Heridas Infancia

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Antes de empezar este capítulo, te invito a releer lo que escribí sobre el tema de la

humillación en las 5 heridas que impiden ser uno mismo.


La herida de humillación es la única que no padecemos todos. Es posible que, a veces, te
sientas humillado, pero te recuerdo que no debes darle mucha importancia a las palabras.
No debes confundir tus sentimientos con el nombre de las heridas. Por ejemplo, puedes
sentirte humillado cuando tu herida de rechazo se ha activado. Observando tu reacción
sabrás realmente cuál de las dos heridas está activada.
Si tu cuerpo no presenta ningún signo característico de la herida de humillación, te
recomiendo que seas consciente de tu conducta en las situaciones en las que dices sentirte
humillado. Esto te ayudará a comprobar lo que sientes en tu interior.
Es así con todas las heridas. Muchas personas aseguran que se sienten rechazadas o
abandonadas, pero reaccionan con comportamientos típicos de las heridas de injusticia y
traición. Pueden ser más conscientes de lo que les ocurre si admiten qué herida es la que le
hace sufrir más en una determinada situación. Después, es mucho más fácil admitir que el
rechazo o el abandono se escondían detrás de este sufrimiento.
Es importante saber, por nuestra conducta, qué herida está activa. Por ejemplo. Que una
chica se sienta humillada por su madre no quiere decir que la situación haya activado su
herida de humillación. Lo que experimenta como una humillación puede haber activado la
herida de rechazo o de injusticia. Es su reacción lo que determinará cuál de las heridas
acaba de ser activada.
Cada herida irá menguando poco a poco solo si, de verdad aceptas lo que eres.
Si, por ejemplo, estás pensando en sanar tu herida de humillación pero, en realidad, es otra
herida la que te hace sufrir, te será más difícil y te llevará más tiempo aceptar lo que eres.
La aceptación total es la única manera de sanar tus heridas.
Para resumir lo que decía en el primer capítulo al respecto, la herida de humillación afecta a
tu relación contigo mismo, no con los demás. He podido observar que cuando una persona
vive una situación en la que esta herida está activada, no intenta humillar a nadie más. Al
contrario, intenta defender o disculpar al otro.
Sin embargo, suele ocurrir que los demás se sientan humillados por la conducta de la
persona masoquista. Por ejemplo, muchos me han confesado haber sentido vergüenza por el
sobrepeso de alguno de sus padres o por su conducta en el terreno sexual. Hablé en el
primer capítulo de triángulo de la vida, que demuestra que somos con nosotros mismos
igual que con los demás y que acusamos a los demás de ser así con nosotros.
Todas nuestras heridas están ya presentes en el momento del nacimiento. Su importancia
viene determinada por la evolución de nuestra alma y por lo dominante que sea el ego. Pero
la vida vuelve a empezar una y otra vez, y como no recordamos nuestras vidas anteriores,
es difícil saber nuestro nivel de evolución. Solo teniendo experiencias podremos ser
conscientes de lo que nos queda por hacer.
Las personas que sufren de humillación se sienten observadas por un poder superior y se
creen a menudo culpables, sobre todo en el ámbito físico. ¿Por qué? Por que para sanar esta
herida deben darse permiso para ser seres humanos y usar, y en especial disfrutar, sus cinco
sentidos. Detrás de esta herida se suele esconder una persona muy sensual que quiere
disfrutar de sus sentidos, aceptándose y amándose a la vez. Como su ego está convencido
de que eso no está bien, de que no es espiritual, esa persona se enfrenta a un gran dilema.
La principal característica física del masoquista es la redondez de su cuerpo, se obeso o no.
Los individuos que sufren una gran herida de humillación tienen un cuerpo más
voluminoso que la media, desde muy jóvenes. Creen que se dan permiso para ser sensuales,
tal y como desean, por que se visten de forma provocativa y seductora, comen mucho y
dicen que se aman, que aceptan su peso o que tienen una vida sexual muy activa. Pero en lo
más profundo de su ser, se sienten culpables de amar demasiado las cosas materiales, sobre
todo ante DIOS, la autoridad suprema.
Esto explica por qué la herida de humillación se experimenta con uno mismo. Por ejemplo,
si alguien hace algún comentario descortés a un masoquista sobre su forma de vestirse, de
alimentarse o sobre su peso, no se lo tendrá en cuenta. Al contrario, puede ser que se
sonroje, se burle de sí mismo, se arrepienta de ser así y esté de acuerdo con el comentario.
Sus juicios sobre sí mismo estarán motivados por la vergüenza.
Si tiene en cuenta el comentario, es porque otra herida ha sido activada a la vez. En el caso
de que se trate de la herida de injusticia, se justificará o pensará que es injusto y que él
nunca haría este tipo de comentarios. Si se activa la herida de traición, dirá poniendo
énfasis en sus imperfecciones: <¿Te crees que eres perfecto?>. La herida de abandono le
hará llorar o quejarse en silencio, y si es la herida de rechazo la que se activa, fingirá no
verse afectado, como si no hubiese oído nada o, sencillamente, se marchará.
SER UNA PERSONA ESPIRITUAL
Lo más importante para aquellos que sufren la herida de humillación es su relación con
DIOS, con el poder supremo. Son personas muy espirituales que quieren ser dignas de
DIOS. Tienen la sensación de que Él las observa constantemente. Se sienten vigiladas,
hagan lo que hagan o piensen lo que piensen. Nunca se sienten suficientemente espirituales.
Puntualizo que la relación con DIOS no tiene nada que ver con la religión y puede ser
vivida por gente que no sea practicante. El miedo a una autoridad divina viene de
situaciones no solucionadas en una o en varias vidas anteriores.
Si te identificas con esta descripción, debes cambiar tu definición de lo que es una persona
espiritual. Querer ser siempre digno, generoso y servicial lleva a desarrollar orgullo. En vez
de seguir así, sé consciente de que el servicio a los demás no tiene por qué ser el camino
que lleve a ser digno de DIOS. ¿Por qué? Porque DIOS solo quiere tu felicidad y tu parte
masoquista hace que olvides tus necesidades y antepongas las de los demás.
Sé que no es fácil, por que probablemente estás acostumbrado a las alabanzas que te dicen
las personas a la que ayudas, aunque se preguntan cuándo vas a empezar a cuidar de ti
mismo.
Una persona masoquista recibe muchas alabanzas de los que la rodean.
Cree oír la voz de Dios bendiciéndola, glorificándola.

Ser digno de DIOS es una invención del ego. Recuerda que se trata de una energía creadora
y no de una persona que observa y decide lo que está bien y lo que está mal. La noción del
bien y del mal es una invención y en absoluto adivina. En realidad solo hay experiencias.
Tu DIOS interior quiere que reconozcas tu gran capacidad para crear lo que es más
beneficioso para ti y que reconozcas todas las expresiones de DIOS en la materia. Además,
creer que sabes lo que es mejor para los demás alimenta tu ego. Nadie nace para
solucionarles la vida a los demás. Cuando quieras ayudar a alguien, hazlo solo si esa
persona te lo pide. Si eliges ayudar, hazlo por amor a ella pero, sobre todo, por amor a ti
mismo, recordando tus necesidades y qué puedes aprender de la experiencia.

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