Harpur - La Imaginación Romántica

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 2

Harpur - La imaginación romántica

La primacía de la imaginación, rasgo definitorio del romanti cismo, cobró fuerza a


finales del siglo XVIII, en la época de Blake, porque la exaltación racional durante la
Ilustración se convirtió rápidamente en una ideología -el racionalismo- que negó y de
monizó cuanto consideraba supersticioso, críptico, irracional o incluso ambiguo, desde
los sueños y los dáimones hasta el alma y la propia imaginación. Todos los poetas
románticos ingleses se opusieron a esto, y la segunda generación de Keats, Shelley y
Byron no menos que Blake, Wordsworth y Coleridge, que habló por todos ellos
cuando declaró categóricamente:
«Sostengo que la imaginación primigenia es el poder vivo y el primer agente de toda
percepción humana, y que es una repe tición en la mente finita del eterno acto creador
del infinito YO
SOY... ».IZ

A nosotros, como hijos de la Ilustración, nos cuesta captar lo que Coleridge


quiere decir. Pensamos en la imaginación como algo deseable en los niños, pero no
tanto en los adultos, que han de «tener los pies en el suelo», «afrontar la realidad» y
todo eso; como las imágenes que nos vienen a la cabeza cuando soñamos despiertos
y fantaseamos, como algo que tiene que ver con la memoria: imágenes de cosas que
rememoramos cuando están ausentes. En cualquier caso, la imaginación se suele
relacionar con cosas que no llegan a ser reales y que se dispersan fácilmente como
el humo ante la fría brisa de la «realidad».
Pero para cualquiera con una disposición romántica, la ima ginación es la realidad en sí
misma. Siendo otro mundo, tiene sus propias leyes y moradores, una vida espontánea
propia muy distinta de la nuestra, incluso si nos la figuramos dentro de no sotros mismos.
Es dinámica, está dominada por los dáimones y no depende en absoluto de nosotros, sino
que sustenta todas nuestras percepciones. Y genera mitos: los relatos universales que
moldean y gobiernan nuestras vidas, así como las vidas de las culturas y las economías,
nacen todos ellos de la Imaginación Primigenia, de la que nuestras tenues imaginaciones no
son más que un eco. Cada cuento que contamos, cada historia que in ventamos, cada teoría
que elaboramos hunde sus raíces en la imaginación. Ésta es sinónima del alma, que no es
sino «la posi bilidad imaginativa de nuestra naturaleza, el hecho de experi mentar a través
de la especulación reflexiva, el sueño, la imagen y la fantasía; ese modo que reconoce
todas las realidades como esencialmente simbólicas o metafóricas». 13

William Blake llamaba «doble visión »: 15 la capacidad de ver, a través de la

superficie de las cosas, lo que hay más allá. Blake, por su parte, lo utilizó para hacer

poesía:

Esta vida oscura de las ventanas del alma distorsionan los Cielos de polo a polo

y te hacen creer una mentira


cuando miras con los ojos, y no a través de ellos.
Cuando sólo vemos con los ojos, vemos el mundo tal como aparece; cuando vemos
a través de ellos, vemos el mundo tal como es. La primera es la vista literal; la
segunda, la visión me tafórica. Blake lo expresó de forma más sucinta:

Con mi ojo interior, es un hombre anciano y gris; con mi ojo exterior, es un cardo en mi camino .' 7

Con los ojos ve un cardo; a través de ellos un anciano. Ver nada más que un cardo
es literalismo. Pero, de igual modo, si sólo viéramos «un hombre anciano y gris»
estaríamos literali zando en otro sentido, convirtiendo la visión poética en ilusión o
alucinación. Se trata pues de cultivar la «doble visión», que contempla el anciano en el
cardo o la dríade en el árbol pero que no pierde de vista ni el cardo ni el árbol. «Pues
doble es la visión de mis ojos,/ y una doble visión me acompaña siempre.»' 8 Hay que
conservar el sentido de la metáfora, de la traslación -de dos mundos interpenetrados-.
Pero éste es también el movi miento fundamental de la imaginación. A través del
mundo li teral vemos el Otro Mundo cambiante que hay detrás. Y así la naturaleza
misma es vista como el Otro Mundo. «Para el hom bre de imaginación», escribió
Blake, «la naturaleza es la imagi nación misma. »' 9 Es nuestro brusco literalismo, y
sólo él, lo que paraliza el fluir de la naturaleza, lo detiene en seco e insiste en una
única realidad «fáctica».

Si no hubiera ninguna Caída, ningún salto al literalismo, el alma se manifestaría


en todas partes, como ocu rría cuando Dios se paseaba junto a Adán con la brisa de
la tarde. No estaría entonces oculta; ni sería secreta o misteriosa. No nos veríamos
llamados a ejercer nuestros poderes imagina tivos de reflexión, discernimiento y
creación de mitos de los que depende nuestro desarrollo anímico." Al parecer,
necesitamos ese literalismo que tanto nos entumece si no vemos a través su yo.
Debemos adquirir la «doble visión» sin la cual no habría arte ni religión que
merecieran tal nombre, porque no habría otra realidad detrás de ésta, no habría
profundidad.

“Quizá cuando más sentimos la presencia del alma es en aquellos momentos en que la
profundidad hace su aparición. Al con templar una obra de teatro, o un ballet o un
concierto a veces el artista y el público se convierten en uno (…) El alma es lo que
con vierte acontecimientos corrientes en experiencias, y lo que confiere a un instante pasajero
profundidad, conexión y reso nancia. Aunque no podamos describirlo, el efecto es inconfun dible:
una sensación de calma en la cabeza y de plenitud en el corazón. Es obvio que es el alma lo que se
transmite y recibi mos en esa experiencia, igual de inefable, que llamamos amor. (…) Los humanos
podemos sacralizar cualquier cosa. Para la mente profana, no hay nada sagrado: el alma de la selva es
una simple tubería de metal; la sangre de Cristo no es más que un vino empalagoso. Todo depende
del acto creativo de la imagi nación. Cuanto más dotamos al mundo de imaginación, más alma
adquiere y más alma nos devuelve, con su elocuente canto.”

También podría gustarte