Ambiente Jurídico 11
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ISSN 0123-9465
Nº 11, Noviembre de 2009
Ambiente Jurídico
Facultad de Derecho - Universidad de Manizales
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Centro de Investigaciones Sociojurídicas
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EDITORA
COMITÉ EDITORIAL
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COMITÉ CIENTÍFICO
PATRICIA BOTERO
Doctora en Ciencias Sociales, Niñez y Juventud, Universidad de Manizales y CINDE. In-
vestigadora Centro de Estudios Avanzadas en Niñez y Juventud, Alianza Universidad de
Manizales-CINDE. Docente Facultad de Educación Universidad de Manizales. Docente
Investigadora, Centro de Estudios Avanzados CINDE y Universidad de Manizales.
YARINA MOROSO
Master en Ciencias Jurídicas, Universidad de Valencia. España. Título Superior Políticas
Públicas de Internet, Universidad FLACSO Ecuador. Investigador Titulado por la Uni-
versidad de Valencia, Facultad de Derecho. Miembro del Consejo Nacional de la Unión
Nacional de Juristas de Cuba. Miembro del Instituto para el Gobierno y la Sociedad,
Pisa, Italia. Miembro de la Red Académica: “ALFA E-government”, Zaragoza, España.
Ostenta la Categoría Docente Especial de Profesor Asistente Adjunto de la Facultad de
Derecho de la Universidad de la Habana. Dirige e imparte el Curso facultativo “Derecho
e Informática” en la Facultad de Derecho de la Universidad de La Habana.
YADIRA ALARCÓN P.
Doctora en Derecho Privado Social y Económico, Universidad Autónoma de Madrid.
Master en Necesidades y Derechos de la Infancia y la Adolescencia, Universidad Au-
tónoma de Madrid. Especialista en Derecho de Familia de la Pontificia Universidad Ja-
veriana. Profesora Investigadora de la Universidad del Norte. Directora del Grupo de
Investigación en Derecho y Ciencia Política (GIDECP) y Coordinadora Académica de la
Maestría en Derecho de la Universidad del Norte. Barranquilla (Colombia). Abogada,
Universidad del Norte.
COMITÉ DE ÁRBITROS
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Misión
La Universidad de Manizales, desde los principios de la solidari-
dad, la pluralidad, la equidad y la justicia social, despliega su ac-
ción educativa y cultural articulando los procesos de: formación
de profesionales críticos, creativos y comprometidos con el país;
construcción de conocimiento válido y pertinente; e interacción
con el entorno orientada a la promoción del desarrollo humano
y social.
Visión
La Universidad de Manizales será una comunidad académica
de excelencia, reconocida nacional e internacionalmente por su
aporte a la cultura y al avance de la ciencia y la tecnología, y por
el impacto de su quehacer en el fortalecimiento de ciudadanía, la
transformación social y la sostenibilidad ambiental.
Misión de la Facultad
La Facultad de Derecho de la Universidad de Manizales forma
abogados y abogadas a partir de un sistema de investigación fun-
damentado en concepciones del derecho modernas, evolutivas y
abiertas, asumiendo como objeto de estudio la sociedad desde
parámetros éticos, políticos y jurídicos en un estado social de
derecho.
Visión de la Facultad
La Facultad de Derecho será acreditada nacionalmente por la
calidad de sus líneas de investigación, su producción teórica y
disciplinar, orientadas a resolver problemas de la sociedad local.
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TRADUCCIÓN AL INGLÉS
BLANCA LILIANA MORALES GIRALDO
Magister en lingüística aplicada a la enseñanza del inglés como lengua extranjera,
de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas en Bogotá. Licenciada en Lenguas
Modernas, Universidad de Caldas. Catedrática Universidad de Manizales, Departamen-
to de Idiomas.
MUESTRA PICTÓRICA
ALIPIO JARAMILLO GIRALDO
Manizales 1913 – Bogotá 1999 (Colombia)
Se autoriza su publicación en la Revista Ambiente Jurídico en agosto de 2009.
CORRECCIÓN
MIGUEL ANGEL PALACIO GIRALDO
Licenciado en Filosofía, Universidad de Caldas. Aspirante a Magíster en Filosofía.
Docente, Universidad de Manizales.
DISEÑO Y DIAGRAMACIÓN
GONZALO GALLEGO GONZÁLEZ
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Contenido
Editorial.................................................................................. 11
María Teresa Carreño Bustamante
Unrecht..................................................................................179
Out of Law
Faustino Martínez Martínez
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Editorial
Con el presente número iniciamos nuestro undécimo volumen. Anun-
ciábamos a finales de 2008 que nuestra revista se había presentado a
la Convocatoria Colciencias con la expectativa de alcanzar la indexa-
ción de revistas científicas colombianas Publindex. Afortunadamen-
te, podemos dar ya a todos nuestros lectores la buena noticia de la
indexación en categoría C. Este reconocimiento también implica que
pronto podamos ascender a Categoría B, para lo cual estamos adelan-
tando las tareas que ello requiere.
El presente número contiene once artículos, escritos por autores
colombianos y extranjeros. En el primero, el profesor Yoel Carrillo
García reflexiona sobre “PRINCIPIOS PARA UNA TEORÍA DE LA
LEGISLACIÓN”, artículo proveniente de su tesis doctoral. El artí-
culo siguiente: “HISTORIA DEL DERECHO EN AMÉRICA LATINA
EN EL SIGLO XXI: EL CASO DE CHILE, COLOMBIA Y MÉXICO”
del profesor Eric Eduardo Palma González, aboga por una historia del
derecho que dé cuenta del derecho vigente, a partir de una innova-
dora propuesta metodológica que aporta de manera fundamental a
la comprensión de la historia del derecho. El profesor Wim Decock,
de Roma, con su artículo: COUNTER-REFORMATION DIPLOMACY
BEHIND FRANCISCO SUÁREZ’S CONSTITUTIONALIST THEORY,
diserta sobre como la teoría constitucional fue creada en tiempos tem-
pranos de la modernidad por Francisco Suárez y el poder de la misma
deviene del fuerte poder que ostentaba la iglesia, artículo que sin duda
desatará polémica entre los lectores. El artículo DESCODIFICACIÓN
CIVIL ARGENTINA del profesor Juan Carlos Frontera de Argentina,
se refiere a la decodificación civil argentina refiriéndose con esta figu-
ra a la deconstrucción de la codificación normativa como lógica de or-
denamiento en su país. En quinto lugar se ubica el artículo: LA HER-
MENÉUTICA GADAMERIANA EN EL ÁMBITO INTERPRETATIVO
JURÍDICO, que contempla el tema de la interpretación tan sentido en
el proceso de formación y ejercicio del abogado, esta mirada se hace
desde Gadamer extrapolando las condiciones de interpretación de la
obra de este autor, al campo de las ciencias jurídicas, su autor Car-
los Andrés Londoño García. El séptimo artículo UNRECH, de Faustino
Martínez Martínez, docente de la Universidad Complutense de Madrid,
establece un debate sobre las tensiones entre derecho y poder y de
aquellos intersticios que se dan en el UNRECH, NO-DERECHO. El au-
tor Néstor Javier Calvo Chávez, presenta su artículo PRESTACIONES
ORDENADAS MEDIANTE ACCIÓN DE TUTELA EN MATERIA DE
SEGURIDAD SOCIAL EN SALUD, planteando la importancia de este
mecanismo de participación frente al servicio público de salud. El
artículo, DEMOCRACIA MODERNA Y LEGITIMIDAD, GLOSA CRÍ-
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Caballista
¿Cómo se puede decir a un hombre que tiene una patria cuando no tiene derecho
a una pulgada de su suelo?.
Henry George
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Resumen
Abstract
This paper constitutes an epigraph of the second chapter of the doctoral the-
sis defended in November 2008. Its objective is to identify and explain some
basic principles that constitute the theoretical and methodological foundation
of a theory of the legislation that serves as prism through which we can ana-
lyze the practical legislatives inside a certain political- juridical organization.
To reach that objective, this paper uses analytic instruments developed by
the Theory of the legislation in the last thirty years and its antecedents in the
XVIII and XIX centuries, besides other elements coming from the political
theory and the philosophy of law.
Key words
Theory of the legislation, legislative practice, legislative production of the
Right, plurality of legislators, interdisciplinariedad, symbolic character of the
legislation.
* Este trabajo constituye un epígrafe del capítulo II de la tesis doctoral que con el tí-
tulo “El proceso legislativo en Cuba. Un modelo para su análisis” fue defendida por
el autor ante un Tribunal integrado por los siguientes especialistas: Dr. Leonardo
B. Pérez Gallardo (Presidente), Dra. Martha Prieto Valdés (Secretaria), Dra. Danelia
Cutié Musterlier, Dra. María Julia Rodríguez Saif, Dr. Humberto Palacios Barrera,
Dr. Eduardo Lara Hernández y Dr. Danilo Gómez Céspedes. Como oponentes ejer-
cieron la Dra. Lissette Pérez Hernández y la Dra. Rosa Angulo López y como Direc-
tor de Tesis el Dr. Rolando Pavó Acosta. Quiero agradecer particularmente por su
apoyo y ayuda incondicional al Dr. Fernando D. Cañizares Abeledo, quien me abrió
las puertas de varias instituciones y me facilitó numerosos contactos.
** Licenciado en Derecho (2001) y Doctor en Ciencias Jurídicas (2008) por la Facultad
de Derecho de la Universidad de Oriente, Santiago de Cuba, donde es profesor de
Teoría del Estado y Teoría del Derecho.
8 Cfr. AUSTIN, Jonh, Aulas sobre Direito. O campo do Direito determinado (1832), en
C. Morris (Org.). Os Grandes filósofos do Direito, Martin Fontes, Sâo Paulo, 2002.
15 Editora Política, La Habana, 1966, p. 12, en el mismo sentido pueden verse Crítica
del Programa de Gotha (1875) y F. Engels, Carta a K. Schmidt (27/10/1890) ambos
en C. Marx / F. Engels. Obras Escogidas en dos tomos (T. II), Moscú, s/f, pp. 16- 17
y 523- 529, respectivamente.
16 CALSAMIGLIA, Albert, “¿Debe ser la moral el único criterio para legislar?” En Doxa
Cuadernos de Filosofía del Derecho No. 13/1993, Universidad de Alicante, España
pp. 172- 173.
18 ALEXANDROV, N. G., Teoría del Estado y del Derecho. Editorial Grijalbo, México, D.
F, 1962, p. 230; CAÑIZARES, F., op. cit. p. 404; L. S. Jawistch, Teoría General del
Derecho, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1988, p. 215. Sobre la polémica
acerca de la “naturaleza ideológica del derecho” en los primeros años de la Rusia
soviética cfr. E. Pashukanis, Teoría General del Derecho y marxismo [1924], trad.
y presentación de V. Zapatero, Editorial Labor, 1976, pp. 60 y ss.
del Derecho celebrado en Roma (1937- 1938), trad. de D. Kuri Peña, Editorial JUS,
México, 1944, p. 83.
Bibliografía
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Cuentera
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Resumen
El artículo es una reflexión sobre las posibilidades de una historia del Derecho
que de noticia del Derecho vigente a partir de una propuesta metodológica
denominada concepción polifacética, la que se vincula con la propuesta histo-
riográfica desarrollada en Colombia y México sobre una historia del Derecho
del espacio tiempo vital.
Palabras clave
Historia del Derecho, concepción polifacética, espacio tiempo vital, metodolo-
gía de la investigación histórico-jurídica.
Abstract
4 La Corte Penal Internacional ordenó el 4 de marzo del año de 2009 la detención del
Presidente de Sudán Omar Al Bashir. Se considera que existen antecedentes para
perseguir su responsabilidad por asesinatos, exterminaciones, torturas, traslados
forzosos, violaciones, ataques a civiles y saqueos: La guerra civil tiene ya un costo
de 300 mil muertos. Han planteado sus reparos a la orden de arresto los gobiernos
de Rusia y de China.
5 Son responsables de la misma la mayor parte de los europeos que colonizaron
América así como sectores de las civilizaciones más complejas -Imperios Maya,
Azteca e Inca-.
embargo, centrado en la tradición jurídica occidental aborda muy poca de las te-
máticas aquí señaladas.
15 Cuál sea el número de años que requiere de vigencia una norma para ser objeto de
análisis histórico sólo puede ser determinado a partir de la percepción social acerca
de la mutabilidad. La conciencia de fin de siglo transforma a los fenómenos de la
vida social en fugaces. En mi caso preparo un libro que se hará cargo de la historia
del derecho chileno en el período 1925-2008.
16 El recurso al elemento histórico como factor de interpretación de la ley puede
significar para ciertas especialidades, como el Derecho Civil o el Constitucional,
obtener gran provecho de los estudios histórico-jurídicos en la perspectiva que
proponemos.
17 NARVÁEZ, Ramón. En Historia Social del Derecho y de la Justicia (editorial Porrúa,
México 2007): “Definida como la otra historia, o contrahistoria, la historia social,
en este caso de aquello que llamamos derecho y aquello que llamamos justicia, en
sus manifestaciones institucionales, conceptuales, científicas; resulta redimensio-
nadora, en la medida en que permite observar aquella dimensión oculta o menos
clara que es, no sólo la construcción positiva sino la repercusión social y la posible
discrepancia con una imagen social diferente. Todo con la finalidad no de continuar
‘marcando la diferencia’ sino de establecer cuáles podrían ser las causas de la di-
sociación de lenguajes y cuáles los puntos aún en común.” (pág. VIII).
Véase también su interesante artículo Historia Conceptual del Derecho y Cultura
Jurídica, en Problemas actuales de la Historia del Derecho en México, 77-102 (edi-
tores José Ramón Narváez, Emilio Rabasa, Editorial Porrúa, México, Tecnológico
de Monterrey, México, 2007) y Protoconstitucionalismo nacional:1808, en Anuario
Mexicano de Historia del Derecho, número XXI, 103-114, Universidad Nacional Au-
tónoma de México ( 2009)
18 Idea presente en dos de sus trabajos, “Filosofía del derecho e historia del derecho:
espacios para el encuentro” y “Algunas consideraciones básicas sobre la historia
del derecho latinoamericana”, inéditos todavía (9 de enero de 2009). Agradezco al
autor la remisión de sus artículos que van a ser editados en Chile y México respec-
tivamente.
23 Véase para el tema de la relación entre memoria e historia del Derecho el artículo
de Julián García Ramírez, Reflexiones epistemológicas desde y hacia la historia
del derecho: un discurso sobre el discurso, revista Facultad de Derecho y Ciencias
Políticas, vol. 38, núm. 108, págs. 73-96 (enero-junio 2008).
24 Dice en este sentido Botero, Andrés “La historia del derecho se perfila así como un
ejercicio dialógico entre el iushistoriador con el dogmático, en la construcción de
la memoria de su propia disciplina, a partir de un discurso jurídico, profundamente
jurídico” (Andrés Botero Bernal, “El derecho de los jueces antioqueños en la prime-
ra mitad del siglo XIX”. Trabajo inédito).
Véase también del mismo autor Nuevos paradigmas científicos y su incidencia en la
investigación jurídica. Diritto e questioni pubbliche (2004). Versión digital disponi-
ble en: www.dirittoequestionipubbliche.org/D_Q-4/studi.htm (2007).
25 BOTERO, Andrés. Algunas consideraciones…, ob. cit., pág. 18.
30 Poner atención a este fenómeno nos permitió para el caso de la historia del dere-
cho indiano distinguir entre indígena pacificado y no pacificado (dentro de éstos
entre los rebeldes propiamente tal y los sometidos a protectorado mediando o no
mediando tratados), así como cuestionar la tesis de la organización exclusivamente
racial de la sociedad indiana colonial.
31 Señala Botero: “la justificación de la disciplina iushistórica radica en su preocupa-
ción por aprehender realidades jurídicamente relevantes, temporalmente determi-
nadas, espacialmente definidas (o en su caso, definibles) e históricamente aprecia-
bles. Por esto, la historia del derecho centra su estudio en espacio-tiempos vitales,
en porciones de realidad en la que interactúa un conjunto de elementos que se
condicionan recíprocamente y cuyas características definen la formulación de la
historia del derecho; es decir, coadyuvan, de alguna manera, en su perfectibilidad
como disciplina jurídica que mira al pasado desde el presente sin desprenderse del
futuro”. Ibíd., pág., 22.
Más adelante agrega: “El espacio-tiempo vital es aquella porción donde el hombre
subsiste y existe, donde puede establecer parámetros de relación con el otro; de
ahí la necesidad de otorgarle sentido al espacio-tiempo y la importancia de la ar-
quitectura y la cronología del saber”. Ibíd., pág., 24.
Bibliografía
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Descanso
El derecho y el deber son como las palmeras: no dan frutos si no crecen uno al
lado del otro.
Félecité de Lamennais
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Abstract
« Texts serve contexts », runs a common rule of legal practice. Taking into
account this basic yet revealing insight, it will be argued in this paper that
constitutionalist doctrine as it was developed by Francisco Suárez in early mo-
dern times basically is to be considered as the outcome of the power struggle
between the Church, its protestant rivals and increasingly ambitious secular
authorities. By stressing its natural and contractual origins, Suárez’s « natu-
ral » account of political power was geared towards bringing down to earth
the lofty ambitions of absolutist princes who increasingly tried to fish into the
Church’s ponds. From a methodological point of view, in a « humanistic » vain
this paper foremostly seeks to foster a return to a close-reading of Suárez’s
De legibus ac Deo legislatore (1612) and De defensione fidei catholicae (1613).
Key words
Contitutionalist doctrine, Francisco Suárez, power struggle, Church, princes,
political power.
Resumen
68 Wim Decock
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1. Introduction
* Marie Curie EST Fellow hosted by the ÉHESS (Paris) during the academic year
2008-2009. The author wishes to thank the participants to the Primero Encuentro
de Historia del Derecho Latinoamericano, Italo Birocchi, Kishore Jayabalan, Hent-
Raul Kalmo and Laurent Waelkens for their comments on an earlier version of this
paper.
1 Cf. Tomas de Mercado, Suma de tratos y contratos, lib. 2, cap. 23, in : idem, edición
de Nicolas Sanchez Albornoz, Madrid, 1977, vol. 1, pp. 246-247 : « Es tanta la incon-
sideración de algunos que se ponen a él [el periculo] por levísimas causas y motivos,
tanto más atrevidos y reprehensibles en su navegación que Leandro en su pasaje o
Ícaro en su vuelo, según fabulan los poetas, cuanto en realidad de verdad es mayor
y más peligroso el mar Océano que aparta las Indias de Europa que el estrecho del
Helesponto que divide a Sestos de Abido.» Apart from the introduction by Sanchez
Albornoz to his edition, excellent reflections on Mercado’s commercial treatise are
offered in Andrés Botero Bernal’s ‘Análisis de la obra « Suma de tratos y contratos »
del Dominico Tomás de Mercado’, in : id., Diagnóstico de la eficacia del derecho en
Colombia y otros ensayos, Medellín: Señal editora, 2003, pp. 128-192.
Spanish Golden Age. Even so, the natural law rhetoric being used to-
day seems not to have lost anything of the ambivalence it possessed
from its very origins. This paper will argue that constitutionalism as it
was famously expounded by the Jesuit Francisco Suárez (1548-1617)
fundamentally is not to be regarded as a spontaneous withdrawal from
the Church out of worldly policies. On the contrary, stressing its na-
tural and contractual origins, Suárez’s secularizing account of political
power was geared towards breaking the mounting ambitions of secular
state power.
2 This brief summary obviously does not make any pretensions to originality nor
comprehensiveness. A standard view of Medieval political thought is offered,
amongst others, by J.H. Burns (ed.), The Cambridge History of Medieval Political
Thought, Cambridge : CUP, 1988. The classic study on early modern Reformation
and Counter-Reformation political thought as well as its Medieval antecedents re-
mains Quentin Skinner’s, The Foundations of Modern Political Thought, Vol. 2 : The
Age of Reformation, Cambridge : CUP, 1978. For a more recent overview, see Merio
Scattola, Teologia politica, Lessico della politica 15, Bologna : Il Mulino, 2007, pp.
35-76. A very useful outline for present purposes of the history of the Medieval
and early modern doctrines on State-Church relationships is to be found in Bart
Wauters’s Recht als religie. Canonieke onderbouw van de vroegmoderne staats-
vorming in de Zuidelijke Nederlanden, Symbolae, Series B/35, Leuven : Universita-
ire Pers, 2005, pp. 13-136.
3 See Augustine, De civitate Dei, XIV, passim.
70 Wim Decock
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been made available to the Latin West through the translations made
by Robert de Grosseteste and William of Moerbeke, Thomas Aquinas
(1225-1274) attempted to reconcile Aristotelianism with Christian Re-
velation in his famous Summa Theologiae. This led to a rather secula-
rized account of political society. Political power was now being seen
as the result of a purely human and natural process, independent of
any divine plan. For Aristotle had convincingly demonstrated in his
Politics how political communities naturally come about as different
families and tribes unite in order to exchange goods and services bet-
ween them for the mere reason that natural needs to survive drive
them to do so.4 In addition, nature has given some people the natu-
ral gift of leading other people, whereas other people are naturally
inclined to obey a ruler. In this manner, a natural hierarchy between
members of the same society comes into being, which at the same
time guarantees the self-sufficiency and harmony of the community.
God is entirely absent in this secular version of the origins of political
society, yet he remains present too in that everything on earth is also
determined by a natural end to which it evolves. Nature, essence and
end are all the same in the Aristotelian so-called teleologic vision of
nature. Therefore, men are called to create a community of which
the final task is to develop the real and distinctive features of a hu-
man being. According to Aristotle, the distinctive feature of a human
being is his reason. Consequently, the final aim of a political com-
munity should be to enable its citizens to reason and debate about
the way they should behave morally and socially, and to contemplate
the highest and most perfect Being man can think of, which is God,
of course. Needless to say, it was quite easy for Thomas to maintain
that this God was the God of the Gospel, of course.
These Medieval doctrines re-emerged in slightly different forms in the
political debates ensuing from the discoveries of the New World and
from the rise of Protestantism in the early 16th century. By re-stating
the so-called via antiqua doctrine of Thomas Aquinas, the Counter-Re-
formation intellectuals tried to uproot the heretical political doctrines
of the Lutherans and some humanists. Luther (1483-1546) had re-
vived the Augustinian concept of the divine origins and legitimation of
political power.5 Since Luther defended a very pessimistic view of the
post-lapsarian nature of man, he thought God had ordained political
power with the divine task of punishing man’s vices and re-directing
man to God. Political power had to rest on grace and God, for human
reason and nature were far too corrupt to be able to construct a poli-
tical society of their own. In the same vain, the humanist philosopher
Juan Ginés de Sepúlveda (1490-1573) argued that true and legitimate
political power could only rest on divine choice.6 Therefore, the Indians
could not claim to be legitimate and genuine rulers of their lands, thus
Sepúlveda. For they did not know God. The Indians did not possess
knowledge of the Christian Faith, and therefore could not possibly be
said to have been ordained legitimate rulers of the New world. They
lacked divine support. Their power was merely based on corrupt natu-
re. Moreover, Sepúlveda thought the Indians were a shining example
of Aristotle’s category of people that were naturally inferior because
they lacked sufficient reason. Consequently, Sepúlveda concluded that
it was proper to see the Spanish conquest as an instance of a just war
against illegitimate rulers.
The humanitarian disaster ensuing from Sepúlveda’s reasoning, as
well as its protestant touch urged the counter-reformation theologians
to develop another model of political society. A model which would
enable them, first to attack the claims made by heretics like Luther,
and secondly, to reinforce their own power over the behaviour of the
people (over Indians as well as over Spanish merchants profiting from
the trade between Europe and the Indies). The « Thomists » of the
second half of the 16th and the beginning of the 17th century based
their political theory on the optimistic belief in the capacities of man
and human nature.7 To Jesuits like Francisco Suárez, for instance, it is
obvious that man’s reason is able to supply him with the moral founda-
tions of a stable political society.8 The point is, however, that it was the
Counter-Reformation theologians who claimed to uncover and explain
these moral and reasonable foundations of political life. Now let us see
how so-called modern concepts like constitutionalism, social contract,
and the state of nature were developed in Suárez’s political doctrine
in response to the heretical views of Luther, James I, Sepúlveda, and
their likes.
6 See, for example, his Democrates secundus sive de justis belli causis apud Indos
(1550).
7 An excellent outline of so-called « Thomist » political philosophy is included in Skin-
ner, Foundations, vol. 2, pp. 135-173.
8 An in-depth study of early modern Jesuit political doctrine in its entirety has re-
cently been made public by Harro Höpfl: Jesuit Political Thought. The Society of
Jesus and the State c. 1540-1630, Ideas in Context 70, Cambridge: CUP, 2004. For
a late volume on Suárez in particular with a focus on his bellum justum theory, see
Markus Kremer, Den Frieden Verantworten. Politische Ethik bei Francisco Suárez
(1548-1617), Theologie und Frieden 35, Stuttgart: Kohlhammer, 2008. An anthol-
ogy of Spanish political thought at the time of Suárez is provided by Ronald W.
Truman: Spanish Treatises on Government, Society and Religion in the Time of
Philip II. The ‘de regimine principum’ and Associated Traditions, Brill’s Studies in
Intellectual History 95, Leiden-Boston-Köln: Brill, 1999. Of particular interest in the
latter volume (pp. 315-360) is the chapter on Juan de Mariana (1535-1624), a Jesuit
writer to whom Harald Braun dedicated an entire monograph of late. See Braun, H.
E., Juan de Mariana and Early Modern Spanish Political Thought, Aldershot : Ash-
gate, 2007.
72 Wim Decock
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9 See Triplici nodo, triplex cuneus, or an apologie for the oath of allegiance. Against
the two breves of Pope Paules Quintus, and the late letter of Cardinal Bellarmine to
G. Blackwel the archpriest contained in James I, Political Works, Reprinted from the
Edition of 1616 (ed. C. H. McIlwain), Cambridge Mass. : Harvard University Press,
1918. The clash between James I and Suárez had been anticipated, indeed, by the
political theories of the Scottish jurist William Barclay (1546-1608) and the Italian
Jesuit Robertus Bellarminus (1542-1621), respectively.
10 Franciscus Suárez, De defensione fidei catholicae, lib. 6, prooemium, num. 1, p.
660, in : Opera Omnia, editio nova a Carolo Berton, tom. 24, Parisiis : L. Vives,
1859. For on overview of recent publications on various aspects of Suárez’s gi-
gantic intellectual legacy, see the regularly updated « Suárez » section on Jacob
Schmutz’s excellent site on early modern scholasticism : Schmutz, J., Scholasticon
(14/12/2008), URL = http://www.scholasticon.fr/Information/Suarez_fr.php.
11 Suárez, De defensione fidei catholicae, lib. 6, num. 5, p. 666.
12 This is the term used by Jean-François Courtine, Nature et empire de la loi. Études
suaréziennes, Paris : Vrin, 1999, p. 22.
13 Suárez, De defensione fidei catholicae, lib. 3, cap. 2, num. 10, p. 209 : « Ex quibus
tandem concluditur nullum regem vel monarcham habere vel habuisse (secundum
ordinariam legem) immediate a Deo vel ex divina institutione politicum principa-
tum, sed mediante humana voluntate et institutione. Hoc est egregium Theologiae
axioma, sed vere, quia recte intellectum verissimum est, et ad intelligendos fines
et limites civilis potestatis maxime necessarium. »
14 There are a lot of discrepancies, though, between Thomas’s and Suárez’s concept
and division of law, see Courtine, Nature et empire de la loi, pp. 91-114 and Bries-
korn, N., ‘Lex Aeterna. Zu Francisco Suárez’ Tractatus de legibus ac Deo legislato-
re’, in : Grunert, F.-Seelmann, K. (eds.), Die Ordnung der Praxis. Neue Studien zur
Spanischen Spätscholastik, Frühe Neuzeit 68, Tübingen, 2001, pp. 49-73.
15 See Suárez, De legibus ac Deo legislatore. Tractatus de legibus utriusque fori ho-
minibus utilis, lib. 3, prooemium, p. 175, in : Opera Omnia, editio nova a Carolo
Berton, tom. 5, Parisiis : L. Vives, 1856.
74 Wim Decock
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from God as the ultimate Lawmaker. This constitutes the ultimate le-
gitimation, by the way, of why a theologian should investigate positive
law at all.16 Notwithstanding the positive law’s participation in a divine
plan, the Doctor eximius still made a radical distinction on the most
basic level between natural law, on the one hand, and positive law, on
the other. For in great contrast to any form of positive law, natural law
is an immutable law communicated through reason which cannot even
be altered by God himself, and to which men would be subject even in
the hypothesis God were not existing.17
quenter ex fine illius, qui est conservatio humanae ac civilis reipublicae, sumitur.
Homo enim natura sua propensus est ad civilem societatem, eaque ad convenien-
tem hujus vitae conservationem maxime indiget, (…) Non potest autem commu-
nitas hominum sine justitia et pace conservari ; neque justitia et pax sine guber-
natore, qui potestatem praecipiendi et coercendi habeat, servari possunt ; ergo in
humana civitate necessarius est princeps politicus, qui illam in officio contineat. »
20 For a discussion of 19th century adaptations of this scholastic theory, see Andrés
Botero Bernal, ‘Los antecedentes del primer constitucionalismo antioqueño (ele-
mentos para comprender el proceso constitucional hispanoamericano)’, Revista
Electrónica de Historia Constitucional, 7 (2006), 91-122.
21 Suárez, De defensione fidei catholicae, lib. 3, cap. 1, num. 7, p. 205 : «omnia quae
sunt de jure naturae, sunt a Deo ut auctore naturae ; sed principatus politicus est
de jure naturae ; ergo est a Deo ut auctore naturae. »
22 Suárez, De defensione fidei catholicae, lib. 3, cap. 1, num. 5, p. 207 : « Suprema potestas
civilis soli communitati perfectae immediate a Deo confertur. (…) Primo enim suprema
potestas civilis per se spectata immediate quidem data est a Deo hominibus in civita-
tem seu perfectam communitatem politicam congregatis, non quidem ex peculiari et
quasi positiva institutione vel donatione omnino distincta a productione talis naturae,
sed per naturalem consecutionem ex vi primae creationis ejus, ideoque ex vi talis do-
nationis non est haec potestas in una persona, neque in peculiari congregatione mul-
tarum, sed in toto perfecto populo seu corpore communitatis. » Cf. id., num. 7, p. 208.
76 Wim Decock
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and natural law that proposes certain forms of action (ius naturale con-
cedens). Democracy is the (only) natural form of government, to be
sure, but it is perfectly lawful for human beings to establish another
form of government, since democracy has been ordained by the ius
naturale concedens, which acts like a kind of suppletory law. As such, it
allows for change on the basis of human autonomy. A comparison might
be drawn here with the natural state of communism as to the division of
goods amongst the members of the state of nature, since originally the-
re is no reason for anyone to have a higher right to the riches of nature
than anyone else.24 However, according to common scholastic opinion,
this original state of communism could lawfully – and should preferably
– be substituted through other property regimes depending on the will
of the human beings.25 Similarly, on the individual level a man can give
up his original liberty, by allowing someone else to take him as a slave.
Now what drove mankind to give up his original state of liberty, equa-
lity and autonomy in a social community ruled by the law of nature ?
Why do people forfeit their freedom in order to be ruled by others ? At
this point in his exposition, Suárez intuitively turns back to Augustine’s
perception of man. Even though they would never deny that man’s
reason and nature are still sufficiently pure to apprehend the dictates
of the law of nature, the schoolmen generally acknowledged that af-
ter the fall from paradise the natural capacities of mankind had been
impaired to a certain extent. Consequently, man is inclined towards
selfishness and sinful behavior which disrupt the peace and harmony
of the natural community. Ordinary individuals find it difficult to un-
derstand what is necessary for the common good and hardly ever
make any attempt to pursue it themselves. So what prompts people
to forfeit their natural democratic liberty in favor of the bonds of posi-
tive law are calculations of self-interest. For anyone understands after
a while that it is better for oneself to give up a part of one’s freedom
to avoid that someone else in living his freedom violates his own self-
interest. Subsequent to calculations of self-interest, a public authority
is created whose duty is to promote the common good. The legitimate
way in which this happens, is through the establishment of a « social
24 Suárez, De defensione fidei catholicae, lib. 3, cap. 1, num. 14, pp. 210-211.
25 This common scholastic doctrine was based on Aristotle’s refutation in his Politics
II, 5, 1-13 of Plato’s arguments in his Republic and Laws in favour of a communistic
property regime. Since the system op private property was based on pragmatic
considerations rather than being a primary and immediate dictate of natural law,
it could be absolished if as a means it did not serve the end of safeguarding the
peace and justice of the society anymore. In case of distress or extreme poverty, a
person was therefore allowed to claim back his original natural right to ownership
of the material. resources on earth, for instance by stealing.
78 Wim Decock
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26 Leonardus Lessius (1554-1623), a Jesuit from the Southern Netherlands who took
colleges with Suárez at the Collegio Romano describes the agreement between the
citizens and public authority in terms of an employment contract. See Lessius, De
iustitia et iure, lib. 2, cap. 1, dubit. 3, num. 13, p. 11: « Tota respublica se habet ad
principem sicut particularis persona ad custodem, quem stipendio ad se tuendum
et custodiendum conduxit ; et ob hanc causam maxime procuratio boni communis
pertinet ad illum architektonikoos.»
27 Dig. 1, 4, 1 and Inst. 1, 2: «Quod principi placuit, legis habet vigorem: utpote cum
lege regia, quae de imperio eius lata est, populus ei et in eum omne suum imperium
et potestatem conferat. »
28 Suárez, De defensione fidei catholicae, lib. 3, cap. 1, num. 12, p. 210 : « Illa enim
lex non dicitur regia, quia ab aliquo rege lata sit, sed quia de imperio regis lata est,
ut in eadem l.1 dicitur, ubi etiam significatur constitutam esse a populo creante et
instituente regis dignitatem, transferendo in illum suam potestatem, ut ibi etiam
Glossae et Doctores exponunt. Non potuit autem illa lex ferri per modum solius
praecepti, cum per illam populus se abdicaverit a suprema juris dicendi potestate ;
ergo intelligi debet constituta per modum pacti, quo populus in principem transtulit
potestatem sub onere et obligatione gerendi curam reipublicae et justitiam admin-
istrandi, et princeps tam potestatem quam conditionem acceptavit ; ex quo pacto
firma et stabilis permansit lex regia, seu de regali potestate ; non ergo immediate
a Deo, sed a populo reges hanc habent potestatem. »
29 See Skinner, Foundations, vol. 2, pp. 130-134 and Richard Tuck, Natural Rights
Theories. Their Origin and Development, Cambridge : CUP, 1981, pp. 39-40. On
the various interpretations of the « lex regia » during the ius commune, see Ennio
by which the people conferred their sovereignty upon him.30 Put in less
unclear terms : James I could not possibly claim to have an absolute
and divine right of kingship.
4. Roman-Catholic diplomacy
Cortese, La norma giuridica. Spunti teorici nel diritto comune classico passim, Ius
Nostrum 6.2, Milano: Giuffrè, 1995 [1964] [see index, p. 505].
30 Suárez, De legibus ac Deo legislatore, lib. 3, cap. 9, num. 4, p. 202 : « In principe
supremo esse hanc potestatem eo modo et sub ea conditione sub qua data est et
translata per communitatem : ratio est clara ex superius dictis : quia haec est ve-
luti conventio quaedam inter communitatem et principem, et ideo potestas recepta
non excedit modum donationis, vel conventionis.»
31 Cf. Köck, Der Beitrag der Schule von Salamanca, pp. 47-48.
32 Suárez, De legibus ac Deo legislatore, lib. 3, cap. 19, num. 7, p. 251 : « Post legem
absolute constitutam ab habente supremam potestatem, nunquam fuit nova ac-
ceptatio necessaria, sed in sola democratia contingebat ut idem esset condens et
acceptans legem, et ideo simul fiebant. »
33 Suárez, De defensione fidei catholicae, lib.3, cap. 2, num. 19, p. 212. At this point,
Suárez mentions yet another way to get into power without contractual consent of
the people in a strict sense, that is through a quasi-contract, like a just war (iustum
bellum) or a right punishment (iusta punitio).
80 Wim Decock
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The idea of consent is not used to establish the legitimacy of what ha-
ppens during the period of government itself :34
Once the power has been transferred to the king, the people can-
not restrain it any further, nor can they abrogate the king’s just
laws. By the same token, once the people have been made sub-
ject, it is unlawful for them to restrain the power of the king any
more than has been settled in the original contract that entailed
the first transfer of power. The law of justice would not allow of
that, because it teaches that legitimate contracts are to be fulfi-
lled, and that an unconditional donation once validly made cannot
be revoked in any way, certainly if it is onerous.
In affirming the almost absolute secular power of the prince after his
election, Suárez defended him against the claims made by proto-prot-
estant thinkers like John Wycliff (1324-1384) and Jan Hus (1369-1415).
On account of the idea of « libertas christiana », they had advocated
the right of disobedience for all true Christians towards the public au-
thorities, certainly if they were not founded on the right faith. Suárez,
for his part, set out to show that Christian liberty by no means implies
any exemption from positive law.35 Again, his natural law account of
the origins of political power plays a critical role here. Since grace pre-
supposes and fulfills the natural order, every Christian first of all natu-
rally belongs to a purely human community in which an authority will
be established that has a natural claim to be obeyed for the sake of the
very self-preservation of that community, even if it is not grounded on
faith.36 Consequently, a pagan ruler would have a legitimate right to be
baptizatis, praesertim in gentibus. Et ratio clara est, quia fides et reliqua dona sunt
superioris ordinis : ergo non possunt jure naturae requiri ad hanc potestatem. »
37 Suárez, De defensione fidei catholicae, lib. 3, cap. 3, num. 7, p. 219: « Ut, verbi
gratia, si rex gentilis justo bello civitatem christianam occuparet, tunc verum do-
minium acquireret, nam hoc etiam est de jure gentium a naturali derivatum, quod
fides non tollit.»
38 1 Peter 2 : 13 and 14 respectively.
39 Suárez, De legibus ac Deo legislatore, lib. 3, cap. 35, num. 11, p. 319 : «(…) licet
homo immediate legem ferat, in eo actu se gerit ut minister et dispensator Dei
(…) ; ergo intentio et voluntas principis ferentis legem debet conformari intentioni
Dei dantis potestatem : (…). Deus autem, non solum ut auctor gratiae, sed etiam
ut auctor naturae, vult legislatorem humanum non habere potestatem ad ferendas
leges, nisi cum universali obligatione illarum, qua totam republicam ut constantem
ex corpore et capite comprehendat (…) Probatur minor ex ipsa necessitate com-
munis boni, ad quod haec potestas ordinatur : datur enim in aedificationem, non in
destructionem.»
82 Wim Decock
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prince needs to adjust his own law-making intention and will to the
intention of God who gives him this very power. Now God, not only
as a matter of grace, but also as a matter of nature only wants the
human legislator to have legislative power if the laws he enacts are
indiscriminately applied to everybody, i.e. to the community in its en-
tirety including both its body ánd head. Thus commands the common
good, from which power derives its ultimate legitimacy. For power is
given for the sake of conservation, not in view of destruction.
It would prove to be extremely pernicious to the community, for ins-
tance, if a prince were not compelled to sell at the lawfully fixed price
whereas all ordinary citizens are.40 In practice, though, the supreme
power cannot be liable to prosecution since the rule-enforcing power
of the law (vis coactiva) cannot be exercised upon him.41 For there is
no one bigger in power than him, and as a matter of fact nobody can
be coerced by himself.42
the first and indirect cause (causa prima) of any authority necessary
for mankind’s self-preservation.44 Therefore, a theologian must have
a thorough understanding of positive law in the first place. If he does
not know the rules by which life in society should abide, then he risks
to let slip through the net of his moral vigilance a host of infringements
against these very positive laws. Hence a myriad of sins against God
would risk to go unpunished before the court of conscience.45
Now how does Suárez conceive of the relationship between positive and
natural law ? Positive human law basically is the handmaiden of natural
law, that is for sure, but there are two ways in which they relate to each
other.46 On the one hand, there are positive laws merely restating a na-
tural law precept (lex humana declarativa) in the political society. Exam-
ples are the prohibitions on theft and murder. They are merely to be
considered as restatements of the basic natural law principles as they
can be found in the Decalogue. Each of these human rules ensues from
natural law principles in an obvious and direct way (per modum conclu-
sionis), merely making them more explicit. On the other hand, one finds
human laws adding a qualification or specification (lex humana addens
obligationem specialem) to an abstract natural law principle through a
process of determination (per modum determinationis). These are the
kind of laws in which human legislative power is exercised in its most
proper sense, as when the general prohibition to kill is made more spe-
cific through the ban on carrying weapons at night. Given the natural
and thus indirectly divine nature of legislative power, these specifica-
tions add obligations to the human conscience under penalty of sin:47
44 Suárez, De defensione fidei catholicae, lib. 3, cap. 2, num. 1, p. 206 : «Quia nulla
est potestas quae hoc modo non sit a Deo, ut a prima causa, ac proinde immediate
in illo genere; atque ita potestas etiam data immediate ab hominibus a rege vel
pontifice datur etiam a Deo ut prima causa immediate influente in ullum effectum
et in actu voluntatis creatae, per quam proxime donatur. At vero talis potestas non
dicitur simpliciter esse immediate a Deo sed solum secundum quid ; nam proxime
ab homine datur, et ab illo pendet.»
45 Suárez, De legibus ac Deo legislatore, prooemium, p.x : « Deinde theologicum est
negotium conscientiis prospicere viatorum ; conscientiarum vero rectitudo stat
legibus servandis, sicut et pravitas violandis, cum lex quaelibet sit regula, si ut
oportet servetur, aeternae salutis assequendae ; si violetur, amittendae ; ergo et
legis inspectio, quatenus est conscientiae vinculum ad theologum pertinebit.»
46 Suárez, De legibus ac Deo legislatore, lib. 3, cap. 21, num. 10, p. 259-260. Compare
with Thomas Aquinas, Summa Theologiae, IaIIae, quaest. 96, art. 4.
47 Suárez, De legibus ac Deo legislatore, lib. 3, cap. 24, num. 2, p. 269: « Lex humana
ex se obligat in conscientia : ergo ex se etiam inducit obligationem materiae pro-
portionatam, si circa illam absolute feratur : ergo ex se inducere valet obligationem
sub mortali. Confirmatur, quia ratio naturalis dictat talibus legibus esse obedien-
dum sicut dictat esse obediendum parentibus, et sicut dictat promissionem Deo
factam esse servandam. Ergo sicut non servare vota vel non obedire parentibus ex
suo genere est peccatum mortale, ita etiam non servare leges civiles, seu (quod
perinde est) non obedire principi seculari, ex suo genere est peccatum mortale :
ergo leges civiles ex genere suo possunt obligare ad mortale.»
84 Wim Decock
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It pertains to the pontiff’s office [1] to prevent the people from sin-
ning and to remove anything that is likely to give occasion for sin-
ning. To that end the pontiff is allowed to declare void or even nullify
himself all laws and judgments made by the secular authorities that
favour sinning or enhance the chances of giving occasion for sinning.
By the same token it pertains to the pontiff’s office [2] to promote
faith, religion and piety. As a result, he is allowed to prescribe or
ordain a rule in their favour, regardless of any civil law precepts.
In purely wordly matters, like the regulation of markets, the Church
could lawfully take corrective measures for the sake of morality (boni
mores) by imposing its own laws, or by urging the secular authorities
to revoke or rectify a positive law settling an excessivelly high interest
rate, for example. Additionally, laws insufficiently embodying conside-
rations of natural equity (aequitas naturalis) could be emended by the
Roman pontiff. The Church did not approve of the alimony regime in
positive law, for instance, while it did not include a maintenance order
towards children born out of wedlock. Moreover, the Roman pontiff could
subrogate himself in the legislative power of the secular authorities in
case the latter would fail to act as a regulator, for instance in response
to new commercial techniques. On the jurisdictional level, Suárez has it
that the pope is capable of reversing a judgment pronounced by a civil
court, and to claim jurisdiction in a lawsuit. Last but not least, there are
two cases in which the Roman pontiff is allowed to steer and direct the
State on a factual level. If one State is about to abuse its power through
waging an unjust war on another State or even the very Church commu-
nity. Conversely, if positive action is needed in order to defend another
State, the Roman pontiff can urge secular authorities to take appropria-
te measures of force to run to the rescue of that State.
irritari (…). Simili etiam modo ad pontificem spectat [2] promovere fidem, religio-
nem et pietatem, et ideo in earum favorem potest aliquid statuere et praecipere,
ut servetur, non obstante quacumque lege civili. »
51 See, for example, Joannes de Lugo’s (1583-1660) De iustitia et iure, Petrus Giba-
linus’s (1592-1671), De universa rerum humanarum negotiatione, and Petrus de
86 Wim Decock
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philosophy of one of the brightest minds their order ever spawned, the
Jesuits decided to tap into a market for political and economic advice
to princes and private persons who for the sake of their own soul and
in view of ecclesiastical backing of their power were kindly invited to
align their legislative or commercial activity with natural law principles.
The natural law solution to the most concrete and various problems
politicians, lawyers, businessmen, clergy as well as ordinary people
were confronted with were tackled in these manuals in an unpreceden-
tedly systematic and comprehensive way.
All existing analytical tools, ranging from Aristotelian philosophy, over
ius commune, to scholastic theology were applied to find new answers
to both old and new problems. In this manner, the Jesuits successfully
continued a catholic natural law tradition tracing its origins back to the
Dominicans of the Convento de San Estebán in Salamanca. In reviving
and recommenting the Secunda Secundae of the Summa Theologiae
of their most famous predecessor, luminaries like Francisco de Vitoria
(1486-1546) and Domingo de Soto (1495-1560) had already tried to
give a natural law based answer to the challenges facing them given the
increasingly absolutist pretentions of the Spanish emperors, the propa-
gation of Protestantism, and the economic and anthropological turmoil
following the discovery of the Americas.52 In this way natural law served
as a sophisticated weapon that allowed the Roman-Catholic Church to
increase its hold over mankind in various aspects of life through the in-
cessant consultancy in wordly affairs monitored by its religious orders.
Importantly, not only did the Jesuits contribute to an important chap-
ter in the history of public law through formulating the distinctively «
modern » and contractual accounts of political power. The very mirror-
for-princes and mirror-for-businessmen, so to speak, that ensued from
the Jesuits’ natural law based view of society in their turn contain
a host of principles now underlying the law of obligations. Early 17h
century Jesuit political and legal thought urgently deserves attention,
then, from both historians of public and private law.53 Pedro de Oñate,
for instance, who spent part of his life as a provincial of the Jesuit Or-
der in Paraguay, formulated the principle of contractual freedom in a
way clearer than any modern manual on contract law. He has it that :54
A vast number of irritating and useless disputes and lawsuits have
been removed thanks to the conformity of natural law, canon law
and Hispanic law with regard to the enforceability of naked pacts.
In the most sensible way, liberty has been restored to the contrac-
ting parties, so that whenever they want to enter into whatsoever
a contract in whatever way, their freely made agreement will be
enforced before any court they want.
Contractual freedom, then, was one of the cornerstones of early mod-
ern Jesuit legal doctrine. The Catholic Church’s storm troops’ preoccu-
pation with contracts might be a direct consequence of their guerilla-
like war against the increasingly absolutist aspirations of the secular
State.55 Through their networks and presence at the ground level of
society, the Jesuits searched to mount a firm bottom-up response to
the violent top-down state legislation. Did not contractual promises
take the place of the law for those who had made them?56 And was not
the Church the institution which through its parish priests and religious
orders in practice had a quasi-monopoly over customs and morals rul-
ing the behavior between singular contracting parties creating these
laws for themselves ? As Paolo Prodi has noted, the outcome of the
power struggle between Church and State from the second half of the
17th century onwards, would be the victory of the State, yet, subse-
nella formazione del diritto privato moderno, Atti del Incontro di studio (Firenze,
16-19 ottobre 1972), Per la storia del pensiero giuridico moderno 1 (Milano, 1973)
and James Gordley’s The Philosophical Origins of Modern Contract Doctrine, Ox-
ford: Clarendon Law Series, 1991.
54 Petrus de Oñate, De contractibus, Romae : 1646, tom. 1 (de contractibus in ge-
nere), disp. 2, sect. 5, num. 166, p. 40 : «Unde lex naturalis, lex canonica, et lex
hispaniae omnino consentiunt, et innumerae difficultates, fraudes, lites, iurgia hac
tanta legum consensione, et claritate sublata sunt ; et contrahentibus consultissi-
me libertas restituta, ut quandocumque et quomodocumque de rebus suis voluerint
contrahere, et se obligare, id ratum sit in utroque foro, in quo convenerint, et sanc-
te et inviolabiliter observetur. Quare ius canonicum, et ius hispaniae corrigunt ius
commune, concedentes pactis nudis omnibus, actionem et obligationem civilem,
quam illud negabat.»
55 Compare the conclusory remarks by Paolo Prodi in Quaglioni, D. –Todeschini, G.-
Varanini, G.M. (eds.), Credito e usura fra teologia, diritto e amministrazione : lin-
guaggi a confronto, sec. XII-XVI, Collection de l’Ecole française de Rome 346,
Rome, 2005, p. 294 : « Conflitti e collaborazioni tra i diversi fori caratterizzano
quindi i secoli successivi nella tendenza della Chiesa a mantenere la sua giurisdi-
zione sul contratto mediante la difesa della superiorità del giuramento (…) e sopra-
tutto (…) riaffermando la superiorità del contratto, regolato dalle superiori norme
elaborate dai moralisti e dai casisti, sulla legge statale. »
56 See D. 50, 17, 23 and its reception in the Medieval ius commune.
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7. Conclusion
57 Paolo Prodi, Eine Geschichte der Gerechtigkeit. Vom Recht Gottes zum modernen
Rechtsstaat, München, C.H. Beck, 2003, p. 270.
58 See the English translation of art. 1134-1135 of the Civil Code of the French Re-
public [upgraded until 20/02/2004] on http://www.legifrance.gouv.fr/html/codes_
traduits/code_civil_textA.htm#CHAPTER%20I%20-%20PRE. Obviously, moral
considerations affect contractual validity in still another way through the provi-
sions on « causa » in art. 1131-1133 in the same Code Civil.
59 Lessius, De iustitia et iure, cap. 17, dub. 4, num. 19, p. 151: « Omnis contractus,
etiam nudus, sponte libereque factus, si contrahentes sint habiles, parit obligatio-
nem naturalem seu in foro conscientiae, ita ut parte invita non possis rescindere;
nisi iure positivo sit irritus vel detur irritandi potestas. »
power it has become clear that England’s ruler cannot claim a divine
right of kings : the origins of secular power are purely human and natu-
ral. Only the Supreme Roman Pontiff can claim to be ordained directly
by God. Moreover, a secular ruler is limited in power through conditions
contained in the contract by which the power originally resting with
the people was conferred upon him. If James I accepted this view, the
Church would promise full backing of his legislative activities through
the court of conscience, provided that he modelled his laws on the re-
gulations as expounded in the manuals of the Catholic natural lawyers.
In short, despite superficial similarities, much of the political theory in
the early modern world sharply differs from contemporary constitutio-
nalist and democratic doctrines, at least by French post-ancien régime
standards. The moral, not to say ecclesiastical foundations of political
life were still very present. Even so, a vast arsenal of juridical concepts
dealing with both private and public law issues, and now governing the
entire world, were deviced for the first time as secular States began to
challenge their age-old Roman-Catholic rival. Leaving Western Euro-
pe, one might even be tempted to doubt whether the victory of the
temporal over the spiritual power has been as complete as it is usually
thought to be by self-styled intellectuals of the Northern hemisphere.
In any event, Tomas de Mercado’s statement about the usefulness of
trade could easily be applied to global academic exchange, too: «Every
single businessman profoundly enriches both his body and soul. Tal-
king with different people, travelling to various places, feeling how it
is to live according to different customs, seeing the variety of ways to
govern and rule citizens, they emerge as seasoned and smart universal
men, indeed, who never let any chance to do business slip by.»60 Let
us never cease, then, from disobeying Mercado’s rule not to cross the
Atlantic all too frequently.
60 Tomas de Mercado, Suma de tratos y contratos, lib. 2, cap. 2, in : idem, edición de
N. Sanchez Albornoz, Madrid, 1977, vol. 1, pp. 71-72: « Los particulares tratantes
también enriquecen entera y perfectamente en el cuerpo y en el alma, porque,
conversando con muchas gentes, estando en distintos reinos, tratando con varias
naciones, experimentando diferentes costumbres, considerando el diverso gobier-
no y policía de los pueblos, se hacen hombres universales, cursados y ladinos para
cualesquiera negocios que se les ofrezcan. »
90 Wim Decock
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93
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Facultad de Derecho - Universidad de Manizales
Resumen
Abstract
To codify meant to crystallize the Right in legal bodies, was a fact in opposition
to its nature, expressed an original act of modern State. The Code founded
a new legal culture and constituted a symbol computer. The decoding is a
process by which the Code disappears as symbol computer and consequently
loses its culture. It is symptom of the dynamism of the Right and the erosion
of nineteenth-century the legal and political postulates.
Key words
Codification - decoding - civil - straight argentine.
I.
II.
4 LISTA (AAVV), Carlos “La presencia del mensaje educativo en la conciencia de los
estudiantes: resultados de la socialización en un modelo dominante”, Academia,
N°2, Buenos Aires, 2003, p. 148-149.
III.
IV.
decimonónico del Código centro del orden jurídico, pues las leyes ex-
travagantes lo desplazaron. La descodificación o erosión es producto
de múltiples factores. En primer lugar la complejidad y multiplicidad
de necesidades sociales exigen al legislador la sanción de normas es-
peciales que satisfagan los problemas que se van devengando de
las relaciones humanas. La jurisprudencia, en segundo lugar, atribuyó
distintas interpretaciones a los menajes normológicos del legislador
y creó nuevas instituciones extrañas a nuestros cuerpos legales. En
tercer lugar, el reconocimiento operativo de cláusulas constitucionales
por parte de la Corte Suprema de Justicia de la Nación.
Algunos autores, como mencione en el punto tres, consideraron al
siglo pasado como la era de desaparición de la codificación decimonó-
nica. Tanto en el ámbito del derecho público11 como del privado. Hoy
el derecho residual y las nuevas instituciones reguladas crean micro-
sistemas con principios y método propios. Opino que la posición doctri-
naria respecto a la situación del código es exagerada, pues el estudio
debe ser realizado respecto de cada cuerpo legal. Los cuerpos legales
envejecen como consecuencia de los cambios sociales y el transcurso
propio de tiempo, los postulados decimonónicos no pueden continuar
vigentes plenamente en nuestro tiempo, la cultura no es estática sino
un devenir. Por ejemplo, hoy nos encontramos frente a relaciones jurí-
dicas ocasionadas por la creación de comunidades supranacionales no
avizoradas hace doscientos años.
El Código puede ofrecer una errónea imagen estática, pero la codifi-
cación debe ser comprendida en su dinamismo. En nuestro tiempo la
codificación no sufre las mismas exigencias que le asignó el raciona-
lismo iluminista en el siglo XIX, el legislador o el operador jurídico im-
ponen fines más modestos como que a través de ella se logre evitar la
dispersión normativa, pero siempre teniendo a la vista la conveniencia
de la legislación especial recurra a ella en su búsqueda. La labor del
legislador en este proceso de recodificación estará dirigida entre otras
cuestiones a armonizar la tensión existente entre los contenidos del
cuerpo legal y los de las leyes especiales. La codificación y la descodi-
ficación son procesos diferenciados para su estudio pero unidos en su
desarrollo. Pueden verse como antagónicos, como productos de una
lucha por la preservación o por la destrucción del Código como símbolo
ordenador. Expresan las tensiones entre los principios decimonónicos
y los del siglo siguiente, manifiestan la crisis del Estado moderno y de
sus postulados. El fenómeno jurídico en la complejidad que se presen-
tó en el siglo XX demandó una mayor especialización en detrimento de
las generalidades jurídicas.
Bibliografía
Figura masculina
La ciencia que se aparte de la justicia más que ciencia debe llamarse astucia.
Marco Tulio Cicerón
107
Ambiente Jurídico
Facultad de Derecho - Universidad de Manizales
Resumen
Abstract
The present paper tries to locate itself, in certain way, the interstice of these
three declarations of Foucault about its relation with the analytical philosophy.
This vein of reading barely has been explored in Spain. They do not lack rea-
sons for it. In the Spanish reception of the works of Foucault an implicit pact
has existed to exclude all approach between the archaeological-genealogical
explorations and the tradition from the philosophical analysis.
Key words
Foucault, analytic philosophy, reason, archeology, genealogy, philosophical
analysis.
* Agradezco a Antonio Campillo, Andrés Botero, Charo García del Pozo y Jorge Sola
los comentarios y sugerencias que me hicieron y que han permitido enriquecer
este trabajo.
1 Sobre esta recepción, véase GALVÁN, V.: “La recepción académica de Michel
Foucault en España: la pregunta por el saber (1967-1986)”, Revista de Hispanismo
Filosófico, 14 (2009), pp. 101-127 y GALVÁN GARCÍA, V.: De vagos y maleantes. La
recepción de Michel Foucault en la cultura de la Transición Española (1967-1986),
Cádiz, Universidad de Cádiz, 2007. Sobre este núcleo neonietzscheano, véase VÁZ-
QUEZ GARCÍA, F.: Filosofía española: herederos y pretendientes. Una lectura so-
ciológica (1963-1990), Madrid, Abada Editores, 2009, pp. 263-335
2 TRÍAS, E.: El Árbol de la vida. Memorias, Barcelona, Destino, 2003, p. 335
3 Doménech consideraba la filosofía de las ciencias de Bachelard, como “más litera-
ria que epistemológica” (DOMÉNECH, A.: “A propósito de algunas interpretaciones
del filosofar de Lenin”, Zona Abierta, 3 (1975), p. 122)
4 “Fueron los franceses quienes, dicho sea de paso: sin comprender mucho las pro-
fundidades abisales del talento de la Selva Negra, rehabilitaron a Heidegger, y así
hasta ese horror apologético de la banalidad voluntariamente enrevesada que son
el estructuralismo y el postestructuralismo actuales (el “antihumanista” Althusser,
Esta hostilidad se acentuó por otra parte en la década de los 90, cuan-
do la empresa intelectual heredera de Sacristán y representada por
Mientras Tanto se topó con la rivalidad que representaban los Cultural
Studies. Desde este frente, que invocaba a Foucault como a uno de sus
principales iconos, se trataba de elaborar teóricamente la experiencia
de los nuevos movimientos sociales, justamente lo mismo que en cier-
to modo pretendía el proyecto de la revista fundada por Sacristán. El
choque era inevitable y arrastraba consigo el anatema contra Foucault
dictado desde los filósofos próximos a esta publicación.
Del otro lado, entre los herederos del legado de Trías, tampoco se
hizo gran cosa por contestar a esta descalificación. Así Miguel Morey,
uno de los intérpretes españoles más cualificados y reconocidos de la
obra de Foucault, en vez de proseguir la línea de estudios históricos
e indagaciones de archivo abierta por éste, se ha dedicado, no ya en
sus exégesis del autor francés sino en su obra filosófica de creación, a
elaborar un pensamiento narrativo que minimiza las diferencias entre
filosofía y literatura y cuyas referencias principales son autores como
Deleuze, Bataille o María Zambrano.5 Por otra parte, no deja de ser
significativo que desde este frente (Trías, Morey) se tienda a minus-
valorar La arqueología del saber –obra en la que Foucault pretende
definir de forma rigurosa su metodología de análisis del discurso- en
detrimento de otros textos donde se plasma mejor la factura artística
y narrativa de su pensamiento.6
Foucault, Lacan, Deleuze, Derrida, etc.” (..) “rechazan, o ponen sordina, o mati-
zan, a Kant, a Marx, a Weber o a Chomsky, pongamos por caso –es decir, a los
grandes de verdad— con una oportuna cita, declamada siempre en invariable tono
catequético, de Foucault o de Lacan (o de cretinos peores que ésos, que segura-
mente debe haberlos.” (DOMÉNECH, A.: “Izquierda académica, democracia repu-
blicana e ilustración. Diálogo con un estudiante mexicano de filosofía”, Sin permiso,
http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=1255 (consulta realizada el 13 de
diciembre de 2009). Véase también LÓPEZ ARNAL, S. y DE LA FUENTE, P.: “Entre-
vista con Ovejero Lucas” en Acerca de Manuel Sacristán, Barcelona, Destino, 1996,
pp. 570-71; OVEJERO LUCAS, F.: “De Popper a Kuhn. Una mirada desde las ciencias
sociales” en LÓPEZ ARNAL, S., DOMINGO CURTO, A., DE LA FUENTE COLLELL, P.
y TAUSTE, F. (coords.): Popper/Kuhn. Ecos de un debate, Barcelona, Montesinos,
2003, p. 131 y DOMÉNECH, A.: “Manuel Sacristán: el antifilisteísmo en acción” en
LÓPEZ ARNAL, S. y VÁZQUEZ ÁLVAREZ, I. (eds.): El legado de un maestro. Home-
naje a Manuel Sacristán, Madrid, Fundación de Investigaciones Marxistas, 2007,
p. 318. Este último se adhiere a las críticas dirigidas por Terry Eagleton contra el
relativismo postmoderno, donde Foucault queda incluido en primera línea, véase
EAGLETON, T.: The ideology of the aesthetic, Oxford, Blackwell, 1990, pp. 386-390
5 ARROYO, F.: “Miguel Morey: la vida” en La funesta manía. Conversaciones con ca-
torce pensadores españoles, Barcelona, Crítica, 1993, pp. 132-154
6 Trías por ejemplo señala de modo sintomático: “El Foucault que me había en-
candilado era sobre todo el de la Historia de la locura. No en cambio, el de una
obra gris y burocrática como su Arqueología del saber” (TRÍAS, E.: El árbol de la
vida. Memorias, Barcelona, Destino, 2003, p. 381. Morey, en su monografía sobre
Foucault (MOREY, M.: Lectura de Foucault, Madrid, Taurus, 1983) considera que
esta obra metodológica es circunstancial y sin continuación posterior (“su obra
siguiente desdeñará las líneas de plenitud que ofrece este texto para el análisis”,
p. 225). Antes que como discurso del método, prefiere considerar a esta obra como
un “poema”(p. 180) –siguiendo a Deleuze- sobre su obra anterior, o una “ficción”
sobre sus “fábulas” anteriores (p. 225). Advierte además –haciendo un guiño a los
sacristanianos- que el que busque rigor científico en este libro saldrá defraudado,
pues sólo encontrará “la tradicional ‘flojera epistemológica’ de los franceses” (p.
179). Esta actitud contrasta con la de Ian Hacking o Arnold Davidson, que se de-
claran seguidores del tipo de análisis del discurso abierto en ese texto de método,
aplicándolo a saberes como la estadística o la psicopatología de las perversiones.
Cfr. HACKING, I.: Historical Ontology, Cambridge, Harvard U.P., 2004, pp. 24-26
y 50; DAVIDSON, A. I.: “Foucault et l’analyse des concepts” en AAVV.: Au risque
de Foucault, Paris, Centre Georges Pompidou, 1997, pp. 53-66 y DAVIDSON, A. I.:
“Structures and strategies of discourse: remarks towards a history of Foucault’s
philosophy of language” en DAVIDSON, A.I. (ed.): Foucault and his interlocutours,
Chicago, The University of Chicago Press, 1997, pp. 1-17
7 SAVATER, F.: “Lo abierto y lo cerrado en Michel Foucault” en Ética como amor
propio, Madrid, Mondadori, 1988, pp. 246-255. Tal vez esta reacción muy crítica
con Foucault se explique por el uso que en ciertos círculos del nacionalismo étnico
batasuno se hacía de las tesis de este autor acerca de la “guerra de las razas”
y su relación con el “racismo de Estado”. En su autobiografía, Savater se refiere
al modo en que los proetarras se dotaban de “coartadas aprendidas en Michel
Foucault o Alain Badiou” (SAVATER, F.: Mira por dónde. Autobiografía razonada,
Madrid, Taurus, 2003, p. 305. Sobre este uso, véase JUARISTI, J.: Sacra Néme-
sis. Nuevas historias de nacionalistas vascos, Madrid, Espasa, 1999, pp. 187-188
y 286-291
8 HACKING, I.: “The archaeology of Foucault” y DAVIDSON, A. I.: “Archaeology, ge-
nealogy, ethics” en HOY, D.C. (ed.): Foucault. A critical reader, Oxford, Blackwell,
1986, pp. 27-40 y 221-234, respectivamente
tesis doctoral –una de las primeras que abordaban la obra de Foucault- en la Uni-
versidad de Valencia en 1979-80, dirigida por Montero Moliner y con la presencia
de Manuel Garrido en el tribunal (GALVÁN GARCÍA, V.: De vagos y maleantes, pp.
cit., p. 233)
11 Se trata del extenso artículo de Edith Kurzweil, socióloga norteamericana, publica-
do en 1977 en la revista Theory and Society, con el título “Michel Foucault: ending
the era of man”. Se tradujo en la colección de Cuadernos Teorema, codirigida por
Manuel Garrido y Montero Moliner: KURZWEIL, E.: Michel Foucault: acabar la era
del hombre, Valencia, Cuadernos Teorema, 1979. Sobre esta obra, véase GALVÁN
GARCÍA, V.: De vagos y maleantes, pp. cit., p. 216
12 BERMÚDEZ, J.A.: Foucault: un il.lustrat radical?, Valencia, Universitat de Valencia,
2003. Aquí hay que mencionar asimismo algunos trabajos realizados en la órbita
de la Facultad de Filosofía de la Universidad de Murcia: CAMPILLO, A.: La invención
del sujeto, Madrid, Biblioteca Nueva, 2001; CAMPILLO, A.: “El sueño antropológico
y la historia de la subjetividad” en PRIOR OLMOS, S. (coord.): Nuevos métodos en
ciencias humanas, Barcelona, Anthropos, 2002, pp. 61-80 y VÁZQUEZ GARCÍA, F.:
“Nuestro más ‘actual pasado’. Foucault y la Ilustración”, Daimon. Revista de Filoso-
fía, 6 (1993), pp. 41-60
13 FOUCAULT, M.: Dits et Écrits, t. IV, Paris, Gallimard, 1994, pp. 687-688 y 814-814
14 FOUCAULT, M.: Dits et Écrits, t. IV, pp. 438-440 y 766-767 y FOUCAULT, M.: “Qu’est-
ce que la critique?”, Bulletin de la Societé Française de Philosophie, 84 (1990), 2,
pp. 35-63. Hemos utilizado el ejemplar mecanografiado original depositado en el
Fond Foucault con la signatura D159, 17 pp., esp. pp. 7-9 (trad. castellana de Javier
De la Higuera en FOUCAULT, M.: Sobre la Ilustración, Madrid, Tecnos, 2003, pp.
3-52, esp. pp. 15-24)
15 FOUCAULT, M.: Dits et Écrits, t. IV, p. 766
16 PUDAL, R.: “La difficile réception de Wittgenstein en France” en PINTO, L. (dir.): Le
commerce des idées philosophiques, Paris, Éditions du Croquant, 2009, pp. 94-95.
Sobre la resistencia del Institut d’Histoire et de Philosophie des Sciences, bastión
durante décadas de la epistemología histórica francesa, a la penetración de la
filosofía analítica, véase PUDAL, R.: “La difficile réception de la philosophie analy-
tique en France”, Sciences Humaines. Revue d’Histoire des Sciences Humaines en
France, 11 (2004) 2, pp. 69-100, p. 78. No obstante, hay que señalar la estela que
va de Cavaillès a Granger y Vuillemin, muy interesados por la lógica y a los que
18 CAVAILLÈS, J.: Sur la logique et la théorie de la science, Paris, Vrin, 1976, p. 78.
Foucault retoma esta distinción en FOUCAULT, M.: Dits et Écrits, t. IV, pp. 764-765
19 PUDAL, R.: “La difficile réception de la philosophie analytique en France”, p. 76 y
PUDAL, R.: “La difficile réception de Wittgenstein en France”, p. 101
20 CAVAILLÈS, J.: Sur la logique et la théorie de la science, pp. 33-43
21 PUDAL, R.: “La difficile réception de la philosophie analytique en France”, p. 77
22 Esta filiación tendría como intermediario a Koyré. En efecto, Kuhn menciona a
Koyré como la fuente principal de esta nueva historiografía discontinuista (KUHN,
T.S.: La estructura de las revoluciones científicas, México, FCE, 1975, pp. 23-24).
28 Cfr. FOUCAULT, M.: Les mots et les choses. Une archéologie des sciences humaines,
Paris, Gallimard, 1966, pp. 309-310
29 Id., p. 315
30 Ídem., p. 358
31 Ídem., p. 359
32 Ídem., p. 394. Entre nosotros, la tentativa de formalizar el sistema significante que
conforma el inconsciente lacaniano ha sido realizada por Gómez Pin, V. y Echeve-
rría, J.: Límites de la conciencia y del matema, Madrid, Taurus, 1983
un uso diferente, del que Foucault hará gala profusamente en años su-
cesivos. Se trata de remitirse , no ya a la filosofía de las matemáticas
y al análisis de los lenguajes formales (Boole, Russell y el Tractatus),
sino a un análisis que atiende al estudio detallado del funcionamiento
concreto del lenguaje (lo que Foucault designa como los “discípulos”
de Russell y Wittgenstein). En el pasaje donde se presenta este argu-
mento38 se estipula por tanto la diferencia entre un análisis del len-
guaje como estructura –en la línea de la lingüística saussurreana y la
fonología de Jakobson- y un análisis del lenguaje como función. Aquí
se enuncia la complementariedad de los análisis formales (sintácticos,
semánticos), que en el mundo anglosajón de entonces estarían encar-
nados por los estudios de lógica y teoría de la ciencia, y los análisis
pragmáticos, centrados en la dimensión performativa de los asertos.
El equivalente de esta división del trabajo la representarían en el caso
francés, el análisis estructural del lenguaje, por un lado, y la arqueolo-
gía de los discursos, por otro.
Esta remisión a la pragmalingüística anglosajona sirve ahora para to-
mar distancia, no respecto al humanismo y la dialéctica, sino respecto
al estructuralismo. Ya veremos que esta referencia estratégica ocupa
una posición central en la composición de La arqueología del saber
(1969). Pero antes de entrar en ella, conviene decir algo sobre el con-
texto en el que Foucault hace aflorar por primera vez su vecindad con
el análisis filosófico.
¿Qué noticia podía tener Foucault acerca de las obras de Boole, Frege,
Russell o Wittgenstein a la altura de 1965? En este punto hay que hacer
referencia a la relación de Foucault con Jules Vuillemin. Éste, a instancias
de su amigo Althusser y de Georges Canguilhem –profesores de Foucault
en la ENS-, decidió incorporar a Foucault en 1960 al departamento de fi-
losofía de la Universidad de Clermont Ferrand. A pesar de sus diferencias
ideológicas, porque Vuillemin era un hombre de derechas y Foucault un
joven izquierdista, entre ambos pensadores se forjó una sólida amistas
que tendría importantes repercusiones en la carrera de ambos.39 Discí-
pulo de Martial Gueroult y de Cavaillès y marcado hasta comienzos de
y 227-232; ERIBON, D.: Michel Foucault et ses contemporains, Paris, Fayard, 1994,
pp. 219-222 y MACEY, D.: Michel Foucault, pp. 68-69 y 251-52
40 ERIBON, D.: Michel Foucault, p. 153
41 De menos peso en el caso de Wittgenstein, autor por el que Vuillemin sentía ver-
dadera aversión (cfr. PUDAL, R.: “La difficile réception de Wittgenstein en France”,
p. 101). James Miller sugiere que Foucault –en 1963, cuando publicó el libro sobre
Raymond Roussel donde señala que se usa la noción de “juego” en un sentido pare-
cido al de Wittgenstein- tenía al menos un conocimiento a grandes rasgos de este
autor, aunque no ofrece prueba alguna (MILLER, J.: The passion of Michel Foucault,
New York, Simon and Schuster, 1993, p.131)
42 FOUCAULT, M.: Dits et Écrits.,t. I, p. 704
43 ERIBON, D.: Michel Foucault, pp. 142-143
44 Id., pp. 163-64
45 PUDAL, R.: “La difficile réception de Wittgenstein en France”, p. 106 sobre el gus-
to por los hechos concretos en el caso de Bourdieu. Pudal recuerda que Carnap,
Russell y Wittgenstein aparecen ya de forma relevante en la edición de 1968 de Le
métier de sociologue. Aunque la obra principal de Austin –How to do things with
words, editada originalmente en 1962- no estaba disponible en francés antes de
1970, algunos linguistas y filósofos franceses de los 70, como Ducrot o Berrendon-
ner, debatieron ampliamente la teoría de los acos ilocucionarios en esa década. La
recepción de Austin en la obra de Bourdieu –la de Searle parece haber sido menor,
y posterior en cualquier caso, además de recíproca- parece remontarse a los pri-
meros años 70. Cfr. BOURDIEU, P.: Langage et pouvoir symbolique, Paris, Fayard,
2001, pp. 108-110, 161-169 y 185-189, véase asimismo el prefacio de J.B. Thomp-
son a esta obra, pp. 17-20. En general, sobre esta cuestión, cfr. SHUSTERMAN,
R.: “Bourdieu et la philosophie anglo-américaine”, Critique, 579-580 (1995), pp.
595-609; en general todo este monográfico aborda en primer plano esta relación.
Sobre la “fascinación” de Foucault por los hechos, su “positivismo” y su rechazo a
los excesos especulativos, cfr. HACKING, I.: Historical Ontology, Cambridge, Har-
vard U.P., 2004, pp. 73-74 y LARRAURI, M.: Anarqueología. Teoría de la verdad en
Michel Foucault, p.29
51 AUSTIN, J.L.: Quand dire c’est faire, Paris, Seuil, 1970; Le langage de la percep-
tion, Paris, Armand Colin, 1971; SEARLE, J.: Les actes de langage, Paris, Hermann,
1972. Esta obra de Searle se publicó en inglés en 1969, el mismo año que Archéolo-
gie du savoir, aunque Foucault parece haber tenido noticia de este autor con ante-
rioridad
52 FOUCAULT, M.: “Structuralisme et analyse littéraire”, Les Cahiers de Tunisie, 39,
vol. 149-50 (1989), pp. 21-41. Este texto no está recogido en Dits et Écrits. Según
MACEY, D.: Michel Foucault, p. 207, esta conferencia junto a la titulada “Linguis-
tique et Sciences sociales” (pronunciada en marzo de 1968), evidencian el interés
de Foucault por la filosofía analítica, en ese momento. Sin embargo, la lectura de
este último texto, recogido en FOUCAULT, M.: Dits et Écrits, t. I, pp. 821-842, no
permite advertir, salvo alguna alusión aislada al proyecto de formalización lógica
del lenguaje, esta recepción.
53 MARSHALL, J.D.: “Performativity”, p. 310, que no conoce este texto, sugiere erró-
neamente que Foucault nunca ha considerado “explícitamente” obras como las de
Austin
54 FOUCAULT, M.: “Structuralisme et analyse littéraire”, pp. 37-39
55 Id., p. 39
56 FOUCAULT, M.: Dits et Écrits, t. I, pp. 789-821
57 SEARLE, J.: Speech acts. An essay in the philosophy of language, Cambirdge, Cam-
bridge U.P., 1985, pp. 162-174. Por una cuestión de fechas es muy improbable que
Foucault utilizara la primera edición inglesa (editada en el mismo 1969). Lo más
probable es que leyera alguna versión de este capítulo en forma de artículo. En
1958 Searle había publicado en Mind (vol. LXVII, abril) precisamente un artícu-
lo con el título “Proper names”, reeditado en 1967 dentro de un texto colectivo:
STRAWSON, P. (ed.): Philosophical logic, Oxford, Oxford U.P., 1967
58 FOUCAULT, M.: Dits et Écrits, t. I, pp. 796-797. Sobre la cuestión del nombre propio
en Foucault, cfr. CAMPILLO, A.: La invención del sujeto, Madrid, Biblioteca Nueva,
2001, pp. 149-189
63 Como recuerda Foucault, las letras de plomo situadas en el teclado de una máquina
de escribir no conforman un enunciado, pero esas mismas letras figurando en un
manual de mecanografía sí lo constituyen, FOUCAULT, M.: L’archéologie du savoir,
pp. 113-114. De nuevo la falta de lecturas le juega una mala pasada a MARSHALL,
J.D.: “Performativity”, p. 315, que pifia al señalar que Foucault no distingue entre
actos ilocucionarios y perlocucionarios
64 FOUCAULT, M.: El orden del discurso, Barcelona, Tusquets, 1973, p. 48. Sobre el
“enunciado” como “materialidad incorpórea”, cfr. LARRAURI, M.: Anarqueología.
Teoría de la verdad en Michel Foucault, pp. 72-73
65 FOUCAULT, M.: L’archéologie du savoir, p. 110
66 Id., pp. 110-111
67 LARRAURI, M.: Anarqueología. Teoría de la verdad en Michel Foucault, p. 24
68 DREYFUS, H. y RABINOW, P.: Michel Foucault: beyond structuralism and herme-
neutics, pp. 46-47
69 FOUCAULT, M.: Dits et Écrits, t. II, p. 631
70 Aquí podría incluirse el ensayo de PRADO, C.G.: Searle and Foucault on truth. No
obstante, aunque este autor reconoce que los estudios arqueológicos de Foucault
tienen más interés que los genealógicos para los filósofos analíticos, considera
que estos últimos suponen un mayor desafío para la tradición analítica, por eso se
centra en ellos (pp. 75-76)
71 DREYFUS, H. y RABINOW, P.: Michel Foucault: beyond structuralism and herme-
neutics, p. 48
75 Sobre esta distinción entre aceptabilidad y predicación como base del concepto de
“régimen de verdad”, cfr. HAN, B.: L’ontologie manquée de Michel Foucault, Greno-
ble, Jérôme Millon, 1998, pp. 136-140
76 Ídem., pp. 41-43
77 La diferencia que establece Hacking entre las oraciones del lenguaje corriente
(v.g. “mi piel está caliente”) cuya validez es trivial sin necesidad de razonamientoy
las oraciones formuladas dentro de un “estilo de razonamiento” específico, cuya
validez depende de las reglas que operan en ese estilo, es análoga a la distinción
foucaultiana entre speech acts del lenguaje ordinario y serious speech acts, formu-
lados en el interior de unas reglas de formación o régimen de verdad. Cfr. HACK-
ING, I.: “Language, truth and reason” y “Style for historians and philosophers”
de Foucault está más próximo al de Davidson –pues Foucault no piensa que sean
los estados de cosas lo que hace que las proposiciones sean verdaderas o falsas-
que al de Searle (p. 162). Con la salvedad, como señala Hacking, de que David-
son extrapola a toda forma de lenguaje –sin tener en cuenta la distinción entre
discurso serio y discurso ordinario- un realismo que sólo funciona en el marco del
lenguaje corriente (HACKING, I.: “Language, truth and reason”, pp. 174-175. Sobre
la compatibilidad del “ nominalismo dinámico” con el realismo, cfr. HACKING, I.:
“Making up people” en Historical Ontology, p. 106. Debido a una recepción muy
marcada por los Cultural Studies y mayoritariamente en clave postmoderna, esta
compatibilidad de Foucault con el realismo sigue resultando sorprendente: “il est
très surprenant de trouver chez un relativiste apparent comme Foucault l’idée
sous-jacente selon laquelle il existerait une verité ‘objective’” (HAN, B.: L’ontologie
manquée de Michel Foucault, p. 134)
88 MACEY, D.: Michel Foucault, pp. 253-254. Vuillemin consideraba que la noción de
“enunciado” era demasiado oscura (ERIBON, D.: Michel Foucault, pp. 230-231)
89 Carta de Foucault a Searle citada en DREYFUS, H. y RABINOW, P.: Michel Foucault:
beyond structuralism and hermeneutics, p. 46
92 El texto de esta conferencia permanece inédito y por tanto no está recogido en Dits
et Écrits. Se trata de FOUCAULT, M.: “Mal faire, dire vrai. Fonctions de l’aveu. Con-
férences réalisées dans le cadre de la Chaire Francqui à à l’invitation de l’Université
Catholique de Louvain, 1981, 159 pp. Mecanografiadas. Este ejemplar, que consul-
tamos en el invierno de 1988 en el Fond Foucault entonces en la Bibliothèque de
Saulchoir, llevaba la signatura D201. El análisis de la confesión como acto de habla
se encuentra en las pp. 7-10
que dirige; no sella una dependencia sino que muestra una soberanía
sobre sí mismo. La parrhêsia es por tanto un acto de libertad, no de
obediencia, de crítica y no de claudicación.
Por otro lado, el parrhesiasta no se presenta como el referente de lo que
enuncia; no dice lo que él es, como sucede en el acto de confesión. Lo
que se transparenta en el decir es el propio actuar del parrhesiasta, la
armonía entre lo que se es y lo que se dice, la coincidencia entre el suje-
to de enunciación y el de sus propios actos. Por la parrhêsia se constitu-
ye una subjetividad moral un ethos. El coste enunciativo en la confesión
tenía que ver con la aceptación de una sumisión; en la parrhesia el coste
enunciativo tiene que ver con el “coraje”, pues decir la verdad es expo-
nerse a la muerte. Por esta misma razón, Foucault considera que esta
acción no es un acto ilocucionario como los demás.
En efecto, en la primera lección del curso impartido en 1983 en el Co-
llège de France,95 Foucault intenta analizar la parrhêsia como un acto
de habla. Se apoya para ello en un texto de Plutarco donde se descri-
be esta práctica en el escenario de la corte del tirano Dionisio. Pues
bien, se señala que, a diferencia de los otros actos de habla, cuyos
efectos reglados se conocen de antemano, la parrhêsia se caracteriza
por su carácter abierto. Cuando el ciudadano Dión se levanta y toma
la palabra para decir la verdad, se asume un riesgo indeterminado,
cuyo desenlace depende de los elementos de la situación. Lo singular
justamente de la parrhêsia, lo que la distingue de otros actos de habla
es que en él se abre un riesgo indefinido.
En segundo lugar, Foucault señala que la ejecución de un acto de
habla sólo requiere que se satisfagan las condiciones exigidas por
el procedimiento; poco importa que se dé un nexo personal entre
el sujeto del enunciado y el enunciado mismo; la sinceridad no es
necesaria para que se realice logradamente, por ejemplo, el enun-
ciado performativo “me excuso”.96 Sin embargo en la parrhêsia se
requiere un desdoblamiento; no sólo hay que formular un enunciado
verdadero, sino que el sujeto de la enunciación debe estimarlo como
auténticamente verdadero, es decir, debe vincularse a su enunciación
y asumir el riesgo que ello implica. Por último, si la ejecución del acto
de habla prescribe que el sujeto de la enunciación posea un estatuto
determinado (por ejemplo, hay que ser presidente de una sesión para
poder declararla abierta), en el caso de la parrhêsia, el sujeto de la
enunciación puede ser cualquier ciudadano (un filósofo, un cortesano,
un pariente del rey). El parrhêsiasta es el que hace valer su libertad
97 SLUGA, H.: “Foucault à Berkeley”, pp. 840-856 y MILLER, J.: The passion of Mi-
chel Foucault, pp. 344-345. Sobre la trayectoria de Sluga, véase http://philosophy.
berkeley.edu/sluga/
98 Searle recuerda que, mientras almorzaban juntos en su casa de California, le pre-
guntó a Foucault por qué escribía “tan mal”. El filósofo francés le dijo que en París
era imposible escribir con la llaneza de Searle sin arriesgarse a ser tachado de
infantil e ingenuo; había que ser incomprensible, al menos en un diez por ciento.
Pensando que era una broma de Foucault, Searle interrogó años más tarde a su
amigo Pierre Bourdieu. Este le confirmó con creces lo dicho por el pensador de
Poitiers. Cfr. SEARLE, J. y SOLER, M. (ed.): Lenguaje y Ciencias Sociales. Diálogo
entre John Searle y Crea, Esplugues de Llobregat, El Roure Editorial, 2004, pp. 80-
81. Agradezco a Jorge Sola el haberme puesto en la pista de este texto.
99 Sobre la cuestión de la intencionalidad en los actos de habla y su contraste con la
parrhêsia, cfr. GONZÁLEZ FISAC, J.: “How can a parrhesiastic subject be recogni-
zed?”, pp. 10-12
100 SEARLE, J.R.: “’Las Meninas’ and the paradoxes of pictorial representation”, Criti-
cal Inquiry, 6 (1980), 3, pp. 477-487. PRADO, C.G.: Searle and Foucault on truth,
pp. 24-25, tras consultar por e-mail al mismo Searle (en 2002), señala que este
autor siempre ha considerado a Foucault fuera del grupo de pensadores postmod-
ernos franceses. El norteamericano, que conoció a Foucault en Berkeley, llegó
incluso a explicar Las palabras y las cosas en una de sus asignaturas
Conclusión
101 “Ahora bien, Foucault es más interesante que Derrida, porque Foucault es un fi-
lósofo más serio y no es de ningún modo un charlatán” (SEARLE, J. y SOLER, M.
(ed.): Lenguaje y Ciencias Sociales, pp. 79-80)
102 ERIBON, D.: Foucault et ses contemporains, p. 71 y SÁEZ, L.: El conflict entre con-
tinentales y analíticos, Barcelona, Crítica, 2002, pp. 328-337
103 CUSSET, F.: French theory. Foucault, Derrida, Deleuze & Cie et les mutations de la
vie intelectuelle aux États-Unis, Paris, La Découverte, 2003
104 El análisis comparado que PINTO, L.: La théorie souveraine. Les philosophes
français et la socioloie au XXe siècle, Paris, Le Cerf, 2009, pp. 324-356 lleva a cabo
de las trayectorias de Deleuze, Foucault y Bourdieu en los 70, sitúa al segundo a
medio camino entre el irracionalismo neonietzscheano (donde quedaría incluido
Deleuze) y la tradición científica y crítica representada por Durkheim (encarnada
por Bourdieu)
105 “P [de Miguel de Asúa]: Ustedes casi no hacen alusión al influyente autor Fran-
cés Michel Foucault. R [de Alain Sokal]: Yo no tengo nada en contra de Foucault,
no conozco bien su trabajo. Pero me parece que, si él es relativista, se está re-
firiendo a las ciencias sociales, no a las ciencias naturales, y nosotros nos res-
tringimos a analizar, en el capítulo filosófico, el relativismo que concierne a las
ciencias naturales” (DE ASÚA, M.: “Entrevista a Alan Sokal” en http://www.scribd.
com/doc/7076645/Alan-Sokal-Entrevista-Filosofia-de-La-Ciencia-Relativism (con-
sultado el 30-12-2009). Véase también LÓPEZ ARNAL, S. y BENACH, J.: “Una en-
trevista con Alan Sokal sobre Imposturas intelectuales”, http://www.rebelion.org/
noticias/2006/12/43093.pdf (consultado el 30-12-2009)
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Ambiente Jurídico
Centro de Investigaciones Sociojurídicas
Guerrillero
145
Ambiente Jurídico
Facultad de Derecho - Universidad de Manizales
Resumen
Gadamer fue un filósofo que centró su atención, de forma especial, en el tema
hermenéutico. Desarrolla un amplio pensamiento sobre la interpretación y la
forma de darse ésta como elemento connatural a la condición humana. Su
posición parte de los prejuicios generados por el hombre que lo acercan al
objeto que ha de ser interpretado (su punto de referencia, por lo general, es
el texto) y de ahí se introduce en un círculo que va del texto al intérprete y
regresa nuevamente al texto para encontrar en cada movimiento circular un
elemento que enriquece la interpretación, hasta alcanzar una fusión de ho-
rizontes, donde el interprete ha asimilado el contenido del texto haciéndolo
parte de sí mismo, pero sin que el texto pierda su propia autonomía; es decir,
lo interpreta desde su propia historia, tiempo, cultura, circunstancia, desde su
horizonte, para traer hasta sí lo esencial del horizonte del texto. Dicha estruc-
tura se puede ver al interior del ámbito jurídico, en el cual el intérprete, que es
el juez por naturaleza, pero no exclusivamente, se tiene que anteponer a dos
elementos esenciales a interpretar: la norma jurídica y los hechos jurídicos
particulares, para poder, frente a estos, emitir una sentencia. Gadamer tiene
mucho que aportar a esta manera de interpretar en particular a través del
esquema planteado como círculo hermenéutico.
Palabras clave
Hermenéutica, interpretación, precomprensión, círculo hermenéutico, intér-
prete, interpretación jurídica.
Abstract
Gadamer was a philosopher who centered his attention, in a particular way, on
the hermeneutical topic. He develops a broad fill or thought about interpreta-
tion and about how this occurs as a connatural element of the human condi-
tion. His position starts from prejudices generated by man, who gets closer
to the object to be interpreted (his benchmark, usually is the text) and from
there he enters a circle which goes from the text to the interpreter and back
again to the text, to find in each circular motion an element which enriches
interpretations, until reaching a fusion of horizons, where the interpreter has
assimilated the content of the text, making it part of himself, but without let-
ting the text lose its own autonomy, i.e., He interprets it from its own history,
time, culture, circumstance, and from his horizon, to bring to himself the
horizon’s text essentials. This structure can be seen within the legal field, in
which the interpreter, who is the natural (but not the only) judge, must place
himself in front of two essential elements to be interpreted: the rule of law
and legal particular facts, so that it can, in front of them, issue a sentence.
Gadamer has much to contribute to this way of interpretation in particular
through the scheme set forth as hermeneutical circle.
Key words
Hermeneutics, interpretation, pre-comprehension, hermeneutic circle, inter-
preter, juridical interpretation.
La hermenéutica gadameriana en el
ámbito interpretativo jurídico*
(Recibido: Octubre 27 de 2008. Aprobado: Noviembre 14 de 2008)
Introducción
Gadamer es un pensador del siglo XX, que trata de tomar los elemen-
tos más significativos de la historia y de su propia historia para hacer-
los parte de una estructura de pensamiento trascendental. Al interior
de su propuesta filosófica como tal, realizó un interesante papel al
encontrar una relación entre la dialéctica de Hegel5 y el pensamiento
clásico hermenéutico de Schleiermacher6, al igual que considera la in-
5 Sobre Hegel, Hans Georg Gadamer escribió un libro titulado “La dialéctica de He-
gel”, subtitulado “Cinco ensayos hermenéuticos”.
6 Friedrich Schleiermacher (1768 – 1834), coetáneo de Hegel, tiene una significación
peculiar dentro del idealismo alemán: Más que filósofo fue teólogo. Su aportación
a la ética y a la filosofía de la religión es considerable, y fuente de una valiosa tra-
dición dentro de la teología protestante. Fue predicador en Charité de Berlín, luego
15 Ibíd., p. 118.
16 Ibíd., p. 364 – 365
22 Ibíd., p. 366.
Gadamer parte del hecho de que los hombres por naturaleza nos co-
municamos y en dicha comunicación, día a día, entablamos conversa-
ciones, o mejor, empleando sus palabras, “entramos en una conver-
sación”. Una conversación no debe verse como una concatenación de
palabras, es más bien como una red donde más que ir linealmente se
va de aquí para allá y de allá para acá. ¿Qué resulta entonces de una
conversación? Realmente nadie sabe qué se va a concluir de una con-
versación, por eso no se puede decir que “llevamos una conversación”,
nadie sabe para donde va. ¿Qué sucede entonces?
“Lo que saldrá de una conversación no lo puede saber nadie por
anticipado. El acuerdo o su fracaso es como un suceso que tie-
ne lugar en nosotros. Por eso podemos decir que algo ha sido una
buena conversación, o que los astros no le fueron favorables. Son
formas de expresar que la conversación tiene su propio espíritu y
que el lenguaje que discurre en ella lleva consigo su propia verdad,
esto es, desvela y deja aparecer algo que desde ese momento es”28.
Lo importante dentro del proceso comunicativo no está en colocarse
en el lugar del otro, este es un esquema de comunicación muy común
en las esferas de la sociedad. Para Gadamer no se trata de ponerse en
el lugar del otro, la idea central está en ponerse de acuerdo en la cosa.
Ya que el estar en los pies del otro implica necesariamente reproducir
sus vivencias. Esto sería imposible ya que la intención es mediada, es
decir, de por medio o en medio se encuentra el lenguaje, esta es la
manera como se realiza el acuerdo entre quienes se encuentran en el
diálogo, lo que implica que uno y otro, es decir, los interlocutores, ne-
cesariamente tengan que estar comprendiendo a través del medio (no
se hace referencia al idioma ya que esto si sería interpretar, sino en
cuanto al mensaje que llega a través de un medio). Volviendo al error,
si se acepta que deba ponerse en lugar del otro no se necesitaría rea-
lizar una comprensión lingüística ya que de plano se acepta en su tota-
lidad no siendo necesaria la realización de un consenso sobre la cosa.
“No en vano la verdadera problemática de la comprensión y el
intento de dominarla por arte –el tema de la hermenéutica- per-
28 Ibíd., p. 461.
29 Ibíd., p. 461.
30 Ibíd., p. 461.
31 Ibíd., p. 462.
El círculo hermenéutico
32 Ibíd., p. 464.
33 Ibíd., p. 465.
34 Ibíd., p. 63 – 66.
35 Gadamer aborda con seriedad el tema de la dialéctica conforme a lo expuesto por
Hegel, y en general, considerando los increíbles aportes hechos por los clásicos,
esencialmente Platón y Aristóteles, sobre la dialéctica. En un plano radical dentro
del idealismo, Gadamer dice: “Hegel ilustra acaso este moviendo con el ejemplo:
lo real es lo universal. Esta proposición no sólo asegura que lo real es lo universal,
sino que lo universal debe expresar la esencia de lo real. En la medida en que el
concepto de lo real es más precisamente definido en esta proposición, el pensa-
miento no va más allá del concepto…” Tomado de GADAMER, H.G. La dialéctica de
Hegel. Traducción Manuel Garrido. Madrid: Teorema. 2000. p. 29.
36 GADAMER, H.G. Verdad y…II, Op. Cit., p. 66.
37 Ibíd., p. 67.
38 Ibíd., p.106.
39 Ibíd., p.106.
La fusión de horizontes
40 Ibíd., p. 366.
41 Ibíd., p. 367.
42 Ibíd. p. 433.
46 Ibíd., p. 494.
47 Ibíd., p. 511.
48 Ibíd., p. 335.
49 Ibíd., p. 360.
50 El concepto de legalidad responde a la adecuación de la ley a la situación y a la
aplicación correcta del debido proceso, además del cumplimiento de la Constitu-
ción como norma de normas. Es importante resaltar que para la hermenéutica el
problema no es la justicia, sino la interpretación y adecuación de la norma al hecho
concreto. La justicia es una situación de valores y principios que se maneja dentro
de otra perspectiva distinta. Aunque bien en el fondo, para el juez, será una situa-
ción que albergue un conjunto de situaciones que no le competen en este momento
a la hermenéutica.
Bibliografía
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Ambiente Jurídico
Centro de Investigaciones Sociojurídicas
Madre
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Ambiente Jurídico
Facultad de Derecho - Universidad de Manizales
Resumen
Abstract
Unrecht
(Recibido: Septiembre 10 de 2009. Aprobado: Septiembre 30 de 2009)
“La vida es siempre posible bajo el imperio de las leyes, cualquiera que sea su contenido.
Sin embargo, no se puede vivir cuando se da la total ignorancia de lo que está permitido
y lo que está prohibido”.
(H. Lamm, Über die Entwicklung des deutschen Judentums)
1. Introducción
formidad con tales valores. Toda la vida del derecho debe discurrir
por estos eslabones, por estas subsunciones o cooperaciones de la
norma y de la realidad: el hecho A, cuando se produce, da lugar a la
consecuencia B. Intenta ser así el derecho un émulo de las leyes físi-
cas o matemáticas, leyes inflexibles, en el sentido de intentar hacer
posible que ese esquema ideal que sus normas contienen, se plasme
en la práctica y se repita de forma infinita en el tiempo y en el es-
pacio: que todas las veces que se dé A nazca de inmediato B, sin
excepciones, subterfugios o restricciones. Esto se hace así porque
es el mejor medio para asegurar y consolidar las relaciones sociales,
adaptarlas a un patrón ideal que marca los límites de la corrección,
y para contemplar con calma el futuro, sus efectos y sus reacciones,
sin que otros elementos ajenos interfieran en el normal desarrollo de
la vida jurídica. Se busca así la calma por medio del orden, la tranqui-
lidad, la pacificación que es simplemente la seguridad de conductas
y consecuencias. Y el orden es el dominio o control de las acciones y
de las reacciones de todos los sujetos implicados en la vida social: el
conocimiento de los resultados. Sin perjuicio de esa función pacifica-
dora, que está presente en toda concepción de lo jurídico, el derecho
requiere de la violencia, pero de un modo sui generis. No siempre —y
no todo— el derecho es violencia. Pero tampoco es posible que ese
orden se establezca de un modo pacífico en todos los casos. La vio-
lencia es necesaria, pero no cualquier violencia. Por eso, el derecho
es un instrumento que permite disciplinar la violencia y acotarla con
ciertas reglas, de modo tal que aquélla se haga previsible, que se
sepa con seguridad por dónde va a circular, qué caminos va a tomar,
qué direcciones va a seguir, quién o quiénes, cómo y dónde la pueden
ejercer, sin más limitaciones que las que el derecho impone de forma
imperativa. El derecho es, como quería Olivecrona, violencia con re-
glas, violencia normada, como instrumento de defensa y de preven-
ción que toda sociedad se da a sí misma. Se determina de esta forma
quiénes están legitimados para ejercer esa coacción lícita, cuándo la
pueden ejercer, bajo qué condiciones, con qué instrumentos y tam-
bién con qué limitaciones. He aquí la coacción a la que aludíamos, la
violencia legal cuyo monopolio es asumido por el poder político, por
el Estado. Aparece así un componente esencial e inherente de todo
orden jurídico, como había destacado H. Kelsen1, que es esa fuerza
necesaria, pero una fuerza que no es indómita o salvaje, sino que se
somete a lo que el derecho establece para cumplimentar sus fines.
No es una violencia libre, sin frenos, como la que nos aparecía en el
estado de la naturaleza, descrito por Hobbes o, con ciertos matices,
1 Vid. H. KELSEN, El método y los conceptos fundamentales de la teoría pura del De-
recho. Versión del alemán por Luis Legaz Lacambra. Presentación de Jesús López
Medel. Colección Clásicos del Derecho. Editorial Reus, Madrid, 2009, pp. 35-48 y
97-101.
por Locke, una violencia del todos contra todos, prerracional, indefi-
nida; es una violencia que solamente puede ser ejercitada por unos
determinados sujetos frente a otros, desde unos parámetros que el
derecho estatuye y conforme a esos parámetros, con unas dosis y
unos medios perfectamente dibujados. Fuera de los mismos, no hay
pie para lo jurídico, ni para el ejercicio de ese poder jurídificado.
Derecho y violencia parecen ser dos caras de la misma moneda. El
enfrentamiento entre ambas es inmediato y el primero intenta meter
en vereda a la segunda, situarla en unas coordenadas concretas, de
las cuales no puede salir aquélla. La lucha por el derecho, como quería
Ihering en su clásico trabajo, es una lucha para determinar el triunfo
del primero o de la segunda. Si vence el derecho, vence el orden, la
estabilidad de cara al futuro; si vence la segunda, aparece en toda su
plenitud la arbitrariedad, el desorden, la discrecionalidad llevada a sus
máximos extremos, la ausencia de previsión, lo actual frente a lo fu-
turo, porque finalmente todo queda supeditado a la voluntad capri-
chosa de quien acaba por ser propietario titular de la violencia legítima
y legal, a pesar de que no pueda ser calificada como tal porque su
comportamiento le hace perder esos adjetivos calificativos. Ésa es la
pugna nuclear del pensamiento jurídico. ¿Quién vence ese debate?
¿Quién triunfa? ¿El derecho o el poder? Con el primero tendremos el
orden; con el segundo, lo arbitrario. Con el primero, la protección; con
el segundo, la indefensión. Con el derecho sabemos lo que esperamos;
con el poder bruto, ni sabemos, ni podemos esperar nada, porque todo
es posible en la mente del que dirige los hilos y mecanismos de ese
ciego poder. Nada lo puede frenar. El poder es protagonista del dere-
cho y, al mismo tiempo, es protagonista de la vida del hombre, sin que
su reflejo literario sea una excepción. A pesar de la ausencia de em-
patía en numerosos casos entre lo jurídico y lo literario, hay que hablar
de una estrecha colaboración en algunos ejemplos puntuales, donde
se conjugan las dimensiones ética y estética del ser humano2. Porque
la literatura es medio de conocimiento de derecho y éste no deja de
ser una manifestación literaria más. La primera es expresión de la vida
en toda su extensión, descripción del hombre con las propias palabras
que el hombre ha creado; el segundo es instrumento para ese hombre,
también exteriorizado en signos usuales, que marcan conceptos y
principios que por allí asoman. Hay estrecha relación, por tanto, entre
ambas disciplinas. Los argumentos a favor de esa intercomunicación
son abundantes y los enfoques también lo son3. Nada de lo humano le
2.
Con un marcado tono bíblico, decía González Posada, uno de los me-
jores publicistas europeos de comienzos del siglo XX4, que, en un
principio, era la violencia y la violencia era la única guía de la con-
ducta humana. Todo se reconducía a la violencia. Ésta predominaba y
sumía en tinieblas al derecho, que habitaba entre los hombres y que
apenas tenía campo para su desarrollo ordinario, en condiciones de
normalidad y de mínimo respeto a sus postulados. Con la introduc-
ción de un componente ético acentuado, de un “fluido ético” como él
lo denominaba, el derecho se hizo vida y habitó entre los hombres.
Así podemos contemplar hoy en día su majestad, como realización de
la ética, gobernadora del mundo, que de ella recibe gracia y verdad.
Ahí aparece la civilización en el sentido de comunidad de ciudadanos,
que tiene al derecho como uno de sus arietes. Sin la ética, el derecho
es sólo violencia descarnada. Nada más. Sin el fluido ético, el derecho
es mero orden coactivo, intercambiable y ejecutable por cualquier
individuo, sin el más mínimo recato moral. Con la ética incorporada a
su esencia, el derecho se convierte en un elemento cultural claro, en
un elemento de civilización, en parte inescindible de la complejidad
humana. Toda civilización es un compendio de valores y de principios
que se unen ante todo aquello que esté en su contra, esencialmente
contra lo que la destruye. La civilización no se opone a la ausencia
de referentes morales, sino a todas aquellas fuerzas, internas o ex-
ternas, que amenazan con acabar con ella y con lo que ella misma
significa. La civilización nace también para defenderse, para sobrevi-
vir, para subsistir. En cualquier civilización, concebida como el amplio
abanico de caminos que puede recorrer el ser humano en su búsque-
da de la verdad sobre sí mismo y sobre su existencia, el derecho
ocupa (o debe ocupar) un lugar de excepción. Es coacción, sí, pero
es mucho más que eso. Es compendio de los elementos referidos a
la sociabilidad y a la historicidad, predicables del ser humano. Sin
él, sólo el caos y la anarquía; con él, el tímido intento de orden y de
moderación, la tranquilidad, ciertas dosis de seguridad y de certeza,
la búsqueda del control de toda forma de fuerza, violencia y, en re-
sumidas cuentas, de poder, para hallar el trípode de la perfección,
de una ejemplar perfección, en lo social y en lo político: Justicia,
Libertad, Verdad parecen ser los objetivos finales. Toda civilización
era, como decía J. W. Goethe, el ejercicio permanente del respeto. La
vida se diseña, en fin, sobre la base del respeto a Dios, al prójimo y
a nuestra propia dignidad y ésa es la clave de la misma5. En ella, en
4 Vid. A. POSADA, Tratado de Derecho Político. Colección Crítica del Derecho. Sec-
ción Arte del Derecho. Editorial Comares, Granada, 2003, pp. 25-37.
5 Vid. R. RIEMEN, Nobleza de espíritu. Tres ensayos sobre una idea olvidada. Arcadia,
Barcelona, 2006.
6 Vid. R. M. KIESOW, Das Alphabet des Rechts. Fischer Taschenbuch Verlag, Frank-
furt am Main, 2004.
7 Vid. A. SUPIOT, Homo Juridicus. Essai sur la fonction anthropologique du Droit.
Éditions du Seuil, Paris, 2005.
8 Vid., entre otros muchos, H. KELSEN, Teoría General del Estado. 15ª edición. Edi-
tora Nacional, México, 1983, pp. 123 ss.; B. DE JOUVENEL, La Soberanía. Colección
Crítica del Derecho. Sección Arte del Derecho. Editorial Comares, Granada, 2000,
pp. 27 ss.; H. J. LASKI, La gramática de la política. El Estado moderno. Colección
Crítica del Derecho. Sección Arte del Derecho. Editorial Comares, Granada, 2002,
pp. 297 ss.; H. HELLER, Teoría del Estado. Colección Crítica del Derecho. Sección
Arte del Derecho. Editorial Comares, Granada, 2004, pp. 273 ss. R. CARRÉ DE
MALBERG, Contribution à la Théorie générale de l’État, spécialement d’après les
donnès fournies par le droit constitutionnel français. Réédition presenté par Éric
Maulin. Éditions Dalloz, Paris, 2004, pp. 69 ss.; y, especialmente, G. JELLINEK,
Teoría General del Estado. Editorial B. de F. Julio César Faira, Editor, Montevideo,
2005, pp. 534 ss. Para el poder, vid. B. DE JOUVENEL, El Poder. Historia natural de
su crecimiento. Unión Editorial, Madrid, 1998. Desde otra perspectiva, igualmente
sugestiva y llena de reflexiones enriquecedoras, vid. E. CANETTI, Masa y Poder.
Alianza Editorial, Madrid, 2000. Una reflexión jurídica elemental la podemos encon-
trar en F. J. LAPORTA, “Derecho y Poder”, en E. GARZÓN VALDÉS y F. J. LAPORTA
(eds.), El derecho y la justicia. Enciclopedia Iberoamericana de Filosofía. Editorial
Trotta. C.S.I.C. B.O.E., Madrid, 1996, pp. 441- 453; y en M. LA TORRE, Derecho,
Poder y Dominio. Biblioteca de Ética, Filosofía del Derecho y Política. Distribuciones
Fontamara, México, 2004, con la bibliografía allí citada.
de ese poder en todos sus ámbitos, la lucha sin cuartel contra los
espacios remotos en que éste opera sin frenos de ninguna clase, de
ningún signo o medida, contra las inmunidades, para que el derecho
triunfe y el poder quede sometido al mismo en aras de la libertad.
Si no hay un poder cierto en cuanto a sus posibilidades y acotado en
cuanto a sus fines, si no sabemos por dónde discurrirá, nos hallare-
mos ante un escenario de violencia o de fuerza desbocada, de arbi-
trariedad, mas nunca ante un poder concebido como algo dominado,
doméstico, sometido, como una construcción de ingeniería que con-
forma el cauce usual por el que discurre la actividad pública. Es éste
el terreno de lo arbitrario, el mundo del no derecho, donde todo es
posible porque nada hay establecido, ni preestablecido, donde cabe
todo y cabe toda solución precisamente porque nada, ni nadie nos
dice qué es válido, qué es operativo, qué es justo. Es el mundo del
relativismo, de la ausencia de firmeza, de valores y de referentes de
cualquier signo o procedencia. Allí donde hay instalado un nihilismo
cobarde de resultados y posibilidades, allí donde solamente hay po-
der sin freno, allí donde todo sirve para cualquier fin y no hay límites
a la acción de ese poder, el derecho torpemente trata de cumplir sus
cometidos y fracasa en el intento, sucumbe ante el poder, pierde la
batalla, es derrotado sin paliativos. Es el tiempo del totalitarismo,
expresión del más descarnado amor por el poder y desprecio del
derecho. Un absolutismo, al estilo moderno o postmoderno, sin fre-
nos éticos y sin frenos jurídicos. El derecho es libertad en el sentido
kantiano de coordinación de autonomías de acuerdo con un principio
general de igualdad; el poder no lo es, si no en aquella medida que
sirve al derecho, en la medida en que sirve al derecho y se coloca a
su servicio. El triunfo de la libertad solamente se puede producir allí
donde el derecho consiga imponerse al poder y regular todos y cada
uno de sus pasos: disfrazar al poder bajo sus ropajes y cambiar su
esencia tiránica. Es difícil el reto, pero no imposible. Es además lo
más deseable en un escenario de libertad generalizada (un marxista
tacharía a esto de ilusión del propio sistema de dominación creado
para reprimir cualquier forma de revolución, pero la revolución puede
darse sin la necesaria ruptura, sin la sangre y sin el dolor). El dere-
cho es garantía de esa libertad frente al poder. Si estos elementos
no se pueden conjugar, aparece el reverso doloroso y tenebroso que
protagoniza lo arbitrario, que tiene como culminación la dictadura,
el autoritarismo más cerval y, finalmente, la aniquilación totalitaria
del individuo, de su libertad y del derecho mismo, que caen como un
castillo de naipes al desaparecer su más profundo sustento.
Estos requisitos de la relación, poder y derecho, con su correlato de la
dominación y del sometimiento, que conducen a la certeza de saber en
cada instante quién tiene el poder, por dónde va a discurrir la activi-
dad de ese poder, qué instrumentos va a emplear el mismo y con qué
3.
Ese poder se orienta a unos fines, los marcados por el derecho, cuyo
corolario sería la suprema virtud social. La limitación del orden político
y del orden jurídico arranca precisamente de la vinculación estrecha a
los fines que presiden esta dinámica de la vida comunitaria. El poder
no está para ejercerse por y para sí mismo; está situado para servir
a unos fines y esos fines imponen conductas. Aparece así la Justicia,
el ideario sobre el cual bascula todo orden jurídico, cual es la idea de
lo justo y de lo equitativo. La Justicia es principio fundamental de los
fines; el poder es el arranque de toda posición mítica del derecho mis-
4.
En ese escenario casi bélico, de pugna continuada, esa función de lu-
cha defensiva corresponde al derecho, que aparece así como freno a
la acción ilimitada del poder. Si desaparece el derecho, si el derecho se
supedita total y rotundamente a los intereses del poder, si el derecho,
lejos de controlar al poder, se somete a sus dictados discrecionales y
abusivos, aparece en su grado máximo la arbitrariedad y desaparece
ese fluido ético que debe estar subyacente en la construcción de todo
11 Vid. H. ARENDT, Los orígenes del totalitarismo. 4ª edición. Ensayistas, 122. Serie
Maior. Editorial Taurus, 2004.
5.
El totalitarismo, así descrito, no es sólo algo político; ha sido material
literario de primera magnitud. Este itinerario descrito ha tenido su
plasmación en varias obras del siglo XX que han incidido en la descrip-
ción de los aspectos más decisivos de esa ideología totalitaria y de su
realización práctica. Veamos ahora algunos ejemplos literarios de lo
que hemos venido caracterizando como totalitarismo. En este régimen
político, derecho, ley y Justicia, son solamente portadas, palabras, ni
siquiera conceptos, profundos o superficiales. Son una inoperante fa-
chada, la forma, el elemento externo decorativo que no sirve absolu-
tamente para nada relevante, ni incide en la vida de los hombres más
ce formar parte del sistema legal ordinario o normal, sino como algo
colocado por encima de toda normalidad institucional, algo excepcional
y, por ello, ilimitado en sus funciones y atributos, e imprevisible en sus
decisiones. Se suceden jerarquías de magistrados, funcionarios, secre-
tismos y silencios, salas enormes y covachuelas atascadas de papeles,
dificultad para acceder a un mínimo de conocimiento y a un mínimo
de verdad, delaciones y denuncias procedentes del anonimato, impo-
tencia final del hombre ante el aparato burocrático, construido para su
servicio, pero que ha acabado por devorarle sin compasión. Ni siquiera
la más elemental posibilidad de defensa está prevista porque nada se
ha estilado al respecto. De ahí el papel nada decisivo para el proceso
de Herr Huld, el abogado, o el ejemplo del señor Block, aquel hombre
que fue denunciado hace cinco años y que ha perdido tiempo, salud y
patrimonio en el caso procesal que le ocupa. El conocimiento acerca
del procedimiento en su fase de investigación o de juicio plenario es
muy restringido y limitado. Se actúa, en cierta medida, por intuición,
pero sin convencimiento, ni seguridad. Del mismo modo, tampoco hay
constancia de que al tribunal lleguen los memoriales, peticiones y es-
critos remitidos por las partes, y que además los lean. Simplemente se
envían y con eso queda constancia de que se han cumplido los trámi-
tes. Hay una denuncia de la incomunicación, del aislamiento del dere-
cho respecto de la sociedad. El fondo de los asuntos no se considera
para nada, porque allí es donde está instalado el caprichoso poder
absoluto que no se puede conocer, ni reconocer, ni siquiera ver o intuir
y que solamente concede a los mortales el don de apreciar las apa-
riencias bajo la forma de atributos procesales. Joseph K tiene todos
los derechos y todas las garantías en su aspecto externo, formal, pro-
cedimental. Realmente, Joseph K está condenado desde el momento
en que el proceso se pone en marcha, lo sepa él o no lo sepa. Porque
en esa ideología absoluta, el mismo proceso es equivalente al castigo
y la ausencia de un tiempo concreto en el proceso es lo que aniquila
cualquier posibilidad, por remota que fuese, de Justicia y de mínima
defensa. No hay espacio para la esperanza, ni para la clemencia, ni
para la misericordia. La máquina del poder avanza de forma inflexible,
continuada, imparable, triturando a todos los ciudadanos, converti-
dos en simples demandados ignorantes de sus destinos, incapaces de
comprender nada e incapaces de rebelarse contra tales designios. El
poder está en la sombra y concede a los mortales el gusto único de
contemplar la exquisita formalidad de su destrucción. Las etapas pro-
cesales van discurriendo sin que los interesados se den cuenta de ello.
El tiempo pasa; el poder permanece y también la duda. El acusado se
instala en la desesperación y finalmente acaba por claudicar. Vive con
la esperanza de ver su inocencia proclamada (cosa difícil, como le co-
munica el pintor Tintorelli, sabedor de los entresijos oficiales, puesto
que no se conocen, dice, casos de absolución total: hay supuestos de
6. Conclusiones
Bibliografía
Para los libros objeto de análisis, hemos manejado las ediciones siguientes,
sin perjuicio de advertir al lector de que son muchas y muy variadas las que
se pueden encontrar en bibliotecas y librerías, sin desdeñar, por supuesto, las
versiones en lengua original:
El proceso. Editorial Cátedra. Colección Letras Universales, Madrid, 1989; No-
sotros. Editorial Tusquets, Barcelona, 1991; Un mundo feliz. DeBolsillo, Barce-
lona, 2003; y 1984. Editorial Destino, Barcelona, 1984. Para los demás asuntos
aquí tratados, se pueden completar algunas visiones con las siguientes obras:
ARENDT, H. Los orígenes del totalitarismo. 4ª edición. Ensayistas, 122. Serie
Maior. Editorial Taurus, 2004.
ARENDT, H. Sobre la violencia. Alianza Editorial, Madrid, 2005.
ARENDT, H. Eichmann en Jerusalén. 3ª edición DeBolsillo, Barcelona, 2008.
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218
Ambiente Jurídico
Centro de Investigaciones Sociojurídicas
Masacre
219
Ambiente Jurídico
Facultad de Derecho - Universidad de Manizales
Resumen
Abstract
Introducción
Metodología
Resultados
12 Sobre el tema se pueden observar, entre otras, las siguientes Sentencias: T-058
de 2004, magistrado ponente: Manuel José Cepeda Espinosa; T-178 de 2002, ma-
gistrado ponente: Rodrigo Escobar Gil y T-1204 de 2000, magistrado ponente:
Alejandro Martínez Caballero.
13 Sentencia T-344 de 2002, magistrado ponente: José Manuel Cepeda Espinosa.
14 Esta posición ha sido fijada, entre otros, en los fallos T-271/95 (M.P. Alejandro Mar-
tínez Caballero), SU-480/97 (M.P. Alejandro Martínez Caballero) y SU-819/99 (M.P.
Álvaro Tafur Galvis).
15 En la sentencia T-378/00 (M.P. José Gregorio Hernández) se consideró que: “La
atención y la intervención quirúrgica debe ser determinada por el médico tratan-
te, entendiendo por tal el profesional vinculado laboralmente a la respectiva EPS,
y que examine, como médico general o como médico especialista, al respectivo
paciente. Y consecuencialmente es tal médico quien dirá si se práctica o no la
operación. Por consiguiente la orden de tutela que dé el Juez tiene que tener como
punto de referencia lo que determine el médico tratante. Y no se puede ordenar di-
rectamente por el juez la práctica de la operación, salvo que ya el médico tratante
lo hubiere señalado, pero la EPS no cumpliera tal determinación médica.”
16 En la sentencia T-665/97 (M.P. Alejandro Martínez Caballero) se decidió que “(…)
la petición del solicitante: que cualquier médico lo pueda recetar y se le entre-
gue el medicamento que diga aún quien no es médico tratante, es una solicitud
abiertamente contraria al sistema de salud que existe en Colombia. Luego había
razón para denegar la tutela.” Esta decisión ha sido reiterada recientemente en las
sentencias T-749/01 (M.P. Marco Gerardo Monroy Cabra) y T-256/02 (M.P. Jaime
Araujo Rentería); sin embargo, es preciso indicar que en esta última aunque efecti-
vamente se reiteró que a la E.P.S. sólo la obliga el concepto de un médico adscrito
a la misma, se decidió que cuando se trate del derecho a la salud de un niño, y el
dictamen sobre el cual se haya basado la reclamación haya sido proferido por un
médico no adscrito a la E.P.S., ésta debe proceder a determinar si en realidad el
menor necesita el medicamento mediante remisión a un médico adscrito a ella, en
lugar de negarse a pagar la prestación solicitada por el menor.
17 Ver, entre otras, las Sentencias T-666/97 (M.P. Alejandro Martínez Caballero);
T-155/00 (M.P. José Gregorio Hernández Galindo), T-179/00 (M.P. Alejandro Martí-
nez Caballero) y T-378/00 (M.P. José Gregorio Hernández).
18 Corte Constitucional, Sentencia T-1016 del 30 de noviembre de 2006 (referencia:
T-1411920), magistrado ponente: Álvaro Tafur Galvis.
19 T-344 de 2002 (mayo 9), M. P. Manuel José Cepeda Espinosa.
20 Cfr. T-271 de 1995 (junio 23), M. P. Alejandro Martínez Caballero; SU-480 de 1997
(septiembre 25), M. P. Alejandro Martínez Caballero; SU-819 de 1999 (octubre 20),
M. P. Alvaro Tafur Galvis.
29 Al respecto ver también, entre otras, la Sentencia SU-225 de 1998 (MP Eduardo
Cifuentes Muñoz, SV Carlos Gaviria Díaz, José Gregorio Hernández Galindo y Anto-
nio Barrera Carbonell), en este caso, se decidió confirmar un fallo de instancia en
el que se había tutelado el derecho a la salud de un menor, y se había ordenado al
Ministerio de Salud y a la Secretaría Distrital de Salud de Santa Fe de Bogotá D.C.
que, en el término de 48 horas, ‘se apersonen de la situación que se ha plantea-
do respecto de la población infantil de la zona de Puente Aranda de esta ciudad,
disponiendo lo necesario para que de inmediato se procese el estudio pertinente
que conlleve a que los menores accionantes reciban en forma gratuita las dosis o
vacunas que sean de su caso en específico, para prevenir o controlar la enferme-
dad de la meningitis’. En esta oportunidad, se consideró que de acuerdo con la
jurisprudencia, que el juez constitucional “puede conceder la tutela de un dere-
cho prestacional, siempre que se compruebe un atentado grave contra la dignidad
humana de personas pertenecientes a sectores vulnerables de la población y el
Estado, pudiéndolo hacer, hubiere dejado de concurrir a prestar el apoyo material
mínimo sin el cual la persona indefensa sucumbe ante su propia impotencia. En
estas situaciones, comprendidas bajo el concepto del mínimo vital, la abstención o
la negligencia del Estado se ha identificado como la causante de una lesión directa
a los derechos fundamentales que amerita la puesta en acción de las garantías
constitucionales.”
30 Corte Constitucional, Sentencia T-391 de 2004 (MP Jaime Araujo Rentería). En
este caso la Corte dijo: “(…) Las exculpaciones presentadas por la demandada no
son de recibo, pues la doctrina constitucional de esta Corporación ha señalado con
palmaria claridad que el estado de liquidación de la empresa no es excusa para que
ésta deje de cumplir con obligaciones que, como las mesadas que les debe a sus
pensionados, son de primerísimo orden y merecen prioridad en su pago. (…) Así
las cosas, esta Sala considera que Aquantioquia S.A. E.S.P violó efectivamente el
derecho al mínimo vital de la señora María Edilma Cuartas López.”
64 T-459 de 2007
65 T-1234 de 2004
66 Ver por ejemplo la T-160 de 2007 y la T-459 de 2007.
67 Corte Constitucional, Sentencia T-749 de 2001 (MP Marco Gerardo Monroy Cabra).
68 Corte Constitucional, Sentencia T-490 de 2006 (MP Marco Gerardo Monroy Cabra).
69 Corte Constitucional, Sentencia T-198 de 2004 (MP Eduardo Montealegre Lynett).
70 Corte Constitucional, Sentencia T-676 de 2002 (MP Jaime Araujo Rentería).
71 Corte Constitucional, Sentencia T-073 de 2007 (MP Manuel José Cepeda Espinosa).
Conclusiones
Bibliografía
Caballista, fragmento
Mi ideal político es el democrático. Cada uno debe ser respetado como persona y
nadie debe ser divinizado.
Albert Einstein
257
Ambiente Jurídico
Facultad de Derecho - Universidad de Manizales
Resumen
Este artículo plantea un diálogo crítico con las posiciones de Giovanni Sartori,
tales como aparecen en ¿Qué es la democracia? Su objeto es, por un lado,
identificar, con la guía de Sartori, la esencia y el fundamento de legitimidad de
la democracia liberal moderna; por otro, discutir –y, eventualmente, poner en
tela de juicio– los principios fundamentales propuestos por el ilustre politólo-
go respecto de la legitimidad democrática del constitucionalismo.
Palabras clave
Sartori – Democracia - Constitucionalismo - Legitimidad – Soberanía del
Pueblo
Abstract
I) Introducción
3 Cfr. Verfassungslehre, Berlín, Duncker & Humblot, 1993, esp. pp. 36-41 y 125 y ss..
4 Sobre el tema de la continuidad esencial del Estado de derecho (liberal) tras la
segunda posguerra vide Ernst Forsthoff, Stato di diritto in trasformazione, trad it.
L. Riegert y C. Amirante, Milán, Giuffrè, 1973.
5 Cfr. su Manual de derecho constitucional comparado, Madrid, Alianza, 1993, pp.
33-41.
6 Al hablar de legitimidad política nos referimos a la cuestión de la rectitud o justicia
del poder político, distinguiéndola del problema de la justificación del Estado y del
de la validez de las normas, a los cuales, con todo, se encuentra intrínsecamente
vinculada; sobre estas distinciones tema vide “Una introducción en el tema de la
legitimidad política”, en prensa en Espíritu (Barcelona, 2010).
7 Cfr. Sergio R. Castaño, “La doctrina aristotélica de los principios de legitimidad
política. Estudio de fuentes”, en Ius Publicum, nº 21 (2008).
12 Y esto es válido para cualquier teoría acerca de la naturaleza del poder social,
desde aquéllas que lo centran en la dirección del grupo a su bien común (el aris-
totelismo clásico y escolástico) hasta aquéllas que lo reducen a la aplicación de la
fuerza (p. ej., Max Weber y su “sociología de la dominación”).
13 Sobre esta delicada cuestión es pertinente citar a Héctor H. Hernández, Derecho
subjetivo. Derechos humanos, Buenos Aires, Abeledo-Perrot, 2000, p. 79; donde el
autor se pronuncia en forma negativa respecto del carácter facultativo de todo de-
recho subjetivo “dinámico” (como poder jurídico) que no consista en una potestad.
14 Para toda esta cuestión, que consideramos decisiva, cfr. nuestro Principios políti-
cos para una teoría de la constitución, Buenos Aires, Ábaco de Rodolfo Depalma,
2006, cap. IV.
15 Tal la sentencia, teoréticamente inobjetable, del gran constitucionalista alemán Jo-
sef Isensee: “Soberano no es aquí quien responde la pregunta, sino quien la hace”
(cfr. Das Volk als Grund der Verfassung, Opladen, Westdeutscher Verlag, 1995, p.
46).
16 Cfr. Teoría general del Estado, trad. L. Legaz, Barcelona, Labor, 1934, p. 402.
19 Cfr. “El lugar del consenso dentro de los valores humanos y políticos”, en el volu-
men colectivo Persona, familia y sociedad, Santiago de Chile, Academia de Derecho
UST, 2009.
20 Cfr. El mito del pueblo como sujeto de gobierno, de soberanía y de representación,
Buenos Aires, Abeledo-Perrot, 1960.
24 “Sur le principe de légitimité”, en AAVV, L’idée de légitimité, París, PUF, 1967, pp.
47-60.
25 En la misma línea, respecto de la guerra justa, Bobbio defiende la distinción entre
la legitimidad de la guerra (es decir, la justicia o injusticia de la contienda, fundada
en la existencia o no de una justa causa) y la legalidad de la guerra (es decir, el
hecho de que las hostilidades se originen en la autoridad de los Estados involu-
crados). Desde su perspectiva positivista el primer problema (i. e. bellum iustum)
no es jurídico, sino meramente moral; sólo el segundo (i. e. hostis iustus) cuenta
como cuestión relevante para el derecho internacional público (cfr. Il problema
della guerra e le vie della pace, Bolonia, Il Mulino, 1991, pp. 57 y ss.).
(cfr. Thomas Hobbes, trad M. Escrivá Romaní, México, FCE, 1995, p. 67).
29 ¿Qué es la democracia?, p. 188-189.
30 ¿Qué es la democracia?, p. 181-190.
31 ¿Qué es la democracia?, p. 190-192.
32 Precisamente en la nota final (p. 444) del cap. II compulsado supra, Sartori había
adelantado que el tema de la legitimidad democrática seria abordado en este lugar,
al tratar sobre la oposición que nos ocupa.
35 Cfr. Legalität und Legitimität, Berlín, Duncker & Humblot, 1988, pp. 30 y ss.. En
próximos trabajos trataremos sobre los Tribunales Constitucionales como garantía
de ciertos derechos fundamentales y del Estado “constitucional” (fundado en valo-
res) como superación del Estado “legal“ del positivismo normativista clásico.
36 Remitimos aquí a nuestro trabajo “El principio de separación de poderes. Una re-
flexión histórica”, en Persona y Derecho, vol. 37 (1997).
37 De hecho, Gustavo Zagrebelsky se refiere a un “positivismo cultural”, en el que
-según su concepción- se funda el ordenamiento jurídico (cfr. “El derecho consti-
tucional del pluralismo. Conversaciones con el Profesor Gustavo Zagrebelsky”, por
Marina Gascón Abellán, en Anuario de Derecho Constitucional, nº 11 -1999-, p. 18).
38 Teoría general del Estado, trad. F. de los Ríos, Buenos Aires, Albatros, 1943, pp.
300 y ss..
39 Vale la pena por último señalar que en toda esta discusión no ha aparecido un
elemento sociológico-institucional clave para el tema de la democracia en la cir-
cunstancia actual, cual es el del sistema de partidos, en torno del cual se dirimen
hoy álgidos conflictos que afectan la legitimidad de origen de la representación y
conllevan la eventual distorsión de la real voluntad colectiva del electorado.
40 ¿Qué es la democracia?, pp. 48-49.
274
Ambiente Jurídico
Centro de Investigaciones Sociojurídicas
Cuentera, fragmento
Las cadenas de la esclavitud solamente atan las manos: es la mente lo que hace
al hombre libre o esclavo.
Franz Grillparzer
275
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Resumen
Abstract
The tertiary education is part of the social common goods and has changed
from being considered a human right of universal nature to a state duty; as
it was defined by the Declaration in the Regional Higher Education Conference
in Latin American and the Caribbean region, which was held in Cartagena
the 4 and 6 of June 2008. In this same Declaration, the strategic role of the
higher education is recognized in the processes of the sustainable develop-
ment of the regional countries. In this frame of ideas, a following question
was stated: Has the Colombian higher education been asssumed by different
goberments , by schoolars, by different social actors as a sectorial common
policy from the consented processes with the civil society ? To look for an
answer to this question I have considered a tracking to the Colombian higher
education from the last decades, its genesis and behaviour according to the
public policies and their effects as variables which intervene in the universi-
ties and country development.
Key words
Higher education, public policies, university, state, interest group, genesis,
public formulation of policy.
3 Propuesta que en 2007 está siendo objeto de discusión mediante metodologías que
incluyen foros virtuales, mesas de trabajo interinstitucionales y otras estrategias
que pretenden hacer del Plan Nacional Decenal de Educación una agenda para pla-
near a mediano plazo lo que será el futuro educativo de los colombianos.
4 Para manejar conceptualmente la idea de política pública véase: MULLER, Pierre.
Las políticas Públicas. Traducción de Jean-Francois Jolly y Carlos Salazar Vargas.
Universidad Externado de Colombia. Estudios de caso en Políticas Públicas. Segun-
da edición actualizada, aumentada y corregida. No. 3. Bogotá, 2006. Igualmente
ver: ROTH Deubel, André-Noêl. Políticas Públicas. Formulación, implementación
y evaluación. Ediciones Aurora. Bogotá, 2002, tercera reimpresión 2006. págs.
25-26. Ver: MENY, Yves y THOENIG, Jean-Claude. Las Políticas Públicas. Versión
española a cargo de Francisco Morata. Editorial Ariel, S.A. Barcelona, 1992.
5 En efecto, el esfuerzo del Ministerio de Educación Nacional y el ICFES se focalizó en
la necesidad de modernizar las estructuras académico-curriculares de la educación
superior en Colombia, desde el concepto de flexibilidad, para aportar al mejora-
miento de la calidad; no obstante, ello no condujo por sí mismo a una política pú-
blica integradora de la educación superior en el país. Para ampliar sobre el tema de
flexibilidad véase: “Flexibilidad y Educación Superior en Colombia”. Serie calidad
de la educación superior número 2. Mario Díaz Villa, 2002.
Ejes de investigación
El método
Marco teórico
Perspectivas
23 Lectura y análisis riguroso de la Ley 80 de 1980, Ley 30 de 1992, Ley 115 de 1994,
Decretos y Resoluciones reglamentarias será tarea indispensable dentro del tra-
bajo investigativo, toda vez que desde la legislación se muestra en gran medida
el camino que sigue un sector tan importante como el de la educación superior.
Así mismo, se revisará jurisprudencia de la Corte Constitucional, organismo que
ha actuado en diversas ocasiones cuando se requiere su intervención en casos que
generan duda sobre inexequibilidad.
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293
Ambiente Jurídico
Facultad de Derecho - Universidad de Manizales
Resumen
Abstract
Participación ciudadana en la
Constitución de 1886 a propósito
del bicentenario constitucional*
(Recibido: Octubre 6 de 2009. Aprobado: Octubre 30 de 2009)
Introducción
2 Ibídem.
3 Ibídem
4 Proyecto de Investigación: BICENTENARIO DE LA CONSTITUCION EN COLOMBIA,
presentado por las Facultades de Derecho de las universidades Libre de Bogotá,
Militar Nueva Granada, Medellín y Manizales.
5 Ibídem
Diseño metodológico
7 En este sentido los autores García Gallo, Bartolomé Clavero, entre otros.
mesadas que tomo del tesoro del Perú. Además, como no ten-
go que irme del país tan pronto, no necesito dinero para nada.
Cuando me vaya a Europa encontraré en el Banco de Londres los
arrendamientos de una mina de cobre que tengo en Venezuela,
arrendada últimamente por los ingleses por 12,000 pesos al año.
La Providencia, que vela sobre mi honra, me ha dado este recurso
para no verme obligado a recibir de ningún gobierno dinero con
que vivir en mi vejez.11”.
Lo expresado en esta cita por el libertador, no es otra cosa que el
pensamiento del criollo de su época y el especial interés que se tenía
en el manejo de los negocios, una idea bien distinta al altruismo y
desprendimiento material expresado en la proclama del 27 de agosto
de 1828 juramentando como presidente vitalicio, donde argumenta lo
siguiente:
¡Colombianos! No os diré nada de libertad, porque si cumplo mis
promesas seréis más que libres, seréis respetados; además bajo
la dictadura ¿quién puede hablar de libertad? ¡Compadezcámo-
nos mutuamente del pueblo que obedece y del hombre que man-
da solo!
Este es el contexto general de varias de las constituciones colom-
bianas, en las que el contenido religioso, específicamente; católico,
apostólico y romano es evidente y la influencia española es directa
y significativa, este artículo por razones de extensión solo mostrará
el rastreo de la participación ciudadana a partir de la Constitución de
1886, como se escribe a continuación.
La constitución de 1886 y la participación ciudadana.
Para el año de 1885 estaban divididos los liberales en dos bandos, por
un lado, los radicales que defendían de manera vehemente la Consti-
tución de Rionegro, y por otro lado, los independientes que pedían la
reforma del texto constitucional. En ese entonces, Rafael Núñez era go-
bernador de Bolívar y Julián Trujillo al igual que Núñez, eran unos libe-
rales moderados, Trujillo se posesionará como presidente y Núñez dirá:
“El país se promete de vos una política diferente, porque hemos
llegado a un punto en que estamos confrontando este preciso
dilema: regeneración administrativa fundamental o catástrofe12”.
Fue así como comenzó en nuestro país la regeneración y posterior-
mente la construcción del canal de Panamá con los auspicios y la ayu-
Conclusiones
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drid: Ediciones Cultura Hispánica.
Nacimiento, fragmento
Cuando los hombres son puros, las leyes son inútiles; cuando son corruptos, las
leyes se rompen.
Benjamin Disraeli
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Ambiente Jurídico
Facultad de Derecho - Universidad de Manizales
Resumen
Abstract
This article shows the relationship between policy and politics in the acad-
emy at the Faculty of Law, University of Manizales, dimensions traditionally
considered outside the realm of objective knowledge of the law but directly
articulated in practice. However, both the political and the political intersect
with the right to establish laws, rules and codes to regulate beyond the forms
of organization, are open to interpretation of a reality that demands openness
and building relationships and spaces action.
Key words
academia, politics, ethics, law, reality, social, relationship, action, training.
Introducción
1 El derecho positivo sirve como medio para regular la convivencia de las personas,
de una manera legítima, lo cual exige el reconocimiento mutuo de los ciudadanos.
El derecho subjetivo guarda correspondencia con la libertad de pensamiento, co-
nocimiento y actuación. Rawls en la formulación de su primer principio de justicia
afirma que toda persona tiene igual derecho a libertades básicas, lo más extensas
posibles, compatibles con similares libertades para los demás. Principio de igual-
dad que ha recibido también fuertes críticas de otros autores, como Amartya Sen,
para quienes las condiciones son disímiles, por lo que en medio de la diferencia,
las personas han de buscar o lograr las combinaciones de funcionamientos en el
desarrollo de sus capacidades para alcanzar determinado nivel de calidad de vida
y bienestar.
2 Los derechos revelan de un orden jurídico que se transfiere a los individuos. Es un
poder o dominio de la voluntad, conferido por el orden jurídico. Así, todas las per-
sonas tienen el poder de ejercer sus derechos objetivos, subjetivos y la libertad,
para ejercerlos dentro de límites establecidos socialmente.
3 El derecho se considera una relación y una práctica social, y en estos dos aspectos
esenciales es expresión de una conexión entre individuos. Los derechos son públi-
cos, en tanto implican obligaciones para con los demás, así como títulos frente a
ellos. En su apariencia son, por lo menos, una forma de cooperación social. Como
elementos de un orden jurídico presuponen la colaboración de sujetos que se re-
conocen como sujetos de derechos y deberes, los cuales están recíprocamente
referidos a unos y otros. Este reconocimiento recíproco es elemento integrante
de un orden jurídico del que se derivan derechos subjetivos, cuyo cumplimiento
es judicialmente exigible. Así el derecho subjetivo y el derecho objetivo son co-
originales. El derecho objetivo sólo puede provenir de los derechos que los sujetos
se reconocen recíprocamente.
4 El derecho no es un sistema de símbolos sino de acción. El derecho se considera un
sistema de saber y un sistema de acción, se entiende como un texto de proposicio-
nes e interpretaciones normativas y como instituciones, es decir como un complejo
de elementos regulativos de la acción. El derecho se establece en la cultura y en
la sociedad. La persona que juzga y actúa moralmente tiene que apropiarse autó-
nomamente de ese saber, elaborarlo y traducirlo a la práctica, lo que implica estar
sometido a exigencias cognitivas, motivacionales y organizativas.
5 En tanto el derecho es una construcción del ser humano para generar relaciones
de convivencia y mediar en el conflicto.
8 Ibídem., p. 46.
10%
35%
Niñez
Adolescencia
Adultez
55%
13% Deportes
20%
Investigación
7%
Político
3% 3%
Eventos académicos
Directivo
27% 27% Otros
ninguno
11 Informante dos.
12 Aporte reflexivo del doctor Carlos Alberto Dávila Cruz. Manizales. 2008.
Conclusiones
Bibliografía
SCOTT, Cyntia; JAFFE, Dennis y TOBE, Glenn. Visión, valores y misión or-
ganizacionales. Construyendo la organización del mañana. México: Grupo
Editorial Iberoamericana. 1998.
SOTOLONGO CODINA, Pedro Luis; DELGADO DÍAZ, Carlos Jesús. Capítulo IV.
La complejidad y el diálogo transdisciplinario de saberes. En: La Revolución
contemporánea del saber y la complejidad social. Hacia unas ciencias socia-
les de nuevo tipo. 2006.
Tipo de artículo
Proceso de presentación
• Título del trabajo, nombre del autor con nota al pie de página que
muestre la filiación institucional (datos académicos y profesionales
y trayectoria académica) y dirección electrónica.
• Resumen y abstract: máximo de 100 palabras, en las cuales se
muestran, de forma muy breve, los argumentos principales y las te-
sis desarrolladas, las críticas y los aportes más relevantes. Idioma:
Español e Inglés.
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