Cuerpos
Cuerpos
Cuerpos
iX
cuerpos
Cerr los ojos tras rociar la estancia con una ligera lluvia
de esencias a la vez humanas y felinas, con delicadas
reminiscencias de enaguas que anunciaban la presencia de la
hembra embadurnada de afeites el esquemato, la ay apaa,
el chipre y la champaca a los que superpuso un toque de
agua de lilas capaz de iluminar la penumbra fingida de los
cosmticos con esa luz cegadora del sol sobre un prado,
que nos habla de pieles perladas por el sudor, de caricias,
de placeres y retozones juegos.
J. K. Huysmans,
Contranatura
A R M A N D O Vl-.C.IA-Mi.
7 de m arzo. 1 a.m.
La tom as del talle en u n m ovim iento tan audaz y repentino que
t m ism o te sorprendes y, aun cu and o la m sica y el to n o de
la fiesta no justifican u n cerrn tan incendiario, sientes cm o
su cabeza cae sin prem ura, a to d o peso, sobre tu hom bro. Casi
n o respiras. Sera pen o so que llegara a darse cuenta del ru id o
so sube y baja de tu pecho. P o r u n m o m e n to crees que el slo
hecho de que un cu erp o pueda llenarse de aire resulta vulgar,
sucio, ta n to com o p o n e r en evidencia el q u e p o r d en tro uno
est lleno de visceras q u e se inflan y desinflan com o globos
repugnantes. N o , de nin guna manera: tu objetivo es dem ostrar
que ests ms all de las tantas y tantas criaturas mundanas que
alguna vez cru z a ra n sin m u c h o xito, as lo crees fren
te a la d uea de esta cabeza que, deliciosa, descansa sobre tu
pecho. M s an, deseas con ferv o r crey e n te ser u n a entidad
inexplicable, u n algo etreo y m isterioso del cual no tenga ella
ms rem edio que enam orarse en slo u n a noche. As, pues, sin
p ro p o n rte lo , tus tripas rugen erre co n erre ruidosas. Ella te
m ira sorprendida y ataca con una sonrisa que de golpe te libera.
Te estn re c h in a n d o los p la tin o s dice co n p icard a
fulg urante, p ara de nuev o recargar su cabeza en tu p echo .
Si quieres vam os a cen ar algo.
N o . E ste ... N o! le respondes co n tartam u d eo to rp e
y, sin ms, ffffffh!, aspiras con fuerza, libre de trabas y asfixia.
Inundas hasta el colm o tus pulm ones y, en m edio del h u m o de
los cigarros, de entre el d u lz o r de las cubas libres derram adas
y el s u d o r voltil d e los que bailan a tu lado, descubres que
esa cabellera de m u jer sobre tu pech o es su rtid ero generoso
de u n aro m a fresco, fresco.
M m m m , qu rico hueles! escuchas decir a este cuer
p o que insiste en ser t.
Ser el cham p q u e uso resp o n d e ju g u e tean d o : es
de extracto de hierbas silvestres y p la n cto n con jojoba, o igual
es mi enjuague extra b o d y con placenta de vaca lechera y bl
sam os hindes.
C I . l l . N T O S >L
H O R R O R , D I.S A M O R , I . R R K A Y RO I.II.LOS
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A K M A N O O V l ' l IA - C: IL
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H O R R O R .
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h o r r o r
iir s a m o r
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d o i .ii.l o s
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El ham bre
El sentido del gusto es limitado: con l podemos distinguir
no ms de cuatro sabores simultneamente: lo cido, lo
salado, lo amargo y lo dulce. Si, por ejemplo, se degusta un
espagueti al pesto, un paladar entrenado podra reconocer
la pimienta, el ajo, el pin, el aceite de oliva; pero, y la
albahaca, la smola, el laurel? Aqu es dnde se presenta
el olfato para reunir y articular el entramado aromtico de
los alimentos ms all de su puro estmulo gustativo. Al
contrario del gusto, el olfato puede reconocer hasta diez
mil especies distintas de aromas. Sin la ayuda del olfato el
sentido del gusto cojeara. Un da intente comer tapndose
la nariz y sabr de qu estamos hablando.
Lourdes H. Fontes,
A odor e gosto a comida
\K M .Y N D O
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Trat de escapar, pero el hom bre del traje gris baj de su auto
mvil con una agilidad que, dada su corpulencia, pareca irreal.
U n golpe natural, preciso, me oblig a inclinar la cabeza ante
l com o si saludara a un mandarn de la vieja China: reveren
cia de dolor, pens, y fui a dar con todo y huesos al mullido
silln del auto. Breve recibimiento.
Auxilio!
Ms golpes en la nuca, los riones, en la boca del estma
go. Alguien cubri mis ojos con cinta adhesiva y cesaron los
puetazos. C om o al detective, me iba a arder la cara cuando
arrancaran la cinta.
F lotaba en el am biente una am argura que de pronto se
concentr frente a mi nariz. A pesar del silencio, escuch con
clara nitidez al hombre del traje gris:
Reconoce este olor? - p r e g u n t sin violencia.
Pens en mi mujer, de seguro a esas horas tendra la cena
lista. Vaya reaccin: ah estaba yo, aterrado, esforzndome por
reconocer el arom a del interrogatorio, y lo nico que me ve
na a la cabeza era la imagen de un olor querido, rutinario, un
plato de sopa. Haca fro, mucho fro. N oche exacta y lluvio
sa com o para una sopita caliente, me dije. Al ver que se haca
tarde, mi esposa comenzara a preocuparse. As era ella.
N o , seor, no s qu es. Por favor, djeme ir, no he
(. Ui NTO. S DI-'
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A R M A N D O Vfcf,A-Gil
H O U R O K , D h S A W O R , I. OC. I J RA Y l i O U L I . O S
efecto, me ardi.
Quise m antener los prpados cerrados, pero u n vrtigo a
cuchillo me desgarr las pupilas. U n color. Era un color que
incendiaba el aire-abril del stano en rfagas de sol de siglos,
un ir y venir, ir y venir, que lanceaba la oscuridad sin clemen
cia, golpes de hierro hasta hacerla sangrar sus propias tona
lidades en aquel profundo sol que me ahogaba. Escuch el
arom a penetrar p o r mis poros en u n continuo deslumbrante
de rupturas y estallidos, nusea que iba de la oscuridad y el
vaco a la ms tenue transparencia de caos. U na sensualidad
que me haca arrojar aquella ola m onstruosa en vmitos de
ciego y asma.
U n grito denso, increble, me quem la boca:
;Soy yo! El aroma soy yo!
Tiene razn, el aroma es usted... Era usted. Pero no se
preocupe, las cosas no seguirn igual.
El ru m o r de maquinaria volvi a invadirlo todo.
El hom bre del traje negro abri la celda privada del stano,
condujo del brazo a la mujer en verdad fue m uy amable y
la llev hasta la rigurosa plancha de cemento. U n leproso cono
de luz distingua apenas el altar de la acre oscuridad. El piso
estaba pegajoso, encharcado, igual que la mesa de autopsias.
C o n un m ovimiento amplio y elegante, como de un forense
m ostrando el cadver de una chica a un detective, el hombre
del traje negro descorri la sbana que cubra el plato de sopa.
Reconoce este olor?
3
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El deseo
Toda la noche Randhir haba inhalado el extrao olor que
emanaba del cuerpo de la joven ghatna, un olor a la vez
desagradable y agradable. Lo haba buscado en sus axilas,
su cabello, sus pechos, su ombligo y en cualquier otra parte
de su cuerpo donde pudiera impregnar su nariz. Pens
que nunca habra podido sentir la cercana de la joven si
no hubiera sido por su olor, el cual haba penetrado cada
estrato de su mente y se haba filtrado en sus memorias
nuevas y antiguas.
Saadat Hasan Manto,
Olor
CUENTOS
A R M A N D O Vl ' GA- OI .
d i
h o r r o r
d e s a m o r
l o c u r a
y b o l il l o s
A R M A N D O Vl-GA-GII.
CU EN TO S Dl;. H O R R O R , DESAMOR, l . O CI J R A V I S O U U OS
A R M A N D O VKGA- Gl l.
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A R M A N D O VKGA-G Il-
C U E N T O S DE
H O R R O R , D E S A M O R . L O C U R A 1 B O I.f l.IO S
los dedos.
Sus ojos azules parecan dos piedras resecas en comal.
La felicito p o r la decoracin le resp o n d echando
mano de uno de mis clichs ms ariscos. C laro que yo p o n
dra el tam ayote ese en la pared oriente, ju n to al Cauduro;
pero, en fin... D e inm ediato se ve que usted viene de buena
familia. Buena casa, buena comida, buena ropa dije al tocar
re suave tejido de una playerita Prada olvidada en un silln,
esas son cosas de las que uno jams puede desprenderse a pesar
'de la rebelda, a pesar de la adolescencia alocada, porque usj:d comenz as, no?, de rebelde, RBD. O me equivoco?
8'; La compaera trabajadora domstica apareci agitada por
la puerta de la cocina, sin el cuchillo.
Seorita, el joven Alfonso no contesta!
4: N i creo que conteste en un par de horas apunt con
^inteligencia, no es as, seor...?
Falfurrias. Enedino Falfurrias bromi a lo Ian Fleming.
I- Me extendi la m ano en un gesto sofis y arrogante estuiado a la perfeccin. Empezaba el juego. Yo bes el dorso de
^ rn a n o y aspir de pro}unis el gusto hm edo y vaporoso
su piel, y, carambolas!, la olfati con fruicin, tratando de
fibar lo ms posible de su esencia.
V Ya, ya, que no es kerms! me dijo con un tono inJperado y vulgar al tiem po que apartaba co n ira su mano de
nariz.
J Perdn le dije, y ambos regresamos a nuestros papeimpertrritos.
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C U h NT OS m -
A R M A N D O VEGA- GI l.
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A R M A N D O V E G A- G IL
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C H I N TO S Ol
HORROR. DESAMOR,
i.o cu k a
01 .1 1 i.o s
A R M A N D O VEGA-GIL
darm e al bote.
N o te hagas, con media calentadita ya estaras firm ando
tu confesin, verdad, Padilla?
S, jefe, ste es reputo.
Pues en lugar de andar perdiendo el tiem po conm igo
terci para achicar el mal temple de la conversacin , por
qu n o te checas a esos m onitos que acaban de llegar?
Atrs de nosotros se estacion una suburban roja con Inchustegui, el flamante viudo, y Alfonso, el mandriln de Sandra.
Esto no me oli nada bien: el mndigo guardaespaldas no la
dejaba ni a sol ni a sombra.
Maana quiero ver a sta en la delegacin dijo N ez,
mientras encajaba un dedo en el retrato de Sandra. A s que
haz cuentas: te quedan unas doce horas para que hagas algo
a tu favor.
Despus de to d o el capitn no era un mal tipo. M e dio un
sopapo rencoroso en la nuca y sali tras el viudo. Apenas avan
z unos pasos y, cuidando bien que media humanidad lo escu
chara, N ez me grit, haciendo el clsico ademn puetero:
Por cierto, pdele al santo que te encomiendas que los
resultados de la espermatoscopa salgan negativos.
A unos metros, Alfonso antropoide se volvi. M e p are
ci verlo sonrer. Sal a to d a prisa rum bo a Polanco. Sandra
estaba sola.
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ARMANDO VEGA'Cll.
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C U L N T O S Dli
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todo elenco una vez que el juez fallara a favor del divorcio.
Ella haba exprimido lo suficiente la naranja como para estar
ya contenta... Y luego esa mana de andar perfumeando los
cadveres, pus qu se traa esta loca?
Alfoncho, con frialdad profesional, que ni qu, sac de
una bolsa de su chamarra un frasco con perfume y lo arroj
a las manos de Inchustegui. La voz de una mujer reson en
la oscuridad de la vieja bodega. Era Sandra. Mndiga vieja.
Trgate el perfume! -o rd e n ^ -,. Trgatelo!
Incha titube. C o n calmita, Alfonso estrell la cacha de su
pistola en la cabeza del expatrn. La sangre haca un estupendo
maquillaje en aquel rostro tan paliducho. Alfonso sigui con
la terapia de convencimiento y le hundi a su punching bag,
como si se tratara de un sacacorchos, el can de su Smith &
Gesn en el caracol de la oreja.
Trgate el perfume, hijo de la mierda! inst de nuevo
Sandra que, por cierto, instalada en un plan escatolgico de p
simo gusto, segua observando el numerito desde la oscuridad.
Inchustegui no tuvo ms remedio que brindar con el men
jurje hirviente. Tosi gacho, y fue a retorcerse en el piso como
cucaracha en Raid. Final levem ente pattico para un triunfador
obeso, dictamin com o ttulo. U n nuevo cachazo oblig a Inchaus a ponerse de rodillas. C om o en el Fausto de Marlowe,
de entre las sombras, al fin apareci Sandra, triunfante, con
los ojos vacos, de muerta. Chale!, esta no era la mujer que
haca unos siglos me haba em briagado con su perfume, ese
mismo perfume que Inchustegui le obligara a usar a lo largo
de su amasiato. El perfum e que Ella haba aprendido a odiar
con todo su profesional amor.
Qu bonitas entradas! seal, como en una obra
de teatro. Ya las tenan ensayadas?
Sandra ignor mi gracejada estilo El que se susurra en las
tinieblas.
As est mejor dijo al condenado a m uerte: de ro
dillas. N o es nada personal. Es un simple trabajo de venganza.
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A R M A ND O VliCA -G U.
CUl v m s
Di:
H O R R O R , Dl-'SAMOR. i O C I J R A Y f O .U ,L O S
C U h i N i ' O S DI-:
H O R R O R , D E S A M O R , ! O C U K A V t f O U U OS
A R M A N D O VEGA-GJL
A R M A N D O VEGA-GJl-
C U K N T O S DI;
H O R R O R , D I LS A MOR, L O C U R A Y B O l . l l . l OS
A R M A N D O VF. OA-Il.
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agre
El bosque secreto
N o mames, pinche chango... cmo un bosque aqu en la
ciudad? Ser un parque.
No, gey! Bosque bosque, con sus plantas y sus pinos
bien altsimos y gordos, con sus ros y su laguna con patos sil
vestres.
N o mames, Silvestre es u n gato.
Oh!, me cai que tiene patos de sos que en invierno
vuelan hacia all porque en invierno cae nieve y todo se pone
blanco blanco blanco.
- ...?
Oh!, neta que hay una barranca pero si choncha, con
unas paredes verdes y cafs y negras, y las paredes son ms al
tas que las de cualquier edificio que te puedas imaginar. Todo
el tiempo est llueve y llueve, y ah andan mojados los cone
jos y los venados y las ardillas; luego hasta se desbordan los
ros y unos pescados saltan com o locos para treparse por unas
cascadotas. Tambin hay chicos piedrones con cuevas donde
se esconden osos y pumas y as, todo bien chido.
Ya te dije que dejes el chem o, pinche D um bo! N o
ves que se te estn achicharrando los sesos? y, al decrtelo,
el Nango infla su bolsa de sper para tragarse de un tirn los
vapores picantes y espesos del Resistol 5000, con eso de que
el cemento ya est agarrando su textura mullida y rica que de