Soledad Coronada

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LA TF.

KNIJRA CANfHAI,

De pronto la sobresalto un ruido de pasos en la plaiilu


baja. Era Refugio, que habia entrado por la puerta abiei l.i
Se le ofrece algo, senora?
Nubia abrazo el cadaver de Uriel y fingio darle respn.i
cion de boca a boca.
-Por favor, Refugio, ayudeme a levantarlo -dijo al capn
taz, que subio corriendo en su auxilio-. Mi marido tuvo (in
ataque y se cayo por las escaleras.
Entre los dos lo sentaron recargado contra la pared.
-P o r favor, traigame el inhalador que se cayo alia abaj. >
-pidio al capataz.
Hizo la comedia de administrarle el aerosol por la born,
invocando a Dios y a Maria Santisima. Al advertir que In
nitroglicerina no surtia efecto, simulo un derrumbe emu
cional. No pudo llorar de nuevo, pero se tapo la cara con
las manos fingiendo un sollozo, mientras Refugio cerrabn
los ojos del muerto con sincera afliccion, derramando, 01
si, lagrimas verdaderas.
-H ay que llamar a una ambulancia -N ubia procure inn
tar el rostro al capataz, que la miraba con extraneza, y subin
a sus alcoba para hablar por telefono.
Pero Refugio fue tras ella y cuando estaba a punto d<
marcar, le arranco el telefono de un manotazo. Tenia nn.i
mirada de reptil entemecido y empunaba en la mano dciv
cha una pistola automatica con cachas de nacar, que Nubia
habia visto a menudo en el buro de Uriel.
-L o siento, senora, son ordenes del patron. Mi general
queria tener un entierro maya -sentencio, y con el aplomo
de la obediencia ciega le descerrajo un tiro en la sien.
Despues de limpiar sus huellas con un paliacate, colocb
la pistola en el puno de Nubia y llamo a la patrulla.

SOLEDAD CORONADA

A Michael Schuessler

< I A-iii K'AMA e l NUEVO c a t a l o g o de revistas extranjeras


. ihiinlo eulro a mi cubiculo Jean Alcorta, el nuevo profe. imII;mlc. Alto, fomido, de pelo rojizo y barbahirsuta, con
. iv ires ojos de ardilla y ancho cuello de pelotari vasco,
. ,, 1.1 liabia venido un par de veces a pedirme libros de
enpccialidad, pero esta vez se apoltrono delante de mi
, , i ilorio con un vaso de cafe en la mano.
I u ores mexicano, ^verdad? -m e pregunto en un espaftnl ali ancesado.
i 'omo soy un criollo con facha de gringo y hasta enton,, m<Mo habiamos hablado en ingles, la pregunta me tomo
pni Horprcsa.
Si, soy de Puebla. ^Como lo sabes?
Iis que la otra tarde andaba buscando libros en estos
,iiiiK|iieles y tc oi hablando solo.

Quizd estaba hablando con mi lamilia por cl Skype


-m enti para salir del paso.
-Pues no tenias enfrente ningun ordenador dijo en un
tono ambiguo, entre acusatorio y burlon.
-E stoy un poco deprimido, y a veces pienso en voz alta
-reconoci con pena, acorralado por su morbosa curiosidad.
-Yo vivi en Mexico tres anos, cuando era nino, y fue la
epoca mas feliz de mi vida -Jean suspiro con benevolenciaDebes extranarlo mucho, sobre todo la calidez de la gente.
-Si, a veces la nostalgia me pega fuerte -menti de nuevo-,
los gringos son muy cerrados y aqui en Knoxville no es
facil hacer amigos.
Jean debio notar que me habia puesto a la defensiva,
pues aligero enseguida el tono de la charla.
-N o te preocupes, yo estoy mas chiflado que tu. En el
laboratorio hablo con los ratones. Son mas divertidos que
mis ayudantes.
Lo mire a los ojos con recelo. Se burlaba de mi, o mentia
para consolarme, lo cual resultaba igualmente ofensivo.
-Tengo algo que te puede alegrar -continuo Jean, divertido por mi turbacion- ^Has visto a las porristas del equipo
de basket?
-N unca puedo salir cuando entrenan. Estoy atado a mi
despacho.
-Ayer las grabe con la camarita del telefono, mira nada
mas que bombones.
Sin esperar mi respuesta me mostro en la pantalla del
celular un close up de sus traseros ondulantes.
-L as tome con el zoom, por eso se ve un poco borroso.
Contemple un rato el video obsceno, sorprendido por
la repentina confianza que me dispensaba esa lumbrera
de la biologia molecular, que segun se rumoraba en el

30

campus, tenia scrias aspiraciones al prcmio Nobel. Solo


un exc^ntrico como 6\ podia saltarse a la torera todas las
barreras del trato social en una universidad donde nadie
osa tencr confiancitas con desconocidos. Al parecer, yo le
habia caido bien por hablar solo. ^Habia reconocido en mi
a olro marginal, a otro lunatico emboscado?
Ten cuidado -le adverti- si se dan cuenta de que las
grabas podrian acusarte de acoso sexual.
-Tanta represion ya me tiene hasta los cojones -Jean se
arrellano en la silla con una mueca de enfado- El otro dia
una imbecil se quejo en la direction porque segun ella le
cstuve mirando las piernas en clase. En la universidad de
Montepellier ninguna alumna se molestaba por eso.
-Te hubieras quedado alia.
-Tengo dos hijos y aqui gano el doble que en Francia.
Pero no se si podre aguantar mucho tiempo.
-E so decia yo cuando llegue a la universidad y llevo
seis anos aqui -trate de animarlo con mi ejemplo- Poco
a poco te acostumbras a todo.
-L o mismo dice mi mujer. Pero yo no tengo su paciencia, y a veces me dan ganas de mandarlo todo a la mierda.
Tu debes comprenderme -hizo un guino de complicidadSolo un mexicano puede odiar al imperio yanqui tanto
como un frances.
Yo no estoy enemistado con una nation en particular,
sino con el mundo entero, pero guarde un precavido silencio para mantener la conversation en un tono frivolo. Aunque Jean quisiera intimar conmigo, no podia sincerarme
del todo cuando apenas acababamos de romper el hielo.
-H asta pronto, Efrain -Jean se despidio con una palmada en el hom bro- A ver si un dia de estos nos echamos
un trago. Creo que ambos lo necesitamos.

LA TERNURA CANIBAL

Cuando se fue tuve un espasmo de angustia. j Mono


logos esquizoides en horas de trabajo! Mi esposa ya me
habia advertido que a veces hablaba solo en el bano, pero
esto era mucho mas grave, tan grave que podia costarme el
empleo. Si la directora de la biblioteca se enteraba pediria
mi cabeza, una dama tan estricta y ortodoxa como ella
jamas toleraria un brote de locura en su equipo. ^Habria
oido ya mis delirios? ^Como explicarselos sin sonar melodramatico? No estoy loco, senora Higginson, solo he rebasado la cuota de soledad que puede soportar un hombre.
Necesito un interlocutor, alguien que me de replicas de
vez en cuando. Seria imposible justificar una debilidad tan
patetica. Pero a pesar de mis terrores, el dialogo con Jean
me habia revitalizado. Por fin alguien se interesaba en mis
problcmas, y no un pendejo cualquiera. El reconocimiento
dc esc genio dc algun modo me elevaba a su altura. Mas
nun, nucstra complicidad en ciernes me infimdio un animo
retailor, y a la una dc la tarde, cuando sail a almorzar en
la cafeteria, no clcgi como siempre una mesa arrinconada
y distante del bullicio estudiantil, ni escondi la cara tras
el parapeto de un libro. Sentado en mitad del comedor,
observe sin embozo a los estudiantes que comian en grupos, tratando de adivinar quienes ejercian el liderazgo en
cada corrillo, pues he desarrollado un sexto sentido para
detectar a los profesionales de la amistad, a los mercenarios
de la simpatia que saben capitalizar el espiritu borreguil de
los debiles.
Asi actuaba, por ejemplo, Larry Flesher, el giganton
rubio de cames fofas y rostro cacarizo, con el tatuaje de
un dragon en el brazo, que almorzaba en la mesa de junto,
rodeado por un sequito de admiradores. Lo conoci cuando
hizo su servicio social en la biblioteca. Echadote en los

ENRIQUE SERNA

silloncs mientras los demas trabajaban por el, intimidaba


a los alumnos de nuevo ingreso con su afilada lengua de
rapero, farfullando sin cesar obscenidades supuestamente
ingeniosas, y se mofaba de los estudiantes hispanos imitando su acento de beaners. En la cafeteria todo el mundo
lo saludaba, o mejor dicho, se le cuadraba, y sus companeros
de mesa le bebian los alientos, predispuestos a celebrar su
ingenio soez. Pobres idiotas, eran la clientela politica de un
patan engreido y el ni siquiera les prestaba atencion, ocupado en atender llamadas por el celular. Si querian gozar de
su compania, que se apuntaran en lista de espera. Presumir
en todo momento el podcr de convocatoria y no mendigar
jamas la atencion de nadie, en eso residia la clave de su exito
social. Ojala lo hubiera sabido cuando me esforzaba por
hacer amigos en la escuela, en la colonia, en la patrulla de
boy scouts donde siempre me encomendaron las faenas mas
humillantes. No sabia ocultar mi necesidad de afecto, una
flaqueza que me devaluaba frente a los demas. La estrategia
de convidarles mi torta a la hora del recreo solo me hizo
fama de adulador y cobarde. Nunca pude recobrar la dignidad que perdia con cada genuflexion. Para colmo, la
dislalia nerviosa me impedia charlar con naturalidad cuando
lograba veneer las barreras de la timidez. Tiranuelos como
Larry Flesher me cerraron las puertas de todas las palomillas
a las que hubiera querido pertenecer. Para eso les bastaba un
apodo cruel lanzado a quemarropa, un pulgar invertido de
cesar romano. Tenia un borboton de rabia coagulado en el
pecho, pero con gran esfuerzo logre controlar mis cuerdas
vocales. Prohibido odiar en voz alta. Si querian hincarse a
los piesde un bulbn, alia el los: yodcbia obscrvarlos callado
y ecuanimc, con la nausea objcliva de un enlomologo que
csludia el cerebri) de los mseelos.

LA TERNURA CANfBAL

Cuando sail del restaurante hasta me di el lujo de saludar a Larry con una inclination de cabeza. Luego camine
hacia la biblioteca silbando una tonadilla de moda, y el resto
de la tarde trabaje con serenidad en el catalogo de literatura
alemana. Entre libros me siento mucho mas comodo que
entre seres humanos. Por la noche, cenando con Oralba,
no quise comentar la conversation que tuve con Jean,
aunque fuera un gran acontecimiento en mi vida. Darle
excesiva importancia a ese encuentro hubiera significado
reconocer que el aislamiento cronico me duele, despues
de haber aparentado tantos anos un glacial desinteres en
el projimo. Mi esposa me considera un ermitano que solo
pucde vivir a gusto alejado del mundo. No me necesita
para liaccr una vida social intensa, porque su don de gentes
nalin;il y esponldneo le hagranjeado infinidad de simpatias
deiilro y I'ucia del ambiente uni vers itario. Recien llegados
a Knoxville intcnld llcvarme a la reuniones de sus amigas en calidad de prlncipe consorte. Animate, hombre, me
deeia, algunos maridos ban venido de colados y se divierten mucho. Pero yo me rehuse por una mezcla de hombria
y dignidad: jbonito me veria mendigando las amistades
de mi mujer!
Mientras acomodabamos vasos y platos Oralba deploro
la mala suerte de su amiga Sharon, la secretaria del vicerrector, que tenia una hija enferma de gripe aviar.
-L a nina se desperto ardiendo de fiebre y con un espasmo
en los bronquios. La llevaron corriendo al Medical Center
pero Sharon esta muerta de miedo, porque si la nina nece
sita terapia intensiva, el seguro medico no le cubre todos
los gastos.
-Pobre mujer -dije con aire distraido-, se va a arruinar
con el tratamiento.

KNKKJUK SI.KNA

Oralba siguio contandomc los avatares cotidianos de su


vasto circulo de amigas, mientras yo le respondia con
monosllabos. Hay entre nosotros un acuerdo tacito de
convivencia: ella es mi contacto con el mundo exterior y
sabe que sus noticieros me oxigenan el alma. Las penurias
economicas de Sharon, las dietas heroicas de la afanadora
puertorriquena Fanny Ramirez, los esfuerzos de Paula
Jenkins por ligarse a un profesor de literatura viudo, las
caidas en la depresion de la historiadora Jennifer Allen,
son un alimento espiritual del que no puedo prescindir,
porque satisface mi viva curiosidad por entrar en la vida
de los demas. Mi atrofiado instinto comunitario implora
esas noticias para no anquilosarse del todo, pero delante
de Oralba no puedo mostrar un gran interes en ellas. Si lo
hiciera pensaria que soy un pobre diablo urgido de roce
social y no debo permitir que me compadezca. De la cotnpasion nace el desprecio y el desprecio es la antesala del
abandono. De hecho, el temor a perderla me atormenta
en algunas noches de insomnio, pues yo dependo mas de
mi esposa que la mayoria de los maridos. Guapa, alegre,
desenvuelta, Oralba podria cambianne con facilidad por un
hombre de mundo. A veces pienso que esta conmigo por
una especie de apostolado, pero no se hasta cuando durara
su abnegacion. Por eso evito al maximo los pleitos con
ella, aunque me disgustan algunos rasgos de su caracter,
como por ejemplo, la obsesionpor el orden. Otros maridos
pueden pelearse con la esposa y luego desahogarse con
sus amigos. Si yo me peleo con Oralba, me pelearia con el
genero humano.
Por la noche, mientras daba vueltas en la cama, recorde el
ingenuo comentario de Jean Alcorta sobre la calidez de los
mexicanos, saeudo quiz* dc algun folleto turistico. Calidez

I.A 11:KNURA( 'ANfHAI

mis huevos, pcnse. ^Qub sabra esc franchute de nuestro


caracter? La hipocresia azteca es casi perfecta, por eso nadie
la descubre hasta tener clavado en el vientre un cuchillo dc
pedemal. Desde que sail de la universidad ninguno de mis
conocidos me dio una sola muestra de antipatia o rechazo
Como ya eran personas mayores y bien educadas, habfan
dominado a la perfeccion el arte de la doblez. Lo entendi
cuando tuve mi primer trabajo en la Universidad de las
Americas. Era entonces un flamante licenciado en biblio
teconomia y bajo la presion de mi reciente matrimonio
con Oralba, me propuse cultivar amistades, o mejor dicho,
intente sembrarlas. A la celebracion de nuestro primer aniversario de bodas invite a un grupito de colegas de la carrcra
y a eineo o seis companeros de trabajo. No habia entrado en
coulianza con ninguno de ellos, pero estabaproponiendoles
un acereamiento, como un embajador de buena voluntad.
Pam mi gran sorpresa todos aceptaron. Querfa serun buen
anhlribn y Oralba se lucio preparando un regio platon de
baealao a la vizcaina. Las botellas de Paternina bianco me
dejaron en quiebra, pero no repare en gastos con tal de
agasajar a mis mvitados. A las nueve de la noche comenzo
a repiquetear el telefono. Fijate que surgio un imprevisto y
no vamos apoder ir. Mi suegra se enfermo y resulta que no
tenemos con quien dejar al nino, estoy apenadisimo. Malas
noticias: Juan tuvo que salir a Queretaro por broncas de su
oficma, nos moriamos de ganas de ir a la cena, pero ni modo
de ir yo sola, ^Que crees, mano? Ya ibamos de salida para
alia cuando trono el carburador de mi coche y ahora estoy
aqui parado esperando un mecanico. Lo siento, Efrain, me
temo que esto va para largo.
Hijos de puta, si me repudiaban como amigo, /.por qud
aceptaron la invitacion? Para evitarse la pena de soltarme

I riKKM II SI MNA

un no ;i boeajarro, me oaneelaban a lillima bora con excuri dc una falsedad impccable. Aeabamos eenando con
nlros dos matrimonios invitados por mi esposa, en una
ilmoslera de responso funebre. Ni siquierapudereclamarI. . t I desaire porque en esos casos, la cortesia mexicana
Ih obi be los brotes de indignacion. Si me enojaba, peor
Imu n ml. i Acaso no entendia los valores entendidos del
li ,.|o social? Eso me sacaba por invitar gente a mi casa sin
mi c ortejo previo y prolongado. ^Pero acaso no era mi
iiiviljicidn una muestra de simpatia? Lo era, sin duda y
dlos lo sabian. Solo que al tratar de romper el turron con
. .os extrahos, habia puesto en evidencia la precariedad
dc mi vida social. Si necesitaba recurrir a ellos para una
. clebraeion intima, queria decir que no tenia un circulo de
vcnladeros amigos. Esa confesion implicita me colocaba
uilomaticamente en el bando de los perdedores, donde
nbora milito con orgullo. En Mexico me hicieron el vacio
. on linos modales, aqui de frente y sin disimulos. Salvo
cl code I anual del personal admini strati vo en el Seniors
I lull, no tengo ningun contacto informal con el projimo
donde pueda escapar de mi mismo. Pero de un rechazo a
oho, prcfiero mil veces el de los gringos. Su indiferencia
cquivale a una declaracion de guerra, y esa hostilidad
l it ne la virtud de picarme la cresta, de incitarme al com
bine con pulsiones electricas. Una de las cosas que me
mliinde animos es pensar que ante los demas, mi renuencia
ii cnlablar relaciones sociales debe ser tomada como un
si)-no de Fortaleza. Los companeros de la biblioteca deben
ciecr que no los trato ni los necesito por tener otro circulo
dc amigos mas interesante. Suponer que se han forjado
esa ini a gen de mi es tan consolador que por momentos me
invade la ilusion de haberlos vencido.

I.A 11:KNURA( 'ANfHAI

mis huevos, pcnse. ^Qub sabra esc franchute de nuestro


caracter? La hipocresia azteca es casi perfecta, por eso nadie
la descubre hasta tener clavado en el vientre un cuchillo de
pedemal. Desde que sail de la universidad ninguno de mis
conocidos me dio una sola muestra de antipatia o rechazo
Como ya eran personas mayores y bien educadas, habfan
dominado a la perfeccion el arte de la doblez. Lo entendi
cuando tuve mi primer trabajo en la Universidad de las
Americas. Era entonces un flamante licenciado en biblio
teconomia y bajo la presion de mi reciente matrimonio
con Oralba, me propuse cultivar amistades, o mejor dicho,
intente sembrarlas. A la celebracion de nuestro primer aniversario de bodas invite a un grupito de colegas de la carrcra
y a eineo o seis companeros de trabajo. No habia entrado en
coulianza con ninguno de ellos, pero estabaproponiendoles
un acereamiento, como un embajador de buena voluntad.
Pam mi gran sorpresa todos aceptaron. Querfa serun buen
anhlribn y Oralba se lucio preparando un regio platon de
baealao a la vizcaina. Las botellas de Paternina bianco me
dejaron en quiebra, pero no repare en gastos con tal de
agasajar a mis mvitados. A las nueve de la noche comenzo
a repiquetear el telefono. Fijate que surgio un imprevisto y
no vamos apoder ir. Mi suegra se enfermo y resulta que no
tenemos con quien dejar al nino, estoy apenadisimo. Malas
noticias: Juan tuvo que salir a Queretaro por broncas de su
oficma, nos moriamos de ganas de ir a la cena, pero ni modo
de ir yo sola, ^Que crees, mano? Ya ibamos de salida para
alia cuando trono el carburador de mi coche y ahora estoy
aqui parado esperando un mecanico. Lo siento, Efrain, me
temo que esto va para largo.
Hijos de puta, si me repudiaban como amigo, /.por qud
aceptaron la invitacion? Para evitarse la pena de soltarme

I riKKM II SI MNA

un no ;i boeajarro, me oaneelaban a lillima bora con excuri dc una falsedad impccable. Aeabamos eenando con
nlros dos matrimonios invitados por mi esposa, en una
ilmoslera de responso funebre. Ni siquierapudereclamarI. . t I desaire porque en esos casos, la cortesia mexicana
Ih obi be los brotes de indignacion. Si me enojaba, peor
Imu n ml. i Acaso no entendia los valores entendidos del
li ,.|o social? Eso me sacaba por invitar gente a mi casa sin
mi c ortejo previo y prolongado. ^Pero acaso no era mi
iiiviljicidn una muestra de simpatia? Lo era, sin duda y
. Ilos lo sabian. Solo que al tratar de romper el turron con
. .os extranos, habia puesto en evidencia la precariedad
d. mi vida social. Si necesitaba recurrir a ellos para una
. rlebracion intima, queria decir que no tenia un circulo de
vn dndcros amigos. Esa confesion implicita me colocaba
uilomaticamente en el bando de los perdedores, donde
nbora milito con orgullo. En Mexico me hicieron el vacio
. on linos modales, aqui de frente y sin disimulos. Salvo
.1 code I anual del personal admini strati vo en el Seniors
I bill, no tengo ningun contacto informal con el projimo
donde pueda escapar de mi mismo. Pero de un rechazo a
oho, prcfiero mil veces el de los gringos. Su indiferencia
cquivale a una declaracion de guerra, y esa hostilidad
licne la virtud de picarme la cresta, de incitarme al combnle con pulsiones electricas. Una de las cosas que me
mlunde animos es pensar que ante los demas, mi renuencia
ii cnlablar relaciones sociales debe ser tomada como un
si)-no de Fortaleza. Los companeros de labiblioteca deben
i icer que no los trato ni los necesito por tener otro circulo
de amigos mas interesante. Suponer que se han forjado
esa ini a gen de mi es tan consolador que por momentos me
invade la ilusion de haberlos vencido.

I A I I ,KIN I 11(A I AIN 111.Al

Una semana despuds, cuando ya crela que Jean Alcoi l.i


se habia olvidado de mi, se aparecio en mi cubiculo como
a las seis de la tarde, vestido con una larga camisa hindi'i
verde perico, sandalias de cuero y un collar con dijes eso
tericos. Era un iconoclasta sesentero trasplantado eu el
tunel del tiempo al siglo xxi. Me dijo que habia enviado
el video de las porristas a todo el personal academico de
la universidad, escudado en un e-mail falso, y celebrb la
travesura con una risilla infantil. El ruido molesto a,mi
jefa, que ocupa el cubiculo de enfrente y se asomo por el
quicio de la puerta.
-Silence, please, this is a library.
Enjuta, blancuzca, de labios mezquinos y rala cabellera
castafia, la senora Higginson nos reprobo con sus ojos pers
picaces de prcfecta escolar. Jean me estaba metiendo en
problemas pero no pude reclamarle nada. Al contrario, los
dos nos burlamos de la directora imitando sus muecas. Me
eomporlaba como un nino debil arrastrado a la anarquia
por la oveja ncgra de su clase. Jean se acerco en actitud de
conspirador y me dijo en voz baja:
-Teniamos pendiente un trago, te acuerdas?
Oralba se quedo muy sorprendida cuando le avise que
me iba de copas con un amigo, un hecho insolito en mi
vida de solitario, y tarde un buen rato en explicarle como
habia eonocido a Jean. ^No sera que te enredaste con una
tipa?, pregunto con recelo. ^Como crees, mi amor? Cuando
quieras te lo presento, es un tipo a toda madre.
El bar Joes hervia de estudiantes postgraduados, maestros y oficinistas sedientos que miraban en las pantallas
gigantes un partido de la NBA, coreando las jugadas a
gritos. Nos dieron una mesa rinconera, lejos de las pan
tallas, y pedimos dos escoceses con soda. Jean me hablo

, mi nostalgia de su Icliz juventud on Pmi, una pequefla y


m miiulora ciudad de Ids Pirineos Atldnlicos. Los ojos
In Urllluron al cvocar cl olor balsdmico dc los abetos, el
, ,-nndor reflejo del sol en la nieve, el vertigo de esquiar
i in",in aba jo en las faldas de la montana. Lastima que a
Iun treinta afios se hubiera roto una pierna por una mala
, ni,In. Desde entonces solo hacia pesas en el gimnasio
no muy seguido, por eso estaba poniendose tan bland engue.

Pero cucntame algo de tu vida. /,Que haces aqui, adeni.is de hablar con las paredes?
Ignord su sarcasmo con una sonrisa forzada.
I ,a soledad no me molesta, es mas, la disfruto. Soy un
Pobinson Crusoe rodeado de libros. Por suerte me gusta
lo que hago. Mi jefa es una tipa grunona, ya la viste, pero
, itn contenta con mi trabajo.
Aeucslate con ella y veras como deja de grunirte.
Soy un monogamo fiel y anticuado. Jamas he tenido
i i i i i i avcntura. Me sentiria ridiculo con otra mujer.
I ,e confese que ni siquiera habia tenido valor para conquistar a mi esposa. Diez anos atras, en una tarde lluviosa
dr julio, cuando salimos juntos de la academia de yoga,
( )i nlba habia tornado la iniciativa y me pidio que la acompuftnra con el paraguas hasta su casa.
Si, claro, las mujeres siempre nos seducen. Yo tampoco hice nada para conquistar a Florence. Me distraje un
momento y ya la tenia metida en la cama.
Brindamos por la astucia de nuestras violadoras entre
i isotadas machistas y fanfarronas. Libre de mi personalidad
delensiva, que deje caer al suelo como una molesta botarga,
me atrcvi a despotricar contra el mundillo academico, en
cl que tantos egos arrogantes me han pisoteado.

I N H IO III

''I U N A

I .A TISRNURA C A N lB A L

En esta meritocracia solo triuntan los trepadoies, los


que saben halagar al superior citandolo en sus trabajos,
aunque diganpuras estupideces. Cuando tengo que archivar
una tesis de doctorado pienso: otro baul de citas, /,nunca
van a tener una idea propia?
Jean coincidio conmigo en que el plantel de profesores
estaba lleno de charlatanes, a los que ridiculizo con ffases lapidarias. Tuve una oleada de gozo cruel, como si Jean y yo,
apostados en un arbol, hubieramos descalabrado a varios
enemigos tirandoles piedras con resortera. jCuanto me habria
gustado tener un compinche asi en la Secundaria! La fraternidad existia, no todo era falso y ruin, si en ese momento me
dejaba caer, Jean estaria debajo con los brazos tendidos. Pero
en ese momento alguien lo llamo desde una mesa lejana.
Perdona un momento, ahora vengo.
Jean se dirigio a un corrillo formado por un par de pro
fesores maduros, dos estudiantes de postgrado con ropa
deportiva y una morena de buen palmito. No alcanzaba a
distinguirles las caras desde mi mesa, pero como saludo
a todos efusivamente, deduje que eran colegas suyos del
area de ciencias. Al parecer el no era un lobo solitario, o
al menos, no tanto como yo. El descubrimiento me decepciono, pues mellaba un poco nuestra hermandad incipiente.
Hubo un estallido de risas en la mesa, provocado quiza por
algun comentario de Jean. Los que estaban de espaldas
voltearon a vcrme y crei ser el bianco de sus burlas. Jean
me llamo desde lejos con una sena. En la madre, queria
que me integrara al grupo. Acudi al llamado con las corvas
tremulas y las manos humedas de sudor.
Les presento a Efrain, un amigo mexicano.
Jalaron dos sillas para acomodarnos en la mesa, pedimos
al mesero que trajera nuestros vasos y cuando me sente

en la esquina opucsta a la de Jean (una posicion muy desventajosa para participar en la charla), comprendi que mi
amigo se habia unido al grupo atraido por la guapa morena
de languidos ojos y senos imperiales que lo miraba con
viva curiosidad, mientras mordia la aceituna de su martini
seco. Una tentacion muy fuerte para un mujeriego como
el, pero /,no habiamos venido a charlar en privado? /Por
que me obligaba a departir con extranos? Los dos profe
sores de edad madura, el calvo seboso Peter McBride y
el negro jamaiquino Martin Cummings -viejos conocidos
mios, a quienes he atendido muchas veces en la biblioteca,
sin cruzar palabra mas alia de lo indispensable-, felicitaron
a Jean por una reciente aportacion cientifica imposible de
entender para un lego como yo.
-Despues de esto no te pueden negar el Nobel -comento
Mac Bride-. Le cerraste la boca a todos los escepticos que
te habian atacado.
-Pero tengo muchos enemigos en la academia sueca, no
creo que me tomen en cuenta. Para ganar el premio hacen
falta buenos padrinos -Jean se volvio hacia a la muchacha/ Y tu tambien eres biologa?
-Estoy terminando el doctorado -la morena sonrio con
coqueteria-. Soy ayudante de investigacion en el departamcnto de Genetica.
-/,Y cual es tu especialidad?
-Animales transgenicos.
Se trenzaron en un animado dialogo cientifico, ignorando al resto de los presentes. Como los otros profesores
conversaban por su lado sobre las rebatinas politicas para
obtener un fondo de investigacion, me quede aislado y
expectante, implorando con la mirada unas migajas de simpatia. Por supucsto, nadie me las arrojo. Yo era un oscuro

L A TERNURA C ANIBAI.

bibhotecano que no tenia derecho a inmiscuirse en ese


cenaculo de espmtus superiores. Para colmo, la velocidad
con la que hablaban en ingles me excluia por complete de
la char a. Bebi tres sorbos largos de mi trago con la mirada
ja en los cubos de hielo. Jean hacia reir a la genetista, Mac
I C u m m m 8 S tramaban una conspiracion burocratica
para obtener el subsidio en disputa, los alumnos de postgrado veian en silencio el partido de basquet. Depues de
un largo titubeo me atrevl a comentar:
-L os Lakers estan imparables, ^verdad?
No se dignaron responder ni voltearon a verme Casi
los admire por declararme su desden con tanta franqueza
eprobaban s,n duda mi falta de tablas para el sm all talk,
un arte que jam as he dominado, ni siquiera en espanol.
M i l i q u e la hum.llac.6n, me dolio su notoriedad: estaba
siendo anulado como persona a la vista de todo el mundo
y n. Siquiera podia murmurar una queja. Implore a Jean
que me mtrodujera en su charla con la morena, pero el no
podia quitarle los ojos del escote. Lo maldijeporhaberme
sacado de m. carcel de alta seguridad. LQue necesidad tenia
yo de exponerme a eso?
-A hora vengo, voy al bano -murmure entre dientes.
del h

eSqUma d k balTa e d6Sli hacia la salida

del bar con largas zancadas de profugo, sin volver la vista


a ras por temor a que Jean descubriera mi huida. Solo me
faltaba que mtentara evitarla, y quisiera introducirme a la
fuerza en un c.rculo donde a todas luces salia sobrando
femme un rate por la zona comercial del centre, ardiendo
de md.gnac.on y despecho. En esas cond.c.ones no podia
volver a casa: seme notaria el coraje y tendria que dar expliac.ones a Oralba. De manera que entre en un bar semivac.o, el Silver Bullet, para reponerme del golpe sin testigos

ENRIQUE SERNA

ineomodos. Era un antro adornado con escopetas y trofeos


de caza, donde tocaban musica country. Las meseras altas
y rubias con escuetas faldas vaqueras debian atraer a la
clientela masculina a horas mas altas de la noche, pero
en ese momento solo habia en la barra una pareja de red
necks tomando cerveza. De cara contra una pared en la
que colgaban cabezas disecadas de alces y bufalos, trate de
poner en orden mis sentimientos. No me dolia el rechazo
de los demas, estaba furioso por necesitarlos. Cuando casi
habia conquistado una perfecta autosuficiencia, Jean habia
venido a debilitarme. Pero acababa de pintarle una raya
muy clara. Yo no era un pelele a quien pudiera colocar en
situaciones embarazosas, no, senor. La soledad asumida
me daba un poder de exclusion que ninguno de ellos tenia.
Recorde los berrinches que hacia de nino cuando arrojaba
la raqueta a los contrincantes que me vencian en los partidos de p in g pong. A pesar de los castigos y las palizas que
me propinaba mi madre, yo reincidia en los berrinches de
mal perdedor y ella me gritaba en medio de las tundas: jeon
ese orgullo te vas a quedar solo como un perro! Una profecia cumplida al pie de la letra, pues con tal de evitar los
rechazos y las derrotas, los inevitables riesgos de confiar
en el otro, acabe prefiriendo no competir, observar a mis
congeneres desde la posicion defensiva y lejana de otra
especie zoologica. Jean era el amo que me habia acariciado
la espalda, pese a la suciedad de mi pelaje callejero, y yo
acababa de morder su mano al salir intempestivamente del
bar. Era natural que ahora me mandara a la mierda, pues
nadie quiere scr amigo de un neurotico tan vulnerable.
Pero no estaba arrcpcntido por haberle arrojado la raqueta
a su camarilla de aduladores. <0e que otro modo podia
dcfendcrme de un ningunco tan brutal?

I .A I K IIN IJR A ( ANIHAI

De vuelta en casa, oculte a Oralba como habia tcrminado


mi velada con Jean y respond! a sus preguntas con cvasivas. Nos acostamos a las once, como todas las noches, y
vimos en la tele el resumen noticioso de la CNN.
-E n un pueblo de Siberia, la policia descubrio a una
nina abandonada que vivio cinco anos entre perros y gatos.
Natasha, mejor conocida como la pequena Mowgli, emite
aullidos cuando tiene hambre y se lanza contra las puertas
como un cachorro. Al parecer tiene atrofiado el don del
habia, por no haber tenido contacto con el genero humano.
Las autoridades buscan a los padres de la nina salvaje,
que al parecer vivian bajo el mismo techo, pero jamas se
ocuparon de ella.
jPor dios! /.Como puede haber gente tan mala? -grito
( )ralba.
Lnvidic en sccrcto el coraje de Natasha. Estaba sola,
N i k ia, andrajosa, pero en cl fondo de sus ojillos grises ardia
d luego sagrado de la Iibertad. Soberana de si misma, nadie
le habia impucsto reglas de conducta ni de sintaxis. Jamas vi
tanto podcrio concentrado en una sola criatura. Creo que de
algun modo la pequena Mowgli me contagio su ferocidad,
pues unos minutos mas tarde, cuando Oralba se levanto al
bano, el vaiven de su culito alzado me puso cachondo y le
hice el amor con la rabia de un cosaco siberiano.
Pasaron dos meses, el inviemo cubrio de nieve los prados
del campus y Jean no volvio a pararse en mi cubiculo. Me
dolia, por supuesto haber tirado por la borda su amistad,
pero no me anduve con lloriqueos. Las heladas de enero
favorecieron mi repliegue interior. Las blancas arboledas
que recorria en el coche de camino a la biblioteca eran un
fiel espejo de mi orfandad. Pero la orfandad es un estado de
pureza, y aunque la mia me doliera no quise contaminarla

44

I '.NKIQ UI. NKRNA

llomndo en cl rcgazo de Oralba. Para pasar inadvertido en


1.1 biblioteca y neutralizar las agresiones potenciales de los
(lunas, solo tenia que vigilar al maximo mis cuerdas vocahN Amenazado por la cercania de Mrs. Higginson, que no
I r m a ningun motivo de queja en mi contra y sin embargo
me espiaba a hurtadillas, como si buscara sorprenderme en
Inlla, procuraba trabajar con las mandibulas trabadas, sujeliuulo entre los caninos las palabras que pugnaban por salir
ile mi boca. A pesar de tener su despacho a seis metros del
mio, Mrs. Higginson me daba todas las ordenes por correo
clectrdnico (asi dejaba constancia de mis deberes, para poder
rcportarme a la direccion si los incumplia) y ninguno habia
hiiscado jamas el menor acercamiento con el otro. Cuando
me la cncontraba en la maquina del cafe recurria siempre al
mismo topico para romper el silencio: los embudos de trafico
en el freeway Norris. Aunque Mrs. Higginson charlaba con
aplomo y naturalidad, su sonrisa de circunstancias tenia un
sesgo condenatorio, como si reconociera en mi a un misaniiopo agazapado.
tal vez le atribuyo ese don adivinatorio
por su notable parecido fisico con mi madre?
( omo los monjes tibetanos, de tanto mirar hacia adentro
habia llcgado a un estado de embriaguez mistica. Despues
tie lodo, la soledad es una comunion con el cosmos, una
Inga hacia adelante que purifica a la vez el espiritu y el inslinto. Reconcentrado en mis apetitos primarios, disfrutaba
la comida y el sexo sin la molesta vigilancia de la razon.
Varias veces Oralba me sorprendio olisqueando las panla Idas que dejaba colgando en la regadera, comiendo sin
eubiertos, orinando en el lavabo, rascandome los huevos
II ente al espejo. Victorioso, erecto, desinhibido, cuanto
menus me ocupaba de la humanidad circundante mas cerca
eslaba de mi yo prolundo. Una noche, cuando digeria el

I NUK.tl II NI KNA

rosbif de la cena tumbado en el sofa de la sala, volvf el esl6mago por un impulso inconsciente y descubri los encantos
de la bulimia. jOh, placer de dioses! Rumiar la comida
que me sacaba de las entranas significaba trasladar a un
piano fisiologico el reciclaje obsesivo de mis pensamientos. Comia y hablaba a espaldas del mundo, en un perpetuo
reflujo de palabras y sabores, pero no me consideraba por
ello un salvaje, solo un critico radical de la civilizacion. De
la soledad extrema puede brotar una bulimia del alma, una
depuracion contemplativa del intelecto que tal vez atrofie la
afectividad, como se atrofia la circulacion sanguinea en una
vena con trombosis multiple, pero ennoblece a cualquiera
que haya dominado sus ansias de compania.
Mi* hallaba en la plcnitud de mi felicidad egoista, es
dceir, c o n la angnslia sublimada hasta el delirio, cuando
iccibi 1.1 Icrceia visila de Jean Alcorta. Entro sigilosamente
.1 ini despaeho enando trabajaba en la computadora y me
dm un buen susto zarandeandome por los hombros.
jSorpresa! Vengo a invadir tu cueva de anacoreta.
Por instinto defensivo di un salto que le arranco una
risotada.
-^Com o has estado, hermano? -d ijo -. Seis meses sin
saber nada de ti.
Habia engordado un poco y ahora la panza presionaba
los botones de su camisa. Tenia la tez colorada como un
camaron, la sonrisa franca de un montanes, las facciones
distensas de un hombre que duerme bien.
-A qui, trabajando como siempre.
tu? ^Como te fue
aquella noche en el bar? ^Te ligaste a la muchacha?
-No, resulto fiel a su novio. Perdona que me haya pasado a
la mesa de esa gente, pero no me pude negar. Comprendo
que te hayas sentido mal entre tanto desconocido.

I Ina excusa demasiado tardia, que denotaba menospreeio y falta de tacto. Pero no le quise dar el gusto de respirar
por la hcrida.
Estaba un poco engentado, eso fue todo.
~l,No hardfeelings'1.
-Claro que no -m enti con enfasis- Yo no me enojo por
tonterias.
-M e alegra mucho, pues eres un tipo a quien respeto
de verdad.
No habia en su voz un tono de burla y sin embargo
sospeche que me estaba usando como objeto de estudio,
para observar la conducta de un ser humano en aislamiento
absoluto. Solo le faltaba inyectarme un sedante en la vena
y guardarme en una jaula de vidrio, junto con sus ratones
de laboratorio.
- f Y tu como has estado? -pregunte, incomodo por su
elogio- <?,Ya te adaptaste a este maldito pueblo?
Adaptarme del todo no, pero trato de aprovechar lo
bueno que tiene. Disfruto mucho los bosques de los alrededores. Sobre todo ahora que esta empezando la primavera.
-Cuando llegamos a trabajar aca, Oralba y yo nos ibamos de camping los fines de semana -com ente- Hay paisajes maravillosos y nos encantaba darle de comer a los
ciervos.
-Pues si les gusta el campo te propongo un plan. Nosotros
estamos alquilando una cabana en Great Smoky Mountains.
/,Por que no vienen a pasar con nosotros el fin de semana?
Temo haberme ruborizado de entusiasmo, pues llevaba
anos esperando una invitacion as 1. Jean habia comprendido que yo no era un vulgar companero de farras a quien
sc puede relegar a segundo piano, y en desagravio, me
propoma estrcchar nucstra amistad con una larga convi-

l a t e r n u u a c a n Ib a i .

vencia entre matrimonies. Hay muchos temas de los que


un hombre no puede hablar con su esposa. Mientras cortaramos lena y pasearamos por la ordla del .age, enfrascados en animada conversation, podria compartir al fin
el cumulo de opiniones, ocurrencias y bromas que se me
hablan enmohecido en la boca por falta de un oido amis*
toso con la certeza de encontrar una replica mtehgente. Por
lo visto, mi largo silencio me habia ganado el respeto de
Jean Como despues de su desaire en el bar yo no di siquiera
senales de enojo, como le demostre que podia prescmdir
de su amistad, ahora venla a reanudarla, impresionado por
mi honorable conducta.
; Ticncs espacio en la cabana para cuatro personas.
SI cluro, os muy amplia, ademas hay unas hamacas
o N t u p o n t o y un b ole para remar e n el lago.
Onillm csuirlu oncunUtda de pasar el fin de

semana con
olios y di por soguro quo harla buenas migas con la mujer
do Joan. Pero do pronto advert! en el fiances una mirada <Je
m isericordia que me lastimo en came viva. Tal vez su mano
lendida no t e a sino un gesto caritativo y condescendiente
QuizS venla a rescatarme de la incomunicacion y la soledad
porque estaba preocupado por mi salud mental. Pensana que
estaba desmoronandome de tristeza, con un hervidero de
monologos en las meninges. Seis meses despues de haberme
puesto en ridlculo, se presentaba muy campante para mvitarme a su cabana como si acabaramos de vemos ayer. Me
pregunte como se tomarla esa inesperada reapancion una
persona normal y aceptada en la sociedad. Pomendo quiza
una cara de extrafieza que denotara el enfriamiento natural
de la relation. Jean crela que un pobre diablo como yo no
se podia dar esos lujos, y por eso regresaba a mi vida muy
quitado de la pena, tronandome los dedos con aires de gran

seflor: prcpara las maletus, que nos vamos a la eabafla, pero


plcale, cabron. Por amor propio, yo debla demostrarle que
mi soledad era un dcstino elegido, no un castigo impuesto
por los demds. Por fidelidad a mis principios tenia que sacar
la casta en ese momento de pmeba.
-^Entonces que? <,Vienen al bosque?
-SI, claro, dime en donde nos vemos.
Hubiera sido mas decente, sin duda, rechazar de entrada
la invitation. Pero quise darle un ejemplo de la proverbial
calidez mexicana, y el viemes a las cinco de la tarde, minutos antes de la hora fijada para la cita, cuando seguramente
ya se habia surtido de bebida y comestibles, lo llame para
decirle que la noche anterior habia pescado una mfeocion
de garganta, y como tenia treinta y nueve de fiebre, nos
resultaba imposible pasar el fin de semana con ellos.
-L o lamento de veras, Oralba y yo estabamos muy uusionados de conocer tu cabana.
Ni siquiera intente carraspear, queria que se notara la
falsedad de la excusa. Goce intensamente su decepcion, el
largo silencio dubitativo en el que tal vez reprimio una mentada de madre y las frases coitantes de su gelida despedida.
Mareado de orgullo, bebi un trago largo de Jack Daniels a
pico de botella. Mi victoria sobre Jean me colocaba muy
por encima de las miserias humanas, en la cima nubosa de
un acantilado, y la intensidad del vertigo me provoco una
violenta descarga de adrenalina. Desde entonces no soy
el mismo. Manejo con exceso de velocidad, escupo en las
macetas, miro a la senora Higginson en actitud retadora,
odio abiertamente a Larry Flesher y el otro dia lo empuje
adrede en el pasillo del comedor. Solo nubia mi triunfo una
vaga inquietud: esta manana, en ei desayuno, Oralba me
dijo muy prcocupada que anoche me oyo ladrar en el bano.

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