Escena Extendida

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—Vamos a leer un rato.

Apreté su mano sin quererlo, notando como mi cuerpo reaccionaba a


una simple frase, asentí sonriendo y me senté a su lado cruzando las
piernas por puro instinto.

—No, ven acá, tú te sientas aquí —palmeó sus piernas sin dejar de
verme con actitud intimidante.

Me dejé guiar por su mano, conteniendo un gemido cuando me senté


en su regazo, me sobresalte al sentir su mano sobre una de mis piernas
provocando que el cabrón arrogante se ríera al verme tan susceptible,
dejó un beso sobre uno de mis hombros antes de tomar el cuaderno de
pasta negra que tenía al lado, recosté la espalda en su pecho
disfrutando de la calidez que me proporcionaban sus brazos fuertes.

Me quitó la botella de agua que llevaba en las manos, para darle un


largo trago, aclaró la garganta mientras hojeaba el libro, sentía que
cada cosa que hacía tenía la intención de provocarme, sus jueguitos
estudiados aún seguían funcionando.

—¿Escribiste algo? —pregunté titubeante.

—Sí, mientras dormías —dejó un beso suave en mi hombro izquierdo


que hizo que me agitara por dentro, sujetó el cuaderno con una sola
mano y comenzó la lectura—. ​Mis ojos destellan por el deseo crudo que
me recorre completo, frente a mí, la imagen de su cuerpo desnudo me
atormenta con insistencia, mis ojos vagan por su espina dorsal y se
detienen en su trasero redondo y respingón.

Cerré los ojos al escuchar el tono sugerente en su voz y la suavidad


con la que pronunció las primeras frases, el calor que desprendía su
cuerpo resultaba adictivo, me removí entre sus brazos buscando el
acomodo perfecto entre ellos.

—Continúa —pedí con voz débil cuando se quedó callado.

—Las ganas de tocarla no me caben en las manos, pero mis


intenciones de contagiarla de la misma necesidad, sobrepasan mis
deseos más primitivos. Contengo las ganas y me limitó a observala con
hambre, me pierdo en sus curvas rabiando por dentro, me provoca
lanzarme hacia ella y devorarla con todas las ganas que despierta sin
preocuparme por hacerle daño.

Perdía el hilo de la lectura al sentir su aliento cálido chocando contra


la piel de mi cuello, su voz sonaba de fondo en mi cabeza mientras me
sumergía en un estado de excitación que se hacía cada vez más
evidente, bajé la vista hacia la mano que mantenía sobre mi pierna, era
casi imperceptible la forma lenta en la que la arrastraba hacia arriba,
dejaba mi piel erizada con su rastro y mi respiración acelerada por el
calor que desprendía su tacto.

—Y ver la imagen de su pecho subiendo y bajando a causa de la


respiración forzada, y sus pezones erguidos llamando a mi boca que
solo quiere saborearlos, hasta que gima cada vez más alto pidiendo un
poco más…

Temblé cuando con la punta de la nariz acarició mi oreja bajando por


la curva de mi cuello, mantenía ese tonito que lograba calentarme más
sin detener su mano que seguía ascendiendo despacio por mis muslos.
La estimulación a la que estaba siendo sometida era tan intensa que
sentía sus manos de verdad tocandome de la forma que lo describía su
voz.

Apreté las piernas buscando un poco de alivio al dolor que me


provocaba cada punzada entre los muslos, el constante movimiento
involuntario de mi cuerpo también lo estaba afectando, Santiago sabía
controlarse pero su erección haciendo presión en mi trasero delataba
lo mucho que lo calentaba la situación. Incitada por esas líneas
perversas que leía para mí, comencé a mover las caderas de forma
sútil, si él me provocaba yo no podía dejar de intentarlo.

Me bastó con repetir el movimiento dos veces para hacerlo titubear, la


mano que estaba en mis piernas fue directo a mi cintura, hizo presión
en está como queriendo detener mi acción, estaba convencida que si
seguía iba a terminar sacándolo de esa faceta de hombre controlado.

—​Su respiración entrecortada me roba choca con la mía que cada vez
es más forzosa, evito ver su cara porque encontrarme con sus ojos
sería lo único que frenaría mis intenciones, mis intenciones de
cogermela sin piedad, con todo el ímpetu que guardo para ella. Mis
manos viajan directo a sus pechos...
Con la cabeza recostada en su pecho y los ojos cerrados, gemí cuando
la lectura se volvió más descriptiva, escuché su risita en mi oído
mientras contenía el deseo de apretarme los senos sola, tal y como él lo
estaba leyendo, de un momento a otro sentí un pellizco en uno de mis
pezones que envió una corriente a todo mi cuerpo, abrí los ojos
sobresaltada esperando encontrar las manos de Santi sobre mi
cuerpo, pero él continuaba sosteniendo el libro y sujetando mi cintura,
eran mis manos, ambas, las que estaban dentro de mi camisa y sobre
mis senos.

Las frases que salían de los labios de Santi eran cada vez más
explícitas, había escuchado a ese hombre decirme muchas cosas
subidas de tono cuando teníamos sexo, pero nada así de intenso como
lo que leía esa noche, quería escapar de ese estado donde mi mente no
dominaba a mis instintos, pero la neblina de lujuria que me rodeaba no
me lo permitía.

Leyó un par de líneas más antes de hacer otra pausa, sentí sus labios
húmedos en mi cuello dejando besos y breves mordiscos que me
hacían encoger los dedos en un acto reflejo del placer, con la palma de
la mano rozaba el contorno de mi cintura, deteniéndose justo debajo
de mis senos, la punta de su lengua recorría uno de mis hombros,
mientras yo movía mi trasero sintiendo la presión de su erección cada
vez más fuerte. Retomó la lectura de forma repentina privandome de la
deliciosa sensación de sus labios en mi piel, un temblor recorrió mi
cuerpo cuando comenzó a describir con aquellos términos que sabía
utilizar muy bien, el placer que experimentaba al deslizar los dedos en
mi entrepierna empapada. Seducida por su voz y cayendo con
facilidad en su juego, arrastré mi mano derecha por mi vientre, lo
escuché jadear, lo sentí apretando mi cintura , presionándome hacia su
pelvis.

Cerró el libro y como si se tratase de algún truco de hipnosis el sonido


que hizo este, me hizo reaccionar, con la respiración acelerada dejé de
mover mi mano y alejé la otra de mi seno, quería hablar pero el aire me
faltaba, incluso sentía que estaba sudando a pesar de que la
temperatura era fría esa noche.

—¿Por qué te detuviste Valentina?


Escuchar el susurro de Santi me hizo jadear, hice el intento de
levantarme pero como era de esperarse él no lo permitió, con un brazo
rodeó mi cintura manteniéndome pegada a su cuerpo.

—Yo… Yo nunca había hecho algo así —dije entre balbuceos, odiaba
sentirme así de tímida pero tampoco podía evitarlo, Santi me
descoloba demasiado.

—¿Nunca te habías tocado? —cuestionó sin ocultar el asombro.

—No frente a alguién.

—Conmigo vas hacer de todo, sigue —ordenó.

Lo miré por encima del hombro estremeciéndome con el brillo de sus


ojos, y esa expresión de seriedad plasmada en todo su rostro, asentí
dudosa y él sonrió satisfecho, arrastró la tela de la camisa de mi pijama
hasta sacarla por mi cuello, recosté la espalda una vez más en su
pecho disfrutando de sus manos que se movían por mi cintura de
forma ascendente.

Ambos gemimos a la vez cuando comenzó jugar con mis senos, con
movimientos lentos y luegos más intensos, pellizcó mis pezones a la vez
que comencé a restregar mi trasero sobre su erección con más ímpetu,
sus labios en mi cuello aumentaban las sensaciones placenteras que
me recorrían y me hacían jadear y suspirar con mucha más frecuencia,
la mezcla de dolor y placer aumentaba la humedad que se
concentraba entre mis muslos. Cerré los ojos cuando guió mi mano
hacia mi vientre bajo, me instaba a tocarme con esas frases cargadas
de erotismo que susurraba a mi oído.

Embriagada en ese placer apabullante dejé que me desnudara y se


desnudara a totalidad en fracción de segundos, la respiración de Santi
sonaba más alterada que la mía lo que me indicaba que su control
estaba a punto de esfumarse.

—Sigue Valen, no te detengas —susurró con voz perversa a mi oído,


puso su mano sobre la mía arrastrandola hacia abajo —, separa más
las piernas —indicó en el mismo tonito que me erizaba la piel, cerré los
ojos al percibir la humedad que bañó la yema de mis dedos, y gemí en
un tono más fuerte al sentir la mano de Santi sobre la mía.
Abría mis labios con movimientos sutiles mientras yo completamente
desinhibida dejaba que mis dedos se deslizaran guiados por mis
instintos, lo sentía gemir contra mi cuello, me retozaba con el tacto de
una de sus manos en mis senos, hundí un dedo en mi interior sin
esperar que el hiciera lo mismo, apreté mis labios con tanta fuerza que
tuve miedo de lastimarme, el placer me colmaba, se expandía por cada
célula de mi cuerpo cortándome la respiración, robándome la
voluntad, el deseo crispó con intensidad cuando presionó mi clítoris
con su pulgar, la humedad que solo crecía goteaba entre mis muslos,
estaba casi fuera de mí sin procesar las cosas que decía Santiago con
voz ronca y entre jadeos.

—No te contengas, correte —dijo en tono de suplica.

Mis paredes se contraían en torno a sus dedos y los míos, la tensión en


mi vientre estaba a punto de explotar cuando dejó de tocarme. Presa
del descontrol dejé que me manejase a su antojo, me hizo girar para
estar frente a frente, sonreí al verlo así con esa carita de seriecito que
me había grabado en la cabeza, apretó mi cintura atrayéndome contra
sí de forma apresurada, en la desesperación del momento enterraba
sus dedos sobre mis curvas mientras me ayudaba a alinear nuestros
cuerpos.

Se me cortó el aliento al sentir como se adentraba en mi cuerpo, quería


mantener ese ritmo lento, gozando centimetro a centimetro de aquella
invasión placentera, pero él, muy impaciente, con un solo movimiento
guió mis caderas hacia abajo, enterrándose en mí con profundidad.
Apretaba mi trasero mientras me movía sobre él al ritmo que se me
antojaba, los espasmos en mi vientre comenzaron a hacerse más
frecuentes cuando su boca buscó mis pechos que saltaban frente a su
rostro. La adrenalina que recorría mi cuerpo aceleraba el incremento
de placer que recibía en cada movimiento, aquella posición acababa
rápido conmigo, quería resistirme pero cada vez estaba más perdida
en la neblina lujuriosa que nos rodeaba.

Tuve que besarlo para no gritar a como quería cuando llegué a mi


límite, dejé de moverme aún flotando en el placer embriagante que me
sobrepasaba, me esforzaba por respirar mientras Santi mordía el inicio
de uno de mis pechos, me giró sobre el sillón sin salirse de mi interior,
lo rodeé con las piernas dándole más profundidad a sus movimientos
acelerados, las venas en sus brazos se resaltaban a la vez que sus
gemidos eran más fuertes, estaba a punto de correrse lo percibía en
cada bocanada de aire que tomaba descontrolado.

Bastaron unos segundos para que dejara de moverse y mordiera


suavemente mis labios, pasé las manos por su espalda sudada cuando
dejó caer casi todo su peso sobre mí, mantuve los ojos cerrados
esperando recuperarme de aquel montón de sensaciones que parecían
no dejar de recorrerme.

—Valentina —susurró mi nombre en medio de un jadeo—, Valen


—insistió moviendo uno de mis brazos—. Mi amor mirame.

Tuve otro orgasmo al escucharlo llamarme así, abrí los ojos al instante
encontrándome con su mirada que parecía consurmirme, sonrió
supuse que por la expresión que seguramente tenía mi rostro y acercó
su rostro al mío para darme un beso breve en los labios.

—¿Sí? —respondí aturdida.

—Solo quería ver tus ojos.

Salió de mi luego de darme otro beso corto, me ayudó a levantarme a


pesar como si intuía que no era capaz de hacerlo sola, las piernas me
temblaban y por más que quisiera recuperar el aliento no lo lograba,
en cuanto mis pulsaciones se estabilizaron un poco, huí a su
​ ue salió de sus labios me dejó una
habitación, aquel “​ mi amor” q
sensación extraña recorriéndome.

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