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POSIBILIDAD O VALIDEZ DEL CONOCIMIENTO
POR: JOSÉ VILLANUEVA
Introducción.
Uno de los problemas capitales para la reflexión filosófica lo constituye el
problema del conocimiento. Todo conocimiento es una relación, pero aparecen además dos términos, que son los que se relacionan. El sujeto cognoscente y el objeto conocido. La Epistemología o Teoría Filosófica del Conocimiento estudia esta relación, así como todos los problemas que desde esta relación se plantean. Su definición se enuncia como la doctrina a cerca de las ideas sobre el conocimiento, la generación, su posibilidad y su validez. En tal sentido, desde ella se formulan preguntas como por ejemplo: si la relación sujeto-objeto es posible, cuál es el orige n de esta y si tiene límites, entre otras. Es así como la Teoría del Conocimiento tiene como encomienda y propósito fundamental hacer explícitos los principios que le otorgan validez al conocimiento científico no desde un punto de vista metodológico, acerca de cómo obtener el saber, sino desde la perspectiva de cómo las disciplinas científicas son capaces de construir y reconstruir el mundo a partir de sus propias posibilidades. En esta perspectiva, afirma Arroyo (2001) que “La epistemología, junto con la metafísica, la ética y la estética, constituye una de las ramas principales de la filosofía” Ahora bien, los orígenes de la prenombrada disciplina los podemos ubicar tempranamente ya en el contexto de la filosofía griega, tiempo desde el cual ha evolucionado hasta alcanzar nuestro días; en su desarrollo se han generado diferentes posturas en torno a que es el conocimiento, como se accede a este y cuales son los criterios de validez y posibilidad del mismo. Razón por la cual el autor de este breve informe, circunscrito al contexto de al cátedra “Síntesis Filosófica”, desde la que se pretende proporcionar al estudiante las herramientas intelectuales y metodológicas que le permitan abordar los temas actuales con criterios filosóficos (Bohórquez, 2006), considera oportuno para el desarrollo del tema en cuestión, hacer un sucinto y sumario recorrido del mismo, sin pretender con ello un tratado completo de la materia, sino tan solo ofrecer una brevísima síntesis estructurada del problema objeto de estudio, siguiendo de este modo la idea expuesta por Gustavo Bueno (1995), de que “Incluso quien se mantenga muy distanciado del «cue rpo histórico» de la filosofía, tendrá que reconocer que este cuerpo histórico, por borrosos que sean sus límites, constituye, sin perjuicio de su carácter pretérito, la «filosofía realmente existente»” (p. 32)
El Problema de la Posibilidad del Conocimiento en el Pensamiento Griego y
Medieval.
Los sofistas, asumiendo un relativismo escéptico, pusieron en duda toda
posibilidad de alcanzar un conocimiento fiable y objetivo. En esta perspectiva para Gorgias: “nada puede existir en realidad… y si algo existe no se puede conocer… y si su conocimiento fuera posible, no se podría comunicarse”. Así mismo, para Protágoras “ninguna opinión de una persona es más correcta que la de otra, porque cada individuo es el único juez de su propia experiencia ”. Platón en cambio, afirma la existencia de un mundo de formas o ideas (mudos de las ideas), invariable e invisible, sobre el que es posible adquirir un conocimiento exacto y certero. Ahora bien, las cosas que uno ve y palpa no son sino copias imperfectas de las formas puras estudiadas en matemáticas y filosofía. Por consiguiente, sólo el razonamiento abstracto proporciona un conocimiento verdadero, mientras que la percepción facilita opiniones vagas e inconsistentes, y en consecuencia la contemplación filosófica del mundo oculto de las ideas es el fin más elevado de la existencia humana. Por su parte, Aristóteles, coincidió con Platón al considerar el conocimiento abstracto como superior a cualquier otro, así como el de la posibilidad de alcanzarlo, pero discrepó de su juicio en cuanto al método apropiado. Para Aristóteles todo el conocimiento se deriva de la experiencia. El conocimiento se adquiere ya sea por vía directa, con la abstracción de los rasgos que definen a una especie, o de forma indirecta, deduciendo nuevos datos de aquellos ya sabidos, de acuerdo con las reglas de la lógica. Las escuelas estoicas y epicúreas coincidieron con Aristóteles en que el conocimiento nace de la percepción, pero al contrario que Aristóteles y Platón, mantenían que la filosofía había de ser considerada como una guía práctica para la vida y no como un fin en sí misma. En esta perspectiva en el período histórico del pensamiento griego, como hemos podido evidenciar en lo antes dicho, ya existía una notoria disparidad respecto a la idea la posibilidad del conocimiento. En la Edad Media del mismo modo a como Platón y Aristóteles defendieran el postulado acerca de la posibilidad del conocimiento, nos encontramos acérrimos defensores de esta idea, como lo fueron San Agustín y Santo Tomas de Aquino, de hecho, como afirma Wilson (citado por Peguerotes 1972; 29): “No se puede separar en San Agustín el problema de la existencia de Dios y el problema del Conocimiento”. San Agustín se esfuerza por afirmar sobre bases sólidas el fundamento de nuestra certeza. El motivo de su obra Contra académicos, escrita en Casiciaco, no debe buscarse en que en aquel tiempo existieran seguidores de esa corriente filosófica (escepticismo), sino más bien en el hecho de que ella Agustín procura buscar razones que corroboren su certeza, evitándoles a sus amigos la caída en el escepticismo que el mismo experimento antes de su conversión. De este modo, para refutar el escepticismo, San Agustín adopta el método de seguir el mismo procedimiento de sus adversarios, fingiendo que duda progresivamente de todo, hasta llegar a acorralarlos en una certeza postrera, de la cual les sea imposible dudar. Esa certeza será la convicción profunda e innegable de su propia existencia, atestiguada por el hecho del pensamiento y hasta de su misma duda. Para San Agustín no hay nada más íntimo al alma que ella misma. Por lo tanto, en el sentimiento íntimo que el alma tiene de sí misma es donde hay que buscar la fuente de la certeza. En San Agustín se hallan las fórmulas carteciana del Cogito ergo sum. No se trata de una verdad, para sacar de ella por deducción toda la filosofía, sino simplemente de una certeza primaria, que es la de la propia existencia, de la cual no cabe dudar racionalmente. Para Santo Tomás hay dos cuestiones básicas en el tema de la fe: la determinación o caracterización de su esencia y la relación de la fe con otras formas de conocimiento. En cuanto a la caracterización de la fe, Santo Tomás nos dice que nuestro entendimiento puede aceptar o asentir a una verdad movido de alguna de estas tres maneras: 1. Porque ve inmediatamente la verdad, como ocurre con los primeros principios; 2. Porque deduce la verdad a partir de principios de por sí evidentes; 3. Porque es movido por la voluntad: la voluntad puede llevarnos a creer que es verdad algo de lo cual no tenemos una evidencia inmediata ni una demostración, como cuando queremos creer a alguien aunque no veamos que lo que dice es cierto. Decimos que le creemos porque queremos creerle, porque confiamos en él. En el primer y segundo caso tenemos conocimiento racional, y la certeza que en ellos conseguimos está fundamentada en la evidencia. En el tercer caso no tenemos propiamente evidencia ni conocimiento racional, aunque la persona que acepta de este modo una verdad puede vivir con mucha intensidad la verdad en la que cree (con mucha certeza). El tercer caso es la creencia o fe.
La Posibilidad del Conocimiento en el Pensamiento Moderno.
Siguiendo a Manuel Gonzalo Casas (1970) en la Edad Moderna podemos
esquematizar el tema que nos ocupa de la siguiente forma:
1. Posición racionalista, que afirma la absoluta posibilidad y realidad del
contacto entre el sujeto y el objeto, resultando comprensible el que el sujeto, la conciencia cognoscente, aprehenda su objeto, es decir lo conozca. Para los defensores de este punto de vista la principal fuente y prueba final de esta teoría era el razonamiento deductivo basado en principios evidentes o axiomas. Entre los principales representantes de esta posición se cuentan: Descartes, Spinoza y Leibniz.
2. Posición empirista, propiciada por los filósofos Francis Bacon, John
Locke, George Berkeley y David Hume, según los cuales la fuente principal y prueba última del conocimiento era la percepción. Bacon inauguró la nueva era de la ciencia moderna criticando la confianza medieval en la tradición y la autoridad y aportando nuevas normas para articular el método científico, entre las que se incluyen el primer grupo de reglas de lógica inductiva formuladas. Locke criticó la creencia racionalista de que los principios del conocimiento son evidentes por una vía intuitiva, y argumentó que todo conocimiento deriva de la experiencia, ya sea de la procedente del mundo externo, que imprime sensaciones en la mente, ya sea de la experiencia interna, cuando la mente refleja sus propias actividades. Afirmó que el conocimiento humano de los objetos físicos externos está siempre sujeto a los errores de los sentidos y concluyó que no se puede tener un conocimiento certero del mundo físico que resulte absoluto. Berkeley estaba de acuerdo con Locke en que el conocimiento se adquiere a través de las ideas, pero rechazó la creencia de Locke de que es posible distinguir entre ideas y objetos. Hume siguió con la tradición empirista, pero no aceptó la conclusión de Berkeley de que el conocimiento consistía tan sólo en ideas. Dividió todo el conocimiento en dos clases: el conocimiento de la relación de las ideas y el conocimiento de la realidad. Hume afirmó que la mayor parte del conocimiento de la realidad descansa en la relación causa-efecto, y al no existir ninguna conexión lógica entre una causa dada y su efecto, no se puede esperar conocer ninguna realidad futura con certeza. Así, las leyes de la ciencia más certeras podrían no seguir siendo verdad: una conclusión que tuvo un impacto revolucionario en la filosofía.
3. Posición Criticista: cuyo principal representante fuera Immanuel Kant
quien intentó resolver la crisis provocada por el empirismo, proponiendo una solución en la que combinaba elementos del racionalismo con algunas tesis procedentes del empirismo. De este modo, coincidió con los racionalistas al admitir que se puede tener conocimiento exacto y certero, pero siguió a los empiristas en mantener que dicho conocimiento es más informativo sobre la estructura del pensamiento que sobre el mundo que se halla al margen del mismo. Distinguió tres tipos de conocimiento: analítico a priori, que es exacto y certero pero no informativo, porque sólo aclara lo que está contenido en las definiciones; sintético a posteriori, que transmite información sobre el mundo aprendido a partir de la experiencia, pero está sujeto a los errores de los sentidos, y sintético a priori, que se descubre por la intuición y es a la vez exacto y certero, ya que expresa las condiciones necesarias que la mente impone a todos los objetos de la experiencia.
4. Posición Idealista, representanda por Friedrich Hegel quien retomara la
afirmación racionalista de que el conocimiento certero de la realidad puede alcanzarse con carácter absoluto equiparando los procesos del pensamiento, de la naturaleza y de la historia.
5. Posición Positivista, representada por Herbert Spencer en Gran Bretaña y
el filósofo francés Auguste Comte, quienes aplicaron los principios del empirismo al estudio de la sociedad, y para los cuales todo conocimiento es subjetivo y relativo, esto es, que si existe una verdad; pero, tal verdad tiene una validez limitada, subordinada al sujeto que conoce y juzga, y en consecuencia no existe verdad absolutamente universal.
Los Problemas Epistemológicos a partir del Siglo XX.
A principios del siglo XX los problemas epistemológicos fueron discutidos a
fondo y sutiles matices de diferencia empezaron a dividir a las distintas escuelas de pensamiento. En este contexto se prestó especial atención a la relación entre el acto de percibir algo, el objeto percibido de una forma directa y la cosa que se puede decir que se conoce como resultado de la propia percepción. De este modo, nos encontramos con corrientes como la fenomenología, fundada por el filósofo alemán Edmund Husserl, que siguiendo un método para enfrentarse al problema de clarificar la relación entre el acto de conocer y el objeto conocido afirma que se puede distinguir cómo son las cosas a partir de cómo uno piensa que son en realidad, alcanzando así una comprensión más precisa de las bases conceptuales del conocimiento. Así mismo, El Perspectivismo, corriente impulsada por el español Ortega y Gasset, desde el que se afirma que : a. Todo conocimiento está anclado siempre en un punto de vista, en una situación; y b. En su propia esencia la realidad misma es perspectivística, es decir, multiforme. A este efecto afirma el propio Ortega (1916): “El punto de vista individual me parece el único punto de vista desde el cual puede medirse el mundo en su verdad… la realidad, precisamente por serlo y hallarse fuera de nuestras mentes individuales, sólo puede llegar a éstas multiplicándose en mil caras o haces” En consecuencia, la perspectiva es uno de los componentes de la realidad. Lejos de ser su deformación es su organización. Una realidad que vista desde cualquier punto resultase siempre idéntica es un concepto absurdo. La peculiaridad de cada ser, su diferencia individual, lejos de estorbarle para captar la verdad, es precisamente el órgano por el cual puede ver la porción de la realidad que le corresponde. De este modo, aparece cada individuo, cada generación, cada época como un aparato de conocimiento insustituible (…) y sólo yuxtaponiendo las visiones parciales de todos se lograría tejer la verdad omnímoda y absoluta (Ferrater Mora, 1999) Por otra parte, nos encontramos con el positivismo lógico, que tuvo su origen en Viena (Austria), quienes hacen hincapié que cualquier conocimiento válido tiene que ser verificable en la experiencia y en consecuencia sólo hay una clase de conocimiento: el conocimiento científico. En esta perspectiva, una de estas recientes escuelas de pensamiento, se engloba en el campo del análisis lingüístico o en la filosofía del lenguaje, se encuentra la corriente analítica lingüística, que se ha propuesto estudiar el modo real en que se usan los términos epistemológicos claves y formular reglas definitivas para su uso con el objeto de evitar confusiones verbales. En esta dirección se destaca el filósofo británico John Austin, quien afirmó, por ejemplo, que decir que un enunciado es verdadero no añade nada al enunciado excepto una promesa por parte del que habla o escribe. Para Austin no considera la verdad como una cualidad o propiedad de los enunciados o elocuciones. Finalmente, una última dirección a destacar en torno al tema que nos ocupa, la constituye el conjunto de autores contemporáneos a cuyo enfoque literario ya es común denominarlos como “Post-posivistas” o “Post-empiristas”, desde los que se afirma que el conocimiento solo es posible desde la experiencia, pero que en dicho proceso la estructura y la construcción de teorías tienen que ver con procesos no fácticos relacionados con las tradiciones de las cuales provienen. Es decir, que el conocimiento es el resultado de un proceso que gira entre lo que llaman "medio metafísico" y otro que denominan "medio empírico". Las teorías están ubicadas en una posición cercana al medio metafísico, y los hechos, al medio empírico. Si tomamos como punto de partida el medio metafísico, los elementos del conocimiento son: presuposiciones generales, orientaciones generales y modelos; luego habría un espacio donde se encuentra la aludida ubicación de las teorías, y continúa con conceptos, definiciones, clasificaciones, leyes, proposiciones simples y complejas, correlaciones; ubica aquí el espacio de los hechos y al que siguen los supuestos metodológicos, para finalizar con las observaciones que se encuentran en el punto más cercano al medio empírico. De este modo, el conocimiento un proceso en relación permanente entre factores "fácticos" y "no- fácticos"; resaltándose la función de los factores metafísicos como elementos de las teorías.