Suñer Enrique - Los Intelectuales Y La Tragedia Española
Suñer Enrique - Los Intelectuales Y La Tragedia Española
Suñer Enrique - Los Intelectuales Y La Tragedia Española
Enrique Suer
Los intelectuales
y la
tragedia espaola
ndice
Al
lector,
A mi fraternal amigo Teobaldo Busto, 9
Captulo I
Orgenes de la catstrofe actual. Institucin Libre de Enseanza.
Sus fundadores y proslitos ms destacados. Decadencia del
principio de autoridad. Inactividad de los miembros de la Iglesia
catlica, 11
Captulo II
La Junta para Ampliacin de Estudios. Relaciones culturales
extranjeras. Habilidades del Secretario. El sistema de becas y
pensiones: efectos de captacin. La Residencia de Estudiantes, 21
Captulo III
Sntesis evolutiva de la Institucin. Pesimismo y optimismo.
Estado paraltico de los gobernantes frente a la obra de los
institucionistas. Inopia de conspicuos polticos. El ejrcito de la
Residencia. El Ateneo, centro conspirador y anarquizante, 31
Captulo IV
San Carlos: su representacin ideolgica y romntica. Nuevas
costumbres poco edificantes. Esfuerzos excesivos de los
independientes en la atmsfera de los claustros de la Universidad de
Madrid, 43
Captulo V
Accin demoledora de la Universidad. Introduccin en la misma de
profesores indeseables. Algunos tpicos ejemplares. Actividades
paradjicas de los elementos sectarios. Racional explicacin de su
desconcertante conducta, 53
Captulo VI
Al lector
Espaa sufre la ms horrenda de las catstrofes de su Historia.
Ros de sangre corren por todos los mbitos de la Pennsula,
afluyendo en caudal tan inmenso, que bastaran para formar un
verdadero mar. A cuntos metros cbicos ascender el rojo licor
Captulo I
Sumario: Orgenes de la catstrofe actual. Institucin Libre de
Enseanza. Sus fundadores y proslitos ms destacados.
Decadencia del principio de autoridad. Inactividad de los
miembros de la Iglesia catlica.
Los orgenes de la catstrofe que experimentamos son muy
remotos y complejos. Nos perderamos tal vez en varios siglos si
buceramos en las causas lejanas de esta desdicha. No pretendo
llegar a tanto; ni siquiera estoy preparado en conocimientos
histricos para deducir los viejos principios de este proceso.
Apelando al lenguaje mdico, dir que he de separar las causas
predisponentes y los factores constitucionales (si bien es cierto
que no pienso desposeerme del todo de tales elementos de juicio),
para ocuparme de la etiologa determinante y ocasional, por ahora
la de ms inters prctico.
La Institucin Libre de Enseanza, en el curso de una labor
medio centenaria, ha ido creando una legin de adeptos, entre los
cuales se encuentran los principales agentes revolucionarlos. El
amor a [12] la exactitud me obliga a decir que don Francisco Giner
de los Ros fue un espritu sincero, de inclinacin proselitaria, dotado
de dotes sugestivas, apropiadas para la conversin a su causa de los
jvenes alumnos, sobre los cuales ejerca una influencia decisiva.
Personas merecedoras de entero crdito me han descrito a Don
Francisco como una personalidad edificante en el orden moral, de
atraccin intensa en sus relaciones sociales. Indudablemente, la obra
de D. Francisco Giner no hubiera podido realizarse sin una fuerza
psquica extraordinaria. As se explica el sello impreso en el carcter
de los que fueron sus discpulos. Es probable tambin que fines
lgicos, respetables, le indujesen a una labor de captacin de altura,
que, desgraciadamente, cay, despus de su muerte, en las ms
lamentables aberraciones. Cualquiera que sea el juicio que
formulemos sobre la obra de don Francisco Giner, aun en este
perodo de contrarios y naturales apasionamientos por los resultados
Captulo II
Sumario: La Junta para Ampliacin de Estudios. Relaciones
culturales extranjeras. Habilidades del Secretario. El sistema
de becas y pensiones: efectos de captacin. La Residencia de
Estudiantes.
La Junta para Ampliacin de Estudios fue una de las
fundamentales bases de la influencia institucionista, aunque de
evolucin un tanto lenta. La mano que gui siempre, hasta el final,
dicha Junta, fue la de su primer secretario, Castillejo. Cuando,
transcurridos muchos aos de accin inmediata, directa, sobre ella,
la traspas a otra persona, el espritu de especfica naturaleza estaba
bien arraigado en los colaboradores. El timn que se soltaba poda
confiarse ya a otro piloto; pues no haba temor alguno de que la nave
encallase ni variase de rumbo: tan seguras eran las cartas martimas
de navegacin, tan expertos los tripulantes, formados en el curso de
ms de veinticinco aos de tenaz propaganda, como conocidas y
tranquilas eran las aguas, las costas, los vigilantes, en fin, todos los
Captulo III
Sumario: Sntesis evolutiva de la Institucin. Pesimismo y
optimismo. Estado paraltico de los gobernantes frente a la
obra de los institucionistas. Inopia de conspicuos polticos. El
ejrcito de la Residencia. El Ateneo, centro conspirador y
anarquizante.
En el final del anterior captulo he pretendido probar cmo la
evolucin histrica en el curso de cincuenta aos de vida
institucional, haba logrado pasar en la propaganda: 1, por una fase
filosfica y pseudo apostlica con verdadero suaviter inmodo; 2,
por una accin activa reclutadora de combatientes, y, 3, por la
formacin de unas masas dispuestas a ejercer el imperio de la
fuerza. Ya estaban las huestes preparadas para contribuir a la obra
revolucionaria. El cuartel con las milicias, sin que a stas les faltase
incluso un Estado Mayor directivo, era la Residencia. As, de modo
gratuito y prfido, se labraba, con el dinero del Estado, la ruina de
ese mismo Estado, tan ayuno de hombres perspicaces o de leales
consejeros que pusieran a las altas personas situadas en la cumbre
del Rgimen [32] constituido, en guardia contra el peligro que la
marcha de los intelectuales organizados envolva para toda
nuestra sociedad. A este propsito, permtaseme una digresin que
estimo de oportunidad en estos momentos. Es muy frecuente en
nuestro pas or hablar, con poco sentido crtico, de optimismo y de
pesimismo. Naturalmente, ambos estados de nimo obedecen con
frecuencia a una frmula humoral, endocrina, como podramos
decir empleando el lenguaje de la profesin mdica; pero cuntas
veces los puntos de vista satisfactorios o amargos se derivan de la
manera de pensar, de la perfeccin o imperfeccin del cerebro! Yo no
he encontrado todava un medio imbcil, o corto de inteligencia, con
el resto de sus vsceras sano, que no sea optimista; ni tampoco un
hombre de talento claro, profundo, y de espritu sincero, que no haya
apreciado con dolor las comprometidas situaciones por las que,
desde que tengo uso de razn, ha pasado nuestra Patria.
Con verdadera severidad, rayana en la acrimonia, hizo D.
Marcelino Menndez y Pelayo la diseccin de muchos personajes
inspiradores de Giner, entre ellos el filsofo importador de la
Captulo IV
Sumario: San Carlos: su representacin ideolgica y romntica.
Nuevas costumbres poco edificantes. Esfuerzos excesivos de los
independientes en la atmsfera de los claustros de la Universidad
de Madrid.
En el ao 1921 hice mis oposiciones a la ctedra de Pediatra de
la Facultad de Medicina de Madrid. Tuve la fortuna de obtener el
puesto deseado, por haber sido aquella Escuela de San Carlos la que
me haba formado en mi profesin, y en la que haba realizado todos
mis estudios. San Carlos representaba sigue representndolo, a
Captulo V
Sumario: Accin demoledora de la Universidad. Introduccin en la
misma de profesores indeseables. Algunos tpicos ejemplares.
Actividades paradjicas de los elementos sectarios. Racional
explicacin de su desconcertante conducta.
Dado el espritu dominante en los Claustros de la Universidad de
Madrid hacia el ao 1921 y siguientes, de tendencias francamente
libertarias y destructoras, no puede extraar que los elementos
directivos sectarios procurasen, sirviendo las inspiraciones
institucionistas y masnicas, un reclutamiento en el profesorado,
como en todos los puestos de labor intelectual, consonante con sus
propsitos polticos. De aqu la desconfianza que apareca en los
mangoneadores ante el simple anuncio de un posible catedrtico que
no fuera de sus ideas ni presentara flexible la cerviz para inclinar la
cabeza ante los dueos de aquellos Centros y Corporaciones
acadmicos. No era necesario que el candidato hubiese manifestado
claras ideas derechistas; bastaba con que su conducta anterior fuese
[54] independiente o neutra, para inspirar serios recelos. Los
intelectuales de la Universidad seguan el conocido lema: quien
no est conmigo, est contra m. En la poca a que me refiero, los
altos poderes revolucionarios tenan ya decretada la absorcin total
de los Centros de enseanza. Se daban cuenta de la poderosa
palanca que significaba un profesorado sectariamente unido,
ejerciendo su influencia moral y objetiva sobre una masa de jvenes
alumnos fciles de envenenar con lugares comunes de prfida accin
sobre sus ingenuos cerebros. No se desperdiciaba lugar ni ocasin
para verter la ponzoa de la incredulidad sobre la Religin, la
Monarqua, la Fuerza pblica, la Autoridad civil o militar.
Consideraban indispensable producir la psicologa revolucionaria en
una juventud desmoralizada e increyente. El fanatismo de los
materiales que con tanto ahnco se han procurado, sin que su modo
de vivir autorice a considerarles dispuestos a entregarlos en
beneficio de las clases pobres de la sociedad, que aparentemente
trataban de mejorar?
Es imposible admitir una norma de altruismo en su conducta,
porque el examen de la misma nos [61] ensea lo contrario. Qu
aliciente u objetivo social, doctrinal, prctico, de accin, ha llevado a
estos intelectuales por un camino tan nocivo para nuestro pas? La
ignorancia de un trmino final tan trascendente como desastroso, se
podra difcilmente aceptar para algn raro caso de corta visin del
futuro lo que no hablara muy alto en favor de la superioridad
cerebral, tan esparcida por la propaganda oral y escrita; pero la
unanimidad de procedimientos dirigidos a idntico fin, obliga a
rechazar semejante hiptesis. Si la ignorancia no es admisible; si
tampoco puede serlo una conveniencia egosta de orden puramente
material, solamente quedan las explicaciones siguientes: un
sentimiento ideolgico, aunque equivocado, incompatible con la
tacaera de su comportamiento frente a las clases humildes, o un
compromiso secreto, verdadero pacto establecido con las
agrupaciones judaico-marxistas.
Esta ltima suposicin, aun siendo la ms grave de todas, es, a
poco que se medite, la ms convincente. Existen, en primer lugar,
pruebas fehacientes de que algn conspicuo intelectual de los Al
servicio de la Repblica es considerado en boletines masnicos
como individuo afiliado a la organizacin, y al mismo tiempo se
encuentran en investigaciones perspicaces, slidamente conducidas,
pruebas seguras de que alguna de las personalidades aludidas se
halla, desde hace tiempo, al servicio remunerado de una poderosa
nacin extranjera. [62] Por estupenda y aventurada que parezca esta
ltima afirmacin, no deja por ello de ser absolutamente cierta.
Datos indiscutibles e inconmovibles me permiten, con toda
seguridad, aseverar lo que digo. Claro est que no para todos los
profesionales aludidos en anteriores prrafos se puede encontrar una
tan concluyente demostracin como la por m adquirida; pero no por
ello deja esta ltima de tener su debida importancia, por aquel
refrn tan castellano: Dime con quin andas y te dir quin eres.
Aparte de que la concatenacin con los grupos directores de
Captulo VI
Sumario: Oposiciones a ctedras de Madrid. Manejos
institucionistas. Escndalos intolerables por parte de las
huestes. Equivocaciones del Poder pblico. Lamentables
consecuencias de los errores gubernamentales.
Haban transcurrido varios aos de la Dictadura del general
Primo de Rivera, cuando tuve que presidir el tribunal juzgador de las
Captulo VII
Sumario: Mi experiencia como Consejero de Instruccin pblica.
Labor revolucionaria. Actuaciones pblicas y privadas de los
intelectuales. Debilidad de la Dictadura de Primo de Rivera.
Durante los ltimos aos de la Dictadura, sin figurar en ningn
partido poltico ni tener actividad de ninguna clase en este sentido,
por mi cargo de Consejero de Instruccin pblica, tuve, con ocasin
de formar parte de tribunales o de contribuir a su constitucin,
motivo sobrado para conocer el mar de fondo existente entre mis
colegas de las distintas Facultades.
Aun cuando mi actuacin era meramente ciudadana, no obstante
que el guin de todos mis actos brillaba con los colores de los ms
puros sentimientos nacionales, emblema de mis creencias, el mero
hecho de no sumarme a la campaa desencadenada por el
profesorado masn, marxista y loco contra lo representado por Primo
de Rivera, bast para considerarme en entredicho y merecer la
excomunin de los pontfices de la extrema izquierda intelectual.
Desde el primero al ltimo de ellos, [76] estos seores han tenido
como lema mantener su predominio, utilizando habilidades y toda
clase de ardides para el triunfo, presentndose pblicamente, y
frente al Dictador, como seres austeros, incorruptibles e incapaces
de claudicar o de colaborar en ningn sentido contra las fuerzas
gobernantes. Mas todo esto se manifestaba de puertas afuera; otra
cancin era la que sonaba por dentro. En un cnclave universitario,
en una pea de caf, en la cacharrera del Ateneo madrileo, los
persona, se ocultaba
Dictadura.
una
campaa
para
el
descrdito
de la
Captulo VIII
Sumario: Campaas contra la Dictadura de Primo de Rivera.
Entrada en actividad de la FUE. El Ideario espaol de Ganivet y
sus aciertos en el enjuiciamiento del porvenir de nuestra Nacin.
Nuestra Historia, fuente de conocimiento de las condiciones
psicolgicas de la raza hispana.
Hacia 1927, el ambiente en torno de la Dictadura de Primo de
Rivera se iba enrareciendo. Los agentes causantes de esta influencia
eran los mismos de siempre. La Universidad de Madrid tom una
participacin de primer orden en las constantes revueltas, y los
claustros de la misma fueron, al principio cautelosamente, ms tarde
de modo descarado, asiento de escndalos y disturbios escolares,
cada vez de carcter ms grave. Este desasosiego e intranquilidad
culminaron en la cada de la Dictadura, en la formacin del Gobierno
Berenguer, ejemplo perenne de accin desquiciadora del Estado, y,
de Sbert con los elementos nocivos para Espaa, sus relaciones con
extremistas, catalanistas, separatistas y rojos; su escasa inteligencia,
completamente probada a posteriori, lo mismo en el campo de los
conocimientos tcnicos que en el de la poltica; incluso la absurda
falta de xito en su respuesta a los entusiasmados estudiantes que
fueron a recibirle a su entrada en Madrid con solemne e inmerecida
apoteosis; toda su personalidad, en suma, ha demostrado, de una
manera palmaria, que este individuo no pudo ser ms que un
desaprensivo, un maniqu alquilado por los verdaderos directivos
de la Revolucin anrquica, que les sirvi para provocar un incidente
lleno de estridencias y resultados perjudiciales para la ilustre figura
puesta al frente de los destinos de Espaa.
Efectivamente, ahogados por la prensa enemiga de la Dictadura
que era la casi totalidad de la existente los motivos detallados de la
actitud del General, difciles de exponer, por otra parte, y hecha
atmsfera en tertulias y cenculos por las cohortes revolucionarias
en todos los mbitos de la capital de Espaa, qued flotando en el
ambiente, con motivo del asunto en cuestin, por un lado, la [93]
natural peticin de un escolar, expuesta con la viveza ms o menos
afortunada de la juventud, y, por otra parte, la intemperancia spera,
casi tirnica, del hombre que, por su cargo, edad y autoridad,
debiera haber tenido el gesto simptico de perdonar el arrebato
juvenil.
Se explot, una vez ms, la leyenda del absolutismo dictatorial y
los peligros de verse sometidos los espaoles a un posible gesto
neurtico o avinagrado del hombre representante del Poder. La
multitud mediocre, la interesada prfidamente, y algunos hombres
cultos, liberales de buena fe e independientes, mal informados,
sugestionados por los ruidos callejeros hbilmente producidos,
creyeron, sinceramente algunos, falsamente muchos, que el General
no tena razn y que lo cometido con el estudiante de la Escuela de
Ingenieros agrnomos haba sido simplemente un atropello.
Los comentarios hechos durante mucho tiempo sobre el incidente
de la Moncloa, perjudicaron enormemente al crdito pblico de la
Dictadura, sin que las compensaciones castizas y cordiales del
Dictador, como la de hacer desempear prendas de abrigo, para
Captulo IX
Sumario: Los profesores enemigos de la Dictadura explotan el caso
Sbert. Actividades de los representantes de la masonera
internacional.
Claustros
extraordinarios:
significacin
antidictatorial de los mismos. El Consejo de Instruccin
pblica.
El caso Sbert fue explotado por los agitadores y dirigentes
ocultos o patentes de la Revolucin en ciernes, de modo
extraordinario. Con aspecto de legalidad, en nombre de los derechos
ciudadanos, de la justicia, de la libertad y de otras especies
anlogas, la Universidad actu, y lo que es ms lamentable,
sorprendiendo la buena fe de muchos de los que en ella estbamos,
crdulos inocentes en lo que pareca ser un abuso de la tirana
gobernante. Nos pareci entre ellos me coloco que se haba
excedido D. Miguel Primo de Rivera en el castigo, y cremos
indispensable reaccionar en nombre de la justicia. Eso s, los que
actuamos
sinceramente,
desebamos
exponer
razones
que
estimbamos legtimas, sin apelar a los adjetivos molestos u
ofensivos. Los venales, malintencionados, no se conformaban con el
suaviter in modo. A todo trance [96] queran provocar, con la licencia
en el lenguaje de las instancias, de los mensajes al Presidente del
Gobierno, la natural irritacin en ste, y con ella la adopcin de
medidas violentas, de castigos severos que vinieran a reforzar el
disgusto de los descontentos y la enemiga contra el Poder pblico.
Algo logramos contener los imparciales el espritu agresivo de
los exaltados izquierdistas, y por esta razn, con el disgusto de
algunos de los que ahora se muestran escandalizados de los
resultados prcticos de la demagogia, la ofensiva escrita de los
Claustros no lleg a cuajar ni a producir los efectos calculados por
los que dirigan el ataque. Sbert qued sancionado y aguardando
mejores tiempos para l. Los profesores de izquierda, unidos a los
demagogos del Ateneo, continuaron su labor de zapa, sin hallar el
castigo a sus maldades ni el obstculo al avance de sus planes
nocivos.
Fue por esta poca cuando la obscura actividad del ex italiano
Pittaluga se acentu sobremanera, obedeciendo indudablemente a
consignas
secretas
por
l
ejecutadas.
Coincidieron
sus
extraordinarias actuaciones con la consecucin una prueba ms del
carcter masnico del astuto italianode su nombramiento como
Delegado de Espaa en el Comit de Higiene de la Sociedad de
Naciones, hecho por gestin de los sospechosos elementos directores
del organismo ginebrino. En las mallas de la equvoca diplomacia
extranjera qued prendido nuestro Gobierno, respetuoso hasta la
[97] candidez absoluta con las indicaciones exteriores, o
desconocedor del peligro que envolva para nuestra causa la
representacin de Pittaluga, el menos indicado, por su falta de
sentimientos patriticos y por su origen, para llevar la voz de nuestra
noble Espaa.
Inopias, traiciones... quin sabe lo que fue!; el hecho es que
Pittaluga result propuesto, conforme a las indicaciones extranjeras.
Hoy da, el mundo conoce bien la influencia de la masonera en la
Sociedad de Naciones; pero en la fecha de estos sucesos, el general
Primo de Rivera no crea en el poder de las logias, y se sonrea de
cuanto se contaba de ellas, como si se tratase de mitos fantsticos o
de fbulas orientales.
No suceda lo mismo con el avisado, prctico y experto
subsecretario de Gobernacin, el general Martnez Anido, quien,
conocedor de la gente del hampa, de los conspiradores y escondidos
enemigos de toda laya de nuestro pas, tena de Pittaluga el concepto
que este trnsfuga de nacionalidades mereca. Si la memoria no me
es infiel, hasta creo que dese expulsarle de Espaa, despojndole de
su nacionalidad postiza. Mas el astuto aventurero, apoyado por las
fuerzas secretas, por los interesados en sus negocios y por los
tontos, tan abundantes en todas las latitudes, se defendi bien,
arguyendo razones que hubiesen tenido fundamento en el caso de
legtimos espaoles, no de extranjeros arrivistas y cnicos. El hecho
fue que el propsito de Martnez Anido [98] se deshizo ante vetos
superiores, y que todo se termin por una inspeccin e investigacin
en Barcelona de los turbios manejos que el florentino en cuestin
realizaba en la Ciudad Condal y aun en toda Catalua. Se design
para esta investigacin al Conde de Gimeno, hombre de grandes
alcances, buen espaol, pero falto de la resolucin necesaria para
adoptar posiciones heroicas, e inclinado, por su anterior educacin
Captulo X
Sumario: Reformas en Instruccin pblica explotadas par los
enemigos del Rgimen. Quebrantamiento de la entereza y del
nimo del General dictador. Incidente en San Carlos.
Sanciones equivocadas. Cursos extra-universitarios.
En el progresivo decaimiento del tono afectivo con que la
verdadera Espaa haba acogido la llegada de la Dictadura en el mes
de septiembre de 1923, consecuencia en su mayor parte derivada del
trabajo subrepticio de los elementos extremistas de izquierda, entre
los que incluyo las organizaciones secretas, cuya labor se verificaba
incesantemente en la sombra, influyeron indudablemente tambin
determinaciones polticas, entre las cuales se debe contar la
publicacin de un decreto del Ministerio de Instruccin pblica en el
que, con la mejor intencin por parte de D. Eduardo Callejo, se
planteaba un problema de evidente trascendencia por la ocasin que
daba a los contrarios para arrojar sobre el Gobierno la fama de un
clericalismo a ultranza, caverncola y reaccionario.
Captulo XI
Sumario: Una entrevista interesante. Elecciones en la Universidad
de Madrid. Concatenacin de causas influyentes en el ltimo
perodo de la vida poltica y fsica del Dictador. Resumen de la
situacin de Espaa a la cada del Gobierno de Primo de Rivera.
En el estado de gravedad en que el Gobierno se hallaba por
diversas incidencias, entre las cuales se destacaba la situacin de
indisciplina y conspiracin de los Centros docentes, un modesto
profesor de la Universidad de Madrid, lleno de la mejor intencin,
anteponiendo sus sentimientos patriticos a toda otra consideracin
de menor fuste, solicit y obtuvo una audiencia con el general Primo
de Rivera, de cuya interesante relacin me hizo confidencia, ya que
nuestros modos de pensar y ver los problemas eran absolutamente
idnticos.
He aqu lo que mi colega de Claustro me comunic en lo
referente al caso. El General, con un ojo vendado acababa de sufrir
una cada, le recibi en su despacho oficial en el Ministerio de la
Guerra, al atardecer de un da en que se hallaba menos ocupado con
visitas. [116]
La conversacin se desarroll, sobre poco ms o menos, con el
dilogo siguiente:
General. Me dicen que deseaba usted hablarme para algo
importante: qu es lo que quiere de m?
Profesor. Mi general, vengo como espaol, y con la experiencia
que me dan largos aos en contacto con la Universidad, a manifestar
a usted, que los peligros actualmente amenazadores para el
Gobierno y para Espaa no los busque en cuestiones de detalle,
persgalos en la obra funesta de una organizacin temible, que
socava los cimientos de la Dictadura y trabaja ardientemente por
derribarla: la Institucin Libre de Enseanza.
Captulo XII
Sumario: Cada de la Dictadura. El nuevo Gobierno no respondi a
los peligros que rodeaban a la Nacin. Renace la influencia de los
institucionistas. Se crea una ctedra para Fernando de los Ros.
Nuevos Consejeros de Instruccin pblica. Se decretan
cesantas. Comisin de estudiantes catlicos en demanda de
proteccin. Mitin en el Teatro Alczar: sus consecuencias.
Temperamentos luchadores.
Uno de los primeros actos del nuevo ministro, ayudado por los
amigos del Consejo de Instruccin pblica, fue la creacin en el
Doctorado de la Facultad de Derecho de la nueva ctedra de
Estudios superiores de ciencias polticas, destinada ab initio para
D. Fernando de los Ros, catedrtico de Granada. Con una
elaboracin a marchas forzadas, el Consejo aprob la propuesta de la
nueva disciplina, salvo el voto contrario de unos pocos miembros. No
solamente se hizo esta discutida reforma, sino que, para mayor
prueba del propsito oculto, se decidi que dicha ctedra fuese
anunciada a turno de traslacin. Intiles fueron los esfuerzos de D.
Miguel Vegas y los mos, dentro de la Seccin 4. La mayora venci,
y el expediente por ella aprobado pas para su resolucin definitiva a
la Comisin permanente, de la que yo formaba parte. En sta, a
pesar de la confianza que el Sr. Obispo de Madrid tena en personas
como el Dr. Sarabia y el profesor Manzanares, la votacin final tuvo
para nuestra causa el mismo xito desgraciado. La ctedra fue
creada para adjudicarla en turno de traslado, con los tres nicos
votos en contra del Sr. Obispo, del P. Clemente Martnez y el mo. En
aquella ocasin, como dijo en un comentario el diario madrileo El
Sol, los reaccionarios nos habamos quedado solos. Notoria
injusticia, de la que protest ante el peridico, manifestando que,
aparte de que mi relacin [130] personal e ideolgica con los dos
compaeros de voto era muy inferior a la que exhiban algunos de los
votantes en contrario, el propsito de sacar a oposicin dicha
ctedra revelaba un espritu de libertad ms amplio que el
manifestado por los defensores de un privilegio poco gallardo para el
ahijado, que deseaba, no obstante sus dotes intelectuales,
deslumbrantes, quitarse adversarios de la contienda, pour si les
mouches, como hubiese dicho un castizo francs espaolizado.
Demostracin fue, el resultado de la discusin acerca de la citada
ctedra, de la escasez de hombres esclavos de sus convicciones. La
casta de los hipcritas, de los cobardes y de los hbiles ha sido
siempre muy prolfica en todas partes!
Consumado este acto caciquil, tuve yo la previsin de
comprender que mis das, como Consejero, estaban contados. El
pronstico, efectivamente, se cumpli al poco tiempo.
un tanto incongruentes
explicacin con varios
Captulo XIII
Sumario: Estado de la Monarqua en 1930 y 1931. Influencia de las
ideas bolcheviques. Siembra de la indisciplina y de la
rebelda. Los sucesos de San Carlos.
Los aos de 1930 y 31 fueron los de la verdadera debacle de la
Espaa monrquica. El Gobierno Berenguer no supo ni pudo evitar el
derrumbamiento de un rgimen tantas veces secular, y la cada de la
Dictadura son en los odos de los revolucionarios como el signo
claro de la terminacin de un pasado y el comienzo de una nueva
era, en la que se mezclaban aspiraciones, intrigas, arrivismos,
sentimientos de venganza, odios infinitos y concupiscencias
mltiples: todo ello presidido por la diosa de la Locura. La inversin
de valores se proyectaba y dibujaba con claro relieve en las
perspectivas. La sola organizacin pujante en esta raza
profundamente individualista, era la productora de una anarqua
destructora.
Los intelectuales del Ateneo y de la Universidad, convencidos de
que el Estado se hallaba en los [140] estertores de la agona,
apretaron los ataques contra el mismo, infundiendo el hlito de la
rebelda por todas partes. La intervencin famosa de Snchez Guerra
dio la medida de la disolucin de la disciplina a que habamos
llegado. Despus de su intentona de Valencia y de cuanto haba
conspirado contra el rgimen gobernante fenecido, su soberbia
psicoptica, libre de toda traba, no tuvo lmite que la contuviera ni
mandatos y prescripciones
insuficientes.
de
la
Superioridad,
por
desgracia
Suer
Captulo XIV
Sumario: Consecuencias de un artculo. El Claustro de la Facultad
de Medicina y el Colegio de Mdicos de Madrid. Homenaje en
el Hotel Nacional. Los aciagos 12 y 14 de abril de 1931. El
caos poltico y social. Noche angustiosa. Incendios en las
iglesias. Comienza la destruccin de la riqueza artstica.
Venganzas republicanas. Comportamiento de algunos amigos.
Suscit mi artculo ello fue evidente una viva emocin entre los
espaoles sensatos, y al mismo tiempo produjo una colrica protesta
en los revolucionarios. Desencadense una ofensiva en la Prensa
contra su autor y contra el Dr. Enrquez de Salamanca, mi
compaero de Claustro, quien, a los pocos das, se haba adherido a
mi protesta pblicamente en el mismo peridico donde La
Puericultura de la Revolucin fue publicada. Todos los diarios
izquierdistas se entregaron a una competencia en prodigarnos
eptetos injuriosos. No se detenan en el umbral de los hechos
polticos o nacionales, sino que invadan las esferas de la
personalidad profesional, moral y acadmica.
Como modelo de agresiones destacse una [156] carta,
verdaderamente soez, dirigida a mi colega de penas y fatigas por el
Dr. Bastos. La palabra caverncola, a m dedicada por vez primera
despus ha sido profusamente prodigada a todos los espaoles
honorables, tuvo xito sin duda. Insultos, injurias, difamaciones y
amenazas constituan un conjunto impreso cuya conservacin en las
colecciones de la citada prensa ser siempre un modelo de
antologas procaces y coprolgicas.
No bastaban, sin duda, estos ataques escritos: haca falta ms, y
este ms se tradujo en dos acuerdos significativos: el uno fue la
Junta de Facultad celebrada pocos das despus de la aparicin de mi
artculo, en donde Jos Snchez Covisa, verdadero monaguillo, ms
que cuado, de Tefilo Bernardo, llev, por mandato de los
claustrales, su voz para residenciarnos, y la magna reunin del
Colegio de Mdicos convocada en el Teatro de la Princesa como si
se tratase de un asunto de ejercicio escandaloso de la profesin! por
iniciativa de Maran, &c., &c., en donde el habilidoso doctor lanz
la piedra y escondi la mano, dejando a sus colegas Snchez Covisa y
Sanchs Bans la misin de enjuiciarnos, para terminar solicitando
un voto en contra, que no les sali a la medida de sus deseos, ya que
la concurrencia fue escasa para el nmero crecido de colegiados
inscritos, y la mayora obtenida en la votacin fue exigua muy
exigua para sus propsitos.
Con la conciencia tranquila y la serenidad del [157] hombre que
defiende una justa causa, asist, desde fuera, a este ltimo
Captulo XV
Sumario: Deducciones de las pginas anteriores. El prximo
Renacimiento espaol debe ser ms que una promesa.
En los anteriores captulos he pretendido aportar una
contribucin personal al conocimiento de la intervencin de los
hombres que debieran haber vivido ms sensata y pulcramente de su
trabajo cerebral, en la gnesis de la tragedia espaola.
Parecer lgico que, despus de lo anteriormente expuesto, d
por terminada mi labor, pues est clara como la luz del sol la
realidad de la inmensa catstrofe sufrida por Espaa, vctima de las
concupiscencias y de las maquinaciones de los sectarios nacionales e
internacionales. Mas puede resultar, en cierto modo, fro e
incompleto el modo de concluir este libro: fro, porque lo sucedido
despus de la actividad causal merece algunos comentarios; e
incompleto, porque el relato de mis experiencias personales pide la
deduccin de algunas conclusiones que sirvan para los lectores de
ayuda en sus propios juicios crticos. Por eso alargo todava la [166]
redaccin de estas cuartillas, escribiendo el ltimo captulo de la
presente obra.
Como en pelcula emocionante de aventuras peligrosas y de
horrendos crmenes, desfilan ante mis ojos los acontecimientos de
los cinco largos aos de la segunda Repblica, que bien podemos
calificar de eternos, lgubres y sombros. Esta Repblica de sangre,
fango y lgrimas; de desplantes parlamentarios, provocadores y
procaces, modelos de educacin psima, y de inmoralidades sin
cuento. En el metraje inacabable de este horripilante film han