Etica Aristotélica

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7. La ética de Aristóteles.

La filosofía de este autor fue de tanta importancia histórica por su amplitud y sistematicidad
que no podemos dejar de pasar algunos aspectos de su filosofía práctica, en especial los
fundamentos de su ética. La ética de Aristóteles ha sido llamada eudemonista porque
considera la felicidad como el bien supremo y el fin último al cual tienden los actos humanos.
Todos los hombres desean ser felices. Pero ¿en qué consiste la felicidad? Esta es la pregunta
principal de la ética aristotélica.

La eudaimonía. El significado de la palabra eudaimonía, que traducimos generalmente por


“felicidad”, dista mucho de lo que entendemos por felicidad en la actualidad. Esto se observa
mejor si atendemos a la etimología de la palabra: a) la raíz eu, en griego indica relación al bien,
por lo tanto en este contexto la felicidad se alcanza a través del bien; b) la segunda parte de la
palabra proviene de daemon, que en griego hace referencia a lo espiritual, por lo tanto la
felicidad es entendida aquí como algo que requiere de ciertos hábitos y acciones y no de
ciertas cosas que se pueden tener; c) la terminación ia indica algo permanente, duradero, no
algo pasajero, como un placer o estado de ánimo. En pocas palabras, para Aristóteles la
felicidad es un estado objetivo, mientras que hoy se la entiende comúnmente como un estado
subjetivo. Esta diferencia es un elemento muy importante a tener en cuenta para entender
correctamente la ética eudemonista.

El bien. Aristóteles comienza su obra Ética a Nicómaco diciendo “todo arte, toda investigación y
toda elección parecen tender a algún bien. Podemos definir el bien como aquello a lo que
todas las cosas tienden.” El bien es el fin de los actos. Actuamos porque deseamos un bien;
existen muchas clases de bienes que buscamos con múltiples actos. Así, por ejemplo, el fin de
la medicina es la salud, que consideramos un bien. Podemos decir lo mismo del alimento, el
trabajo, las riquezas, la amistad, la libertad, etc. Pero Aristóteles nota que estos bienes se
ordenan como medios y fines y que todos, en definitiva, se ordenan a un fin que es la felicidad.
Deseamos trabajar, por lo tanto es un bien; pero no lo deseamos en sí mismo sino como medio
para alcanzar otro bien, por ejemplo las riquezas, el alimento, etc. Por lo tanto, si existe un bien
supremo al que todos los otros se ordenan es la felicidad, puesto que es el único que todos
desean en sí mismo y no como medio para conseguir otro bien. El problema que se plantea
ahora es cómo alcanzar el fin último. ¿Cuál de todos los bienes que podemos adquirir es el
medio para la felicidad?

La virtud. Hemos dicho que la felicidad consiste en un estado propio, una forma de ser, objetiva
y permanente y no en un estado subjetivo y momentáneo. Por lo tanto ni las emociones, ni los
sentimientos, ni el placer pueden llevarnos a la felicidad, ya que duran poco tiempo; tampoco
las riquezas, ya que son externas y pueden perderse en cualquier momento. La felicidad no es
un estar, sino un ser. De allí que Aristóteles distinga el bien del placer; éste no es el bien, sino
un bien. Por lo tanto no puede ser el fin último de nuestros actos, puesto que lo deseamos
para ser felices y no en sí mismo. Cuando un placer no lleva a la felicidad, no es deseable.
Además, el honor y las amistades pueden sernos quitados sin que tengamos control sobre
ellos. La felicidad no puede ser fruto del azar, sino de nuestros propios actos y decisiones.

Luego de analizar los distintos tipos de bienes Aristóteles concluye que lo único que puede
llevarnos a la felicidad es una disposición permanente de la voluntad al bien, que se llama
virtud. El hombre es una sustancia y las virtudes son accidentes, es decir, formas de ser que se
adquieren a través de ciertos actos. Así, por ejemplo, la sabiduría no consiste en recordar
muchos datos, sino en una inclinación a pensar rectamente, que se consigue cuando nos
ocupamos cotidianamente de hacerlo. Al matemático que razona, gracias a un esfuerzo
sostenido, siempre rectamente, le es cada vez más fácil hacerlo; de la misma manera al que
razona incorrectamente le es cada vez más fácil errar. En resumen, la virtud es un hábito
bueno; su opuesto, el vicio, un hábito malo. Si la virtud conduce a la felicidad, el vicio nos aleja
de ella. ¿Y por qué dice Aristóteles que la virtud es el camino a la felicidad? Siguiendo el
ejemplo anterior, podríamos decir que el matemático que tiene el hábito de razonar bien, es
más “feliz” en tanto matemático. De la misma manera, el violinista que tiene el hábito de tocar
bien es más “feliz” en tanto violinista.

Las virtudes. Las virtudes son muy variadas. La más importante para Aristóteles es la prudencia.
Otras virtudes son llamadas cardinales, porque son la raíz de donde brotan las demás. Estas
son la templanza, la fortaleza y la justicia.

La prudencia vendría a ser la virtud de las virtudes, porque es el hábito de discernir el bien y el
mal en la práctica. Por lo tanto las otras virtudes dependen, de alguna manera, de la prudencia.
Por ejemplo podemos proponernos ser veraces y nunca decir una mentira, pero, en la práctica,
podemos no estar seguros si ocultar en parte la verdad y “suavizarla” para no herir a alguien en
una situación concreta, es realmente mentir. Esto lo sabe el hombre prudente. La prudencia es
también lo que nos permite distinguir el justo medio, que para Aristóteles es donde
encontramos la virtud moral, evitando el exceso y el defecto o carencia. Por ejemplo la valentía
es el término medio entre la cobardía (tener miedo a todo) y la temeridad (no tener miedo a
nada). El justo medio está siempre acompañado por la razón; por ejemplo el soldado valiente,
sabe cuando no es razonable atacar. Po eso decimos que es una virtud dianoética (de dianoia,
que significa en griego razón) mientras que las virtudes éticas tienen su fundamento en la
voluntad.

La templanza. Esta virtud es la que nos permite limitar nuestros impulsos para evitar
consecuencias no deseadas. En general se la entiende como el ordenamiento (y no la
supresión) de las pasiones por acción de la razón y la voluntad. Por ejemplo cuando tenemos
necesidad de comer algo dulce, la razón dice que nos limitemos porque podemos tener una
indigestión; si nuestra voluntad sigue a la razón tenemos la virtud de la templanza, de lo
contrario somos intemperantes, tenemos un vicio.

La fortaleza. Es la virtud que nos permite superar los obstáculos que se interponen en el
camino a alcanzar un bien deseado. Por ejemplo, si cuando suena el despertador me levanto
de la cama y llego a tiempo al examen y si el día anterior estudié aunque tenía sueño, tengo la
virtud de la fortaleza.

La justicia. La justicia es el hábito de dar a cada uno lo que le corresponde. Es para la mayoría
de los filósofos una virtud indispensable en la vida moral y política. Sócrates ya relacionaba la
justicia con la felicidad y esto se refleja en el diálogo Gorgias, escrito por su discípulo Platón.
Lee los textos seleccionados en el apéndice y sintetiza el razonamiento por el cual Sócrates
concluye que el hombre justo es feliz.

Aristóteles fue el último gran filósofo de la edad antigua. El siguiente período de la filosofía, el
helenístico, es descrito generalmente como poco original, sin embargo dio una importancia
principal al problema ético y al sentido de la vida humana. Investiga y realiza un cuadro
comparativo con las posturas éticas de los epicúreos, estoicos y cínicos.
RESPONDER

1- ¿Por qué llamamos ética EUDEMONISTA a la ética aristotélica?


2- ¿qué es una virtud?
3- Realizar un esquema con los tipos de virtudes
4- ¿Qué es la felicidad para vos?

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