Liderazgo Educativo en El Siglo XXI

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Liderazgo educativo en el siglo XXI, desde la perspectiva del

emprendimiento sostenible

Para hablar de liderazgo educativo es importante saber el origen y el significado del


término liderazgo primero.

El liderazgo es el arte de motivar, comandar y conducir a personas. Viene de la raíz


inglesa leader que significa 'líder' y se compone con el sufijo "-azgo", que indica
condición o estado, o sea, liderazgo es la cualidad de una persona para estar en la situación
de líder.
Es por eso, que, investigadores del tema como Steve Jobs y Covey definen el concepto
de liderazgo de diferentes perspectivas, aunque ambos guardan una estrecha relación

Para Steve Jobs; pensar en liderazgo se asocia con personas que han cambiado la
historia y que han dejado un legado. Estas, generalmente, han mostrado cualidades
extraordinarias como seres humanos con experiencias valiosas y de gran influencia a
nivel mundial. En el mismo orden, Covey (1998), plantea el concepto de liderazgo
centrado en principios, el cual tiene que ver con la transformación interna del ser
humano, que lo llevará a influenciar a otros a largo plazo. Al complementar el término
de liderazgo con lo educativo, adquiere un sentido formativo y de proyección en las
instituciones escolares. Por tanto, el líder educativo se convierte en la persona que,
con condiciones específicas, frente al sentido de la educación, orienta a la comunidad
educativa, como estudiantes, docentes, padres de familia y personas que manejan
procesos educativos, en la búsqueda de mejorar la calidad educativa, el clima y la
cultura organizacional en crecimiento personal, representada en la formación integral
de las instituciones.

Significado del liderazgo educativo con visión sostenible

La evidencia empírica muestra que escuelas que suelen enfrentar un entorno similar en
términos de su: complejidad, dinamismo y hostilidad, no siempre obtienen los mismos
resultados de logro en sus estudiantes. Escuelas equivalentes en su constitución jurídica,
en sus atribuciones y grados de libertad para gestionar, que trabajan en un entorno similar,
con estudiantes similares, y grupos familiares equivalentes, pueden tener resultados
significativamente diferentes. ¿Qué explica esas diferencias significativas? ¿Será el azar?
Probablemente no, cuando esas diferencias se tornan sustentables a través del tiempo.

El liderazgo educativo se establece con el aprendizaje profundo y duradero de dinámica


de la acción formativa de las nuestros estudiantes requieren procesos personas
fundamentada en ideales filosóficos, y, por consiguiente, en la formación integral. En
cuanto a lo estratégico y técnico con esencia sostenible frente a la comprensión,
intervención y trasformación de la cultura, lo ambiental y lo social. Asi, se permite la
proyección del ser, hacia el sentido de la educación humana, la cual se refleja en todas
sus dimensiones y escenarios los cuales garantizan mejorar la calidad de vida en lo
profesional y personal, sustentado sobre la ética y en la valoración de los recursos de las
generaciones futuras. Es así como Hargreaves & Dean Fink (2003), citados por
Rodríguez, (2009), al fundamentar el desarrollo humano integral manifiestan:

El liderazgo y la mejora educativa sostenibles preservan y desarrollan el aprendizaje


profundo de todo aquello que se difunde y que consigue perdurar en el tiempo, de modo
que no cause perjuicio alguno y que propicie de hecho un beneficio positivo para las
personas que se encuentran a nuestro alrededor, ahora y en el futuro.
Una perspectiva integradora de la influencia del liderazgo y de la gestión en el campo de
la educación requiere considerar una serie de aspectos clave: Primero, no se debe
sobrevalorar el impacto real del liderazgo sobre los resultados de las instituciones
educativas. Por cierto, Reynolds y Parker (1992) y Thomas y Mortimore (1996)
concluyen que la gestión y el liderazgo pueden impactar sobre los resultados de las
escuelas. Pero el impacto alcanzado es parcial y limitado, dado que las escuelas forman
parte de una sociedad más amplia sujeta normas. Por lo tanto, no se debe exagerar el
alcance real de la gestión y el liderazgo, ya que los factores estructurales como la
inequidad explican la mayor proporción de los resultados de las escuelas (Mortimore y
Whitty, 1997). Al respecto, Thrupp (2001) plantea que los estudios de efectividad escolar
pueden generar distracción y olvido de los problemas más profundos de la escuela.

Repensar la educación en el siglo XXI

La sociedad cambia y se transforma, el crecimiento económico, científico y tecnológico


se convierten en indicadores que invitan a repensar la educación del siglo XXI. Tedesco
(s.f.), en la «XXV Semana Monográfica de la Educación», plantea:

La construcción de una sociedad justa es un tema central en la definición del futuro.


Estamos ante la necesidad de moralizar la especie humana, tarea que excede las
posibilidades de la educación escolar, pero que permite colocar la acción de la escuela
en el marco de un proceso más amplio.

La educación del siglo XXI se encuentra en una encrucijada; por un lado, se busca ganar
egresados para incorporarse en forma efectiva al mundo del trabajo, y, por el otro, formar
ciudadanos disciplinados para responder a las nuevas relaciones que impone la sociedad
del conocimiento y a las competencias que demanda la economía global (Touraine, 2005).
Por tanto, se requiere responder al sentido de la educación en cuanto al qué, al para qué,
al por qué, al cómo y al hacia dónde.
Desde esta perspectiva, hay que pensar en nuevas alternativas de formación, por tanto, el
liderazgo educativo exige cualidades y características que hacen posible una sociedad
más humana, donde los actores del proceso educativo generen una dinámica de
proyección y, de valores y de principios éticos que se enmarquen en el desarrollo de la
persona, y cuyo proyecto de vida lo lleve a interrogarse sobre el papel que desempeñará
en la sociedad.

Perspectiva del emprendimiento sostenible

En principio, es necesario centrase en el concepto de sostenibilidad, para entender la


relación con el liderazgo educativo y responder al contexto de la educación del siglo XXI.
El fundador del Instituto de Observación Mundial, Lester Brown, fue la primera persona
en definir el término sostenibilidad como una sociedad sostenible que es capaz de
satisfacer sus necesidades sin tener que disminuir las oportunidades de las generaciones
futuras para satisfacer las suyas.

En cuanto a lo educativo, se infiere su relación con la transformación y el cambio en el


sistema, es decir, cómo el valor educativo se empodera del contexto y sus necesidades, lo
que indica que los proyectos deben conllevar a crear y mejorar el sistema educativo frente
a los avances de la tecnología, y el desarrollo de la cultura, dando respuesta a lo ambiental
y lo económico; lo anterior incide en la imperante necesidad de cerrar la brecha entre la
educación y la realidad.

Ahora bien, el liderazgo educativo promueve el emprendimiento sostenible no solo para


crear empresas, sino para promover y persuadir el cambio frente a los mapas mentales de
las personas. El líder educativo trasforma la realidad del entorno de manera creativa e
innovadora, donde la autonomía desempeña un papel preponderante de madurez
intelectual y personal cuando lideran los proyectos con visión ética, proactiva, orientada
a logros y al desarrollo de productos con visión diferenciadora. Así, se contempla la
solución de problemas desde el marco estratégico del pensamiento, lo que genera impacto
en los ámbitos sociales, económicos y ambientales.

El enfoque sistémico permite identificar los problemas sociales como la corrupción, la


violencia, la violencia de género, la injustica, la falta de oportunidad, entre otros; y la
pobreza, que exige un gran cambio social; sin embargo, una institución sostenible dirigida
por un líder educativo, desde la perspectiva de la sostenibilidad, debe tener, claridad sobre
el sentido ético de la formación. Los principios y valores resultan ser mediadores del
proceso educativo a los proyectos en acción.
Sentido de la Gestión Educativa.

El Ministerio de Educación Nacional de Colombia (MEN, 2015), define la gestión


educativa como un proceso orientado al fortalecimiento de los proyectos educativos de
las instituciones, que ayuda a mantener la autonomía institucional, en el marco de las
políticas públicas, y que enriquece los procesos pedagógicos con el fin de responder a las
necesidades educativas locales y regionales. Esta definición enmarca aspectos
fundamentales: responsabilidad de las personas, quiénes interactúan para alcanzar los
objetivos propuestos; los proyectos sugieren desarrollo y mejoramiento continuo; los
procesos pedagógicos muestran intencionalidad frente a la calidad educativa. Por tanto,
cuando se gestiona lo educativo debe haber claridad del sentido de la educación como
proceso de formación que busca desarrollar la capacidad intelectual, moral y afectiva de
las personas, sustentada en la cultura de un contexto social, que demanda la sociedad de
la información en la educación para el siglo XXI. Es así como Vargas, G. et al., (2010)
aseveran que «todo emerge en lo denominado hoy "sociedad de la información" ante la
cual la educación asume un papel estratégico y las organizaciones educativas necesitan
ser conducidas con un liderazgo eficaz».

Repensar la educación para el siglo XXI obliga a buscar la relación entre lo educativo y
lo organizacional como una gestión integrada y sistémica, con visión de futuro, lo que
conlleva a pensar en las capacidades de quién debe liderar esos procesos educativos.

E L L ÍDER EN EL ÁMBITO EDUCATIVO

La escuela, desde su concepción, siempre ha tenido una persona que dirige la institución
y que recibe el nombre de rector o director, sin embargo, la evolución del concepto de
escuela o institución educativa ha cambiado a organización educativa. Desde esta
perspectiva, es necesario analizar quién es la persona que dirige este tipo de instituciones
escolares, qué hace, cómo se relaciona y se comporta con los demás.

En esencia, un líder educativo es quien es capaz de influir en estudiantes, docentes,


administrativos, en general, en la comunidad educativa, en la cual pueden estar los grupos
de interés, entre ellos los padres de familia de una organización académica, con el
propósito de lograr objetivos de la institución fundamentados en su filosofía y poder
generar valor diferenciador en su programa de formación que oferta.

La calidad en el sistema educativo

Según el Ministerio de Educación Nacional (MEN), la calidad de la educación puede ser


expresada por los niveles de desarrollo alcanzados en los procesos de producción del
propio sujeto que aprende y de las reglamentaciones y decretos que hacen seguimiento y
control de la gestión educativa de las instituciones educativas en todos los niveles de
formación en Colombia.
Hablar de calidad subyace a un sistema de evaluación porque mide resultados obtenidos.
En Colombia, se plantean diferentes formas de valorar el sistema educativo; se evalúa el
aprendizaje mediante pruebas aplicadas por el Instituto Colombiano para el Fomento de
la Educación Superior (ICFES). Colombia, desde los primeros años del 2000 viene
desarrollando las pruebas basadas en competencias, con el programa Saber, gestionado
por el ICFES, para estudiantes que se encuentran próximos a egresar en los diferentes
niveles. También ha participado en pruebas internacionales como las pruebas Pisa. Estas
aplicaciones se han convertido en indicadores de la calidad de la educación, que, aunque
no han obtenido los mejores resultados, son un referente fundamental en los procesos de
mejoramiento del sistema educativo. Los resultados han sido motivo de controversia por
diversos actores, sin embargo, se está trabajando en forma integral para que los
estudiantes obtengan un mejor desempeño.

Liderazgo en organizaciones educativas

Para sustentar este aspecto, se recurre a la importancia de la cultura organizacional en


instituciones educativas.

En las últimas décadas se ha renovado este concepto, de control y de seguimiento de las


personas, por las organizaciones como culturas, con un sistema de significados comunes
entre las personas que la componen (Robbins, 1999; Davis, 1993; Delgado, 1990; Schein,
1988), lo cual hace que el clima de la organización educativa se sienta más humano; hace
que las personas asuman con tranquilidad su cultura, en otras palabras, configuran su
cultura, los valores y su forma de pensar, contribuye a enriquecer la cultura misma de la
organización.

Las organizaciones educativas son ejemplo de cultura porque se expresa en su filosofía y


en la formación integral, tiene que ver con costumbres y creencias, explícitas en el
Proyecto Educativo Institucional (PEI). Se observa en el manual de convivencia, en el
manual de imagen, en los eventos institucionales, se distingue por los símbolos y signos
que muestra la institución en su razón de ser, su misión y su visión.

La economía del conocimiento

La sociedad del conocimiento surge como base de la influencia de las modernas


tecnologías de información y comunicación. Si bien es cierto que el conocimiento siempre
ha sido un factor de producción, en la actualidad la capacidad de administrar, almacenar
y transmitir grandes cantidades de información a bajo precio es un elemento central de
los procesos organizativos y de la sociedad. En esta perspectiva, la fuente de la ventaja
competitiva reside en la capacidad para adquirir, transmitir, y aplicar el conocimiento.
Esta es una capacidad de las personas, de las organizaciones y la sociedad como un todo
(Pedraja Rejas et al., 2006).
En este contexto, emerge la economía del conocimiento, la que se caracteriza porque el
conocimiento es el elemento fundamental para generar valor y riqueza en las
organizaciones y en la sociedad. El conocimiento es más que información, ya que el
conocimiento incorpora formas y métodos para resolver problemas en los distintos
ámbitos del quehacer de las empresas. La capacidad de creación de valor a partir del
conocimiento es esencialmente intangible y ésta es la fuente de la ventaja competitiva en
la sociedad actual.

Economía y gestión de la educación


La educación tiene un papel fundamental en la economía del conocimiento y en la era de
la globalización dado que es una de las fuentes principales de la ventaja competitiva de
las naciones, siendo además un determinante esencial para la movilidad social y la
equidad, favoreciendo la distribución del ingreso, principalmente, en los países en vías de
desarrollo.
Es así como, muchos economistas de prestigio han destacado el impacto de la educación
sobre el crecimiento económico (por ejemplo, Lucas, 1988; Barro, 1991; Mankiw et
al.,1992) destacándose que los retornos sociales y privados de la educación son elevados
para la sociedad (Psacharopoulos, 1985, 1994; Duflo, 2001).

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