130 LATIDOS - Maqueta MARIANA

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Mariana Zetina

l a vida detrás de una campaña

Estoy escribiendo una carta para un destinatario anóni-


mo, lo cual me parece sumamente extraño, pues aunque
me gustaría decir su nombre necesitaría conocer también
el tuyo pero si intentas decirlo ahora mismo posiblemente
no alcanzaré a escucharlo. Sonrío al imaginar que dices tú
nombre en voz alta, como si realmente estuviéramos hablan-
do, pero inmediatamente esa sonrisa cae, en el intento de
mirar tu rostro, de no saber cómo eres, ni si estás sentada en
el metro o recostado en tu cama cabeceando entre palabras
conectadas por largas carreteras de un viaje al sueño. Ahora
que lo pienso bien podrías ser mi amante, escuchándome
leer mientras estamos acostados en tu cama, poco antes (o
después) de hacer el amor; pero al mismo tiempo puedes ser
mi tía frunciendo el ceño en el comedor y leyendo algunos
de mis secretos, los que no te hayan contado aún; o puedes
ser un desconocido de tiempos compartidos, quien alguna
vez intentó venderme una vida perfecta a corto plazo; no lo
sé, las posibilidades son tan infinitas que tocan la energía
del universo y rompen la barrera con los muertos. Todas
estas son palabras de un pasado muy lejano al momento
de tu lectura, son mis palabras, las de alguien inexistente
detrás de un monitor, en las entrañas de una noche de no-
viembre, una persona que al momento de tu lectura habrá
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desaparecido. Estamos conectando nuestras mentes en un


limbo único del tiempo, donde lector y escritor se miran
muy de cerca. Decidí tomar la primera palabra y darte un
show privado que comienza así.
Llevo un largo tiempo en blanco a pesar de estar llena de
letras, estoy en todos lados desde la habitación de un depar-
tamento en el quinto piso de la ciudad, dividiendo mi vida de
la de otros seres extraños con algunos pedazos de pared, pen-
sando. En este momento estoy enamorada, aunque este amor
me pone neurótica, me regala largos momentos de angustia
silenciosa, dudas y sentimientos injustificados, reprimidos en
mi interior, causados por un pasado doloroso guardado en mi
cuerpo, convirtiéndome en un pajarito lastimado que se deja
caer sobre las manos de un joven, está de más decir que tengo
miedo. Entre sus manos, los orgasmos nacen y mueren, mien-
tras una piel disfruta de la otra, viviendo un pequeño romance
atómico, un big bang de pasión creando vida y destruyendola
al poco tiempo. Pero eso de la piel es cosa de algunos mo-
mentos, pocos, comparados con la rutina, con las largas horas
acostados en el sillón o la alfombra, hundiendo la mente en
películas que poco a poco flotan al olvido y solo pueden so-
brevivir como anécdotas románticas contadas después, como
ahora, escondidas entre estas líneas. Valen más las horas de
juegos y sarcasmos cursis, vale más revivir de la muerte en
algún laberinto mental a los malos sabores de boca, vueltas
del estómago, semblantes tristes que ensucian mi rostro y no
sé cómo limpiar; me obligan a tomar la escoba morada, una
cubeta pequeña, un mechudo y un trapo amarillo atorado en
las imperfecciones de mis dedos, pero siempre termino de
limpiar la casa mucho antes que mi corazón.
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Los meses pasan igual, cada mañana me despierta una alar-


ma que suena tres veces, hasta darme el valor de comenzar el
día, comienza la rutina, pasta de dientes, jabón, agua, conver-
saciones en grupos de redes sociales; lista de urgencias, ajustes
de texto, leche, café, sándwiches, series de televisión y lo que se
ocurra comer. A lo largo de ese tiempo, hay risas, tristezas, una
computadora, celular, audífonos y mudarse cada cierto tiempo
de la cama, al comedor y luego otra vez a la cama. Todos los días
me acompaña un narrador parecido a este que nos une, un ser
crítico independiente a mi, mandando a mis pensamientos una
realidad trastornada como si todo fuera una historia que alguien
lee en voz alta para hacerla realidad, y esa lectura solo yo la estoy
escuchando mientras la vivo.
Narrador —Le da un beso a ciegas, al abrir los ojos una ex-
presión seria e intacta la convierte en un fantasma intentando
tocar a un hombre vivo.
Narrador —Muerde su cuello y sus respiraciones empiezan
a tocar una misma melodía que se va componiendo al ritmo
del baile de ambos cuerpos.
Narrador —Sus lágrimas la llevan a buscar refugio debajo de
una sábana, ni siquiera ella sabe por qué está llorando.
Entonces me doy cuenta, el creador está dispuesto a ha-
cerme lo que sea para ser un personaje entretenido, un perso-
naje que ni siquiera existe, visto por un espectador en tercera
persona, que soy yo. Mi cuerpo empieza a sentir y el narrador
me tortura viva. Pero no es necesario pedir ayuda, no me mal
entiendan, escribiendo esta carta de naufragio, me di cuenta,
al momento en que ella toque la orilla ya no será necesario,
porque estaré haciendo otra cosa en lugar de esperar un res-
cate. En fin, hay momentos del día en los que todos necesita-
mos que nos salven, pero la mayoría de las veces salimos solos
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a flote, nuestra mente guarda rencor a los malos momentos y


bloquea los peores recuerdos.
Llevo mucho tiempo sentada frente a esta pantalla, con-
viviendo con otros personajes, intentando comprender ¿por
qué si aún no he vivido nada lo he sentido todo? y me respon-
do que la vida es así, esa idea me mantiene a la expectativa de
lo peor, esperando que se acerque alguien y me diga: es mo-
mento de volver a romper tu corazón y tu rutina. Después de
eso sabes que debes volver a empezar, arreglarlo todo; la vida
son etapas, llegan nuevas y se empiezan a romper hasta nece-
sitar un reemplazo, en esos momentos se llora bajo la oscuri-
dad de un escenario sin escenografía, mientras sombras ar-
man la próxima escena. Pero bueno, al final todo mejora ¿no?
en algún momento dejarás de llorar y las luces van a alumbrar
un nuevo sitio con personas nuevas rodeándote. Claro que
aún hay fantasmas, esos siempre se quedan, deambulando, los
míos por ejemplo están entre ustedes, si observan con cuida-
do los podrán ver. ¿Los ven? Ahí están, explorando mundos y
curioseando entre mis letras.
En fin, con algunas monedas guardadas en el zapato he
decidido mandar esta indirecta, para decir que detrás del telón
todo está bien, aunque a veces me canse siempre regreso al es-
cenario, a bailar entre la gente y ser objeto de entretenimiento,
intentando crear un mundo mejor, contando en mi piel los ac-
tos anteriores, un folleto de heridas y tinta, pies fríos por pasar
tanto tiempo descalza, mirada perdida en soledad, insegurida-
des aterrando mi pecho, tristeza sollozando a escondidas, en-
tre muchas otras cosas; pero también hay besos en mis labios,
pulmones esperando suspiros, piel añorando una caricia y una
frágil esperanza de no volverme a romper.
En pocas palabras, estoy bien. ¿Cómo estás tú?

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