El Espíritu de Caín

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SERIE: ESPIRITUS QUE ATACAN A LA IGLESIA / Pastor Juan Manuel Sánchez

EL ESPÍRITU DE CAÍN
Génesis 4:8-12: “Y dijo Caín a su hermano Abel: Salgamos al campo. Y aconteció que
estando ellos en el campo, Caín se levantó contra su hermano Abel, y lo mató. Y Jehová
dijo a Caín: ¿Dónde está Abel tu hermano? Y él respondió: No sé. ¿Soy yo acaso guarda de
mi hermano? Y él le dijo: ¿Qué has hecho? La voz de la sangre de tu hermano clama a mí
desde la tierra. Ahora, pues, maldito seas tú de la tierra, que abrió su boca para recibir de
tu mano la sangre de tu hermano. Cuando labres la tierra, no te volverá a dar su fuerza;
errante y extranjero serás en la tierra.”
No tenemos muchos detalles de Caín, lo conocemos apenas por su actitud siniestra.
Fue el primer homicida. Su crimen, efectuado con premeditación y alevosía, fue el
resultado de no aceptar el éxito de su hermano.
Su corazón fue ganado por la ira y el enojo. No supo manejar una situación superable, que
de ninguna manera debió llevarlo a terminar con la vida de su hermano.
Este es un espíritu traicionero y alevoso, desleal pues te mata por la espalda, sin pleitos ni
discusión. Surge con la envidia, con la no aceptación de lo que somos y de las cosas que
tenemos.
Emerge de la obsesión de ser como otros y tener lo que otros tienen.
Caín invitó a Abel al campo, pero ya tenía una idea preconcebida, y era aprovechar su
confianza para traicionarlo.
Aunque te parezca extraño, la traición está operando junto a personas que tu amas. Por
eso se llama traición.
Cuando la Biblia dice: “No creáis en amigo, ni confiéis en príncipe; de la que duerme a tu
lado cuídate, no abras tu boca” (Miqueas 7:5)
No está diciendo que las esposas son traidoras, sino que debes cuidarte a tal extremo.
No todas las personas que te expresan amistad deben ser dignas de tu confianza, pues la
mayoría no están enamoradas de ti, sino de algo que tienes. Sólo estarán a tu lado si
pueden obtener algún beneficio.
por eso estas personas estarán errantes, pues el valor que les asignan a los demás
depende, no de lo que son como tales, basan en el oportunismo y carecen de toda piedad.
Hoy día tenemos cazadores de oportunidades que arman estrategias, planifican su maldad
y la ejecutan sin compasión ni miramiento.
El espíritu de Caín surge de la frustración, del resentimiento, de querer tener lo que no se
ha ganado legítimamente. Es un espíritu que finge y engaña, que adormece y se gana
nuestros mejores sentimientos, pero que asecha y mata.
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SERIE: ESPIRITUS QUE ATACAN A LA IGLESIA / Pastor Juan Manuel Sánchez

Se maneja de manera sutil, se acerca, se muestra colaborador, solidario, compasivo y


tierno, pero cuando cree tener la oportunidad, saca sus garras y se comporta con
despiadada crueldad.
El Espíritu de Caín por delante se muestra pasivo y complaciente, por detrás maquina
como arrebatar, como destruir.
Debemos cuidarnos de él, su ataque suele ser inesperado y sorpresivo, su objetivo
siempre es matar, sacarnos de juego, destruirnos. Por esto no se vuelva un paranoico, no
se vaya a convertir en un desconfiado enfermizo que se espanta de los halagos y la
cortesía.
Simplemente desarrolle el discernimiento espiritual, esté alerta y busque la dirección de
Dios para compartir y confiar les a otros sus sentimientos de amistad y cercanía especial.
Aunque usted trate de dar lo mejor de sí, no espere mucho de los demás. Caín en cualquier
momento puede atacarlo. Sus ataques suelen ser dolorosos y desconcertantes. Lo más
atendible es estar preparado para defendernos. ¡Pero, cuidado! Nuestra defensa no
consiste en tomar venganza.
De todas maneras, lo mejor es estar preparado para en el momento menos esperado
recibir una estocada por las espaldas.
Si el Señor está recibiendo nuestras ofrendas, alegrémonos con esto, y nunca tomemos el
hacha de Caín para defendernos.
Recordemos la oración de David:
“Jehová te oiga en el día de conflicto; el nombre del Dios de Jacob te defienda. Te envíe
ayuda desde el santuario, y desde Sión te sostenga. Haga memoria de todas tus ofrendas,
y acepte tu holocausto. Te dé conforme al deseo de tu corazón, y cumpla todo tu consejo”
(Sal 20:1-4).
Dejemos que sea el Señor, juez justo, si hemos sufrido algún agravio, quien juzgue e
intervenga por nosotros. Y si hemos traicionado a alguien, si no hemos sido fieles y buenos
agradecidos, tengamos la necesaria humildad para pedir perdón, restaurar nuestras
relaciones con los demás y acogernos con sumisión y con gozo a la gracia y a la
misericordia de Dios.

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