Historia Militar de La Guerra Del Pacífico. Entre Chile, Perú y Bolivia (1879-1883) - T.III. La Campaña de Lima. (1919)

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WILHELM EKDAHL

HISTORIA MILITAR
DE LA

Guerra del Pacifico


Entre Chile, Per i Bolivia (1879-1883) TOMO III

La Campaa de Lima
CON 2 CARTAS

SANTIAGO DE CHILE

IMPRENTA DEL MINISTERIO DE GUERRA.

1919

Presento mis ms sentidos agradecimientos a mi amigo el seor Capitn

David Bari M.

por la cooperacin que me ha prestado en orden a la revisin de la redaccin del Tomo.

WILH. EKDAHL.

INDICE
I.- La Expedicin de Lynch al Norte del Per II.- Expedicin contra las montoneras peruanas.. III.- El Per prepara su defensa contra la esperada ofensiva sobre Lima IV.- Expedicin sobre Lima. V.- Desembarco en Pisco de la vanguardia estratgica del Ejrcito Chileno VI.- Partida de Arica del resto del Ejrcito.. VII.- Estudio crtico del traslado del Ejrcito Chileno del teatro de operaciones de Tacna, al teatro de operaciones de Lima VIII.- Las operaciones navales de la Escuadra, durante los meses de Octubre, Noviembre i Diciembre IX.- Batalla de Chorrillos, el 31 de Enero de 1881.. X.- Estudio crtico de la batalla de Chorrillos XI.- Intervalo entre las batallas de Chorrillos i Miraflores XII.- La batalla de Miraflores el 15. I. XIII.- Observaciones sobre la batalla de Miraflores el 13. I. 81.. XIV.- La ocupacin de Lima i el Callao.. XV.- La conclusin de la campaa de Lima Eplogo.- En honor de los hroes.. Pginas 4 8

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LA GUERRA DEL PACIFICO


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LA CAMPAA DE LIMA
______________ I LA ESPEDICION DE LYNCH AL NORTE DEL PERU Terminada la campaa de Tacna i Arica, el Jefe poltico de Tarapac, Capitn don Patricio Lynch, propuso al Gobierno, en Junio de 1880, efectuar una expedicin de merodeo a los valles azucareros del Per. El Presidente don Anbal Pinto que era particularmente afecto a esta clase de operaciones acept la idea, calculando que el buen xito de una expedicin semejante, sera un slido argumento que oponer a la mayora del Congreso, que continuaba desafecto a su poltica, porque el Presidente no se decida aun en favor de la ofensiva sobre Lima. El Presidente Pinto no comprendi que Lynch deseaba mandar personalmente la operacin que propona, i design a Vergara como comandante en jefe de la expedicin; pero habiendo aceptado ste la cartera de Guerra, a mediados de Julio de ese mismo ao, se nombr a Lynch como comandante de la divisin de operaciones. Las instrucciones que se dieron a Lynch con fecha 24 de Agosto fueron firmadas por Vergara en su calidad de Ministro de la Guerra en ellas se ordenaba lo siguiente, al jefe expedicionario: Recorrer las costas peruanas de Paita a Quilca i los valles trasversales, a una distancia mxima de 6 leguas de la costa para imponer contribuciones a las propiedades peruanas i para destruir los ferrocarriles existentes. Los cupos de guerra deban ser pagados por los propietarios peruanos bajo pena de ver destruidas sus propiedades. Concluan las instrucciones advirtiendo que deban ser respetados los bienes de los extranjeros neutrales. El 4. IX., e. d. el mismo da en que Mr. Christianey recababa en Arica sus proposiciones de paz, parti de este puerto la expedicin Lynch, a bordo de los trasportes Itata i Copiap. Las fuerzas de la Divisin expedicionaria eran las siguientes: Regimiento Buin (Comandante Garca). 800 hs. Batalln Talca (Comandante Urzar). 550 hs. Batalln Colchagua (Comandante Soffia). 550 hs. Un escuadrn compuesto de 1 compaa de Cazadores i 1 compaa de Granaderos, al mando del Comandante Muoz Bezanilla... 200 hs. Una batera de 3 caones Krupp (Capitn Contreras). 30 hs. Una seccin de ingenieros (don F. Stuven). 30 hs. Suman 2,160 hs. Don Daniel Carrasco Albano acompaaba a Lynch como secretario general.

En Mollendo se incorpor al convoy la Chacabuco mandada por el Comandante Viel. Encontrndose el convoy frente a Callao, el 8 de Noviembre, supo el jefe de la expedicin chilena, que la goleta Enriqueta, pocas semanas atrs, haba desembarcado armas en la caleta de Chimbote. Deseoso Lynch de capturar ese armamento antes de que pudiese ser trasladado a Lima, continu su marcha hacia el N. llegando a Chimbote el 10 de Noviembre a las 7 A. M. La tropa desembarc sin encontrar resistencia alguna de parte de la poblacin. Stuven destruy el ferrocarril en conformidad con las instrucciones que se tenan, i Lynch empez por imponer un cupo de guerra de 100,000 soles a la hacienda azucarera del seor Derteano. El hijo i representante del propietario conminado no opuso personalmente ninguna resistencia para pagar el impuesto que se le exiga, pero habiendo consultado al gobierno de Lima, sobre el particular, ste le prohibi pagar bajo pena de ser considerado como traidor a la patria. Conforme a sus instrucciones, Lynch procedi entonces el 13 de Noviembre, a quemar las casas, maquinarias i dems enseres de la hacienda. Este mismo da, lleg a Chimbote la O'Higgins al mando de su Comandante accidental don M. Orella, el cual comunic que al pasar por la caleta. Supe, haba podido observar una gran cantidad de bultos en la playa. Lynch, pensando que estos podan ser los 5,000 rifles Peabody desembarcados por la Enriqueta, se embarc en la Chacabuco con 1 Batalln del Regimiento Buin, i durante los das 14 i 15 explor las vecindades de caleta Supe, pero ya el armamento haba sido trasportado hacia el interior; solo se encontr una cierta cantidad de cartuchos de infantera que fueron destruidos. La contribucin impuesta por Lynch a los propietarios peruanos de Supe, tampoco fue pagada, i hubo de procederse contra ellos en la misma forma que se haba hecho con los propietarios de Chimbote. Lynch regres de Supe el 16 de Noviembre, i al amanecer del da siguiente zarp de Chimbote, con rumbo a Paita, porque un telegrama que haba sorprendido en el primero de estos puntos, deca que el Islai, vapor ingles de la carrera, traa de Panam un cargamento de mucha importancia para el Per. Lynch resolvi apresar al Islai, antes de su llegada a Paita, interponindose en el derrotero acostumbrado por los vapores de la carrera. En el transcurso de su camino, toc en las islas de Lobos, en donde destruy los ltimos elementos de carguo que haba en la Isla de Afuera. Habiendo logrado encontrar al Islai, embarg 7.290.000 soles en papel i 375.000 soles en estampillas que haba a bordo. El 19 de Noviembre en la maana, lleg la expedicin a Paita, donde solo se desembarc una parte del batalln Talca i la caballera. Apenas llegado a este punto, Lynch impuso al puerto un cupo de guerra de 10,000 soles, el cual se deneg en la misma forma que los anteriores, vindose obligado el jefe chileno, a castigar esta desobediencia, con la destruccin de la aduana, de los principales edificios pblicos i del ferrocarril. Por su parte, la caballera a las rdenes de su Comandante Muoz Bezanilla se intern hacia el valle del Chira, llegando hasta la estacin de Huaca, a 30 kilmetros de Paita, en donde quem unos cuntos carros i garitas del material ferroviario.

El 22 de Noviembre parti la expedicin del puerto de Paita en direccin a Eten, puerto de salida de los ricos valles de Chiclayo i Lambayeque, llegando all en la maana del 24. El prefecto peruano de Eten tena a sus rdenes una columna de 200 hombres, de manera que la expedicin chilena contaba con que se le haba de poner resistencia a su desembarco. Lynch avis desde abordo, que el puerto deba pagar una contribucin de guerra de 150.000 soles, en el plazo de 48 horas, si quera evitar la devastacin de la comarca. Como el prefecto se negara a ceder ante tal imposicin, el comandante de la expedicin chilena orden iniciar el desembarque, pero a pesar de disponer la baha de un esplndido muelle, la braveza del mar era tanta, que fue preciso suspender el desembarque cuando solo unos 30 soldados del Colchagua haban logrado llegar a tierra. El prefecto de Eten no se atrevi a atacar a estos soldados aislados i al da siguiente cuando quiso hacerlo, se convenci de que era demasiado tarde, pues el desembarco de las fuerzas chilenas haba continuado, encontrndose en tierra la totalidad de las tropas en la tarde del 26. El da 27 de Setiembre, Lynch ocup sin resistencia la poblacin de Chiclayo, a la que impuso un cupo de 20.000 soles; pero como se conocan las ideas del Gobierno respecto al pago de estas contribuciones, nadie se atrevi a pagarlo, vindose obligado el jefe chileno a ordenar las devastaciones de rigor, como en ocasiones anteriores. En Eten, surgieron, de improviso, dificultades internacionales de cierta gravedad, pues desde que llegaron a Lima las noticias del proceder de Lynch en Chimbote, los ministros extranjeros haban llamado enrgicamente la atencin del Gobierno de Chile, sobre la necesidad de evitar daos i perjuicios a las propiedades de los extranjeros. Las mismas observaciones haban hecho directamente a Lynch. Esto, sin duda, era legtimo pero era tambin natural, que los propietarios peruanos tratasen de salvaguardar sus intereses colocndolos bajo la proteccin extranjera, desde el momento en que su Gobierno era incapaz de protegerlos. El resultado natural de esos intereses encontrados fue de que en aquella ocasin hubieran numerosos compradores fingidos, o ventas ejecutadas a ltima hora, por medio de los cuales, los propietarios, o concesionarios peruanos entregaron sus bienes a los extranjeros, los cuales, a su vez, interpusieron recursos de queja ante sus respectivos ministros diplomticos en Lima. Esto era precisamente lo que se haba hecho con el ferrocarril de Eten a Chiclayo. Los concesionarios peruanos acababan de vender los ttulos i acciones de dicha empresa a una importante firma inglesa i a un rico comerciante italiano, los cuales fueron amparados por sus ministros. El diplomtico ingls lleg hasta enviar su nota - protesta a Eten, con la corbeta inglesa Penguin, pero Lynch defendi la legitimidad de su proceder con tanta energa como habilidad. Eficazmente ayudado por el seor Carrasco Albano, logr acumular pruebas irrefutables para probar la poca formalidad con que se haban llevado a cabo las transacciones comerciales que ponan en mano de los extranjeros los intereses peruanos a los cuales Chile impona una contribucin de guerra.

Tan convincentes fueron estas pruebas, que tanto el ministro italiano como el comandante de la Penguin aconsejaron a la empresa del ferrocarril de Eten a Chiclayo, que pagara el rescate que se le peda, lo que finalmente se resolvi sta a efectuar. Resueltos ya los inconvenientes que lo retuvieron, Lynch resolvi marchar por tierra a Trujillo, capital del departamento de Libertad. Durante los 200 i tantos kilmetros que separan a Eten de Trujillo, tendra la expedicin chilena ocasin de imponer cupos de guerra a las numerosas haciendas ricas que haba en el trayecto, como ser la de San Pedro, la de Pueblo Nuevo i las del distrito de Guadalupe. El da 5 de Octubre, parti la expedicin del puerto de Eten hacia el interior. Despus de haber recogido considerables rescates, en letras sobre Londres, i de haber destruido varias lneas frreas i algunas propiedades peruanas que se negaron a pagar, la columna Lynch haba llegado a Chocopa, a medio camino entre San Pedro i Trujillo, cuando en la 3 semana de Octubre, recibi la orden del Gobierno de detener su marcha i dirigirse a la costa, para embarcarse, a la brevedad posible con rumbo a la caleta de Quilca, en el departamento de Arequipa. El Ministro Vergara, que estaba en estos das activando la partida del ejrcito que deba operar sobre Lima, autoriz a Lynch para marchar de Quilca sobre Arequipa, si esta ciudad estuviera desocupada, pues haba recibido una comunicacin del Mayor don J. de la C. Salvo, el cual peda refuerzos, pues tema ser atacado en Moquegua, por el ejrcito de Leiva. Entonces, en el caso de que esa ofensiva peruana se llevara a efecto, Arequipa quedara desguarnecida, o por lo menos defendida por fuerzas muy escasas. Hay que tener presente que todos estos acontecimientos se realizaban en los mismos das en que se preparaban las conferencias de paz que deban celebrarse en Arica. La idea del Gobierno chileno, era pues, tener ocupada la mayor parte del territorio peruano del sur, en el momento de presentar en Arica sus proposiciones de paz. Con este fin, el ministro le manifest a Lynch, que la ocupacin deba extenderse hasta la lnea Arequipa - Puno. El 24 de Octubre, se embarc la expedicin Lynch, en la caleta Malabrigo; el 29 pas frente a Callao i el 1 de Noviembre recal en Quilca. Como las conferencias de paz en Arica se haban dado por terminadas el 27 de Octubre, sin haberse llegado a ninguna conclusin, Lynch fue llamado nuevamente a Arica, pues las fuerzas de su expedicin deban tomar parte en la operacin sobre Lima. El 10 de Noviembre, Lynch estaba de regreso en Arica, despus de dos meses de expedicin. Stuven calcula en $ 4.700.000 el valor de las propiedades peruanas que se destruyeron. El cuadro de las contribuciones pagadas, arroja las sumas siguientes: 29.050 libras, 11.428 soles de plata i 5.000 soles en papel. A esto debe agregarse el monto de los billetes peruanos que haban sido embargados en el Islai. El rasgo ms simptico de esta expedicin es la estricta disciplina que el Capitn Lynch supo mantener en sus tropas, a pesar de la naturaleza hasta cierto punto desmoralizadora de la expedicin. Sus soldados ejecutaban naturalmente las destrucciones

que se les ordenaban, pero nadie devastaba por su propia iniciativa o cometa depredaciones por su propia cuenta. _________________

II EXPEDICION CONTRA LAS MONTONERAS PERUANAS Desde mediados de Junio, el Ejrcito Chileno se encontraba acampado en el valle del Caplina. La IV Divisin Barboza, compuesta de los Regimientos Zapadores, Lautaro i Cazadores del Desierto, estaba acantonada en los alrededores de Calana, Pacha i Calientes. En esta poca, algunas montoneras peruanas merodeaban en aquellas vecindades, recorriendo el desierto i los valles de la cordillera al norte de los campamentos chilenos. Estas montoneras tenan por jefes a los Coroneles Albarracn i Prado, este ltimo hermano del ex presidente del Per, i a un guerrillero cubano, Pacheco Cspedes. Las fuerzas de que disponan eran demasiado reducidas para permitirles atacar los campamentos chilenos, pero en cambio aprovechaban cada ocasin favorable para caer de improviso sobre hombres aislados o sobre pequeas partidas que se alejaban algo de los campamentos. El 16 de Julio, el Capitn Chacn haba convidado a dos compaeros suyos del Regimiento Lautaro, el Teniente don Lus lvarez i el Cirujano don Moiss Pedraza, a una partida de caza en las montaas de Calientes. La comitiva haba llegado a un punto llamado Palca, en el camino hacia Tacora, cuando de improviso los oficiales aludidos fueron rodeados i capturados por la montonera de Pacheco. Solo el Cirujano Pedraza logr escapar hacia Pacha, en donde dio aviso de lo que haba sucedido. El Coronel Barboza envi un pelotn de Granaderos en persecucin de Pacheco, pero no lograron libertar los prisioneros; supieron, sin embargo, que no haban muerto, sino que la montonera los llevaba consigo en direccin a Tacora. Habiendo dado cuenta el Coronel Barboza, de lo que haba acontecido a los oficiales chilenos, el General Baquedano resolvi limpiar los alrededores de su campamento de estas molestas partidas de merodeadores. Al efecto, orden al Coronel Barboza emprender una expedicin a Tacora, en donde, segn noticias recibidas, se encontraban Pacheco i Prado con sus Guerrilleros de Vanguardia. Como probablemente las montoneras mencionadas se retiraran de Tacora en direccin a Torata, el Coronel Barboza deba de tratar de cortarles la retirada. Si no lograba darles caza en Tarata, deba tratar de arrojarlas sobre Moquegua i Torata. En esta ltima direccin, el general envi otro destacamento a fin de que se opusiera a la marcha de esas guerrillas peruanas en la forma que veremos ms adelante. El 19 de Julio, sali el Coronel Barboza de Pacha con 575 hombres del Regimiento Lautaro (Comandante Robles); 75 soldados de caballera i 2 caones de montaa, tomando el camino a Tarata. Junto con este destacamento, parti el Mayor don Wenceslao Bulnes con el 1 escuadrn de Carabineros de Yungai (200 hombres) i mulas con vveres i forraje en direccin al valle del Sama, al N. de Tacna, desde donde deba seguir a los valles del Sinto (afluente del Locumba) i del Moquegua hacia Torata. Despus de una marcha penosa, amaneci el destacamento Barboza el 21 de Julio en la vecindad de Tarata, pero el Coronel Prado, que tena noticias de los movimientos del destacamento chileno, haba tomado una posicin defensiva en un cerro del villorrio Puicachi que dominaba una angostura por la cual deba pasar la columna chilena para aproximarse a Tarata.

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Esta posicin fue defendida por Prado muy dbilmente, pues pronto, sus soldados huyeron en todas direcciones sin esperar el resuelto ataque que llevaban contra ella los soldados del Lautaro. Prueba de que esta defensa fue muy poco enrgica, es el hecho de que los soldados chilenos lograron escalar la posicin, a costa de trabajos muy insignificantes. A consecuencia de esta defeccin de su tropa, el Coronel Prado que se mantena hasta el ltimo momento con unos pocos hombres, al verse rodeado por todas partes, se rindi despus de una corta lucha cuerpo a cuerpo. Los chilenos haban dado muerte a 27 peruanos i tomado prisioneros a 24, i en cambio solo perdieron a un soldado del Lautaro, a quien el Coronel Prado haba dado muerte personalmente. Despus de esta accin, el Coronel Barboza tom posesin de Tarata el 21 de Julio i de Ticaco el da 22, sin encontrar resistencia alguna de parte de los Guerrilleros de Vanguardia que en aquellos das desaparecan de aquellas vecindades, huyendo en todas direcciones. Desde Ticaco, el Coronel Barboza envi varias partidas en persecucin de los montoneros, habiendo llegado una de ellas hasta el ro Mauri, pero sin que lograran capturarlos. Solo pudieron recoger una cierta cantidad de ganado que sirvi para abastecer a la columna chilena. En vista de la imposibilidad de alcanzar a los fugitivos i de que ya se haca sentir con mucha fuerza el riguroso invierno de aquellas latitudes, el Coronel Barboza desisti de continuar su marcha sobre Torata. El 26 de Julio emprendi marcha de regres i lleg el da 27 a su campamento de Pacha. El Mayor Bulnes por su parte haba marchado por el camino de Ilabaya a Torata, a donde logr llegar despus de varias jornadas llenas de penurias i de dificultades; muchos de los caballos de la columna perecieron a consecuencia de los intensos fros. Habiendo sabido, el jefe chileno, que el Coronel Albarracn se encontraba con su montonera en la quebrada de Mirare, envi una partida de 50 jinetes a dicho punto, mientras l con el resto del escuadrn se puso en asecho en el valle, prximo a una angostura, cuyas escarpadas pendientes no permitan al enemigo sustraerse a la accin de sus tropas que lograran entonces tomarla entre dos fuegos. Pero el plan abort, pues Albarracn, que estaba constantemente advertido de los movimientos de Bulnes, logr ponerse en salvo i se retir hacia Puno. Bulnes qued en Torata hasta recibir aviso de que el Destacamento Barboza haba vuelto a Pacha; entonces l regres a Tacna llegando all a principios de la 2 semana de Agosto. En estos meses, se haba organizado en el valle de Sama otra montonera peruana, bajo las rdenes de Jimnez, ex comandante de los Gendarmes de Moquegua, que haba recogido los restos de su unidad para continuar haciendo guerra de guerrillas. Aparte de los muchos perjuicios que hacan estas tropas irregulares, Jimnez se haba dedicado a repartir circulares a los soldados chilenos, en las cuales les ofreca trabajo con grandes jornales como precio de su desercin. A fin de concluir con un vecino tan molesto, el General Baquedano despach a fines de Setiembre, desde Tacna, al Comandante Echeverra con su escuadrn de Cazadores, en persecucin de Jimnez. Habiendo, el jefe chileno cruzado el valle del Sama, sin encontrar a

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su adversario, continu su avance por el camino de Moquegua, cuando el da 28, al acercarse a un lugar llamado Conde, crey ver delante de s una fuerza como de 600 jinetes enemigos. Considerando a esta fuerza demasiado numerosa para poder atacarla con los efectivos que llevaba, volvi bridas en direccin a Tacna, en donde al dar cuenta de lo que haba sucedido, anticip la noticia de que Moquegua estaba fuertemente ocupada por los peruanos, lo que fue un error de Echeverra, pues todo lo que Jimnez tenia all eran unos 50 o 60 jinetes. El General Baquedano, incomodado por la forma en que Echeverra haba cumplido su misin, le orden volver inmediatamente contra el objetivo que se le haba sealado i orden tambin al Comandante Vargas avanzar hasta el Sama, con el 2 escuadrn de Carabineros de Yungai, a fin de que apoyara a Echeverra en caso de necesidad. El General Baquedano fue personalmente a Arica en busca del Comandante Salvo que estaba a cargo de la Batera del Morro i le imparti orden de partir inmediatamente por mar a Pacocha (Ilo), para organizar all una columna de infantera, con la cual deba marchar sobre Moquegua. Es preciso anotar que Salvo ya haba sido advertido del avance de la caballera chilena desde el Sama. El 1 de Octubre se embarc el Comandante Salvo en el Paquete del Maule, i al amanecer del da 2, estaba en Ilo. All organiz una columna con 300 hombres del Valdivia, 275 hs. del Caupolicn i 37 mulas con agua i vveres. Al anochecer del da 2 emprendi marcha hacia Hospicio i, habiendo caminado toda la noche de ese da i las ltimas horas del da 3, lleg a su destino en la media noche del 3 al 4 de Octubre. En Hospicio deba reunrsele, el da 4, una brigada de 5 caones Krupp (Capitn Nieto), el 2 escuadrn de Carabineros de Yungai (Capitn Vargas), 130 mulas con bagajes i municiones i 29 bueyes de arreo para la alimentacin; tropas i elementos que se reunieron con puntualidad. En resumen, el Comandante Salvo constituy totalmente su columna con 850 hombres i 167 mulas cargadas con municiones i bagajes i suficiente provisin de ganado en pi. Es pues infundado el cargo que a esta expedicin le hace don Benjamn Vicua Mackenna (T. 4 p. 643) cuando dice que le faltaba preparacin. La expedicin Salvo emprendi marcha inmediatamente hacia Moquegua i tom posicin en el Alto de Villa, el da 6 de Octubre a las 2 P. M. En Moquegua no haba defensores; el prefecto se haba retirado i la ciudad estaba a cargo de los residentes extranjeros, que haban organizado una guardia urbana para resguardar el orden. Una comisin de la colonia extranjera entreg la ciudad al comandante chileno, el cual hizo su entrada en ella, el da 8 de Octubre, aniversario de la captura del Huscar. Conforme con las instrucciones recibidas, el Comandante Salvo impuso a la ciudad una contribucin de guerra de 100,000 soles de plata, cantidad que deba ser cubierta en el plazo fatal de 24 horas, pero en vista de las observaciones que se le hicieron sobre la imposibilidad de pagar esta suma en un lapso de tiempo tan escaso, el jefe chileno consinti en rebajar a 60,000 soles de plata la cuota exigida, cantidad que fue pagada con los ltimos recursos de los habitantes de Moquegua, ciudad que por otra parte ya haba sufrido tanto con las dolorosas contingencias de esta guerra.

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El 8 de Octubre, lleg el Comandante Echeverra con su escuadrn i con un pelotn del Batalln Bulnes, montado en mula, con lo que la fuerza del Destacamento Salvo lleg a sumar unos 980 hombres. Como corran rumores de que el Coronel Leiva estuviera avanzando desde Arequipa sobre Moquegua, el Comandante Salvo envi estafetas a Tacna pidiendo refuerzos (vase captulo anterior Expedicin Lynch). Mientras tanto envi avanzadas hacia Lamegua i Tumilaca, sobre los caminos que afluyen al valle de Moquegua. Una descubierta de caballera fue hasta Torata. El Comandante Salvo, fue personalmente con un escuadrn de caballera i 3 caones hasta Horno, en el camino hacia Arequipa, pudiendo as convencerse de que los rumores sobre el avance de Leiva carecan de fundamento. En vista de las informaciones trasmitidas por Salvo, el General Baquedano orden al Coronel Lagos que marchara en su socorro. El coronel fue por mar a Pacocha (Ilo) con el Regimiento Santiago, una compaa del Regimiento 2 de Lnea i una Brigada de artillera de montaa. En Ilo, Lagos deba reunir la guarnicin que all haba i marchar sobre Moquegua, en donde asumira el comando de todas las fuerzas chilenas. El 14 de Octubre, Lagos lleg a la estacin de Conde, a 18 kilmetros de Moquegua, en donde se reuni con Salvo, pero habindose convencido de que aquella comarca estaba libre de enemigos, resolvi emprender viaje de regreso. El Coronel Lagos se embarc en Ilo con la infantera, i Salvo, con la caballera i la artillera i llevando el rescate que se haba cobrado a la ciudad de Moquegua, march a Tacna por Sama, llegando a aquella el 19 de Octubre. La infantera, que haba desembarcado en Arica, lleg a sus campamentos en Tacna, el 22 de Octubre. Don Gonzalo Blnes, hace notar con razn, que la puntualidad de ejecucin i la disciplina que rein en esta columna expedicionaria la distinguen ventajosamente de otras expediciones anteriores.

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III EL PER PREPARA SU DEFENSA CONTRA LA ESPERADA OFENSIVA SOBRE LIMA En un captulo anterior, ya mencionamos las medidas con que inaugur su dictadura don Nicols Pirola, a fin de robustecer la defensa nacional del Per, siendo la principal de estas disposiciones la ley que declaraba el servicio militar obligatorio para todos los peruanos de 18 a 50 aos. Per tena en aquella poca unos 3.000.000 de habitantes, de manera que la ley de conscripcin obligatoria proporcion al Estado unos 240.000 hombres en estado de cargar armas. Pero como por el momento slo se deseaba llamar a las filas la reserva movilizable, se design slo el 18% de este total, o sean 43.255 hombres para el acuartelamiento inmediato. De la suma anteriormente apuntada haba que deducir 24.000 hombres que ya estaban en servicio, de manera, que en realidad, el Ejrcito de Campaa se increment slo con 19.000 hombres que eran los que faltaban para completar el nmero que se exiga. Desde fines del mes de Abril, el Gobierno haba empezado a concentrar en los alrededores de Lima las tropas que hasta entonces haba reunido en distintas partes del territorio. Los vapores ingleses de la carrera, solan traer estos soldados desde el norte, hasta los puertos de Chancai i Ancn. Conviene anotar el hecho de que estos cuerpos, o mejor dicho grupos de reclutas llegaban sin uniforme i sin armas a los puntos de concentracin, circunstancia de que se vala la compaa inglesa para sostener de que no estaba trasportando tropas i que por consiguiente no violaba la neutralidad. Desde fines de Marzo hasta el 23 de Abril, haban llegado en esta forma a Lima los cuerpos de caballera Cazadores del Rmac, Tiradores de Pacasmayo i Escuadrn Pascua. Entre el 7 i el 11 de Junio lleg el Batalln Piura trasportado por los vapores Trujillo i Mendoza, tambin de la compaa inglesa de vapores. Del interior del pas tambin afluan otros cuerpos sobre Lima. El 27 de Junio lleg la Divisin Duarte, compuesta de 300 indios del valle de Jauja al pueblo de Chilca, punto donde se concentr el 6 de Julio. Esta Divisin, formada de los Batallones Tarija, Concepcin, Tarma i Manco Cpac, lleg a formar la I Divisin del Ejrcito del Centro, i estuvo primero a las rdenes del General Castillo i despus bajo el mando del Coronel Vargas. El 11 de Julio el Dictador dict una orden, en virtud de la cual, todos los varones de Lima, de 16 a 60 aos, sin distincin de estado, clase ni posicin social, deban inscribirse para servir en la reserva sedentaria. El que rehuyera esta orden deba pagar una fuerte multa adems de enrolrsele inmediatamente en el ejrcito activo. En el plazo de un mes, a partir del 11 de Julio as se form el Ejrcito Local de Lima, compuesto de 30 batallones cvicos a los cuales se les asignaron los nmeros pares del 2 al 62.

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Estos 30 Batallones se agruparon en 10 Divisiones. Adems, este ejrcito contaba con una brigada de caballera formada con los aguadores, chalanes i dems tratantes de caballos i burros, i una brigada de artillera compuesta de los carroceros i cocheros de Lima. El general en jefe de este ejrcito fue primero el Prefecto de Lima Doctor Echeique i despus el Coronel Pea i Coronel. En el E. M. G. figuraba tambin una seccin de ingenieros. A mediados de Julio, se decret tambin la subdivisin del Departamento de Lima en 12 zonas, correspondientes a otras tantas haciendas de los alrededores de la capital. Los propietarios de estas zonas deban formar, con los inquilinos de sus pertenencias, una columna de reserva movilizable que tuviera por objeto hostilizar al enemigo en caso de desembarco i prestar sus servicios como exploradores, avanzadas o guas i arrieros del ejrcito activo. Estas zonas eran las siguientes: 1 Zona Supe, 2 Huacho, 3 Chancay, 4 Carabaillo, 5 Lunigancho, 6 Magdalena, 7 Ate, 8 Chorrillos, 9 Junn, 10 Chala, 11 Canteen, i 12 Luna Huan. Se calculaba, adems, que podran armarse en Lima unos tres o cuatro mil extranjeros. Antes de finalizar el mes de Julio, el Dictador haba logrado reunir para la defensa inmediata de Lima de 30 a 35,000 hombres. Pirola supo vencer habilidosamente las enormes dificultades que se le presentaron para uniformar i armar medianamente a estos reclutas. Pag premios i tom medidas de rigor para recoger las armas que haban quedado diseminadas en distintos puntos del territorio despus de las repetidas desgracias de los Ejrcitos de Campaa; compr nuevas armas en los E.E. U.U., armas que, como ya hemos visto anteriormente, fueron llevadas al pas por buques veleros i por vapores de la compaa inglesa; tom ciertas medidas conducentes a dar una instruccin militar aunque fuera rudimentaria a estas nuevas reservas. Las Divisiones deban salir por turno a acampar fuera de la ciudad i todas deban practicar ejercicios de las 2 hasta las 5 de tarde. Se orden que, a un repique especial de la Catedral, todos estos reservistas deban abandonar sus quehaceres i acudir a los puntos de alarma. Desde Diciembre de 1879 se trabajaba activamente en la defensa fija de Lima, inicindose los trabajos por la construccin de la Ciudadela Pirola, en el cerro de San Cristbal. Otras construcciones se hicieron tambin en el cerro San Bartolom, inmediatamente al E. de la ciudad, i otras finalmente, en la punta Sur de la altura Vsquez.

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Los cuerpos militares se alternaban en la faena de las fortificaciones, en las cuales, ya a principios de Enero de 1880, se instal un servicio de alumbrado elctrico i una estacin telegrfica. Los fuertes se artillaron con los caones gruesos del Apurmac. Hasta mediados de Julio, la construccin de las fortificaciones inmediatas a Lima haba sido dirigida por el Alcalde seor Porras, pero habiendo observado Pirola, que el trazado i la construccin de esas obras eran poco prcticas respecto al aprovechamiento del terreno, i sobre todo por estar ellas ubicadas en los linderos mismos de la ciudad, hizo suspender los trabajos. Desde esta fecha, Pirola dej completamente olvidados sus propsitos de preparar la defensa de Lima, convencido de que un adversario que haba manifestado tan poca actividad despus de la campaa de Tacna i Arica, no se atrevera a marchar atrevidamente sobre el corazn del Per; pero el anuncio de la llegada del convoy chileno al puerto de Pisco, el 19 de Noviembre, vino a sacarlo violentamente de este error. Desde aquel da se reanudaron apresuradamente los trabajos, esforzndose Pirola por fortificar especialmente las alturas de Miraflores i San Juan. La forma en que se organiz la defensa tendremos ocasin de verla ms adelante, cuando estudiemos los campos de las batallas decisivas de esta campaa. Conjuntamente con organizar la defensa local de Lima, el Dictador peruano haba trabajado incansablemente en reorganizar e incrementar las fuerzas de los Ejrcitos de Operaciones. Ya sabemos que las fuerzas peruanas que haban hecho la campaa de Tacna i Arica formaban el 1 Ejrcito del Sur i tenia un efectivo total de 10,500 hombres antes de las batallas de Tacna i Arica. No hemos podido saber a punto fijo, cuntos de 8,500 hombres, que combatieron en el Campo de la Alianza, lograron reunirse otra vez bajo las banderas de la patria, pero un clculo prudente permite suponer que los soldados que volvieron a reunirse con el 2 Ejrcito del Sur, que comandaba Leiva en Arequipa, no suben de 3,000. Los 2,000 hombres que formaban la guarnicin de Arica se perdieron todos. De los clculos anteriores se desprende, que en el mes de Julio, el Gobierno peruano contara aproximadamente solo con unos 6,000 soldados de lnea. A mediados de Noviembre, el Per tenia cuatro ejrcitos, a saber: El Ejrcito del Norte, el Ejrcito del Centro, el Ejrcito de Arequipa, i el Ejrcito de Reserva de Lima con un efectivo total de 45,000 hombres; pero la gran mayora de estas tropas no tena ni las nociones ms elementales de instruccin, i aun los soldados que haban hecho la primera parte de la campaa dejaban mucho que desear en cuanto a disciplina i a preparacin militar. Hasta la tercera semana de Diciembre, las fuerzas de lnea que deban atender a la defensa inmediata de Lima formaban dos Ejrcitos, denominados Ejrcito del Norte i Ejrcito del Centro. Esta reparticin obedeca a la necesidad del defensor de poder ir pronto al encuentro de la ofensiva chilena, ya sea que ste iniciara sus operaciones desde el Norte o desde el Sur, o quizs desde ambas direcciones simultneamente. El Ejrcito del Norte estaba bajo las rdenes del Genera1 Varas Machuca i se compona de 5 Divisiones cuyos comandos eran siguientes:

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1 Divisin Coronel Mariano Noriega 2 Divisin Manuel R. Cano 3 Divisin Pablo Arguedas 4 Divisin Buenaventura Aguirre 5 Divisin Andrs Avelino Cceres. El Ejrcito del Centro estaba bajo las rdenes del Coronel don Juan M. Vargas i contaba con 4 Divisiones cuyos comandos estaban distribuidos en la siguiente forma: 1 Divisin Coronel Justo Pastor Dvila 2 Divisin Csar Canevaro 3 Divisin Miguel Iglesias 4 Divisin Fabin Marino. El 22 de Diciembre lleg a Lima la noticia de la presencia de las fuerzas chilenas en Chilca. Ya no existan, pues, las razones de antes que aconsejaban mantener la divisin en dos ejrcitos de las fuerzas de Lima, pues pareca ya seguro de que el ataque chileno se efectuara solamente desde el Sur. Considerando Pirola que se haca inminente el encuentro con las fuerzas chilenas, orden que se reunieran el Ejrcito del Norte i el del Centro i que se constituyeran como Ejrcito de Lima en 4 cuerpo de Ejrcito. Los Cuerpos de Ejrcito estaban organizados en la siguiente forma: I C. de Ejrcito.- Jefe, Coronel Iglesias. Tropas: Divisin Noriega (antes 1 Divisin del Ejrcito del Norte). Divisin Cano (antes 2 Divisin del Ejrcito del Norte). Divisin Arguedas (antes 3 Divisin del Ejrcito del Norte). Este Cuerpo de Ejrcito se compona de 10 Batallones de Infantera a saber: Cajamarca 1 i 2, Guardia Peruana, Tacna, Callao, Trujillo, 9 de Diciembre, Junn nm. 1, Ica i Columna Guardia Civil. Fuerza total: 6,000 hombres. II C. del Ejrcito.- Jefe, Coronel Surez. Tropas: Divisin Aguirre (antes 4 Divisin Ejrcito del Norte). Divisin antes Cceres (antes 5 Divisin del Ejrcito del Norte). Este Cuerpo de Ejrcito se compona de 6 Batallones de infantera a saber: Huanuco, Paucarpata, Jauja, Ancachas, Concepcin i Zepita. Fuerza total: 4,000 hombres. III C. de Ejrcito.- Jefe, Coronel Dvila.

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Tropas: Divisin antes Dvila (antes 1 Divisin Ejrcito Centro). Divisin antes Iglesias (antes 3 Divisin Ejrcito Centro). Con 7 Batallones de Infantera a saber: Piura, Libertad, Cajamarca nm. 3, Unin, Junn nm. 2, Reserva nm. 40, i 5 Columnas de Guardia Civil. Fuerza total: 4,500 hombres. IV C. de Ejrcito.- Jefe, Coronel Cceres. Tropas: Divisin Canevaro (antes 2 Divisin Ejrcito Centro). Divisin Marino (antes 4 Divisin Ejrcito Centro) Con 9 Batallones de Infantera a saber: Lima, Cauta, 28 de Julio, Pichincha, Pirola, Lamar, Arica, Manco Cpac i Ayacucho. Fuerza total: 5,500 hombres. Fuerza total del Ejrcito de Lnea: 20,000 hombres (No tenemos datos precisos para establecer en detalle el Orden de Batalla del Ejrcito de Lnea, pero trataremos en lo posible de llenar este vaco cuando
hagamos la relacin de la batalla de Chorrillos)

El 22 de Diciembre fueron llamados al servicio activo el General Buenda i el Almirante Montero, ordenndose sobreseer definitivamente en el proceso que se les instrua. El 23 de Diciembre el Ejrcito de Lnea ocup al Sur de Lima las posiciones que estudiaremos ms adelante. Un decreto del 6 de Diciembre haba acuartelado en Lima al Ejrcito de Reserva, que estaba a la sazn bajo las rdenes del Coronel Vargas i que poco antes de la batalla de Miraflores (15 Enero) fue confiado al Coronel don Juan M. Echeique. Este ejrcito se reuni el 25 de Diciembre con el Ejrcito de Lima en las posiciones defensivas organizadas al Sur de Lima. Estaba dividido en dos Cuerpos de Ejrcito a las rdenes de los Coroneles improvisados seores Correa, Santiago i Obregoso, i su fuerza combatiente era de 12,000 hombres. Jefe de Estado Mayor de este ejrcito era el Coronel Julio Irmand. El Presidente Pirola ejerca el cargo de Generalsimo de los Ejrcitos de Lnea i de Reserva. Un decreto de 30 de Noviembre haba organizado el Ejrcito de Arequipa, en la siguiente forma: Jefe del Ejrcito: Prefecto don Pedro del Solar. 5 Divisiones, a saber: 1 Divisin Batallones Ayacucho, Apurmac i Grau. 2 Divisin Batallones Lima i Dos de Mayo. 3 Divisin Batallones Libres del Cuzco i Tarapac. 4 Divisin Batallones Legin Peruana, Piquiza i Pirola.

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5 Divisin Batallones Paruro i Andahallas. Artillera, Caballera i 2 ambulancias. Fuerza total: 13,000 hombres. En el orden de batalla del Ejrcito de Lnea figuran batallones con nombres idnticos, pero es preciso hacer constar que muchos de estos nombres en realidad se repetan en el ejrcito peruano. Creemos, sin embargo, que varios de los batallones del Ejrcito de Arequipa llegaron a Lima en el mes de Diciembre. La falta de datos autnticos nos impide pronunciarnos a ciencia cierta sobre la materia. Probablemente la fuerza total que asignamos al Ejrcito de Arequipa disminuyera algo a causa de haber enviado alguna de sus unidades a Lima.

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IV EXPEDICION SOBRE LIMA CONSTITUCION DEL EJRCITO CHILENO EXPEDICIONARIO Ya sabemos que el Presidente Pinto i su ministro de la guerra, Vergara no consideraban prudente el plan del General Baquedano, que consista en marchar con 18,000 hombres sobre Lima, dejando solo 4,000 repartidos entre Tacna, Arica i Tarapac. Ellos estimaban que el Ejrcito de Expedicin deba constar por lo menos de 25,000 hombres i el de Reserva de 20,000, a fin de destinar de este ltimo, 10,000 hombres para custodiar el resto del teatro de operaciones en el Norte, i 10,000 a disposicin del Gobierno en el Centro i Sur de Chile. La fuerza movilizada deba pues elevarse a 45,000 soldados. Para poder conseguir pronto este aumento de efectivos, el Gobierno se vio en la necesidad de abandonar el sistema de los enganches voluntarios, que hasta entonces le haban bastado para llenar las filas de los Ejrcitos de Operaciones i de Reserva, que haban hecho las campaas anteriores. Con este fin, a fines de Julio apareci un decreto que ordenaba la organizacin de nuevos cuerpos, formados por los elementos locales de las ciudades i provincias del territorio. Este patritico llamado satisfizo ampliamente las expectativas del Gobierno, i todos acudieron presurosos a los cuarteles en la confianza de que ya se haba resuelto, en las altas esferas gubernativas, ejecutar sin ms demora el plan de campaa con que soaba la opinin pblica del pas desde haca ao i medio. I sin embargo, como sabemos, pasaron todava varios meses antes de que esta unnime aspiracin del pueblo chileno llegara a ser una realidad. Solo el ruidoso fracaso de las conferencias de paz en Arica, el 27 de Octubre, logr decidir al Gobierno, a ejecutar en definitiva la ofensiva sobre Lima. Como acabamos de decir, el pas correspondi con entusiasmo al llamado a las filas, i ya en el mes de Julio, es decir en menos de tres meses, se haban duplicado las fuerzas armadas de la nacin. Cada provincia convirti su primitivo Batalln en Regimiento, como sucedi con los de Atacama, Coquimbo, Aconcagua, Colchagua, Talca, Chillan, Chacabuco, etc. En otros se organizaron nuevos cuerpos, como los Batallones Valparaso, Rancagua, Rengo, Victoria, Concepcin, San Fernando, Vichuqun, Lontu, uble, Maule, Bio-Bio i otros. De esta manera, se elev la fuerza del Ejrcito de Operaciones a cerca de 27,000 hombres. La organizacin de este ejrcito fue decretada en Santiago con fecha 29 de Setiembre. El cuadro detallado del Ejrcito Expedicionario sobre Lima que se encuentra en Ahumada i Moreno, (Tomo IV pg. 292) anota las siguientes cifras: Generales, Jefes i Oficiales Soldados Suman.. 1,208 hs. 25,205 hs. 26,413 hs.

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Caballos Mulas Caones Ametralladoras.

2,508 601 80 8

El da 30 de Setiembre, apareci el decreto que dispona la organizacin de la Reserva que deba quedar en el Centro i Sur de Chile. Estas fuerzas sumadas al Ejrcito de Reserva del Norte llegaron a 15,000 hombres. De estas, se destinaron a la proteccin directa de Tacna i Arica 6,500 hombres; a cargo de la custodia de Iquique 800; a Antofagasta 700; en el Centro del pas 2,500 i en la frontera de la Araucana 4,500. En forma de que el Ejrcito de Reserva del Norte qued con una dotacin de 8,000 hombres i la Reserva del Centro i Sur con 7,000. El total de la fuerza movilizada, era pues, entre 41 i 42,000 soldados. Las primeras medidas de organizacin del ministro Vergara respecto al Ejrcito Expedicionario fueron: 1.- La organizacin en 3 Divisiones de las tres armas, con sus correspondientes bagajes i parques de municiones, a cargo de un intendente proveedor. 2.- Organizacin del Estado Mayor General. 3.- Reunin de los dos escuadrones de Carabineros de Yungai, en un regimiento, bajo las rdenes del Comandante don Manuel Bulnes. 4.- Organizacin del Servicio Sanitario. 5.- Envo al Norte del Intendente Dvila Larran para que dirigiera personalmente la labor de la Intendencia del Ejrcito de Operaciones. 6.- Nombramiento de don Eulogio Altamirano para Secretario General del Ejrcito. 7.- Nombramiento de don Isidoro Errzuriz para Secretario General del Ministro de la Guerra en Campaa. A don Domingo Santa Maria se le ofreci un puesto adjunto al Ministro en Campaa sin que se definiera claramente que papel deba desempear cerca de este funcionario, Santa Maria acept, pero a causa del mal estado de su salud no lleg a asumir el cargo que se le confiaba. Como medidas complementarias a este trabajo de organizacin, mencionaremos tambin la creacin en Santiago de una delegacin de la Intendencia General del Ejrcito i de la Armada para ayudar a la oficina central que estaba en Valparaso; la compra de los trasportes Chile i Paita i el fletamiento de 4 buques de vela. Fundndose en el Decreto del 29 de Setiembre el Orden de Batalla qued establecido en la 1 quincena de Noviembre en la siguiente forma:

Orden de Batalla del Ejrcito de Operaciones General en Jefe, General de Divisin don Manuel Baquedano. Jefe E. M. G., General de Brigada don Marcos Maturana. Inspector General, General de Brigada don Cornelio Saavedra.

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Comandante General de Artillera, Coronel don Jos Velsquez. Comandante General de Caballera, Teniente - Coronel don Emeterio Letelier. Auditor de Guerra, don Adolfo Guerrero Vergara. Intendente General, don Vicente Dvila Larran. Jefe Servicio Sanitario, Dr. Ramn Allende Padin. 1 DIVISION Comandante en Jefe.. General de Divisin don Jos A. Villagrn (Ms tarde fue el Capitn de Navo Patricio Lynch nombrado jefe de 1 Divisin; el Coronel Juan Martnez jefe de la 1 Brigada; Teniente
Coronel Diego Dubl A. Comandante del Regimiento Atacama.)

J. E. M.. Tropas:

Coronel don Gregorio Urrutia.

1 Brigada de Infantera Jefe. Regimiento Atacama.. Regimiento 2 de Lnea.. Regimiento Talca Regimiento Colchagua Batalln Quillota. de Enero en Miraflores). Capitn de Navo don Patricio Lynch. Comandante don Juan Martnez. Comandante Del Canto. Comandante Urzar. Comandante Soffia. Comandante J. R. Echeverra (incorporado a la Divisin el 15

2 Brigada de Infantera Jefe. Regimiento 4 de Lnea.. Regimiento Chacabuco.. Regimiento Coquimbo Batalln Melipilla Coronel don Jos Domingo Amuntegui. Comandante Solo Zaldvar. Comandante Toro Herrera Comandante Jos Mara Soto. Comandante Vicente Balmaceda.

Caballera de la 1 Divisin Regimiento Granaderos a Caballo, Comandante Toms Yvar. Artillera de la 1 Divisin 2 Brigadas (1 de montaa i 1 de campaa con 30 caones i 3 ametralladoras) Teniente Coronel Jos de la C. Salvo. Fuerza total: 9,296 hs., 922 caballos i mulas, 30 caones i 3 ametralladoras.

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2 DIVISION Jefe J. E. M.. General de Brigada don Emilio Sotomayor. Teniente Coronel don Adolfo Silva Vergara. (Segn

el Boletn de la Guerra del Pacfico (pg. 883) el Jefe del E. M. de la 2 Divisin don Baldomero Dubl Almeida i el Comandante Silva Vergara figuraba como Secretario del E. M. G. (N. del A.))

Tropas: 1 Brigada de Infantera Jefe Regimiento Buin Regimiento Esmeralda.. Regimiento Chillan Coronel don Jos Francisco Gana. Comandante Jos Len Garca. Comandante Adolfo Holley. Comandante Guiez.

2 Brigada de Infantera Coronel, Comandante don Orosimbo Barboza. Comandante Robles. Comandante Corts. Comandante Gutirrez. Comandante E. Soto Aguilar. (Segn Vicua Mackenna, Batalln Victoria perteneca a la 1 Brigada de la 3 Divisin i su Comandante era Baeza. (N. del A.)) Caballera de la 2 Divisin Regimiento Cazadores a Caballo, Comandante Pedro Soto Aguilar. Artillera de la 2 Divisin Dos Brigadas (1 de montaa i una de campaa, 26 caones i 3 ametralladoras) Comandante don Jos M. 2 Novoa. Fuerza total: 8,139 hs., 815 caballos i mulas, 26 caones i 3 ametralladoras. 3 DIVISION Jefe.. J. E. M Tropas: Coronel don Pedro Lagos Teniente Coronel don Jos E. Gorostiaga. Jefe. Regimiento Lautaro Regimiento Curic. Regimiento 3 de Lnea.. Batalln Victoria

el

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1 Brigada Infantera Jefe.. Regimiento Zapadores.. don Arstides Martnez.) Regimiento Aconcagua. Batalln Navales Coronel don Martiniano Urriola. Comandante Zilleruelo. (El Boletn dice que el Comandante era Comandante Daz Muoz. Comandante Fierro B.

2 Brigada Infantera Jefe. Teniente Coronel don Francisco Barcel. Regimiento Santiago.. Teniente Coronel Fuenzalida. Regimiento Valparaso.. Teniente Coronel Marchant. (Segn El Boletn el Regimiento Valparaso perteneca a la 1 Brigada de la 3 Divisin.) Regimiento Concepcin Teniente Coronel Seguel. Batalln Bulnes. Teniente Coronel J. Echeverra. Batalln Valdivia.. Teniente Coronel Lucio Martnez. Batalln Caupolicn.. Teniente Coronel J. M. del Canto Caballera de la 3 Divisin Regimiento Carabineros de Yungai... Comandante don M. Bulnes Artillera de la 3 Divisin 2 Brigadas (1 de montaa i 1 de campaa con 24 caones i 2 ametralladoras) Teniente Coronel don Carlos Wood. Fuerza total: 8,387 hombres, 766 caballos i mulas, 24 caones i 2 ametralladoras. (N. B.) Observemos que el Regimiento de Infantera Artillera de Marina no figura en el Orden de Batalla en el Cuadro General de las fuerzas expedicionarias sobre Lima (Ahumada Moreno Tomo IV pg. 292) sino como tropa suelta, despus de la 3 Divisin. En la Batalla de Chorrillos, este regimiento acompa a la 1 Divisin. Resumen general 3 Divisiones, contando 6 Brigadas de Infantera con 16 Regimientos i 8 Batallones. 3 Regimientos de Caballera a 2 escuadrones cada uno. 2 Regimientos de Artillera contando 6 Brigadas. Fuerza total: 26,413 hombres (inclusive oficiales i empleados civiles) 3,109 caballos i mulas. 80 caones.

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8 ametralladoras. (La diferencia que hay en este resumen total i el que resulta de la suma de las fuerzas de las 3 Divisiones est en que en el primero de estos total estn incluidas las cifras correspondientes al Alto
Comando.)

Ya sabemos con cuanto desagrado haba recibido el General Baquedano la noticia del nombramiento de Vergara para desempear la cartera de guerra. La nueva organizacin del ejrcito bajo su mando tampoco le era simptica. El general no consideraba necesarias todas las innovaciones que se haban introducido, i sobre todo le haba disgustado sobremanera la disposicin del Gobierno que creaba cargos i conceda ascensos militares, nombrando a los comandantes de las unidades superiores del ejrcito hasta los oficiales de Estado Mayor del Ejrcito sin consultar la opinin del General en Jefe. Tanto ms desagradables, fueron estas medidas para Baquedano, por cuanto, ya en el mes de Junio, l haba comenzado, siguiendo las insinuaciones del Presidente, a reorganizar su ejrcito tal como su criterio militar entenda este trabajo. Con fecha 2 de Julio, haba comunicado al Gobierno su intencin de confiar el comando de las principales unidades del ejrcito a los Coroneles Velsquez, Lagos, Amuntegui, Barboza i Urriola i al Comandante Barcel i haba expresado tambin el deseo de conservar a su lado a don Mximo Lira. Pero solo respecto al seor Lira, que qued como Secretario del General en Jefe, hizo el ministro caso a los deseos del General Baquedano. Entre estas novedades organizatorias, haban varias que no solo contrariaron al General Baquedano personalmente, sino que perjudicaron el ejercicio del comando militar en campaa. Tales fueron las disposiciones que independizaron al Servicio Sanitario i a la Intendencia del Ejrcito de Operaciones de dicho comando. Tomando en consideracin de que las medidas administrativas del Ministro Vergara estaban en contra de las determinaciones tomadas por el General Baquedano, no es de extraar que este recibiera con recelo al ministro i al squito de empleados militares i civiles que lo acompaaba, cuando lleg al teatro de operaciones, en los primeros das de Octubre. Aparentemente el Ministro de la Guerra i el General en Jefe se reconciliaron, conviniendo aqul de olvidar los disgustos que haban provocado la determinacin de Vergara de abandonar el ejrcito en el mes de Junio, i ste en cesar en los resentimientos que tena por la forma en que se haba criticado su actuacin en la batalla de Tacna, crticas que deban su origen a la opinin poco favorable que Vergara haba emitido de l. Como decimos, este intercambio de desagravios fue solo aparente, pues en el fondo qued siempre subsistente la tirantez de relaciones entre ambos funcionarios, lo que por otra parte no era sino la resultante lgica del sistema de comando que el Gobierno de Chile insista en mantener. Cuando el Ministro de Guerra i sus acompaantes llegaron al Norte, en la 1 quincena de Octubre, recibieron una impresin muy desfavorable del estado de alistamiento en que se encontraba el Ejrcito para emprender operaciones sobre Lima. Tanto Vergara como Altamirano se comunicaron con el Gobierno en Santiago, confirmando la opinin emitida por Lillo en una carta a Santa Maria el 14 de Octubre, en la que expresaba que no crea posible que la expedicin pudiera partir antes de dos meses. Era natural que los trabajos realizados por el Gobierno durante los ltimos meses (de Junio a Setiembre) para alistar el Ejrcito de Operaciones no hubieran tenido el rendimiento

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deseado respecto a la creacin de los servicios auxiliares, que eran los que constituan la gran dificultad, porque desde la muerte de Sotomayor, todo el organismo del comando chileno trabajaba muy pesadamente. Las causas determinantes de esta poca capacidad de accin pueden resumirse en los siguientes puntos: 1 Que don Eusebio Lillo se negaba a desempear el papel de Ministro de Guerra en Campaa. 2 Las dificultades de orden moral que se produjeron por la entrada de Vergara como ministro. 3 La acefala del cargo de Ministro de Guerra en Campana, lo que originaba graves perturbaciones administrativas, porque en la forma en que el Gobierno haba organizado el rodaje del sistema el se hacia necesario, i 4 Por la ms grave de todas las circunstancias, como era la persistencia de Vergara en prescindir todava ms que su antecesor de la cooperacin del elemento i militar del Comando en Jefe el Ejrcito. Don Gonzalo Bulnes, (Tomo II pg. 591) trata de disculpar este proceder, diciendo que el general en jefe no tena ni tiempo ni competencia para dedicar su actividad a la organizacin de la administracin militar, i que lo mismo suceda al Estado Mayor, el cual, en el sentido tcnico i administrativo, no exista en la guerra del Pacfico. Para no repetir la opinin que ya tantas veces hemos expresado respecto al sistema que se segua en la direccin de la campaa, nos limitaremos a constatar la dificultad que exista para apreciar justamente esta capacidad del comando para organizar el ejrcito, capacidad que nunca fue probada, por lo menos en condiciones de poder contar con la deseable cooperacin de los elementos civiles que actuaban como primeras partes en este curioso sistema de comandos. Tambin es difcil explicarse la excesiva ocupacin del comando militar que insina Bulnes, porque precisamente en aquella poca no haba grandes operaciones que requirieran una dedicacin absoluta a los asuntos tcnicos de la campaa misma. Algo haba hecho, sin embargo, el comando militar. Podemos constatar que haba propuesto la organizacin de los Parques de Municiones del Ejrcito, que deban constituirse en la siguiente forma: Parque General para la reserva con una dotacin de 100 cartuchos por rifle para un ejrcito de 20,000 combatientes de infantera i 2,000 de caballera, i cartuchos de artillera a razn de 38 para cada una de las 100 piezas con que se contaba. Parques de Divisin uno para cada Divisin de Ejrcito con 100 cartuchos por fusil. Como cada soldado llevaba consigo 100 tiros, se contaba pues con 300 tiros por hombre, sin contar la reserva de 100 cartuchos por fusil con que se contaba en el Depsito General. Tan pronto como Vergara se deslig de su misin en las conferencias de Paz en Arica, a fines de Octubre, dedic toda su energa al alistamiento del Ejrcito. Completando las medidas de organizacin que ya hemos sealado, pidi ms caballos i mulas de carga, i prest preferente atencin a los preparativos para el trasporte por mar del ejrcito, al nuevo teatro de operaciones. Consecuente con este fin, hizo hacer en todos los trasportes instalaciones adecuadas para el viaje de los soldados i del ganado, complet su provisin de agua dulce, etc.

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Considerando escaso el nmero de los buques que haban sido fletados para el trasporte de las tropas, tom en prstamo dos vapores de la Compaa de Lota. Tambin hizo que la Intendencia construyera 36 lanchas para el desembarque, calculando poder desembarcar con ellas 3,000 hombres i 12 caones en cada viaje entre los buques i la playa. La mayor parte de estos trabajos fueron ejecutados en Valparaso bajo la direccin superior del Intendente General Dvila Larran, correspondindole sin embargo, una parte importante de esta tarea, al infatigable ingeniero, seor Stuven que los diriga en Arica.

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DESEMBARCO EN PISCO DE LA VANGUARDIA ESTRATEGICA DEL EJRCITO CHILENO OCUPACION DE LOS VALLES VECINOS Despus de las conferencias de paz en Arica, el Gobierno en Santiago empez a urgir al ministro de guerra en el Norte. Con fecha 30 de Octubre, le envi un telegrama firmado por todos los ministros en el que se le peda una rpida accin de las fuerzas combatientes; temperamento este muy extrao, si se toma en cuenta la excesiva calma con que haba procedido el Gobierno hasta aquella fecha. Felizmente, Vergara ya haba resuelto su plan de operaciones, que consista en aprovechar los trasportes que estaban en Arica para enviar a Pisco una vanguardia estratgica del ejrcito, la cual deba ser formada por la 1 Divisin Villagrn, i llevaba la misin de mantenerse defensivamente en su punto de desembarco hasta la llegada del ejrcito. El resto de la fuerza deba concentrarse en Arica a fin de estar listo para embarcarse, tan pronto regresaran los trasportes que haban conducido la vanguardia a Pisco. En vista del telegrama del Gobierno, a que ya nos hemos referido, Vergara reuni el 6 de Noviembre un consejo de guerra para resolver en definitiva sobre el plan de operaciones que se deba ejecutar. Asistieron, adems del ministro que lo presidi, el General en Jefe Baquedano, los Generales Villagrn, Sotomayor i Saavedra, el Coronel Lagos i los seores Altamirano, Lillo i Lira. El consejo aprob el plan indicado por Vergara, con la modificacin de que la mitad de la 2 Divisin, o sea la 1 Brigada Gana, deba ser enviada lo ms pronto posible al Norte sin esperar el regreso de los trasportes que conduciran a la 1 Divisin. Con esta medida la vanguardia estratgica en Pisco, llegara a tener una fuerza total de 12,000 hombres. El General Baquedano, que no haba opuesto ninguna dificultad al plan de operaciones de Vergara, dict el 12 de Noviembre las disposiciones necesarias para su ejecucin. Segn ellas el Genera1 Villagrn deba desembarcar en la playa de Paracas (inmediatamente al Sur de Pisco), ocupar esta poblacin, fortificar los puntos adecuados para organizar una defensa mientras se reciba refuerzos, i despachar partidas hacia los valles vecinos para apoderarse de sus recursos. En caso de peligro, deba avisar al Cuartel General en Arica, enviando con este fin un buque que quedara a sus rdenes en la baha de Pisco. El 8 de Noviembre haban empezado a llegar a Arica los cuerpos de la 1 Divisin. El da 12 comenz el embarque que demor tres das, quedando terminado al anochecer del 14. El Capitn Latorre, Comandante del Cochrane, dirigi el embarque, pero el Ministro Vergara asisti personalmente a casi toda la faena. Durante estos das, se trabaj sin descanso desde las 4 de la maana hasta las 10 de la noche en los muelles i en la baha. El embarque se hizo conforme al siguiente cuadro: Itata.- Artillera (piezas, carros i caballos). Norfolk.- Regimiento Atacama i varios oficiales de otras unidades. Lamar.- Regimiento 2 de Lnea. Julia.- Parte de los caballos de los Granaderos. Limar.- Regimiento Colchagua.

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Excelsior.- Parte de los caballos de Granaderos i bagajes. Angamos.- Primer Batalln del Regimiento Talca. Humberto I.- Mulas i parte de los caballos de Granaderos. Copiap.- Regimiento Coquimbo i algunos animales. Inspector.- Regimiento 4 de Lnea. Santa Luca.- 3 compaas del 2 Batalln del Regimiento Talca. 21 de Mayo.- Regimiento Chacabuco. Carlos Roberto.- El resto del 2 Batalln del Regimiento Talca. Orcero.- Mulas i caballos. Huanay.- Ambulancia. O'Higgins i Chacabuco.- Artillera. (Los Batallones Quillota i Melipilla todava i no se haban incorporado a la 1 Divisin por las razones que veremos ms adelante.) El convoy llevaba, vveres, forraje i agua para 10,000 hombres durante 15 das. La fuerza efectiva de la 1 Divisin Villagrn cuya composicin conocemos por el Orden de Batalla era de 9,296 combatientes, 30 caones, 3 ametralladoras i 922 caballos i mulas. El General Baquedano fue a Arica a despedir a la Divisin, i el 13 de Noviembre, dict una Orden del Da en que figuraba la disposicin categrica, de que se prohiba a todo civil que no formara parte del ejrcito, cualquiera que fuera su condicin, seguir a ste en sus operaciones de guerra, bajo pena de ser severamente castigado si infringa esta disposicin. Deseando acompaar a la 1 Divisin hasta Pisco, el Ministro Vergara i los seores Altamirano i Errzuriz se embarcaron en el trasporte Itata, en donde iban tambin el General Villagrn i sus dos Jefes de Brigadas, el Capitn Lynch i el Coronel Amuntegui. El convoy zarp de Arica en la tarde del 15 de Noviembre, en el orden siguiente: Limar (A remolque) Excelsior Lamar Julia Itata Norfolk

Carlos Roberto Santa Luca (A remolque) Orcero 21 Mayo

Copiap Inspector

Angamos Humberto I

Huanay La O'Higgins guardaba el flanco izquierdo i la Chacabuco el flanco derecho del convoy. El convoy anduvo normalmente i a razn de 5 a 6 millas por hora, enfrentando la baha de Paracas el da 19 de Noviembre. A fin de proteger el desembarque se envi a tierra una batera de 4 caones de montaa, a las rdenes del Capitn don Juan Rojo. Corra el rumor de que el Prefecto de Pisco, Coronel Zamudio, dispona de una fuerza de 3,000 hombres pero en realidad solo tena unos cuantos soldados a sus rdenes. Como

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complemento de la defensa, haba colocado minas bajo el muelle i en varios puntos de la playa. Tan pronto como lleg a tierra un piquete de caballera a las rdenes del Comandante Souper, el Coronel Zamudio se retir en su gente al interior. Souper, acompaado de Altamirano i Errzuriz, recorri con su tropa la vecindad del punto de desembarco i recogi una gran cantidad de ganado. Mientras tanto, el grueso de la 1 Divisin Villagrn ejecutaba su desembarco, ocupando militarmente la ciudad de Pisco, el 20 de Noviembre sin encontrar resistencia. Este mismo da se envi al Coronel Amuntegui con el Regimiento 4 de Lnea, 1 escuadrn de Granaderos a Caballo (200 jinetes) i una batera de artillera de montaa en direccin a Ica, con orden de ocupar esta ciudad. El destacamento Amuntegui hizo la caminata de los 67 kilmetros a Ica en 3 das, ocupando este pueblo el 23 de Noviembre sin encontrar resistencia. El coronel hizo reparar el telgrafo i la lnea frrea entre Ica i Pisco, en forma de que ya el 25 de Noviembre corri el primer tren chileno entre estos dos puntos. El 21 de Noviembre el General Villagrn hizo ocupar Caucato, al Norte de Pisco, por una vanguardia, compuesta de 1 pelotn de Granaderos al mando del Teniente Padilla. El 26 de Noviembre el Comandante Yvar, con un escuadrn le Granaderos (200 jinetes) i 200 hombres del Regimiento 2 de Lnea, ocup Chincha Alta, Chincha Baja i Tambo de Mora. El Ministro Vergara i Altamirano acompaaron a esta expedicin, por tierra, mientras el Comandante Vidaurre, en el trasporte Angamos, se trasladaba a Chincha con 4 caones i 250 hombres. La ocupacin se hizo sin resistencia. El resto de la Divisin Villagrn se reparti en diferentes acantonamientos en Pisco, Tambo de Mora e Ica, en espera del arribo de la 1 Brigada Gana de la 2 Divisin. En todos estos campamentos, las tropas chilenas tenan agua, ganado, verduras i pasto en abundancia. Convencido Vergara de que la 1 Divisin quedaba bien establecida, se embarc con Altamirano i Errzuriz en el Cochrane para regresar a Arica, a donde lleg el 2 de Diciembre. En el camino el ministro se encontr con el convoy de trasportes en que iba a Pisco la 1 Brigada Gana, custodiado por la Magallanes i el Abtao, i que habiendo zarpado de Arica el 27 de Noviembre lleg sin novedad a Pisco el da 2 de Diciembre (El convoy se compona de los trasportes Huanay, Dortrecht, Chile, Elvira, lvarez, Matas Cousio i Elena.). Por el Orden de Batalla, ya conocemos la composicin de la Brigada Gana. Su fuerza efectiva era de 3,502 hombres, 12 caones i 416 animales. Desde este momento, pues, la vanguardia, chilena en Pisco e Ica contaba con una fuerza de 12,798 hombres, 42 caones, 3 ametralladoras i 1,338 animales. Es preciso, sin embargo, dejar constancia de que de todas estas tropas, solo los Regimientos de Infantera Buin, 2 i 4 de Lnea i el Regimiento de Caballera Granaderos existan desde el tiempo de paz i solamente con menos de la mitad de su efectivo; todas las dems unidades haban sido improvisadas durante la guerra. _______________________ VI

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PARTIDA DE ARICA DEL RESTO DEL EJERCITO CHILENO Entre fines de Noviembre i mediados de Diciembre, llegaron a Arica, provenientes del Sur, los Regimientos Concepcin i Valparaso, con 1,000 hombres cada uno, i los Batallones Quillota, Victoria i Melipilla, con una dotacin de 600 plazas cada uno. Con este refuerzo, la parte del ejrcito que todava estaba por enviarse al nuevo teatro de operaciones lleg a sumar unos 14,000 hombres. (Anotamos que de esta fuerza, solo los Regimientos 3 de Lnea, Zapadores i Cazadores a Caballo existan desde el tiempo de paz.) Cuando el Ministro Vergara regres de Pisco a Arica el 2 de Diciembre crey encontrar completamente listas las fuerzas que deban embarcarse, pero no fue as, porque se haba producido un gran retardo a causa de no haberse calculado oportunamente los elementos que necesitaba la expedicin. Cuando el General Maturana se hizo cargo de su puesto de J. E. M. G. durante la ausencia de Vergara, se impuso de que faltaban varias cosas indispensables para la movilizacin del ejrcito. Vindose obligado a pedir lo que faltaba, el Cuartel General solicit por telgrafo a Santiago, el 23 de Noviembre i das siguientes, 800 aparejos, 300 caballos, 950 mulas, 300 barriles vacos, 300 arneses para carretones, 150 arrieros montados, i 26,000 artculos diversos de atalaje i equipo. (Respecto a los detalles del trabajo del E. M. G. en esta poca i a la organizacin de los
parques, bagajes, etc., vase la Memoria del Jefe del Estado Mayor General, etc., etc., del 15 de Noviembre de 1882 (Maturana).)

Todas estas faltas las vino a notar el Cuartel General, cuando al pedrsele al Jefe de equipajes las mulas, caballos, carretas i otros aparejos que faltaban para la 1 Brigada Gana de la 2 Divisin, este le comunic que faltaba todava como 1,000 mulas para completar la dotacin que necesitaba el ejrcito. Mientras llegaban los elementos que se haban solicitado del Gobierno, el Cuartel General haba enviado a uno de los trasportes, que se encontraba en Arica para embarcar las tropas, con destino al Callao, llevando carbn para la escuadra, i otro a Valparaso conduciendo enfermos. Este estado de cosas en Arica i las mencionadas medidas del general en jefe produjeron un vivo disgusto al Ministro Vergara. Peor impresin todava causaron en Santiago los pedidos del general en jefe, porque no fue pequea ni poco desagradable la sorpresa del Gobierno que estaba confiado en que el ejrcito no careca ya de ningn elemento para su embarque. Tanto era la confianza en el grado de alistamiento de las tropas, que precisamente en estos das los miembros del Gabinete haban enviado varios telegramas a Vergara, manifestndole que el Gobierno consideraba que cada da que se demorara en partir el ejrcito era una tardanza peligrosa para el buen xito de las operaciones. A pesar del disgusto, que como decimos produjo la noticia en Santiago, el Gobierno hizo todo lo que pudo por remediar cuanto antes esta situacin, en forma de que todos los animales i dems elementos que se haban solicitado llegaron a Arica en la primera semana de Diciembre. El Ministro Vergara, que culpaba al General Baquedano del atraso que se haba producido, le envi el 5 de Diciembre un oficio en el que le sealaba el da 10 de Diciembre como plazo fatal para empezar el embarque de sus tropas i al mismo tiempo le indicaba que comunicase al ministro el plan de operaciones que haba elaborado.

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El general en jefe se sinti ofendido por este extrao ultimtum de Vergara, i asumi tal actitud, que Altamirano crey llegado el caso de intervenir i obtuvo del ministro que retirara su nota. Bajo estas deplorables condiciones de nimo, el ministro reuni en Arica, el 7 de Diciembre, un Consejo de Guerra al que asistieron el General Baquedano, los dems generales presentes i don Eulogio Altamirano. Presidido por el Ministro Vergara, este Consejo tom los siguientes acuerdos: Hacer partir sin prdida de tiempo al resto del ejrcito hacia Chilca, (entre los ros Lurn i de Mala) en donde deba encontrarse sin falta el 22 de Diciembre. Disponer que Villagrn marchase por tierra de Pisco a Chilca, con orden terminante de estar all ese mismo da. Dejar en Pisco la Brigada Gana i la artillera de campaa de la 1 Divisin para que el general en jefe las reembarcara en el convoy que lo conducira a Chilca. Todo el Ejrcito de Expedicin deba pues reunirse en Chilca antes de emprender el avance sobre Lima. El General Baquedano, inmediatamente despus del Consejo, envi un buque a Pisco, comunicndole al General Villagrn el plan acordado i ordenndole ponerse en marcha, a ms tardar el 14 de Diciembre. Calculndose la marcha entre Pisco i Chilca, en 8 jornadas, las fuerzas de Villagrn deban estar en este ltimo punto el 22, es decir el da en que llegara all el resto del Ejrcito. Debemos anotar, que el Cuartel General advirti al General Villagrn que consideraba que el buen xito de la operacin dependa del cumplimiento exacto de estas instrucciones. Tambin conviene advertir de que la resolucin de hacer marchar por tierra a las fuerzas del General Villagrn hasta Chilca era idea del General Baquedano, idea que haba sido aprobada por el Consejo de Guerra con el voto en contra del Ministro Vergara, el cual consideraba que con esto se renunciaba a toda posibilidad de efectuar el ataque de Lima por el Norte, en caso de que el ejrcito peruano pasara al valle de Lurn para defender esta lnea. Al mismo tiempo que cumplimos con el desagradable deber de comentar la falta de armona que exista entre el Ministro de la Guerra en campaa i el General en Jefe del Ejrcito, es preciso reconocer que adolecan del mismo mal las relaciones entre el primero de estos funcionarios i el Almirante en Jefe de la Flota. Sumamente desagradable fue la controversia que hubo entre ellos a causa de que el ministro haba dado orden al Cochrane de desprenderse del bloqueo al Callao para llegar a Arica dejando al Huscar como nico acorazado entre los dems buques encargados de esta misin, con la circunstancia, agravante, de que esta medida se tom sin consultar siquiera la opinin del Almirante Riveros. No fue esta la nica vez que el ministro dispuso de los buques de la Escuadra sin hacer caso de las rdenes del almirante en jefe i sin tener, siquiera, la cortesa de comunicar al comando las rdenes que haba impartido directamente a los comandantes de buques. Un incidente especialmente desagradable, a pesar de no llegar a exteriorizarse en forma que llamaba la atencin, tuvo lugar cuando el Almirante Riveros hizo arriar un estandarte fantstico, que el ministro haba izado en el Blanco, como insignia del comando del Delegado del Gobierno, i que lleg a causar observaciones irnicas por parte de los comandantes de los buques de guerra extranjeros, que no se explicaban esta insignia desconocida.

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El almirante present su renuncia el 10 de Diciembre con motivo del incidente Cochrane; pero el ministro no la acept. Con fecha 18 del mismo mes, dict entonces el almirante una orden del da en la cual prohiba a los comandantes de buque, obedecer orden alguna, que no emanara del comandante en jefe de la Escuadra, i comunic esta medida al Ministro Vergara. A pesar de la gravedad de la situacin, el asunto no tom mayores proporciones, talvez por la intervencin conciliadora de don Eusebio Lillo, i el almirante continu en su puesto. El da 10 de Diciembre las unidades del ejrcito que estaban acantonadas en el valle del Caplina empezaron a llegar a Arica, i el ministro se encarg otra vez de la direccin del embarque, quedando terminada esta operacin el da 14. Ya conocemos por el Orden de Batalla la composicin de la 2 Brigada Barboza, de la 2 Divisin Sotomayor, de la 3 Divisin Lagos i de los Batallones Quillota i Melipilla, que conforme a dicha Orden pertenecan a la 1 Divisin Villagrn. El cuadro de embarque del ejrcito era el siguiente: (Ahumada i Moreno, Tomo IV pg. 290.) En el Chile.- Cuartel General, Estado Mayor General i parte de las unidades siguientes: Plana Mayor de la 2 Divisin, Comandancia General de artillera i de caballera, Comisara, Servicio Sanitario i Batalln Bulnes. Humberto I.- Parte de los escuadrones Carabineros de Yungai, de la Plana Mayor de la 2 Divisin, de la Comandancia General de artillera i de caballera i del Batalln Bulnes. Julia.- Parte de los Carabineros de Yungai. Palta.- Regimiento Curic, Batalln Victoria, 1 Batalln Regimiento Lautaro, parte del 3 de Lnea, parte del Estado Mayor General i Plana Mayor de la 3 Divisin. Copiap.- Artillera, parte 1 Batalln Regimiento Santiago i del Batalln Valdivia. Norfolk.- Ambulancias i parte del Regimiento Valparaso. Limar.- Regimiento Concepcin. Excelsior.- Parte del Regimiento Cazadores a Caballo. Juana.- Parque de la 3 Divisin i Bagajes. Santa Lucia.- Batalln Caupolicn. Pisagua.- Parte del Batalln Valdivia i de la artillera. Avestruz.- Parque General. Barnard Castle.- Parte del 3 de Lnea. Lota.- Regimiento Aconcagua. Lamar.- Parte del Regimiento Zapadores. Orcero.- Parte del Regimiento Cazadores a Caballo, Ambulancia, el Batalln Caupolicn, parte de los Regimientos Santiago i Valparaso i del Batalln Valdivia. Matas Cousio.- 2 Batalln Regimiento Santiago. Murzi.- 2 Batalln Regimiento Lautaro. Blanco, Cochrane, i OHiggins.- Parte del Regimiento Zapadores. Itata.- Batalln Melipilla i Regimiento Artillera de Marina. Amazonas.- Batalln Navales. Wilhelm.- Artillera. Otto.- Parte del Regimiento Cazadores a Caballo, Artillera e Intendencia. El Ministro Vergara, con Altamirano i Errzuriz, iban a bordo del Cochrane i Lira acompaaba al General en Jefe, a bordo del Chile. El da 15 de Diciembre, justamente un

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mes despus de la salida de la Vanguardia de Villagrn, parti la escuadra de trasportes desde Arica, en el siguiente orden de convoy: Blanco Encalada (4 cables) Angamos

Chile Paita Copiap Limar Santa Luca (A remolque) Humberto I Julia Norfolk Excelsior Juana O'Higgins (A remolque) Otto A 1 milla de distancia Cochrane Pisagua B. Castle (A remolque) Avestruz Lota Lamar M. Cousio Amazonas Orcero Murzi Wilhelm

La navegacin se hizo normalmente i con muy buen tiempo. Durante el viaje se incorpor al convoy el trasporte Angamos i en Pisco el trasporte Itata, a bordo del cual iban desde Valparaso el intendente General Dvila Larran, la Infantera del Regimiento Artillera de Marina i el Batalln Melipilla. El convoy toc en Pisco el 19 de Diciembre para embarcar a la 1 Brigada Gana de la 2 Divisin i a la artillera de campaa de la 1 Divisin. En este punto, supo el General Baquedano que Villagrn no haba cumplido sus rdenes respecto a la marcha sobre Chilca, i con este motivo se produjo un incidente desagradable que determin la adopcin de ciertas disposiciones que comentaremos al dar cuenta de los movimientos de la Divisin Villagrn. La Brigada Gana se embarc en Pisco, en cinco trasportes en el siguiente orden: C. Roberto (A remolque) Edmond Abtao Itata Elena

los que pasaron a constituir la tercera lnea del convoy. Terminado el embarque en Pisco, la flota de trasportes continu con rumbo al Norte, llegando a Chilca el 21 de Diciembre. Como esta costa no era bien conocida por los marinos chilenos, la escuadra ejecut reconocimientos en las caletas Cruz de Palo, Santa Teresa, Curayaco i San Pedro, al Norte, de Chilca, a fin de buscar un buen desembarcadero. El comandante de la artillera, Coronel Velsquez, envi al Capitn Flores para reconocer el camino entre Chilca i Lurn. Este oficial inform el 22 de Diciembre que entre estos dos puntos haba una distancia de 5 leguas de arenales que seran difcilmente traficables por artillera de campaa. En vista de este informe la artillera, continu a bordo para ser desembarcada entre los das 26 i 27 en la caleta de Pescadores, inmediatamente al Sur de la boca del Lurn. El desembarque de la infantera principi el 22 de Diciembre en la caleta de Curayaco, como 12 kilmetros de la Punta de Chilca. El desembarque empez por la 1 Brigada Gana

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de la 2 Divisin Sotomayor, que tena la misin de ocupar el pueblo i el valle de Lurn, lo que efectu el mismo da 22. Durante los das 23-26 de Diciembre continu sin novedad el desembarco en Curayaco. A medida que los cuerpos llegaban a tierra, eran despachados hacia el valle de Lurn. El Intendente Dvila diriga personalmente el envo de los bagajes i dems menesteres del ejrcito hacia el punto de concentracin. En el valle de Lurn, se estableci pues el ejrcito para organizar su avance sobre Lima. All las tropas tenan agua, dulce i pasto en abundancia. La concentracin en este punto tena adems la ventaja de que para la defensa de la lnea de Lurn se poda contar con el apoyo directo de la escuadra. Nos referiremos ahora a las operaciones de la Vanguardia Villagrn. A la orden del general en jefe de fecha 7 de Diciembre a que anteriormente nos hemos referido, contest el General Villagrn con fecha 10 del mismo mes, que haba dispuesto la marcha para el da 13, pero que algunos de sus cuerpos carecan de caramaolas i que el salvaba anticipadamente su responsabilidad por los desastrosos resultados que acarreara una marcha en estas condiciones, mxime si se consideraba de que las unidades durante esta travesa deban cruzar parajes desiertos en donde a trechos de 12 a 14 leguas, no haba agua. Esta nota, el General Baquedano la encontr al llegar a Pisco el da 19. Aunque, como vemos, el General Villagrn no era partidario de ejecutar la marcha por tierra que se le haba ordenado, orden sin embargo al Coronel Amuntegui que estaba con su 2 Brigada de la 1 Divisin en Tambo de Mora, que hiciera reconocer los caminos de Caete i Yagey, cuya aguada pensaba aprovechar para formar all un depsito de agua en vasijas. Este reconocimiento fue ejecutado por los Comandantes Vidaurre del Regimiento Artillera de Marina i Yvar de los Granaderos a Caballo. El Comandante Vidaurre hizo limpiar la aguada de Yagey i profundizar los pozos prximos a la vertiente. Conforme a sus intenciones, el General Villagrn se puso en marcha el 13 de Diciembre con las tropas que estaban en Pisco, llegando al fin de esta jornada a Tambo de Mora. Habiendo sido informado de que haba grandes dificultades para encontrar agua en el camino hacia Chilca i considerando que no podra llegar a este punto el da 22 como deba hacerlo, segn las instrucciones recibidas, escribi al Coronel Gana para que hiciera presente estas circunstancias al General en Jefe. En seguida, envi al Mayor Prez con 50 Granaderos para reconocer el camino a Chilca i para estudiar la capacidad de agua de las vertientes de Yagey. El 17 de Diciembre el Mayor Prez dio cuenta de su cometido, informando de que el camino era llano i traficable aun para carretas, que haba agua suficiente para una columna de 2,500 hombres i que, mediante ciertos arreglos fciles de ejecutar, podra haber agua suficiente para toda la Divisin. En vista de este informe el General Villagrn comunic al general en jefe de que la 1 Brigada Lynch de la 1 Divisin saldra de Tambo de Mora el mismo da 17 i que el resto de la Divisin continuara su marcha al amanecer del 18. Cada Brigada marchara en dos escalones, a fin de no agotar el agua. El da 20 deban encontrarse todas las fuerzas en Caete.

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El General Baquedano, al recibir el 19. XII. en Pisco las notas del General Villagrn que ya hemos citado, se disgust sobremanera i envi inmediatamente un oficio al Jefe de la 1 Divisin, hacindole presente de que la responsabilidad de los actos que se ejecutan, es siempre del que manda i nunca del que obedece. En la misma nota le ordenaba contramarchar inmediatamente a Pisco con la 2 Brigada Amuntegui, que segn sus clculos no deba estar mucho ms al N. de Tambo de Mora; la 1 Brigada Lynch deba seguir su camino. Luego despus, el 20. XII. el general en jefe puso en conocimiento del ministro la respuesta del 10. XII. del Jefe de la 1 Divisin i lo que l mismo acababa de disponer, en vista de que el plan de operaciones convenido se haba malogrado con el proceder de Villagrn. El ministro no ignoraba que la opinin dominante en el Cuartel General era que l haba nombrado al General Villagrn como Comandante de la 1 Divisin, en parte con el objeto de tenerlo a la mano para reemplazar al General Baquedano, en caso de que ste marchara en total desacuerdo con el Ministro de la Guerra en Campaa. Se aprovech entonces de la ocasin que se le presentaba para poner en evidencia de que el Gobierno no deseaba este cambio, i con fecha 24 de Diciembre orden al general en jefe que separara al General Villagrn del mando de la 1 Divisin, dndole orden de trasladarse a Santiago, en donde fue llamado a cuartel. Ya el da anterior (23-XII) haban regresado a Pisco el Angamos i el Barnard Castle, con el objeto de reembarcar a la 2 Brigada Amuntegui de la 1 Divisin, i tan pronto se desocuparon stos, hicieron lo mismo el Chile i otros trasportes. Puesto en marcha el convoy que conduca a estas tropas, la Brigada Amuntegui lleg el da 26. El da 27 de Diciembre el General Baquedano comunic al General Villagrn la orden del ministro. El capitn de navo don Patricio Lynch fue nombrado Jefe de la 1 Divisin, el Coronel don Juan Martnez, Jefe de la 1 Brigada i el Comandante Diego Dubl A. Comandante del Regimiento Atacama. Conforme a lo dispuesto por el General Villagrn, el Capitn Lynch haba partido de Tambo de Mora en la tarde del 17, con el escaln de vanguardia de la 1 Divisin, formada por los Regimientos de Infantera 2 de Lnea i Talca, una batera de artillera de montaa i los Granaderos a Caballo. (Bulnes (Tomo II, pg. 626) hace figurar en la vanguardia al Regimiento Artillera de Marina, pero debe ser un error, porque en estos das, esta unidad navegaba a bordo del Itata2, entre Pisco i Chilca.) Acompaaban tambin al escaln los bagajes, con carretas, una seccin de ambulancia, una recua de mulas cargadas con agua i una cantidad de ganado en pi. El resto de la Brigada Lynch, compuesta de los Regimientos de Infantera Atacama i Colchagua i la otra batera de artillera de montaa que formaba el 2 escaln, parti de Tambo de Mora el da 18 tras el escaln de vanguardia. Esta columna iba a las rdenes del comandante del Atacama, Coronel J. Martnez i fue acompaada por sus bagajes i dems servicios anexos, en la misma forma que el escaln de Vanguardia. Siguiendo la ruta que va bordeando la costa, con una ligera inclinacin hacia el E., los dos escalones de la Brigada Lynch efectuaron su marcha aprovechando las horas frescas de la tarde i la noche. El da 19 se reuni toda la Brigada en el oasis de Yagey, en donde encontraron agua en abundancia, gracias a los pozos i fosos que acababa de construir el ingeniero don Arturo Villarroel. En la tarde de ese mismo da la columna continu su marcha

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hacia Caete, partiendo primeramente el escaln de Vanguardia, i tras l, ya entrada la noche, el escaln Martnez. La Vanguardia lleg a Caete en la maana del 20 de Diciembre, i ambas fracciones alcanzaron el da 21. en la maana a Cerro Azul i el da 22 al amanecer, a un punto denominado Asia. En el valle de Caete, que es donde existen los ms ricos cultivos de azcar de esta parte del Per, se reunieron con la columna un gran nmero de chinos, los cuales, considerados i maltratados como esclavos por sus patrones peruanos, acogan a los chilenos como libertadores, pensando que tambin haba sonado para ellos la hora de tomar venganza de todos los vejmenes i oprobios que haban recibido. El avance de la Brigada Lynch no haba encontrado resistencia seria en ninguna parte. Solo al amanecer del 19 en Yagey, el 22 en Asia i el 23 al llegar al bosque de Bujama, la descubierta de Granaderos haba sido sorprendida por repentinas descargas que salan de la vecindad del camino, sin que fuera posible encontrar al enemigo, pues los tiradores desaparecan en cuanto se les buscaba. Las tropas peruanas que hacan esta guerra de guerrillas, pertenecan a la columna territorial de Caete, organizadas, como se recordar, por un decreto de Pirola que divida este sector del Per en zonas territoriales, sobre la base de las grandes haciendas. Estas fuerzas cvicas estaban apoyadas por un cuerpo de caballera de Lima, llamado Los Cazadores del Rmac, de 333 plazas, bajo las rdenes del Coronel don Pedro Sevilla. Esta unidad acantonaba en el valle de Mala. Los ataques de los territoriales no lograron detener la marcha de la columna chilena. Mucho ms serias eran las dificultades que tenan que vencer por efecto de los malos caminos por donde marchaban. Especialmente pesado era el camino entre Cerro Azul i Asia, en cuyos arenales los infantes se hundan hasta ms arriba del tobillo; en que las mulas flaqueaban bajo el peso de las cargas i, en donde hubo que quemar los carretones de bagaje para que no cayeran en poder de las guerrillas peruanas. Las 8 leguas que tena el camino fueron excesivamente difciles, pero Lynch i Martnez eran jefes que saban imponerse i vencer las dificultades, comunicando a sus soldados todo el esfuerzo i el vigor de su propia energa. La tropa recoga en los valles los burros que encontraba, cargando en ellos los bagajes que no haban podido conducir los carretones embancados en la arena, los Granaderos hacan provisin de los animales que los peruanos no haban tenido tiempo de alejar i los chinos ayudaban a arrear los burros, bueyes, ovejas i cabras requisados. Los jefes i oficiales, animados por el ejemplo personal de Lynch i de Martnez, vigilaban constantemente los detalles de la marcha con el brillante resultado de que se hizo toda esta penosa jornada de 8 leguas entre Tambo de Mora i Chilca, sin que hubiera un solo rezagado. El 23 de Diciembre se reuni con la vanguardia en Bujama (valle de Mala) un pelotn de 25 Cazadores a Caballo a las rdenes del Teniente don Agustn Almarza, que el General Baquedano haba enviado desde Chilca el da 19 en busca de la columna chilena. A partir de Bujama la marcha se hacia ya ms fcil. El da 24 entr el escaln de vanguardia al pueblo de Chilca; en la maana del 25 pas por las lomas que dominan la caleta de Curayaco, desde donde saludaron al convoy del ejrcito surto en aquella baha, i a la 1:30 P. M. de ese mismo da el escaln de vanguardia de Lynch lleg al campamento chileno de Lurn. El escaln de Martnez lleg all el da 26. El da 27 llegaron a Lurn los Regimientos Zapadores i Coquimbo que fueron los ltimos que desembarcaron en la caleta de Curayaco.

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Desde este momento, pues, se hallaba concentrado en el valle de Lurn, todo el ejrcito chileno que deba operar sobre Lima. Los datos sobre su fuerza total no estn todos conformes. Por nuestra parte creemos prudente aceptar las cifras que arrojan los cuadros oficiales i detallados que figuran en la obra de Ahumada i Moreno (Tomo IV, pg. 292) i que fijan el total ya mencionado de 26,413 hombres, 2,503 caballos, 601 mulas, 80 caones i 8 ametralladoras. Solo observaremos, que el nmero de mulas i de burros, debi necesariamente haber aumentado algo con los que Lynch haba recogido en su marcha desde Tambo de Mora, i que el nmero de estas bestias de carga aument todava ms con las 400 bestias que trajo desde Valparaso el trasporte Valdivia. Descontando los no combatientes i los seriamente enfermos, consideramos prudente calcular las fuerzas del ejrcito de 24 a 25,000 combatientes con 80 caones i 8 ametralladoras. No olvidemos, sin embargo, de que esta fuerza, poda tambin contar con la ayuda de la escuadra que tena entre buques de guerra, vapores i barcos veleros de trasporte, 34 naves dotadas de una poderosa artillera i numerosa tripulacin.

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VII ESTUDIO CRTICO DEL TRASLADO DEL EJRCITO CHILENO, DEL TEATRO DE OPERACIONES DE TACNA, AL TEATRO DE OPERACIONES DE LIMA. El plan de la operacin en estudio fue propuesto por el Ministro de Guerra en campaa, al Consejo de Guerra, que este funcionario reuni en Arica el 6 de Noviembre. Segn el pensar de Vergara, deban aprovecharse los trasportes surtos en la baha de Arica para mandar adelante una vanguardia estratgica, compuesta de la 1 Divisin Villagrn, la cual deba desembarcar en Pisco i mantenerse defensivamente en aquel punto, mientras llegaba el resto del ejrcito, debiendo ste emprender viaje desde Arica, tan pronto se le pudiera embarcar en los trasportes que volveran desocupados despus de haber llevado a Pisco a la Divisin Villagrn. El Consejo de Guerra del 6. XI. acept el plan de Vergara, con la modificacin de que la 1 Brigada Gana, de la 2 Divisin Sotomayor, deba ir lo ms pronto posible al N. sin esperar que regresaran a Arica los trasportes que deban conducir el 1 escaln (la 1 Divisin) a Pisco. Como observaciones previas sobre esta materia debemos anotar que, conforme al sistema en practica, el Ministro de la Guerra se encargaba de formar el plan de operaciones, en tanto que el general en jefe asista solo como uno de los miembros de un consejo de guerra en el cual se deliberaba, precisamente, sobre una de las atribuciones fundamentales de dicho jefe. El General Baquedano hizo bien en no poner inconvenientes al proceder del ministro, ya que no poda rehacer, segn sus deseos, el defectuoso sistema de comando que se haba puesto en prctica desde los comienzos de la guerra. Dio por consiguiente una prueba de buen criterio, al impartir inmediatamente al ejrcito las rdenes e instrucciones necesarias para la buena ejecucin del plan que se haba adoptado. Tambin podemos observar, antes de entrar en el anlisis del plan, de que los inconvenientes que se suscitaron a ltima hora, impidiendo su ejecucin en la forma en que el ministro haba pensado desarrollarlo, eran consecuencias naturales i lgicas del carcter de improvisacin que tuvo la Defensa Nacional Chilena durante toda esta guerra, i sobre todo por la descomposicin temporal del mecanismo de movilizacin, ocurrida a raz de la muerte de don Rafael Sotomayor, i finalmente, a causa tambin de la poltica exterior del Gobierno i dems dificultades internas que ya hemos estudiado. Si los polticos del Gobierno hubiesen reconocido estas verdades, no habran tenido de que extraarse, cuando el comando militar, el 23 de Noviembre, pidi una cantidad considerable de animales i artculos de equipo para la expedicin sobre Lima, expedicin que en la Moneda se crea un hecho consumado. Esta es la razn, por la cual no consideramos motivados los cargos que con este motivo se hicieron a los comandos militares; si bien es cierto, que, por otra parte, estamos prontos para reconocer la gran energa i solicitud con que el Gobierno atendi a estas improvisaciones de ltima hora, logrando as que la mayor parte de lo pedido llegase a Arica en la primera semana de Diciembre.

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Antes de mediados de Diciembre, el plan adoptado el 6 de Noviembre fue modificado, en el sentido de que la concentracin del Ejrcito de Expedicin deba efectuarse en el valle de Lurn, mientras el 2 escaln continuara por mar a Chilca, sin desembarcar en Pisco. Esta modificacin se adopt en el Consejo de Guerra celebrado en Arica el 7 de Diciembre, en el cual se resolvi adems: 1 La parte del ejrcito que se encontraba todava en el teatro de operaciones al Sur del Sama deba ser enviada por mar a Chilca, punto en el que debera encontrarse el 22 de Diciembre. 2 Disponer que la 1 Divisin Villagrn marchase por tierra de Pisco a Chilca, con orden terminante de estar all el 22 de Diciembre. 3 Embarcar en Pisco a la 1 Brigada Gana, de la 2 Divisin, i a la Artillera de Campaa de la 1 Divisin, para llevarlas por mar a Chilca. Todas estas nuevas resoluciones fueron tambin aceptadas por el general en jefe, quien inmediatamente tom las disposiciones del caso para su ejecucin. Al enviar la orden al General Villagrn, el Comando le hizo presente de que, a su parecer, el buen xito de la operacin dependa del cumplimiento exacto de las instrucciones que se le haban dado. El primer punto que se presta al anlisis de este plan, es: La combinacin de Pisco i Chilca, como puntos de desembarque, al trasladar el ejrcito del teatro de operaciones de Tacna al teatro de operaciones de Lima. Al examinar esta cuestin, debemos partir de la base, de que Chile no dispona del nmero suficiente de naves para trasladar a todo el Ejrcito de Expedicin, reunido en un solo convoy, al nuevo teatro de operaciones. Es preciso dejar a un lado la eventualidad de si esto no se hubiera podido i debido hacer de otra manera, como es necesario no pensar en lo que hubiera resultado, si el Gobierno hubiera aceptado ms temprano la idea de esta ofensiva, es decir, antes de fines de Octubre, cuando vio el fracaso de las negociaciones diplomticas para terminar la guerra. Es preciso, como decimos, apartarnos de estas posibilidades, pues estos eran ya hechos consumados i sin remedio. Hecha esta digresin, nos preguntamos: Deba, ahora, la direccin de la guerra postergar el envi del ejrcito a Lima, mientras se procuraba los trasportes que necesitaba para el fin indicado? Decididamente, no. Desde la fecha en que el Gobierno resolvi la expedicin sobre Lima, esta autoridad estaba dominada por una impaciencia suma, hasta el punto que consideraba la tardanza de cada da desventajosa para el buen xito de la campaa; la opinin pblica insista cada vez con mayor vehemencia porque se realizara pronto su plan predilecto; i finalmente, el Ministro de la Guerra deba al cabo cumplir la promesa que haba hecho al pas i al Congreso, de apresurar el envo del ejrcito sobre Lima. En tales circunstancias, vala indudablemente ms aprovechar inmediatamente las naves disponibles, ideando una combinacin que permitiera servirse de ellas en la mejor forma posible. En el mismo sentido obraba la consideracin militar, que hemos acentuado tantas veces, en ocasiones anteriores. Ya se haba perdido demasiado tiempo en dilaciones no enteramente necesarias, siendo que precisamente esta demora era el nico factor que poda

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haber salvado al Per, o por lo menos, hacer ms difcil la tarea del Ejrcito Expedicionario sobre Lima. Los principios estratgicos estaban ahora de acuerdo con lo que escriban los polticos desde la Moneda; pero era sin duda una lstima muy grande, que se hubiera necesitado ms de ao i medio para llegar a producir esta armona de ideas. El objeto del plan era, por lo tanto, llegar a concebir la mejor forma de trasladar el ejrcito al nuevo teatro de operaciones, en el menor tiempo posible i con los medios de trasporte de que se dispona. El desideratum fundamental de este plan deba consistir en hacer lo ms corta posible la lnea de operaciones terrestre en el nuevo sector en que se deban mover las tropas. Las experiencias de las campaas de Tarapac i de Tacna haban enseado prcticamente esta necesidad, ya que la naturaleza de estos teatros de operaciones era muy semejante a la configuracin topogrfica del centro del Per. Entre parntesis, debemos observar, que el mencionado principio deber caracterizar los planes de operaciones para una posible futura campaa en el Norte del pas. El desarrollo i las mejoras de los elementos de la Defensa Nacional Chilena no pueden hacer variar esta tesis fundamental. Esta es una de las causas que obligarn a Chile a dar un amplo desarrollo a su Defensa Naval, i que forzosamente influir decisivamente sobre el carcter que se le d. No basta que una Defensa Naval pueda solamente proteger las costas del pas; es preciso tambin que disponga de las fuerzas i de los elementos, que le permitan organizar, proteger i usar lneas de operaciones ofensivas. Cul sera la combinacin de lneas de operaciones martimas i terrestres que satisfara mejor las necesidades de este desideratum? En otras palabras: En dnde deba desembarcar el ejrcito chileno para continuar por tierra sobre Lima, es decir contra el sector en donde se encontraba el ejrcito peruano i del cual no poda alejarse considerablemente? Esta opinin no necesita una demostracin especial. El resumen que hemos hecho del estado de la Defensa Nacional Peruana en esta poca lo comprueba en forma suficiente. La circunstancia de que el traslado del Ejrcito Expedicionario al nuevo teatro de operaciones tendra que hacerse por medio de varios viajes sucesivos exclua naturalmente toda idea de ejecutar el desembarco a las puertas mismas del Callao i de Lima. El plan de 6. XI. enviaba primeramente la 1 Divisin Villagrn i en seguida a la 1 Brigada de la 2 Divisin a Pisco, con la idea de desembarcar all mismo el 3 i ltimo escaln del ejrcito; pero Pisco dista, por el camino de la playa, de 22 a 24 kms. del valle del Rmac. Las observaciones que acabamos de hacer sobre el carcter de las lneas de operaciones terrestres en este teatro de operaciones deban haber excluido la idea de concentrar el ejrcito en Pisco, para emprender desde all el avance por tierra sobre Lima. Habiendo desembarcado en Caete, se haba acortado en 90 kms. la distancia hasta Lima; esto era sin duda una ventaja, pero an as la marcha haba resultado demasiado larga. Fue, por lo tanto, muy acertada la innovacin que se introdujo en el plan, durante la sesin del Consejo de Guerra del 17. XII., en el que se corrigi este error. Debemos ahora estudiar, si habra podido elegirse tambin a Chilca como punto de desembarque para el 1 i 2 escaln, es decir para la 1 Divisin i para la 1 Brigada de la 2 Divisin.

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Observaremos que cuando el comando chileno, o sea el ministro de guerra en campaa confeccion su primer plan, al principio de Noviembre, calcul que el resto del ejrcito podra seguir a las fuerzas de Villagrn, solamente con el intervalo de algunos das. Deban pasar talvez unas dos semanas, entre el da en que la escuadra abandonara la baha en que haba desembarcado el 1 escaln, i la fecha, en que debera regresar al mismo punto, conduciendo el resto del ejrcito de expedicin. Diremos entonces que los 12,800 hombres con que contara el General Villagrn, al arribo de la Brigada Gana, tendran que defenderse solos en Chilca, durante dos semanas Era esto posible? Chilca dista unos 60 kms. de Lima. El nico oasis en esta extensin del desierto es el valle de Lurn, situado en la mitad de esta distancia. En realidad, el desembarque en Chilca significaba el inmediato avance a Lurn o bien el retroceso al valle de Mala, porque en los alrededores de Chilca, segn se desprende de los planos de aquella regin, no haba agua dulce. Tanto el valle de Lurn como el de Mala ofrecan recursos para el campamento i prestaban facilidades para organizar en ellos una buena posicin defensiva. El valle de Lurn dista 30 kms. escasos de Lima, mientras que el valle de Mala se encuentra como a 25 kms. al S. de Chilca, quedando, por consiguiente, a 85 kms. del valle del Rmac. La organizacin que se haba dado al ejrcito peruano no le permita, indudablemente, alejarse mucho de Lima, an suponiendo que su misin estratgica, es decir, la defensa de la capital, lo hubiera permitido o aconsejado. Pero esto, a pesar de ser evidente, no quiere decir que ste ejrcito no pudiera llegar hasta el valle de Lurn. Semejante opinin sera una forma exagerada de apreciar la falta de movilidad del ejrcito peruano. Sentada esta posibilidad, considerarnos que el comando peruano haba cometido un gravsimo error, si no hubiera hecho los esfuerzos ms enrgicos para ejecutar esta ofensiva, cayendo sobre el 1 escaln chileno, antes de que pudiera ser socorrido por el resto del ejrcito. Semejante consideracin, que indudablemente deba haberse tomado en cuenta, al hacer el comando chileno el anlisis de la situacin, a fin de elegir el punto de desembarque i concentracin del ejrcito, deba excluir el avance de Villagrn sobre el valle de Lurn, dado el caso de que hubiera desembarcado en Chilca. Mejores condiciones presenta la ubicacin temporal en el valle de Mala, despus de haber desembarcado en Chilca, pues 85 kms. era ya una distancia considerable, i alejaba la posibilidad de que el ejrcito peruano pudiera llegar all con fuerzas que excedieran en mucho a los 12,800 soldados chilenos de Villagrn. Esta distancia representaba por lo menos 4 jornadas de marcha. Suponiendo que la noticia del desembarque chileno hubiera llegado a Lima el mismo da de efectuado, deban transcurrir seguramente por lo menos dos das, antes de que los peruanos pudieran iniciar una ofensiva hacia el Sur. De esto deducimos que el General Villagrn hubiera podido encontrarse en la necesidad de defenderse solo contra esa ofensiva peruana numricamente superior, durante una semana, ms o menos; pues segn los clculos del ministro chileno, que hemos mencionado anteriormente, el 2 escaln deba seguir al 1 con un intervalo de dos semanas.

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A pesar de que en realidad no haba probabilidades de que semejante peligro se presentase, pues este era solo una posibilidad muy remota, a pesar de esto, decimos, esta emergencia, no poda ser descartada por el comando chileno, al resolver el plan de operaciones que se haba de adoptar. No dudamos de que el General Villagrn hubiera podido defenderse solo en las condiciones que ya hemos expresado, i a pesar de considerar muy difcil el avance del ejrcito peruano con fuerzas considerables al valle de Mala, es decir, considerando hacedera la eleccin de Chilca como punto de desembarque i concentracin del ejrcito chileno, no seramos partidarios de ejecutar la operacin en esta forma, por la simple razn de que esto no era lgico ni prctico. Sostenemos esto, porque se expona sin necesidad alguna, a la mitad del Ejrcito Expedicionario a verse obligada a combatir aisladamente con un adversario al que se le reconoca algn poder, por cuanto era ese mismo adversario el que haba obligado al Gobierno Chileno a elevar a 25,000 hombres las fuerzas con que confiaba llegar a vencerle. I este proceder, evidentemente, no era lgico. Si bien es cierto que la situacin del General Villagrn en el valle de Mala era sostenible por un par de das, se habra hecho en cambio muy difcil, si se hubieran presentado algunos inconvenientes que atrasasen la llegada del resto del ejrcito. No es prctico hacer los clculos para las acciones de guerra, ya sean estas operaciones estratgicas o movimientos tcticos, con la precisa exactitud de un clculo matemtico; pues los acontecimientos de la guerra estn influenciados por factores que no es posible valorizar de antemano con semejante exactitud. Por consiguiente tales clculos suelen fallar. La experiencia ha comprobado este aserto. De esta manera hemos llegado al conocimiento de que ni Pisco ni Caete, ni Chilca, convenan como punto nico de desembarque en las circunstancias que caracterizaban esta situacin. Esta es tambin la razn por la cual encontramos muy atinada la combinacin de Pisco i Chilca en la forma que se resolvi en la sesin del consejo del 7 de Diciembre. En esta forma, la lnea de operacin entre Arica i Lima no solo lleg a presentar una solucin ventajosa entre la parte martima i terrestre de ella, satisfaciendo las necesidades anotadas anteriormente, sino que dejaba un amplio margen para la ejecucin segura de la operacin. Tal como se desarrollaron los acontecimientos, producindose el intervalo de un mes entero entre los viajes del 1 i del 2 escaln del ejrcito, fue una felicidad que la vanguardia estratgica no hubiera sido desembarcada en Chilca; pues, si el comando peruano hubiera tenido la ms ligera nocin sobre las exigencias de semejante situacin, habra aprovechado este plazo de un mes, para aniquilar a las fuerzas aisladas de Villagrn. Por otra parte, merece una amplia aprobacin la resolucin de hacer la concentracin del ejrcito, no en Pisco, con sus 200 i tantos kilmetros de marchas por los desiertos del valle del Rmac, sino en Chilca, que en aquellas condiciones equivala a decir en el valle de Lurn; pues, estando las dos fracciones del ejrcito en Chilca i Pisco, respectivamente, separados solo por 180 kilmetros (es decir ms o menos a 20 horas de navegacin, en un convoy que anduviera 5 millas (Una milla nutica mide 1,854 ms.) por hora) no hubiera sido natural ejecutar la concentracin hacia retaguardia, es decir hacia el valle de Mala. El escaln de 14,000 hombres, que desembarcara primero en Chilca, poda muy bien avanzar, para esperar

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en el valle de Lurn, la llegada del resto del ejrcito desde Pisco; pues el intervalo entre el desembarque del 1 escaln i el arribo del 2 deba ser de 5 a 6 das salvo atrasos imprevistos. Respecto a la proporcin de fuerzas entre los escalones, fue muy ventajosa la modificacin que se introdujo en el Consejo de Guerra del 16 de Noviembre al proyecto de Vergara, i que consisti en aumentar la fuerza de la 1 Divisin con la 1 Brigada de la 2 Divisin. De esta manera, el General Villagrn lleg a tener prcticamente bajo sus rdenes a la mitad del Ejrcito de Expedicin. En circunstancias ordinarias, bien pudiera haber sido considerada como excesiva semejante fuerza de la vanguardia estratgica, pero las distancias i dems condiciones de la lnea de operaciones entre Arica i Pisco hacan que esta proporcionalidad anormal fuera muy conveniente. 12,798 hombres, 42 caones i 3 ametralladoras, con sus bagajes i servicios anexos, eran un verdadero ejrcito, considerando las fuerzas que se movilizaron en esta guerra. En el Consejo de Guerra del 7 de Diciembre, fue el General Baquedano quien consigui la aprobacin del ministro, para que se adoptara su idea de que el General Villagrn marchara por tierra de Pisco a Chilca, a pesar de que el funcionario aludido no era partidario de esta medida. El ministro consideraba de que el Ejrcito Expedicionario se privaba as de la posibilidad de desembarcar al N. de Lima, sorprendiendo de esta manera a la defensa peruana en una situacin muy desventajosa, dado el caso de que su ejrcito se hubiera colocado a cierta distancia al S. de la capital, por ejemplo en el valle de Lurn, a fin de organizar su defensa en la lnea de este ro. Considerarnos poco probable que el defensor de Lima estableciera su defensa a 30 kms. al S. de la ciudad, mientras no supiera el punto definitivo en que se producira el desembarque chileno. Es cierto que, si el comandante peruano se hubiera resistido, i con razn, a dar ese carcter definitivo al punto de desembarque en Pisco, la ocupacin del valle de Lurn con grandes fuerzas hubiera hecho muy difcil el desembarque chileno en Chilca. Pero semejante proceder del defensor, hubiera supuesto un ejrcito perfectamente organizado i dotado de una gran movilidad; pues, precisamente, porque su estada, en Lurn haca dudoso el desembarque chileno en Chilca, el defensor deba estar preparado i ser capaz de volver rpidamente al valle del Rmac o correr haca la caleta en donde el enemigo trataba de ejecutar la operacin que no haba podido llevar sobre Chilca, i que en aquel caso haba sido llevada sobre algn punto al N. de Lima. Careciendo el ejrcito peruano de estas caractersticas, era poco probable que hubiera ido a colocarse, en esta poca, en el valle de Lurn. Pero no es posible tampoco negar la posibilidad de que hubiese habido otras razones que hicieran ms ventajoso el ataque del ejrcito chileno a las defensas de Lima desde el lado norte. Consideramos, pues, que no era conveniente privarse de antemano, i por sus propias disposiciones, de ejecutar un desembarco en las bahas de Ancn; pues esto era restringir voluntariamente la propia iniciativa i la libertad de accin tctica. La combinacin Pisco Ancn, como alternativa probable, hubiera podido figurar muy bien en el plan del comando chileno. Pero, sea como quiera; con estas razones que tienen un carcter ms bien terico, o que descansan en clculos de probabilidades sobre el proceder del adversario, lo que no puede desestimarse i lo que es una consideracin netamente prctica, es la circunstancia de que era enteramente superfluo exponer a las fuerzas de Villagrn a una marcha de 8 jornadas

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por los desiertos, cuando su traslado de Pisco a Chilca poda hacerse en el mismo plazo, por mar, utilizando los mismos trasportes que haban llevado a Chilca a lo que entonces constitua el 1 Escaln. Seguimos sosteniendo nuestra conviccin, sobre la conveniencia general de limitar en lo posible las marchas por tierra en el Norte. A nuestro juicio, tanto la combinacin Pisco - Chilca como la alternativa Pisco Ancn se haba podido ejecutar convenientemente, desembarcando el 1 escaln en Pisco, pero solo para llevarlo por mar desde all hasta Chilca (Ancn), tan pronto el 2 escaln (que entonces se convertira en vanguardia) hubiera desembarcado en la caleta de trmino. Partiendo del hecho, de que la marcha por tierra del General Villagrn estaba ya resuelta por el alto comando, parece que sus clculos sobre la duracin de ella eran correctos. La marcha de la Brigada Lynch prueba de que el trayecto entre Pisco i Lurn era cuestin de 8 a 9 jornadas. Es muy natural que el comando hiciera presente al General Villagrn la gran importancia que daba al estricto cumplimiento de sus instrucciones para el avance; pues l formaba una parte muy importante en aquella combinacin estratgica que deseaba la llegada ms o menos simultnea de los dos escalones a Chilca, con el fin de que la Divisin Villagrn protegiera el desembarque. Consideramos, sin embargo, que despus se dio una importancia exagerada a esta exactitud. El atraso de un par de das por una u otra parte no hubiera, en realidad, descompuesto la combinacin estratgica hasta el punto de hacer peligrosa la situacin de la primera fraccin de tropa que llegase al lugar del rendez-vous. Ms tarde volveremos a ocuparnos de esta cuestin, observando nicamente por ahora de que el comando hubiera sido, quizs, absolutamente incapaz de impedir semejante atraso, respecto al escaln que hacia el viaje por mar entre Arica i Chilca. Por efecto del mal tiempo, se hubiera podido descomponer fcilmente esta simultaneidad matemtica de la llegada, ya sea que hubiera dificultado la navegacin o que hubiera obligado a postergar el desembarque. Con esto no queremos significar de que la combinacin estaba mal hecha. De ninguna manera! Semejantes riesgos son inevitables en estos casos, i muy especialmente entrando en juego un desembarco en las desguarnecidas caletas peruanas del Pacfico. Lo que hemos deseado hacer presente es que, establecidos a los hechos, el General Baquedano hubiera debido darse cuenta de esta consideracin, al imponerse del atraso ocurrido en la marcha de Villagrn, i haber reflexionado de que, si la suerte le hubiera sido adversa, l mismo con su convoy martimo hubiera podido llegar atrasado al punto de reunin. Pasamos ahora a la parte que le correspondi al General Villagrn, en la ejecucin de la orden de marcha por tierra de Pisco a Chilca. Esta operacin no era del agrado del jefe de la 1 Divisin, i en lo que a la realizacin de la marcha se refiere estamos de acuerdo con l; pero esto no obstaba, sin embargo, para que debiera cumplirla, a pesar de todo. Respecto a la nota que envi al general en jefe, en la cual salvaba su responsabilidad en lo referente a los efectos que acarreara esta orden a las fuerzas que tena bajo su mando, observaremos solamente de que la redaccin era inconveniente; pero de que, al mismo tiempo, no vala la pena darle a este asunto un carcter de tanta gravedad, tratndose de dos jefes de tanta categora. Es indudable, por otra parte, de

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que esta situacin enojosa no habra llegado a producirse, si no hubiera sido por las relaciones poco cordiales i por la mutua desconfianza que existan entre los dos Generales. Lo primero que se observa en la ejecucin de esta operacin, es la falta de reconocimientos previos, ejecutados oportunamente. Aun bajo la suposicin de que el General Villagrn no esperaba que su avance sobre Lima, tomara el carcter de un avance por tierra, es evidente que un Estado Mayor con ms prctica habra ejecutado reconocimientos prolijos en todo el camino desde Pisco hasta la vecindad del valle del Rmac, durante todo el mes que estuvo en aquella regin. En lugar de esto, acept el general los cuentos de personas mal informadas o de nimo hostil, que aseguraron que no haba aguas ni en Yagey, ni en Asia; noticias que despus fueron prcticamente desautorizadas. Solamente al recibir la orden de emprender la marcha a Chilca, orden el General Villagrn reconocimientos hacia el Norte; pero el primero de ellos, ejecutado por los Comandantes Vidaurre i Yvar se extendi slo hasta Yagey i Caete. Esta misin era, evidentemente, demasiado restringida; de manera que fue preciso completarla ms tarde, (del 14 al 17 de Diciembre) por otra exploracin, que deba llegar hasta Chilca. Este reconocimiento fue ejecutado por el Mayor Prez, con una compaa de Granaderos a Caballo, fuerza necesaria, en vista de la existencia de tropas territoriales peruanas en aquella comarca. El reconocimiento Vidaurre - Yvar fue bien ejecutado, i los arreglos que hicieron para aumentar la provisin de agua en Yagey merecen sinceros aplausos. Distinto, desgraciadamente, fue el resultado del reconocimiento Prez, pues este jefe inform de que el camino era traficable para carretas, aseveracin que posteriormente pudo comprobarse que era inexacta. En vista de este informe, el General Villagrn se puso otra vez en marcha, el 17 de Diciembre, desde Tambo de Mora, punto en que se encontraba desde el 13 de Diciembre, esperando el resultado de los reconocimientos mencionados. El da citado, emprendi la marcha la 1 Brigada Lynch, siguindola al da siguiente, el 18 de Diciembre, la 2 Brigada Amuntegui. El general comunic al comando, de que confiaba llegar el 20 de Diciembre con el total de sus fuerzas a Caete. Encontrndose Caete ms o menos a medio camino entre Pisco i Chilca, podra entonces el General Villagrn llegar a este ltimo punto el 25 de Diciembre i a Lurn el 26 i 27 de Diciembre, es decir con un atraso de 3 das, en relacin a la orden que lo citaba en Chilca para el 22 de Diciembre. Antes de entrar al estudio de las consecuencias que tuvo la comunicacin del jefe de la 1 Divisin a que ya nos hemos referido, anotemos que el general haba dispuesto la marcha de sus dos Brigadas por escalones. Cada Brigada deba fraccionarse a su vez en dos mitades, i cada escaln deba ir acompaado de sus respectivos bagajes. La distancia entre los primeros escalones de cada Brigada deba ser de una jornada, i la marcha deba hacerse de preferencia en las horas frescas de la tarde i en la noche. Estas disposiciones de marcha, completadas con los preparativos hechos en Yagey para aprovisionar abundantemente de agua a las tropas, merecen la ms franca aprobacin. Cuando el general en jefe recibi en Pisco, el 19 de Diciembre, las comunicaciones del General Villagrn en las que le explicaba el atraso ocurrido en su marcha, se disgust

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seriamente, por la falta del estricto cumplimiento de sus instrucciones. Reprochando duramente al General Villagrn, tanto por esta falta, como por las frases con que haba querido salvar su responsabilidad, el General Baquedano orden el regreso inmediato de la 2 Brigada Amuntegui a Pisco, con el objeto de que se embarcara all i fuera llevada por mar a Chilca. La 1 Brigada Lynch deba continuar su marcha por tierra hasta este mismo punto. La amarga queja que el general en jefe present al ministro de guerra contra el comandante de la 1 Divisin tuvo por consecuencia la separacin del General Villagrn de su comando, i aun del Ejrcito en Campaa. No deseando tratar las disensiones personales que existan entre los Generales Baquedano i Villagrn, como consecuencias muy naturales del sistema de comandos mantenido por el Gobierno, estudiaremos las disposiciones del General Baquedano solo desde el punto de vista estratgico. De lo que hemos dicho anteriormente se desprende que el atraso de algunos das en la concentracin del ejrcito que habra resultado del proceder del General Villagrn, si se le hubiera permitido continuar su marcha conforme la ruta que indicaba su ltima comunicacin del 17 de Diciembre, no hubiera malogrado la operacin en referencia, creando una situacin peligrosa en Chilca - Lurn. Por otra parte, hay que reconocer que la disposicin, que ordenaba a la 1 Brigada a marchar por tierra, tampoco la expona a peligro alguno una vez que llegara a Chilca, pues all deba encontrar el convoy martimo que conduca el grueso del ejrcito. Es cierto que la Brigada Lynch poda encontrar algunas fuerzas peruanas en su camino; pero aun suponiendo que el General Baquedano no estuviera perfectamente informado de los sucesos que comprobaban la existencia de fuerzas peruanas merodeadoras de estas comarcas, al dar la orden en cuestin el 19 de Diciembre, no haba evidentemente posibilidad de que este peligro fuese serio. Ya hemos expuesto las razones por las cuales no poda haber fuerzas enemigas considerables a tanta distancia del valle del Rmac. Por otra parte, la disposicin a que nos venimos refiriendo fue motivada por el hecho de que la Brigada de Lynch, que formaba los dos primeros escalones de la 1 Divisin, deba encontrarse tan avanzada, al recibir una orden para contramarchar en direccin a Pisco, que semejante disposicin no haba economizado ni el tiempo ni las penurias de la marcha. Consideramos pues, estas disposiciones del general en jefe, aceptables, pero en manera alguna necesarias. Creemos tambin que hay que buscar el verdadero fundamento de ellas en las relaciones personales, entre los generales en cuestin. Si no hubiera mediado esta circunstancia, parece probable que el general Baquedano con su notoria calma hubiera evitado hacer lo que sola disgustarle tanto, o sea modificar, sin razones urgentes, una orden que el mismo haba dado. Quizs si esta vez tampoco lo hubiera hecho, sino hubiera sido porque deseaba ganarse la buena voluntad del ministro, para castigar a Villagrn. Un medio hbil para eso era, evidentemente, malograr en lo posible la marcha por tierra entre Pisco i Chilca, que no haba contado con la simpatas de Vergara. La marcha de Lynch a Lurn, a donde sus dos escalones llegaron el 25 i 26 de Diciembre, es otra prueba de las sobresalientes cualidades militares de este jefe, que en realidad se manifestaba como uno de los que posean mejores dotes naturales para el ejercicio de un alto comando en campaa. Ejecutando la marcha en la forma correcta que ya

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hemos mencionado al hablar de las disposiciones de marcha del General Villagrn, manteniendo, una disciplina ejemplar, aprovechando hbilmente los recursos de los valles por donde atravesaba en su marcha, vigilando e interviniendo personalmente en la trabajosa marcha, el comandante de la 1 Brigada logr el brillante resultado de no dejar un solo rezagado en esta caminata de 8 jornadas, atravesando comarcas en su mayor parte desiertas, ridas i con un suelo que hacia excepcionalmente penosa la marcha de los soldados i de los animales. El nico contratiempo que hubo fue la imposibilidad de llevar consigo las carretas. Hubo necesidad de descargarlas i quemarlas, para que no cayeran en poder de los merodeadores peruanos. Para reemplazar estos vehculos, que se hicieron imposibles, Lynch supo aprovechar los chinos i los burros de carga que existan en la comarca, en forma de que con estas medidas logr llevar intactos sus bagajes a Lurn. Es un grato deber reconocer la hbil i enrgica ayuda que prestaron al comandante de Brigada todos sus subordinados, tanto oficiales como soldados, siendo el principal de ellos el comandante del 2 escaln de la Brigada, el Coronel Juan Martnez. Otro que se distingui fue el hbil e infatigable ingeniero don Arturo Villarroel. Antes de terminar el estudio de esta marcha, volvemos a acentuar la imperiosa necesidad que existe de ejecutar durante la paz los experimentos prcticos ms serios i prolijos, hasta llegar a una solucin satisfactoria del importantsimo problema de los vehculos que deben cargar i llevar con buen xito los bagajes del ejrcito chileno, en una posible campaa futura en aquellas comarcas del norte. Habiendo desembarcado el ejrcito entre el 22 i el 27 XII. en las caletas de Curayaco, al Norte de Chilca, i de Pescadores al S. de la boca del ro Lurn, las fuerzas de la expedicin chilena se encontraban concentradas en el rico valle de Lurn, que ofreca condiciones excepcionales para organizarse en definitiva i para hacer los ltimos preparativos antes de emprender la marcha de ms o menos 115 kms. que deba llevar al ejrcito chileno a los campos de batalla, inmediatamente al S. de Lima, en donde por fin le fue permitido buscar, con las armas en la mano, la decisin final de esta larga campaa. Sin desgracias o contratiempos de importancia, el ejrcito haba sido trasladado del teatro de operaciones al S. del Sama hasta la inmediata vecindad de la capital peruana. Con 24-25,000 combatientes i 88 piezas de artillera, se encontraba el ejrcito chileno en las puertas de Lima i su escuadra, que tena entre buques de guerra i trasportes 34 quillas, i estaba dotada de una poderosa artillera, se encontraba en la baha i en los mares inmediatos, esperando la orden de acompaar la ofensiva del ejercito, comenzando por ayudarlo en la defensa de la lnea de Lurn si fuera atacado all por los defensores de Lima. En estos das, el entusiasmo del Ejrcito i de la Armada era febril. La nacin chilena estaba pendiente de una situacin de guerra, cuyo inminente desarrollo haba sido durante ms de ao i medio el anhelo constante de la opinin pblica. Nadie dudaba de la victoria. Por parte del adversario, las autoridades i los comandos peruanos hicieron sus ltimos esfuerzos a fin de prepararse para la batalla decisiva, mientras el mundo extranjero, medianamente orientado sobre la situacin, debe de haber abrigado pocas dudas sobre la victoria final de las armas chilenas; pues, exceptuando la desgraciada jornada Tarapac, el resto de las acciones de guerra haban sido, tanto en tierra como en mar, una serie de triunfos para Chile.

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___________________ VIII LAS OPERACIONES NAVALES DE LA ESCUADRA, DURANTE LOS MESES DE OCTUBRE, NOVIEMBRE I DICIEMBRE. Durante el mes de Octubre, el bloqueo del Callao continu en la misma forma que antes. Los buques chilenos encargados de la observacin, ejerciendo una vigilancia estricta, estaban constantemente amenazados por los torpedos peruanos. Cada uno de los adversarios trataba de aprovechar ventajosamente las faltas o los descuidos del otro. La tripulacin chilena estaba sumamente fastidiada con su larga permanencia frente al Callao, sufriendo las consecuencias de la inaccin i de la alimentacin compuesta de conservas i carne salada, necesariamente montona. A principios de Octubre, el Almirante fue por algunos das a Arica, dejando al Comandante Latorre como jefe del bloqueo. Al amanecer del da 10. X., la Artillera del Cochrane logr destruir un torpedo peruano, que haba logrado llegar a 200 ms. del acorazado chileno. A fines de Octubre, volvi el Almirante Riveros a hacerse cargo del bloqueo; pero como a principios de Noviembre fue llamado a Arica por el ministro, para que de comn acuerdo fijaran el rol que le correspondera a la escuadra en la operacin del ejrcito sobre Lima, volvi nuevamente Latorre a quedar a cargo del bloqueo. La preocupacin principal de los marinos frente al Callao era impedir que la Unin rompiera el bloqueo i pudiera destruir a algunos de los trasportes chilenos, que generalmente navegaban sin escolta, entre Valparaso i Arica. La tarea, sin embargo, no era fcil porque como sabemos, el bloqueo era por el momento bastante dbil a causa de que gran parte de los buques chilenos haban sido enviados a Arica, para trasportar al Ejrcito Expedicionario al Norte. El mismo da de la partida de la 1 Divisin Villagrn de Arica para Pisco, el 15 de Noviembre, se supo en aquel puerto que la Unin se estaba preparando para burlar el bloqueo i que con este fin se le haba dotado con artillera nueva de largo alcance. Para impedir esta salida, el ministro orden que diariamente se hiciese fuego sobre la corbeta peruana, con la esperanza de que se le ocasionara perjuicios que le impidieran salir del puerto. Esta misin tampoco era fcil de cumplir, pues la Unin estaba anclada en la misma drsena, detrs de una muralla, i la entrada estaba protegida por palizadas, pontones i boyas. Ya hemos explicado la forma en que el Ministro de la Guerra orden, sin consultar al almirante, a Latorre que se trasladara a Arica con el acorazado Cochrane. Conocemos tambin las consecuencias que tuvo esta orden, i el activo papel que desempe Latorre en el embarque del ejrcito en Arica. Despus de estos acontecimientos, el 15 de Diciembre el Cochrane formaba parte del convoy que llevaba a Chilca al 2 escaln de las tropas expedicionarias. El Blanco, conduciendo al Almirante Riveros, cumpla tambin una misin semejante.

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Desde principios de Noviembre qued a cargo del bloqueo del Callao el Capitn Viel, comandante de la corbeta Chacabuco, teniendo adems bajo sus rdenes, al Huscar, a la Pilcomayo; al Angamos i a las lanchas torpederas Fresia, Guacolda, Colocolo i Tucapel. (La Colocolo, i la Tucapel haban llegado al Callao el da 12 de Octubre.) En el puerto, haban los siguientes buques, peruanos: la Unin, el Atahualpa, los trasportes Oroya, Chalaco i Limea i las y lanchas torpederas Arno, Urcos, Capitana i Resguardo. En la noche del 5 al 6 de Diciembre las lanchas torpederas chilenas hacan su ronda acostumbrada entre la drsena i los buques neutrales, cuando al amanecer del da 6, la Fresia, que cruzaba entre los buques neutrales i la playa, se vio de improviso acometida por la torpedera Arno, al mando del Teniente Jimeno, mientras las otras lanchas torpederas peruanas salan de la drsena. El comandante de la Fresia, Teniente don lvaro Bianchi Tupper, acept el combate, i como las otras lanchas chilenas acudieron pronto en su auxilio, stas tomaron francamente la ofensiva, pero cada vez que la flotilla chilena avanzaba, las lanchas peruanas retrocedan, acercndose a los fuertes con la intencin de atraer al enemigo a la lnea de fuego de los caones de la playa. Esperando poder herir a la Unin con algn torpedo, el Teniente Bianchi avanz con la Fresia, seguida por las otras lanchas chilenas en direccin a la drsena; pero en este momento los fuegos de las lauchas haban puesto en conmocin tanto a los buques chilenos como a los buques peruanos i a las bateras de costa. El Capitn Viel se decidi avanzar con todos sus buques en proteccin de las lanchas, mientras que por otra parte los defensores de la plaza abrieron un nutrido fuego desde los fuertes, desde los buques surtos en la baha i hasta de algunas secciones de artillera de campaa i de ametralladoras que acudieron a la playa. Como de costumbre, Condell haba elegido voluntariamente el sitio de mayor peligro, avanzando con el Huscar hasta una distancia de 2,500 ms. de los fuertes, i como es natural, los peruanos apuntaron preferentemente sobre este buque, que sin embargo sali ileso del combate. El tiroteo por ambas partes haba durado cerca de una hora, cuando el Capitn Viel, que observ que ya estaban salvadas sus lanchas, dio orden a los buques de regresar a sus fondeaderos habituales; pero en este momento una granada atraves la popa de la Fresia, matando a dos e hiriendo a uno de sus tripulantes. El Teniente Bianchi trat entonces de varar su buque en la playa de San Lorenzo, pero no alcanz a llegar, a pesar de que el Toro trat de remolcarla, i la Fresia se fue a pique, arrastrando consigo al ingeniero de mquinas que no alcanz a salvarse. Como el accidente ocurri cerca de la playa, la lancha pudo ser puesta a flote nuevamente una semana ms tarde. Habiendo recibido el Comandante Viel la orden que ya conocemos, respecto al bombardeo diario sobre la Unin, design para este objeto al Angamos, que dispona del grueso can Armstrong que ya hemos descrito en otra ocasin. El Comandante de la Pilcomayo, don Carlos Moraga, que comparta con el Capitn Orella el renombre de ser los mejores de artillera de la escuadra, se traslad a bordo del Angamos para apuntar personalmente el mencionado can.

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Durante los das 9, 10 i 11 de Diciembre hizo diariamente una docena de disparos contra la Unin. Algunos de estos dieron en el blanco pero sin que se haya sabido nunca que efecto produjeron. El 11 de Diciembre estaba el Angamos bombardeando a la Unin, cuando el monitor Atahualpa sali de su fondeadero en son de combate. El Comandante Moraga se fue entonces a bordo de su propio buque, la Pilcomayo, para tomar parte en el combate, quedando el Angamos a cargo del Teniente 2 del Huscar, don Tomas Prez, que haba recibido instrucciones de Moraga sobre el manejo i sistema de puntera del nuevo can. El Teniente Prez continu el caoneo; pero el 2 disparo hizo salirse la pieza de batera, la cual fue arrojada violentamente al mar matando al oficial apuntador. Con este desgraciado accidente termin el bombardeo contra la Unin, i el bloqueo volvi a su forma primitiva, limitndose como antes a la vigilancia del puerto.

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IX BATALLA DE CHORRILLOS El 13 de Enero de 1881 LOS PREPARATIVOS Entre el 22 i el 27 de Diciembre se haba reunido el ejrcito chileno en el valle de Lurn. Sus parques i bagajes llegaron en los das subsiguientes (hasta el 12 de Enero) i a medida que eran desembarcados en Curayaco, desde all iban por tierra a Lurn, en su mayor parte a lomo de las mulas i burros del ejrcito. El valle de Lurn es rico, lleno de rboles, pasto i cultivos, con terrenos abundantemente regados por las aguas del ro Lurn. El pueblo del mismo nombre est situado como a 4 km. al S. E. del ro. En aquella poca, tena unos 900 habitantes. El camino carretero de Lurn a Lima pasaba el ro por un slido puente de fierro. El ejrcito chileno estaba acampado en el valle de Lurn, en la siguiente forma: La 2 Brigada Amuntegui de la 1 Divisin Lynch al N. del ro, entre el puente i la playa, al pi del cerro de las Ruinas de Pachacamac. Inmediatamente al S. del puente, a ambos lados del camino carretero, vivaqueaba la 1 Brigada Martnez de la 1 Divisin, i al S. de sta, i al S. de sta, la 1 Brigada Gana de la 2 Divisin Sotomayor. La 2 Brigada Barboza, de esta misma Divisin, vivaqueaba al lado del casero de Pachacamac, en el valle de Lurn, a 6 km. al N. del pueblo del mismo nombre. Al S. de la Brigada Gana, entre sta i el pueblo de Lurn, estaba establecida la 3 Divisin Lagos. La artillera de campaa vivaqueaba entre la 1 Brigada Gana de la 2 Divisin, i la 3 Divisin, mientras que la caballera haba extendido sus vivaques en la orilla E. del ro para aprovechar los abundantes pastos que haba en aquel sector. El comando general del ejrcito estaba en las casas de la hacienda de San Pedro de Lurn. Todas Izas unidades haban establecido en sus vivaques servicio de puestos avanzados que vigilaban el terreno i los caminos que iban hacia Lima. Se dio un vivac especial a la artillera, porque el Coronel Velsquez lo haba manifestado al general en jefe de que era de todo punto inconveniente la reparticin de esta arma en las diferentes unidades divisionarias, tal como lo estableca el Orden de Batalla decretado por el ministro.

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El General Baquedano, conforme con esta opinin, reuni las Brigadas de artillera de campaa i organiz con ellas un Regimiento de 3 Brigadas que se llam Regimiento de Artillera de Campaa N 2, a las rdenes del comandante de artillera, Coronel Velsquez. Cada una de las Divisiones qued entonces solo con una Brigada de artillera de montaa. Desde el da 22 de Diciembre en que lleg a Lurn, la vanguardia del ejrcito estaba formada por la Brigada Gana. Todos los Jefes de unidades se haban preocupado activamente de inquirir noticias del enemigo i de reconocer el terreno, en el cual, sin duda alguna, se ira a decidir la suerte de la campaa. Esta, actividad era tanto ms necesaria, por cuanto el comando chileno tena noticias muy insuficientes del adversario, e ignoraba por completo las posiciones que los peruanos haban elegido para defender a Lima, como desconoca tambin la topografa del terreno que se extenda entre estas probables posiciones i el valle de Lurn, en donde se concentraba el Ejrcito de Expedicin. Es cierto que el Estado Mayor General dice en su Memorndum de 1882 que el comando del ejrcito tena buenas cartas i noticias, pero los datos que el mismo General Maturana da sobre el del campo de batalla, i el croquis del terreno comprendido entre dicho campo de batalla i el valle de Lurn, que acompaa al oficio, prueban en forma evidente de que las noticias i cartas de que se dispona no eran, ni con mucho, apropiadas para confiarse en ellas. El comandante general de caballera, don Ambrosio Letelier, escoltado por un pelotn de Cazadores a Caballo, hizo el 25 de Diciembre un reconocimiento en direccin a la hacienda Villa, comprometindose en algunas escaramuzas con los Lanceros de Torata que cubran aquel sector. El mismo da 25, el Mayor don Manuel Rodrguez, que exploraba hacia la Tablada, en direccin hacia los llanos que hay al S. E. de Villa i de San Juan, logr capturar a un oficial peruano. Estos dos reconocimientos sirvieron para constatar que el enemigo haba ya ocupado las posiciones de Morro Solar i alturas de San Juan; i en realidad, el Ejrcito de Lnea del Per se encontraba en estas posiciones desde el da 23. Como se recordar, el coronel peruano Sevilla haba tratado de sorprender a los Granaderos a Caballo del Comandante Yvar en el valle de Caete, en la madrugada del da 18. Desde entonces, el Coronel Sevilla con sus Cazadores del Rmac (333 plazas.) haba continuado observando la marcha de la vanguardia de la 1 Brigada de la Divisin Lynch, pero sin atacarla. Esta situacin dur ms o menos una semana, hasta que, el da 23, supo el Coronel Sevilla de que grandes fuerzas chilenas haban desembarcado en Chilca, cortndole por consiguiente su retirada sobre el camino real, hacia Lima. En emergencia, el jefe peruano se dirigi el da 24 a Calando, lugar situado a unos 23 km. de la costa, en el valle del ro de Mala. De all tom lo que se llama el camino de los lomeros, en direccin hacia las serranas, con la intencin de llegar al valle de Lurn por Manchai o Cienaguilla; i as continu marchando los das 25, 26 i 27, pensando cruzar el valle de Lurn en la noche del 27 al 28. El Coronel Barboza, comandante de la 2 Brigada de la 2 Divisin, que como sabemos vivaqueaba al lado de la aldea de Pachacamac, haba extendido su servicio de seguridad, compuesto de una compaa del Curic (Capitn Barahona), hasta la quebrada del Manzano o Pueblo Viejo, la que desemboca por el S. E. al valle de Lurn. Estas

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avanzadas lograron capturar a un mensajero que el Coronel Sevilla enviaba a Lima. Por l supo el Coronel Barboza, en la tarde del 27, de que los Cazadores del Rmac estaban aproximndose a la quebrada del Manzano con la intencin de caer al valle de Lurn. En vista de esta informacin, el Coronel Barboza envi el resto del Regimiento Curic (Comandante don Joaqun Corts) a reforzar las avanzadas que haba colocado en el punto ya citado; coloc 5 compaas del 3 de Lnea en otros sitios de trnsito probable para el regimiento peruano, i alist para el combate al resto de la 2 Brigada. El Comandante Corts ocult sus compaas en diferentes puntos de la quebrada a fin de encerrar al enemigo. Efectivamente, i como se esperaba, el Coronel Sevilla se aproximaba con sus 2 escuadrones (uno de lanceros i otro de flanqueadores), marchando con absoluta despreocupacin i sin ningn servicio de exploracin i seguridad; llevaba adems consigo un arreo de ms de mil animales entre vacunos, lanares i cabros. Ya de noche oscuro, i cuando ms confiados marchaban los escuadrones peruanos, sintieron que se abra un nutrido fuego sobre ellos. Los jinetes no podan distinguir a su enemigo, solo vean los fogonazos de los disparos, mientras los proyectiles silbaban en todas direcciones. En tres ocasiones intentaron abrirse camino, sable en mano, pero otras tantas veces fracasaron en su intento; pues, la infantera chilena les obstrua todos los caminos; entonces en la imposibilidad de conseguir algn efecto por medio del combate en conjunto, el regimiento peruano se dispers totalmente, desbandndose la tropa en todas direcciones. A las 3 A. M. del 28, la infantera chilena inici una persecucin, que como se comprende no poda ser muy rpida, sobre todo si se piensa en que las tropas que perseguan estaban muy mal orientadas respecto al terreno en que operaban; pero, gracias a las previsoras disposiciones del Coronel Barboza, durante la tarde del 27, 132 de los jinetes peruanos, entre ellos el Coronel Sevilla i otros ocho oficiales, fueron capturados. Gran parte del ganado, algunas armas i 120 caballos cayeron tambin en poder de los chilenos. En esta accin, los peruanos perdieron una docena de hombres i entre ellos al 2 comandante del regimiento, Teniente Coronel Arstegui. De parte de las fuerzas chilenas, pereci el Teniente Coronel Olano 2 comandante del Regimiento Curic, i hubo cuatro soldados heridos. (Hemos seguido, en rasgos generales, la relacin de Vicua Mackenna que nos parece verdica i
presenta un desarrollo natural de los sucesos haciendo as desaparecer las dificultades que don Gonzalo Bulnes (Tomo II. pg. 649 i 650) ha encontrado, para explicarse el proceder del jefe peruano. Estas dificultades talvez provienen de que el citado autor no se acuerda de que el Coronel Sevilla no poda prever que las tropas chilenas estuvieran tan adentro en el valle de Lurn.)

Los reconocimientos de las posiciones peruanas continuaban en la misma forma, por mar i por tierra. El Coronel Lagos, que constantemente recorra las avanzadas, efectu, el da 28, un reconocimiento en direccin a San Juan, acercndose a las lneas peruanas hasta tiro de fusil. El 31 de Diciembre el Comandante don Jorge Wood, con un escuadrn de 150 jinetes de Cazadores a Caballo, recorri la Pampa Grande, que colinda con la llanura de Ate, al E. de Lima; i el da 2 de Enero, hicieron lo mismo el General Baquedano i el Coronel Velsquez con sus ayudantes. El mismo da 2, el Capitn de Corbeta Riofro, parti por orden del Almirante Riveros, a bordo del vapor Gaviota, para reconocer la posicin peruana, desde el lado del mar. De este reconocimiento, se dedujo que era posible atacar el Morro Solar con la artillera de la escuadra.

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El da 4, el Capitn de Navo Lynch i el Coronel. Lagos, a bordo de la Magallanes, efectuaron tambin un reconocimiento de la posicin peruana de Chorrillos, recorriendo la costa hasta el Callao. El da 5, el Almirante Riveros, a bordo del vapor Toro, reconoci personalmente la costa, para darse cuenta cabal del papel que le correspondera desempear a la escuadra en el ataque, i se convenci de que el ala derecha de la posicin de Chorrillos poda ser fcilmente batida por la artillera de los buques. El mismo da 5, el Coronel Barboza emprendi un reconocimiento hacia la quebrada de Picapedreros (al N. de Manchai) i corri serios peligros de quedar en el campo. La exploracin ms completa efectuada en estos das hacia las posiciones peruanas de Morro Solar, San, Juan i alturas ms al N. fue la que se efectu el da 6 de Enero i que fue dirigida personalmente por el general en jefe acompaado de los jefes de Divisin i de Brigada i de la mayor parte de los comandantes de cuerpos. Iban tambin agregados a esta comitiva, oficiales de la marina inglesa, francesa e italiana i de los Estados Unidos. Para hacer una demostracin frente a la posicin enemiga, se organiz un destacamento compuesto de 100 soldados del Buin, montados, los Granaderos a Caballo, parte de los Cazadores i Carabineros a Caballo i 4 piezas de artillera (2 caones Armstrong i 2 Krupp). A las 8 A. M. los caones rompieron el fuego a una distancia de 8 a 9000 metros (?), colocando delante las piezas Armstrong que eran de menor alcance. Los soldados del Buin hicieron un ataque demostrativo, avanzando en guerrilla, hasta unos 1,500 metros de la posicin. La caballera permaneci reunida en unas lomas bajas en la proximidad del campo en que se haca la demostracin, mientras el general i los jefes de su comitiva elegan en el terreno puntos apropiados para la observacin. El ataque demostrativo se prolong hasta medio da. Mientras tanto el General Baquedano llamaba a su lado, uno por uno, a los jefes de Divisin i Brigada, i les sealaba los distintos puntos de la posicin enemiga, indicndoles la misin probable que le correspondera a cada una de las unidades chilenas, conforme con el plan de combate que meditaba el general en jefe. En la tarde de ese mismo da, las tropas chilenas regresaron a sus campamentos. Como entre los altos funcionarios civiles i militares se manifestaban, como veremos pronto, opiniones diferentes respecto al plan de combate que se deba adoptar, el comando resolvi ejecutar todava otro reconocimiento en fuerza, a fin de tener ms luz sobre la verdadera situacin del enemigo, reconocimiento que deba dirigirse esta vez sobre el flanco izquierdo (N. E.) de las posiciones peruanas. Esta misin fue confiada al Coronel Barboza, quien deba llevar consigo al Regimiento 3 de Lnea i 1 Batalln del Regimiento Lautaro, de las tropas de su Brigada, a las cuales se les agregara 1 compaa del Buin (montada), dos caones de montaa, un escuadrn de Granaderos a Caballo i un pelotn (25 jinetes) de Cazadores a Caballo. En total, una fuerza de 2,000 hombres con 2 caones. Durante la tarde del 8 de Enero, el Coronel Barboza reuni sus tropas en la proximidad de las casas de la hacienda Manchai. A media noche, entre el 8 i el 9, emprendi la marcha. La vanguardia estaba formada por los Granaderos i por las compaas del Buin, bajo las rdenes del Comandante Carvallo, que era conocedor de aquellos lugares.

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Cuando lleg la vanguardia, al amanecer del da 9, al portezuelo de Ate (Rinconada), recibi fuego de las avanzadas peruanas que guardaban este desfiladero, que consistan en 1 Batalln de infantera i una seccin de caballera, fuerzas que estaban apoyadas a poca distancia a retaguardia por otro Batalln de infantera i por otra seccin de caballera. El frente de la posicin estaba protegido con zanjas i con bombas automticas. Al O. del ro Surco, que se encuentra a 3 kilmetros al O. de Rinconada, se vea la posicin fortificada de Vsquez, que formaba parte de las fortificaciones del Cerro Bartolom, al E. i en la inmediata vecindad de Lima. La defensa de Rinconada estaba a cargo del Coronel don Manuel Vargas. Al romper el fuego las avanzadas peruanas, el Coronel Barboza se adelant hasta la vanguardia i dict sus disposiciones para el ataque. Orden al Mayor don Gregorio Silva (3 comandante del 3 de Lnea) que con tres compaas de su regimiento avanzara contra el frente de la posicin, mientras dos compaas de la misma unidad trepaban por la altura norte de la Rinconada, en forma que desde este punto dominaran todo el portezuelo i los terrenos a su retaguardia. Otra compaa del mismo 3 de Lnea avanz por el llano que se extiende al lado sur del portezuelo. Las compaas del Buin que iban en la vanguardia apoyaron el ataque del 3 de Lnea, el Capitn v. Kller, que ya haba emplazado sus caones, abri un certero fuego sobre todo el frente de la posicin peruana, i la caballera inici un avance por el costado sur del portezuelo. Los defensores, por su parte, contestaron con un nutrido fuego al ataque de las fuerzas chilenas; pero la falta de instruccin de los tiradores era tan grande, que los disparos se perdan casi todos. Resuelto el Coronel Barboza a desalojar al enemigo a todo trance, la infantera avanzaba siempre a pesar del fuego, con la intencin de llegar al ataque a la bayoneta si fuera preciso; pero no hubo necesidad de este ltimo recurso, porque al cabo de media hora de lucha, los defensores, que haban observado el movimiento de la caballera i que teman que sta les cortara la retirada, huyeron en desorden hacia la posicin fortificada de Vsquez. Las bateras de sta posicin rompieron el fuego con sus caones de mayor calibre, pero sin conseguir ningn efecto. Como no haba posibilidad de emprender la persecucin de las tropas que se retiraban bajo la proteccin de los fuegos que se hacan desde la posicin de Vsquez, el Coronel Barboza permaneci en la Rinconada reuniendo i haciendo descansar sus tropas, hasta medio da, hora en que emprendi marcha de regreso a sus campamentos. Este reconocimiento cost a las fuerzas chilenas unos 25 heridos. Los peruanos perdieron 3 oficiales i tuvieron un nmero de heridos ms o menos igual al de sus adversarios. Habindose alejado las fuerzas del Coronel Barboza, los peruanos volvieron a ocupar la posicin de Rinconada, pero ya con mayores efectivos. Por de pronto los puestos avanzados que tenan all fueron reforzados con 2 Batallones de infantera i con artillera. EL CAMPO DE BATALLA

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A 12 kilmetros al sur de Lima, se encuentra la pequea ciudad de Chorrillos, formada en gran parte, por las residencias de veraneo de la gente pudiente de la capital peruana. Inmediatamente al oeste de Chorrillos, se encuentra El Salto del Fraile, la punta norte del Morro Solar, es decir, la cadena de alturas que desde el sur de la baha de Chorrillos siguen las sinuosidades de la costa, i que se prolongan por un espacio de 4 a 5 kilmetros, hasta terminar al sur de la caleta de Achira o Chira. Los cerros ms altos de esta cadena tienen una altura de 275 i 262 metros sobre el nivel del mar, (correspondiendo la ltima cifra al cerro Salto del Fraile), i se encuentran a 2 i 3 kilmetros al sur de Chorrillos. Estas alturas no son en realidad sino grandes dunas cuyas pendientes hacia el E. son bastante abruptas, en tanto que las del O. que caen hacia el mar son escarpadas solamente en los extremos, siendo fcilmente accesibles en todo el resto de su extensin. Desde Morro Solar se desprende, a 2,5 kilmetros al sur de Chorrillos, una cadena de cerros de menor altura (de 28 a 70 metros) que se extiende en una longitud de 3 kilmetros, directamente hacia el E. formando al sur de la Hacienda Santa Teresa un codo alto, a partir del cual, la serrana de San Juan contina con alturas de 168, 176, 260 i 184 nietros, por espacio de 7 kilmetros en direccin general hacia el N. i N. N. E. hasta el portezuelo por donde pasa el camino de Otocongo. Al Norte de sta se encuentra otra serrana, cuya pendiente occidental cae al valle del ro Surco. Esta cadena de alturas se prolonga hacia el N. por un espacio de 5 kilmetros i alcanza su mayor elevacin en el cerro denominado Monterico Chico, de 248 metros, cuyo lado norte forma el limite sur del portezuelo de Rinconada. Todas stas serranas, que hay entre Morro Solar i el portezuelo del camino de Otocongo, separan los valles de los ros Surco i Rmac de la llanura que, con el nombre de La Tablada, se extiende entre ella i el valle de Lurn. La Tablada es, en rasgos generales, una pampa ondulada i rida, en la que existen, sin embargo, algunas haciendas azucareras que fertilizan sus terrenos por medio de canales artificiales. Las nicas alturas que se levantan en esta pampa son una serie de colinas bajas que se desprenden al S. del portezuelo de Rinconada i que corren por espacio de 3.5 kms. en direccin N. S. encontrndose su extremo S. rectamente al E. del codo, o sea, al S. E. de Santa Teresa. La pampa, que se extiende entre esta cadena de alturas i la serrana entre Santa Teresa i San Juan, tiene un ancho que vara entre 1,5 i 2,5 Kms. El ancho total de la pampa La Tablada, entre el valle de Lurn i las alturas de San Juan, es de 13 Kms. La pampa llana que se extiende al N. O. de la cuesta de Manchai, i por el lado de La Rinconada, se llama Pampa Grande. La serrana Morro Solar, Santa Teresa, San Juan, Monterico Chico est cruzada por varios portezuelos, siendo los ms importantes los de Santa Teresa, San Juan, Camino de Otocongo i Rinconada. El fondo del portezuelo de San Juan, tiene 26 metros de altura sobre el nivel del mar, mientras los cerros que hay a ambos lados del portezuelo, alcanzan una altura de 168 i 176 ms. Al N. i N. O. de esta cadena se extiende el rico valle del Rmac, fecundado por canales de regado que se sacan de los ros Rmac i Surco; terrenos que se aprovechan haciendo un

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intenso cultivo en toda la extensin del valle. La parte ms cultivada de este sector se llama La Poblada, i el llano al E. de la hacienda Tebes, El Cascajal. De las alturas de Santa Teresa nace el pequeo ro Surco que corre a lo largo de la pendiente occidental de la serrana Santa Teresa San Juan, para cruzar en seguida la llanura rectamente al N. hasta juntarse con el Rmac, al N. del portezuelo de Rinconada. Este ro trae poco caudal i es vadeable en toda su extensin. (El parte del General Maturana dice que Surco es un canal de
regado que sale del Rmac, i que atravesando el llano de la Poblada en direccin al S. desemboca en el mar, al S. de Villa. El croquis del campo de batalla hecho por E. Munizaga i visado por el E. M. G. tambin le representa en esta forma; pero para que esto fuera as, sera preciso que el Surco atravesara el portezuelo de Santa Teresa lo que significara un desnivel general del terreno que determinara el curso de este ro de N. a S., lo que no es posible aceptar.)

En la pampa, al S. de la serrana de Santa Teresa, est la gran hacienda azucarera de Villa; i en el valle del Surco se encuentra un gran nmero de otras importantes haciendas, entre las cuales sobresalen por su produccin las de Santa Teresa i San Juan, al pie N. i O. de las serranas de estos nombres; Tebes i San Borja, al N. O. del pueblecillo de Tebes, en el llano que queda al N. de San Juan; Rinconada, en el portezuelo de su nombre, i las de Monterico i Monterico Chico, ms al N. del valle del Surco. Tres Kms. al N. de Chorrillos i a orillas del mar, est situada la pequea poblacin de Barranco, i 3 Kms. ms al N. la ciudad de Miraflores, llena de lujosos chalets de verano de los limeos ricos. En el valle del Surco se encuentra a 2 Kms. al E. de Barranco, la aldea de Surco, i 3 Kms. al O. del portezuelo de Rinconada, la pequea poblacin de Ate. Desde el puente de Lurn (4 Kms. al N. de la poblacin) cruzan el llano de la Tablada numerosos caminos que conducen a Lima. Uno de ellos va por la Playa de Conchan a la Hacienda Villa, para cruzar despus la serrana de Santa Teresa por un difcil portezuelo al E. del Morro Solar. Otro camino va derecho desde el puente de Lurn, pasando por Villa, al portezuelo O. de Santa Teresa, i llegando a los llanos de ms al N. contina por Chorrillos, Barranco, Miraflores i Lima. I otro camino an cruza la serrana por el portezuelo E. de Santa Teresa. La gran carretera de Lurn va en lnea recta al portezuelo de San Juan, para continuar despus en la misma forma hasta Lima. Paralelamente con la carretera anterior corre otra ms al N. E. que desde el puente de Lurn atraviesa la parte N. de La Tablada con el nombre del camino de Otocongo, la cual pasa por el portezuelo de su nombre al valle del Rmac, continuando despus hacia el N. O. por las haciendas de Tebes i San Borja, para entrar en Lima por el S. E. En el valle de Lurn corren varios caminos, a lo largo i a ambos lados del ro. El camino de la ribera E. asciende la sierra dirigindose a Cienaguilla; el de la ribera O. que se llama Camino de Manchai, por la difcil quebrada de la serrana, llamada Picapiedras, en cuyo borde occidental se encuentra el cerro de Monterico Chico i la sierra de Cienaguilla; luego despus atraviesa la Pampa Grande, en direccin al O. para penetrar al valle del Rmac por el portezuelo de Rinconada, desde el cual contina casi rectamente hacia el O. hasta entrar a Lima por el lado E. de la poblacin. El ferrocarril de Lima a Chorrillos sigue la carretera de la playa, pasando por Miraflores i Barranco. El telgrafo va desde Lurn por Chorrillos, Barranco i Miraflores a Lima. ________________

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LAS FORTIFICACIONES DE LA POSICION PERUANA Los peruanos haban elegido dos posiciones para la defensa de Lima por el S. La ms avanzada de ella se encontraba en el cordn de alturas que hay desde Morro Solar hasta Monterico Chico, abarcando las serranas de Santa Teresa i San Juan. Esta lnea tena una posicin destacada en el portezuelo de Rinconada i otra en Vsquez. La posicin ms retirada se extenda en la llanura al S. E. de Miraflores. La lnea ms avanzada se haba asegurado con variadas obras de fortificacin, pero todas ellas de construccin ligera. Los cerros en que estaba ubicada la posicin, con sus pendientes relativamente difciles, i su extenso campo de observacin i de tiro, constituan, por decirlo as, la parte ms importante de la defensa. Las fortificaciones consistan en fuertes, bateras abiertas i trincheras para tiradores. Algunas de estas obras eran de tierra apisonada i otras tenan parapetos formados con sacos de arena. Haba trabajos de esta naturaleza tanto en las lomas como en el faldeo de las pendientes. Las fortificaciones, prcticamente, se extendan en lneas continuas desde la punta N. de Morro Solar hasta el portezuelo de Otocongo; pero las obras de mayor importancia i en mayor cantidad haban sido concentradas en el Morro Solar i en los portezuelos de Santa Teresa i San Juan. En el Morro Solar haba 3 fuertes i 3 bateras que permitan a la artillera dirigir sus fuegos, tanto hacia el mar, como hacia el E., sobre la llanura de La Tablada al S. de Chorrillos. En este mismo punto haba extensas trincheras para tiradores. En la serrana de Santa Teresa haba 6 bateras intercaladas en las trincheras de la infantera, pudiendo todas ellas defender el portezuelo de este nombre. En el cerro del cordn S. E. de Santa Teresa, i en las alturas inmediatamente al N. de l, haba 3 fuertes; el de ms al poniente poda apoyar con los caones de su ala derecha a la defensa del portezuelo O. de Santa Teresa, mientras que con el resto de la artillera de esta posicin se protega el portezuelo E. de Santa Teresa i se dominaba la pampa de La Tablada, al S. del portezuelo de San Juan. Delante de estos fuertes haba zanjas de proteccin para la infantera que se prolongaba hacia el N. hasta el cerro que hay inmediatamente al S. del portezuelo de San Juan. Cada una de las alturas a ambos lados de este portezuelo estaba coronada por una fuerte batera i en las colinas que hay entre el portezuelo de San Juan i el de Otocongo haba otras dos bateras de menores dimensiones para la defensa inmediata de ambos portezuelos. Todo el frente que hemos descrito tena amplias trincheras para la infantera; haba una zanja para tiradores que segua al pi E. de las alturas, desde el codo al S. E. de Santa Teresa hasta el Portezuelo de San Juan, para continuar frente a ste cruzando la Pampa Grande en direccin hacia el N. E. hasta encontrar el camino de Otocongo. (Esta lnea fortificada comprendida entre la punta N. del Morro Solar i el Portezuelo de Otocongo, meda 16 kms.) El extremo N. de las fortificaciones, 4 kms. al N. del citado portezuelo, estaba formado por una batera en el cerro de Monterico Chico, la cual dominaba el llano, al O. de los Portezuelos de Otocongo i Rinconada.

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El frente de la posicin fortificada de Miraflores se extenda en un espacio de 6 kms. Esta lnea comenzaba en la playa, 2 kms. al S. de la poblacin, i corra en lnea recta hacia el N. E. hasta encontrar al ro. Surco, al O. del cerro Monterico Chico. Esta lnea de defensa, estaba pues situada, 6 kms. a retaguardia de los Portezuelos de San Juan i Otocongo. Las armas de fuego de la posicin peruana dominaban todo el valle a su frente, hasta los lmites de su alcance. El trayecto entre el mar i el camino de Otocongo era una sola lnea continua de poderosas obras de fortificacin i de fuertes de batera de distintos trazados, formando bastiones entre las trincheras de infantera. En toda la extensin de la lnea, haba 5 bateras con frente bastionado i una con frente recto. El extremo derecho, apoyado en la costa, estaba formado por el reducto ms poderoso del frente fortificado i llevaba el nombre de Alfonso Ugarte. Al N. E. del camino de Otocongo, i entre l i el curso del ro Surco, haba un reducto de artillera i una batera abierta. La posicin de Vsquez, en la punta S. E. del cerro San Bartolom, tambin formaba parte de las fortificaciones que se haban construido en la inmediata vecindad de Lima. En ella haba un reducto, cuyos caones podan tomar parte en un combate al O. del Portezuelo de Rinconada o contra los extremos izquierdos de las posiciones de Chorrillos i Miraflores. Al pi de las posiciones defensivas, en el valle frente a ellas, i en algunas partes, tambin a retaguardia, los peruanos haban colocado numerosas minas, que consistan en una serie de bombas explosivas, enterradas en el suelo, pero que tenan el percutor a flor de tierra, disimulado por una delgada capa de arena, en forma de que estallasen, cuando los soldados chilenos pisasen el estopn destinado a hacerlas explotar. (Vicua Mackenna cuenta que los
peruanos haban colocado, cerca del sitio en que estaban estas minas numerosos objetos destinados a despertar la codicia de los soldados chilenos, como ser: relojes, cuchillos, soles de plata, etc. a fin de que, tentados por cogerlos, pisasen los estopines de la bombas i provocaran la explosin.)

_______________ LA OCUPACION DE LAS POSICIONES PERUANAS El Ejrcito de Lnea haba ocupado la posicin de 1 lnea, en la serrana que se extiende entre Morro Solar i Monterico Chico, el 23 de Diciembre, i el Ejrcito de Reserva, la posicin de 2 lnea, o sea la de Miraflores, el da 25 del mismo mes. El Ejrcito de Lnea, fuerte de 20,000 combatientes, se compona de los Cuerpos de Ejrcito Iglesias, Surez, Dvila i Cceres. En total: 4 Cuerpos de Ejrcito con 32 Batallones de infantera. El Morro Solar i el Portezuelo O. de Santa Teresa estaban ocupados por el 1 Cuerpo de Ejrcito Iglesias, el cual haba destacado hacia Villa un destacamento avanzado, compuesto de 1 columna de Guardia Civil i de los Batallones Junn, Ica i Cajamarca N 2. La composicin i fuerza de este 1 Cuerpo de Ejrcito era la siguiente: 1 Divisin Noriega Comandancia 9 ofs.

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Batallones Cajamarca N 1, 2; i Guardia Peruana. 2 Divisin Cano Batallones Tacna, Callao i Libres de Trujillo 3 Divisin Arguedas Columna Guardia Civil i Batallones 9 de Diciembre, Junn e Ica.. 2 Escuadrn Artillera.. Escuadrn Artillera campaa Escuadrn Escolta de S. E. TOTAL: 16 Batallones con.

1,847 hs.

1,794 hs.

1,747 hs. 138 hs. 415 hs. 211 hs. 6,161 hs.

El 4 Cuerpo de Ejrcito Cceres continuaba la lnea desde al S. de Santa Teresa hasta el cerro S. del portezuelo de San Juan, inclusive. Este Cuerpo de Ejrcito se compona de 9 Batallones con una fuerza total de 5,500 hombres; estaba fraccionado en dos Divisiones i pertenecan a l los Batallones Lima, Cauta, 28 de Julio, Pichincha, Pirola, Lamar, Arica Manco Cpac i Ayacucho. Ms al N. segua el 3 Cuerpo de Ejrcito Dvila, apoyando su ala derecha en el cerro N. del portezuelo de San Juan i extendindose hasta el cerro Monterico Chico. Ocupaba tambin esta unidad la posicin de Vsquez. El 3 Cuerpo de Ejrcito estaba fraccionado en 2 Divisiones, formadas por los batallones Piura, Libertad, Cajamarca nm. 3, Unin, Junn nm. 2, Batalln de la Reserva nm. 40 i 5 Columnas de Guardia Civil. En total, tena al principio 7 Batallones con 4,500 hombres, pero habindose agregado a l una Divisin volante de 1,000 hombres i una Columna de honor, compuesta de oficiales sin colocacin, el Cuerpo de Ejrcito Dvila lleg a tener unos 6,000 hombres (La Divisin Volante i la Columna de Honor pertenecan anteriormente al Ejrcito de Reserva.). La Reserva General, estaba constituida por el 2 Cuerpo de Ejercito Surez; formado por los batallones Huanuco, Paucarpata, Jauja, Ancaches, Concepcin i Zepita, tena dos Divisiones. En total: 6 Batallones con 4,000 hombres. Este Cuerpo de Ejrcito ocupaba la llanura al N. de Santa. Teresa. Nos faltan datos concretos para darnos cuenta cabal de la distribucin de la artillera en los diversos reductos i bateras de la posicin. Vicua Mackenna dice solamente que sobre el frente, que se extenda entre el Morro Solar i los cerros del portezuelo de San Juan, haba 60 caones i 3 ametralladoras i que las dos posiciones defensivas de Chorrillos i de Miraflores estaban dotadas de 120 caones i 8 ametralladoras. Como la posicin defendida por el Ejrcito de Lnea tenia 4 bateras entre el cerro N. de San Juan i el de Monterico Chico, i 3 bateras en Morro Solar, no es aventurado pensar que dicha posicin dispona de unos 80 caones sobre todo el frente. En resumen, podemos decir que el efectivo total en hombres i caones, era el siguiente: de 21 a 22,000 combatientes, con 80 caones, distribuidos en un frente

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aproximado de 20 kms. (Vicua Mackenna, calcula la extensin de la posicin en 12,800 metros, pero esto se debe a que el autor ha medido la distancia en lnea recta, desde Morro Solar hasta Monterico Chico.). Como ya hemos dicho, el Ejrcito de Reserva ocupaba la posicin fortificada de Miraflores. Haba tambin un destacamento, formado por algunos batallones con artillera, en el portezuelo de Rinconada. Sobre ambas fuerzas hablaremos oportunamente. EL PLAN DE ATAQUE CHILENO El General Baquedano, secundado por los Coroneles Lagos i Velsquez, que eran los jefes en los cuales haba depositado toda su confianza, haba resuelto su plan de combate para asaltar la posicin defendida por el Ejrcito de Lnea del Per. El plan consista sencillamente en enviar una de las tres Divisiones de su Ejrcito en contra de cada uno de los tres Cuerpos de Ejrcito que ocupaban el frente de la posicin peruana, tratando de efectuar un rompimiento en el frente o en una de las alas de la lnea enemiga. Este ataque frontal deba ser acompaado en 2 lnea por una Reserva General. El Ministro Vergara, que no estaba de acuerdo con el plan ideado por el general en jefe i que tenia sus ideas propias sobre el particular, consigui con el General Baquedano que reuniera un Consejo de Guerra el da 11 de Enero, en el Cuartel General de Lurn, a fin de discutir el punto relativo al plan de ataque. A este Consejo asistieron: El general en jefe que lo presidi, el Ministro Vergara, los Generales Maturana, Sotomayor i Saavedra, el Capitn de Navo Lynch, el Coronel Velsquez i los seores Lira, Altamirano i Godoy. (Este ltimo, ex Ministro de Chile en Lima). (El Coronel Lagos no asisti a este Consejo de Guerra, por encontrarse indispuesto.). Durante la sesin del consejo, el Ministro Vergara insinu la conveniencia de ejecutar el ataque por los portezuelos de Rinconada i Ate. Don Gonzalo Bulnes dice que el Jefe del Estado Mayor, General Maturana pensaba en la misma forma que el ministro, pero que no emiti su opinin, probablemente por estar convencido de que el general en jefe estaba resuelto a no cambiar su plan de ataque. Vicua Mackenna, por su parte, dice que el General Maturana apoy la opinin del ministro. No sabemos cul de estos dos autores est en lo cierto. Lo que sabemos, es que el General Maturana haba presentado, el da 9 de Enero, un proyecto de plan de combate, en el que propona efectuar el ataque principal por la Rinconada, combinndolo con el combate frontal i demostrativo. El Coronel Velsquez apoy el plan del general en jefe, exponiendo sus ventajas i haciendo numerosas observaciones en contra del plan de Vergara i Maturana. Los dems militares presentes, se manifestaron acordes con el parecer del general en jefe, i habiendo manifestado el General Baquedano su firme resolucin de dirigir el combate conforme con su propio plan, se convino en ejecutar el asalto al amanecer del da 13 de Enero, si fuera posible por sorpresa. Vergara haba sostenido de que el ataque frontal contra una posicin tan fuerte como la de Chorrillos costara al ejrcito chileno prdidas muy sensibles, que bien podan evitarse efectuando un movimiento envolvente, pues en esta forma, con el solo hecho de llegar a situar una gran cantidad de fuerzas entre Lima i las posiciones fortificadas de los peruanos, la capital se rendira sin que hubiera necesidad de disparar un tiro. Agreg tambin, que si esto se realizaba, los soldados de Pirola, al verse cortados de la capital i de la quebrada del

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Rmac, que era el camino real de la sierra, se desbandaran i la guerra habra terminado. Aun en caso de que no huyeran, tendran que abandonar sus posiciones fortificadas, i entonces se simplificaba el ataque i se haca por lo tanto una economa de sangre. A estos razonamientos contestaba Velsquez, diciendo que marchando por La Tablada de Lurn, haba que andar 17 kms. hasta enfrentar las posiciones de Villa - San Juan (En el plano del E. M. G. esta distancia es de 13 a 14 kms.), i que por Ate esta distancia era tres veces mayor (En el mismo plano esta distancia es de 25 kms.), por caminos arenosos i con serias dificultades para conducir el bagaje i la artillera de arrastre. Por el primer camino se conservaba la lnea de comunicacin con la aguada de Lurn, i por el segundo se perda esta ventaja, i el ejrcito poda, de un momento a otro, encontrarse aislado en el desierto, sufriendo las torturas de la sed. Agregaba tambin que con el movimiento envolvente no solo se abandonaba el agua, sino que tambin se desestimaba el auxilio que poda prestar la escuadra, cuya cooperacin era de tanto valor en una batalla como sta. A estos razonamientos del Coronel Velsquez que atacaban el parecer del ministro, Baquedano habra podido agregar que marchando por Ate, su ejrcito desfilara en una lnea extendida a muy corta distancia del adversario, el que poda cortarlo en cualquier i presentarle batalla en excelentes posiciones defensivas, adems Pirola haba dispuesto todo para inundar el valle, vaciando los canales de regado, en caso que el enemigo adoptase esa va para que el suelo empapado impidiese la movilizacin rpida de la artillera i municiones. En el mejor de los casos, suponiendo que el ejrcito chileno pasara la quebrada de Manchai (Pica Piedras) i llegase a las puertas de Lima, sin disparar un tiro, se habra obtenido un gran golpe de efecto, i nada ms, porque el objetivo militar era el ejrcito i no la ciudad. I todava en ese supuesto surga el mayor de los peligros: el desbande de los soldados a las puertas de aquella poblacin que haba ocupado sus ensueos patriticos durante un ao i que miraba como el premio de sus sacrificios i de sus victorias. El ejrcito peruano, perdidas sus lneas fortificadas i necesitando defender su lnea, habra juntado las tropas en Chorrillos i en Miraflores, presentando en lnea 30 a 32,000 hombres contra los 23,000 chilenos, lo cual en ningn caso significaba ahorro de sangre. En resumen, el plan que se adopt parece que era dada la situacin, el ms seguro, con un ejrcito mayor, con grandes medios de movilizacin que no existan, no teniendo una ciudad a la espalda con las fortificaciones de Lima, el movimiento envolvente habra sido una operacin digna de la preferencia que le otorgaban Vergara i su crculo i adems Maturana. Toda la cita anterior pertenece a la obra de Bulnes, (Tomo II, pgs. 655 i 656). Nos haremos un deber en hacer un anlisis aparte de los argumentos en pro i en contra de los planes de Baquedano i Vergara. El 12. I. el General Baquedano reuni a los principales jefes, los hizo uniformar sus relojes por el suyo, i los despidi con las siguientes palabras: Esta tarde, a las 6 P. M., marchar todo el ejrcito para caer sobre el enemigo antes de aclarar. La 1 Divisin atacar el ala derecha del enemigo, la 2 Divisin el centro, por San Juan, i la 3 el ala izquierda. Yo espero que todos cumplirn con su deber. Somos chilenos, i el amor a Chile nos seala el camino de la victoria. Adis, compaeros! Hasta maana, despus de la batalla! El mismo da, el general en jefe dirigi una proclama escrita a los jefes, oficiales, clases i soldados de su ejrcito.

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EL AVANCE DEL EJERCITO CHILENO DESDE EL VALLE DE LURIN A las 5 P. M. 12. I. comenzaron a pasar el puente de Lurn las bandas de los regimientos, tocando aires patriticos. Antes de partir el ejrcito, se haban repartido raciones secas para dos das, i los soldados las llevaban consigo en los morrales. Primeramente, pas la 1 Brigada Martnez de la 1 Divisin Lynch (La 2 Brigada Amuntegui haba vivaqueado al N. del ro). En seguida pas la 3 Divisin Lagos, despus la Reserva General, que el general en jefe acababa de organizar, en la forma que explicaremos ms adelante, i por ltimo pas la artillera de campaa. Todas estas unidades hicieron su pasaje por el puente de fierro de Lurn. La 2 Divisin Sotomayor, pas por dos puentes provisorios, la 1 Brigada Gana frente a la hacienda La Palma, i la 2 Brigada Barboza por el puente de la Venturosa, frente a su vivac de Pachacamac. La 1 Divisin Lynch continu la marcha en 4 columnas cuya composicin, de derecha a izquierda, era la siguiente: Brigada Martnez 1 Columna.- Regimientos 2 de Lnea i Colchagua. 2 Columna.- Regimientos Atacama i Talca. Brigada Amuntegui 3 Columna.- Regimientos 4 de Lnea i Chacabuco. 4 Columna.- Regimientos Coquimbo i Batalln Melipilla. Las tres primeras columnas marcharon por la pampa La Tablada, dirijindose tan rectamente como lo permita la oscuridad de la noche hacia Villa i hacia los dos portezuelos de Santa Teresa. La 4 Columna, seguida por la Brigada de Artillera de la Divisin con su parque correspondiente, bajo la proteccin del Regimiento de Infantera Artillera de Marina, march por el camino de la playa. A las 12 M. N. las columnas de la Divisin Lynch hicieron alto i permanecieron descansando sobre las arenas, a unos 5 kms. de la posicin que pensaban atacar apenas aclarase el da. La 2 Divisin Sotomayor, una vez que hubo atravesado el ro Lurn, emprendi la marcha por el camino que se encuentra frente a los puentes que haba usado, i que se denomina camino de Otocongo. Este camino asciende primeramente una cuesta i va a caer en seguida al valle de Lurn en Pampa de la Tablada. Una vez que la Divisin Sotomayor atraves la cuesta i empezaba a marchar por el valle, hizo alto, pues eran las 12 de la noche, hora, en que segn las disposiciones del alto comando, deban detenerse las tropas de 1 Lnea, a fin de esperar en el sitio en que se encontraren, hasta las 3:30 A. M. para avanzar despus al asalto de la posicin.

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Como sabemos, el camino de Otocongo no va al portezuelo de San Juan, punto sobre el cual deba atacar la Divisin Sotomayor, sino a un portezuelo ms al N. que nosotros hemos llamado de Otocongo, por no conocer el nombre lugareo con que se le conoce en la regin. La 2 Divisin deba pues, antes de entrar en combate, cruzar la pampa de La Tablada, hasta encontrar el camino que va hacia el portezuelo de San Juan. Esta circunstancia caus atraso en la actuacin de la 2 Divisin e influy tambin en la marcha de la 3 Divisin, como se tendr ocasin de verlo, cuando hagamos la relacin del combate. La 3 Divisin Lagos, desde el puente de Lurn, sigui por la carretera al N. hasta el punto en donde se bifurcan los caminos que van a los portezuelos de Santa Teresa, San Juan i Otocongo. Al llegar a este sitio, tom por el ltimo de estos caminos, el cual dirigindose hacia el N. E. deba conducirla frente a la parte de la posicin peruana que se extenda al N. del portezuelo de San Juan, que era el sector de ataque que se le haba designado. A media noche, el Coronel Lagos hizo alto, descansando sobre las armas. En la maana del 13. I. la 3 Divisin (que tena adems de su Brigada de artillera montada una Brigada de artillera de campaa) tuvo necesidad de detenerse nuevamente, esperando que la 2 Divisin cruzase por su frente, a fin de pasar del camino de Otocongo al de San Juan. Antes de salir de los campamentos de Lurn, el General Baquedano haba organizado una Reserva General, en previsin de las necesidades que originase el combate del da siguiente. Esta Reserva estaba compuesta por los Regimientos de Infantera 3 de Lnea, Zapadores i Valparaso, bajo las rdenes del Teniente Coronel don Arstides Martnez. Segn las instrucciones que este jefe recibi en la tarde del 12. I., la Reserva deba seguir durante el combate en 2 lnea detrs del intervalo entre la 1 i 2 Divisin, con la misin de apoyar el ataque de cualquiera de ellas, cuando lo necesitasen. Como la Reserva Martnez, pas el puente Lurn, despus de la 3 Divisin Lagos, lleg a la pampa La Tablada solo a las 2 A. M. del 13. I. Como haba seguido la carretera que va al portezuelo de San Juan, hizo alto a la altura de la 1 Divisin Lynch. Tras de la Reserva General, lleg a la pampa la reserva de artillera bajo las rdenes del Coronel Novoa, compuesta de las dos restantes Brigadas del Regimiento Artillera de Campaa, pues como ya hemos dicho, una de estas Brigadas haba sido asignada a la 3 Divisin. Esta reserva de artillera hizo alto cerca de la Reserva General. Tanto la reserva de artillera Novoa, como los tres regimientos de caballera Cazadores, Granaderos i Carabineros, que estaban reunidos bajo las rdenes del Teniente Coronel don Emeterio Letelier, estaban bajo las rdenes directas del general en jefe. La caballera haba recibido orden de levantar su vivac solo a media noche, i lleg a la pampa La Tablada a las 4 A. M. del 13. I. haciendo alto tras un cerrito que la abrigaba contra los fuegos desde las alturas de San Juan. A las 3 A. M. la infantera chilena de la 1 lnea se puso otra vez en movimiento, a fin de acercarse a la posicin peruana antes de la salida del sol. La bruma de la noche envolva todava el campo de batalla, i nada indicaba que los peruanos se hubieran apercibido del avance chileno. EL COMBATE

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La 1 Divisin Lynch fue la primera fraccin que entr en combate. A las 3:30 A. M. cuando aun no aclaraba, avanz desde La Tablada (5 kms. del enemigo) punto en que haba descansado desde media, noche, i empez a acercarse a las posiciones del Morro Solar, Villa i portezuelos de Santa Teresa. Poco antes de las 5 A. M. el Capitn Lynch pudo observar seales de cohetes en la posicin enemiga. En realidad, los peruanos saban que seran atacados al aclarar el da, pues durante la noche sus avanzadas haban capturado un empleado de una ambulancia chilena, el cual confes que el ejrcito de Baquedano estaba ya en La Tablada, noticia que fue confirmada en la noche 12/13 I. por un soldado peruano que haba sido hecho prisionero en el reconocimiento efectuado por la 2 Brigada Barboza en el portezuelo de Rinconada, i que haba logrado fugarse de los campamentos de Lurn, cuando el ejrcito levantaba sus vivaques. Apenas despunt el da 13. I., las bateras peruanas del I. Cuerpo de Ejrcito Iglesias, al S. de Santa Teresa, rompieron violentamente el fuego sobre las tres columnas de Lynch que avanzaban sobre Villa i portezuelos de Santa Teresa, i, luego despus, lo hicieron tambin las lneas de infantera desde Villa. Como la distancia, a que empezaron el fuego los peruanos, era mayor que la que se requera para conseguir un efecto til del armamento, sus tiros no tenan efecto, i las columnas de Lynch podan continuar avanzando sin contestar esos fuegos. Las fuerzas chilenas avanzaron reunidas hasta unos 1,000 mts. de la posicin, i a esta distancia se emplaz i abri el fuego la Brigada de artillera del Mayor Gana, contra las posiciones de Villa. La infantera rompi sus fuegos solo cuando estuvo a 300 o 400 mts. de las trincheras enemigas, pero all tuvo que detenerse sin conseguir ganar terreno a consecuencia del fuego del adversario. Habiendo notado Lynch de que la 2 Divisin Sotomayor no entraba todava en combate, mientras que los defensores del portezuelo E. de Santa Teresa reciban refuerzos desde el centro de la posicin ocupada por el 4 Cuerpo de Ejrcito Cceres, envi un aviso al general en jefe, dndole cuenta de la situacin difcil que se le produca a su unidad, por la falta de cooperacin de la Divisin Sotomayor. En el Cuartel General Chileno hubo un momento de verdadera inquietud por lo que demoraba la 2 Divisin para entrar al combate. Se enviaron varios ayudantes en su busca, pero ninguno de ellos la encontr. El general en jefe, en vista de esta circunstancia que alteraba sustancialmente sus disposiciones, orden al Comandante don Arstides Martnez que avanzara con la Reserva General para apoyar a Lynch (Vase el parte oficial del J. E. M. al general en jefe, fecha 9. II. 1881. Ahumada
Moreno, 4 Tomo, pg. 424. Vase el parte oficial del Comandante don Arstides Martnez, fecha 22. II. 1881. Ahumada Moreno, 4 Tomo, pg.

pero en el mismo momento en que esta tropa se pona en marcha para cumplir la orden recibida (eran las 6 A. M.), se oyeron fuegos muy vivos por el lado norte i pudo comprobarse que pertenecan a las tropas de la 2 Divisin, que en esos momentos atacaban vigorosamente la posicin de San Juan. Mientras tanto, una parte de la Divisin Lynch continuaba ganando terreno, i otra parte sostena un recio combate a pi firme.

466.),

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Desde la llegada de la Reserva i de la cooperacin de la 2 Divisin, la tarea de la 1 Divisin Lynch se hizo ms fcil. La posicin peruana de Villa fue la primera conquista chilena de este da; antes de las 7 A. M. estaba en poder de la 3 columna Lynch. Los Regimientos 4 de Lnea i Chacabuco i las bateras de montaa de Errzuriz i Fontecilla (de la Brigada Gana) agobiaron en tal forma a los defensores de la posicin adelantada de Villa, que a la hora que ya hemos indicado, tuvieron que desalojarla i retirarse a retaguardia sobre la posicin principal. La 2 columna formada por los Regimientos Atacama i Talca, empez a subir la pendiente de los cerros al norte de Villa, afrontando con sereno valor los mortferos fuegos de las tropas de Iglesias. En la proximidad de las lneas enemigas, estos regimientos, apoyados ya por las tropas de la 3 columna, efectuaron un valeroso ataque a la bayoneta, logrando, poco despus de las 7 A. M. desalojar a los peruanos de dos de las alturas fortificadas del frente (El Capitn de la Guardia Nacional don Antonio Mara Lpez, del Regimiento Atacama, ha
enviado al autor una copia certificada de su hoja de servicios que constata que l fue el primero que plant una bandera chilena en la posicin peruana. El seor Lpez, sostiene que esto fue antes que el Sargento Rebolledo del Regimiento Buin coloc el pabelln de Chile en el cerro sur del portezuelo de San Juan. (Comprese la pg. 93).).

Ms difcil fue la tarea que le cupo satisfacer a la 1 columna formada por los Regimientos Colchagua i 2 de Lnea, i que consisti en apoderarse del cerro llamado de Las Canteras al norte del portezuelo E. de Santa Teresa. Esta posicin formaba el ala derecha del 4 Cuerpo de Ejrcito Cceres i acababa de ser fuertemente reforzada por su jefe. El 2 de Lnea, que iba a la cabeza, sufri fuertes prdidas al escalar la posicin i aun hubo momentos en que su ataque pareci frustrarse, pero, apoyado al fin valientemente por el Regimiento Colchagua, la 1 columna logr apoderarse de la posicin, despus de una porfiada lucha que dur desde las 6 hasta las 9 A. M. Cuando el Comandante don Arstides Martnez recibi del general en jefe la orden de apoyar a la 1 Divisin Lynch, inici su avance, como ya hemos dicho, a las 6 A. M., con el Regimiento 3 de Lnea a la derecha, el Regimiento Zapadores a la izquierda i el Regimiento Valparaso como reserva en 2 lnea. El 3 de Lnea carg contra la altura sur de San Juan, seguido por el Valparaso, i alcanz a tomar parte en el asalto de este portezuelo. Al Regimiento Zapadores le cupo la misin de apoyar el ataque de la Divisin Lynch contra las alturas del portezuelo E. de Santa Teresa. Una vez que el Capitn Lynch se hubo apoderado de las referidas alturas, orden que la 2 columna cargara hacia la izquierda a fin de que apoyara el ataque de la 3 columna, que avanzaba en condiciones muy difciles contra aquella parte de la posicin de Morro Solar que queda al N. de la serrana de Santa Teresa. Con este refuerzo, las tropas chilenas consiguieron llegar hasta el pi E. del Morro. Los defensores de las alturas de Santa Teresa, ante el intrpido avance de la 1 columna Lynch i del Regimiento Zapadores, empezaron a retirarse apresuradamente. Las unidades que todava guardaban formacin i compostura fueron elevadas al Morro Solar, mientras las tropas dispersas, en su mayora, entraron a Chorrillos, i las ms desmoralizadas huyeron hacia Barranco i Miraflores. El jefe de la 1 Divisin chilena, a las 9 A. M., hizo alto con aquella parte de sus tropas que haban ocupado el portezuelo E. de Santa Teresa, a fin de hacerlas descansar i de restablecer el orden que naturalmente se haba alterado durante los asaltos.

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Los defensores del Morro Solar abrieron sus fuegos a las 5 A. M. contra la 4 columna Lynch, cuyo jefe el Comandante Soto, hizo entonces desplegarse al Regimiento Coquimbo en 1 lnea, dejando como reserva en 2 lnea al Batalln Melipilla. En esta forma avanzaron por la parte sur del Morro Solar, apoyados por la Brigada de artillera de la Divisin (Comandante Gana). Al principio el avance fue relativamente fcil, pero a medida que se acercaban a las posiciones del Morro se hacia cada vez ms penoso el ataque i la tropa ganaba terreno con dificultad. Mediante un valor i una serenidad a toda prueba, i solo despus de la entrada a la 1 lnea del Batalln Melipilla, pudo la tropa chilena apoderarse de las posiciones en la falda S. E. del Morro, llegando las unidades del Comandante Soto al pi del Morro alto, justamente cuando la 3 i parte de la 2 columna llegaban al pi E. de la altura, al N. de la serrana de Santa Teresa, como a las 9 A. M. (El Regimiento Infantera Artillera de Marina, que en los
comienzos del avance haba seguido el camino de la 4 columna Soto, recibi despus la orden de apoyar el ataque de la 2 columna, formada por los Regimientos Atacama i Talca.).

Antes de referirnos a la lucha en otros sectores del campo de batalla, diremos algunas palabras sobre el papel de la escuadra, usando para ello de los escasos datos que ha podido suministramos el parte del Almirante Riveros del 16. I. Habindosele notificado al Almirante Riveros el avance del ejrcito desde Lurn en la tarde del 12. I., ste, a media noche entre el 12. i 13. I., se aproxim al Morro Solar con el Blanco, el Cochrane, la O'Higgins i la Pilcomayo, a fin de apoyar a las tropas del ejrcito en su asalto. Como el combate empez antes de aclarar el da, los buques esperaron que hubiera luz, para abrir sus fuegos. A esta hora, pudieron observar que las tropas chilenas se encontraban ya tan cerca de las lneas peruanas, que era imposible disparar contra el enemigo sin correr el riesgo de herir a las propias tropas. Previendo el caso que ahora se presentaba, se haba convenido en que se mandara desde tierra el aviso a la escuadra para que abriera sus fuegos. A pesar de esto, dice Riveros, durante el reido combate que tuvo lugar en las faldas de Morro Solar, algunos buques lograron hacer algunos disparos seguros, i la lancha a vapor del Blanco hizo un nutrido fuego de ametralladoras sobre el enemigo. Como el parte no seala horas, parece que esta actividad de la escuadra, a que alude el almirante, debe haberse desarrollado durante la 2 faz de la batalla, i los referidos buques deben haber cooperado en los momentos en que efectuaba su ataque la 4 columna Soto. Ya conocemos una de las circunstancias, por la cual la 2 Divisin Sotomayor no pudo iniciar su asalto sino a las 6 A. M. i sabemos tambin los recursos de que se vali el general en jefe para apurar al General Sotomayor; pero en realidad, ni este valiente jefe, ni las tropas de la 2 Divisin necesitaban de nuevas rdenes expresas, para cumplir la misin que se les haba confiado. La causa del atraso de esta Divisin parece que tuvo su origen que el General Sotomayor levant su vivac solo a las 4:30 A. M mientras que Lynch haba empezado a alistarse a las 3:30 de la maana; pero ms o menos a las 5 A. M., cuando el comandante de la 2 Divisin oy el fuego de caones i de fusilera que se sentan por el lado S. comprendi que la 1 Divisin estaba ya en combate, i entonces a pasos forzados, sin hacer caso de las pesadas arenas de la pampa, lanz resueltamente sus tropas hacia adelante, con la severa resolucin del que cumple noblemente una consigna.

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Habiendo llegado frente a la posicin de San Juan, el General Sotomayor despleg su Divisin en la siguiente forma: La 1 Brigada Gana, que marchaba a la cabeza de la columna, despleg en 1 lnea el Regimiento Buin, dejando a los Regimientos Esmeralda i Chillan en 2 lnea escalonados a la derecha. (Segn afirma el Teniente Coronel retirado Jos Clemente Larran en sus Impresiones i Recuerdos sobre la
campaa al Per i Bolivia p. 304, el Coronel Gana procedi a desplegar su Brigada en combate, para iniciar el asalto, sin la orden del General Sotomayor. El General andaba posiblemente con su 2 Brigada Barboza. El proceder del jefe de la 1 Brigada no tiene nada de particular. A tal corta distancia de la posicin enemiga semejante iniciativa cabe perfectamente dentro de las atribuciones del Jefe de Brigada en 1 lnea.)

La 2 Brigada Barboza, que segua tras la Brigada Gana, entr inmediatamente al combate, prolongando el ala derecha de la 1 Brigada en la forma que veremos ms adelante. El Regimiento Buin, que en las batallas anteriores haba quedado en la reserva, comprendi que haba llegado para l el da de ganarse bravamente los laureles de la gloria. El Comandante Len Garca, guiando personalmente sus guerrillas, se lanz en lnea recta sobre la altura S. del portezuelo de San Juan, i su Regimiento le sigui en carrera i sin disparar un tiro, a pesar de que la artillera de las bateras protegidas i los fuegos vivsimos de los Batallones Ayacucho i Manco Cpac del 4 Cuerpo Cceres, que defendan esta parte del frente peruano, hicieron crueles estragos en sus filas. Los batallones de Cceres, fueron reforzados primero por el Batalln Huanuco i despus por los Batallones Libertad i Canta, pertenecientes todos ellos al 2 Cuerpo de Ejrcito Surez, que como sabemos constitua la Reserva General (Parece que el 2 Cuerpo de Ejrcito
al ser destinado como Reserva General, haba sido reforzado por los Batallones Libertad i Canta, pues segn el Orden de Batalla

Pero esta alimentacin del fuego de la defensa tambin result infructuosa, pues el Regimiento Buin que ya haba llegado a la loma del portezuelo efectu rompimiento en el centro de la lnea peruana, la que desde este momento empez a flaquear visiblemente. El ministro de la guerra haba prometido el grado de capitn al primero que clavase la bandera de la Patria sobre las trincheras enemigas, i el honor de esta distincin le cupo al sargento del Regimiento Buin Daniel Rebolledo, quien logr colocar antes que nadie, el pabelln de Chile, sobre el reducto del cerro S. del portezuelo de San Juan (Comprese la nota en pg. 90). Sin detenerse, el Regimiento Buin ejecut rpidamente un movimiento envolvente contra el ala izquierda de la guarnicin del cerro S. de San Juan i contra los defensores de la altura inmediatamente al S. O. de dicho cerro. En esta forma, cayeron sobre el flaneo i la espalda de las zanjas que cubran la primera abra de San Juan, arrollando a los batallones peruanos que an se mantenan firmes, haciendo en ellos una espantosa carnicera (Es preciso
recordar, que el Regimiento Buin fue ayudado en esta faz del combate por los Regimientos Zapadores i Valparaso, de la Reserva General.).

del Ejrcito la primera de stas unidades perteneca al 3 Cuerpo de Ejrcito i la segunda al 4 Cuerpo.).

Despus de las gloriosas escenas que hemos referido, faltaba todava conquistar el cerro N. de San Juan i las alturas que hay entre ste i el portezuelo de Otocongo i que se encontraban defendidas por el 3 Cuerpo de Ejrcito Dvila. Esta tarea le correspondi cumplirla a los Regimientos Esmeralda i Chillan de la 1 Brigada Gana, secundados por el Regimiento Lautaro, por el Regimiento Curic i el Batalln Victoria de la 2 Brigada Barboza. Las unidades de la 2 Brigada atacaron en tres lneas, desplegadas en posicin sucesiva unas detrs de otra i escalonadas a la izquierda.

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La lucha en esta parte de la posicin fue tan ruda como en el sector que le correspondi al Regimiento Buin. Mientras la infantera chilena avanzaba imperturbable ante el mortfero fuego de la defensa, el comandante peruano reforz su primera lnea haciendo desplegarse al Batalln Paucarpata de la reserva Surez; pero tambin este refuerzo result infructuoso, porque ni aun despus de esto pudieron los defensores detener el mpetu del ataque. Pocos momentos despus de que el Regimiento Buin haba clavado su bandera en el reducto S. de San Juan, principiaron tambin a flamear sobre las trincheras peruanas las banderas del Esmeralda, del Chillan i del Lautaro, hacia el lado N. del mismo portezuelo. En esta forma se haba ensanchado considerablemente la brecha abierta sobre el frente peruano, i su extrema izquierda (N) que era relativamente dbil quedaba aislada de la posicin general. La tarea de desalojar esta parte de la lnea de la defensa le cupo desempearla a la 2.a Brigada Barboza, con la ayuda de algunas tropas de la Divisin Lagos, que haban llegado all despus de haber tomado por asalto el cerro S. E. del portezuelo de Otocongo, como tendremos oportunidad de relatarlo ms adelante. A las 7:30 A. M. el comandante de la caballera, Letelier, recibi la orden de ejecutar una carga contra los infantes peruanos que huan por el llano de La Poblada, al N. de San Juan, tratando de refugiarse en Chorrillos, de alcanzar hasta las fortificaciones de Miraflores i de entrar a Lima. (Con anterioridad a esta orden el Comandante Letelier, por disposicin del general en jefe, haba
enviado a los Carabineros de Yungai hacia la parte N. del campo de batalla, ponindolo a las rdenes del Coronel Lagos, Jefe de

En cumplimiento de esta orden, el Comandante Letelier encarg de esta misin a los Granaderos a Caballo, los cuales atravesaron rpidamente el portezuelo, se desplegaron en el llano de Pamplona, atravesaron el ro Surco i efectuaron una carga impetuosa en direccin a Tebes. Al mismo tiempo, el Regimiento Carabineros de Yungai, que haba recibido rdenes directas del general en jefe, partiendo del abra de Otocongo, carg tambin en direccin a Tebes. Ambas cargas cayeron como una avalancha, produciendo un verdadero estrago sobre los ltimos soldados dispersos del Cuerpo de Ejrcito de Dvila. En esta forma, la caballera continu una persecucin enrgica hasta cerca de la hacienda de Tebes, arrollando cuanto obstculo encontr a su paso; pero de sbito un nutrido fuego de fusilera, que hizo el enemigo desde las pircas que rodeaban las casas de Tebes, hizo detener bruscamente la persecucin de los jinetes chilenos i los oblig a volver brida hacia sus lneas. Durante la ltima parte de carga, una bala peruana hiri de muerte al jefe de los Granaderos, Comandante don Toms Yvar, pero su regimiento no se detuvo sino cuando sinti la imposibilidad material de forzar el paso rechazando a esos batallones de infantera que haban acudido desde la posicin fortificada de Miraflores i que por consiguiente no haban sufrido nada en el combate que se libraba al S. de Chorrillos. Un hecho elocuente que prueba hasta que punto era slida la disciplina de esta caballera, es el de que las tropas del Comandante Bulnes pudieron ejecutar su retirada al paso de sus caballos, aun antes de salir fuera de la zona de fuego de la Infantera peruana. Las cargas de los Carabineros i de los Granaderos a Caballo limpiaron de enemigos todo el llano de La Tablada entre Santa Teresa i San Juan i por el N. hasta unos 800 metros de Chorrillos, Barranco i Tebes. El Regimiento de Cazadores a Caballo pas tambin al valle del Rmac, pero el parte del Comandante Letelier no indica ni la hora en que efectu la travesa, ni el camino que recorri; es probable que haya atravesado por el portezuelo de San Juan.

la 3 Divisin.)

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El Parte del Comandante Letelier, dice as: Por orden del general en jefe, el Regimiento Cazadores a Caballo march por el centro de la lnea enemiga, pero ya sta, cediendo a toda su extensin, no ofreca la menor resistencia al paso de nuestras tropas, i los pocos dispersos contrarios, se replegaron a la defensa del pueblo de Chorrillos. Como se ve, lo nico que puede deducirse como seguro de este parte es de que el Regimiento Cazadores a Caballo entr al valle del Rmac, despus de la carga de los Granaderos i Carabineros. El avance de los Cazadores a Caballo debe haber tenido lugar despus de las 8 A. M. En resumen: a las 8 A. M. la 2 Divisin Sotomayor se haba apoderado de la posicin de San Juan i el enemigo estaba a esa hora retirndose, la mayor parte hacia Chorrillos i algunos dispersos hacia Miraflores. Como en ocasiones anteriores, el Coronel Surez prob ser un tctico experimentado, pues logr salvar la mayor parte de su Cuerpo de Ejrcito, conducindolo relativamente ordenado hacia Chorrillos. Antes de pasar adelante, anotaremos el papel que les toc desempear en el combate a las dos Brigadas de Artillera de Campaa que formaban la Reserva de Artillera. En realidad, su actuacin no fue de gran importancia; pues a las 5 A. M., cuando estas bateras estaban tomando posicin en las pequeas alturas que separan la Pampa Grande del llano de La Tablada, oyeron el caoneo por el lado O., i entonces abrieron sus fuegos contra las alturas de San Juan; pero, como la bruma no permita ver el objetivo, el Coronel Velsquez orden cesar el fuego. Despus de esto, las bateras bajaron al plan, para buscar otras posiciones ms adelantadas; pero desde ellas tampoco pudieron disparar, pues la infantera de la 2 Divisin estaba ya trepando el portezuelo; de manera que esta artillera tuvo forzosamente que permanecer inactiva. Una vez que la infantera se apoder del portezuelo de San Juan, estas bateras subieron tambin a la posicin, i cuando descendan de nuevo a La Poblada reciban orden de cooperar al ataque contra Chorrillos. La 3 Divisin Lagos, se puso en marcha a las 3 A. M. del 13 de Enero desde La Tablada, punto en que descansaba desde media noche pero se produjo un retardo en su marcha, a cansa de haberse cruzado el camino que llevaba esta Divisin con el que segua la 2 Divisin Sotomayor; de manera que a las 5 A. M., cuando se oy estallar el combate en la parte S. del campo de batalla, la 3 Divisin Lagos estaba en La Tablada, cerca de un punto que se llama El Hollado. (Este lugar no figura en los croquis, pero debe estar un poco ms abajo de la punta S. de las serranas que hay al E. de Monterico.) Apenas oy el caoneo por el lado Sur, el Coronel Lagos forz la marcha de sus tropas a fin de llegar pronto a la pampa de El Cascajal que se encuentra entre el cerro de Monterico i el camino de Otocongo, i que quedaba justamente en frente del sector que se le haba sealado para el ataque. Cuando todava estaba en la parte N. de La Tablada, al S. E. del portezuelo de Otocongo, el Coronel Lagos despleg su Divisin, i despus, avanzando un corto trecho con su unidad desplegada, hizo un pequeo alto, talvez para orientarse sobre la situacin, estudiando la mejor forma de cruzar hacia El Cascajal. Durante este alto, la Divisin recibi fuego desde un cerro que se encontraba a su derecha i hacia vanguardia; entonces el Coronel Lagos dispuso que las compaas de guerrillas del Regimiento Santiago i una compaa del Batalln Navales tomaran el cerro por asalto, lo que fue ejecutado en pocos minutos, bajo la direccin inmediata del Sargento

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Mayor graduado del Santiago, don Domingo Castillo. (Las tropas rechazadas del cerro a que nos hemos referido pertenecan a los puestos avanzados del 3 Cuerpo de Ejrcito Dvila.) Despus de esto, la 3 Divisin continu su marcha, entrando poco despus al llano de El Cascajal. El Coronel Lagos se dirigi personalmente sobre el centro de la posicin ocupada por el 3 Cuerpo de Ejrcito Dvila, en las alturas al S. del abra de Otocongo. El ala izquierda de la Divisin lleg oportunamente para cooperar al ataque, que llevaba contra la parte sur de estas alturas la 2 Brigada Barboza de la 2 Divisin Sotomayor. En esta parte del combate, la 2 i 3 Divisin fueron eficazmente ayudadas por las dos Brigadas de artillera que llevaba la 3 Divisin i las bateras Wood i Gonzlez, de campaa i montaa respectivamente, que abrieron sus fuegos a muy corta distancia de las trincheras enemigas. A las 7:30 A. M. el 3 Cuerpo de Ejrcito Dvila empez a evacuar la posicion i a retirarse por el llano de Tebes, en direccin a la posicin de Miraflores. Fue entonces cuando el Regimiento Carabineros de Yungai ejecut su brillante carga, persiguiendo a esta infantera hasta los linderos de Tebes. Es preciso dejar constancia, sin embargo, de que el Coron1 Dvila logr salvar casi ntegro a su Cuerpo de Ejrcito; lo que hasta cierto punto era natural que sucediera, pues gran parte de sus tropas no se haban comprometido seriamente en el combate que se produjo por la defensa de las alturas. Las tropas que fueron acuchilladas por los Carabineros i Granaderos, pertenecan, parte, a soldados dispersos de varias unidades, i parte a los batallones que fueron ms quebrantados por el asalto de la infantera chilena. Habindose restablecido el orden en las formaciones de la Divisin Lagos, estas unidades bajaron al llano de La Pamplona (al N. del portezuelo de San Juan), en donde, por orden del general en jefe, hicieron alto a las 8:30 A. M. A esta misma hora, el Alto Comando estaba reuniendo en el mismo sitio a las unidades de la 2 Divisin Sotomayor. Tanto la 2 como la 3 Divisin sufrieron algunas bajas al avanzar por el llano de La Pamplona, a causa de que esta, parte del campo de batalla estaba sembrada de minas. Quedaba todava por conquistar la posicin de Morro Solar, que era la parte de la lnea enemiga que ofreca mayores dificultades para el asalto. La naturaleza misma del terreno, que era de por s difcil, reforzada con las obras de fortificaciones que all se haban ejecutado, constitua lo que podemos llamar la ciudadela, o sea la parte ms inaccesible de toda la posicin. En ella, se encontraban, en estos momentos, todos los restos del 1 Cuerpo de Ejrcito Iglesias, que sus jefes haban reorganizado como mejor pudieron; las tropas del 4 Cuerpo de Ejrcito Cceres que se haban refugiado Chorrillos i casi todo el 2 Cuerpo de Ejrcito Surez. Ya nos hemos referido a la forma en que la 2 i 3 columnas de la 1 Divisin chilena llegaron al pie del Morro Solar, atradas por el vivo fuego que se oa en esas cercanas, a las 9 de la maana. La bruma cubra todava a esta hora gran parte de las faldas de estas alturas, lo que dificultaba al jefe chileno para darse cuenta de la fuerza i colocacin de las tropas que ocupaban el Morro. Las tropas de Lynch reforzadas por la 1 columna, que haba bajado de las alturas del portezuelo E. de Santa Teresa, empezaban a estrechar al enemigo. Los Regimientos 4 de lnea, Chacabuco i Artillera de Marina ganaron al principio una ventaja al resto de las

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tropas, apoderndose de algunas trincheras enemigas en la parte baja de la falda E. i progresaron metdicamente hasta un punto denominado La Calavera, en donde la fuerte resistencia de la lnea peruana los oblig a detenerse. All, sin embargo, se apoyaron en el terreno por medio de un combate de fuego excesivamente desigual i mortfero, pero, vencidos al cabo por la superioridad numrica i por las ventajas de la defensa, se vieron forzados a descender. La situacin de estas tropas se hacia excepcionalmente critica, a causa de que las municiones de la artillera de Lynch empezaron a escasear, vindose obligado el Mayor Gana a retirar sus piezas fuera del alcance de los caones peruanos, abandonando las posiciones que acababa de tomar en las alturas al poniente del portezuelo O. de Santa Teresa. El Capitn Lynch, que animaba personalmente a sus soldados, haba ya enviado aviso al General en Jefe, de la aflictiva situacin en que se encontraba. Este aviso encontr al General Baquedano en San Juan, a las 9:30 A. M., pero antes que pudieran llegar estos refuerzos, las tropas de Lynch, tuvieron que sostener, entre las 9:30 i las 10 de la maana, un reido combate de retirada. Los refuerzos enviados por el Alto Comando llegaron a las 10:30 A. M., pero a esa hora, el Comandante Lynch ya haba conseguido afirmar su combate al pie del Morro, haciendo entrar en lucha hasta su ltimo soldado. Cuando las tropas de Iglesias observaron la retirada de los chilenos, abandonaron sus trincheras i se lanzaron adelante efectuando una persecucin estrecha. Felizmente para el Regimiento 4 de Lnea i el Chacabuco, que eran las unidades ms expuestas en este momento, el comandante de la Divisin dispona todava del Regimiento Atacama (Este Regimiento perteneca a la 1 Brigada Martnez de la 1 Divisin.), que permaneca en la Reserva. El Capitn Lynch hizo llamar a esta unidad i el comandante accidental de ella, don Diego Dubl A., avanz a las 10 A. M. en socorro de los regimientos que se hallaban tan fuertemente comprometidos en el combate. En este momento llegaron tambin del parque de municin nuevos proyectiles para las bateras de montaa, las cuales inmediatamente, bajo la direccin del Mayor Gana, avanzaron i reanudaron el combate. Estos dos oportunos refuerzos detuvieron el avance peruano, permitiendo a las tropas de Lynch apoyarse nuevamente en el terreno. Pocos momentos despus, empezaron a llegar otros refuerzos, siendo los primeros el Regimiento Zapadores de la Reserva General del Comandante don Arstides Martnez. Como sabemos, haba la Reserva acompaado el ataque de la 2 Divisin contra el cerro S. de San Juan; en este momento estas unidades regresaban para incorporarse otra vez a la Reserva, reunindose en la parte S, de La Poblada con el 3 de Lnea, que haba ayudado a la 1 Divisin a apoderarse del portezuelo E. de Santa Teresa. Al ver el apuro de la 1 Divisin Lynch, haba el Comandante Martnez tenido la feliz idea de socorrerla por su propia iniciativa. El parte oficial del Comandante Martnez dice: En el entretanto, el extremo de nuestra ala izquierda se hallaba fuertemente comprometido en combate i mand reforzarlo con el Regimiento Zapadores, que le prest apoyo muy oportuno. El Regimiento 3 fue en auxilio i sostn de la artillera que bata las tropas que quedaban esparcidas al Oriente i Norte de Chorrillos, i el Valparaso march por la cumbre del Morro Solar a completar el desalojamiento del enemigo. La circunstancia de que el

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Comandante Martnez expresa con toda claridad que la primera entrada en accin de la Reserva de su comando, al alba del 13, dependa de una orden del general en jefe, i el hecho de que el parte del J. E. M. Maturana no menciona que el Alto Comando envi orden al Comandante Martnez en esta segunda ocasin, nos han convencido de que este acto importante era el resultado de la iniciativa personal del comandante. (Comprese Ahumada Moreno, 4 Tomo, Pag. 424 i 466). El General Baquedano, que al recibir el aviso de Lynch se encontraba en el cerro S. de San Juan, dispuso que una de las Brigadas de la 3 Divisin cooperara al combate de la Divisin Lynch. Como el comandante de la Reserva General haba anticipado el pensamiento del Alto Comando, enviando ya el socorro a la 1 Divisin Lynch, no hubo necesidad de enviar orden en este sentido al Comandante Martnez. El Coronel Lagos confi esta misin a la 2 Brigada Barcel, la que se puso inmediatamente en marcha en direccin al Morro Solar. A medida que llegaban los refuerzos entre las 10:30 i las 11. A. M., el combate de la 1 Divisin Lynch tuvo un nuevo impulso favorable, i todas estas tropas tomaron resueltamente la ofensiva. En tanto que los Regimientos Zapadores i Valparaso asaltaban la parte N. del Morro, los restos de las tropas que primitivamente haban constituido las columnas 1, 2 i 3 de la Divisin Lynch, i la 2 Brigada Barcel de la 3 Divisin Lagos unan sus esfuerzos, escalando resueltamente la falda E. del centro del Morro, arrostrando con valor i con denuedo los violentos fuegos de la artillera e infantera de Iglesias. En esta forma las tropas avanzaron al asalto bajo la direccin personal de Lynch, i la resistencia de la defensa haba ya empezado a debilitarse, cuando las fuerzas que escalaban el Morro por el lado E. observaron que la 4 columna Soto de la 1 Divisin avanzaba en la falda S. O. acercndose ya a los reductos que constituan el Principal apoyo de las posiciones del Morro. Debemos recordar que esta columna, compuesta por el Regimiento Coquimbo i por el Batalln Melipilla, haba llegado al pi S. del Morro a las 9 A. M., precisamente cuando las otras partes de la Divisin Lynch, haban alcanzado el mismo punto por el costado E. (Es
preciso recordar, que la Brigada de Artillera Gana ocup las alturas al poniente del portezuelo O. de Santa Teresa, tan pronto fueron conquistadas por la 3 columna de la 1 Divisin.)

Desde ese momento (9 A. M.) la 4 columna Soto haba luchado con una energa, irresistible, lo que le haba permitido avanzar paulatinamente en su penosa ascensin por la pendiente, a pesar de que la resistencia de los defensores era muy enrgica. Tres bateras, con dos caones cada una i otra con dos ametralladoras, dirigan sus fuegos contra las lneas chilenas de la 4 columna, pero sin lograr detenerla sino por cortos intervalos. Como el Comandante Soto haba cado herido, al iniciarse el asalto contra la batera emplazada al N. de la Caleta Achira, tom el mando de la fuerza el Comandante del Batalln Melipilla don Vicente Balmaceda. Los Comandantes Balmaceda i Pinto Agero (Este Jefe mandaba accidentalmente el Regimiento Coquimbo.) continuaron llevando sus tropas adelante hasta las 12 M. D., hora en que cay en su poder el ltimo reducto. Simultneamente con este ataque, el resto de la fuerza dominaba la posicin por el lado E., correspondindole al Mayor Fuenzalida del Regimiento Santiago el honor de ser el

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primero en clavar el pabelln de Chile sobre esta altura que tanta sangre haba costado al ejrcito. En el Morro Solar, se rindieron 1,500 peruanos, entre ellos el Coronel Iglesias, jefe del 1 Cuerpo de Ejrcito, i don Guillermo Billinghurst. Mientras se desarrollaba en el Morro Solar el combate que hemos descrito, se produca una lucha no menos sangrienta en la poblacin de Chorrillos. Sabemos que all se haban reunido, despus de la evacuacin de las posiciones de Santa Teresa i San Juan, la mayor parte del 2 Cuerpo de Ejrcito Surez (ste en relativo orden) i varias unidades i grupos aislados de los Cuerpos de Ejrcito Iglesias i Cceres. El Coronel Surez haba aprovechado el corto tiempo con que contaba en organizar en Chorrillos una defensa provisoria con los elementos de que poda disponer. Habindose impuesto el General Baquedano, en San Juan, de la nueva situacin que se produca i, comprendiendo por el aviso del Capitn Lynch de que evidentemente el enemigo intentaba resistir aun enrgicamente, tanto en Morro Solar como en la poblacin de Chorrillos, tom a las 10 A. M. las disposiciones necesarias para vencer esta resistencia. Al efecto envi contra Chorrillos a la 2 Divisin Sotomayor, a la 1 Brigada Urriola de la 3 Divisin Lagos (La 2 Brigada Barcel de esta Divisin haba sido enviada ya para ayudar a Lynch en el ataque al Morro Solar.), la artillera de campaa, i las 2 Brigadas de artillera de montaa de la 2 i 3 Divisin. Debemos observar, sin embargo, que esta masa de artillera lleg a combatir no solo contra la poblacin de Chorrillos, sino que tambin, i talvez principalmente, contra la artillera del Morro. El General Baquedano se estableci en el plan, con su Estado Mayor, en un punto situado como a 1 km. al O. de las casas de San Juan. Desde este punto poda seguir las vicisitudes del combate, tanto del asalto al Morro como del ataque sobre Chorrillos. La Caballera la mantuvo como Reserva, reunida cerca de San Juan, i al Regimiento 3 de Lnea lo envi a tomar parte en el combate contra Chorrillos (Este Regimiento constitua por el momento toda la
infantera de Reserva de que el general en jefe poda disponer, pues los otros dos regimientos de la Reserva General cooperaban ya al ataque de la Divisin Lynch contra el Morro Solar.).

La artillera de campaa tom posicin al costado del camino San Juan - Chorrillos, a 2,500 metros de la poblacin, i la artillera de montaa ms adelante, i algo ms al S. a 1,500 metros de Chorrillos. Ambas artilleras estaban pues a 2,500 i 3,000 metros respectivamente de las fortificaciones del Morro. La 1 Brigada Gana de la 2 Divisin Sotomayor avanz a la cabeza, con el Regimiento Esmeralda (Comandante Holley) en 1 lnea; pero pronto fue alcanzada por el Regimiento Aconcagua (Daz Muoz), que encabezaba a la 1 Brigada Urriola de la 3 Divisin Lagos. El ataque se inici a las 11 A. M. Mientras estas dos Brigadas atacaron la poblacin por el lindero E., el Batalln Bulnes i el Regimiento Concepcin, efectuaron el ataque por el costado S., partiendo desde la punta N. del Morro. Estas dos ltimas unidades pertenecan a la 2 Brigada Barcel de la 2 Divisin, i anteriormente haban tomado parte en el ataque al Morro Solar, dirijindose contra Chorrillos, apenas el cerro fue evacuado por los peruanos. El Regimiento Lautaro (Comandante Robles) de la 2 Brigada Barboza de la 2 Divisin Sotomayor i el Regimiento 3 de Lnea de la Reserva General efectuaron su ataque contra el lindero N. de la poblacin.

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Las tropas chilenas penetraron, pues, a la poblacin por tres puntos a la vez. Por efecto de la misma forma en que se llev el ataque, las distintas unidades se entremezclaron en tal forma, que la direccin del ataque se hizo desde ese momento muy difcil i la lucha tom ms bien el carcter de combates aislados e individuales, revistiendo la lucha los caracteres de violencia i de crueldad que caracterizan a las acciones de guerra de sta ndole. Los peruanos se defendan desesperadamente en las calles, en los edificios, tras las murallas, i en fin en cada sitio en donde hubiera una proteccin o un abrigo. Desde Miraflores enviaron un tren blindado con refuerzos para los defensores, pero cada vez que el tren intentaba salir de Barranco era obligado a regresar por los fuegos de la artillera e infantera chilenas, en forma de que no logr jams llegar un refuerzo a los defensores de Chorrillos. A poco de iniciarse el asalto a la poblacin, las granadas chilenas produjeron incendios en todas partes. El pueblo arda por sus cuatro extremos, pero a pesar de esto, continuaba esta cruel lucha, en que la bayoneta no descansaba i en que no se peda ni se daba cuartel. Tres horas completas dur esta lucha encarnizada, pero a las 2 P. M., despus de haber sido materialmente aniquilados tres de los cuerpos de Surez, cada uno en casi la totalidad de las fuerzas que haban logrado llevar a Chorrillos, ces toda resistencia. Mientras que muchos se rendan incondicionalmente, el Coronel Surez, por segunda vez en este da, logr salvar una parte de sus tropas hacia la posicin de Miraflores (Nunca se ha podido establecer el nmero de soldados que logr retirarse de Chorrillos.). El ltimo punto de la posicin del Ejrcito de Lnea peruano de Lima estaba en poder de los chilenos. El Ejrcito del Per estaba destruido, casi aniquilado; la victoria chilena no poda pues ser ms franca i absoluta. El ejrcito victorioso permaneci en las posiciones conquistadas, reorganizando sus unidades. Despus de esto, solo quedaba al Per su Ejrcito de Reserva i la posicin fortificada de Miraflores; pues no podemos tomar en cuenta al Ejrcito de Arequipa, que no estaba en situacin de salvar a Lima. El Dictador i Generalsimo, Pirola, cuya injerencia en la direccin de la batalla del 13. I. ignoramos, por no tener ms datos que los que nos suministra el parte del General Silva, (J. del E. M. G. que se limita a dejar constancia de la presencia de Pirola durante el ataque a San Juan.) pernoct ese da en el reducto de Vsquez. Prdidas.- La victoria haba costado al ejrcito chileno, 3,318 bajas: 13,7% de las fuerzas, a saber: 797 muertos, i 2,521 heridos. De estas bajas, corresponden 1,843 a la 1 Divisin Lynch, de las cuales, 92 eran oficiales, i 797 a la 2 Divisin Sotomayor, es decir, a cada una de las dos Divisiones que haban ejecutado el ataque frontal contra las posiciones del Morro Solar, Santa Teresa i San Juan. Entre los valientes, que aquel da rindieron noblemente su vida para la Patria, figuran los Comandantes Yvar i Souper, los Mayores Zaartu, Vargas, Jimnez i otros. Jams se ha sabido a punto fijo el nmero de muertos i heridos que hubo en esta jornada por el lado del Per; pero el resultado positivo fue de que su ejrcito qued completamente destruido despus de esta sangrienta accin. Ms adelante, al hacer la relacin de la batalla de Miraflores, haremos un clculo aproximativo de los restos del Ejrcito de Lima del Per.

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El general en jefe chileno sealaba con distincin a un gran nmero de los jefes i oficiales que aquel da combatieron bajo sus rdenes; pero, en primer lugar, el parte del General Baquedano se refiere tambin a la jornada de Miraflores, el 15 de Enero, i sobre todo, ilo puede tachrsenos de exagerada nuestra, opinin, si manifestamos el juicio, de que es casi una injusticia distinguir a un grupo aunque sea numeroso, dentro de un ejrcito en el que no hubo ni un oficial, ni un soldado que aquel da no cumpliera con entusiasmo i con denuedo el duro deber que la Patria les impuso. _________________

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X ESTUDIO CRTICO DE LA BATALLA DE CHORRILLOS 13 DE ENERO DE 1881 LOS PREPARATIVOS CHILENOS El Ejrcito de Operaciones, que contaba con cerca de 25,000 combatientes, haba ejecutado su concentracin en el valle de Lurn, en la inmediata vecindad del mar. Las unidades de tropa se concentraron entre el 22 i el 27 de Diciembre del 80, i los bagajes demoraron su concentracin hasta el 12 de Enero del 81. Durante este tiempo, los trasportes i buques de guerra que haban conducido al ejrcito estaban o en la vecina baha de Curayaco, o en sus inmediaciones. El resto de la escuadra mantena el bloqueo del Callao. Mientras que la 2 Brigada Amuntegui de la 1 Divisin Lynch constitua la vanguardia estratgica inmediatamente al norte del Puente del Lurn, que existe en el camino entre la poblacin Lurn i Chorrillos, el resto del ejrcito, menos la 2 Brigada Barboza de la Divisin Sotomayor i la caballera, vivaqueaba entre dicho puente i la poblacin Lurn. La Brigada Barboza, ocupaba en la orilla S. del ro los alrededores de la aldea Pachacamac, como a 6 kilmetros al N. E. del puente. Frente a sus vivaques se haban construido dos puentes provisorios. La caballera vivaqueaba en la orilla S. del ro, entre los campamentos del grueso del ejrcito i los vivaques de la Brigada Barboza. Cada Brigada haba colocado fuertes puestos avanzados para la proteccin inmediata de sus campamentos. Esta medida de precaucin fue lo que permiti Coronel Barboza impedir al Coronel Sevilla que cruzase el Lurn en la noche del 12 al 13 de Enero, llevando a Lima a los Cazadores del Rmac i las numerosas reses de ganado que haba recogido para la provisin del ejrcito peruano. Gracias a las oportunas disposiciones del Coronel Barboza, se logr capturar un gran nmero de esos jinetes peruanos, juntamente con los animales, que podan ser aprovechados por el ejrcito chileno. En esta forma el ejrcito se haba concentrado holgadamente en el rico valle de Lurn, usando el ro como proteccin de su frente. Era dueo de los puentes, estaba en estrecho contacto con su escuadra i distando solo media jornada de su objetivo estratgico, que era el ejrcito peruano. Podemos, pues, juzgar, que la concentracin del ejrcito chileno haba sido ejecutada tan brillantemente como haba sido concebida, i desde este momento el ejrcito poda emprender su ofensiva en condiciones excepcionalmente favorables. En la preparacin del avance contra los defensores de Lima, el general en jefe haba introducido dos modificaciones en el Orden de Batalla, recin decretado por el ministro de la guerra en campaa. Una de ellas, de carcter permanente, consista en segregar de las Divisiones sus Brigadas de Artillera de Campaa, organizando con ellas el 2 Regimiento de Artillera que, en el carcter de Reserva de Artillera i bajo las rdenes inmediatas del Comandante General de la Artillera Coronel Velsquez, estara a disposicin directa del Alto Comando.

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La otra modificacin, que se hizo solo el 12. I., inmediatamente antes que el ejrcito emprendiera su marcha sobre Lima, era de carcter pasajero, i debe ser considerada ms bien como una disposicin netamente tctica, que afectaba a la reparticin de las unidades en previsin de un combate inminente. Esta modificacin consista en la creacin de una Reserva General de Infantera, compuesta de los Regimientos 3 de Lnea, Zapadores i Valparaso. El comando inmediato de esta Reserva fue conferido al distinguido Comandante don Arstides Martnez, lo que constituy una feliz eleccin. La primera de estas medidas era bien motivada por consideraciones tcticas, i el general en jefe, al disponerla, ejerci una legtima prerrogativa de sus atribuciones. La segunda medida, estaba de acuerdo con el plan de combate que el comando acababa de formar, para la batalla que pensaba dar al da siguiente, 13. I. Con otro plan de combate, se hubiera podido evitar esta segregacin de unidades de las Divisiones. Observando por el momento la conveniencia que hay de modificar lo menos posible el Orden de Batalla del ejrcito en la reparticin momentnea de las tropas, a fin de no deshacer los comandos, nos ocuparemos extensamente de esta disposicin, cuando analicemos el plan de combate. Desde la llegada del ejrcito al valle de Lurn, todos los comandos haban tratado de recoger noticias sobre el enemigo i sobre el terreno al N. del ro Lurn, i con este fin se ejecutaron varios reconocimientos. Ya el 25. XII. se haba podido constatar que los defensores de Lima estaban ocupando las posiciones del Morro Solar i las alturas de San Juan. Durante los das 28. XII. i hasta el 2. I. se hicieron varios reconocimientos de los terrenos de ataque frente a la mencionada posicin peruana. Uno de ellos fue ejecutado el 2. I. por el general en jefe en persona; i el 6. I., el General Baquedano condujo a todos los altos jefes del ejrcito al terreno frente a la posicin peruana. Recorriendo el futuro campo de batalla, el general completaba su orientacin en el terreno mismo, al mismo tiempo que indicaba a los diferentes jefes de unidades la misin de combate que probablemente les correspondera segn el plan que el Alto Comando tena en estudio. Ya sabemos que tambin se haban efectuado reconocimientos de la posicin peruana desde el lado del mar. Es sin duda indispensable la ejecucin de estos reconocimientos previos. Observamos solamente que en los que se hicieron desde el mar parece que nadie se ocup de la lnea de Miraflores, bajo la suposicin de un ataque a ella desde el mar; pues los partes que se enviaron no dicen una palabra sobre ella. La escuadra hubiera podido constatar su ocupacin. Consideramos adems que no era en esta forma, por medio de expediciones aisladas, como la escuadra deba haber cumplido su misin, sino mediante una vigilancia prolija i constante de esta parte del futuro campo de batalla, una vigilancia que hubiera podido tener el Alto Comando enteramente al corriente de todo lo que suceda en aquel lado, i que no poda ser observado sino desde el mar. El 5. I. el Coronel Barboza haba reconocido la cuesta Picapiedras en el camino de la Rinconada, pero, habiendo surgido la idea de ejecutar el ataque por ese camino, el coronel se encarg de completar el anterior reconocimiento, extendindolo hasta el portezuelo de la Rinconada, desde cuyas alturas se domina todo el plan entre las posiciones de San Juan i Miraflores.

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A la cabeza de una Brigada mixta de 2,000 hombres (1 1/4 escuadrones de caballera, 2 piezas de artillera de montaa i el resto de infantera) ejecut el Coronel Barboza esta pequea expedicin con xito completo, el 9. I., conquistando momentneamente el portezuelo. Esta empresa merece algunas observaciones. Como haba la idea de efectuar eventualmente el ataque por el camino de la Rinconada, la resolucin de reconocerlo prolijamente era enteramente correcta, pero en cambio disentimos en mucho sobre las disposiciones que tom el Alto Comando para su ejecucin. Para formarse una opinin precisa sobre esta materia, conviene primero darse cuenta exacta de los objetivos que deba perseguir este reconocimiento, como tambin lo que haba conveniencia en evitar, al ejecutarlo. El Coronel Barboza, al desempear su cometido, deba evidentemente examinar prolijamente los siguientes puntos: 1 La viabilidad de todo ese camino desde el punto de vista de una marcha del ejrcito por l (ms tarde al examinar los posibles planes de combate, explicaremos por que usamos la expresin el ejrcito). 2 La distancia que era preciso recorrer i el tiempo que el ejrcito necesitara para hacerlo. 3 Las ventajas que se obtendran con la iniciacin del ataque chileno desde el portezuelo de la Rinconada, con respecto a la situacin de las posiciones defensivas de los peruanos, i 4 La forma ms conveniente de efectuar el despliegue para este ataque desde el portezuelo. (Por razones que se comprendern ms adelante, consideramos que el reconocimiento del camino era el objeto principal). No convena, por otra parte, llamar con mucha anticipacin la atencin de los defensores de Lima, hacindoles comprender la posibilidad de que el ataque chileno se produjera desde aquel lado. Aadiremos desde luego, que, a nuestro juicio, no exista la necesidad de estudiar especialmente las condiciones de una retirada eventual; porque el ejrcito chileno iba i deba ir sobre Lima, con la resolucin inquebrantable de vencer toda resistencia a su conquista, o la de sacrificar una a una todas las vidas de sus soldados. Aun en el caso que hubiera sido necesario abandonar momentneamente la lnea de retirada, haba debido hacerse. Napolen ha dicho: Hay momentos en que uno debe sacrificar sus comunicaciones i su lnea de retirada, a fin de ganar una decisin importante, es decir, una victoria destructora. Es cierto que la situacin no exiga aun al ejrcito chileno un sacrificio de esta naturaleza, pero haba conveniencia en hacerlo voluntariamente? Contestaremos a esta pregunta ms tarde, al examinar los planes del combate. Lo dicho anteriormente basta para lo que se refiere d reconocimiento de que nos venimos ocupando. Despus de haber orientado as los fines de sta empresa, entraremos ahora en el examen de cada una de las consideraciones ya mencionadas. Como convena reconocer la viabilidad de ese camino? Las mayores dificultades seran naturalmente para la artillera i para los bagajes, i por lo tanto, a fin de haber tenido una experiencia provechosa, la artillera que acompa al

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Coronel Barboza, en vez de caones de montaa cargados a lomo, deban haber sido caones de campaa. El nmero de caones fue tambin insuficiente; hubiera debido ir, por lo menos, una batera completa, para experimentar las dificultades del camino, pues dos piezas a lomo pasan por cualquier sendero. Es indudable que estos dos caones de montaa no acompaaron el reconocimiento para probar la viabilidad del camino, sino con fines exclusivos de combate, pero sobre este punto hablaremos ms adelante. Tambin se deba haber hecho la experiencia de llevar por ese camino una columna mixta de bagajes cargados a lomo i en carretones, es decir, en la misma forma en que lo tena organizado el ejrcito en aquella poca. Probablemente no habra sido necesario llevar esos elementos hasta el mismo portezuelo de La Rinconada; pues el coronel se habra podido convencer pronto de que la cuesta de Picapiedras era la parte ms difcil del camino; de manera que los elementos que hubieran pasado aquel punto hubieran podido hacerlo con menores esfuerzos durante todo el resto del trayecto. Respecto a la distancia que hubiera entre los campamentos chilenos i el portezuelo de la Rinconada, i el tiempo que el ejrcito necesitara para esta marcha, no haba dificultad alguna para que el coronel, adquiriera una impresin bien exacta; pero para esto; no necesitaba llevar consigo una Brigada mixta de 2,000 hombres. Esta fuerza le fue dada para apoderarse momentneamente del portezuelo, a fin de poder reconocer desde all las ventajas que tendra el ataque chileno desde aquel lado, en vista de la ubicacin de las posiciones peruanas, i formarse as una idea exacta sobre el mejor modo de desplegar las fuerzas atacantes desde el portezuelo de la Rinconada. Haba muchas probabilidades de que los peruanos tuvieran ocupado el portezuelo; pero, por otra parte, no era probable que estas fuerzas fueran considerables, por lo distante que se hallaba de posicin del ncleo principal i por la necesidad que tenan los defensores de economizar sus fuerzas, dando a los destacamentos secundarios solo la fuerza absolutamente indispensable. La ocupacin del portezuelo deba ser ms bien de vigilancia que de defensa efectiva; trataran de precaverse desde all contra una sorpresa, pero no combatiran seriamente en una posicin tan avanzada como esa. Ahora bien: era necesario que el Coronel Barboza se adueara del portezuelo para satisfacer los fines que tena en vista su reconocimiento? Consideramos que no. Generalmente se reconoce mucho mejor sin combatir. Si el coronel hubiera ido acompaado de un escuadrn de caballera i de unos dos ayudantes, hbiles, hubiera podido regular su marcha, a fin de subir, al aclarar, con una patrulla, a alguno de los cerros que dominan el portezuelo mismo, i el valle del Rmac, al N. O. de l. Uno de sus ayudantes poda haber hecho lo mismo desde otra altura conveniente; i un cuarto de hora, a la salida del sol, desde un buen observatorio, habra sido suficiente para darse cuenta de las condiciones del terreno. Despus: ponerse rpidamente bajo la proteccin del escuadrn de caballera, que poda esperarlo listo en los alrededores, i tomar el camino de regreso, sin que los centinelas peruanos se hubieran alcanzado a apercibir de oficiales que reconocan el portezuelo, i en todo caso pudiendo retirarse con seguridad, mucho antes de que se hubiera podido dar la voz de alarma al grueso de los puestos avanzados que, a esa hora estaba todava durmiendo. El temor de que el coronel fuera capturado era pues absolutamente injustificado.

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Aun suponiendo que los centinelas peruanos se apercibieran de esas patrullas en reconocimiento, ese no era indicio suficiente para presumir que el ataque chileno se iniciara por aquel lado, sin que denunciaba sencillamente una medida ordinaria de la exploracin tctica, que deseaba dar una mirada en aquella direccin sobre las disposiciones que hubiera tomado el defensor. Sigamos adelante en nuestro anlisis. Es un buen principio estratgico i tctico no revelar al adversario con anticipacin la idea fundamental de los propios planes. Nos parece obvio aadir que si la indiscrecin se hace necesaria, o en otras palabras, si se debe sacrificar el descubrimiento de la propia intencin ante otras consideraciones de mayor peso, hay que aceptar el inconveniente como un mal inevitable. Pero, como acabamos de demostrarlo, a nuestro juicio no era necesario llamar la atencin de los peruanos anticipadamente sobre la posibilidad de que el ataque chileno se llevara por el portezuelo de la Rinconada. Por las, razones expuestas, nos permitimos observar que, a juicio nuestro, las disposiciones del Alto Comando, para la ejecucin de este reconocimiento, no estaban en armona con las exigencias de la situacin tctica. Se hubieran podido adquirir las noticias que se deseaban con una escolta menos aparatosa i al mismo tiempo ms eficaz. Sin negar la posibilidad de que el reconocimiento de Barboza, ejecutado en la forma indicada, hubiera podido fracasar respecto al mismo portezuelo de la Rinconada, no damos demasiada importancia a esto, porque lo principal era el reconocimiento del camino. Llegando el ejrcito chileno a aquel punto, i pudiendo ejecutar su ataque por sorpresa, haba tiempo de sobra para resolverse respecto al despliegue i direccin que convena dar a las unidades. Esta opinin nuestra no impide que sostengamos lo que hemos dicho anteriormente, esto es que el Coronel Barboza cumpli su cometido con buen xito; pues lo que nosotros considerarnos errores en las disposiciones preparatorias no dependan de l sino del Alto Comando. Otra cosa fue que el Coronel Barboza no aprovechara en esta expedicin los datos sobre el camino Lurn - La Rinconada, que debi haberle suministrado su reconocimiento del 9. I.; pero esto dependa sin duda de otras circunstancias que tendremos ocasin de ver al analizar el plan de combate. Antes de entrar en este examen, deseamos hacer otra observacin de carcter explicativo en referencia a este reconocimiento del camino Lurn - La Rinconada; i es la de que, en todo el estudio sobre esta materia, hemos partido de la base que los comandos chilenos carecan de buenas cartas sobre el departamento de Lima. Es cierto que en el Memorndum, que el General Maturana (en su Carcter de Jefe del Estado Mayor General, en aquella poca) pas al Ministerio Guerra en Enero de 1882, dice que el Estado Mayor General tena buenas cartas i descripciones sobre el teatro de operaciones, pero el hecho es que ambas fuentes eran por dems defectuosas. El mismo General Maturana nos suministra las pruebas ms concluyentes sobre esto; pues el plano entre Lurn i Cerrillos que hace acompaar al oficio en cuestin tiene muy poco de comn con el terreno, i el proyecto de plan de combate, que con fecha 9. I. pas al general en jefe, contiene datos todava ms confusos sobre el campo de batalla. Es, por ejemplo, evidente que el General Maturana confunda el ro Surco con el Rmac, cuando espera encontrar gran parte del ejrcito peruano en la ribera N. del Surco, (El Surco corre del S. al N. por consiguiente no tiene

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i propone el medio de atacar esta posicin despus de haber conquistado el cerro de San Juan. (No es cuestin de haber escrito N. en vez de O. pues en todas sus explicaciones se entiende que se refiere a la ribera N. del Rmac) Una buena carta de la regin hubiera facilitado la resolucin de todas las dificultades que constituyeron el motivo del reconocimiento de Barboza el 9. I. menos la viabilidad del camino. Naturalmente que esto no haba obstado para que de todas maneras se hiciese un reconocimiento ocular del terreno. Probablemente, en una futura campaa, se presentarn situaciones anlogas, pues los trabajos geodsicos, topogrficos i cartogrficos en el Per dejan todava mucho que desear, i en estas circunstancias el ejrcito chileno no podr procurarse planos verdaderamente buenos de este teatro de operaciones. Nos permitimos volver por un momento sobre la inconveniencia que revesta el hecho de llamar anticipadamente la atencin peruana sobre el portezuelo de la Rinconada; pues se nos ocurre que alguien pueda decir que estamos raciocinando en desacuerdo con los hechos, ya que de la amplsima forma del reconocimiento de 9. I. result que el alto comando peruano reforzara la guarnicin del portezuelo de la Rinconada con dos Batallones de Infantera con Artillera, disposicin que evidentemente redundaba en favor del combate chileno del 13. i 15. I., pues disminua las fuerzas de la defensa en las posiciones de San Juan, Morro Solar i Miraflores. Contestamos: que este hecho no modifica en nada nuestro juicio anterior, por las razones siguientes: 1 Que este argumento descansa exclusivamente en el conocimiento de hechos posteriores a las disposiciones chilenas para el reconocimiento del 9. I. 2 Este refuerzo era precisamente lo que el comando peruano no hubiera debido hacer; pues la ocupacin por ellos del portezuelo de la Rinconada, razonablemente, no deba obedecer a otro fin que al de precaverse contra una sorpresa por aquel lado, i todo refuerzo llevado a aquel punto, era tan innecesario como contraproducente. (Haba, por otra parte, otro medio de dificultar el avance del ejrcito chileno, por el lado N. del campo de batalla, como lo veremos ms adelante). 3 Que no es lgico que el proceder del comando chileno se basara en un error de su adversario, i 4 Que en realidad, el posible destacamento de algunas fuerzas ms al portezuelo de la Rinconada, por desventajoso que fuera para l, no influa absolutamente en las probabilidades de buen xito del ataque chileno, cualquiera que fuera su ditreccin: rectamente sobre el frente Morro Solar - San Juan o contra el flanco de la posicin, por el portezuelo de la Rinconada. I ste ltimo argumento es sin duda el de ms fuerza; pues como resistencia directa contra el ataque del ejrcito chileno esta cantidad de fuerzas destacadas al portezuelo no haba influido casi nada, i como disminucin del poder defensivo de las posiciones principales tampoco tena importancia. No son pues consideraciones que se deriven de las medidas incompletas i errneas que tom el comando peruano en aquella ocasin, las que han motivado nuestras observaciones sobre la poca conveniencia de llamar anticipadamente la atencin peruana, sobre la

ribera N.)

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posibilidad de que el ataque chileno llegara por el lado de la Rinconada. Nuestra opinin tiene una base enteramente distinta. Esta alarma extempornea hubiera podido inducir al comando peruano a cambiar radicalmente su sistema de defensa, concentrando todas sus fuerzas (El Ejrcito de Lnea i el de Reserva) en la posicin fortificada de Miraflores - Vsquez; lo que, indudablemente, haba modificado muy desfavorablemente la situacin tctica para el atacante. Lo que nos preocupa en primer lugar no es el hecho de que con esto desapareca la ocasin de batir en detalle a las fuerzas peruanas (primero al Ejrcito de Lnea en Morro Solar - San Juan i despus al de Reserva en Miraflores), sino la consideracin de que el defensor hubiera podido combatir en una posicin, cuya extensin correspondiera mejor a sus fuerzas que la de Morro Solar San Juan - portezuelo de Otocongo. Pudiera suceder que alguien observara que el comando chileno no conoca las disposiciones peruanas para la defensa, es decir que ignoraba la ocupacin simultnea de las dos posiciones de San Juan i Miraflores, i que el comando peruano no pensaba reunir sus fuerzas en aquella, para usar la segunda, solo en el caso de perder la posicin avanzada. Concedemos. Es muy probable que fuera as; pues el proyecto de plan de combate del E. M. G. del 9. I., no menciona la ocupacin de la posicin de Miraflores, sino que prev una 2 batalla en la orilla N. del Rmac, a pesar de que, como ya hemos dicho, los reconocimientos por mar hubieran debido constatar la ocupacin simultnea de ambas posiciones, dejando naturalmente como cuestin abierta, la posibilidad de una modificacin de ltima hora. Pero, es por otra parte un hecho incontestable, que el comando chileno no poda ignorar la existencia de la lnea de Miraflores, pues esta posicin se destacaba perfectamente desde la baha de Chorrillos, por donde a cada instante cruzaban los buques chilenos. Sin desconocer que haba ventaja para el ejrcito chileno en la divisin de las fuerzas peruanas en dos posiciones (fuera ella conocida o no), repetimos que lo que ms importaba era no llamar la atencin del comando peruano, sobre el gravsimo error que haba cometido, radicando su defensa en la posicin de San Juan, sin tener, ni aproximadamente, las fuerzas que necesitaba para hacer all una resistencia efectiva. Por todas las razones expuestas hubiramos preferido que el Alto Comando hubiera dispuesto el reconocimiento del 9. I. en la forma que hemos indicado, al mismo tiempo que no escatimamos nuestras alabanzas a la energa con que el Coronel Barboza efectu la misin que le fue encomendada, en las condiciones que ya conocemos. Idnticos elogios merecen las tropas que lo acompaaron. Habra sido de desear, que el general en jefe, al formar su Plan de Combate, se hubiera puesto de acuerdo, en primer lugar con el J. de E. M. G. el General Maturana; pero desgraciadamente no lo hizo, ya fuera porque las ideas de los dos jefes divergieran sustancialmente sobre la materia o sencillamente porque el General Baquedano se hubiera ya acostumbrado a trabajar solo con los Coroneles Velsquez i Lagos que gozaban de toda su confianza. El general en jefe no acept el proyecto de un plan que el jefe del E. M. G. le present el 9. I., (como este plan no lleg a tener influencia alguna en los hechos, nos excusamos de analizarlo).

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Por las razones antedichas, no podernos mantener en esta ocasin el elogi que hicimos del proceder del general, cuando acababa de ser nombrado general en jefe interino del ejrcito, teniendo al Coronel Velsquez como Jefe de E. M. El hecho de que el General Maturana tena ideas distintas a las del general en jefe, sobre el plan que deba adoptarse para la direccin de la batalla inminente no era motivo suficiente para prescindir de la colaboracin de esta autoridad, al confeccionar el plan de combate; pues el General Maturana no ignoraba que la resolucin definitiva era del exclusivo resorte del general en jefe. Si el jefe del Estado, Mayor General haba expuesto sus ideas i ofrecido sus consejos, estaba despus obligado a acatar la resolucin de su jefe i a trabajar lealmente para llevar a la ejecucin lo que l hubiera concebido. Tampoco era correcto el proceder del Ministro Vergara, al pedir al general en jefe un Consejo de Guerra (el 11. I.) para discutir el plan de combate que se deba adoptar. Una discusin de esta naturaleza era de todo punto inconveniente. Reunir a los jefes de ms alta graduacin i darles a conocer la resolucin del general en jefe i explicar sus ideas sobre la ejecucin habra sido lo correcto, pues con esto no se lastimaba el principio de autoridad que tan necesario es mantener frente al enemigo. Anotamos, sin embargo, que se haba ganado algo en los procederes de este Consejo de Guerra, si lo comparamos con los anteriores. El que presidi fue el general en jefe i no el ministro, a pesar de que tanto aquel funcionario como los seores Lira, Altamirano i Godoy estaban presentes en el consejo. I lo ms importante todava: parece que, despus de la discusin, no se tom como otras veces una votacin sobre el plan, sino que el General Baquedano dio a conocer su resolucin de dirigir el combate conforme a su propio plan. No hay para que decir que aceptamos la intervencin del ministro i dems elemento civil, en la formacin del plan de combate, solo como una consecuencia inevitable del sistema de comando que se practicaba. Lo lgico habra sido que el ministro i el general hubieran cambiado privadamente ideas sobre la materia. Sobre la argumentacin en pro i en contra de estas ideas, que tuvo lugar en el Consejo de Guerra del 11. I., nos ocuparemos ms adelante. El plan que sostena el general en jefe consista en enviar una de las 3 Divisiones del ejrcito contra cada uno de los tres Cuerpos de Ejrcito que ocupaban el frente de la posicin peruana, con el objeto de romper este frente en cualquier parte, debiendo este ataque frontal ser apoyado en 2 Lnea por la Reserva General. Se deba tratar tambin de que este ataque, en lo posible, fuera sorpresivo, debiendo iniciarse el combate antes de aclarar. El Ministro Vergara sostena que semejante ataque costara al ejrcito prdidas muy grandes, lo que significara un sacrificio innecesario, i era de parecer que el ataque se ejecutara por el portezuelo de la Rinconada. La discusin que se produjo sobre estos planes es interesante i la reproduciremos en resumen, para que nos sirva de gua al analizar i comparar ambos proyectos. Lo mismo vale respecto al anlisis de la cuestin que don Gonzalo Bulnes ha hecho en el Tomo II pgs. 655 i 656 de su obra sobre esta guerra. Vergara sostiene que un movimiento envolvente que colocara a los chilenos entre las posiciones peruanas i Lima hara caer esta ciudad, sin necesidad de disparar un tiro; luego despus se desbandaran los soldados de Pirola, al verse cortados de la capital i de la quebrada del Rmac que era el camino real de la sierra i de la fuga. (!) Si se cumplieran estas

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previsiones, la guerra estaba terminada; i si no, los peruanos tendran que abandonar sus posiciones fortificadas, i habra una gran economa de sangre. El Coronel Velsquez respondi que, marchando por La Tablada, es decir en lnea recta desde Lurn, hay que andar 17 kms. hasta enfrentar las posiciones de Villa - San Juan. Por Ate, es decir, pasando por el portezuelo de la Rinconada, esta distancia es tres veces mayor, por caminos arenosos, con serias dificultades para conducir el bagaje i la artillera de arrastre. Por el primer camino se conserva la lnea de comunicaciones con la aguada de Lurn; por el segundo se pierde esta ventaja, i el ejrcito puede morirse de sed, si llega a encontrarse aislado en el desierto. Junto con el agua, al tomar la ruta por Ate, abandona el importante auxilio de la escuadra, que es de tanto valor en una batalla en la costa. Habiendo citado Bulnes estos argumentos, aade por cuenta propia: Baquedano habra podido agregar, que marchando por Ate, su ejrcito desfilara en una lnea extendida a muy corta distancia del contrario, el que podra cortarlo en cualquier momento i presentarle batalla en excelentes posiciones defensivas. Adems, Pirola haba dispuesto todo para inundar el valle, vaciando los canales de regado en caso que el enemigo adoptase esa va, para que el suelo empapado impidiese la movilizacin rpida de la artillera i municiones. En el mejor de los casos, suponiendo que el ejrcito pasar la quebrada de Manchai (Picapiedras) i llegase a las puertas de Lima sin disparar un tiro, se habra obtenido un gran golpe de efecto nada ms, porque el objetivo militar era el ejrcito i no la ciudad. I todava en ese supuesto surga el mayor de los peligros: el desbande del soldado (!) a las puertas de aquella poblacin que haba ocupado sus ensueos patriticos durante dos aos, i que miraba como el premio de sus sacrificios i de sus victorias. El ejrcito peruano, perdidas sus lneas fortificadas i necesitando defender Lima, habra juntado las tropas de Chorrillos i Miraflores, presentando en lnea 30 a 32,000 hombres contra los 23,000 chilenos, lo cual en ningn caso, significaba ahorro de sangre. En resumen, el plan que se adopt, parece que era, dada la situacin, el ms seguro. Con un ejrcito mayor, con grandes medios de movilidad que no existan, no teniendo una ciudad a la espalda, con las tentaciones de Lima, el movimiento envolvente habra sido una operacin digna de la preferencia que le otorgaban Vergara i su crculo, i adems Maturana. Analicemos primero estos argumentos, para hacer despus un cmputo de nuestras propias ideas sobre esta materia. Al decir Vergara que el movimiento envolvente hara caer a Lima sin disparar un tiro i que despus se desbandaran los ejrcitos peruanos, comete una falta gravsima, pues yerra respecto a lo que deba ser el objetivo tctico del movimiento. De toda la argumentacin de Bulnes, el juicio ms slido es cuando constata, con todo acierto, que el objetivo no deba ser la ciudad sino el ejrcito peruano. Tiene el autor, entera razn al considerar la ocupacin de Lima sin combate, es decir sin haber vencido al ejrcito, como un gran golpe de efecto (Estamos equivocados al creer que el autor, haya querido decir de efecto teatral? Pues su redaccin, al decir solo de efecto, ms bien combate la idea que sustenta). En divergencia con Bulnes, creemos como Vergara que el movimiento envolvente hubiera permitido al ejrcito chileno vencer al enemigo con un ahorro considerable de sangre. No sostenemos esto, creyendo como Vergara en el desbande repentino del ejrcito peruano, pues consideramos, como Bulnes, que ste hara de todos modos un ltimo esfuerzo

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para cumplir su deber defendiendo a Lima. Tampoco creemos que el movimiento envolvente en cuestin, hubiera obligado al defensor a abandonar sus posiciones fortificadas, es decir la totalidad de ellas, pues la lnea de Miraflores habra quedado siempre utilizable, con ciertas modificaciones (formando, por ejemplo, un flanco defensivo por el lado N. E.) Lo referente a si una posible reunin de todas las fuerzas peruanas en la posicin de Miraflores, i con ello la decisin tctica en un solo combate, hubiera o no costado ms sangre chilena que dos batallas, (Una para la conquista de la posicin de San Juan i otra para la de la lnea de Miraflores) es una cuestin que preferimos dejar abierta, por considerar imposible un juicio acertado sobre ella, basndose en meras suposiciones. Esto dependera esencialmente de la forma en que se hubiera llevado el ataque, como lo probaremos ms tarde. La razn que tenemos para sostener la opinin de Vergara, de que el ataque por la Rinconada hubiera podido ahorrar sangre, descansa en otra consideracin, que es la siguiente: El ataque netamente frontal i extendido en todo el frente de la posicin de San Juan, tal como pensaba ejecutarlo el General Baquedano, facilitara la retirada del Ejrcito peruano de Lnea a la lnea de Miraflores, en condiciones relativamente fciles, i un ataque que saliera sorpresivamente por La Rinconada deba coger al ejrcito peruano, en el plan entre sus dos posiciones. Ms adelante indicaremos la direccin que debera haber tomado el ataque chileno, al salir del portezuelo de La Rinconada, para que hubiera conseguido este resultado. Por el momento solo diremos, que en esta forma pudo el ejrcito chileno vencer con mucho ms facilidad a su adversario, que asaltando de frente sus lneas fortificadas, i esto aun en la suposicin de que el Ejrcito peruano de Reserva saliera al llano, para ayudar al Ejrcito de Lnea. Estando, pues, de acuerdo con Bulnes en algunos de los puntos ms importantes de su anlisis, encontramos, sin embargo, de poco peso algunos de sus argumentos en contra del plan de Vergara. Uno de estos es el que se refiere a su aseveracin de que haba un peligro en el movimiento de flanco, a corta distancia del adversario, porque este poda cortarlo en cualquier momento, i presentarle batalla en excelentes posiciones defensivas. I tal peligro en realidad no exista, a nuestro juicio; pues desde ningn punto de la posicin de Morro Solar San Juan hay menos de 15 kms. en lnea recta hasta el camino por el cual el ejrcito chileno deba marchar para ejecutar su ataque de flanco; i estos 15 kms. estn en todas partes llenos de serranas de trfico difcil i demoroso. Las excelentes posiciones defensivas no existen en estos terrenos accidentados, i aun en el caso de que existiesen Como usarlos para caer ofensivamente i cortar en dos a la columna chilena en marcha?... Esto es un absurdo tctico. No siendo admisible que el ejrcito chileno avisara con anticipacin a su adversario de la marcha que pensaba emprender, sera imposible que se realizara alguno de los peligros mencionados. El argumento de los preparativos para inundar el valle del Rmac, al O. del portezuelo de La Rinconada, es inadmisible en esta discusin, porque descansa en ciertos conocimientos de la situacin, que no estaban a disposicin de los jefes chilenos al deliberar sobre el plan que se debera adoptar.

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Lo que dice el autor respecto a los peligros de la inmediata vecindad de Lima, no tiene en realidad la significacin que se le quiso dar, pues los soldados chilenos solan desbandarse, a veces en la ociosidad de los campamentos, o bien despus de algn combate, pero nunca frente al enemigo, antes de haber conquistado la victoria. Es cierto que este desbande se produjo en Chorrillos pero en primer lugar, fue despus de la victoria del 13. I, i en segundo lugar un hecho que aun no suceda no puede servir de base para juzgar el futuro de una accin. Por otra parte, el autor se olvida de que el ataque envolvente deba llevar a las tropas chilenas a un combate, seguramente tan inmediato a la ciudad como el ataque frontal, solo que por otro camino. No habiendo vencido al ejrcito peruano, las tentaciones de Lima no amenazaran la existencia del ejrcito chileno. Adems poda haber dejado la Divisin de Lynch ms prxima a la ciudad. Este jefe haba demostrado como se hacan cumplir los rigores de la disciplina. Consideramos tambin sin objeto prctico hablar de los posibles mritos del plan de Vergara, para otro ejrcito i en otras circunstancias. Debemos concretar nuestra atencin al problema en estudio. Eso es economa de fuerzas. Sobre los grandes medios de movilidad que no existan i que Bulnes considera indispensables, nos ocuparemos ms adelante. La defensa del Coronel Velsquez en favor del plan de Baquedano i en contra del de Vergara es sumamente dbil; no hay en ella, a nuestro juicio, un solo argumento que resista un anlisis serio. El primer argumento del coronel es que el camino directo de Lurn al frente de la posicin de San Juan era de 17 kms., mientras que el que va por la cuesta de Picapiedras i el portezuelo de La Rinconada era difcil i tres veces mayor. I estos datos no son exactos. Desde los campamentos chilenos hasta el portezuelo de San Juan hay cerca de 12 kms., mientras que el camino de La Rinconada mide 25 kms escasos. El General Baquedano i el Coronel Velsquez no podan ignorar esto, pues el reconocimiento del 9. I. haba proporcionado datos completos sobre ese camino. Nadie poda ignorar que el Coronel Barboza haba reunido su destacamento de 2,000 hombres, en la tarde del 8. I. al pi de la cuesta Manchai (Picapiedras), que partiendo de aquel punto, a media noche entre el 8. i 9. I., haba, combatido en el portezuelo de La Rinconada, al amanecer del 9. I., i que, emprendiendo la marcha de regreso a medio da, haba llegado al campamento de Pachacamac antes de oscurecerse, ese mismo da. Como se ve, si las distancias hubieran sido las que asegur el Coronel Velsquez, las tropas de Barboza que haban salido de Lurn habran marchado 103 kms. en 30 horas, i todo el destacamento habra hecho 70 kms. en 12 horas de marcha. El camino de regreso (de 45 kms. segn Velsquez) se haba hecho en la tarde de 9. I., es decir con una velocidad de 7.5 kms. por hora i durante 6 horas consecutivas, i por remate al final de la jornada. Como lo indican los nmeros, esto es sencillamente imposible!.. Si el Coronel Barboza, que estuvo presente en el Consejo de Guerra del 11 I., no corrigi los datos errneos del Coronel Velsquez, se debi, sin duda, a causas de otro orden, que no tenan relacin alguna con los principios tcticos que se discutan.

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Partiendo de la base de las distancias reales, es imposible sostener que el ejrcito pudiese morirse de sed, aislado en el desierto, en caso de haber usado el camino de la Rinconada. Hay que tener presente que ni Velsquez ni nadie dudaba que el ejrcito chileno vencera a su adversario en donde lo encontrara. En tales circunstancias, el comando no poda considerar a su ejrcito incapaz de alejarse 25 kms. de la aguada de Lurn, cuando poda vencer en ha orilla del Rmac, en donde hallara agua i recursos en abundancia. Los soldados chilenos haban ejecutado casos mucho ms difciles que ste. Respecto al peligro de perder la lnea de comunicaciones, sostenemos lo que ya dijimos en ocasin anterior, cuando sobre esta materia una de las mximas del gran Napolen. El ejrcito chileno deba avanzar (por uno u otro camino) en busca de la batalla que estaba dispuesto a ganar i sobre cuyo resultado nadie dudaba. Tratndose, entonces, de un movimiento preparatorio de carcter netamente tctico qu importancia deba darse en este momento a la lnea de comunicaciones?... Ninguna, o a lo sumo una importancia muy secundaria. Vamos todava ms lejos, Admitiendo por un momento la posibilidad de un fracaso del ejrcito chileno contra la posicin de Miraflores, al efectuar el ataque por la Rinconada no habra podido, el ejrcito volver por el mismo camino a Lurn? Sostenemos que s, porque (i este argumento combate fuertemente a Velsquez) la escuadra poda muy bien proteger el puente de Lurn i la boca de este valle, mientras el ejrcito ejecutaba su envolvimiento. Estando la escuadra en la baha i destinando el ejrcito un solo Batalln para la proteccin inmediata del puente, habra sido imposible para los peruanos cortar la lnea de retirada chilena en un da, que era toda la duracin razonable de esta operacin. Mas no poda durar lo indeciso de la situacin, pues el 2 da sera el de la batalla i a ella deba, naturalmente, concurrir la escuadra. Nos creemos con derecho a negarnos en absoluto a considerar seriamente la peregrina idea de que el ejrcito peruano, los defensores de Lima, esquivara la batalla que se iniciara por la Rinconada, i que aprovechara la marcha envolvente del ejrcito (suponiendo que la hubiera sabido a tiempo) para lanzarse sobre el valle de Lurn, a cortar a este ejrcito de su base de operaciones en la orilla del mar. Esto, aparte de otras consideraciones, habra sido ir voluntariamente a la perdicin. El ltimo argumento de Velsquez, sobre el abandono del importante auxilio de la escuadra, de tanto valor en una batalla en la costa, tampoco resiste al anlisis. No deseamos apoyar nuestro raciocinio en los sucesos posteriores, a pesar de que ellos se encargaron de probar, que en realidad el ejrcito, al atacar en la costa, no lleg a contar con una ayuda muy importante de la escuadra, durante la batalla del 13. I., pues nuestro nimo es sostener que el ataque contra el flanco i contra la parte del frente de las lneas de San Juan i Miraflores, que no estaban en la orilla del mar, era precisamente el proceder tctico que daba ms amplia libertad de accin a los buques de guerra, para batir el flanco i la parte O. del campo de batalla. Despus de este anlisis de ideas ajenas, sobre el plan de combate que debi adoptar el comando chileno, ser tiempo que agreguemos una caracterstica de los distintos proyectos, tal como nuestro propio criterio nos lo permita.

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No puede negarse que el plan de ataque del General Baquedano es sencillo, va derecho sobre el enemigo. Se caracteriza tambin por cierta energa, pues toma el toro por las astas, sin preocuparse de si lo que ataca es una posicin fortificada o no; pero esta clase de energa, que ms bien consiste en idear un plan que exija de la tropa un esfuerzo exorbitante, no es precisamente la energa de una categora ms alta, que debe caracterizar los planes del Alto Comando Despus de haber ejercitado ampliamente su criterio, para hacer el anlisis prolijo de la situacin, la energa del comando debe concentrarse sobre el punto decisivo, para hacer de l el principal objetivo de su plan. Si despus de esto, comprendiera la necesidad de exigir de sus subordinados el empleo de toda su energa para ejecutar el plan, estara en su justo derecho de hacer efectiva esta exigencia. Esto, como se ve, dista mucho del hecho de abusar impremeditadamente de la valenta de las tropas. I es justamente esta elevada energa, la que a nuestro juicio, falta en el plan de Baquedano. En vez de aprovecharse (para la eleccin del objetivo principal de su ataque) del evidente error que su adversario haba cometido, al ocupar una posicin de 16 kms. con fuerzas inferiores i de menor valer militar que las chilenas, el plan de Baquedano imita este error repartiendo sus fuerzas de ataque contra todo el frente enemigo. Se entiende fcilmente, que el defensor no poda desear por parte del atacante un proceder ms favorable para la defensa, que en esta forma poda usar simultneamente todas las ventajas naturales i artificiales de la posicin. Es decir, la ofensiva ejecutaba precisamente lo que deseaba la defensa. Adems, no cabe duda de que el ataque netamente frontal, i esparcido as uniformemente sobre todo el frente de la posicin Morro Solar, Santa Teresa, San Juan, Portezuelo de Otocongo, facilitaba enormemente la retirada del ejrcito defensor a su segunda posicin en la lnea de Miraflores, cuya existencia, como ya lo hemos probado, el comando chileno no poda ignorar. El resultado lgico de esto deba ser entonces la necesidad de librar una segunda batalla, hubiera o no tenido el defensor sus fuerzas reunidas en la primera posicin, cuando haba sido ms sencillo acabar de un solo golpe con todas las fuerzas que pretendan defender a Lima (unidas o separadas) en la forma que nos proponemos demostrar ms adelante. Pudiera ser que alguien quisiera ver en el plan de Baquedano, un rasgo de alta habilidad por parte del comando chileno, pensando que deseaba combatir a su adversario en detalle, primero a la posicin de San Juan i despus a la de Miraflores, pero en contra de este raciocinio, observaremos: 1 Que, a pesar de que en realidad exista esta gran ventaja, el comando chileno no saba que el defensor haba dividido sus fuerzas ocupando simultneamente ambas posiciones. 2 Que aunque lo hubiera sabido, el comandante chileno no deba basar su plan en un error tan fcil de remediar, aun a ltima hora. 3 Que, suponiendo que el comando chileno hubiera conocido la ventaja a que nos referimos, i hubiera deseado aprovecharla, como era natural, precisamente por eso deba dar a su ataque una forma que dificultara al defensor la unin de sus fuerzas de 1 lnea con las restantes mediante una sencilla retirada a la 2 posicin.

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Observamos, entre parntesis, que es para no destruir la posibilidad de que se pudiera vencer al enemigo en detalle, por lo que hemos sostenido que era inconveniente llamar su atencin hacia la Rinconada. Esto es evidentemente distinto, al proceder de basar el plan en esta posibilidad. Consideramos que el plan del general en jefe, expona al ejrcito atacante a prdidas muy sensibles, sin ninguna necesidad. El hecho de que ellas no fueran excesivas dependi, ms que del plan de ataque, de los defectos del defensor. No cabe duda de que el mismo resultado tctico, i aun uno mejor, se hubiera podido conseguir a menor precio, como lo probaremos en seguida. Siendo estos los principales defectos del plan en cuestin, lo acreditan por otra parte algunos mritos de consideracin, adems de la sencillez sobre la cual ya hemos llamado la atencin. El plan estaba en la ms completa armona con el carcter de su autor, el General Baquedano, razn por la cual el general en jefe chileno no haba podido ejecutar mejor otro plan. Disponiendo su ataque de la manera que lo hizo el General Baquedano, supo dirigir la batalla de una manera que, como lo dijimos ms adelante, merece amplios elogios. Este plan de ataque, adems, descansaba como todos los otros del mismo general, que hemos tenido ocasin de estudiar anteriormente, en la ilimitada confianza que tena en el valor invencible de su ejrcito. I semejante base es tan amplia como consistente, segn pudo probarse prcticamente en ocasiones como esta a que nos referimos. Los soldados, que haban tomado por asalto las formidables posiciones de Los ngeles i del Morro de Arica, podan ser enviados de frente contra Morro Solar, Santa Teresa i San Juan, con absoluta confianza en el xito. En forma de que la probabilidad del buen xito era perfectamente admisible; i, dgase lo que se quiera, este es el factor capital en una accin de guerra. Todo esto es en lo que se refiere a la idea del plan de Baquedano. En las disposiciones para su ejecucin, encontramos algunos defectos de cierta importancia. Uno de ellos es el envo de la 2 Divisin Sotomayor contra el centro del frente peruano en las alturas de San Juan, i el de la 3 Divisin Lagos contra el ala izquierda (N.) del enemigo en el portezuelo de Otocongo, produciendo as sin necesidad alguna, un cruzamiento en las direcciones de avance de estas unidades. Estando la 2 Divisin Sotomayor acampando en el extremo derecho (N. EN.) de la concentracin del ejrcito chileno en el valle de Lurn, hubiera sido ms sencillo i natural enviar esta Divisin contra el ala izquierda peruana, confiando a la 3 Divisin Lagos el ataque contra el centro en el portezuelo de San Juan. En esta ocasin, como en algunas anteriores, se hace notar cierta falta de rutina en el servicio de Estado Mayor en campaa. Otro de los defectos de las disposiciones para la ejecucin plan de ataque, fue la orden de hacer avanzar, desde el principio del combate, una columna de infantera por la misma playa, en contra del Morro Solar, dificultando as la participacin directa de la poderosa artillera de la escuadra para cooperar al asalto de la posicin peruana. Este error es tanto ms injustificado, por cuanto el Coronel Velsquez, en la reunin del consejo de guerra del 11. I., haba acentuado muy especialmente la importante cooperacin de la escuadra en un combate en la costa.

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Bien puede ser que la disposicin que envi a la 4 Columna Soto por la playa, contra el Morro, emanara del jefe de la 1 Divisin, Capitn Lynch; pero de todos modos tena su origen en lo que a nuestro juicio es un error del plan del alto comando; pues l debi evitar esto, prohibiendo de antemano el ataque del Morro por el lado de tierra, durante la primera faz de la batalla, i confiando esta misin a su escuadra. Es cierto que este defecto en las disposiciones para el combate pudo, perfectamente, ser subsanado por el comando de la escuadra, pero sobre este punto volveremos ms adelante, al estudiar la actividad de los buques de guerra durante la batalla. Resumiendo nuestros juicios sobre el plan del General Baquedano, debemos decir que consideramos sus mritos de mayor importancia prctica que sus defectos; i, por consiguiente, aceptamos este plan, sin considerarlo, por otra parte, como la obra de un gran talento militar. Analizando el plan de Vergara, lo encontramos tan sencillo como hacedero. Corno hemos dicho anteriormente, no se trataba de un extenso movimiento estratgico envolvente, sino simplemente de una maniobra tctica, para caer sobre el flanco, en vez de hacerlo sobre el frente de la posicin peruana. (Llamo la atencin sobre lo dicho anteriormente, respecto a la proteccin que poda dar la escuadra a la parte baja del valle de Lurn, mientras el ejrcito ejecutaba su movimiento envolvente). La marcha de la Brigada Barboza el 9 de Enero prueba que el ejrcito hubiera podido ejecutar este movimiento en 12 horas. La nica duda respecto a esto deba referirse a la artillera arrastrada, a causa de las disposiciones errneas que se haban tomado en la composicin de las fuerzas que haban ejecutado el reconocimiento del mencionado da. Pero, de todos modos, el Coronel Barboza pudo haber expresado una opinin acertada sobre la posibilidad de llevar esta arma por el camino de la Rinconada. Considerando el carcter general de las serranas que separan los valles del Lurn i del Rmac, parece, que las dificultades no haban sido demasiado grandes. Talvez parecer un absurdo si sostenemos que el ejrcito pudo emprender esta maniobra, aun sin llevar consigo su artillera de campaa, i sin embargo esa es nuestra opinin. No fundamos esta apreciacin en el hecho de que la posicin de San Juan i Santa Teresa fue conquistada el 13 de Enero exclusivamente por la infantera i la artillera de montaa, sin el menor apoyo de la artillera arrastrada, la que entr en combate solo en la ltima faz de la batalla, cuando se efectuaron los asaltos contra Chorrillos i Morro Solar. Como volvemos a repetir, no usamos este argumento, porque l no poda haber pesado en la mente del comando chileno al deliberar sobre el plan de combate que le convena adoptar. Solo comprobamos hechos ya experimentados. Acaso la infantera chilena no se haba apoderado del Morro de Arica el 7 de Junio sin la menor ayuda de la artillera? Es preciso, sin embargo, darse cuenta, de que no aconsejamos semejante prescindencia de la artillera, ni aun para aquella poca, sino que sostenemos la posibilidad de proceder sin ella, en ltimo caso. Consideramos tambin este plan, como bastante enrgico, ingenioso i eficaz.

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Cuando admitimos la energa del plan, prescindimos evidentemente de la idea de elegir a Lima como su primer objetivo; porque, en primer lugar, esto era inadmisible (como ya lo hemos demostrado) i en segundo lugar porque creemos que sta no fue jams la idea de Vergara. El objetivo de su plan era, sin duda alguna, el ejrcito peruano, i aquello de tomar a Lima sin disparar un tiro fue nada ms que un volador de luces en la discusin del consejo de guerra del 11 de Enero. Es imposible negar que el plan ataca este objetivo de un modo tan ingenioso como eficaz. El ataque por La Rinconada habra facilitado en alto grado la tarea de las tropas chilenas, una vez que hubiesen llegado al campo de batalla. Un rpido i enrgico despliegue, saliendo del portezuelo de La Rinconada, hubiera cortado la retirada del ala izquierda, peruana hacia la lnea de Miraflores, salvo que la emprendiera sin perder momento, al tener noticia de que los chilenos estaban acercndose a la entrada E. del portezuelo. Sin embargo, esto nos parece poco probable, porque supone que desde el primer momento, el destacamento peruano en La Rinconada se hubiera dado cuenta cabal de la situacin, avisando que era el ejrcito chileno, i no un destacamento ms o menos grande, el que llegaba por aquel lado, lo que es muy difcil de admitir. Desde el momento en que el ejrcito chileno estuviera saliendo del desfiladero, la retirada del ala izquierda peruana se habra visto en grandes apuros. Tambin el centro de la posicin en San Juan hubiera debido evacuar sus trincheras sin combate, so pena de verlas tomadas por la espalda. Sin entrar en explicaciones sobre la forma en que se debi proteger el flanco contra las lneas peruanas de Miraflores, solo diremos que el avance chileno deba tomar de la boca O. del portezuelo de la Rinconada rectamente al Sur, corriendo rpidamente por las pampas al pi O. de las posiciones enemigas, para acabar as en 1 lugar con el Ejrcito peruano de Lnea, impidiendo en lo posible su retirada a la lnea de Miraflores. Para hacer un dao serio a semejante avance, los defensores de la lnea de Miraflores tendran que salir de ellas i atacar en el llano, pues esta lnea distaba 6,000 mts. de las posiciones peruanas de primera lnea. Pero aun suponiendo que el Ejrcito de Reserva fuera lanzado sin prdida de tiempo fuera de sus posiciones fortificadas, para ayudar a sus compaeros del Ejrcito de Lnea aquellas fuerzas necesitaran ms de una hora para llegar a distancia de fusil del avance chileno en La Poblada. Qu hubiera hecho el ala derecha peruana en Santa Teresa i Morro Solar, en semejante situacin? El Morro podra sin duda, haber servido para una lucha defensiva con frente al E. que al haber sido sostenida por una parte considerable del Ejrcito de Lnea, habra constituido un centro de resistencia bastante fuerte i muy difcil de vencer; pero esta lucha habra sido un acto desesperado, pues los defensores quedaban con el mar inmediatamente a sus espaldas i desde all seran atacados por la artillera de la escuadra, mientras el grueso del ejrcito atacaba su frente. En ocasin anterior hemos expresado nuestra admiracin por la energa del alto comando peruano (Bolognesi) que resolvi defenderse hasta el ltimo momento en el Morro de Arica, desde donde no tena posibilidad alguna de retirarse; pero estas dos situaciones son muy distintas. A corta distancia del Morro Solar, se encontraba la fuerte lnea de Miraflores donde, en las circunstancias imaginadas en nuestro estudio, estara reunindose el grueso de

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las fuerzas peruanas, resuelto a aceptar el reto chileno para la batalla decisiva, o en donde talvez ya estara combatiendo. En Arica no exista la posibilidad de continuar la lucha en otra posicin i en mejores condiciones numricas. El ejrcito de Campero ya no exista. La guarnicin del Morro de Arica deba elegir entre una vergonzosa retirada sin combate por el valle de Azapa, hacia Bolivia, o la lucha heroica en que no haba ms alternativas que la victoria o la muerte. Volveremos, pues, a expresar nuestra admiracin por la actitud de Bolognesi. Consideramos que los ocupantes del Morro Solar hubiesen debido proceder de otro modo. O bien se retiraban a tiempo a la lnea de Miraflores, o bien bajaran al plan para tomar parte en la lucha, para el caso de que ella se hubiese entablado en La Poblada, que es el llano que corre entre las dos posiciones peruanas. El plan de Vergara deba aspirar precisamente a crear una situacin tctica semejante a sta, i que muy bien pudo haberse producido, si se le ejecuta en buena forma. Nada poda ser ms ventajoso para el ejrcito chileno, que la batalla en la llanura. Qu campo de batalla ms propicio para las bayonetas de sus infantes i para los caballos i sables de sus jinetes! Aun en el caso muy probable de que la situacin tctica no se hubiese presentado tan en conformidad con los deseos del comando chileno, de todos modos, habra conseguido as una sola decisin i la batalla de Miraflores no se habra llegado a efectuar. Volveremos a llamar la atencin sobre las facilidades que este plan ofreca a la Escuadra para tomar una parte muy activa i eficaz en la batalla. Las ideas expuestas son las que motivan nuestra opinin favorable sobre la energa, ingeniosidad i eficacia de este plan. Tena grandes probabilidades de conseguir buen xito, i pudo haber sido excelente, si la ejecucin tambin hubiera sido buena, pues sin este requisito el plan ms ingenioso del mundo fracasa o solo da resultados mediocres (Ejemplo: los admirables planes de Napolen, al iniciar la campaa en Blgica en 1815). La salida sorpresiva del ejrcito chileno por el portezuelo de la Rinconada hubiera sido una de las condiciones principales para el xito brillante de este plan. Es por eso, que no somos partidarios de la forma en que se ejecut el reconocimiento del 9. I. Hecho del modo que hemos insinuado, hubiera debido todava satisfacer otra condicin esencial para el buen xito del plan en cuestin; a saber: ilustrar al Alto Comando sobre el modo de ejecutar rpida i convenientemente su despliegue al salir del desfiladero i sobre la direccin general que deba darse al ataque en La Poblada. (Nosotros sostenemos que deba ser hacia el Sur). Poda pensarse en ir derecho sobre el ala izquierda i el flanco de la lnea de Miraflores, con la intencin de tomar esta posicin fortificada i combatir en ella contra el Ejrcito peruano de Lnea, al regresar ste de su posicin de San Juan. A primera vista, esta idea tiene algo de seductora, pues as se obligara a dicho ejrcito peruano a atacar, con frente invertido, i sin lnea de retirada, las fortificaciones que l mismo haba construido para defenderse; pero analizndola ms detenidamente, se desvanece este aspecto halageo del problema. Suponiendo que el ejrcito chileno lograra tomar la lnea de Miraflores antes que el Ejrcito peruano de Lnea entrara en ella, tendra que combatir en ella, dejando a Lima inmediatamente a sus espaldas. Adems del espritu hostil de la capital peruana, que forzosamente se hara sentir, exista la posibilidad de que existiesen all algunas tropas,

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llegadas en cualquier momento desde el Callao. El ejrcito chileno, deba pues, forzosamente, hacer frente al N. al mismo tiempo que luchara con frente al S. en la lnea de Miraflores. Adems tendra este ejrcito que abandonar su tctica ofensiva, para combatir defensivamente. Pero dada la poca distancia que haba entre las dos posiciones peruanas, lo ms probable era que el ejrcito chileno no alcanzara a apoderarse enteramente de la lnea de Miraflores, antes que el Ejrcito peruano de Lnea se hiciese sentir en la inmediata vecindad de aquella posicin, obligando as al ejrcito chileno a luchar en varios frentes. Semejante situacin no se deba arriesgar voluntariamente, es decir por propia culpa. De la exposicin que precede, se entiende que consideramos el plan de Vergara superior al de Baquedano, i muy superior a la argumentacin con que lo defendi su autor en el Consejo de Guerra del 11. I. Pero esto era muy natural, pues Vergara tena sin duda un notable talento militar natural, que le hacia concebir ideas tcticas i estratgicas que ms de una vez fueron correctas en grado sorprendente. Por otra parte, su falta de slidos conocimientos militares, i su carcter impulsivo no le permitan explicarse plenamente, ni aun a s mismo, los motivos i el alcance de esas ideas, o bien dominarlas en absoluto, tanto en lo que se refiere a sus limites convenientes i a los medios prcticos de ejecucin, como a los verdaderos objetivos que perseguan. Se ocurre naturalmente la pregunta, de si talvez no haba convenido adoptar un plan que fuera una combinacin entre el del general i el del ministro. Por ejemplo: ejecutar la ofensiva principal por el portezuelo de La Rinconada, mientras se atacaba el frente de la posicin con fines demostrativos. I en realidad, esta idea no haba sido del todo ajena a las meditaciones del alto comando, pues el 9. I. el jefe de E. M. General Maturana haba presentado al General Baquedano un proyecto, en el que propona atacar con dos Divisiones i con la Reserva General por la Rinconada, mientras que una Divisin lo hara de frente, contra los portezuelos de San Juan i de Otocongo. Dos regimientos de caballera deban hacer una demostracin contra Santa Teresa i Morro Solar, para hacer creer al enemigo que el ataque principal se llevara por el camino de la costa. Prescindiendo de los detalles del plan de Maturana, no consideramos aceptable su idea fundamental. Este plan deba resultar en dos combates simultneos, pero enteramente aislados; pues entre los portezuelos de San Juan i Rinconada hay una distancia de 10 kilmetros, i los dos ataques chilenos quedaran separados por las alturas que se encuentran entre La Tablada i la Pampa Grande. Aun suponiendo que el comando chileno hubiera sabido que tena una pequea superioridad numrica sobre el adversario (lo que en realidad no saba) no deba destruirla por su propia voluntad i sin necesidad alguna. A pesar de no temerse una ofensiva peruana hacia el S., sin abrigar dudas, tampoco sobre el resultado final de la batalla, aun con semejante plan, consideramos innecesario, i por lo tanto inconveniente, la proyectada divisin de las fuerzas chilenas; a nuestro juicio, el ataque chileno deba tratar de dar su golpe, con una fuerza i una violencia irresistibles, como lo explicaremos en seguida. A pesar de considerar el plan de Baquedano aceptable, i el de Vergara superior, opinamos que ninguno de ellos aprovechaba debidamente las ventajas de la situacin tctica

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que se haba producido a causa de los errores peruanos; advirtiendo que tomamos en cuenta solo aquellos que el comando chileno no poda ignorar. Un plan, que hubiera sabido aprovechar esta ventaja, habra sido sencillamente, aquel que hubiese lanzado todo el ejrcito chileno contra un punto del frente peruano, a fin de cortarlo en dos. Esto era aprovechar el error del defensor, de extenderse en 16 kilmetros con fuerzas insuficientes. Precisamente la gran extensin de la posicin enemiga deba influir para que el ejrcito chileno resistiese la tentacin de buscar un flanco muy alejado para su ataque. Cul habra sido el punto sobre el frente, en donde la ofensiva deba haber buscado la decisin? La destruccin del Morro deba quedar a cargo de la escuadra; el ataque contra el portezuelo de Otocongo prolongara en varios kilmetros el camino de avance, sin necesidad ni provecho alguno. La eleccin se reduce pues a los portezuelos de Santa Teresa i San Juan; pues la idea fundamental de nuestro plan (la estrecha concentracin de las fuerzas del ataque) no aconseja la ofensiva simultnea contra ambos puntos. Una de las condiciones esenciales de la ejecucin era, sin duda, la mayor rapidez posible; el ataque chileno deba caer con la violencia i con la sorpresa del rayo. Por esta razn, consideramos que la direccin de la ofensiva deba haber sido contra los dos portezuelos de Santa Teresa; pues hacia ellos conduca la va ms corta, ms directa i ms fcil, a partir desde los campamentos en el valle de Lurn. Cules habran sido, entonces, las disposiciones para el ataque. La 1 Divisin Lynch, por Villa, contra el portezuelo O. La 3 Divisin Lagos, contra el portezuelo E. La 2 Divisin Sotomayor, en 2 lnea, como Reserva General, al principio tras el ala derecha de la 1 lnea de combate. La artillera arrastrada, reunida, contra el portezuelo E., abriendo sus fuegos desde la falda baja del cerro a 2,500 metros derecho al E. del portezuelo. La artillera de montaa, reunida, contra el portezuelo O. con una primera posicin en el plan, al S. del objetivo a 1,500 metros. La caballera, en la parte N. de La Tablada, observando de cerca los portezuelos de San Juan i Otocongo, i protegiendo a la artillera de campaa contra todo peligro que la amenazara desde aquel lado. La escuadra demolera las obras en el Morro Solar. El despliegue tctico se hara antes de aclarar, i el ataque se iniciara al apuntar el da. Considerando que en esta forma, se lanzaran unos 24,000 soldados chilenos, i los fuegos de 88 piezas de artillera contra el ala izquierda del I. C. de Ejrcito Iglesias i contra el ala derecha del IV. C. de Ejrcito Cceres, que no contaban en esa posicin sino con 5 a 6,000 hombres i unas 40 piezas de artillera, (El total del 1 C. de Ejrcito Iglesias eran 6,000 hombres i el del 4 C. de Ejrcito Cceres, unos 5,500 hombres.) hay que suponer que el frente peruano hubiera sido cortado despus de una corta lucha, i esto, aun en el caso de que el II. C. de Ejrcito Surez, hubiera alcanzado a enviar parte de sus fuerzas en su auxilio. Una vez cortado el frente peruano en Santa Teresa, la continuacin de la batalla sera dirigida segn las circunstancias del momento, siendo lo principal el no dar tregua al enemigo, ni un instante. Pudo suceder que el ataque hubiera tenido que dirigirse contra la

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espalda de la posicin de San Juan o contra el frente del Morro Solar, o talvez poda continuar derecho contra la lnea de Miraflores. Como acabamos de decir, esto no poda decidirse con anticipacin, sino que habra sido materia de una resolucin del comando en el mismo campo de batalla, al contemplar la situacin que se produjera, desde las alturas conquistadas de Santa Teresa. Otra cosa es, la de que el comando deba haber meditado con anticipacin, al estudiar su plan, sobre todas estas alternativas; de manera que ninguna de ellas, al producirse, le hubieran cogido de sorpresa. Cualquiera que hubiera llegado a ser la direccin del ataque posterior al rompimiento del frente peruano, la agrupacin de sus fuerzas habra dependido de la distribucin momentnea de ellas en el frente de batalla; lo preciso sera no abandonar la iniciativa tctica. En tales circunstancias, i presentndose la necesidad de asaltar tambin la lnea de Miraflores, el comando chileno debi haberlo hecho inmediatamente, si hubiera sido posible. Habindose hecho dueo de la posicin al S. de La Poblada, lo lgico habra sido reunir i agrupar las fuerzas nuevamente. Talvez habra habido necesidad de dar a las tropas una hora de descanso, antes de emprender nuevamente el ataque; pero an as, el ejrcito habra completado su victoria ese mismo da. Si se hubiera podido atacar a la lnea de Miraflores, pisando los talones de los derrotados en la posicin adelantada, lo que naturalmente habra sido un desideratum, la victoria chilena se habra ganado a eso de medio da; pues no cabe duda de que habra conquistado la primera posicin enemiga, en las primeras horas de la maana, (diremos, entre las 6 i 7 A. M.). Pudiendo elegir libremente su proceder, consideramos que el comando chileno hubiera hecho bien, repitiendo su programa para el primer ataque, o sea concentrando sus fuerzas contra un solo punto del centro de la lnea de Miraflores dejando a cargo de la escuadra la destruccin de las defensas en la playa, haciendo que la artillera acompaase a su infantera en el plan, i encargando a la caballera la vigilancia de la parte N. del campo de batalla. Pero pudo muy bien haber sucedido que el ataque contra la segunda posicin peruana hubiera tomado la forma de una persecucin tan violenta al ejrcito enemigo que se retiraba de su primera posicin, que el alto comando chileno hubiera tenido poca intervencin. Una persecucin as habra tenido naturalmente por objeto destruir en el plan al Ejrcito peruano de Lnea, antes que ste alcanzase la proteccin de la lnea de Miraflores. En tales circunstancias, la principal tarea del alto comando vencedor habra sido reunir una reserva poderosa (probablemente toda la 2 Divisin que no tuvo gran empleo en la primera parte de la batalla), aparte de dirigir personalmente la accin de las armas especiales. Consideramos este plan sencillo, enrgico, eficaz i con las mayores probabilidades de un buen xito pronto i completo; su idea fundamental consiste en contrariar los deseos del defensor, que deseaba ver su posicin atacada con fuerzas distribuidas de una manera uniforme contra toda la extensin de su frente. Tiene adems la ventaja prctica de evitar la marcha por La Rinconada. En esta forma se habra economizado tiempo en la ejecucin del ataque, i se habra evitado un desgaste considerable de las fuerzas fsicas de la tropa, antes de entrar al combate, ya que todas estas fuerzas es menester ahorrarlas para el momento de la lucha.

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Otra ventaja de nuestro plan es que guarda completa armona con el Orden de Batalla del ejrcito, haciendo innecesario hacer en l ninguna modificacin. Todos los comandos i unidades grandes quedan intactos i funcionan en el combate en condiciones normales. Para evitar apreciaciones errneas conviene talvez acentuar el hecho de que nuestro plan guarda analoga con el del General Baquedano solo en la direccin general de frente, pero en nada ms. La caracterstica de nuestro plan, en abierta contradiccin con el del general, es la completa concentracin de todas las fuerzas del ataque contra un solo punto (Una lnea de 1,500 a 2,000 ms.) del extenso frente peruano que meda 16 kms. El golpe del ataque que proponemos deba tener el efecto de una mina, destrozando en un instante el frente atacado i reduciendo a cero el valor defensivo de todo el resto de la posicin de San Juan. (Para abreviar denominamos as a toda la posicin entre Morro Solar i C Monterico.) Inmediatamente despus se producira la decisin de la batalla, ya sea en el plan o bien en la posicin de Miraflores. Estos son efectos muy distintos de los que pudieran considerarse como probables consecuencias del plan de Baquedano, i grandes como los probables resultados del plan de Vergara, pero conseguidos de un modo ms rpido i econmico. Una victoria destructora, ganada en esta forma, habra costado menos sangre chilena que la que se derram, al ganarla segn el plan de Baquedano. Del avance del ejrcito chileno desde el valle de Lurn hasta el campo de batalla, hay poco que decir. Estaba en armona con el plan de combate adoptado, i los defectos de aquel no son sino consecuencias de las faltas de ste. El avance se efectu durante la noche entre el 12 i el 13 I., a fin de ejecutar el ataque sorpresivamente, al apuntar el 13. El hecho de que la sorpresa no se realizara, no dependi de las disposiciones de Lynch, por consiguiente, el hecho no disminuye el mrito de ellas. Merece tambin aplausos la previsin del comando, al proporcionar puentes provisorios a la 2 Divisin Sotomayor. Algunos puentes ms de esta clase, en la vecindad del nico puente existente, hubieran facilitado mucho el paso del ejrcito por el ro Lurn. Extraa por otra parte que un alto comando, que daba tanta importancia al mantenimiento de fciles comunicaciones a su retaguardia, con el valle de Lurn, i que haba llegado hasta combatir el movimiento envolvente por La Rinconada con este argumento, en la prctica no se preocupara mucho de este asunto. Esto se explica talvez por el hecho de que el comando no dudaba ni por un momento de que vencera, al encontrar a su adversario. Repetimos, sin embargo, que aun dejando subsistente este argumento, habra convenido facilitar el paso del ro construyendo uno u otro puente provisorio, al lado del permanente; pero como en fin no hubo atraso a causa de esto, no insistimos sobre esta observacin, que ms bien tiene el carcter de una advertencia, para prevenir en el futuro casos parecidos. En previsin de un combate arduo i prolongado, el comando haba provisto a las tropas de dos raciones de fierro, que iban en los morrales de los soldados. Esta medida no solo aumentaba la libertad de accin del comando, sino que salvaba tambin a las tropas del inconveniente de tener que sufrir hambre despus de haber vencido. Del cruzamiento de la 2 con la 3 Divisin ya hemos hablado; dependi exclusivamente de las disposiciones poco atinadas del alto comando.

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A pesar de que los jefes de Divisin hubieran podido, sin duda, hacer ms para mantener el contacto entre las Divisiones durante la marcha, el plan de combate del comando haca muy difcil la tarea de ejecutar un ataque que fuera al mismo tiempo sorpresivo i simultneo. Sobre un frente de combate de 16 kms. era natural pensar que se perdera alguna de las dos cualidades. La alternativa era pues: la sorpresa o la simultaneidad. En realidad se perdieron ambas, pero sin causar otro inconveniente prctico que el de causar algunos momentos de inquietud al alto comando. LOS PREPARATIVOS PERUANOS La preparacin de la inmediata defensa de Lima haba preocupado al comando peruano desde la prdida de la campaa de Tarapac i Arica, a principios de Junio de 1880. En aquella poca se esperaba la ofensiva chilena sobre el centro del Per, como el desarrollo natural e inmediato de las operaciones, pero como pasaran muchos meses sin que esa ofensiva se produjera, el comando peruano se haba hecho la ilusin de que el gobierno chileno no se atrevera a enviar su ejrcito al corazn del Per. En vista de esta idea, se haban paralizado los trabajos para fortificar la capital peruana. Solo al tener noticias del desembarco chileno en Pisco, el 19. XI., se reanudaron esos trabajos en las posiciones de Morro Solar, Santa Teresa, San Juan i portezuelos de Otocongo i La Rinconada. Se construy tambin un frente fortificado, enteramente artificial, en el plan, desde la orilla del mar, al S. de Miraflores, hasta el camino del portezuelo de Otocongo, al O. del cerro de Monterico Chico. Como se ve, el comando peruano haba tenido tiempo sobrado para estudiar la defensa inmediata de Lima i para formar un plan conveniente, i esto aun haciendo caso omiso de la alta conveniencia de haber hecho esto, ya en tiempo de paz. Al emprender ahora (Noviembre de 1880) este trabajo, el alto comando deba indudablemente descartar de una vez toda idea de una ofensiva que lo alejara a alguna distancia considerable de Lima. El carcter i la calidad de sus ejrcitos, tanto el de Lnea como el de Reserva, excluan toda idea de semejante proceder. Hasta la ofensiva tctica, en el campo de batalla expondra a pruebas demasiado duras la firmeza de estas tropas recin improvisadas. Ellas necesitaban, sin duda, el apoyo de una fuerte posicin defensiva, por lo menos para la primera parte de la lucha. Solo as se lograra paralizar el empuje ofensivo del adversario, i solo as podra pensar ms tarde el comando en pasar a una ofensiva en el campo de batalla. La primera cuestin era entonces, la eleccin de esa posicin defensiva. Todava no poda el comando peruano resolver con absoluta seguridad la alternativa, de si el ataque chileno partira desde alguna caleta al Sur o al Norte de Lima; pues el desembarco en Pisco dificilmente podra servir de punto de partida, para una ofensiva por tierra contra Lima. Esta cuestin ya la hemos estudiado. El comando peruano pudo formarse una opinin ms o menos clara sobre esta materia, solo un mes ms tarde, cuando se supo el desembarque chileno en Chilca el 22. XII. Pero de todos modos, haba que elegir una posicin al S. de la capital, sin perjuicio, de hacer igual cosa al N.

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(De la posicin al N. de Lima, no nos ocuparemos por ahora, por no ser la ocasin de hacerlo). La naturaleza ofreca una ventajosa posicin defensiva con frente al S. i al E. en la lnea Morro Solar, Santa Teresa, San Juan, portezuelo de Otocongo. La extensin frontal de esta posicin, sin tomar en cuenta el portezuelo de La Rinconada, (sobre cuya defensa hablaremos separadamente) media 16 kms. Para defender esta posicin, dispona el comando peruano de un total de 32,000 hombres con 120 piezas de artillera (20,000 soldados de lnea i 12,000 de la reserva sedentaria movilizada). La posicin era, evidentemente, demasiado grande. La defensa de semejante frente contara solo con dos soldados por metro, lo que habra sido insuficiente aun con mejores tropas, i a pesar de la ayuda de la artillera i de las obras de fortificacin. Habra podido el comando defender con buen xito esta posicin concentrando sus fuerzas solo en una parte de ella, por ejemplo, entre los portezuelos de Santa Teresa i San Juan? ............... Imposible! El ataque chileno habra envuelto cualquiera de los flancos de esta posicin, desde puntos tan dominantes como el de Morro Solar, desde donde podra haber cado sobre las espaldas de los defensores. Es cierto que un alto comando lleno de energa e iniciativa hubiera tratado de contrarrestar su inferioridad numrica, de la manera indicada, concentrando su defensa; pero solo en el caso de estar resuelto a tomar la ofensiva tctica, tan pronto viera sus flancos amenazados, i para esto habra necesitado tropas de primera clase. El ejrcito peruano, de aquella poca, no era capaz de practicar semejante tctica; ni su comando, era capaz de concebirla. Siendo imposible aprovechar la posicin mencionada, para una defensa que no contara, en aquella ocasin, con fuerzas ni mayores ni mejores que las tropas peruanas de aquella poca, haba, pues, que pensar en buscar otra posicin defensiva. La naturaleza no ofreca otra por el lado S. de Lima (siendo naturalmente difcil, por las razones que ya conocemos, radicar con mucha anticipacin, la defensa en el valle de Lurn); por consiguiente, haba que construir una lnea artificial en el plan al S. de Lima. La Poblada ofreca excelente campo de tiro. Estas razones hablan muy en favor de la construccin de la lnea de Miraflores. Extendindose desde la orilla del mar, a 2 kms. al S. de la ciudad, i cruzando el plan en direccin al N. E. hasta encontrar a El Surco, rectamente al O. de Monterico Chico, esta posicin estaba a 8 o 9 kms. de Lima, prestando facilidades para la alimentacin del ejrcito por la cercana de la capital, i lo suficientemente distante de ella para no temer los efectos de un bombardeo. El frente de la lnea fortificada era de 6 kms. Contando con 32,000 hombres i 120 caones, este frente no slo era aceptable, sino, que la posicin podra haber sido muy fuerte, si las obras de fortificacin que en ella se construyesen hubiesen sido eficientes i bien combinadas. Sobre esta cuestin volveremos ms adelante. De la exposicin anterior se desprende, que el error del comando peruano fue muy grande, al ocupar simultneamente las dos posiciones mencionadas, dejando el Ejrcito de Reserva en la de Miraflores, mientras que el de Lnea luchara en la de San Juan.

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En cualquier parte i en cualquier forma que ese comando hubiera querido librar la batalla decisiva, deba haber reunido todas sus fuerzas para aquella accin. En esa concentracin no deba faltar ni un can ni un soldado. Repartiendo sus fuerzas en las dos posiciones, resultara dbil, muy dbil en ambas. Era evidentemente una idea fatal, la de luchar primero en la posicin de San Juan, para librar despus en la de Miraflores la batalla decisiva i final. Semejante plan descansaba en un desconocimiento completo de los factores morales de la guerra, i muy especialmente de los efectos de una gran derrota, sufrida por el grueso del ejrcito compuesto de las mejores tropas, inmediatamente antes de la accin final. Ni los restos del Ejrcito de Lnea, ni el intacto Ejrcito de Reserva, ni ambos juntos, podran en estas condiciones resistir el ataque chileno contra el ltimo baluarte de la defensa. La necesidad imperiosa de ocupar nicamente la posicin de Miraflores con todas las fuerzas disponibles nos excusa de analizar ms detenidamente el valer de esta lnea como posicin de refugio i ciudadela, respecto a la posicin adelantada. Sobre esto solo diremos, entre parntesis, que partiendo del plan de ocupar simultneamente las dos posiciones se ocurre la pregunta siguiente: La lnea de Miraflores fue construida a una distancia conveniente de la posicin de San Juan? Respecto a la configuracin del terreno era una cuestin abierta. El plan La Poblada ofreca iguales facilidades en todas partes. A primera vista parece que hubiera convenido ubicar la lnea de Miraflores ms cerca de la de San Juan para poder proteger la retirada hacia la primera, apenas evacuaran las tropas peruanas sus posiciones avanzadas, pero pensando en las condiciones de ejecucin de esta actividad defensiva, se ve que ella sera muy difcil i de resultados dudosos, si el ataque chileno persegua de cerca a las tropas en retirada, lo que era natural i probable. Por otra parte, colocada a 6,000 mts. a retaguardia, la lnea de Miraflores no poda ser alcanzada por los fuegos chilenos, ni aun por los de la artillera de campaa desde las alturas tomadas en la posicin de San Juan, sino que el ataque tena que continuarse avanzando por el plan, i sin la ayuda de la posicin conquistada. En vista de estas razones, no tenemos nada que observar a la ubicacin de la lnea de Miraflores. Si la resolucin de defender a Lima solamente en la posicin de Miraflores hubiera sido tomada a su debido tiempo, este hecho hubiera permitido la construccin de obras de fortificacin de mucho mayor fuerza que las que sucumbieron el 15. I. Sus materiales, sus perfiles i sus trazados hubieran debido ser muy distintos; dos lneas de obras cerradas, a intervalos estrechos i cortas distancias unas de otras, i flanquendose mutuamente; con perfiles gruesos i de materiales resistentes; con minas i alambradas en el terreno de ataque. As hubieran podido ser las fortificaciones de Miraflores, si se hubiera preparado esta defensa en la debida forma. Con el plazo de ao i medio que la direccin chilena de la guerra haba acordado al Per para preparar la defensa de su capital, la lnea de Miraflores habra podido constar de fortificaciones semi permanentes. Pero aun suponiendo que su construccin hubiera principiado solo con el advenimiento de Pirola al poder ejecutivo, habran podido de todos modos ser mucho ms fuertes de lo que eran. El argumento de Bulnes en contra del ataque chileno por La Rinconada constata que los peruanos tenan preparadas las inundaciones del plan, entre este portezuelo i las

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posiciones inmediatamente al E. de Lima. Si as hubiera sido, la defensa deba deplorar el no haber hecho uso de este medio de proteccin. Si esas inundaciones hubieran sido no solo preparadas, sino ejecutadas, habran contribuido muy eficazmente a la proteccin del flanco izquierdo (N) de ambas lneas fortificadas al S. de Lima. (Observamos que debe tratarse solo de la llanura entre La Rinconada, Tebes i Ate, pues no poda pensarse en inundar todo el valle del Rmac La Poblada. No haba agua para una empresa tan grande). Para que esta medida, hubiera dado los resultados apetecidos, habra sido necesario inundar esos terrenos durante varios das a fin de hacerlos intraficables para las tropas. Si la medida no hubiese sido tomada sino a ltima hora podra haber retardado un poco el avance en esta parte del campo de batalla, pero nada ms, porque como el caudal de agua era escaso en el Rmac, i ms escaso aun en el Surco (dada la gran cantidad de terreno que se deba inundar) i sobre todo, como la subida del agua sera muy lenta, pues se trataba de hacer subir el nivel de las aguas del Rmac, las inundaciones necesitaban tiempo para surtir el efecto deseado. Bien ejecutadas, hubiesen sido de importancia, sobre todo porque le permitiran una ventajosa economa de fuerzas al defensor, ya que en ese caso habra bastado con vigilar el paso de La Rinconada. La colocacin de minas, a retaguardia de la posicin adelantada (en toda la extensin, tras de las posiciones de San Juan i portezuelo de Otocongo), indica la idea anticipada de retirarse de estas posiciones, sin haber buscado en ellas la decisin final de la batalla. Semejante plan peca por su base moral, como, ya lo hemos observado. La posicin de San Juan no estaba solamente ocupada por los puestos avanzados del defensor o por destacamentos de poca monta, sino por todo el Ejrcito de Lnea. Al cometer este gravsimo error tctico, el comando, peruano se haba dejado seducir por las tentaciones que le presentaba la topografa de esos terrenos. I jams debe procederse as. El comando debe aprovechar las facilidades, que le ofrece el terreno, pero sin dejarse dominar por ellas. Hay muchos otros factores que deben influir en sus resoluciones, como por ejemplo las fuerzas disponibles, etc. Al proceder como lo hizo, ese comando no tena la excusa de que la falta de ocupacin de la posicin de San Juan hubiera hecho imposible la defensa de la lnea de Miraflores, porque no era as. El Morro Solar, dista por lo menos 4,000 metros del extremo derecho de esa lnea, mientras que las alturas de Santa 'Teresa i San Juan se encuentran a ms de 6,000 metros del centro i ala izquierda de ella. La ltima de estas distancias sobrepasaba enteramente al alcance de los caones chilenos. Los peruanos deban saberlo, acordndose de la batalla de Arica (7. VI. 80). La distancia entre el Morro Solar i la lnea de Miraflores sealaba el mximo del alcance de aquella artillera; i todos los combates anteriores haban demostrado que a esta distancia, los fuegos chilenos surtan efectos muy mediocres. Es evidente que no sera la artillera del ejrcito chileno la que constituira el peligro mayor para el ala derecha peruana en la lnea de Miraflores, sino que la amenaza ms peligrosa llegara del mar, de la poderosa artillera de la escuadra; pero este peligro era inevitable i amenazaba en igual grado a ambas posiciones peruanas, ya que el Per no tena escuadra para contrarrestarlo.

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Partiendo de la resolucin del Alto Comando, de defender la posicin desde el Morro Solar, por San Juan, hasta Monterico Chico i Vsquez, es difcil imaginar otra reparticin de las grandes unidades sobre este frente, que tres de los Cuerpos de Ejrcito en 1 lnea, i uno detrs del centro, como reserva general. Pero los detalles de esta reparticin que estudiaremos junto con la ejecucin del combate, explicarn perfectamente la excesiva extensin de la posicin. Respecto al portezuelo de La Rinconada, habra sido conveniente concretarse a la simple vigilancia de l, para economizar fuerzas. Al Ejrcito de Reserva, le deba incumbir la ocupacin i defensa de la posicin Vsquez. En resumen: los preparativos peruanos para la batalla del 13-I. eran absolutamente malos; i difcilmente poda suceder de otra manera, pues descansaban en una apreciacin completamente errnea de la situacin tctica. Era pues, muy difcil que los defensores de Lima ganasen la batalla decisiva. Esto slo podra haber sucedido en el caso de que el adversario hubiera cometido algn error tctico o muy grave, o bien mediante un esfuerzo supremo del defensor en la batalla misma, un esfuerzo que hubiera sido muy superior a todo el empuje de que los anteriores ejrcitos peruanos haban demostrado ser capaces en las otras campaas de esta guerra. Ni el nuevo Alto Comando, ni las nuevas tropas, ofrecan promesas de poder realizar semejante hazaa. Siendo esto as, la batalla puede ser considerada como perdida, antes de iniciarse, a causa de los graves errores, que caracterizan sus preparativos. ________________ LA BATALLA El combate entre la 1 Divisin Lynch contra el 1 Cuerpo de Ejrcito Iglesias i el ala derecha del 4 Cuerpo de Ejrcito Cceres. La 1 Divisin chilena deba atacar el ala derecha de la posicin peruana, en la extensin comprendida entre el Morro Solar i los portezuelos de Santa Teresa. En esta forma deba, pues, combatir contra el 1 Cuerpo de Ejrcito i contra el ala derecha del 4 Cuerpo de Ejrcito, que defendan este sector del frente peruano. La 1 Divisin Lynch ejecut su avance desde la ribera N. del ro Lurn, fraccionada en cuatro columnas que marcharon a la misma altura contra la posicin enemiga. En la misma forma se ejecut su despliegue para el ataque. La 4 columna del ala izquierda se dirigi contra la punta S. del Morro Solar; la 3 columna inici su ataque con el asalto a la posicin avanzada de Villa, para continuar en seguida acompaando a la 2 columna contra el portezuelo O. de Santa Teresa. La 1 columna, el ala derecha, deba asaltar el portezuelo E. del mismo nombre. Esta disposicin de las fuerzas del ataque adolece evidentemente del defecto de no dejar reserva alguna en mano del jefe de la Divisin. Ni el Regimiento Infantera Artillera de Marina, que en un principio sirvi de convoy para la artillera i parque de la Divisin, lleg a funcionar como tal; pues ya en la primera faz de la lucha, entr en la primera lnea de combate, ayudando al asalto del portezuelo O. de Santa Teresa. Por causa de esto, una vez que las columnas entraron en combate, la influencia del Jefe de la Divisin sobre ellas se

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limit a la intervencin personal de Lynch, que era sin duda muy alentadora para los soldados que tena en su proximidad, pero que, en realidad, no corresponda al papel que debi desempear, por lo menos en esta faz del combate, un jefe que tena tan alto comando. Conforme con lo que hemos explicado al analizar el plan de combate, consideramos poco conveniente la disposicin que envi 3 Batallones (la 4 col.) contra la punta S. del Morro Solar; pues las obras de este extremo caeran junto con ceder el centro de la posicin, en el portezuelo O. de Santa Teresa, i las del resto del Morro deban ser dadas como objetivo de combate a la escuadra, o bien dejadas para ms tarde. Procediendo de esta manera, la 4 columna hubiera podido ser empleada como reserva. Semejante disposicin habra producido un xito ms rpido en esta parte del campo de batalla. I lo estimamos as, a pesar de que las fuerzas de Lynch no pueden considerarse como numricamente superiores; pues si bien es cierto que Lynch dispona de unos 10,000 soldados, incluso el Regimiento de Artillera de Marina, contra los 6,000 soldados que luchaban a las rdenes de Iglesias (o ms bien 8,000, contando la parte del C. de Ej. Cceres, que combata sobre este frente, desde el cerro E. del portezuelo O. de Santa Teresa), las fuerzas de la Artillera de la defensa eran en cambio considerablemente superiores; pues haba como 20 caones gruesos, contra 12 caones chilenos de montaa i 3 ametralladoras. En vista de que el portezuelo E. de Santa Teresa constitua la parte ms fuerte de la posicin que Lynch deba atacar, hubiera convenido disponer la reserva de la 1 Divisin detrs del ala derecha del frente de combate. Las disposiciones para el ataque de la 1 Divisin adolecan, en cierto grado, del mismo defecto del plan de combate chileno, en el sentido de que se extenda sobre un frente excesivamente ancho, sin necesidad alguna (el frente de combate de la Divisin Lynch meda entre 5 i 6,000 metros), en lugar de concentrarse sobre un punto del extendido frente enemigo. A nuestro juicio, habra convenido dirigir el ataque contra el portezuelo E., pues en esta direccin la 1 Divisin habra tenido la ventaja de sustraerse a los fuegos que se le hicieran desde las bateras del Morro Solar. De hecho, la posicin del Morro habra quedado inactiva durante toda esta faz del combate i, si desde el primer momento no hubiera sido arruinada por los fuegos de la escuadra, le tocara el turno ms tarde. Tomando el portezuelo E., el de O. cae solo. Si bien es cierto que la intentada sorpresa qued frustrada, esto no dependi del comando de la 1 Divisin. A pesar de este defecto, estamos prontos, como acabamos de decir, para reconocer la brillante ejecucin de toda la lucha de la 1 Divisin. La infantera corri al asalto, sin contestar los nutridos fuegos peruanos, sino dentro de las cortas distancias de 300 a 400 metros, i la artillera de montaa le acompa de cerca, combatiendo a 1,000 metros de la posicin enemiga, a pesar de la artillera superior que tena a su frente. A estas cortas distancias, cuando ya no pudo ganar ms terreno, combati a pi firme, hasta la llegada de los refuerzos que el alto comando envi en su ayuda, i de los cuales hablaremos al estudiar el funcionamiento de dicho comando en esta batalla. Una vez que esos refuerzos entraron en combate, la 1 Divisin renov su ataque sobre los dos portezuelos, esta vez con el ms completo xito; pues ambos cayeron en su poder a las 9 A. M., es decir, despus de una enrgica lucha de 4 horas.

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Igual empuje e indomable energa caracteriz la lucha de la 1 Divisin contra el Morro Solar. Mientras Lynch lanzaba sus tres columnas de la derecha i centro contra el frente E. del Morro, la 4 columna segua su penoso avance desde la punta S. de la falda O. de esta posicin, venciendo con persistente energa, una serie de resistencias, representadas por las obras de fortificacin que all haba. A pesar de que la artillera de la Divisin segua acompaando de cerca a los infantes, i combatiendo, ahora desde las posiciones conquistadas de Santa Teresa, las fuerzas de Lynch no eran suficientes para tomar el Morro; lo que, por otra parte, era muy natural; pues sus soldados no solo estaban rendidos de cansancio, sino que tambin privados de la ayuda de su artillera, a causa de que las bateras del Mayor Gana, faltas de municiones, se haban retirado de la posicin, esperando los cartuchos que se haban pedido al parque de la Divisin. La infantera de Lynch demostr un valor a toda prueba i una firme disciplina, en la media hora (de 9:30 a 10 A. M.) de reido combate de retirada, en que cedi el terreno palmo a palmo ante el violento contra ataque de los peruanos. A las 10 A. M. el jefe de la Divisin hizo entrar al combate al Regimiento Atacama, que era la ltima unidad de que dispona, i como a esa misma hora la artillera Gana haba vuelto a recibir municiones i a entrar en la lucha, pudo Lynch afirmar su combate nuevamente i qued luchando a pie firme en las faldas bajas del Morro, hasta la llegada de los refuerzos que le envi el alto comando. Apenas llegaron estos que eran: primeramente los Regimientos Zapadores i Valparaso de la Reserva General, que ocurran conducidos personalmente por el Comandante don Arstides Martnez, por su propia iniciativa, antes de recibir la orden del alto comando, i la 2 Brigada Barcel de la 3 Divisin, que el General Baquedano envi all, entre las 10:30 i las 11 A. M., volvi Lynch a reanudar con energa irresistible el asalto del Morro Solar; ahora la superioridad numrica de sus fuerzas era bastante grande. Era pues toda la Divisin Lynch, dos Regimientos de la Reserva General (Comandante Martnez) i la 2 Brigada Barcel de la 3 Divisin contra los restos del 1 C. de Ejrcito Iglesias. Tomando en cuenta las bajas anteriores por ambos lados, deben haber sido como 12,000 chilenos contra, 3 o 4,000 peruanos. Este xito chileno fue tan completo como rpido. En menos de una hora, antes de medio da, estaba conquistada la formidable posicin del Morro, i como la mitad de sus defensores hechos prisioneros; entre ellos su valiente jefe, el Coronel Iglesias. Observamos a esto, que probablemente (a nuestro juicio) la 1 Divisin Lynch no hubiera pasado por la difcil situacin de las 9:30 A. M., si hubiera concentrado ms el ataque de la 1 posicin, dirigiendo todas sus fuerzas contra el portezuelo E. de Santa Teresa. Talvez as hubiera sido capaz de tomar el Morro ella sola, o a lo sumo, con ayuda de los dos Regimientos de la Reserva Martnez. Hemos mencionado esto, slo para acentuar las ventajas de la concentracin de las fuerzas en el ataque; pues los rpidos i decisivos xitos de la ofensiva chilena, cada vez que se puso en prctica este sistema, prueban lo que se hubiera podido conseguir, a costa de menos sangre, si el plan de combate hubiera sido basado en este principio. Evitando repeticiones, despus de exponer la caracterstica del combate de la 1 Divisin chilena, seremos breves al analizar la lucha de su adversario.

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Las posiciones del 1 Cuerpo de Ejrcito Iglesias i del ala derecha del 4 Cuerpo de Ejrcito Cceres eran fuertes por la naturaleza del terreno i por las obras que se haban construido en ellas. Las alturas de los dos portezuelos de Santa Teresa tenan bateras relativamente poderosas, con buenos campos de tiro hacia el S. i hacia el E.; el Morro Solar con iguales condiciones naturales i artificiales hacia el E. Pero suceda con esta parte del frente peruano, lo mismo que con respecto a la totalidad de la posicin, esto es, que el frente era excesivo. El de la posicin Iglesias - Cceres tenan 6,000 mts. que deban ser defendidos por 8,000 soldados i 20 caones; i en estas condiciones no poda resistir a un ataque enrgico. Pero es preciso reconocer, sin embargo, que el jefe peruano hizo lo que pudo, para llenar su cometido tctico. Habiendo perdido sus posiciones en las alturas de Santa Teresa, logr reunir casi todos los restos del 1 Cuerpo de Ejrcito en la posicin del Morro, mientras que los restos del ala derecha del 4 Cuerpo de Ejrcito de Cceres se retiraron a Chorrillos o se refugiaron en la lnea de Miraflores. La nica observacin que desearamos hacer contra las disposiciones para esta primera parte del combate, es que consideramos intil i por lo tanto contra producente, en vista de la escasez de fuerzas, la ocupacin i defensa de las casas de la hacienda de Villa. Tres batallones i una columna, eran demasiado para destacarlas en esa forma, considerando la fuerza total del 1 Cuerpo de Ejrcito peruano. All fue donde empezaron, precisamente, sus contratiempos; i no poda ser de otro modo, pues esa es, por lo general, la suerte de esas dbiles posiciones adelantadas. Es indudable que las fuerzas avanzadas en Villa hubiesen prestado servicios mucho mayores a la defensa, funcionando como reserva especial del 1 Cuerpo de Ejrcito Iglesias, (ya que el alto comando lo haba privado de la posibilidad de ser apoyado por la Reserva General), o bien entrando desde el principio en la larga i dbil lnea de combate. La defensa del Morro Solar fue brillante. El contra ataque, despus de haber quebrantado el primer ataque de Lynch contra el frente E., constituye sin duda el episodio ms glorioso de la lucha peruana en esta jornada. Durante la ltima faz de esta defensa, la superioridad numrica del atacante tena que ser irresistible para tropas de tan reciente organizacin como las de Iglesias, aun en el caso de haber tenido que rechazar un ataque menos resuelto que el chileno. Honra a ese valiente jefe peruano i a sus jvenes soldados, el haber sostenido la lucha durante 7 horas (5 A. M. 12 M.) Repetimos, sin embarg, que fue esencialmente la forma poco concentrada del ataque de la 1 Divisin chilena lo que acord a los defensores la posibilidad de continuar su resistencia durante tantas horas. Las disposiciones del Alto Comando peruano para la batalla fueron las causantes de que el Cuerpo de Ejrcito Iglesias tuviera que sostener su lucha, slo con la ayuda del ala derecha del 4 Cuerpo de Ejrcito, sin poder contar con alguna parte de la Reserva General. ___________________

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EL COMBATE ENTRE LA 2 DIVISION SOTOMAYOR CONTRA EL 4 CUERPO DEL EJRCITO CCERES I EL ALA DERECHA DEL 3 CUERPO DEL EJRCITO DVILA, APOYADOS POR EL 2 CUERPO DEL EJRCITO SUREZ. La 2 Divisin chilena deba atacar el centro del frente peruano, conquistando el portezuelo de San Juan. Los defensores de esta posicin eran el centro i el ala izquierda del 4 Cuerpo de Ejrcito Cceres i el ala derecha del 3 Cuerpo de Ejrcito Dvila i la Reserva General peruana. El 2 Cuerpo de Ejrcito Surez se encontraba en el plan inmediatamente a retaguardia (N. O.) de estas alturas, que contaban adems con dos bateras fortificadas. El jefe del E. M. peruano, General don Pedro Silva, representaba el alto comando en aquel punto. La proporcin numrica de estos adversarios era la siguiente: 8,000 soldados chilenos con 12 caones i 3 ametralladoras, contra 5,000 peruanos en 1 lnea (pues 1,500 o 2,000 soldados de Cceres estaban combatiendo junto con el ala izquierda del Cuerpo de Ejrcito Iglesias en el portezuelo E. de Santa Teresa). Las bateras deben haber tenido como 12 caones i la Reserva General (2 C. de Ej.) constaba como de 4,000 soldados. Al principio, como se ve, las fuerzas chilenas eran superiores, pero el comando peruano estaba en situacin de igualar los efectivos de su adversario. El defensor tena en favor suyo las fuerzas de la posicin defensiva. Con tropas de valer militar igual al de las chilenas, los peruanos deberan haber podido mantener la posicin, con relativa facilidad. Para iniciar su marcha desde el valle de Lurn, el General Sotomayor reuni toda su Divisin en la proximidad del vivac de la 2 Brigada Barboza, i cruz el ro por los puentes provisorios frente a dicho campamento. Medidas ambas de buen sentido tctico. Naturalmente, tom el camino que tena ms cerca, para cruzar La Tablada. Ningn cargo puede hacerse al jefe de la 2 Divisin por haber seguido el camino de Otocongo i no la carretera que iba rectamente hacia el portezuelo de San Juan. Era el Alto Comando el nico responsable del cruzamiento de rutas de marcha que a causa de esto deba producirse. Respecto a la continuacin del avance de la 2 Divisin Sotomayor, desde el punto en que haba descansado desde M. N. del 12 al 13 I., en la pampa de La Tablada, observarnos que se puso en marcha solo a las 4:30 A. M. del 13 I., es decir, una hora ms tarde que las columnas de la 1 Divisin Lynch i casi hora i media despus de la 3 Divisin Lagos. No sabemos si esto haba sido expresamente ordenado por el Alto Comando, o si era debido a la propia iniciativa del General Sotomayor. Talvez el jefe de la 2 Divisin pensaba dar as una delantera conveniente a la 3 Divisin Lagos, que no solo deba cruzar el camino de aquella unidad sino que deba recorrer una distancia mucho mayor, para enfrentar la parte de la posicin peruana que deba atacar. En tal caso, la idea no poda ser ms cuerda, aunque los hechos no correspondieran a ella. Esto se explica perfectamente por la circunstancia de que poco despus que la 2 i 3 Divisin se pusieron en marcha (entre las 4:30 i las 5 A. M.) se empez a or el ruido del combate por el lado de Santa Teresa. Haba, pues, sealada conveniencia en no perder tiempo atacando la posicin de San Juan. El General Sotomayor hizo muy bien, en este caso, en no dejar pasar adelante a la 3 Divisin Lagos, sino correr de frente, con extrema energa con su Divisin. En esta forma la 2 Divisin lleg a iniciar su

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ataque a las 6 A. M., i el desarrollo de la batalla prueba que el mencionado retardo de una hora no caus ningn dao de consideracin. El despliegue de la 2 Divisin para el ataque de la posicin de San Juan, con sus dos Brigadas a la misma altura, sobre el frente, adolece del mismo defecto que ya observamos en el despliegue de la 1 Divisin Lynch, es decir, la falta de reserva especial. Pero hay que observar, en primer lugar, que las dos Brigadas Gana i Barboza formaban cada una 3 escalones, i en segundo lugar, que el frente de combate de la Divisin Sotomayor tena solo 2,000 mts., mientras que el de la Divisin Lynch meda 6,000. I esto constituye por s solo una diferencia capital. El despliegue de la 2 Divisin era concentrado i fuerte, i el jefe de ella poda fcilmente intervenir en la direccin del combate, usando, por ejemplo, los dos terceros escalones como reserva especial. La ejecucin del ataque fue brillante. El Regimiento Buin encabez el asalto del cerro S. de San Juan, con un arrojo irresistible. All se plant aquel da la primera bandera chilena en las posiciones enemigas. Era el desquite que los hroes del Buin tomaban de la adversa suerte, que en los combates anteriores los haba retenido en la reserva, cuando todo su entusiasmo anhelaba estar en la lucha de la primera lnea. El asalto del Buin debe haberse iniciado, cuando menos, contra fuerzas numricamente iguales. (No sabernos a punto fijo, las fuerzas del ala izquierda de Cceres en esta altura, pero deben haber sido, por lo menos, unos 1,200 hombres). Tambin en el ltimo momento de la lucha, la victoria debe haber sido ganada sobre fuerzas no muy inferiores, pues las tropas de Cceres fueron reforzadas sucesivamente, en este cerro, por 3 batallones del 2 C. de Ejrcito, mientras que, por otra parte, el Regimiento Buin fue apoyado por los Regimientos 3 de Lnea i Valparaso de la Reserva General, Martnez. La conquista del cerro N. de San Juan, era igualmente ardua, pero en esta parte las fuerzas chilenas eran muy superiores en nmero, pues eran dos regimientos de la 1 Brigada Gana (Esmeralda i Chillan) i toda la 2 Brigada Barboza, las que dirigieron su ataque contra esta altura. Deba haber habido all cerca de 6,000 chilenos, contra ms o menos la mitad de esta fuerza por parte de los peruanos, porque, a pesar de que los defensores de la 1 lnea fueron reforzados por un batalln del C. de Ejrcito Surez, sus fuerzas no pueden haber pasado de 3,000 soldados. El resultado correspondi a la buena direccin i brillante ejecucin de estos asaltos. A las 8 A. M., es decir despus de una intensa lucha de dos horas, la posicin San Juan, que era la puerta de Lima, estaba en poder de la 2 Divisin chilena. Una hora ms tarde, a las 9 A. M. cuando las alturas de Santa Teresa haban sido conquistadas, la puerta de calle de la capital peruana qued abierta de par en par, quedando solo con llave la mampara: la lnea de Miraflores. Los defensores de la posicin de San Juan, lucharon con valenta. La eleccin de una posicin demasiado extensa fue lo que obligo al Alto Comando peruano a encargar a estas tropas la defensa de un frente excesivo, pues el 4 C. de Ejrcito Cceres ocupaba las alturas desde el cerro al S. de Santa Teresa, hasta el cerro S. de San Juan, inclusive, i el ala derecha del 3 C. de Ejrcito Dvila, el cerro N. de este portezuelo. En suma, unos 7,000 soldados,

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sobre una extensin de 4 a 5,000 metros; aun entrando en la lucha todos los 4,000 hombres del 2 C. de Ejrcito, este frente haba sido siempre excesivo. No debemos pues extraarnos de que esas tropas no lograran mantener su posicin contra los furiosos asaltos chilenos. Se haban necesitado tropas veteranas para rechazar estos ataques. Hay que reconocer la energa i oportunidad con que el Coronel Surez acudi en ayuda de las tropas sobre el frente, reforzando la posicin de Cceres i el cerro S. con 3 batallones i las de Dvila con 1 batalln. As pues ms de la mitad de las unidades de la Reserva General entraron al frente de combate durante estas dos primeras horas de la batalla. No sabemos si el Alto Comando peruano limit a stos los refuerzos de la 1 lnea o bien si, por la rapidez con que se sucedieron los acontecimientos, el 2 C. de Ejrcito no pudo prestar una mayor ayuda. Esta lucha dur dos horas, pero naturalmente los apuros de los defensores no fueron muy grandes, desde el principio de la accin, i puede haber sucedido que cuando se produjeron, no haya habido tiempo para hacer ms de lo que se hizo. Es posible, tambin, que el Alto Comando haya deseado no aventurar todas sus fuerzas en esta posicin, sino reservndoselas para la decisin final en la lnea de Miraflores; idea errnea a la que ya nos hemos referido, que se confirma por el hecho de no haber entrado toda la Reserva de Surez en lucha por el portezuelo de San Juan. Como no tenemos datos sobre la materia, solo sealamos el hecho, sin pronunciarnos en uno u otro sentido. La retirada desde la posicin de San Juan se produjo hacia Chorrillos, es decir, la retirada ordenada; pues la mayor parte de los fugitivos dispersos huyeron hacia la lnea de Miraflores. El hecho de que el Coronel Surez lograra efectuar una retirada en orden, con la mayor parte de su C. de Ejrcito, es otra prueba de las cualidades prominentes de este jefe. La direccin que se dio a la retirada constituyera, sin embargo, un error tctico. A nuestro juicio, es nicamente el Alto Comando peruano, quien debe cargar con la responsabilidad de este error; pues el parte del Jefe de Estado Mayor General dice que orden al Coronel Surez retirarse a Chorrillos, sin dar a conocer las razones que motivaron esta orden. Talvez quiere indicarlas, al anunciar que S. E. el Jefe Supremo estaba en aquel momento en Chorrillos. Lo que parece probable es que el motivo no fueran los apuros en que se vieron las tropas, al perder la posicin de San Juan, pues en tal caso la retirada hubiera debido tomar el camino de los fugitivos, en lnea recta hacia la posicin de Miraflores, salvo el caso de que las cargas de la caballera chilena, que se ejecutaron en aquellos momentos (alrededor de las 8 A. M.) hicieran una impresin tan fuerte en el nimo de los Jefes peruanos, que no se hubieran atrevido a ordenar la retirada en esta direccin. Pero esto no parece muy probable, considerando las fuerzas de infantera que se retiraban, i que eran la mayor parte del 2 C. de Ejrcito (unos 3,000 hombres) i parte del 4 C. de Ejrcito Cceres, todo lo cual sumaran ms o menos 4,500 hombres. El enemigo probable en contra de estas fuerzas eran solamente los Regimientos Carabineros i Granaderos a Caballo (unos 800 jinetes) los cuales cargaron en la parte N. del campo de batalla, desde el portezuelo de San Juan, en direccin a Tebes; pues el Regimiento Cazadores a Caballo entr a La Poblada despus de las 8 A. M. Finalmente, cualquiera que fuese la causa, esto, no cambia nuestra opinin sobre la mencionada direccin de esta retirada. Era un evidente error, el elegir como campo de lucha

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la Poblacin de Chorrillos. La idea era probablemente la de acercarse al Morro Solar, donde se encontraba el grueso del 1 C. de Ejercito Iglesias, en los momentos en que esta posicin no era todava seriamente atacada; pues el ataque contra su frente E. se produjo solo a las 9 A. M.; pero en tal caso, las fuerzas de Surez tambin hubieran debido subir al Morro, en tanto, que en la forma que lo hicieron se quedaron en Chorrillos, aprestndose all para una lucha defensiva dentro de la poblacin. Hubiera sido aceptable el proceder de no subir al Morro, si el comando hubiera tenido el plan de ayudar a Iglesias, mediante un ataque, que, partiendo de Chorrillos, hubiera cado sobre el flanco de las tropas chilenas que atacaban el frente E. del Morro; pues cuando Surez lleg a Chorrillos, este ataque chileno ya se estaba iniciando desde los portezuelos de Santa Teresa; a pesar de esto, no se hizo ninguna tentativa en este sentido, i como acabamos de decir esas fuerzas peruanas se establecieron en la poblacin, para luchar defensivamente. Esta idea basta para desautorizar un proceder que acordaba al adversario todas las facilidades (tiempo, etc.) para asaltar al defensor como i cuando quisiera, en un campo de combate sumamente desventajoso para la defensa. La estada en Chorrillos tena que hacerse imposible, tan pronto los chilenos fuesen dueos del Morro Solar. No nos pronunciamos sobre esto, porque el Comando pudo talvez abrigar la esperanza de que Iglesias se sostendra en esta posicin. Pero es evidente, de que la artillera chilena acabara muy pronto con los edificios de la poblacin. Cada granada que cayera sobre uno de ellos producira un incendio. Desde el plan La Poblada, la artillera chilena poda convertir, en poco tiempo, a toda la poblacin de Chorrillos en una sola hoguera, haciendo innecesario el envo de su infantera para luchar dentro de la poblacin. Hubiera podido, sencillamente, recoger fuera de ella a todos los fugitivos que huan del incendio, en forma de que si esta infantera chilena cerraba el camino hacia el N. no se escapaba nadie. As es que, a pesar de entender i apreciar perfectamente la caballerosa idea de no dejar al General Iglesias aislado, i luchando talvez con la mayor parte del ejrcito chileno, creemos que las consideraciones tcticas que acabamos de exponer hubieran debido convencer al comando peruano, de la imperiosa necesidad de hacer un sacrificio doloroso, ya que los 4,000 hombres que se retiraron a Chorrillos no podan tomar desde all una ofensiva tctica que fuera capaz de salvar la situacin en esta parte del campo de batalla. Podemos aadir todava, que ya a las 7:30 A. M. es decir, antes de la retirada de Surez, el 3 C. de Ejrcito Dvila haba principiado a evacuar sus posiciones en la parte N. de la lnea, emprendiendo la retirada hacia Miraflores, dirigiendo su movimiento sobre la parte N. de esta lnea. Consideramos, pues, que los restantes defensores de la posicin de San Juan hubieran hecho bien en retirarse hacia el centro de la posicin de Miraflores, movindose en el llano, entre la carretera de San Juan i la poblacin de Surco. Por poco satisfactorio que fuera el plan defensivo de los peruanos, ya que lo estaban practicando, hubieran debido dirigir las distintas fases de la batalla en armona con l, porque sino para qu fin prctico se elabora un plan, sea este tctico o estratgico? Es imposible negar que la retirada de Surez hacia Miraflores hubiera correspondido mejor al plan peruano para esta batalla, que la marcha hacia Chorrillos. ___________________

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EL COMBATE ENTRE LA 3 DIVISION LAGOS I EL 3 C. DE EJRCITO DVILA, EN LA PARTE N. DEL CAMPO DE BATALLA. Segn el plan chileno, la 3 Divisin Lagos deba apoderarse de las alturas que defendan el frente peruano desde el N. del cerro N. de San Juan, hasta el abra del camino de Otocongo (inclusive). Esta parte de la posicin estaba defendida por el 3 C. de Ejrcito Dvila, que tena su ala derecha en la altura N. de San Juan i que adems haba destacado fuerzas tanto a Monterico Chico, (portezuelo de la Rinconada) como a la posicin de Vsquez, ms a retaguardia. Los puestos avanzados de Dvila se encontraban en el cerro que domina por su lado N. la pampa La Tablada. La extensin de la posicin del 3 C. de Ejrcito era de algo ms de 2,000 mts. sin contar las posiciones destacadas. Aun suponiendo que las fuerzas de su extremo derecho en San Juan, ms las destacadas, no pasaran de 2,000 hombres, el Coronel Dvila dispona de menos de 4,000 soldados, con una docena de caones, para la defensa de su posicin principal. (Contando tambin las unidades del Ejrcito de Reserva con que este cuerpo de ejrcito haba sido reforzado antes de la batalla). I este efectivo evidentemente era escaso. Como los Regimientos Zapadores i Valparaso haban sido segregados de la 3 Divisin Lagos para entrar a la Reserva General, el Coronel Lagos dispona de 6,000 soldados para su ataque. Adems lo acompaaban no solo la Brigada de Artillera de Montaa (Gonzlez) de la 3 Divisin sino tambin la Brigada de Artillera de Campaa Wood: un total de 24 caones i 2 ametralladoras. La superioridad numrica chilena era pues muy grande. Agregando a esto la debilidad que deba resultar para el defensor a causa de la extensin excesiva del frente de combate, es evidente que las probabilidades de un buen xito fcil para el ataque chileno eran muy grandes. Los sucesos confirmaron ampliamente esta apreciacin. Conforme con su cometido de atacar el extremo izquierdo (N) de la posicin peruana, i a la necesidad de principiar la jornada del 13. I. con una marcha ms larga que las otras Divisiones, el Coronel Lagos cort su descanso nocturno a las 3 A. M., es decir, antes que las dems unidades del ejrcito. Probablemente de esta manera, el coronel esperaba poder cruzar el camino de avance de la 2 Divisin Sotomayor, antes que ella topase con la columna de la 3 Divisin. Pero no sucedi as. Poco despus de las 4:30 A. M. las dos Divisiones se encontraron, i el Coronel Lagos cedi el camino a Sotomayor. Sea que esto sucediera porque el jefe de la 2 Divisin se impusiera, aprovechando su grado de general, o porque hubiera habido un convenio entre ambos jefes, el proceder prueba un criterio tctico enteramente acertado; pues sin duda alguna, convena que el ataque contra el portezuelo de San Juan se iniciara lo ms pronto posible, para estrechar el contacto con la 1 Divisin Lynch, que estaba ya en combate vivo por el lado de Santa Teresa, cerrndose as el frente del ataque chileno. En cambio, un corto retardo en la iniciacin del ataque de la 3 Divisin era de menor importancia. Apenas el Coronel Lagos tuvo su camino libre, continu la marcha, apresurndola con laudable energa a fin de entrar pronto al combate. Habiendo desplegado sus tropas para el combate, hizo un pequeo alto en el extremo N. de La Tablada, probablemente para orientarse mejor sobre la direccin que deba tomar la ltima parte de su avance para llegar a

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la posicin enemiga, i para dar a sus soldados un corto descanso despus de su marcha apurada por los pesados arenales, antes de entrar a la lucha; lo que es perfectamente lgico. El parte del Coronel Lagos (Lima 31. I.) dice que este alto fue ordenado por el general en jefe. Nos explicamos este dato, en el sentido de que el General Baquedano haba recomendado el proceder mencionado, cuando, durante el reconocimiento del 6. I., seal a los jefes de Divisin sus probables cometidos en la batalla. El hecho de que las tropas de la 3 Divisin fueran sorprendidas por fuegos enemigos, desde la falda S. del cerro a cuyo pi estaban diseminados, prueba que la Divisin se mova en el campo de batalla sin el debido servicio de seguridad i exploracin tctica. En nuestros das no hubiera faltado este servicio. Las patrullas de combate debieran haber estado vigilando los terrenos vecinos, aun sin rdenes especiales del comando de la Divisin. Si bien se haba cometido una omisin (explicable por la defectuosa instruccin que se haba dado a estas tropas improvisadas), el comando de Divisin, en cambio, no perdi un instante su serenidad i, enviando tres compaas de guerrillas a limpiar el cerro, el Coronel Lagos se libr en pocos minutos de este peligro, i pudo continuar inmediatamente su avance. Ni en los partes oficiales, ni en los historiadores que hemos estudiado, hemos encontrado datos sobre la forma del despliegue de la 3 Divisin. Parece que la 1 Brigada Urriola formaba la primera lnea de combate, i que la 2 Brigada Barcel la segua en 2 lnea; pues mientras que no hemos encontrado parte alguno sobre el combate de la 1 Brigada, el del Comandante Barcel dice respecto al asalto, que su Brigada: siguiendo siempre a la 1, continuaba avanzando en busca del enemigo, i don Diego Barros Arana dice que los guerrilleros de esta Divisin (la 3) haban sostenido el combate de fuego, dirigidos por el Coronel Urriola. En tal forma, el despliegue era del todo conveniente, pues dejaba una fuerte reserva en manos del jefe de la Divisin. La direccin, que el Coronel Lagos dio a su ataque, no deja nada que desear en energa i sencillez. Se fue rectamente sobre la posicin de Dvila en las alturas al S. O. del portezuelo de Otocongo, i como las tropas peruanas empezaron a abandonar sus posiciones desde las 7:30 A. M., el ala izquierda de la 3 Divisin pudo apoyar el ataque del ala derecha de la 2 Brigada de la 2 Divisin en su asalto contra el extremo sur de la posicin mencionada, es decir, en las alturas al N. del cerro N. de San Juan. Las dos Brigadas de artillera apoyaron eficazmente el avance de la infantera. El triunfo de la 3 Divisin chilena fue tan completo como rpido. Poco ms de una hora de combate la haba hecho duea de las posiciones de su adversario, i sus resultados fueron completados por las oportunas cargas de los Carabineros i Granaderos a Caballo, que persiguieron i sablearon a los fugitivos dispersos en los llanos de Pamplona i Cascajal. Como tctico experimentado, el Coronel Lagos reuni sus tropas restableciendo el orden en ellas, apenas las tuvo en la posicin conquistada, i baj sin prdida de tiempo al llano La Pamplona en busca de la continuacin de una batalla que hasta ese momento no haba sido muy cruda en la parte que le haba correspondido a su Divisin. Desgraciadamente, algunas de sus unidades, fueron sorprendidas por la explosin de algunas minas, al bajar por la pendiente O. de la posicin conquistada.

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Se explica fcilmente, que los jefes i soldados chilenos no esperaran encontrar minas, a espaldas de la posicin peruana. Por suerte, las prdidas no fueron numerosas; i a las 8:30 A. M. cuando la 3 Divisin estaba avanzando en el llano, en direccin al O., recibi orden del Alto Comando de hacer alto i esperar nuevas rdenes; i luego despus se le reuni la 2 Divisin Sotomayor que llegaba del portezuelo de San Juan. Ya hemos tenido ocasin de observar las condiciones altamente desfavorables en que el 3 Cuerpo de Ejrcito Dvila haba entrado en combate, i es sin duda el Alto Comando peruano quien debe cargar con esta responsabilidad. Es difcil decir si el Coronel Dvila hubiera podido hacer una resistencia algo ms enrgica, en estas circunstancias. Preferimos no censurar al jefe peruano, que talvez habra combatido mejor, si hubiera tenido mayores fuerzas, o tropas ms firmes bajo sus rdenes. Es una, verdad que el general solo no gana la batalla; las filas razas la ganan con l. Respecto a la direccin que tom el 3 Cuerpo de Ejrcito al retirarse no haba posibilidad de elegir entre varias alternativas, como suceda con los jefes que dirigan la retirada desde el portezuelo de San Juan. No haba otra direccin posible, que marchar rectamente hacia la lnea de Miraflores. Durante esta faz de la batalla, el Coronel Dvila dio pruebas de una energa indiscutible, con el notable resultado de que casi la totalidad de su Cuerpo de Ejrcito pudo reunirse en aquella posicin. La caballera chilena no alcanz a sus unidades en formacin, sino que tuvo que limitarse a perseguir a los fugitivos dispersos. Quien sabe si estos, no eran los soldados que haban resistido hasta el ltimo momento en la posicin que acababa de perderse, en tanto, que los otros podan ejecutar una retirada ordenada, precisamente gracias a aquella resistencia, o bien por haber evacuado esta posicin con bastante anticipacin. Pero, como acabamos de decirlo, ms vale no pronunciar un fallo sobre la direccin del combate del 3 Cuerpo de Ejrcito Dvila, pues solo un testigo ocular podra hacerlo con pleno conocimiento de los hechos. ___________ LA LUCHA EN CHORRILLOS La ltima faz de la batalla, fue la prolongada i cruel lucha en la poblacin de Chorrillos. Apenas se impuso el general en jefe chileno de la evidente intencin de los peruanos, no solo de continuar la lucha en el Morro Solar, sino de defenderse tambin en la posicin de Chorrillos, tom sus disposiciones para completar el triunfo que acababa de ganar en otros sectores del campo de batalla, arrebatando tambin a su adversario estos ltimos restos de la posicin que haba ocupado al alba de este da. A las 10 A. M. el General. Baquedano envi a las Divisiones sus rdenes para esta lucha. Ya hemos dicho que la 2 Brigada Barcel de la 3 Divisin Lagos fue enviada contra el Morro para ayudar a la 1 Divisin, i que los Regimientos Zapadores i Valparaso, de la Reserva General haban sido llevados a esta lucha por la atinada iniciativa del Comandante

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don Arstides Martnez. Conociendo el desarrollo i los resultados de este combate, prescindiremos ahora de l, para estudiar la lucha en Chorrillos. El general envi contra este punto todas las fuerzas disponibles de infantera i artillera, es decir, toda la 2 Divisin Sotomayor i la 1 Brigada Urriola de la 3 Divisin Lagos, todo el Regimiento de Artillera de Campaa, las 2 Brigadas de Artillera de Montaa de la 2 i 3 Divisiones, i finalmente, el Regimiento 3 de Lnea, que era la ltima unidad de la Reserva General que haba disponible. El general en jefe qued, pues, disponiendo solamente de la caballera, con la cual se estableci en el llano La Poblada, como a 3,000 mts al E. de Chorrillos, al lado sur del camino que va desde ese punto en direccin a San Juan. Desde este sitio, el Alto Comando poda observar perfectamente el desarrollo de la lucha, tanto por el lado de la poblacin, como sobre el frente E. del Morro. Hay que suponer que tambin diriga una atencin constante hacia el N., para apercibirse a tiempo de todo movimiento amenazante desde la posicin de Miraflores. Sin despreciar las bajas que las tropas chilenas en cuestin haban sufrido durante las fases anteriores de la batalla, no podemos apreciar las fuerzas enviadas contra Chorrillos en menos de 11 o 12,000 infantes, mientras su artillera dispona por lo menos de 60 caones. Hay que anotar, sin embargo, que una parte considerable de esta artillera diriga sus fuegos contra Morro Solar, hasta que el avance de Lynch en la falda E. oblig a esas bateras a cambiar de objetivo. Como el Morro cay en poder de Lynch a M. D. la artillera qued entonces en libertad para concentrar sus fuegos contra a poblacin; pero probablemente no lo hizo, porque a esta hora la infantera chilena estaba ya luchando en el interior de Chorrillos. Proponindonos dedicar luego nuestra atencin, especialmente sobre el funcionamiento del Alto Comando durante la batalla, pasaremos por el momento, adelante, sin calificar las disposiciones mencionadas. El despliegue para el ataque se hizo en la siguiente forma: Contra el lindero E. de la poblacin se dirigieron: la 1 Brigada Gana de la 2 Divisin, formando el ala izquierda del frente, i la 1 Brigada Urriola de la 3 Divisin formando el ala derecha, ambas Brigadas con 1 regimiento en la 1 lnea de combate: el Esmeralda i el Aconcagua, respectivamente. Contra el lindero N. se dirigieron el Regimiento Lautaro de la 2 Brigada Barboza de la 2 Divisin i el Regimiento 3 de Lnea de la Reserva General. Los partes no dan datos precisos sobre el Regimiento Curic i sobre el Batalln Victoria de la Brigada Barboza, pero hay que suponer que ellos formaban la reserva especial de que el General Sotomayor dispona para el ataque. Despus de medio da, el Batalln Bulnes i el Regimiento Concepcin de la 2 Brigada Barcel de la 3 Divisin bajaron de la punta E. del Morro Solar, contra el lindero S. de Chorrillos. Parece que hubiera convenido mantener la 2 Divisin reunida contra el lindero E., pues entonces la 1 Brigada Urriola de la 3 Divisin, que formaba el ala derecha de este frente, hubiera podido enviar uno de sus Regimientos contra el lindero N. para combatir all al lado del 3 de Lnea. Mejor que esto aun, habra sido enviar a toda la 1 Brigada Urriola de la 3 Divisin contra el lindero N. mientras el 3 de Lnea entrara a formar parte de la Reserva de la 2 Divisin en su ataque contra el frente E.

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Estos son, sin embargo, meros detalles que apuntamos, solo para acentuar una vez ms la conveniencia de respetar en lo posible el Orden de Batalla del Ejrcito, aun en las disposiciones secundarias. Prcticamente, esto no influy en el desarrollo de esta lucha. De manera alguna constituye esta observacin una censura contra el General Sotomayor, pues haba que saber, si la Brigada Urriola i el 3 de Lnea fueron puestos a su disposicin i en que momento pasaron bajo sus rdenes. Talvez esto fue despus que el jefe de la 2 Divisin haba ya enviado al Regimiento Lautaro contra el lindero N., i en tal caso el General Sotomayor hizo muy bien en no modificar las disposiciones que estaban ya ejecutndose. Puede ser tambin que la Brigada Urriola i el 3 de Lnea en realidad no fueran puestas a las rdenes del jefe de la 2 Divisin, sino que fueran enviados al frente de combate por el general en jefe o por el Coronel Lagos. Semejante proceder habra sido inconveniente, i en nuestros das, sera considerado como muy irregular, pero en aquella poca las nociones sobre el comando eran distintas. Sea como fuere, en este caso el General Sotomayor no tena culpa alguna, i no poda proceder sino en la forma que lo hizo. Un aplauso especial merece la disposicin de llevar tambin un ataque desde el N. con bastante fuerza (dos regimientos). Esto era aprovechar debidamente el error que haba cometido el Alto Comando peruano, al ordenar al Coronel Surez que se retirase desde las alturas de San Juan en direccin a Chorrillos, en vez, de ordenar la retirada hacia la lnea de Miraflores. Ahora el ataque chileno le cortaba el camino al N. I la disposicin mereca en verdad el buen xito que obtuvo, permitiendo escapar solo unos cuantos restos de los defensores de la poblacin de Chorrillos. Solo despus de una espantosa lucha de 3 horas (de 11. A. M. a 2 P. M.) pudieron los chilenos apoderarse completamente de la poblacin. Este combate, en gran parte individual i cuerpo a cuerpo en las calles, plaza i casas de Chorrillos, revisti el carcter cruel que es comn a esta clase de combates. No se peda ni se daba cuartel. La responsabilidad de los excesos que por ambos lados se cometieron cae sin duda alguna sobre el que eligi la poblacin para campo de batalla, es decir, el comando peruano. Para no repetir lo que hemos dicho sobre esta materia solo hacemos presente que el defensor de Chorrillos apenas dispona de 5,000 soldados de tres distintos Cuerpos de Ejrcito (1. 2 i 4) para resistir el ataque de los 11 o 12,000 chilenos, acompaados de numerosa artillera, que le envolvan por todas partes, penetrando en a poblacin desde tres puntos. El Coronel Surez haba dispuesto solo de dos horas (9 a 11 A. M.) para preparar su defensa, sin perder por cierto este tiempo tan escaso; pero naturalmente era bien poco lo que haba alcanzado a hacer. Sera una injusticia negar el valor con que este jefe i sus soldados lucharon contra el enemigo durante 3 largas horas; pero este era evidentemente el valor de la desesperacin, pues no haba ya como retirarse, desde el momento en que el Lautaro i el 3 de Lnea cerraron la salida hacia el N. La desesperacin de estos combatientes peruanos debe haber sido muy grande, cuando vieron regresar a Barranco i Miraflores el tren blindado que el Alto Comando enviaba repetidas veces en su socorro. La medida sin duda era hbil i probablemente estos refuerzos hubieran llegado a Chorrillos, sino hubiera sido por los fuegos que la artillera chilena

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concentr contra ellos cada vez que asomaron por el lado de Barranco, i por los esfuerzos del valiente ingeniero don Federico Stuven, que estaba arrancando los rieles por sus propias manos. De seguro que la entrada de esos refuerzos a Chorrillos no hubiera tenido otro efecto que el de prolongar todava ms la cruel lucha que all se desarrollaba. Les hubiera sido por otra parte, enteramente imposible cambiar la suerte de la batalla. Habla altamente en honor del valor i de la firmeza de carcter del Coronel Surez el hecho de que no perdiera la serenidad de su criterio en esta difcil situacin, i as, cuando ya no quedaba nada por defender entre las ruinas de Chorrillos, logr salvar algunos restos de sus tropas, retirndose a la lnea de Miraflores. Sentimos haber buscado sin resultado en los partes chilenos i peruanos algunos detalles de la ejecucin de esta retirada, que debe haber sido muy difcil en vista de la fuerza i de la forma del ataque chileno. Se abri camino el Coronel Surez a sable i bayoneta a travs de las tropas chilenas, o aprovech algn claro o alguna inadvertencia en el frente chileno? No lo sabemos. A las 2 P. M. este punto, el ltimo de la posicin peruana en esta batalla, estaba en poder del ejrcito chileno. ________________ LOS DOS ALTOS COMANDOS EN LA BATALLA El funcionamiento de los dos Altos Comandos adversarios en la batalla merece un prrafo aparte. Ya hemos analizado los preparativos chilenos i la dominante energa e iniciativa que en ellos hizo sentir el general en jefe chileno, imponiendo sus resoluciones aun contra los vivos deseos i opiniones del ministro de guerra en campaa. Prescindiremos, pues, ahora de esta materia, para estudiar la forma en que el General Baquedano dirigi la batalla. El general en jefe intervino personalmente a las 6 A. M. enviando la Reserva General en apoyo de la 1 Divisin Lynch, librndola de la situacin angustiosa en que se encontraba para vencer la enrgica resistencia del Coronel Iglesias en los portezuelos de Santa Teresa. A pesar de lo temprano de la hora, el Alto Comando, no vacil en hacer entrar a la lnea de combate a la Reserva General, i esta enrgica resolucin fue tan atinada como oportuna, pues el general en jefe estaba viendo como el centro peruano estaba reforzando el ala derecha. No era posible exponer a la 1 Divisin Lynch a un serio fracaso. La medida tuvo un buen xito, bastante ms completo por la oportuna entrada de la 2 Divisin Sotomayor, atacando el centro peruano. Desde ese momento, el centro de la posicin defensiva necesitaba de todas sus fuerzas para defender su propio sector. Apenas la 1 Divisin conquist, con la ayuda de Martnez, la posicin de Santa Teresa, el Alto Comando tom sus medidas para recoger la Reserva General, que era justamente lo que haba que hacer, para poder continuar teniendo influencia directa en la direccin de la batalla. Al iniciarse el combate, el Alto Comando haba ordenado el envo de uno de los regimientos de caballera a la parte N. del campo de batalla, ponindolo a las rdenes del Coronel Lagos. Esta disposicin completaba atinadamente las dems medidas para reforzar

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el ala derecha chilena, que, evidentemente, no poda contar con la ayuda de la Reserva General, sino que deba vencer sola la resistencia que encontrara. Momentos antes de las 8 A. M., cuando el Alto Comando vio que las alturas del portezuelo de San Juan estaban por caer en poder de la 2 Divisin Sotomayor, envi rdenes a la caballera para cargar contra los enemigos en retirada, en el llano de La Poblada, lo que fue por cierto un empleo correcto i enteramente oportuno de esta arma de combate. Igualmente atinadas i oportunas fueron las rdenes que el general en jefe envi, a eso de las 8:30 o 9 A. M. a la 2 i a la 3 Divisin que ya haban derrotado a sus adversarios, obligndolos a abandonar sus posiciones, para que se reunieran en La Poblada, reorganizndose i descansando, en espera de nuevas rdenes del Alto Comando. Esta reunin de fuerzas victoriosas obedeca a consideraciones tcticas bien entendidas. El Comando, necesitaba tener sus tropas reunidas i muy a la mano, para poder disponer de ellas sin prdida de tiempo, segn las necesidades del momento, ya fuera para dar un impulso decisivo a la lucha en Morro Solar, ya para contrarrestar cualquier amenaza desde otras partes del campo de batalla, o bien para tomar la iniciativa en un nuevo combate contra la posicin de Miraflores. La prudente precaucin del Alto Comando fue justamente recompensada, lo que constituye una excelente prueba de su oportunidad; porque ya a las 10 A. M. se vio este comando en la necesidad de enviar todas estas fuerzas disponibles hacia aquella parte del combate, en que la lucha no se decida en favor de las armas chilenas. Cuando el general en jefe envi en apoyo de la 1 Divisin Lynch, que estaba luchando con visible desventaja contra los defensores del Morro, no solo los dos Regimientos Zapadores i Valparaso, de la Reserva General, que estaban en marcha hacia el punto de reunin, sino tambin una Brigada (2) de la 3 Divisin Lagos; i momentos despus contra Chorrillos toda la 2 Divisin Sotomayor, la restante Brigada (3) de la 3 Divisin, el Regimiento 3 de Lnea i la artillera, se desprendi de todas sus fuerzas disponibles, excepto de la caballera (La circunstancia mencionada de que el Comandante de la Reserva General,
don Arstides Martnez, habase anticipado a la orden del general en jefe, interrumpiendo su marcha al punto de reunin en la llanura al N. del portezuelo de San Juan i corriendo apresuradamente en ayuda de la Divisin Lynch con los Regimientos Zapadores i Valparaso, no quita nada del mrito de la disposicin del Alto Contando. Por otra parte es evidente que la brillante iniciativa del Comandante Martnez aument esencialmente el efecto de aquella disposicin; pues este refuerzo entr en combate al lado de la Divisin Lynch en el momento ms crtico. Su ayuda se hizo efectiva ms temprano que hubiese sido posible, si el Comandante Martnez hubiera esperado la orden del General Baquedano.).

Este proceder es perfecto. Es as como se conduce de buen ojo tctico i de gran energa. En la crisis de la batalla, est ella para ganarse, o se tema perderla definitivamente, o como en este caso, amenace prolongarse demasiado, el ltimo soldado de la reserva debe ir al frente, a la parte ms reida de la lnea de combate. Estas disposiciones de las 10 A. M. representan, sin duda, el apogeo de la actividad del Alto Comando Chileno en la batalla de Chorrillos. Sobre el funcionamiento del Alto Comando peruano, este da, prescindiendo de sus preparativos para la batalla, que ya hemos analizado, tenemos solo datos muy escasos. Solo sabemos que a las 9 A. M. el Generalsimo Pirola estaba en Chorrillos, mientras su J. de E. M. estaba en estos momentos ordenando al Coronel Surez que dirigiera su retirada en direccin de aquella poblacin.

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En el portezuelo de San Juan, el J. de E. M. General haba facilitado el apoyo del 2 Cuerpo de Ejrcito Surez, i de all fue a Miraflores para preparar la continuacin de la lucha. Parece, sin embargo, que fue Pirola quien envi desde Miraflores el tren blindado que intent llevar refuerzos a Chorrillos. En la tarde el generalsimo se retir al reducto de Vsquez, despus de haber perdido una batalla en cuya direccin no haba influido de un modo perceptible, ni mucho menos dominante, como le corresponda hacerlo por el elevado puesto que desempeaba. Haba, pues, un contraste muy marcado entre estos dos adversarios. Mientras que el Alto Comando chileno diriga la batalla con un criterio tan afortunado como sereno, i con una energa a toda prueba, la influencia del generalsimo peruano en la lucha era nula, en tanto que la de su representante en el campo de batalla, el J. de E. M. General, si bien err al enviar al Coronel Surez a Chorrillos, intervino, sin embargo, con bastante tino i energa, cuando hizo que el 2 Cuerpo de Ejrcito reforzara el 3 i 4 Cuerpo, en la defensa de su posicin. Este funcionario estaba mal colocado en el mismo frente de combate. Desde all no poda reemplazar en debida forma, o ms bien dicho, a la medida de las necesidades, a su generalsimo, que no ejerca direccin alguna. ___________________

LA ACTIVIDAD DE LAS DISTINTAS ARMAS Como siempre, i como es natural, la infantera desempe el pape1 principal en la lucha del 13 de Enero. Los combates de la infantera chilena fueron brillantes. Ningn calificativo menor merecen las luchas de la 1 Divisin Lynch con sus compaeros de la Reserva General Martnez i de la 2 Brigada Barcel de la 3 Divisin, en el Morro Solar, i el asalto de la posicin de San Juan por la 2 Divisin Sotomayor. Hubo, adems un sinnmero de acciones aisladas heroicas en la lucha por los portezuelos de Santa Teresa i durante el asalto a Chorrillos. Hay que reconocer tambin, que en esta batalla la artillera chilena ayud a la infantera de un modo enteramente satisfactorio, i de muy distinta forma a como haba sido empleada en otras acciones de guerra de esta campaa, como por ejemplo en el asalto al Morro de Arica, el 7 de Junio del 80. Durante todas las fases de la batalla, la artillera de montaa acompa de cerca a la infantera sobre el frente de combate, aumentando considerablemente el impulso i poder de su ataque. En la primera faz del combate, fue solo la brigada de artillera de campaa quien acompa a la 3 Divisin Lagos contra el portezuelo de Otocongo, i que tuvo ocasin de ayudar eficazmente al combate de la infantera. El hecho de que no cooperaron en la misma forma las otras dos brigadas de esta artillera, dependi, a nuestro juicio, de una disposicin errnea del Coronel Velsquez. Sus bateras, que al estallar el combate a las 6 A. M. estaban en posicin en las alturas bajas, frente (S. E.) al portezuelo de San Juan, el coronel las hizo bajar al plan para que se acercasen; no porque la distancia fuera larga, pues meda apenas 2,000 metros, sino porque no vean bien a causa de la bruma de la maana. De aqu result lo

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que era fcil prever, esto es que, cuando las bateras estuvieron listas para abrir el fuego desde sus nuevas posiciones, no pudieron hacerlo, porque ya la infantera estaba trepando la pendiente de la posicin enemiga. Mejor hubiera sido continuar haciendo fuego en las posiciones anteriores, desde las cuales el mismo coronel admite que se vean las partes altas de los cerros del portezuelo de San Juan. Durante los combates por la conquista del Morro Solar i de Chorrillos, la artillera de campaa prest una ayuda muy eficaz a los asaltos de la infantera. Ya hemos caracterizado la forma brillante en que actuaron los dos regimientos de caballera chilena que tuvieron ocasin de tomar una parte activa en la lucha, ejecutando sus cargas en el valle del Rmac, i volviendo atrs, solo cuando no pudieron saltar las murallas, tras de las cuales la infantera enemiga les hizo fuego a distancias cortsimas. Segn se ha sabido despus, puede ser que el ataque de la caballera chilena tuvo alguna influencia en la direccin que tom la retirada de las fuerzas peruanas (una Div.) que el Coronel Echeique conduca en estos momentos desde La Rinconada. Se ha insinuado que esta Divisin hubiera podido dirigirse sobre San Juan; pero en realidad parece poco probable que haba semejante intencin por parte del comandante peruano. Por nuestra parte creernos que dicha retirada hubiera tomado la direccin a la lnea de Miraflores, aunque no hubiera observado la caballera chilena por el lado de Tebes. La retirada al paso a corta distancia de esta infantera, ejecutada por los Carabineros de Yungai, fue un acto de herosmo notable, que hace honor, tanto al comandante que lo orden, como a la disciplina de la tropa encargada de ejecutarla. Pero vale respecto a esto, lo que hemos dicho en otra ocasin: admirar, pero no imitar; pues lo que pudo hacerse ante esas tropas peruanas sin instruccin de tiro sera la destruccin segura i sin objeto, en otras circunstancias. La fuerza de la ofensiva tctica descansa esencialmente en el efecto de los fuegos, que deben ser mayores, cuando la tropa combate a pi firme, con distancias medidas de antemano, bajo la tranquilizadora proteccin de las obras de fortificacin i con la ayuda de las facilidades que ellas deben ofrecer para el empleo de las armas de fuego. Es, sin embargo, condicin indispensable para que estas esperanzas de efecto no sean ilusorias, que las tropas que se baten defensivamente tengan una satisfactoria instruccin prctica en el tiro de combate. Era probablemente esto, lo que, por razones muy naturales, faltaba en un grado fatal, tanto a la infantera, como a la artillera peruana; i este defecto esteriliz los esfuerzos que ambas armas hicieron este da en defensa de la patria. Contra tropas bien instruidas en el manejo de sus fusiles i caones, los ataques chilenos netamente frontales i en un plan abierto i enteramente llano, que no ofreca abrigo alguno contra los fuegos del defensor, i que treparon a pecho descubierto las pesadas pendientes de las alturas en que estaba la posicin peruana, hubieran costado prdidas inmensamente mayores al vencedor. Mientras que la infantera chilena usaba con predileccin la bayoneta como arma de ataque, ella no gozaba de igual preferencia entre los infantes peruanos. No obstante esto, vemos que la infantera de Iglesias i de Surez us sus bayonetas con decisin en el contra ataque contra la 1 Divisin Lynch en el Morro Solar, i en su desesperada lucha dentro de la poblacin de Chorrillos. La caballera peruana no desempe papel activo en esta batalla.

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Una novedad fue el tren blindado, que, armado con artillera, trat de llevar refuerzos desde Miraflores a Chorrillos; pero los conductores de esta arma nueva no estaban dotados del inquebrantable valor i de la energa que hubiesen necesitado para atravesar las lneas chilenas que cerraban la entrada a Chorrillos por el lado N. Para esto hubiera sido preciso no detenerse a escaramucear o a combatir con esos enemigos, sino lanzarse adelante a todo vapor. Posiblemente, hubieran ido derechos a una catstrofe, pero sin correr este riesgo no podan cumplir su cometido. De todos modos, no consiguieron hacerlo, i el tren blindado no dio en la batalla el resultado que se esperaba. ___________________

LA ACCION DE LA ESCUADRA EN EL CAMPO DE BATALLA Ya hemos hablado de los reconocimientos del campo de batalla que se efectuaron desde el mar, en los das inmediatamente antes del combate. Insistimos solo en que no dieron todos los resultados que habran sido de desear, especialmente respecto a la lnea de Miraflores; manteniendo adems nuestra opinin sobre la conveniencia de haber establecido una vigilancia constante i prolija, desde el mar, sobre las posiciones peruanas. El reconocimiento del 5. I., hecho por el almirante en persona, le haba convencido de que el ala derecha enemiga, poda ser arrollada por los fuegos de la Escuadra. I esto era ya un resultado positivo que bien hubiera podido ser til al formar el plan de combate; sin embargo no fue as. Muy distinto hubiera podido ser el papel de la escuadra en la batalla del 13. I., si el Alto Comando hubiera meditado debidamente sobre estas materias. En el consejo de guerra del 11. I. el Coronel Velsquez, que era el porta voz del general en jefe en esta ocasin, habl mucho sobre las ventajas de la ntima cooperacin de la escuadra en la prxima batalla, pero en realidad el plan de combate del alto comando tom poco en cuenta este poderoso elemento ofensivo. Deseando el Almirante Riveros aprovechar los resultados de su reconocimiento del 5. I., se coloc frente al Morro Solar en la noche del 12 al 13 I. con el Blanco, el Cochrane, la OHiggins i la Pilcomayo, prontas para abrir el fuego, apenas apuntara el da, i se les hiciera desde tierra la seal convenida. Pero cuando ya hubo luz para disparar desde el mar, lo que el almirante vio no fue la seal esperada, sino a la infantera chilena (la 4 col. de la 1 Div. Lynch) avanzando en la pendiente del Morro que da al mar, i ya tan cerca de las bateras peruanas, que los buques no podan hacer fuego contra ellas, sin correr el riesgo de herir a sus propias tropas. El Alto Comando del ejrcito haba, evidentemente, olvidado no solo la seal convenida, sino tambin la existencia de la escuadra en el campo de batalla. El almirante se limit entonces a hacer algunos disparos de artillera, i no pudiendo continuar haciendo fuego por la razn mencionada, quedaron los buques inactivos. Slo unas cuantas lanchas a vapor se acercaron a la playa para ayudar con fuego de ametralladoras la lucha de la infantera en el Morro. En esto no podemos acompaar al almirante.

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A pesar de no tener l la culpa de la paralizacin de su accin contra el Morro Solar, hubiera debido ejercer una iniciativa ms enrgica, buscando otro objetivo para sus poderosos caones. I por cierto que no faltaban en aquel vasto campo de batalla; all estaba la ciudad de Chorrillos, en donde desde las 9 A. M., poda ver el almirante a las fuerzas enemigas que se reunan en ella; all se destacaban los reductos del ala derecha de la lnea de Miraflores. Casi la mitad S. O. de esta posicin peruana estaba a merced de la artillera de su escuadra; desde las cofas de los buques, podan contarse los caones de los fuertes en la playa, i ver las numerosas tropas que estaban ocupando aquella posicin. Ya que el almirante no poda combatir contra el Morro Solar o contra otra parte de la posicin de San Juan qu objetivo mejor poda desear que el ala derecha de la lnea de Miraflores? No era difcil prever, que probablemente el ltimo momento de la lucha tendra lugar en esta posicin, ya que el almirante no deba dudar de que el ejrcito chileno conquistara las posiciones de la lnea de San Juan. Anticipndose a los acontecimientos, la escuadra hubiera podido destruir toda el ala derecha de la posicin de Miraflores, i eso sin grandes riesgos para los buques chilenos; pues eran a lo sumo las dos bateras del extremo derecho de la posicin, las que podan dirigir sus caones hacia el mar; i una larga experiencia de los fuegos peruanos desde los fuertes del Callao, en Arica, etc., no era para inducir al almirante chileno a dar mucha importancia a los efectos de esa defensa. No creemos tampoco, ni por un momento, que el remoto peligro a que estaban expuestos los buques bajo su mando haya sido lo que impidi al Almirante Riveros a proceder como acabarnos de insinuarlo; i la prueba est a la vista. No se haba presentado l, en el campo de batalla, para atacar de ms cerca a la parte ms fuerte de la lnea San Juan i Morro Solar? Nos inclinamos ms bien a creer que fue el excesivo inters con que el comandante en jefe de la escuadra estuvo observando el desarrollo de la lucha en el Morro, lo que le impidi dar una mirada ms amplia sobre el campo de batalla. Talvez tema ver rechazada de un momento a otro a la columna chilena que estaba luchando en la pendiente O. del Morro. I en ese caso, indudablemente, la escuadra deba haberla ayudado con sus fuegos. Todo esto es muy posible, i comprendemos perfectamente semejante manera de pensar, pero no por eso dejamos de resistirlo. Tal como se iba desarrollando la batalla, la accin de la escuadra contra el Morro estaba realmente paralizada, i su intervencin activa en aquella parte era a lo ms una posibilidad muy eventual; pues aun suponiendo que la 4 columna Soto hubiera cedido terreno en la pendiente O. del Morro, la escuadra haba tenido forzosamente, que tomar en cuenta a las tropas chilenas que estaban luchando en la pendiente E. de la altura, i cuyo combate no poda ignorar; pues su desarrollo se dominaba a la simple vista desde la baha de Chorrillos. As es que, como acabamos de decir, la intervencin de la escuadra en la lucha del Morro, era slo una posibilidad remota, o cuando menos, muy insegura, mientras que la accin contra la lnea de Miraflores era una oferta segura, era una realidad evidente. Para no lanzarnos a la guerra de fantasa, nos limitaremos a sealar la posibilidad incontestable de que la destruccin del ala derecha de la lnea de Miraflores, el 13. I. hubiera impedido la batalla del da 15; porque destruida el ala derecha de esta lnea, su defensa era de todo punto imposible, i los peruanos no habran aceptado combate en sus reductos destruidos. Tanto Chile como Per hubieran as conservado todos esos hijos suyos, que sacrificaron sus vidas en la batalla de Miraflores.

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Talvez parecera a alguien, que somos demasiado severos al censurar al almirante, por no haber procedido de tal o cual modo, cuando l, en realidad, estaba esperando la ocasin de ejecutar lo convenido con el comando del ejrcito; pero no. En primer lugar, es indiscutible que los pecados de omisin pueden ser tan funestos como los errores positivos, i en segundo lugar, que el delito de inactividad (tctica o estratgica) constituye por principio el error ms difcil de perdonar en la guerra; i finalmente, la Patria tiene el derecho de exigir de los personajes a quienes confa el comando ms alto de sus fuerzas de defensa un criterio amplio, para que sepa apreciar las situaciones, tal como se presentan en la guerra, i eso tambin cuando, como sucede a menudo, ellas van contrariando los planes i designios anteriores del contendor. La Nacin tiene tambin derecho a esperar de sus altos jefes una energa tal, que sepa aprovechar, por iniciativa propia, las ventajas que se presenten en cada situacin. ________________ CARACTERISTICA GENERAL DE LA BATALLA Es un grato deber, el manifestar que nuestra opinin general sobre la batalla del 13. I. es de que su ejecucin fue por ambos lados muy superior a los planes en virtud de los cuales se efectu. Sera superfluo constatar que semejante hecho, seala una ventaja inmensa en comparacin con una relacin inversa entre los planes i la ejecucin, es decir a una situacin en que planes excelentes fracasen por una ejecucin defectuosa. Las pginas de la historia militar estn llenas de relatos de desgracias que se han producido por esta causa. El mismo carcter de la guerra, considerada como actividad esencialmente prctica, hace que valga ms, que la ejecucin de una operacin tctica o estratgica sobrepase en mritos al plan que la concibi. La ventajosa opinin mencionada vale ampliamente respecto al ejrcito chileno, hacindola nosotros extensiva no solo al alto comando sino tambin a todos los comandos subordinados de diversas categoras, i hasta al ltimo soldado de las filas. Por el lado peruano, nos es imposible ofrecer tan sin reservas nuestra admiracin. Dejando a un lado al alto comando, ni aun todos los comandos de Cuerpos de Ejrcitos hicieron lo posible para mejorar la ejecucin de un plan de combate, profundamente errneo en su base. El jefe del Cuerpo de Ejrcito Coronel Iglesias i el del 2 Cuerpo Coronel Surez merecen indudablemente la opinin ampliamente favorable que hemos indicado; pues ejercieron sus comandos con habilidad, dentro de los lmites que les marcaron las disposiciones del alto comando, i por haber luchado con energa heroica. Tambin las tropas que comandaban estos jefes se distinguieron este da entre sus compatriotas. No hay pues para que manifestar nuestra conviccin de que tambin en las otras unidades del Ejrcito peruano de Lnea hubo oficiales i soldados que lucharon heroicamente. Esto, como decimos, no hay para que mencionarlo, tratndose de delinear la caracterstica general de la batalla. ________________

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LOS RESULTADOS DE LA BATALLA Nuestro estudio detenido sobre los preparativos de ambos adversarios para esta batalla nos dejaba pocas dudas sobre el desenlace. Era fcil prever lo que sucedi. El vencedor de Dolores, de Los ngeles, del Campo de la Alianza, i de Arica, iba, indudablemente, a ganar otra victoria. El triunfo tctico chileno el 13. I. fue brillante. El Ejrcito peruano de Lnea qued prcticamente destruido; pues de sus mejores tropas, de las de Iglesias, i Surez, no quedaron sino restos completamente desorganizados; i las unidades ms numerosas de los Cuerpos de Ejrcito Dvila i Cceres se encontraban en un estado tal de abatimiento, que prometan de antemano resultados muy mediocres, en caso de que el comando peruano pensara utilizarlas como ncleo para otra batalla, defendiendo con estos restos i con el Ejrcito de Reserva la lnea de Miraflores. Ninguna, absolutamente ninguna probabilidad tena el Per de poder salvar, en semejantes circunstancias, su situacin militar en este teatro de operaciones, i, naturalmente, muchas menos probabilidades todava de cambiar a su favor el resultado general de la guerra. Estratgicamente, la campaa haba concluido; pues no deba presentarse ya la necesidad de emprender otras operaciones estratgicas activas. Posiblemente restaba todava dar el golpe de gracia a los restantes defensores de Lima, pero esto sera una accin netamente tctica. Despus, vendra la ocupacin de la capital del Per i del puerto de Callao, i la distribucin de las fuerzas chilenas para la ocupacin territorial, que indudablemente tendra lugar mientras se gestionaba la paz. Aqu, la estrategia tendra que hacer or nuevamente sus consejos, pero ya no para operaciones activas. Sostenemos esto a pesar de las expediciones que ms tarde se efectuaron contra Arequipa, etc.; porque stas fueron motivadas por la poltica interior del Per, i no porque constituyeran una necesidad estratgica. Como ya hemos dicho, estratgicamente la campaa haba concluido el 13. I., i el ejrcito chileno era dueo absoluto de la situacin militar. Siendo tan magnos i brillantes los resultados tcticos i estratgicos de la batalla de Chorrillos, sera talvez excesivo volver otra vez a insinuar que pudieron haber sido todava ms decisivos, imposibilitando a los peruanos para librar otra batalla en defensa de Lima, i que la victoria pudo haberse conquistado a costa de menos sangre. Como decimos, no volveremos sobre esto, pues lo mejor no debe ser enemigo de lo bueno. I concluimos este estudio crtico de la batalla de Chorrillos, el 13. I. 81. reiterando nuestra opinin sobre la lucha chilena, en el sentido de que es casi una injusticia distinguir a algunos, en un ejrcito en donde no haba ni un oficial ni un soldado que no haba cumplido con entusiasmo su deber para con la Patria. La Historia no conoce elogios ms amplios; i Chile no pide a su ejrcito esperanzas ms lisonjeras para el porvenir.

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XI INTERVALO ENTRE LAS BATALLAS DE CHORRILLOS (13. I.) I MIRAFLORES (15. I.) La tarde del 13. I. fue dedicada por el vencedor a reorganizar las unidades de tropa, a atender a los heridos i dems quehaceres, indispensables despus de una batalla. La tropa, que no estaba empleada en alguno de estos menesteres, reposaba de las violentas fatigas que le impusiera la jornada de Chorrillos. La 1 Divisin Lynch vivaque en el llano al pi E. del Morro Solar; la 2 Divisin Sotomayor con la 1 Brigada Gana en Chorrillos, inmediatamente al E. de la poblacin, i con la 2 Brigada Sotomayor al O. de San Juan, a lo largo del camino a Chorrillos. La 3 Divisin Lagos vivaque al N. del pueblo de Chorrillos, entre esta poblacin i la de Barranco; la reserva, la caballera i la Artillera de Campaa en diversos vivaques, en los potreros entre Chorrillos i San Juan; i el comando general en la hacienda San Juan. Las ambulancias establecieron dos hospitales, uno en las casas de la hacienda San Juan i otro en el edificio de la Escuela de Cabos, en Chorrillos. Desgraciadamente, la noche del 13. al 14. I. no trascurri sin que hubiera graves desordenes que lamentar. Muchos soldados entraron a la poblacin, sin permiso i cargados de armas, i derribaron a culatazos las puertas de los despachos en que se expenda licor. Como era lgico, pronto se suscitaron rias sangrientas entre los grupos de soldados ebrios. Habindose impuesto de estos actos bochornosos el Teniente Coronel graduado don Baldomero Dubl A. Jefe de Estado Mayor de la II Divisin, intent restablecer el orden, increpando a los soldados su falta de disciplina i hacindoles presente que estaban mancillando los honrosos laureles que acababan de conquistar. Desgraciadamente el estado de inconsciencia en que estaban los soldados, a causa del alcohol, no les permita apreciar las justas reprimendas de este jefe, a pesar de que era muy estimado por la tropa. Las balas se cruzaban en todas direcciones i una de ellas hiri por fin mortalmente al Comandante Dubl, i otra al Teniente Weber. Los desrdenes continuaron toda la noche En la capital peruana el patriotismo herido embargaba todas las almas, a pesar de que el gobierno i la prensa, que le era afecta, trataban de disfrazar los hechos, sosteniendo que la accin del 13. I. no haba sido sino un combate de retaguardia para cubrir la concentracin de los Ejrcitos de Lnea i de Reserva en las invencibles posiciones de Miraflores. Pero nadie crey en estas explicaciones; lo, datos, que llevaban a Lima los fugitivos del campo de batalla, concluyeron por desautorizar estas versiones con que se quera paliar la desgracia, pues ms de un habitante de la capital haba visto con sus propios ojos lo que haba sucedido en San Juan i Chorrillos. En la maana del 14. I. el Ministro Vergara envi a su secretario don Isidoro Errzuriz, acompaado por el Coronel Iglesias (prisionero de guerra desde el da anterior), para ofrecer al Dictador peruano abrir negociaciones de paz, en razn de que ya no deba sacrificar ms vidas en defensa de una causa que no tena ya remedio, como era la situacin militar del Per. Pirola recibi al Coronel Iglesias, pero no a don Isidoro Errzuriz, contestando que solo negociara con un ministro parlamentario chileno provisto de amplios poderes. El

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Coronel Iglesias regres al Cuartel General, trayendo la respuesta de Pirola, i constituyndose otra vez prisionero, redimiendo as lealmente su palabra de honor. Parece que el ministro chileno exiga como condicin previa para intentar las negociaciones de paz, la evacuacin inmediata de la posicin de Miraflores, pero esta condicin, que fue comunicada al Cuartel General peruano por el seor don Guillermo Lira Errzuriz, fue rechazada de plano por el Dictador. El comando chileno, que comprendi entonces que sera preciso destruir las posiciones de Miraflores que era el ltimo baluarte de la defensa de Lima, antes de que el gobierno peruano cediera a la presin de una situacin insostenible, comenzaron los preparativo para la batalla decisiva. El General Baquedano elabor un plan de combate para la conquista de la posicin de Miraflores. Este plan consista, en amagar al enemigo por el frente con la 1 Divisin; atacando por su flanco izquierdo i un poco a retaguardia con la 3 Divisin, que no haba sufrido sitio muy pocas prdidas en la batalla del 13, i batir sus posiciones de enfilada, por su derecha con la artillera de la escuadra i por su izquierda con una corta artillera rodante. Este plan fue comunicado al Almirante Riveros, i el comandante general de la artillera, Coronel Velsquez, fue encargado de elegir las posiciones que deban ocupar sus bateras; pero como veremos ms adelante, circunstancias posteriores impidieron que se realizase el plan en la forma que haba sido concebido. Parece, tambin, que antes de la batalla se haban modificado esencialmente las disposiciones de este plan. La combinacin posterior que se ide consista en enviar la 3 Divisin Lagos contra la extrema derecha de la lnea peruana, ataque que deba ser apoyado por la escuadra. La 1 Divisin Lynch deba atacar el centro de la posicin. Tras de la 1 Divisin marchara la Reserva General, mientras que la 2 Divisin Sotomayor atacara la extrema izquierda de la lnea, faldeando los cerros de Vsquez. El jefe de la escuadra, a fin de utilizar en el combate sus caones de ms largo alcance, haba despachado al Cochrane en la madrugada del 14 a fin de traer a Chorrillos al Huscar i sostener el bloqueo del Callao. En este campo de batalla quedaban, pues, el Blanco, el Huscar, la OHiggins i la Pilcomayo. Con el consentimiento del general en jefe, el Coronel Lagos, que acampaba con su Divisin entre Chorrillos i Barranco, el 14. I., incendi la poblacin de Barranco, para evitar toda posibilidad de que se repitieran los desrdenes de la noche anterior. El General Baquedano haba pensado iniciar su ataque a M. D. del 15. I., pero, a M. N. entre el 14 i 15. I., recibi una comunicacin del decano del cuerpo diplomtico residente en Lima, en la que le solicitaba una entrevista para tratar de un asunto urgente i de importancia. Habiendo contestado el general que recibira a la embajada el 15. I., a las 7 A. M., a esa hora. se presentaron al Cuartel General los diplomticos encargados de entenderse con las autoridades militares chilenas. La comisin estaba compuesta del decano del cuerpo diplomtico, que era el ministro de El Salvador, seor Tezanos Pinto, i de los ministros de Gran Bretaa i Francia. El general recibi a esta comisin, en compaa del Ministro de Guerra Vergara, del seor Altamirano, que tena nombramiento de ministro plenipotenciario para las negociaciones de paz, de don Joaqun Godoy, ministro de Chile en Ecuador, i del secretario general don Mximo Lira.

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Los diplomticos residentes en Lima expresaron que su misin se refera a pedir garantas para los habitantes neutrales i para los intereses i propiedades de extranjeros que hubiera en la capital peruana. El general en jefe chileno les ofreci todas aquellas garantas que no se opusiesen al legtimo derecho de los beligerantes, i siempre que el gobierno del Per no hiciese de la capital un centro de resistencia,; pues, en este caso, el ejrcito chileno procedera al ataque sin acordar plazo alguno para la salvacin de las personas i de los intereses neutrales, cargando naturalmente las autoridades peruanas, con la responsabilidad de las desgracias i de los perjuicios que se derivaran a consecuencia de este proceder. Los diplomticos extranjeros manifestaron su conviccin de que sera posible inducir al gobierno peruano a abrir negociaciones de paz, ofrecindose ellos para conferenciar sobre este punto con el presidente del Per, i solicitaron que se les diera, si fuera posible, las condiciones previas en que Chile aceptara la paz, pidiendo adems un plazo prudente de armisticio para poder cumplir esta misin ante el gobierno peruano. El General Baquedano declin cortsmente toda intervencin extranjera, declarando al mismo tiempo, que los plenipotenciarios chilenos (Vergara i Altamirano) estaban prontos a discutir las condiciones de paz directamente con los plenipotenciarios peruanos, pero bajo la base de la entrega incondicional del puerto del Callao a las fuerzas militares chilenas. El general pidi primeramente que la contestacin le fuera dada, a ms tardar, a las 2 P. M. del mismo da 15. I., pero despus, por consideracin a los diplomticos que deban dar a conocer las condiciones de Chile al Dictador peruano, consinti en no abrir fuegos contra la posicin enemiga, antes de la M. N. entre el 15 i el 16. I., reservndose, por otra parte, el derecho de ejecutar mientras tanto todos los movimientos necesarios para la conveniente dislocacin de sus tropas en el campo de batalla, en previsin de que poda presentarse otra vez la necesidad de recurrir a las armas. Finalmente, el compromiso del general en jefe chileno descansaba en la suposicin de que haba reciprocidad de accin por parte del ejrcito del Per. Con esta contestacin, los ministros extranjeros fueron en busca del Dictador peruano, mientras que, por otra parte, el general en jefe chileno no modific las rdenes dadas anteriormente para los movimientos de las tropas durante la maana del 15. I. En vista de esto, la 3 Divisin Lagos empez a establecer su frente de combate al N. de Barranco, ms o menos a 1 km. de la posicin peruana al S. de Miraflores (Este despliegue se efectu bajo la proteccin de
las compaas de guerrillas de los cuerpos, las cuales tomaron posicin detrs de unos tapiales, como a 400 ms. de la posicin

i a las 2 P. M. todos los cuerpos de la 3 Divisin, excepcin hecha del Regimiento Aconcagua que estaba todava en marcha desde su vivac al N. de Chorrillos i del Batalln Blnes que estaba de servicio en esta poblacin, ocupaban ya sus puestos sobre el frente de combate. Pronto indicaremos cual era la colocacin de las diferentes unidades de la Divisin Lagos, sobre el sector que se le haba sealado. Despus de haber dado orden a la 1 Divisin Lynch de avanzar hasta Barranco i de desplegarse a la derecha (E.) de la 3 Divisin, el General Baquedano comenz (a las 11 A. M.) a reconocer personalmente el terreno en que se llevara el ataque, i el frente de la posicin enemiga, llegando hasta imponerse de la llegada a Miraflores de varios trenes que conducan tropas desde Lima. Como el Genera1 Baquedano andaba acompaado no slo de su Estado Mayor General sino tambin de varios otros jefes de alta graduacin, entre otros,

peruana.),

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del Coronel Lagos i del Comandante General de Artillera, Coronel Velsquez, varios de ellos fueron de opinin que los peruanos estaban preparando una ofensiva por sorpresa. Los jefes de cuerpo, que tenan orden de no hacer fuego, preguntaron sino sera conveniente impedir aquellas maniobras, i el comandante de artillera se comprometa a destrozar en pocos minutos esas columnas de tropas que se movan entre Miraflores i la posicin fortificada, si el general en jefe le daba permiso para abrir sus fuegos en aquel mismo instante. El General Baquedano se neg a esta peticin, manifestando su conviccin de que en manera alguna se trataba de una sorpresa traidora contra el compromiso mutuo de no abrir los fuegos antes de M. N. del 15/16 I., sino que l estimaba que los peruanos estaban evidentemente haciendo lo mismo que el ejrcito chileno en aquellos momentos, es decir, distribuyendo sus fuerzas para un combate que llegara a ser inevitable el 16. I., si la condicin previa chilena para el establecimiento de las negociaciones de paz no fuera aceptada por el gobierno peruano. Semejantes precauciones eran, desde este punto de vista, perfectamente legtimas por ambos lados. De todas maneras, como medida de previsin, el General envi orden al Capitn Lynch de apresurar su marcha desde Chorrillos. (El jefe de la 1 Divisin recibi esta orden a las 12 M. D.). Continuando el reconocimiento del terreno, el General Baquedano i su comitiva llegaron hasta muy cerca de la posicin enemiga por el lado N. de Barranco, sin que les sucediera nada. Despus de haber inspeccionado un momento el frente de la posicin peruana, volvi bridas hacia sus tropas pero en este momento; cay sobre l i sus acompaantes un nutrido fuego de fusilera, que parta desde las trincheras peruanas inmediatas al frente. (Eran las 2 P. M.). Como si esta hubiera sido la seal convenida, inmediatamente, todo el frente de la posicin rompi violentamente el fuego, la infantera desde las trincheras i los caones desde los reductos. Una verdadera granizada de proyectiles persigui durante algn tiempo al general en jefe chileno, pero felizmente la suerte le favoreci esta vez como lo haba hecho constantemente durante toda la campaa. El general escap ileso, entrando en las filas de su ejrcito sin la menor herida, pero pocos momentos despus se haba entablado el combate de Miraflores. Antes de entrar en la descripcin de esta batalla, debemos manifestar nuestra conviccin, de que el repentino estallido de los fuegos peruanos no obedeca a algn plan del gobierno o del alto comando peruano para traicionar el compromiso que haba contrado con el ejrcito chileno. Primeramente anotaremos, que de hecho existan para el ejrcito peruano las clusulas del compromiso, porque, si bien es cierto que el comando del ejrcito chileno no haba sido notificado de la aceptacin del armisticio, i que por lo tanto se poda sostener que formalmente el compromiso no estaba sancionado por una de las partes, ya por esta causa no haba podido fijarse lnea de demarcacin alguna entre los ejrcitos, es por otra parte indiscutible el valor moral de este acuerdo tcito, pues Pirola, ya haba recibido a los diplomticos extranjeros que llevaban la contestacin de Baquedano, i estaba tratando en aquellos momentos la incumbencia que a l le corresponda en el armisticio, sin haber dado todava una contestacin que indicara que l no aceptaba el armisticio. No cabe duda, de que Pirola comprenda la responsabilidad que le alcanzaba, pues le caus mucha sorpresa el estallido de los fuegos al S. de Miraflores, en los precisos momentos en que l en su Cuartel General conversaba con los diplomticos i con los jefes de los buques extranjeros surtos en el Callao sobre las condiciones de paz que se le ofrecan.

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Varios de los extranjeros presentes en aquella reunin han atestiguado de que Pirola fue hasta tal punto sorprendido por el estallido de los fuegos, que abandon la sala sin despedirse de los diplomticos i exclamando traicin!, pues crey en un principio que eran los chilenos los que atacaban, violando el compromiso. Existe indudablemente, todava, la posibilidad de que el Dictador no hubiese impartido orden alguna al ejrcito de Miraflores, respecto al compromiso en cuestin; i est entonces dentro de lo probable, el que las tropas ignorasen el acuerdo; pero sobre esta posibilidad no nos atreveremos a pronunciarnos, por no tener datos autnticos, que nos lo confirmen. Pero la sola existencia de semejante posibilidad fortalece naturalmente la opinin de que las tropas peruanas procedieron de buena fe, al abrir sus fuegos a las 2 P. M. del 15. I. Lo que sucedi es, por otra parte, algo muy lgico, en vista de la situacin de las tropas en el campo de batalla. Cuando los ejrcitos adversarios se encuentran frente a frente, dentro del alcance de sus armas, se necesitan precauciones extraordinarias para impedir que se ataquen, i estas precauciones no se tomaron por ninguna de las dos partes. Esta es la nica razn de lo sucedido. El comando chileno no puede eximirse de toda culpa por lo que sucedi, porque si bien es verdad que el General Baquedano haba instruido a sus jefes de la situacin i haba dado orden a las tropas de no hacer fuego sin orden expresa, por otra parte, se hizo el despliegue de la Divisin Lagos solo a 1,000 metros del frente enemigo. La inspeccin de la posicin peruana por el general en jefe chileno, acompaado de su E M. i de numerosa comitiva dentro del alcance de los fusiles peruanos, fue un acto, que no, por probar la confianza del general en la buena fe de su adversario, dejaba de revestir cierto carcter de provocacin que naturalmente deba irritar los nervios ya muy excitados de los defensores de Lima. Es evidente que cuando el comando chileno se reserv el derecho de mover libremente sus tropas durante la suspensin de las hostilidades, a fin de ejecutar una conveniente dislocacin de ellas en previsin de una batalla probable, esta libertad de accin deba estar limitada por una prudencia razonable. Sera un absurdo pensar que esta libertad fuera tan amplia que hubiera permitido al comando chileno colocar sus tropas al pi mismo de las posiciones peruanas, sin que el defensor hiciera nada para impedirlo. Lo cierto es que el proceder del comando chileno en esta ocasin no se caracteriza por la extremada prudencia que es preciso ejercitar, a fin de evitar el inmediato estallido de una batalla que no se ha pensado librar en ese momento inmediato. Faltando las precauciones a que nos hemos referido, basta la iniciativa prematura o la nerviosidad de cualquier jefe subalterno i hasta la inquietud de cualquier centinela o soldado del frente de batalla, para encender la primera chispa de la hoguera. I esto fue sin duda, lo que sucedi en aquella ocasin; hecho que se ha repetido varias veces en la Historia Militar. Inmediatamente despus de la guerra, se crey en Chile que el estallido sorpresivo de la batalla de Miraflores haba sido consecuencia de una orden traicionera del alto comando peruano, sirviendo de base a esta versin el siguiente telegrama encontrado en Lima: Lima, Enero 15 de 1881.- (a la 1:15 P. M.)

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Al Prefecto del Callao: Sr. Prefecto: Del frente de Miraflores, participan que dentro de pocos momentos comenzar combate. La lnea tendida solo espera la orden de hacer fuego. Mucho entusiasmo. Velasco. (Vese Vicua Mackenna. Tomo 4 pg. 1181). Pero como puede verse, este documento no prueba la traicin. Probablemente solo reflejaba la opinin personal de alguien, al ver extenderse las guerrillas de la Divisin Lagos, tan cerca de la posicin peruana.

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XII. LA BATALLA DE MIRAFLORES EL 15. I. Conocemos ya el campo de batalla. Las fuerzas peruanas que deban luchar en el campo de Miraflores se componan del Ejrcito de Reserva, de los restos del Ejrcito de Lima que se haban retirado hacia all despus de la derrota sufrida el campo de batalla de Chorrillos el 13. I. i de dos batallones que acababan de llegar del Callao. El Ejrcito de Reserva, que tena ahora como jefe inmediato al Coronel don Juan Echeique, estaba organizado en dos Cuerpos de Ejrcito bajo las rdenes de los Coroneles de Guardia Nacional Correa i Santiago i Obregoso, ambos paisanos, sin instruccin militar de ninguna especie. La fuerza total de este ejrcito era de ms o menos 12,000 hombres, pero estos tambin, casi en su totalidad, carecan de verdadera instruccin militar i solo tenan la escasa preparacin que haban podido adquirir en los ejercicios por dems insuficientes efectuados en los ltimos meses; pues este Ejrcito (le Reserva, que se haba acuartelado solo el 6. XII., haba sido trasladado a Miraflores el 25. XII. Es preciso advertir adems, que no todo el Ejrcito de Reserva se encontraba el 15. I. en las fortificaciones de Miraflores, como tendremos ocasin de verlo ms adelante. Del campo de batalla de Chorrillos, se haba salvado la mayor parte del 3 Cuerpo de Ejrcito Dvila, restos ms o menos considerables del 4 Cuerpo de Ejrcito Cceres i muy pocos del 1 Cuerpo de Ejrcito Iglesias i del 2 Cuerpo de Ejrcito Surez. Los datos peruanos evalan en 6,000 hombres estos restos hbiles del Ejrcito de Lnea, lo que acusara una prdida total de 14,000 hombres en la batalla de Chorrillos. Estas cifras son sin duda alguna exageradas, pues a pesar de admitir la posibilidad de que se hubiesen voluntariamente escondido una parte de los fugitivos del 13. I., consideramos errados estos datos. Los fugitivos escondidos no deban haber sido muy numerosos, pues existen testimonios que constan que las autoridades de Lima haban recogido i enviado durante el 14 i maana del 15. I., a Miraflores, los soldados dispersos que se haban refugiado en la capital despus de la derrota del 13. I. En vista de la falta de datos autnticos haremos, pues un clculo de probabilidades: Perdidos 1 C. de Ej 2 C. de Ej 3 C. de Ej 4 C. de Ej. Total. 5,000 hombres 3,000 hombres 1,500 hombres 2,000 hombres 11,500 hombres Salvados 1,000 hombres 1,000 hombres 3,000 hombres 3,500 hombres 8,500 hombres

Restemos todava unos 1,500 hombres, dndolos por desaparecidos, i nos quedan 7,000 hombres. En esta forma las prdidas del Ejrcito de Lnea alcanzaran a 13,000 hombres, es decir el 65% del total, lo que tiene los caracteres de una verdadera catstrofe.

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Insistimos pues en los 7,000 hombres como el mnimum posible de los salvados de la jornada de Chorrillos. A esta fuerza de Lnea deben agregarse los dos batallones que llegaron del Callao i que sumaban unos 1,000 hombres. Seran entonces, por lo menos, 8,000 hombres de Lnea. Suponiendo que todo el Ejrcito de Reserva se encontrara ese da en el campo de batalla, el generalsimo peruano habra dispuesto de una fuerza total de 20,000 hombres. Pero como los peruanos insisten en que en la posicin de Miraflores, es decir desde el fuerte Alonso Ugarte en la orilla del mar hasta la batera inmediata al camino de Otocongo, solo haban 4,000 hombres del Ejrcito de Reserva, quedando unos 6,000 con el Coronel Echeique en las obras de Vsquez, resulta: 1 que faltaban como 2,000 hombres del Ejrcito de Reserva, que estaban probablemente en el portezuelo de Rinconada i en las obras inmediatas a Lima; i 2 que los defensores de la posicin de Miraflores que tomaron parte activa en la batalla, deben haber sumado como 12,000 hombres. Ya sabemos que las posiciones de Morro Solar - San Juan i Miraflores contaban el 13. I. con 120 piezas de Artillera. Calculamos que en la 1 posicin defensiva haba unas 80 piezas, las cuales, sin duda, se perdieron todas. Tenernos, por lo tanto, que la artillera que defenda la lnea de Miraflores el 15. I. deba haber contado como con 40 piezas. El ejrcito chileno, que al entrar en combate el 13. I. constaba de 24 a 25,000 hombres, haba perdido ese da 3,300, de manera que le quedaban el 15. I. de 21 a 22,000 hombres. Inmediatamente antes del combate, se envi como proteccin del flanco derecho del ejrcito un destacamento mixto de ms o menos 1,000 hombres el cual no tom parte directa en la lucha contra las posiciones de Miraflores. Restando stos, quedaran de 20 a 21,000 hombres. Pero a estas fuerzas hay que agregar todava al Batalln Quillota, que ese da se incorpor a la 1 Divisin Lynch i que contaba con 600 plazas. Esto nos da una fuerza total de 21,000 soldados chilenos frente a la posicin de Miraflores. Como el ejrcito chileno no haba sufrido prdidas en su artillera el 13. I. dispona todava de sus 88 piezas. Posiblemente, pudieron tambin aprovechar para su ataque una parte de los 80 caones que haban cado en su poder el 13. I., pues todas esas piezas no haban sido inutilizadas, i los chilenos haban encontrado una cantidad considerable de municiones en las posiciones conquistadas. _________________ LA OCUPACION DE LA POSICION DEFENSIVA Las unidades presentes del Ejrcito de Reserva ocuparon los seis reductos que haba sobre la lnea comprendida entre el fuerte Alfonso Ugarte i el camino de Otocongo. Como el combate de Chorrillos el 13. I. haba desorganizado por completo las unidades del Ejrcito de Lnea que se haban salvado del desastre, hubo necesidad de constituirlas nuevamente. Esta labor le incumbi al General Silva, jefe del Estado Mayor General, el cual reparti estas fuerzas en 6 Divisiones, a saber: 1 Divisin Coronel Noriega

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2 Divisin 3 Divisin 4 Divisin 5 Divisin 6 Divisin.

Coronel Ceballos Coronel Canevaro Coronel Iglesias Coronel Aguirre Coronel Pereira

Cada grupo de dos Divisiones se puso bajo las rdenes de un jefe. A pesar de que el parte del General Silva no usa el nombre del Cuerpo de Ejrcito para estas unidades mayores, es evidente que lo tenan, como lo haban tenido antes, durante la jornada del 13. I. Las Divisiones Noriega i Ceballos quedaron bajo las rdenes del Coronel Cceres. Las de Canevaro e Iglesias bajo las rdenes del Coronel don Belisario Surez; i Las de Aguirre i Pereira bajo las rdenes del Coronel Dvila. A cada uno de estos C. de Ej. se le design un sector de la lnea de la defensa, debiendo las unidades de Lnea defender las trincheras que se extendan entre los reductos, los cuales, como ya hemos dicho, estaban ocupados por el Ejrcito de Reserva i por la artillera. Hay que observar que las unidades del Ejrcito de Reserva no obedecan a los jefes de los Cuerpos de Ejrcito de Lnea, sino que tenan comandos independientes. Las que estaban en la posicin de Miraflores obedecan al Coronel Correa i Santiago. Es evidente, que el General Silva, que tomaba todas estas disposiciones en nombre del Presidente generalsimo, que estaba en la poblacin de Miraflores, obraba en este caso de orden superior, pero sin aprobar estas medidas; pues en su parte al Secretario de la Junta de Gobierno dice que esta disposicin era el motivo por el cual, no me es dable informar a US. sobre este importante ejrcito, con la detencin que deseara. El Cuerpo de Ejrcito Cceres ocup el sector derecho (O.) de la posicin el de Surez el centro i el de Dvila el ala izquierda (N. E.) A las 10 A. M. el General Silva haba comenzado una revista de los cuerpos en sus distintos campamentos, para imponerse del estado de nimo de las tropas, de su provisin, de las municiones con que contaban, etc., cuando a eso de M. D., observ que los enemigos formaban su lnea al mismo tiempo que los buques de la escuadra chilena se colocaban en lnea de combate, amenazando a Miraflores. El General Silva suspendi entonces la revista, ordenando a los cuerpos que estuvieran en sus posiciones, listos para combatir. Al mismo tiempo envi un emisario a Miraflores, pidiendo rdenes al Presidente. Como saba que los diplomticos extranjeros estaban conferenciando con Pirola, el General Silva no poda proceder en otra forma, i justamente estaba esperando las rdenes que haba solicitado, cuando a las 2 P M. fue sorprendido por el rompimiento de los fuegos en el ala derecha de la posicin (Tambin el General Silva crey en aquel momento, que eran los chilenos los que haban comenzado a atacar la posicin de Miraflores por el lado del mar.). EL COMBATE Ya sabemos la forma en que se produjo la ruptura de los fuegos. El General Silva acudi rpidamente hacia el frente, en la carretera que va de Miraflores a Barranco, para imponerse de lo que suceda. Posiblemente habra hecho suspender los fuegos si no hubiera

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recibido en su camino la noticia (que despus se constat que era errnea) de que los chilenos haban invadido por el lado del mar nuestro flanco derecho. Como consecuencia de esta informacin, el general orden la continuacin del combate entablado. Como ya lo hemos dicho, era la 3 Divisin chilena Lagos, la que estaba establecindose al N. de Barranco, a una distancia de ms o menos 1,000 mts. del reducto Alfonso Ugarte, bajo la proteccin de una lnea de guerrillas que se extenda a 400 mts. de las obras peruanas. A las 2 P. M. esta Divisin tena sobre el frente a todas sus unidades, excepto el Regimiento Aconcagua, que a esa hora marchaba desde Chorrillos, i el Batalln Bulnes, que estaba de servicio en aquella poblacin. El ala izquierda, por el lado del mar, estaba formado por la 2 Brigada Barcel, que haba colocado sobre su frente al Regimiento Concepcin en el ala izquierda, el Caupolicn i Valdivia en el centro i el Santiago formando el ala derecha de la Brigada. El ala derecha de la 3 Divisin la constitua la 1 Brigada Urriola, cuya extrema izquierda la debera formar el Regimiento Aconcagua, en cuanto llegara al combate. Este regimiento deba estar en contacto inmediato con el Regimiento Santiago de la 2 Brigada. El Batalln Navales formaba ya el ala derecha del frente Urriola. El Regimiento Zapadores, que estaba tambin asignado a esta Brigada, continuaba formando parte de la Reserva General. Desplegada en esta forma, la Divisin Lagos qued con su 2 Brigada Barcel frente al sector de la posicin defensiva en donde el Coronel Cceres mandaba sus dos Divisiones Noriega i Ceballos Esta cifra es el resultado de un clculo; pues la caballera chilena tuvo en la batalla del 13. I. una
prdida total de 57 hombres entre muertos i heridos. Dividiendo estas bajas entre los Regimientos Carabineros i Granaderos a Caballo, que fueron los nicos que cargaron en la batalla de Chorrillos, resulta para cada uno una prdida de 28 hombres. Es decir 400, que era la dotacin, menos 28 bajas, da un total de 372 jinetes en esta accin.,

entre el mar i la lnea frrea. El Batalln Navales de la 1 Brigada Urriola estaba al E. de la lnea frrea, frente al ala derecha del Cuerpo de Ejrcito Surez. Entre al Batalln Navales i el ala derecha de la 2 Brigada Barcel haba un claro, que deba ser ocupado por el Regimiento Aconcagua. La Reserva General del Comandante don Arstides Martnez, compuesta como el 13. I. de los Regimientos 3 de Lnea, Zapadores i Valparaso, estaba colocndose a unos 750 mts. a retaguardia, con una, parte por el lado E. de la lnea frrea i la otra entre el mar i Barranco, mientras que la Artillera de Reserva (Novoa) se coloc al N. i al S. de Barranco. A esta hora, 2 P. M., la 1 Divisin Lynch, que deba formar el centro del frente de combate, i que haba salido de Chorrillos poco antes de M. D., estaba descansando al lado S, de Barranco. La 2 Divisin Sotomayor, que deba formar el ala derecha del Orden de Combate, se encontraba en Chorrillos, lista para marchar, con la 2 Brigada Barboza cerca de Santa Juana i la 1 Brigada Gana en la proximidad del pueblo de Chorrillos. Hasta este momento, la Brigada Gana haba estado esperando a que la 1 Divisin desocupara la carretera. La caballera se haba acercado al pueblo de Barranco, en el llano al E. de la lnea frrea. Cuando las tropas de Cceres rompieron sus fuegos sorpresivamente, las compaas de guerrillas, que haban cubierto el despliegue de la Divisin Lagos, contestaron inmediatamente el fuego que se les haca desde las lneas peruanas, mientras el resto de las fuerzas chilenas, sobre el frene, acudan apresuradamente a tomar las armas. En los primeros momentos, como es natural, hubo una gran confusin, pero bien pronto los jefes i oficiales

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restablecieron el orden. Con admirable sangre fra formaron sus cuerpos en combate, i como ya los soldados haban comenzado a hacer fuego, contestando por propia iniciativa a los disparos del enemigo, los jefes de cuerpo hicieron tocar cesar fuegos, convencidos de que el rompimiento del fuego por parte de los peruanos obedecera a alguna equivocacin, i que el adversario cesara tambin el combate en cumplimiento al compromiso contrado. Habla muy altamente de la disciplina que tenan las tropas de la 3 Divisin Lagos el hecho de que obedecieron inmediatamente al toque de orden. En realidad, los fuegos chilenos se suspendieron durante un cuarto de hora, pero como los disparos peruanos, en lugar de cesar, aumentaban ms a cada momento, haciendo efectos sensible en las filas chilenas, la situacin, en aquellas condiciones, se hacia imposible. Se dio entonces orden de abrir nuevamente el fuego, i desde este momento, (como a las 2:30 P. M.) el combate, se desarroll con caracteres de verdadera furia sobre todo el frente de la Divisin Lagos. Los buques de guerra del Almirante Riveros, que se haban impuesto de la situacin, empezaron inmediatamente a bombardear las posiciones peruanas, concentrando sus fuegos sobre las obras del ala derecha, i en especial contra el reducto de Alfonso Ugarte. Cuando los peruanos rompieron el fuego, el Almirante Riveros haba desembarcado en Chorrillos , pero su lancha a vapor lo llev luego a bordo del Blanco, buque desde el cual se encarg de la direccin del combate de la escuadra. Los buques que tomaron parte en la accin fueron el Blanco, el Huscar, la O'Higgins i la Pilcomayo. Los efectos de la artillera de a bordo deben haber sido considerables tanto sobre las fortificaciones del frente peruano, como en la poblacin de Miraflores, que fue el objetivo del bombardeo. El bombardeo desde el mar ces, cuando las tropas chilenas llegaron tan cerca de las lneas peruanas, que ya los buques chilenos no pudieron continuar haciendo fuego sobre las posiciones. Como los peruanos solo por muy poco tiempo pudieron contestar con los caones del fuerte Alfonso Ugarte, a los caones de la escuadra, las naves chilenas no sufrieron grandes prdidas. Solo murieron dos marineros i hubo siete heridos, entre ellos un oficial. Estas bajas se produjeron al cesar el combate, a consecuencia de que revent una granada al descargarse uno de los caones de 70 lbs. del acorazado Blanco. En estos momentos, entre las 2:30 i las 3 P. M., la situacin de la 3 Divisin Lagos era crtica. Tena sobre el frente de combate, solo unos 4,400 hs. apoyados nicamente por su Brigada de Artillera de Montaa, pues la artillera de reserva, que al estallar el combate estaba desplegando sus bateras al N. de Barranco, se vio obligada a retroceder para tomar otra posicin ms alejada, para evitar la lluvia de proyectiles que caan sobre ella. Viendo el Coronel Cceres la difcil situacin en que se encontraba la Divisin chilena, quiso aprovechar la ocasin para destruirla, antes de que fuera reforzada, i, abandonando las trincheras, tom resueltamente la ofensiva. Disponiendo de fuerzas muy superiores, Cceres intent envolver por ambos flancos a la 2 Brigada Barcel, al mismo tiempo que la atacaba por el frente. El claro que todava exista en el frente Lagos, entre el Regimiento Santiago que formaba el ala derecha de la 2 Brigada Barcel i el Batalln Navales de la 1 Brigada Urriola, por no haber llegado al combate el Regimiento Aconcagua, ofreca al jefe peruano una ocasin excelente para la realizacin de sus propsitos.

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Como era de esperar, el Coronel Surez no se qued atrs, sino que carg sobre los Navales. El batalln chileno resisti el ataque con una valenta a toda prueba, pero no poda sostenerse, pues sufra prdidas enormes, i entonces principi a retroceder junto con el batalln de cabeza del Regimiento Aconcagua, que a esta hora (las 3 P. M.) comenzaba tambin a desplegarse. Este movimiento hacia retaguardia distaba mucho, sin embargo, de ser una fuga, pues ambos batallones retrocedan combatiendo enrgicamente, cediendo el terreno palmo a palmo i solo bajo la presin de una superioridad numrica, que no podan contrarrestar. Ninguno de los partes dan a conocer si la 2 Brigada Barcel tambin se vio obligada a ceder terreno (El parte del General Baquedano que sostiene que la 3 Divisin no cedi un palmo de terreno es errneo en este detalle.), pero en caso de que as hubiera sido, lo ha hecho luchando con heroicidad. El combate en retirada de la 3 Divisin se hizo en forma que mereci los ms calurosos elogios del General Baquedano, quien dice en su parte oficial: esa resistencia tenaz e inquebrantable de la 3 Divisin en los momentos ms crticos fue la que decidi del xito de la batalla. Ya hemos dicho que el Regimiento Aconcagua lleg a tiempo, al frente de combate, para ayudar al Batalln Navales. Este Regimiento haba forzado la marcha, desde que oy el estallido del combate sobre el frente. Es verdad que el General Baquedano, a las 2. P. M. envi una orden al Aconcagua para que se apresurara, pero cuando lleg la orden, ya el regimiento acuda rpidamente al ruido del can. A. las 3 P. M. se despleg su batalln de cabeza, i pocos minutos despus el otro batalln. El Coronel Lagos, al ver la difcil situacin en que se encontraba la 1 Brigada Urriola, pidi refuerzo a la Reserva, el que fue concedido, avanzando, en socorro de Urriola, los Regimientos Zapadores i Valparaso. Este refuerzo, normaliz el combate de la Divisin Lagos. Ya no solo pudo mantenerse sin perder terreno, sino que volvi a avanzar, poco antes de las 4 P. M. El general en jefe haba tambin enviado orden al jefe de la 1 Divisin para que apurara su entrada al combate. Sabemos ya que la Divisin Lynch deba desplegarse inmediatamente a la derecha (E.) de la 3 Divisin. No hay para que decir que Lynch se haba puesto en marcha apenas estall el combate (a las 2 P. M.), apresurndose cuanto le fue posible. Poco despus de las 3 P. M. empezaron a llegar sus cuerpos a la altura de la Divisin Lagos. El primero en llegar fue el Regimiento 2 de Lnea de la 1 Brigada Martnez, que haba formado la vanguardia durante la marcha; en seguida llegaron los cuerpos de la 2 Brigada Amuntegui, en el orden siguiente: El Chacabuco, el 4 de Lnea i el Coquimbo, i en pos de ellos los dems cuerpos de la 1 Brigada Martnez, el Colchagua, el Atacama i el Talca. El despliegue de la 1 Divisin fue sucesivo. De izquierda a derecha se desplegaron el 2 de Lnea, el Atacama, el Talca, i el Colchagua, es decir toda la 1 Brigada Martnez. Ms a la derecha entr en 1 lnea el Chacabuco de la 2 Brigada Amuntegui. Al principio, todas las dems unidades quedaron en 2 lnea, pero pronto se desplegaron tambin a la derecha del Chacabuco.

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Mientras estas fuerzas estaban tomando formacin de combate, el General Baquedano, que segua vigilando de cerca el combate, envi hacia adelante a los Carabineros de Yungai, los cuales deban cargar contra el flanco izquierdo del C. de Ejrcito Surez que todava estaba avanzando. Apareci tambin en este momento, por el lado N. E. del campo de batalla, la caballera peruana, recin enviada por Pirola desde la posicin de Vsquez, para que acompaara la ofensiva de su infantera, al S. de Miraflores. Despus de la prdida de los Cazadores del Rmac (12/13. I.) en la cuesta de Manzanares, la caballera peruana se compona de: Los Lanceros de Torata, comandante Coronel Bermdez, de 260 plazas, i la Escolta del Presidente, comandante Mayor Barreda, de 105 plazas. En total 365 jinetes. Esta era, pues, la caballera que iba a cargar. El Comandante Bulnes se dirigi resueltamente a su encuentro, pero la caballera peruana volvi bridas mucho antes de que fuera posible el encuentro. Viendo Bulnes que no podra alcanzarla, trat de cargar sobre la infantera del C. Dvila, pero no alcanz a llegar hasta ella, pues stos terrenos de riqusimos cultivos estaban llenos de pircas i tapias que impedan por completo las cargas de caballera. A esta hora, la 1 Divisin Lynch estaba desplegada sobre el frente, i a la derecha de ella estaba tambin entrando en lnea de combate la 2 Brigada Barboza de la 2 Divisin Sotomayor, i todo el frente chileno, tom la ofensiva. El ataque ya haba empezado en el ala izquierda, donde, como ya lo hemos dicho, el Coronel Lagos, apenas se libr de la situacin extremadamente difcil que haba soportado heroicamente durante ms de una hora, haba tomado disposiciones para pasar a la ofensiva. Volviendo la mano a Cceres, Lagos pretenda envolver los dos flancos de su adversario. Con este fin dispuso que los regimientos de las dos alas de la Brigada Barcel, el Concepcin por el lado del mar, i el Santiago en el ala derecha, deban tratar de ejecutar esta maniobra. Acompaados del Batalln Caupolicn, estos valientes se precipitaron sobre las primeras trincheras del enemigo, lo arrojaron a bala i a bayoneta i se apoderaron de una parte del sector que defenda Cceres. Antes de que las fuerzas del ala derecha peruana se repusieran del desconcierto que les haba producido la audacia de esta carga, todo el resto de la Divisin Lagos, acompaada ahora por los 3 regimientos de la Reserva Martnez, se lanz al ataque contra los reductos i trincheras del enemigo. De las unidades de la Reserva, el Regimiento 3 de Lnea atac el fuerte Alfonso Ugarte, mientras los Zapadores i el Valparaso cargaron sobre las trincheras del frente Cceres. Eran ms de las 4 P. M. cuando se inici este ataque general, i ya a las 4:30 haban sido arrojados de sus trincheras todos los defensores de esta parte del frente peruano. Las tropas de lnea del C. de Ejrcito Cceres i las de Correa i Santiago del Ejrcito de Reserva, que estaban en aquel sector, emprendieron una tumultuosa retirada. Lagos i Martnez se apoderaron de esta manera de todo el terreno hasta la poblacin de Miraflores, entrando tambin a la poblacin misma.

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Habiendo sido herido en esta carga el Comandante Barcel, el Comandante Fuenzalida, del Regimiento Santiago, tom el mando de la 2 Brigada de la 3 Divisin, llevndola adelante, sin detenerse. En este ataque muri el valiente Mayor Dardignac, 2 Jefe del Caupolicn, i se distingui el Teniente Vicente Palacios, i los Capitanes del 3 de Lnea Pedro Novoa i Leandro Fredes fueron los primeros para entrar en el reducto Alfonso Ugarte. Tambin el Comandante Fuenzalida fue herido; pero qued frente a la Brigada hasta que se termin la accin. El Batalln Bulnes haba llegado desde Chorrillos a tiempo para tomar parte en este ataque de la Brigada Barcel a que perteneca. Dueos de Miraflores, la 3 Divisin Lagos i la Reserva Martnez se dirigieron contra el flanco derecho del C. Surez, a quien la 1 Divisin Lynch estaba ya atacando de frente, acompaada por la 2 Brigada Barboza de la 2 Divisin, que se dirigi contra el flanco izquierdo del C. E. Dvila. La 1 Brigada Gana, de la 2 Divisin Sotomayor, actuaba ahora como Reserva General, reemplazando a la de Martnez. Esta Brigada se coloc al E. de la lnea frrea, a retaguardia de la lnea de combate. En vano Surez i Dvila hicieron esfuerzos extremos para rechazar este ataque frontal de Lynch i Barboza, pues ni las numerosas minas, que estallaron bajo los pies de los atacantes, lograron detenerlos. Cuando las tropas victoriosas de Lagos i Martnez cayeron sobre el flanco derecho de C. de Ejrcito Surez, estas tropas estaban exhaustas, i abandonaron las trincheras i los reductos, huyendo hacia Lima. Pocos momentos despus, sucedi lo mismo al C. de Ejrcito Dvila, el cual ya no tena fuerzas para resistir los ataques combinados de la 1 Divisin Lynch i de la 2 Brigada Barboza de la 2 Divisin. A has 6 P. M. haba cado la ltima posicin peruana en poder de los chilenos. Todo el campo de batalla estaba en poder del ejrcito victorioso, i los restos dispersos del ejrcito peruano corran desbandados por la llanura, para desaparecer........ En este momento, lleg de Lima un tren blindado que hizo fuego de artillera sobre las tropas chilenas, pero unos cuantos disparos de can bastaron para hacerlo regresar al N. Al ver el tren blindado acercndose, haba el ingeniero don Federico Stuven empezado a desmontar los rieles de la lnea en la inmediata vecindad de la Estacin de Miraflores, dando as otra prueba, entre tantas, de la inteligente iniciativa i su valor personal. La 1 Divisin Lynch, que haba avanzado en persecucin de los fugitivos, fue llamada por el general en jefe, pues ya era demasiado tarde, i no quera que sus tropas entraran a Lima en aquellas condiciones. La 1 Divisin fue reunida i estableci sus vivaques en la llanura Cascajal, S. O. de Monterico Chico. La 2 Divisin Sotomayor vivaque en el llano, al S. del sitio en que haba estado la posicin peruana. La 3 Divisin Lagos se acuartel en la poblacin de Miraflores. El Coronel Orbegoso, que haba quedado a las rdenes directas del jefe del Ejrcito de Reserva, Coronel Echeique, en la posicin de Vsquez, no haba tomado parte en el combate de Miraflores. El Presidente Generalsimo haba estado tambin en Vsquez, durante todo el combate, sin ejercer influencia alguna en la direccin de la batalla.

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El comando en jefe en Miraflores haba sido ejercido por el J. de E. M. G., General Silva; pero, fuera de animar al ejrcito con su ejemplo de valor personal, poco poda hacer, porque no dispona de ms tropas que las que estaban luchando en la misma lnea de fuego. El nico adversario que el Coronel Orbegoso tuvo al frente este da, fue el destacamento mixto que el comando chileno haba enviado al principiar el combate para proteger el flanco derecho (E.) del frente de combate. Esta guardia de flanco estaba compuesta del Batalln Melipilla, del Regimiento Artillera de Marina, i de la Brigada de Artillera de Montaa (Gama) de la 1 Divisin Lynch. (En total, una fuerza de 1,000 hombres con 12 caones). El parte del Mayor Gana dice que a las 2 P. M. recibi orden de su jefe de Divisin Lynch de acompaar a la vanguardia de la 1 Divisin, que deba apoyar por la derecha a la 3 Divisin Lagos, pero que, cuando ya estaba en marcha para cumplir la misin que se le haba encomendado, recibi orden del general en jefe de ir, apoyado por el Batalln Melipilla i por el Regimiento Artillera de Marina, a proteger el flanco derecho del frente. En efecto, ponindose a las rdenes del General Sotomayor, cuya Divisin formaba el ala derecha del frente de combate, march al N., ocupando una posicin, en un cerro al S. de las bateras de San Bartolom i otros (Evidentemente las del Reducto de Vsquez). La Brigada de Artillera Gana permaneci en esta posicin hasta el fin de la batalla, reunindose ms tarde con la 1 Divisin Lynch, a la cual estaba afecta. Como las fuerzas de Echeique no atacaron, el Regimiento Artillera de Marina i el Batalln Melipilla no tuvieron ocasin de combatir, ya que con su pequeo efectivo de 800 hombres no poda pensarse en atacar en sus trincheras a los 6,000 hombres de Orbegoso. El Batalln Quillota, que acababa de llegar de Pisco, se incorpor este da a la 1 Divisin Lynch, recibiendo inmediatamente su bautismo de sangre, participando valerosamente en la sangrienta batalla. Tales eran los reclutas chilenos. La gloriosa victoria de Miraflores haba costado al ejrcito chileno un total de 2,124 bajas, entre los cuales haba 304 oficiales, es decir, el 10,6% de los combatientes. (Cuando
Bulnes (T. II., pg. 691) avala en un 25 % las bajas del ejrcito de Chile, se refiere sin duda a las bajas producidas durante los das 13 i 15. I. pero a pesar de todo, el dato es algo exagerado, pues el total de las prdidas en dos das fueron de 5,443 hombres, es decir el 22.7%, de la fuerza total del ejrcito.)

Entre los hroes de esta jornada, que perecieron en el campo de batalla, figuran el jefe de la 1 Brigada de la 1 Divisin Coronel don Juan Martnez, el Comandante Marchant del Regimiento Valparaso, el Comandante Zilleruelo del Regimiento Zapadores, los Mayores Dardignac, Silva Renard, E. Larran Alcalde i el hbil explorador i oficial de vanguardia, Capitn don Joaqun Flores, i muchos otros. El ejrcito peruano en realidad ya no exista; pero no tenemos datos precisos sobre el nmero de muertos, heridos i prisioneros que dej en el campo de batalla de Miraflores el 15. I.; pues cuando el General Baquedano, en su parte del 12. II., aprecia las bajas peruanas en 12,000 hombres no tiene este clculo otra base que al parecer personal del general en jefe. El J. del E. M. G. peruano, General Silva, manifiesta en su parte oficial del 28. I., que ha sido imposible recoger estos datos; solo agrega dos listas sobre los jefes muertos o heridos, las que arrojan un total de 46 (17 Coroneles, 12 Tenientes Coroneles i 17 Mayores) entre los cuales figura el Coronel Aguirre, Jefe de la 5 Divisin, i los Coroneles Arguedas i Ayarza, anteriormente Jefes de Divisin.

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La lista de heridos suma 16 jefes (3 Generales, 11 Coroneles i 2 Mayores), entre ellos figuran los Generales Silva i Machuca, el Coronel Cceres, que haba mandado el ala derecha peruana; el Coronel Canevaro, Jefe de la 3 Divisin, el Coronel Isaac Recabarren i el Coronel don Andrs Surez. Merece anotarse, que murieron abandonados gran nmero de los heridos peruanos que quedaron en los campos de batalla de Chorrillos i Miraflores; pues las minas que los peruanos haban diseminado en aquellos campos, i que no haban logrado detener a los chilenos, impidieron que los habitantes de Lima se aventuraran a recoger esos infelices, que murieron en gran nmero de hambre i por falta absoluta de tratamientos curativos. El botn que las batallas del 13 i 15. I. i la ocupacin del Callao el 18. I. pusieron en poder del vencedor consista en 222 caones de distintos calibres, 19 ametralladoras, 15,000 rifles i 4.000,000 de tiros en buen estado. El parte no menciona caballos ni bestias de carga. La lista de los que fueron especialmente recomendados, como que se haban distinguido en estas dos batallas, es muy larga, i con razn principia con los nombres de todos los Jefes de Divisin i Brigada i se extiende hasta los soldados rasos. El espacio no nos permite repetir los nombres de todos estos hroes, pero entre los sobrevivientes hay cuatro nombres que no es posible pasar en silencio: los de Lagos, Lynch, Barcel i A. Martnez. Adems: todos sin excepcin alguna cumplieron noblemente su deber para con la Patria.

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XIII OBSERVACIONES SOBRE LA BATALLA DE MIRAFLORES EL 15 I. 81 Desde el punto de vista netamente militar, el 14. I. fue un da perdido para la operacin chilena. El vencedor de Chorrillos el 13. I. no necesitaba sino de la tarde de aquel da para descansar, reorganizarse i efectuar los dems quehaceres que eran indispensables despus de la batalla. Al alba del 14. I. pudo volver al ataque, para concluir con su adversario. La postergacin de esta accin favoreca exclusivamente al vencido; de esto no cabe duda. En realidad, la situacin no puede considerarse exclusivamente desde el punto de vista estratgico. La victoria del 13. I. haba hecho al ejrcito chileno tan absolutamente dueo de la situacin de guerra, que era natural que la diplomacia entrara en escena, para evitar un derramamiento innecesario de sangre, por parte de ambos beligerantes. Atendiendo a esta consideracin poltica, el vencedor poda obedecer a sus sentimientos humanitarios, ofreciendo la paz a la Nacin peruana, que no por estar vencida en buena lid, como consecuencia de su poltica hostil contra Chile, haba cesado de pertenecer a la familia de las repblicas sud americanas. Consideramos, pues, que la suspensin de las hostilidades durante el 14. I. estaba perfectamente motivada por la situacin de guerra. Los diplomticos extranjeros residentes en Lima haban continuado sus gestiones para la iniciacin de las negociaciones de paz, que el Alto Comando chileno haba ya comenzado, enviando al seor Errzuriz i al Coronel Iglesias en misin preparatoria con este fin a donde el Presidente peruano. Dio entonces el comando chileno pruebas de gran energa i de notable habilidad poltica, al declinar corts, pero categricamente, la mediacin de los representantes de las naciones extranjeras, manifestando al mismo tiempo su buena voluntad para entrar en negociaciones directas con el Gobierno o con el Alto Comando peruano. Chile no poda ganar nada i si perder mucho, admitiendo esa mediacin extranjera, que fcilmente hubiera podido tomar de un momento a otro el carcter de una intervencin. Esta intervencin no habra sido a mano armada, porque las potencias extranjeras no estaban preparadas para ello, aun suponiendo que hubiesen pensado llegar hasta ese extremo, lo que no era efectivo; pero por lo menos podan haber hecho una presin poltica, que el vencedor no deba ni tena por que admitir, pues para nada la necesitaba, siendo dueo absoluto de la situacin. El Dictador peruano, cometi, indudablemente, un grave error, al negarse a recibir a don Isidoro Errzuriz. Es cierto que ste se present en el carcter de Secretario General del Ministro de Guerra en Campaa i no como plenipotenciario chileno con poderes para negociar la paz, pero Pirola debi hacer diferencia entre una amistosa oferta preliminar para entablar negociaciones de paz, i las negociaciones mismas. Un poltico hbil hubiera recibido cortsmente al emisario chileno, encargando a l i no al prisionero de guerra, que le acompaaba, la misin de llevar al comando chileno la contestacin a su oferta, ya que el mandatario peruano la aceptaba en principio, declarndose listo para negociar con plenipotenciarios chilenos, que tuviesen poderes como tales. La conducta descorts del dictador peruano es inconcebible, ya que no es posible pensar que todava se hiciese

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ilusiones sobre la posibilidad de cambiar radicalmente la situacin de guerra, venciendo en la posicin de Miraflores. No se necesitaba un gran talento militar, ni un criterio poltico excepcionalmente agudo i experimentado, para ver que no exista ni la ms remota probabilidad de semejante xito. El sentido comn ms ordinario bastaba para constatarlo, como as mismo para convencer al Dictador peruano de la imposibilidad de que un bluff orgulloso i ofensivo llegara a imponer a un adversario que se hallaba a las puertas de Lima, despus de una larga i victoriosa campaa. Resta todava desvanecer la ltima duda que podra dar una explicacin razonable del proceder de Pirola, i que habra consistido en su deseo de ganar tiempo para conseguir la intervencin de los poderes extranjeros, especialmente de los E. E. U. U. Para no extender excesivamente estas observaciones, prescindiremos de hacer un anlisis de las probabilidades de semejante intervencin que ya hemos declarado poco probable en aquellos das. En lugar de ese anlisis, basta llamar la atencin sobre la circunstancia de que lo primero que necesitaba el gobierno peruano, para conseguir la ayuda extranjera, era tiempo, mientras que cada acto ofensivo para con Chile, o para con el ejrcito chileno deba tender a producir, inmediatamente, una decisin violenta por la armas. Repetimos que el modo de Pirola, para recibir la generosa oferta chilena, constituye una torpeza, que el dictador peruano, a pesar de su carcter violento i altanero, no debi haberse permitido, en momentos tan decisivos para la suerte de su Patria. Habiendo acordado el general en jefe chileno a los diplomticos extranjeros un plazo que se venca a M. N. del 15 al 16 I. para manifestar al gobierno peruano que todava le quedaba abierta la puerta de las negociaciones directas, sin mediacin extranjera, se comprometa el comando chileno a no renovar las hostilidades antes de la hora mencionada, bajo la garanta del mismo compromiso por parte de los peruanos. Mientras tanto, ambos adversarios quedaran en libertad para mover sus tropas dentro de las partes del campo de batalla de que cada uno era dueo, para prepararse en sus respectivos sectores, como mejor les pareciera, para la eventualidad de una batalla que sera inevitable, si los negociadores no llegaban a ponerse de acuerdo sobre las condiciones de la paz. Estas estipulaciones eran enteramente naturales, pero es preciso reconocer que, al practicar esa libertad de accin, el comando chileno no se mantuvo dentro de los lmites de la extrema prudencia, que hubiera sido indispensable, para impedir todo incidente que hiciera faltar tal compromiso de armisticio, en contra de la voluntad de ambos comandos contratantes. Ya que la aceptacin peruana de dicho convenio no haba sido formal, sino tcita, los Estados Mayores Generales no tuvieron ocasin de convenir sobre una lnea de demarcacin o sobre una zona neutral entre ambos ejrcitos; pero, de todos modos, no era razonable suponer que esta libertad de accin respecto a los preparativos para una batalla eventual permitiera al ejrcito chileno, durante ese armisticio, desplegar su frente de combate a solo 1,000 mts. de las fortificaciones peruanas, haciendo todava avanzar a sus compaas de guerrillas hasta 400 o 500 mts. de esas posiciones, i hacer que sus buques de guerra se acercasen en posicin de combate a corta distancia del extremo derecho de la lnea de Miraflores.

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A nadie debe extraar que semejante proceder expusiera a los nervios peruanos a una tensin que no fueron capaces de resistir. A causa de esto, estall la batalla sorpresivamente a las 2 P. M. del 15. I., es decir, 10 horas antes del trmino del armisticio. A las explicaciones que hemos dado sobre este suceso al relatar el combate aadiremos aqu solamente, que nos es enteramente imposible sostener la idea de que el rompimiento de los fuegos peruanos fuera causado por alguna orden del alto comando, por la simple razn de que nada poda contrariar ms los intereses de esta autoridad en aquellos momentos. Ya hemos dicho por qu. En vista de estas consideraciones, no vacilamos en declarar que la suerte favoreci marcadamente a Chile, al permitir el rompimiento imprevisto de este armisticio. En esta forma se impona la decisin por las armas, cuyo resultado favorable para el ejrcito de este pas no ofreca la sombra de una duda, i que seguramente era el medio ms eficaz para impedir el peligro, por distante que estuviera, de una mediacin o intervencin extranjera. La situacin indecisa obligaba naturalmente al alto comando chileno a formar durante el 14. I. un plan para la direccin de la batalla que se esperaba. Conforme al clculo que hicimos en la relacin de la batalla, dicho comando dispona de 21,000 soldados, con unas 88 piezas de artillera, pudiendo contar adems con la poderosa ayuda de la escuadra. El primer plan de combate chileno de este da pensaba amagar al enemigo por el frente con la 1 Divisin, atacarlo por su flanco izquierdo, i un poco a retaguardia, con la 3 Divisin, i batir de enfilada las posiciones de su derecha con la artillera de la escuadra, i de su izquierda con la artillera rodante. Como este plan no lleg a ponerse en prctica, nos ahorraremos su anlisis. Observaremos solamente, que en la forma expuesta, que hemos tomado del parte oficial del alto comando, el plan est incompleto, pues no indica en forma alguna el empleo que deban tener la 2 Divisin Sotomayor, la Reserva General Martnez i la caballera. No sabemos si fue durante el 14, o en la maana del 15. I. que se modific este plan. La nueva combinacin consisti en enviar a la 3 Divisin Lagos contra el ala derecha de la posicin peruana, la 1 Divisin Lynch contra el centro i la 2 Divisin Sotomayor contra el ala izquierda, debiendo ella faldear los cerros de Vsquez. La Reserva General deba seguir tras la 1 Divisin, es decir, a retaguardia del centro del ataque. A pesar de que el plan no lo manifiesta expresamente, parece, por la colocacin de las tropas en las primeras horas de la tarde del 15. I., que el comando pensaba concentrar los fuegos de la artillera de campaa contra el ala derecha peruana, entre la playa i la lnea frrea, i que la caballera deba quedar tras del centro, esperando las rdenes del alto comando para entrar en accin. El estallido sorpresivo de esta batalla lleg tambin a introducir algunas modificaciones en este plan de combate, pero, dejando para ms tarde estas variantes, solo analizaremos por ahora el plan mismo, tal como lo haba concebido el comando chileno. Al formar su plan, el General Baquedano haba reconocido personalmente, i muy de cerca, la posicin peruana i el campo de ataque. Como esto le permiti imponerse hasta de muchos de los movimientos de tropa que tuvieron lugar el 14. I. dentro de las lneas peruanas, el general lleg a conocer las disposiciones de la defensa, en un grado que raras veces se ofrece al atacante, antes que se inicie i se desarrolle la batalla. El plan del general consiste en un ataque netamente frontal, distribuyendo sus fuerzas en primera lnea de un modo parejo sobre todo el frente de combate. Solo la 2 Divisin

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deba combinar su ataque frontal con el envolvimiento del flanco izquierdo peruano. En realidad, este movimiento envolvente resultara en un combate aislado, es decir, el que se iba a producir contra la posicin de Vsquez. Observaremos que de esta disposicin se derivara el que la 2 Divisin Sotomayor deba atacar sobre un frente de 7 a 8 kms. es decir, en una extensin mayor que todo el resto del frente chileno, en que iban a combatir dos Divisiones enteras, apoyadas directamente por la artillera de campaa. Hay que advertir adems, que las fuerzas de la 2 Divisin Sotomayor haban quedado reducidas despus de la batalla del 13. I. a poco ms de 6,000 combatientes. En lneas generales, el plan era la repeticin exacta del proceder del 13. I. Parece que esta era la nica combinacin de ataque que aceptaba el General Baquedano. Soldado chileno de frente, de frente es, sin duda, un excelente principio, pero es preciso convenir tambin en que hay varios modos para ir de frente. Este carcter del plan hace que tericamente adolezca de los mismos defectos de la combinacin tctica del 13. I, como tiene tambin mritos anlogos. No necesitamos pues repetir un anlisis que hemos hecho hace muy poco. En vez de esto, observaremos, que prcticamente los mritos de la combinacin fueron ms acentuados el 15. I. i los defectos menos dainos. En apoyo de esta opinin, sostenemos: 1 Que a pesar de que, al empujarlos el ataque frontal i parejo a retaguardia, los peruanos podran posiblemente retirarse de la lnea de Miraflores a las posiciones fortificadas al N. de Lima; semejante movimiento, si bien es cierto que poda salvar algunos restos de sus ejrcitos, no salvara la capital peruana, ni hara ms sostenible la situacin militar para el adversario. 2 Que la relacin entre las fuerzas i el frente de ataque era mucho ms normal que la del 13. I.; pues entonces 25,000 hombres atacaron sobre un frente de 16 kms. i ahora 21,000 lo hacan sobre una extensin de solo 6 kms (prescindiendo naturalmente del ataque contra la posicin de Vsquez, pues incluyendo a sta el ataque habra que considerarlo sobre la lnea de 12 kms. Aun en este caso, como se ve, siempre era mejor que el 13. I.), i 3 Que, por consiguiente, era mucho ms fcil conseguir una cooperacin conveniente i la simultaneidad de ataque sobre todo el f rente. Al estudiar el plan para la batalla de Chorrillos, nos pronunciamos en favor del rompimiento del frente de la defensa, mediante un ataque concentrado contra el centro peruano, dejando su ala derecha como objetivo de la escuadra. Un procedimiento anlogo convena haber puesto en prctica, al atacar la lnea de Miraflores. Los sucesos acaecidos durante el 15. I., subsanaron un error del plan primitivo, determinando una concentracin de fuerzas sumamente ventajosa. As vemos, pues, que a la 3 Divisin Lagos, a la Reserva General Martnez, con la 1 Brigada Gana de la 2 Divisin Sotomayor i con la artillera de campaa, les correspondi como objetivo el Cuerpo de Ejrcito Cceres, en el ala derecha, entre la playa i la lnea frrea. Eran ms o menos 13,000 combatientes chilenos contra 4,000 peruanos, sobre un frente de 1,200 mts. Sin duda alguna, esta disposicin fue la que decidi la victoria chilena con tanta rapidez, una vez que se vencieron las dificultades de la primera faz del combate sobre esta parte del frente.

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Si bien es cierto que la buena suerte del General Baquedano le ayud as a subsanar el defecto fundamental de sus disposiciones originales, por otra parte sera una injusticia negar el mrito que tuvo la actitud del general en jefe chileno, al saber aprovechar la oferta con que lo favoreci la casualidad, no dndole tiempo para ejecutar completamente su plan de combate. Sobre esta cuestin volveremos ms tarde, al estudiar el funcionamiento de los Altos Comandos en esta batalla. La totalidad de las fuerzas peruanas disponibles para la defensa en la lnea de Miraflores debe haber sido de 20,000 combatientes (12,000 hombres del Ejrcito de Reserva i los restos del Ejrcito de Lnea, que serian unos 8,000 hombres). Numricamente, los dos adversarios eran ms o menos iguales, pero el valer militar de los ejrcitos peruanos era sin duda alguna muy inferior al de su enemigo. Las razones que tenemos para aseverarlo son demasiado evidentes i conocidas, para que sea necesario enumerarlas. Del mismo modo que el comando chileno repeta su plan de combate del 13. I., el comando peruano lo haca tambin, hasta el extremo de volver a cometer el error fundamental de aquel da, i dividir otra vez sus fuerzas en dos posiciones aisladas, dejando al Coronel Orbegoso con 6,000 hombres del Ejrcito de Reserva en la distante posicin de Vsquez, mientras que el Coronel Correa i Santiago, con otros 4,000 hombres, ocupaba la lnea de Miraflores, junto con tres Cuerpos de Ejrcito del Ejrcito de Lnea (los otros 2,000 hombres restantes del Ejrcito de Reserva deben haber quedado en las fortificaciones inmediatas a Lima i en el Portezuelo de la Rinconada). Habiendo el Alto Comando peruano desorganizado as por su propia voluntad su fuerza defensiva, tendra que iniciar i probablemente concluir su lucha en la lnea de Miraflores con solo 12,000 hombres en lugar de los 20,000 de que hubiera podido disponer, si hubiera sabido mantener todas sus fuerzas concentradas. Es cierto que la distancia entre Vsquez i el ala izquierda de la lnea de Miraflores por el lado del Surco no pasaba de 6 kms., pero esta distancia bastaba para aislar a los dos grupos., con el resultado que acabamos de sealar como probable, pues se necesitara evidentemente una direccin de combate mucho ms hbil que la que los antecedentes del 13. I. daban derecho a esperar del Alto Comando peruano, para poder aprovechar las fuerzas de Vsquez en la defensa de la lnea de Miraflores. No bastaba con resolver i ordenar la traslacin de ellas a esta posicin, sino que tendra que hacerse con extrema oportunidad, pues la ejecucin de la medida demorara ms de una hora, i probablemente dos. Extraa tanto ms esta divisin de las fuerzas del defensor, por cuanto es difcil apreciar qu razones tuvo para disponerlo. Estando el ejrcito chileno a la vista en La Poblada, el comando peruano no deba haber tenido la menor dificultad para convencerse de que no exista peligro alguno de un ataque por el lado de La Rinconada. El campamento de la 2 Brigada Barboza de la 2 Divisin Sotomayor, por el lado de San Juan, poda sealar un ataque posible en la parte norte del campo de batalla, pero en tal caso deba dirigirse contra el ala izquierda de la lnea de Miraflores, siendo poco probable que ese ataque hiciera un gran rodeo, para caer sobre la distante posicin de Vsquez. Es verdad que el General Baquedano haba pensado hacer este movimiento, pero, en primer lugar, el comando peruano no saba esto, i luego despus, esta idea del comando chileno era de por s tan errnea que su adversario hubiera hecho muy bien en prescindir enteramente de

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ella, considerndola de todo punto improbable, i, finalmente, habra sido muy fcil contrarrestar esa maniobra, sin ocupar la posicin de Vsquez con 6,000 hombres. Aun en el caso de haberse tomado esta disposicin para contrarrestar el peligro para el ala izquierda de la lnea de Miraflores por el lado del Surco (lo que era mucho ms probable), mediante una ofensiva desde Vsquez, esta posicin tampoco estaba bien elegida como punto inicial de semejante contra ataque. La distancia (6 kms.) era demasiado grande. El cuerpo que deba ejecutar esa ofensiva deba haber sido colocado entre la Casa de la Merced i Valverde, pues desde all poda tambin contrarrestarse una ofensiva chilena contra Vsquez, por si se llegara a emprender esta maniobra, a pesar de su poca probabilidad. A nuestro juicio, no era el ala, izquierda la que deba haber ocupado preferentemente la atencin del alto comando peruano. Observando la colocacin i los movimientos de las tropas chilenas durante el 14. I. i en la maana del 15. I., el comando peruano pudo ms bien haber notado cierta concentracin de estas fuerzas contra el ala derecha de la lnea de Miraflores. Entre parntesis haremos presente, que en todo este raciocinio sobre las disposiciones peruanas hemos tomado en cuenta el hecho de que el defensor poda observar todo los movimientos de su adversario durante todo el da 14 i la maana del 15. I, teniendo, por lo tanto, ocasin para notar si se hubiera introducido alguna modificacin de consideracin en la distribucin de las tropas chilenas durante la noche del 14 al 15 I. A pesar de esta facilidad que le ofreca la situacin, el defensor cometi los graves errores que hemos sealado, dividiendo sus fuerzas en dos grupos aislados en el campo de batalla, reduciendo a 12,000 hombres los defensores de la posicin de Miraflores i dedicando su atencin, de preferencia, a la defensa de su ala izquierda. I como si este error no fuera suficiente, cometi otro, tambin de suma gravedad, al entremezclar las unidades del Ejrcito de Reserva con las del Ejrcito de Lnea, sin atender a la unidad del comando en los distintos sectores de la posicin defensiva. Los batallones de los Cuerpos de Ejrcito Correa i Santiago, del Ejrcito de Reserva, ocuparon los reductos, mientras que los Cuerpos de Ejrcito Cceres, Surez i Dvila del Ejrcito de Lnea deban defender las trincheras que se encontraban entre ellos, sin que los jefes de Lnea tuvieran autoridad de mando sobre los de Reserva. Mas aun, el jefe de E. M. G. del Ejrcito de Lnea, General Silva no se crea con esa autoridad, a pesar de representar al generalsimo de la defensa. Esta apreciacin personal del General Silva nos parece, sin duda, algo exagerada, pero esto es una cuestin nimia, pues es la disposicin misma, lo que constituye un desatino incalificable. Debemos advertir que ella emanaba del generalsimo, debiendo el jefe de Estado Mayor General atender a su ejecucin, a pesar de no aprobarla. Cada sector de la posicin defensiva necesitaba por supuesto su jefe; hubiera sido, naturalmente, una verdadera ventaja quitarles el comando a estos abogados i coroneles improvisados en la lnea de combate. Cceres deba ser el nico responsable de la defensa del ala derecha, Surez de la del centro, i Dvila de la del ala izquierda. Antes de terminar refirindonos a los preparativos peruanos, debemos reconocer los nicos mritos que hemos encontrado en ellos, a saber: la reorganizacin rpida de los restos del Ejrcito de Lnea, formando seis Divisiones i agrupndolas de a dos, en tres Cuerpos de Ejrcito, i el cuidado del alto comando de dotar ampliamente de municiones a sus tropas en

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la posicin defensiva, como as mismo, de atender de un modo satisfactorio a su alimentacin i a su provisin de agua. Perece que el mrito de estas medidas corresponde principalmente al Jefe del E. M. G. del Ejrcito de Lnea, General don Pedro Silva.

EL COMBATE ENTRE LAS 2 I LAS 4 P. M. Al estallar sorpresivamente la batalla a las 2 P. M., la primera parte de la lucha se entabl, naturalmente, entre la 3 Divisin chilena Lagos i el C. de Ejrcito Cceres, ayudado luego por el ala derecha del C. de Ejrcito Surez. El Coronel Lagos tena ya a casi todos sus cuerpos colocados sobre el frente que deban ocupar para el caso de una batalla. A una distancia de solo 1,000 metros de las obras peruanas se encontraban ellos en el orden siguiente, a partir desde la playa hacia la derecha (N. E.): La 2 Brigada Barcel, con los Regimientos Concepcin, Caupolicn, Valdivia i Santiago. La 1 Brigada Urriola, con su nica unidad, que a esa hora haba llegado al frente, el Batalln Navales, al E. de la lnea frrea, pero con un claro entre l i el ala derecha de la Brigada Barcel. En este claro, que se encontraba inmediatamente al E. del ferrocarril, deba colocarse el Regimiento Aconcagua, que era la otra unidad de la Brigada Urriola, i que deba llegar pronto desde Chorrillos. El Batalln Bulnes de la Brigada Barcel, que estaba todava en Chorrillos haciendo all el servicio de polica, fue llamado pronto al campo de batalla. Sobre este despliegue observaremos que si se hubiera ejecutado en condiciones ordinarias, es decir, para la entrada inmediata en combate, el Batalln Navales hubiera sido colocado, sin duda, inmediatamente al E. de la lnea frrea, al lado del Regimiento Santiago, pero en las condiciones en que hizo, ese claro, que qued entre las dos Brigadas de la 3 Divisin, no puede considerarse como un error tctico, porque es preciso tener en cuenta que el Regimiento Aconcagua deba llenarlo con mucha anticipacin al trmino del armisticio existente. Este despliegue adoleca, sin embargo, de un grave defecto, al no contar con reserva especial alguna. Es cierto que la Reserva General Martnez se encontraba inmediatamente a retaguardia de la 3 Divisin Lagos, por el lado de Barranco, pero aun admitiendo el hecho que desde aquella colocacin le fuera fcil socorrer oportunamente a la Divisin Lagos en caso de necesidad, esta circunstancia no quitar por completo la gravedad del error. En esta forma, el alto comando se privaba de la libertad de accin que deba tener respecto al empleo de esta Reserva, que muy bien poda llegar a ser necesario enviarla sobre otro sector del frente de combate; de manera que la Reserva General estara disponible con seguridad para ayudar a la Divisin Lagos, solo en la primera faz de la batalla. Si ms tarde los apuros de la Divisin fueran mayores, estando ya la batalla en pleno desarrollo, podra muy bien suceder que en esos momentos el alto comando hubiera ya dispuesto el empleo de esas fuerzas, en otra parte del campo de batalla.

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La extensin del frente de combate que el Coronel Lagos deba ocupar meda ms o menos 1,200 mts. El ataque no necesitaba, evidentemente, tener desde el primer momento a los 12 batallones de la Divisin en la primera lnea de combate, sobre ese frente. Insistimos, pues, en que el Coronel Lagos hubiera debido reservar algunos de ellos, como Reserva Especial. Toda la lucha de la 3 Divisin Lagos durante las dos primeras horas de la batalla (de 2 a 4 P. M.), debe sealarse como una accin heroica, cuya infatigable energa conquist gloras imperecederas tanto para su jefe como para sus jvenes soldados. El combate en retirada entre las 3 i 4 P. M., cuando se vio obligado a ceder terreno ante el violento contra ataque de Cceres i Surez, con fuerzas superiores (antes que entrara el 2 Batalln del Aconcagua contaba Lagos solo con 4,400 hombres sobre su frente, mientras que los atacantes peruanos deben haber sido entre 6 i 7,000 hombres), se efectu paso a paso, con todo su personal en orden, luchando como leones. Este episodio constituye, sin duda, el apogeo de la lucha chilena en esta jornada gloriosa. Bien mereca los elogios del general en jefe, quien en su parte oficial dice que esa resistencia tenaz e inquebrantable de la 3 Divisin, en los momentos ms crtico, fue la que decidi del xito de la batalla. En la batalla de Chorrillos, el 13. I. los ms brillantes laureles haban sido conquistados por la 1 Divisin Lynch i la 2 Divisin Sotomayor; ahora, en Miraflores (15. I.), correspondi ganarlos al hroe de Arica i a su Divisin. Sobre los refuerzos, que llegaron oportunamente en ayuda de la 3 Divisin, hablaremos en seguida. Apenas los recibi Lagos, volvi otra vez a la ofensiva, lanzndose contra la posicin de Cceres; pero este cambio de la situacin pertenece ya a la 2 faz de la batalla, que estudiaremos ms adelante. Entre los detalles del combate de la 3 Divisin Lagos, durante las dos primeras horas de la batalla, llama la atencin la honrosa disciplina de sus tropas, primero al correr apresuradamente a las armas, desplegndose inmediatamente cada unidad sobre el frente de combate que se les haba sealado, i en seguida al obedecer rpidamente a las seales de cesar el fuego, a pesar de que los nutridos disparos de la infantera, i sobre todo de la artillera peruana hacan efectos sensibles en las filas chilenas. Igualmente honroso fue el celo con que el Regimiento Aconcagua apresur su marcha, apenas oy la fusilera al N. de Barranco, acudiendo al can con un entusiasmo de soldados veteranos. Habiendo recibido orden el Comandante Martnez, del general en jefe, de socorrer a Lagos, avanz rpidamente con dos de los regimientos de la Reserva General: el Zapadores i el Valparaso. La entrada de estas unidades sobre el frente salv la situacin i afirm el combate del ala izquierda chilena. Poco despus de las 3 P. M. principiaron a entrar a la primera lnea las unidades de la 1 Divisin Lynch; pues apenas oy este jefe el ruido del can, desde el sitio en que descansaba, al S. de Barranco, corri con su Divisin sobre el frente, para desplegarse conforme con las instrucciones del alto comando. No poda esperarse nada menos de tan enrgico guerrero. Antes de examinar la entrada en combate de la 1 Divisin, debemos observar que su columna de marcha demuestra una irregularidad de formacin cuyo motivo no alcanzamos a

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comprender. La vanguardia estaba formada por el Regimiento 2 de Lnea, que perteneca a la 1 Brigada Martnez, mientras que los restantes cuerpos de esta Brigada iban en la cola de la columna, cuyo grueso fue encabezado por la 2 Brigada Amuntegui. Anotamos este detalle, por considerarlo revelador de la poca consideracin que todava guardaban los distintos comandos chilenos al Orden de Batalla del Ejrcito, i que ya hemos tenido ocasin de observar en la batalla del 13. I. En parte se explican estos errores de detalles por la falta de rutina en el servicio de campaa, que todava caracterizaba a los distintos Estados Mayores, pero, en realidad, tienen tambin otra causa. Los comandos chilenos haban aceptado el nuevo Orden de Batalla del Ejrcito que el Ministro de Guerra haba decretado, pero no haban comprendido sus ventajas, en el sentido que deba facilitar la conduccin de las tropas dentro i fuera del campo de batalla, i mucho menos podan, pues, aprovechar las facilidades que ofreca. Es evidente que, siendo la vanguardia de la 1 Brigada, el resto de ella deba encabezar la columna del grueso. Hay que advertir, sin embargo, que el comando de la 1 Divisin corrigi este pequeo defecto tctico de su columna de marcha, al desplegarla para entrar en combate; pues la 1 Brigada Martnez despleg sus cuerpos inmediatamente a la derecha (E.) del ala derecha de la 3 Divisin Lagos (Batalln Navales), mientras que la 2 Brigada Amuntegui lleg a formar el ala derecha de la 1 Divisin. En tanto que la Brigada Martnez entr completa sobre el frente desde el primer momento (principiando a las 3 P. M.), pues el Batalln Quillota no haba alcanzado a la Divisin a esta hora, la Brigada Amuntegui solo despleg al Regimiento Chacabuco, en el primer momento, quedando as los Regimientos 4 de Lnea i Coquimbo todava en segunda lnea, pudiendo servir como reserva especial de 1 Divisin. El Batalln Melipilla estaba destacado en la parte N. E. del campo de batalla, a las rdenes del Jefe de la 2 Brigada Barboza de la 2 Divisin Sotomayor. Tomando en cuenta la ausencia de los batallones Melipilla i Quillota, ms las prdidas que la 1 Divisin haba sufrido el 13. I., su fuerza al entrar al combate era alrededor de 6,000 hombres (cuando se incorpor el Batalln Quillota su fuerza lleg a 6,500 hombres). El frente de ataque de la Divisin era entre 1,000 i 1,200 ms., de manera que su despliegue merece toda nuestra aprobacin. Poco antes de las 4 P. M., tanto la Reserva General Martnez, como la Divisin Lynch haban entrado sobre el frente. Con esto haba pasado todo peligro serio para la 3 Divisin Lagos. En este momento, la 2 Brigada Barboza de la 2 Divisin se estaba desplegando a la derecha (E) de la 1 Divisin. La ofensiva peruana haba fracasado, i el combate cambiaba de aspecto; ahora todo el frente chileno avanzaba al asalto de la posicin enemiga, mientras que el Alto Comando chileno dispona todava de la 1 Brigada Gana de la 2 Divisin Sotomayor, como Reserva General. Antes de pasar al estudio de esta 2 faz de la batalla, anotaremos que a las 3 P. M., cuando el contra ataque peruano estaba tratando de envolver a la 3 Divisin Lagos, el Regimiento de caballera Carabineros de Yungai haba corrido al frente; pero, como su accin solo tuvo una influencia indirecta en el desarrollo de esta situacin, reservaremos

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hasta ms tarde el estudio de este noble acto de la caballera; lo haremos al referirnos al rol que desempearon las distintas armas en esta batalla. De mayores efectos directos fue la intervencin de la escuadra. Ya desde antes de estallar el combate, el Almirante Riveros haba colocado el Blanco, el Huscar, la O'Higgins i la Pilcomayo en posicin de combate en la baha, frente al extremo O. de la lnea de Miraflores. Apenas principi la lucha en tierra, estos buques abrieron sus fuegos sobre el fuerte Alfonso Ugarte, situado en la playa, causando serios perjuicios en esta obra. Esta era una ayuda no despreciable, pues de seguro impidi a las tropas del Ejrcito de Reserva peruano que guarnecan este fuerte tomar parte en la ofensiva de Cceres contra la 3 Divisin chilena. La forma del ataque chileno no permiti a la escuadra completar su obra de destruccin contra el ala derecha de la posicin peruana. Durante la 2 faz de la batalla, es decir durante la ofensiva general de los chilenos, la escuadra se vio obligada a cambiar de objetivo, como lo veremos ms adelante. Durante estas dos primeras horas de combate, el Cuerpo de Ejrcito Cceres i el ala derecha del Cuerpo de Ejrcito Surez haban luchado con brillo. Apenas se impuso el Coronel Cceres de la afligida situacin en que se encontraba su adversario el Coronel Lagos, a las 2:30 P. M., por falta de fuerzas, tom resueltamente la ofensiva i, saliendo de sus trincheras, se lanz adelante en un ataque violentsimo. Aprovechando su superioridad numrica del momento, i percibiendo en el frente chileno un claro entre las dos Brigadas de Lagos, trat de envolver las dos alas de la Brigada Barcel, al mismo tiempo que cargaba sobre su frente. Por supuesto el hbil tctico Coronel Surez no se qued atrs. Luego estudiaremos la ocasin que se ofreca entonces al defensor, para vencer i talvez destruir a la Divisin chilena, que todava se encontraba sola sobre el frente, antes de que fuera reforzada. En esta ocasin, el comandante del centro peruano corri adelante con el ala derecha de su Cuerpo de Ejrcito, embistiendo con furia al Batalln Navales, que era la nica unidad enemiga que estaba a su alcance. Este combinado contra ataque de Cceres i Surez prueba el buen ojo tctico de estos jefes, que no perdieron un momento para aprovechar una situacin que evidentemente no poda prolongarse mucho, pues se vean ya nuevas fuerzas chilenas acercndose desde el Sur. Esta accin constituye la pgina ms brillante i de mayor gloria de la lucha peruana de esta jornada. Este episodio es tambin altamente honroso para las tropas, pues los jvenes soldados peruanos no vacilaron un momento en abandonar los abrigos de sus trincheras, para atacar a sus enemigos en campo raso. As comprobaron que, a pesar de su escasa instruccin militar, no les faltaban la voluntad i el valor para ejecutar hazaas gloriosas, cuando los llevaban hacia delante, jefes hbiles i valientes. No podemos brindar iguales aplausos a la caballera peruana; pues, enviada adelante por el Alto Comando para acompaar la ofensiva de la infantera, apenas vio a los Carabineros de Yungai correr a su encuentro, volvi grupas, aunque la caballera chilena estaba todava distante, i eso a pesar de que sus fuerzas eran iguales en nmero a las de su adversario (365 jinetes peruanos contra 372 chilenos). (Esta cifra es el resultado de un clculo; pues la
caballera chilena tuvo en la batalla del 13. I. una prdida total de 57 hombres entre muertos i heridos. Dividiendo estas bajas entre los Regimientos Carabineros i Granaderos a Caballo, que fueron los nicos que cargaron en la batalla de Chorrillos, resulta

149 para cada uno una prdida de 28 hombres. Es decir 400, que era la dotacin, menos 28 bajas, da un total de 372 jinetes en esta accin.).

Una accin semejante no era propia de la caballera. EL COMBATE ENTRE LAS 4 I LAS 6 P. M. Como ya hemos dicho, apenas entr en combate la Reserva General Martnez, ya completa, i la 1 Divisin Lynch, toda la lnea chilena tom la ofensiva. A las 4 P. M. la 2 Brigada Barboza de la 2 Divisin Sotomayor avanzaba a la derecha (E) de la Divisin Lynch, entrando al ataque contra el Cuerpo de Ejrcito Dvila. El comando chileno dispona todava de la 1 Brigada Gana de la 2 Divisin i de la caballera, como reserva. La Brigada Gana segua tras del frente del ala izquierda chilena, i la caballera esperaba, en el plan al N. del Surco, la ocasin para tomar parte en la lucha. Toda esta faz de la batalla se caracteriza por una enrgica ofensiva chilena, mientras que el frustrado contra ataque peruano vuelve a la defensiva en la posicin preparada. La necesidad de hacer que la Reserva General Martnez entrara en la lucha sobre el frente durante el primer perodo del combate no permiti al comando chileno ejecutar su plan original. Era indispensable disponer todava de una reserva general con fuerzas considerables, para atender a cualquier necesidad eventual de refuerzos que pudiera necesitar el ataque, para mantener su impulso ofensivo. La nica fuerza de infantera que poda llenar esta misin importante era la 1 Brigada Gana de la 2 Divisin, que felizmente aun no se haba reunido con la 2 Brigada Barboza, i que se encontraba por el lado de Barranco. Hubiera sido un error tratar de retirar las tropas de la primera Reserva General de su lucha sobre el frente, aun suponiendo que fuera hacedero (lo que en realidad es dudoso), pues Martnez estaba en estos momentos acompaando con extrema energa al asalto de Lagos contra la fuerte posicin de Cceres. Retirarla de esta lucha, casi habra equivalido a paralizar la ofensiva del ala izquierda chilena; hizo pues muy bien el Alto Comando en detener en su lugar a la Brigada Gana, como Reserva General, a pesar de que esto imposibilitaba al General Sotomayor para abordar el flanco peruano por el lado de Vsquez. De esta suerte, el ataque chileno qued netamente frontal; pero sta influencia de circunstancias imprevistas fue, como ya lo hemos dicho, ms bien ventajosa que perjudicial. A nuestro juicio, ms bien mejoraba el plan de combate anterior; pues en primer lugar, mantena a todo el ejrcito atacante reunido sobre un frente de solo 6 kms., en segundo lugar, deshaca la distribucin uniforme de las fuerzas del ataque. Este suceso casual concentr a la mayora de las fuerzas chilenas (ms de 13,000 hs.) contra el ala derecha peruana (apenas unos 5,000), consiguiendo as una enorme superioridad numrica de parte de los chilenos, en aquel punto. Esta circunstancia permiti los Coroneles Lagos i Martnez devolver la mano al Coronel Cceres, atacndolo no solo de frente, sino empujando adelante a las dos alas, a fin de envolver a sus tropas, rompiendo el frente de la defensa con la conquista del reducto Alfonso Ugarte i la obra inmediatamente al E. de la lnea frrea. All comenz la victoria chilena, a eso de las 5 P. M. Apenas derrotaron el ala derecha peruana, las unidades del frente Lagos - Martnez, que haba entrado al E. de la lnea frrea, giraron a la derecha (E.), para caer sobre el flanco derecho del Cuerpo de Ejrcito Surez, es decir del centro peruano, mientras que las restantes

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fuerza del ala izquierda chilena persiguieron a los fugitivos de Cceres, entrando tras ellos en la poblacin de Miraflores, la cual muy pronto qued en poder de Lagos. Alerta i enrgico como siempre, el Capitn Lynch haba acompaado la ofensiva del ala izquierda. Apenas la vio avanzar, condujo su 1 Divisin al asalto contra el Cuerpo del Ejrcito Surez, sobre el frente comprendido entre el ferrocarril i el camino a San Juan. Su ataque deba ser por fuerza netamente frontal, i, como el jefe del frente peruano se defenda desesperadamente, pues comprenda que el xito del asalto de su adversario equivaldra a la prdida de la ltima posicin peruana, la ayuda del ataque de flanco, que ofrecieron las fuerzas Lagos - Martnez, no pudo llegar ms oportunamente para la 1 Divisin. Lynch no necesitaba sino eso para completar rpidamente la derrota del centro peruano. Entrando en la posicin de Surez, el jefe de la 1 Divisin envi su ala derecha contra el flanco del Cuerpo Dvila, persiguiendo con el grueso de sus fuerzas a los fugitivos de Surez, en direccin a Lima, hasta que fue detenido por una orden del Alto Comando. Hasta este momento, el Coronel Dvila haba podido sostener su posicin, a causa de que la Brigada Barboza ganaba terreno lentamente; pues las fuerzas de ambos adversarios eran ms o menos iguales. Dvila dispona de poco ms de 4,000 hs. (es decir, contando tambin las fuerzas del Cuerpo de Ejrcito Correa i Santiago del Ejrcito de Reserva, que ocupaban los reductos en esta parte de la lnea peruana); Barboza parece que combata solo con las unidades de su propia Brigada sobre el frente (algo menos de 4,000 hs.), mientras que mantena al Regimiento de Artillera de Marina i al Batalln Melipilla en segunda lnea, guardndolos como reserva, i para la proteccin de su flanco derecho; disposicin que era perfectamente atinada. Con la ayuda, del ala derecha de la 1 Divisin contra el flanco de Dvila, el Coronel Barboza hizo cuenta corta de su adversario, derrotndolo i arrojndolo en desorden hacia el Rmac. Vencido este ltimo sector de la posicin peruana, toda la lnea de Miraflores quedaba en poder del vencedor. Eran las 6 P. M. Se nota que la iniciativa de ese ataque general parti de los jefes del ala izquierda chilena, los Coroneles Lagos i Martnez; pero ella fue acompaada con tanta presteza como energa por Lynch, Sotomayor i Barboza, que eran los jefes del centro i del ala derecha. Esta oportuna, ntima i enrgica cooperacin entre todas las partes del frente de combate constituye la caracterstica sobresaliente de este ataque chileno. Ojala llegue a perpetuarse, el recuerdo del ejrcito, como un ejemplo para el porvenir! Cuando las tropas de Lagos i Martnez llegaron cerca del objetivo de su ataque en la playa, los buques de la escuadra tuvieron que suspender sus fuegos contra el Alfonso Ugarte i las trincheras de Cceres; pero, como el Almirante Riveros estaba resuelto a desempear este da un papel ms activo que el que le haba tocado en la batalla de Chorrillos, orden a sus buques que continuaran sus fuegos sobre la Poblacin de Miraflores. No hay duda de que el almirante hubiera preferido que la forma del combate del ejrcito hubiera permitido a los buques completar su obra de destruccin contra las obras fortificadas que estaban a su alcance, en lugar de dedicarse a destruir los hermosos chalets del balneario peruano, pero ya que no le fue permitida aquella actividad, i ya que los peruanos mismos haban elegido aquel campo de batalla, el comandante de la escuadra

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procedi correctamente al continuar actuando contra el nico objetivo que se ofreca, en vez de quedarse inactivo, durante aquella faz decisiva i final de la batalla. Entre las 4 i las 6 P. M., la lucha peruana se vio obligada a tomar i a mantener un carcter netamente defensivo. La enrgica i hbil ofensiva de Cceres i Surez durante la faz anterior del combate fracas tan pronto el ejrcito chileno logr efectuar su despliegue. La rapidez con que se efectu esta operacin i las oportunas medidas del Alto Comando chileno, para socorrer a la 3 Divisin Lagos, no dieron a los peruanos el plazo indispensable para conseguir el objetivo de su ingeniosa idea ofensiva. Pero esto no hace desmerecer en lo ms mnimo los mritos de ese ataque peruano. Indudablemente, el Coronel Dvila no alcanz a percibirse a tiempo de la ofensiva de Cceres i Surez, para poder secundarla, i esto es muy explicable por la distancia que separaba su posicin, al E. del camino de San Juan, del ala derecha, al S. de Miraflores. En esos momentos el Coronel Dvila no tena enemigo alguno en su frente, i, habiendo salido de su posicin para tomar parte en el ataque cobra la 3 Divisin chilena, el ala izquierda peruana hubiera tenido que avanzar unos 5 kms. por el plan, i habra demorado, por lo tanto, ms o menos una hora, antes de poder entrar activamente en el combate. Por otra parte, no era muy probable que el Coronel Dvila lograra semejante fin, pues seguramente haba encontrado en su camino a la Brigada Barboza, la cual, como muy bien lo saba el jefe peruano, se encontraba en el llano por el lado de San Juan. La salida del ala izquierda peruana de sus posiciones en estas circunstancias no habra producido otro resultado que provocar la lucha en el plan, contrariando as la idea fundamental del plan de combate peruano, que era la defensiva en la posicin fortificada. Solo en el caso de que Cceres i Surez hubieran continuado progresando en el llano, deba Dvila haber tomado semejante resolucin; pero esto no era fcil adivinarlo en los momentos en que Dvila deba resolver si acompaaba o no a la ofensiva de sus compaeros, dado el caso de que se hubiera apercibido de ella, lo que, como ya hemos dicho, nos parece muy dudoso. Lo razonable era creer que el movimiento del ala derecha poda ser a lo sumo un contra ataque, con el fin limitado de destruir o castigar fuertemente a las tropas chilenas que estaban todava aisladas al N. de Barranco, para volver a la posicin defensiva, tan pronto se hubiera conseguido este fin, para continuar luchando despus en conformidad al plan original. Semejante apreciacin por parte de Dvila ganaba fuerza por la circunstancia de que el ala izquierda del centro Surez permaneca siempre en la posicin, sin acompaar el contra ataque del ala derecha. Si el Coronel Dvila fund su resolucin en las razones expuestas, procedi a nuestro juicio con buen tino tctico; pero la verdad es que nos parece mucho ms probable que el coronel no llegase a analizar este problema, por la sencilla razn de que no pudo imponerse oportunamente del movimiento de Cceres i Surez. Una vez que el ataque del ala derecha peruana hubo perdido su impulso ofensivo, esas tropas comenzaron a batirse en retirada, a fin de volver a sus posiciones, para continuar defendindose en ellas contra las tropas chilenas, que, a su turno, ya estaban tomando la ofensiva con fuerzas superiores. Como acabamos de decir, el movimiento retrgrado de Cceres i Surez, adems de haber sido impuesto por la necesidad, estaba enteramente de

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acuerdo con el plan peruano, i en realidad ya no haba esperanzas de poder defender a Lima en otra forma. Sera una injusticia negar que en aquella ocasin los restos del Ejrcito de Lnea i las tropas del Ejrcito de Reserva que, por disposicin del Alto Comando, haban quedado en la lnea de Miraflores hicieron lo humanamente posible para defender esta ltima posicin. Basta leer la lista de los muertos i heridos de esta batalla, para no dudar de que los oficiales peruanos de todas jerarquas combatieron con un herosmo que honra al ejrcito del Per, i que debe merecer eternamente los agradecimientos de su Patria. No brindarnos estos honores solo a los oficiales peruanos; pues, sin duda se produjeron durante estas horas de la lucha numerosos actos de valor, ejecutados por los jvenes soldados, actos de que su pas se recordar con gratitud. A pesar de todos estos valientes esfuerzos, la posicin cay en poder del atacante, i con ella perdi el Per la batalla del 15. I., i las fuerzas organizadas para la defensa del centro del pas. Las puertas de Lima quedaban pues abiertas de par en par para el victorioso ejrcito de Chile. EL FUNCIONAMIENTO DE LOS ALTOS COMANDOS Al estallar la batalla, el alto comando chileno se coloc al E. de Barranco, cerca del camino de Surco a San Juan. Desde este punto poda vigilar casi todo el campo del ataque chileno. Una vez ejecutado el despliegue, se encontrara el general en jefe en la vecindad del ala izquierda i del centro de su frente, es decir, en aquella parte del campo de batalla en donde haba mayores probabilidades que se decidiera la suerte de la accin, pudiendo as intervenir oportunamente, ejerciendo la direccin general de los sucesos decisivos. Apenas se convenci el General Baquedano de que los peruanos no pensaban cesar los fuegos, que el crey, con mucha razn, que se haban iniciado equivocadamente, no vacil un momento en aceptar el reto. Sus ayudantes se apresuraron a activar el despliegue, ya iniciado en conformidad a disposiciones anteriores, i a comunicar la orden de proceder lo ms pronto posible al ataque convenido contra todo el frente peruano. Cuando el Coronel Lagos le pidi refuerzos, antes de las 3 P. M., el general en jefe no titube en enviarle, primero, dos regimientos de su Reserva General, i luego despus el otro regimiento que quedaba de estas fuerzas. Al mismo tiempo envi el Regimiento de Artillera de Marina, el Batalln Melipilla i la Brigada de Artillera Gana de la 1 Divisin al refuerzo de la 2 Brigada Barboza de la 2 Divisin, en vista de que ella tendra que luchar en la parte norte del campo de batalla, sin ayuda de la otra Brigada de esta Divisin; pues el alto comando necesitaba mantener en su mano a la 1 Brigada Gana, en reemplazo de la Reserva General, que ya estaba entrando al frente de combate. Esta orden se comunic sin prdida de tiempo a la 1 Brigada de la 2 Divisin. As fue como el General Baquedano ejecut sin vacilar las modificaciones a sus rdenes anteriores, que aconsejaban efectuar las circunstancias imprevistas del momento. Su apreciacin de la situacin i de las ventajas que sta le ofreca fue tan rpida como correcta, i las resoluciones correspondientes fueron tomadas con una energa serena, que no se turb por la rapidez con que se desarrollaron los sucesos, contrariando en cierto grado su plan primitivo de combate.

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Cuando el general vio que la infantera del ala derecha peruana sala de sus fortificaciones para atacar en el llano a la 3 Divisin, aprovech la ocasin de hacer actuar su arma predilecta, impartiendo orden a los Carabineros de Yungai de cargar contra esa infantera. Habiendo pasado la crisis del combate a las 4 P. M., i estando, todo el frente de su ejrcito en una franca ofensiva, el general en jefe no tuvo necesidad de intervenir en aquella faz del combate. Viendo que el ataque ganaba terreno en todas partes, i que sobre todo su frente haba un contacto i una cooperacin excelente, el Alto Comando guard sus reservas (la Brigada Gana i la caballera) para posibles necesidades posteriores. Mientras tanto, vigilaba el progreso de la lucha de sus subordinados, sin incomodarlos con rdenes o indicaciones superfluas. No por eso, sin embargo, abandon las riendas de la direccin general, sino que intervino oportunamente, deteniendo a la 1 Divisin, para que no continuara la persecucin hasta Lima; pues ya terminaba el da. Era preciso evitar que se repitieran los sucesos de Chorrillos. Confesamos francamente, que no somos partidarios, en general, de la combinacin tctica en que el General Baquedano sola basar sus planes de ataque; porque esas ofensivas parejas sobre todo un frente defensivo son, sin duda, el proceder que generalmente ofrecer al defensor las mejores i ms amplias ocasiones para aprovechar las ventajas de su posicin i los dems elementos de la defensa. Por otra parte, estamos prontos para reconocer que hay ciertos rasgos en su modo de ejecutar su plan, dirigiendo la batalla, que nos son sumamente simpticas. Esa imperturbable serenidad, esa enrgica consecuencia con que prosegua el objetivo de su plan, i esa prctica oportunidad con que empleaba los medios que tena a su alcance, para la ejecucin de sus designios, son dignos de admiracin. Lo que parece un capricho de la suerte, es que anduvo al lado de Baquedano, durante la poca decisiva de esta campaa, otro personaje, que formaba con l el ms resaltante de los contrastes. Este era Vergara, que se distingua, sin duda alguna, por un talento militar natural, i por una inteligencia muy superiores a los de Baquedano, pero que, a causa de su temperamento nervioso e inquieto, no pudo lograr los beneficios que consegua el general en jefe, con su serenidad i su tenacidad de accin. Sin duda alguna, de los dos era Baquedano el que tena las mejores dotes para el alto comando de general en jefe en campaa. Cuando no se dispone de un jefe militar, que rena las condiciones de talento, de conocimientos militares, de dotes de carcter i de energa que se exigen para un puesto as, es preferible dar el alto comando a una persona que, por su firmeza de carcter, sea una garanta de que se perseguirn los objetivos anhelados, con tenacidad i sin vacilaciones, aun cuando sus planes no sean las obras de un gran genio militar. I esto era, sobre todo, lo que distingua al Genera1 Baquedano. Cuando quera algo, lo hacia con toda energa; como pudo observarse, siguiendo su actuacin en esta batalla del 15. I. i en muchas otras ocasiones. Este da 15, a pesar de que modific su plan de combate, en vista de los incidentes imprevistos que se presentaron, continu desarrollando sin embargo con, tenacidad inquebrantable, la idea fundamental del plan que haba concebido. La 3 Divisin atac el ala

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derecha; la 1 Divisin el centro, i la 2 Divisin el ala izquierda; i de frente! No haba ms...... En resumen: el Alto Comando chileno funcion con serenidad, con energa i con oportunidad. La ejecucin de su plan de combate fue, sin duda, superior a la combinacin tctica que le sirvi de base. Ya hemos observado tambin, como en esta batalla la proverbial buena suerte del General Baquedano lo acompaa durante todo el combate, encargndose de agrupar de un modo ms conveniente las fuerzas del ataque, i descartando la posibilidad de una ofensiva, contra la lejana posicin de Vsquez, haciendo a ella caer sin combate al conquistarse la de Miraflores. Repetimos, sin embargo, que esto no quita al general el mrito de haber querido i sabido aprovechar esta emergencia eventual, con oportuna habilidad. Respecto a la actividad del Alto Comando peruano, hemos ya censurado varias veces la disposicin, que dej las tres cuartas partes del Ejrcito de Reserva, el Cuerpo de Ejrcito Orbegoso i las fuerzas en Lima i Rinconada alejadas de la posicin principal de la defensa, como asimismo las relaciones de mando que estableci en la lnea de Miraflores, dejando que las unidades del Ejrcito de Reserva dependieran exclusivamente de sus propios jefes improvisados, a pesar de que deban luchar intercaladas entre las unidades del Ejrcito de Lnea. Durante toda la batalla del 15. I. el generalsimo peruano no tom sino una participacin insignificante en la direccin de ella. Cuando Pirola fue sorprendidos por el repentino estallido del combate en Miraflores, mont rpidamente a caballo, pero no para ir a la lucha sobre el frente, sino para marcharse al apartado reducto de Vsquez, en donde permaneci hasta que la batalla estuvo perdida. La nica manifestacin oportuna de su autoridad fue cuando envi la caballera para acompaar la ofensiva de Cceres i Surez, entre las 2:30 i las 3 P. M. Debernos reconocer, que, si bien es cierto que era difcil que esta caballera llegara a tiempo para tomar parte en el ataque peruano en la parte O. del campo de batalla, o sea en el extremo opuesto al punto en que ella se encontraba, la idea era perfectamente buena. El hecho de que la accin de esta caballera muriera al iniciarse, sin producir efecto alguno, no dependi de Pirola, sino de la falta de energa de los jefes que mandaban estos escuadrones. El generalsimo peruano dio, por otra parte, pruebas de una evidente falta de criterio tctico, manteniendo al Cuerpo de Ejrcito Orbegoso completamente inactivo en Vsquez, durante toda la tarde, en vez de hacerlo marchar en ayuda de las tropas que luchaban en Miraflores. El alto comando debiera haber hecho esto, apenas se hubiese generalizado el combate. Hay que advertir que desde la lnea de combate se pidieron refuerzos, varias veces al Cuerpo del Ejrcito en Vsquez, pero el Comandante del Ejrcito de Reserva, Coronel Echeique, i su Jefe de Estado Mayor, Coronel Fernndez, se negaron a semejante envo, diciendo que tenan rdenes estrictas de Pirola, de no mover un soldado de Vsquez. Ya que no tuvo el criterio o el valor suficiente para entrar al combate en la lnea de Miraflores, pudo emplear por lo menos estas fuerzas, en aplastar un pequeo destacamento chileno que protega el flanco derecho de la Brigada Barboza. I no hubiera sido una empresa muy atrevida, atacar al Regimiento Artillera de Marina, al Batalln Melipilla i a la Brigada

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de Artillera de Montaa Gana, que juntos apenas tenan 1,000 hombres, con los 6,000 del Cuerpo de Ejrcito Orbegoso. La inactividad ms intil i absoluta es lo que caracteriza a toda la tctica de Pirola. Igual al que en la batalla del 13. I., el Jefe del Estado Mayor, General Silva, fue el nico representante del alto comando que hizo algo para robustecer la defensa. Al principio de la batalla estuvo en Miraflores, atendiendo al envo al frente de municiones i otros menesteres de los soldados. Poco despus, fue a la misma lnea de combate, en donde el valiente jefe fue herido i obligado a abandonar el campo, en los momentos en que trataba de contener a las unidades del frente de Cceres i Surez, que empezaban a retroceder. Sin menoscabar la valiente conducta del Jefe del Estado Mayor General, basta llamar la atencin sobre el contraste que ofrece el funcionamiento del alto comando peruano con el chileno, para establecer la calidad de ambos. No hay necesidad de mayor anlisis. _______________ LA ACTIVIDAD DE LAS DISTINTAS ARMAS Las chilenas.- Hemos ya reconocido la disciplina i el invencible arrojo que caracteriz la lucha de la infantera, desde el principio hasta el fin de la batalla. Si, entre tan memorables actos de valor, hubiera que distribuir los laureles, las mayores glorias, se deberan indudablemente a las tropas de la 3 Divisin Lagos i de la Reserva General de Martnez. Si bien es cierto que fue la infantera quien carg con el fardo ms pesado de la lucha, es justicia reconocer tambin el inquebrantable valor con que la acompa la artillera. En todas las fases de la batalla i todas las partes de la lnea, tanto la artillera de campaa como la de montaa combatieron en intimo contacto con la infantera, acompaando su ataque hasta muy corta distancia de las posiciones peruanas. La caballera, animosa de tomar parte en la lucha esperaba en el centro del campo de batalla la ocasin de recoger nuevos laureles. El Regimiento Carabineros de Yungai fue el nico cuerpo enviado al combate. Con entusiasmo, el Comandante Bulnes llevaba adelante a su regimiento, para cargar contra el flanco del ataque de Surez contra el Batalln Navales. Cuando vio que la caballera peruana, asomaba en la orilla del Surco, al S. de Tebes, naturalmente, el Comandante Bulnes cambi de objetivo, corriendo al encuentro de la caballera enemiga. Esta resolucin era enteramente correcta, no solo por la naturaleza del nuevo objetivo, sino porque era su deber evidente rechazar a este adversario, antes de cargar sobre la infantera. Un proceder opuesto hubiera podido acarrear una desgracia a los Carabineros de Yungai, cuando regresaran de su carga contra Surez, cosa que deba prever el Comandante Bulnes, pues, ya fuera que este ataque tuviera buen xito o no, siempre deba el regimiento volver hacia el sur, porque, evidentemente, no poda pensar en saltar la lnea de Miraflores. Cuando la caballera peruana no tuvo la energa de arriesgar el choque con los Carabineros, sino que volvi grupas a tanta distancia que el Comandante Bulnes no pudo alcanzarla, el valiente jefe chileno tent de cargar sobre la infantera enemiga ms cercana i

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que en este momento era la de Dvila; pero sta no haba salido de sus trincheras, i las numerosas pircas i acequias de regado hacan imposible para la caballera llegar hasta all. En vista de esto, el Comandante Bulnes desisti de su empeo. Hizo, sin embargo, todo lo posible para llenar su cometido, empleando tanto valor como habilidad en el cumplimiento de su deber. El resto pertenece al factor suerte. Este invencible valor, que caracteriza la lucha de todas las armas del ejrcito chileno, era el resultado moral de una larga campaa de constantes victorias. Sin duda alguna, los jvenes soldados chilenos, que recibieron aquel da su bautismo de fuego, sintieron la influencia de las victorias anteriores, que los estimulaba para conquistar laureles semejantes. Las armas peruanas.- La infantera i artillera peruana, que lucharon en la lnea de Miraflores, hicieron talvez todo lo que podan, considerando las circunstancias desfavorables en que luchaban i la escasa instruccin militar que tenan. No faltaron actos individuales de valor. Especialmente los oficiales lucharon como hroes, sacrificando gloriosamente sus vidas en defensa de la Patria. Desgraciadamente, puede decirse de ellos, lo que ha dicho un autor sueco sobre la heroica, oficialidad que luch en la campaa sueco - rusa de 1809: ellos saban luchar, pero no mandar. Como a aquellos oficiales suecos, a la valiente oficialidad peruana de Miraflores le falt el general que deba dirigir la batalla. Las tropas del Cuerpo de Ejrcito de Orbegoso no tuvieron culpa alguna de la inactividad en que las mantuvo el comando. Ya hemos dicho que no podemos opinar lo mismo respecto a la caballera; pero no dudamos, sin embargo, de que los jinetes peruanos hubieran ido a la carga, si sus jefes hubiesen tenido el valor de llevarlos adelante. El tren blindado trat de intervenir, pero, como el 13 I., sus conductores no supieron emplearlo. Adems: su entrada en el combate en realidad no tena objeto. En esta ocasin no se trataba, como en Chorrillos, de llevar refuerzos a las tropas que luchaban en condiciones difciles sobre el frente, sino que era del mismo frente que el tren blindado se lanzaba adelante. I en que momento?... Cuando la batalla agonizaba, cuando, estaba ya perdida sin remedio. Casi no se entiende lo que pretendieron. No pudiendo salir de sus rieles para atropellar a las tropas chilenas, su nica actividad consista en hacer algunos disparos, mientras corra velozmente, lo que no habra producido ningn efecto. Este proceder parece que fue ms bien un acto de desesperacin, la manifestacin de una nerviosidad que obraba, sin darse cuenta de la imposibilidad de producir efecto por este medio. No debemos olvidar que a las tropas peruanas, les suceda lo contrario de lo que pasaba en el ejrcito chileno. Habiendo sido constantemente vencidas en todas las batallas anteriores de esta campaa, la vista del enemigo frente a sus posiciones no poda obrar en ellos como un estmulo moral. Las derrotas anteriores pesaban dolorosamente sobre el campo de batalla i abatan las fuerzas morales de aquel ejrcito. _________________ LOS RESULTADOS DE LA BATALLA

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La victoria chilena del 15 I. completaba la de Chorrillos, i ambas significaban la destruccin de la Defensa Nacional peruana. Los ejrcitos peruanos del centro haban dejado de existir; la capital del Per i el puerto fortificado del Callao estaban a merced del vencedor. Con este ltimo se perderan los ltimos restos de su escuadra. La chilena respondera de esto. Ni el pequeo Ejrcito de Arequipa, ni los fugitivos de los campos de batalla de Chorrillos i Miraflores, podan servir de ncleos para organizar una nueva defensa nacional dentro de un plazo til; i esto, tanto menos, por cuanto al Per le faltaba ahora todo material de guerra; mientras que, por otra parte, su crdito en el extranjero estaba completamente arruinado, sus arcas fiscales vacas, i destruido todo el organismo de gobierno. A lo sumo, los citados restos de sus ejrcitos podran servir para una guerra de guerrillas, que de ninguna manera salvara al Per, pero que en cambio era capaz de crear la anarqua, i por lo tanto la ruina completa del pas. Es evidente, que el Per no poda hacer nada mejor, que celebrar la paz sin demora, aceptando, con valenta poltica, los sacrificios que deban ser las consecuencias inevitables de sus derrotas militares. El pas vencido deba comprender que la nacin victoriosa necesitaba no slo compensaciones por los sacrificios econmicos que le haba costado la campaa provocada por el Per, sino que tambin, i sobre todo, garantas territoriales, para, impedir que una nueva guerra la sorprendiera en las mismas condiciones de 1879. Era una ilusin loca por parte del Per, el creer que, despus de haber perdido Tarapac, poda guardar todava en su poder al puerto de Arica, que era la llave de esta regin. Jams por jams!

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XIV LA OCUPACION DE LIMA I EL CALLAO A las 11 P. M. del 15. I. avis el General Baquedano al decano del Cuerpo Diplomtico en Lima, que, en vista de que los peruanos no haban cumplido con el compromiso de no abrir los fuegos en Miraflores, hasta media noche del 15/16. I., el general en jefe chileno exiga la rendicin incondicional de la capital peruana, i, si esta no fuera acordada acto continuo, procedera inmediatamente al bombardeo de la ciudad. En Lima ya no haba autoridades del gobierno; pues el Dictador, que haba entrado a la capital solo por un momento, en la tarde del 15. I., ya haba tomado el camino de la sierra; i tras l suban tomando los caminos del valle del Rmac, los ministros i las dems autoridades. El alcalde de Lima, don Rufino Torrico, pidi entonces a los jefes de las fuerzas navales francesas, inglesas e italianas en el Callao, (jefes que como sabemos se encontraban en Lima), que le acompaasen al cuartel general chileno, para convenir en las condiciones de la rendicin. Esta comisin se present al general Baquedano en la maana del 16. I., pero el general en jefe chileno no quiso siquiera or hablar de condiciones, i contest que bombardeara a Lima, si no se renda incondicionalmente, en el plazo de 24 horas. Con esta respuesta, Torrico volvi a Lima, en donde, como veremos pronto, el estado moral era lamentable. Desde que se oyeron los primeros ruidos del can, en las primeras horas del 13. I., anunciando el combate de Chorrillos, los habitantes de Lima haban pasado por las inquietudes i angustias ms enervantes. Antes de medioda del 13, empezaron a llegar fugitivos a la capital. Estos traan las noticias ms contradictorias. Unos decan que las cosas marchaban bien; que las bateras del Morro Solar haban causado enormes prdidas al ejrcito chileno; que la posicin de San Juan se estaba revelando intomable, habiendo sus defensores rechazado repetidos ataques chilenos; que las minas del campo de batalla haban hecho volar batallones chilenos enteros, i que el ejrcito chileno estaba muy abatido, etc., etc. Otros, en cambio, daban las noticias ms desconsoladoras. Ya entrada la tarde del 13. I., un boletn oficial anunci que la posicin Chorrillos San Juan haba sido tomada por el enemigo, pero que el ejrcito peruano se haba retirado a la de Miraflores, para librar all la batalla decisiva, i que ante aquellas formidables fortificaciones, el ejercito chileno tendra que sucumbir. Como era natural, nadie crea en estas jactancias, i por el contrario, esta noticia caus en Lima una consternacin general. Las familias, ricas i pobres, comenzaron a huir i a refugiarse en las Legaciones i Consulados extranjeros, i muchas se fueron al puerto de Ancn, donde eran recibidos a bordo de los buques extranjeros. La escuadrilla inglesa, que estaba en aquel puerto, desembarc tropa de marinera, para resguardar el orden en el campamento de fugitivos que se haba formado en la playa. Los buques extranjeros tuvieron que proporcionar hasta vveres a estas familias limeas, que haban abandonado sus hogares, sin proveerse siquiera de lo indispensable. Esto se explica por la completa anarqua que reinaba en Lima en aquellos momentos. Hasta que se supo all la catstrofe del ejrcito en Miraflores, el 15. I., el orden pblico no

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haba sido quebrantado; pero desde que se supo esta nueva desgracia, ya no hubo orden posible. Las autoridades gubernativas, desaparecieron; los fugitivos del ejrcito derrotado inundaron la ciudad, sin reconocer jefes ni disciplina, i usaban las armas para violentar a quien quiera que los llamase al orden. Ayudados por la hez del pueblo, se entregaron al saqueo de los despachos, tiendas i casas particulares, i asaltaban a los transentes en las calles, sin respeto a nada ni a nadie. Estos excesos comenzaron en la noche 15/16, continuaron todo el 16, i llegaron a su colmo en la noche del 16 al 17. I. En la maana del 17. I., los extranjeros organizaron una guardia de orden, que lleg a librar verdaderos combates con las turbas, antes de poder imponerse. El alcalde Torrico se decidi entonces a solicitar del General Baquedano la ocupacin de Lima por el ejrcito chileno. Alguna fuerzas chilenas se establecieron el mismo 17. I. en la capital peruana, i con esto volvi otra vez a reinar el orden i el sosiego en la poblacin. El puerto del Callao fue victima de idnticos excesos. Al saber los sucesos del 15. I., el jefe de la plaza, Comandante Astete, ofreci al gobierno ir a Lima con los 2,000 hombres que formaban la guarnicin del Callao, diciendo que con ellos derrotara a los chilenos, i que l, por su parte, no rendira a nadie el puerto que custodiaba. Efectivamente, Astete lleg a Lima con dos batallones; pero aquellas tropas, en vez de ayudar al alcalde a restablecer el orden, se unieron a los incendiarios i a los saqueadores, tomando parte en todos los excesos, mientras Astete regresaba solo al Callao. Durante este tiempo, el puerto vecino de Lima sufra las mismas vejaciones criminales que la capital. All tambin los extranjeros formaron una guardia, que logr dominar, al fin, los desrdenes, despus de reidos combates en las calles. El 16. I., el gobernador Astete prepar la destruccin de las fortificaciones de los buques peruanos que haba en el puerto, repitiendo siempre su promesa de llegar a Lima con su ejrcito; pero, como nadie le contestaba desde la capital, resolvi ejecutar las obras de destruccin que haba preparado. La escuadra chilena, en los ltimos das, haba redoblado su vigilancia sobre el puerto, para impedir que se escapasen los buques peruanos, sobre todo La Unin, que era tan ligera. Al amanecer del 17. I., sintieron los bloqueadores una explosin tremenda en la playa. Era el fuerte Zepita que haba sido volado. Enseguida estallaron otras, i, unos tras otros, fueron volados los fuertes Junn, Merced, Pichincha, Independencia, Abtao i Provisional. De improviso se vio tambin que La Unin i el Atahualpa, salan de la drsena al puerto. A bordo de La Unin iba el Gobernador Astete. Las lanchas torpedos chilenas, Fresia i Guacolda, que estaban de guardia, cortaron la salida a los buques peruanos, los cuales entonces viraron hacia tierra con intencin de vararse en la playa. La Unin se var efectivamente, i la tripulacin se salv, huyendo hacia el interior, despus de haber incendiado la nave. El gobernador se puso en salvo, a bordo de la fragata francesa Victorense. (Otra versin dice que el comandante del buque francs no recibi a Astete, i que ste fue hecho prisionero de guerra. No sabemos cual informacin es la correcta).

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El Atahualpa, la lancha - torpedo Arcos i los trasportes Rmac, Chalaco, Talismn, Limea i Oroya imitaron el proceder de La Unin. Las otras lanchas - torpedos i embarcaciones menores huyeron a todo vapor, pegados a la costa, en demanda de Chancay o Huacho. Con esto la escuadra peruana i la plaza fuerte del Callao haban dejado de existir. Decamos, anteriormente, que el da 17. I, el alcalde de Lima haba pedido al General Baquedano que ocupara la capital. Comisionado por el general en jefe, en la tarde de ese mismo da, entr a Lima el General Saavedra, con los Regimientos Buin i Zapadores, el Bulnes, 3 bateras de artillera, a las rdenes del Coronel Velsquez, los Cazadores a Caballo i los Carabineros de Yungai. Al desfilar estas tropas por las calles de la capital peruana, su disciplina i excelente apostura militar causaron la admiracin de cuantos las vean, tanto peruanos como extranjeros. Con ellos volvi a Lima el sosiego, que tanto se haba alterado durante los ltimos das. En la maana del 18. I., la 1 Divisin Lynch ocup el Callao. En la tarde del mismo da, entr a Lima el General Baquedano, con el resto de su ejrcito, i estableci su Cuartel General en el mismo palacio en donde, en pasados tiempos, haban residido los virreyes espaoles. Habiendo hecho entrada triunfal en la capital peruana, las Divisiones chilenas establecieron sus vivaques fuera de la ciudad. La 2 Divisin Sotomayor, al pi de los cerros de Vsquez, i la 3 Divisin Lagos en la chcara de Aliaga, al N. del Rmac (?). El Ministro Vergara se fue a Ancn en un tren especial, para ofrecer a las familias peruanas refugiadas all toda clase de facilidades para regresar a Lima, asegurndoles la proteccin generosa de las autoridades chilenas. La noticia de la toma de Lima produjo en Chile un entusiasmo que se comprende fcilmente, dada la extrema tensin nerviosa que haba dominado a toda la Nacin, durante todos los das anteriores, en que todos saban que en los teatros de operaciones del Norte se jugaba la suerte definitiva de esa larga guerra; todava con la circunstancia especial, de que, por estar cortado el cable submarino, no se podan recibir comunicaciones rpidas desde el teatro de operaciones. En la tarde del 19. I., entr a Coquimbo el trasporte Itata con las primeras noticias del triunfo, que inmediatamente fueron comunicadas al Sur. Mientras tanto, el cable de Iquique las trasmita directamente a Santiago, a donde llegaron por telegramas sucesivos, entre las 7:55 i las 8:50 P. M. del 19. I. Desde la capital fueron trasmitidas a todo el pas, cambiando las inquietudes en jbilo patritico, que en aquellos momentos dominaba los pesares del duelo por tantos hijos de la Patria, que haban comprado estos triunfos con sus vidas. _____________________

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XV LA CONCLUSION DE LA CAMPAA DE LIMA Las autoridades militares chilenas restablecieron el orden en Lima i Callao, ofreciendo a los habitantes todas las garantas necesarias respecto a sus vidas i propiedades, i restringiendo la libertad personal, solo en lo indispensable para impedir que los hombres huyeran hacia la sierra, a fin de enrolarse en el Ejrcito de resistencia a todo trance, que, segn se deca, estaba organizando Pirola en aquellos lugares. La preocupacin principal de los plenipotenciarios chilenos en Lima era que se abrieran negociaciones de paz. Igual cosa deseaba el Gobierno en Santiago, a pesar de que el Presidente Pinto dudaba mucho de que esto fuera hacedero, en vista de que no haba en Lima gobierno o autoridad alguna con quien negociar. Como las tentativas conducentes a entrar en negociaciones de paz, provechosas, dignas i duraderas, no nos interesa directamente, en el estudio de esta campaa desde el punto de vista militar, nos limitaremos a decir que fracasaron completamente. Tampoco tenemos para que extendernos sobre el detalle de la actividad de las autoridades chilenas que dirigan la ocupacin del centro del Per. Bstenos constatar que hubo necesidad de cambiar, por un sistema de mayor rigor, los procedimientos excesivamente benvolos que haban caracterizado a esa ocupacin, mientras existieron algunas esperanzas de poder celebrar pronto la paz. Hubo necesidad de declarar la ley marcial en Lima i Callao; i se orden cobrar al Per los gastos de la ocupacin, i adems una contribucin de guerra de 5.000.000 de soles de plata. Dejando a un lado, estos asuntos polticos i administrativos, volveremos a ocuparnos de la Armada i del Ejrcito chileno de Ocupacin. Ahora que no haba ya ejrcitos o escuadras enemigas que combatir, asomaron otra vez la cabeza las discordias internas. Las relaciones entre el Ministro Vergara, i sus amigos civiles, por una parte, i los altos comandos del ejrcito i de la armada, por la otra, se enfriaron cada da ms, hasta el punto de llegarse a producir incidentes muy desagradables entre los elementos militares i civiles de la ocupacin. Despus de uno de estos incidentes, en que tuvieron una parte muy activa algunos jefes de artillera (i que para decir verdad, fueron originados por una imprudencia de don Isidoro Errzuriz), el Ministro Vergara orden al General Baquedano que enviara a Arica al Coronel Velsquez, con la plana mayor de la artillera, para organizar all las fuerzas de su arma, en previsin de una posible campaa a Arequipa, en donde todava haba un ejrcito, mandado por el Prefecto Solar. El General Baquedano se neg redondamente a obedecer la orden del ministro, diciendo que no se hara jams instrumento de venganzas personales, contra jefes meritorios. Viendo el Ministro Vergara, completamente desconocida su autoridad por el general en jefe, a pesar de que en su orden haba usado la redaccin de por disposicin del Presidente de la Repblica, i considerando que no poda as ejecutar las intenciones del

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gobierno, de disminuir desde luego las fuerzas del Ejrcito de Ocupacin (medida a la cual el General Baquedano se haba opuesto tenazmente en varias ocasiones), se fue a Arica, para comunicarse por cable con el gobierno. En los telegramas enviados desde Arica, deca que la paz la vea muy lejana, que convena reducir el Ejrcito de Ocupacin a 10,000 hombres, i disolver la escuadra; es decir que se llamara al Sur al Almirante Riveros, con quien el Ministro se entenda todava menos que con Baquedano; i terminaba, pidiendo al Presidente que demarcara las atribuciones del General en Jefe i del Ministro de Guerra en Campaa. Como el gobierno no poda tomar medida alguna deprimente en contra del general o del almirante que acababan de ganar la campaa, i como, por otra parte, Vergara se negaba a permanecer en el ministerio, si el gobierno no acceda a su peticin, esta autoridad busc una solucin paliativa. Orden que la escuadra regresara a Valparaso, en donde deba concluir el comando de Riveros, como almirante en jefe, en vista de que la escuadra no estaba ya en campaa; orden la reduccin del Ejrcito de Ocupacin, i encarg al ministro, que ofreciera al General Baquedano regresar al Sur, con las fuerzas que traera de Lima, o bien quedar all como jefe de las fuerzas restantes. Como el gobierno lo haba previsto, el General Baquedano eligi la primera alternativa; i, a principios de Marzo, se embarc en el Callao, con las siguientes unidades de su anterior ejrcito: El Chacabuco, el Colchagua, los Navales, el Valparaso, el Melipilla, el Coquimbo, el Chillan, el Artillera de Marina, el Atacama i el Valdivia. El pas brind lucidos honores a los hroes del Norte. El Presidente de la Repblica fue expresamente a Valparaso, para darles la bienvenida; i el General Baquedano, a la cabeza de las fuerzas que trajo de Lima, hizo su entrada triunfal en Santiago el 14. III. 81. Es posible pensar que las calurosas manifestaciones de entusiasmo i de cario que le brind todo el pas, en forma tan amplia i espontnea, hicieron menos amargas al general en jefe del ejrcito chileno el recuerdo de los sinsabores que le haba causado el sistema de direccin de guerra, que su gobierno haba sostenido. El General Baquedano fue reemplazado en el comando del Ejrcito de Ocupacin por el General don Pedro Lagos, hasta el 17. V., fecha en que el Contralmirante don Patricio Lynch se hizo cargo de este comando, que deba ejercer en armona con los pareceres de don Jovino Novoa, que, desde Octubre de 1881, fue el representante civil del gobierno, como Plenipotenciario en el Per. A nuestro juicio la reduccin del ejrcito chileno en el Per, en marzo de 1881, fue un grave error, desde el punto de vista tanto de la estratgica como de la poltica. En lugar de disminuir las fuerzas del ejrcito, hubiera convenido aumentarlas considerablemente; pues, las fuerzas que haban bastado para vencer en los campos de batalla, relativamente estrechos, i para destruir los ejrcitos aliados, distaban mucho de poder ocupar el vasto territorio peruano, entre la costa i las regiones de las cordilleras, de un modo suficientemente eficaz para limpiarlo de las montoneras, i para convencer, en un plazo no demasiado largo, a la nacin peruana de la necesidad de formar un gobierno, con bastante autoridad para celebrar la paz, aceptando las condiciones del vencedor. Este fin, que evidentemente deba ser el objetivo de la poltica del gobierno chileno con respecto al Per, fue esencialmente contrariado por la reduccin del Ejrcito de Ocupacin; i la medida no puede justificarse por razones econmicas, por que la

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prolongacin del estado de guerra durante aos enteros, despus de las victorias, sera la peor poltica econmica, sin mencionar todos sus dems inconvenientes; entre los cuales descuellan los peligros de una intervencin extranjera. __________________

Con esto damos fin a nuestro estudio militar de la Guerra del Pacfico, esencialmente por carecer de ms datos necesarios para un estudio analtico de las diferentes expediciones en el interior del Per que se ejecutaron durante el largo perodo de la ocupacin, hasta en 1884, para destruir los pequeos ejrcitos, improvisados por Pirola, Montero, Cceres i otros caudillos, i para perseguir las numerosas e insoportables montoneras. (Despus de concluido
este manuscrito, se ha publicado el III Tomo de la obra de don Gonzalo Bulnes sobre esta guerra. El autor hace resmenes muy interesantes sobre estas campaas en la sierra peruana; pero el mismo deplora la falta de muchos datos que seran indispensables para un estudio crtico de ellas.)

En su conjunto estas campaas en la sierra peruana repiten enseanzas que hemos tenido ocasin de aprovechar en los estudios precedentes. Las expediciones fueron generalmente ejecutadas en conformidad a planes, concebidos i desarrollados en sus detalles por las personalidades polticas civiles en Santiago, i sin conocimientos detallados de la topografa i dems condiciones del lejano teatro de operaciones. Las disposiciones estratgicas i tcticas de los comandos militares, que fueron encargados de la ejecucin de estas operaciones, ms de una vez dejan mucho que desear. Pero lo que no falt en ninguna parte u ocasin fue el invencible valor de los oficiales i soldados chilenos; valor que se encarg de subsanar esos defectos de las disposiciones, conquistando la victoria con sus espadas i bayonetas, o bien de enrostrar las situaciones ms desesperadas, muriendo como hroes sin rendirse jams. Entre estos actos mencionaremos solo las dos acciones que ofrecen el mayor inters militar, a saber, los combates de La Concepcin, el 9. VII. 82, i el de Huamachuco, el 10. VII. 83. En el ltimo de estos campos de batalla, el oportuno i irresistible contra ataque de las tropas del Coronel don Alejandro Gorostiaga destruy por completo el ltimo ejrcito de algn valor de Cceres, el ltimo de los caudillos peruanos que se resista a aceptar las condiciones de paz de Chile. El indomable valor de los hroes que sacrificaron sus vidas en la desesperada lucha en el casero de La Concepcin leg al ejrcito chileno una gloria i una obligacin moral que en nada desmerecen las que la escuadra haba heredado de los hroes de Iquique. Arturo Prat i compaeros han sido justamente honrados con estatuas i monumentos, donde estn los de Ignacio Carrera Pinto, Julio Montt, Lus Cruz i Arturo Prez Canto?

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En honor a los hroes chilenos, bolivianos i peruanos que, en la Guerra del Pacfico, lucharon con glorioso valor i sacrificaron sus vidas en bien de su patria
Citemos el siguiente trozo del discurso de Percles sobre la tumba de los hroes atenienses, que haban muerto en el primer ao de las guerras del Peloponeso, 431 A. de C. Hablando del amor a la patria, el orador deca a sus conciudadanos: Cuando pensis en la grandeza i el poder de nuestro Estado, debis tambin traer a la memoria a los hombres que han creado esta situacin poderosa, recordando que ellos fueron animados por el valor i por el sentimiento del deber i el honor, cuando era preciso obrar i luchar; hombres que, si bien no lograron siempre alcanzar el objeto a que pretendan, ni en estos casos se crean con el derecho de privar al Estado de su herosmo, prefiriendo brindarle el ms bello de los sacrificios. Ellos sacrificaron sus vidas al bienestar comn del Estado; pero, al hacerlo, ganaron para si mismo una gloria perenne i la tumba ms gloriosa. No me refiero al mausoleo donde yacen sus huesos, su no a la tumba donde su memoria descansar en las eternidades, para ser glorificada en cada ocasin que se ofrezca para celebrar, con la palabra o con actos, los recuerdos de ellos. Los hombres clebres tienen por tumba la tierra entera. No solo las inscripciones sobre sus losas en la patria conservan su memoria, sino en los pases ms lejanos vive, en la mente de los ciudadanos, un recuerdo no escrito, talvez no de cada uno de sus actos de valor en particular, sino ms bien de sus almas varoniles i llena de herosmo. Son esos hombres los que deben serviros de ejemplo

FIN DEL TOMO III.

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