Pascal Quignard y El Pensamiento Mítico
Pascal Quignard y El Pensamiento Mítico
Pascal Quignard y El Pensamiento Mítico
752-762
Si hay postmtica, hay por lo tanto un plan mtico, no an sacrificado, del lenguaje y de
la literatura que la escritura se propone alcanzar. Es a esa suerte de actividad mtica a
la que se entrega Quignard en sus novelas, relatos y ensayos, y que quisiera analizar
aqu.
Los mitos forman parte de la obra de Quignard al menos despus de su
traduccin de Alexandra de Lycophron en 1971. En su vasta empresa de poner al
desnudo las falsas apariencias conceptuales, sus textos excavan la memoria de las
civilizaciones y las utiliza para varios fines.
Acua as, en el escritor, el uso del pensamiento mtico, vale decir, el examen
reiterado de la articulacin entre naturaleza y cultura, preocupacin que parece marcada
por la reflexin antropolgica de los ltimos sesenta aos. Se puede distinguir dos
grandes modalidades en la dimensin mtica de esta obra: en primer lugar, el hecho al
que hace mencin los relatos quignardianos puede leerse como una reescritura o como
una meditacin sobre mitos de diversas tradiciones culturales, aunque la mayora sea
proveniente de la nuestra. El mito de Orfeo, como se ver, ocupa un lugar privilegiado
en este ensamble. En segundo lugar, puede mencionarse la relacin que Quignard tiene
con Lvi-Strauss, esto es, con el anlisis estructural de los mitos. La conclusin
examinar brevemente eso que, de manera difusa, llamara una esttica de la
regeneracin, reminiscencia del mito del eterno retorno e ndice quiz de una
preocupacin por aquello que Mircea Eliade denomina ontologa arcaica.
En primer lugar, estn las numerosas novelas, relatos y ensayos quignardianos
que recurren a los mitos. Sin hacer un inventario completo, doy aqu una breve
aproximacin. Por ejemplo, entre las novelas, Todas las maanas del mundo (1991)
propone una relectura del mito de Orfeo, mito que en una novela ms reciente llamada
Terrase Rome (2000), vuelve a atravesar, como veremos ms adelante. Novelas como
El saln de Wurtemberg (1986) y Las escaleras de Chambord (1989) contienen
elementos mticos, los mitemas fcilmente reconocibles en las dos novelas, entre los
que se pueden citar: la cuestin de la patria original perdida y la peripecia que encaran
los hroes para intentar reencontrarla; la mitologizacin de las relaciones familiares; la
pareja amorosa cuya relacin se crea siempre en dependencia de un tercero, como la de
Tristn e Isolda y los mitos emparentados. La ocupacin americana (1994) retoma esa
mitologizacin de la pareja amorosa, y pone en juego la referencia a la mitologa
egipcia como as tambin a la simblica budista, ya que la ltima parte se llama
Nirvana.
Las novelas quignardianas, sobre todo esas que se desarrollan en el siglo XX y
no en una poca remota, por el abandono de las convenciones p. 754 realistas heredadas
del siglo XIX, acuan una narracin que calificara de oracular, incluso tambin por su
marcada tendencia a escapar de la poca histrica en donde estamos situados para as
sonido (94). Nada de sorprendente en esto, ya que aqu est la historia fundamental
que, despus de los Griegos, cuenta la fascinacin por la msica (93).
La lectura de Terrasse Rome traza una analoga de trama narrativa con Todas
las maanas del mundo. Se trata as de un artista cuyo arte habla de un amor perdido.
Meaume, [le lorrain], grabador de aguas fuertes, pierde a su vez a su bienamada y a su
propio rostro cuando, a los 22 aos, es desfigurado por un rival en Bruges, en 1639.
Pasa su existencia viviendo su pena y su nostalgia de un tiempo de felicidad perdida,
sumergido en sus diseos y grabados. Tal como Orfeo, cuya cabeza cortada por las
Mnades y arrojada al Hebros flota llamando a Eurdice con acentos lgubres, es desde
su rostro perdido que Meaume arroja su plaido al mundo, liberado de su identidad
social. Como para subrayar el paralelismo del destino con Saint-Colombre, ste
personaje aparece en el centro de la novela. Lleva a Meaume a visitar la galera de los
ancestros, una serie de salas que contienen las salamandras, [des tritons], los lagartos,
las tortugas, los caracoles, los cangrejos (73). La inmersin en el antes y en el despus
de la existencia presente, el descenso a los infiernos que Meaume transcribe
oscuramente, se redobla as por el seguimiento de la memoria de los orgenes, en un
movimiento caractersticamente quignardiano, ya que, tal como Orfeo arranca a
Eurdice de los infiernos, se trata de arrancar un secreto al olvido.
Hay tambin otras figuras rficas. En El amor puro, el padre Guimer, msico
fabuloso, compone una msica que haca llorar, tan triste era ella (12). Su mecenas lo
califica ante los otros como nuevo Orfeo (23). Las escaleras de Chambord es una
novela que, segn Rabat, ficcionaliza la cuestin de la falta a travs de un recuerdo
perdido de hroe (110), ms precisamente, un amor de juventud, muerto, que
condiciona toda la relacin con el mundo de Edouard Furfooz, coleccionista de
juguetes. Desde el fondo de los rincones ms oscuros de su memoria, algo lo congela y
l no sabe qu es (36). Ese algo, el nombre de la pequea muchacha que ha amado en
su juventud, no lo reencontrar sino en la prdida definitiva.
El cuento La voz perdida presenta una variante de la figura de Orfeo, en el
desdoblamiento entre hombre y mujer. Quignard aqu integra los mitemas de la Odisea,
con la figura de las sirenas, ya que es la mujer la que es msica y no el hroe masculino,
Jean du Vair. Es ella quien canta con una voz irresistible. Jean perder a la joven mujer,
quien combina los atributos de Eurdice, de la madre de Jean muerta al comienzo del
cuento, y de un anciano batracio, puesto que ella es en realidad . una rana. Es ella la
que por amor se amputar una mano, pero es l quien quedar sin consuelo, al punto de
ahogarse al intentar el encuentro. En fin, Charles Chegnogne, el narrador y personaje
central de Los salones de Wurtemberg, puede verse como una encarnacin de Orfeo.
Msico clebre que ahora envejecido p. 756 reflexiona sobre su vida, escribiendo sus
recuerdos, efecta el mismo gesto de Saint-Colombre tocando la viola y de Meaume
[gravant]: Todo, sombra en el olvido. Sin tregua mi vida; esos rostros, esas pequeas
escenas todo sombra en el olvido si ya no escribo ms. Llevo a la luz algunos colores y
a veces sus destellos (50, el subrayado es mo).
As pues, todos sus personajes, mediante las transformaciones y variaciones que
Quignard le da a sus relatos, mantienen algo en comn, una comunidad de destino
rfico. No por azar son todos artistas, salvo Furfooz. Sin embargo, en tanto que ste
colecciona juguetes de miniatura y fragmentos de infancia, su actividad torna hacia los
orgenes y hacia el sentimiento de su prdida. As, el mito rfico quignardiano est
activo y se liga a todo lo que sea prdida como generacin de creacin.
Cul es el estatuto de la creacin rfica en Quignard? Como lo denomina
Didier Alexandre, el mito de Orfeo vinculado a un sentido alegrico no es una nocin
nueva en la literatura post-romntica, no ms que la figura de Eurdice simbolizante de
la memoria del pasado y el vnculo de Orfeo con Eurdice figurando la relacin con ese
pasado. Ya Apollinaire, en el inicio del siglo XX, vincula la errancia del poeta con la
bsqueda de Eurdice. A su vez, Proust recurre al mito rfico para establecer un lazo
necesario entre la experiencia destructiva de la ausencia y de la muerte () y la
experiencia constructiva de la escritura (564). En cuanto a Blanchot, invierte lo
dialctico y hace de Eurdice aquella que desva la atencin de Orfeo, que materializa
la obra que el poeta debe mirar, donde l no puede desviarse a riesgo de traerla y de que
destruya su mirada creadora de imgenes (567).
Qu es lo propio del mito de Orfeo que hay en Quignard? Desde luego, Vidas
secretas describe al escritor como un hombre que nunca deja de deshacerse de la
oscuridad (312). Sin embargo, no parece que Quignard asigne a la escritura o a las
otras actividades artsticas- el mismo valor que Blanchot. Eurdice no est en la obra de
Quignard. Si para Blanchot, el error de Orfeo es el de querer agotar el infinito, de
poner un trmino a lo interminable (181), la escritura quignardiana conserva, para
poner en la mira, la restitucin de un conatus, de una energa vital. Es en el primer
tratado de Retrica especulativa titulado Frontn donde Quignard se aproxima a ese
sujeto de una ontologa cuasi vitalista. Lo literario, escribe, es remontarse de la
convencin a ese fondo biolgico del cual la letra nunca se ha separado (44). 2 Eso que
impulsa a la literatura y al arte, tal como Quignard lo concibe, es una fuerza ligada a la
naturaleza misma (59). Y marca la irrupcin de la animalidad:
Las sociedades humanas, sus ciudades, sus culturas, sus reglas matrimoniales, sus
lenguas () son adquisiciones que de ninguna manera rompen con el dato natural, con
la dotacin fsica, con la dotacin biolgica () las sociedades p. 757 humanas no estn
en condiciones de emanciparse de esa dotacin, de esa energeia que caracteriza la
physis (33).3
2
3
Citamos segn la traduccin de Silvio Mattoni. Cuenco de plata, Bs. As., 2006. p. 30.
Citamos segn la traduccin de Silvio Mattoni. Cuenco de plata, Bs. As., 2006. p. 22.
un primer nivel, eso que fundara la identidad del dem coincidira con el
empuje del lenguaje en la primera fermentacin de la animalidad humana bajo formas
naturales, humanas pero involuntarias. En un segundo nivel, eso que fundara lo no
relatos desdoblados, primos pero nunca gemelos, jams idnticos, y volviendo a las
mismas obsesiones, como ya lo hemos visto en los relatos rficos.
Adems, los mitos repiten a menudo que somos concebidos en otra parte, que el
semen inicial de nuestro mundo es exterior. Puede aqu preguntarse por el uso frecuente
del latn por parte de Quignard, que ms all de indicar un impresionante erudicin, tal
vez configure la idea de que si lo que somos no es en verdad lo que nos ha hecho
devenir extranjeros; lo cual incita a evaluar el curso de la civilizacin, a liberarse de eso
que somos en nuestro ser-lengua para intentar reencontrar lo que somos an todava,
[tout et ne ltant plus]. Se trata sin dudas de ese fenmeno al que alude Michel Deguy
cuando escribe que la erudicin quignardiana es el elemento de la memoria como
medio de visibilidad (53).
En el plan de la esttica narrativa propiamente dicha, se podra remarcar la
tendencia quignardiana de mitificar sus relatos mediante la inclusin frecuente de
instancias narrativas extradiegticas. Quignard explica esta eleccin en Retrica
especulativa: El uso de la voz en off [] hace advenir lo imposible de ver y hace
reinar a lo inaccesible (179). Esto justifica la introduccin de esa voz narrativa tan
particular, atronadora, a menudo despersonalizada, casi oracular. Los mitos no tienen
autor, explica Lvi-Satruss, cuando se relata un mito, los auditorios individuales
reciben un mensaje que les llega desde ninguna parte; esa es la razn por la que se le
asigna un origen sobrenatural (Lo crudo y lo cocido 26). Un comentario de Quignard
en Vidas secretas hace eco directamente de esta cuestin: El narrador de los mitos
nunca es un hombre. Siempre es el grupo (233). La voz narrativa en off de Quignard,
es, en cierta medida, el grupo que cuenta los mitos, y lo es por una precisa eleccin
esttica.
Finalmente, parece existir una homologa entre el pensamiento quignardiano y el
pensamiento salvaje, mgico, tal como Lvi-Strauss lo ha descripto. El pensamiento
mgico es la ciencia de lo concreto, una sombra que anticipa su cuerpo, lo que ser
el pensamiento cientfico (Pense 21). La retrica especulativa quignardiana cuida un
poco la tradicin filosfica misma. Aunque con reservas, Quignard se aproxima a la
filosofa, pero siempre con un lenguaje que se mantiene en el orden intuitivo, concreto,
analgico y literal, impregnado de lengua verncula como as tambin del latn.
Del bricolage mgico, de su clasificacin heterclita y arbitraria de lo real, LviStrauss escribe que, se decide tener en cuenta todo; esto facilita la constitucin de una
memoria (25). No es el mismo efecto que busca Quignard, en sus tratados
heterogneos y eclcticos que yuxtaponen y combinan lo conceptual y lo concreto, y
que adoran los detalles inesperados, incongruentes, crudos: la constitucin de una
memoria?
saber antiguo los mitos en su irreductibilidad- y del saber moderno sobre el mito. La
metamorfosis de uno y de otro sostiene su esttica literaria.
p. 762 A menudo se habla, a propsito de la literatura francesa de los ltimos
treinta aos, de un retorno al sujeto (Viart 114). Si esta observacin es justa para
Quignard, en la medida en que se puede hablar de una literatura que pone en escena
historias particulares de individuos particulares, es al mismo tiempo paradojal en una
obra donde el sujeto es negado en su definicin usual, donde l es el lugar de fuerzas
deslumbrantes que lo activan: Se transmite eso que se ignora para que se lo crea saber
(Vida secreta 389). Entonces, quiz convenga hablar aqu de un retorno sobre lo
humano genrico, de todo lo que recuerde que ste proviene justamente de lo inhumano,
del ancestro animal. Esta idea regresa en sus obras a travs de los mitos como elementos
de memoria, enriquecidos por la erudicin aunque ms inconscientes que sta.
Finalmente, habra que interrogarse por la esttica de la regeneracin en
Quignard. Para l, la novedad, nocin modernista, cuenta menos que lo naciente: No
hay novedad, si no hay novedad del pasado [] No hay nacimiento sin un
Renacimiento (crire 18). As, se pone en relacin con otros pensadores del mito,
como Eliade. ste escribe que La nostalgia de los orgenes es siempre una nostalgia
religiosa (1965 82) y que ningn acontecimiento es nico: pero se juega y se jugar
perpetuamente (97).
Cuando se considera esos relatos en los que se recuerda, a travs de destinos
diferentes, los mismos acontecimientos, donde se despliegan cada vez y nuevamente, la
conmemoracin, la rememoracin, la nostalgia de los orgenes, puede impedirse en este
punto la relacin con la escritura quignardiana, que privilegia el conatus, el impulso
original, el inicio del inicio; que no participa de una ontologa arcaica, cercana a lo que
Eliade describe en El mito del eterno retorno, donde el hombre se renueva
constantemente en la fuente del mundo. El hombre religioso est vido de lo real
segn Eliade (73). No es as tambin en Quignard, la trascendencia al menos?
Ms ampliamente, es posible preguntar en qu medida Quignard participa de ese
retorno a lo arcaico en la posmodernidad, en lo que Michel Maffesoli ve en nuestras
sociedades y que a menudo se conjuga con algunos parmetros de base: retorno al ciclo,
lo trgico acentuando lo impersonal, necesidad vital de regeneracin, el instinto animal
como constituyendo la mejor parte de lo humano.
Trgico, Quignard lo es por su sentido del destino: Escribir no es una cosa sino
un sntoma, dice l, no es un trabajo sino una vida (1990 19). Monsieur de SaintColombre dira cumpl mi destino (Todas las maanas del mundo 86), o incluso la
vida es bella en la misma proporcin en que es feroz (99). Elena Berrocal dira:
Ensay todos los tiempos del ser con el impulso que me gobierna (Un recuerdo
indecente 59).