La carta describe la vida rutinaria de una persona encerrada en su departamento y sus pensamientos sobre el amor, el paso del tiempo y la naturaleza efímera de la existencia.
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La carta describe la vida rutinaria de una persona encerrada en su departamento y sus pensamientos sobre el amor, el paso del tiempo y la naturaleza efímera de la existencia.
La carta describe la vida rutinaria de una persona encerrada en su departamento y sus pensamientos sobre el amor, el paso del tiempo y la naturaleza efímera de la existencia.
La carta describe la vida rutinaria de una persona encerrada en su departamento y sus pensamientos sobre el amor, el paso del tiempo y la naturaleza efímera de la existencia.
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Mariana Zetina
l a vida detrás de una campaña
Estoy escribiendo una carta para un destinatario anóni-
mo, lo cual me parece sumamente extraño, pues aunque me gustaría decir su nombre necesitaría conocer también el tuyo pero si intentas decirlo ahora mismo posiblemente no alcanzaré a escucharlo. Sonrío al imaginar que dices tú nombre en voz alta, como si realmente estuviéramos hablan- do, pero inmediatamente esa sonrisa cae, en el intento de mirar tu rostro, de no saber cómo eres, ni si estás sentada en el metro o recostado en tu cama cabeceando entre palabras conectadas por largas carreteras de un viaje al sueño. Ahora que lo pienso bien podrías ser mi amante, escuchándome leer mientras estamos acostados en tu cama, poco antes (o después) de hacer el amor; pero al mismo tiempo puedes ser mi tía frunciendo el ceño en el comedor y leyendo algunos de mis secretos, los que no te hayan contado aún; o puedes ser un desconocido de tiempos compartidos, quien alguna vez intentó venderme una vida perfecta a corto plazo; no lo sé, las posibilidades son tan infinitas que tocan la energía del universo y rompen la barrera con los muertos. Todas estas son palabras de un pasado muy lejano al momento de tu lectura, son mis palabras, las de alguien inexistente detrás de un monitor, en las entrañas de una noche de no- viembre, una persona que al momento de tu lectura habrá 66 mariana zetina
desaparecido. Estamos conectando nuestras mentes en un
limbo único del tiempo, donde lector y escritor se miran muy de cerca. Decidí tomar la primera palabra y darte un show privado que comienza así. Llevo un largo tiempo en blanco a pesar de estar llena de letras, estoy en todos lados desde la habitación de un depar- tamento en el quinto piso de la ciudad, dividiendo mi vida de la de otros seres extraños con algunos pedazos de pared, pen- sando. En este momento estoy enamorada, aunque este amor me pone neurótica, me regala largos momentos de angustia silenciosa, dudas y sentimientos injustificados, reprimidos en mi interior, causados por un pasado doloroso guardado en mi cuerpo, convirtiéndome en un pajarito lastimado que se deja caer sobre las manos de un joven, está de más decir que tengo miedo. Entre sus manos, los orgasmos nacen y mueren, mien- tras una piel disfruta de la otra, viviendo un pequeño romance atómico, un big bang de pasión creando vida y destruyendola al poco tiempo. Pero eso de la piel es cosa de algunos mo- mentos, pocos, comparados con la rutina, con las largas horas acostados en el sillón o la alfombra, hundiendo la mente en películas que poco a poco flotan al olvido y solo pueden so- brevivir como anécdotas románticas contadas después, como ahora, escondidas entre estas líneas. Valen más las horas de juegos y sarcasmos cursis, vale más revivir de la muerte en algún laberinto mental a los malos sabores de boca, vueltas del estómago, semblantes tristes que ensucian mi rostro y no sé cómo limpiar; me obligan a tomar la escoba morada, una cubeta pequeña, un mechudo y un trapo amarillo atorado en las imperfecciones de mis dedos, pero siempre termino de limpiar la casa mucho antes que mi corazón. 130 latidos x minuto 67
Los meses pasan igual, cada mañana me despierta una alar-
ma que suena tres veces, hasta darme el valor de comenzar el día, comienza la rutina, pasta de dientes, jabón, agua, conver- saciones en grupos de redes sociales; lista de urgencias, ajustes de texto, leche, café, sándwiches, series de televisión y lo que se ocurra comer. A lo largo de ese tiempo, hay risas, tristezas, una computadora, celular, audífonos y mudarse cada cierto tiempo de la cama, al comedor y luego otra vez a la cama. Todos los días me acompaña un narrador parecido a este que nos une, un ser crítico independiente a mi, mandando a mis pensamientos una realidad trastornada como si todo fuera una historia que alguien lee en voz alta para hacerla realidad, y esa lectura solo yo la estoy escuchando mientras la vivo. Narrador —Le da un beso a ciegas, al abrir los ojos una ex- presión seria e intacta la convierte en un fantasma intentando tocar a un hombre vivo. Narrador —Muerde su cuello y sus respiraciones empiezan a tocar una misma melodía que se va componiendo al ritmo del baile de ambos cuerpos. Narrador —Sus lágrimas la llevan a buscar refugio debajo de una sábana, ni siquiera ella sabe por qué está llorando. Entonces me doy cuenta, el creador está dispuesto a ha- cerme lo que sea para ser un personaje entretenido, un perso- naje que ni siquiera existe, visto por un espectador en tercera persona, que soy yo. Mi cuerpo empieza a sentir y el narrador me tortura viva. Pero no es necesario pedir ayuda, no me mal entiendan, escribiendo esta carta de naufragio, me di cuenta, al momento en que ella toque la orilla ya no será necesario, porque estaré haciendo otra cosa en lugar de esperar un res- cate. En fin, hay momentos del día en los que todos necesita- mos que nos salven, pero la mayoría de las veces salimos solos 68 mariana zetina
a flote, nuestra mente guarda rencor a los malos momentos y
bloquea los peores recuerdos. Llevo mucho tiempo sentada frente a esta pantalla, con- viviendo con otros personajes, intentando comprender ¿por qué si aún no he vivido nada lo he sentido todo? y me respon- do que la vida es así, esa idea me mantiene a la expectativa de lo peor, esperando que se acerque alguien y me diga: es mo- mento de volver a romper tu corazón y tu rutina. Después de eso sabes que debes volver a empezar, arreglarlo todo; la vida son etapas, llegan nuevas y se empiezan a romper hasta nece- sitar un reemplazo, en esos momentos se llora bajo la oscuri- dad de un escenario sin escenografía, mientras sombras ar- man la próxima escena. Pero bueno, al final todo mejora ¿no? en algún momento dejarás de llorar y las luces van a alumbrar un nuevo sitio con personas nuevas rodeándote. Claro que aún hay fantasmas, esos siempre se quedan, deambulando, los míos por ejemplo están entre ustedes, si observan con cuida- do los podrán ver. ¿Los ven? Ahí están, explorando mundos y curioseando entre mis letras. En fin, con algunas monedas guardadas en el zapato he decidido mandar esta indirecta, para decir que detrás del telón todo está bien, aunque a veces me canse siempre regreso al es- cenario, a bailar entre la gente y ser objeto de entretenimiento, intentando crear un mundo mejor, contando en mi piel los ac- tos anteriores, un folleto de heridas y tinta, pies fríos por pasar tanto tiempo descalza, mirada perdida en soledad, insegurida- des aterrando mi pecho, tristeza sollozando a escondidas, en- tre muchas otras cosas; pero también hay besos en mis labios, pulmones esperando suspiros, piel añorando una caricia y una frágil esperanza de no volverme a romper. En pocas palabras, estoy bien. ¿Cómo estás tú?