Reseña Serie The White Lotus
Reseña Serie The White Lotus
Reseña Serie The White Lotus
4/5
El cine ha sabido aprovechar, durante años, la temática de la “diferencia de clases” como motor
para construir historias, generalmente (aun1que no exclusivamente), en tono de denuncia social.
De esa manera, varios realizadores han plasmado en imágenes los privilegios o desventajas
inherentes al diseño social que se desprenden del mero hecho de nacer, por mera aleatoriedad
del destino y sin que el ser humano tenga control sobre ello, en una familia de estrato
económico alto o bajo.
El siglo XXI nos ha dejado notables ejemplos de este “subgénero” que van desde el tono más
académico de los británicos con Gosford Park (Robert Altman, 2001) y Downtown Abbey (Julian
Fellowes, 2011), hasta obras un tanto más subversivas como la muy celebrada Parasite (Bong Joon-
ho, 2019).
De manera más reciente, también han empezado a tener auge ciertas películas/series que buscan
satirizar a esa clase alta, demostrando que sus privilegios también pueden ser los cimientos de su
prisión; una cárcel cuyo margen de libertad depende de la aprobación que se obtenga ante la
mirada de sus semejantes. Las series Big Little Lies (David E. Kelly, 2017), Little Fires Everywhere
(2020) y Sucession (2018) son ejemplos de ello. Es ahí donde se suma al juego The White Lotus,
que bien podría ser una consecuencia directa de éstas.
Esta serie, creada por Mike White, sigue a un grupo de huéspedes que disfrutan una semana de
vacaciones en un exclusivo resort de Hawai. Durante su estancia, los empleados del hotel
deberán cumplir los caprichos de estos seres privilegiados, quienes creen tener “derecho a todo”
por el simple hecho de ser adinerados. Cada uno de los personajes tendrán que enfrentarse a sus
propios demonios internos, una vez que en el idílico paraíso en el que se hospedan, se empiecen
a generar fricciones que hará emerger lo más oscuro de su naturaleza. Asimismo, desde el
principio se nos hace saber que alguien será asesinado, dejando la incógnita respecto a quién es
la víctima y quién verdugo en esta sátira social.
Aunque quizás The White Lotus no alcanza los niveles de perfección de Big Little Lies o
Succesión (ese es un listón muy alto de superar) sí que logra marcar distancia de ambas y escapar
de su sombra desde el primer episodio. Para empezar, es cierto que, al igual que en esta serie, en
dichos programas se esboza un retrato de lo cruel que pueden ser los integrantes de las
comunidades más adineradas, pero realmente sus historias no van (del todo) sobre eso, sino que
la trama sucede y tiene sentido gracias a desarrollarse en ese contexto. En cambio, esta serie se
enfoca exclusivamente en las relaciones e interacciones que se dan entre los miembros que
componen a la clase burguesa y la trabajadora, conformando así un juego de poder que necesita
forzosamente de la apariencia y la aprobación externa para “legitimar” esa subordinación. Ni
siquiera en un eterno natural, como lo es una isla tropical, deja de permear el concepto de clase
social
De entrada, la incógnita respecto a descubrir la identidad del asesinado/asesino es poco
relevante para la trama, ya que solo funciona a manera de ancla. Sí, nos enganchamos al
programa gracias al misterio, pero nos quedamos hasta el final por los personajes. En mi caso,
llegó el punto en que realmente me interesaba más la evolución de los protagonistas que la
resolución del misterio, que globalmente ocupa quizá apenas un 5% del desarrollo del
espectáculo en su totalidad. Lo que sí es que funciona como un recurso para catalizar la tensión,
ya que en todo momento se ciñe una sombra sobre los protagonistas, al saber que cada discusión
puede ser el catalizador del homicidio en cuestión.
Podría decirse que The White Lotus es un programa más de situaciones que de trama. El guion
hábilmente disecciona las relaciones de poder que se dan entre los propios huéspedes y de éstos
con los empleados del hotel, generándose así enfrentamientos de luchas de poder en que la
última palabra la tendrá no quien tiene la razón, sino quien goza de mayor estatus. Es muy
destacable que varias escenas bien podrían funcionar, de manera independiente, como
cortometrajes por las ideas tan sólidas que se plantean.
Uno de los riesgos que se corren cuando se habla de una serie coral, es que es bastante común
que algunos personajes queden más pobremente desarrollados que otros. Afortunadamente esto
no sucede aquí, ya que (con muy particulares excepciones), los protagonistas están
perfectamente construidos, de manera que todos sus diálogos y reacciones sean coherentes con
su personalidad. El programa acierta al profundizar más en dibujar el perfil psicológico de éstos
ante el contexto que en explorar su historia personal (de hecho, salvo los personajes de Armond
y Rachel, el resto no tiene mucho background).
Es muy loable que el guion sabe explotar la excentricidad de sus protagonistas, pues, aunque
vuelve a los burgueses blanco de burla ante lo infantil de sus dramas, no deja de darles
complejidad y profundidad, en lo cual la calidad interpretativa del elenco también es un gran
apoyo. Hay un momento en que se cae en cuenta de que por muy repelentes que resulten, son
inevitablemente interesantes, consiguiendo que, si bien no se empatice con sus conflictos tan
frívolos, sí se entienda lo importantes que son para ellos. Tampoco sale del todo bien librada la
clase trabajadora, ya que quizás el personaje más cínico de todos es Armond, el gerente del hotel
que funciona como una especie de hilo conductor al quedar en medio del resto de los personajes,
interactuando prácticamente con cada uno de estos.
Sobre todo-y es ahí donde la serie busca ser una especie de espejo para la audiencia- los
personajes abarcan una amplia gama de matices. Tenemos desde el que intencionalmente
aprovecha su estatus para someter a su voluntad a los demás, hasta personajes un tanto más
redimible, como lo son aquellos que aun siendo conscientes de su privilegio, no dejan de
aprovechar el “sistema de castas” en su beneficio.
El ya mencionado personaje de Rachel juega un papel importante, ya que al ser la única de los
huéspedes que no proviene de familia adinerada, su función consiste en ser una especie de canal
con el público, de manera que a través de su mirada observemos ese mundo privilegiado que,
para la mayoría, no es ajeno. Otra de las protagonistas que está escrita de manera muy real es el
personaje de Paula, quien prácticamente es un monumento a la “cultura woke”. Esta
adolescente, cada que tiene oportunidad (y en prejuicio de los nervios del público) esbozará un
comentario social como una manera de legitimarse, dejando el debate sobre la mesa respecto a
qué tanto hacen “los wokers “por las ideas que apoyan o si su “activismo” más bien es parte del
síndrome de las era de las redes sociales, como si fueran los ideales que suscriben-y no tanto sus
acciones- lo que les valida ante la percepción de los demás.
Uno de los pocos puntos negativos de la serie tiene que ver con otro de los roles jóvenes: Olivia,
amiga de Paula. Aunque su presencia en la serie tiene bastante sentido y su relación de
amistad/rivalidad con Paula está muy bien llevada, el romance que sostiene con uno de los
empleados del hotel es uno de los puntos cojos de la serie (después de comprobará que es un
recurso de guion para desencadenar uno de los tantos dramas), pues a diferencias de las demás
líneas argumentales, no está muy bien encaminadas. Fuera de ahí, uno de los defectos de The
White Lotus es que está tan anclada en la comedia negra y en la sátira que desaprovecha el
potencial dramático que se queda a medias en algunas escenas.
Además de las virtudes ya mencionadas, el programa cuenta con un excelente grupo de
intérpretes, cada uno dando lo mejor en su papel. En lo personal, mis favoritos fueron Jacke Lacy
(Shane) componiendo a uno de los mejores villanos de la tv que ha dado la década, Nathasha
Rowell (Belinda) siendo la encargada de transmitir bondad entre tanto narcisismo, Alexandra
Daddario (Rachel) y Connie Britton (Nicole) quienes cargan con los personajes más dramáticos
del show.
La fotografía es espectacular, al igual que una banda sonora a cargo de Cristobal Tapia de Vier, la
cual funge como una narradora más al acentuar lo caricaturesco de las situaciones presentadas.
Sin revelar nada respecto al final, el desenlace es uno de los más satisfactorios que he visto en
bastante tiempo, siendo coherente al poner final al viaje emocional de sus personajes.
The White Lotus es un festín de diálogos que funcionan cuales placas tectónicas, de manera que
cuando se produce la liberación de energía, los protagonistas se irán desmoronando al ritmo de
un castillo de naipes. “El infierno son los otros”, dijo el filósofo Jean Paul Sartre en su obra A
Puerta Cerrada y esta serie sustenta esa premisa al hacer víctima y verdugo a cada uno de sus
personajes.