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El derrocamiento de Perón en 1955 marcó un hito en la historia política
argentina, iniciando un período de inestabilidad caracterizado por la
proscripción del peronismo y el aumento de tensiones sociales. Este golpe cívico-militar, autodenominado "Revolución Libertadora", se justificó como una lucha por la libertad, contraponiéndose al peronismo. A lo largo de las décadas de 1960 y 1970, la educación se vio afectada por cambios económicos y sociales globales, convirtiéndose en un campo de experimentación pedagógica y enfrentamientos entre diferentes corrientes educativas.
Durante este tiempo, los conflictos sociales no se resolvieron a través de
instituciones legítimas, lo que erosionó la credibilidad de la democracia en el imaginario argentino. El autoritarismo se intensificó ante las demandas de emancipación de sectores sociales. Esta situación culminó en el terrorismo de Estado tras el golpe militar del 24 de marzo de 1976, que cerró un ciclo y dejó una herida profunda en la sociedad.
La lección se centra en analizar las políticas educativas y las relaciones
entre sociedad y educación entre 1955 y 1976, explorando los imaginarios pedagógicos previos, las innovaciones que surgieron y las propuestas alternativas que fueron reprimidas tras el golpe.
El golpe de 1955 contra el peronismo unió a diversos sectores de la
sociedad argentina, incluyendo las Fuerzas Armadas, la Iglesia, la burguesía agraria e industrial, y partidos opositores, todos con el objetivo de "desperonizar" la sociedad y restaurar la democracia. El general Eduardo Lonardi lideró una rebelión militar que comenzó el 16 de septiembre y asumió la presidencia provisional el 23 de ese mes. Lonardi proclamó que no había vencedores ni vencidos, pero renunció dos meses después, evidenciando el fracaso de su lema. Su sucesor, Pedro E. Aramburu, prohibió al Partido Peronista y restringió actividades sindicales mediante un decreto-ley que eliminó toda referencia a Perón y su esposa.
A pesar de la represión, el peronismo se mantuvo fuerte en la década
del 40. Figuras como Mario Amadeo argumentaron que el peronismo reflejaba cambios sociales profundos y proponían integrar sus aspectos positivos en la vida nacional. Intelectuales como Ernesto Sábato y la revista Contorno también analizaron el peronismo, considerándolo un fenómeno cultural significativo que revelaba tensiones históricas entre el pueblo y las élites argentinas. La experiencia peronista fue vista como contradictoria pero importante para despertar la conciencia de los oprimidos.
El texto analiza la influencia del peronismo en la sociedad argentina,
destacando que su irrupción generó debates y polarización en diversos sectores, desde las Fuerzas Armadas hasta la familia. Tras el derrocamiento del peronismo, la "Revolución Libertadora" prohibió sus referencias y desmanteló políticas sociales, lo que intensificó el conflicto social, especialmente en el ámbito educativo.
En un contexto de crecimiento económico tras la Segunda Guerra
Mundial, se promovió la idea de que las economías latinoamericanas necesitaban inversiones extranjeras para industrializarse. La teoría del capital humano ganó relevancia, sugiriendo que la educación era crucial para el desarrollo económico. Así, se propuso que la educación no solo debía formar ciudadanos, sino también generar recursos humanos para mejorar la productividad y facilitar el crecimiento autosustentable de las economías. En este sentido, la inversión en educación se convirtió en un objetivo estratégico esencial para el progreso de la región.
El optimismo pedagógico en América Latina surgió como parte de una
estrategia geopolítica de control ideológico liderada por Estados Unidos tras la Segunda Guerra Mundial. Según Octavio Ianni, el imperialismo norteamericano utilizó conceptos como "cooperación continental" y "solidaridad" para mantener a América Latina estructuralmente dependiente. Tras 1945, en el contexto de la Guerra Fría, el miedo a la "amenaza comunista" llevó a EE. UU. a implementar políticas para frenar la propagación del socialismo, centrándose en el desarrollo y la reducción de la pobreza.
La revolución cubana de 1959 intensificó estos miedos y motivó la
creación de la Alianza para el Progreso (ALPRO) en 1961, con el apoyo financiero de EE. UU., cuyo objetivo era impulsar el desarrollo económico manteniendo un sistema político liberal. Se buscaba cambiar la redistribución de la riqueza y fomentar la industrialización.
Adriana Puiggrós señala que este proceso requería formar intelectuales
que apoyaran los cambios necesarios, promoviendo un nuevo perfil de especialista que priorizara la neutralidad política sobre los sentimientos, desplazando así al intelectual tradicional.
La figura del especialista en educación en Argentina y Latinoamérica ha
tenido una trayectoria compleja, caracterizándose por un enfoque despolitizador y una concepción neutral del conocimiento. A mediados del siglo XX, se promovió la idea de que la educación era clave para la movilidad social y el progreso, lo que llevó a la creación del Consejo Nacional de Desarrollo (CONADE) durante el gobierno de Arturo Frondizi. Este consejo enfatizó el planeamiento estatal para el desarrollo educativo.
Durante el gobierno de Illia, se formó un sector de Educación dentro del
CONADE que impulsó investigaciones sobre deserción escolar, origen social de los estudiantes y características del profesorado. En este contexto, el sistema educativo argentino experimentó un notable crecimiento, con la creación de 4.200 establecimientos y la incorporación de más de 700,000 alumnos en 20 años. Sin embargo, persistieron problemas como el ingreso tardío y la deserción escolar.
Los años frondicistas también fueron significativos por la creación del
Consejo Nacional de Educación Técnica y la transformación de la Universidad Obrera Nacional en Universidad Tecnológica Nacional. Además, se logró la sanción del Estatuto del Docente, lo que marcó un avance en la identidad profesional y derechos laborales de los educadores.
Durante la presidencia de Frondízi, se inició un proceso de transferencia
de escuelas primarias nacionales a las provincias, comenzando en 1962 con 23 escuelas en Santa Cruz. Aunque un decreto de Illía en 1963 anuló esta medida, la ley 17.878 de 1968 permitió la transferencia de 680 escuelas en Buenos Aires, Río Negro y La Rioja. En 1970, se derogó la ley Láinez y se creó el Consejo Federal de Educación para gestionar estas transferencias.
El período estuvo marcado por la inestabilidad institucional y el rol
tutelar de las Fuerzas Armadas, que naturalizaron la interrupción de la legalidad constitucional. La dictadura de la Revolución Argentina, que derrocó a Illía en 1966, buscaba reorganizar el país sobre nuevas bases económicas y sociales, implementando un Estado burocrático- autoritario. Se prohibieron los partidos políticos, se intervinieron universidades y se disolvieron centros estudiantiles. La ley 17.401 de Represión del Comunismo inhabilitaba a quienes eran calificados como comunistas por la SIDE. Este contexto llevó a la Doctrina de la Seguridad Nacional, que priorizaba la vigilancia ideológica sobre las fronteras geográficas, considerando a los ciudadanos como posibles enemigos internos.
Los efectos de la inestabilidad política en el ámbito educativo fueron
inmediatos, dificultando los acuerdos entre la sociedad civil y el Estado. En 1968, durante el modelo autoritario de la Revolución Argentina, se presentó un anteproyecto de Ley Orgánica de Educación que proponía una estructura educativa con una escuela elemental de cinco grados y una escuela intermedia no obligatoria de cuatro años. Este proyecto fue resistido por la comunidad educativa.
En febrero de 1969, se presentó un nuevo proyecto que establecía la
educación obligatoria desde los seis años hasta completar el segundo nivel o hasta los catorce años, permitiendo cumplimiento en forma privada o pública. En junio del mismo año, Dardo Pérez Gilhou asumió como ministro e impulsó la implementación de la escuela intermedia en varias provincias, aunque cada una adoptó criterios distintos.
En 1970, Buenos Aires inició la incorporación de escuelas para los
niveles elemental e intermedio. Sin embargo, los intentos de relanzar la reforma educativa a través del Plan Nacional de Desarrollo y Seguridad 1971/1975 fueron muy resistidos, lo que llevó a la renuncia del ministro Cantini en mayo de 1971 y a la suspensión de medidas por parte de su sucesor.
El texto aborda el proceso de modernización social y cultural en
Argentina durante las décadas de interés, destacando la expansión de la clase media, el consumo y las nuevas formas de comunicación, como la televisión. Se evidencian cambios en las relaciones sociales, incluyendo la transformación en la dinámica familiar y el avance de las mujeres en espacios tradicionalmente masculinos. También se menciona la influencia del psicoanálisis y movimientos sociales como el hippie y la revuelta uestudiantil de mayo del '68.
En el ámbito educativo, se centra en el conflicto entre educación laica y
libre que surgió a mediados del siglo XX. A raíz de un decreto-ley que permitía a universidades privadas otorgar títulos habilitantes, se generó un intenso debate que involucró a sectores políticos, educativos y religiosos. Los defensores de la educación laica abogaban por un Estado responsable en la educación, mientras que los partidarios de la educación libre, principalmente ligados a la Iglesia, defendían que esta debía ser gestionada por particulares. Este conflicto refleja una larga duración en la historia educativa argentina sobre quién debe educar y cuál debe ser la relación entre sociedad y Estado.
La ley 14.557, conocida como ley Domingorena, permitió que
universidades privadas expidieran títulos habilitantes bajo control estatal, sin financiamiento del Estado. Este cambio marcó un avance para el sector privado, pero también una derrota para el laicismo, generando descontento. La Universidad Pública se convirtió en el principal foco de renovación cultural hasta 1966, cuando fue intervenida por la dictadura de Onganía.
En la Universidad de Buenos Aires, se modernizaron las carreras con la
introducción de Psicología, Sociología y Ciencias de la Educación, esta última bajo la dirección del filósofo Gino Germani. Su enfoque estructural funcionalista influyó en la sociología moderna y en la formación pedagógica, que pasó de un enfoque espiritualista a uno más científico. La planificación educativa se volvió fundamental, promoviendo una visión técnica que desplazó los fundamentos filosóficos de la educación.
A pesar de esta modernización, el normalismo persistió en las aulas. Las
carreras de Educación buscaban formar "especialistas", con diversas especializaciones en posgrado. En el ámbito cultural, se destacó la creación de Eudeba en 1958, que tuvo un notable éxito editorial con una política de "libros para todos", vendiendo millones de ejemplares. Sin embargo, muchas ediciones fueron destruidas por la dictadura militar en 1980 por considerarlas "sospechosas".
El informe de la UNESCO de 1959 revelaba una situación crítica en la
educación en América Latina, donde la mitad de los niños en edad escolar no tenía acceso a la enseñanza primaria. Se subrayaba la necesidad de formación continua para los docentes, vinculada a los cambios sociales y avances en pedagogía. En 1962, ministros de Educación de la región coincidieron en que la educación era clave para el progreso económico y que requería sistemas educativos eficaces. En Argentina, durante el periodo de Onganía (1966-1970), se inició un proceso de profesionalización docente, que incluyó la eliminación del ciclo de magisterio en el nivel medio y la creación de bachilleratos orientados. En 1970, se estableció un nuevo plan experimental para la formación de profesores, con un enfoque en diversas disciplinas y su didáctica. Este cambio buscaba elevar el estatus social del título de profesor, diferenciándolo del anterior de maestro normal. La liberación como superación del progreso aborda la complejidad del optimismo del progreso en el contexto argentino, donde el desarrollo económico y la democracia no siempre se alineaban. Guillermo O'Donnell destaca que la sociedad argentina enfrentaba dificultades para un crecimiento industrial cohesivo, exacerbadas por crisis económicas y tensiones políticas y sociales. Durante los años 60, los sectores populares, activados por el peronismo, exigían mayor participación en la distribución del ingreso y en las políticas públicas. Las políticas excluyentes de la época intensificaron estas demandas.
Este periodo fue caracterizado por un cuestionamiento generalizado del
status quo, con una fuerte vocación por alternativas históricas. Nicolás Casullo describe los años 60 como un tiempo de contestación, donde emergieron elementos utópicos de las tradiciones emancipatorias. A nivel mundial, se manifestaron tres tipos de rebelión: política e ideológica en el ámbito estudiantil; cultural, con movimientos como el hippismo y el feminismo; y política relacionada con luchas de liberación en países del Tercer Mundo. Este clima de rebeldía también se reflejó en eventos como el Mayo Francés de 1968, donde obreros, campesinos y jóvenes se consolidaron como sujetos políticos críticos ante Estados Unidos y las invasiones soviéticas.
En Argentina, durante la crisis política profundizada por el autoritarismo
de Onganía, surgió una nueva izquierda a partir de 1968 que reordenó la tradicional antinomia peronismo-antiperonismo. Muchos jóvenes y sectores de la sociedad se acercaron al peronismo, creyendo que el cambio social debía incluir al pueblo, mayoritariamente peronista. La oposición al autoritarismo también se unió a la crítica del imperialismo y la influencia de empresas extranjeras en la economía. Este contexto movilizó a la sociedad, especialmente a la clase obrera, la Iglesia y los jóvenes.
En marzo de 1968, se formó la CGT de los Argentinos, que lideró
movilizaciones laborales y denunció la burocracia sindical. En agosto, durante la Conferencia Episcopal Latinoamericana en Medellín, se enfatizó la necesidad de actuar frente a las injusticias sociales, promoviendo una opción por los pobres que dio paso a la Iglesia tercermundista.
El Cordobazo en mayo de 1969 fue un punto clave en las luchas
sociales: obreros y estudiantes se levantaron contra Onganía debido al aumento de precios y represión. Esta rebelión, originada en una ciudad universitaria e industrial clave, se extendió por todo el país y marcó el fin del proyecto de "Revolución Argentina", iniciando un proceso de mayor protesta social y lucha armada.
El clima político-cultural en Argentina entre 1957 y 1973 tuvo un
impacto significativo en la docencia, culminando en la creación de la Confederación de Trabajadores de la Educación de la República Argentina (CTERA) en 1973. Este evento marcó el cierre de un ciclo y el inicio de otro en el gremialismo docente, unificando a los docentes bajo una identidad común como "trabajadores". Durante este período, se luchó por la sanción del Estatuto del Docente y se desarrollaron organizaciones sindicales, enfrentando dos visiones: una profesionalista y otra gremial. Las políticas educativas de la Revolución Argentina facilitaron esta unificación, destacándose hitos como el Acuerdo de Nucleamientos Docentes en 1970. La militancia docente se alineó con movimientos sindicales antiburocráticos y se vio impulsada por el contexto social y político del Cordobazo. Finalmente, la CTERA se estableció formalmente en 1973, defendiendo la educación como un derecho del pueblo y una responsabilidad del Estado, abogando por una educación inclusiva y equitativa. Esta identificación de los docentes como trabajadores se desarrolló junto a cambios culturales y políticos que promovieron discursos democratizadores y prácticas pedagógicas innovadoras.
El texto aborda la relación entre inclusión, infancia y pedagogía,
destacando cómo el contexto histórico y las corrientes de pensamiento, como el psicoanálisis y el escolanovismo, influyeron en la educación durante un período específico. Sandra Carli señala que la convergencia de estas disciplinas permitió repensar la educación como un campo tanto de aplicación psicológica como de interpretación psicoanalítica. Se mencionan investigaciones sobre la familia y la escuela, resaltando las contribuciones de Arminda Aberastury e Isabel Luzuriaga. Durante la década del '60, se llevaron a cabo experiencias educativas innovadoras, no solo para sectores privilegiados, sino también para niños y adultos en situaciones vulnerables, como las iniciativas en la Isla Maciel y los Centros de Recreación de Avellaneda. Además, se destaca el impacto del texto "La querella de los métodos en la enseñanza de la lectura" de Berta Braslavsky, que incorporó dimensiones socioculturales al aprendizaje. Finalmente, se mencionan autoras clave en la literatura infantil y su influencia en el ámbito educativo. El texto aborda el cruce de la investigación pedagógica y la estética en el ámbito de la infancia, destacando la influencia del psicoanálisis y la política. Inicialmente, la política fue desplazada, pero en los años 70 se repolitizó, surgiendo nuevas alternativas que combinaban militancia política y psicoanálisis. La educación de adultos se convirtió en un espacio clave para una pedagogía inclusiva, evidenciando los límites del sistema educativo hacia los niños.
Se menciona el Programa Intensivo de Alfabetización y Educación de
Adultos iniciado en 1965, que buscaba alfabetizar a través de centros educativos. Durante la dictadura de Onganía, se estableció la Dirección Nacional de Educación del Adulto (DINEA) en 1968. La transición hacia una pedagogía de liberación se evidenció en los late años 60, donde la alfabetización dejó de ser el único objetivo, integrándose también la educación compensatoria y actualizaciones curriculares.
Paulo Freire fue fundamental para los educadores de este período,
promoviendo una relación entre educación y liberación. En 1973, bajo el gobierno de Héctor J. Cámpora, se propuso una política educativa crítica al imperialismo y al capitalismo, buscando integrar a los adultos a la cultura popular mediante una educación participativa que valorara sus experiencias y fomentara su participación activa en el proceso educativo.
En el contexto de la Campaña de Reactivación Educativa de Adultos
(CREAR) en Argentina, se establecieron centros de alfabetización con un enfoque en la transformación social y política. Las cartillas de alfabetización, inspiradas en las ideas de Paulo Freire, promovían un aprendizaje activo a través de la lectura y discusión de problemas sociales. Se priorizaron diez palabras del discurso peronista que reflejaban ideales de participación y trabajo colectivo. La educación de adultos se consideró esencial junto con la educación primaria en el Plan Trienal de 1974/1977, destacando la educación como un derecho social.
Se buscaba erradicar el analfabetismo y expandir la educación en
diversos niveles, incluyendo la técnica y universitaria, así como promover la inclusión de comunidades indígenas y zonas fronterizas. La Universidad Nacional y Popular de Buenos Aires, bajo el liderazgo de Rodolfo Puiggrós, se enfocó en nacionalizar y modernizar la enseñanza, cuestionando métodos pedagógicos y promoviendo una vinculación directa con el trabajo. Ejemplos concretos incluyeron proyectos en Farmacia y Bioquímica para producir medicamentos y en Odontología para promover la salud bucal en comunidades populares. Puiggrós abogaba por una cultura del Tercer Mundo que integrara saberes universales para construir una nueva identidad cultural.
El texto describe un periodo de movilización política en Argentina,
marcado por la llegada de Perón al poder en 1973, que generó expectativas de cambio. Sin embargo, su figura y el proyecto político fueron interpretados de manera contradictoria dentro del peronismo, lo que intensificó los conflictos internos entre la izquierda y la derecha. Tras la muerte de Perón y la presidencia de María Estela Martínez de Perón en 1974, se inició una política represiva y una cruzada anticomunista liderada por el nuevo ministro de Educación, Oscar Ivanissevich. Esta operación buscaba combatir lo que él consideraba una "infiltración roja" en la educación. A medida que se acercaba el golpe militar de 1976, comenzaban a vislumbrarse las trágicas consecuencias de esta represión, con un futuro oscuro para muchos sectores de la sociedad argentina.