Documento Conceptual Enlaces 2024
Documento Conceptual Enlaces 2024
Documento Conceptual Enlaces 2024
Documento elaborado por: Lic. en Psicología Julieta Bottaro – Lic. en Trabajo Social Sandra Vilar
– Prof. Terap. Luciana Gómez - Prof. Terap. Soledad Olguín - Lic en Psicología Mariela Fozzatti .
AÑO 2024
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aceptable, desechable, permitido, prohibido.
Así cada sociedad y cada momento histórico, establecen sus normas y formas de
funcionamiento, determinando y legitimando lo que es “normal” de lo que no lo es. En este sentido,
es el discurso el que justamente da legitimidad a las situaciones, el que provee de sentido a los
hechos y los transforma en verdaderos, en tanto es sostenido por un sector cargado de poder como
para validarlo. Así “verdad” y “poder” son utilizados como reglas de juegos sociales. Podemos
observar entonces, cómo a lo largo de la historia cada sociedad determina sus pautas y normas de
funcionamiento de acuerdo a un orden establecido. Quien se considere perteneciente a una
sociedad, debe observar sus pautas y sus normas y reflejarlo a través de su conducta.
Las instituciones son las encargadas de transmitir esta lógica comportamental y ubicar a sus
integrantes dentro de sus funciones esperadas. Así encontramos a la familia, la iglesia, la escuela
y todo aquello que forma parte de la cultura. (Vilar, S.2000). De esta manera cada sociedad y cada
momento histórico establece las formas de inclusión a la misma y también establece las formas
de exclusión de quienes no logran responder al patrón instituido por estas instituciones.
Tomando como base esta línea de pensamiento, el dispositivo Enlaces, surge en el año
2012, a partir de la revisión de la historia de la salud mental, la revisión de las prácticas en torno a
ella y los discursos prevalentes, los modelos hegemónicos, en el marco de los Derechos Humanos
de las personas con padecimiento mental, con el fin de generar espacios de encuentro, diálogo,
escucha y reflexión para la construcción colectiva de nuevas alternativas.
En nuestros comienzos observamos que las personas que concurrían a los distintos
espacios de rehabilitación del hospital, al momento de ser dadas de alta a fin de continuar sus
procesos en la comunidad con proyectos de inclusión en distintas actividades comunitarias; habían
generado características de institucionalización, no pudiendo sostener sus proyectos, por fuera del
hospital, quedando nuevamente recluidas, aisladas generando un efecto de retorno a la institución.
En la mayoría de los casos, esto se producía fundamentalmente por la ausencia de
dispositivos intermedios entre el hospital y la comunidad, que acompañaran y trabajaran con las
dificultades tanto individuales, como también con las barreras sociales e institucionales que se
presentaban constituyéndose en verdaderos obstáculos para lograr procesos de inclusión.
Observamos así que era necesario visibilizar e intervenir en todas estas dificultades, de-
construyendo el imaginario social existente en torno a la “locura” (mitos, prejuicios), generando
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accesibilidad a los espacios de la comunidad y sosteniendo a las personas en sus procesos de
inclusión social.
De este modo, Dispositivo Enlaces se presenta y se construye como “un dispositivo
intermedio entre el Hospital Pereyra y la comunidad”. Un puente, un nexo que acompaña procesos
de inclusión social.
Es por ello, que desde una planificación estratégica consideramos esencial comenzar a
ocupar los espacios ya existentes para trabajar las vulneraciones de derechos, los prejuicios, los
mitos y los estigmas asociados a la salud mental desde el mismo territorio. Es decir, que desde un
inicio nuestras actividades se llevan a cabo no sólo en la Institución sino también en espacios
comunitarios.
Por otro lado, al intentar implementar estas estrategias, nos encontramos con una sociedad
atravesada por diversos procesos y formas de fragmentación social, que provocan un gran impacto
en la sociabilidad de las personas. Esto ha ido generando en las nociones de proyecto colectivo y
de proyecto futuro, sentimientos de incertidumbre, formas de ajenidad y aislamiento que se
transforman en nuevas formas de dolor y padecimiento. Estos contextos sociales, acentuados en
los modelos neoliberales, promueven el quebrantamiento de los lazos sociales; pérdida de
solidaridad; pérdidas constantes y cada vez más pronunciadas de derechos sociales y civiles;
sensaciones de des-alojo; todo esto sumado a las marcas y estigmas que aún hoy perduran en
torno al padecimiento mental, interpelando nuestras prácticas. Esto genera impactos profundos en
la subjetividad de las personas protagonistas del dispositivo, quienes continúan siendo una
población vulnerable desde el punto de vista biológico, psicológico y social.
Los abordajes centrados únicamente en diagnósticos psicopatológicos individuales e
incluidos en la epidemiología psiquiátrica vigente, dejan por fuera a las problemáticas de salud
mental que hacen al padecimiento subjetivo de una comunidad en su conjunto y que no están
relacionados necesariamente con diagnósticos psicopatológicos. En términos de Galende, nos
referimos a la “Soledad Relacional”, esa problemática colectiva de salud mental que se caracteriza
por la labilización de los lazos sociales, la fragilización de las redes de contención comunitaria y la
desarticulación de sus formas de organización colectiva.
Es por ello, que surge la necesidad de problematizar, desnaturalizar, desideologizar,
deconstruir, convertir nuestras prácticas, con el fin de favorecer estrategias de promoción de la
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salud mental comunitaria orientada a la multiplicación de redes de contención comunitaria. Este
tipo de acciones facilitan la transformación hacia una sociedad más inclusiva, ya que para que las
personas con padecimientos mentales puedan ser asistidas en su comunidad, ésta también debe
estar preparada. (Bang, C, 2014)
Siguiendo esta línea, surgen nuestros talleres y abordajes grupales, como espacios de lazo
social, entendiendo a éste como aquel que posibilita el encuentro con uno mismo y con los demás;
el diálogo entre los distintos saberes y experiencias; la posibilidad de recuperar la palabra y las
diferentes formas de decir, vinculando al sujeto con su cultura, con su historia, con lo lúdico, lo
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expresivo, la pertenencia y la identidad. De esta manera, el lazo social se transforma en espacios
de sociabilización, rescatando la singularidad de las personas.
En términos de Carballeda (2013), el lazo social es un mecanismo atravesado por los
simbólico que da cuenta de la relación entre sujeto y mundo social. Es singular y está compuesto
por elementos materiales y múltiples significaciones que se hacen necesarias en la construcción
de subjetividad, dado que actúan como mediadores en la construcción de diferentes sistemas de
significados y valores que nos hacen sujetos.
Es así que siguiendo esta línea de pensamiento, la creación de dispositivos enlazados a la
comunidad tienen el fin de abordar la soledad relacional, propiciando espacios constructores de
subjetividad.
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Como mencionamos anteriormente, nuestras actividades se llevan a cabo tanto en la
comunidad (talleres y abordajes grupales) como en el Hospital donde se realizan las tareas
asistenciales. Para ello proponemos una reconceptualización de “lo asistencial” a partir de los
lineamientos de Montero, M. (2004) en relación a la necesidad de problematizar, desnaturalizar,
concientizar, desideologizar y convertir nuestras prácticas.
Es así que desde nuestras intervenciones re-definimos este concepto desde una nueva
categoría de análisis, en términos de accesibilidad y ejercicio de derechos. En este aspecto, cuando
se presentan vulneraciones de derechos fundamentales como problemáticas derivadas de falta de
acceso a la alimentación, a la salud, a servicios básicos; así como también surgimiento y expresión
de problemas sociales como abandonos, violencias, discriminación y su impacto en lo subjetivo;
se hace necesario el trabajo desde la Institución y en territorio, de manera interdisciplinaria e
intersectorial, a fin de garantizar el acceso a estos derechos.
De este modo, lo asistencial se manifiesta en términos de falta de oportunidades y de
acceso; y a las necesidades no simplemente como carencias sentidas por las personas, sino como
necesidades humanas, que incluyen a todos aquellos bienes, tangibles e intangibles, que permiten
desarrollarse integralmente como personas y mejorar su calidad de vida.
Nuestro trabajo tiene una base territorial. Entendiendo al territorio como algo más amplio,
como “un espacio no solo geográfico, un recorte, o un segmento (arbitrario) de la corteza
terrestre con sus recursos, sino también sus formas de vida y en especial su población humana y
sus externalizaciones (construcciones duraderas), instituciones y cultura” (Coraggio, citado en
Arancibia I, Virasoro S, 2019).
Es en el territorio donde encontramos las barreras físicas y obstáculos que luego determinan
también barreras sociales, culturales, falta de accesibilidad, etc.
Tener una mirada desde lo territorial, implica pensar a la persona de una manera situada,
en un aquí y ahora concreto, en un contexto geográfico, histórico-social y cultural determinado, con
significaciones que atraviesan la vida cotidiana. De esta manera la intervención con una mirada
territorial implica salir a buscar y despertar las historias y los relatos situados del transcurrir de las
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personas que participan en Dispositivo Enlaces.
5. HERRAMIENTAS DE LA INTERVENCIÓN
Consideramos fundamental para nuestras prácticas implementar herramientas que alojen a las
personas desde su subjetividad, para ello nos basamos en los conceptos que se desarrollan a
continuación:
A. LA TERNURA
Para ello tomamos los aportes de Fernando Ulloa (1988) en relación a la ternura, en tanto
a la importancia de incluir el plano afectivo en nuestras prácticas. “La Ternura” como instancia
psíquica fundadora de la condición humana. Teniendo en cuenta dos dimensiones:
1) La ternura como función (empatía): en tanto implica garantizar los suministros adecuados
como calor, cuidado, afecto, acompañamiento, palabras en el momento oportuno. Es la que
permite salir del desamparo, engendrando subjetividad.
2) La ternura como miramiento: en tanto implica mirar con amoroso interés a quien se reconoce
como sujeto ajeno y distinto a mí mismo.
B. LA PALABRA
Es importante mencionar los estigmas y cómo estos impactan en la palabra de las personas
que reciben atención en salud mental. El hecho de haber pasado por la experiencia de
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internaciones psiquiátricas se constituye como “marca” que condiciona la forma en que una persona
es percibida por otras, condiciona la forma en que esa persona es escuchada, quedando su palabra
relegada, muchas veces al descrédito. La persona pasa a ser asociada en su totalidad a un rasgo
que se interpone ante todos los demás. El estigma hace que la palabra pierda credibilidad y validez,
no por lo que se tiene para decir, sino por el propio lugar desde el que se habla. La enfermedad se
constituye como una nueva identidad abarcando todas las áreas de la persona.
Desde este enfoque, Goffman (1960) plantea que el núcleo del estigma es la “objetivación
de la persona” y conlleva a la negación de su palabra como máxima expresión de dicha
objetivación.
Muchas personas han pasado por prácticas muy fuertes de objetivación, donde se ha
anulado a la persona como sujeto de derecho.
Es así que la ruptura del estigma y la recuperación de la palabra se relacionan con la
posibilidad de lograr un “reposicionamiento subjetivo” y con la recuperación de la vigencia
efectiva de sus derechos. (Stolkiner, 2010)
Promover la participación permite recuperar la voz acallada, facilitar espacios de prácticas
subjetivantes, donde las personas puedan asumir roles protagónicos, devolviendo la posibilidad de
decisión y autonomía dentro del proceso salud- enfermedad- cuidado.
Si el estigma es superado y la voz es reconocida en toda su validez, las personas se
constituyen como actores sociales, reposicionando al sujeto como sujeto de derecho en oposición
a las prácticas objetivantes.
C. LA ESCUCHA Y LA MIRADA
Se hace referencia a necesidades, y como tales, se transforman en derechos, dado que se
vinculan tanto con la construcción y la ratificación de la identidad como con la pertenencia. La
escucha, la palabra y la mirada habilitan la posibilidad de reflexionar, alejan temores y facilitan la
aceptación. “Ser escuchado implica la reafirmación o el inicio de procesos de inclusión social en
aquellos que fueron dejados de lado en los complejos laberintos de la exclusión” (Carballeda, A.)
De esta manera, la escucha se entrelaza de manera relevante con la inclusión social. Quien
no puede ser escuchado no es aceptado como un sujeto que pertenece al todo social. La ausencia
de lugares, actividades, espacios, que faciliten la posibilidad de escuchar y que den lugar a la
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palabra, sostiene la exclusión y la ratifican generando identidades y pertenencias en soledad y
aislamiento.
La escucha debe ser siempre en contexto, es decir, que lo que se oye está atravesado por
significados que formarían el “telón de fondo”, según refiere Carballeda (2017). Es así como las
características de los relatos se relacionan con un contexto definido, un escenario y un territorio en
el cual se va construyendo constantemente.
La escucha, según este autor, es a ese “otro, como sujeto de derechos”, es activa y no
somete. Ser escuchado, como mencionamos anteriormente, es un derecho, y si no se cumple,
separa, segrega y cosifica. Es la circulación de la palabra lo que constituye un elemento significativo
en la construcción de lazos sociales.
Al hablar de recuperación, se hace referencia a las formas en que una persona maneja su
problema de salud mental, tratando de desarrollar un sentido significativo de identidad y de
pertenencia independiente de su problemática.
La recuperación de esta manera es concebida como “un proceso de cambio mediante el
cual las personas mejoran su salud participando en las distintas instancias de su tratamiento,
conduciendo sus vidas de forma autónoma y con los apoyos necesarios”. (Davidson L., González
- Ibañez A., 2017)
Tomamos el término de reposicionamiento subjetivo, en el sentido de que cada persona
pueda definirse desde un lugar distinto al de “enfermo-inhabilitado”, visibilizando sus posibilidades
y capacidades y pueda fortalecerse recuperando la confianza en sí misma y en las demás, en
espacios que sean facilitadores de estos procesos. (CELS, Trabajo Psico-Jurídico, 2019).
Recuperar la identidad de la persona desde un Enfoque de Derechos implica “concebir a
las personas, no como beneficiarios de determinada acción o programa, sino conceptualizarlas
como titulares plenos e integrales de derecho, cuya garantía es responsabilidad del estado”.
(Carballeda, A. 2016). Se trata de recuperar la palabra, la ciudadanía y el lazo social. Desde este
paradigma, la autonomía no se concibe como una cualidad de las personas, sino como un derecho,
es decir, que como profesionales de la Salud, trabajar desde una perspectiva de derechos, implica
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tener en cuenta dos dimensiones:
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Una perspectiva de inclusión social supone superar el concepto de integración, que
pretendía que las personas ocupen los espacios de la comunidad, pero poniendo énfasis en la
diferencia; mientras que la inclusión social rompe con esto, trayendo el concepto de diversidad
funcional, desde el reconocernos como diferentes, pero buscando la igualdad de condiciones en
la participación en la comunidad. Inclusión social, además de Diversidad y Participación, trae la
noción de “Protagonismo”, en el sentido de que cada persona es protagonista de su vida y es quien
decide en qué espacio puede y quiere participar (Stolkiner A y otros, 2016).
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Consideramos que el autoconocimiento de las habilidades cognitivas es el que permite
acceder a la posibilidad de tomar mejores decisiones en relación a proyectos personales. Que estos
se ejecuten en la comunidad, ya no depende de la persona solamente, sino también de las variables
contextuales. Es a través de la aplicación de pruebas estandarizadas que se logra acceder al
conocimiento de las habilidades cognitivas, la búsqueda de sistemas de apoyos y la posibilidad de
fortalecer aquellas funciones cognitivas que lo requieran.
D. ACCESIBILIDAD
En relación a este último aspecto, es importante mencionar que las oportunidades de
acceso, se encuentran íntimamente ligadas al concepto de Accesibilidad que implica pensar y
crear los entornos, productos, servicios y bienes para que puedan ser utilizables por todos en
condiciones de seguridad y máxima autonomía.
De dicho concepto se desprende la noción “Accesibilidad cognitiva”, entendiendo como tal,
la interacción de la persona con el entorno, sean cuales fueren sus capacidades cognitivas, para
que dicho entorno resulte de fácil comprensión y uso, de manera que le permita participar en todos
los ámbitos de la sociedad.
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