Tarea Resumen Jueves 11-04-24
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La transición del prólogo de Lucas (1:1-4) a la narrativa de la infancia introduce al lector en un ambiente de
judaísmo humilde y pietista. La narrativa se concentra en los justos y devotos (1:6,28; 2:25) que se agrupan
alrededor del templo y su adoración (1:9; 2:27, 37). Como muestran su alabanza y adoración, están saturados
en las imágenes y los modos de pensar de sus Escrituras (1:46-55,68-79; 2:29-32). Consecuente con su
devoción, guardan sus leyes y observaciones religiosas (1:59; 2:21-22).
En ese ambiente extrañamente cargado de devoción religiosa, Lucas describe dos anuncios de nacimiento
sensacionales.
Primero, el ángel Gabriel anuncia al anciano sacerdote Zacarías: “Tu mujer Elisabeth te dará a luz un hijo, y
llamarás su nombre Juan” (1:13).
Segundo, unos seis meses después, el mismo mensajero celestial informa a María, una joven pariente de
Elisabeth: “Has hallado gracia delante de Dios. Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y
llamarás su nombre JESÚS” (1:30b-31). El informe subsiguiente de Lucas de los nacimientos de Juan y Jesús
lleva esos anuncios espectaculares a su conclusión natural (1:57 2:38).
Con la única excepción de que Mateo también informa que María concebirá a Jesús mediante el poder
engendrador del Espíritu Santo (Mateo 1:18-20), la relación de Lucas de esa actividad del Espíritu está sin
paralelo en los otros Evangelios. Como lo informan Lucas (y Mateo), la concepción milagrosa de Jesús
mediante el poder engendrador del Espíritu Santo difiere de las otras actividades del Espíritu en la narrativa
de la infancia.
Las otras cuatro referencias a la actividad del Espíritu Santo en la narrativa de la infancia, por contraste,
describen la actividad carismática del Espíritu. Específicamente, esa actividad carismática es profética. Por
ejemplo, Juan, Elisabeth y Zacarías son llenos del Espíritu Santo. Como muestra la referencia a Zacarías
(1:67), Lucas emplea ese término para describir la inspiración profética. Así, los cantos de alabanza de
Elisabeth y Zacarías (1:42- 45,68-79) son palabra profética. Por analogía, puesto que tiene el Espíritu Santo
sobre él, la bendición de Simeón (2:29-32) es otro ejemplo de inspiración profética. Ese derramamiento
carismático del Espíritu Santo en la narrativa de la infancia, entonces, resulta invariablemente en alabanza y
adoración proféticas.
Cuando circuncidan a Juan, su padre Zacarías, inspirado por el Espíritu, profetiza: “Y tú, niño, profeta del
Altísimo serás llamado” (1:76). Lucas, además, presenta el ministerio público de Juan con una fórmula que
hace eco de las fórmulas introductorias de muchos profetas del Antiguo Testamento (3:1,2).
El que se hable de Juan en términos proféticos no resulta sorprendente. Tanto su recepción previa del Espíritu
como el carácter de su ministerio subsiguiente son consecuentes con la vocación profética.
Sin embargo, la gente no sólo lo reconoció como profeta (20:6), sino que, conmovida por su predicación, se
preguntaba también “si acaso Juan sería el Cristo” (3:15). El judaísmo contemporáneo identificaba la vocación
profética con la mesiánica. La literatura de Qumrán, por ejemplo, da testimonio de la extensa popularidad de
esa identificación de los ministerios profético y mesiánico.62 Esa identificación de la funciones profética y
mesiánica en el ministerio de Juan es la clave para la interpretación del ministerio, carismático y ungido por el
Espíritu, de Jesús.
Con sus episodios de visitaciones angélicas, torrentes de profecía y escenas de natividad, la narrativa de
Lucas de la infancia contiene diversos elementos tipológicos, programáticos y paradigmáticos. Por ejemplo, al
anunciar el venidero nacimiento de Juan, el ángel describe su ministerio de acuerdo con el modelo tipológico
de Elías (1:17).
Además, Lucas describe una clara correspondencia tipológica entre Juan y Jesús. Juan, que es lleno del
Espíritu Santo, será un profeta del Altísimo (1:15,76). De un modo parecido, Jesús, que es concebido por el
poder del Espíritu Santo, será el Hijo del Altísimo (1:32,35). Aunque Juan es el hijo de Zacarías y Jesús es el
hijo de Dios, la actividad del Espíritu Santo crea una genuina correspondencia tipológica entre esos dos
bebés, cuyo nacimiento anuncia el amanecer de la era mesiánica además de esas correspondencias
tipológicas, la narrativa de la infancia también da anticipos programáticos de lo que ha de seguir.
Textos individuales
Nos queda examinar las cuatro restantes referencias al Espíritu Santo en el Evangelio según San Lucas
(10:21; 11:13; 12:10; 12:12). Esos textos, tanto individual como colectivamente, carecen de la importancia de
las narrativas de infancia o inauguración para la comprensión de la teología del Espíritu Santo de Lucas.
Aunque no contribuyen de manera significativa a la teología de Lucas, subrayan la importancia del Espíritu
Santo en el pensamiento de Lucas.
Tanto Lucas como Mateo incorporan una fuente común, que generalmente se llama Q, en sus Evangelios
respectivos.
Dos textos Q reflejan la importancia del Espíritu Santo para Lucas: la acción de gracias de Jesús al Padre
(Lucas 10:21–22; Mateo 11:25– 27) y la exhortación de Jesús a orar (Lucas 11:9–13; Mateo7:7– 11).
En el primer texto, en comparación con Mateo, Lucas añade la modificación de que Jesús “se regocijó en el
Espíritu” (10:21). En el segundo texto Lucas sustituye “buenas cosas” de Mateo por “Espíritu Santo” (11:13).
¿Cómo explicamos esas diferencias? Aunque Mateo sin duda ha conservado la redacción original, Lucas ha
modificado las palabras de su fuente.
Ese hecho no amenaza la confiabilidad de Lucas, pues sus modificaciones están de acuerdo con el principio
común de midrash pesher, es decir, hacer contemporáneo el texto, “ajustándolo a su ‘realización’ en la época
del escritor”.74 Debido a sus énfasis en el Espíritu Santo, Lucas actualiza la promesa original de “buenas
cosas” a la luz de la realidad después de Pentecostés del don del Espíritu. Aunque el significado es
consecuente con la fuente Q, la redacción es de Lucas.
Al igual que Mateo, Lucas depende de Marcos para las dos otras referencias al Espíritu Santo: el dicho acerca
de blasfemia contra el Espíritu Santo (Lucas 12:10; Marcos 3:29; Mateo 12:31), y la promesa de Jesús de la
enseñanza del Espíritu Santo (Lucas 12:12; Marcos 13:11; Mateo 10:20). Variantes estilísticas insignificantes
caracterizan los tres relatos.
Por ejemplo, tanto Marcos como Lucas tienen “Espíritu Santo”, mientras que Mateo tiene “Espíritu” y “Espíritu
de vuestro Padre”. A pesar de esas variantes, los tres relatos reflejan una perspectiva teológica similar. ¿Qué
contribuyen esos cuatro textos a la teología del Espíritu Santo de Lucas? Dos textos–el regocijo de Jesús en
el Espíritu (10:21) y su promesa de la enseñanza del Espíritu (12:12) refuerzan el énfasis anterior de Lucas en
el Espíritu Santo como la fuente de inspiración.
También aprendemos que los discípulos pueden pedir al Padre el don del Espíritu. Esa perspectiva se
encuentra únicamente en Lucas y sin duda refleja la realidad después de Pentecostés del don del Espíritu.
Tal vez Lucas considerara el caso de Ananías y Safira como un ejemplo del pecado contra el Espíritu Santo;
no se puede decir a ciencia cierta. Por lo menos, el dicho acerca de blasfemia contra el Espíritu advierte
contra atribuir las obras de Dios al poder de Satanás.
La gente se pregunta: “¿Es este el profeta Elías, o es el Cristo?” Sin embargo, muy pronto el hijo de un
carpintero de Galilea exalta la imaginación popular.
Afirma ser ungido por el Espíritu, una afirmación autenticada por sus milagros. De repente, después de
generaciones de silencio, la presencia y el poder del Espíritu se manifiestan en Israel, significando que ha
amanecido la era mesiánica.
Entre los evangelistas, Lucas da más énfasis a esa renovación de actividad carismática o profética. Lo hizo,
sin duda, porque creía que hacía un aporte vital a la iluminación del significado del don del Espíritu, no sólo a
los discípulos el día de Pentecostés, sino también a los samaritanos, a Saulo, a la casa de Cornelio y a los
discípulos en Éfeso.
Para Lucas es imposible divorciar la misión de Jesús de la actividad del Espíritu, o la misión de los discípulos
de la actividad del Espíritu.
Un hecho sorprendente, sin embargo, surge del estudio del Espíritu Santo en el Evangelio según San Lucas:
Jesús rara vez menciona el Espíritu Santo en su enseñanza. Ese silencio está íntimamente vinculado con la
renuencia de Jesús de declarar abiertamente su mesiazgo.