Carta PMDU
Carta PMDU
En días pasados, se destacó que, para el plan de Desarrollo Urbano del Municipio de Cuauhtémoc, se consideraron las
opiniones de algunos de los actores entrevistados. Para estos actores, era importante crear un refugio para las personas
empleadas en las huertas, como una necesidad colectiva de la población de Cuauhtémoc. No puedo expresar más que
mi desacuerdo con esta idea. Aunque puede parecer un acto de generosidad y compasión hacia la población migrante,
también es importante señalar que esto representa un subsidio regresivo al agronegocio de Cuauhtémoc.
Sabemos que la producción agrícola depende del trabajo humano ejercido sobre la tierra para producir mercancías,
en este caso, manzanas. Del valor social de estas manzanas, se pagan los salarios de los trabajadores (el capital variable),
la depreciación del capital constante (las maquinarias, los árboles, las mallas) y queda un excedente de valor que va a
parar a manos de los dueños de las huertas. Así pues, si sumamos el valor de todo aquello que entra al proceso
productivo, siempre debería ser menor al precio de las mercancías producidas. A la diferencia se le conoce como
ganancia. El agricultor puede aumentar su ganancia solo de tres maneras, la primera es cobrar precios más altos, la
segunda es volver más eficiente su gasto (por ejemplo, comprando mejores maquinarias que requieren menos
combustible) y la tercera, es pagando menos a sus trabajadores.
En las teorías económicas clásicas, la forma natural de que una economía crezca es la segunda, comprar mejores
maquinarias y reducir la necesidad de trabajadores mediante la automatización del proceso productivo. Sin embargo, en
Cuauhtémoc, debido a los altos costos del crédito esto es poco rentable. Si una maquinaria que me ahorra el trabajo de
un trabajador cuesta en intereses (o en rendimientos no cobrados) el salario de dos, entonces es una decisión irracional
el comprar esa maquinaria. La primera es poco razonable porque eso requeriría de un monopolio, o de un oligopolio
que pudiera cobrar precios de monopolio de las mercancías. Esto no es posible porque todo aumento del precio sería
contrarrestado con un aumento de las importaciones que desplazarían el producto caro.
Así pues, la única forma en la que los agronegocios pueden crecer su ganancia es reduciendo el salario pagado a los
trabajadores. Esto puede darse de dos maneras, la primera es pagar menos y la segunda es trabajar más por el mismo
salario. Esto entra en contradicción con la ley de la oferta y la demanda, porque mientras la demanda de trabajo aumenta
(hay mas puestos, porque hay más huertas), en teoría deberían aumentar los salarios para competir con otros puestos
de trabajo mejor pagados o más agradables. Esto no sucede así. Para compensar el aumento de salarios, los empleadores
necesitan recurrir a la movilización de poblaciones periféricas, que tienen menores expectativas de ingreso y que, además,
pueden ser explotados más duramente, puesto que el resto de los trabajos están vedados para ellos por la discriminación.
El problema de esta movilización es que requiere ciertas condiciones: transporte, vivienda y comida. Estos requisitos
pueden cubrirse mediante un salario explícito (un pago que cubre esas necesidades) o implícito (proveer vivienda y
comida directamente). Si fuéramos justos, estos costos deberían ser cubiertos por quien se beneficia, es decir, por el
agricultor, ya que esto representa un incentivo para los trabajadores que contrata. Sin embargo, cuando el municipio
paga estos costos, se permite la movilización de estas poblaciones periféricas para trabajar por menos dinero, ya que
una parte del ingreso necesario para subsistir es cubierta por el gobierno. Esto no mejora las condiciones de vida de los
trabajadores, sino que expande las ganancias de los empresarios.
Además, la movilización de la población periférica permite que los salarios no suban por encima del nivel de
subsistencia, que, de todas formas, estaría subsidiado. Sin la migración, los empresarios tendrían que pagar un salario
suficiente para que estas poblaciones se integraran a la población local y se cubriera mediante un salario explícito.
Subsidiar a los migrantes mediante salarios implícitos pagados por el gobierno solo reduce los salarios y aumenta las
ganancias de los agronegocios. Esta no es una política de compasión, a menos que la compasión esté dirigida a los
empresarios agrícolas y sus necesidades.
Humberto Yañez Orozco
Centro de Estudios Demográficos, Urbanos y Ambientales
de El Colegio de México