Harpur - La Imaginación Romántica
Harpur - La Imaginación Romántica
Harpur - La Imaginación Romántica
superficie de las cosas, lo que hay más allá. Blake, por su parte, lo utilizó para hacer
poesía:
Esta vida oscura de las ventanas del alma distorsionan los Cielos de polo a polo
Con mi ojo interior, es un hombre anciano y gris; con mi ojo exterior, es un cardo en mi camino .' 7
Con los ojos ve un cardo; a través de ellos un anciano. Ver nada más que un cardo
es literalismo. Pero, de igual modo, si sólo viéramos «un hombre anciano y gris»
estaríamos literali zando en otro sentido, convirtiendo la visión poética en ilusión o
alucinación. Se trata pues de cultivar la «doble visión», que contempla el anciano en el
cardo o la dríade en el árbol pero que no pierde de vista ni el cardo ni el árbol. «Pues
doble es la visión de mis ojos,/ y una doble visión me acompaña siempre.»' 8 Hay que
conservar el sentido de la metáfora, de la traslación -de dos mundos interpenetrados-.
Pero éste es también el movi miento fundamental de la imaginación. A través del
mundo li teral vemos el Otro Mundo cambiante que hay detrás. Y así la naturaleza
misma es vista como el Otro Mundo. «Para el hom bre de imaginación», escribió
Blake, «la naturaleza es la imagi nación misma. »' 9 Es nuestro brusco literalismo, y
sólo él, lo que paraliza el fluir de la naturaleza, lo detiene en seco e insiste en una
única realidad «fáctica».
“Quizá cuando más sentimos la presencia del alma es en aquellos momentos en que la
profundidad hace su aparición. Al con templar una obra de teatro, o un ballet o un
concierto a veces el artista y el público se convierten en uno (…) El alma es lo que
con vierte acontecimientos corrientes en experiencias, y lo que confiere a un instante pasajero
profundidad, conexión y reso nancia. Aunque no podamos describirlo, el efecto es inconfun dible:
una sensación de calma en la cabeza y de plenitud en el corazón. Es obvio que es el alma lo que se
transmite y recibi mos en esa experiencia, igual de inefable, que llamamos amor. (…) Los humanos
podemos sacralizar cualquier cosa. Para la mente profana, no hay nada sagrado: el alma de la selva es
una simple tubería de metal; la sangre de Cristo no es más que un vino empalagoso. Todo depende
del acto creativo de la imagi nación. Cuanto más dotamos al mundo de imaginación, más alma
adquiere y más alma nos devuelve, con su elocuente canto.”