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Ver 2 más- Sinopsis
- La historia relata gradualmente los problemas de una granja colectiva durante unos pocos días de otoño en los años de la Hungría post-comunista, observada desde la perspectiva de distintos personajes. (FILMAFFINITY)
- Género
- Drama Vida rural Película de culto
- Dirección
- Reparto
- Año / País:
- 1994 / Hungría
- Título original:
- Sátántangó
- Duración
- 450 min.
- Guion
- Música
-
- Fotografía
(B&W)- Compañías
- Coproducción Hungría-Alemania-Suiza;
- Links
Premios
1994: National Society of Film Critics (NSFC): Premio cine experimental.
El diablo y la botella
4 de enero de 2010
Para narrar la trayectoria que va del punto A hasta el punto B, la convención formal señala que es preciso mostrar uno o dos puntos intermedios.
David Lynch, en sus mejores cintas, suprime los enlaces. Nos muestra el punto A y el punto B, desordenados y desnudos. Nace así su imagen pura, heredera de Hitchcock. Fascina y desconcierta. Los analistas de historias reciben un rompecabezas cuya resolución procura un placer tibio. Los sensuales, reciben el don de la ebriedad, placer en vena ilimitado. Los hay, naturalmente, que declinan entrar en ese juego; bostezan y se salen de la cinta.
Para narrar la trayectoria que va del punto A hasta el punto B, Béla Tarr nos muestra todo el intervalo. El camino es irreducible a sus momentos decisivos. No puede resumirse. Cada paso, aislado, es irrelevante. E imprescindible para conocer la suma total del recorrido.
David Lynch nos ofrece el resultado de la suma, apuesta por la intensidad. Béla Tarr nos dice que la suma es una serie inacabable de momentos repetidos. Apuesta por el círculo fatal.
Lynch retrata noblemente nuestra angustia. Tarr ofrece cabalmente la desolación.
Aunque, de momento, disfruto más con el primero, ambos extremos me complacen.
===
Sátántangó es el mar en el que desemboca la corriente algo menor de ‘La condena’. Es el retrato de la espera indefinida. Una espera tan antigua como el hombre, tan bíblica como el diluvio universal. Tan triste y tan anciana como el mundo.
Tarr se pregunta en esta cinta: ¿Cuál es la línea que separa el cielo de la tierra, lo oscuro de la luz? ¿Qué diferencia al hombre de la bestia?
David Lynch, en sus mejores cintas, suprime los enlaces. Nos muestra el punto A y el punto B, desordenados y desnudos. Nace así su imagen pura, heredera de Hitchcock. Fascina y desconcierta. Los analistas de historias reciben un rompecabezas cuya resolución procura un placer tibio. Los sensuales, reciben el don de la ebriedad, placer en vena ilimitado. Los hay, naturalmente, que declinan entrar en ese juego; bostezan y se salen de la cinta.
Para narrar la trayectoria que va del punto A hasta el punto B, Béla Tarr nos muestra todo el intervalo. El camino es irreducible a sus momentos decisivos. No puede resumirse. Cada paso, aislado, es irrelevante. E imprescindible para conocer la suma total del recorrido.
David Lynch nos ofrece el resultado de la suma, apuesta por la intensidad. Béla Tarr nos dice que la suma es una serie inacabable de momentos repetidos. Apuesta por el círculo fatal.
Lynch retrata noblemente nuestra angustia. Tarr ofrece cabalmente la desolación.
Aunque, de momento, disfruto más con el primero, ambos extremos me complacen.
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Sátántangó es el mar en el que desemboca la corriente algo menor de ‘La condena’. Es el retrato de la espera indefinida. Una espera tan antigua como el hombre, tan bíblica como el diluvio universal. Tan triste y tan anciana como el mundo.
Tarr se pregunta en esta cinta: ¿Cuál es la línea que separa el cielo de la tierra, lo oscuro de la luz? ¿Qué diferencia al hombre de la bestia?
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156 de 172 usuarios han encontrado esta crítica útil
Seducción y tortura a partes iguales
3 de enero de 2010
Mi primera vez con Béla Tarr y ha tenido que ser la de los 450 minutos.
No se puede hacer una crítica de semejante película; sólo esbozar pequeñas pinceladas de un inmenso puzzle entretejido por infinidad de pequeños detalles que no puedes perderte, lo que supone estar atenta a cada fotograma para seguir el hilo de una historia que ya de por sí es prácticamente inexistente. Y el esfuerzo que supone es mastodóntico.
Sátántangó nos cuenta la historia de seducción y tortura (¿voluntaria?) de una docena de campesinos de una granja de mierda húngara por parte del mandamás administrador y sus secuaces. Seducción, porque se dejan engañar con promesas vacías; tortura, porque cada intento de rebelión es sofocado por Irimiás (¿Jeremías?), el del pico de oro, que con un par de palabras hace sentir a los pobres campesinos como mierda indigna de manchar sus botas.
Detalles a destacar: La narración desde diferentes puntos de vista. La trampa del tratamiento de la luz interior y exterior. La riquísima fisonomía de los actores. El plano de las vacas, que será todo lo aburrido que queráis pero es una metáfora genial de esos infelices granjeros. El capítulo de la niña y el gato. La conversación entre Irimiás, Petrina y el Capitán. El plano de la basura volando y acompañando a los 3 villanos. El tratamiento del sonido en cada aparición del Doctor. La puñetera lluvia que ocupa un 80% del metraje y te cala los huesos. El peculiar humor húngaro, del que decir negro es poco. Lo bien que comen los ricos. Nuestro particular Satán, un tipo con buena planta, atractivo, poeta, profeta vocacional y que, además, cecea.
Tiene que ser una gozada no depender de exigencias comerciales, no tener que ceñirte a los 120 minutos que marca el guión y el productor y rodar lo que te salga de las narices porque tienes todo el tiempo y medios del mundo. Barra libre abierta (y no sólo de alcohol).
Un 7, un punto por cada hora de película. Es lo justo. Acabarla es el mayor reto, sólo para poder contarle a los nietos "yo vi una película húngara de 7 horas y media sin echar una sola cabezada". Y es cierto, hay testigos.
Al final van a acabar por volverme una gafapasta. Y lo que es peor, me acabará gustando.
No se puede hacer una crítica de semejante película; sólo esbozar pequeñas pinceladas de un inmenso puzzle entretejido por infinidad de pequeños detalles que no puedes perderte, lo que supone estar atenta a cada fotograma para seguir el hilo de una historia que ya de por sí es prácticamente inexistente. Y el esfuerzo que supone es mastodóntico.
Sátántangó nos cuenta la historia de seducción y tortura (¿voluntaria?) de una docena de campesinos de una granja de mierda húngara por parte del mandamás administrador y sus secuaces. Seducción, porque se dejan engañar con promesas vacías; tortura, porque cada intento de rebelión es sofocado por Irimiás (¿Jeremías?), el del pico de oro, que con un par de palabras hace sentir a los pobres campesinos como mierda indigna de manchar sus botas.
Detalles a destacar: La narración desde diferentes puntos de vista. La trampa del tratamiento de la luz interior y exterior. La riquísima fisonomía de los actores. El plano de las vacas, que será todo lo aburrido que queráis pero es una metáfora genial de esos infelices granjeros. El capítulo de la niña y el gato. La conversación entre Irimiás, Petrina y el Capitán. El plano de la basura volando y acompañando a los 3 villanos. El tratamiento del sonido en cada aparición del Doctor. La puñetera lluvia que ocupa un 80% del metraje y te cala los huesos. El peculiar humor húngaro, del que decir negro es poco. Lo bien que comen los ricos. Nuestro particular Satán, un tipo con buena planta, atractivo, poeta, profeta vocacional y que, además, cecea.
Tiene que ser una gozada no depender de exigencias comerciales, no tener que ceñirte a los 120 minutos que marca el guión y el productor y rodar lo que te salga de las narices porque tienes todo el tiempo y medios del mundo. Barra libre abierta (y no sólo de alcohol).
Un 7, un punto por cada hora de película. Es lo justo. Acabarla es el mayor reto, sólo para poder contarle a los nietos "yo vi una película húngara de 7 horas y media sin echar una sola cabezada". Y es cierto, hay testigos.
Al final van a acabar por volverme una gafapasta. Y lo que es peor, me acabará gustando.
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