical Sociology, Londres,
núm.1, vol. 15, marzo de 2002.
León, Ángela, El proyecto de monarquía social durante el segundo imperio mexicano
(1864-1867), México, UNAM, 2017.
Lorenzo, María Dolores, “Ley y eficacia. La centralización administrativa
de la beneficencia en la Ciudad de México, 1877-1904”, Signos Históricos,
México, vol. 19, núm. 37, enero-junio de 2017.
Mahon, Pascal, La décentralisation administrative: étude de droit public français, alle-
mand et suisse, Genève, Librairie Droz, 1985.
Patiño, Ruperto et al., Las Leyes de Reforma a 150 años de su expedición, México,
UNAM, 2010.
Ramsey, Matthew, “Poor Relief and Medical Assistance in 18th and 19th
Century Paris”, en Jütte, Robert et al. (eds.), Health Care and Poor Relief in
18th and 19th century Northern Europe, Nueva York, Routledge, 2017, edición
original 2002.
Tena Ramírez, Felipe, Leyes constitucionales de México (1808-1971), México,
Porrúa, 2008.
Tocqueville, Alexis de, El antiguo régimen y la revolución, Madrid, Alianza,
1982, vol. 1.
1. Hemerografía
2. Fuentes de archivo
I. Introducción
El siglo XIX es, sin duda, uno de los más complejos de la historia mexica-
na, ya que a lo largo de él las dos fuerzas políticas del momento: liberales
y conservadoras, lucharon por tener y preservar el poder. En ese tiempo se
ensayaron en México todas las formas de gobierno posibles, resultando cierta
estabilidad a través de una dictadura, que terminó con el siglo mismo al es-
tallar la Revolución.
Dentro de la ya mencionada lucha entre liberales y conservadores se
encuentra uno de los momentos históricos más interesantes: el Segundo Im-
perio mexicano, que nace tras una aparente victoria de la facción conser-
vadora.
El tema que ha de tratarse en este documento es justamente el Segundo
Imperio, y dentro de éste, la creación de una institución encaminada a la
clase más desprotegida: los pobres; todo esto dentro de una administración
imperial, con un gobernante austriaco, en un Imperio pensado, y bajo esa
idea traído, conservador, pero que resultó liberal.
El Imperio de Maximiliano abarcó tres años, desde 1864 hasta 1867, a
lo largo de los cuales se aplicaron una serie de medidas para cada uno de
los aspectos de su administración: recreó órdenes (Orden de Guadalupe),
condecoraciones, atendió asuntos de política, economía; pero también se
dedicó al aspecto social, y es en este último punto donde se encuentra uno
*
Facultad de Estudios Superiores-Acatlán, Universidad Nacional Autónoma de México.
79
Las comidas en las que compartía la mesa con ellos, las audiencias en
las que les dedicaba mayor tiempo que a “los personajes”1 eran sin duda
hechos que molestaban, o, en el mejor de los casos, sorprendía a la recién
formada “nobleza” mexicana. A Maximiliano esto no parecía importarle,
ya que para él los indios eran “la mejor gente del país”.2
Los indios, por su parte, mostraron adhesión al Imperio, pelearon por
él, y aunque hubo excepciones, la mayoría veía en Maximiliano una figura
protectora; llegaban de muy lejos para mostrarle el afecto y la confianza
que le tenían:
Señor.
Llego la fama de tu nombre hasta los bosques impenetrables de Yucatán,
en donde viviamos sin cuidarnos de lo que acontecia en esta tu ciudad y en
todo el grande pais que gobiernas. Si hemos vivido en esa clase de indolen-
cia y sin obedecer otra autoridad que nosotros mismos, es porque ningun
hombre nos inspiraba la desconfianza y el respeto que tú, cuyo nombre nos
ha llevado tan lejos el aire, envuelto en armonía y como mandándonos que
seámos tus fieles vasallos.
Para decirte esto en tu presencia, hemos venido atravesando los mares, con
el corazón contento, nosotros que jamás nos separamos lejos del techo en que
vemos la primera luz.
Recibe, pues, nuestros homenajes y nuestro profundo respeto, y también
nuestras esperanzas, y que el señor de los cielos y la tierra te bendiga.3
1
Romero de Terreros, Manuel, Maximiliano y el Imperio según correspondencias contemporá-
neas, México, Cultura, 1926, p. 576.
2
González y González, Luis, “El indigenismo de Maximiliano”, en Arnaiz y Freg, Ar-
turo (coord.), La intervención francesa y el Imperio de Maximiliano. Cien años después 1862-1962,
México, Asociación Mexicana de Historiadores-Instituto Francés de América Latina, 1965,
p. 103.
3
Diario del Imperio, México, Imprenta de J. M. Andrade y F. Escalante, 1865, p. 98.
perio deseaba; hubo becas para estudiantes; sin embargo, el emperador de-
cidió, en algunos casos, el orden de los favorecidos:
4
AGN, Segundo Imperio, vol. 32, exp. 5.
5
Zavala, Silvio, “Victor Consideránt ante el problema social de México”, Historia Mexi-
cana, vol. 7, núm. 3, 1958, p. 321.
6
Diario del Imperio, México, Imprenta de J. M. Andrade y F. Escalante, 1865, p. 529.
7
Meyer, Jean, ”La Junta Protectora de las Clases Menesterosas. Indigenismo y agraris-
mo en el Segundo Imperio”, en Escobar, Antonio (coord.), Indio, nación y comunidad en México
del siglo XIX, México, Centro de Estudios Mexicanos y Centroamericanos-Centro de Investi-
gación y Estudios Superiores en Antropología Social, 1993, pp. 334 y 335.
8
Diario del Imperio, México, Imprenta de J. M. Andrade y F. Escalante, 1865, p. 338.
[…] los socios que componen la Junta auciliar de este Municipio [Junta auxi-
liar del Municipio de Cocotitlán] encabesada esta reunión por su presidente,
para acordar el modo de proporcionarse los locales suficientes para los esta-
blecimientos de instrucción de que se carece absolutamente, al grado de ha-
berse pedido prestado una piesa aunque no muy capas para poner la escuela
de niños, ya que se tiene que desocupar á pedimento del dueño; en semejante
estado, no queda mas recurso que levantar la presente acta […] en que se
pide el terreno necesario para la fabricación de edificios y particularmente de
los de Ynstrucción primaria por lo que tanto anelamos […].10
9
Ibidem, p. 602.
10
AGN, Junta Protectora de las Clases Menesterosas (en adelante JPCM), vol. IV, exp. 5,
f. 34.
Sr. Emperador.
Luis Salbador, J. de Jesús Trinidad, Nicolas Trinidad, Anastasio Sánchez,
J. María Benignito, Crus Catarino, Ausencia Trinidad, J. de la Crus, Carlos
Sandoval, Casimiro Sanches, Polinario el grande, Polinario Robles, Martin
Favian, Joaquin Machorro, Laureano Mora, Eleuterio Mora, Felipe de San-
tiago, Francisco Ricardo, vecinos y anexarios de la ciudad del pozo de la
comarca de San Salbador el Seco, emos venido a comparecer ante el aca-
tamiento de S.M. á esponerle que nuestro patron d. Francisco Ernandez no
quiere obedecer las ordenes que sean dado por el supremo gobierno del im-
perio pues al principio nos prometio en varias semanas que la entrante nos
pagaria toda la semana y desquitaríamos la quinta parte en cuenta de lo que
debemos, asta que en el pasado sabado nos dijo que aunque en otras hacien-
das ya pagavan como que esta mandado pero que el no lo hacia por no tener
orden espoecial. Nos encontramos deudora a la verdad injusta si por dejarnos
la ropa muy cara como son los rebozos de ocho y dies a dos y mas pesos, los
sarapes de once á doce á treinta y por este estilo lo demás, aun así desde el
día quince de otubre del año pasado nos nego ese abio diciendo que nos lo
daria en todos santos, este mes dijo que no daba nada porque abia orden que
lo proibia.
Es desgraciada nuestra condición pues nos vemos reducido á peor condi-
ción que la de los esclabos aciendonos travajar desde las cuatro de la mañana
asta las ocho de la noche, dandonos para comer un rato tan corto, que tene-
11
AGN, JPCM, vol I, exp. 13, fs. 293-303.
mos que pasarnos con la tortilla en la mano á las vos del arriador, aciendonos
trabajar en varios dias de fiesta muchos dias, si que se nos pague nada, y el
que no ba lo encierra en la Hapisquera de lo que encontrariamos resuelta que
nos tiene mi amo deudor, hambrientos y aniquilados con nuestras familias
y p. recompensa manda se nos den de palos, y el capitan pa. agradarlo nos
maltrata sin dar motivos, sin poder quejarnos con el amo pa. que ratifica la
orden que nos den de palos con palabras tan desornadas y cochezas que no
puede decir […]12
Por la comunicación de V.S. del que rige quedo impuesto del dictamen que
aprobo esa Junta y remitió á S.M. el Emperador, prohibiendo las danzas
que ejecutan los indios para solemnizar sus funciones, y otras prevenciones que
sobre el particular se hacen, lo que digo a V. S. en respuesta.
El Ministro de Gobernación
Esteva.13
Muy probablemente, tras observar los casos enviados por la Junta y con
lo que el emperador veía en sus viajes, es que se decretan las leyes que han
de ser la muestra más obvia de la política indigenista del Imperio, mismas
en las que los casos manejados por la Junta tuvieron un gran peso para su
expedición, puesto que retratan bien las soluciones buscadas para los pro-
blemas manejados a través de ella:
Ley para dirimir las diferencias sobre tierras y aguas entre los pueblos (1º de
noviembre de 1865)
12
AGN, JPCM, vol. III, exp. 25, f. 374.
13
AGN, JPCM, vol. II, exp. 22, f 281.
¿Qué hemos de explotarle a un indio que no tiene nada? ¿Su trabajo? Pues
sépase que se lo pagamos todavía más de los que vale […] Se habla de la
emancipación de los siervos ¿Dónde están éstos? […] Todo trabajador está en
plena libertad de ir a establecerse donde le parezca. Trabaja cuando quiere,
lo que en verdad no sucede todo los días. Olvidáis que la llaga de nuestro país
es la pereza […] y en vez de querer el trabajo obligatorio, os venís condo-
liendo ahora de la suerte de unos miserables que prefieren robar a trabajar
honradamente […] Esos corderos saben muy bien negarse a trabajar, rebe-
larse y matar, a veces, a un administrador. En cuanto a los propietarios, esos
señores feudales, tan poderosos, pasan una parte de su vida luchando con la
pereza de los trabajadores, pagando impuestos, sufriendo el mal proceder de
los empleados inferiores de la administración pública […]
[…] ved a dónde os conduce vuestra ternura hacia esos pobres indios y
el bien que vais a procurarles si aumentáis la cantidad del salario […] sería
tomar un camino fatal […] Tan luego como el indio gane tres reales al día,
nunca trabajará más que tres días a la semana, a fin de sacar los mismos nue-
ve reales que hoy tiene[…].15
14
AGN, JPCM, vol. V, fs. 194-200.
15
Meyer, op. cit., p. 333.
Sin embargo, dicha ley era necesaria en un país donde las horas labora-
les simplemente no existían; la razón por la cual la rechazaban era debido a
que a ningún hacendado le convenía dejar de explotar a los indios.
Entre las nuevas condiciones que se decretaban, y que incomodaban a
los hacendados, se encontraba la jornada laboral de sol a sol con dos horas
de descanso al mediodía y el descanso dominical obligatorio, así como el
aseguramiento contra enfermedades, la prescripción de escuelas gratuitas
para los peones y los hijos, la prohibición de castigos corporales, y el que
los peones no estaban obligados a comprar en las tiendas de raya, el pago
en moneda y no en especie, la anulación de deudas “eternas”, y la apertura
a comerciantes externos para que los peones pudieran comprarles si así lo
querían. El motivo de molestia era más que obvio.
IV. Conclusiones
V. Bibliografía
Fuentes documentales
Fuentes bibliográficas
16
Pani, Erika, “¿Verdaderas figuras de Cooper o pobres inditos infelices? La política
indigenista de Maximiliano”, Historia Mexicana, vol. 47, núm. 3, 1998, p. 598.
I. Introducción
*
Estudiante del doctorado en historia, El Colegio de México.
1
Sánchez, Ernest, Las alcabalas mexicanas (1821-1857), México, Instituto Mora, 2009,
p. 11.
93
2
Apuntes de clase: Graciela Márquez, Diseño fiscal, El Colegio de México, 20 de enero
de 2016. Véase también la entrada “Carga fiscal”, Gran Larousse Universal, Barcelona, Plaza y
Janés Editores, 1979, t. 4, pp. 2352-2362.
3
Rhi Sausi, María José, “¿Cómo aventurarse a perder lo que existe?: una reflexión so-
bre el voluntarismo del siglo XIX”, en Aboites, Luis y Jáuregui, Luis (coords.), Penuria sin fin.
Historia de los impuestos en México siglos XVIII-XX, México, Instituto Mora, 2005, pp. 115-140;
Becerril, Carlos, Hacienda pública y administración fiscal. La legislación del Segundo Imperio mexicano
(antecedentes y desarrollo), México, Instituto Mora, 2015, pp. 15-18.
4
Pi-Suñer, Antonia, “José González Echeverría, mediador ante las fuerzas interven-
cionistas”, en Ludlow, Leonor (coord.), Los secretarios de hacienda y sus proyectos (1821-1933),
México, UNAM, Instituto de Investigaciones Históricas, t. 2, 2002, p. 27.
5
Pani, Érika, “El ministro que no lo fue: José María Lacunza y la Hacienda imperial”,
en Ludlow, Leonor (coord.), Los secretarios de Hacienda y sus proyectos (1821-1933), México,
UNAM, Instituto de Investigaciones Históricas, t. 2, 2002, p. 29.
6
Pani, Érika, “El gobierno imperial de Maximiliano de Habsburgo”, en Fowler, Will
(coord.), Gobernantes mexicanos, México, Fondo de Cultura Económica, t. 1, 2008, p. 295.
7
Becerril, Carlos, Hacienda pública…, cit., p. 19.
8
Contreras, Carlos, “El impuesto de contribución personal en el Perú del siglo XIX”,
Histórica, Lima, vol. 29, núm. 2, 2005, pp. 67-106; Irigoin, María Alejandra, “Ilusoria equi-
dad. La reforma de las contribuciones personas directas en Buenos Aires, 1850”, en Jáure-
gui, Luis, De riqueza e inequidad. El problema de las contribuciones directas en América Latina, siglo XIX,
México, Instituto Mora, 2006, pp. 47-77.
9
Jáuregui, Luis, “Un experimento de modernización fiscal. Las contribuciones directas
en los primeros decenios del México independiente”, en Doblado, Rafael et al. (comps.), Mé-
xico y España ¿historias económicas paralelas?, México, Fondo de Cultura Económica, 2007, pp.
251-289; Sánchez, Ernest, Las alcabalas…, cit., p. 292.
10
Becerril, Carlos, Hacienda pública…, cit., p. 140.
11
Archivo General de la Nación [en adelante AGN], Segundo Imperio, caja 3, exp. 23,
fs. 3-4.
Santa Anna.12 Pero antes de imponer cualquier otra cosa, primero debía eri-
girse como el poder legítimo y advertir de la “ilegalidad” de los actos fiscales
celebrados con otras fuerzas que no fueran las suyas. A saber:
12
Becerril, Carlos, Hacienda pública…, cit., pp. 145-152.
13
AGN, Segundo Imperio, caja 3, exp. 23, f. 6 [14]. 6 de julio de 1863.
14
“Art. 29. Las fábricas de papel y las de hilados y tejidos de algodón, lana y lino, conti-
nuarán pagando la contribución que impuso el decreto de 4 de Agosto de 1857, haciendo el
entero en las respectivas recaudaciones de contribuciones directas”. AGN, Segundo Imperio,
caja 03, exp. 23, f. 24
15
Dublán, Manuel, Legislación mexicana ó colección completa de las disposiciones legislativas expe-
didas desde la independencia de la República, México, Imprenta de Comercio, de Dublán y Chávez
a cargo de M. Lara hijo, 1877, v. 7, p. 546.
16
Ibidem, v. 6, pp. 581 y 582.
17
Becerril, Carlos, Hacienda pública…, cit., pp. 154 y 155
Esto quiere decir que el general Santa Anna convirtió en 1853 la con-
tribución de las fábricas en un impuesto directo y centralizado, cobrado,
redistribuido y vigilado por el Supremo Gobierno.
La llegada de Maximiliano de Habsburgo al gobierno representó para
algunos de sus defensores la última oportunidad de negociar privilegios de
Antiguo Régimen; para otros, “un nuevo comienzo”, que traería el orden
que tanto necesitaba el país19 y la paz que desde hacía ya medio siglo no
conocían.
El proyecto “conservador” transfigurado en la figura de Maximiliano
parecía uno de tantos mecanismos de la clase política mexicana “para re-
gresar” a un modelo político/económico, que de manera indirecta recono-
cían como funcional. La idea no carecía de precedentes. Ahí estaba, aunque
un poco lejano, el ejemplo de Iturbide; o más recientemente, las aspiracio-
nes imperiales de Santa Anna. Todos ellos reflejando la misma inquietud
por ver centralizado el poder y apacentada la República. El mismo empe-
rador así lo manifestaba:
18
Dublán, Manuel, Legislación mexicana…, cit., v. 6, p. 581.
19
Según analiza Erika Pani, el proyecto imperialista contó con dos caras. Por un lado,
la racionalización del poder público, y por otro, el desarrollo y modernización económicos.
Pani, Érika, Para mexicanizar el Segundo Imperio. El imaginario político de los imperialistas, México,
El Colegio de México-Instituto Mora, 2001, p. 241.
20
Discurso y acta de aceptación oficial del trono, 10 de abril de 1864, en Advenimiento,
1864, p. 120. Citado en Becerril, Carlos, Hacienda pública…, cit., p. 202.
fábricas de hilados, tejidos y papel: tres reales por cada uso y 133 pesos por
cada molinete.25
El emperador y la Comisión de Hacienda argumentaban en el decreto,
que el impuesto sobre el tránsito de hilados, tejidos y papel buscaba la ho-
mologación en el cobro de la alcabala de todos los productos industriales
nacionales. Según su percepción de las cosas, estos productos que hasta ese
momentos estaban exentos del pago de alcabala podían y debían “contri-
buir á las cargas públicas” sin perjuicio alguno gracias a “los progresos rea-
lizados en la industria del país”.26
El segundo artículo aclara que además de la alcabala, los mismos pro-
ductos pagarán los pagos correspondientes a los impuestos municipales y a
los otros nacionales que se señalaran posteriormente.27
Se entiende muy bien la inmediata respuesta de los fabricantes ante ta-
les aumentos. Pues, como se explicó párrafos arriba, los productos estaban
exentos del pago de alcabala y de gravámenes municipales desde 1853, y
también, desde ese año contribuían de manera directa y anualmente con
una carga parecida a la decretada; los tres reales por huso se mantuvieron,
y sólo subió 33 pesos el molinete de papel.
El impuesto se debía pagar de forma trimestral (enero, mayo y septiem-
bre), llevando o mandando directamente la cuota a la recaudación respecti-
va. El decreto entraría en vigor el 5 de junio de 1865, por lo que se entiende
que el primer pago se debía realizar en septiembre.
La queja de los industriales fue casi inmediata, y al efecto escribieron
dos cartas dirigidas al emperador entre junio y julio de 1865.28 Las suscri-
bieron no a título personal, sino en nombre de la Junta General de Fabri-
cantes, creada, sin duda alguna, a partir del decreto de Santa Anna del 4
de agosto de 1853.29 En ellas pidieron que se derogara el decreto del 8 de
mayo, pero en caso de que esto no fuera posible, propusieron una variación
en los impuestos. Los fabricantes estaban negociando.
Siempre dispuestos a “contribuir gustosos á sostener las cargas del Ym-
perio” y muy conscientes de que el objetivo del gravamen era “proporcionar
recursos”, los fabricantes proponen para el cobro del impuesto indirecto:
25
AGN, Segundo Imperio, caja 03, exp. 24, f. 1. Existe, lo que creemos, un error de im-
presión en el decreto publicado en el Departamento de Puebla, pues el prefecto político José
María Esteve, firma “junio 4 de 1864”.
26
AGN, Segundo Imperio, caja 03, exp. 24, f. 1.
27
AGN, Segundo Imperio, caja 03, exp. 24, f. 1.
28
La primera carta no tiene fecha, y en el archivo está colocada como la segunda. Esta
última está firmada en julio de 1865.
29
Dublán, Manuel, Legislación mexicana…, v. 6, pp. 630-634.
[…] que la alcabala de seis por ciento, se reduzca a tres imponiéndose el otro
tres a las manufacturas estrangeras de la misma clase que las nacionales que
se introduzcan y con calidad de que el cobro se comience a efectuar respecto
de las manufacturas nacionales en el mismo tiempo y plazo que se conceda
a las estrangeras y gozando de las mismas franquicias que estas tienen en su
circulación en el Ymperio.30
30
AGN, Segundo Imperio, caja 44.exp. 46, fs. 17-17v.
31
AGN, Segundo Imperio, caja 44.exp. 46, fs. 16v-17.
32
AGN, Segundo Imperio, caja 44.exp. 46, f. 17v.
33
La Constancia (Tapalpa, Jalisco), El Batán (Atemjac, Jalisco), Belén, Peña Pobre y
Santa Teresa (Distrito Federal), Cocolapan (Veracruz) y La Beneficencia (Puebla). Otra más
pequeñas como las de Chimalhuacán, Puente Sierra, Puerto Pinto interrumpieron su pro-
ducción desde 1850. Véase Lenz, Hans, Historia del papel…, cit., passim.
34
Lenz, Hans, Historia del papel en México y cosas relacionadas (1525-1950), México, Miguel
Ángel Porrúa, 1990, p. 425.
35
Ibidem, p. 431.
lisis que Mariano Otero hace en 1842 sobre la situación de la industria na-
cional, podemos imaginar que no parecía muy alentadora. Mariano Otero
afirma que
36
Otero, Mariano, “Ensayo sobre el verdadero estado de la cuestión social y política
que se agita en la república mexicana, 1842”, Obras, recopilación, selección, comentarios, y
estudio preliminar de Jesús Reyes Heroles, México, Porrúa, 1967, t. 1, p. 26.
37
No he podido identificar el nombre de quien firma ni encontrarlo referido aun en el
historiografía consultada.
38
AGN, Segundo Imperio, caja 44, exp. 65, f. 6. Va fechada: junio 28 de 1865.
39
“Según las discusiones habidas en las muchas conferencias a que ha dado lugar este
asunto, quedó demostrado que los temores que dicen abrigan los fabricantes respecto de los
perjuicios que va a causarles ese decreto, son actualmente imaginarios, y como los graváme-
nes que debe respetar la industria están comprendidos en el nuevo plan de impuestos que se
está preparando y ha de tardar pero en publicarse soy de opinión, salvo la más acatada de
Vuestra Majestad, que no son por ahora de tomarse en consideración las instancias hechas por
los fabricantes para que sea derogado el decreto de mayo último”. AGN, Segundo Imperio,
caja 32, exp. 15, f. 3.
40
AGN, Segundo Imperio, caja 44, exp. 65, fs. 1-5v.
41
“Dans tous les cas, il ne faut rien précipiter. Le retrait d’une loi de finances dans les
circonstances au se trouve el pays, ne doit s’opérer que quand on a eccorma de la manière
la plus évidente qu’on s’était trompé. D’enquête que cette note propose permettra, d’établir
sur ce débat un jugement certain et définitif ”. AGN, Segundo Imperio, caja 44, exp. 65, f.
7. [“En cualquier caso, nada debe apresurarse. El retiro de una ley financiera en las circuns-
tancias del país solo debe tener lugar cuando, sea evidente que nos hemos equivocado. La
consulta que esta nota propone permitirá establecer sobre este debate un juicio certero y
definitivo”. La paleografía y la traducción son mías.]
42
AGN, Segundo Imperio, caja 44, exp. 46, f. 14v.
43
Idem.
44
AGN, Segundo Imperio, caja 44, exp. 46, f. 15.
IV. Conclusiones
V. Bibliografía
1. Fuentes documentales
2. Bibliografía general
45
Citado en Pani, Erika, “El ministro…”, cit., p. 31.
MANIFESTACIONES POPULARES
EN GUADALAJARA CONTRA
LA INTERVENCIÓN FRANCESA
I. Introducción
*
Universidad Nacional Autónoma de México.
Gracias a la Hemeroteca Digital de la UNAM, Archivo Histórico de Jalisco, Biblioteca
del Congreso del Estado de Jalisco y Hemeroteca del Archivo Histórico de Aguascalientes
por las facilidades brindadas para la consulta de sus acervos.
1
Aldana Rendón, Mario, “Jalisco y la intervención francesa”, en Galeana, Patricia
(coord.), La resistencia republicana en las entidades federativas de México, México, Senado de la Re-
pública-Gobierno del Estado de Puebla-Siglo XXI, 2014.
107
Hoy Jalisco se levantará como un solo hombre para defender sus derechos,
para disputar palmo a palmo el terreno al conquistador […] Conciudadanos
¡a las armas! Que este grito electrice los corazones; que haga temblar nuestros
valles y nuestras montañas; que en cada jalisciense se encuentre el soldado ex-
tranjero un enemigo implacable, un campeón invencible de la libertad […].2
2
El Siglo Diez y Nueve, 16 de abril de 1862, p. 3.
3
Ibidem, 26 de abril de 1862, p. 4.
4
Soledad Arias al coronel José Guadalupe Montenegro, 5 de mayo de 1862, El País.
Diario Oficial del Gobierno del Estado de Jalisco, 13 de mayo de 1862, p. 1.
5
El Siglo Diez y Nueve, 7 y 26 de mayo de 1862, pp. 4. “Guadalajara. El patriotismo se
desarrolla admirablemente en ese Estado [sic] para la guerra extranjera, y son innumerables
las solicitudes que diariamente se dirigen al gobierno del mismo para prestar los jaliscienses
Que todo el que pueda soportar el peso de un fusil, lo empuñe; que el rico
haga el sacrificio de sus bienes, como el pobre lo hace de su vida que vale
más; que abandone el padre a los hijos, el marido a la esposa, el hermano a
sus servicios en ella. Hombres sexagenarios y mutilados piden las armas para combatir con-
tra el invasor extranjero”, El Constitucional, 10 de enero de 1862, p. 21.
6
Archivo Histórico de Jalisco (AHJ), Ramo Gobernación, clasif. G-1-862, exp. 461;
también en El Siglo Diez y Nueve, 26 de junio de 1862, p. 2.
7
AHJ, Ramo Gobernación, clasif. G-1-862, exp. 423.
8
El Siglo Diez y Nueve, 16 de mayo de 1862, p. 4.
9
El Monitor Republicano, 15 de abril de 1862, p. 3.
Invitación. La hacemos en toda forma a las señoras de esta ciudad, para que
siguiendo el ejemplo de las señoras de la capital y de algunos estados, reúnan
donativos para los enfermos y heridos del ejército nacional. Actos de esta na-
turaleza, recomendados por la humanidad y sancionados por el cristianismo,
son dignos de ejercitar las virtudes de nuestro bello sexo, cuyo corazón se
encuentra inclinado siempre a las dulces inspiraciones de la caridad […].13
14
Ibidem, 1 de septiembre de 1863, pp. 2 y 3.
15
Ibidem, 11 de septiembre de 1862, p. 2.
16
El Siglo Diez y Nueve, 6 de mayo de 1862, p. 4.
17
Ibidem, 5 de marzo de 1863, pp. 1 y 2, y Luis Pérez Verdía, Historia particular del Estado de
Jalisco, vol. III, Guadalajara, Tip. de la Escuela de Artes y Oficios del Estado, 1911, pp. 202
y 203.
18
El País. Diario Oficial del Gobierno del Estado de Jalisco, 26 de mayo de 1862, p. 4.
19
El Siglo Diez y Nueve, 22 de mayo de 1862, p. 4.
20
Las respuestas de las poblaciones aparecen en varios números de El Siglo Diez y Nueve,
especialmente de junio y julio de 1862; la del Cabildo Eclesiástico, en la edición del 26 de
mayo, pp. 3-4, y la noticia del cura en la del 22 de junio, p. 4.
¡Miserables! —dice a los franceses— No saben que si han sido los vencedores
del mundo, era porque peleaban a nombre de la libertad, y que tras el humo
de los cañones se veía su radiante ráfaga, llevando de satélites sus ideas civi-
lizadoras, así como la emancipación de las razas y la autonomía internacio-
nal… Se eclipsó su estrella el día que ahogaron la libertad. ¡Dejaron de ser in-
vulnerables cuando se convirtieron en opresores! Y ahora de hombres libres,
por una metamorfosis incomprensible, se han transformado en esclavos del
más despreciable de los franceses [Napoleón III], de ese intruso sin política,
sin noble corazón que comenzara su elevación por medio de la más infame
de las traiciones, de una sombra de Napoleón el grande; tan rastrero, como
aquél sublime; tan impolítico, como aquél diplomático; tan cobarde, como
aquél guerrero. ¡Ridícula parodia que no puede cubrir los pies de barro de la
colosal estatua! […] Soldados —dice a los mexicanos— ¿permitiréis que os
arranquen vuestros derechos como ciudadanos? […] Pero no, el Nuevo Mun-
do no produce cobardes, es patria de guerreros, es madre de valientes y más
de una vez las Américas se han visto cara a cara con la Europa […] ¡Ejército
denodado de Oriente! ¡Vanguardia avanzada de la nación! Pronto oiréis tro-
nar el cañón extranjero y os veréis frente a frente con el injusto invasor. Os
felicito a nombre de mi sexo por tan plausible acontecimiento, el que por mi
boca os saluda tiernamente […] Soldados: ¡Viva nuestra cara independencia!
25
El Porvenir. Periódico Semi-Oficial del Gobierno del Estado de Aguascalientes, 15 de julio de
1860, p. 4.
26
La Sociedad, 23 de octubre de 1860, p. 3.
V. Conclusión
27
Diario del Gobierno de la República Mexicana, 18 de marzo de 1863, p. 4.
28
Condenso aquí datos varios de mi trabajo “¿Quién era Ignacia Riesch, la Barragana?”
(en prensa).
lo mismo que sucedía, por iguales causas, en otras partes del mundo con el
expansionismo del imperio más poderoso de su tiempo. Inclusive los actos
espontáneos tienen por ello gran significación: los de los voluntarios que se
alistaban al combate, las mujeres que asistían a los heridos, los que propor-
cionaban armas, recursos, caballos, sin pensar en retribución ninguna, como
los que donaban sus sueldos y dejaban su hogar por la causa nacional. Como
aquel pequeño de ocho años de edad, Felipe Wenceslao Chacón, de Pinos,
Zacatecas, que solicitó alistarse como voluntario de la Guardia Nacional y
servir como clarín. No era ése cualquier niño ni la suya cualquier aventura.
Defendían todos, como decía Soledad Arias al gobernador Ignacio L. Vallar-
ta en diciembre de 1861, “la causa de la humanidad, las ideas regeneradoras
del siglo y la dignidad ultrajada del hombre”, es decir, la Constitución de
1857, las Leyes de Reforma y la República.
VI. Bibliografía
Archivos
Periódicos
Libros y artículos
Francis Bacon
I. Nota introductoria
Autora y obra
117
1
Lombardo de Miramón, Concepción, Memorias, 3a. ed., México, Porrúa, 2011, 1008 pp.
2
Montoya Rivero Patricia, “Reflexiones en torno a la biografía y auto biografía”, en
Ordóñez, Manuel (coord.), Introducción al análisis historiográfico, México, FES Acatlán, UNAM,
2010, pp. 195-213.
3
Idem.
4
Idem.
La obra está compuesta por once capítulos; los que abordé para la presente
ponencia es el VII, titulado Mi primer viaje Europa.
Si bien no se trata de un libro de viajes como los de sus contemporáneos
europeos que visitaron México en dicho periodo, concepción dejó entrever
en su texto el impacto y la importancia de los viajes que realizó. Por cues-
tiones de tiempo no hablaré detalladamente de cada uno de ellos, pero los
enunciaré. Por otro lado, cabe añadir que si bien se trata de un exilio por
cuestiones políticas, como lo explicaré en el siguiente apartado, hubo luga-
res donde más que exiliada pareció turista, entendiendo esta palabra por su
raíz inglesa turn o vuelta, ejercido como acción se entendería como dar la
vuelta, o en el caso de un viaje, ir de paseo. Es probable que, por ejemplo,
en el viaje a Italia hubiera un contexto político de la visita; ella ve este viaje
más como ir a conocer el lugar en calidad de turista.
Creo que sin un motivo de viaje no hay necesidad salir de casa. Distintas
razones tuvo la familia Miramón para viajar, como lo veremos a continua-
ción. La permanencia de la familia Miramón en México era peligrosa. Tras
la derrota de los conservadores en la Guerra de Reforma, Miramón, el 30
5
Martínez Andrade Marina, De orden Suprema. La literatura de viajes de Guillermo Prieto, Mé-
xico, tesis para obtener el grado de doctora en humanidades Línea: teoría literaria, UAM,
Unidad Iztapalapa, División de Ciencias Sociales y Humanidades, 2006, p. 45; Pierini Mar-
garita, Viajar para (des)conocer Isidore Löwenstern en el México de 1838, México, UAM, División de
Ciencias Sociales y Humanidades, 1990, p. 18.
La noticia de que mi esposo había salido del país,6 […] causó entre los jua-
ristas una cierta efervescencia viendo perdida su presa; por tal motivo, solían
pasar algunos grupos de exaltados por la calle de Choconautla,7 a horas avan-
zadas de la noche gritando mueras a mi esposo, y supe con gran pena, que el
hijo de una amiga mía, había propuesto en una reunión de juaristas que me
tomaran a mí y a mis hijos [como] rehenes, para hacer volver a mi esposo.
Los caminos no estaban seguros, la mayor parte de las fuerzas constitucio-
nalistas, así como sus guerrillas estaban en la capital y sus contornos, y un
encuentro con los asesinos Carbajal, Rojas o Pueblita, hubieran sido funestos.
¿Qué hacer?, ¿a quién recurrir para que me librase de tanto peligro?8
Tal era la motivación de Concepción para salir de México con sus hi-
jos y alcanzar a su esposo en Cuba. Una vez que se reencontró con marido
decidieron partir de la isla por el peligro del vómito negro. Su siguiente des-
tino fue Estados Unidos, lugar donde “[…] Poco o nada visitamos, y sólo
pudimos constar que aquel puerto era una ciudad exclusivamente comer-
cial y que las bellas artes no existían allí”.9 Sin embargo, fueron testigos del
ferviente nacionalismo mostrado por los lugareños, debido a que el 11 de
abril, tras el ataque al Fuerte de Sutter en el marco de la guerra civil esta-
dounidense, la sociedad estaba inquieta, Concepción observó “En los caba-
llos, en los coches y hasta en los sombreros de las señoras flotaban pequeñas
banderas con las estrellas del Norte y no se oía de otra cosa que de fusiles,
de cañones y de guerra […]”.10
El 13 de abril parten rumbo a Havre, Francia, lugar al que arribaron
el 24 del mismo mes. Sin contar nada más sobre este viaje, llegan el 26 a
6
Recibió la siguiente carta que le informaba sobre la salida de Miramón: “Veracruz,
enero 31 de 1861.
Muy señora mía:
El general salió ayer de este puerto en el barco español el Velasco. Al partir me encargó
diese a usted este aviso y le dijese que la espera en La Habana.
Rugo a usted me dé oportuno aviso de su llegada a Veracruz para ocuparme de su embar-
que; diríjame usted su carta a la casa de os señores Villa y Cosío de esta ciudad.
Soy de usted atento S. Q. S. P. B.
H. Ángel”.
7
Hoy es la calle de República de Colombia en la Ciudad de México.
8
Lombardo de Miramón, Concepción, Memorias, 3a. ed., México, Porrúa, 2011, p. 314.
9
Ibidem, p. 322.
10
Ibidem, p. 332.
[…] que había estado varios años en México y que conocía perfectamente el
idioma español. Este Dr. declaró a mi esposo que mi enfermedad era la nos-
talgia y que el único remedio era el que dejase de criar a mi hija, y saliera por
algún tiempo de Francia […] Jamás pensé que mi amor a México fuese tan
intenso, y que ya libre de las angustias que mi corazón había sufrido durante
dos años, la ausencia de mi patria me causaría tanto dolor.13
Este fue el motivo del siguiente viaje: Italia. También en calidad de tu-
ristas, y sin niños, ya que los habían encargado a unas amigas, salió la pareja
a su nuevo tour el 24 de mayo, llegando a Marsella, y arribando a Civitavec-
chia el 26 de junio de 1861. Añadiré que de este tour, al igual que en París,
visitaron lugares icónicos de Roma; conocieron personajes sobresalientes,
que se vieron relacionados con el engranaje del mecanismo político que de-
11
Ibidem, p. 323.
12
Ibidem, p. 332.
13
Idem.
19
Por ahora no me detendré a dilucidar en ello.
20
Famoso circo de la época por presentar en su espectáculo a personajes como: La
mujer barbuda, el comodoro Doulot, la familia de alvinos, los hombres mono, etc. “No
comprendo que las autoridades de un pueblo que se dice civilizado, permita semejantes
espectáculos”, p. 425.
21
Ibidem, p. 430.
22
Idem.
IV. Conclusión
En este primer exilio vientisiete ciudades y seis países fueron visitados por
Concepción. Salvaguardar la vida de los integrantes de la familia Miramón
fue el principal motivo del gran viaje, que duró de febrero de 1861 a inicios
de enero de 1863; el exilio fue su etiqueta. En México, Veracruz fue la puer-
ta de entrada y salida; en el extranjero fue Cuba. Estados Unidos fue la ante-
sala al mundo civilizado, a pesar de que se encontraba en guerra. Francia, en
mayor medida, y secundariamente España, fueron países amigos en donde
encontraron lo más cercano a un hogar, con sus respectivos inconvenientes,
ya fueran políticos o por intereses personales. Estos países recibieron a la
familia en calidad de exiliados políticos. En contraste, Canadá, y sobre todo
Italia, conocieron al matrimonio en calidad de turistas, avídos por conocer
los atractivos naturales del primero, e históricos, artísticos y, sobre todo, reli-
giosos, del segundo.
La pareja Miramón estuvo al pendiente de los acontecimientos políticos
de México. Hubo otros dos exilios: el primero, disfrazado de misión especial
que le encargó Maximiliano a Miramón; el segundo, un destierro que se
procuró Concepción tras la muerte de su esposo; pero ésa es otra historia.
Gracias por su atención.
V. Bibliografía
*
Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional Autónoma de México. Actual-
mente se desempeña como asistente de investigación en el Instituto de Investigaciones Jurí-
dicas de la misma casa de estudios.
1
Díaz Du-Pond, Carlos, La ópera en México de 1924 a 1984, México, UNAM, 1869, p. 15.
125
¿Qué hay de los estudios de las bellas artes? Resulta menester men-
cionar que a pesar del caos imperante, el siglo XIX fue un baluarte para
el florecimiento de las artes. Especial mención merece la literatura, que se
engalanó gracias a las plumas de Guillermo Prieto, Manuel Payno, Ignacio
Ramírez, Juan de Dios Peza, entre otros. Afortunadamente, el estudio de la
literatura decimonónica ha cobrado enorme popularidad, y es posible en-
contrar una amplia variedad de autores que hablan de las grandes plumas
que surgieron en el siglo XIX.
Lamentablemente, el estudio de la historia de la música no ha corrido
con la misma suerte. A pesar de que Euterpe inspiró a una amplia variedad
de personas que dieron su vida por el cuarto arte —como Cenobio Pania-
gua, Tomás León, Aniceto Ortega, Jesús Dueñas, entre otros—, el estudio
de esas personalidades palidece frente a la historiografía, que se centra en
los ámbitos político y militar de la segunda mitad del siglo XIX.2 Por ello,
he decidido hacer un somero análisis sobre el desarrollo de la música en
este periodo; me centraré en uno de los compositores más relevantes de la
época.
En el siglo XIX surgieron una enorme cantidad de personalidades que
dedicaron su quehacer profesional a la producción musical. El cartógrafo
Antonio García Cubas se refirió a este nutrido grupo de músicos y com-
positores de la siguiente forma: “La agrupación de que voy a tratar fue un
hermoso meteoro que, al extinguirse, nos dejó el recuerdo de sus vívidos
fulgores. Cayó súbitamente derribada, en la fuerza de su vigor, al rudo gol-
pe de las pasiones, como la potente encina por el irresistible poder de una
descarga eléctrica”.3
Tal y como lo menciona García Cubas, me enfocaré en el análisis de
un compositor, quien, al igual que una estrella fugaz, fulgió breve, pero in-
tensamente. Me refiero a Melesio Morales. ¿Por qué es importante analizar
la figura de este músico? La respuesta es sencilla: sus actividades fueron un
detonante para la fundación de la Sociedad Filarmónica Mexicana, agru-
pación que dio origen, a su vez, al Conservatorio Nacional de Música, una
de las instituciones de enseñanza musical con más relevancia en México.
2
Decir que no existen trabajos que aborden la historia de la música en México sería
una falacia. Ciertamente, hay pocos textos de esta temática, pero afortunadamente, en años
recientes se han publicado diversos libros que abordan esta materia. Destaco los dos tomos
del libro La profesionalización de la enseñanza musical en México, de Betty Zanolli, que fueron un
enorme apoyo para la realización de este trabajo.
3
García Cubas, Antonio, El libro de mis recuerdos: narraciones históricas, anecdóticas y de costum-
bre mexicanas anteriores al actual estado social, México, Imprenta de Arturo García Cubas, 1904,
p. 518.
12
García Cubas, Antonio, op. cit., p. 519.
13
Zanolli Fabila, Betty Luisa de María Auxiliadora, La profesionalización de la enseñanza
musical en México. El Conservatorio Nacional de Música (1866-1996). Su historia vinculación con el arte,
la ciencias, y la tecnología en el contexto nacional, México, Secretaría de Cultura/INBA, 2017, vol.
I, p. 70.
14
Morales, Melesio, op. cit., p. XXIV.
15
Maximiliano ofreció dicha suma a condición de que Biacchi estrenara la obra de un
mexicano y que contratara al “ruiseñor mexicano”, Ángela Peralta. Cabe mencionar que
ninguno de los dos cumplió con lo prometido. Véase Romero, Jesús, “Historia del Conserva-
torio”, Nuestra Música. Revista Bimestral editada en México, año I, núm. 3, julio 1946, p. 156.
16
García Cubas, Antonio, op. cit., p. 520.
Ante tal respuesta, el amplio grupo que asistía a las tertulias de la casa
de Tomás León decidió entrar en acción. Como el mismo Melesio narra:
[…] y propusimos a moción mía unirnos a varios amigos entusiastas que nos
ayudaran a conseguir la representación de mi obra, haciéndolos influenciar
a la futura empresa con sus relaciones […] Todos los señores se dispusieron
a la carga, resultando de las discusiones previas que, para formar un cuerpo
colegiado en contra de la empresa, algún nombre debía tomar. Tomó enton-
ces el de Club Filarmónico, y bajo este nombre se emprendió la guerra que todo
México sabe […].17
17
Morales, Melesio, op. cit., pp. 91 y 92.
18
García Cubas, Antonio, op. cit., p. 521.
19
Morales, Melesio, op. cit., p. 45.
20
Ibidem, p. 92.
21
Ibidem, p. 45.
22
“Ildegonda”, en El Pájaro Verde, t. IV, núm. 24, 27 de enero de 1866, p. 2.
Ahora bien, el capítulo octavo, conformado tan sólo por dos artículos,
definió, sin lugar a dudas, el futuro de la Sociedad Filarmónica:
Art. 53. La comisión de que habla uno de los artículos anteriores, que ha
de encargarse del fomento de los estudios músicos, presentará dentro de un
mes el reglamento de ellos, para la escuela, comprendiendo: 1o. La edad,
conocimientos y condiciones físicas y morales que deben tener los alumnos
que han de concurrir a estudiar y recibir las lecciones en el establecimiento
a diversas horas del día, según sus sexos; 2o. Los estudios propiamente músi-
cos, distribuidos por años, como el solfeo, lectura y escritura música, ejerci-
cios de vocalización, y práctica de los diferentes géneros dramático, religioso
y de salón; armonías y melodías, incluyendo tonalidad antigua y moderna;
acompañamiento bajo cifrado y sin cifras, contrapunto, instrumentación y
conocimientos analítico de las mejores particiones de las escuelas, alemana,
italiana y francesa: 3o. Los estudios auxiliares a los de la música, como son los
idiomas; y de las ciencias, como los principios generales de la Física, la Acús-
tica y la Fonografía; conocimiento de los aparatos de la voz y del oído; historia
de la música y de sus hombres célebres; filosofía de la música.
Art. 54. A los quince días de formado el reglamento de estudios para la
escuela, y antes de que termine el mes de febrero del año de 1866, se instala-
rá la escuela de música, aunque sólo sea en el ramo de solfeo, entre tanto se
ponen las otras enseñanzas31.
V. Bibliografía
Fuentes bibliográficas
31
Zanolli Fabila, Betty Luisa de María Auxiliadora, El Conservatorio Nacional de Música,
vol. II, op. cit., p. 35.
Díaz Du-Pond, Carlos, La Ópera en México de 1924 a 1984, 2a. ed., México,
UNAM, 1869.
García Cubas, Antonio, El libro de mis recuerdos: narraciones históricas, anecdóticas
y de costumbre mexicanas anteriores al actual estado social, México, Imprenta de
Arturo García Cubas, 1904.
Mañón, Manuel, Historia del viejo Teatro Nacional de México, México, Conacul-
ta/INBA, 2009.
Morales, Melesio, Mi libro verde de apuntes e impresiones, introducción de Karl
Bellinghausen, México, Conaculta, 1999.
Reyes de la Maza, Antonio, El teatro en México durante el segundo imperio (1862-
1867), México, UNAM/IIE, 1959.
Zanolli Fabila, Betty Luisa de María Auxiliadora, La profesionalización de la
enseñanza musical en México. El Conservatorio Nacional de Música (1866-1996).
Su historia vinculación con el arte, la ciencias, y la tecnología en el contexto nacional,
México, Secretaría de Cultura/INBA, 2017, vol. I.
———, La profesionalización de la enseñanza musical en México. El Conservatorio
Nacional de Música (1866-1996). Su historia vinculación con el arte, la ciencias, y la
tecnología en el contexto nacional, México, Secretaría de Cultura-INBA, 2017,
vol, II.
Periódicos consultados
Revistas
I. Introducción
139
de México indica que nació en el puerto de Santa María, Argentina; sus hojas
de servicio señalan que nació en el “Puerto de Santa María en España”; fi-
nalmente, su bisnieto, llamado también Melchor Álvarez, consignó que había
nacido en Perú, donde parece que no existe ningún puerto de Santa María.1
El hecho es que nació en 1769, procedente de España, Río de la Pla-
ta o El Perú; después, se dio de alta como cadete de infantería en los rea-
les ejércitos en 1785, y en 1797 fue destinado a servir en el navío “Santa
Ana”. Luego, residió en Cádiz y se libró de la epidemia que tuvo lugar allí
en 1800. En 1808 asistió a la célebre batalla de Bailén, en que el capitán
general Francisco Javier Castaños derrotó al general de división francés Pie-
rre Antoine Dupont. A partir de entonces, Álvarez continuó sirviendo en
la guerra contra la invasión napoleónica a España hasta 1813, en que, ya
con el empleo de coronel, fue enviado a Nueva España para luchar contra
los insurgentes. A su llegada, fue nombrado jefe político, gobernador inten-
dente y comandante general de Oaxaca. Un año más tarde fue ascendido
a brigadier graduado. En 1818 fue destinado a Querétaro, también con
el mando político y militar de esa provincia. En 1821 fue convocado a la
ciudad de México por el jefe político superior (antes virrey) Juan Ruiz de
Apodaca, para ser parte de su consejo de guerra, en vista del movimiento
trigarante dirigido por Agustín de Iturbide. Después de que el mariscal de
campo Francisco Novella depuso a Apodaca, Álvarez se presentó a Iturbide
en septiembre de 1821, para adherirse al Plan de Iguala y ser parte de las
fuerzas trigarantes que ya sitiaban a la ciudad de México, recibiendo el car-
go de cuartel maestre del Ejército de las Tres Garantías.2
Como recompensa por su apoyo a la causa independentista, el Consejo
de Regencia del Imperio mexicano concedió a Álvarez el ascenso a briga-
dier con letras, es decir, efectivo, y poco después a mariscal de campo, así
como la Gran Cruz de la Orden de Guadalupe y el nombramiento de jefe
del Estado Mayor del generalísimo Iturbide. Poco después fue nombrado
capitán general de Yucatán, desde donde se adhirió al Plan de Casa Mata,
que llevó al derrocamiento del emperador Agustín I. Ahora bajo un régi-
1
Archivo Histórico de la Secretaría de la Defensa Nacional, en adelante AHSDN, can-
celados 1-16, f. 276. Cfr. Álvarez, José Rogelio (coord.), Enciclopedia de México, 4a. ed., México,
Enciclopedia de México, 1978, t. I, p. 263; y Álvarez, Melchor, Historia documentada de la vida
pública del Gral. José Justo Álvarez. La verdad sobre algunos acontecimientos de importancia de la Guerra
de Reforma por Melchor Álvarez. Obra ilustrada con varios fotograbados y que contiene más de cincuenta
autógrafos de los principales caudillos de aquel periodo. Precedida de un prólogo, en el que se hace un breve
juicio crítico sobre los servicios de Juárez y de Degollado, México, Talleres tipográficos de El Tiempo,
1905, pp. 1 y 2.
2
AHSDN, cancelados 1-16, hoja de servicios de 1839. Álvarez, Melchor, op. cit., p. 2.
1. Años formativos
3
Idem.
4
AHSDN, cancelados 1-16, hoja de servicios de 1839.
5
AHSDN, cancelados 1-16, ff. 276 y 277. Álvarez, op. cit., p. 1.
todas las facilidades para ingresar a los reales ejércitos, pudiendo sentar plaza
como cadetes menores de edad, cosa negada a personas sin origen noble y
sin precedentes marciales. Esta costumbre continuó durante varias décadas
bajo el México independiente, y generó casos como el de Justo Álvarez.6
Es importante señalar que de acuerdo con la biografía elaborada por su
hijo, Justo ingresó al Batallón de Tlaxcala como teniente. Esto habría impli-
cado que Álvarez fuera un miliciano; es decir, un civil que servía volunta-
riamente en la milicia activa por un plazo determinado, con la posibilidad
de “veterenizarse” después de varios años e ingresar al ejército permanente.
Esto, sin embargo, no podría haber sido el caso tratándose del hijo menor
de edad de un general de división. La ordenanza concedía a Justo la posibili-
dad de ingresar a sus catorce años como cadete en un batallón o regimiento,
tanto de línea como de milicia activa. Como cadete, habría estado adscrito
al ejército permanente y, tras dos años de instrucción, se convertiría en sub-
oficial (alférez o teniente), iniciando así su carrera militar.7
Pero también es posible que, en efecto, Justo fuera inicialmente un sim-
ple miliciano, lo que le habría permitido residir en su hogar, y no en un
cuartel, siendo instruido por los profesores de matemáticas, ordenanza, tác-
tica, documentación militar, dibujo y esgrima que le proporcionó su padre.
Esta condición también le habría permitido continuar cultivando la amistad
de su vecino Leonardo Márquez Araujo, un año mayor que él, y a quien
enfrentaría durante las guerras de Reforma e Intervención.8 La decisión del
general Álvarez, en el sentido de proporcionar profesores particulares a su
hijo para que lo formaran como militar, debió de obedecer a la conciencia
de que la instrucción que podía recibir como cadete en un batallón era muy
deficiente, y la que pudiera tener como miliciano aún peor.
2. Joven oficial
9
Ibidem, p. 4.
10
Andrews, Catherine, Entre la espada y la Constitución. El general Anastasio Bustamante 1780-
1853, México, Universidad Autónoma de Tamaulipas-H. Congreso del Estado de Tamauli-
pas LX Legislatura, 2008, pp. 268 y 269; Vázquez Mantecón, María del Carmen, La palabra
del poder. Vida pública de José María Tornel (1795-1853), México, UNAM Instituto de Investiga-
ciones Históricas, 1997, p. 112.
las calles aledañas para poder liberar al primer mandatario. Justo Álvarez,
por ejemplo, operó en la calle de Monterilla. Tras doce días de combates,
Urrea y Gómez Farías depusieron las armas y se evadieron. Álvarez fue pre-
miado de nueva cuenta, esta vez con el ascenso a capitán.11
Debido a su subordinación para con Valencia, es muy probable que
Justo Álvarez se adhiriera al Plan de regeneración nacional o de La Ciu-
dadela, proclamado por dicho general el 31 de agosto de 1841, contra la
primera Constitución centralista y contra el gobierno de Bustamante. Este
movimiento convergió con los pronunciamientos del general Mariano Pa-
redes y Arrillaga (Plan de Jalisco, del 7 de agosto) y Santa Anna (segundo
Plan de Perote, del 9 de septiembre). Las fuerzas de ambos arribaron a las
inmediaciones de la capital en el curso de septiembre, y tras varias acciones
indecisas y negociaciones interrumpidas, finalmente se llegó a un acuerdo,
que llevó a Santa Anna a la presidencia bajo un esquema dictatorial provi-
sional. Valencia conservó la dirección de la Plana Mayor y eventualmente
presidió el Consejo de Gobierno.12
Durante los siguientes años, marcados por las Bases de Tacubaya y la
segunda Constitución centralista (Bases para la Organización de la Repúbli-
ca), el capitán Álvarez se dedicó a profundizar sus conocimientos, cumplir
sus funciones como secretario en la Plana Mayor y asistir a las academias
impartidas por el general de brigada graduado, coronel Manuel Rodríguez
de Cela. También procuró cultivar la vida social, acudiendo a recepciones
dadas por la elite capitalina, formada por familias, como la de los Iturriga-
ray, Gargoyo, Echeverría, Agüero, Buc, Gorostiza, Barrera, Poso, Bracho,
Lombardo, Couto, Miñón, Corral, Valenzuela, Escandón, Gómez de Cer-
vantes y Velasco (condes de Santiago de Calimaya, marqueses de Salinas
y de Salvatierra), Suárez de Peredo (conde del Valle de Orizaba), Rincón
Gallardo (marqueses de Guadalupe), marqueses de Aguayo, marqueses de
Guardiola, entre otros. Asimismo, ser hijo del general Melchor Álvarez le
permitió a Justo tener trato personal con los generales Pedro Orbegoso,
Vicente Filisola, Felipe Codallos y Juan José Morán, marqués de Vivanco.13
Este dato es significativo, pues ubica a Álvarez como parte de la elite
generada durante el virreinato, y que durante el siglo XIX constituyó el
núcleo de los llamados “hombres de bien”, identificados con poca exactitud
con el centralismo y con mucha mayor certeza con el conservadurismo de
11
Álvarez, Melchor, op. cit., pp. 5 y 6.
12
Sordo Sedeño, Reynaldo, El Congreso en la primera República centralista, México, El Cole-
gio de México-ITAM, 1993, pp. 411-415.
13
Álvarez, Melchor, op. cit., pp. 7-9.
la segunda mitad del siglo. No obstante, pese a dicho origen social, Álvarez
optó por secundar al bando liberal.
La paz se interrumpió en 1844. Ese año, Mariano Paredes encabezó
otro pronunciamiento (Plan de Guadalajara), con miras a derrocar a Santa
Anna y a su testaferro, el general de división Valentín Canalizo, con quien
había decidido turnarse en la presidencia. Santa Anna, presidente consti-
tucional, salió a combatir a los pronunciados sin licencia del Congreso, y
ante las protestas de éste, Canalizo —presidente interino—, dio un golpe
de Estado y disolvió las cámaras. La guarnición de la ciudad de México se
sublevó en defensa del Legislativo, y Santa Anna y Canalizo terminaron en
prisión. El nuevo presidente, general de división José Joaquín de Herrera,
se propuso juzgar a Santa Anna y Canalizo, pero como sus partidarios en la
Suprema Corte alargaron el proceso, Herrera decidió conjurar el peligro de
que ambos fueran liberados por una asonada, por lo que optó por amnis-
tiarlos a condición de que sufrieran un exilio perpetuo.14
De acuerdo con su hijo, el capitán Justo Álvarez marchó para incor-
porarse al Ejército del Norte el 26 de agosto de 1844, como ayudante de
campo de Valentín Canalizo, quien había remplazado a Pedro Ampudia
como general en jefe de dicho contingente desde el 13 de junio del mismo
año. Sin embargo, el 21 de septiembre, Canalizo fue designado presidente
provisional por Santa Anna, como quedó dicho arriba.15
Álvarez fue ascendido en noviembre de 1844 a teniente coronel, y sirvió
como primer ayudante del Estado Mayor del Ejército del Norte, cuyos jefes
sucesivos fueron el general de brigada Adrián Woll, y los divisionarios Ma-
riano Arista y Pedro Ampudia.16 En septiembre de 1846, ya iniciada la gue-
rra con los Estados Unidos y restablecido el régimen federal, Álvarez mar-
chó a San Luis Potosí como ayudante del general José Vicente Miñón, para
servir en el “Ejército Libertador Republicano y de operaciones del Norte”,
que no era otra cosa que el maltrecho remanente del Ejército del Norte.17
Durante la estancia en San Luis, estas fuerzas fueron reorganizadas en la
División del Norte, que marchó hacia la ciudad de México bajo el mando
del general de división Ignacio de Mora y Villamíl. Éste, a su vez, entregó el
14
Álvarez Sánchez, Edwin Alberto, op. cit., pp. 217-234.
15
AHSDN, cancelados 1-36, f. 379.
16
Arista tuvo el dudoso honor de participar en el inicio de la guerra con los Estados Uni-
dos, al dirigir al Ejército del Norte durante las batallas de Palo Alto y la Resaca de Guerrero.
Tras su derrota fue sustituido por Pedro Ampudia, quien dirigió la defensa de Monterrey,
plaza que al final tuvo que rendir. Parece que Álvarez no participó en estas acciones, pues de
haber sido así, su hijo lo habría señalado.
17
Álvarez, Melchor, op. cit., p. 11.
18
Idem.
19
AHSDN, cancelados 1-16, f. 43. Cfr. Álvarez, Melchor, op. cit., p. 271.
3. General liberal
20
Álvarez, Melchor, op. cit., pp. 11 y 16.
21
Ibidem, pp. 22 y 23.
22
Diccionario Porrúa de historia, biografía y geografía de México, 5a. ed., México, Porrúa, 1986,
t. I, p. 116; Álvarez, Melchor, op. cit., pp. 28, 48 y 50.
23
Álvarez, Melchor, op. cit., pp. 66 y 67.
24
Ibidem, p. 75.
25
Ibidem, pp. 92-94, 102 y 103.
26
Ibidem, pp. 108-138.
27
Ibidem, pp. 198-199 y 230.
28
Ibidem, pp. 239, 240, 242, 245 y 256.
29
Ibidem, p. 273.
30
Ibidem, pp. 275 y 278.
31
Ibidem, pp. 282-286.
Durante los años que Álvarez pasó al frente del Estado Mayor del ejérci-
to, impulsó el desarrollo facultativo, tanto en el nivel de organización como
32
Ibidem, pp. 286-288 y 294.
33
Ibidem, p. 295.
34
Ibidem, pp. 296 y 297.
35
Ibidem, p. 304.
IV. Bibliografía
Álvarez, José Rogelio (coord.), Enciclopedia de México, 4a. ed., México, Enci-
clopedia de México, 1978, t. I.
Álvarez, Melchor, Historia documentada de la vida pública del Gral. José Justo Ál-
varez. La verdad sobre algunos acontecimientos de importancia de la Guerra de Reforma
por Melchor Álvarez. Obra ilustrada con varios fotograbados y que contiene más de
cincuenta autógrafos de los principales caudillos de aquel periodo. Precedida de un pró-
logo, en el que se hace un breve juicio crítico sobre los servicios de Juárez y de Degollado,
México, Talleres tipográficos de El Tiempo, 1905.
Álvarez Sánchez, Edwin Alberto, “Pedro García Conde. Militar, ingenie-
ro y cartógrafo por tradición familiar (1806-1851)”, tesis para optar por el
grado de doctor, México, El Colegio de México, 2015.
Andrews, Catherine, Entre la espada y la Constitución. El general Anastasio Bus-
tamante 1780-1853, México, Universidad Autónoma de Tamaulipas-H.
Congreso del Estado de Tamaulipas LX Legislatura, 2008.
Diccionario Porrúa de historia, biografía y geografía de México, 5a. ed., México, Po-
rrúa, 1986, t. I.
Gonzalbo, Pilar y Rabell, Cecilia, “Estrategias matrimoniales de una fa-
milia noble: los marqueses de Selva Nevada en la segunda mitad del siglo
XVIII y la primera del XIX”, Familia y vida privada en la historia de Iberoamé-
rica, México, El Colegio de México-UNAM, 1996.
Sordo Sedeño, Reynaldo, El Congreso en la primera República centralista, Méxi-
co, El Colegio de México-ITAM, 1993.
Vázquez Mantecón, María del Carmen, La palabra del poder. Vida pública de
José María Tornel (1795-1853), México, UNAM Instituto de Investigaciones
Históricas, 1997.
Zárate Toscano, Verónica, Los nobles ante la muerte en México. Actitudes, ce-
remonias y memoria (1750-1850), México, El Colegio de México-Instituto
Mora, 2000.
I. Introducción
*
Maestrante en el Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Michoaca-
na de San Nicolás de Hidalgo.
1
Almirante, José, Diccionario militar etimológico, histórico, tecnológico, con dos vocabularios francés
y alemán, Madrid, Imprenta y Litografía del Depósito de la Guerra, 1869, p. 243; Fernández
Mancheno, José, Diccionario militar portátil, Madrid, Imprenta de D. Miguel de Burgos, 1820,
p. 44.
155
2
Por teatro de operaciones o de guerra se entenderá “una parte de todo el espacio de la
guerra que tiene los flancos cubiertos y por tanto cierta autonomía”. Clausewitz, Carl von,
De la guerra, trad. de Carlos Fortea, Madrid, La Esfera de los Libros, 2014, pp. 260 y 261.
3
Debo señalar que a pesar de que la periodización aparenta un sesgo anual, se parte del
cambio de objetivos de la División/Ejército de Oriente.
4
Howard, Michael, “The Use of Military History”, Shedden Papers, Canberra, Centre for
Defence and Strategic Studies, julio 2008, p. 5.
5
Hernández, Conrado, “Las fuerzas armadas durante la Guerra de Reforma (1856-
1857)”, Signos Históricos, México, núm. 19, enero-junio de 2008, p. 51. Un trabajo similar,
pero que se centró en la continuidad de un mando emanado de la Independencia, fue el de
Pedro Celis con la ponencia “De Iturbide a Maximiliano. Trayectorias militares del mando
mexicano”, presentado en la mesa 10 de la V Jornada de Estudios sobre la Reforma, Intervención
Francesa y Segundo Imperio, 11 octubre 2018.
6
Ortiz Escamilla, Juan, El teatro de la guerra. Veracruz, 1750-1825, Xalapa, Universidad
Veracruzana y Universidad Jaume I, 2010, p. 27.
7
Ibidem, pp. 42, 44 y 46.
Desde que Félix María Zuloaga asumió la presidencia a inicios de 1858, con-
sideró la pacificación de Veracruz, donde Ignacio de la Llave, José María
Mata, Miguel Negrete y Cástulo Alatriste dirigieron los ataques liberales.
Para combatirlos, se organizó una división al mando del general Miguel Ma-
ría de Echegaray, gobernador y comandante general de Puebla, quien salió
de esta ciudad el 5 de marzo con alrededor de dos mil efectivos distribuidos
en dos brigadas: la primera, al mando del general Carlos Oronoz, y la segun-
da, al mando del coronel Luciano Prieto.9
Echegaray continuó su marcha sobre Teziutlán y La Hoya (o La Joya)
para recoger cierto material de guerra, pero al acercarse a Perote consideró
imprudente atacar la fortaleza, por lo que la rodeó con el objetivo de aislar-
la. Sin embargo, su importante posición en las comunicaciones entre la sie-
rra de Zongolica y Puebla obligaron a Echegaray a ponerla bajo sitio. Esto
era sumamente necesario, ya que Puebla servía de eje en las comunicacio-
nes entre Veracruz y la ciudad de México, así como de guarnición en caso
de requerirse algún apoyo para enfrentar a los liberales. Las acciones más
inmediatas y urgentes tendrían que salir de ahí, por lo que las comunicacio-
nes entre el gobernador y comandante general de Puebla, Francisco Pérez,
y el comandante de la División de Oriente, serían fundamentales para el
desarrollo de la campaña. Finalmente, el 10 de marzo Echegaray llegó a
8
Aguilar Sánchez, Martín y Ortiz Escamilla, Juan (coords.), Historia general de Veracruz,
México, Gobierno del Estado de Veracruz, Secretaría de Educación del Estado de Veracruz,
Universidad Veracruzana, 2011, p. 26.
9
La Sociedad, México, 2a. época, t. I, núm. 66, 6 de marzo de 1858, p. 4.
10
Vigil, José María, México a través de los siglos (la Reforma), tomo 5, México, Ballescá y
Compañía Editores, 1882, p. 290; Diario Oficial del Supremo Gobierno, México, vol. I, núm. 52,
15 marzo 1858, p. 1; Rivera Cambas, Manuel, Historia antigua y moderna de Jalapa y de las Revo-
luciones del estado de Veracruz, vol. 5, México, Imprenta de Ignacio Cumplido, 1869, pp. 86-89.
11
La Sociedad, 2a. época, tomo I, núm. 118, 28 abril 1858, p. 3.
12
Rivera Cambas, Manuel, op. cit., pp. 40, 63 y 64; La Sociedad, 2a. época, t. I, núm. 81,
21 marzo 1858, p. 3.
13
El Siglo Diez y Nueve, 5a. época, año 10, t. 12, núm. 3,493, 8 de mayo de 1858, p. 2;
“Parte del general Luciano Prieto sobre ataque al cerro de San Cristóbal, Ori., 18 de abril
de 1858”, La Sociedad, 2a. época, t. I, núm. 118, 28 de abril de 1858, p. 1; La Sociedad, 2a.
época, t. II, núm. 239, 27 de agosto de 1858, p. 1; La Sociedad, 2a. época, t. II, núm. 253, 10
de septiembre de 1858, p. 2.
14
Así la interpretación dada por algunos sujetos. Vigil, José María, op. cit., p. 312.
15
Campos, Sebastián I., Recuerdos históricos de la ciudad de Veracruz y Costa de Sotavento del
Estado durante las campañas de “Tres Años”, “La Intervención” y el “Imperio”, México, Oficina Tipo-
gráfica de la Secretaría de Fomento, 1895, p. 40.
16
“Manifestación de Miguel María de Echegaray al Ministerio de Guerra sobre imposi-
bilidad de atacar Veracruz”, Veracruz, 18 de septiembre de 1858, AHSDN, XI/481.3/6225.
17
“Plan de Ayotla proclamado por el Gral. Echeagaray”, Ayotla, Oax., 20 de diciembre
de 1858, The pronunciamiento in independent Mexico, 1821-1876. A research Project at the University of
St. Andrews, https://arts.st-andrews.ac.uk/pronunciamientos/getpdf.php?id=1340
18
“Defensa de Miguel María Echeagaray sobre su actuación en Veracruz”, México, 12
de enero de 1859, AHSDN, XI/481.3/7460, fojas 12-13v.
La campaña de Oriente tomó un giro con los nuevos objetivos que exigió la
captura de Veracruz. Si bien la pacificación del territorio y la conservación
de las Tres Villas fueron el propósito inicial, ahora se priorizó la operación
sobre la residencia provisional del gobierno liberal. El 14 de febrero de 1859
salieron las primeras fuerzas del ahora denominado Ejército de Oriente, el
cual se organizó en dos divisiones: la primera, al mando del general de bri-
gada Carlos Oronoz, y la segunda, a cargo del general de brigada efectivo,
Francisco García Casanova. Al mando de las cuatro brigadas quedaron los
coroneles Miguel Negrete y Francisco Tamariz, así como los generales Eligio
Ruelas y Manuel María Escobar. También se integró una brigada de caballe-
ría a cargo del general graduado José María Cobos.19
El mando de las divisiones recayó en dos generales que tuvieron perfiles
similares. Para empezar, ambos fueron veracruzanos, además de tener una
edad semejante: el primero nació en 1819, y el segundo, en 1812. Sus carre-
ras en las armas se desarrollaron en las décadas de 1830 y 1840, formando
parte de las milicias activas; en tanto Casanova ascendió como subteniente
miliciano en el batallón de Tres Villas en 1832, Oronoz se formó como ca-
dete en el de Puebla, en 1837, para continuar en los activos de Seguridad
Pública y de Celaya. Tras la guerra contra los Estados Unidos quedaron
sujetos al ejército permanente.20
Su experiencia estaba acreditada. Aunque Carlos Oronoz tuvo un his-
torial pequeño, donde sólo se le consignaron acciones contra los franceses
en 1838, movilizaciones sobre Papantla y su adherencia al movimiento de
Regeneración Nacional de 1841, podemos suponer que su capacidad ope-
rativa estaba comprobada por su servicio a lo largo de varios años en los
activos poblanos y de Celaya en operaciones menores sobre Veracruz y Pue-
bla.21 Casanova, por otra parte, fue un comandante ampliamente experi-
mentado que estuvo en momentos claves del ejército mexicano, como fue el
ataque del príncipe de Joinville el 5 de diciembre de 1838 sobre el puerto de
19
Ambas organizaciones se pueden apreciar en los apéndices de Ramírez de Arellano,
Manuel, Apuntes para la campaña de Oriente, 1859, febrero, marzo y abril, Puebla, Gobierno del
Estado de Puebla, Secretaría de Cultura, 1990.
20
“Hojas de Servicio del general Carlos Oronoz”, diciembre de 1840 y 15 de marzo de
1841, AHSDN, Cancelados, t. 1, XI/111/5-511, fojas 4, 27; “Hojas de servicio del general
Francisco García Casanova”, AHSDN, Cancelados, XI/111/2-143, foja 71.
21
Ibidem, fojas 7v;
22
“Hojas de servicio del general Francisco García Casanova”, diciembre de 1859,
AHSDN, Cancelados, XI/111/2-143, foja 71v.
23
“Hoja de servicios del general de brigada Manuel Robles Pezuela”, diciembre 1860,
AHSDN, Cancelados, XI/111/2-819, fojas 48-50.
24
Ramírez de Arellano, Manuel, op. cit., pp. 44, 52 y 78.
25
Ibidem, pp. 60-67.
26
“Instrucciones de Manuel Robles a Miguel Negrete para cubrir la línea de Orizaba-
Córdoba”, 15 de abril de 1859, AHSDN, XI/481.3/7460, fojas 46-47v.
27
“Hoja de servicios del general Eligio Ruelas”, abril de 1860, AHSDN, Cancelados,
XI/111/2-665, foja 24; Hart, John Mason, “Miguel Negrete: la epopeya de un revoluciona-
rio”, Historia Mexicana, vol. 24, núm. 1 (93), julio-septiembre de 1974, pp. 70-93.
28
“Oficio de Francisco Pérez al Ministerio de Guerra, informando comunicación de
Manuel Robles sobre amenaza liberal sobre camino Xalapa-Perote”, 1 mayo 1859, AHSDN,
XI/481.3/7460, fojas 56 y 57; “Oficio de Manuel Robles informando marcha del general
Francisco A. Velez hacia Huamantla”, 20 de abril de 1859; AHSDN, XI/481.3/7460, foja
58; “Telegrama del general Manuel María Escobar informando repliegue enemigo sobre la
Sierra Norte de Puebla”, 20 de abril de 1859, AHSDN, XI/481.3/7460, foja 62.
29
“Telegrama de Francisco Pérez al Ministerio de Guerra, informando comunicación
de Miguel Negrete exigiendo municiones ante un posible ataque liberal”, Puebla, 21 de
septiembre de 1859. AHSDN, XI/481.3/7460, foja 100; “Extraordinario de Manuel Robles
a Miguel Miramón sobre informes de José María Cobos sobre posible ataque a Tehuacán,
Oax.”, Puebla, 10 de octubre de 1859, AHSDN, XI/481.3/7460, foja 23; “Informe sobre
combate en Banderilla, Ver.”, Xalapa, 4 de enero de 1860, AHSDN, XI/481.3/7460, foja 7.
Negrete, y del general Feliciano Liceaga, quien dirigió las tropas de Pedro
Vélez y Joaquín Ayestarán; la caballería la dirigiría Domingo Herrán.30 El
Ejército de Oriente llegó el 27 de febrero a Medellín, y el 4 de marzo se
encontró frente a las murallas de Veracruz, con varias semanas de ventaja
a diferencia del año anterior. La velocidad de la operación resultaba funda-
mental, así como extender el sitio hacia el mar. Por eso, en esta ocasión Mira-
món contó con el apoyo de los vapores Marqués de la Habana y General Miramón,
aunque a partir del conocido incidente de Antón Lizardo, el 6 de marzo, esta
oportunidad se perdió. Este golpe —le escribió Miramón a su esposa— “nos
privó de las raciones de boca”, aun cuando las operaciones continuaron un
tiempo más sobre el puerto,31 sirviendo así como una forma de excusar su
posterior retirada al no poderlo capturar.
Las dificultades no sólo respondieron al incidente, sino también a la
fuerza que Veracruz iba adquiriendo. Además de las fortificaciones comu-
nes, había otras interesantes que nos hacen reconsiderar el papel que Méxi-
co estaba teniendo como campo de experimentación. Alrededor de la mu-
ralla se extendió una tela de alambre, que tuvo la finalidad de “impedir que
las columnas de asalto pudieran conservar su formación y unidad, y que,
aún desorganizadas, los soldados pudieran franquearlas sino con grandísi-
ma dificultad”.32 Dicha referencia dada por Sebastián I. Campos expresa el
empleo realizado por los liberales del alambre de púas, innovación tecnoló-
gica estadunidense para delimitar las propiedades en las grandes planicies
y que se presume haber sido empleado como artefacto de guerra durante
la guerra civil estadunidense. Las negociaciones entre el gobierno liberal y
el norteamericano dieron a la defensa de Veracruz una serie de artefactos
que ayudarían a sostener este punto el último año de la guerra. También
30
Vigil, José María, op. cit., pp. 408, 409. Aunque me resultaría complicado dar una con-
clusión sobre la carrera militar de ambos generales en jefe, tuvieron muchas similitudes con
los perfiles de Oronoz y Casanova. A finales de 1852, Gregorio del Callejo dirigió la subleva-
ción de Ulúa a favor de la dictadura de Santa Anna y al año siguiente fue nombrado coronel
del 2/o batallón ligero permanente de Xalapa, además en 1858 fungió como comandante
general del departamento de México. Rivera Cambas, Manuel, op. cit., vol. 4, p. 324; Galván
Rivera, Mariano, Guía de Forasteros en la ciudad de Mégico, para el año de 1854, México, s.e., 1854,
p. 269. Feliciano Liceaga participó en algunos pronunciamientos y fue subteniente del activo
de Guanajuato, además de presenciar la batalla de La Angostura. En la Reforma, fungió
como gobernador y comandante militar de Guanajuato en 1858. Historia de lo ocurrido en el
Ejército de Operaciones desde la llegada del Escmo. Sr. General en Gefe Benemérito de la Patria, D: Antonio
López de Santa-Anna, al pueblo de Ayotla hasta su Cuartel General en Tacubaya, México, Imprenta de
I. Cumplido, 1841, p. 15.
31
Ibidem, p. 410; Lombardo, Concepción, Memorias, p. 266.
32
Campos, Sebastián I., op. cit., p. 47; Melgarejo Vivanco, José Luis, Juárez en Veracruz,
Veracruz, Gobierno del Estado de Veracruz, 1972, p. 68.
VI. Conclusiones
33
Idem.
34
Ibidem, p. 56.
35
Si bien, esta hipótesis necesita mayor sustento, el planteamiento de este problema
insiste en la necesidad de estudiar los aspectos militares de las guerras para poder ampliar
nuestro conocimiento histórico y comprender a sus participantes.
36
Campos, Sebastián I., op. cit., pp. 57, 61 y 66.
VII. Bibliografía
Archivo
Hemeroteca
Libros y artículos
Almirante, José, Diccionario militar etimológico, histórico, tecnológico, con dos voca-
bularios francés y alemán, Madrid, Imprenta y Litografía del Depósito de la
Guerra, 1869.
Campos, Sebastián I., Recuerdos históricos de la ciudad de Veracruz y Costa de Sota-
vento del Estado durante las campañas de Tres Años, la Intervención y el Imperio, Mé-
xico, Biblioteca Mexicana de la Fundación Miguel Alemán, 2000 [1895].
Clausewitz, Carl von, De la guerra, trad. de Carlos Fortea, Madrid, La Esfe-
ra de los Libros, 2014.
Fernández Mancheno, José, Diccionario militar portátil, Madrid, Imprenta
de D. Miguel de Burgos, 1820.
Hart, John Mason, “Miguel Negrete: la epopeya de un revolucionario”, His-
toria Mexicana, vol. 24, núm. 1 (93), julio-septiembre de 1974.
Hernández, Conrado, “Las fuerzas armadas durante la Guerra de Refor-
ma (1856-1857)”, Signos Históricos, México, núm. 19, enero-junio de 2008.
Historia de lo ocurrido en el Ejército de Operaciones desde la llegada del Escmo. Sr. General
en Gefe Benemérito de la Patria, D: Antonio López de Santa-Anna, al pueblo de Ayotla
hasta su Cuartel General en Tacubaya, México, Imprenta de I. Cumplido, 1841.
Howard, Michael, “The Use of Military History”, Shedden Papers, Canberra,
Centre for Defence and Strategic Studies, julio de 2008.
Melgarejo Vivanco, José Luis, Juárez en Veracruz, Veracruz, Gobierno del
Estado de Veracruz, 1972.
Ortiz Escamilla, Juan, El teatro de la guerra. Veracruz, 1750-1825, Xalapa,
Universidad Veracruzana y Universidad Jaume I, 2010.
Ramírez de Arellano, Manuel, Apuntes de la Campaña de Oriente. 1859. Fe-
brero, marzo y abril, México, Imprenta de J. M. Lara, 1859.
Rivera Cambas, Manuel, Historia antigua y moderna de Jalapa y de las Revolu-
ciones del estado de Veracruz, vol. 5, México, Imprenta de Ignacio Cumplido,
1869.
Vigil, José María, México a través de los siglos (la Reforma), tomo 5, México,
Ballesca y Compañía Editores, 1882.
Recursos digitales
I. Introducción
169
1
Miramón salió de la ciudad de México la madrugada del 10 de mayo. Como medida
de caución se llevó consigo a Félix Zuloaga y a todos los generales de quienes desconfiaba, en
calidad de prisioneros. Esta acción no era desmesurada, debido a que la capital, en palabras
de Darán, era “un foco de intrigas”, promovidas por aquellos que habían alentado a don Fé-
lix a recuperar la presidencia, pero también por “numerosos generales” del antiguo ejército
santannista y distintos círculos constitucionalistas. “El Exmo. Sr. Presidente”, Diario Oficial
del Supremo Gobierno, 11 may. 1860, p. 1. Este proceder produjo disímiles opiniones entre los
conservadores de la capital, mientras que unos lo censuraron, otros lo “aplaudieron”; no
obstante, tuvo repercusiones políticas, una de ellas fue que el cuerpo diplomático extranjero
declarara que en México no existía un gobierno constituido. Lombardo, p. 271, Vigil, p. 420,
p. 405, Roeder, p. 338 y García Ugarte, Poder…, vol. I, p. 890.
2
Conrado Hernández López, Militares…, p. 266. Para Galindo, en Silao “quedó […]
batido completamente el ejército […] en el que los conservadores cifraban sus más halagüe-
ñas esperanzas”. Galindo y Galindo, vol. I, p. 424.
3
“Proclama”, Diario de Avisos, 16 de agoto de 1860, p. 3. La historiografía inmediata a la
guerra de Reforma apunta que el triunfo en Silao hizo creer que el jefe victorioso marcharía
de inmediato a la capital “para dar término allí a la lucha”. Así lo iba a hacer González
cuando Juárez le mandó hacer alto en Querétaro. Cambre, p. 485; Scholes, p. 67; Melchor
Álvarez, Historia militar…, p. 225; y Basilio Pérez Gallardo, Breve reseña de los sucesos de Guada-
lajara y de las Lomas de Calderón…, México, I. Cumplido, 1861, pp. 8-11.
4
“Proclama”, Diario de Avisos, 16 ago. 1860, p. 3. La historiografía inmediata a la guerra
de Reforma apunta que el triunfo en Silao hizo creer que el jefe victorioso marcharía de
inmediato a la capital “para dar término allí a la lucha”. Así lo iba a hacer González cuando
Juárez le mandó hacer alto en Querétaro. Cambre, p. 485; Scholes, p. 67; Álvarez, Historia
militar…, p. 225; y Basilio Pérez Gallardo, Breve reseña de los sucesos de Guadalajara y de las Lomas
de Calderón…, México, I. Cumplido, 1861, pp. 8-11.
5
Galindo y Galindo, vol. I, p. 425, “El Exmo. Sr. Presidente”, Diario Oficial del Supremo
Gobierno, 12 ago. 1860, p. 2, y “Rumor de una victoria”, La Sociedad, 13 de agosto de 1860, p. 3.
6
Los personajes aludidos se excusaron de suministrar la cantidad requerida arguyendo
que no disponían de recursos debido a “las dificultades que tenían nacidas de las circuns-
tancias del país”; no obstante, la mayoría accedió a colaborar, aunque las sumas que pro-
porcionaron fueron “insignificantes”, como registró el representante francés. En el caso de
Rosas y Goríbar, “insistieron absolutamente en su negativa”, por lo que Miramón ordenó su
detención. No fueron los únicos, Germán Landa y Carlos Sánchez Navarro, “desconociendo
sus deberes como ciudadanos”, rehusaron también satisfacer las cuotas que les habían sido
asignadas, por lo que se apresó a ambos. “Los Sres. Goríbar y Rosas”, Diario Oficial del Supre-
mo Gobierno, 19 de agosto de 1860, p. 2, “Los Sres. Landa y Sánchez Navarro”, La Sociedad y
Diario de Avisos, 12 de septiembre de 1860, p. 3 y 2, “Informe de A. de la Londe. Méx., 28 de
agosto de 1860”, en Díaz, vol. II, p. 185; Islas García, p. 102; Zamacois, vol. XV, p. 458, y
Hernández López, Militares…, p. 235.
acudió inclusive a los llanos de San Lázaro para ver los adelantos de las pie-
zas de artillería que acababan de ser fundidas.7
Por las disposiciones que hemos mencionado, era evidente que el gobier-
no que emanó del Plan de Tacubaya no entregaría la sede de su administra-
ción sin combatir. Es más, el combativo Vicente Segura Argüelles, editor del
Diario de Avisos, excitó a sus habitantes a apoyar al Supremo Gobierno con
las siguientes palabras “¿en qué se fundó el tinterillo del Teúl para creerse
ya dueño de esta preciosa margarita que jamás se dará a los puercos? No es
la miel para la boca del asno: persuádanse de ello Jesús González Ortega.
La capital de la República ha de vencer a todos los bandidos”.8
Podemos afirmar entonces que las medidas dictadas por el gobierno no
fueron excesivas, todo ello por la presencia de las diversas partidas constitu-
cionalistas que desde meses atrás rondaban en los caminos y pueblos de las
inmediaciones de la ciudad de México. Éstas se habían incrementado des-
pués del triunfo de Silao por las órdenes que González Ortega había dado
a Aureliano Rivera y a Rafael Cuéllar para que “visitaran” los ranchos y
haciendas del valle y extrajeran de ellas caballos y mulas, y aseguraran en
depósito la paja y maíz que hallaran en sus trojes,9 suministros que se des-
tinarían al sostenimiento del ejército que, le señaló, en breve arribaría a la
capital.
7
“Prueba de fuego” y “Ejercicios de fuego”, La Sociedad, 9, 14 y 19 de sepiembre de
1860, pp. 2 y 3.
8
“La ciudad maldita”, Diario de Avisos, 7 de septiembre de 1860, p. 3. Por el representan-
te francés sabemos que la ciudad quedó “mal que bien fortificada”. “A. de la Londe. Méx.,
28 de agosto de 1860”, en Díaz, vol. II, p 185
9
“Proyectos de los bandidos”, Diario de Avisos, 21 ago. 1860, p. 3. Las indicaciones de
González Ortega fueron dirigidas a Aureliano Rivera, quien a su vez debía transmitirlas a
Cuéllar y Leiva. Se les mencionó que, al llegar la vanguardia del ejército, debían tener lo
incautado disponible. Para que sus acciones no fueran consideradas un robo, a cambio de lo
requisitado darían vales a los dueños de las haciendas. Desde el inicio de la guerra, Rivera
se había mantenido activo en la sierra del Ajusco, Tlalpan y el camino a Cuernavaca, labor
que se complementó con la que en el norte y el poniente realizó Rafael Cuéllar.
alerta, como era de esperarse, afectó a la población, debido a que los comer-
ciantes comenzaron a especular con los precios de los productos de primera
necesidad, lo que llevó al vecindario a solicitar al gobernador, vigilar a los
dueños de almacenes, que, “sin otro motivo que su voluntad”, aumentaban
el precio de los alimentos. Éste les respondió que expediría un bando con los
importes de los víveres, como en efecto lo hizo, lo que no significó que termi-
naran los abusos por parte de los comerciantes.10
Ahora bien, Rivera y los principales jefes de guerrilla11 se apresuraron
a cumplir con las órdenes que recibieron del jefe del ejército liberal y reco-
rrieron los ranchos, haciendas y poblaciones del departamento de México,
de las que obtuvieron un cúmulo de granos, pero no sólo eso, pues también
cortaron “las aguas del Desierto y de los Leones”, lo que provocó que su
suministro disminuyera de manera considerable en la capital, y, por con-
siguiente, que los vecinos demandaran a las autoridades, en particular al
Ayuntamiento, remedir la escasez.
La labor de las guerrillas constitucionalistas fue por demás eficiente;
evidencia de ello es que para el mes de septiembre controlaban los cami-
nos que confluían a la capital, por lo que las comunicaciones de ésta con
las ciudades del interior se cortaran al tiempo que se interrumpió el abasto
de alimentos.12 Así, se puede afirmar que fueron las fuerzas de Rivera y
Cuéllar las que, desde el mes de septiembre, cercaron la sede del gobierno
tacubayista.
En un intento por contrarrestar a las partidas liberales referidas, Mi-
ramón destacó a generales de la talla de Miguel Negrete, Manuel Robles y
10
“Una súplica al gobernador” y “Precios de víveres”, Diario de Avisos, 24 y 27 de agosto
de 1860, p. 3.
11
Entre los meses de junio y noviembre de 1860, las partidas constitucionalistas coman-
dadas por Aureliano Rivera, Rafael Cuéllar, Antonio Carbajal, Laureano España, Juan Ríos,
Francisco Villa, Román López, Nicolás Romero, Juan Díaz, N. Orihuela, Leiva, Arellano y
Fandiño se mantuvieron activas en las inmediaciones del valle de México. La ocupación de
Tlalpan, Tacubaya y San Ángel privó a las familias acaudaladas de la capital asistir a aque-
llas para disfrutar del clima veraniego, al tiempo que obligó al gobierno suspender las ferias
anuales que en ellas se realizaban. La ocupación liberal de las villas, ranchos, haciendas, y el
control de los caminos que confluían a la capital provocó que ésta quedara incomunicada y
sin noticias de ciudades importantes como Puebla, Veracruz, Oaxaca, Jalapa, Cuernavaca
y Querétaro.
12
Entre junio y octubre de 1860, Rivera, Cuéllar, Leiva, Díaz, Nicolás Romero, in-
cursionaron en Coyoacán, Tlalpan, Ajusco, Tacubaya, Padierna, Milpa Alta, Huipulco, los
ranchos de Carrasco y Taxqueña, llanos de Salazar, San Ángel, Azcapotzalco, Nonoalco,
Contreras, San Nicolás, fábrica de la Fama, pueblo de los Reyes, La Candelaria, Churubus-
co, Texcoco, Xochimilco, Iztacalco, Cuautitlán, Coacalco, villa de Guadalupe, Tlalnepantla,
las haciendas de la Escalera, San Javier, San Mateo, la Blanca, la Corregidora, Jaltipa, la
Lechería, Cumatla, pueblo de Barrientos, Tultitlán, Huehuetoca y Zumpango.
Francisco Vélez; sin embargo, poco pudieron hacer, ya no para acabar con
ellas, sino para controlarlas.13 La proliferación de las guerrillas y la incapaci-
dad de las autoridades civiles y militares para erradicarlas dio pie para que el
vecindario urgiera la formación de un cuerpo de exploradores para que reco-
rriera las poblaciones de las inmediaciones y expeliera a las gavillas.
Sin duda, el asunto era más complejo, ya que su creación se hacía in-
dispensable para que la capital pudiera abastecerse de semillas y otros ali-
mentos, los que habían dejado de entrar debido a los gravámenes que los
hombres de Cuéllar y Rivera cobraban a los arrieros, procedentes de Cuer-
navaca, Texcoco y otros rumbos, los que ascendían hasta veinte mil pesos
mensuales. Si bien el gobierno se comprometió a satisfacer esta petición, la
formación del cuerpo de “Exploradores” nunca se concretó.14
13
La persecución contra Rivera se extendió a Tacubaya, Magdalena, Padierna, Tiza-
pán, hacienda de Arenal, la fábrica de Santa Teresa, Ajusco, los cerros de Zacatepec y Peña
Pobre, Ansaldo, San Jerónimo y el Pedregal.
14
“El Valle de México, Diario de Avisos, 4 de agosto de 1860, p. 3. Se sugirió que debía
mandar el cuerpo de exploradores un jefe “activo, enérgico y reaccionario intransigible”.
Evidencia de que el gobierno no cumplió con lo que se había comprometido, es que en los
primeros días de noviembre el vecindario seguía insistiendo en la creación del cuerpo de
exploradores; mas nada consiguieron.
15
“A propósito de Xochimilco”, “Editorial”, “Texcoco” y “Morelia”, en La Sociedad, 10
de junio, 13, 17, 19 y 28 de julio de 1860, pp. 1, 2, 3 y 3 y Cambre, p. 461. Se mencionó que
los vecinos de Morelia emigraron a la capital “a gran escala”, mientras que “las personas más
acaudaladas y las más comprometidas” de Guadalajara lo hicieron en el mes de junio, una
vez que Miramón la abandonó.
En este punto debemos mencionar que los jefes militares que en la ciu-
dad de México se reconcentraron lo hicieron no sólo con sus guarniciones,
pues con ellos también llegaron parte de los vecindarios de las poblaciones
en las que servían, que marcharon con ellos por el temor que les inspiraban
las partidas liberales. Así, para mediados de octubre, multitud de familias,
provenientes de poblaciones como Cuernavaca, Texcoco y la villa de Gua-
dalupe, habían traspasado las garitas de la ciudad.16
Este arribo masivo de personas trajo un cambio en las dinámicas y prác-
ticas en la vida cotidiana de la capital y sus habitantes, así como complica-
ciones para las autoridades, en particular para el Ayuntamiento, que tuvo
que satisfacer las necesidades de los cerca de sesenta mil emigrados que, se
calcularon, arribaron a la capital. El problema no era menor, más si atende-
mos que las partidas liberales, como ya se mencionó, mantenían bloqueados
los caminos, y no permitieron con ello la entrada de suministros de primera
necesidad, sin olvidar el desabasto que había de agua. Una de las preocu-
paciones más apremiantes giró en torno a dónde alojar a un número tan
grande de individuos, en el entendido de que no todos tenían parientes en
la ciudad que les dieran hospedaje.17
Para resolver lo anterior, el 6 de septiembre, el gobierno general dispu-
so que se crearan juntas de beneficencia para socorrer a las familias pobres
que a consecuencia de la guerra habían emigrado. Éstas estarían a cargo del
cuerpo municipal, y debían establecer una por cada cuartel mayor, es decir,
ocho. La respuesta de los capitulares fue expedida, y en el acto comenzaron
a trabajar en la tarea que se les había delegado; así, entre el 6 y 17 de sep-
tiembre quedaron establecidas las juntas. En las relaciones que los capitula-
res enviaron al gobierno mencionaron qué individuos integraban cada una
de ellas, así como las direcciones particulares de éstos, para que los vecinos
supieran en dónde entregar los donativos. Sobra decir que las juntas se con-
formaron por connotados propietarios y comerciantes.18
16
El 29 de agosto, procedente de Cuernavaca, entró el general Felipe Chacón al frente
de la guarnición de aquella ciudad; con él venían “las principales personas, los comerciantes
y los ricos hacendados”, que la prensa calculó en 1,500. Dos días después, lo hizo el general
Ignacio Gutiérrez con las fuerzas de Tulancingo, a quienes seguían 4,000 vecinos —otras
fuentes apuntan 6,000— y en la primera semana de octubre llegaron los de la villa de Gua-
dalupe. “Sigue la migración”, “Tulancingo” y “Cuernavaca”, La Sociedad, 1 de septiembre y
29 de octubre de 1860, p. 3, “Emigrados de Cuernavaca”, Diario de Avisos, 4 de setiembre de
1860, p. 3 y Lombardo, p. 285.
17
“La ciudad maldita”, Diario de Avisos, 7 de septiembre de 1860, p. 3. La prensa mencio-
nó que muchos de estos emigrantes murieron en las calles.
18
AHDF, AC, vol. 180A, sesión del 5 de septiembre de 1860 y “Juntas de beneficencia”,
Diario Oficial del Supremo Gobierno, 7 de septiembre de 1860, p. 3.
19
AHDF, AC, vol. 180A, sesión del 6 de septiembre de 1860, “Los emigrados y la cari-
dad de los mexicanos”, “Rasgo de beneficencia”, “Remitido”, Diario de Avisos, 3, 4 y 26 de
septiembre de 1860, p. 2, 3 y 2. El Sr. M. Silve fue de los que puso a disposición su casa; otro
vecino, cuyo nombre no se dio conocer, ofreció quince cuartos para aquellos emigrados que
procedieran de Taxco, población de la que él era originario.
20
“Rasgo digno de elogio” y “Rasgo de beneficencia”, La Sociedad, 8 y 12 de septiembre
de 1860, pp. 2 y 3.
A pesar de las medidas, las horas del gobierno al que el Plan de Tacubaya
había encumbrado en el poder estaban contadas. El 22 de diciembre, Miguel
Miramón fue derrotado en Calpulalpan, acción que marcó el fin de la guerra
de Reforma.23 Si bien se creyó que éste entraría a sangre y fuego a la capital,
21
“El enemigo”, La Sociedad, 4 de septiembre de 1860, p. 3 y “El enemigo sobre Guadala-
jara”, en Diario Oficial del Supremo Gobierno, 25 de septiembre de 1860, pp. 1 y 2. El mando del
ejército federal consideró oportuno asirse primero de Guadalajara pues ahí, apunta Cambre,
“se hallaba el ejército reaccionario más considerable”. La medida fue prudente, pues no
convenía que atacara la capital con fuerzas enemigas a sus espaldas. Cambre, p. 486, Roeder,
p. 369, Domingo Ibarra. Episodios históricos mexicanos que ocurrieron en la República Mexicana…,
México, Imp. de Reyes Valasco, 1890, p. 283.
22
“Desastre” y “Guadalajara”, Diario Oficial del Supremo Gobierno, 7 y 16 de noviembre de
1860, p. 3 y 1, “Más sobre Guadalajara” y “La situación”, Diario de Avisos, 6 y 12 de noviem-
bre de 1860, pp. 3 y 2, y “Editorial”, La Sociedad, 8 de noviembre de 1860, p. 1. Para Vigil, la
caída de Guadalajara aseguró “el triunfo definitivo de la causa liberal, pues no quedaban a los
conservadores más ciudades que México y Puebla”. Vigil, p. 438, “Informe de Alphonse D.
de Saligny. Ver., 26 de noviembre de 1860”, en Díaz, vol. III, p. 194, Darán, p. 239. Sobre el
impacto del sitio en la ciudad de Guadalajara; véase Pérez Gallardo, pp. 16-42 y Sierra, p. 203.
23
Melchor Álvarez. La batalla de Calpulalpam, la conferencia de Tepeji y la intervención del ge-
neral José Justó Álvarez en ambos hechos, México, El Tiempo, 1905, p. 20. La historiografía ha
destacado que la derrota de Miramón fue definitiva, pues puso fin a su presidencia y a las
hostilidades bélicas que habían iniciado en enero de 1858. Gaspar Rangel, Eliseo, Jesús Gon-
VII. Fuentes
Hemerografía
Boletín de Noticias
Boletín de Noticias del Supremo Gobierno
Diario de Avisos
Diario Oficial del Supremo Gobierno de la República
La Sociedad
zález Ortega. Caudillo de la Reforma, Zacatecas, Gobierno del Estado de Zacatecas, 1960, p. 71;
Galindo y Galindo, vol. I, p. 505, y Hernández López, Militares…, p. 268.
Bibliografía
Aníbal Peña*
I. Nota introductoria
*
Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional Autónoma de México.
1
Generalmente, cuando se aborda el tema del Cuartelazo, se menciona que el “gene-
ral” Reyes se levantó en armas contra el gobierno revolucionario de Francisco I. Madero. Sin
embargo, dicha afirmación no es del todo precisa, dado que, a pesar de que Reyes sí enca-
bezó la rebelión (de hecho la segunda; la primera fue a fines de noviembre y prácticamente
todo diciembre de 1911 desde la frontera norte, pero fracasó de manera rotunda y vergonzo-
sa), en ninguna de las ocasiones lo hizo como militar y, mucho menos, con mando de tropa.
Esto se debe a que Reyes obtuvo su licencia definitiva del ejército federal en septiembre de
1911 antes de exiliarse en Texas. Véanse Reyes, Bernardo, Defensa que por sí mismo produce el C.
general de División Bernardo Reyes, acusado del delito de rebelión, México, Tipografía G. A. Serralde,
1912. Véanse también sus biógrafos Niemeyer, Víctor E. Jr., El general Bernardo Reyes, Monte-
rrey, Centro de Estudios Humanísticos de la Universidad de Nuevo León, 1966, pp. 311-313;
Benavides Hinojosa, Artemio, Bernardo Reyes: un liberal porfirista, México, Tusquets, 2009, p.
334; “Patente de retiro que se concede al general de División Bernardo Reyes por más de
183
35 años de servicio militar, 2 de septiembre de 1911”, en Herrera, Octavio, “El general Ber-
nardo Reyes”, en Mientras otros siguen su camino, Bernardo Reyes, cuéntame a mi tu historia, México,
Museo de Historia Mexicana/Museo Nacional de Historia Castillo de Chapultepec, 2008,
p. 63; y Reyna Hinojosa, Ramiro, General Bernardo Reyes ¡Presente!, Monterrey, Universidad
Autónoma de Nuevo León, 2011, p. 363.
2
Sobre la “Decena Trágica” existen una infinidad de testimonios y textos clásicos sobre
el tema, algunos de ellos son: Márquez Sterling, Manuel, Los últimos días del presidente Madero;
Guzmán, Martín Luis, Febrero de 1913; Torrea, Juan Manuel, La Decena Trágica; y Arenas
Guzmán, Diego, Radiografía del Cuartelazo, entre muchos otros. Por último, debo destacar dos
eventos académicos celebrados en el centenario de este episodio nacional: el primero fue el
ciclo de conferencias titulado “Crónica de un cuartelazo anunciado: a cien años de la Dece-
na Trágica”, organizado en 2013 por El Colegio de México, donde especialistas presentaron
visiones novedosas sobre el tema; el segundo se tituló “La imagen cruenta. Centenario de la
Decena Trágica”, realizado el mismo año por el Instituto Nacional de Antropología e Histo-
ria. El primero se encuentra en prensa; el segundo fue publicado en 2017.
3
Aunque el documento fue elaborado durante la gestión del general Reyes como se-
cretario de Guerra y Marina, entre 1900 y 1902, es posible rastrear y dar fe de los actos ahí
mencionados. Sin embargo, existe una pequeña confusión sobre la fecha de una batalla en
específico (San Lorenzo, 10 de abril de 1867) que se comentará, como todas las batallas en las
que participó el joven Reyes, más adelante.
4
Véanse Cavazos Garza, Israel, “Semblanza de Bernardo Reyes”, en Piñera Ramírez,
David (comp.), El gobernador Bernardo Reyes y sus homólogos de la frontera norte, México, Fondo
Editorial de Nuevo León, 1991, pp. 47-53; y Herrera, Octavio, El lindero que definió a la nación.
La frontera Norte de lo marginal a la globalización, México, Secretaría de Relaciones Exteriores,
2007.
mico, que a la postre serían garantes de los gobiernos liberales tras la derrota
contra Estados Unidos y después de la proclamación de la Constitución de
1857. Entre los nuevos migrantes destacó la entrada de otros liberales eu-
ropeos. Los grupos más importantes fueron ingleses, alemanes y franceses.
7
Don Doroteo Reyes se dedicó al comercio (incluso contrabando) y estuvo vinculado a
la política local. Véase Niemeyer, Víctor, El general Bernardo Reyes, cit., p. 21.
8
Reyna Hinojosa, Ramiro, General Bernardo Reyes ¡Presente!, cit., p. 2.
9
Pedro Ogazón fue una prominente figura militar que participó en la defensa de la
patria en contra de las fuerzas francesas y austriacas de Maximiliano, junto con sus aliadas
conservadoras. Su carrera alcanzó la cúspide cuando fue nombrado secretario de Guerra
y Marina durante el primer gobierno de Porfirio Díaz. Algunas fuentes indican que el pa-
rentesco entre Guadalupe y Juana Ogazón con Pedro es de hermanos, mientras otras dicen
que fueron primos. Otro pariente destacado del joven Bernardo fue Ignacio Luis Vallarta,
también figura prominente del liberalismo en Jalisco quien alcanzaría, al igual que Pedro,
grandes puestos en la política pública nacional logrando el clímax en su carrera cuando fue
ministro de la Suprema Corte de Justicia y cuando negoció el reconocimiento de la presiden-
cia de Díaz ante el gobierno estadounidense.
10
Reyna Hinojosa, Ramiro, General Bernardo Reyes ¡Presente!, cit., p. 7.
Traicionado por la fuerza pública, tuvo que refugiarse mi padre [Jesús López
Portillo] en San Pedro Tlaquepaque, cerca de Guadalajara, y allá, iba a reu-
nirse con él su fiel amigo Reyes, al frente de un destacamento de guardias na-
cionales de a caballo. En el camino se sublevaron aquellos hombres, y Reyes
con un valor y una abnegación superiores a todo elogio, pretendió detenerlos
echando mano a la pistola; pero los infidentes cargaron sobre él a balazos, le
infirieron mortales heridas, y le dejaron por muerto en el campo.12
Poco después llegaron las tropas del general Miñón a Guadalajara, en-
viadas por el presidente Mariano Arista, ante la noticia de que aquella re-
belión era de carácter santanista. Reyes quedó a las órdenes del general,
quien lo consideraba inútil, al verlo “un tanto encorvado… a consecuencia
de un antiguo reumatismo”, lo despreció y envió con cincuenta hombres de
su elección en misión peligrosa —una muerte segura, afirmaron algunos—.
Ante la resolución del coronel y al ver que estaba decidido a cumplir las
órdenes, el general Miñón cambió de parecer y juntos derrotaron a los su-
blevados.
Evidentemente, estos hechos le granjearon la gratitud y amistad del
gobernador López Portillo quien le demostró su confianza y lo nombró,
ese mismo año de 1852, “jefe supremo de todas la guardias nacionales del
Estado”.13
Tres años después, en 1855, Domingo volvió de un retiro para arreglar
asuntos privados, y de nuevo luchó en el bando liberal contra los santanis-
tas. Estos méritos ayudaron a que en 1857 ocupara el cargo de “jefe político
del segundo cantón de Jalisco, con cabeza en Lagos de Moreno”.14
Pocos meses después de su nombramiento, Domingo huyó de una turba
que intentó lincharlo por jurar la Constitución de 1857. Sobre este hecho,
una versión afirma que tuvo que refugiarse en la cárcel de mujeres, y que
11
Niemeyer, Victor, El general Bernardo Reyes, cit., p. 22.
12
López Portillo y Rojas, José, Elevación y caída de Porfirio Díaz, México, Librería Española,
1921, p. 301.
13
Reyna Hinojosa, Ramiro, General Bernardo Reyes ¡presente!, cit., p. 2.
14
Benavides Hinojosa, Artemio, Bernardo Reyes, un liberal…, cit., pp. 37 y 38
sólo pudo escapar hacia San Juan de los Lagos, con la ayuda de un médi-
co y un cura.15 Otra versión sostiene que fue tras un enfrentamiento entre
conservadores y liberales como Reyes logró huir hacia Sayula, y que desde
allí apoyó al régimen liberal, de tal manera que combatió junto a Pedro
Ogazón, Santos Degollado y González Ortega en Jalisco durante la Guerra
de Tres Años.16
Sin embargo, al volver a Guadalajara antes que una reprimenda o san-
ción, fue nombrado jefe político del cuarto cantón del estado: La Barca.
Desde ese cargo lograría la pacificación de la región. A pesar de que no
tenía una edad muy avanzada —tan sólo 53 años—, y para desgracia de la
familia Reyes Ogazón, el patriarca falleció en 1862.17
Bernardo, cuya infancia transcurrió durante las luchas entre liberales y con-
servadores, estudió las primeras letras en la capital de su estado natal. Se dice
que “apenas concluida su instrucción primaria”18 ya intentaba incorporarse
a la resistencia contra los franceses, pero que a pesar de ello siempre cultivó
las letras de manera autodidacta. El mayor de sus hijos más destacados, Ro-
dolfo, llegó a asegurar que “estudiaba preparándose para seguir la carrera de
abogado”.19 El menor, pero superior en méritos y reconocimiento, Alfonso,
afirma que llevaba libros en campaña y los leía “a la luz del día o a la de ve-
lones de cebo en los jacales o en las tiendas de campaña”.20
Sobre su rebeldía y patriotismo se cuentan un par de anécdotas, en las
que desafió, aunque de manera muy imprudente, a las fuerzas de ocupación
15
Consúltese Niemeyer, Victor, El general Bernardo Reyes, cit., p. 23.
16
Benavides Hinojosa, Artemio, Bernardo Reyes, un liberal…, cit., p. 38
17
Reyna Hinojosa, Ramiro, General Bernardo Reyes ¡presente!, cit., p. 3.
18
López Portillo y Rojas, José, Elevación y caída…, cit., p. 301.
19
Reyes, Rodolfo, Memorias mexicanas (1899-1914), estudio introductorio Fernando Cu-
riel Defossé, México, Colofón, 2015, p. 57.
20
Reyes, Alfonso, Parentalia: primer libro de recuerdos, México, Fondo de Cultura Económica,
1958 (Tezontle), p. 67. Es innegable que con el tiempo Bernardo llegó a destacarse por sus
capacidades literarias, principalmente en cuanto a temas militares se refiere, recuérdese que
a él se encargó, siendo secretario de Guerra y Marina, el capítulo sobre las fuerzas armadas
(“El Ejército Nacional”), en la obra oficialista cumbre del porfiriato: México, su evolución social,
dirigida por Justo Sierra.
A pesar de este primer fracaso, el joven Reyes decidió mantener sus ideales,
y volvió a buscar lugar entre las fuerzas republicanas. En esta ocasión tuvo
mayor fortuna, pues encontró en el norte de su estado a las tropas del general
21
Reyna Hinojosa, Ramiro General Bernardo Reyes ¡presente!, cit., p. 20
22
López Portillo y Rojas, José, Elevación y caída…, cit., pp. 301 y 302.
23
Reyna Hinojosa, Ramiro, General Bernardo Reyes ¡presente!, cit., p. 20.
24
Herrera, Octavio, “El general Bernardo Reyes”, cit., p. 24.
Leocadio Solís, quien era parte de la resistencia en la zona limítrofe entre Mi-
choacán y Jalisco. De esta manera, Bernardo se enroló el 5 de abril de 1866,
con el cargo de alférez,25 en las fuerzas de los patriotas mexicanos. El 28 del
mismo mes, las tropas de Solís y las del general zacatecano Trinidad García
de la Cadena marcharon juntas.26
En este grupo, llamado Cuerpo de “Guías de Jalisco”, el joven Ber-
nardo logró un ascenso a teniente de caballería tras la toma de Calvillo en
Aguascalientes el 8 de octubre de 1866, ascenso confirmado por el presiden-
te Juárez el día 28 del mismo mes.27
La retirada de las tropas francesas del territorio nacional debilitó al
imperio, y la racha victoriosa de las fuerzas republicanas se incrementó. En
este contexto, Reyes participó en la toma de Zacatecas del 29 de noviembre
de 1866 y en la acción de Agua de Obispo, casi un mes después, el 25 de
diciembre.28 Sin embargo, las batallas decisivas para la renaciente república
juarista se librarían en los primeros meses del año siguiente, donde Bernar-
do participaría activamente y lograría grandes aprendizajes por experien-
cias gloriosas y amargas.
El primer hecho que condujo a Reyes a estar cerca de los grandes acon-
tecimientos nacionales fue la creación del Cuerpo de Lanceros de Jalisco,
que formaría parte de la cuarta Brigada de Caballería bajo el mando del
general Francisco Tolentino. Dicha brigada, junto con la quinta, formarían
la primera División de Caballería del Ejército de Occidente, a las órdenes
del general Félix Vega.29
Por este motivo, el joven teniente Reyes participó en la toma de Zamora
el 5 de febrero, donde las fuerzas republicanas se batieron con “denuedo
25
Lartigue, Aureliano, Biografía…, cit., p. 6. El puesto de alférez es el de menor rango en-
tre los oficiales y se encargaba de llevar la bandera, en el arma de infantería, o el estandarte,
en el arma de caballería.
26
Franco, Teresa, “Semblanza”, Guía del Archivo del General Bernardo Reyes, 1881-1913, 2
vols., México, Centro de Estudios de Historia de México/Condumex, 1984-1987, vol. 1, p. 29.
Véase también Reyna Hinojosa, Ramiro, General Bernardo Reyes ¡presente!, cit., pp. 20 y 22.
27
Reyes, Alfonso, Parentalia, cit., p. 175. Véanse también Niemeyer, Victor, El general Ber-
nardo Reyes, cit., p. 27; y Templeton, Bryan Anthony, Mexican politics…, cit., p. 13.
28
Benavides Hinojosa, Artemio, Bernardo Reyes, un liberal…, cit., p. 38.
29
Vigil, José María, Ensayo histórico del Ejército de Occidente, México, Imprenta de Ignacio
Cumplido, 1874, p. 498.
El croquis adjunto da una idea de la que es esta plaza la más fuerte sin duda
en todo el país; tanto que si el Supremo Gobierno hubiera tenido un conoci-
miento exacto de ella, en poco tiempo y con gasto no muy crecido, la habría
puesto en estado de no haber sido ocupada por los invasores.31
30
Nicolás Régules, Comunicación sobre la Toma de Zamora, el 5 de febrero de 1867, en
León Toral, Jesús, de Historia documental militar de la Intervención Francesa en México y el denominado
Segundo Imperio, México, Secretaría de la Defensa Nacional, 1967, p. 712.
31
León Toral, Jesús de, ibidem, p. 713. Véase también Mendoza Vallejo, Guillermo y
Garfias Magaña, Luis, “El ejército mexicano de 1863 a 1867”, El ejército mexicano, Secretaría
de la Defensa Nacional, 1979, p. 259.
32
Mendoza Vallejo, Guillermo y Garfias Magaña, Luis, ibidem, p. 260.
33
Vigil, José María, Ensayo histórico del Ejército de Occidente, cit., p. 498.
34
Vigil, José María, ibidem, p. 534; véase también Mendoza Vallejo, Guillermo y Garfias
Magaña, Luis, “El ejército mexicano de 1863 a 1867”, cit., p. 263.
35
Reyes, Alfonso, Parentalia, cit., pp. 90 y 91.
36
Reyes, Bernardo, “El ejército nacional”, en Sierra, Justo, México, su evolución social,
1900, vol. I, p. 402.
37
Mendoza Vallejo, Guillermo y Garfias Magaña, Luis, “El ejército mexicano de 1863 a
1867”, cit., p. 267.
38
Vigil, José María, Ensayo histórico del Ejército de Occidente, cit., p. 545.
Mientras tanto, el general Porfirio Díaz logró la victoria que puso fin al
sitio de Puebla el 2 de abril, y solicitó refuerzos al general Escobedo para
batir a las fuerzas del general Leonardo Márquez, en la hacienda de San
Lorenzo. Efectivamente, se enviaron cuatro mil jinetes, que llegaron el 9 de
abril para apoyar a Díaz. El joven Bernardo Reyes fue parte de dicha co-
lumna a las órdenes del general Guadarrama.39
39
León Toral, Jesús de, Historia documental militar…, cit., p. 747.
40
Reyes, Bernardo, “El ejército nacional”, cit., p. 404.
41
Sobre el asunto existe cierta polémica, pues la “Hoja de servicios” de Reyes declara
que participó en la batalla de San Lorenzo el “1o. de Abril de 1867”, pero que no participó
en la rendición de Puebla. El hecho es que la batalla de San Lorenzo ocurrió el 10 de ese mes,
tras las acciones en la capital de dicho estado. Personalmente atribuyo el error a que la “Hoja
de servicios” de Reyes fue elaborada durante su administración como secretario de Guerra
y Marina, en 1901, por lo que se puede especular que dictó a su subalterno los hechos en
los que participó, de tal manera que la memoria le jugó una broma dado que sí es posible
rastrear las acciones de la división de la que Reyes era miembro, aunque se haya registrado
incorrectamente la fecha en su hoja de servicios.
42
Vigil, José María, Ensayo histórico del Ejército de Occidente, cit., pp. 554-557.
Tras la toma de posesión del convento, se movieron las tropas sobre los puntos
fortificados del enemigo, y aún se defendió éste flojamente en algún aislado
43
Reyes, Bernardo, “El ejército nacional”, cit., p. 404.
44
Nos referimos a la acción del cerro del Cimatario de la madrugada del 27 de abril,
donde Miramón derrotó a y sólo fue repelido gracias a un contraataque de las fuerzas del
coronel Doria, y las de los generales Rocha, Corona y Guadarrama, respectivamente.
45
Reyes, Bernardo, “El ejército nacional”, cit., p. 405.
VII. Conclusiones
VIII. Bibliografía
LA EDUCACIÓN EN LA REFORMA
Y EL SEGUNDO IMPERIO
I. Introducción
II. Antecedentes
201
1
Instituto Politécnico Nacional, La educación técnica en México desde la Independencia 1810-
2010, t. I: De la enseñanza de artes y oficios a la educación técnica 1810-1909, México, Instituto
Politécnico Nacional, Presidencia del Decanato, 2011, pp. 43-44.
2
Ibidem, p. 57.
3
Alvarado, María de Lourdes, La polémica en torno a la idea de la Universidad en el siglo xix,
México, UNAM, 1994, p. 92.
4
Arrangoiz, Francisco de Paula de, México desde 1808 hasta 1867, México, Porrúa, 1985,
p. 366.
5
Tanck Estrada, Dorothy, La educación ilustrada 1786-1836: educación primaria en la Ciudad
de México, 2a. ed., México, El Colegio de México-Centro de Estudios Históricos, 2005, p. 81.
6
“Bando. Contiene la circular de la primera Secretaría de Estado del día 19 que inserta
el decreto del mismo día, 21 de octubre de 1833”, en Dublán, Manuel y Lozano, José María,
Legislación mexicana o colección completa de las disposiciones legislativas expedidas desde la Independencia
de la República, ordenada por los licenciados Manuel Dublán y José María Lozano, México, Imprenta
del Comercio, 1876, t. II, pp. 564-566.
7
“Bando. Contiene la circular de la primera Secretaría de Estado, del día 23, que se
inserta le decreto de la misma fecha. Erección de establecimientos de instrucción pública en
el Distrito Federal y prevenciones relativas, 26 de octubre de 1833”, en Dublán, Manuel y
Lozano, José María, op. cit., t. II, p. 571.
8
“Circular de la Secretaría de Relaciones. Suspensión de unos establecimientos de ins-
trucción pública y reposición de otros, 31 de julio de 1834”, en Dublán, Manuel y Lozano,
José María, op. cit., t. II, pp. 713-715.
9
Alvarado, María de Lourdes, op. cit., pp. 94 y 95.
10
“Decreto del gobierno. Establecimiento de las escuelas de agricultura y artes, 2 de
octubre de 1843”, en Dublán, Manuel y Lozano, José María, op. cit., t. IV, pp. 610-614.
11
Carreño, Alberto María, “La Escuela Nacional de Comercio y la Escuela Superior de
Comercio y Administración”, Divulgación Histórica, México, vol. IV, año 4, febrero de 1943,
p. 184.
12
“Decreto del gobierno. Se establece la Escuela Especial de Comercio, 28 de enero de
1854”, en Dublán, Manuel y Lozano, José María, op. cit., t. VII, pp. 23-25.
13
“Decreto del gobierno. Se establece el Colegio Nacional de Agricultura, 17 de agosto
de 1853”, en Dublán, Manuel y Lozano, José María, op. cit., t. VI, p. 642.
14
“Decreto del gobierno. Se establece una escuela de artes y oficios, 18 de abril de
1856”, en Dublán, Manuel y Lozano, José María, op. cit., t. VIII, pp. 149-151.
15
“Decreto del gobierno. Se suprime la Universidad de México, 14 de septiembre de
1857”, en Dublán, Manuel y Lozano, José María, op. cit., t. VIII, p. 625.
16
Galeana, Patricia, Las relaciones Iglesia-Estado durante el Segundo Imperio, México, UNAM,
1991, p. 149.
17
El Diario del Imperio, t. I, núm. 136, México, 14 de junio de 1865, p. 557.
18
Mendoza Ávila, Eusebio, El Politécnico, las leyes y los hombres: reseña histórica de la educación
tecnológica, y recopilación de la legislación educativa en México, México, Secretaría de Educación
Pública, 1975, t. IV, p. 37.
19
“Decreto del gobierno. Sobre arreglo de la Instrucción Pública, 15 de abril de 1861”,
en Dublán, Manuel y Lozano, José María, op. cit., t. IX, pp. 151 y 152.
20
Rivas Gómez, Tomás, “La Escuela de Artes y Oficios. Entre la República y el Impe-
rio”, El Cronista Politécnico, nueva época, año 17, núm. 66, julio-septiembre de 2015, pp. 3-5.
21
El Diario del Imperio, t. III, núm. 313, México, 15 de enero de 1866, p. 63.
22
Idem.
23
La educación técnica en México…, cit., pp. 225 y 226.
24
“Ministerio de Justicia. Ley Orgánica de Instrucción Pública en el Distrito Federal, 2
de diciembre de 1867”, en Dublán, Manuel y Lozano, José María, op. cit., t. X, p. 194.
25
“Ministerio de Justicia. Ley Orgánica de Instrucción Pública en el Distrito Federal, 2
de diciembre de 1867”, en Dublán, Manuel y Lozano, José María, op. cit., t. X, p. 195.
26
“Reglamento de la Ley Orgánica de Instrucción Pública, 24 de enero de 1868”, “Mi-
nisterio de Justicia. Ley Orgánica de Instrucción Pública en el Distrito Federal, 2 de diciem-
bre de 1867”, en Dublán, Manuel y Lozano, José María, op. cit., t. X, pp. 242-254.
hace alusión a los estudios preparatorios para las distintas escuelas, así como
la duración de los cursos, como los puntos más relevantes del mismo, lo que
reforzó la Ley de Instrucción Pública.27
V. Consideraciones finales
VI. Bibliografía
27
Idem.
denada por los licenciados Manuel Dublán y José María Lozano, México, Imprenta
del Comercio, 1876-1877, ts. II, IV, VI, VII, VIII, IX y X.
Galeana, Patricia, Las relaciones Iglesia-Estado durante el Segundo Imperio, Méxi-
co, UNAM, 1991.
Instituto Politécnico Nacional, La educación técnica en México desde la
Independencia 1810-2010, t. I, De la enseñanza de artes y oficios a la educación
técnica, 1810-1909, México, Instituto Politécnico Nacional, Presidencia del
Decanato, 2011.
Mendoza Ávila, Eusebio, El Politécnico, las leyes y los hombres: reseña histórica de
la educación tecnológica, y recopilación de la legislación educativa en México, México,
Secretaría de Educación Pública, 1975, t. IV.
Rivas Gómez, Tomás, “La Escuela de Artes y Oficios. Entre la República
y el Imperio”, El Cronista Politécnico, nueva época, año 17, núm. 66, julio-
septiembre de 2015.
Tanck Estrada, Dorothy, La educación ilustrada 1786-1836: educación primaria
en la Ciudad de México, 2a. ed., México, El Colegio de México, Centro de
Estudios Históricos, 2005.
Periódico consultado
I. Nota introductoria
*
Escuela Nacional Preparatoria, UNAM.
**
Facultad de Estudios Superiores FES Acatlán, UNAM.
1
Es probable que Luis G. Pastor, siendo catedrático del Colegio, ocupara el cargo in-
terinamente tras la salida de Lacunza. Posteriormente, en julio de 1863, nombraron rector
a Francisco Javier Miranda y Morfi, pero al estar ausente por ser parte de la comisión que
209
en publicaciones del siglo XIX, es posible conocer más sobre su vida y labor.
En su misma obra, Luis G. Pastor indica que fue catedrático de Letrán, don-
de impartió las cátedras de literatura y filosofía, según se anota en la Nómina
de los empleados.5
Gracias a la Guía de forasteros de Mariano Galván, se sabe que también
impartió la clase extraordinaria de latinidad en el mismo Colegio Impe-
rial.6 En 1865 dirigió un prospecto de una “Biblioteca Popular Mexicana,
ó colección de las mejores obras dramáticas, líricas, filosóficas y forenses,
de autores mexicanos”. Tal publicación destinada a conocer lo mejor de la
literatura nacional sería dirigida por Luis G. Pastor, que en su momento era
catedrático de procedimientos judiciales y literatura en Letrán.
En una nota publicitaria del 14 de septiembre de1867, indica que por
dieciséis años se había dedicado al ejercicio del profesorado científico en
dicho Colegio.7 Lo dice en razón de promover una academia de educación
primaria, secundaria y profesional, ubicada en la calle del Puente de Jesús
Nazareno número 7, de la cual era responsable. Menciona que con base en
su labor tuvo ocasión de adquirir, no sólo una larga experiencia de la mane-
ra más propia y eficaz para enseñar provechosamente a la juventud, sino un
conocimiento perfecto de los vacíos de que han adolecido en lo general los
diversos planes de estudio que se han adoptado y de lo que hay que hacer
para corregirlos a favor de los jóvenes educandos
Si bien su propósito era promover su Academia, Luis G. Pastor planteó
una problemática que aún hoy día tiene vigencia, como lo es una enseñan-
za amplia y global de contenidos en los colegios particulares y una serie de
actividades que se orientan a la promoción de conocimientos superficiales y
poco útiles para la formación de los educandos. Y, por otro lado, en el sec-
tor público, señaló la carencia de cátedras, que generaban conocimientos
incompletos y poco propicios para el desempeño profesional, situación que
el mismo habría de haber corroborado en el Colegio de San Juan de Letrán,
sobre todo en los últimos años.
5
Archivo General de la Nación, México, Justicia, Imperio, vol. 58, exp. 10.
6
Galván Rivera, Mariano, Guía de forasteros en la Ciudad de Mégico, para el año de 1854.
Contiene las partes Política, Judicial, Eclesiástica, Militar y Comercial, con autorización del Supremo Go-
bierno y revisada por la Cancillería, Mégico, 1854, p. 159. Registra su domicilio en la calle de San
Camilo núm. 11. En la Colección Lafragua. Corona Cívica 1859-1870, se resguarda un “Discurso
fúnebre en memoria de las víctimas de la independencia, hecho por Luis G. Pastor.28 de septiembre de 1859”.
Fue publicado por la Imprenta de Andrés Baix, a cargo de Miguel Zarnoza, 1859, pp. 8, 9, 15
y 16.
7
El Siglo XIX, México, 16 de septiembre de 1867.
8
La obra se realizó en la Imprenta Económica, calle del Puente de Jesús Nazareno
núm. 7, es decir, en su casa y sede de su Academia.
9
Ramírez, Fausto, “Una iconología publicada en México en el siglo XIX”, Anales del
Instituto de Investigaciones Estéticas, México, UNAM, núm. 53, p. 95. La Universidad Autóno-
ma de Nuevo León ofrece el texto completo en su colección digital: Pastor, L. G., Iconología
ó tratado de alegorías y emblemas, t. I, México, Imprenta Económica, calle del Puente de Jesús
Nazareno número 7, 1866, http://cdigital.dgb.uanl.mx/la/1080013688/1080013688.PDF.
10
El Monitor Republicano, México, 2 de febrero de 1868.
11
Ramírez, Fausto, op. cit., p. 117.
12
Al concluir su interinato asumió la dirección de la Academia de Literatura en el Co-
legio Imperial de San Juan de Letrán. En años posteriores ocuparía diversos cargos político-
administrativos, laborando como catedrático, fuertemente criticado y acusado por el grupo
liberal en el régimen porfirista, por ser un reaccionario y autor detestable del poema titulado:
Querétaro y Miramar (El Monitor Republicano, 6 de febrero de 1877).
13
González Fernández, Fidel (coord.), “Alarcón y Sánchez de la Barquera. Próspero Ma-
ría”, Diccionario de Historia Cultural de la Iglesia en América Latina, Consejo Pontificio de Cultura,
2018, https://www.dhial.org/diccionario/index.php/ALARCÓN_Y_SÁNCHEZ_DE_LA_BAR-
QUERA,_Próspero_María.
14
Sánchez Santos, Mariano, Biografía del Ilustrísimo y Reverendísimo Sr. Arzobispo de Méxi-
co Dr. D. Próspero María Alarcón y Sánchez de la Barquera, México, Talleres de Imprenta y Es-
tereotipía de E. Rivera, Correo Mayor núm. 7, 1902, p. 40, http://cdigital.dgb.uanl.mx/
la/1080024820/1080024820.html.
15
González Fernández, Fidel, op. cit.
nos meses de anterioridad, sirviendo de muy poco estímulo para las aplica-
ciones de los estudiantes.
En vez de esas funciones literarias llamadas “sabatinas”, a su parecer
debía haber exámenes cada dos meses en todas las cátedras presididos por
el rector, y dirigiendo éste a tres alumnos para que por el espacio de una
hora repartidas entre los mismos fueran “preguntados” sobre las materias
estudiadas en los dos meses transcurridos. Así se conseguiría que los cur-
santes se aplicaran desde el principio del año y que no estudiaran con esa
superficialidad que “se hecha de ver cuando el estudio se ha dejado para los
últimos meses”.
Además, para el mayor estímulo de los discípulos, decía Alarcón, con-
venía que los sinodales que el rector designara para estos exámenes fueran
pasantes de cualquier colegio, prefiriendo a los más aprovechados y gratifi-
cándoseles con un peso en cada examen. Al final del examen, el rector y los
dos sinodales calificarían a los dos examinados, y el resultado se escribiría
en el libro de calificaciones.16
Por otro lado, propuso en enero de 1865 al ministro de Justicia e Instruc-
ción Pública, las personas que desempeñarían las cátedras de dicho colegio.
Para iniciar el año escolar de 1865, Alarcón propuso en noviembre de
1864, reformas en cuanto al orden y aumento de las cátedras que se cur-
saban en el Colegio Imperial de San Juan de Letrán. Tales reformas se
contemplaban en las ramas existentes de jurisprudencia y filosofía. Alarcón
decía que, según el Plan de Estudios de 1844, los alumnos debían aprender
elementos de historia universal y la historia del país, “no habiéndose esta-
blecido jamás estas cátedras”, por lo cual pedía “(…) su establecimiento,
por ser del todo necesaria á los jovenes que se dedican á la carrera de las
letras, y debiendo el profesor de esta cátedra enseñar tambien geografia y
cronología”.17
La respuesta del gobierno sería que se tendrían presentes para el nuevo
plan de estudios que debía establecerse en el Imperio, las indicaciones de
Alarcón, respecto a las cátedras de latinidad e historia. El ramo de filosofía
se quedaría como estaba. De esta manera, Alarcón lograba el restableci-
miento de la cátedra de historia, que si bien había dicho que nunca se ins-
taló, habrá que recordar que ya se había hecho con la loable labor de José
María de Lacunza.
Durante el rectorado de Alarcón, se dice que hubo una anécdota “pa-
triótica”, que fue dada a conocer por el periódico El Tiempo Ilustrado, escrita
16
Archivo General de la Nación, Instrucción Pública y Bellas Artes, caja 362, exp. 26, 21
de enero de 1864.
17
Archivo General de la Nación, Instrucción Pública y Bellas Artes, caja 362, exp. 27.
por Juan de Dios Peza, quien dice que cuando por las calles de la ciudad
sólo se veían soldados franceses, argelinos, austriacos, egipcios y belgas, era
prebendado de la catedral y rector del Nacional Colegio de San Juan de Le-
trán el extinto arzobispo de México. Los lateranenses sentían orgullo de
haber tenido en tiempos anteriores camaradas como Altamirano, Chavero,
Manuel M. Flores, Juan y Manuel Mateos, Juan Díaz Covarrubias, Marcos
Arróniz, Florencio M. del Castillo, y otros muchos que, bajo el rectorado de
Lacunza, se habían distinguido por liberales, y para no desmentir esos an-
tecedentes, se dirigieron al rector, Próspero María Alarcón, a fin de que les
permitiera celebrar el “glorioso aniversario del 5 de Mayo”. El señor Alar-
cón les hizo ver que en el mismo Colegio estaba alojado un destacamento
de gendarmes franceses, del cuerpo que mandaba el barón Thindall; pero
después de admirar su sincero patriotismo, les concedió que conmemoraran
dicho aniversario en un salón interior, a fin de no dar escándalo.
Los colegiales probablemente sabían que el señor Alarcón había decla-
rado, cuando se le pidió firmar un acta de adhesión al Imperio, que él re-
conocía como soberano al sumo pontífice; pero que para su patria deseaba
un gobernante mexicano, y que por esto no firmaría aquella acta. La fiesta
fue memorable, presidida por el propio Alarcón, y dicen que ante el ruido,
fueron unos soldados a verificar, y que no les prmitieron el ingreso hasta que
concluyó la fiesta, y contaban que por este motivo se suprimió el internado,
y a poco se cerró el Colegio.
Alarcón ejerció una labor fundamental para la educación en México,
y demuestra cómo Maximiliano se rodeó de la gente más capaz para su
gobierno, desde una tendencia liberal moderada, como lo demuestran las
acciones de los rectores del Colegio, especialmente de Alarcón: “No extra-
ñe á nadie que al triunfar Don Benito Juárez, en 1867, le enviara a su hijo
Benito para que le enseñara latín y filosofía”.18 Las actividades del Colegio
se mantenían a pesar de las dificultades del país y los ajustes a los planes
educativos. El rectorado de Próspero María Alarcón culminó con la derrota
del Imperio. El 21 de agosto de 1867 se le notificaba a Eulalio Ortega su
nombramiento como nuevo rector, ahora denominado Colegio Nacional de
San Juan de Letrán.
A pesar de este nombramiento, ya había indicios de la próxima desa-
parición del Colegio ante la inminente creación de la Escuela Preparatoria.
Aun así, se solicitaba la apertura de las cátedras.19 El 4 de diciembre apare-
18
El Tiempo Ilustrado, México, 5 de abril de 1908.
19
El Monitor Republicano, México, 14 de septiembre de 1867.
ció una nota en El Correo de México titulada “Mas ruinas”; en ella se mencio-
naba que se estaba derribando el colegio de San Juan de Letrán.
20
El Correo de México, México, 4 de diciembre de 1867.
V. Fuentes y bibliografía
Fuentes
Hemerografía
Bibliografía