Escritos Pandémicos

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ESCRITOS PANDÉMICOS

“…(pues no es el hombre el que se ha desviado sino el mundo), de impudicia deliberada e


ilustre hipocresía, de inmundo descredito por todo lo que representa nobleza, de
reivindicación de un orden fundado absolutamente en el acatamiento de una primitiva
injusticia, en síntesis, de crimen organizado.
Las cosas andan mal porque en este momento el mayor interés de la conciencia alienada es
no salir de su enfermedad.
Es así como una sociedad estropeada invento la Psiquiatría para protegerse de las
indagaciones de algunos iluminados superiores cuyas facultades de profecía les resultaban
molestas” (Artaud, Van Gogh, el suicidado por la sociedad).

Contra psicopatías
En tiempos de “El Bancadero”, década del 80, en “El Semillero“, Alfredo Moffat daba
formación a los candidatos a asistentes. Cuando hablaba de los criterios de
agrupabilidad, siempre apostaba al trabajo con la diversidad, no establecía barreras
estructurales, salvo un caso: Decía, “Cuidado con los psicópatas, son boleta”. Creo que
establecía una separación, ante todo, para cuidarnos de los malos, los dañinos, los
insensibles ante el dolor del otro, ante el dolor que podían provocar y ante la dificultad
que presentaban a la hora del estar en común. Rompían grupos.
Esos que se te meten en la cabeza sin pensarlos, que obturan salidas creativas y limitan
posibilidades de acción. Cuando un psicópata anda cerca, difícil mantener cordura y
mismidad. No responden a ningún sentido común, establecen leyes que solo atañen a su
voluntad y se desplazan en sentido según su conveniencia.
Así, interpretan gravedades y se sienten ofendidos por nimiedades, nunca corresponde
la magnitud de su sanción con el hecho. Formas despóticas de ejercer el control, parece
ser esa su búsqueda desesperada, poder y control.
No hay sensibilidad sobre el dolor provocado, no hay reconocimiento, carecen
absolutamente de registro de culpa. Cuidado, se nutren de nuestras energías. Digo
(pensando Nietzsche), que el avance de las fuerzas serviles no se sostiene sino en su
saber hacer, de las fuerzas nobles, siervas de pasiones tristes. El sentido deriva de la
fuerza que se apodera de la cosa, que la explota, que se apodera o se expresa en ella.
También Tato Pavlovsky advertía sobre ellos en sus grupos terapéuticos. Los detectaba,
trabajaba con ellos, cuando se develaba la psicopatía, patitas a la calle.
Los tiempos paranoides del covid 19 y del aislamiento social propician la reaparición
violenta de defensas psicopáticas y de estos sujetos. Ante el aumento de la posibilidad
de contagio y de la sensación de desconfianza, que hace de las y los queridas y queridos,
un foco de infección y peligro, en esa fragilidad psíquica, en esa imposibilidad
resolutiva, tensión irreductible y no problematizadora entre identidad de pensamiento e
identidad de percepción, se alimentan de los gusanos que aparcan en la herida.
Los señala el cuerpo, su proximidad se hace notoria en el dolor que provocan, en la
imposibilidad de saber de dónde viene el ataque, hasta que resulta tarde.
No lo puedo creer es la frase que pregonan cuando agreden, no lo puedo creer es la frase
que nos queda, como sabor amargo en la boca, tras padecerles.
Escritos pandémicos 2020/2022 Lic. Gabriel Gendelman
Las redes ejercen psicopatías varias. Difícil es pensar en atribución de responsabilidades
cuando la señal se entrecorta y el decir de alumnos y alumnas, de analizantes, del
compañeres, se robotiza y nos exige agotador sobresfuerzo. Nuevamente, puedo
entender que no me estás haciendo nada malo y no puedo dejar de enojarme, y no es
claro, es con la situación y es con vos.
El amigo, dice Zarathustra, es siempre un tercero entre yo y yo mismo, que me impulsa
a superarme y a ser superado para vivir.
No hay ningún objeto (fenómeno) que no esté poseído, porque en sí mismo es, no una
apariencia, sino la aparición de una fuerza.
Ante el avance de fuerzas serviles que se alimentan del aislamiento como individuación
de voluntades, posiblemente sea el hacer en común del cuidado en común proyecto y
salida, un antídoto derivador de poder. Volver a la naturaleza, el ser de una fuerza es lo
plural.

No sé si es que quiero entrar en la confusión, o estoy siendo forzado, por el estado de las
cosas, a percibirla desde el ojo de la tormenta.
En la ausencia de certidumbres que puedan urdir una trama argumental con cierto viso de
credibilidad, solo quedan apuestas por un posible porvenir.
Cuando la mujer que amo me dice que no vamos a vernos, porque estamos en cuarentena,
porque es conveniente cuidarnos, porque tenemos que pensar en la salud delos frágiles, de
los que nos rodean, de los cercanos, de los lejanos, de los sociales, comprendo y comparto
sus argumntos, pero no puedo entenderlos ni sentirlos así.
Juro y perjuro triples barbijos, cuerpos untados y ungidos en alcoholes esenciales,
alfombras mágicas de transporte con precinto de seguridad garantizados. Nada la
conmueve,
Y si bien me dice ¿Vospensásqueaminomejodeestoqueestápasando? ¿Te
creésquenoquieroabrazarteyamartecomovosamí? Y yo le creo, duele para el carajo, se me
eriza la piel de tanta ausencia, me castañean los dientes de un frio del alma, cervitalgias,
lumbalgias, gastritis, alopecias, amenazan cotidianamente mi estar en el mundo.
Algo más pasa.
En medio de la insoportabilidad extrañante, en el centro exacto del dolor, le creo.
Lo inconmensurable, lo sublime, aparece, como un Aleph, estoy en el instante de lo
insoportable y le creo. Y se que voy a verla. Y se que voy a abrazarla y se que vamos a
amarnos, nuevamente adolescentes, y me alegro. Me duele y me alegro, alegría y dolor
comparten una única intensidad pasional, la única que puede hacer posible la espera.
Entonces, espero.
La distancia no impide los encuentros. Hablamos, larga charla. Cuando lo conocido no
responde por su nombre, algo hace diferencia. Se filtra, entre las notas del discurso, otro
tipo de intensidad afectiva, esa que, llamada desde los estratos de lo sentido en común,
gesta cierta especie de percepción que sólo se hace presente entre los cuerpos cuando la
confianza gana el terreno y acepta la complicidad en la diferencia. Esa que comparte

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confidencias, que pierde vergüenzas, que desnuda decires e inconvenientes, que se
ampara en el derecho y el valor de aceptarse acompañado.
Hay veces en que la palabra acuna y abraza, que resuena, sonríe y alegra. Así es más
fácil afrontar lo difícil, así se arma el espíritu para la lucha que vendrá.
Hay veces que, en lo duro de la pelea, acontece el milagro de una nueva amistad.
Necesidades afectivas de la emergencia, de eso estamos hablando.
También la práctica de la escritura puede ser una forma de ello. Así como la clínica,
formas de escuchar y de decir lo urgente, lo necesario.
Suele pasar, en el transcurso de un sueño, que la relación conocida entre lo familiar y lo
extraño se invierta, que a través de un sutil cambio de percepción, lo “nunca visto”
acontezca y con ello, lo insólito organice las formas de la relación. El espacio se ha
vuelto extraño e inquietante, hemos atravesado la barrera de lo conocido, lo familiar se
vuelve siniestro y lo aciago familiar. No sin costo; angustioso, doloroso suele ser el
despertar de una pesadilla. Cuando esto acontece en lo cotidiano, decimos que hemos
perdido la razón. Cuando no es efecto de una subjetividad descarriada, sino que se
transforma en la forma lógica de estar en la vida, se llama pandemia.
Una pesadilla colectiva que inhibe las formas lógicas de organización de todo sistema
de representación, no operan los mecanismos defensivos conocidos y se enfrentan y
disocian los imaginarios sociales instituidos.
Los cuerpos siguen sintiendo, el abrazo se vuelve una necesidad que quema y una
significación que enferma. Aquello que más amamos es lo mismo que debemos
rechazar, bajo amenaza de muerte.
Ante los operadores de la diferencia no elaborativa, que hacen del uso indiscriminado y
criminalizado de la situación social su campo de operaciones mediáticas, con conocidas
Infectaduras de origen, urge presentar alternativas no estigmatizantes, que permitan co-
operar bajo otras lógicas existentes. Para salir de la pesadilla, sueño con la creación de
espacios solidarios en salud mental y comunitaria, urge seguir haciendo, acompañando
el estado de soledad y angustia existente.
Ante el avance de los discursos sobre la angustia que proponen soluciones de muerte,
que solo avizoran una salida desde el punto de vista económico, negando el riesgo del
contagio, se vuelve urgente contraponer fundamentos clínicos y comunitarios que
apuntalen la perspectiva sanitarista, desde el más que necesario trabajo en y sobre los
efectos psicosociales y psicopatológicos del encierro y del trabajo en situación de
emergencia.
Están los que se han infectado y enfermado por el covid 19, estamos todos y todas las y
los afectadas y afectados por la situación. Aquello que nos cuida no está exento de
riesgos.
Negar el malestar que opera sobre la vida en común, tras más de dos meses de
aislamiento social preventivo y obligatorio, resulta casi tan riesgoso como negar la
posibilidad de contagio que advendría si se relajan las normas de la cuarentena. Son esas
cosas que sacuden y entonces todo el tiempo hay que salir y entrar en este dolor, transitar el
malestar, aprender. Parece que tuviéramos que surfear, viene la ola que te quiere voltear y
vos tenés que hacer un equilibrio a veces precario, inclusive en esto de las nuevas
modalidades. Me preguntaba si el silencio o la ausencia de silencio no tenía que ver también
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con lo que estamos transitando acá, en esta reunión por Zoom, porque veo que entre los que
hablan y están ahí , también estoy yo, y es una cosa muy loca verme. No suelo atender en el
consultorio mirándome al espejo y mis pacientes tampoco, a menos que lo trabaje
especialmente como dispositivo.
¡Qué pasa con los narcicismos inestables cuando los enfrentás todo el tiempo a mirarse al
espejo? Mirá que… ¿no? Por qué y qué nos pasa en esto que yo estoy viendo, mi
gestualidad?
El otro día me quedé congelado por cuestiones del zoom, veía a los pacientes, los escuchaba
hablar y ellos sólo escuchaban mi voz y veían una foto de hace 40 años.
Es la que estamos viendo ahora…
Como ahora.
Ese joven, en esa foto tiene 20 años nomás, no hace tanto ¿no?
No, antes de ayer…
Hay que bancarse el archivo, pero ahí está…
20 años no es nada…
Por ese entonces militancia, facultad, marchas y gases, el barbijo, el pañuelo, el limón, eran
otra cosa, otros códigos. Nada de aislamiento. Vivíamos en la calle, vos sabías que el de al
lado te iba a cuidar. Entonces y ahora, es fuerte la idea de cómo afecta o no afecta en
relación al trabajo y a la vida, la distancia, la imagen y la posición.
Todo parece una impostura, un ballet de cuadritos, caras ensayadas, perdidas en una marea
de rostros mal encuadrados, más pantallas, más rostros, o nombres, o fotos, y el signo rojo
del micrófono silenciado… mirá si hacíamos eso en una asamblea. Uno está ahí, si hacemos
todos lo mismo, poner rostro, poner nombre o foto, igual no sé si nos vemos. Prefiero sólo
escucharnos y no estaría mal, trabajar en la escucha. Desde la magia, porque hay mucho del
pensamiento mágico. Hoy no sabemos nada de nada, nos toca inventar y para eso hace falta
magia, creer, aunque los demás te dicen que no existe. Difícil, pero seguís buscando. Te
dicen señor, señora, abuela, no busque más, y seguimos, de tozudas y cabezones, y
seguimos pensando y empiezan a aparecer sentidos y las voces se multiplican y lo que
parecía un delirio, se viraliza-vitaliza como otra verdad. Que no perdamos de vista que el
aislamiento sirve para ahora, hoy es indispensable e impostergable. Hoy no se sale, pero no
para quedarse siempre. No me imagino sin jugar a la pelota con mis amigos de futbol,
algunos desde hace más de 40 años, sin el asado, sin el café. Dicen que lo que se viene es un
mundo así. No señores y señoras, si perdemos la memoria y el abrazo, la humanidad va a
desaparecer por esto, por el aislamiento.
Es posible que ni los nombres nos queden y tal vez tenga que ser así. Hay que encontrar
otros porque posiblemente ninguna nominación de las concebidas representen, produzcan o
cuenten sobre lo que está pasando. Cómo acceder a otras formas de significación a partir de
encontrar palabras que puedan dar cuenta de nada de lo que sabemos nombrar.
En este momento no se si estoy acá o estoy allá, veo a seis personas, antes eran siete ahora
son seis, una que deja márgenes oscuros por la posición y se vuelve más alargada, los otros
ocupamos el espacio, no sé si terminó mi presencia o mi capacidad física termina en esta
cuadrícula que esta acá o puedo avanzar hacia otros espacios, intento entrar en otros
cuadros, no puedo. Se suma cada vez más gente al zoom, son dos, tres, cuatro, diez
pantallas, las recorro buscando nombres, rostros conocidos, se pierde, se pierde la señal, se
apaga la computadora.

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Se enciende una vida.
Lic. Gabriel Gendelman

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