El Concepto de Lo Político de Ágnes Heller (Interrogantes Histórico-Conceptuales) - Rafael Herrera Guillén
El Concepto de Lo Político de Ágnes Heller (Interrogantes Histórico-Conceptuales) - Rafael Herrera Guillén
El Concepto de Lo Político de Ágnes Heller (Interrogantes Histórico-Conceptuales) - Rafael Herrera Guillén
Uno no puede dejar de tomarse en serio el pensamiento sobre lo político, pues los
posicionamientos sobre esta disciplina pueden devenir siniestros. En nuestra memoria han
quedado grabadas con sangre y fuego devastador las imágenes de todos los inocentes de
Atocha. Y es que el teórico de la política es ya un actor de la política. Estos pagos le están
vedados al dilettante, pues, finalmente, nadie puede soslayar su culpa. Podemos vivir en la
intencionalidad estética más irresponsable, pero nosotros sabemos hoy que nadie podrá obviar
los efectos de sus decisiones. Tanto quien hace como quien piensa la política ha de dar
cuentas ante el foro público de sus decisiones prácticas y de sus apuestas teóricas.
En esta intervención, sin embargo, yo no podré sino hacerme cargo de mis preguntas.
Este texto no exhala el mosto del especialista, sino más bien el de aquél que llega al ágora con
un cargamento de problemas dispuesto a ofrecerlo a cualquiera que, de igual a igual, le
conceda ser su interlocutor.
Así, pues, estas páginas pretenden poner las bases a dos preguntas sobre el concepto
de lo político de Ágnes Heller:
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La contingencia hace de nuestro presente el tiempo de las decisiones. El campo de la
posibilidad incierta ha crecido de tal modo, que el hombre de hoy no encuentra descanso en
su afán por detener un yermo de legitimidad que amenaza con anegarlo todo. Ágnes Heller ha
descrito este páramo apelando a la contingencia cósmica y a la contingencia socio-histórica.
La contingencia cósmica desgarra el corazón del hombre, que, ante lo absolutamente
otro, como diría Kierkegaard, tiene que habérselas consigo mismo. La contingencia socio-
histórica, por su parte, resquebraja el corazón de la ciudad, del ágora universal en el que
“nuestro mundo” tiene que habérselas a su vez consigo mismo. Este segundo tipo de
contingencia, la socio-histórica, centrará nuestra intervención en la medida en que ha
devenido problemático no sólo la legitimidad de las decisiones políticas empíricas, sino
incluso el propio concepto de qué es lo político en cuanto tal.
En cierto modo, nuestra exposición se centrará en un dilema que, en otro orden de
cosas hellerianas, ya puso de manifiesto el profesor Prior. Forzando su texto, diremos
nosotros que en la doble contingencia hay una bendición y una maldición a la vez. Hay
bendición si los actores y destinatarios de la política transforman su común contingencia en
destino. Hay maldición si los actores y destinatarios de la política no eligen, sino que dejan a
otro elegir por ellos.
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embargo, aunque parece claro que hemos de despedirnos de cierto Schmitt, no parece sencillo
hacerlo, como veremos más adelante.
3/-Interrogante histórico-conceptual:
¿Cómo está conformado el concepto de lo político de Ágnes Heller?
Es decir, en un lenguaje más bizarro, diríamos que político será todo aquello que
libremente la comunidad considere que es político en un determinado presente. Ágnes Heller
asegura que
“cualquier cosa que satisfaga otros criterios de <lo político> se convierte realmente
en político si los hombres y las mujeres deciden que así debe ser discutido... en el dominio
público; del mismo modo, todo puede dejar de ser político, si se borra de la agenda de los
intereses públicos.”3
2
Ibídem, p. 94.
3
Ibídem.
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ejercicio de la comunidad, resulta que finalmente, es la posibilidad del devenir debate público
de un ente hasta entonces latente como político.
Ahora bien, definir lo político como un ente cuya esencia deviene política de la misma
manera que devendrá no política en un futuro inmediato; vale decir, sostener el concepto de lo
político sobre la base de la circunstancia epocal, es tanto como sugerir que sobre el concepto
de lo político no se puede decir ni decidir nada conceptualmente más allá de lo que los
hombres así deciden y decidirán en el ámbito público. En el fondo, Heller intenta
conceptualizar lo inconceptualizable, ya que su propia definición de lo político pende de la
libertad universal. En la medida en que la libertad sólo pueda ser definible formalmente como
el ejercicio responsable y autónomo del propio deber y de la propia felicidad, el concepto de
lo político, al depender de este concepto formal, es a su vez formal.
Parece como si el concepto de lo político helleriano fuera una invitación a la metáfora.
Blumenberg ha hablado de la metaforología como una clave metodológica sobre cuestiones
de inconceptubilidad. ¿Es un concepto aquello que registra una posibilidad de ser dependiente
de otra posibilidad de ser como es la libertad? Heller nos invita a la metamorfosis conceptual,
a una descripción jánica de lo político que asume los hechos consumados de cada presente.
Mas, ¿estamos ante una definición de lo político o ante una constatación empírica de lo que es
y no es político virtualmente?
Según el concepto helleriano, en la medida en que todo ente es potencialmente un ente
de lo político, todo y nada es político. Sólo hay que esperar a su despliegue en cada presente
epocal, que muestra a cada paso su decisión soberana y libre. Por tanto, lo político en Heller
es como lo poético: todo es su esencia porque nada le pertenece esencialmente. Pero ésta es
también la esencia de la metáfora: la red de relaciones de las imágenes es infinita, pero su
concreción es particular en cada imagen poéticamente registrada. ¿Estamos, entonces, ante un
concepto poético de lo político? ¿Es un concepto de lo inconceptualizable? ¿Es una metáfora?
4/-Interrogante político-práctico:
¿Qué hacer con la “decisión” política?
Vemos, pues, que las condiciones de lo político son dos componentes de una suma:
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Esto define el conjunto de problemas que devienen político, pero deja al margen la
cuestión sobre la decisión entorno a la solución de los mismos.
Heller ha elaborado un concepto sobre lo político que deja en suspenso toda
consideración ulterior sobre el actuar político-práctico, pues de su definición se sigue que
político es lo que la comunidad decide públicamente que es “su” problema político, pero
sobre el encuentro con la red de decisiones a tomar frente a lo decidido como político nada
dice. Ahora bien, ¿podemos dejar de incluir dentro del concepto de lo político el cosmos de la
decisión política sobre los problemas reales? No parece viable si asumimos que justo en el
modo en que un presente resuelve sus problemas se dilucida su estilo político. Toda
resolución revela una reacción frente a los embates del tiempo. Que ésta sea violenta y radical
o legal registra tipos inconmensurables de lo político. Me gustaría creer que el primer modo
agresivo de reacción frente a la adversidad es el propio del antidemocratismo, que deja libres
y como fundantes del ser las pasiones humanas trasfundidas al “cuerpo” del Estado; mientras
que la segunda, que sin duda deja insatisfecha la pasión violenta de muchos ciudadanos
mediante el ejercicio duro y racional de la resignación, sería más propia de la democracia.
Quizás, el hecho de que la reacción decisoria frente al problema político quede fuera
del concepto de lo político helleriano, brota de la raigambre formalista de su definición, como
acabamos de ver. Es verdad que Heller concede a la comunidad una decisión, a saber, aquella
que abre el camino de cualquier ente hacia lo político, porque los hombres deciden qué es
política y qué deja de serlo con su propio actuar público y libre. Esto ya lo hemos remarcado.
Ahora bien, una vez asumido el concepto poético-formal de lo político, según el cual
lo político no tiene esencia, sino historia, pues cada presente decide sobre el caso, hemos de
considerar que todo lo ente puede devenir igualmente problema político potencial. Todo
puede ser un problema político. De este modo, hemos de atenernos a esta posibilidad
indecidible satisfactoriamente. Mas surge entonces una cuestión a mi modo de ver decisiva:
en el fondo no nos hemos librado de Carl Schmitt, porque todavía nos queda por decidir cómo
solucionar “existencialmente” los problemas que hemos decidido previamente que son
nuestros problemas. Esto nos deja en una situación pseudo-pasiva, propia del espectador que,
al modo del teatro de vanguardia, sabe que ha de actuar frente al drama que se le presenta, y
que habrá de hacerlo como un personaje más. Sin embargo, nuestro espectador ha pagado una
entrada que le obliga a entrar en escena. Pero el pago de la misma no le ha dado para
encontrar el papel a jugar. Y esto es justo lo que a nosotros nos preocupa. El concepto de lo
político no puede dejar en suspenso el tipo de decisión sobre el problema que el teatro político
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nos ofrece. ¿Acaso no debería de entrar también esto dentro del ámbito de lo político? Mas,
aquí, habría que arriesgar una definición ya no formal de lo político.
Al cabo, soy consciente del hecho de que esta conclusión, según la cual Carl Schmitt
nos acecha tras el concepto de lo político de Heller, no puede ser sino fruto de una lectura
propia de advenedizo que nuestra filósofa no merece en modo alguno.