Religiosos Reconciliadores

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Revista 199:Revista 199.

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“Religiosos-
reconciliadores”
dispuestos a ser
“daño colateral”
Cordero de Dios
que cargas con la violencia
del mundo
1
Elías López, sj
Servicio Jesuita a Refugiados (JRS). Madrid

“A
terricé ya en la ciudad y mañana espero ir hacia dentro, a
los campos de refugiados —sin maleta todavía, pues el avión
la ha dejado atrás.
Para mí, en estos ámbitos (y en todos), ya sólo vale la pena vivir y tra-
bajar desde dentro de la herida del mundo. Y eso significa renunciar
de base a querer comprenderlo todo, a defenderse, a endurecerse o
anestesiarse frente al dolor, el fracaso, el rechazo, la injusticia, etc. Mi
vida como religiosa quiere renunciar al atrincherarse en el afuera,
especialmente en estos contextos de violencia. Por eso para mí es
vital no salir huyendo cuando la cosa se pone fea. Para mí es voca-

1 Ha trabajado con el Servicio Jesuita a Refugiados en Tanzania y en la oficina internacional de


esta ONG de ayuda humanitaria de la Compañía de Jesús en Roma. Actualmente trabaja
para JRS en programas de reconciliación.

Revista CONFER • Volumen 52 • Nº 199 • Julio-Septiembre 2013 • pp 399-420 399


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cional asumir sentirse a la intemperie e insegura para acompañar el


miedo de la gente a la que servimos. Yo también tengo miedo a con-
vertirme en daño colateral, ser víctima no intencional o accidental de
los actores armados, por el hecho de estar junto a la población civil.
Saberse dispuesta a ser daño colateral en medio de tanta violencia
no lo vivo como protagonismo y heroicidad. Sino como privilegio del
Señor de la vida.
Tomar decisiones percibidas como radicales desde los imperativos
evangélicos de Quien me ha mostrado amor y perdón abierto a todos
es lo que me permite creer que vale la pena ser religiosa. En reali-
dad, creo que no me imagino en un camino diferente al que lleva a
Jerusalén —y con pocos rodeos.
Veo a mi alrededor (incluso en organizaciones de Iglesia) demasiada
gente que está centrada en el éxito o el fracaso de su proyecto. Y veo
que eso se convierte en la fuente de su alegría o sufrimiento. Pero
nuestras alegrías y sufrimientos no deben ser otras que las de los
pobres, víctimas o victimarios. Mi vida no se hunde y amarga por mis
fracasos o se condecora por mis éxitos.
La reconciliación desde dentro, tomando partido como lo hizo Jesús,
nos lleva a ser los primeros disponibles a perder, al fracaso, y, al
mismo tiempo, a ganar sentido hondo de vida humana y divina. La
reconciliación en nosotros religiosas y religiosos no nos lleva a cons-
truir puentes sino a ser nosotros mismos puentes. Saltar dentro de la
herida para suturar ambos lados. Vernos dentro de estas relaciones
conflictivas, tan violentas que aparentemente parecen irreconciliables,
nos lleva a ser humildes, a echarnos por los suelos para intentar
hacerse puente una misma, dejándonos —si es preciso— pisotear. Y tal
vez quien te pisa y pasa por encima ni se da cuenta que te hace
daño. Pero también sintiendo la alegría en el corazón al ver el avance
hacia la reconciliación de aquellos que te cruzan (que te crucifican).
Creo que para la reconciliación se necesita este profetismo y genero-
sidad.
Y al mismo tiempo, en medio de esta entrega que desearía fuera
como la de Jesús, intento reírme mucho de las siempre presentes
contradicciones de mi vida peregrina”.
2
María

2 El nombre de esta religiosa ha sido cambiado por motivos de privacidad.

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¡Vida Religiosa, ponte en pie y salta dentro


1. de la herida!

Para María la vida religiosa en general y la suya en particular


encuentran en la reconciliación un nuevo escenario para la Nueva
Evangelización. El profetismo en los votos de pobreza, castidad y obe-
diencia vividos en comunidad adquiere sentido de buena noticia al sal-
tar dentro de las heridas del mundo para convertirse en ungüento de
sanación. Desde dentro de las heridas de la humanidad, los religiosos
debemos estar disponibles para asumir el riesgo de cargar con la cruz
(kenosis) y convertirnos en “daño colateral” al anunciar con parresía
renovada el kerygma: “¡El que mataron vive! ¡Donde abunda la muerte
sobreabunda la Vida!”
No se puede sanar la herida desde la retaguardia de la vida.
Tampoco Dios nos reconcilió desde fuera del mundo violento. Jesús
nos reconcilió lanzándose al abismo de nuestras heridas a pecho des-
cubierto. Corrió el riesgo de convertirse en “daño colateral” movido por
el amor de Dios que es consecuente hasta el extremo del fracaso y la
muerte en cruz. Por eso, “el prototipo de nuevo modelo de Vida
Religiosa ya no será el convento sólido e inmenso, arraigado como
una fortaleza, sino la tienda de campaña, el vaso frágil, la semilla que
3
muere para dar vida” . ¿En qué medida nuestras comunidades son
tiendas de campaña plantadas en las heridas del mundo, ligeras de
desplazar hacia las heridas más graves?
La significatividad de la vida religiosa hoy y su viabilidad en el futuro
pasa por el cómo responder (con los tres votos y la vida comunitaria)
a los gritos acuciantes de un mundo hecho añicos por violencias e
injusticias. La humanidad ya no está dividida a la mitad por el muro de
Berlín sino por el muro de las desigualdades económicas crecientes y
exclusiones insostenibles. Son las diferencias en la distribución de
riqueza y del poder en la toma de decisiones las que están en la raíz
de los aproximadamente 40 conflictos armados que rompen a nues-
tra tierra en pedazos. Las diferencias religiosas y culturales no son
causa, sino instrumentos usados y abusados por unos y otros para

3 J. Mª GUERRERO, SJ, “En busca de la identidad perdida (y II)”: Vida Nueva, nº 2.846 (2013) 24.

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acceder al poder y explotación de recursos naturales para un consumo


que hace al planeta ecológicamente insostenible. No son sólo los con-
flictos armados y medioambientales sino todo tipo de conflictos y
violencias físicas y psicológicas, culturales, sociales y estructurales, uni-
das a la violencia de la mala gobernanza, las que tienen victimizados
a individuos y comunidades en sus relaciones intrapersonales e
interpersonales, familiares y grupales, comunitarias y laborales, empre-
sariales e institucionales, políticas y religiosas, nacionales e interna-
cionales.
No se redime lo que no se abraza. Hay que salir y exponerse a la
herida sin miedo. Como ha dicho el papa Francisco: “a una Iglesia
que sale le puede pasar lo que a cualquier persona que sale a la
calle: tener un accidente. Ante esta alternativa, les quiero decir fran-
camente que prefiero mil veces una Iglesia accidentada que una
4
Iglesia enferma” . Francisco continúa diciendo que la vida religiosa es
para la Iglesia como la quilla para un navío, que tal es la responsa-
bilidad que no podemos ser gestores de la vida religiosa: “el inter-
mediario y el gestor ‘ya tienen su paga’ (…), puesto que no ponen en
5
juego la propia piel ni el corazón (…)” . Francisco nos dice a los reli-
giosos: “¡Coraje! ¡Avanzad hacia nuevos horizontes! No tengáis
6
miedo de correr riesgos” , de tener un accidente, de convertirse en
daño colateral del trabajo por la paz. ¿No es esperanzador pensar
que el nuevo Papa, religioso jesuita, se puso el nombre del fundador
franciscano por su vocación “religiosa” a la paz, reconciliación y
comunión?
La Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las
Sociedades de Vida Apostólica nos pide a los religiosos vivir la espi-
ritualidad de la comunión como aporte específico de nuestro carisma.
Estamos vocacionados a “hacer de la Iglesia la casa y la escuela de
la comunión: éste es el gran desafío que tenemos ante nosotros en el
milenio que comienza, si queremos ser fieles al designio de Dios y

4 “Carta a los participantes en la 105 Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Argentina”


(25.3.2013).
5 “Homilía en la Santa Misa Crismal” (28.3.2013).
6 En un encuentro con responsables de la CLAR (6.6.2013).

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responder también a las profundas esperanzas del mundo (cf. NMI


43). En este camino de toda la Iglesia se espera la decisiva contribu-
ción de la vida consagrada, por su específica vocación a la vida de
comunión en el amor. ‘Se pide a las personas consagradas —se lee
en Vita consecrata [46]— que sean verdaderamente expertas en
7
comunión (…)’” .

2. ¡Eres consagrado como “religioso-reconciliador”!

María, desde su espiritualidad de comunión, nos propone una vida


“con-sagrada” pero no separada de la herida violenta sino desde den-
tro de la herida. La definición etimológica de “sagrado” asocia este tér-
mino con lo que está “separado”, escondido, apartado de la mirada y,
por tanto, aquello que es lo otro, lo diferente y extraordinario. Mientras
que lo profano es lo que se encuentra delante (pro-) del templo
(fanum), y por tanto fuera del ámbito de lo sagrado. Las heridas que
dividen con violencia al mundo son profanaciones de la humanidad
que es templo de Dios. La reconciliación es un grito que reclama con-
sagrarla nuevamente, devolverle su dignidad violada por la fuerza. Los
religiosos y religiosas seremos vida consagrada no si nos separamos,
sino si nos adentramos en la profanación violenta del mundo para ser
puentes de reconciliación, de reconsagración.

La violencia del ser humano contra el ser humano desconcierta,


cuestiona la bondad del ser humano y su creador. Es aquí, cuando
más se necesita lo sagrado, donde proyectamos todo lo que nos
afecta hondamente y al mismo tiempo nos sobrepasa el entendi-
miento. La vida consagrada —más allá de la lógica racional— intenta
abrazar el misterio del la violencia y el mal en el mundo. Y abrazán-
dolo con amor y ternura, re-consagrar, hacer nuevamente templo de
Dios lo que ha sido violado, desnudado de la presencia del Dios amor
y ternura.

7 Caminar desde Cristo. Un renovado compromiso de la vida consagrada en el tercer milenio,


28 (14.6.2002).

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Como su nombre indica, el religioso “religa” lo separado.


Etimológicamente “re-ligioso” se tiende a traducir como “volver-unir.”
Por tanto, los “religiosos reconcilian”. Etimológicamente, “re-con-cilia-
ción” significa “volver-juntos-llamada” (“ciliación” viene del verbo griego
kalare que significa “llamar”). Los religiosos, religando o reconciliando,
vuelven a llamar juntos a las partes que han sido injustamente sepa-
radas y así re-humanizan lo que ha sido violentamente desacralizado.
El ser humano es un ser relacional, y sin sanar sus relaciones sociales
por fuera el individuo seguirá herido por dentro.

Ante la violencia deshumanizante y atrocidades imperdonables,


graves violaciones de derechos humanos y crímenes contra la huma-
nidad, el religioso reconcilia facilitando puentes y restaurando relacio-
nes entre víctimas y victimarios mediante la justicia (justicia transicional:
que facilita la verdad, la responsabilidad penal, la reparación, y la
reconciliación) y la experiencia del perdón como elemento que cons-
truye una paz sostenible. Como decía Juan Pablo II: “no hay paz sin
8
justicia, no hay justicia sin perdón” . El perdón es central a la expe-
riencia cristiana de reconciliación y paz. La vida consagrada a la recon-
ciliación invita al religioso a ser perdón.

¿Cómo ser perdón para hacer justicia, para reconciliar y pacificar?


Violencias excesivas se sanan conectándose (religándose) con una
fuente de vida y amor excesivos. En nuestra fe creemos que Dios es
esa fuente de amor que “perdona setenta veces siete”. El religioso nos
religa con Dios y recuerda a Jesús en la cruz que dijo: “Padre, perdó-
nalos” (Lc 23,34). El religioso se ofrece como puente para religar con
el Padre a víctimas y victimarios recordándonos que hasta Jesús nece-
sitó dirigirse a su Abba, amor excesivo, para perdonar lo imperdona-
ble y reconciliarnos en una nueva humanidad. El religioso reconcilia
religando el perdón humano limitado y herido con el perdón excesivo
de la fuente de amor infinita que es Dios. Gracias al amor excesivo de
Dios, a su “per-don” (etimológicamente significa “excesivo-don”) la
humanidad profanada por la violencia excesiva vuelve a ser vida con-

8 “Mensaje para la XXXV Jornada Mundial de la Paz” (1.1.2002).

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sagrada, templo de Dios. Los “religiosos reconciliamos” profetizando


que el perdón, el amor excesivo humano, también es posible si
conecta místicamente con las fuentes del amor excesivo de Dios
Padre.

3. ¡Eres profeta-místico para reconciliar!

Vivir la dimensión profética y mística de la vida religiosa es confir-


marnos unos a otros en esta conexión íntima que tenemos con Dios
amor infinito. Profecía y mística se unen en la vida religiosa —como ha
dicho el papa Francisco a los representantes de la CLAR en Roma el
6 de junio de 2013— especialmente cuando se expone al dolor de la
violencia.

Las funciones del profeta son tres: denunciar, anunciar alternativas


9
y dar la energía necesaria para el cambio . Desde la perspectiva de la
reconciliación, la dimensión profética de la vida religiosa invita a: 1)
denunciar la violencia y a desenmascarar las injusticias encubiertas; 2)
anunciar la buena noticia de que una alternativa, una nueva comuni-
dad religada, consagrada, perdonada y perdonadora, reconciliada y
reconciliadora es posible; y 3) dar la energía necesaria para la con-
versión y el cambio conectando a víctimas y victimarios con la fuente
de vida y amor en exceso que es Dios, que “hace salir su sol sobre
malos y buenos, y llover sobre justos e injustos” (Mt 5,45).

El profeta ofrece la energía para el cambio, la conversión que recon-


cilia, invitando a la mística: a) el profeta está llamado a hacerse silen-
cio para escuchar la palabra de Dios; y b) el profeta está llamado a la
pasividad, a dejarse hacer por solo Dios. El profeta llama a la conver-
sión (volverse a Dios) para reconciliar: volver a mirar directamente, cara
a cara, a Dios. Es en esa unión mística, en la inmediatez del silencio

9 Cf. A. NICOLÁS, S.J., “El Apostolado Social” (Madrid, 10 de mayo de 2013):


http://visitageneral.infosj.es/remos_downloads/10%20Mayo%20Madrid%20Conferencia%20s
obre%20apostolado%20social%20con%20sumarios.65.pdf.

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de nuestras pobres palabras y la pasividad de nuestras acciones tan


limitadas, donde Dios se revela como palabra y acción de vida en
exceso, capaces de resucitar tanta muerte también excesiva. Esa unión
con Dios nos posibilita lo imposible: amar al enemigo y rezar por los
que persiguen a uno, y así ser perfectos en el amor como el Padre
celestial (cf. Mt 5,43-48). El profeta se pone a tiro de Dios para ser hon-
damente inspirado por su Espíritu para denunciar, anunciar y dar la
energía necesaria para la conversión y el cambio. La fuerza de las tres
funciones proféticas le viene del contacto personal, directo e íntimo con
el Dios trinitario y comunión.
La mística de la intimidad con Dios no retira y aísla al profeta sino
que le hace salir a las calles y plazas, a ser persona pública para lle-
var al pueblo y sus dirigentes la denuncia, la alternativa y la energía
de Dios. Denunciar la separación de Dios por corrupción moral, por
violencias e injusticias, o por adoración a otros dioses no era un juego
para los profetas. Expuesto al ojo público, el profeta se puede sentir
vulnerable y amenazado, accidentado, daño colateral: a Oseas lo
tachan de loco, a Jeremías de traidor a la patria. Jesús fue crucificado.
El profetismo, por desgracia, no siempre tendrá buena imagen, será
incómodo. Y el status quo tendrá mil razones para defenderse de los
profetas excluyéndolos bien sea física, psicológica, espiritual, comuni-
taria, institucional, eclesial, socialmente, etc. Pero la libertad de Dios
expresada en los tres votos proféticos les puede —y si dejan que Él les
pueda pagando el precio, sin ingenuidad.

4. ¡Tus votos reconcilian!

El profeta, descubriendo la violencia e injusticia ocultas, visionando


la alternativa pacífica (el Reino de Dios) y conectándonos con la fuente
de perdón y vida en Dios, obtiene la energía para cambiar y reconci-
liarnos con Dios, con uno mismo, con los otros y con la creación herida.
A cada una de estas tres funciones proféticas se le puede asignar
paralelamente uno de los tres votos de la vida consagrada.

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FUNCIONES PROFÉTICAS VOTOS RELIGIOSOS


Denunciar Obediencia
las injusticias y la violencia como escucha al Espíritu que nos
hace discernir, desenmascarar
y denunciar
Anunciar Castidad
la alternativa de una reconciliación como símbolo que anuncia la
posible alternativa de un amor universal
(hasta la inclusión del enemigo)
Dar Energía Pobreza
para el perdón de lo imperdonable como expresión de que sólo Dios
que reconcilia es la riqueza y energía capaz de
reconciliar lo irreconciliable

a) El voto de obediencia a la voz de Dios nos ayuda a silenciarnos


nosotros para escuchar a las víctimas. En ellas nos habla el
Espíritu que las habita, y así descubrimos, nombramos y denun-
ciamos con sus palabras, desde su experiencia, la violencia
oculta —primera función profética. El voto de obediencia como
escucha al Espíritu nos llevará a discernir y descubrir lo que los
sistemas de poder económico, político, social y religioso ocultan.
El profeta no sólo desvela y denuncia la violencia sino que pide
que pare inmediatamente. El primer paso para reconciliar es
escuchar la verdad de Dios en las víctimas y obedecerle denun-
ciando la violencia, a pesar de que haya que pagar un precio,
daño colateral.
El voto de obediencia implica discernimiento personal y comuni-
tario, leer la presencia de Dios en los signos de los tiempos, bus-
car y hallar la voz del Transcendente en medio de lo inmanente
de la realidad cotidiana. No hay obediencia religiosa sin esta
escucha y elección de lo que más amor, más vida, más justicia,
más sentido, más alegría y más consolación da a todas las par-
tes en el conflicto, sin exclusión, buscando el bien común. Esta
inclusión desde la voz del Espíritu que habita en todos —víctimas,
victimarios y terceras partes involucradas indirectamente en el
conflicto— lleva a la obediencia como actitud que busca el reco-

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nocimiento de todas las voces, iguales o distintas, como forma


participativa de transformación de conflictos. También obedien-
tes y a la escucha del Espíritu en la creación, los religiosos tien-
den puentes para la reconciliación con la naturaleza y el planeta
violentado por la sobreexplotación insostenible. La obediencia
como escucha al Espíritu en víctimas y victimarios es un modo
de transformar conflictos y reconciliar.

b) El voto de castidad reconcilia anunciando la alternativa de un


mundo de amor sin exclusión, de la posibilidad de amar hasta
el extremo: amar al enemigo. La castidad no es ausencia de
amor sino simbolización de un amor extremo capaz de perdo-
nar lo imperdonable —el anuncio de esta buena noticia es la
segunda función profética. El profeta obediente al Espíritu no sólo
denuncia la violencia oculta sino que también anuncia una paz
sostenible y universal por medio del perdón y reconciliación al
alcance de la mano humana. El profeta anuncia que otro mundo
es posible, el Reino de Dios. Creyendo en Dios hace que el hom-
bre —hecho a imagen y semejanza divina— nuevamente crea en
sí mismo, en su bondad capaz de reconciliar y pacificar. El reli-
gioso es llamado a reconciliar proféticamente siendo casto: con
un amor que peca de excesivo, tanto que se atreve a decir que
amar al enemigo es posible. El voto de castidad como símbolo
del amor universal, desmedido e irracional, es la alternativa pro-
fética irracional con la que los religiosos y religiosas cuestionan
la irracionalidad de la violencia desmedida de nuestro mundo
que excluye a tanta gente y condena a la pobreza, enfermedad,
hambre, desescolarización, al odio, etc.

La castidad profética como abrazo con todo el corazón a toda la


humanidad, como familia única y universal, nos lleva más allá
de las separaciones por identidades basadas en diferencias de
sangre, etnia, género, estatus económico, nacionalidad, religión,
ideas políticas, o contextos culturales diversos, etc. El voto de
castidad intenta ser fecundo generando puentes de reconcilia-
ción más allá de los muros de separación afectivos y familiares,
ideológicos y económicos, hacia una hermandad global, pro-

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mocionando la dignidad y equidad para todos —la civilización del


amor. La castidad como símbolo de amor universal (que
empieza en casa) es un modo de transformar conflictos y recon-
ciliar.

c) El voto de pobreza reconcilia mostrando a Dios como única


riqueza, como única fuente de energía y vida capaz de resuci-
tar tanta muerte, de amar sin medida, de perdonar lo imperdo-
nable —tercera función profética. Frente a tanta exclusión y
desigualdades crecientes, frente a tanta violencia por egoís-
mos económicos y avaricias que empobrecen injustamente a
tantos, con nuestro voto de pobreza abrazamos una vida sen-
cilla para estar más cerca de los pobres; con nuestro voto de
pobreza también abrazamos nuestras pobrezas personales,
heridas y dolores para estar más cerca de las víctimas; espe-
cialmente también abrazamos nuestras violencias y pecados
personales para ser más compasivos con los victimarios. Y
abrazando nuestras pobrezas personales, humildemente, los
religiosos mostramos con el voto de pobreza que nosotros no
somos la fuente del amor desbordante sino que la única riqueza
y fuerza para el cambio y la reconciliación vienen de Dios ori-
gen del amor. El religioso es llamado a reconciliar profética-
mente siendo pobre como Jesús, nacido en la pobreza y al
margen siempre del poder hasta la muerte en cruz. Hasta Jesús
en su pobreza absoluta sobre la cruz tiene que recurrir al Padre
(“Padre, perdónalos”) para hacerse fuerte en la fuente de amor
universal, vida y poder excesivos de la Trinidad. Nuestra
pobreza e incapacidad en el amor hace espacio para acoger la
riqueza del amor desbordante de Dios. Nuestra pobreza de
palabra y obras se hace silencio y pasividad mística para ser
recipiente vacío que acoge a sólo Dios. Como decía una refu-
giada a la que le habían matado el marido, dos hijos y un nieto:
“¿cómo puedo perdonar tanto dolor? No tengo fuerzas suficien-
tes. Yo lo único que puedo es ponerlo en las manos de Dios
y de ese modo, con Él, siento que yo algo también puedo
perdonar”.

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La pobreza con la que nos sentimos ante tanta violencia, inca-


paces de perdonar y reconciliar, nos hace gritar a Dios. También
la pobreza como vida sencilla y feliz sin la necesidad de acu-
mular y consumir innecesariamente nos lleva a vivir una ética de
lo suficiente frente a una ética de codicia que no acaba de
saciarse nunca. Por medio del voto de pobreza los religiosos
decimos “no” a la causa fundamental y estructural de los con-
flictos en el mundo: la lucha por recursos y riquezas a nivel glo-
bal y la lucha por el poder y la toma de decisiones para
apropiarse de estos recursos. El voto de pobreza es reconcilia-
dor porque nos ayuda a ser solidarios con los que tienen menos
y solidarios con la creación sobre-explotada a nivel de recursos.
El voto de pobreza promueve la justicia distributiva como forma
de transformar conflictos y reconciliar.
La vida religiosa se juega ser vida consagrada en los tres votos:
obediencia al Espíritu que denuncia la violencia que separa, castidad
que anuncia un amor universal del Padre, y pobreza con Jesús pobre
que apunta a la riqueza del amor excesivo de Dios, el que nos da el
plus de energía capaz de perdonar lo imperdonable. Como dijo
Benedicto XVI a la vida religiosa en el contexto africano: “Por los votos
de castidad, pobreza y obediencia, la vida de las personas consagra-
das se ha convertido en un testimonio profético. Pueden ser así ejem-
plo para la reconciliación, la justicia y la paz, incluso en circunstancias
de gran tensión. La vida de comunidad muestra que es posible vivir
fraternamente estando unidos, aun cuando sea diferente el origen
10
étnico o racial (cf. Sal 133,1)” .

¡Tu comunidad reconcilia a otros reconciliándose


5. a sí misma!

Una de las causas de la violencia en los grupos humanos es la dis-


funcionalidad en la comunicación, también en las comunidades reli-
giosas.

10 Africae munus, 117.

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“RELIGIOSOS-RECONCILIADORES” DISPUESTOS A SER “DAÑO COLATERAL”

“Con frecuencia, en la vida religiosa, caemos en el paradigma del hijo


mayor de la parábola del Hijo Pródigo. El hijo mayor sabía cumplir
con todos sus deberes pero no sabía amar. Los religiosos sabemos
cumplir rigurosamente con todos los deberes religiosos (rezar el ofi-
cio fielmente, el santo rosario...) pero con frecuencia, no sabemos
amar. (…) Con sobrada razón, se puede afirmar que ciertos estilos de
vida religiosa en los conventos se quedan a nivel de simple co-exis-
tencia cuando no de la más fría indiferencia. Son realidades que
reclaman a gritos cambios radicales, en cuanto que se convierten en
11
anti-testimonios del evangelio de Jesús” .

La vida religiosa en muchas ocasiones vive medio muerta en comu-


nidades poco religadas, que no se comunican desde el Señor, aunque
hablen mucho.

La reconciliación en nuestras comunidades empieza por la escucha


del paso de Dios por la vida del hermano y hermana, sin tener miedo
12
a la bondad y a la ternura —como nos dice Francisco — que desmonta
la ironía como estilo de comunicación, la competición letal entre nos-
otros y los espacios de poder no ordenados desde Dios. Dios no le
tiene miedo a la bondad y ternura que Él mismo es. Sin esa bondad y
ternura de Dios en nuestras relaciones será muy difícil que nos permi-
tamos mostrar nuestras debilidades, disfrutar de relaciones no com-
petitivas, y desde ahí soñar juntos.

Vivir sin sueño es como vivir sin Dios. Dios nos invita a soñar nues-
tras comunidades como espacios verdes en medio de las ciudades
“polutas” de competitividad y activismo, de divisiones y luchas por el
poder. Dios nos invita a ofrecer un espacio libre de estrés para respi-
rar pacíficamente al Espíritu, hacerse silencio y pasividad juntos, hacer-
nos bondad y ternura de Dios, y desde ahí sanar con mística las
relaciones en comunidades y equipos de trabajo, en congregaciones
e instituciones, en el barrio y la ciudad. La reconciliación empieza por
dedicar tiempo gratis a simplemente “estar” juntos los compañeros y

11 P. L. NARVÁEZ, cf. http://www.loyola.edu.mx/sala-de-prensa/noticias/2013/04/7285/.


12 Cf. “Homilía en la Misa del inicio del pontificado” (19.3.2013).

411
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compañeras sin necesidad de mucha agenda para “hacer.” La gratui-


dad es cosa que no se valora en el mundo competitivo y profesionali-
zado, y sin embargo es consustancial a la experiencia de Dios: Dios es
gratuidad sin más. No es medio para un fin sino es amor, fin en sí
mismo. La comunidad en la gratuidad de relaciones es fin en sí misma,
misión, construcción del Reino de Dios.

La amistad en el Señor nace de esta experiencia de gratuidad entre


compañeros y compañeras. Las comunidades de religiosos empiezan
a ser reconciliadoras en las conversaciones espirituales entre sus
miembros que narran día a día el paso de Dios por la vida, hacién-
dose transparentes a Dios, amigos y amigas en el Señor. Muchas
veces nos da vergüenza hablar entre compañeros de la experiencia
del día a día de Dios en mi vida. Sin esas conversaciones espirituales
cotidianas que revelen también nuestras diferencias —pero que crean
un espacio sagrado donde no hay miedo a ser rechazados— será difí-
cil discernir juntos la vida y la misión.

Dios creó las diferencias entre las personas para darle una opor-
tunidad al amor, pues no se ama lo que es sólo igual, sino lo que
también es diferente. La espiritualidad de la comunión es tener fe en
que la unidad en la diversidad que la misma Trinidad vive (Dios uno
y trino), nosotros la podemos vivir, pues estamos hechos a su imagen
y semejanza. Juan Pablo II nos invitaba a vivir la espiritualidad de la
comunión que implica “una mirada del corazón sobre todo hacia el
misterio de la Trinidad que habita en nosotros, y cuya luz ha de ser
reconocida también en el rostro de los hermanos que están a nues-
13
tro lado” .

Una comunidad que no comparte el silencio y pasividad místicos y


se arrodilla ante la fuente de la vida y don infinito que perdona lo
imperdonable, no tendrá ninguna fuerza religiosa y reconciliadora que
construya puentes para religar o transformar relaciones violentas. No
seremos capaces de facilitar una transformación sanadora y reconci-
liadora con los otros si antes no dejamos a Dios que sane nuestro

13 Novo millennio ineunte, 43.

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corazón y el corazón de nuestras comunidades. ¿Cómo ponernos a tiro


de esta gracia sanadora del Dios de la Vida para ser ministros de la
reconciliación y del perdón de Jesús?

Es tiempo de ser tan místicos como pragmáticos. En ello se nos va


la vida religiosa. El reto está en la pedagogía: cómo sacar fuera el
regalo que ya llevamos dentro y vivirlo personal, comunitaria y también
institucionalmente. Hay en nuestras instituciones religiosas y comuni-
dades, y dentro en cada uno de nuestros corazones, resistencias a la
inseguridad que supone el hablar de nuestras violencias y de nuestras
heridas. En palabras del papa Francisco: ¿cómo ser custodios unos de
14
otros desde la bondad y ternura? . La pragmática de la mística del “per-
dón,” el “plus de amor” que Jesús nos ofrece para construir una recon-
ciliación honda, empieza por crear y cuidar espacios comunitarios
suficientemente seguros y confiados para descubrir el rostro de Dios en
el hermano y la hermana, y desde ahí discernir como amigos en el
Señor y preguntarnos: ¿hay alguna voz de algún hermano o hermana
que está excluida en la construcción de la comunidad y que debería
estar incluida? ¿En qué medida nos sentimos víctimas y/o victimarios
hacia dentro de nuestras comunidades y hacia fuera también?
Tendemos a escapar de nuestras heridas hablando de las heridas de
los otros. Saberse herido y necesitado de sanación se transforma en
poder de sanación también. Las comunidades religiosas también están
llamadas a dejarse sanar sanando, a resucitar. “En estas condiciones,
la comunidad de los consagrados que vive el misterio pascual, reno-
vado cada día en la Eucaristía, se convierte en testimonio de comunión
15
y signo profético de fraternidad para la sociedad dividida y herida” .

La Congregación para los Institutos de Vida Consagrada nos


recuerda que “una tarea en el hoy de las comunidades de vida con-
sagrada es la ‘de fomentar la espiritualidad de la comunión, ante todo
en su interior y, además, en la comunidad eclesial misma y más allá
aún de sus confines, entablando o restableciendo constantemente el

14 Cf. “Homilía en la Misa del inicio del pontificado”.


15 Caminar desde Cristo, 26.

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diálogo de la caridad, sobre todo allí donde el mundo de hoy está tan
desgarrado por el odio étnico o las locuras homicidas’ (VC 51). Una
tarea que exige personas espirituales forjadas interiormente por el
Dios de la comunión benigna y misericordiosa, y comunidades madu-
16
ras donde la espiritualidad de comunión es ley de vida” .

¿De qué fuente bebes el amor excesivo que te hace


6. reconciliador?

En la raíz de la espiritualidad de la reconciliación se encuentra la espi-


ritualidad de comunión, que nos refleja la cohabitación de las tres
Personas de la Trinidad, del Dios uno y trino que articula en sí la unidad
y la diversidad. La Trinidad pasa a ser modelo de relaciones interperso-
nales, comunitarias, institucionales, sociales, internacionales. Cada
Persona realiza su función pero en común unión, en la unidad de Dios.

Desde la perspectiva de reconciliación presento a continuación un


cuadro en el que se distinguen las funciones de las tres Personas de
la Trinidad e intento hacer un paralelismo de cada una de ellas con
cada uno de los tres votos de la vida consagrada, y con cada una de
17
las tres funciones proféticas . Así se entiende la vocación de reconci-
liar de la vida consagrada y el profetismo como una vocación mística,
de unión profunda con el misterio trinitario de Dios mismo, fuente infi-
nita de amor capaz de perdonar lo imperdonable para reconciliar, dar
vida y resucitar tanta muerte violenta. Desde la fe se experimenta que
el perdón es un don divino que recibimos los humanos y lo comuni-
camos. Desde la fe creemos que perdonamos desde el amor excesivo
de Dios que hace lo humanamente imposible posible. Ese amor exce-
sivo de Dios los religiosos intentamos simbolizarlo en los tres votos, y
en ellos nos ofrecemos como puentes entre víctimas y victimarios.

16 Ib., 28.
17 Se podrían hacer otros paralelismos. Esta riqueza en posibilidades de otras conexiones indica
la unidad íntima de los tres votos entre sí, o de las funciones proféticas entre sí, o de la misma
vida trinitaria inmanente y económica. Toda función de una persona de la Trinidad está coha-
bitada por la acción de las otras dos personas.

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UN DIOS TRINITARIO RELIGIOSOS FUNCIONES PROFÉTICAS


fuente de amor amor excesivo de Dios haciéndose puentes
excesivo simbolizado en los del amor excesivo
votos de Dios
Espíritu Obediencia Denunciar
desenmascara la como escucha las injusticias y
violencia y defiende al Espíritu que nos hace desenmascarar
el vínculo entre todos, discernir, desenmascarar la violencia oculta que
víctima-victimario y denunciar la ruptura rompe el vínculo
del vínculo
Padre Castidad Anunciar
de todos, Creador y como símbolo del amor la alternativa de un amor
cuidador de todos universal y expresión de universal, filiación y
los hijos que ama reconciliación universal hermandad sin fronteras,
universalmente: hace como alternativa la reconciliación como
salir el sol sobre buenos posible, hasta la amor al enemigo es
y malos inclusión del enemigo posible
Hijo Pobreza Dar Energía
encarnado, pobre, como expresión de para el perdón de lo
vulnerable hasta la nuestra impotencia, imperdonable, para
muerte, que desde la de que sólo en Dios empoderar y motivar
impotencia y fracaso grita está la riqueza capaz desde el grito de los
al Padre fuente de toda de perdonar lo hijos, desde el futuro
riqueza, energía y amor imperdonable y pacífico
en exceso reconciliar lo para la siguiente
irreconciliable generación

El Espíritu de Dios es luz que desenmascara la violencia, al tiempo


que revela y defiende el vínculo entre todos los seres humanos para
re-humanizar a víctimas y victimarios: la destrucción del vínculo y rela-
ción es lo que deshumaniza.
El Padre de todos, que nos hace hijos y hermanos desde el
comienzo de la historia hasta su final, creador del vínculo universal,
ama a todos, víctimas y victimarios. El religioso es profeta que se hace
puente de reconciliación anunciando esta buena nueva: Dios Padre es
Padre de todos sin exclusión.
El Hijo que, encarnándose, abraza la pobreza y vulnerabilidad hasta
la muerte es el que nos enseña a lanzarnos confiados desde nuestra

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pobreza e impotencia a los brazos de Dios Padre, fuente del amor exce-
sivo, única riqueza capaz de re-humanizar, de sanar la herida entre víc-
timas y victimarios. Y de este modo, el Hijo desde su pobreza nos da la
energía del amor excesivo que viene de Dios Padre. Cuando un padre
o una madre sienten el sufrimiento de un hijo, hacen lo que sea para
parar el círculo de la violencia, y que la siguiente generación, los hijos,
tengan un futuro distinto, de paz. Como a Dios Padre le mueve su Hijo
Jesús a ser excesivo en el amor reconciliador, también a los padres y
madres les mueven sus hijos y su futuro en paz para dar en el presente
el siguiente paso posible hacia la reconciliación con el “enemigo”.
“Con el dinamismo de la caridad, del perdón y de la reconciliación,
los consagrados se esmeran por construir en la justicia un mundo que
ofrezca nuevas y mejores posibilidades a la vida y al desarrollo de las
personas. (…) Es preciso estar preparados para pagar el precio de la
persecución, porque en nuestro tiempo la causa más frecuente de
18
martirio es la lucha por la justicia en fidelidad al Evangelio” . María,
junto a los refugiados, está dispuesta a pagar el precio de ser daño
colateral, cordero de Dios.

7. Conclusión: ¡Eres manso como El Cordero!

Jesús transforma los conflictos mansamente mediante la tercera


vía. Frente a la primera vía que es venganza (ojo por ojo en una lucha
competitiva que alimenta el círculo de la violencia), o la segunda vía
que es la evasión del conflicto (huir sin transformar el status quo injusto
por miedo al conflicto), Jesús plantea mirar a los ojos al victimario de
forma mansa. Esto produce un desconcierto pues rompe la lógica
reactiva y permite ayudar al victimario a reflexionar y reconectarse hon-
damente con su humanidad. Cuando uno de los guardianes del sumo
sacerdote le da a Jesús una bofetada, él no se la devuelve ni huye sino
que mansamente le responde “si he dicho algo malo, dime qué; y si
lo que he dicho está bien, ¿por qué me pegas?” (Jn 18,22-23). Jesús

18 Caminar desde Cristo, 35.

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como víctima transforma los conflictos ayudando al victimario a reco-


nectar el vínculo humanizante con la víctima. También es expresión de
la tercera vía de transformar conflictos mansamente cuando Jesús
dice: “haced el bien a los que os odian; bendecid a los que os maldi-
cen; orad por los que os calumnian. Al que te abofetea en una meji-
lla, ofrécele también la otra; a quien te quita el manto, dale también la
túnica…” (cf. Lc 6,27-38). Claro que con esta respuesta de cordero
manso se corre el riesgo de volver a ser victimizado.
En el momento de recibir al Hijo en la eucaristía tenemos que repe-
tir tres veces “cordero de Dios que quitas el pecado del mundo”. Leonel
19
Narváez dice que necesitamos repetirlo tres veces porque con decirlo
tan solo una vez no garantizamos la comprensión profunda de su sig-
nificado: “Si quieres ser seguidor de ese Señor que se llama Cristo, te
toca convertirte en cordero inmolado para borrar los pecados de los
demás. El cristianismo te lleva incluso a una exigencia de reparación
de las culpas ajenas. Esa es la definición más profunda de espirituali-
dad cristiana. Es ahí donde el mensaje de Cristo se convierte en algo
20
necesario para que la humanidad pueda sobrevivir” .
No es fácil aceptar el cargar con las consecuencias de la violencia
de otros. Como decía la hermana María al principio de este artículo,
no es fácil tirarse al suelo y hacerse puente de reconciliación para que
otros pasen pisando tus espaldas. La Congregación para los Institutos
de Vida Consagrada es clara al respecto: “‘Para devolver al hombre el
rostro del Padre, Jesús debió no sólo asumir el rostro del hombre, sino
cargarse incluso del rostro del pecado’ (NMI 25). (…) El grito de Jesús
en la cruz revela cómo ha asumido sobre sí este mal para redimirlo.
La vocación de las personas consagradas sigue siendo la de Jesús y,
como Él, asumen sobre sí el dolor y el pecado del mundo consumién-
21
dolos en el amor” . La vocación reconciliadora de los religiosos y reli-

19 Padre de la Consolata y fundador de ESPERE; véase: http://www.fundacionparalareconcilia-


cion.org/.
20 FUNDACIÓN ANANTA, “Entrevista a Leonel Narváez (2010): ‘El perdón constituye la base de una
nueva cultura que la humanidad está llamada a abrazar’ (Koldo Aldai)”:
http://www.fundacionananta.org/web/index.php/entrevistas/g-2010/104-entrevista-a-
leonel-narvaez-el-perdon-constituye-la-base-de-una-nueva-cultura-que-la-humanidad-
esta-llamada-a-abrazar-koldo-aldai.
21 Caminar desde Cristo, 27.

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giosas pasa por hacerse cordero de Dios con el Cordero, una gracia
de Dios que “no tiene mucha gracia” y contra la cual toda la sensibili-
dad humana se nos rebela, como al mismo Jesús cuando dice: “Padre,
aparta de mí este cáliz” (Lc 22,42). Y por eso, justo antes de beberlo en
la eucaristía, repetimos tres veces “Cordero de Dios”, pidiendo confi-
gurarnos corderos con el Cordero. Sólo por Cristo, con Él y en Él podre-
mos cargar con los dolores de las violencias de otros para
transformarlo en cada una de nuestras células en el amor excesivo
que viene de Dios. Y, así, sanar el tejido humano.
Repetir “cordero de Dios” pasa a ser una memoria peligrosa. “En la
Eucaristía, efectivamente, el Señor Jesús nos asocia a sí en la propia
oferta pascual al Padre: ofrecemos y somos ofrecidos. La misma con-
sagración religiosa asume una estructura eucarística: es total oblación
22
de sí estrechamente asociada al sacrificio eucarístico” . La hermana
María, con sus votos de religiosa en esta perspectiva, dice:
“Ya está todo entregado. Y a cada día le llega el recibo de lo que toca
dar hoy. Son muchas las sorpresas del día a día pero pocas las dudas
o tacañerías. Es ya la única posibilidad para mí de ser feliz. La entrega
generosa de la vida expresada en los votos es una forma de expre-
sarme a mi misma, que ya no me debo tomar muy en serio pues ya
no tengo nada que defender, porque ya todo está entregado en la
obediencia, en la castidad y en la pobreza. Y ese vaciarme de mí
misma es lo que me posibilita abrirme y llenarme de Dios. Y desde
ese Amor absoluto es más fácil encajar con humor muchos reveses
y frustraciones sirviendo a los perdedores del mundo en un trabajo
sin tregua por los cambios estructurales”.

En la hermana María vemos un reflejo de la otra María, la


Magdalena: al pie de la cruz acompaña al Perdedor de la historia, a
la Víctima del mundo. Ellas nos enseñan que no se trata de tener éxito
en la misión sino ser fructíferas, incluso en el fracaso, la impotencia y
frustración. Ni Magdalena ni sus amigos han podido detener el asesi-
nato de su querido Jesús. Ella no sólo se siente dolorida con la pérdida
del Amigo, sino pequeña y muy limitada, abatida y frustrada por la

22 Ib., 26.

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impotencia, incapaz de impedir esa crónica de una muerte anunciada.


Se siente fracasada ante la violencia estructural, e imparable de los
poderes políticos, militares y religiosos, poderes también con intereses
económicos. Es en esa impotencia y fracaso donde el amor gratuito se
revela con más evidencia ineficaz, al pie de la cruz, porque la lógica
del amor la ata al cuerpo agonizante de su Señor. Sólo podrá llorar y
besar el cuerpo de Jesús al bajarlo sin vida. Y desde ese vacío que la
muerte deja y que hiere tanto el alma sólo queda esperar contra toda
esperanza el milagro de la vida resucitada. No dejar de esperar por-
que el alma a uno le grita que alguien bueno no puede morir para
siempre, que se tiene que hacer justicia. Porque María Magdalena
acompañó desde un amor gratuito y loco, sin miedo a la bondad y ter-
nura, pudo ser la primera testigo de la resurrección, correr y ser puente
de reconciliación para los discípulos que por miedo habían abando-
nado a su Señor.
Religiosos y religiosas que no se exponen con pasión a Dios como
la Magdalena no serán capaces de ser cordero de Dios, vivir la impo-
tencia ante la cruz sin huir por miedo a ser heridos por el fracaso. Sin
una experiencia de pobreza radical como la de la Magdalena, los reli-
giosos últimamente se anunciarán a sí mismos en sus propios pro-
yectos. Seguirán a “dios sin Dios”. Y, por lo tanto, difícilmente serán
capaces de ser puentes del amor reconciliador de Dios. La reconcilia-
ción pasa por el silencio y la pasividad para despojarse de uno mismo
en sus éxitos.
Es lo que vemos en Jesús, en el cordero de Dios del canto de Isaías:
“Él soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores; nosotros
lo tuvimos por leproso, herido por Dios y humillado, traspasado por
nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes. El soportó el cas-
tigo que nos trae la paz. Por sus llagas hemos sido curados. Todos
andábamos errantes como ovejas, cada uno siguiendo su camino, y
el Señor cargó sobre él todos nuestros crímenes. Cuando lo maltra-
taban, se humillaba y no abría la boca, como un cordero llevado a
degollar; como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la
boca. Inicuamente y contra toda justicia se lo llevaron. ¿Quién se pre-
ocupó de su suerte? Lo arrancaron de la tierra de los vivos, lo hirie-

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ron de muerte por los pecados de mi pueblo, le dieron sepultura con


los malhechores a la hora de su muerte, aunque no había cometido
crímenes, ni hubo engaño en su boca. (…) Por las fatigas de su alma,
verá la luz y se saciará; con sus sufrimientos justificará mi siervo a
muchos, cargando con los crímenes de ellos. Por eso le daré una
parte entre los grandes, y con los fuertes repartirá despojos, ya que
indefenso se entregó a la muerte y fue contado entre los malhecho-
res, cuando tomó sobre sí las culpas de todos e intercedió por los
pecadores” (cf. Is 52,13-53,12).

Misteriosamente para curarnos nuestras heridas Jesús se lanzó a


la herida del mundo como cordero de Dios. Mansamente, con el silen-
cio y pasividad, Jesús grita y salta al Padre como fuente de vida, tan
excesiva como necesaria, para transformar la violencia que le mata.
No hay necesidad de ahondar en las fuentes de vida cuando uno
contempla desde fuera, sin lanzarse a tocar las heridas de víctimas y
victimarios. Tomás no ahonda su fe sin tocar la herida de Jesús
resucitado, sin tocar al tiempo su propia herida de incrédulo
(cf. Jn 20,24-29). Tocar las heridas ajenas y propias nos invita a creer
más hondamente, nos hace más compasivos universalmente, capa-
ces de empatizar con todos los heridos del mundo, víctimas y victima-
rios que también encontramos en nosotros mismos.
El papa Francisco expresa que “la reconciliación es la recreación del
23
mundo; esta es la misión más profunda de Jesús” . Para compartir su
misión como “religiosos-reconciliadores” debemos preguntarnos:
¿estamos dispuestos a ser corderos de Dios con el Cordero que carga
mansamente con los golpes de la violencia del mundo para así trans-
formarla en vida resucitada?

23 “Homilía en la Domus Santa Marta (4.7.2013)”: http://www.aleteia.org/es/religion/noticias/


papa-francisco-cristiano-nombre-hijo-de-dios-estado-civil-libre-2357002.

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