Religiosos Reconciliadores
Religiosos Reconciliadores
Religiosos Reconciliadores
“Religiosos-
reconciliadores”
dispuestos a ser
“daño colateral”
Cordero de Dios
que cargas con la violencia
del mundo
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Elías López, sj
Servicio Jesuita a Refugiados (JRS). Madrid
“A
terricé ya en la ciudad y mañana espero ir hacia dentro, a
los campos de refugiados —sin maleta todavía, pues el avión
la ha dejado atrás.
Para mí, en estos ámbitos (y en todos), ya sólo vale la pena vivir y tra-
bajar desde dentro de la herida del mundo. Y eso significa renunciar
de base a querer comprenderlo todo, a defenderse, a endurecerse o
anestesiarse frente al dolor, el fracaso, el rechazo, la injusticia, etc. Mi
vida como religiosa quiere renunciar al atrincherarse en el afuera,
especialmente en estos contextos de violencia. Por eso para mí es
vital no salir huyendo cuando la cosa se pone fea. Para mí es voca-
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3 J. Mª GUERRERO, SJ, “En busca de la identidad perdida (y II)”: Vida Nueva, nº 2.846 (2013) 24.
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Vivir sin sueño es como vivir sin Dios. Dios nos invita a soñar nues-
tras comunidades como espacios verdes en medio de las ciudades
“polutas” de competitividad y activismo, de divisiones y luchas por el
poder. Dios nos invita a ofrecer un espacio libre de estrés para respi-
rar pacíficamente al Espíritu, hacerse silencio y pasividad juntos, hacer-
nos bondad y ternura de Dios, y desde ahí sanar con mística las
relaciones en comunidades y equipos de trabajo, en congregaciones
e instituciones, en el barrio y la ciudad. La reconciliación empieza por
dedicar tiempo gratis a simplemente “estar” juntos los compañeros y
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Dios creó las diferencias entre las personas para darle una opor-
tunidad al amor, pues no se ama lo que es sólo igual, sino lo que
también es diferente. La espiritualidad de la comunión es tener fe en
que la unidad en la diversidad que la misma Trinidad vive (Dios uno
y trino), nosotros la podemos vivir, pues estamos hechos a su imagen
y semejanza. Juan Pablo II nos invitaba a vivir la espiritualidad de la
comunión que implica “una mirada del corazón sobre todo hacia el
misterio de la Trinidad que habita en nosotros, y cuya luz ha de ser
reconocida también en el rostro de los hermanos que están a nues-
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tro lado” .
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diálogo de la caridad, sobre todo allí donde el mundo de hoy está tan
desgarrado por el odio étnico o las locuras homicidas’ (VC 51). Una
tarea que exige personas espirituales forjadas interiormente por el
Dios de la comunión benigna y misericordiosa, y comunidades madu-
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ras donde la espiritualidad de comunión es ley de vida” .
16 Ib., 28.
17 Se podrían hacer otros paralelismos. Esta riqueza en posibilidades de otras conexiones indica
la unidad íntima de los tres votos entre sí, o de las funciones proféticas entre sí, o de la misma
vida trinitaria inmanente y económica. Toda función de una persona de la Trinidad está coha-
bitada por la acción de las otras dos personas.
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pobreza e impotencia a los brazos de Dios Padre, fuente del amor exce-
sivo, única riqueza capaz de re-humanizar, de sanar la herida entre víc-
timas y victimarios. Y de este modo, el Hijo desde su pobreza nos da la
energía del amor excesivo que viene de Dios Padre. Cuando un padre
o una madre sienten el sufrimiento de un hijo, hacen lo que sea para
parar el círculo de la violencia, y que la siguiente generación, los hijos,
tengan un futuro distinto, de paz. Como a Dios Padre le mueve su Hijo
Jesús a ser excesivo en el amor reconciliador, también a los padres y
madres les mueven sus hijos y su futuro en paz para dar en el presente
el siguiente paso posible hacia la reconciliación con el “enemigo”.
“Con el dinamismo de la caridad, del perdón y de la reconciliación,
los consagrados se esmeran por construir en la justicia un mundo que
ofrezca nuevas y mejores posibilidades a la vida y al desarrollo de las
personas. (…) Es preciso estar preparados para pagar el precio de la
persecución, porque en nuestro tiempo la causa más frecuente de
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martirio es la lucha por la justicia en fidelidad al Evangelio” . María,
junto a los refugiados, está dispuesta a pagar el precio de ser daño
colateral, cordero de Dios.
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giosas pasa por hacerse cordero de Dios con el Cordero, una gracia
de Dios que “no tiene mucha gracia” y contra la cual toda la sensibili-
dad humana se nos rebela, como al mismo Jesús cuando dice: “Padre,
aparta de mí este cáliz” (Lc 22,42). Y por eso, justo antes de beberlo en
la eucaristía, repetimos tres veces “Cordero de Dios”, pidiendo confi-
gurarnos corderos con el Cordero. Sólo por Cristo, con Él y en Él podre-
mos cargar con los dolores de las violencias de otros para
transformarlo en cada una de nuestras células en el amor excesivo
que viene de Dios. Y, así, sanar el tejido humano.
Repetir “cordero de Dios” pasa a ser una memoria peligrosa. “En la
Eucaristía, efectivamente, el Señor Jesús nos asocia a sí en la propia
oferta pascual al Padre: ofrecemos y somos ofrecidos. La misma con-
sagración religiosa asume una estructura eucarística: es total oblación
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de sí estrechamente asociada al sacrificio eucarístico” . La hermana
María, con sus votos de religiosa en esta perspectiva, dice:
“Ya está todo entregado. Y a cada día le llega el recibo de lo que toca
dar hoy. Son muchas las sorpresas del día a día pero pocas las dudas
o tacañerías. Es ya la única posibilidad para mí de ser feliz. La entrega
generosa de la vida expresada en los votos es una forma de expre-
sarme a mi misma, que ya no me debo tomar muy en serio pues ya
no tengo nada que defender, porque ya todo está entregado en la
obediencia, en la castidad y en la pobreza. Y ese vaciarme de mí
misma es lo que me posibilita abrirme y llenarme de Dios. Y desde
ese Amor absoluto es más fácil encajar con humor muchos reveses
y frustraciones sirviendo a los perdedores del mundo en un trabajo
sin tregua por los cambios estructurales”.
22 Ib., 26.
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