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El arte de mantener la calma: Un manual de sabiduría clásica sobre la gestión de la ira
El arte de mantener la calma: Un manual de sabiduría clásica sobre la gestión de la ira
El arte de mantener la calma: Un manual de sabiduría clásica sobre la gestión de la ira
Libro electrónico80 páginas1 hora

El arte de mantener la calma: Un manual de sabiduría clásica sobre la gestión de la ira

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Un manual de sabiduría clásica sobre la gestión de la ira escrito por Séneca, uno de los máximos representantes del estoicismo. 

En su vehemente ensayo Sobre la ira, Séneca, célebre pensador romano del siglo I de nuestra era y una de las figuras más destacadas del estoicismo, argumenta que la ira es la pasión más destructiva para la raza humana. Su propia vida es una prueba de ello: apenas pudo conservarla bajo el reinado del colérico emperador Calígula y la perdió bajo el gobierno de Nerón. 

Esta nueva traducción es una certera selección de la sabiduría esencial de Sobre la ira. Presentada con una introducción esclarecedora, ofrece a los lectores una guía atemporal para evitar y controlar la ira. Ilustra vívidamente por qué esta emoción es tan peligrosa y por qué saber gestionarla tiene grandes beneficios para las personas y para la sociedad.

Las reflexiones de Séneca sobre la ira nunca han sido más relevantes que hoy, cuando el discurso incivil contamina cada vez más el debate público. Ya sea que los lectores estén interesados en su propio desarrollo personal o anhelen una renovación de la esfera política, encontrarán en la sabiduría de Séneca un antídoto valioso para los males de una época iracunda.

IdiomaEspañol
EditorialKōan Libros
Fecha de lanzamiento6 abr 2020
ISBN9788418223006
El arte de mantener la calma: Un manual de sabiduría clásica sobre la gestión de la ira
Autor

Lucio Anneo Séneca

Séneca (Córdoba, 4 a.C. - Roma, 65 d.C.) fue un destacado filósofo, político, orador y escritor romano. Figura predominante de la política romana durante los reinados de Claudio y Nerón, fue uno de los senadores más admirados, influyentes y respetados. Entre los años 54 y 62, durante los primeros años del reinado de su joven pupilo Nerón, gobernó de facto el Imperio romano. Como escritor, Séneca pasó a la historia como uno de los máximos representantes del estoicismo. Su obra constituye la principal fuente escrita de filosofía estoica que se ha conservado hasta la actualidad. Abarca tanto obras de teatro como diálogos filosóficos, tratados de filosofía natural y cartas. Usando un estilo accesible y alejado de tecnicismos, delineó las principales características del estoicismo tardío, del que junto con Epicteto y Marco Aurelio está considerado su máximo exponente.

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    Como lectora me a sabido poco necesito más no puede acabar así.
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    Buenos consejos. Fiel a su época, contradictorio con su vida.
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    Me gusto, es interesante y ayuda a mirar a la ira desde otras perspectivas. Anote varias frases para recordar.

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El arte de mantener la calma - Jacinto Pariente

INTRODUCCIÓN

«La ira es una especie de locura, porque nos hace darle máxima importancia a lo que no la tiene en absoluto.» Lucio Anneo Séneca escribe estas palabras a mediados del siglo I d. C., a principios del reinado de Claudio, cuarto emperador de Roma a partir de Augusto. Aunque aparentemente su interlocutor es Novato, su hermano mayor, en realidad los destinatarios del texto son sus lectores romanos, y el mensaje de la obra no ha perdido un ápice de vigencia en esta época en que el género humano sigue sufriendo, y quizá más que nunca, las terribles consecuencias que la ira acarrea.

Para comprender a fondo la cita senequiana, llevemos a cabo el siguiente experimento. Recordemos el último suceso trivial que nos haya hecho hervir la sangre. Un conductor que nos ha obligado a dar un frenazo nos ha quitado el aparcamiento, alguien que se ha saltado una cola o quizá aquella persona que nos ha robado el taxi en nuestras propias narices. Indignante, ¿verdad? Pero, ¿en serio? ¿Cómo estábamos un par de días después del incidente? ¿Ha tenido aquella ofensa una importancia comparable a la del cambio climático, la guerra nuclear o el hecho de que los agujeros negros estén devorando la galaxia?

La comparación de lo mínimo con lo inconmensurable es una de las estrategias favoritas de Séneca, especialmente en Sobre la ira, obra de la que el presente volumen es un extracto. Al obligarnos a cambiar de perspectiva o ampliar nuestra escala de valores, Séneca pone en tela de juicio la utilidad, si es que la tiene, de la cólera. El orgullo, la dignidad, el falso sentido de la propia importancia, fuentes del sentimiento de agravio, terminan perdiendo todo sentido cuando nos distanciamos de ellas: «Distánciate un poco y ríe» (3.37). En el presente tratado, Séneca nos relata cómo incluso sus más venerados modelos de sabiduría, Sócrates, el inmortal filósofo griego, y Catón el Joven, el célebre senador romano del siglo anterior, recibieron escupitajos y golpes y protagonizaron encontronazos y altercados sin enfadarse y mucho menos encolerizarse.

Para Séneca, que alguien no respete un «ceda el paso» no es el problema. El verdadero problema es nuestra reacción ante ello. La furia momentánea, el deseo de dar un bocinazo, golpear o incluso matar al otro conductor amenazan gravemente la soberanía de la Razón y, por lo tanto, la capacidad de elegir con justicia y actuar con virtud. La ira pone en peligro nuestra condición moral más que cualquier otra emoción, pues es la más intensa, destructiva e irresistible de las pasiones. Se parece a saltar desde un precipicio. Cuando la ira se adueña de nosotros, ya no hay forma de detener la caída. La salud espiritual exige que nos deshagamos de ella, pues de lo contrario nos aprisionará para siempre. Cuando Séneca escribió Sobre la ira, o al menos su mayor parte, ya había sido testigo directo, y además desde el palco preferente del Senado de Roma, del sangriento espectáculo de los cuatro años del reinado de Calígula. Hoy en día daríamos otros nombres a la dolencia de Calígula, paranoia, por ejemplo, o simplemente sadismo, pero Séneca, para ilustrar su punto de vista, achaca a la ira el conjunto de las crueldades del emperador. La sombra del cruel Calígula planea amenazadora por las páginas del tratado. El autor a menudo se refiere a él por su nombre, pero también por alusiones cuando, por ejemplo, asocia la ira con instrumentos de tortura, espadas, antorchas o disturbios callejeros. No cabe duda de que la pesadilla de los años del reinado de Calígula enseñó a Séneca el alto precio de la ira desbocada, no ya para el espíritu del individuo, sino para la totalidad del Estado.

No era lo normal en Roma que un filósofo moral y dramaturgo ocupara un escaño de senador, pero Séneca no era una persona corriente. De joven estudió con los filósofos estoicos, seguidores de un código ético importado de Grecia que predicaba el autocontrol y la obediencia a los dictados de la divina Razón. Séneca, sin embargo, nunca fue un estoico ortodoxo. Al madurar, bebió de muchas otras tradiciones filosóficas, y además dejó de lado las disquisiciones teóricas en favor de una ética práctica embellecida por el virtuosismo retórico. Sobre la ira es buen ejemplo de ello. Solo parte de la primera mitad de la obra puede enclavarse en los cánones del estoicismo clásico. La segunda mitad, de la cual procede la mayor parte del presente volumen, trata el tema de la ira de manera práctica, y en sus fragmentos más banales nos recomienda no sobrecargarnos de obligaciones y no emprender tareas abocadas al fracaso.

Séneca, si hemos de creer sus propias palabras, era una persona introspectiva e introvertida. En esta obra nos describe sus exámenes de conciencia nocturnos, plácidas sesiones de meditación que tienen lugar en el silencio de su dormitorio y exhalan un notable perfume a budismo zen, en las que repasa las elecciones éticas del día que termina. Sin embargo, también sabemos por otras fuentes que el autor disfrutaba de la cercanía del poder y que fue un activo participante en el gran juego de la política romana, a veces con desastrosos resultados. Entre los treinta y los cuarenta años obtuvo un escaño en el Senado, donde se labró una reputación de orador original y convincente, pero por desgracia su elocuencia no le trajo más que problemas, pues despertó la

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