Selección de Fragmentos
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Este cantar llega hasta el verso 1.085, y en él se narra cómo el Cid marcha al destierro.
Se supone que al volver a Castilla, después de haber ido a cobrar unos tributos a
Andalucía, es acusado de falta de honradez por unos envidiosos que le enemistan con
el rey. Sale de Vivar con unos cuantos hombres adeptos, y pasa por Burgos en donde
nadie lo alberga por temor a las represalias de Alfonso VI. Por medio de su sobrino
Martín Antolínez logra engañar a unos judíos, Raquel y Vidas, pidiéndoles dinero a
cambio de dos arcas de arena, que ellos creen llenas de oro y plata. Se dirige luego a
San Pedro de Cardeña para despedirse de doña Jimena, su esposa, y sus hijas doña
Elvira y doña Sol, y sale de Castilla hacia tierra de moros. El Cid realiza diversas
conquistas y manda un presente al rey Alfonso VI. Aliado con el rey moro de Zaragoza,
vence a los moros de Lérida, a quienes ayuda el conde de Barcelona. Este último es
vencido por el Cid y posteriormente puesto en libertad.
En él, que abarca hasta el verso 2.277, el héroe se dirige a Valencia que conquista.
Envía a su amigo Alvar Fáñez a la Corte castellana, con grandes regalos para el rey y
con la súplica de que autorice a doña Jimena y sus hijas para que se reúnan con él en
dicha ciudad. El rey accede a esta petición, concediéndole su perdón, e interviene
para que el Cid acceda a las bodas de sus hijas con los infantes de Carrión, que las han
pedido en matrimonio. Rodrigo da su consentimiento con grandes recelos y el cantar
termina con los preparativos de las bodas en Valencia con solemnes fiestas.
(Los infantes de Carrión proponen al Rey la solicitud de matrimonio con las hijas del Cid.
El Rey trata el asunto con Minaya y Pero Bermúdez, y pide vistas con el Cid, que comunica
por escrito la respuesta al Rey).
[112] Episodio del león en la corte de Valencia. Miedo de los infantes y serenidad del
Cid
En Valencia estaba el Cid y los que con él son;
con él están sus yernos, los infantes de Carrión.
Echado en un escaño, dormía el Campeador,
cuando algo inesperado de pronto sucedió:
salió de la jaula y desatóse el león.
Por toda la corte un gran miedo corrió;
embrazan sus mantos los del Campeador
y cercan el escaño protegiendo a su señor.
Fernando González, infante de Carrión,
no halló dónde ocultarse, escondite no vio;
al fin, bajo el escaño, temblando, se metió.
Diego González por la puerta salió,
diciendo a grandes voces: «¡No veré Carrión!»
Tras la viga de un lagar se metió con gran pavor;
la túnica y el manto todo sucios los sacó.
En esto despertó el que en buen hora nació;
a sus buenos varones cercando el escaño vio:
«¿Qué es esto, caballeros? ¿ Qué es lo que queréis vos?»
«¡Ay, señor honrado, un susto nos dio el león».
Mío Cid se ha incorporado, en pie se levantó,
el manto trae al cuello, se fue para el león;
el león, al ver al Cid, tanto se atemorizó
que, bajando la cabeza, ante mío Cid se humilló.
Mío Cid don Rodrigo del cuello lo cogió,
lo lleva por la melena, en su jaula lo metió.
Maravillados están todos lo que con él son;
lleno de asombro, al palacio todo el mundo se tornó.
Mío Cid por sus yernos preguntó y no los halló;
aunque los está llamando, ninguno le respondió.
Cuando los encontraron pálidos venían los dos;
del miedo de los Infantes todo el mundo se burló.
Prohibió aquellas burlas mío Cid el Campeador.
Quedaron avergonzados los infantes de Carrión.
¡Grandemente les pesa esto que les sucedió!