Reducción de Indios
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• Una versión anterior del texto que aquf se reproduce fue presentado en las 11 Jornadas de
Historia del Derecho, celebradas en la Ciudad de México, del 18 aJ 19 de noviembre de 1997 .
•• Instituto de Investigaciones Juridicas de la Universidad Nacional Autónoma de México.
1 Cfr. Dublán, Manuel, y Lozano, José Maria, Legislación mexicana ó Colección completa de
las disposiciones legislativas expedidas desde la independencia de la República, 19 vols., México,
Imprenta del Comercio, a cargo de Dublán y Lozano, Hijos, 1876~1890, vol. 1, núm. 80, pp. 339-340
(6-XlI-I81O), Y Esquivel Pren, José, Hidalgo, en las Constituciones de México, México, Imprenta
Mexicana, 1954, pp. 65-67.
2 Cfr. Lemoine, Ernesto, Morelos. Su vida revolucionaria a través de sus escritos y de otros
Jestimonios de la época, México, UNAM, Coordinación de Hwnanidades, 1991, pp. 370-313 (p. 372).
"Sorprendente y desgraciadamente este deseo no fue satisfecho en el texto de la Constitución de
Apatzingán que no dispuso absolutamente nada acerca de la esclavitud": Arena] Fenochio, Jaime
del, "La utopía de la libertad: la esclavitud en las primeras declaraciones mexicanas de derechos
humanos", Anuario Mexicano de Historia del Derecho (México D. F.), VI-I994, pp. 3-24 (p. 8).
85
3 Cfr. Arenal Fenochio, Jaime del, "La utopía de la libertad", pp. 9-10, Y Chust Calero, Manuel,
"De esclavos, encomenderos y mitayos. El anticolonialismo en las Cortes de Cádiz", Mexican Stu-
dieslEstudios Mexicanos (University of California Press), vol. ti, núm. 2, verano de 1995, pp. 179-
202 (pp. 189-191).
4 Duque del Infantado, Proclama á los habitantes de Ultramar. Cádiz: Imprenta Real. Afto de
1812 (Condumex, Centro de Estudios de Historia de México, Fondos Virreinales, 1-2).
5 Ya la Real Ordenanza para el establecimiento e instrucción de IntendEntes de ejército y pro-
vincia, expedida pant Nueva Espafta el 4 de diciembre de 1786, había sustraldo importantes campe·
tencias a este órgano jurisdiccional, al disponer que la Junta Superior de Real Hacienda, los inten·
dentes y los subdelegados se ocuparan de administrar los bienes y cajas de comunidad de los pueblos
de indios, y de solucionar los contTlCtos que pudieran derivarse de esa gestión: cfr. Real Ordenanza
para el establecimiento e instrucción de intendentes de ejército y pravincia en el reino de la Nueva
España, Madrid, 4 de diciembre de 1786, introducción por Ricardo Rees Jones, México, UNAM,
Instituto de Investigaciones Jurídicas, 1984, articulos 60., 28·35 Y 44·53, pp. 9-10, 35-44 Y 53-63,
Y Lira. Andrés, "La extinción del juzgado de indios", Revista de la Facultad de Derecho de México
(México, D. F.), t. XXVI, núms. 101-102, enero-junio de 1976, pp. 299-317 (pp. 305-307).
6 Cfr. carta de Calleja al ministro de Hacienda, 31-V -1813, en Archivo General de la Nación,
Corres¡xmdc:ncia de Virreyes, Sección 1',254, núm. 42; Hemández y Dávalos, Juan E., Colección
de docwmentos para la Historia de la Guerra de Independencia de México de 1808 a 1821, 6 vols.,
M~ico, José Maria Sandoval Impresor, 1877-1882, vol. IV, núm. 155, pp. 663-664, Y Dublán, Ma-
nuel, y Lozano, José María, Legislación mexicana, vol. 1, núm. 104, pp. 396~397 (9-XI+1812), y
núm. 215, pp. 516-517 (29-IV-1820). Un escrito dirigido desde Nevado a los "Sres. Gobernadores
de la Sagrada Mitra", cuando ya había sido proclamada la Independencia, invocaba el bando con
que fue dado a conocer ese decreto en la Nueva Espaí'la durante el gobierno de Ruiz de Apodaca
como fundamento para sostener que, eximidos los indios del servicio personal, les correspondía el
pago de los derechos parroquiales como a cualquier ciudadano. Y recordaba que, en tanto no obrara
en contra una disposición del Soberano Congreso Nacional Mexicano, seguía vigente la legislación
constitucional espaftola: "por esto ni en el antiguo extinguido govierno, ni en el actual de nuestra
Independencia, en que se ha seguido y sigue la legislacion espaftola en todo, lo que no la es contraria,
no se han atendido los repetidos reclamos havidos contra el expresado cobro. y justamente, porque
ninguna autoridad subalterna puede interpretar, modificar, derogar, Ó abolir leyes, que ha dictado,
establecido, y mandado observar la autoridad soberana" (hemos consultado este documento en Con-
dumex, Centro de Estudios de Historia de México, Fondos Virreinales, XLI-l: la circunstancia de
que el texto esté mutilado nos impide identificar su autor y la fecha en que fue redactado).
7 Cfr. La Abeja Poblana, 18-XII-1820, en Rojas Rabiela, Teresa (coord.), El indio en la prensa
nacional mexicana del siglo XlX' catálogo de noticias, 3 vols., México, Secretaria de Educación
Pública, Cuadernos de La Casa Chata, 1987, vol. 1, p. 19.
8 Cfr. Lira, Andrés, Comunidades indígenas frente a la ciudad de Mexico. Tenochtitlan y Tla-
telo/co, sus pueblos y barrios, /811-1919, México, El Colegio de México-EI Colegio de Michoacán,
1983. pp. 25-26 y 39.
9 Cfr. ibidem, p. 35, Y Zahino Peí'lafort, Luisa, Iglesia y sociedad en Mexico, 1765-/800. Tradi-
ción, reforma y reacciones, México, UNAM, Instituto de Investigaciones Jurídicas, 1996, pp. 56-61.
caso de otros indios que evadían todo tipo de contribuciones a los gre-
mios artesanales. El fiscal protector de indios le concedió la razón. 10
Con el tiempo, las voces en demanda de justicia y de igualdad encon-
traron un importante sustento en las bases del Plan de Iguala, donde se
garantizó la protección de varios derechos individuales: entre ellos, la
igualdad de oportunidades para todos los ciudadanos, "sin distinción al-
guna de europeos, africanos, ni indios" (artículo 12)," y el respeto y pro-
tección a las personas y propiedades (artículo 13).
En conformidad con ese compromiso, el mismo día de la instalación
del Primer Constituyente mexicano se enunció con toda solemnidad: "el
Congreso Soberano declara la igualdad de derechos civiles en todos los
habitantes libres del imperio, sea el que quiera su origen en las cuatro
partes del mundo"." Pocas fechas después, el diputado Tercero propuso
una añadidura, que perseguía una aplicación más práctica del principio
igualitario formulado en el anterior decreto, y respondía al convencimien-
to de que la legislación había de ser uniforme para todos los mexicanos:
"que esta [la igualdad] se entenderá ante la ley, y que los ciudadanos no
tendrán otra distincion, que la que les proporcione su mérito, virtudes
sociales y utilidad á la patria, para que de esta suerte se haga la ley per-
ceptible, aun al ínfimo del pueblo"."
Las mismas ideas fueron refrendadas al cabo de unos meses por
Odoardo que, en línea con lo decretado en febrero, remachó que la igual-
dad de derechos sancionada como uno de los puntos fundamentales del
Plan de Iguala sólo se refería a los derechos civiles y no a los políticos. l4
10 Cfr. Hamnett, Brian R., Raíces de la insurgencia en México. Historia regional 1750~1824,
México, Fondo de Cultura Económica, 1990, p. 57.
1\ Debe destacarse que, en el texto original del Plan de Iguala, se había omitido la referencia
explicita a europeos, africanos e indios: "todos los habitantes [... ], sin otra distinción que su mérito
y virtudes, son ciudadanos idóneos para optar cualquier empleo": cfr. Arenal Fenochio, Jaime del,
"Una nueva lectura del Plan de Iguala", Revista de Investigaciones Jurídicas, México, D. F., afio
XVIII, nam. 18, 1994, pp. 45-75 (p. 70). Vid. también Clavero, Bartolomé, Derecho indígena y
cultura constitucional en América, México, Siglo Veintiuno, 1994, pp. 35-36.
12 Actas constitucionales mexicanas (1821-1824), 10 vols., México, UNAM, Instituto de Investi-
gaciones Jurídicas, 1980 (edición facsimilar), vol. 11, primera foliatura, p. 9 (24-11-1822), Y Dublán,
Manuel, y Lozano, José Maria, Legislación mexicana, vol. 1, núm. 313, pp. 628-629 (17-IX-1822).
Ese noble enunciado, sustentado en el principio ilustrado y moderno de la igualdad natural, se
resentia del gigantesco equfvoco al que O'Gonnan se ha referido, con su clarividencia proverbial:
"era una mera abstracción sin fundamento real, el producto de una tradición filosófica de la que,
precisamente, habfan quedado al margen los pueblos iberoamericanos". O'Gonnan, Edmundo, Mé-
xico. El trauma de su historia, México, UNAM, Coordinación de Humanidades, 1977, p. 43.
13 Actas constitucionales mexicanas (1821-1824), vol. 11, primera foliatura, p. 16 (27-11-1822).
14 Cfr. ibidem, segunda foliatura, p. 138 (2-V-1822).
18 Constitución política del Estado libre y Soberano de Sonora, articulo 36, en Lambera PalIares,
Enrique, Constitución de 1857. Constituciones de los Estados, México, Partido Revolucionario los-
titucionaJ, Comité Ejecutivo Nacional, Comisión Nacional Editorial, s. a. (edición facsimilar de la
de México, Imprenta del Gobierno, 1884), p. 240.
19 Actas constitucionales mexicanas (/821-1824), vol. 11, primera foliatura, p. 44 (5-I1I-1822), Y
segunda foJiatur .. p. 143 (4-V-1822). y voL [V, p. 307 (l2-IX-1822).
20 Cfr. ibidem, voL VII, pp. 41 (19-X[-1822), 88-96 (5-)([[-1822) Y 375 (8-I1-1823). Acerca de
las distinciones de categorías jurídicas en los libros parroquiales, y de sus consecuencias prácticas,
cfr. Staples, Anne, La Iglesia en la primera república federal mexicana (/824·1835), México, Se·
cretarfa de Educación Pública, Sep·Setentas, 1976, pp. 127·128.
21 Lira, Andrés, Comunidades indígenasfrente a la ciudad de México, p. 64. Cfr. Dublán, Manuel,
y Lozano, José Maria, Legislación mexicana, vol. 1, núm. 313, pp. 628·629 (I7·IX·1822), y Colee·
ción de órdenes y decretos de la Soberana Junta Provisional Gubernativa y Soberanos Congresos
de la Nación Mexicana, 4 vals., México, Imprenta de Galván, 1829, vol. 11, p. 80.
Muy pronto se había propalado, por todas las nacientes repúblicas his-
panoamericanas, la voluntad de hacer desaparecer las diferencias raciales
y los antiguos privilegios concedidos a los indios, que no hacían sino
consagrar su posición de inferioridad. Ese propósito llevó a San Martín
a decretar, en agosto de 1821, que "en adelante no se denominarán los
aborígenes Indios o Naturales; ellos son hijos y ciudadanos del Perú y
con el nombre de 'Peruanos' deben ser conocidos" .29
28 El Semanario Ilustrado, 23-X-1868, en Ramírez, Ignacio, Obras completas, vol. 11, Escritos
Periodísticos-2, 8 vals., México, Centro de Investigaciones Cientfficas log. Jorge L. Tamayo, 1984-
1989, pp. 3%-398 (p. 396).
29 Cit. en 800ft! Batalla. Guillenno, "El concepto de indio en América: una categoría de la si-
tuación coloniaJ", Anales de Antropología (México D. F.), vol. 9, 1972, pp. 105-124 (p. 117); Lips-
chutz, Alejandro, La comunidad indígena en América y en Chile, Santiago de Chile, Editorial Uni-
versitaria, 1956, y Aparicio Vega, Guillenno, "El racismo en los Andes peruanos", VI Jornadas
Lascasianas. La problemática del racismo en los umbrales del siglo XXI, México, UNAM, Instituto
de Investigaciones Jurídicas, 1997, pp. 89-112 (p. 90).
30 Cfr. Fraser, Donald J., "La política de desamortización en las comunidades indígenas, 1856-
1872", en VV. AA., Los pueblos de indios y las comunidades, México, El Colegio de México, 1991,
pp. 219~256 (p. 223), Y Hemández, Franco Gabriel, "Lo indio y lo nacional", Coloquio sobre de~
rechos indigenas, Oaxaca, Instituto Oaxaqueño de las Culturas, 1996, pp. 65~80 (p. 71). Vid. también
Lira, Andrés, Espejo de discordias. La sociedad mexicana vista por Lorenzo de Zavala, José María
Luis Mora y Lucas Alamán, México, Secretaría de Educación Pública, 1984, p. 77, Y Hale, Charles
A., E/liberalismo mexicano en la época de Mora, 1821-1853, México, Siglo Veintiuno, 1972, pp.
223-225.
31 Mora, José María Luis, Méjico y sus revoluciones, 3 vols., México, Instituto Cultural Heléni-
co-Fondo de Cultura Económica, 1986 (edición facsimilar de la de París, Librería de Rosa, 1836),
vol. 1, p. 67. Vid. también Hale, Charles A., El liberalismo mexicano en la época de Mora, 1821-
J853. pp. 224-225.
32 Cfr. Lira, Andrés, Comunidades indígenas frente a la ciudad de México, pp. 74-75.
33 Cfr. El Universal, 25-XII-1848, en Rojas Rabiela, Teresa (coord.), El indio en la prensa na-
cional mexicana del siglo XIX, vol. I1I, p. 3. El mismo periódico había formulado análogas denuncias
¿se reputará acaso una mejora para nuestra sociedad, la derogación de leyes
uniformes para hombres que tienen un origen común? ¿Se suspira por códigos
en que se lean las denominaciones de indio, blanco, mulato, mestizo, negro
y tantas inventadas por el orgullo para clasificar a los individuos de la especie
humana, como clasifica el naturalista a las familias de los animales? ¿Se quie-
re annar con un puñal a los hijos de un mismo suelo, para que se destrocen
mutuamente? ¿Se quiere acabar con la nación mexicana?36
unos cuantos meses antes: "se le ofrecieron [aJ indio] prosperidades, y no ha visto más que miserias;
se le ofrecieron derechos, y no ha visto más que gravámenes y vejaciones; se le ofreció libertad, y
ha visto siempre sobre su cuello el pie de la más odiosa tiranía": El Universal, 17-VII-I848, en
Favre, Henri, "Raza y nación en México, de la Independencia a la Revolución", Cuadernos Ame-
ricanos (México, D. F.), nueva época, 000 VIII, vol. 3. núm. 45. mayo-junio de 1994, pp. 32-72
(p. 67).
34 Cfr. El Monitor Republicano, 5-V-1850, en Rojas Rabiela, Teresa (coord.), El indio en la pren-
sa nacional mexicana del siglo XIX, vol. 1, p. 97.
35 El Siglo Diez y Nueve, l8-IV-1850, en Ramirez, Ignacio, Obras completas, vol. VII, Textos
Jurídicos: Debate en el Congreso Constituyente 1856-1857. Jurisprudencia. Escritos Periodísticos.
Apuntes. Varia, pp. 383-391 (p. 386).
36 1dem.
37 La Libertad, 17-VI-1882.
38 Pastor, Rodolfo, Campesinos y reformas" La mixteca, 1700-1856, México, El Colegio de Mé-
xico, 1987, p. 420.
39 Cfr. Favre, Henri, "Raza y nación en México, de la Independencia a la Revolución", pp. 33-34.
40 Cfr. Lagarde, Marcela, "El concepto histórico de indio. Algunos de sus cambios", Anales de
Anh'opologío (México D. F.), vol. 2, 1974, pp. 215-224 (p. 217).
41 Velaseo Toro, José, "Indigenismo y rebelión totonaca de Papantla, 1885-1896", América In-
dígena (México, D. F.), vol. XXXIX, núm. 1, enero-marzo de 1979, pp. 81-105 (p. 83).
42 Ledesma Uribe, José de Jesús, "Las comunidades rurales en México durante el siglo XIX",
Revista de la Facultad de Derecho de México, México D. F., 1. XXVIII, núm. 110, mayo-agosto de
1978, pp. 415-440 (p. 417).
43 Hemández, Franco Gabriel, "Lo indio y lo nacional", p. 79.
44 Stephens, John L., Incidentes de Viaje en Centro América, Chiapas y Yucatán, 2 vols., Que-
za1tenango, El Noticiero Evangélico. 1940, vol. 11, p. 313.
45 Pozas, Ricardo. y H. de Pozas, Isabel, Los indios en las clases sociales de México, México.
Siglo Veintiuno, 1982, p. 175.
46 Cfr. ibidem, pp. 164-165 Y 175-177.
mental, fue compartida por muchos mexicanos del siglo XIX. Esa per-
suasión inspiró unos amargos pasajes de un opúsculo de El Pensador
Mexicano:
los indios, esa parte preciosa de la sociedad, que por mil titulas merecen la
consideración de los gobiernos y la protección de las leyes, ¿qué bienes han
logrado con la Independencia?, tan ignorantes y tan envilecidos están ahora
que son ciudadanos, como cuando eran esclavos del gobierno español, y por
lo que respecta a su pobreza, están en peor estado. Antes con doce reales que
pagaban de tributo, y, uno y medio reales de ministros y hospital, estaban
exentos de pagar diezmos y alcabalas; los derechos que pagaban a los curas,
y las contribuciones que sufrían eran a medida de su miseria; y hoy, sin pro-
porcionarles arbitrios para aliviarla, se les exigen más contribuciones. 47
47 Fernández de Lizardi, José Joaquín, "El castigo de unos cuantos no asegura a la Nación" (Mé-
xico: 1827. Imprenta de la calle de Ortega número 23), en Fernández de Lizardi, José Joaquín. Obras,
México, UNAM, Instituto de Investigaciones Filológicas, 1963-1995, vol. XIII, pp. 1,009-1.031 (p.
1.019).
48 Zarco, Francisco, Historia del Congreso Extraordinario Constituyente de 1856 y 1857, Estracto
de todas sus sesiones y documentos parlamentarios de la epoca, 2 vals, México. H. Cámara de
Diputados, Comité de Asuntos Editoriales, 1990 (edición facsimilar de la de México, Imprenta
de Ignacio Cumplido, 1857). vol. 1, p. 567 (23-VI-1856). .
49 Ibídem, pp. 547-548 (23-VI-1856). En otro pasaje del discurso se asentaba la misma idea: "las
masas no pueden aprovechar los derechos políticos que se les han acordado, porque á esto se oponen
las actuales contradiciones del trabajo": ibidem. p. 566.
donde pudieran desarrollarse: "el estado social era el mismo que ántes,
y no pudieron arraigarse y florecer", sin que bastaran el esfuerzo educa-
tivo ni las enfáticas proclamaciones ignorantes de la realidad de que la
clase más numerosa de la nación -los proletarios y esos a los que "lla-
mamos indios" - padecía hambre, desnudez y miseria'o
Poco se avanzó, en efecto, por la senda igualitaria. El Monitor Repu-
blicano del 21 de julio de 1852 recoge una muestra del tutelaje que persis-
tía en el trato con los indígenas aun después de independizado el país, al
informar de una orden del gobernador de Michoacán en la que se deter-
minaba la mejora del trato que se les dispensaba, y se amenazaba con
castigar a las autoridades que abusaran de ellos'!
La misma disposición bienhechora inspiró un decreto del Congreso de
Jalisco, de abril de 1850, que pretendía remediar la incapacidad para acu-
dir a los tribunales de justicia en que se hallaban muchos indios, por falta
de recursos, y que dispuso que en los lugares donde no hubiera síndicos,
jueces o alcaldes se nombraran defensores de oficio para los indígenas
insolventes. "
El Periódico Oficial del Imperio Mexicano proporciona otra indicación
análoga de esos procedimientos protectores, que se enmarca en la preo-
cupación de las autoridades del Segundo Imperio por enmendar la de-
fectuosa marcha de los asuntos judiciales en que se veían envueltos los
indígenas. Informaba ese órgano de prensa de que en Yucatán había sido
designado un abogado defensor de los indígenas, encargado de defender-
los en sus litigios individuales o colectivos: la medida se justificó por la
inhibición de los naturales, que rehuían el recurso a los tribunales por
miedo, unas veces, y otras por ignorancia. 53
54 Cfr. Reed, Nelson, La Guerra de Castas de Yuca/án, México, Era, 1971, p_ 51.
55 Zarco, Francisco, Historia del Congreso Estraordinario Constituyente de 1856 y /857, vol. 1,
p. 717 (I8-VII-1856).
56 ¡bidem. vol. 11, p. 328 (18-IX-1856).
" Cfr. ibidem, p. 479 (23-X-1856).
han de ser iguales los tres poderes, si los tres se instituyen en beneficio
del pueblo, todos han de tener la misma fuente, el pueblo y solo el pue-
blo",58 Así quedó recogido en el texto constitucional (artículo 92), donde
se determinó un mecanismo indirecto de primer grado para el nombra-
miento de los miembros de la Suprema Corte de Justicia,
V, DE LA DlSCRIMINACIÓN A LA FARSA
Lo triste del caso es que los procesos electorales constituían, tal vez,
la escenificación más estruendosa de la farsa nacional, que adjudicaba a
los ciudadanos -también a los indígenas- la responsabilidad de desig-
nar a sus representantes en los cuerpos legislativos, Manuel Payno, siem-
pre costumbrista e irónico, no podía dejar de fijar su atención en esos
ritos patrióticos. Un fragmento de El hombre de la situación se consagra
a la descripción de las promesas, presiones y enredos que acompañaron
la emisión del voto en una pequeña localidad. Para festejar la elección
del politicastro pueblerino, don Fulgencio, se toman copas y se recurre
al bullicio de los indígenas de los alrededores: "a poco, seguida de todos
los indios de las aldeas vecinas, llegó la música del pueblo tocando el
himno de Riego; después, los ricachos dueños de los tendejones; en se-
guida, mujeres y muchachos, y todos comenzaron a gritar: 'i Viva la Re-
pública, viva don Fulgencio!' ".'.
Stephens coincidió con la celebración de elecciones en Nohcacab para
designar a los alcaldes de las norias, y comentó socarronamente la "dis-
ciplina de voto" entre los criados endeudados con sus amos, que
En otro lugar, a propósito del influjo ejercido sobre sus sirvientes por
la propietaria del rancho Sabacché, situado en el camino real de Ticul a
Bolonchén, escribió Stephens con parecida ironía: "siendo los tales cria-
dos electores libres e independientes, en cualquiera emergencia podían
calcularse cincuenta y cinco votos en favor del principio que apoyase la
señora",61
Ignacio Ramírez, que defendía una participación activa de los indíge-
nas "en nuestras escenas políticas",62 aseguró en 1850 que muy proba-
blemente no había un solo caso en que hubieran tomado parte de modo
significativo en elecciones populares: "podrá citarse cuando más, una que
otra excepción puramente individual".63
VI. CONCLUSIÓN